La Joven Cuba
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Yassel Padrón Kunakbaeva

Yassel Padrón Kunakbaeva

Científico. Filósofo marxista. Activista revolucionario

El Tornado

por Yassel Padrón Kunakbaeva 29 enero 2019
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

El viento se eleva, retumba, crece como una mancha de oscuridad.

Todas las nubes oscuras del tiempo se cierran sobre nosotros.

Parece como si incluso la naturaleza se volteara contra nosotros.

No basta con que la política esté jodida. Que el imperialismo vaya ganando. Que los chavistas estén entre la espada y la pared. Que Maduro sea incapaz de controlar la situación. Que estemos más cerca que nunca de quedarnos solos. No basta que el cerco se cierre.

No basta que este pueblo tan jodido por la historia siga resistiendo entre el desabastecimiento, la corrupción, la apatía, la desidia. Nada parece bastar.

También tenía que llegar un tornado a golpear el lado más pobre de la ciudad. Una fuerza de la naturaleza.

Foto: AFP

Las casas se han quedado sin techo.

No me arrepiento de estar hoy en Cuba. Entre mi pueblo que ya no ve la luz al final del túnel. Ya no está Fidel. Tenemos que abrir el camino hacia esa luz nosotros mismos. Nosotros solos.

En el momento en que escribo estas líneas me dispongo a partir hacia el lugar de los desastres. A brindar mi mano.

El Tornado no puede ser más fuerte que nosotros.

29 enero 2019 23 comentarios 381 vistas
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Solidaridad con Venezuela

por Yassel Padrón Kunakbaeva 24 enero 2019
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

Estos son momentos duros para Venezuela. Ayer 23 de enero, Juan Guaidó, quien estaba al frente de la Asamblea Nacional, se ha autoproclamado presidente, dando así inicio a un proceso de golpe de estado. Donald Trump y su gobierno lo han reconocido como presidente legítimo, en una clara agresión a la soberanía de Venezuela que puede tener consecuencias desastrosas. No está descartado que todo esto desemboque en una espiral de violencia, que puede incluir una intervención militar norteamericana.

En situaciones como esta es necesario acordarse del pueblo, que es el que más va a sufrir cualquier confrontación. Desde Cuba, no se puede hacer otra cosa que enviar un mensaje de solidaridad al país hermano. Solidaridad con las mujeres trabajadoras, con los habitantes de los cerros de Caracas, con los estudiantes, con los militantes chavistas que sinceramente luchan por enrumbar el futuro de su nación, con los trabajadores que solo aspiran a poder vivir en paz, en fin, con todos los que han nacido en esa tierra y la aman.

A lo largo de estos últimos veinte años, los cubanos aprendimos a amar la patria de Chávez y Bolívar, a estar pendientes de todo lo que ocurre en ese hermano país, como si fuera en Cuba. Miles de nuestros médicos han cumplido y cumplen misiones allí, se han creado vínculos sociales, familiares en algunos casos, casi tan fuertes como los que una vez hubo con el pueblo ruso. En este instante de grave crisis, todos debemos pensar en cómo podemos hacer para ayudar a los venezolanos.

Es la hora de afirmar bien alto: ¡Todo por Venezuela! ¡Todo por la soberanía! ¡Todo por la integración latinoamericana! Todo por la paz.

24 enero 2019 47 comentarios 300 vistas
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Mujer de ternura y espinas

por Yassel Padrón Kunakbaeva 15 enero 2019
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

El 15 de enero de 1919, hace exactamente cien años, un grupo de esbirros asesinaron en Berlín a una mujer de cierta edad, bajita y feúcha. La derribaron a culatazos, le dispararon a la cabeza y arrojaron su cuerpo al canal. Con ello lograron sacar del terreno político inmediato a una de las principales líderes del movimiento obrero alemán y europeo, pero no consiguieron borrar la huella que había dejado en la historia. Rosa Luxemburgo, desde la altura que ha alcanzado en el imaginario de todos los revolucionarios del mundo, sigue siendo un referente de integridad humana, capacidad intelectual y ética revolucionaria.

Algunos pueden creer que a estas alturas recordar a Rosa no va más allá del formalismo de conmemorar un centenario más. Después de todo, aquí en Cuba son pocos los que saben algo de Rosa Luxemburgo, más allá de que es el nombre de un círculo infantil en Nuevo Vedado. Sin embargo, por muchas razones los cubanos deberíamos darnos cuenta de que ella es uno de esos ángeles guardianes de la historia, que están al alcance de nuestra mano y que podrían ayudarnos si supiéramos como recurrir a ellos. Las ideas de la revolucionaria polaca sobre el socialismo y el papel que en él juega la democracia puede ser exactamente lo que necesitamos para salir adelante, en este momento tan complejo de nuestra historia.

Existe un problema dentro del socialismo que ha causado y todavía causa muchos dolores de cabeza: el problema de la vanguardia política, tradicionalmente estructurada como partido, y su relación con las clases explotadas que supuestamente representa. Es un problema fundamental, como cualquiera puede darse cuenta, ya que de la solución que se le dé dependerá toda la estrategia antes y después de la toma del poder. Sin embargo, Marx y Engels no dejaron sino algunas anotaciones muy preliminares sobre esas cuestiones, por lo que durante el siglo XIX lo que se impuso fue la práctica espontánea de los partidos socialdemócratas y sus organizaciones de base. Hubo que esperar al siglo XX, y a la experiencia soviética, para que el problema de la vanguardia se hiciera central en el debate teórico sobre el socialismo.

Desgraciadamente, la concepción sobre el papel de la vanguardia que más se difundió durante el siglo XX, vía Komintern, fue la desarrollada por Lenin. Los méritos del líder bolchevique como revolucionario son, verdaderamente, incuestionables. Sin embargo, es preciso decir que su visión sobre la vanguardia no era la más democrática posible, y que ha sido utilizada para justificar una concepción verticalista y autoritaria de la práctica política socialista. El estalinismo y los diversos neo-estalinismos encontraron un asidero fácil en esas concepciones.

La idea de Lenin, desarrollada en su libro ¿Qué hacer?, puede resumirse de la siguiente manera. Según él, la clase obrera no puede alcanzar nunca, por sí misma, una conciencia clara y profunda de su verdadera situación y sus intereses. Es por eso que se necesita un partido, formado por cuadros conocedores de la teoría marxista y de los resultados científicos alcanzados por la burguesía, para insuflar desde afuera la conciencia que necesita el proletariado.

Esta teoría, aplicada coherentemente, llevó a Lenin a la creación de un partido muy centralizado y disciplinado, que actuó como una verdadera maquinaria política en función del objetivo de tomar el poder. En las condiciones de la Rusia zarista, ese partido fue sumamente exitoso, llegando a liderar la Revolución de Octubre. Sin embargo, cabe hacerse la pregunta: ¿significa ese éxito que esa concepción sea válida en cualquier circunstancia?

Desde aquellos tiempos, la concepción leninista de la vanguardia se ha utilizado para defender en todo momento la primacía del grupo dirigente para tomar decisiones sin contar con el resto del pueblo. Si el partido es el único que tiene conciencia de la verdadera situación y de los verdaderos intereses del pueblo, nada más lógico que sea el partido el que mande. Esta “lógica de la vanguardia” se ha utilizado por parte de todos los partidos comunistas que han llegado al poder para justificar la creación de castas burocráticas que obstaculizan la democracia popular, y que, de más está decir, no son una verdadera vanguardia.

En el Lenin mismo, esta teoría era comprensible dadas las condiciones de la Rusia de aquellos tiempos. Además, en Lenin se podía encontrar los elementos teóricos suficiente para corregir al propio Lenin. Sin embargo, el estalinismo que vino después hizo un uso pervertido de la teoría, y cristalizó sus fórmulas maquiavélicas en los manuales.

A la luz de esta situación es que se puede comprender la importancia de Rosa Luxemburgo. Ella cuestionó, en su folleto titulado La revolución rusa, la lógica que se encontraba detrás de varias de las decisiones de los bolcheviques, llegando hasta el fondo de la cuestión. En su crítica se puede ver, por contraste, otra concepción acerca de cómo se debe construir la sociedad socialista. Decía Rosa que:

 “Bajo la teoría de la dictadura de Lenin-Trotsky subyace el presupuesto tácito de que en la transformación socialista hay una fórmula prefabricada, guardada ya completa en el bolsillo del partido revolucionario, que solo requiere ser enérgicamente aplicada en la práctica. Por desgracia- o tal vez por suerte- esta no es la situación (…) El sistema social socialista solo deberá ser, y solo puede ser, un producto histórico, surgido de sus propias experiencias, en el curso de su concreción, como resultado del desarrollo de la historia viva (…) Toda la masa del pueblo debe participar. De otra manera, el socialismo será  decretado desde unos cuantos escritorios oficiales por una docena de intelectuales.”

Su idea de la participación política se hace más clara cuando se conoce qué entendía ella por libertad política.

“La libertad solo para los que apoyan al gobierno, o solo para los miembros de un partido, por numerosos que sean, no es libertad. La libertad siempre es libertad para los que piensan diferente. No a causa de ningún concepto fanático de la “justicia”, sino porque todo lo que es instructivo, totalizador y purificante en la libertad política depende de esa característica esencial, y su efectividad desaparece tan pronto como la “libertad” se convierte en un privilegio especial.”

En los escritos de Rosa se encuentra la idea-base de que el socialismo es una construcción colectiva, en la que la conciencia de clase del proletariado tiene que surgir como resultado de la propia lucha política y del ejercicio directo del poder por el pueblo. Se le concibe como un intenso proceso de auto-aprendizaje. En ese esquema, la vanguardia política no puede ser más que un catalizador, una trinchera avanzada en el proceso de toda la clase para alcanzar la conciencia. Es por eso que a la concepción de Rosa algunos le han llamado la del partido-clase.

Todo esto puede parecer historia antigua, pero no lo es. ¿Acaso no tenemos también en Cuba “escritorios oficiales”, desde los cuáles se toman decisiones a espaldas del pueblo? La concepción de la vanguardia que maneja el Partido Comunista de Cuba, la que hoy, 2019, se le enseña a los cuadros en la escuela Ñico López, es la de Lenin, o mejor dicho, la caricatura que hizo Stalin de la concepción de Lenin.

Se cumplen cien años de la muerte de Rosa Luxemburgo, ejemplo de mujer llena de sensibilidad humana, luchadora por los derechos de las mujeres y de todos los oprimidos. Es un buen momento, ahora que vamos a votar por una Constitución que se declara inspirada en las ideas de Lenin, para que los que no queremos volver al capitalismo nos hagamos la inveterada pregunta: ¿Qué clase de socialismo queremos?

15 enero 2019 6 comentarios 271 vistas
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Dialéctica de continuidad y ruptura

por Yassel Padrón Kunakbaeva 1 enero 2019
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

El período por todos conocidos como Revolución en el Poder cumple ya 60 años, casi la misma cantidad de tiempo transcurrido desde la intervención norteamericana de 1898 hasta el triunfo revolucionario de 1959. En algunos lugares el acontecimiento es celebrado a contrapelo; pero la mayoría de los cubanos lo reciben con escepticismo político y confusión. Y es que el mundo de la política se le presenta al cubano común como un laberinto, donde todos los caminos llevan a una trampa sin fondo. Por eso, este prefiere perderse en su destino personal, que tampoco lo lleva a ningún lado, pero que al menos es suyo.

El laberinto de la política cubana -sobre el que, a fin de cuentas, alguien debe intentar arrojar luz- parece arrojar solo dos opciones, que como unas Escila y Caribdis postmodernas lanzan sus dentelladas hacia nosotros: la continuidad o la ruptura. Se trata de una de esas encrucijadas ante las que la mayoría de la gente prefiere dar media vuelta y regresar a casa. Muchos nos preguntamos: ¿Por qué tenemos que elegir entre una continuidad y una ruptura cada cual más catastrófica que la otra? ¿Es que no existe el camino de la sensatez?

La mera continuidad del orden vigente, que se hace llamar a sí mismo Revolución, es una opción muy cómoda para muchos, pero suicida a largo plazo para los impulsos emancipatorios de nuestra historia. Por muchas razones, que también tienen que ver con el bloqueo y las agresiones del imperio norteño, en Cuba se instauró un socialismo organizado burocráticamente, un socialismo real en toda regla. Algunos creen que esa es la única forma de socialismo que realistamente puede intentarse en las condiciones de excepción en que vive Cuba. Sin embargo, se daría así la extraña paradoja de que para salvar el socialismo sacrificamos todo, incluyendo el socialismo mismo.

La simple continuidad es el fin de la Revolución Cubana, su sustitución por una ideología del pasado, de los mártires y de las efemérides. Hoy por hoy, el vibrante ideario de la revolución es achatado en la práctica hasta verse en el límite de convertirse en una ideología de clase dominante. No están muy lejos nuestros dirigentes de convertirse en una de esas clases dominantes que, muchas veces a lo largo de la historia, han vivido imbuidas en su propia ideología rosadamente clásica, engañándose a sí mismas sobre su verdadero papel explotador. Para llegar a ese escenario, solo falta que se corten algunas amarras.

Pero la ruptura tampoco nos trae otra cosa que espinas. A ella la presentan de muchas maneras distintas, por la derecha, por el centro socialdemócrata y por la ultra-izquierda, sin que nadie sea capaz de explicar cómo va a hacer esa Cuba rupturista para evitar caer en las garras de los grandes poderes transnacionales y de sus sátrapas miamenses. La historia ha demostrado que la gran burguesía norteamericana sigue siendo imperialista, y que solo renuncia a imponerse allí donde encuentra una resistencia tenaz. Cuba y su revolución han sido para ellos una piedra en el zapato, y no van a perder la oportunidad si un día ven abierto el camino para la venganza. Creer otra cosa es ser un iluso.

Además, ponerse radicalmente del lado de la ruptura implica casi siempre, para el que elige ese camino, perder el contacto con esencias fundamentales de la nacionalidad cubana. Algunos desde el comienzo, al prestarse para ser parte de un cambio de régimen orquestado desde Washington, toman el camino de los que traicionan a su patria. Pero incluso los que beben de las ideas de izquierda, y solo le encuentran defectos al proceso y a la ideología de la Revolución, olvidan que fue en ese crisol en el que se fundió el auténtico nacionalismo revolucionario cubano con las ideas de justicia social que aportó el socialismo. El ideario de la Revolución Cubana es un tesoro de símbolos irrenunciables, que junta en sí las luces de Martí y de Marx, y que se templó en la sangre de los valientes. No se le puede rechazar de un tirón.

Para salir de este laberinto solo parece haber una opción muy difícil: encontrar un equilibrio entre continuidad y ruptura. Los alemanes tienen una palabra, aufheben, que puede servir para explicar lo que habría que hacer. Hegel y Marx la usaron para expresar el proceso dialéctico, y significa algo así como levantar, en el sentido de conservar y superar al mismo tiempo. Aufheben es lo que debemos hacer: superar el orden y los dogmas que se reclaman hijos de la Revolución, conservando al mismo tiempo los horizontes e impulsos emancipatorios de esa Revolución.

La dirigencia cubana hace un tiempo pareció estar consciente de todo esto, y mostró algo de audacia al llevar a cabo un grupo de reformas muy necesarias. En la medida en que todavía pueda ser audaz para “cambiar todo lo que deba ser cambiado”, se puede decir que todavía existe la Revolución que ellos lideran. El problema está en la paranoia que se apodera de algunos sectores, que sienten que la ruptura es demasiada, y entonces la dirección vuelve a poner el acento sobre la continuidad.

Tal vez ha llegado la hora de darnos cuenta del daño que nos ha hecho el paternalismo, y de que una Revolución en la que la vanguardia siempre tiene la última palabra es solo media Revolución. Muchos cubanos tienen la percepción de que este socialismo que se intenta construir es un socialismo que le pertenece a la burocracia, que es de ellos, no de nosotros. Lo que se necesita es algo tal vez demasiado difícil: que por primera vez en mucho tiempo los cubanos decidan apropiarse de su  Revolución y su Socialismo, para hacer de ellos propiedad efectiva del pueblo.

En la medida que la Revolución Cubana pueda dejar de ser lo que ha devenido, siendo a su vez ella misma, podrá seguir rompiendo su victoriosa proa contra las olas de la historia. ¡FELIZ ANIVERSARIO!

1 enero 2019 38 comentarios 537 vistas
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Modificaciones al Proyecto de Constitución

por Yassel Padrón Kunakbaeva 26 diciembre 2018
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

Tras varios meses de reuniones, debates y manos levantadas, en un proceso de consulta que contó con la amplia participación del pueblo, ya contamos con un Proyecto de Constitución. A través de los medios oficiales, hemos podido seguir la presentación del documento ante la Asamblea Nacional, incluyendo una intervención de Homero Acosta acerca de las principales modificaciones que este había sufrido. Gracias a ello, resulta posible hacerse una idea acerca de la naturaleza del futuro texto constitucional: cuáles serán sus virtudes y sus falencias.

Este Proyecto es el resultado de un proceso de consulta popular que ha sido en sí mismo cuestionado, por tener un carácter consultivo y no vinculante. Esa naturaleza consultiva es la que le da libertad a la Comisión Redactora para tomar en cuenta algunos planteamientos y otros no. Sin embargo, vale la pena recordar que este procedimiento es totalmente coherente con la constitución vigente, que le da facultades constituyentes a la Asamblea Nacional del Poder Popular. En rigor, en Cuba, cada vez que votamos, estamos votando por una Asamblea Constituyente.

Teniendo a la vista todo el proceso y sus resultados, puede sacarse una conclusión muy importante. El orden constitucional vigente le da espacio a la actual dirección del país para llevar a cabo una renovación controlada, una democratización atenuada paternalistamente. La burocracia civil y militar no renuncia a la lógica de la vanguardia, pero consiente una ampliación de los derechos políticos y sociales, al menos sobre el papel. Tienen la ley de su lado, y cualquiera que exija un mecanismo diferente de construcción directa de la Constitución, en realidad está pidiendo un cambio de régimen.

Algunos pueden estar inconformes con este proceso “tutelado”, pero el Proyecto de Constitución contiene muchos elementos que pueden ser motivo de alegría para los que defendemos la idea del socialismo en Cuba. Pueden ser el primer paso de un proceso de regeneración y redimensionamiento de la práctica política revolucionaria. Veamos algunos ejemplos:

Ha regresado la referencia al comunismo en la Constitución. La eliminación y posterior rehabilitación del término “comunismo”, propiciaron un fructífero debate en el que se puso de manifiesto que en Cuba todavía existe una preocupación por el carácter universal de nuestro proyecto revolucionario. Eso es una buena noticia, pues a veces corremos el riesgo de caer en una ideología banalmente nacionalista.

Cuba queda definida como un Estado Socialista de Derecho y Justicia Social. Se plantea así la voluntad de eliminar todo espacio a la arbitrariedad y la impunidad. El Derecho, y el principio de que todas las personas sean iguales ante la ley, son puestos en primer plano, recuperándose así una dimensión fundamental de la existencia republicana. No se olvida, sin embargo, lo que hemos ganado con nuestra revolución socialista, ratificándose el principio de la justicia social.

El artículo referente a la soberanía nacional pasó al número 3. Con ello queda claro que la soberanía popular es un principio más alto que el socialismo mismo. De manera formal, se elimina toda legitimidad para la aplicación de una lógica de la vanguardia pervertida burocráticamente, que esté por encima del principio del poder popular.

En el artículo 5 se cambió la expresión “marxista-leninista” por “marxista y leninista”. Con ello se eliminó un anacronismo estalinista que le daba muy mala imagen a nuestra Constitución.

El Partido quedó definido como “fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado”. En el artículo 7, además, se precisó que las organizaciones, entidades e individuos se ajustan a lo establecido en la Constitución. Con la agregación del adjetivo “política” se intenta dejar más claro el papel que se le pretende asignar al partido, como organización política e ideológica que no tiene funciones estatales ni gubernamentales. El artículo 7 le pondría fin además a los equívocos acerca de la relación entre el Partido y la ley. De este modo queda también golpeada la lógica de la vanguardia, aunque todo dependerá de cómo se entienda la palabra “dirigente”. La manera en que esa palabra se entiende en el sentido común cubano es nefasta. Sería necesario esclarecer que se trata de una función espiritual, cultural, hegemónica en sentido gramsciano, para avanzar por el camino correcto.

Se ratifica el reconocimiento de la propiedad privada, precisándose que los sujetos que la detentan son personas naturales y jurídicas, nacionales y extranjeras. Se le pone fin así a un dogma muy antiguo, según el cual la propiedad privada era algo que se debía eliminar en el período de transición. Al mismo tiempo se deja claro que los cubanos nacionales no serán apartados de la posibilidad de tener propiedad privada.

Se reconoce el papel de los trabajadores en la administración y gestión de las empresas estatales. Aunque se les siga llamando “entidades empresariales estatales”, lo cual es una muestra del estatismo soviético del que no logramos desprendernos, es una gran noticia que se haya redactado incluso un artículo nuevo para dejar claro el derecho de los trabajadores a participar en la dirección de la economía. Vale la pena transcribir el artículo completo:

 “Los trabajadores participan en los procesos de planificación, regulación, gestión y control de la economía. La Ley regula la participación de los colectivos laborales en la administración y gestión de las entidades empresariales estatales y unidades presupuestadas.”

Aunque sería mucho mejor que se les llamara empresas públicas, porque son propiedad socialista de todo el pueblo, resulta un avance que queden reforzados en la Constitución los derechos que como dueños tienen los trabajadores sobre las empresas y los centros de trabajo en general. Quedan muchas expectativas con respecto a la Ley de Empresa que debe surgir.

Los yacimientos minerales y las playas son considerados propiedad socialista de todo el pueblo. El cuestionamiento acerca del destino de las playas puso de manifiesto que los cubanos no quieren romper del todo con lo que se conquistó en la Constitución de 1976.

Se establece la gratuidad de la educación hasta los estudios de posgrado. Una rectificación necesaria, que además puso de manifiesto lo sensible que es el pueblo cubano con lo que considera son las conquistas fundamentales de la Revolución.

Se eliminó el artículo 68, pero en la nueva formulación tampoco se habla de la unión entre un hombre y una mujer, sino entre los “cónyuges”. Con respecto al matrimonio igualitario, se le dio una solución política bastante hábil al asunto: se decidió posponer la cuestión para cuando se apruebe el Código de Familia. Ciertamente, lo más digno hubiese sido aprobarlo, porque en cuestiones de derechos la democracia y el pueblo no tienen nada que decir, pero en la política las cosas no siempre son en blanco y negro. Mantener el artículo 68 podría haber puesto en peligro innecesariamente el resto de la Constitución.

Cambió la manera en que se elige al Gobernador: ahora será propuesto por el Presidente pero ratificado por los delegados municipales del Poder Popular. Se mantiene el término Gobernador, de resonancias colonialistas, pero al menos la última palabra sobre su elección es puesta en los delegados de base.

Existen otros puntos en el Proyecto de Constitución que no cambiaron mucho del Anteproyecto al Proyecto, pero que por su importancia vale la pena recordar:

Se reconoce el derecho a la libertad de expresión, sin especificar que sea en función de los intereses de la sociedad socialista. Se consideran propiedad socialista de todo el pueblo solo los medios fundamentales de comunicación social. Se abre el camino hacia una sociedad más libre y más abierta a escuchar ideas diferentes. Además, surge la posibilidad de reconocer la iniciativa personal o privada para medios no fundamentales de comunicación, como tal vez puedan ser considerados los blogs y las redes sociales.

Se reconocen los derechos de reunión, manifestación y asociación. Una pequeña puerta se abre hacia un futuro en el que los cubanos tengamos una relación más abierta con nuestro espacio público, en la que este pueda convertirse de nuevo en un lugar desde el que se disputa el poder.

Se establece el principio de la autonomía municipal. Poco se ha hablado en el debate nacional sobre la autonomía municipal, la cual sin embargo, de concretarse, podría ser uno de los pilares de la democracia socialista en Cuba.

Hasta aquí pueden verse los elementos positivos en el Proyecto de Constitución. Sin embargo, también es posible hablar acerca de los elementos que no se modificaron:

No habrá elección directa del Presidente. De por sí, el sistema indirecto no está mal. Incluso se puede decir que refuerza la autoridad de los parlamentarios. Sin embargo, las propuestas de llevar a cabo la elección directa pueden ser un llamado de atención. Si en un país con tradición presidencialista como Cuba el pueblo plantea eso, es porque percibe que el “pollo del arroz con pollo” está en el presidente. Si se quiere legitimar un sistema indirecto, es necesario empoderar a los asambleístas, de tal forma que la gente pueda percibir que es en la Asamblea donde “se corta el bacalao”. Algo difícil, con nuestro parlamento que se reúne dos veces al año.

No habrá Tribunal Constitucional. Ciertamente, el Tribunal Constitucional no fue exactamente una demanda popular. Solo algunos intelectuales y juristas hablaron sobre él. Sin embargo, la ausencia de dicho Tribunal deja en cuestión como va a protegerse a sí misma la próxima Constitución, en caso de ser aprobada.

Muchas buenas noticias, ampliaciones de derechos. Sin embargo, queda una interrogante flotando en el aire. ¿Cómo haremos para que todo esto se materialice? En materia de derechos y de participación popular eso no se logra solo con un texto constitucional, es necesario que la gente común se apodere de esos derechos y los ejerza. Mucha gente en Cuba va a recibir los nuevos derechos con escepticismo e indiferencia. Se hace necesaria una ofensiva cultural, una voluntad para materializar en la vida cotidiana una existencia republicana, democrática y socialista. No basta con escribir un papel, es necesario convocar a la acción y actuar.

Por lo pronto, se impone cumplir con un deber patriótico: ir a votar.

26 diciembre 2018 29 comentarios 277 vistas
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televisada

Revolución televisada

por Yassel Padrón Kunakbaeva 21 diciembre 2018
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

Por estos días, el Gobierno Cubano, encabezado por Miguel Díaz-Canel, anuncia la próxima aparición de un programa de televisión, un canal de Youtube y un sitio web para estar en contacto con el pueblo. Esta es una noticia muy buena para los que de una u otra forma creemos que la revolución cubana necesita recuperar su brillo y energía.

Algunos pueden creer que regresar a la vieja dinámica de un líder que le habla a un pueblo es algo reaccionario, cuando lo que se necesita es una mayor participación de la gente desde abajo. Pero los que así argumentan pasan por alto que la revolución cubana fue desde su comienzo una revolución transmitida mediáticamente, principalmente por la televisión. La pantalla chica es su medio natural, y un bastión que no puede darse el lujo de perder.

Cuando se cuenta la historia de la lucha contra Batista, muchas veces se olvida un factor que resulta fundamental. La sociedad cubana era líder en el mundo en lo que se refiere a difusión de la radio y la televisión. Ese elemento condicionó todo el proceso revolucionario: desde la creación de Radio Rebelde, que contribuyó a la victoria tanto como cualquier éxito militar, hasta la retórica de Fidel televisada, la inmortalización de varias escenas suyas, que llegaron directamente a los hogares del país. Dicen los teóricos de la comunicación que el medio condiciona al mensaje. Se puede decir, entonces, que la revolución cubana por su propia estructura ideológica está hecha para vencer en el terreno televisivo.

Mucho ha llovido desde entonces. Hoy sabemos que la televisión tiene la desventaja de una menor participación de los receptores. También sabemos que por su capacidad de llegar a grandes audiencias es uno de los medios favoritos de la propaganda. Las redes sociales se presentan como una alternativa más democratizada, aunque también tengan sus deficiencias. Sin embargo, la experiencia de los procesos de izquierda en América Latina durante el siglo XXI muestra que la televisión también puede ser usada de un modo participativo, si se les facilita a las personas una forma de interacción y de participación en los programas.

En Venezuela Hugo Chávez creó el antológico programa Aló Presidente, que abrió una nueva época en la comunicación política. En Ecuador existió Enlace Ciudadano, de Rafael Correa, también en Venezuela Nicolás Maduro creó el programa Diálogo Bolivariano, y en Bolivia surgió el programa Democracia Directa, con vistas a difundir los puntos de vista del gobierno de Evo Morales. Los resultados de estas experiencias fueron muy positivos. ¿Qué no se podrá hacer en Cuba, con la cultura televisiva que tenemos los cubanos, y donde, además, la televisión sigue siendo el medio de comunicación más consumido?

Por supuesto, hay que tener en cuenta que la televisión cubana también se ha convertido por muchos años en pasto para la desidia y la falta de renovación, tanto técnica como comunicativamente. Muchas personas hoy identifican la televisión, sobre todo en lo que se refiere al sistema informativo, con un teque gastado. No obstante, eso es más razón para que se cree un programa en el que la ciudadanía pueda acceder directamente al presidente de la República. La gente podrá así sentir que se les toma en serio, y que pueden interactuar con los decisores fundamentales. Eso abre el camino para una reconstrucción del consenso, y un aumento de la movilización en aras de resolver los problemas del país.

Desde que no tenemos a Fidel en la primera línea, nos acostumbramos a los discursos leídos en fechas importantes. Se ha trabajado mucho en estos años para sostener el país, se han hecho cambios importantes, pero no se ha hablado lo suficiente sobre ello. Si se quiere avanzar por el camino correcto, la voz de los dirigentes revolucionarios debe oírse más a menudo, para que todos puedan ver con claridad hacia donde nos dirigimos y por qué. Amén de las redes sociales, que van en ascenso, la televisión puede volver a ser el modo fundamental de transmisión de la Revolución.

21 diciembre 2018 5 comentarios 382 vistas
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decreto 349

El Decreto 349 y una política cultural justa

por Yassel Padrón Kunakbaeva 11 diciembre 2018
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

Es difícil tomar posición frente a una medida como el Decreto 349, detrás de la cual hay muchas buenas intenciones pero que implica serios riesgos para la producción cultural. En un artículo anterior dejé caer algunas observaciones al respecto; ahora, cuando las autoridades de la cultura nacional se han manifestado e incluso ha comenzado un serio debate sobre el Decreto 349 en las instituciones culturales, es posible llegar a algunas conclusiones más sólidas. No pretendo decir la última palabra, pero sí poner sobre la mesa una postura, que puede ser tan válida como cualquier otra.

En las diferentes explicaciones sobre la naturaleza y el objetivo del Decreto 349, no ha quedado del todo claro cuál es el centro de la cuestión. Sobre todo, en lo que se refiere a la contravención que más claramente afecta al contenido de las obras artísticas, es decir, aquella que consiste en la difusión de productos que contengan violencia injustificada, pornografía, uso indebido de los símbolos patrios, etc. No queda claro cuál es el objetivo que se pretende lograr, por lo que prefiero analizar los posibles objetivos por separado.

  1. a) Si de lo que se trata es de proteger el espacio público y defender el derecho de las personas a no consumir un producto cultural agresivo, entonces el decreto tiene una razón de ser. Sin embargo, se debe delimitar muy bien en qué condiciones se aplica ese decreto.

El arte es algo muy subjetivo y se debe tener mucho cuidado a la hora de decidir sobre cuáles son sus límites, sobre todo cuando la carrera y la libertad efectiva de un artista pueden depender de esa decisión. ¿Quién puede decidir, a ciencia cierta, cuándo la violencia en un producto cultural es injustificada? ¿Quién decide los límites entre erotismo y pornografía? Una norma que implique bloquear la difusión de ciertos productos culturales, debe dar el menor margen posible para interpretaciones arbitrarias que terminen en una legitimación de la censura.

Por ese motivo, el Decreto 349 solo debería aplicarse a aquellas situaciones en las que un espacio público es utilizado para la difusión de ciertos productos culturales, de tal modo que personas que no lo desean son obligadas a consumir dicho producto. Un espacio perteneciente a una entidad estatal o privada, en el que solo son expuestos a la difusión del producto cultural personas que han aceptado consumirlo, no debería ser objeto de aplicación del decreto. Se trata de reducir al mínimo indispensable las situaciones en las que se aplique la coerción contra una manifestación cultural.

  1. b) Si de lo que se trata es de defender las jerarquías culturales, tal y como se ha manifestado en algunos casos, entonces creo que se ha cometido un error al promulgar ese decreto. No es que no sea necesario crear y desarrollar jerarquías culturales ante la crisis por la que pasa la cultura cubana. El problema es que no tiene sentido que una política cultural socialista defienda sus contenidos a base de decretos, multas y medidas contra otros contenidos.

De existir una mayoría entre los cubanos que defendieran los valores culturales del socialismo, o por lo menos el simple buen gusto, entonces los contenidos culturales asociados a esos valores deberían prevalecer por la sola fuerza de su difusión hegemónica. Si, por otro lado, la realidad fuera que la mayoría de los cubanos prefieren los contenidos asociados al consumismo, el machismo y la vulgaridad, entonces querer hacerlos consumir otros contenidos a fuerza de multas y decretos solo puede ser una expresión de esa injustificada lógica de la vanguardia que, desgraciadamente, sigue siendo el peso muerto de nuestro socialismo.

En lugar del Decreto 349, lo que la cultura cubana necesita es un debate a nivel de toda la sociedad sobre qué tipo de cultura queremos.

Y si la vanguardia política pretende que los valores culturales del socialismo sean hegemónicos, entonces debe llevar a cabo una gran campaña de concientización con toda la población. Por supuesto, no podría ser una campaña de esas donde se emite un mensaje de arriba hacia abajo, sin retroalimentación, a las cuales los cubanos somos inmunes por sobre-exposición. Se necesitarían métodos novedosos, creativos, horizontales, así como la participación de los principales dirigentes del país.

***

Por lo que se refiere a la otra parte del Decreto 349, la que tiene que ver con la prestación de servicios artísticos, se trata de un asunto muy complejo. La norma consolida el papel de las instituciones culturales oficiales como representantes universales de los artistas. Sin embargo, lo más interesante es que lo que allí se regula es casi una repetición de lo que aparece en normas anteriores, todavía hoy vigentes. Lo único que se añade nuevo es lo relacionado con el trabajo por cuenta propia.

Varios elementos se juntan para justificar la preponderancia que se le da a las instituciones culturales en el ámbito cubano. Por un lado, es evidente que una sociedad en transición socialista debe evitar que la libertad de sus artistas se mueva en el ámbito de las relaciones mercantiles. Se supone que las instituciones culturales les den a estos un apoyo material, brindándoles así una alternativa frente al mercado. Por otra parte, existe también una concepción profesional y gremial del arte, según la cual solo aquellos que han sido reconocidos oficialmente por la institución deben poder ganarse la vida como artistas.

El problema es que existe un principio que no siempre es tenido en cuenta: que en el socialismo la libertad del artista debe ser mayor a la que este posee en el capitalismo. Por lo menos en el capitalismo el artista tiene la opción, falsa en esencia pero real, de no recurrir a las empresas que dominan el mercado. Si nosotros obligamos por ley a los nuestros a pertenecer a una empresa para ganar dinero con su arte les estamos dando un rango de libertad menor. El objetivo debe ser que los artistas quieran ser parte de una empresa, que vayan a ella en busca de soporte y apoyo.

Para que una decisión sea libre siempre debe haber varias opciones. Tal vez sea una buena idea, tal y como existe la figura del trabajador por cuenta propia, darles un estatus jurídico a aquellos artistas que realicen su trabajo de manera independiente. De esa forma pueden realizar su trabajo y pagar sus impuestos, sin necesidad de pertenecer a una empresa. Un principio fundamental es que se debe eliminar lo más posible los riesgos de que un artista sea limitado de difundir su obra sobre la base de criterios discriminatorios.

No discriminar a los artistas por su nivel educacional, reconocimiento alcanzado o ideología política.

Más allá de las soluciones concretas a corto plazo, se impone también un fuerte análisis filosófico sobre el papel del arte y el artista en la sociedad socialista, y sobre qué clase de socialismo queremos. Tal vez eso nos ayude a cuestionar viejos paradigmas dentro del socialismo, como aquellos dentro de los cuales el artista es visto meramente como un productor, en el sentido más chato de la palabra.

Existen muchos problemas difíciles de resolver, pero si todos aportamos nuestro grano de arena tal vez podamos construir una política cultural que sea justa y racional.

11 diciembre 2018 27 comentarios 333 vistas
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pantalla grande

La pantalla grande y el mar embravecido

por Yassel Padrón Kunakbaeva 3 diciembre 2018
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

En los primeros días de diciembre La Habana acogerá en la pantalla grande la edición número 40 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Volverá a llenarse la calle 23 de amantes del séptimo arte, habrá cola en los cines y todos tendrán la oportunidad de disfrutar de una buena película. Realizadores de alrededor de cuarenta países podrán exhibir su obra. Esta fiesta, que se repite cada año, brinda también una oportunidad para reflexionar acerca de las luchas ideológicas que sacuden el mundo de la pantalla grande en Cuba, las cuales han tenido momentos de particular encono en los últimos tiempos.

Mi profesor de Introducción a las Ciencias Sociales, el ilustre profesor Oscar Loyola, dijo una vez en clase que si algún día se quería buscar material documental fidedigno sobre el período de la Revolución en el Poder se tendría que recurrir al cine cubano.

Esta afirmación tiene su base, desde mi punto de vista, en un hecho fundamental: que el cine, la pantalla grande, fue una de las pocas manifestaciones artísticas en Cuba que pudo conservar el impulso genuino de la revolución de 1959, sobreviviendo a los desmanes de la burocracia a partir de 1971. Para comprender esa capacidad de resistencia, no se puede olvidar el papel de Alfredo Guevara al frente del ICAIC, un hombre de irreductible integridad, fiel al mensaje libertario y creador de la Revolución Cubana.

Para los que crecimos con el período especial, el cine cubano fue siempre una sorprendente isla de tolerancia y libertad creativa. Una esperanzadora anomalía. Después, con el tiempo, uno se va enterando de que el ICAIC siempre tuvo enemigos, de que en 1991 hubo un intento de desmantelarlo, de que ha habido películas censuradas. Uno se entera de los prolongados reclamos del gremio de los cineastas, como el de promulgar una nueva ley de cine que sustituya a la Ley 169 de 1959, ya obsoleta en algunos aspectos.

En mayo de 2013, un grupo de reconocidos realizadores cubanos fundaron una especie de grupo de presión llamado G-20 (Grupo de los Veinte). Lo hicieron movidos por la preocupación de que, tras la desaparición física de Alfredo Guevara, algún tiburón de la burocracia viera llegada la hora de poner límites a la creación audiovisual. Además, enarbolaron la bandera de exigir una nueva ley de cine, que le brindara reconocimiento y seguridad a la producción independiente en la pantalla grande, que pusiera reglas claras en cuanto al financiamiento, la producción, la comercialización, la promoción, etc.

El G-20 mantuvo durante casi cinco años una meritoria actividad reivindicatoria. Se reunía con cierta frecuencia en el Centro Cultural Fresa y Chocolate. Entre sus miembros se contaban importantes personalidades del cine cubano, como Fernando Pérez, Rebeca Chávez, Magda González, Claudia Calviño y Arturo Arango.

Sin embargo, desde hace algunos meses el G-20 dejó de existir, en medio de la mayor discreción. Es difícil hablar sobre algo de lo que se tiene tan poca información, sin embargo, no parece que se haya debido a ninguna presión. La hipótesis más probable es que el G-20 haya obtenido los frutos de su permanente diálogo con las autoridades cubanas, acerca de la ley de cine.

Por otro lado, por aquellos mismos días, ocurrió un suceso que sacó a relucir los conflictos ideológicos que se ocultaban bajo la superficie. El ICAIC decidió suspender la exhibición de una de las películas de la 17 Muestra Joven del ICAIC llamada Quiero hacer una película, la cual fue incorporada al evento a última hora por los organizadores, y que contenía frases irrespetuosas hacia José Martí.

Luego, en la conferencia de prensa del 22 de marzo de 2018, convocada por el ICAIC para dar a conocer la programación de la 17 Muestra Joven, se dio un altercado entre los organizadores de la muestra y las autoridades del ICAIC. La prohibición puesta sobre la película se convirtió en tema de dominio público, y sirvió para un largo debate acerca de la censura y los límites de la libertad artística en la pantalla grande.

La cosa no paró ahí, y en mayo fue puesta en circulación vía Facebook una declaración titulada Palabras del Cardumen. Declaración de Jóvenes Cineastas Cubanos. Se trata de un texto complejo, en el que contrasta la justeza de algunas demandas, como la relacionada con la ley de cine, con el lenguaje un tanto abstracto y fútilmente oposicionista que utiliza. Cada cual debe leerlo para formarse su opinión.

Sin embargo, lo interesante es cómo el Cardumen pretendía ser una especie de movimiento, nacido en las redes sociales, que tomaba cada like como una adhesión. Por esa vía, el Cardumen llegó a contar con el apoyo de las más diversas personas, desde realizadores con inmenso prestigio hasta individuos más relacionados con el activismo político opositor que con el cine.

Cuando uno analiza el suceso en toda su extensión, llega a una interesante conclusión. Aquí estamos más allá del viejo conflicto entre burócratas de cortas luces y artistas imbuidos de espíritu crítico. Lo que se ve es que el abismo ideológico entre el mundo de los cuadros que ejecutan la política cultural y el mundo de algunos de nuestros jóvenes realizadores se ha ensanchado tanto, que es como si hablaran idiomas diferentes.

Jóvenes cineastas cubanos. Foto: La Jiribilla

Yimit Ramírez (autor de la película), como un Heberto Padilla postmoderno, creyó que estaba siendo hiper-vanguardista con su largometraje, dejando caer una ofensa a José Martí, desde mi perspectiva, ridícula. Él y los organizadores de la muestra viven en una tal burbuja de postmodernismo y nihilismo, que subestiman lo que significa el respeto por los próceres de una nación. Por otro lado, los cuadros encargados de la política cultural se mueven en un entorno tan ideologizado que carecen de las herramientas mentales para entender a esos jóvenes. Y como no los entienden, los tachan de contrarrevolucionarios.

Es imposible no darse cuenta que una parte de los reclamos del Cardumen son legítimos. Para mí fue muy chocante ver que entre sus seguidores había personas de mi generación, que conocí en mi época de estudiante, que forman parte de la historia de mi vida. Sé que su rebeldía es auténtica.

Lo que pasa es que, desgraciadamente, se está dando un proceso en el cual la rebeldía natural que se produce en nuestra sociedad, que debería ser el alimento de la Revolución, su garantía de continuidad, está encontrando su salida por el camino de la postmodernidad y la revuelta abstracta. Al encontrarse frente al muro de una institucionalidad estancada, incapaz de renovar el brillo de los sueños revolucionarios, muchos jóvenes como los del Cardumen sencillamente se entregan al desarraigo postmoderno.

Afortunadamente, existen todavía jóvenes artistas que intentan conjugar la rebeldía con la defensa de los ideales fundacionales de la Revolución Cubana. La Asociación Hermanos Saíz, que recientemente celebró su tercer congreso, es una organización que ha logrado servir de tribuna para muchos de ellos y con un reflejo en la pantalla grande.

Esos jóvenes creadores, reunidos en sus asambleas, debatieron sobre los asuntos más espinosos de la cultura cubana, incluyendo lo relacionado con la ley de cine y con el decreto 349. La imagen que quedó, es la de que todavía existen personas capacitadas para devolverle a la cultura de raíces revolucionarias su brillo vanguardista, y que solo hace falta que se les apoye y se les permita trabajar.

Nuestro cine es, como todo aspecto de nuestra realidad, el escenario de una lucha ideológica. Sin embargo, la libertad creativa en la pantalla grande ha servido para sacar a la luz de un modo genuino lo más valioso de nuestra sociedad, tal y como ocurre con la profe Carmela en la película Conducta.

Solo por eso, vale la pena arriesgarse a que elementos de mentalidad postmoderna se infiltren dentro de nuestro arte. La ley de cine, que todavía no se ha promulgado, pero que según todas las señales se cuece en alguna parte, es como una gran perla que todavía no sale de la ostra. Hace falta que esa ley, cuando salga, si sale, sirva para cimentar esa libertad hija de la Revolución, y que se asienta sobre un mar embravecido.

3 diciembre 2018 31 comentarios 348 vistas
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