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Teresa Díaz Canals

Teresa Díaz Canals

Ensayista y Profesora Titular. Doctora en Ciencias Filosóficas. Investigadora asociada a Cuido60.

Política

Defiéndame mi vida. Civismo y política

por Teresa Díaz Canals 31 marzo 2022
escrito por Teresa Díaz Canals

Yo firmo todo lo que pienso.

A la Iberia, José Martí

***

¿Qué pasa? ¿Qué nos está pasando?

Todavía no pasa la consternación, la indignación, la tristeza. En algún artículo escribí sobre la falta de ética presente en el hecho de divulgar por la televisión cubana nombres de personas a quienes se acusa de mercenarios, odiadores, genízaros, traidores, fascistas, contrarrevolucionarios; sin que tengan derecho a réplica por esa misma vía.

Este mes me tocó a mí misma por haber firmado, junto a un grupo de artistas e intelectuales, el Manifiesto contra el silencio, por la justicia. Los presentadores de ese programa, todos jóvenes, pudieran haber sido estudiantes míos. Me da mucha pena verlos decir tales improperios dirigidos a seres humanos que solo aspiran a contribuir al mejoramiento de esta nación.

Nuestro dolor no es artístico, no sale de maniquíes, no se encuentra sujeto a reglas rigurosas; sale del alma, de lo más profundo del pueblo. No somos una casta por encima del que sufre. Practicamos la ética de la deferencia que significa el respeto al Otro no desde la superioridad, sino a partir de la cordialidad.  

En mi caso particular, no es que defienda al pueblo, es que soy pueblo. A veces me pregunto por qué el humanismo es tan frágil frente a la frialdad y la bestialidad de la política, por qué las palabras nos han protegido tan poco de lo inhumano.

Ojalá algún día se ofrezca una disculpa por esas ofensas que solo demuestran lo alejados que están de José Martí, de su pensamiento democrático, de aquel que escribió en El presidio político en Cuba que «el dolor del presidio es el más rudo, el más devastador de los dolores, el que mata la inteligencia, y seca el alma, y deja en ella huellas que no se borrarán jamás», y afirmó: «si yo odiara a alguien, me odiaría por ello a mí mismo».

A esos jóvenes que se prestan para semejante violencia verbal, les pidiera que se acerquen también a la ética en tanto teoría, que indaguen acerca de la esencia del civismo, que no es más que el arte de la convivencia,  el cual no se puede enseñar como una asignatura más porque se fundamenta en normas no escritas, costumbres y maneras que nadie desconoce, pero que son fácilmente ignoradas en la vida cotidiana, como es vuestro caso. Vivir es convivir. Si hay violencia en las redes, ataques y odio, jamás se podrá responder con la misma moneda. Solo en cuanto diálogo la palabra es esencial.

Al hablar discursivo le pertenecen las posibilidades del escuchar y del callar. También me hubiera gustado que los que redactaron la infausta respuesta de la UNEAC hubieran escuchado la demanda justa, el pedido noble, libres de esa soberbia y prepotencia que manifestaron hacia el «grupo fascista y contrarrevolucionario de artistas e intelectuales» que firmó el Manifiesto, como si hubiéramos hablado en nombre de la mayoría.

Allí donde el «nosotros» sea una especie de comunidad fusional, donde la responsabilidad se ahoga, veo un peligro… Llamaría aceptable a un «nosotros» hecho de interrupciones, donde los que dicen esa palabra sepan que son singularidades que entran en una relación interrumpida, porque la distancia infinita permanece.

Ahora recuerdo esa idea de Hannah Arendt: el espacio entre dos, referida a la existencia de una cierta separación de los seres humanos, tan unidos y tan lejanos. Decimos «nosotros» y es una promesa, una esperanza, un pedido.

Considero una vergüenza el mutismo de una parte de la intelectualidad que se muestra incapaz de exigir la construcción de un hogar común por mediación de la compasión. No solo se van cuerpos de cubanos al exilio; a la palabra también la exilian. En su lugar, bombardean los noticieros con explicaciones de jueces acerca de la transparencia con que actuaron en esos penosos juicios a las personas encarceladas por los acontecimientos del 11 de julio del 2021.  

Es indudable que estamos ante la necesidad de un cambio. Una época social nueva requiere una nueva época jurídica. El comportamiento institucional de ninguna manera puede ser salir con palos y tropas especiales a defender la desesperación de una sociedad carente de lo más elemental.

Lo que usualmente permanece intacto en las épocas de petrificación y ruina, es la facultad de la libertad en sí misma, la pura capacidad de comenzar, que anima e inspira muchas actividades humanas y constituye la fuente oculta de la producción de acciones grandes y bellas. No es casualidad que la reacción de muchos de los que leyeron posteriormente el documento mencionado, fuera la de suscribirlo, la de apoyarlo.

Mujeres y hombres, a lo largo de la historia, son ejemplos de esta conducta cuya plenitud la resume José Martí cuando fue injustamente acusado en el periódico habanero La Lucha de que lo más probable, cuando recomenzara la guerra, sería su ausencia en territorio cubano, pues afirmaban que él se mantendría en EE.UU., dando lecciones de patriotismo a los emigrados. Su respuesta fue: «Si mi vida me defiende nada puedo alegar que me ampare más que ella. Y si mi vida me acusa, nada podré decir que la abone. Defiéndame mi vida».

El concepto de civismo tiene una afinidad muy estrecha con el de ciudadanía. Las circunstancias de la Cuba actual nos condujeron a una situación límite. En medio de este complejo contexto nacional e internacional, es importante tener en cuenta una de las virtudes sociales fundamentales: la templanza, la cual nos inclina a conducirnos con mesura. El poder en manos de unos pocos, demasiada miseria, militarismo, burocracia, corrupción, sanciones, multas; son ejemplos de desmesura.

Cuando el mal tiene futuro, en este momento no puedo maldecir, pero tampoco alegrarme. He permanecido por mucho tiempo triste, expulsada, decepcionada, impaciente, preocupada, desesperada. Sin embargo, cómo expresar algo esperanzador que no sea un interés apasionado por la literatura, por la filosofía, por otra cosa que la posibilidad de decir a este grupo que piensa, como lo hago aquí otra vez: yo firmo.

31 marzo 2022 22 comentarios 1.335 vistas
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Hijo de la Patria

El hijo de la Patria

por Teresa Díaz Canals 25 marzo 2022
escrito por Teresa Díaz Canals

Más bella que la luz del sol sobre la tierra

 es la de una buena acción sobre el rostro del bueno.

 La luz de las buenas acciones

 se parece a la luz de las estrellas.  

José Martí  

***

Hacer algo

Aracely Rodríguez Malagón, integrante del Proyecto Hormiga, me hizo una llamada. Quería que me interesara por un hombre de 89 años que vive en el conocido reparto Náutico, para nada parecido a los populares suburbios de algunas zonas de la ciudad que se caracterizan por sus pésimas condiciones de vida. Me informó que el señor estaba ciego, pues padece de cataratas, y que tanto ella como algunos vecinos aspiran a buscar soluciones para las múltiples penurias del anciano.  

Acordé con mi amiga en conocerlo. Cuando llegué a la casa de esta inquieta activista social, conversamos sobre la compleja situación de Luis Rafael Peñalver Soa, vecino de Ave. 1ra A e/ calle 154 y 156, Playa. Aracelys me condujo a la vivienda en cuestión. En el trayecto hacia ella, otras personas que también me acompañaron —Maritza y su esposo—  me informaron que Luis es un «Hijo de la Patria»; es decir, a lo que ahora es un «niño sin amparo filial», en aquel entonces le otorgaron ese estatus «revolucionario».

Hijo de la Patria

Luis Rafael Peñalver Soa (Foto: Teresa Díaz Canals)

La primera Casa Cuna fue fundada en 1687 por el obispo Diego Evelino de Compostela, en la calle que hoy lleva su nombre e/ Teniente Rey y Muralla. A su fallecimiento, en 1704, lo sustituyó en esta empresa caritativa fray Gerónimo Valdés. Con el nuevo director, el inmueble de acogida a niños desamparados radicó en Oficios esquina Muralla. Este sucesor, además, ofreció su apellido a las criaturas. Para 1830, la habanera Antonia María Menocal dejó como legado cierta cantidad de dinero con el cual fue fundada la Casa de Maternidad.

Por su parte, a finales del siglo XVIII un grupo de vecinos de la Capital —entre ellos Luis María Ignacio de Peñalver y de Cárdenas, obispo de Nueva Orleans; la condesa de San Juan de Jaruco y el marqués de Casa Peñalver— apoyaron la creación de una Casa de Beneficencia y un lugar donde acoger también a los ancianos desvalidos. Para lograr ese objetivo se dirigieron al gobernador Luis de las Casas, y solicitaron un terreno ubicado en la caleta de San Lázaro.

En el período de 1822 a 1832, esta institución fue apoyada por el gobernador español Francisco Dionisio Vives (mitad militar, mitad bandido) quien manejó los vicios de la sociedad criolla: juegos, bandolerismo, apego a la disipación; como modo de desviarla de toda actividad política.  

Partidario del gobierno de las tres b —baile, baraja y botella—, mantuvo para su propio esparcimiento un garito y una valla de gallos en el Castillo de la Fuerza. Es muy significativo que este representante de la Corona ordenara un impuesto sobre los billetes de lotería y para jugar en la valla de gallos que poseía en el Castillo de la Real Fuerza, con el fin de beneficiar a la Casa de Beneficencia. A esta contribución se unieron sistemáticamente los filántropos que continuaron aportando al bienestar de los niños abandonados.

Hijo de la Patria

Dormitorio de Luis Rafael. (Foto: Teresa Díaz Canals)

Cuando Luis Rafael nació, en 1932, fue depositado en un torno situado en la antigua Casa de Beneficencia. Las personas que me recibieron en esa visita,  me explicaron que su segundo apellido quiere decir Sin Otro Apellido. El primero es Peñalver, pero no conocían su historia. Me llamó la atención que no fuera Valdés, como es tradicional encontrar entre las personas que tuvieron esa peculiaridad de vida.

Parece que se debe al obispo Luis de Peñalver, quien había donado un cuarto de caballería de terreno para construir  ese  edificio, ubicado en la calle San Lázaro, frente al actual parque Antonio Maceo y muy cerca del mar, con el objetivo de agrupar algunas dependencias de la Casa de Beneficencia de La Habana. Algunos autores afirman que a las niñas las apellidaban como Rodríguez y que en los años cincuenta del pasado siglo se escogía al azar para ambos sexos.  

En aquel lugar el niño Luis creció bajo el cuidado de las monjas, allí aprendió a tocar la corneta. Después, ya adulto, trabajó como chófer para la misma institución. Ese tiempo fue el más feliz de toda su vida, me confesó. Cuando tenía veintisiete años se produjo otro cambio importante que dio un vuelco a su destino.

La Revolución lo sacó de la protección de la institución religiosa, que desapareció en 1961. Las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul, dedicadas a esta noble actividad, tuvieron que abandonar el país. El edificio donde creció fue destruido. El gobierno planificó construir el Banco Nacional, para ello se erigieron grandes bóvedas, pero no fue concluido. Años después se levantó en el terreno el Hospital Hermanos Almejeiras.

Así fue como Rafael se transformó en «Hijo de la Patria». Hasta ese momento no poseía familia ni vivienda propias. El Estado trasladó al grupo de niños y jóvenes que habitaban ese establecimiento, primero a Varadero por unos días, después lo ubicó en Ceiba del Agua, un lugar amplio que sería denominado «Hogar Granma».

Hijo de la Patria

La casa de Luis Rafael carece de servicio de agua. (Foto: Teresa Díaz Canals)

Al transcurrir el tiempo, fueron siendo utilizadas algunas casas de diferentes municipios para acoger a los niños sin amparo filial. Luis Rafael recibió una pequeña vivienda ubicada en los bajos de una residencia en el reparto Náutico. Trabajó en varios oficios y, en ese período, el jefe de sector de la Policía Nacional Revolucionaria del reparto lo convenció para que le prestara o cediera la parte más amplia de su casita con el objetivo de convertirla en una oficina para él trabajar.

Por tal motivo, Luis fue confinado para siempre al último cuarto de su propiedad. El jefe de sector se fue definitivamente de allí pero, lejos de devolverle lo que le pertenecía, introdujo a una mujer que ahora es su vecina.

Dentro de pocos meses, Luis Rafael cumplirá noventa años. No tiene agua potable en su habitación porque las tuberías colapsaron; por tanto, tampoco tiene higiene. Carece de cocina y de refrigerador. Gracias a Mariana, una vecina, almuerza diariamente.  Por las tardes, otro «Hijo de la Patria» que tuvo la suerte de crear una familia, lo lleva al portal de su casa para conversar.

Vinculada a otro proyecto que la asesoró, Aracelys dirigió una carta a la Oficina de Atención a la población de la Presidencia de la República. De allí derivaron el caso al Gobierno Municipal correspondiente. Esperaron un mes para ofrecer una respuesta negativa. No resolvieron nada en absoluto.

Ante casos semejantes no es ético guardar silencio institucional. Se requiere ir al encuentro de la verdad, de la singularidad y la biografía; de la pavorosidad de lo inmediato por parte de los organismos que deben interesarse por la situación planteada y brindar una solución.  

Esta persona requiere ser operada debido a la ceguera. Además, no se puede operar si no tiene a alguien que lo apoye en su convalecencia. Tuve la oportunidad de conversar con la médica de la familia que atiende a este Hijo de Nadie. La amable doctora me explicó que la alternativa de un asilo no es la solución para él. Tiene pavor a esa posibilidad. Es sorprendente —y comprensible—  que la palabra asilo estatal en Cuba no sea una opción de vida digna, y que, lejos de simbolizar la esperanza de un final apacible, genere rechazo, miedo y angustia.

Me llama la atención que determinadas acciones de algunos miembros de la comunidad mencionada estén colmadas de una sensibilidad exquisita, pero ellos solos muy poco pueden hacer. Se necesitan recursos para convertir en habitable el pequeño espacio donde vive Luis Rafael. Es imprescindible garantizarle la operación y una persona que sea su cuidador(a) permanente.

Hijo de la Patria

(Foto: Teresa Díaz Canals)

Me gustaría que alguien de la Red de Cuidados Cubana comentara algo que no sea promover la idea que aparece en cuartaedad.com: «Envejecer: una obra de arte al alcance de todos», cuando en el país no existe un desarrollo socioeconómico adecuado para un sector vulnerable que se encuentra dentro de ese 21,9% envejecido de nuestra población, ni tampoco un apoyo sustancial a sus problemas.

Asimismo, me pregunto de qué manera, ante situaciones lamentables como esta, se cumplirá el nuevo Código de la Familia que señala que todos y todas tenemos el derecho a gozar de una vida digna. ¿Cómo se materializará un entorno amigable para nuestra población envejecida? ¿Cuántas décadas habrá que esperar para la creación de las bases de un sistema nacional garante del cuidado integral de la vida?

Ojalá se restablezcan la alegría y la luz en su vida y desaparezca la tristeza indecible que lleva dentro este «Hijo de la Patria».  

25 marzo 2022 25 comentarios 1.611 vistas
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Ancianidad

Pobreza y ancianidad: la realidad que estremece

por Teresa Díaz Canals 9 marzo 2022
escrito por Teresa Díaz Canals

¿Y qué has aprendido después de tanto dolor, de tantas traiciones?

Entonces le respondí: Aprendí a siempre sonreír

Blaster 

 Delirios de un corazón roto

***

Hace unos días fui a visitar a una persona cerca de mi casa, en el barrio habanero del Vedado. Bajé por 26 hasta la calle 15 y busqué a una señora llamada María. No la encontré. Regresé al otro día por la mañana, la maltrecha puerta estaba entreabierta y allí pude observar a la que buscaba sentada en su cama conversando con una amiga. Lo correcto hubiera sido que me retirara pues estaba ocupada, pero no lo hice. Ella me invitó a pasar y me senté en algo que no era precisamente una silla.

Tras presentarme, empecé a explicarle el motivo de mi visita. Apenas me dejó terminar: «No se preocupe, pregunte todo lo que quiera». Sentí como si la conociera de toda la vida.

Enviudó hace un tiempo considerable y ahora enuncia su gran desafío: morir con dignidad, ya que no pudo vivir con ella. En algunas de las  cartas escritas por esta mujer de 74 años para pedir apoyo —pues fue clasificada como «asistenciada» de Seguridad Social—, entre ellas al mismo presidente de la República, destaca lo siguiente:

– Las condiciones de mi vida actual son «miserablemente indescriptibles».

– Al no poder sufragar los nuevos precios del comedor del Sistema de Atención a la Familia (SAF) y optar por comer en mi espacio, esto hace que necesite, además, una cocina y un refrigerador para la conservación de los alimentos.

– Vivo en un derrumbe, prácticamente en la intemperie ya que no tengo ni una puerta que cerrar cuando decido acostarme, carezco de privacidad,de agua potable, de higiene (me sobran las ratas y las cucarachas).

La habitación en que vive deja el alma helada. Como bien describió esta anciana, no tiene agua dentro de su casa, ni un mueble donde guardar absolutamente nada. En este encuentro me dijo que una Organización No Gubernamental que supo de sus graves condiciones de existencia, recién le hizo llegar un pequeño refrigerador. Confiesa que ese día no pudo dormir en toda la noche, porque le parecía mentira sentir el leve ruido que hace la nevera en el silencio nocturno.

Ancianidad (2)

(Foto: María Lucía Expósito)

Lo que debiera ser un hecho común y corriente —poseer un aparato eléctrico—, para esta persona de sonrisa amplia resultó un gran acontecimiento, pues lo anheló por mucho tiempo.

María Santiesteban Portuondo se cansó de pedir auxilio a las diferentes instancias correspondientes que debían haberla apoyado. Nunca obtuvo una respuesta satisfactoria. De la oficina de la Presidencia, pasaron el problema a la Fiscalía General para que resolviera —o mejor, analizara— el asunto.  Intentaron solucionarlo proponiéndole residir en un asilo, a lo que la solicitante se negó rotundamente, con todo su derecho y razones.

La Dirección Municipal de la Vivienda de Plaza asumió este «caso social». Se dirigieron a ella para pedirle paciencia, que esperara a las calendas griegas hasta que su situación fuera remediada, es decir, hasta nunca.

Cuando se conversa con esta lúcida mujer, es evidente que se expresa de manera excelente. Estudió la carrera de Medicina, que por algún motivo no pudo terminar. Frecuenta de manera sistemática una iglesia que radica en 41 y 42 en el Municipio Playa.  En la actualidad estudia idioma alemán y, sobre todo, la inunda eso que se denomina fe, y que le brinda una sabiduría que desborda la razón científica.

Ancianidad (3)

(Foto: María Lucía Expósito)

María se lamenta porque considera que no fue una mujer de «pelo en pecho», tuvo miedo de protestar con energía, pues no soportaría que la trataran de manera violenta en el plano físico. Sin embargo, su resiliencia, su estoicismo ante la adversidad, la desidia y el abandono de un sistema que se nombra socialista; la convierten en heredera del cimarronaje, de ese legado tremendo que nos transmitieron los seres humanos que fueron esclavizados en esta Isla.

La misma Organización No Gubernamental le acaba de enviar una cocina. Ojalá alguien con autoridad pueda acudir a Aguas de La Habana para que a esta adulta mayor le instalen el preciado líquido, imprescindible para sanear su espacio.

Además, requiere de atención especial en el ámbito de la salud, pues como resultado de una caída tiene afectada la cadera, estuvo por un tiempo imposibilitada de caminar y durante su convalecencia no podía asistir al comedor donde le vendían cierta alimentación. Me comentó que en ese período hizo una especie de huelga de hambre involuntaria.

Me pregunto qué nos está pasando, con algo que siempre ha significado un atributo inherente a la identidad cubana: la solidaridad. Durante décadas Cuba se jactaba de su defensa a los países más pobres, de la ayuda incondicional a cualquier nación del mundo ante un evento trágico. No obstante, no se puede disponer que un grupo de trabajadores le instale agua en el interior de su casita a una anciana enferma.

Eso constituye también una desgracia terrible y a nadie le importa. Disponer de materiales para mejorar una minúscula vivienda en condiciones deplorables, mientras se erigen ante nuestros ojos monumentales edificios para hoteles, sería otorgar un poco de justicia a tanta vergüenza y desigualdad.  

Fui testigo de la reparación constructiva  de una modesta casita donde vive la hija de un funcionario importante del Poder Popular. Ese señor se separó de la esposa y la misma retornó a su lugar de origen con la niña de ambos. Como mismo ese individuo revolucionario se preocupó por el bienestar de su hija, debería tener la decencia de enviar algunos camiones de materiales y monitorear la ejecución para mejorar la vida de las personas más desesperadas en su radio de acción.

Ancianidad (4)
Ancianidad (4)
Ancianidad (4)

Ahora mismo escucho a una artista muy reconocida expresar que en nuestro país existe gran solidaridad. Es lamentable lo distanciada que se encuentra de la extrema pobreza que hoy sufrimos. Dijo también que ella era un poco «chovinista» porque considera a Cuba como el mejor país del mundo.

Le recomendaría que camine un poco por la Cuba profunda y que recuerde la obra del sociólogo norteamericano Erving Goffman (1922-1982), ese representante de la Escuela de Chicago y creador de una teoría dramatúrgica, quien consideró que el teatro constituía una metáfora brillante  para arrojar luz sobre los procesos sociales de pequeña escala.  

Una nueva sensibilidad emergente sería un camino diferente y esperanzador para que María y muchos como ella puedan dormir tranquilos.

***

Este texto es parte del proyecto «Desigualdad, pobreza y sectores vulnerables en Cuba». Puede participar en él, enviándonos recomendaciones, testimonios, comentarios, al  correo jovencuba@gmail.com, con el asunto «Proyecto – desigualdad».

9 marzo 2022 25 comentarios 1.799 vistas
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Verdad (2)

El tiempo que pasa

por Teresa Díaz Canals 14 enero 2022
escrito por Teresa Díaz Canals

El dolor no genera verdades, pero quizás haga nacer ojos para verlas.

Ludwig Marcuse  Pesimismo. Un estado de madurez

***

El filósofo danés Søren Kierkegaard escribió en su libro La enfermedad mortal: «la desesperación es la total ausencia de esperanzas». A esta condición de no esperar nada positivo nos ha llevado el escenario cubano actual. Como la canción de la película Casablanca: As time goes by (El tiempo pasa, o mejor A medida que pasa el tiempo), nuestro tiempo ha pasado. Mi generación creció con lo que se llama en la historia de la nación Revolución, somos literalmente sus hijos.

Existe un proyecto de atención a los adultos mayores, desatado con mayor fuerza a partir de la declaración por las Naciones Unidas de esta década como la del «envejecimiento saludable». Pude observar uno de los programas de la televisión cubana Sigo Aquí, que se transmite por el Canal Educativo los domingos a las 4:00 p.m. Una televidente formuló una pregunta a Teresa Oroza, directora de la Cátedra de la Mujer: «se habla de «brecha digital» en los adultos mayores en la actualidad: ¿qué quiere decir eso?».

En ese momento no hubo una respuesta clara sobre tal limitación en los ancianos. Pero hacen muy bien en ocuparse del tema, es válido reflexionar en esas cuestiones. Pienso, sin embargo, que en las condiciones en que se encuentra Cuba, ello solo favorecerá a un pequeño grupo de personas de la tercera edad, mientras el resto seguirá en una situación muy precaria con respecto a la tecnología.

Una amiga que reside en otra provincia me comentó que una adulta mayor fue a hacer las gestiones correspondientes como cuentapropista, para un pequeño negocio de venta de café. En la Oficina Nacional de Administración Tributaria, por falta de papel, en estos momentos no pueden imprimir las planillas para cumplimentar el pago de los impuestos. Entonces exigen a los requeridos de ese trámite que lleven una memoria flash para que copien el modelo requerido. La anciana preguntó: —¿Qué es una memoria flash?

Los especialistas deberían atender las situaciones reales de brecha digital de los ancianos en la actualidad. Es importante contabilizar cuántas de las personas mayores que viven solas pueden pagar los servicios de agua, electricidad, teléfono o gas por la plataforma digital transfermóvil, incluso ¿cuántas de ellas tienen móviles?

También se ha convertido en un problema la extracción de dinero por los pensionistas en los cajeros automáticos. Generalmente piden ayuda a cualquiera que esté cerca, lo que constituye un peligro para su seguridad.  Me comentó una conocida el caso de dos señoras, también adultas mayores, que fueron víctimas de robo de dinero depositado en una tarjeta bancaria.

A una de ellas la estafaron en el mismo banco; la otra confió la tarjeta a una vecina para que le extrajera algo de dinero y resulta que cuando fue al banco se enteró de que la amable vecina había sustraído lo que le quedaba; salió llorando del lugar. Esa solidaridad que se enarbola constantemente como parte del ser cubano, hace tiempo dejó de existir en un país que sobrevive en medio de una gran crisis.

Hace unos días regresé a la Isla desde Madrid. Cuando estaba en el aeropuerto español quise comprar una botella de agua para el viaje. Los pomos del preciado líquido estaban en máquinas expendedoras. Ni intenté acercarme para no hacer el ridículo, no domino el intrascendente procedimiento para una cosa tan sencilla.  Después, en el avión, pasaron ofreciendo café, que había que comprar. Pedí uno a la aeromoza. —¿Capucchino?, preguntó la muchacha. —Sí, contesté muy segura. La joven me lo sirvió y seguidamente me dijo el precio. Saqué un billete de 10 euros para pagarle. —No, es por tarjeta. Y ya tenía en la mano el aparatico para cobrar de manera digital. —No tengo tarjeta, le dije y comencé a sentirme muy mal delante de extranjeros y cubanos residentes en otros países. Quería que el cielo me elevara por los aires, ya que no estaba en la tierra para desear que me tragara.

—Llévese el café, no tengo tarjeta. —No, ya tómeselo, no puedo tocar el dinero  (evidentemente por la pandemia, aunque el avión estaba atestado) respondió en forma despectiva. Para ella, estaba tratando con una ciudadana de segunda, tercera o quizá quinta clase; aunque yo haya trabajado durante cuarenta años como profesora en la considerada mejor universidad de mi país y tenga varios libros publicados. No pude decirle que era una cubana cuyo gobierno ha sometido a su ciudadanía a un implacable feudalismo, a un atraso de espanto. Fue el café más amargo de mi vida.

Tiempo (3)

Escultura en las afueras de la Catedral de Almudena, en España.

Viajar requiere en Cuba trámites estresantes para cualquiera, mucho más para una persona de avanzada edad. Dos veces tuve que ir al médico de la familia, al policlínico y a la Dirección Provincial de Salud Pública para poner cuños a un certificado. Ello me permitiría sacar un aparato de aerosol, porque soy asmática, y un blíster de enalapril, pues soy hipertensa. Colas y más colas para un documento absurdo, con amenazas de que sin él no podría salir del país. Después de tanta angustia, nadie se acordó de pedirme el certificado con cuños de tres lugares diferentes.  

En nuestra historia existen ejemplos fehacientes de las importaciones de tecnologías que entraron al país desde tiempos decimonónicos para bien de toda la sociedad. Todavía recordamos los lavaderos instalados por Marta Abreu en la ciudad de Santa Clara para facilitar que las mujeres lavaran allí y no en el río. El teléfono y el tren, fueron muestra del proceso de modernización que tuvo lugar en pleno siglo XIX.

Sería muy pertinente que los que organizan la actividad de realizar los conocidos PCR y la aplicación de las necesarias vacunas que exige la pandemia del coronavirus hasta hoy, tengan en cuenta la espléndida organización de otros países capitalistas, donde hay colas pero se avanza en pocos minutos.

Para hacerme un PCR a tiempo en el lugar donde nací, necesité pasar una noche completa marcando en el policlínico del municipio donde resido, y otra noche para recoger el resultado. Ese desastre de servicio sanitario —con decenas de personas que se cuelan porque son conocidas de los médicos y del  personal de la salud en general—, se llama maltrato a la población y, en ese sentido, todos y todas nos convertimos en seres vulnerables ante tanto atropello.

Esos testimonios cotidianos constituyen una arbitrariedad más, de las tantas que padecemos, insignificante ante la atrocidad de condenar a un ser humano a treinta, veinte o diez años por expresar lo que piensa, exigir un cambio de vida y pronunciar la palabra libertad.

En las afueras de la Catedral de Almudena, en España, pude captar la imagen de una escultura que me impresionó: un indigente tapado en un banco. A un lado de esa inusual obra leí este escrito firmado por el Arzobispo de Madrid: «En tu camino encontrarás a muchos que están así. Tienes sitio en tu banco, dale tu mano, conversa con él, regálale el amor de Cristo con obras».

Tiempo (2)

Escena captada en el Vedado habanero.

El 10 de enero de 2022, en el Vedado habanero, pude captar esta imagen, semejante a la escultura que me estremeció. La exhibo y repito con el fotógrafo y documentalista brasileño Sebastião Salgado: «No hay razón para tomar una fotografía de un ser humano si esta no lo ennoblece». Ojalá que ella sirva para aliviar la vida de este señor y de otros tantos, que como él viven en la extrema miseria.

14 enero 2022 17 comentarios 2.020 vistas
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Escila (3)

Mirar y tener miedo de ver: los «deambulantes»

por Teresa Díaz Canals 28 octubre 2021
escrito por Teresa Díaz Canals

«El primer esfuerzo de la vida es elaborar conchas»

La poética del espacio, Gaston Bachelard

***

Antes de hablar, hay que escuchar

Hace unos días tuve necesidad de trasladarme hasta La Habana Vieja. En el camino me dirigí a la parada del P5 ubicada en J y 23. Mientras esperaba el ómnibus observé que un señor canoso y con barba blanca, que portaba un bastón, se agachó para recoger un minúsculo pedazo de pan tirado en la calle y se lo comió sin pensarlo dos veces.

Al ver esa impactante acción fui detrás de él. Se introdujo en un pequeño parque que se encuentra detrás del restaurante Siete Mares. Llegué allí y me sorprendió encontrar a otras tres personas con el mismo estatus del hambriento «deambulante». En Cuba son denominados así las personas que en otros países se nombran «sin techo», «vagabundos», «indigentes», «pordioseros» o «mendigos».

Cuando comenzó la pandemia informaron por la televisión que a ese tipo de personas las habían protegido y que los atendían muy bien. Existe una contradicción entre lo que afirma la prensa y las declaraciones de los «buzos», como también les dicen, pues generalmente rastrean comida y otros objetos en los contenedores de basura.

Es cierto que existen albergues para ellos, sé de uno que radica en Las Guásimas, pero la versión de los beneficiarios de esos alojamientos es que la comida está podrida, que no existe una buena atención y, sobre todo, que los maltratan. La conclusión de aquellos con los que he tenido oportunidad de conversar es que se está mejor en la calle que en esos hospedajes. El señor del bastón me dijo: «estuve siete meses allí y me fui. En ese lugar te pueden hasta matar».

Deambulantes (2)

En Cuba son denominados así las personas que en otros países se nombran «sin techo», «vagabundos», «indigentes», «pordioseros» o «mendigos».

Se comprende que no todos los que están en tales condiciones son personas pacíficas, decentes, incapaces de hacer daño a sus iguales. Imagino que clasificarlos de acuerdo a sus condiciones no sea una práctica. Sin embargo, la manera en que nos ocupamos del otro, especialmente de su dolor y sufrimiento, es lo que nos hace mejores o peores, lo que nos torna en seres humanos o monstruos.

Todo indica que esos establecimientos son percibidos más bien como almacenes de piltrafa humana, de gente repugnante que no merece la más mínima consideración. Allí —además de condiciones materiales adecuadas— deberían tener médicos, psicólogos, sociólogos y trabajadores sociales; en fin, un equipo competente de especialistas y personal de apoyo que contribuya a paliar sus acuciantes problemas individuales.

Cuántas décadas se necesitaron en este país para que, en el contexto de una visita Papal, una monja pudiera expresar ante el mundo sus estremecedores sentimientos hacia seres humanos abandonados en una institución irónicamente nombrada La Edad de Oro. Solo por el dolor esparcido por esa hermana mejoraron —como por arte de magia— las condiciones de esa instalación, que siempre debió constituir modelo de humanismo y respeto a personas requeridas de extremada atención.

Una de las «deambulantes» del parque fue la que más conversó, costumbre todavía vigente en algunos cubanos. «Yo tengo casa, pero tengo un hijo alcohólico que me vendió todas mis pertenencias, además, otro familiar me arrancó muchas cosas de la casa para la de él, ahora se me moja completa y por eso estoy aquí. Allí no puedo estar, pero es de mi propiedad». Es una ilusión soñar en volver a su morada, como el pájaro vuelve al nido, a su choza-nido. Imaginarse una casa, aunque precaria, hace nacer en nosotros un ensueño de seguridad.

Estoy consciente de que algunos de ellos venden sus posesiones, otros las juegan y eso trae terribles consecuencias cuando pasa el tiempo. Habría que hacer un estudio sociológico para averiguar cuántas familias han arrojado de su seno a uno de sus miembros, las razones, las alternativas a ese tipo de conflictos. ¿Cuántos derrumbes provocan deambular en esta Cuba de hoy?

deambulante

Estrellita, la «deambulante» que un día descubrí cerca de mi casa.

Conocí de una tesis de Diploma sobre este importante tema en el Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana, pero esos estudios, que pudieran contribuir a algo más que a extender un título universitario, terminan por lo general engavetados. Ello no es responsabilidad absoluta de la academia.

Existe también un audiovisual de hace años, pero no fue políticamente correcto exhibir algo que la sociedad se empeña en ignorar. Los que tienen que resolver esas necesidades básicas no se interesan en lo que dicen las ciencias sociales. Y, por otra parte, está presente el grave problema de la vivienda en Cuba, jamás resuelto; promesa siempre incumplida, aplazada, postergada.

El mismo día de mi presencia en aquel parque, leí la declaración de un jurista y pensé en la distancia abismal que se ha abierto respecto a la situación nacional en muchos de nuestros profesionales, incluyendo los políticos. No conozco al señor, por tanto descarto toda posibilidad de que esté impulsado por el afán de hacer frases. Las palabras fueron las siguientes: «De eso se trata, de que los olvidados, los desamparados, los excluidos, la masa inmensa, inabarcable de los pueblos oprimidos de este mundo esperan de nosotros que no entreguemos la bandera. ¡Por ellos debemos de resistir!».

Sería bueno preguntarle al funcionario y especialista si esos individuos que comen de los contenedores de basura, que caminan en harapos y que nacieron en esta tierra, no entran en las categorías de «olvidados», «desamparados» y «excluidos». Espero que no me acusen de mentir y a esos infelices, que apenas hablan, no los detengan acusados de mercenarios o vendidos al imperialismo. 

Pienso también en Estrellita, la «deambulante» que un día descubrí cerca de mi casa. La interrogué y no supo explicar bien, tiene trastornos psíquicos, pero eso sí, me confesó acerca del albergue: «no se puede estar ahí». Lleva tres décadas viviendo en la calle, tiene 72 años y es natural de Matanzas. Convivió con un señor mayor en el Vedado, este murió y los herederos la desalojaron. Tiene hermanas, pregunté por qué no vivía con ellas: «mi única familia verdadera es mi madre y ya no está».

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Anciano que encontré una vez en 23 y 26 dedicado a recoger botellas plásticas vacías. Cuando me dirigí a él me aclaró: «soy deambulante, estuve treinta años preso».

Me contó un vecino que ella dormía hace unos años debajo de un camión destartalado con un amigo, en Nuevo Vedado. Un día el jefe de sector de la PNR de esa zona los expulsó, esa fue la solución del policía y la respuesta institucional al desamparo. No podían deambular en ese espacio, tendrían que ir a otro lugar más humilde.

También dijo mi amigo que una vez observó que el ómnibus encargado de recogerlos —cuando hay interés en que no estén a la vista— la localizó, y fue testigo de que la obligaban a subir por la fuerza. Estrella se negó rotundamente y él intervino para que no la violentaran más. Habló con ella hasta que la convenció.

Otro caso es el del anciano que encontré una vez en 23 y 26 dedicado a recoger botellas plásticas vacías. Cuando me dirigí a él me aclaró: «soy deambulante, estuve treinta años preso». Le hice la misma pregunta respecto a un albergue, su respuesta fue similar: «no, en el albergue no se puede vivir». El Estado debería prever que una persona que pase esa cantidad de años en prisión, es muy posible que ya no pueda disponer de un espacio propio para habitar cuando sea excarcelado. Tal vez sí y tal vez no.

Uno de los deambulantes que sobrevivió a la Covid-19 fue dado de alta. El chofer encargado de trasladarlo lo llevó hasta el puente de la Lisa, ese era su rincón. ¿Será difícil a los taxistas distribuir a estos seres humanos, si es que sanan, por toda la Isla? Esas personas sin hogar aprendieron que sus casas, sus formas y sus esfuerzos más inmediatos, son ellos mismos. Como los caracoles, fabrican la dura consistencia de sus conchas.

A los funcionarios vinculados con esta tragedia les diría que compadecer es proteger física y simbólicamente. Les pediría que liberen los cerrojos que aprisionan el fondo oculto y esencial que impide ver y alcanzar al fin la verdad, la auténtica realidad.

28 octubre 2021 20 comentarios 2.348 vistas
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Decir

Decir y no decir: el tema vejez en Cuba

por Teresa Díaz Canals 1 octubre 2021
escrito por Teresa Díaz Canals

«Dios mío, sálvame de las arrugas del espíritu y, sobre todo,

cuídame de no darme cuenta de que son arrugas».

André Gide

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En 1990 la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 1ro de octubre Día Internacional de los Adultos Mayores. Ello se hizo en seguimiento a iniciativas como el Plan de Acción Internacional de Viena sobre el Envejecimiento, anunciado en 1982 con el objetivo de elevar la participación, en las familias y las comunidades, de este sector etario que para 2050 constituirá el veinte por ciento de la población mundial, es decir, unos 2 000 millones de personas.

Estamos atravesando actualmente la Década para el Envejecimiento Saludable, también acordado por las Naciones Unidas. Con ello se desea alcanzar un nivel mínimo de protección social a la ancianidad.

Cuando se argumenta acerca de la importancia de este día, es importante mencionar a la escritora y catedrática mexicana Emma Godoy Lobato, quien consagró gran parte de su vida a dignificar la ancianidad. A ella dedicaba programas de radio, por su mediación se fundó en México, en 1979, el Instituto Nacional de la Senectud (INSEN).

Decir (1)

Emma Godoy Lobato

Como parte del equipo de CUIDO60, he revisado algunos materiales para constatar el tratamiento que se brinda a los adultos mayores en nuestro país. Es impresionante la labor desplegada en todos estos años por la sociedad civil cubana. Sin embargo, a veces reflexiono en los aspectos en que se presentan fisuras preocupantes, pues el tema no escapa a burdos análisis triunfalistas.  Leo un titular que dice: «En Cuba la atención a los ancianos resulta un logro de la sociedad».

***

«Un país culto estimula a sus ancianos».

Emma Godoy

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Existen en Cuba una serie de programas y proyectos que atienden a los adultos mayores: asilos, casas de abuelos, cátedras del Adulto Mayor, Programa integral de envejecimiento saludable del Municipio Plaza (PIES-Plaza), Proyecto Palomas, Cáritas, entre otros.

El capitalino municipio Plaza es el más envejecido de la nación. Por ese motivo, desde 2018 la Sociedad Cubana de Gerontología y Geriatría, en alianza con el órgano de Poder Popular de la mencionada zona, elaboraron el Programa Integral de envejecimiento saludable en el Municipio Plaza (PIES-Plaza), en colaboración con una agencia de cooperación internacional. A ellos se incorporó ahora el Proyecto Palomas para la divulgación de sus resultados.

Su objetivo general es contribuir al desarrollo de un envejecimiento digno, saludable y activo, mediante la disminución de las brechas que impiden o frenan este objetivo, lo cual se hace con enfoque multisectorial.

Decir (2)

Aunque muchas personas mayores de edad han encontrado en algunas de las instituciones mencionadas un lugar excelente de socialización, ello no satisface en absoluto las necesidades de todas las que tienen esta condición.

Antes de que comenzara la pandemia de Covid-19, muchos abuelos se reunían en los parques para hacer ejercicios físicos. Una buena parte de ellos jamás había desarrollado tales prácticas, pero de la interacción que se produjo, y de manera paulatina, surgieron numerosas amistades, salidas de recreo a sitios interesantes como playas, restaurantes y otros lugares agradables. Algo sustancial de ese intercambio resultó la disminución de la sensación de soledad.

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«Aún tengo más que hacer que lo que he hecho».

Víctor Hugo

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Voy a asumir el más genuino estilo gideano: decir la verdad en público. Para André Gide este acto resultaba una fuente de eterna juventud. Aspiro a sentir lo mismo que esta atrayente y enigmática figura de la historia política e intelectual del siglo XX. Diré lo que pienso:

– Una gran parte de la emigración cubana de las últimas décadas es joven, como es lógico. El precio para los mayores de edad que han quedado en el país ha sido muy elevado, con la consecuente profundización del sentimiento de desamparo. La soledad es una casa vacía.

– La pretensión de hacer de La Habana una «Ciudad amigable», en específico el municipio Plaza, es una idea muy linda por parte de los actores sociales que intervienen en tal proyecto, pero dudo mucho que los decisores políticos destinen recursos para esos empeños.

Podían haber determinado un presupuesto para mejorar los asilos y lo destinaron a comprar armas. ¿Dónde hay pañales de adultos en estos momentos en abundancia? ¿Dónde están los alimentos y medicinas adecuadas para satisfacer las necesidades básicas de estos seres humanos?

– Se necesita un proyecto cultural y comunicativo mucho más amplio para contribuir a concientizar instituciones y personas. Es imprescindible el mejoramiento de las condiciones económicas del país para que se pueda atender con calidad a nuestros ancianos.

– En 1885 José Martí escribió: «La independencia de un pueblo consiste en el respeto que los poderes públicos demuestren a cada uno de sus hijos». Los ancianos requieren de atenciones especiales que muchas veces no pueden y no deben ser satisfechas solo por las familias.

Decir (3)

(Foto: Tremenda Nota)

Recuerdo que en el tiempo en que mi madre se jubiló, estuvo muy preocupada porque su pensión era de menos de diez dólares mensuales. Una vez, ya enferma con demencia senil, encontré en su mesita de noche un bono concedido a los jubilados que recibían esa cantidad mínima, les habían aumentado la jubilación de 175 a ¡200 pesos! 

En el certificado se podía leer: «La Revolución no abandona a ninguno de sus hijos». Era una burla aquél eslogan, muy humillante, pero ella conservó el papel junto a su Diploma de Vanguardia Nacional.

Ayer, en una parada de ómnibus, me acerqué a una señora que vendía agarraderas de tela para cazuelas, pregunté cuánto costaban y le compré unas para poder iniciar una conversación. Tenía 82 años, se expresaba correctamente, vive sola y me dijo que había trabajado antes como secretaria. Que al vender eso se ganaba «unos pesitos», pues ella no era quien las confeccionaba.

El Ministerio del Trabajo y Seguridad Social es el ejecutor directo de tal injusticia, la cual ahora ha pasado a mi generación. Es el momento en que la historia es un crimen multiplicado alucinatoriamente.  

El agua fresca rejuvenece el rostro, refresca la mirada, despierta la energía de ver. Eso hice en este instante y veo la luz más clara, más nítida. En el tema de la vejez es importante practicar la ética de la compasión. Se capta lo que no se dice a través de lo que se hace. Lo que se transmite no se explica. El valor radica en la sugerencia, en la evocación, en el silencio. Por ello, su forma expresiva es inspiradora, sugerente, muestra una realidad en innumerables sentidos para su comprensión, para su solución. Es esperanza creadora.

1 octubre 2021 18 comentarios 2.232 vistas
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Lección

Una lección de ética en tiempos de pandemia

por Teresa Díaz Canals 22 julio 2021
escrito por Teresa Díaz Canals

Todo verdadero aprendizaje es el aprendizaje de otro y desde el otro,

y no precisamente del otro que es como yo,

sino del que es diferente…

Joan-Carles Mèlich, La lección de Auschwitz

***

Son contundentes las emociones que despiertan en estos días. Tan es así, que hay personas que comentan: Cuba fue una antes del 11 de julio y otra después, ya nada puede ser igual. A pesar de ello, no voy a referirme a lo que ocurrió ese aciago día en nuestro país, sino a dos noticias que llamaron sobremanera mi atención.

La primera es la advertencia que estudiantes de la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana hicieron al gobierno sobre los riesgos de concentraciones multitudinarias. La segunda revela que algunos alumnos de Matemática de la mencionada institución académica, sostuvieron un intercambio con su Decano acerca de la convocatoria a la zona ubicada en los alrededores de La Piragüa, para demostrar apoyo incondicional a la Revolución. Ellos cuestionaron igualmente semejante proceder en medio de la grave situación epidemiológica que azota con fuerza a Cuba debido a la pandemia de Covid-19.

Lección

Mensaje de Raúl Guinovart, decano de la Facultad de Matemáticas y encargado del equipo que ha calculado las tendencias de la Covid-19 en Cuba, a sus estudiantes en el grupo de Telegram del centro docente.

Esas actitudes de un grupo de jóvenes universitarios han resultado —desde una mirada ética—, profundamente reveladoras. Estimo que la institución a la que pertenecen debería sentirse satisfecha de contar con discípulos tremendamente humanistas.

Independientemente de las presiones que existen, de la mediocridad y el oportunismo siempre agazapados, la Academia contiene en sí cierta aura de independencia solapada, misteriosa, siempre digna. Ahí conocí a profesores que admiro, que respeto, de los cuales aprendí en cada una de nuestras conversaciones y cuyas obras ocupan un lugar fundamental en la cultura científica de la nación.

Es importante explicar que cuando me refiero a la humanidad de esos jóvenes, pienso en su abierta y decidida «preocupación por el otro», por el dolor y el sufrimiento de muchos compatriotas en la actualidad. ¿Qué es más relevante, un día de proclamación de consignas o la vida y la salud de miles de personas?

Nada es más peligroso que reducir en estos momentos un contexto de miseria generalizada y descontento popular a la indiferencia hiriente y al mantenimiento de un esquema dogmático de representación de una realidad que en verdad no es tal, donde se simplifica la vida a una especie de cumplimiento de manual del perfecto «revolucionario». La filosofía de Emmanuel Levinas no se instala en las caras, sino en los rostros que se traducen en voces, gritos, llantos, ruegos. Con esto dotó el pensador lituano de un nuevo sentido a la responsabilidad.

Lección (3)

Postura de la FEU de la Facultad de Biología ante la convocatoria al acto gubernamental del 17 de julio pasado.

Esos muchachos demostraron que la relación con el otro es un acceso ético de no indiferencia, un camino responsable. En tal sentido, dieron una lección, respondieron a una demanda de cumplimiento de un protocolo sanitario, intervinieron sobre este complejo presente; por lo tanto, es nuestro deber abrir una interpretación auténtica de lo que realmente nos sucede y desechar definitivamente la vía trillada, obsoleta, de un modelo social que ha demostrado por demasiado tiempo que no funciona.

La ética de estos tiempos descansa sobre la corporeidad, las situaciones y las mediaciones, la contingencia y los acontecimientos; ella necesita del matiz, del punto de vista, de la incertidumbre y la provisionalidad. Nada tiene que ver con grandes principios ni con la obediencia incondicional y ciega a determinados imperativos categóricos, instituciones o personajes.

22 julio 2021 40 comentarios 3.124 vistas
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Pensar (1)

Pensar es juzgar. A propósito de unas palabras con pistola

por Teresa Díaz Canals 9 junio 2021
escrito por Teresa Díaz Canals

Pero sus estridentes ladridos/solo son señal de que cabalgamos

Poema Ladrador

Johann Wolfgang Goethe

***

 El autismo moral de los intelectuales

A partir de las intervenciones del entonces primer ministro del gobierno revolucionario Fidel Castro Ruz, en la Biblioteca Nacional en junio de 1961 —resultado de las reuniones convocadas ante la reacción suscitada por el documental PM—, conocidas como Palabras a los intelectuales, se hizo frecuente recurrir a la frase pronunciada allí: «Dentro la Revolución todo, contra la Revolución ningún derecho».

Resulta un hecho simbólico, y al mismo tiempo decisivo, que al comienzo de su alocución en un encuentro con personas del campo de la reflexión y producción cultural, el Comandante colocara encima de la mesa su pistola. Hay una anécdota de esa misma reunión que es importante resaltar, cuentan que el dramaturgo y poeta Virgilio Piñera se paró y confesó públicamente: «Tengo miedo».

La justificación del mandato concluyente antes mencionado en la historia de la política cultural cubana posterior a 1959, radicaba, y todavía consiste, en que en ella, de acuerdo a determinados funcionarios, se permite una posibilidad  amplia a los creadores de todas las especialidades. Su límite «apenas» se encuentra en la no admisión de valoraciones negativas hacia lo que es considerado «la Revolución», es decir, hacia el poder instaurado por los guerrilleros de la Sierra Maestra.  

Esa regla del juego respecto a la postura que debían adoptar los representantes de la cultura en general, se condensó en un reduccionismo político que trajo enormes consecuencias para la vida de la nación. Ella se convirtió en la apropiación de la Verdad, sin discusión, no en algo con lo que se debía establecer una escucha, una relación. 

La sociología del conocimiento nos permite volver sobre la infausta determinación que se transformó en guía por excelencia para estimular la indiferencia hiriente, la injuria, el resentimiento. ¿Por qué un «elegido» determina lo que está dentro y lo que está fuera? Al mismo tiempo, ella condenó a muchas personas al ostracismo, sirvió de instrumento y coartada a grandes y pequeños abusos de poder. ¿Quién no ha sufrido esas costosas lástimas?  

Pensar (2)

Heberto Padilla en 1969. (Tomada de Oncuba)

Pocos años más tarde se clausuraron las ediciones El Puente, aconteció el penoso «Caso Padilla», se establecieron los acuerdos del Congreso de Educación y Cultura de 1971 que abrió las puertas al Quinquenio Gris, y  fueron ninguneadas figuras que no merecían tal tratamiento, como José Lezama Lima y Dulce María Loynaz, reconocidas solo al final de sus vidas o ya fallecidas. Otras palabras revalidaron después aquellas primeras: «la calle es de los revolucionarios».  

Es increíble cómo un país con una tradición de pensamiento impresionante fuera cercenado en su más profundo ser social. La dimensión moral y su estrecha dimensión con el magisterio la podemos calcular a través de una conversación de José de la Luz con el general Narciso López en 1848: «[…] Cuba no está preparada para gozar de la independencia: para que lo esté soy yo maestro de escuela». En su colegio El Salvador hubo preocupación por estimular la meditación en el aprendizaje, por lograr un equilibrio de las distintas capacidades del educando, aquí se aprendió a estudiar y a enseñar.

Habría que retornar verdaderamente a las raíces martianas. No se necesita un palacete para estudiar a ese pensador, que señalara como criminal al que estimulase el odio entre cubanos y quien escribiera en 1876: «Profesar una opinión y defenderla es un uso digno de la libertad de pensamiento» y «En bien se recoge el bien que se siembra».

Restringir la libertad de expresión tuvo un efecto devastador en el plano moral, en la conciencia de la población: el triste silencio cubano. Qué ironía que en nuestra sociedad comenzaran a manifestarse rasgos de los tiempos en que éramos colonia de la metrópoli española. Emergió así un escenario donde lo que ha predominado no es tanto el control de acuerdo con la ley, sino más bien la vigilancia acerca de lo que pueden hacer, o están dispuestos a hacer, los individuos.

La censura más eficaz no es la que se manifiesta sobre la palabra impresa o hablada, sino aquella que impide que los pensamientos se tornen conscientes. Un sistema de prohibiciones como la que se engendró a partir de ese «dentro» y «fuera», deja su huella en los seres humanos. 

La censura invadió la moral individual y colectiva para transformarse en autocensura, que es, en definitiva, su fruto más doloroso y pródigo. Era necesario moderarse, rehuir las verdades peligrosas, envolver en nieblas las expresiones arriesgadas. Sin embargo, aun en la obediencia, la inteligencia resulta un arma de doble filo, pues el pensamiento mismo es la libertad.

Pensar (3)

La poetisa Dulce María Loynaz vivió recluida en su casa del Vedado.

El futuro que nunca fue presente

Recuerdo que crecí con una deuda y una culpa. Lo poco que llegué a ser o a alcanzar se lo debía por completo a la Revolución, he ahí la deuda. No fuimos los gestores del cambio, he ahí la culpa; por tanto, la única manera de demostrar nuestra adhesión a lo político, era estudiar y trabajar incondicionalmente para hacer del futuro una sociedad próspera.

Cuando comencé a trabajar era la época de los asesores soviéticos en las universidades. Sin que alguien me lo indicara explícitamente, advertí que en todas las ponencias que se presentaban a algún evento científico, los participantes incluían al menos una cita de Carlos Marx o Federico Engels, era un acuerdo tácito, donde se demostraba el revolucionarismo del que formábamos parte.

Insinuar que aspirábamos a hacer el doctorado o a ascender de categoría docente, sin que los jefes de departamento hablaran de ello, era mal visto.

En mis últimos años de trabajo académico oficial, vino a entrevistarse conmigo el jefe de la Seguridad de la facultad a la que pertenecía. El motivo era mi asistencia a un encuentro de especialistas de Ciencias Sociales en EE.UU. Su objetivo era que le reportara si algún «enemigo» decía algo inapropiado contra la Revolución. Contesté con mucha amabilidad, «¿Aquí el primer enemigo sabes quién es?: el rector». Terminé prestándole un libro de Michel Foucault.   

Qué admirable si en 1961, en vez de sacar una pistola, el Comandante hubiera subrayado los versos del poeta alemán Hördelin: «Desde que somos diálogo/y podemos los unos escuchar a los otros». Eso sí habría significado una fundamentación en firme.

Una postura digna es tomarse en serio al otro, colocar al otro como punto de partida; a ese otro que no tiene poder, que no tiene palabra, pero sí dolor. Mucha razón tuvo José Lezama Lima cuando escribió en Sucesiva o Las coordenadas habaneras: «Cuando la imaginación del Estado es plena y saludable, está en la obligación de crear alegría creadora, de convertir la alegría en un alimento natural, terrestre».

Pensar (4)

José Lezama Lima

Nuestra tierra se hace habitable por las plantas en sus múltiples especies, y no por la Planta, y se hace hermosa por las flores, y no por la Flor. La realidad plenaria, tierra y alma, llegará a ser habitable por las ideas, no por la Idea, por las filosofías, no por la Filosofía.

En La lección de Auschwitz, su autor, Joan-Carles Mèlich escribió:

«Si el lenguaje no es capaz de reconocer y de acoger al otro en su más radical alteridad, entonces nos encontramos en un universo dominado por la gramática de lo inhumano. En un mundo así nadie se atreve a preguntar, porque preguntar significa poder pensar que las cosas podrían ser de otra manera. Preguntar es imaginar la posibilidad de un mundo alternativo […] La gramática es inhumana si es capaz de habituarse al horror».

¿Qué conmemoramos esta vez? ¿Quién ha visto rememorar amenazando con un arma? Como Virgilio Piñera, también tengo miedo. Sin embargo, nos queda José Martí para transformar la moral en un estilo de vida y la ética en una estética. La esperanza es la virtud principal de los tiempos difíciles.

9 junio 2021 39 comentarios 3.429 vistas
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