Como parte del sistema educativo de un país, la universidad se encuentra condicionada históricamente, porque responde a las exigencias e imperativos de una época; económicamente, por cuanto se le demanda en el proceso productivo, y científica y culturalmente, por lo que la época referida, el sistema imperante y las necesidades de la ciudadanía, le planteen como metas de desarrollo.
En un contexto donde se reconoce el papel de una educación superior de calidad en el desarrollo sostenible de los países, la institución universitaria enfrenta desafíos que a veces la rebasan. Estos abarcan desde la preparación que demanda de sus estudiantes, tanto para acceder como para graduarse, la calidad de su profesorado, la cantidad y competitividad de sus graduados y la sostenibilidad de sus programas, hasta su impacto social, cultural y político.
Del 18 al 20 de mayo del 2022, en Barcelona, España, se realizó la Tercera Conferencia Mundial de Educación Superior, organizada por la UNESCO en colaboración con el gobierno español, la Generalitat de Cataluña, el Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona, y en alianza con Global University Network for Innovation / Asociación Catalana de Universidades Públicas (GUNi/ACUP).
El evento se desarrolló en el período posterior a la pandemia, y pretendía abordar los desafíos y perspectivas futuras de la educación universitaria. Las conversaciones se centraron tanto en los sistemas de educación superior (normas, políticas, estructuras, partes interesadas), como en las instituciones (universidades, entidades especializadas, redes).
Una de las cuestiones pendientes de análisis era la necesidad de modificar el paradigma de la presencialidad ya que esta, durante la pandemia, quedó suspendida en todos los niveles de educación debido a la cuarentena. La práctica demostró que, al menos en el nivel superior, la no presencialidad y la semipresencialidad eran formas factibles de organización del aprendizaje. Este evento planteó desafíos notables en cuanto a la metodología y los recursos materiales y digitales para este nivel educativo.
La pandemia de covid, a nivel mundial, llevó a muchas instituciones a adaptarse y rediseñar su docencia para llegar a su estudiantado, privilegiando la formación a distancia y el uso de plataformas de e-learning. Esto era coherente con las normativas que algunos países habían comenzado a asumir en sus sistemas de educación superior, con planes de estudio ajustados cada vez más a una formación en la que un por ciento de las horas se dediquen a la presencialidad y, el resto, a la preparación individual o autogestión del conocimiento y la acción, mediante la práctica preprofesional.

Educación a distancia durante la pandemia en Cuba /Foto: ONU
El encuentro buscaba además compartir y generar nuevos conocimientos, alianzas creativas de ideas innovadoras y producir una coalición amplia y revitalizada en apoyo a la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que la conforman, los cuales constituyen aspectos primordiales en el logro de una educación superior inclusiva, ética, crítica y sostenible: demandas aún no cumplidas para la mayor parte de la población mundial.
De esta manera, la conferencia reunió a todos los actores pertinentes para definir y preparar una hoja de ruta encaminada a la nueva era de la educación superior. Como resultado de los conversatorios entre 1 800 delegados de 130 países, afloró la propuesta de mejorar la contribución de los sistemas e instituciones de educación superior en el mundo, por lo que se plantearon una serie de principios universales como sustento de la educación superior en el siglo XXI, que abarcaban aspectos tales como la equidad, la libertad académica, la inclusión, el pensamiento crítico, la creatividad, la ética y el compromiso con la sostenibilidad y la responsabilidad social.
Estos principios colocan una carga de responsabilidad sobre la institución universitaria, que exige de sus protagonistas y gestores, altos niveles de creatividad, flexibilidad y previsión, y además, demanda que la educación superior sea inclusiva, ética, crítica y sostenible.
Los caminos de acceso a la universidad en Cuba
El proceso de ingreso a la universidad en Cuba exige al aspirante ser graduado de nivel medio superior, en alguno de los institutos preuniversitarios disponibles. Los egresados de la enseñanza politécnica deben alcanzar su nivel de duodécimo grado en la Facultad Obrero Campesina (FOC). En todos los casos, el nivel debe estar acreditado por título o certificado emitido por centros del Sistema Nacional de Educación.
Además de los aspirantes graduados de los Institutos Preuniversitarios y los cadetes de las escuelas militares Camilo Cienfuegos, pueden optar por carreras los desmovilizados de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), beneficiados con la Orden 18 del Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias; los que aprueben los exámenes de concurso del Ministerio de Educación Superior (MES); los atletas de alto rendimiento de las Escuelas Superiores de Perfeccionamiento Atlético (ESPA); los cadetes insertados en el Ministerio del Interior (MININT); los egresados de cursos técnicos del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) que opten por el curso por encuentro de las licenciaturas en ciencias de la Salud; los estudiantes universitarios que soliciten el traslado de carreras según lo dispuesto en el Reglamento de Organización docente de la Educación Superior, excepcionalmente; los provenientes del servicio militar voluntario, de las escuelas de iniciación deportiva y de la Escuela Nacional de Arte (ENA) en su nivel medio.
Es necesario que los aspirantes a cursar carreras que ofrece el Curso Regular Diurno, provenientes de la formación preuniversitaria, demuestren dominio de los objetivos académicos, medidos por el acumulado cuantitativo de los tres años cursados en ese nivel de enseñanza y por los resultados de las pruebas de ingreso. Por otra parte, quienes aspiran a matricular en carreras del Curso por Encuentro (CPE) o la Educación a Distancia (EaD) del sistema de enseñanza superior, deben vencer un examen de suficiencia, que se convoca cada año, en la sede de la universidad de la provincia del país donde residen.

Primer día de clases en la Univerisdad de La Habana /Foto: cmhw
Durante muchos años la universidad cubana exigió requisitos especiales para el ingreso a algunas de sus carreras, cuyos claustros evaluaban cualidades y habilidades específicas mediante las llamadas pruebas de aptitud, cuyo fin era descartar a aquellos aspirantes que carecieran de las cualidades para desempeñarse en determinado perfil profesional, como por ejemplo, estabilidad mental y capacidad de escucha para entrar a Psicología; buena expresión oral y escrita para estudiar una carrera pedagógica; autorregulación ante situaciones de emergencia y vocación de servicio para optar por Ciencias Médicas. Sin embargo, la inmensa mayoría de estos exámenes fueron eliminados hace poco más de una década, por decisión del MES, que solo dejó el sistema de selección para las carreras de Periodismo, las de la Universidad de las Artes y el Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI).
René Sánchez, director de Ingreso y Ubicación Laboral del MES, en exclusiva para un reporte especial de la revista Alma Mater aseguró que la decisión de eliminar estos exámenes no se tomó en un día. «Fueron tres años de estudio, de análisis y de escuchar opiniones (…) La disposición estuvo sustentada en dos elementos principales: los problemas de logística que representaban, pero, sobre todo, la injusticia que generaban. Eran una barrera más en el camino hacia la Universidad».
Esta medida fue objeto de críticas por parte de profesores y alumnos, y ha resultado contraproducente ya que en ocasiones ha sido notorio que una parte del alumnado no es el ideal para su desenvolvimiento en la carrera elegida, en comparación con los resultados de los años 80 y 90, cuando se instituyeron exámenes de aptitud para carreras del campo de las Ciencias Médicas, Diseño, Arquitectura, Psicología, Lenguas Extranjeras, Pedagogía, Ciencias Nucleares y Comunicación Social.
Desde hace décadas el requisito académico se ha evaluado a través de los exámenes de ingreso que miden las competencias y los conocimientos de los aspirantes, con el objetivo de verificar si poseen el nivel necesario para estudiar un programa de educación superior. Durante un tiempo, estos se realizaron por grupos de asignaturas, en correspondencia con el área de las ciencias seleccionada por los estudiantes. De este modo, aunque Matemática era obligatoria para todas las opciones, los estudiantes que habían elegido carreras técnicas o de Ciencias Exactas realizaban también las pruebas de Física y Química; los que optaban por Ciencias Médicas o Biológicas, los de Biología y Química; mientras, los que aspiraban a estudiar carreras de Ciencias Sociales, Pedagógicas o Económicas, examinaban además Historia de Cuba y Español.
En años posteriores al 1999, se realizaron ajustes a este proceso y quedaron solo los exámenes de Español, Matemática e Historia de Cuba. En diferentes momentos se ha planteado la suspensión definitiva de este requisito como condición de ingreso a la educación superior; sin embargo, hasta ahora solo se han pospuesto o repetido, excepcionalmente.

Pruebas de ingreso a la universidad / Foto: ACN Cuba
El proceso de preparación para el ingreso a la educación superior, aunque tenga un momento de máxima actividad en los 3 años previos a la convocatoria de los exámenes, abarca al menos 12 años de formación escolar que a veces no cumplen con los estándares necesarios para que un alumno enfrente los desafíos de la formación superior. Esto puede incidir negativamente en los resultados globales de la educación universitaria, incluso en su sostenibilidad, al igual que las circunstancias que enfrente el estudiantado en su cotidianidad formativa.
Una mirada a la evolución del acceso a las carreras universitarias en Cuba puede dar algunos elementos para comprender su situación actual, que ha pasado por varias etapas, marcadas por la situación económica y los sucesivos cambios en el sistema de educación superior.
Una parte de los profesionales graduados en los años 70 se beneficiaron de la movilidad social. Esta generación contó con programas de estímulo a la formación en el nivel universitario. Ellos, que estudiaron y se graduaron en ese periodo, vivieron la Reforma Universitaria, la cual estableció los principios que guiarían la nueva universidad cubana.
Con una representación mayor en la capital del país y en las cabeceras provinciales, muchas familias centraron sus esfuerzos en crearle a sus hijos las condiciones necesarias para entrar y graduarse de la universidad. El horizonte profesional parecía prometedor y durante un tiempo lo fue. Estudiantes de orígenes muy humildes lograron apropiarse de los saberes necesarios para acceder al nivel superior, gracias a los programas educativos de la época, a un profesorado experto en la formación y al estímulo gubernamental y ciudadano que colocaba la profesionalización en escalones priorizados.
Aún no se había instituido el acceso a través de pruebas de ingreso, pero en los institutos de segunda enseñanza fundados después del 59 y reestructurados a partir de principios de equidad y calidad educativa, existía un riguroso sistema de acumulados y exámenes por niveles, y algunas carreras ya contaban con pruebas de aptitud.
Los egresados de la siguiente década aún se beneficiaban de la experticia del profesorado y de los programas priorizados para el desarrollo de la segunda enseñanza. Las familias estimulaban la profesionalización en su descendencia, más si uno de los progenitores, cuando no ambos, habían cursado la universidad o el nivel técnico profesional. Los procedimientos de ingreso a la educación superior habían cambiado, poniéndose énfasis cada vez mayor en los exámenes, especialmente en la segunda parte de los años 80. La admisión a los estudios superiores era un resultado del desempeño académico en el nivel preuniversitario, y particularmente, de las notas obtenidas en los exámenes de ingreso y de los resultados de los exámenes de aptitud, también específicos del campo académico solicitado.
La calidad de la preparación dependía de las instituciones preuniversitarias donde se cursara el nivel, suponiendo más competentes a los Institutos Preuniversitarios Vocacionales de Ciencias Exactas, mientras el sistema de preuniversitarios en el campo era considerado uno de los peor preparados. No obstante, algunos de estos eran reconocidos por familiares, evaluadores y alumnos como excelentes espacios de formación, con buenos métodos de enseñanza y profesores de excelencia.
Sin embargo, ya hacia los años 90, con la emergencia de la crisis económica que impactó en todos los ámbitos del desarrollo nacional, la educación también sufrió retrocesos que marcaron el acceso al nivel superior, tanto en la calidad de la preparación previa del estudiantado como en su permanencia en las carreras. Las áreas afectadas abarcaban desde el suministro de libros de texto, la calidad de la docencia, la adquisición de métodos adecuados de estudio, la sustentabilidad del claustro en las instituciones preuniversitarias, las condiciones de vida en ellas, el apoyo familiar y la motivación de los jóvenes para acceder a la universidad. Las alternativas de instrucción, representadas por la enseñanza técnica profesional, obrero calificado y de oficios, también experimentaron un retroceso debido a carencias específicas para la formación de especialistas y obreros.
A inicios de los 2000, con el fin de recuperar terreno perdido e incorporar a la educación superior a una gran parte de los jóvenes desvinculados del estudio, el Estado destinó fondos para la formación de trabajadores sociales, de maestros emergentes y de enseñanza artística, y se implementó el Programa de Municipalización Universitaria —posteriormente llamado Universalización de la Enseñanza ̶—, mediante el cual muchos jóvenes que estaban desvinculados del estudio accedieron a la universidad. Asimismo, fue una época en la que se imprimieron textos importantes para la formación en las carreras, de los cuales había pocos ejemplares en existencia en años anteriores, comenzaron a diseñarse las carreras de ciclo corto y se emprendió la integración de las universidades y la creación de los colegios universitarios.

Programa Universidad para Todo / Captura de Pantalla Youtube
Actualmente está en marcha la implementación del Plan E, con mayor peso en la autogestión del conocimiento y cuatro años de formación. También se está explorando en la modalidad de Educación a Distancia. No obstante, los esfuerzos por alcanzar los estándares de calidad que proponen los planes, entre el éxodo de profesores, alumnos y egresados, las dificultades económicas tanto personales como institucionales y un clima sociopolítico complejo, la entrada, permanencia y promoción de la educación superior en Cuba constituyen temas desafiantes para docentes y alumnos.
La equidad y las motivaciones en el acceso a la universidad
En los años 70, el IPVCE Lenin recibió la visita de un funcionario del Partido de Vietnam. Le mostraron las instalaciones, las actividades; le hablaron de los excelentes resultados, de la diversidad de estudiantes, del derecho a la educación.
«¿Y cómo le va a los hijos de los obreros?», preguntó. «¿Cuántos hay? ¿Hay balance entre hijos de profesionales y de obreros? ¿Hay tantos alumnos negros como blancos? ¿Tantos humildes como privilegiados económicamente?»
Estaba hablando de equidad, de ejercicio del derecho, de motivaciones, de condiciones para el desarrollo y de privilegios. Aspectos todos que actúan de forma determinante en si un estudiante accede a la educación superior, se mantiene en ella y se gradúa.
La calidad en la formación de los maestros, la cobertura docente y los niveles de exigencia y rigor desde los primeros años de vida estudiantil, son aspectos que varían en cada centro de formación y lugar de procedencia de los aspirantes. Eso impacta en su preparación para acceder a la universidad. A estos, se unen otros factores como la disponibilidad de bibliografía, la procedencia social y geográfica, el origen del aspirante (si viene de preuniversitario o de alguna de las otras fuentes de ingreso), el contexto familiar y económico y el interés personal. Todo esto implica desigualdades e inequidades en el ingreso y la permanencia en la educación superior. También existe una jerarquía motivacional por las carreras a las cuales acceder y, precisamente, entre las menos demandadas y con menos requisitos de ingreso están aquellas vinculadas a las Ciencias Pedagógicas, lo cual es contraproducente ante la importancia que tiene la formación de recursos humanos en docencia, para garantizar la continuidad de la enseñanza en todos los niveles.
Existen ciertos privilegios que no siempre se tienen en cuenta al calificar los resultados del acceso y la permanencia en el nivel superior de educación. Uno es la ubicación de la institución educativa de origen, tanto en cabeceras provinciales, como en municipios céntricos de la capital, que ofrece al estudiantado la posibilidad de acceder a instituciones culturales, a recursos materiales, asesorías especializadas, un profesorado mejor capacitado y motivado para el trabajo de enseñanza y a los colegios universitarios, en el caso de los estudiantes de pre. Los aspirantes que residan en zonas menos céntricas no se benefician de estas posibilidades, y a menudo deben hacer un esfuerzo mayor para acceder a la preparación que requieren para cumplir con los requisitos de ingreso.
También juega su papel el desarrollo económico y cultural de la región, que impacta en los intereses formativos de los jóvenes en edad de acceder a la educación superior, estimulando estos intereses o creando otros, que poco tienen que ver con la vinculación al estudio.
La familia favorece u obstaculiza la preparación para el ingreso a la universidad. Esto lo determinan las condiciones del hogar, la motivación hacia los estudios superiores y los recursos que se destinen para ello, ya que una vía importante de preparación extraescolar son los repasos privados y el acceso a dispositivos tecnológicos, bibliografía general y otros materiales de estudio.

Anuncio de repasos para pruebas de ingreso en la plataforma Revolico
Por ejemplo, los repasos rondan entre 960 y 1 200 CUP, o incluso más, por 12 horas mensuales, en dependencia del grado del estudiante y del nivel al que se aspira. En los casos en que la cobertura profesoral sea deficitaria y la calidad de la enseñanza y de la preparación docente no sean óptimas, estos repasos son prácticamente la única oportunidad de obtener resultados de moderados a buenos en el nivel. Este fenómeno refleja la brecha de desigualdad entre las familias con más recursos económicos y aquellas que tienen una ardua tarea para sostenerse.
Factores como el género, la edad, el color de piel, el número de hermanos, el origen social y la presencia de profesionales en la familia, han dejado de ser los únicos que determinan si se accede o no a la universidad. En tanto, otros como la calidad del aprendizaje en el nivel primario y secundario, las expectativas familiares y personales hacia la formación profesional y los intereses de emigrar o de dejar los estudios para incorporarse a alguna actividad productiva, se suman y terminan de conformar el panorama actual del acceso a la formación universitaria en Cuba. Ya en la carrera otros elementos de carácter social, cultural y económico pueden incidir en la permanencia del estudiantado, la calidad de la promoción y la culminación de estudios.