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Teresa Díaz Canals

Teresa Díaz Canals

Ensayista y Profesora Titular. Doctora en Ciencias Filosóficas. Investigadora asociada a Cuido60.

Decir

Decir y no decir: el tema vejez en Cuba

por Teresa Díaz Canals 1 octubre 2021
escrito por Teresa Díaz Canals

«Dios mío, sálvame de las arrugas del espíritu y, sobre todo,

cuídame de no darme cuenta de que son arrugas».

André Gide

***

En 1990 la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 1ro de octubre Día Internacional de los Adultos Mayores. Ello se hizo en seguimiento a iniciativas como el Plan de Acción Internacional de Viena sobre el Envejecimiento, anunciado en 1982 con el objetivo de elevar la participación, en las familias y las comunidades, de este sector etario que para 2050 constituirá el veinte por ciento de la población mundial, es decir, unos 2 000 millones de personas.

Estamos atravesando actualmente la Década para el Envejecimiento Saludable, también acordado por las Naciones Unidas. Con ello se desea alcanzar un nivel mínimo de protección social a la ancianidad.

Cuando se argumenta acerca de la importancia de este día, es importante mencionar a la escritora y catedrática mexicana Emma Godoy Lobato, quien consagró gran parte de su vida a dignificar la ancianidad. A ella dedicaba programas de radio, por su mediación se fundó en México, en 1979, el Instituto Nacional de la Senectud (INSEN).

Decir (1)

Emma Godoy Lobato

Como parte del equipo de CUIDO60, he revisado algunos materiales para constatar el tratamiento que se brinda a los adultos mayores en nuestro país. Es impresionante la labor desplegada en todos estos años por la sociedad civil cubana. Sin embargo, a veces reflexiono en los aspectos en que se presentan fisuras preocupantes, pues el tema no escapa a burdos análisis triunfalistas.  Leo un titular que dice: «En Cuba la atención a los ancianos resulta un logro de la sociedad».

***

«Un país culto estimula a sus ancianos».

Emma Godoy

***

Existen en Cuba una serie de programas y proyectos que atienden a los adultos mayores: asilos, casas de abuelos, cátedras del Adulto Mayor, Programa integral de envejecimiento saludable del Municipio Plaza (PIES-Plaza), Proyecto Palomas, Cáritas, entre otros.

El capitalino municipio Plaza es el más envejecido de la nación. Por ese motivo, desde 2018 la Sociedad Cubana de Gerontología y Geriatría, en alianza con el órgano de Poder Popular de la mencionada zona, elaboraron el Programa Integral de envejecimiento saludable en el Municipio Plaza (PIES-Plaza), en colaboración con una agencia de cooperación internacional. A ellos se incorporó ahora el Proyecto Palomas para la divulgación de sus resultados.

Su objetivo general es contribuir al desarrollo de un envejecimiento digno, saludable y activo, mediante la disminución de las brechas que impiden o frenan este objetivo, lo cual se hace con enfoque multisectorial.

Decir (2)

Aunque muchas personas mayores de edad han encontrado en algunas de las instituciones mencionadas un lugar excelente de socialización, ello no satisface en absoluto las necesidades de todas las que tienen esta condición.

Antes de que comenzara la pandemia de Covid-19, muchos abuelos se reunían en los parques para hacer ejercicios físicos. Una buena parte de ellos jamás había desarrollado tales prácticas, pero de la interacción que se produjo, y de manera paulatina, surgieron numerosas amistades, salidas de recreo a sitios interesantes como playas, restaurantes y otros lugares agradables. Algo sustancial de ese intercambio resultó la disminución de la sensación de soledad.

***

«Aún tengo más que hacer que lo que he hecho».

Víctor Hugo

***

Voy a asumir el más genuino estilo gideano: decir la verdad en público. Para André Gide este acto resultaba una fuente de eterna juventud. Aspiro a sentir lo mismo que esta atrayente y enigmática figura de la historia política e intelectual del siglo XX. Diré lo que pienso:

– Una gran parte de la emigración cubana de las últimas décadas es joven, como es lógico. El precio para los mayores de edad que han quedado en el país ha sido muy elevado, con la consecuente profundización del sentimiento de desamparo. La soledad es una casa vacía.

– La pretensión de hacer de La Habana una «Ciudad amigable», en específico el municipio Plaza, es una idea muy linda por parte de los actores sociales que intervienen en tal proyecto, pero dudo mucho que los decisores políticos destinen recursos para esos empeños.

Podían haber determinado un presupuesto para mejorar los asilos y lo destinaron a comprar armas. ¿Dónde hay pañales de adultos en estos momentos en abundancia? ¿Dónde están los alimentos y medicinas adecuadas para satisfacer las necesidades básicas de estos seres humanos?

– Se necesita un proyecto cultural y comunicativo mucho más amplio para contribuir a concientizar instituciones y personas. Es imprescindible el mejoramiento de las condiciones económicas del país para que se pueda atender con calidad a nuestros ancianos.

– En 1885 José Martí escribió: «La independencia de un pueblo consiste en el respeto que los poderes públicos demuestren a cada uno de sus hijos». Los ancianos requieren de atenciones especiales que muchas veces no pueden y no deben ser satisfechas solo por las familias.

Decir (3)

(Foto: Tremenda Nota)

Recuerdo que en el tiempo en que mi madre se jubiló, estuvo muy preocupada porque su pensión era de menos de diez dólares mensuales. Una vez, ya enferma con demencia senil, encontré en su mesita de noche un bono concedido a los jubilados que recibían esa cantidad mínima, les habían aumentado la jubilación de 175 a ¡200 pesos! 

En el certificado se podía leer: «La Revolución no abandona a ninguno de sus hijos». Era una burla aquél eslogan, muy humillante, pero ella conservó el papel junto a su Diploma de Vanguardia Nacional.

Ayer, en una parada de ómnibus, me acerqué a una señora que vendía agarraderas de tela para cazuelas, pregunté cuánto costaban y le compré unas para poder iniciar una conversación. Tenía 82 años, se expresaba correctamente, vive sola y me dijo que había trabajado antes como secretaria. Que al vender eso se ganaba «unos pesitos», pues ella no era quien las confeccionaba.

El Ministerio del Trabajo y Seguridad Social es el ejecutor directo de tal injusticia, la cual ahora ha pasado a mi generación. Es el momento en que la historia es un crimen multiplicado alucinatoriamente.  

El agua fresca rejuvenece el rostro, refresca la mirada, despierta la energía de ver. Eso hice en este instante y veo la luz más clara, más nítida. En el tema de la vejez es importante practicar la ética de la compasión. Se capta lo que no se dice a través de lo que se hace. Lo que se transmite no se explica. El valor radica en la sugerencia, en la evocación, en el silencio. Por ello, su forma expresiva es inspiradora, sugerente, muestra una realidad en innumerables sentidos para su comprensión, para su solución. Es esperanza creadora.

1 octubre 2021 18 comentarios 2.465 vistas
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Lección

Una lección de ética en tiempos de pandemia

por Teresa Díaz Canals 22 julio 2021
escrito por Teresa Díaz Canals

Todo verdadero aprendizaje es el aprendizaje de otro y desde el otro,

y no precisamente del otro que es como yo,

sino del que es diferente…

Joan-Carles Mèlich, La lección de Auschwitz

***

Son contundentes las emociones que despiertan en estos días. Tan es así, que hay personas que comentan: Cuba fue una antes del 11 de julio y otra después, ya nada puede ser igual. A pesar de ello, no voy a referirme a lo que ocurrió ese aciago día en nuestro país, sino a dos noticias que llamaron sobremanera mi atención.

La primera es la advertencia que estudiantes de la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana hicieron al gobierno sobre los riesgos de concentraciones multitudinarias. La segunda revela que algunos alumnos de Matemática de la mencionada institución académica, sostuvieron un intercambio con su Decano acerca de la convocatoria a la zona ubicada en los alrededores de La Piragüa, para demostrar apoyo incondicional a la Revolución. Ellos cuestionaron igualmente semejante proceder en medio de la grave situación epidemiológica que azota con fuerza a Cuba debido a la pandemia de Covid-19.

Lección

Mensaje de Raúl Guinovart, decano de la Facultad de Matemáticas y encargado del equipo que ha calculado las tendencias de la Covid-19 en Cuba, a sus estudiantes en el grupo de Telegram del centro docente.

Esas actitudes de un grupo de jóvenes universitarios han resultado —desde una mirada ética—, profundamente reveladoras. Estimo que la institución a la que pertenecen debería sentirse satisfecha de contar con discípulos tremendamente humanistas.

Independientemente de las presiones que existen, de la mediocridad y el oportunismo siempre agazapados, la Academia contiene en sí cierta aura de independencia solapada, misteriosa, siempre digna. Ahí conocí a profesores que admiro, que respeto, de los cuales aprendí en cada una de nuestras conversaciones y cuyas obras ocupan un lugar fundamental en la cultura científica de la nación.

Es importante explicar que cuando me refiero a la humanidad de esos jóvenes, pienso en su abierta y decidida «preocupación por el otro», por el dolor y el sufrimiento de muchos compatriotas en la actualidad. ¿Qué es más relevante, un día de proclamación de consignas o la vida y la salud de miles de personas?

Nada es más peligroso que reducir en estos momentos un contexto de miseria generalizada y descontento popular a la indiferencia hiriente y al mantenimiento de un esquema dogmático de representación de una realidad que en verdad no es tal, donde se simplifica la vida a una especie de cumplimiento de manual del perfecto «revolucionario». La filosofía de Emmanuel Levinas no se instala en las caras, sino en los rostros que se traducen en voces, gritos, llantos, ruegos. Con esto dotó el pensador lituano de un nuevo sentido a la responsabilidad.

Lección (3)

Postura de la FEU de la Facultad de Biología ante la convocatoria al acto gubernamental del 17 de julio pasado.

Esos muchachos demostraron que la relación con el otro es un acceso ético de no indiferencia, un camino responsable. En tal sentido, dieron una lección, respondieron a una demanda de cumplimiento de un protocolo sanitario, intervinieron sobre este complejo presente; por lo tanto, es nuestro deber abrir una interpretación auténtica de lo que realmente nos sucede y desechar definitivamente la vía trillada, obsoleta, de un modelo social que ha demostrado por demasiado tiempo que no funciona.

La ética de estos tiempos descansa sobre la corporeidad, las situaciones y las mediaciones, la contingencia y los acontecimientos; ella necesita del matiz, del punto de vista, de la incertidumbre y la provisionalidad. Nada tiene que ver con grandes principios ni con la obediencia incondicional y ciega a determinados imperativos categóricos, instituciones o personajes.

22 julio 2021 40 comentarios 3.337 vistas
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Pensar (1)

Pensar es juzgar. A propósito de unas palabras con pistola

por Teresa Díaz Canals 9 junio 2021
escrito por Teresa Díaz Canals

Pero sus estridentes ladridos/solo son señal de que cabalgamos

Poema Ladrador

Johann Wolfgang Goethe

***

 El autismo moral de los intelectuales

A partir de las intervenciones del entonces primer ministro del gobierno revolucionario Fidel Castro Ruz, en la Biblioteca Nacional en junio de 1961 —resultado de las reuniones convocadas ante la reacción suscitada por el documental PM—, conocidas como Palabras a los intelectuales, se hizo frecuente recurrir a la frase pronunciada allí: «Dentro la Revolución todo, contra la Revolución ningún derecho».

Resulta un hecho simbólico, y al mismo tiempo decisivo, que al comienzo de su alocución en un encuentro con personas del campo de la reflexión y producción cultural, el Comandante colocara encima de la mesa su pistola. Hay una anécdota de esa misma reunión que es importante resaltar, cuentan que el dramaturgo y poeta Virgilio Piñera se paró y confesó públicamente: «Tengo miedo».

La justificación del mandato concluyente antes mencionado en la historia de la política cultural cubana posterior a 1959, radicaba, y todavía consiste, en que en ella, de acuerdo a determinados funcionarios, se permite una posibilidad  amplia a los creadores de todas las especialidades. Su límite «apenas» se encuentra en la no admisión de valoraciones negativas hacia lo que es considerado «la Revolución», es decir, hacia el poder instaurado por los guerrilleros de la Sierra Maestra.  

Esa regla del juego respecto a la postura que debían adoptar los representantes de la cultura en general, se condensó en un reduccionismo político que trajo enormes consecuencias para la vida de la nación. Ella se convirtió en la apropiación de la Verdad, sin discusión, no en algo con lo que se debía establecer una escucha, una relación. 

La sociología del conocimiento nos permite volver sobre la infausta determinación que se transformó en guía por excelencia para estimular la indiferencia hiriente, la injuria, el resentimiento. ¿Por qué un «elegido» determina lo que está dentro y lo que está fuera? Al mismo tiempo, ella condenó a muchas personas al ostracismo, sirvió de instrumento y coartada a grandes y pequeños abusos de poder. ¿Quién no ha sufrido esas costosas lástimas?  

Pensar (2)

Heberto Padilla en 1969. (Tomada de Oncuba)

Pocos años más tarde se clausuraron las ediciones El Puente, aconteció el penoso «Caso Padilla», se establecieron los acuerdos del Congreso de Educación y Cultura de 1971 que abrió las puertas al Quinquenio Gris, y  fueron ninguneadas figuras que no merecían tal tratamiento, como José Lezama Lima y Dulce María Loynaz, reconocidas solo al final de sus vidas o ya fallecidas. Otras palabras revalidaron después aquellas primeras: «la calle es de los revolucionarios».  

Es increíble cómo un país con una tradición de pensamiento impresionante fuera cercenado en su más profundo ser social. La dimensión moral y su estrecha dimensión con el magisterio la podemos calcular a través de una conversación de José de la Luz con el general Narciso López en 1848: «[…] Cuba no está preparada para gozar de la independencia: para que lo esté soy yo maestro de escuela». En su colegio El Salvador hubo preocupación por estimular la meditación en el aprendizaje, por lograr un equilibrio de las distintas capacidades del educando, aquí se aprendió a estudiar y a enseñar.

Habría que retornar verdaderamente a las raíces martianas. No se necesita un palacete para estudiar a ese pensador, que señalara como criminal al que estimulase el odio entre cubanos y quien escribiera en 1876: «Profesar una opinión y defenderla es un uso digno de la libertad de pensamiento» y «En bien se recoge el bien que se siembra».

Restringir la libertad de expresión tuvo un efecto devastador en el plano moral, en la conciencia de la población: el triste silencio cubano. Qué ironía que en nuestra sociedad comenzaran a manifestarse rasgos de los tiempos en que éramos colonia de la metrópoli española. Emergió así un escenario donde lo que ha predominado no es tanto el control de acuerdo con la ley, sino más bien la vigilancia acerca de lo que pueden hacer, o están dispuestos a hacer, los individuos.

La censura más eficaz no es la que se manifiesta sobre la palabra impresa o hablada, sino aquella que impide que los pensamientos se tornen conscientes. Un sistema de prohibiciones como la que se engendró a partir de ese «dentro» y «fuera», deja su huella en los seres humanos. 

La censura invadió la moral individual y colectiva para transformarse en autocensura, que es, en definitiva, su fruto más doloroso y pródigo. Era necesario moderarse, rehuir las verdades peligrosas, envolver en nieblas las expresiones arriesgadas. Sin embargo, aun en la obediencia, la inteligencia resulta un arma de doble filo, pues el pensamiento mismo es la libertad.

Pensar (3)

La poetisa Dulce María Loynaz vivió recluida en su casa del Vedado.

El futuro que nunca fue presente

Recuerdo que crecí con una deuda y una culpa. Lo poco que llegué a ser o a alcanzar se lo debía por completo a la Revolución, he ahí la deuda. No fuimos los gestores del cambio, he ahí la culpa; por tanto, la única manera de demostrar nuestra adhesión a lo político, era estudiar y trabajar incondicionalmente para hacer del futuro una sociedad próspera.

Cuando comencé a trabajar era la época de los asesores soviéticos en las universidades. Sin que alguien me lo indicara explícitamente, advertí que en todas las ponencias que se presentaban a algún evento científico, los participantes incluían al menos una cita de Carlos Marx o Federico Engels, era un acuerdo tácito, donde se demostraba el revolucionarismo del que formábamos parte.

Insinuar que aspirábamos a hacer el doctorado o a ascender de categoría docente, sin que los jefes de departamento hablaran de ello, era mal visto.

En mis últimos años de trabajo académico oficial, vino a entrevistarse conmigo el jefe de la Seguridad de la facultad a la que pertenecía. El motivo era mi asistencia a un encuentro de especialistas de Ciencias Sociales en EE.UU. Su objetivo era que le reportara si algún «enemigo» decía algo inapropiado contra la Revolución. Contesté con mucha amabilidad, «¿Aquí el primer enemigo sabes quién es?: el rector». Terminé prestándole un libro de Michel Foucault.   

Qué admirable si en 1961, en vez de sacar una pistola, el Comandante hubiera subrayado los versos del poeta alemán Hördelin: «Desde que somos diálogo/y podemos los unos escuchar a los otros». Eso sí habría significado una fundamentación en firme.

Una postura digna es tomarse en serio al otro, colocar al otro como punto de partida; a ese otro que no tiene poder, que no tiene palabra, pero sí dolor. Mucha razón tuvo José Lezama Lima cuando escribió en Sucesiva o Las coordenadas habaneras: «Cuando la imaginación del Estado es plena y saludable, está en la obligación de crear alegría creadora, de convertir la alegría en un alimento natural, terrestre».

Pensar (4)

José Lezama Lima

Nuestra tierra se hace habitable por las plantas en sus múltiples especies, y no por la Planta, y se hace hermosa por las flores, y no por la Flor. La realidad plenaria, tierra y alma, llegará a ser habitable por las ideas, no por la Idea, por las filosofías, no por la Filosofía.

En La lección de Auschwitz, su autor, Joan-Carles Mèlich escribió:

«Si el lenguaje no es capaz de reconocer y de acoger al otro en su más radical alteridad, entonces nos encontramos en un universo dominado por la gramática de lo inhumano. En un mundo así nadie se atreve a preguntar, porque preguntar significa poder pensar que las cosas podrían ser de otra manera. Preguntar es imaginar la posibilidad de un mundo alternativo […] La gramática es inhumana si es capaz de habituarse al horror».

¿Qué conmemoramos esta vez? ¿Quién ha visto rememorar amenazando con un arma? Como Virgilio Piñera, también tengo miedo. Sin embargo, nos queda José Martí para transformar la moral en un estilo de vida y la ética en una estética. La esperanza es la virtud principal de los tiempos difíciles.

9 junio 2021 39 comentarios 3.534 vistas
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Palabras 1

Palabras que definen

por Teresa Díaz Canals 15 abril 2021
escrito por Teresa Díaz Canals

Uno de los significados de la palabra melancolía es precisamente «una tendencia a la tristeza por la influencia deprimente de un lugar o de un ambiente».

Alberto Ruy Sánchez (Tristeza de la verdad)

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¡Aquí hay que decir malas palabras!

Hace unos años, le advertí a algunos estudiantes que comenzaron a utilizar un lenguaje impropio para la academia, que en el aula no permitía que se dijeran «malas palabras». Si me hubiera podido mantener un tiempo más en la docencia, como era mi deseo, mantendría intacta esa postura, dado que para cualquier sociedad es muy importante eso que nuestro poeta José Lezama Lima denominaba «ceremonial».

Existen normas indispensables para establecer relaciones adecuadas entre los seres humanos. El civismo es el arte de la convivencia.

En mis conferencias insistí en transmitir que la ética también es una estética. Poseo el legado de haber tenido unos padres que jamás se manifestaron de manera vulgar, a pesar de que sus vidas transcurrieron en un contexto humilde. Ellos vivieron otra época, donde la decencia se acompañaba de cierta rigidez y, por tanto, de una cuota de violencia.

Recuerdo a mi madre cuando hacíamos una visita, si alguno de sus hijos hablaba en medio de la conversación de los adultos, solo tenía que abrir un poco más los ojos y enseguida entendíamos que debíamos callarnos.

En los años noventa del pasado siglo tuve que trasladarme a vivir a otro barrio del Vedado con mi hijo. Encontré allí un poco de todo: el radio o la televisión con el volumen al máximo, la apuntadora de la bolita, venta de drogas, peleas que a menudo terminaban en la estación de policía.

La sonrisa y las cavernas

Al principio de mudarme, una vecina me recomendó: «¡Aquí hay que decir malas palabras!». Se burlaba de mí cuando, después de regresar de Madrid, me aparecía con un café y le colocaba en la bandeja una servilleta traída del viaje. «¡Qué ridícula eres! Sabes muy bien que cuando pase una semana no vas a tener ningún papelito de esos» –me decía. Y era la pura verdad. Sin embargo, he mantenido esa costumbre hasta hoy.

Recuerdo mucho el consejo de esa vecina, pues en el transcurso de mi vida alguna vez he tenido que hacer uso de él.  Aunque confieso que no soy creíble en ese campo. Me respetan por otras cosas más que por gritar palabrejas.

Palabras y circunstancias

En uno de sus diarios, José Lezama Lima escribió: «Antes de sacarse los versos del alma, hay que sacarse el alma del culo». Y fue uno de los cubanos más cultos que ha engendrado este país.

Es conocida la anécdota de 1943, cuando Lezama se enfrentó –en la entrada de lo que fuera el Lyceum de La Habana, fundado por catorce mujeres en 1929– con ese otro grande de las letras que fue Virgilio Piñera, debido a la crítica que le hiciera este último en su artículo «Terribilia Meditans (II)», aparecido en la revista Poeta.

Se encontraban en los salones de esa institución, en el entreacto de un concierto con el Grupo Renovación Musical, y Lezama le gritó que le prohibía que su nombre apareciera otra vez en su «revista de mierda». Afuera soltaron piñazos, pero fue más un amago que otra cosa, debido a que Piñera esquivaba los golpes mientras algunos espectadores lo animaban: «¡Flaco, dale un ladrillazo!». Años después ambos se rieron del episodio.

Educar no es adoctrinar

Dentro de las hostilidades que por su parte padeció Piñera, está la discriminación contra su persona en la Revista Cubana, en 1959, cuyos redactores le negaron la publicación de un artículo porque reprodujo un fragmento de una obra donde se mencionaba la palabra «culo». Se alarmaron escritores como Cintio Vitier, Graciela Pogolotti, Roberto Fernández Retamar, entre otros. A esto contestó Piñera: «¿Creen que aquí en el sentido cultural se puede ser decente?».

Al lado de mi casa vive un niño de un año. Algunas vecinas vienen casi a diario y le preguntan: «¿Dónde está mi “pichurri”?». Muchas veces, la palabra es dicha no en sentido figurado, sino con todas sus letras. El bebé, ante tanta insistencia, ya aprendió a tocarse los genitales cada vez que le mencionan la palabra y ello provoca la risa de los presentes.

Desde pequeño lo enseñan a naturalizar el vocablo y el gesto. Cuando ese precioso niño crezca y muestre lo que ahora es motivo de risa, otras personas lo rechazarán y comentarán que es un marginal.

Anteriormente expuse en un artículo mi criterio acerca de la publicación en el periódico Juventud Rebelde de una caricatura en primera plana de una mano haciendo la seña del órgano masculino que todos conocemos. «¡Esta es nuestra respuesta al imperialismo!»– decía el texto acompañante. Nadie rebatió esa penosa acción comunicativa, machista, vulgar, bochornosa.

En espera de algo

Ese artículo se presentó para un libro colectivo con algunos de mis colegas y cuando llegó a la editorial de la institución para la cual trabajé buena parte mi vida, fue retirado. Decidieron no incluirlo pese a haber recibido una mención especial del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales en el 2015.

¿Y las malas palabras que se pronuncian hace ya mucho tiempo en las novelas cubanas? El arte no es un reflejo directo y burdo de la realidad. No me he enterado de que algún intelectual nuestro denunciara esas vulgaridades en la televisión cubana. Si lo hicieron, en una de las reuniones convocadas para cualquier cosa, el hecho es que la desfachatez continúa.

¿Y la frase reciente de celebración de una conga oriental que dice: «¡Oʼe policía, pinga!»? Aclararon que no tenía ninguna intención ideológica, por tanto, es políticamente correcta.

Cierta vez, una reconocida especialista en filología explicó en un programa televisivo que los tiempos habían cambiado y que las maneras de hablar también. Es decir, justificó lo que ocurría con el lenguaje. También un grupo de teatro en la pequeña sala El Sótano denunció en ese tiempo tal estado de cosas, pero la obra pudo verla solo un pequeño grupo de espectadores.

La inmensa minoría

El 4 de abril pasado observé en Facebook los sucesos que tuvieron lugar en el barrio de San Isidro y los debates posteriores acerca de las expresiones vulgares de algunos de sus protagonistas. Me llamó mucho la atención la declaración de uno de ellos en una entrevista que resumo: «Sí, soy un marginal. No me crié con mis padres, tengo un cuarto grado». Sus palabras me conmueven todavía.

¿Es que acaso esos muchachos salieron de la nada? ¿No son el resultado de las circunstancias en que vivieron? ¿No pueden aspirar a nada? Aspirar es, en sí mismo, vivir. Entre el lenguaje pedestre, superficial y arrogante de un joven con un mercedes Benz, me sensibilizo más por los seres de un barrio que sufre, ante una Cuba que duele. Los dolores ignorados suelen ser siempre los más terribles.  

15 abril 2021 27 comentarios 4.053 vistas
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minoría

La inmensa minoría

por Teresa Díaz Canals 25 febrero 2021
escrito por Teresa Díaz Canals

Dichoso tú, que no tienes el amor disperso

Dulce María Loynaz, Poema IX

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La hormiga Z

Uno de los sociólogos contemporáneos que me resulta interesante es Erving Goffman (1922-1982). Considerado representante de la microsociología, en su obra defendió que la conducta humana depende de sus escenarios y relaciones personales. Asimismo, destacó que cada uno está siempre inmerso en un manejo constante de su imagen ante el resto del mundo.

Para este investigador, el análisis dramatúrgico constituía una variante del interaccionismo simbólico. Consideraba que la interacción era sumamente frágil y que se mantenía por las representaciones sociales. Una representación deficiente o desorganizada significa una amenaza para la interacción social, de la misma manera que lo es para una puesta en escena.

Goffman aseveró que el teatro constituía una brillante metáfora para iluminar los procesos sociales de pequeña escala. En el escenario, y en la vida misma, los actores pueden retirarse a un ámbito trasero, lo que se conoce como «tras bambalinas» o «entre bastidores». Es en ese espacio que les es posible despojarse de sus personajes y ser ellos mismos.

En los años noventa asistí a uno de los numerosos eventos organizados en la Facultad que ya no requiere de mi servicio. En ellos se producían presentaciones o pequeñas conferencias, usualmente sus ejecutores no se exponían mucho. Allí conocí a una visitante extranjera que posteriormente envió una invitación para mí y dos profesores más, con el objetivo de realizar un intercambio académico en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.

El sobre con mi nombre fue dirigido del decano al entonces rector, con lo que incurrieron en algo que, en cualquier lugar del mundo, se denomina violación de correspondencia. Decretaron la cancelación del viaje hasta que uno de los miembros de la dirección del Partido Independentista Puertorriqueño se entrevistó con la máxima figura de la institución e intercedió por los profesores cubanos invitados a San Juan.

Es imposible narrar en detalles las vicisitudes que experimenté como consecuencia de aquella situación: sancionada por considerar que falté el respeto a los jefes inmediatos —le dije a uno que se comportaba como un señor feudal— y llevada al Consejo de Dirección para que leyeran mi supuesta indisciplina. Días después asistí a una pequeña fiesta de colegas de la cual debí retirarme asqueada del acoso sexual que sufrí, cuando uno de los presentes me tocó mientras preguntaba cómo me sentía después de la sanción.

 El problema no terminó ahí. Ya en Puerto Rico, en medio del tortuoso encuentro, al terminar mi intervención se levantó un cubano para increparnos con cara de pocos amigos: ¿y qué hacen los intelectuales de la Isla? Con una altanería insoportable nos reprendía porque no hacíamos nada por subvertir nuestra realidad que, en definitiva, era la de él.

Me pareció una posición muy cómoda la suya: irse y después pedir a otros que actuaran como él no fue capaz. Otra cosa sería ejercer la crítica, a lo que todas y todos los nacidos en un mismo lugar tenemos el mismo derecho. Conste que respeto mucho nuestra emigración, ella es un latido ausente imprescindible en la vida de esta nación. ¡Con tanta gente que ha vivido en mí, /y que de pronto se me vayan todos!..

Después de ese desagradable incidente, y ya de regreso a casa, mi cuerpo comenzó a sangrar durante seis meses, el estrés fue demasiado. Todo un período de enfrentamiento inútil, de incomprensiones y humillaciones terminó con un daño a mi salud.

Un día comenté a mis estudiantes que les agradecía mucho poder compartir con ellos, pues cuando pasé tres años en Moscú sentía que mis grandes momentos de felicidad eran en la cafetería, al poder saborear una exquisita torta y una smetana. En ese complejo período especial, estar en el aula con los jóvenes era el equivalente a las exquisiteces rusas.

Cuando tenía energía y no me dolían los huesos, en tiempos de grandes apagones que impedían dormir en pleno agosto, fui directo a una pared que ya no existe, otro derrumbe. El contexto me llevó «tras bambalinas»; allí escribí, entre signos de admiración una frase en la que aludía al que consideré el máximo responsable de nuestra situación.

Recuerdo un chiste que circulaba entonces, contaron que fue un hecho real pero no tengo la seguridad: un cartel apareció en una estatua de Antonio Maceo en la etapa en que se comenzaba a estimular la inversión extranjera: Maceo, levántate, los españoles están de nuevo aquí.

A pocos días de escribir aquello se llevaron a mi cuñado preso. Dos días estuvo por mi culpa en un calabozo. Me quería morir, si se alargaba la cuestión tenía que entregarme. Pero lo hicieron escribir, y con esa prueba irrebatible lo dejaron libre. La presidenta del Comité de Defensa de la Revolución (CDR) había dado su nombre.

¡Cuánta gente inocente durante décadas ha sido víctima de lo que estima un personajillo ignorante sobre otro ser humano! Lo monstruoso de ello es el embargo automático de toda posibilidad de opinión libre. Espero que no vengan por mí ahora, pues me duele hasta la ropa que traigo puesta. En las películas sale que después de veinte años el delito —en este caso el no delito— queda fuera de lugar. ¿O no?

Nunca aspiré a ser guía ni elegida de nada, todo lo contrario. Un día, una amiga se acercó para decirme: «sal del escenario». Con Dulce María, esa poetisa ninguneada por mucho tiempo, afirmo: No fue el mío el pecado primaveral de la cigarra, aquel que se comprende y hasta se ama. Fue el pecado oscuro, silencioso de la hormiga; fue el pecado de la provisión y de la cueva y del miedo a la embriaguez y a la luz.

Pero todo mi empeño —hasta el día de hoy— estuvo en ser una conciencia inquieta. En mi preocupación estaba mi acción. Ante la deformación, la desmoralización, la disgregación, el socavamiento inesencial; intenté fortalecer mi mundo interior. Me dediqué a leer en las reuniones con lenguaje asambleario.  A veces me daban deseos de correr, y en ese impulso, que aparecía en mí de manera sistemática, descubrí la raíz del cimarronaje, el legado de los esclavos: huir. 

En aquellos tiempos no existía el nivel de comunicación de hoy, lo que pasaba en Matanzas o en Santiago de Cuba se quedaba por lo general allí. Siempre me resultó más fácil ir a Argentina o Canadá que conocer Bayamo. Ahora, que poseemos mucha más información, podemos convertir la justa transgresión en ente novelable, con mayor precisión reconocernos en los otros, apoyarlos, comprenderlos.

Educar no es adoctrinar

Ética de la deferencia

Un gran cansancio de cinismos despunta ya en cierta parte de la juventud. Ante todo ese abismamiento siento que nace con potencia una voluntad que debe ser de manera ineludible de plenitud, de respeto no a la diferencia —como se repite muchas veces por todas las instancias y se convierte en falsedad e indiferencia—, sino una ética de la deferencia.

Lo que se ha hecho hasta ahora en el escenario cubano es acercar al otro que tiene un rostro con voz, palabra y escritura a la lógica de un determinado sistema. Pasa que también en ese rostro ha aparecido una apelación. Vivir es ser en situación. La deferencia implica que hay ética donde hay responsabilidad y cordialidad, porque la ética es donación y hospitalidad.

Con tristeza veo la cantidad de improperios que son arrojados sobre cubanos y cubanas que no tienen derecho a defenderse. A quienes juzgan y condenan habría que recordarles que ese acto desde el poder es injusto, que a quienes condenan es a sus semejantes en su historia cercana. El muro de Berlín desapareció el 9 de noviembre de 1989 como realidad física y política, pero existe todavía en muchos cerebros de esta Isla un muro mental como principio de visión y división.

Me gustaría que se asumiera la propuesta de un admirado artista nuestro, de sentar en programas como la Mesa Redonda o Palabra Precisa —sobre la base del respeto y la tolerancia, sin manipulaciones ni espionaje— a personas defensoras de diversas posiciones y perspectivas sobre la vida cubana.

 El excepcionalismo heroico no constituye la única posibilidad de acción. Qué bueno que un movimiento silencioso de la inmensa minoría produjera un grandioso efecto simbólico que no se traduzca solo en rebajar el precio elevado y abusivo de una mercancía, sino que también estremezca las posiciones de los de arriba, de esos jefes vergonzantes, de esas personas que miran para otras regiones, enaltecen los crepúsculos y punto, de esos asambleístas que dicen y no dicen nada.

¿Acaso no debemos tratar de reflexionar colectivamente, de unirnos para brindar un poco de fuerza social a la verdad?

25 febrero 2021 30 comentarios 6.467 vistas
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espera

En espera de algo

por Teresa Díaz Canals 2 febrero 2021
escrito por Teresa Díaz Canals

«Yo vengo a esta discusión con el espíritu de conciliación que norma todos los actos de mi vida».

José Martí

***

«La Política cesa de ser la construcción del futuro: su misión es hacer habitable el presente».

Octavio Paz (Los hijos del limo)

***

Estar de otra manera

Fue en un aula donde comprobé la fragilidad de la palabra. En ella se puede encontrar lo más sublime y lo más peligroso. Un día les relaté a mis estudiantes con mucho entusiasmo la anécdota donde Máximo Gómez, al finalizar la Guerra de los Diez Años, se entrevistó con el general Arsenio Martínez Campos. Este último le pidió un objeto al prestigioso jefe de las filas mambisas para llevarse de recuerdo.

El Generalísimo no tenía nada que obsequiarle, vestía harapos. No obstante, decidió quitarse un pañuelo rojo que acostumbraba usar en el cuello con el que cubría una vieja herida y se lo ofreció al representante de la monarquía española.

Con ese hecho intenté demostrarles a mis alumnos en la asignatura de Ética la importancia de la categoría respeto, un ejemplo fidedigno de cómo puede manifestarse incluso hasta entre enemigos irreconciliables. Inmediatamente después de mi intervención, se levantó una mano con un periódico al final del recinto. La estudiante lanzó la siguiente pregunta: «Profesora: ¿y esto cómo se interpreta?». Se acercó y me enseñó una caricatura de una mujer gorda que, agachada, enseñaba sus nalgas. En esa parte del cuerpo, el dibujante había escrito las siglas de la Organización de Estados Americanos, OEA.

Me quedé impávida. En un instante la alumna echó por tierra todo el ímpetu del ejemplo que había utilizado. Tomé el penoso dibujo después del impacto y exclamé: «¡Esto es un ejemplo de politiquería barata!». Por suerte, observé sus caras y sentí que la respuesta les satisfizo; que mi ejemplo tomado de nuestra historia, pese al mal gusto del chiste divulgado por un órgano de prensa nacional, resultó válido.

Ese ya lejano día no pude quedarme tranquila después del incidente mencionado. Llegué a la casa y pasé un correo. Le pedí al periódico que presentara excusas ante la desfachatez que publicaron: conté lo sucedido y, muy dolida, expliqué que para que las nuevas generaciones adquieran una verdadera cultura, necesitan una conjunción de la formación otorgada por la enseñanza escolar y, además, una educación –si se quiere difusa, desdibujada, que se respira en el ambiente– en los ejemplos que se ven, en el tipo de diálogo que se mantenga, de literatura que se lea, de película, de pintura, de música, que se disfrute. No hubo respuesta.

Hay otros ejemplos, como el que describí en un ensayo: salió en primera plana también de un periódico nacional, una mano mostrando el símbolo de lo que entendemos por un pene y en letras grandes: «Esta es nuestra respuesta al imperialismo». Una conjunción perfecta de vulgaridad, machismo y política.

Cada 27 de enero se conmemora el Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto provocado por la Segunda Guerra Mundial. Ojalá esta fecha se convirtiera en una jornada de reflexión acerca de la necesidad de poner fin a cualquier tipo de discriminación y terror.

A propósito de actos discriminatorios, salvando las enormes distancias, sabemos del penoso incidente sucedido ante las puertas del Ministerio de Cultura hace algunos días. Para empezar, no comparto que la respuesta del máximo representante de un organismo del Estado a un grupo de jóvenes fuera un chabacano manotazo.

Tampoco que la fuerza policial desplegara su violencia, que detuvieran de manera brutal a jóvenes por pensar diferente, por aspirar a una vida otra, a estar-de-otra-manera. ¿Y dicen que es poeta el ministro?  Un poeta sabe muy bien, como señala Fina García Marruz, que «la poesía es una paciencia y un súbito como el conocimiento del amor».

La poetisa escribió un maravilloso ensayo que constituye un hondo pensar y sentir la justicia. Ojalá los responsables de la divulgación, cuando mejoren las condiciones económicas, puedan hacer otra edición mucho más amplia de El libro de Job, pues Ediciones Vigía, de Matanzas, como su fabricación fue artesanal, asumió una muy limitada.

En él expresa: «“No teman”, fue lo más consolador que dejó dicho Cristo a los que nada tienen que ver con la fuerza […] la “resistencia pasiva”, acaso solo empleada como formidable arma táctica por Ghandi, implica una pasividad que el occidental siempre rechazará como inoperante, es por eso más bien el signo de la suprema actividad del espíritu, obrando a fondo, al nivel de la raíz misma de la acción…».

En su libro de cuentos El llano en llamas, Juan Rulfo subraya: «Es algo difícil de crecer sabiendo que la cosa de donde podemos agarrarnos para enraizar está muerta». Y en la novela Pedro Páramo, el escritor mexicano anota: «Vivimos en una tierra en que todo se da…pero todo se da con acidez…A mí se me ha olvidado el sabor de las cosas dulces».

Pude atender el viernes 29 al programa televisivo Palabra precisa. Fueron invitados a intervenir tres destacadas figuras de la cultura cubana, muy admirados. Lo adecuado en este caso es que, si se iba a tratar el tema del diálogo –me parece excelente que se llevara a la pequeña pantalla– hubiera estado presente alguna representación de la otra parte aludida. Tuvo mucha razón Pierre Bourdieu cuando escribió que «la peor censura es la ausencia».

Era predecible la respuesta de los distinguidos invitados. Sin embargo, el juego conspiró a favor de la palabra autorizada. La censura más lograda consiste en colocar en lugares donde se habla a personas que solo tienen que decir lo que se espera que digan…

«Estoy en el baile extraño»

La ética es la forma de relacionarse consigo mismo y con el otro en un cierto marco normativo. Ahí es donde aparece la ética de la libertad. Siempre el ser humano no tiene que encajar, ajustarse, reconciliarse. Sobre todo la clase gobernante debe tener presente que la realidad y el deseo no pueden fusionarse totalmente, las verdades no son absolutas, no hay formas únicas de vivir, de existir, de pensar.

Una ética del ahora, de la compasión, es también dar testimonio de esta crisis, del sentimiento de imperfección que nos provoca una situación hostil; de ese escepticismo no porque no se crea en nada, sino porque no se cree en nada absoluto, en esos principios inmutables que cada día nos repiten machaconamente en escuelas, en Farvisión, en los noticieros, en los diarios.

Para los latinoamericanos que me juzgan como una ignorante, pues me remito exclusivamente a la situación de Cuba y no comparo la misma con el complejo escenario de otras regiones del mundo, respondo a la manera martiana: defiéndame mi vida. En mi biografía profesional constan mis recorridos, pero me fastidia el pavoneo. Me incomoda sobremanera que una izquierda ortodoxa disminuya nuestros conflictos, nuestras tragedias, nuestros sufrimientos.

Esos cubanos que estuvieron obligados a la emigración, esos que murieron en el mar devorados por tiburones, esos que fueron silenciados y avasallados por el oportunismo y la mediocridad, merecen nuestro infinito respeto. Todavía somos testigos de la existencia de una masa fanática dispuesta al linchamiento, inercia de una alegría enunciada en conga y en charanga bullanguera que oculta la tristeza de su intolerancia, rostro de una utopía trasnochada convertida en prisión.

Es importante ver las cosas tal como son y no tal como nos hubiera gustado que fueran. Repito con André Gide: «En cuanto interviene la mentira, me encuentro a disgusto; mi papel consiste en denunciarla. Es a la verdad a la que estoy atado; si el partido se aparta de ella, yo a un tiempo me aparto del partido».

2 febrero 2021 46 comentarios 7.976 vistas
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fraude

Educar no es adoctrinar

por Teresa Díaz Canals 23 enero 2021
escrito por Teresa Díaz Canals

Educar no es adoctrinar

Debe acariciarse la noble vanidad humana: debe educarse el criterio, y dirigir bien el orgullo: dese a cada hombre la estimación de sí mismo, lograble solo con la instrucción, y los crímenes y errores serán menos.

José Martí (La instrucción en Querétaro)

***

No hay pensamientos peligrosos; el pensamiento es peligroso…

Hannah Arendt

***

Estudia, luego cree

Cuando niña, mis padres pensaron en internarme en una escuela para sordomudos pues no hablé hasta los cinco años. Después, estuvo el tema de la timidez. Confieso que no creo haber tenido jamás condiciones para la importante función del magisterio. Sin embargo, mis cuarenta años dedicados a un centro de educación superior conformaron de manera sistemática una especie de destino ineluctable.

Por ello, expondré algunas ideas sobre la base de un saber de experiencia y nada más, pero, sobre todo, pienso —como muchas otras personas— en la necesidad de lograr una formación humanista de hecho y no de adoctrinar o solo palabras.

Hace tiempo me enteré —a través de mis lecturas— del espectacular intercambio acaecido en una librería entre José Lezama Lima y el profesor de filosofía Jorge Mañach. Cuando este último lo vio, le comentó irónicamente: «Me dicen que ahora le llaman Maestro», a lo que el poeta respondió: «es mejor ser Maestro en broma que profesor en serio».

Ser profesor(a) en serio puede interpretarse de múltiples maneras. Una de ellas tal vez sea la misma de Lezama, y ocurre cuando los maestros sustentan una visión maniquea, sin una perspectiva realmente dinámica de la sociedad, y se dedican a adoctrinar. Como afirmara el escritor argentino Julio Cortázar:

«Con la seriedad puesta como una peluca no se va demasiado lejos (…) Una revolución que no salve la alegría por debajo o por encima de todos sus valores esenciales, está destinada al fracaso, a la lenta parodia de lo que no llegó a ser; y que no se confunda la frivolidad, que no va más allá de las superficies, con la alegría, esa conciliación y esa armonía del hombre libre con su ámbito, su sociedad, su mundo».

Existe una diferencia entre adoctrinar y educación. Cuando nos referimos al segundo concepto hablamos de la posibilidad de disentir del estudiante. De manera automática y en la vida cotidiana, al utilizar la frase «dar una lección» pensamos en una especie de castigo para la persona que la recibe, pero lección también es inseparable de la palabra lectura.

Para los profesionales que se dedican al mundo de la enseñanza, «dar una lección» es, esencialmente, «dar a leer», «dar la palabra», «dar testimonio”, «transmitir el relato». Se aspira en este proceso a que los discípulos renueven la lectura, que sean capaces de crear a partir —o en contra—, de la palabra del maestro, que no repitan lo mismo y no se conduzcan con sumisión. Todo pensar, como señaló Hannah Arendt, es un repensar.

El sociólogo Pierre Bourdieu apuntó en su libro La Reproducción. Elementos para una Teoría del Sistema de Enseñanza, que aunque aquel que enseña sea incluso joven, hay una tendencia a tratarlo como un padre. Me sucedió una vez en la escuela de Química, impartía en aquel entonces Teoría Política, que cuando culminé la conferencia se me acercó un estudiante.

«Tengo que hablar con usted». «Sí, dime» –pensé que era algo relacionado con la clase–. «Profesora, ¿Ud. ve aquella rubia que está allí?». «Sí, ¿qué pasó?» –le pregunté–. «Estoy totalmente enamorado de ella y no quiere nada conmigo, me trata con desprecio. ¿Qué hago profe? Estoy desesperado». Fue como una especie de consulta a una madre. Me dio pena aquella angustia de mi alumno y le brindé algunos consejos.

Yo firmo

Cuando comenzaba la década de los noventa y todavía almorzaba en el comedor del que fue mi centro de trabajo, me senté con dos profesoras; el día anterior nos habían convocado para darnos algunas orientaciones y una de las colegas me preguntó qué habían dicho en la reunión.

«Era para formar brigadas de “respuesta rápida”, yo no le voy a dar golpes a nadie». Después de decir eso me retiré.  Mientras lo hacía, una de ellas comentó: «No sé por qué protesta, si es una muerta de hambre y todo se lo debe a la Revolución».

Leí una noticia en Facebook: una muchacha, con mucha razón, protestó con energía ante una expresión similar a la que dijeron sobre mí hace treinta años, esta vez refiriéndose a los negros: «Ellos no deberían protestar, son personas gracias a la Revolución».

En los policlínicos y consultorios del médico de la familia aparecieron carteles —no sé si los habrán retirado— donde nos informaban con detalles y cifras cuánto costaban los servicios médicos, es decir, el mensaje era que debíamos agradecer porque supuestamente no pagamos la medicina. Adoctrinar mediante carteles.

Una ética de la libertad implica que hombres y mujeres decidan en cada instante de su vida lo que quieren y pueden hacer consigo mismos. El miedo que cada uno tiene de los demás incomunica a individuos y grupos. La desesperanza induce a una especie de autismo moral y a la retirada en silencio. Respondo a todo lo anterior con una reflexión martiana:

«(…) no consentiré jamás que en el goce altivo de un derecho venga a turbármelo el recuerdo amargo del excesivo acatamiento, de la fidelidad humillante, de la promesa hipócrita, que me hubiesen costado conseguirlo. […] el hombre que clama vale más que el que suplica: el que insiste hace pensar al que otorga. Y los derechos se toman, no se piden: se arrancan, no se mendigan».

Félix Varela, el sacerdote que pidió que el primer encargo del cubano fuera pensar, destacó en Máscaras políticas: «debe tenerse presente que los pícaros son los que más pretenden pasar por patriotas». Tal parece que esa frase fuera escrita hoy.

Hace muchos años iba a comenzar una clase. Uno de los estudiantes me interrumpió de este modo: «Profesora, antes de comenzar quiero que me conteste esta pregunta, pero, por favor, diga algo que me convenza: ¿Por qué pusieron a fulano de tal en ese cargo?». El aludido había sido designado para ocupar un puesto de elevada responsabilidad en el gobierno.

A veces la vida nos coloca pruebas difíciles. Hubo unos segundos de silencio, todos esperaban que respondiera. El porqué del estudiante supone pensar la posibilidad de que las cosas puedan ser de otra manera, y eso en el feudo del absolutismo no es posible. Por otra parte, el maestro sabe que la palabra no puede ser clausurada, pues la perenne interpretación es la vida. Mi respuesta en aquel entonces: «Pienso lo mismo, no estoy de acuerdo con ese nombramiento impuesto».

Al final del curso, ese mismo estudiante otorgó el gran premio a mi vida de simple profesora. Experimenté la sensación que habría tenido de haber puesto en mi honor, en el Aula Magna, el himno que se acostumbra escuchar allí. Sistemáticamente, al concluir el período de clases, le pedía a cada grupo que hiciera una evaluación anónima de las conferencias. Esto fue lo que escribió:

«Como ve, he escrito mi nombre bien claro, porque no me importa que sepan mi opinión y, si me importara, entonces este curso no hubiera cumplido su objetivo. Le digo con toda sinceridad, profesora, que me he sentido totalmente con total liberación espiritual, un lugar así donde se comenten y escuchen opiniones es lo que necesitamos nosotros, los jóvenes que por desgracia nos han enseñado otras verdades.

En el aula se pierde el miedo y se habla y eso es lo fundamental. Creo que nunca sentí tanto la interlocución como en estas oportunidades que Usted me ha ofrecido. Pero como todas las cosas, esta tampoco es perfecta y lo será cuando Usted logre que sus alumnos y hasta Usted misma sea oída y comprendida fuera del aula.

Cuando esto ocurra me gustaría de todo corazón estar a su lado, porque sé que esto para Usted es solo el comienzo del fin de la “no libertad de expresión” y de todo lo malo y cruel que ocurre en el socialismo. Por lo demás, solo me queda calificarle el curso con un millón de adjetivos y todos favorables.

Solo me queda un favor que pedirle desde lo hondo de mi alma y es que mantenga esa postura porque cuando Usted y gente como Usted existen, existe también la esperanza a la total espiritualidad».

La poesía no debe ser hecha por uno, sino por todos. Alguien llamó ayer a una de mis amistades: «Teresa está loca, cómo va a escribir lo que piensa, se arriesga demasiado». En medio de una compra a domicilio escribo esto. No he logrado dominar el modo de compra mediante eso que se llama Tuenvío, dicen que ya apenas funciona. Prefiero las maniobras de una colera de mi zona. Escuché un «¡Tereeeeeeee!».

Cada vez que viene algo en los alrededores me da un grito terrible, quedo lívida, todo el barrio se entera que estoy haciendo una transacción comercial. La vendedora trajo dos paquetes de servilletas, ambos abiertos, fueron extraídas unas cuantas. Me hago la tonta de la colina. En definitiva, la culpa, en última instancia, la tiene un sistema que obliga a la gente a robar, a ser deshonesto, a pasarse horas y horas en una absurda fila.

De la Universidad me fui con apenas nada, triste, privada, sancionada, decepcionada, impaciente, desesperada. Solo el recuerdo de mis estudiantes me da fuerzas para decir: «Yo firmo».

23 enero 2021 50 comentarios 5.381 vistas
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sonrisa

La sonrisa y las cavernas

por Teresa Díaz Canals 12 enero 2021
escrito por Teresa Díaz Canals

«La sonrisa es lo más delicado de la expresión humana, que florece de preferencia en la intimidad, y aun a solas; comentario silencioso de los discretos, arma de los tímidos y expresión de las verdades que por tan hondas o entrañables no pueden decirse».

María Zambrano, El payaso y la filosofía

***

«A mí ya me gastó la espera. (…) Conozco el mecanismo de las trampas de la moral y el poder adormecedor de ciertas palabras. He perdido la fe en todas estas construcciones de piedra, ideas, cifras. Cedo mi puesto. Yo ya no defiendo esta torre cuarteada. Y, en silencio, espero el acontecimiento».

Octavio Paz, Visión del escribiente

Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar

Un repartidor de pan se paró el primero de enero de 2021 delante de mi casa y comentó a varios vecinos que a la panadera se había quedado la mitad del pan sin vender. También leí las noticias «no oficiales» de que en determinadas zonas del país está teniendo lugar la misma reacción. Pienso en esos niños que dependen del tal alimento mal elaborado para poder merendar en sus escuelas y recordé mi propia niñez en los años sesenta del pasado siglo.

Yo era la única estudiante que se quedaba en el aula de primer grado a la hora de la merienda. La maestra me llamaba cada día, depositaba en mi mano una moneda de cinco centavos y para que me comprara un masarreal. Han pasado cincuenta y ocho años de ese pequeño gesto cotidiano y llevo a esta educadora en mi vida como unas de las personas que me enseñó que la ética no se aprende en un aula con un discurso plano de categorías como el bien y el mal.

Asimilé que lo que puede ser mostrado no puede ser dicho, que hay una forma de conocimiento además del alfabeto aprendido en ese curso: el de ver con el corazón.

En estos momentos transitamos a no sé qué modelo de sociedad a través de cambios demoledores. Escuché a un dirigente explicar, con motivo de la discreta reducción de la anunciada tarifa eléctrica, que alguien le había comentado que quienes consumían en Cuba alrededor de nueve CUP de electricidad vivían en las cavernas.

«Bueno –respondió uno de los artífices del ordenamiento– un 22 % de la población se encuentra en esa condición». No me asombra la altanería con la que se refieren a las capas más humildes de la población cubana.

Deseo recordarle a ese dirigente que fue imposible hacer un museo con las pertenencias de José Martí, porque nada poseyó que pudiera dejarse materialmente. Solo nos dejó lo que era y no lo que tuvo. Y lo que fue el Apóstol forma parte del patrimonio moral de la nación.

El pelo largo de Martí quedó para la posteridad, pues poseía dinero del Partido Revolucionario Cubano, pero no lo empleó para cortarse el cabello.

Al buen Pedro

Dicen, buen Pedro, que de mí murmuras

Porque tras mis orejas el cabello

En crespas ondas su caudal levanta:

¡Diles, bribón!, que mientras tú en festines

En rubios caldos y en fragantes pomas,

Entre mancebas del astuto Norte,

De tus esclavos el sudor sangriento

Torcido en oro, bebes descuidado,

—Pensativo, febril, pálido, grave,

Mi pan rebano en solitaria mesa

Pidiendo ¡oh triste! al aire sordo modo

De libertar de su infortunio al siervo

Y de tu infamia a ti!—

Y en estos lances,

Suéleme, Pedro, en la apretada bolsa

Faltar la monedilla que reclama

Con sus húmedas manos el barbero.

***

Mientras muchas casas y edificios en Cuba se derrumban, mientras miles y miles de cubanos no pueden vivir de una manera decente debido a la crisis económica estructural, el flamante Estado acaba de destinar una cantidad impresionante de materiales de construcción para crear el Centro de Estudios «Fidel Castro». Me pregunto si es racional ese desbordamiento para una institución que podía haberse concentrado en un lugar mucho más modesto.

¿Hay que asistir a un palacete para estudiar un pensamiento? Para estudiar la obra del Padre Félix Varela, de José Martí, de José de la Luz y Caballero, de Enrique José Varona, de José Lezama Lima, por solo poner algunos ejemplos, solo se necesitan sus escritos y silencio.

Olvidó la burocracia estatal que representantes de la gran burguesía criolla abandonaron en la época colonial su riqueza para ir a la manigua con el objetivo de lograr la libertad de Cuba. Parece que ignora que existió un bayamés, Francisco Vicente Aguilera (1821-1877), uno de los más ricos hacendados de la región oriental que renunció a todo y murió en el frío de Nueva York, casi congelado, con los zapatos rotos.

Volvieron a las cavernas nuestros burgueses por amor a la Patria.

Julián del Casal, uno de los grandes poetas del siglo XIX cubano, fue un intelectual que vivió en cuartos de hoteles, –en la calle Prado hay una tarja que destaca la cuartería en que permaneció– y remendaba él mismo sus trajes. Perdido en sus paraísos artificiales, le llamaba a la bañadera de latón de zinc «mi tina de mármol de rosa». A menudo frecuentaba la casa de empeños y malamente pudo vivir de su labor periodística.

El poeta Lezama, fundador del Grupo y la revista Orígenes, el autor de Paradiso, subrayó en su Diario un lunes 13 de agosto de 1956 lo siguiente: «Faltan tres días para que nos paguen la quincena. No sé si pedir anticipo, o pasarme tres días sin dinero, entonces mamá me dará veinte o treinta centavos. Así me siento niño. Antes con esos 20 centavos compraba libros; ahora, tabacos».

El creador de La Isla en peso, Virgilio Piñera, en carta dirigida a su hermana desde Buenos Aires, el 31 de agosto de 1947, escribió: «…salí del paisaje habanero (…) de las intriguitas, del hambre, de los harapos… Para mí la vida no es mejorar o empeorar…Es solamente pasar, ser, asistir. (…) No hay una vida mejor que otra; lo que hay es un baño mejor que el otro, una comida mejor que la otra, y en este sentido es el único en que la persona puede sentirse más afortunada o más desvalida».

En su autobiografía Vida tal cual afirmó: «Aprendí que era pobre, que era homosexual y que me gustaba el arte».

Señor economista –uno de los responsables del ascenso del precio del minúsculo y magro pan que come la gente de pueblo, nuestra población de las cavernas–, con mucho respeto le sugiero que lea los poemas de Gastón Baquero, ese poeta ocultado por décadas. Allí podrá encontrar la mirada de la pobreza, porque parece insinuar en sus palabras que la humildad y la inocencia del mirar del pobre es la única capaz de ver el tesoro de la realidad.

Por ello se detiene en Coloquial para una elegía en «el misterio del pedazo de pan sobre la mesa» y en Primavera, es el poeta «al mismo tiempo príncipe y mendigo».

Es importante comprender la importancia de poseer riquezas, dinero, poder y ser a la vez «pobre de espíritu». «Felices los que tienen el espíritu del pobre», es una idea que pertenece al evangelio de Mateo.

Hoy descubrí que la frase «ser pobre de espíritu» la entendía totalmente al revés. Captar esa tesis de civismo creo que es un proceso que debemos asumir. En su historia y esencia, esta Isla es «pobre de espíritu» y ahí radica precisamente su gran riqueza. Aclaro que este escrito no es un mensaje de apología de la miseria, al contrario. Sí lo es en el sentido de defensa de la humildad.

Solo me queda callar y sonreír como una habitante más de las cavernas ante el punto de la verdad, de la verdad sin más.

12 enero 2021 61 comentarios 3.052 vistas
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