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Yassel Padrón Kunakbaeva

Yassel Padrón Kunakbaeva

Científico. Filósofo marxista. Activista revolucionario

Una película de ciencia ficción

por Yassel Padrón Kunakbaeva 20 marzo 2019
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

Hace poco llegó a mis manos un texto del destacado intelectual argentino Rolando Astarita, titulado Geopolítica al servicio de la reacción, el cual es a su vez una respuesta al artículo de un joven cubano, Iramís Rosique, titulado Por qué apoyo a Maduro. La sustancia del debate me pareció muy interesante, pues entronca con inquietudes y reflexiones que me han atormentado durante años.

Se trata de la vieja pregunta: ¿debemos anteponer la lucha de clases, sea contra las burguesías o las burocracias estatistas, o debemos anteponer la lucha antimperialista?

Astarita plantea que la lucha geopolítica y las alianzas entre bloques de países “antimperialistas” han opacado lo que debería ser la verdadera esencia de la política socialista: la auto-organización de la clase obrera para derrocar a la clase dominante. Dice, además, que por ese camino se llega a aceptar una conciliación de clase con las burguesías nacionales y las burocracias estatistas, que va en detrimento de los más humildes.

Sin dudas, tiene un pedazo grande de razón. Nosotros los cubanos, más que nadie, hemos sufrido en carne propia como, en aras de la unidad frente al agresor imperialista, se nos ha impuesto una política de cuadro apretado que nos ha dejado casi sin herramientas para el enfrentamiento interno contra los oportunistas, los corruptos, los ineficientes, etc.

Para criticar esa situación, escribí mi artículo Mentalidad de guerra fría.

Pero hoy quisiera hablar del peligro opuesto: el de obviar o ignorar los contextos geopolíticos. Porque lo que no se puede negar es que cuando aparece un poder popular, socialista o no, sobre la faz de este nuestro querido planeta, se ve enseguida rodeado de poderes fácticos, imperios, monstruos militares y económicos capaces de una violencia de incalculables proporciones. Astarita, como marxista, debe saber que es prácticamente imposible avanzar a la transición socialista sin construir un nuevo Estado.

Sobre lo que hay que preguntarse es sobre la naturaleza de ese Estado

Lo ideal sería por supuesto que, durante un breve período de dictadura del proletariado, la revolución mundial se extendiera por todo el planeta y pudiésemos avanzar rápidamente hacia una transformación del modo de producción. Pero cuando esto no ocurre así, ¿qué hacemos? ¿Qué hacemos los que nos hemos embarcado en ese camino y nos hemos quedado solos? Sabemos que es imposible construir el socialismo en un solo país, pero… ¿qué hacemos? ¿Regresamos atrás? ¿Entregamos todo lo conquistado?

Mi tesis es que la sociedad en transición socialista debe pasar a construir un Estado con una estructura política de Poder Popular lo más democrática y socialista posible. Una república socialista. Aunque todos sepamos, al final, que un Estado de cualquier tipo va a generar burocracia, corrupción y capas de privilegiados.

Ahora bien, regresando al tema original. ¿Debe ese Estado, construido sobre la base del Poder Popular, renunciar a la geopolítica? ¿Cuál debe ser la posición de la sociedad civil socialista con respecto al Estado que ha construido? ¿Se debe olvidar la geopolítica realmente?

Cualquier Estado, por más popular y democrático que sea (y sabemos que los actuales modelos de socialismo basados en la lógica de la vanguardia están muy lejos de ese estándar), está obligado a jugar en el juego de los estados y de la política internacional. Tiene que alimentar un pueblo y eso implica pactar con otros Estados y poderes opresivos (todo Estado es opresivo).

Es imposible evitar aplicar la razón de estado

Existen los peligros imperialistas. Están allá fuera buscando la forma de derrocar el Poder Popular. Frente a esa realidad, es ilógico que toda la energía de la sociedad civil se enfile hacia la lucha contra la burocracia estatal, porque estaríamos en la paradójica situación de que destruiríamos todos los días aquello que construimos ayer y que nos veremos obligados a construir mañana. De paso, el ataque a una burocracia socialista puede dar la coyuntura para que penetren las fuerzas imperialistas y destruyan toda posibilidad de reconstruir el Poder Popular.

En fin, yo creo que una república socialista es un sistema en el que está justificada la conciliación de clases, sencillamente porque en un solo país es imposible llegar más lejos y abolir las clases definitivamente. La geopolítica de las alianzas con otros Estados opresivos, y la unidad entre pueblo y burocracia, es algo insuperable en determinadas coyunturas, las cuales una y otra vez se van a repetir.

De otra parte, a lo que no se puede renunciar es a que en esa república socialista exista la mayor democracia participativa posible y el mayor control popular posible. La alianza de clases debe basarse en un pacto social consensuado, surgido de la propia fragua de la revolución inicial. Y se debe mantener la capacidad movilizadora de la vanguardia política, para que la producción de nuevas realidades domine al proceso de reproducción social y no al revés.

Bajando ahora al plano de las realidades concretas, el gran problema que tenemos en Cuba es que la alianza de clases no se concibe de un modo dialéctico, sino de un modo mecánico con una estructura de ordeno y mando. El Partido se rige por la lógica de la vanguardia. En esa circunstancia, es completamente comprensible que surjan grupos que se oponen a esa alianza de modo radical, ignorando las realidades objetivas que justifican esa alianza, y recurriendo a cualquier medio para enfrentarse a la burocracia, aunque sea aliarse con el imperialismo.

Son como peces dándose de cabeza contra la pecera, sin ver que fuera están los tiburones

Yo personalmente creo que la posición más racional que puede tomarse, no desde el Estado, sino desde la sociedad civil, es aceptar la alianza de clase con la burocracia del Poder Popular, solo que no de un modo incondicional. Tenemos que ser comprensivos con muchas de las acciones de ese Estado, porque vivimos en un mundo real que exige, a esos niveles, concesiones. Pero debemos también ser críticos: decir, una cosa es el Estado y otra cosa somos nosotros. Luchar todos los días contra las tendencias a la degradación de ese Poder Popular.

No aceptar que nos metan en el saco de la unidad abstracta, porque mientras exista Estado debe haber oposición y presión popular contra las inevitables tendencias a la corrupción.

Pero tampoco querer caer en un antagonismo de clases absoluto, abjurar de la geopolítica y pensar que se puede actuar sin tener en cuenta los peligros del imperialismo y de su proyecto de restauración capitalista. Porque ese purismo implica vivir mentalmente dentro de un mundo que no existe, dentro de una película de ciencia ficción.

20 marzo 2019 42 comentarios 789 vistas
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El arte puesto al servicio del dinero

por Yassel Padrón Kunakbaeva 11 marzo 2019
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

“La noción de progreso del siglo XVIII, tal como fue concebida en la Francia prerrevolucionaria, consideraba que la crítica del pasado era un medio de dominar el presente y controlar el futuro; el progreso culminaba en la emancipación del hombre. Pero esta noción tenía poco que ver con el inacabable progreso de la sociedad burguesa, que no solamente no deseaba la libertad y la autonomía del hombre, sino que estaba dispuesta a sacrificarlo todo y a todos en aras de las aparentemente sobrehumanas leyes de la Historia (…)

Hannah Arendt. Los orígenes del totalitarismo

Siempre van a surgir conflictos entre el arte y el poder. El arte surge del impulso del hombre hacia la perfección, que busca su realización en el ámbito de lo formal, mientras que el poder es la regla inevitable en un mundo marcado por la finitud y la fractura. El poder político, específicamente, necesita mantener ilusiones colectivas que son siempre en algún punto falsas. Cuando aparece una gran obra de arte, que concentra en sí toda la verdad de un momento histórico, esta puede hacer palidecer a cualquier sistema político. Sin embargo, existe una gran distancia entre el arte y la propaganda.

Desde hace algún tiempo, muchos de nosotros hemos sido testigos de cómo un grupo de artistas ha hecho del enfrentamiento al Estado cubano su razón de ser. Se nos presentan como nuevas víctimas de la censura estalinista, quieren provocar nuestra empatía. Sin embargo, por ningún lado se ve el dramatismo de unos procesos de Moscú o de un quinquenio gris. Lo que salta a la vista es un show de provocaciones a la policía, artistaje, acusaciones cruzadas, fake news, represión irresponsable y gente todavía más irresponsable que busca la forma de ser reprimida, con un largo etc. Un carnaval.

Luis Manuel Otero Alcántara en un performance en la Habana. Foto: OnCuba

Me refiero, por supuesto, al Grupo de San Isidro, sobre todo a Tania Bruguera y a Luis Manuel Otero Alcántara. Ella, la gran artista que perdió el norte, o mejor dicho, lo encontró, allá bajo el helado cielo de Chicago. Él, el fantoche de la última hora, un joven que tenía talento, pero prefirió dedicarse a hacer de su vida un derroche de guapería barata. Son el último grupo de choque de la estrategia de cambio de régimen para Cuba.

No quería escribir sobre ellos. No le veía el punto. Pero su influencia ha sido tal que han hecho daño a personas cercanas a mí. Por eso quiero felicitarlos. Lo lograron. Lo que no había hecho ninguno de los grupos de la oposición tradicional: penetrar en la auténtica sociedad civil cubana. Es decir, han sembrado la discordia, la división y el odio político entre jóvenes intelectuales cubanos. Felicidades.

Tania Bruguera rodea toda su actividad con un aura de auténtica clase. Sabe lo que hace. Incluso llegó a fundar el Instituto de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR), buscando la forma de apoyarse en la legitimidad de la pensadora alemana. Según nos cuentan algunos medios extranjeros, dicha artista ha logrado penetrar en los misterios del arte corporal, vinculándolo al activismo político y la desobediencia civil. Todos recordamos su peregrina pretensión de usar la Plaza de la Revolución para un performance.

Aparentemente, no puede haber idea más noble que la de la desobediencia civil como elemento fundamental para mantener la salud de una república libre. Yo sería el primero en suscribirlo. Pero luego vemos cómo Tania se reúne con Rosa María Payá y Yoani Sánchez, cómo se dedica a promover la plataforma Cuba Decide, y entonces nos damos cuenta de cuál es la libertad que ella defiende. Es la libertad del dinero, la libertad de las compañías transnacionales, la libertad de las oligarquías para tener privilegios.

Tania no es republicana, si lo fuera no andaría tan ancha por los carriles del establishment norteamericano, que pisotea todos los días la República. Tania es liberal a secas.

Tania Bruguera en la Habana. Foto: Enrique de la Osa /Art World

Luis Manuel va por la vida sin que nadie lo pare. Ha encontrado la gallina de los huevos de oro: hacer performance contra el gobierno. Actualmente la palabra “performance”, para los que no lo saben, se usa como un modo culto de decir “payasada”. Luis Manuel va de una acción a la otra, ganándose uno que otro día en la prisión, pero también suculentos viajes a París y a Miami. Por el camino, muchos de sus colegas artistas son los que terminan pagando las consecuencias de sus actos, pero eso a él no le importa.

El Grupo de San Isidro ha roto sus lanzas contra el Decreto 349. Con tales enemigos, capaces de cubrirse literalmente de mierda, estuve a punto de ponerme de parte del Decreto. Pero vamos a darles el mérito, el Decreto era pésimo. Sin embargo, la histeria que han creado alrededor de eso, el modo en que han lanzado una campaña de chantaje moral, es algo completamente desfachatado.

Yo respeto al que de modo honrado se opone a un gobierno. Al que lucha por su causa y, llegado el momento, desobedece a la autoridad. Pero lo que ellos han hecho se llama provocación. Buscan la represión que necesitan para construir sus titulares. Conocen los límites de tolerancia de nuestros desactualizados órganos de seguridad, y los cruzan, a sabiendas de que ninguno de ellos va terminar en un charco con un balazo en la cabeza, como les sucede a tantos luchadores por los derechos sociales en Latinoamérica.

No se puede creer en la honestidad de su causa cuando se reúnen y aceptan la ayuda de personas que están relacionadas con la NED y con los viejos terroristas de la línea dura anticubana. No se puede creer en ellos cuando se ponen bajo la bandera de la derecha reaccionaria de Miami y de la OEA, y se prestan para repetir guiones prefabricados de revoluciones de colores.

Tania Bruguera, Luis Manuel Otero y Yanelys Nuñez en una actividad de People in Need, organización financiada por la NED con fondos para cambio de régimen en Cuba. Foto: Radio Praga

La llama de la Revolución Cubana, por más débil que brille hoy, ofrece una mejor causa por la que luchar que la que nos muestran los artivistas. Porque la Revolución sigue siendo la causa de la independencia de Cuba, el freno moral contra los que dentro y fuera solo quieren convertirnos en una presa de su egoísmo. Solo el Poder Popular, con toda su imperfección, es un muro contra el expansionismo de la burguesía imperialista norteamericana.

Lo siento, Tania. Lo siento, Luis Manuel. No logro ver la intención artística en querer apagar esta Cuba, uno de los mayores proyectos de desobediencia colectiva en el mundo. Se lo que me responderán. Lo sé muy bien. Pero esos argumentos me cansan. Les recomiendo ver videos de los discursos de Fidel y de otros líderes revolucionarios en la Plaza de la Revolución, para que aprendan qué cosa es la política hecha arte y el arte hecho política.

11 marzo 2019 33 comentarios 495 vistas
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Mi patria perdida

por Yassel Padrón Kunakbaeva 5 marzo 2019
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

En este mundo de los medios digitales, uno escribe y enseguida aparecen los comentarios, completando la idea, tergiversándola o, en ocasiones, lanzando una pregunta. Cierto comentarista al parecer reparó en mi último apellido, y con insistencia me ha llamado a expresarme sobre el nivel de democracia de la antigua Unión Soviética. Al parecer está interesado en que comparta mi experiencia familiar sobre las “terribles” condiciones en que vivió el pueblo soviético bajo el socialismo de Estado. No sabe que ha tocado una fibra sensible, y que mi respuesta quizás no se parezca a lo que él espera oír.

Ciertamente, nací en la Unión Soviética, un país que ya no existe. Lo confirman mi carnet de identidad y mis pasaportes. Nací en Moscú, en el epicentro de un mundo que se desplomaba. Si me hubiera tardado solo unos meses, habría nacida ya en la Federación Rusa. Mis padres, él cubano, ella rusa, decidieron traerme para Cuba: un lugar seguro.

Nunca he regresado. No recuerdo nada de aquel lugar. Me crie con mi abuela cubana. Pero desde muy pequeño todos me llamaban “el rusito”. A partir de ese dato se construyó mi identidad. En los años noventa, cuando había luz, veía con especial avidez los muñequitos rusos: venían de donde mismo yo había venido. Fue por esa misma avidez que en la adolescencia me acerqué a los libros de historia y a la literatura rusa.

Descubrí entonces una gran nación. Me estremecí junto con los diez días de John Reed. Supe de algo llamado la Gran Guerra Patria, que yo viví en las páginas de La Joven Guardia, Mi guerra aérea, Ellos lucharon por la patria, y Un hombre de verdad, entre otros libros que para mí son clásicos. Me leí cuanto encontré de la ciencia ficción soviética. Pero, sobre todo, comprendí la altura y el significado que alcanzó la Unión Soviética para todos los que luchaban por el socialismo en el mundo. Por supuesto, con la madurez también se ha ampliado mi imagen de ese país.

Stalin verdaderamente le arrancó el corazón a la Unión Soviética. Sus acciones, su traición a la revolución y a sus camaradas, no tienen perdón

Los compatriotas rusos que he conocido, incluyendo mi madre, y los cubanos que vivieron allí, me han ayudado con sus anécdotas a hacerme una idea más balanceada de aquella realidad.

Pero justamente por eso, porque creo que soy bastante crítico con la Unión Soviética, tampoco permito que me la pinten como el infierno comunista. No puede borrarse de un tirón todo el heroísmo, la pasión, el amor, la creatividad, de un pueblo que hizo la primera revolución socialista del mundo, que defendió su Estado Popular frente a los guardias blancos y a los ejércitos de la Entente, que derrotó al III Reich, y que fue el primero en alcanzar el cosmos. Sencillamente no se puede.

Es cierto que, después de Stalin, la revolución socialista estaba herida de muerte. No hay forma de descongelar a un zombi. Pero al parecer los soviéticos no querían darse cuenta, y siguieron “construyendo el socialismo”. La Unión soviética de la segunda mitad del siglo XX fue un país industrializado donde se podía vivir con cierta comodidad material, un país que creció en la economía, en la ciencia, en la cultura. Un país donde se cultivaban utopías comunistas de futuros espaciales. Los pioneros y pioneras, con pañoletas bicolores, despedían a los cohetes que partían hacia el futuro.

Un país, donde gracias al CAME un cubano y una rusa podían conocerse y enamorarse, en una facultad de Química de las Radiaciones

Hoy quieren los medios hegemónicos que solo recordemos a la Unión Soviética por los gulags, los electroshocks, la CHEKA, la KGB, etc. Ciertamente, no pueden olvidarse los gulags. Pero tampoco puede olvidarse la obra de los comunistas soviéticos que, traicionados por sus dirigentes, siguieron adelante, tratando de crear un nuevo mundo regido por la ciencia, el colectivismo, la cooperación y la estética proletaria. No puede olvidarse el valor que tuvo la bandera de la hoz y el martillo para los que luchaban por los derechos sociales en el mundo entero.

Para mí, la Unión Soviética es mi otra patria. Una a la que regreso siempre con nostalgia y tristeza. Y cuando reflexiono sobre los problemas de la Cuba actual, no puedo dejar de pensar en aquella. Porque veo los paralelismos.

Yo soy de los que cree que el plan original de la Perestroika era correcto. Salvar el socialismo destruyendo las bases del burocratismo, el dogmatismo y el autoritarismo. Sin embargo, ya sabemos cómo terminó eso. En parte se puede culpar a Gorbachov y a Yeltsin por traidores, pero la explicación más profunda de lo ocurrido es otra.

La Unión Soviética no podía salvarse porque la sombra de Stalin (y los estalinistas) era demasiado larga

Así como me gusta la idea de la Perestroika, apoyo la Actualización cubana. Lo cual me lleva a debatirme entre el temor a que terminemos del mismo modo y la esperanza de que no sea así. Vivo con la esperanza de que la Revolución Cubana (léase transición socialista) no haya sido asesinada aún y de que se pueda salvar.

No sé si he estado a la altura de las expectativas del comentarista al que me referí al principio. Este es mi testimonio como ruso-cubano. La Unión Soviética es el paraíso perdido de mi infancia y el trasfondo omnipresente de mis reflexiones adultas. Me parece sádicamente simplón limitarse a preguntar por su nivel de democracia.

5 marzo 2019 47 comentarios 409 vistas
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Movimientos tectónicos

por Yassel Padrón Kunakbaeva 22 febrero 2019
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

Algo se mueve en lo profundo de la sociedad civil cubana. Nadie sabe con certeza si se trata del nacimiento de una nueva época o de un simple espasmo transitorio. Pero no caben dudas de que algo se mueve.

Los cuestionamientos al Decreto 349, la campaña por el Modelo Original contra el artículo 68, los reclamos de los cuentapropistas contra las excesivas restricciones, las huelgas de boteros y, más recientemente, la creación de redes espontáneas de solidaridad para ayudar a las víctimas del tornado, son una muestra fehaciente de que la sociedad civil está despertando.

Ahora bien, sería disparatado decir que la sociedad civil cubana apareció ahora de repente. La sociedad civil siempre estuvo allí. El problema es entender qué había pasado con ella, por qué no la sentíamos o la sentíamos menos, por qué estaba invisibilizada.

Es importante recordar que Cuba pasó por un proceso revolucionario en dos etapas: la primera de ellas una lucha insurreccional en la década del cincuenta, en la cual la sociedad civil completa se convirtió en escenario de subversión, y la segunda en la década de los sesenta, durante la cual se sentaron las bases de un modelo de sociedad de transición socialista.

La sociedad civil cubana quedó transformada, adoptando una morfología y funcionamiento diferente al resto de las sociedades capitalistas

En el capitalismo actual, sobre todo en los países desarrollados de Occidente, puede observarse un elevado desarrollo de la sociedad civil. Sin embargo, ello tiende a camuflar la verdadera naturaleza de estos sistemas: allí se considera como elemento central de la sociedad a las empresas privadas, mientras que el resto de la sociedad civil solo es reconocida en la medida en que sirve como correa de transmisión de la hegemonía burguesa. Para cerrar el esquema, es preciso entender que en esas sociedades el Estado ejerce solo un papel de gendarme que vela por los intereses de la burguesía, el cual se verá menos obligado a usar su potencial coercitivo en la medida en que sea más amplia la sociedad civil hegemonizada por dicha burguesía.

Así funciona el sistema de fuertes y casamatas que protege a la clase dominante, tal y como nos enseñó el viejo Gramsci.

En una sociedad de transición socialista, se supone que las cosas sean muy diferentes. Se supone que la sociedad civil no sea instrumentalizada, sino que sea el escenario del cual se apropien las clases subalternas, para organizarse y pasar a ejercer directamente el poder político. Es decir, a contrapelo de la clásica separación burguesa entre Estado y sociedad civil, en la transición socialista debe darse una coordinación funcional entre ambos. Debe surgir una dupla estructural sociedad civil/Estado, dentro de la cual el elemento central deberá ser por supuesto la sociedad civil, pues serán las organizaciones de la sociedad civil las que se apropiarán de las funciones y facultades del aparato estatal.

En Cuba se dio este proceso de una forma bastante orgánica. En primer lugar, porque el triunfo revolucionario no hubiera sido posible sin la participación de casi toda la sociedad civil cubana. Se puede decir, sin error, que el 1ro de enero de 1959 la espontaneidad de la sociedad se impuso por encima de todas las formas anteriores de Estado. En segundo lugar, porque durante la década del sesenta surgió un nuevo Estado que tenía como matriz las nuevas organizaciones que surgían dentro de la sociedad civil: las ORI, la FMC, la Asociación de Jóvenes Rebeldes, las Milicias Nacionales Revolucionarias, etc. La sociedad cubana de los sesenta se acercaba mucho a lo ideal para un proceso de transición socialista.

Sin embargo, después comenzaron los problemas. La vieja vanguardia del proceso insurreccional, que también capitaneó el desarrollo revolucionario de los primeros años sesenta, no fue lo suficientemente consciente de la necesidad de mantener la primacía del poder popular, en oposición a la práctica institucional soviética. La influencia que llegaba desde la URSS llamaba a la entronización de la vanguardia política, apropiada del aparato estatal, por encima de la sociedad. Cuba, sobre todo a partir de 1971, terminó aceptando ese modelo soviético, incorporando a su sociedad las mismas desviaciones que se observaban en todo el sistema del socialismo real.

De este modo, en Cuba, la dupla estructural sociedad civil/Estado siguió existiendo, pero de tal modo que el elemento fundamental pasó a ser el Estado. Fue como un momento de congelación. Las organizaciones de masas y políticas, así como los sindicatos, en lugar de gobernar al Estado, pasaron a quedar cautivas de este. Una sociedad que en teoría debía ser menos estatista que todas las conocidas anteriormente, pasó a ser extremadamente estatista. Una desviación típica de la Guerra Fría.

Hasta el sol de hoy, las organizaciones oficiales cubanas siguen cautivas del Estado

La ley de asociaciones vigente plantea de manera expresa que toda asociación deberá ser siempre “atendida” por una institución estatal. Por ese motivo, salvo contadas excepciones, estas se han convertido en un instrumento incapaz de canalizar la espontaneidad de la gente. Al contrario, su papel más bien parece haber sido el de servir como contención, hacer de la sociedad civil un aburrido bloque en el que cada cual tiene un papel asignado de antemano.

Eso fue lo que pasó con la sociedad civil cubana. Después de un momento de inmensa espontaneidad, fue sometida a un rápido congelamiento, de tal modo que quedó petrificada. Sus organizaciones se convirtieron en estatuas, vacías de contenido.

Solo muy lentamente comenzaron a surgir, con el paso de los años, y sobre todo a partir de los años noventa, nuevas maneras de organizarse en la sociedad civil. Las iglesias y los movimientos religiosos, los proyectos culturales y comunitarios, movimientos artísticos, etc., estuvieron entre los fenómenos emergentes más comunes. Muchas veces no contaban con el reconocimiento del Estado, por lo que se veían forzados a buscar una “sombrilla” oficial o a enfrentar la desaparición.

Ahora, por muchos motivos, estamos viviendo un despertar de la sociedad civil cubana. En las postrimerías del 24F la sociedad ha dado más muestras de capacidad de movilización crítica (tanto para causas loables como para otras no tanto) que en muchos años anteriores. Lo que pasó en La Habana después del tornado que azotó 10 de Octubre, Regla y Guanabacoa no tiene comparación. La gente, a través de las redes sociales, coordinó la ayuda material para los damnificados, así como se movilizó para ir a ayudar.

¿Este despertar renacerá el proyecto socialista o llevará a un progresivo deterioro del Estado en beneficio de una restauración capitalista?

La ayuda a las víctimas del tornado movilizó resortes de solidaridad que nada tienen que ver con los valores burgueses y sí mucho con las reservas culturales creadas por una sociedad poscapitalista durante décadas. Mientras que la discusión alrededor del Decreto 349 fue eficazmente utilizada por la oposición tradicional para dañar la legitimidad del socialismo cubano.

El mayor peligro para este incipiente despertar de la sociedad civil, es que hay fuerzas intentado cooptarlo desde las dos orillas del conflicto político. El mejor ejemplo es la campaña actual que se está dando, tanto por el YoVotoSí como por el YoVotoNo. La sociedad civil se ve forzada a la toma de partido entre dos polos hegemónicos, cortándosele así las posibilidades para un libre desarrollo.

Los que defendemos la idea de un socialismo no estadocéntrico, lo que debemos hacer es defender esa capacidad de movilización autónoma de la sociedad civil. No podemos dejar que aquellos a los que les gusta vivir en Guerra Fría, le sigan cortando las alas a un pueblo que cada vez más quiere gobernarse a sí mismo.

22 febrero 2019 6 comentarios 678 vistas
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Los tambores del enemigo

por Yassel Padrón Kunakbaeva 12 febrero 2019
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

Cuentan que, durante el medioevo, el sonido del batir de los tambores era utilizado como un arma para desmoralizar a los oponentes. Columnas de humo, gritos marciales y tambores batientes, eran la señal de que se aproximaba la guerra. En la actualidad las cosas han cambiado mucho: ahora son las campañas mediáticas, los bloqueos financieros y los aislamientos diplomáticos los que anuncian las guerras del futuro.

Sin embargo, recurriendo a una metáfora, se podría decir que la izquierda latinoamericana se encuentra hoy, en el contexto secular de su lucha contra el imperialismo y las oligarquías, rodeada por fuerzas que la van cercando y que acompañan sus movimientos con el batir de amenazantes tambores.

Las fuerzas progresistas y de izquierda, que durante la primera década del siglo XXI tuvieron un ascenso sostenido, ven ahora con estupor cómo todo lo que alcanzaron se derrumba ante los embates de la derecha. Cayó Argentina, cayó Brasil, cayó Ecuador de la forma más indigna. Venezuela y Nicaragua entraron en crisis. En el establishment estadounidense resurgieron halcones como John Bolton, Mike Pompeo, Elliot Abrams y Marco Rubio.

Los oligarcas del continente y su legión de seguidores creen que ha llegado la hora de “expulsar el comunismo de América”, y trabajan activamente para destruir hasta la última de las experiencias socialistas. Quieren aniquilar el chavismo como movimiento político, saquear Venezuela, y por supuesto, llegar hasta la joya de la corona: la destrucción del proyecto socialista cubano.

Ha llegado la hora de preguntarse: ¿cómo llegamos a este punto?

¿Cómo es posible que la iniciativa pasase hacia la derecha, hacia los tradicionales enemigos y explotadores de los pueblos? Se puede explicar en parte a partir de la agresión sistemática que han sufrido todos los procesos de la izquierda. Sin embargo, eso no lo explica todo. Hay que llegar hasta la raíz del problema.

El mundo actual es un mundo dominado por la cultura hegemónica del capitalismo, principalmente la emanada de los países centrales. Por eso, incluso los sujetos colectivos populares que se desarrollan en los procesos de liberación están marcados por profundas contradicciones. A veces se logra romper el muñeco del capitalismo, pero quedan fragmentos que tienden a reproducir el viejo sistema, aunque sea en una forma frankensteiniana.

Que el chavismo haya querido construir su socialismo del siglo XXI aumentando la capacidad de la población para consumir todo lo que ofrece el modo de vida capitalista, es una aberración. La Venezuela de Chávez llenó los supermercados y los puso al alcance de los pobres, en una manifestación mayúscula de ingenuidad sociológica. A la larga, al país le fue imposible mantener ese nivel de gasto, y cuando la situación económica se deterioró, llegó el momento oportuno para que los poderes financieros lanzaran su efectivo boicot. Este es solo un ejemplo de cómo se manifestaron durante estos años las contradicciones de los movimientos populares.

Lo mismo se puede decir de líderes y cuadros en general, de esos movimientos. El capitalismo crea tales condiciones sociales, tan contradictorias, que es casi imposible vivir de modo coherente con unos principios éticos. Sin embargo, es responsabilidad de alguien que se dice revolucionario mantenerse lo más firme posible en sus convicciones y actuar acorde a ellas.

Hay que decir la verdad: ante un mundo capitalista que ofrece tantas oportunidades de placer y comodidades para los que pueden posicionarse dentro del sistema, son muchos los líderes de izquierda que se corrompen y que tienen dos caras, una para sus seguidores de la clase baja, y otra para ir con su familia de vacaciones a Hawái.

En Cuba tenemos el caso del general Rogelio Acevedo González, que pasó de ser uno de esos heroicos muchachos que lucharon a las órdenes del Che, a ser un corrupto que desfalcó el Instituto de la Aeronáutica Civil. Palpable es también el caso de tantos comandantes guerrilleros de Centroamérica, que luego pactaron con la burguesía y terminaron sus días con más tierras que los antiguos latifundistas.

Y está el caso de Daniel Ortega, una decepción cómo líder revolucionario, que para quedar bien con la Iglesia les quitó a las mujeres nicaragüenses el derecho al aborto, impuso a su propia esposa como vicepresidenta del país, y que ha manejado con negligencia culpable la crisis violenta que se ha dado en Nicaragua. Que el país haya mejorado económicamente en su período, no le da derecho a Ortega para pisotear los principios por los que luchó el sandinismo.

Pocas cosas hay tan trágicas como la degradación moral de un revolucionario

La tentación es muy grande, porque el modo de vida hedonista y consumista penetra a través de los productos culturales. Son pocos los que logran mantener su austeridad republicana frente al modelo liberal de la felicidad. Y aun en esos casos hay que preguntarse: ¿lo logran también sus hijos?

Los pueblos son muy sensibles a todo esto. Nadie va a sacrificar su vida ni la tranquilidad de su familia por unos líderes que no se sacrifican del mismo modo. Y no resulta fácil engañar a los pueblos.

¿Acaso alguien cree que los venezolanos no saben que muchos de los ministros chavistas se han dedicado a desfalcar el país? ¿Que no saben que existe una boliburguesía que compra casas en España? Lo saben, y los que aun defienden el chavismo lo hacen principalmente por rechazo a la vieja burguesía. Esa realidad tiene sus consecuencias, y las movilizaciones chavistas ya no mueven tanta gente como antes.

Los tanques pensantes del capitalismo saben de estas debilidades de los movimientos populares y de sus líderes, y utilizan su maquinaria mediática para arrojar luz sobre ellas de un modo selectivo. Por eso se sabe mucho más sobre los corruptos de izquierda que sobre los corruptos de derecha. Se sabe mucho más sobre los que pasan hambre en Venezuela que sobre los niños que mueren de hambre en la Guajira colombiana. Con el paso de los años, usaron los defectos de la experiencia en el poder de los movimientos de izquierda para crear una nueva cultura de anticomunismo popular.

Ya no se critica el socialismo por querer quitarle la propiedad a los ricos, sino por traer escasez y corrupción

Se puede decir que han logrado destruir la autoestima de muchos de los militantes y simpatizantes de la izquierda latinoamericana. Eso, unido a la capacidad que tiene el capitalismo transnacional para asfixiar las economías de los países subdesarrollados, dado el nivel de interdependencia de la economía global, configura el actual escenario de avance de las fuerzas reaccionarias. Estas pueden presentarse a sí mismas como abanderadas de la lucha anticorrupción y por la prosperidad de los pueblos, cuando en realidad su afán es el de restablecer el injusto orden burgués en todos aquellos lugares en los que se intentó superarlo.

El ruido de los tambores se siente cercano. Vienen por nosotros. Este momento nos debe servir para buscar la pureza de nuestros ideales y destruir con furia redoblada todos los lastres que nos arrastran al pasado. Repensar las posibilidades concretas. No se trata de defender una bandera a cualquier precio, se trata de reconectar con la verdadera necesidad de nuestra lucha.

Si lográramos encontrar esa fuerza en nuestro interior, la valentía de decir que nada tiene que ver con nosotros toda la telaraña que se ha enredado alrededor de nuestros símbolos, tal vez pudiéramos darle la vuelta a la situación.

Si ellos crean una nueva derecha, nosotros podemos responder con una nueva izquierda más crítica, más combativa, más firme, más inteligente, más contemporánea, más consciente, menos amarrada a pasados caducos. En otras palabras, imposible de cercar.

12 febrero 2019 17 comentarios 311 vistas
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Ahora más que nunca: autogestión

por Yassel Padrón Kunakbaeva 4 febrero 2019
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

Los recientes acontecimientos en la arena internacional muestran que el continente americano vive en un estado de guerra fría, con grandes posibilidades de convertirse en una guerra caliente. Aunque el centro de los ataques es Venezuela, es imposible no advertir que esta situación terminará impactando de una u otra manera a Cuba.

Tal vez la isla no cuente con suculentos recursos naturales pero el sector más anticomunista del establishment norteamericano no estará feliz hasta que  derribe al régimen de La Habana. En ese contexto, los cubanos deberíamos repensar una vez más por cuál modelo socio-económico vamos a apostar.

El devenir de los últimos años muestra que la isla ha optado por un modelo de capitalismo de estado, similar a los de China o Vietnam, con una fuerte presencia de la inversión extranjera. Eso es lo que se pretende, otra cosa es que se logre en la práctica: la experiencia ha demostrado que las resistencias prácticas e ideológicas han sido muy fuertes, por lo que no se ha logrado salir realmente del modelo de economía centralmente planificada.

No obstante, a pesar de los retrasos, existe un camino a seguir; la Zona Especial de Desarrollo del Mariel, así como los pagos al Club de París, son una muestra de ello. Ahora bien, tal vez se trate de una apuesta hecha demasiado a la ligera.

La inversión extranjera ciertamente puede ser un complemento importante para la economía nacional: Cuba necesita créditos, tecnología, comercio, etc. Somos una isla, necesitamos tener una economía abierta. Pero no podemos olvidar que estamos construyendo un modelo de sociedad alternativo, lo cual provoca las reacciones agresivas de nuestro vecino del norte. Tal vez algún día estemos en paz con ellos, pero no podemos contar con eso.

Debemos pensar en movilizar todas las fuerzas internas que tengamos para construir una economía eficiente

La autogestión económica es uno de los caminos que tenemos a nuestro alcance para movilizar las fuerzas productivas. Algunos pueden creer que es algo muy difícil, pero en realidad se trata de algo muy sencillo: que los trabajadores tengan en sus manos los medios de producción y colectivamente lleven a cabo la producción y la distribución.

En Cuba ya se han dado experiencias de eso, cuando las microbrigadas, por ejemplo, también en los comienzos del Programa de la Agricultura Urbana, y en algunas cooperativas que han funcionado bien.

En otros tiempos, en Cuba se recurría, para llevar a cabo tareas económicas, a la movilización del factor subjetivo. Se llevaban estudiantes y trabajadores al campo para realizar labores agrícolas, se hacían trabajos voluntarios (aún los hay, pero en menor medida), y se lanzaban campañas económicas, como lo fue el Cordón de La Habana o, más recientemente, la Revolución Energética.

Para incorporar la autogestión a nuestra economía debemos en cierto modo recuperar esas viejas prácticas, con la corrección de aceptar una mayor iniciativa de los trabajadores mismos, en lugar de hacerlos depender de los llamamientos de una dirección política voluntarista.

Por supuesto que, para materializar eso, se necesitaría una gran audacia política. En parte, porque requeriría por parte de la burocracia estatal ceder una gran parte del control que ejerce sobre las empresas (que se supone son de todo el pueblo), y sobre el conjunto de los actores económicos. Y también porque sería necesario movilizar políticamente a un pueblo que poco a poco ha ido perdiendo, en los últimos años, la conciencia de que existe un proyecto colectivo en el socialismo cubano.

Sería necesario un relanzamiento en toda regla del proyecto socialista, algo que se ha postergado demasiado tiempo

Lo ideal sería, para aprovechar todo el potencial de la autogestión económica, que desapareciera el sistema del socialismo de estado basado en la lógica de la vanguardia. Sin embargo, la experiencia yugoslava muestra, que aún en un sistema de ese tipo, pueden abrirse espacios a la autogestión económica.

El primer paso, por el lado económico, podría ser crear un sistema más fuerte de democracia obrera en las empresas “socialistas de todo el pueblo”, y disminuir el control a las cooperativas para que puedan funcionar más autónomamente. No se trata de dejar de apostar por la inversión extranjera. Lo que pasa es que es una locura apostarlo todo a una sola carta.

En sesenta años, este país ha acumulado experiencias únicas de lo que es posible lograr a través de la voluntad colectiva organizada. Debemos construir todo lo que podamos construir con nuestras propias manos. Y si el futuro se sigue llenando de nubes negras, tal vez llegue el día en que la autogestión sea la única carta que nos quede para jugar.

4 febrero 2019 24 comentarios 495 vistas
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paradigmas

LJC estuvo en Paradigmas

por Yassel Padrón Kunakbaeva 30 enero 2019
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

Del 22 al 25 de enero transcurrió en el recinto del Pabellón Cuba la edición número trece del Taller de Paradigmas Emancipatorios, auspiciado por el Instituto de Filosofía, el Centro Martin Luther King y la Fundación Rosa Luxemburg, entre otras instituciones. Participaron organizaciones y movimientos sociales sobre todo de América Latina, pero también de otros lugares del mundo. Contó con la participación de las organizaciones políticas y de masas cubanas, así como de la Red de Educadores Populares y del Proyecto Nuestra América. La Joven Cuba también estuvo presente allí, representada por Miguel Hayes y quien escribe estas líneas.

El evento transcurrió marcado por la diversidad cultural y la policromía simbólica. Fue interesante ver las diferentes formas en que se enfocan las luchas sociales en los diferentes territorios, desde el feminismo, la reivindicación de los derechos de los pueblos originarios, la defensa de los recursos naturales, la construcción de experiencias de poder popular, de autogestión y economía popular solidaria, la defensa de proyectos de socialismo del siglo XXI, etc. Y fue también conmovedor ver la presencia de la Revolución Cubana, su simbología y sus ideales.

Los sesenta años que se conmemoran fueron la ocasión perfecta para reflexionar sobre cuál es el escenario real en que se encuentra la revolución

Un momento realmente estremecedor del evento fue cuando se interrumpió el programa para hacer un pronunciamiento de solidaridad con Venezuela, el día que comenzó el intento de golpe de estado. La delegación de venezolanos tomó el estrado y se pronunció a favor del Presidente Nicolás Maduro y de la continuidad de la Revolución Bolivariana. En sus rostros se veía que estaban realmente preocupados por el futuro de su país.

Para mí, fue particularmente especial tener la oportunidad de conocer a Bertica, la hija de Berta Cáceres. Al hablar con ella, pude enterarme mejor sobre las luchas que se libran en Honduras, país que, en sus palabras, se ha convertido en un verdadero “experimento” de dominación capitalista. La hija de la luchadora asesinada me contó también de su admiración por Cuba y por la forma de ser de los cubanos.

Miguel y yo participamos en los talleres, intentando humildemente aportar algo en ese foro de la izquierda latinoamericana. Llevamos nuestra experiencia de jóvenes cubanos que utilizan las nuevas tecnologías para renovar los modos en los que se hace comunicación política desde la revolución.

Por otro lado, tratando de ser coherentes con lo que significa La Joven Cuba, llevamos allí la voz de la gente humilde de los barrios y campos de nuestro país, gente para la que las agresiones del imperialismo son algo lejano y difuso, mientras que sufren a diario los abusos de la burocracia.

El evento culminó con un llamado a la articulación de esfuerzos en la lucha contra el imperialismo y contra la ola derechista que asola la región. Es bueno ver que la izquierda todavía tiene ganas de echar la pelea, a pesar de las decepciones, los retrocesos, los errores, etc. Se trata de una lucha que tiene que ser continental, si se quiere tener posibilidades de éxito. Nosotros, desde La Joven Cuba, solo quisiéramos añadir una pequeña nota al pie: la lucha tiene ser contra todas las formas de dominación, vengan de donde venga.

30 enero 2019 5 comentarios 263 vistas
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El Tornado

por Yassel Padrón Kunakbaeva 29 enero 2019
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

El viento se eleva, retumba, crece como una mancha de oscuridad.

Todas las nubes oscuras del tiempo se cierran sobre nosotros.

Parece como si incluso la naturaleza se volteara contra nosotros.

No basta con que la política esté jodida. Que el imperialismo vaya ganando. Que los chavistas estén entre la espada y la pared. Que Maduro sea incapaz de controlar la situación. Que estemos más cerca que nunca de quedarnos solos. No basta que el cerco se cierre.

No basta que este pueblo tan jodido por la historia siga resistiendo entre el desabastecimiento, la corrupción, la apatía, la desidia. Nada parece bastar.

También tenía que llegar un tornado a golpear el lado más pobre de la ciudad. Una fuerza de la naturaleza.

Foto: AFP

Las casas se han quedado sin techo.

No me arrepiento de estar hoy en Cuba. Entre mi pueblo que ya no ve la luz al final del túnel. Ya no está Fidel. Tenemos que abrir el camino hacia esa luz nosotros mismos. Nosotros solos.

En el momento en que escribo estas líneas me dispongo a partir hacia el lugar de los desastres. A brindar mi mano.

El Tornado no puede ser más fuerte que nosotros.

29 enero 2019 23 comentarios 432 vistas
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