El triunfo electoral de Gabriel Boric en Chile es histórico. Un joven de 35 años, del extremo sur del país, líder de los movimientos juveniles y estudiantiles de protesta de los últimos años, ha sido electo como el presidente más joven y con el mayor número de votos en la historia de la nación austral. Las cifras de 55.9 vs. 44.1, y una participación de 55% —la más alta después de la introducción del voto voluntario en 2012— logran un triunfo abrumador.
Y lo más importante de todo: Boric aplastó al candidato más reaccionario que ha llegado a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales chilenas desde la reconquista de la democracia. José Antonio Kast es un admirador abierto de la dictadura de Pinochet, no solo en lo económico sino también en lo político y legal. Esta ha sido la revancha histórica de Allende —gran aliado de Cuba— contra Pinochet.
El programa electoral de Boric es claramente socialista y decididamente democrático. Su compromiso es asegurar que el país de más éxito económico en América Latina distribuya sus riquezas sin que pierda crecimiento económico. Es un programa a favor del trickling up en lugar de trickling down. Sus propuestas son: un sistema tributario progresivo; acabar con el dominio privado en salud, educación y en el sistema de pensiones; fortalecimiento de las negociaciones laborales colectivas; programa fuerte de combate a los cambios climáticos; compromiso con los derechos femeninos, LGBTIQ+ y de los indígenas mapuche. Su programa a favor de las mpymes debe ser inspiración para Cuba.
Está esperando el resultado de la Convención Constitucional, elegida democráticamente y encargada de redactar la nueva Constitución Política de la República. Sin embargo, tiene que buscar consensos con un Congreso prácticamente empatado entre izquierda y derecha, y por eso tiene que —¡y quiere! — implementar su programa a través de un diálogo nacional. Como líder de protestas posee bastante experiencia para negociar y obtener concesiones. Sin ese diálogo, no hubiera existido la Convención Constitucional, ni hubiera ganado tan abrumadoramente la nueva izquierda en estas elecciones.
El gobierno cubano evidentemente está muy satisfecho con el triunfo de la izquierda sobre la derecha en Chile. Según Granma, Díaz-Canel envió cordiales felicitaciones a Gabriel Boric, por su «histórica victoria popular». «Ratificamos la voluntad de ampliar las relaciones bilaterales y de cooperación entre ambos pueblos y gobiernos», escribió el dirigente cubano en Twitter.
Cordiales felicitaciones a @gabrielboric por su elección como Presidente de Chile en histórica victoria popular. Ratificamos voluntad de ampliar las relaciones bilaterales y de cooperación entre ambos pueblos y gobiernos. https://t.co/JFkJ57YetR
— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) December 19, 2021
No hay duda del compromiso de Boric con los logros históricos de la Revolución cubana. Pero en la situación actual, está claramente al lado de los jóvenes cubanos que —como los jóvenes chilenos con quienes luchó— reclaman libertad y reforma. El mismo 11 de julio, mientras llegaron las noticias de Cuba, hubo un debate televisivo entre los candidatos presidenciales en Chile. Boric sostuvo: «solidarizo con el pueblo cubano que hoy día se está manifestando en contra del gobierno». «Tengo un solo estándar en materia de violaciones a los derechos humanos, son inaceptables».
También condenó fuertemente la violación de DDHH en Nicaragua y Venezuela. Hasta el candidato del PC chileno, Daniel Jadue, que después se unió bajo la candidatura de Boric, dijo en el mismo debate: «condeno las violaciones a los derechos humanos en Cuba y en cualquier parte», y afirmó que «si se acreditan (las afirmaciones de violaciones ese día) por supuesto que las condeno».
Si el triunfo de Boric representa el comienzo de una nueva ola de la izquierda democrática en América Latina, un regreso de Lula a la presidencia brasileña el próximo año sería la confirmación definitiva. Lula siempre se ha mostrado solidario con la Revolución cubana, y tiende a culpar al bloqueo norteamericano cuando se le ha preguntado por la falta de democracia en la Isla. Pero en una entrevista con los corresponsales en Bruselas el 15 de noviembre, e inquirido sobre las protestas recientes en Cuba, respondió: «los cubanos también saben que, cuando hay protestas, tenemos que conversar para saber el por qué», y añadió que «es un derecho de la gente decir lo que le gusta y lo que no le gusta».
Podemos citar a otro posible nuevo presidente de la izquierda el próximo año, el colombiano Gustavo Petro. El 12 de julio, en su cuenta de Twitter, comentó los acontecimientos insulares del siguiente modo: «En Cuba como en Colombia se impone el Dialogo social. Las sociedades vivas son las que se mueven y logran las transformaciones a partir de su diálogo y no de su autodestrucción».

Gustavo Petro (Foto: Juan Carlos Sierra)
Solo en Cuba no hay hasta ahora ninguna voluntad en absoluto para dialogar con los jóvenes sobre sus reclamaciones. Los que protestan son «confundidos» o manipulados y hasta dirigidos por «el Imperialismo». No entra en la imaginación de los dirigentes cubanos que la juventud —que hace sesenta años hizo la Revolución— también es capaz de pensar por su cuenta hoy día. Pero la izquierda en América Latina está cambiando. Una nueva generación, con una agenda muy diferente, está desafiando las antiguas verdades. Esa será la izquierda con la cuál Cuba tiene que entenderse en un futuro próximo, si no quiere quedar aislada con Maduro y Ortega en el montón de chatarra de la historia.