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Julio Antonio Fernández Estrada.

Julio Antonio Fernández Estrada: Un Código para el país que yo quisiera

por Lecturas sugeridas 24 septiembre 2022
escrito por Lecturas sugeridas

El 25 de septiembre de 2022 es la fecha en que el gobierno cubano llevará a votación popular el nuevo Código de las Familias. ¿Pero cuánto camino ha tenido que recorrerse para llegar hasta aquí? ¿Por qué se han generado tantas polémicas, algunas muy amargas incluso, alrededor suyo? ¿Cuánto representa al pueblo? ¿Es realmente una voluntad política de otorgar derechos o un juego político del Gobierno?

Tras veinticuatro anteriores versiones, la comisión redactora llegó al texto que se someterá a referendo popular. Una comisión redactora que apenas nadie conoce y que no contempla entre ellos a ningún actor de la sociedad civil involucrado en las largas luchas por defender y garantizar derechos que hace mucho ya debían haber sido otorgados a la sociedad cubana.

Porque es justo parte de esa sociedad, como la comunidad LGTBIQ+ y la comunidad por la defensa de los derechos de las mujeres, quienes comenzaron a reclamar derechos para ellas y, en extensión, para otros sectores, como la infancia, las personas de la tercera edad y personas con discapacidades. 

Sin embargo, la mayoría de esos reclamos y los activistas de estas comunidades han sido enfrentados a lo largo del tiempo con censuras, represiones, ninguneos, humillaciones. Pero, a pesar de ello, estas comunidades han logrado crear mecanismos independientes de observación, denuncia, redes de apoyo… Mecanismos que, si bien responden a necesidades sociales reales que el Estado no cubre, este tampoco deja que se articulen y desarrollen de manera paralela a él. 

Resulta hasta cierto punto entendible, entonces, que gran parte del pueblo desconfíe o no se interese por aquello que venga de ese mismo gobierno que cada día más lo deja desamparado. En un contexto de profunda crisis económica, con un nuevo Código Penal más represivo —que no fue llevado a consulta popular—, la discusión del Código de las Familias puede ser considerado como un lavado de imagen del gobierno o un entretenimiento político.

Pero más allá de la tan llevada y traída frase de “los derechos no se plebiscitan”, hay elementos en el texto que responden a todos los sectores de la sociedad en la Isla. Y justo uno de los principales dilemas que entraña la votación del próximo 25 de septiembre es el sopesar el costo político y social de un Sí o un No para el desarrollo de la sociedad cubana, más allá de estar o no de acuerdo con lo que refleja este nuevo Código de las Familias.

Por ello, Hypermedia Magazine conversa con Julio Antonio Fernández Estrada, profesor, historiador y doctor en ciencias jurídicas, cuyos textos y análisis recorren diferentes medios independientes cubanos y sobre Cuba.

En teoría, este Código de las Familias representa un salto legal y social hacia adelante en comparación con el anterior, e incluso con el de otros países. ¿Opinas lo mismo? ¿Cuáles son los aspectos más destacables, tanto a favor como en contra, reflejados en su texto?

Creo que es una ley muy progresista, un objeto anacrónico y perturbador en el panorama jurídico cubano actual. Por eso es que ha sido tan polémica, aun siendo claramente una gran ley, la mejor, tal vez, que se ha hecho en Cuba en décadas. Es una ley del siglo XXI, donde han puesto las manos y los cerebros grandes juristas, como el profesor Leonardo Pérez Gallardo, el más importante civilista cubano —fuera de la práctica judicial y notarial, donde hay grandes juristas también— del presente siglo y parte del anterior. 

Es un Código que nos regresa jurídicamente a la época de los grandes documentos. Refinado, casi voluptuoso, pero extrañamente equilibrado entre las necesidades del pueblo cubano real, sus problemas y carencias sociales y de justicia, con lo más progresista del pensamiento mundial, desde un punto de vista jurídico y social.

Creo que es una ley que ha nacido en un momento demasiado complicado para Cuba. Los cubanos y cubanas se están debatiendo entre la vida y la muerte de la nación. La vida de nuestro pueblo, con su identidad y su historia. Estamos en medio de la más grave crisis migratoria de la historia de Cuba, de una crisis política sin precedentes, después de una fatigante y mortífera epidemia que mató muchos más miles de cubanos los que el Estado reconoció, de nuevo, de forma indecente e inolvidable. Ha venido al mundo, al menos antes de la decisión popular final, en un momento de crisis muy grande y deberá cargar con esa cruz, lo que también lo hace un documento histórico desde su creación intelectual.

Es un Código para un país ideal, un Código para el país que yo quisiera, pero no para el país que existe en realidad. Estamos luchando por el pan y los antibióticos, y nos cuesta trabajo mirar hacia la parte de la justicia que se esconde debajo de nuestra supervivencia material y básica. 

Es un Código exhaustivo, como ya no puede serlo el pueblo de Cuba. De avanzada, para un pueblo que hoy es producto, también, de una larga crisis educativa y cívica. Para un contexto enrarecido, donde se nota la paradoja insalvable de un Estado que presenta una ley mejor para las familias y encarcela a cientos de personas por defender otros derechos humanos, también e igualmente inmanentes y universales.

Su texto incluye un Glosario muy útil, con una regulación sobre Derecho Internacional Privado, ejemplar, que modifica, caminando en puntillas de pie, para que no se noten las pisadas, una parte importante del Código Civil. Es una ley que, en el mismo cuerpo, abandona instituciones jurídicas del Derecho Romano, superadas, como la Patria Potestad, y acoge otras, también de nuestra fuente original de conocimiento jurídico más trascendente, como los Pactos de los particulares. 

Asimismo, eleva la autonomía de la voluntad a un lugar que no existe en el resto del Derecho Civil cubano y lo hace en un momento en que los operadores jurídicos en el país también están emigrando, lo cual será un reto para los nuevos notarios y para los tribunales de justicia, porque habrá una gran cantidad de Derecho de Familia que se podrá resolver desde la voluntad de las partes.

Todo esto hace que el Código sea moderadamente liberal. Hace que el Estado —siguiendo el síntoma comenzado desde las reformas económicas y la nueva Constitución de 2019— se retire de muchas relaciones jurídicas. En este caso, haciendo que el Derecho de Familia vuelva a ser, en parte, una rama jurídica de Derecho Privado y no de Derecho Público, como era, en esencia, desde 1975.

Julio Antonio Fernández Estrada.

(Imagen: Yucabyte)

Una de las frases más utilizadas en los últimos tiempos alrededor del plebiscito del Código de las Familias es “los derechos no se plebiscitan”. ¿Cuáles pudieran ser para ti los pros y los contras de esta frase?

Es un principio del Derecho producido como ciencia y como instrumentos internacionales de derechos humanos que estos no se plebisciten, porque su carácter universal quedaría afectado por el posible voto de las mayorías. Es decir, el derecho humano a la dignidad no tiene que ser popular, sino protegido. No se trata de consultar su necesidad o no, porque los derechos humanos son, además, inmanentes y no negociables. Por tanto, deben ser asumidos y respetados por todos los Estados. 

Llevarlos a plebiscito es ponderar la posibilidad de su aceptación o no. ¿Si plebiscitamos los derechos de familia, por qué no hacemos lo mismo con el derecho a la vida? ¿Si el pueblo está de acuerdo en que no tengamos derecho a la vida, dejamos de tener todos derecho a la vida? No es así. O no debe ser así, porque el derecho humano a la vida debe ser inmanente, inalienable y universal. Es decir, para todos los seres humanos, no solo para los que han aceptado vivir con ese derecho o han luchado por él. 

Los derechos humanos son un resumen incompleto pero importante de luchas y reivindicaciones sociales de pueblos y culturas en la historia de la humanidad. No debemos prescindir de derechos relacionados con la existencia digna ni de derechos relacionados con la participación política en nuestros Estados y sociedades, sin los cuales yo creo que tampoco hay dignidad.

Los derechos humanos no son solo un límite jurídico y ético a la actuación de los Estados. También son un límite a la idea de soberanía nacional y popular, porque se colocan en una posición de privilegio frente a los ordenamientos jurídicos nacionales, con excepciones como la cubana, haciendo que la consulta en plebiscito sobre el reconocimiento o no de un derecho humano sea inoperante o al menos ilegítima.

Por otro lado, los referendos en los que se confirma la validez o no de una Constitución son una consulta plebiscitaria que incluye aceptación o no de derechos humanos. Por tanto, se están plebiscitando derechos de forma indirecta o solapada, como es el caso del plebiscito para darle validez al Código de las Familias en Cuba. 

Peor y más disparatado es que ya este Código ha sido publicado como Ley por la Gaceta Oficial, con un número propio incluido. Esto resulta un procedimiento ilegal e inconstitucional porque ese proyecto de ley no puede ser ley hasta que el pueblo lo decida en plebiscito. 

La Asamblea Nacional es el único órgano legislativo y constitucional en Cuba; pero no tiene más poder que el pueblo. En este caso, es un mandato constitucional, del pueblo cubano, que esa ley, específicamente, se lleve a referendo, lo que cambia la forma regular de aprobación de leyes en el país. O sea, en este caso, el Código de las Familias no puede ser ley sino por decisión popular en referendo. 

Llama la atención el nivel de impunidad y torpeza con el que se está haciendo política y derecho en Cuba porque, en este caso, no era muy difícil entender que este Código no podía ser ley hasta que el pueblo no lo confirmara. Ahora, en caso de que el Código de las Familias no sea aprobado por el pueblo, tendremos una ley aprobada, promulgada, publicada y numerada, que no se podrá aplicar a no ser que se le dé un golpe de Estado a la Constitución vigente.

¿Crees que este nuevo Código de las Familias realmente brinda una protección a distintos sectores de la población cubana en cuanto a los derechos humanos? 

El nuevo Código de las Familias es una ley mucho más garantista e inclusiva que la vigente. Resulta una norma jurídica progresista, protectora de derechos humanos de muy diversos tipos. Es pormenorizada, abarcadora de relaciones jurídicas que no se tomaban en cuenta en el Código de 1975. 

No es solo un Código que hace justicia a derechos de la comunidad LGBTIQ+, sino que protege a la mujer de una forma más intensa y amplia, como hace con la infancia, los adultos mayores, las personas con discapacidad. A los padres que se alejen de los códigos de la familia patriarcal con comportamientos dignos, responsables e implicados con la educación de los hijos. También protege a familias y matrimonios diversos y con necesidades e interés de comenzar una relación parental y que no han podido hacerlo por vías biológicas directas. Igualmente, protege a personas cuidadoras, que no estaban previstas antes en el Derecho cubano. Además, brinda más posibilidades de trabajo bajo un régimen jurídico de seguridad y de protección legal a los notarios públicos, a los Tribunales Populares y a la Administración Pública en general.

¿Cuán válido o no resulta que el Gobierno cubano instrumentalice el Código de las Familias? ¿Qué sucede cuándo hay una instrumentalización de los derechos de los ciudadanos?

Hay una instrumentalización buena, necesaria, que ocurre cuando un derecho debe convertirse en una política pública, en un instrumento real de acción ciudadana, en una garantía real para lograr que el derecho de que se trate sea verdaderamente defendido. Y los derechos que no se instrumentalizan en este sentido carecen de mecanismos, instituciones, políticas, procesos, funcionarios, que hagan viables la existencia del derecho.

Sin embargo, hay una instrumentalización de los derechos como herramienta política, de propaganda, de solidificación de la hegemonía estatal, que está dentro de las posibilidades de la política real. Esta, solo es posible enfrentarla con un Estado de derecho sólido que deslinde lo que se dice de un derecho de lo que la ley permite o protege en realidad.

Si el gobierno cubano convierte los nuevos derechos consagrados en el Código de las Familias en un instrumento político,está politizando un asunto que no es esencialmente político, aunque también lo sea en parte. Ningún gobierno, como parte de un Estado, puede hacer otra cosa que política. Por tanto, es un poco ingenuo pedir a un gobierno que no convierta en un instrumento político a su favor lo que sale de su esfera de influencia y puede relanzarlo, en este caso, como un gobierno que propicia la inclusión de grupos históricamente discriminados o que actualiza relaciones jurídicas petrificadas como la patria potestad, la adopción, la tutela, el matrimonio y su contenido económico.

Éticamente, es cuestionable que un gobierno haga propaganda política para cantar a su humanismo y carácter democrático, cuando al mismo tiempo tiene presos de conciencia; pero este comportamiento es bastante común en el funcionamiento de Estados y gobiernos.

Repito, hay una instrumentalización esperable, que sería aquella que convierta en políticas e instituciones útiles y efectivas lo que este Código recoge en forma de normas jurídicas. 

Por ejemplo, es necesario que se materialice la defensoría de la que habla la ley; que se cambien los criterios de protección de las mujeres sobrevivientes de violencia de género para que puedan ser salvadas en realidad, como sujetos de derecho, no como objetos de protección, con garantías para su vida económica y social; que cambien, también, los protocolos que se usan hasta ahora para asegurar la vida de una víctima de violencia de género o intrafamiliar. Instrumentalización buena sería que hubiera nuevas políticas para hacer que la vida de los adultos mayores sea digna y con bienestar, más allá de principios y enunciados. 

Todos los Estados hacen propaganda, política, alrededor de su legislación más avanzada, más inclusiva. Es imposible evitar eso. El Derecho es en sí un instrumento estatal, cosa que solo puede ser matizada a favor de la justicia si existe un Estado de derecho.

Lo ideal sería que, además de instrumento político del Estado, los derechos fueran, sobre todo, instrumentos políticos y jurídicos de la ciudadanía. Si esto se logra, importa menos el discurso.

Julio Antonio Fernández Estrada.

(Imagen: PCC)

Según datos de la ONU, en 2019, Cuba tenía más de un millón y medio de emigrados, lo que representaba casi 15% de su población, cifra que ha aumentado considerablemente, sobre todo en el último año. Sin embargo, aunque muchos de estos emigrados aún mantienen vigentes sus derechos como ciudadanos cubanos, solo tendrán derecho a votar por el Código de las Familias aquellos cubanos que se encuentran cumpliendo misión en el exterior. ¿Qué representa que este por ciento de la población emigrada que aún mantiene vigentes sus derechos como ciudadanos cubanos no sea considerado para el voto?

Esa población cubana tampoco fue considerada para votar en el referendo constitucional. No puede firmar una propuesta de iniciativa legislativa ni constituyente, a no ser que vaya a Cuba a pedir un certificado de elector, que no le han dado a nadie todavía.

La Constitución cubana de 2019 tiene muchas deudas, muchas lagunas políticas de injusticia y olvido. Una de ellas es la no mención ni consideración de la importancia, presencia y necesidad de participación de la población cubana que vive fuera de Cuba. 

Creo que el futuro inmediato y mediato de Cuba, si lo queremos de justicia, democracia, soberanía del pueblo cubano, protección de los derechos humanos, debe incluir la participación de los ciudadanos cubanos. Cualidad esta que el Estado cubano solo considera para obligarlos a entrar al país con un pasaporte cubano y aceptar, sin vergüenza, que mantengan a sus familias en la Isla, poniendo dinero en sus cuentas en MLC o en sus teléfonos móviles; momento en que su dinero sí es bueno y no producido en el capitalismo o bajo la ideología imperialista.

Creo, simplemente, que todos los ciudadanos cubanos deben tener derechos políticos, a no ser que les sean limitados por causas legítimas, distintas en cualquier caso al hecho de vivir en otro país.

DemoAmlat ha puesto a disposición de los cubanos en la diáspora una plataforma digital para que se empadronen y puedan votar. ¿Qué puede esto representar desde lo práctico y lo simbólico?

Desde lo práctico, lo que significa es lo importante que resulta lo simbólico. Lo simbólico es importante en política y no solo en el campo de lo imaginario, utópico o representado, sino en el campo de la política real, porque la política real se produce desde el poder, pero también desde la sociedad civil que la sostiene y le da cuerpo.

Todo dato político es importante, no solo cuando es un dato vinculante. Si solo lo vinculante fuera importante, ¿entonces qué podríamos decir de las decisiones de la Asamblea General de Naciones Unidas que todos los años declaran que el embargo es injusto y contrario al Derecho Internacional?

Esta votación no definirá nada dentro del proceso de referendo en Cuba, pero es un ejercicio legítimo de participación política fuera de los ámbitos reconocidos por el Estado; que, dicho sea de paso, no es el único ente de la sociedad humana que puede decir qué es político y qué no.

Estos datos pueden convertirse en una forma de presión al interior de la sociedad cubana y sobre el Estado cubano, al ser un modo de arrojar otra vía de recopilación de votos, dada la desconfianza que muchas organizaciones, instituciones y personas manifiestan acerca del sistema electoral cubano y sus procesos de participación, escrutinio y publicación de resultados. No obstante, no puede tener una repercusión directa en los resultados que finalmente se brinden a la opinión pública cubana e internacional de la votación sobre el Código de las Familias en Cuba.

Han sido usuales en los últimos años ejercicios semejantes de participación impulsados por diferentes organizaciones de la sociedad civil cubana no legalizada, como encuestas en redes sociales, recogidas de firmas para apoyar campañas políticas o peticiones al gobierno de Cuba. Y es menos usual que este tipo de esfuerzos salga de plataformas extranjeras, académicas, de investigación. Aun así, creo que el tema cubano cada vez interesa más a las sociedades civiles de América, aunque no de la misma forma a los gobiernos y Estados de la región y del resto del mundo.

Desde un punto de vista jurídico, ¿cómo se explica que el gobierno haya decidido llevar a referendo popular el Código de las Familias y no el Código Penal?

Esto no se puede explicar de otra forma que políticamente. Es una de las paradojas típicas de la política cubana, de la actuación del Estado cubano ante diversos problemas a los que se enfrenta y que considero que también manifiestan los niveles de contradicciones y desacuerdos al interior de los grupos y cuerpos políticos de decisión más importantes de Cuba.

El Código Penal ha nacido para recordar que el Código de las Familias es solo una parte de la verdad, pero no toda. Hay una verdad, una cara de la política cubana, que es producto de un pensamiento y acción progresista y democratizadora a su interior. Mas hay otra que defiende regresar a los métodos represivos para contrarrestar el activismo de los opositores políticos cubanos y el derecho de manifestación de la ciudadanía. 

El Código Penal es una ley más punitiva que la anterior, con algunos puntos altos como la protección un poco más abarcadora, pero insuficiente todavía, de los derechos de las mujeres víctimas de violencia de género. Sin embargo, tiene más delitos que incluyen la pena de muerte en su marco penal sancionador y sobre todo tipos penales que tienen el único objetivo de criminalizar la protesta en Cuba, el trabajo de la prensa independiente y de parte de la sociedad civil que vive de la cooperación internacional.

La inclusión de la pena de muerte en este Código, después de casi veinte años de moratoria política de su aplicación en Cuba, es inconstitucional, al menos desde dos puntos de vista. Por una parte, la Constitución de 2019 consagra el derecho a la vida como un derecho humano y una ley no puede entonces prever la muerte como sanción penal. Por otro, el artículo 5 declara que el Partido Comunista cubano dirige al Estado, lo que significa que si el Partido decide que no se aplique la pena de muerte es inconstitucional que se incorpore en una ley aprobada por la Asamblea Nacional, que no puede contradecir al Partido en esa indicación política de relieve constitucional. 

El argumento de que la inclusión de la pena de muerte en la ley no significa que se aplique, es falso. En la práctica, lo que se ha hecho es mantener la pena de muerte como una sanción para delitos políticos, con mínimas excepciones, lo que significa que esta sanción es usada como mecanismo de represión al disenso.

Durante años, el gobierno cubano ha reprimido de distintas maneras a los activistas o disidencias por exigir parte de los derechos ahora incluidos en el Código de las Familias. Sin embargo, a pesar de que el propio gobierno ha realizado una enorme campaña oficial a favor de este, sigue reprimiendo a muchos de esos activistas, cuyos proyectos, agendas y campañas también van encaminados a favor del Código. ¿Qué mecanismos permiten que el Gobierno pueda llevar a cabo una campaña, pero criminalice por lo mismo a cualquier ciudadano cubano, residente en Cuba?

Esta realidad es parte de las mismas paradojas que ya he enunciado antes. Para el Estado cubano es muy distinto, siempre lo ha sido, que él, Estado magnánimo y paternalista, produzca o impulse un Código de las Familias inclusivo y garantista de más derechos humanos, a que un activista, un grupo o una comunidad luche por sus derechos. 

Agradecer está bien, al Estado cubano hay que agradecerle. Luchar ya es otra cosa. Se puede luchar por los derechos… de las personas en Chipre, como dijo magistralmente un gran humorista una vez. Para el Estado cubano, la única política posible se produce desde él o con él, lo que al instante criminaliza la política alternativa.

En Cuba no se reconocen de forma legal oposiciones ni opositores, ni organizaciones políticas con ideologías distintas a la oficial; que no se sabe cuál es. Tampoco se reconocen activismos ni activistas distintos a los que existen arropados por las organizaciones sociales históricas, considerando a la historia algo que casi solamente ha sucedido desde 1959.

Por otro lado, las campañas son manejadas a discreción por el gobierno. Es conocido que muchas iglesias cristianas han trabajado duro y durante años para contrarrestar lo que el Código de las Familias trae de nuevo sobre el matrimonio igualitario, la responsabilidad parental, la adopción igualitaria, la reproducción asistida, entre otros temas. Se les permitió organizar eventos, manifestaciones y declaraciones públicas contra el Código de las Familias. Cosa que me parecería bien si fuera una práctica generalizada, siempre que no sean violatorias de derechos humanos de personas, grupos y comunidades.

De nuevo está presente aquí el doble rasero del gobierno cubano, que evidentemente negocia, acepta, tolera, retrocede, cuando le conviene, como hacen todos sus homólogos en el mundo. Pero siempre vuelvo al mismo punto: todo esto sería aceptable en un ambiente de Estado de derecho, de rendición de cuentas del Estado sobre su gestión, sobre lo que se ha gastado en una campaña política u otra, en total transparencia de los procesos de consulta popular y de votación posterior.

La falta de coherencia en la actuación del gobierno cubano en cuanto a lo que se permite o no a los defensores u opositores del Código de las Familias, creo que dice más de su impunidad, autoritarismo, falta de controles, irrespeto a la institucionalidad y la legalidad, que a su postura en un lado u otro de la paleta de colores ideológicos, políticos, jurídicos y éticos, sobre los contenidos de este texto.

El gobierno cubano está en un momento de mucha fragilidad económica, financiera, energética, de legitimación social, de aceptación de su discurso y su propaganda, debilidad política, ideológica y de sentido, de emergencia por una crisis humanitaria migratoria y por una crisis de decrecimiento poblacional sin políticas visibles que la enfrenten de forma integral. En ese escenario, son decisivas las opiniones y posturas de las iglesias cristianas, que cuentan con miles de creyentes en sus estructuras religiosas, de la iglesia católica, de la sociedad civil cubana y del pueblo cubano fuera de Cuba. Pero las prioridades de la política dependen de la coyuntura específica en que se vive.

Julio Antonio Fernández Estrada.

(Foto: Excelenciascuba)

Muchas de las personas que sostienen la campaña #YoNoVoto argumentan que ir a las urnas el 25 de septiembre solo fortalece al Estado y al gobierno cubanos, así como este referendo, que es para ellos también anticonstitucional e ilegal. ¿Cómo se analizaría esta afirmación desde un punto de vista jurídico y político?

Creo que cada grupo, organización y persona decide la postura política que quiere asumir frente al Estado cubano. Creo también que enfrentarse al totalitarismo frenando una legislación defensora de derechos humanos y jurídicamente de avanzada es un error político porque, si bien intenta molestar a la maquinaria de poder, limita los derechos de las personas que también han sido víctimas del totalitarismo.

Los que voten contra el Código de las Familias lo harán a favor del Código de 1975, propio de una sociedad que no tomaba en cuenta las diferencias ni las comunidades diversas, ni a las orientaciones sexuales otras ni las identidades de género distintas a las habituales. El Código que conservaría su vigencia es el que declara que la familia debe educar a las niñas y niños en la ideología comunista, cosa que no hace el actual. Es menester sopesar lo que algunos creen que se pierde, con la diversidad que se asume con la nueva ley y lo que ya existía en Cuba. 

Si bien es cierto que la administración pública cubana, su sistema de justicia y su aparato burocrático, no podrán hacer realidad los contenidos de este Código como la gente piensa, porque es una ley demasiado profunda y abarcadora de una enorme cantidad de relaciones jurídicas, que llevará un largo tiempo metabolizar por las instituciones y el funcionariado cubanos, el Código de las Familias es una ley necesaria que nos acerca más al tipo de sociedad que queremos tener quienes deseamos vivir con bienestar material y espiritual. Es decir, con más justicia y más derechos.

Creo que hay que tratar de no hacer activismo contra el Estado socialista por medio de la limitación de derechos de las personas favorecidas por este Código. La negación de todo lo que hace el Estado cubano como propio del totalitarismo es una lectura reduccionista de la verdadera política. Este Código de las Familias se ha producido contra un Estado que también tiene defensores de las estructuras sociales patriarcales y machistas. Por tanto, no es un Código del Estado, sino de las nuevas oportunidades que brinda.

En algunas plataformas digitales, como Telegram, se han realizado encuestas informales sobre la votación del Código de las Familias. Los resultados han arrojado un pobre por ciento de votos a favor, siendo la mayoría repartidos entre aquellos en contra o las abstenciones. ¿Hasta qué punto estas encuestas informales pueden tenerse en cuenta como un indicador de lo que sucederá realmente en las urnas? ¿Consideras que, a pesar de estos resultados, ya está decidida la suerte del nuevo Código de las Familias?

No considero que esas encuestas sean muy abarcadoras, aunque deben tomarse en cuenta como cualquier esfuerzo de recopilación de datos e información. Más bien, yo creo que el Código de las Familias será aprobado. Ninguna votación promovida por el Estado cubano ha tenido un resultado distinto al que el Estado espera desde 1959. No tiene ahora por qué ser distinto. No es un buen momento para empezar a mostrar debilidades en el consenso. 

Además, creo que una gran parte de la población cubana, la mayoría, según mi criterio, vota en la línea de la propaganda política oficial. No hará falta ningún fraude para que la gente vote por este Código, como hicieron con la Constitución de 2019. En el caso que votaran Sí, lo estarían haciendo por una gran ley.

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Este texto fue publicado en Hypermedia Magazine.

24 septiembre 2022 27 comentarios 1,7K vistas
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¿Responsable, pero no culpable? Los rusos y la guerra contra Ucrania

por Lecturas sugeridas 23 marzo 2022
escrito por Lecturas sugeridas

Por Nikolai Epple*

Los eventos que las autoridades rusas, bajo la amenaza de un castigo penal, exigen sean llamados «operaciones especiales militares en Ucrania», plantean agudamente la cuestión de la responsabilidad de los ciudadanos por aquellos crímenes cometidos en su nombre, por el Estado. 

Por un lado, muchos rusos se sienten avergonzados de su país, al tiempo que se quejan de la injusticia de las sanciones que privan a los ciudadanos comunes —incluidos los que protestan, pese a la amenaza de persecución— de un bienestar mínimo. Otros afirman que apoyar cualquier acción del propio país es una posición cívica verdaderamente responsable. Las  categorías de culpa y responsabilidad surgen inevitablemente en esta amarga discusión, y debemos recordar la diferencia entre ellas.

La noción de culpa colectiva es bastante natural para la conciencia humana, especialmente la primitiva. Desde la antigüedad, ha habido dos líneas al respecto. Primero, la culpa de unos pocos miembros de la comunidad podría presentarse como la culpa de toda la comunidad. El ejemplo de manual es la leyenda bíblica sobre la destrucción de Sodoma y Gomorra (Génesis, 19). En segundo lugar, la culpa de los antepasados podría ser contagiada por la conciencia primitiva a los descendientes.

La referencia aquí es una cita de los Diez Mandamientos, otro texto importante de la Biblia: «Porque yo soy el Señor tu Dios, un Dios celoso, que castigo a los hijos por la culpa de sus padres hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen» (Deuteronomios. 5, 9). Ambos mecanismos están involucrados en el mito de culpa colectiva más perdurable de la historia: la acusación del pueblo judío en el asesinato de Cristo.

A inicios del siglo XX, el principio de responsabilidad colectiva, además de en las sociedades tribales, se preservó en varios tipos de instituciones cerradas —prisiones, internados, unidades militares—, donde el colectivo es castigado por la mala conducta de uno de sus miembros. Los regímenes totalitarios también practicaron la responsabilidad colectiva: durante la ocupación de Polonia por los nazis, el asesinato de un soldado alemán se castigaba con la ejecución de varios cientos de polacos. En la URSS, los casos individuales de cooperación con los nazis se convirtieron en la base para la deportación de pueblos enteros.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la noción de culpa colectiva se volvió contra los ex nazis y sus compatriotas. La culpabilidad de Alemania por los crímenes de los nazis, la «culpabilidad alemana» colectiva y el castigo por ello se han convertido en uno de los problemas más importantes de la filosofía política, la ética, la teoría y la práctica jurídica. El debate sobre estas categorías continúa hasta el día de hoy. Aquí describimos sus hitos clave.

Los tipos de culpa

Inmediatamente después del final de la guerra, el psiquiatra y filósofo alemán Karl Jaspers abordó el tema de la culpabilidad de Alemania por los crímenes del nazismo.  Casado con una mujer judía, Jaspers fue suspendido de la enseñanza en 1937; hasta el final de la guerra estuvo aislado, esperando constantemente su arresto. Al regresar en 1945 para dar una conferencia en la Universidad de Heidelberg, preparó un curso sobre el problema de la culpa y la responsabilidad alemanas. En 1946, el curso se publicó como libro.

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Karl Jaspers

Los crímenes del régimen nazi, según Jaspers, no tienen justificación, mereciendo Alemania la subsiguiente humillación y el juicio de los vencedores, en la forma del Tribunal de Nuremberg. Pero no se trata de «culpa colectiva», una categoría que implica una visión colectivista de la sociedad y la nación: un pueblo no puede convertirse en un individuo. «Un pueblo no puede morir heroicamente, ni ser un criminal, ni actuar moral o inmoralmente, solo sus representantes individuales siempre pueden hacer esto», escribió Jaspers.

Jaspers distingue entre diferentes interpretaciones de la culpa: penal o legal, política, moral y metafísica. Esta última sería una responsabilidad por «cualquier injusticia en el mundo, especialmente por los crímenes cometidos en nuestra presencia y con nuestro conocimiento». La culpa jurídica, moral y metafísica sólo puede ser individual, pero la culpa política bien puede ser colectiva. Esta es la responsabilidad por las acciones de los estadistas, en las que todos los ciudadanos participan indirectamente.

La purificación y restauración de Alemania, según Jaspers, solo sería posible a través del reconocimiento de la culpa moral y metafísica a nivel individual («sin el camino de la purificación proveniente de la conciencia profunda de la propia culpa, el alemán no puede obtener la verdad») y político —a nivel colectivo («sólo de la conciencia de la culpa surge la conciencia de la solidaridad y de la propia responsabilidad sin la cual es imposible la libertad»). Jaspers afirma entonces que existe una diferencia entre la culpa y la responsabilidad política; su alumna Hannah Arendt se centrará en reafirmar la importancia de su diferencia.

De la culpa a la responsabilidad

Alemana de origen judío, Hanna Arendt estudió filosofía con Jaspers y  Martin Heidegger. Involucrada tempranamente en actividades antifascistas, se vió obligada a huir de Alemania, primero a Francia (1933), y luego de la Francia ocupada por los alemanes a los Estados Unidos (1940).

El principal problema de Arendt como pensadora política fue la crisis de la idea de moralidad revelada por el Holocausto, debido a que enormes masas de personas resultaron cómplices de los crímenes más crueles perpetrados por regímenes totalitarios. La cuestión de la responsabilidad de la «persona corriente» se convierte aquí en una de las claves. Arendt la aborda en varias obras, incluido el famoso libro Eichmann en Jerusalén.

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Juicio contra el SS Adolf Eichmann, uno de los principales ideólogos y ejecutores del Holocausto.

Arendt, aclarando el pensamiento de Jaspers, separa estrictamente culpa y responsabilidad. La culpa no se puede extender al colectivo; además, tal difusión suele ser solo una forma de evitar hablar realmente de su fuente. Donde todos son culpables, nadie es inocente. La noción de culpa colectiva conduce a nociones absurdas de calificar tal o cual comunidad como «mala» y, por lo tanto, diferente del resto.

Esto dificulta entender exactamente cómo el crimen masivo se ha convertido en una variante de la norma, en vez de una anomalía. Según Arendt, desde un punto de vista jurídico y moral, sólo tiene sentido la culpa personal —su refinamiento permite dictar sentencia o realizar juicios morales—, pero extenderlo a un grupo no tiene ningún significado práctico.

Una persona puede ser responsable por actos que no cometió; y al mismo tiempo tal responsabilidad, a diferencia de la culpa, extenderse a una comunidad de personas. Según Arendt, solo se puede hablar de responsabilidad colectiva en el caso de pertenecer a una comunidad política, lo que implica la complicidad indirecta, muchas veces pasiva, en un delito cometido en nombre de sus miembros. Esto juega un papel clave en la comprensión del totalitarismo y la superación de sus consecuencias.

De ello se deduce que el «arrepentimiento colectivo» es un evento problemático, ya que descansa en la categoría de culpa colectiva, que extiende la culpa individual a la comunidad, lo que suele estar cargado de erosión y manipulación. Una adecuada realización de la responsabilidad política sería la disculpa del jefe de Estado por los crímenes cometidos en nombre de este Estado y el pago de indemnizaciones a las víctimas.

De lo colectivo a la responsabilidad compartida

La investigadora y feminista estadounidense Iris Marion Young abordó en su obra temas de injusticia social y participación política. El fenómeno de la responsabilidad es el tema central de su último libro. Young habla de responsabilidad en un contexto diferente al de Jaspers y Arendt: en el centro de su análisis está la responsabilidad como categoría social. 

Desde el punto de vista de los miembros prósperos de la sociedad, la razón de las desgracias de sus compañeros desfavorecidos es la incapacidad de asumir plenamente la responsabilidad de sus vidas y el deseo de transferirla a la sociedad. Mientras tanto, en la práctica, asumir la responsabilidad de la propia vida se ve obstaculizada por la injusticia sistémica a nivel del Estado y las instituciones públicas.

Young está particularmente interesada en cómo un individuo puede ser responsable de las acciones de los demás. La responsabilidad colectiva, según Arendt, existe simplemente en virtud de la pertenencia a una comunidad política; para Young esto no es suficiente, dado que es importante lo que una persona ha hecho o dejado de hacer como miembro de la comunidad.

Responsable 4

Iris Marion Young

Según Young, la asunción real de la responsabilidad política por parte de un miembro de la comunidad se traduce inevitablemente en el imperativo de aceptar esta responsabilidad como una oposición activa a la injusticia. Refuerza la distinción de Arendt entre culpa y responsabilidad, mostrando que la categoría de culpa se dirige al pasado (al atribuir culpa a alguien, localizamos el acto cometido), mientras que la responsabilidad se dirige al futuro (al atribuir responsabilidad a alguien, formulamos un programa de acción para el futuro).

De esta forma, Young pronuncia lo que Arendt ha dejado entre líneas: la responsabilidad de un miembro de la sociedad no es solo la solidaridad, sino la acción activa que imposibilite la injusticia sistémica a la que están sintonizadas las instituciones políticas.

La responsabilidad por las obras de los antepasados

El debate actual sobre la responsabilidad de la sociedad rusa por la guerra, en esencia, continúa la larga conversación sobre la actitud hacia las represiones masivas de la era soviética. ¿Es la condena del terror ejercido por el estado contra sus propios ciudadanos, la única posición posible de un ciudadano, o, por el contrario, una traición en relación con el propio país, una «demostración de debilidad» en relación con estados extranjeros, cuya historia también contiene numerosas páginas vergonzosas y criminales? 

¿Se puede hablar de «culpables» de violaciones masivas de derechos humanos por parte de quienes no participaron directamente en ellas? ¿Cómo sería asumir la responsabilidad por ellos y qué tan amplio es el círculo de aquellos a quienes concierne esta responsabilidad? ¿Deben los descendientes de los verdugos arrepentirse ante los descendientes de las víctimas ¿Es siquiera posible el arrepentimiento colectivo? 

Las posibles respuestas a estas preguntas las proporciona la historia de Jennifer Teege, la nieta de Amon Goth, comandante del campo de concentración de Plaszow. Hija de una alemana y un nigeriano, entregada en la infancia por su madre a un orfanato, supo de su abuelo recién en la edad adulta. Obviamente, en su caso no hay que hablar de culpabilidad por los crímenes del abuelo. Pero en su autobiografía, cuestiona qué es una conexión de sangre con el crimen y qué significa en su caso.

El libro termina así: junto con un grupo de escolares israelíes, Teege viaja a Polonia para visitar el lugar donde estuvo el campo de concentración en el que su abuelo cometió atrocidades. Allí les cuenta a estos niños —los nietos de los que murieron en estos lugares— su propia historia. Después de eso, la invitan a depositar flores en el memorial con ellos. «Mi única responsabilidad es seguir hablando de eso», escribe Teege.

En su caso es imposible hablar de arrepentimiento por las obras de los antepasados, porque la culpa es individual. La responsabilidad se asocia con un sentido de pertenencia a estos actos a través de la historia familiar. Debido a esto, la conexión con los crímenes del pasado se satura emocionalmente, incitando a una persona a actuar de tal manera que evite la repetición de tales crímenes en el futuro.

 

*Este texto fue publicado originalmente en Meduza. 

Traducción para La Joven Cuba: Armando Chaguaceda.

23 marzo 2022 62 comentarios 2,1K vistas
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Protestas

¿Por qué no hay protestas masivas en Rusia?

por Lecturas sugeridas 5 marzo 2022
escrito por Lecturas sugeridas

Por Svetlana Reiter / Meduza

El 24 de febrero, Rusia comenzó una guerra con Ucrania. Ese mismo día, estallaron protestas en toda Rusia. Es difícil llamarlas manifestaciones masivas en sentido real, aunque finalmente casi 6.500 personas fueron arrestadas. En Rusia, las reuniones callejeras de este tipo están prácticamente prohibidas, y las autoridades persiguen incluso a las personas que hacen piquetes solos. 

El sociólogo Grigory Yudin también fue arrestado y terminó hospitalizado después de una protesta contra la guerra en Moscú. La corresponsal especial de Meduza, Svetlana Reiter, discutió en esta entrevista con Yudin sobre por qué no tiene sentido llamar a las protestas en Rusia «pequeñas», y por qué cree que los académicos tienen que adoptar una posición de principios.

Cuando organizamos por primera vez esta entrevista, usted se opuso a mi declaración de que las protestas contra la guerra eran pequeñas en número: «No tan pequeñas». ¿Qué le hizo decir eso?

No vivimos en Berlín, donde por la participación en una protesta te dan muchas palmaditas en la espalda. Aquí puedes terminar con una conmoción cerebral, o pasar la noche en la cárcel, o se te pueden exigir que te quites la ropa interior [para una búsqueda de caries], o [posiblemente] tengas un caso de delito grave abierto en tu contra. Dada la situación actual, no podemos excluir la posibilidad de que las protestas eventualmente se castiguen con 20 años de prisión o la pena de muerte. Entonces, sí, en mi opinión, la gente está saliendo con fuerza.

En una protesta reciente, usted fue golpeado hasta el punto de sufrir una conmoción cerebral. ¿Puede darnos más detalles al respecto? ¿Cómo se siente ahora?

Honestamente, no quiero hablar de eso; en última instancia, es insignificante en el contexto del gran desastre que enfrentamos. Pero sí, la noche terminó con una conmoción cerebral para mí. Todavía me estoy recuperando.

¿Alguien ha estado realizando encuestas sociológicas para determinar qué segmentos de la población aprueban las hostilidades en Ucrania?

Están en progreso, pero es demasiado pronto para hablar de resultados, no hay números en los que podamos confiar. No los tengo, en todo caso.

¿Es posible que las protestas se intensifiquen?

Es posible, sí. La situación inicial fue en gran medida inesperada y de hecho los estudios mostraron que la gente en Rusia no estaba interesada en el tema de Ucrania. De ahí la certeza de que no habría guerra.

El peligro aquí es que cuando no estás interesado en algo, después de un evento impactante estás listo para aceptar cualquier interpretación conveniente que se te ofrezca. Eso es exactamente lo que sucedió: muchas personas se aferran a la explicación más inmediata, cortesía de la propaganda del gobierno. Esa es la opción más cómoda: todos quieren evitar problemas, especialmente en tiempos de guerra.

Pero ya hay un factor que introduce disonancia en la imagen: es obvio que la guerra relámpago fracasó. Cada vez es más difícil fingir que todo esto está sucediendo en algún lugar lejano y pronto terminará; por el contrario, ya es un conflicto militar obviamente significativo. Muchas personas en el lado ruso ya han sido asesinadas o heridas, y muchas más están por venir. Los rusos tienen muchos familiares en Ucrania y, según numerosos informes, la fuerza aérea rusa ha comenzado a usar bombas de racimo, lo que significa muertes de civiles.

Todo eso va a perturbar el panorama y la gente se verá obligada a tomar una posición clara. Será imposible enterrarse en las tareas cotidianas. Además, la realidad a la que todos estamos acostumbrados va a ser destruida por las consecuencias del colapso económico. Es por eso que creo que es probable un aumento en las actitudes críticas en diferentes segmentos de la sociedad.

Pero no somos los únicos que hemos descubierto esto, y deberíamos esperar acciones en el futuro cercano que busquen cortar de raíz cualquier tipo de protesta generalizada.

Protestas (2)

Grigory Yudin

¿Qué tipo de acciones debemos esperar?

Si el liderazgo ruso reconoce todos estos eventos, es decir, si admiten que esta es una guerra y no una misión cálida y difusa para liberar [Ucrania], entonces la ley marcial entrará en vigencia, con consecuencias a la altura: movilización general, economía en tiempos de guerra, liquidación de propiedades. Es posible que por la destrucción de la economía se culpe a los «agentes nazis internos». Podemos ver el regreso de la pena de muerte. Naturalmente, las fronteras se cerrarán, después de todo, hay una guerra, estamos en un estado de excepción.

Entonces, ¿qué se puede hacer?

La vida será diferente en el futuro posible que acabo de esbozar, por lo que las estrategias cambiarán: veremos resistencia clandestina y batallas partidistas con todos los riesgos y consecuencias asociados. La situación actual se está acercando a un punto de inflexión: o el resultado será el que describí anteriormente, o habrá una oleada de descontento desde cero. Ya vemos que el descontento se intensifica…

Bueno, está escalando, pero más lentamente que el conflicto armado.

Sí, está escalando demasiado lentamente, pero está escalando, no obstante. Estamos viendo más y más figuras públicas que hablan en contra [de la guerra]: parlamentarios; diversas asociaciones; celebridades que, incluso mientras intentan guardar silencio, se van oponiendo a la guerra en mayor número. Puede que esto no sea mucho, pero ya es algo.

Si la tendencia de hablar salta de los círculos de sub-élite a los de élite, círculos que están más cerca del liderazgo ruso, los riesgos para Putin son obvios. Todo comienza a parecer una escapada desquiciada con consecuencias aterradoras y una derrota ineludible en el horizonte. Es por eso que estamos en un punto de inflexión: el mundo en el que vivimos en este momento no sobrevivirá por mucho tiempo en absoluto …

Tal vez una hora o dos.

Sí, tal vez incluso tan poco.

Por supuesto, esta es la primera vez que Rusia se encuentra en este tipo de situación. Aun así, ¿puede usted, como sociólogo, tratar de hacer algunas predicciones? ¿Cuáles son las posibilidades de que este punto de inflexión produzca un resultado más favorable, frente a uno que sea menos favorable? ¿Tiene esperanzas para las conversaciones que comenzaron el 28 de febrero?

Esta es una situación sin precedentes en la historia mundial: nunca antes había habido algo así. En este momento, el mundo entero está al borde de una catástrofe monstruosa, porque no hay un conocimiento lógico en el que podamos confiar.

El mundo entero ya se está dando cuenta de que el 24 de febrero marcó el final de todo un enorme período de posguerra, y ahora estamos viviendo en una nueva era. El canciller alemán, Olaf Scholz, tenía razón al decir que esta era verá una nueva Alemania, una lista para asumir nuevas responsabilidades.

Hoy estamos al borde de una guerra inmensa. Sus participantes potenciales poseen armas nucleares, que ciertas personas ya amenazan con usar. Palabras como «nazi» o «desnazificación» están lejos de ser inofensivas: en el discurso actual, tienen el potencial de una deshumanización total y preparan el escenario de todo tipo de «soluciones finales». Y no debemos excluir la posibilidad de que la respuesta sea similar…

La analogía más cercana [al momento presente] es 1938-1939. Sin embargo, en ese momento, el mundo estaba dividido y condenado, mientras que ahora se está uniendo. No totalmente, por supuesto, pero cada día que pasa la gente se da cuenta de que la situación es realmente grave. Es por eso que creo que todos estamos parados en una bifurcación en el camino que determinará [nuestro futuro colectivo] en las próximas décadas. Esto va especialmente para bielorrusos, rusos y ucranianos, tres pueblos que han caído como rehenes de aquellos que les apuntan con sus armas y tratan de enfrentarlos entre sí.  

Es importante entender que esta no es una guerra de Rusia contra Ucrania. Esta guerra está siendo librada por una facción que ha acumulado un montón de armamento, se ha acostumbrado a usarlo con fines de intimidación y que ahora ha pasado a hostilidades abiertas contra estos tres pueblos.

Protestas (3)

Área cerca del edificio administrativo que fue dañado por un misil en Járkov, Ucrania, el martes. )Foto: Sergey Bobok/Agence France-Presse — Getty Images)

En este momento, ¿te sientes más como un ser humano o más como un erudito? ¿O es esa la pregunta más estúpida de la historia? Permítanme reformular: ¿Analizamos o huimos?

No, no es estúpido en absoluto; es una pregunta bastante lógica [para hacer] en un momento histórico decisivo. Es importante entender que estas dos posiciones coexisten dentro de cada investigador y deben coincidir en parte. Tienes que saber en qué crees y para qué estás analizando: si analizas sin un fin específico, solo porque te lo ordenaron o te lo pidieron, terminarás como Elvira Nabiullina [la jefa del Banco Central de Rusia]. Corres el riesgo de convertirte en un criminal de guerra.

¿Crees que Elvira Nabiullina es una criminal de guerra?

Albert Speer [el ministro nazi de Armamento] fue un criminal de guerra.

¿No es víctima de las circunstancias?

En ese caso, ¿no fue Adolf Eichmann [el funcionario alemán implicado en el Holocausto, cuyo caso analizó Hanna Arendt] también una víctima de las circunstancias? Estoy siendo totalmente serio en este momento: en algún momento tienes que dejar de pensar en ti mismo como solo un engranaje y encontrar algún punto de apoyo que pueda convertirse en la base de una posición moral. Y a partir de ese momento, tus capacidades analíticas tienen que servir a esa posición, pero al mismo tiempo también tienes que ser capaz de ganar cierta distancia crítica, descubrir cómo mantener tu razón fría y no perder el autocontrol. Pero es realmente importante no perder tu posición moral, especialmente en momentos críticos.

¿Qué preferiría usted mismo en este momento: irse o quedarse?

Hay algunas líneas rojas para mí. Sé con absoluta certeza que bajo ninguna circunstancia iré a luchar en esta guerra loca, la guerra más inútil de toda la historia rusa. Es peor que la Guerra de Crimea y terminará en una catástrofe para todo el mundo o simplemente para mi país favorito. Putin está actuando en contra de los intereses de Rusia, y bajo ninguna circunstancia haré la guerra contra Rusia.

¿Cuánto debemos esperar que cada persona encuentre su punto de apoyo? ¿Y qué tiene que pasar para que Elvira Nabiullina o, digamos, Sergei Shoigu se comporten de manera diferente?

Eso es entre ellos y su Dios. Sabes, este momento, a pesar de toda su singularidad, recuerda los eventos del siglo XX. Hannah Arendt, creo, dijo muy acertadamente sobre este punto que hay momentos en que tienes que aceptar tu impotencia para cambiar el mundo en su conjunto y descubrir de qué eres personalmente responsable, de manera que después puedas vivir contigo mismo, que puedas mirarte en el espejo.

Esa es la pregunta más importante que cada persona tiene que responder por sí misma, con el entendimiento de que la situación podría, y probablemente lo hará, desarrollarse de acuerdo con el peor de los casos.

¿Y cómo superas tu miedo en ese momento?

Hay ciertos métodos infalibles: pequeñas acciones con un efecto claramente medible. Ese es el mejor remedio para el miedo, y cada vez resulta que el diablo no es tan negro como está pintado. Si tomas una posición de principios, si no dejas de estar a la altura del desafío moral, si no pretendes que no está sucediendo nada o que eres impotente, sino que entiendes que estás en una situación en la que el desafío moral es enorme, que todos estarán llamados a responder, entonces no podrás seguir siendo solo un pasajero. Tienes que creer que puedes hacer algo al nivel de un acto con algún efecto medible.

Theodor Adorno, citando al dramaturgo Christian [Dietrich] Grabbe, dijo una vez que solo la desesperación puede salvarnos. Hoy en día es común que los rusos que están dolidos por lo que está sucediendo sientan auto-recriminación y vergüenza; tratan de justificarse o disculparse. Estos son sentimientos comprensibles y de buen corazón, pero no pueden conducir a la acción. Al final del día, esta no es una guerra que el pueblo ruso está librando contra Ucrania.

Los rusos no obtendrán nada de esta guerra: perderán de la manera más monstruosa posible, será una inmensa catástrofe para el país. Todo lo que obtendremos es odio global, una economía destruida, una sociedad aplastada y posiblemente un ejército derrotado.

Y, por último, perderemos esa base inquebrantable para el respeto que históricamente evidenció la reverencia de la gente de todo el mundo: perderemos nuestra imagen como una nación libertadora, una nación heroica, la vencedora en la peor de todas las guerras. Y es por eso que debemos detener esta catástrofe, por eso tenemos que unirnos con los ucranianos y los bielorrusos. Las circunstancias son tales que los ucranianos están resistiendo a su manera, mientras que los bielorrusos y los rusos tienen que encontrar un medio diferente. Uno que no les impida mirarse a los ojos después.

¿Hay alguna forma de saber qué pasará después?

Imagine el peor escenario posible, todas las sanciones y contrasanciones posibles. Eso simplificará las cosas porque no habrá sorpresas desagradables. Pensar de esa manera evitará que te distraigas con la avalancha continua de noticias, te permitirá mantener esa posición de principios que elaboraste de antemano: ¿qué debo hacer en esta o aquella situación?, ¿dónde está mi responsabilidad moral?

¿Es ese el principio por el que vives?

Hago lo mejor que puedo. Eso es lo que hace que los principios sean principios: no necesariamente puedes seguirlos al pie de la letra. Pero te ayudan a mantenerte a flote.

Pero tú enseñas, eres docente. ¿Has tenido algún problema derivado de tu posición moral, por ejemplo, después de esa protesta en las que fuiste golpeado?

Este no es el primer día que ocupo este puesto, y he tenido tanta suerte con la gente que me rodea, con mis colegas, que no ha causado ningún problema. Lo cual, por supuesto, no me da ninguna garantía en este nuevo mundo, donde las viejas reglas no se aplicarán.

Ya no lo hacen.

Posiblemente.

Protestas (4)

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, en una visita a la Tumba del Soldado Desconocido en Moscú la semana pasada. El aumento de las bajas militares en Ucrania podría erosionar seriamente el apoyo a Putin. (Foto: Aleksey Nikolskyi/Sputnik, vía Reuters)

He leído muchas veces que Rusia tiene un problema con la memoria histórica. ¿Es cierto?

Hay problemas con la memoria histórica en todas partes, ese es el regalo que el siglo XX dio a casi todas las sociedades y culturas. Todo el mundo todavía está tratando de superar sus problemas de memoria de alguna manera.

¿Hay forma de predecir lo que sucederá con nuestra memoria colectiva cuando todo esto termine?

Eso depende de cómo terminen las cosas. En este momento, estamos dando vueltas por el desagüe: si no terminamos liquidando el planeta y logramos emerger, podríamos encontrarnos en la necesidad de una revisión total.

Si excluimos la posibilidad de que triunfe el Mal Absoluto, si alguna vez superamos los sentimientos de ofensa, ira y venganza, más allá de la certeza de que solo importa la fuerza bruta, entonces después, volverá a resultar que muchos de nosotros «no sabíamos nada», que «todo estaba decidido por nosotros», que solo estábamos «siguiendo órdenes», que no éramos «responsables» de nada,  y así sucesivamente.

Pero este no es solo el problema de Rusia, no debemos fijarnos tanto en Rusia y caer en la autoflagelación. El mundo entero se enfrenta a un desafío; ese hecho está empezando a amanecer en todos. Las élites corruptas son las mismas en todo el mundo, todas piensan solo en sí mismas. Y sí, la situación actual es que este desafío emana de Rusia, y tenemos un papel especial que desempeñar.

Sé que esta puede ser una pregunta extraña para hacerle a usted en particular, pero a la luz de los eventos del 27 de febrero, ¿qué tan alta es la probabilidad de una guerra nuclear? 

Hay alguna probabilidad de guerra nuclear. Pero a juzgar por las declaraciones de Putin, no lo consideraría una amenaza inmediata o inminente. Por ahora, es solo un acto que ocurrió en paralelo con las conversaciones, conversaciones que son incuestionablemente decorativas y no reales, pero en cualquier caso, la declaración sobre las armas nucleares es más probable que sea una forma de chantaje destinado a crear una base para la negociación.

Pero el hecho mismo de que esta amenaza ocurriera, especialmente en un contexto en el que Putin y su equipo dejaron en claro que no se detendrán ante nada para obtener lo que quieren, plantea la cuestión nuclear de una manera real. Y finalmente, no debemos olvidar los peligros del uso de armas nucleares tácticas.

Siempre pensé que los humanos estamos motivados, sobre todo, por el instinto de supervivencia. Pero la decisión de usar armas nucleares es suicida, y eso es decirlo a la ligera.

Los seres humanos somos criaturas bastante interesantes. Muchos pensadores definieron a los humanos precisamente por su capacidad de suicidio. Una persona es capaz de decir, por la razón que sea, «Digo “no” a mi ser físico». Esa razón podría ser un sentimiento de que su existencia continua es imposible, o podría ser un deseo de prestigio y fama; históricamente, cosas como esa han empujado a las personas al suicidio.

Por supuesto, no solíamos tener acceso al botón nuclear, pero ¿qué cambia eso al final del día? Aquellos que cometen suicidio nuclear son, después de todo, todavía personas, lo que significa que son capaces de hacerlo.

Lo siento, tengo que irme, estoy recibiendo una llamada de mi esposa, que casi con seguridad ha sido arrestada en una protesta contra la guerra.

***

Esta entrevista fue publicada originalmente en inglés en el medio ruso Meduza.

Traducción y comentarios para La Joven Cuba: Armando Chaguaceda

5 marzo 2022 26 comentarios 2,1K vistas
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Festival

Preguntas sobre un festival que naufraga

por Lecturas sugeridas 6 febrero 2022
escrito por Lecturas sugeridas

Por Magazine AM:PM*

El pasado 2 de febrero varios artistas anunciaron su decisión de no participar en el San Remo Music Awards, un evento que tendrá lugar el próximo mes de abril en la capital cubana, y que se presenta como una especie de “franquicia” del legendario Festival de la Canción italiana, que tiene por sede la ciudad de San Remo desde 1951. 

Los artistas en cuestión (Alex Ubago, Andy y Lucas, Kalimba, entre otros) fueron interpelados a través de las redes sociales, en las que se les cuestionaba por lo que era considerado por algunos como un “gesto de apoyo al régimen cubano”. De manera prácticamente simultánea, y con un discurso muy similar, estos músicos declararon en sus perfiles que cancelaban su participación, alegando que sus oficinas de gestión habían malentendido el acuerdo y pensaban que estaban siendo contratados por un promotor y no directamente por el gobierno cubano. 

Más allá del revuelo generado en las redes, y de lo poco probable de que la actitud de estos artistas no esté influida por presiones ideológicas, nos interesa poner sobre la mesa una serie de cuestionamientos alrededor de este evento, partiendo de la opacidad con que, en nuestra opinión, ha sido manejada su organización y gestión.

¿Qué relación hay entre el San Remo Music Award y el Festival San Remo de la Canción italiana? 

Salta a la vista lo evidente: la relación está dada por su nombre, y las declaraciones de sus organizadores, encarnados en las figuras más visibles. Jorge Luis Robaina, director artístico, y Nicola Convertino, “patrón” del San Remo Music Awards, afirman que el San Remo Music Awards tiene algún tipo de relación con el Festival di Sanremo, uno de los eventos más importantes de la cultura popular y de mayor impacto mediático en Italia en las últimas seis décadas. Y, tras ellos, lo repiten sin cesar los medios oficiales cubanos. Curiosamente, más allá de estas declaraciones, no es posible encontrar explicitada esta conexión ni en los canales oficiales del evento que organiza la Radiotelevisione Italiana (RAI), ni en ningún medio italiano de relevancia. 

Para decirlo claramente: San Remo Music Awards y el Festival di Sanremo no son la misma cosa, por lo tanto, es incorrecta la afirmación de que el primero “ha lanzado a artistas de la talla de Laura Pausini y Eros Ramazzotti”. Tan incorrecta como quienes piden a la RAI cancelar un acuerdo que no parece existir con el gobierno cubano. Además de que no hay ninguna prueba (si exceptuamos un montón de blogs que repiten el mismo mensaje y se enlazan entre sí) de que estén vinculados ambos eventos, más allá de compartir el nombre de la ciudad.

¿En qué otros lugares del mundo se ha realizado el San Remo Music Award y quiénes han participado?

Según una nota publicada por el sitio Cubadebate, “el director de Karamba [Jorge Luis Robaina] cuenta que este es un evento con presencia en diferentes países, sobre todo en Europa continental, como Moscú, Uzbekistán y Tunisia”. 

Una vez más, no se encuentran referencias a ediciones previas de este evento en los medios locales de las ciudades donde supuestamente ha tenido lugar. Hasta donde pudimos encontrar solo se habla al respecto en los mismos blogs anteriormente mencionados y en las propias redes de la cita, que tienen un reducidísimo alcance (fenómeno bastante curioso si consideramos que se anuncia como un festival de mucho prestigio). 

Por otra parte, en las redes sociales, más allá de los perfiles creados específicamente para la edición cubana, las únicas referencias previas a ediciones de San Remo Music Awards son: 

Sanremo Music Awards China: una página creada en 2018, con 234 seguidores, y un puñado de publicaciones de blogs con referencias al San Remo Music Awards y escaso impacto —cinco reacciones tenía la publicación más visitada de un evento en un país con una audiencia potencial que supera los mil millones de habitantes—, y

Sanremo Music Awards Italia: esta página sí tiene un número relativamente grande de seguidores (12 mil). Curiosamente, aunque lleva más de una década de creada, contiene las mismas referencias de blogs poco relevantes que su homóloga china, y la misma poca cantidad de reacciones, lo que hace que nos cuestionemos el interés (o la autenticidad) de esos seguidores. 

En la página oficial de Facebook del Festival de la Canción (Festival di Sanremo) no es posible encontrar una sola referencia a San Remo Music Awards o a Nicola Convertino.

¿Quién financia el San Remo Music Award y especialmente la edición cubana, que lleva un año de preparación, concursos a nivel de provincias y comunicación intensiva a través de medios masivos?

Aunque no quede del todo claro, a partir de la poca información disponible es razonable asumir que son las instituciones estatales cubanas quienes están corriendo con los gastos de este festival, al menos de las acciones de preproducción realizadas hasta el momento. Según la nota de la Agencia Cubana de Noticias del 21 de abril de 2021, “el encuentro es organizado por la Egrem y cuenta con el auspicio de entidades cubanas como el Mincult y el Instituto Cubano de la Música y participan otras instituciones del sector de la cultura, entre ellas el Consejo Nacional de las Artes Plásticas. (…) Participan como copatrocinadores de este evento, además, los ministerios de Turismo y de Comercio Exterior e Inversión Extranjera y la Cámara de Comercio de la República de Cuba, así como otros organismos e instituciones cubanas relacionadas con las temáticas del encuentro”.

Por su parte, en octubre de ese mismo año Jorge Luis Robaina, director artístico del evento, afirmó a Cubadebate que “la Egrem asume la organización por la parte institucional”. Donde quiera que aparece asociado al evento el nombre de Nicola Convertino, se le da la ambigua categoría de “patrón”, sin que hayamos podido precisar si en este caso es sinónimo de mecenas y en qué medida lo es de la edición cubana. 

Festival (2)

Jorge Luis Robaina, director artístico de San Remo Music Awards Cuba, y Lis Cuesta, coordinadora del Comité de Eventos del Ministerio de Cultura. (Foto: Agencia Cubana de Noticias)

¿Quién realizó la preselección de artistas no cubanos a participar en el San Remo Music Award en Cuba?

En la nota de prensa divulgada el 27 de enero se anunciaba que el evento contaría con la participación del “cantante mexicano Kalimba, los españoles Andy y Lucas, Carlos Torres y Alex Ubago (…). También han confirmado su participación artistas italianos de renombre como Tony Espósito, Ricardo Cocciante, Michele Pecora, la banda novel Carboidrati y la joven cantante Denise Faro”. Ninguno de esos artistas está en un momento particularmente relevante de sus carreras —los más conocidos podría decirse incluso que se encuentran en el ocaso de la misma—. ¿Quién determinó, y bajo qué criterios, que era una buena idea y un aporte interesante para nuestra cultura traer a una serie de glorias pasadas, poco relevantes para cualquier público menor (con suerte) de 30 años?

¿Quién desde Cuba estaba en contacto con los artistas internacionales y por qué estos desconocían —en caso de que sea cierto— quién organizaba el evento?

De acuerdo con su cargo, suponemos que correspondería a Jorge Luis Robaina, como director artístico del evento, la responsabilidad de dialogar por la parte cubana con los artistas internacionales invitados. Además, es de esperar que funcionarios de las instituciones implicadas tuvieran por su parte una conexión directa con los managers u oficinas de contratación. Resulta muy raro que estos músicos, considerando que son del universo latino, no fueran conscientes de la implicación del Estado cubano en cualquier evento cultural de gran magnitud. Resulta especialmente raro que Andy y Lucas, quienes ya habían venido a la Isla en 2019 a participar en un festival organizado por el propio Robaina, no estuvieran al tanto de esta relación.

¿Quién es y qué trayectoria tiene el Sr. Nicola Convertino, patrón del evento, según la prensa cubana?

Nicola Convertino es un empresario italiano de 61 años asociado al mundo del entretenimiento, del que muy poco se puede saber más allá de una biografía que él mismo, o alguien en su nombre, se ha encargado de distribuir a lo largo de Internet. De acuerdo a la misma, cargada de tintes mitológicos, Convertino sería un “hombre renacentista” (artista plástico, geólogo, manager, promotor cultural, productor de televisión, organizador de eventos, estudioso de las artes ocultas), con una larga trayectoria en el sector cultural, particularmente en la televisión y la música. Su currículum está lleno de proyectos y reconocimientos de nombre rimbombante sobre los que no es posible encontrar ninguna huella más allá de las que muestran estos blogs de discurso monocorde.

Si se rastrean las compañías a las que está asociado se encuentra que no están activas o parecen tener una actividad mínima. En el primer caso tenemos a Nicola Convertino Management Ltd, una empresa de sociedad de responsabilidad limitada creada en 2018 y registrada en Reino Unido con fines de “edición de periódicos, actividades de grabación de sonido y edición musical, actividades de programación y emisión de televisión, y actividades de agencias de noticias”. La compañía tiene pagos atrasados y aparece en los registros como “propuesta activa para eliminar”, con una “primera notificación del Boletín Oficial sobre cancelación obligatoria”, del 10 de agosto de 2021. En el segundo caso está Insonnia Agency, “una agencia de producción de espectáculos, programas de televisión y producciones discográficas”, cuya única huella visible son algunos modestos lanzamientos en plataformas de música. 

Específicamente las únicas empresas que pudimos rastrear vinculadas a la marca “San Remo Music” son San Remo Music Ltd —una sociedad limitada fundada en 2007, registrada en Londres, que figura como activa. Aunque Convertino no aparece asociado a esta, comparte el nombre y el mismo encargo social de Nicola Convertino Management Ltd— y San Remo Music Awards Latino America, Puerto Rico. Corp, registrada en Miami en 2014, en la División de Corporaciones del Departamento de Estado de Florida como una “sociedad anónima con fines de lucro”. El estado de esta organización figura como “inactivo”. Tampoco aparece relacionada directamente con el nombre de Convertino.

Al parecer, Convertino lleva años intentando vender este formato en la región, como queda demostrado en este video de 2014:

El origen del Sanremo Music Award lo encontramos en un evento del 2001, Sanremo al Cremlino, que básicamente consistió en una gran reunión de glorias pasadas de la música popular italiana (Lucio Dalla, Matia Bazar, Antonello Venditti, Enrico Ruggieri, entre otros) presentándose en Moscú. Veinte años después, no parece que haya cambiado mucho el concepto. 

¿Qué necesidad tiene el ecosistema de la música en Cuba en 2022 de este festival?

Cuba arriba al 2022 en el peor momento del pasado reciente del país, económica, política y socialmente. No es una situación precisamente nueva, sino que se viene cocinando desde finales de 2019. Además, la Isla tiene un amplio y extendido sistema de eventos culturales  —especialmente en el área de la música popular parecen incluso demasiados—, algunos con carácter local y otros con vocación internacional. Una revisión exhaustiva de su utilidad, conceptos, calendarización, públicos a alcanzar, enlace con el sector del turismo y modos de financiamiento, es absolutamente urgente, dados los recursos limitados con los que el país cuenta. 

Pero, incluso si algún análisis serio —que no encontramos por ninguna parte— hubiera arrojado que era un momento adecuado para hacer un evento internacional en Cuba con este tipo de artistas, ¿qué razón de peso habría para  adoptar una “secuela criolla” de un supuesto mega evento europeo, en lugar de aprovechar para potenciar una de las marcas cubanas, tan necesitadas de apoyo y financiamiento (Cubadisco, o Varadero Josone, por citar dos)? 

Y una última interrogante, para la que tampoco encontramos respuesta: ¿cómo es posible que un proyecto tan ambicioso, que —a priori, en una investigación superficial sobre su historia y posibilidades de éxito— deja tantas dudas sobre la mesa, encuentre el entusiasta apoyo de las instituciones culturales cubanas?

***

*Este texto fue publicado originalmente en Magazine AM:PM

6 febrero 2022 11 comentarios 2,3K vistas
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Gustavo Arcos (1)

Gustavo Arcos: «Nuestra vida es un melodrama repleto de lugares comunes»

por Lecturas sugeridas 15 enero 2022
escrito por Lecturas sugeridas

Por Alex Fleites*

Habanero, Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de La Habana, crítico de cine, docente, conferencista, jurado en festivales de cine, Gustavo Arcos Fernández-Britto (1965) es, hoy por hoy, un polémico animador del ambiente cultural cubano. Su intensa actividad intelectual lo ha llevado a Estados Unidos, Francia, España, Brasil, Noruega, México, Suecia y Alemania. Desde 1999 es profesor en la Facultad de las Artes de los Medios de Comunicación del Instituto Superior de Arte (ISA), donde enseña Cine y sociedad en Cuba.

Su artículo “Palabras que devoran las palabras”, publicado el pasado diciembre por La Joven Cuba, provocó la respuesta airada de un estudiante de su misma facultad, y ésta, a su vez, numerosas manifestaciones de solidaridad de alumnos, ex alumnos, artistas e intelectuales cubanos de dentro y fuera de la Isla que tienen en alta estima el papel de Gustavo en la formación de varias generaciones de cineastas.

Esta entrevista, pactada mucho antes del incidente arriba mencionado, intenta un acercamiento a la persona que es Gustavo Arcos, hombre risueño repleto de ideas.

¿Cómo fue tu camino hasta llegar a convertirte en crítico de cine?

El cine siempre fue un entretenimiento; pero para un muchacho algo introvertido como yo, también un refugio, el espacio íntimo donde podía exorcizar… ¿mis traumas? Persistentemente he sentido una experiencia erótica con la pantalla. En ella vi los primeros desnudos y encontré mis primeros amores. Apuntaba cada película que veía, elaboraba listas a fin de año de las que más me interesaban, garabateaba comentarios y notas. Las imágenes me sumergían en mundos de fantasía o aventuras, con ellas conocí el miedo, el suspenso, el horror. La vida en el cine resultaba más apasionante que la real. Vivo en el centro de El Vedado, rodeado de salas de cine. El Yara y La Rampa eran mis “salas de barrio”. Tuvimos una larga amistad, pero nunca pensé que podía dedicarme profesionalmente al cine.

En 1983, con 18 años, entré a los Estudios Fílmicos de las FAR aprovechando una convocatoria para trabajar como camarógrafo. En aquella época se rodaba bastante, y además el centro ofrecía cursos de superación impartidos, entre otros, por Enrique Colina, Fernando Pérez o Daniel Díaz Torres, que seguían un modelo de preparación coordinado desde el Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos (ICAIC). Fueron mis primeros contactos con la teoría y la práctica del cine. Trabajé en noticieros, documentales, didácticos y en el único largo de ficción rodado en esa casa productora. Estando allí, se presentó la oportunidad de estudiar en el Instituto de Cine de Moscú, y hasta allá me fui. Fue una experiencia inolvidable en todos los sentidos. La perestroika y la glasnot estaban en su apogeo, los cambios se sucedían día a día y el ambiente de la escuela reflejaba todo ese convulso momento. Allí tenían una facultad de estudios teóricos sobre cine, y me presenté a los exámenes de ingreso, que superé, con un ensayo sobre la película Arrepentimiento, del georgiano Tenguis Abuladze. Una formidable alegoría contra el stalinismo y la represión.

Gustavo Arcos (2)

Facultad de las Artes de los Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA), 2012. Junto a Magda González y Lester Hamlet.

A finales de 1988, cuando cursaba el segundo año de la carrera, tuve que regresar a Cuba. Estaba claro que “el futuro ya no pertenecía por entero al socialismo” y toda la colaboración entre ambas naciones estaba siendo revisada o cancelada. Me dieron entonces la oportunidad de estudiar Historia del Arte en la Universidad de La Habana, de donde me gradué en 1994. Como ya había estado cerca del cine, seguí por esa ruta, alternando el periodismo y la crítica cultural en la radio y la televisión, con mi trabajo docente en la Facultad de Medios Audiovisuales de la Universidad de las Artes (FAMCA). Llevo veintidós años en la docencia, que es realmente lo que me apasiona. Escribo sobre cine, pero no me interesa la crítica puntual sobre una película, algo que considero bastante superfluo. Me interesan más los fenómenos que dialogan con una obra, comprender su lugar en esa conversación social, donde el discurso artístico se mezcla con lo político.

Decía Caín (Guillermo Cabrera Infante) que el de crítico es un oficio del Siglo XX. ¿Te parece que la crítica cinematográfica está en un buen momento a nivel mundial? ¿Y en Cuba en particular?

El cine siempre ha sido un arte popular, al alcance y disfrute de millones en todo el mundo. Francois Truffaut decía que en Hollywood todo el mundo tenía dos oficios, el propio y el de crítico de cine. Cabrera Infante (Caín) hizo honor a un estilo de crítica que mezclaba cinefilia, subjetividad y dominio literario. Un ejercicio intelectual al alcance de todos. Luego, cuando desde otros campos (semiótica, narratología, filosofía, estudios socioculturales y de género) se empezó a leer el cine, la crítica se volvió mucho más compleja y elitista. Dejó de ser popular, para convertirse en divertimento para eruditos o académicos, que hablaban de cualquier cosa menos de la película. Desde hace algunas décadas, los críticos tienen delante una enorme competencia generada alrededor de las plataformas digitales, los youtubers, podcasts, y redes sociales. En un grupo de WhatsApp o Facebook podemos encontrar más intercambios sobre cine que en cualquier revista especializada. Esa conversación alrededor de un filme se ha transversalizado y aparece en múltiples soportes y medios. La atención se ha desplazado del cine a la televisión y al enorme impacto producido por el consumo de series y reality shows. Las grandes revistas de crítica que surgieron y prestigiaron un ejercicio específico sobre el cine en los años 60 y 70, como Cahiers du Cinema (Francia), Sight and Sound (Gran Bretaña) o Film Comment (Estados Unidos), han tenido también que reconfigurarse y resistir desde sus nichos intelectuales la actual avalancha de ¿críticos? y plataformas.

Gustavo Arcos (3)

Charla en John Hopkins University. Baltimore, 2017.

 

La industria fílmica cubana hace rato que vio pasar sus mejores días. Se hacen películas, pero apenas quedan salas donde exhibirlas. Se producen cortos y documentales, pero muchos de ellos son “incómodos” para su transmisión en televisión. También hay varios filmes censurados que han tenido que apreciarse en circuitos alternativos. Asistimos a un desmantelamiento del fenómeno producción-exhibición-distribución. Cuando una película se estrena en salas, ya buena parte del público la vio en sus casas a través del “paquete semanal” u otras vías informales; entonces, los críticos pueden estar emitiendo un discurso que no encuentra eco en los espectadores.

Los nuevos medios han dado paso a nuevas formas de consumo, pero aquí todo es bastante caótico y dependiente de las circunstancias. No se trata de un problema de los críticos, ni de los espacios, que han aumentado, sino de la indiferencia que ese quehacer genera en los ciudadanos. Cuando se vive tan pendiente del día a día, no hay mucho margen para el pensamiento. En Cuba, además, se percibe un agotamiento de los discursos. Demasiada retórica, demasiadas palabras que intentan explicar, orientar, presumir, controlar. Poco a poco se ha ido entronizando la superficialidad como respuesta a todo ese regodeo con las palabras que la vida convierte en insustancial. Solo parece importar la riposta, el show mediático, el titular y eso acaba con el pensamiento crítico y, lo que es peor, con la cultura.

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¿Puedes señalar los momentos más trascendentes de la historia de la crítica cinematográfica en Cuba?

No sé si pudiéramos hablar de un “momento trascendental”. En la década de los 80 del pasado siglo confluyeron varios programas en nuestra TV que tuvieron gran impacto y generaron una cultura cinematográfica bastante notable. Fue la época de 24 x segundo, con Enrique Colina, de Historia del Cine, con José Antonio González y Carlos Galiano, y de Tanda del domingo, con Mario Rodríguez Alemán. Antes del 59, recordar el importante trabajo de José Manuel Valdés Rodríguez en las aulas universitarias de los 40 y 50, el de Cabrera Infante desde su columna en Carteles, o el de Walfredo Piñera en el Diario de la Marina, todos gestos estructurados alrededor de una figura en determinados espacios. En los cines clubes, en la Sociedad Cultural “Nuestro Tiempo”, se presentaban películas y se debatía sobre ellas, pero no iban más allá de esos entornos y sus reducidos asistentes. Alrededor de las revistas culturales siempre existieron intelectuales que escribieron sobre cine. Desde el año 93 existe la Asociación Cubana de Prensa Cinematográfica, que agrupa a buena parte de los críticos cubanos, y cada año tienen lugar en Camagüey o La Habana semanas de la crítica. Hemos tenido muy buenos críticos de cine, investigadores, ensayistas, que han dignificado la profesión, pero no debemos engañarnos: una cosa es que se generen los espacios, las revistas, los eventos o cursos, y otra que las personas se interesen por participar e interactuar. Suele ocurrir que encuentras siempre las mismas caras entre los asistentes. Un pequeño número de fieles que, como una secta, se motivan por determinadas prácticas. Percibo incluso que en nuestro entorno el propio gremio está bastante disperso y cada uno se mueve en su zona de confort.

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Grabación de una serie documental sobre redes sociales dirigida por Ismario González. La Habana, 2016.

Tradicionalmente algunos directores de cine responden a los comentarios adversos diciendo que el crítico no está calificado para opinar, pues, o es un cineasta frustrado o nunca “ha hecho cine”. ¿Es el crítico, strictu sensu, un cineasta? ¿Hay que ser panadero para poder apreciar la calidad del pan?  ¿Aspiras a dirigir alguna vez?

El panadero es importante, pero es mejor que el pan esté bueno y satisfaga a los clientes. Las técnicas se aprenden, el oficio, el saber hacer, se adquiere con esfuerzo y tiempo. Pero una cosa es el pan de la bodega y otra el pan de París.

El arte es bien complejo y desde hace varias décadas se integra a todo un sistema industrial y comercial, conformado por galeristas y curadores, productores y distribuidores, agentes o representantes, instalaciones o espacios, autoridades, medios masivos y público. Entrar en sus definiciones o funciones nos llevaría largas horas de conversación. Alguien escribe unas palabras en un papel, traza líneas en una superficie, moldea un pedazo de roca, mueve su cuerpo siguiendo determinados sonidos, todo eso es mágico, natural, grandioso, pero corre el riesgo de volverse efímero, si no se comparte, reproduce, asienta en alguna parte. Es lo que se denomina cultura. Y la cultura es un proceso que, como ya dije, necesita de instituciones, historiadores y críticos. Se trazan jerarquías, cánones, modelos que luego deben ser superados, desmontados y dar paso a otros nuevos, porque una cosa es cantar en el baño y otra creerse Freddie Mercury. Los críticos hacen perdurar las obras, ofrecen una perspectiva de estas de cara a lectores o espectadores y las recuperan del tiempo, organizando muestras o antologías. Algunos piensan que deben tener un papel didáctico, actuando como mediadores, entre la obra y los receptores. Es un rol que no comparto, pero que existe. En cualquier caso, supone estudios y referentes, conocimientos y análisis. Lamentablemente hay muchos autores que consideran al crítico como un parásito, sobre todo cuando son cuestionados por éste.

No creo que, a estas alturas, llegando a los 60 años, quiera dirigir una película. Hay temas que me interesan, historias de vida que me gustaría contar si alguna vez hiciera un filme, pero estoy seguro que otros pueden hacerlo mejor.

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Rodaje del filme Corazón azul, de Miguel Coyula. La Habana, 2016.

¿Cómo participa el cine en la construcción de la identidad? ¿Qué es lo estable y qué es lo mutante en la construcción de la identidad? ¿El cine cubano se puede parangonar con el mexicano o argentino, que en el pasado siglo contribuyeron a crear estereotipos nacionales que aún hoy se manejan?

La identidad es un concepto abstracto, sujeto siempre al examen del tiempo y las generaciones. Es un invento creado por la civilización para darle sentido a su existencia, marcando límites, excluyendo, silenciando. Para saber quién soy, debo tener claro lo que no soy, lo que me distingue del otro. Terreno fértil para el surgimiento de los totalitarismos, las políticas de odio y la discriminación. Quizás durante algunos siglos donde los pueblos o naciones vivían separados, distantes, “no contaminados”, esa idea tuvo algún sentido, pero desde hace bastante tiempo, con el propio desarrollo tecnológico, la evolución de los medios de transportación e informatización, todas las culturas se han mezclado e integrado. Tomás Gutiérrez Alea en Una pelea cubana contra los demonios (1971) y Los sobrevivientes (1978) ya nos había hablado de esto.

Con solo un par de operaciones en mi teléfono puedo acceder a lo que puede estar ocurriendo al otro lado del planeta. No solo es cuestión de curiosidad, entretenimiento o información, es también una noción de simultaneidad, participación, influencia y diálogo nunca antes vistos.  Es lo que se llama globalización y, antes se llamó posmodernidad.

El cine llegó a Cuba en 1897 y durante seis décadas se hicieron cientos de filmes y documentales que tenían un sentido básicamente comercial, explotando algunos estereotipos de esa “identidad cubana” asociada al baile, la música, la fiesta, lo melodramático y el sexo. No por gusto el llamado “cine de rumberas”, marcó parte de ese “quehacer cinematográfico”, un modelo que, por cierto, compartimos con México, país que tuvo gran influencia en el desarrollo de nuestro arte. Cuando surge el ICAIC en el mismo año 1959, se impulsó la idea de romper con todo ese pasado, generando obras cien por ciento cubanas, que… ¿rescataran?, nuestra verdadera identidad. Se entendió que volver a la Historia, los héroes, las raíces, o la influencia africana en nuestra cultura era el camino y la institución se propuso realizar películas con todos esos asuntos presentes.

Hay mucha soberbia y propaganda en eso de la identidad. A los políticos y funcionarios de cultura les encanta hablar del asunto, sin embargo, en las prácticas culturales tienen todo el tiempo que negociar, conciliar, acatar o responder a intereses de todo tipo, comerciales o ideológicos. El cine es un arte que se construye desde los estereotipos o arquetipos, siguiendo patrones universales de causa-efecto, el bien enfrentado al mal, la civilización contra la barbarie, las historias de amor y odio, la búsqueda de la felicidad o las angustias existenciales. Siempre hay un conflicto, un viaje, una redención. Muy difícil escapar de los clichés, porque se trata de un arte de la representación escénica limitado en su naturaleza por el marco de un cuadro. Nuestra vida es un melodrama repleto de lugares comunes, donde reproducimos gestos y acciones que la civilización nos enseña.

En la Cuba posterior al 59 se diseñó un nuevo concepto identitario, el del “sujeto revolucionario”. Puedes verlo impregnando todos los discursos y conversaciones, todas las propuestas artísticas y sus clasificaciones, pero sobre todo marcando dolorosamente a toda la nación, al convertirse el propio concepto en un estereotipo, un dogma porque, en definitiva: ¿Qué es ser revolucionario?

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Diálogo en el programa “Artista x Artista”. La Habana, 2016.

Ahora mismo la identidad cubana está en la cola del pollo, se percibe en cada familia u hogar dividido por la emigración y el debate político; la sufro, por ejemplo, cada madrugada en los bajos de mi edificio viendo a cientos de vecinos dormir en el contén para agarrar un buen turno en la cola de los cigarros. Es un proceso que, repetido, los degrada como individuos, puesto que genera choques emocionales o vivenciales que marcarán sus memorias y no hay identidad sin memoria. Luego, si alguien realiza un documental sobre ello, siempre aparece una voz “autorizada” que lo desacredita y tilda de falso, pesimista o contrarrevolucionario.

Una de las líneas temáticas más vigorosas del cine cubano después de 1959 fue la reescritura de la historia. ¿Piensas que es un filón agotado? ¿Hay ejemplos notables recientes de esa tendencia?

La Historia siempre será reescrita porque si viviéramos en los hechos, no sería Historia. Sí, fue una arista explorada por el cine cubano posterior al 59, pero ya estaba presente en varias de las primeras películas rodadas en el país por Enrique Díaz Quesada en los años del cine silente. Recuerdo también como en los cincuenta, para celebrar el centenario de José Martí, se realizaron varios proyectos, el largometraje La rosa blanca (Emilio “el indio” Fernández, 1953) el más conocido y controvertido.

El problema con la Historia y su representación visual es que rara vez satisface a todos. Unos piden que la obra sea fiel al personaje o a los eventos, otros sienten que es más importante hablar del contexto y no centrarse tanto en los individuos. Suele ocurrir que detrás de cada biopic, aparecen cinco asesores o historiadores que lo menos que saben es de arte o cine. Ellos quieren al héroe reencarnado, pero de forma idealizada y tienen esa interpretación de que el arte debe tener una función didáctica y moralizante. En Cuba prolifera una lectura de la Historia siguiendo una perspectiva cronológica y acumulativa. Un grupo de acontecimientos que se suceden con el fin de llegar a un punto superior y esa escalada culmina con la llegada de la Revolución. Los héroes, hombres y mujeres que han existido confluyen en Fidel. Desde luego, todos queremos que haya un respeto por la verdad y una dignidad en la puesta en escena, pero una película no puede contener toda la vida de un hombre o mujer, ni puede narrar todos esos detalles que muchas veces determinan el sentido de esos acontecimientos. La Historia está construida desde el poder, así que, desde su propia concepción, intervienen todo tipo de mediaciones. Pedirle al cine fidelidad a la Historia es desconocer el lenguaje del arte.

Luego de mucha apatía, los jóvenes cineastas cubanos están mirando hacia nuestra Historia, aunque no en la dirección del relato lineal, legitimado por las vías oficiales. Hay varios ejemplos. Recuerdo los documentales Rara avis, el caso Mañach (2008, Rolando Rosabal), Los amagos de Saturno (2014, Rosario Alonso Parodi), Días de diciembre (2016, Carla Valdés), La rosa y la espina (2018, Serguei Svoboda) o Las muertes de Arístides (2019, Lázaro Lemus) entre otros. Puedes además añadirle las miradas de algunos “veteranos”: Los bolos y una eterna amistad (2010) y La vaca de mármol (2013), ambos de Enrique Colina, o Pablo (2019) y La Habana de Fito (2021), los dos de Juan Pin Vilar. Hace solo unas semanas el Premio Coral al mejor corto documental del Festival de Cine de La Habana recayó en Los puros, dirigido por la joven Carla Valdés, un ejercicio autorreferencial donde la realizadora pone a dialogar con el presente los recuerdos de sus padres y amigos que estudiaron Filosofía Marxista en la URSS de los 80.

¿Cómo valoras el reflejo de la realidad en el cine cubano contemporáneo?

En la calle hay muchos conflictos e historias. Glauber Rocha, uno de los grandes del cine latinoamericano, hablaba de rodar “con una cámara en la mano y una idea en la cabeza”. En Cuba estamos viviendo una suerte de neorrealismo italiano. Ellos filmaban el mundo de la posguerra sin artilugios, con pocos recursos, propuestas casi documentales. Aquella corriente italiana influyó mucho en el modelo ICAIC de los 60. De cierta manera, los cineastas del siglo XXI siguen ese espíritu, salir a la calle y filmar lo que tienen delante. Muchos critican esa postura, desean ver películas bonitas, con historias positivas y gratas, pero Disney, no radica en Cuba. Para los más jóvenes, limitados por los recursos, es difícil viajar al pasado, reconstruir una época, diseñar una puesta en escena que, desde la dirección de arte, demande alta inversión en vestuario, utilería, etc. Tienen una realidad inmediata que les golpea y de la cual quieren hablar. Algunos colegas le han llamado a eso la “pornomiseria”, por el regodeo visual sobre determinados sujetos y entornos. También pudieran filmarse relatos en Nuevo Vedado o en las mansiones de Miramar y Siboney, pero me temo que sean “zonas congeladas”. Para las historias “buenas” están el noticiero y la prensa nacional. Cuando en el país se logren sanar todas las heridas que marcan o dividen la existencia de millones de seres, entonces aparecerán las películas de ciencia ficción, las comedias con final feliz, el cine de aventuras o el fantástico.

Sin querer enfrentarte a un conflicto de intereses y apelando a tu objetividad crítica, ¿cómo es el nivel de la enseñanza del cine en Cuba? ¿Qué la caracteriza? ¿De qué adolece?

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En el festival de audiovisuales IMAGO. La Habana, 2014.

La enseñanza del cine tiene aquí varios y serios problemas por resolver; a pesar de ello, ahí están los cientos de egresados que han obtenido reconocimiento y prestigio por su quehacer artístico. Uno puede sentir orgullo, porque de alguna manera hay en todos ellos algo de ti, y no lo digo solo por el aprendizaje de ciertas técnicas, estoy hablando de otras cuestiones que tienen que ver con sus posiciones ante la vida, sus conocimientos sobre el país, ventanas que abriste en una clase, debates que propiciaste durante el curso, gestos o acciones que sabes les servirán para siempre.

La FAMCA se creó en 1988, con la idea de dotar de estudios superiores y categoría de licenciados a muchos profesionales que ya trabajaban en los medios, pero que no eran graduados universitarios. Fue literalmente un asunto de papeleo, plantillas, temas de la burocracia laboral. No importaban cuantas películas o programas de TV habías hecho, si no eras licenciado tu salario era inferior y podías tener problemas con la plaza.

Debo recordarte que hasta mediados de los 80 la idea que tuvo Alfredo en el ICAIC era la de aprender cine haciéndolo. Durante varias décadas cualquiera que ingresaba al ICAIC tenía que empezar desde la base, tomando experiencias en los rodajes de todo tipo de filmes. Se pasaba por evaluaciones y categorías, del tipo asistente de cámara, foquero, camarógrafo y, finalmente, director de fotografía. Lo mismo para otras especialidades como edición, sonido, etc. Una pirámide donde la práctica era la escuela. También se ofrecían cursos con alguna frecuencia. Ahí aparecía lo teórico, que se veía como algo complementario. Otros centros productores como la Fílmica de las FAR o el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) también aplicaban el mismo modelo.

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Visita al Westwood Villa Memorial Park, de Los Ángeles, donde se encuentran sepultados, entre otras celebridades, Marilyn Monroe, Jack Lemmon y Billy Wilder, 2016.

La enseñanza del cine en Cuba necesita de tecnología, infraestructura, práctica. Es costosa, requiere de recursos que al Estado le cuesta adquirir o mantener, de ahí que hemos tenido varias etapas donde los estudiantes han chocado con múltiples limitaciones para su aprendizaje y terminan poniendo ellos mismos sus cámaras y equipos de sonido. En las filiales que existen en Camagüey y Holguín eso ha llegado a puntos extremos. Se ha intentado (no siempre con sistematicidad) que el ICAIC o el ICRT se conviertan en unidades docentes, donde nuestros estudiantes puedan tener sus prácticas. Se han firmado acuerdos, pero a la hora de la verdad aparecen inconvenientes con la inserción de los muchachos y es que también esos centros tienen muchas limitaciones tecnológicas y problemas funcionales. Otras escuelas de cine conforman sus programas académicos con materias directamente relacionadas con los procesos creativos. La FAMCA pertenece a un sistema de enseñanza superior que responde a un ministerio y a una política educativa de carácter homogéneo y nacional. En tal sentido tiene que incluir materias obligatorias, y con ellas cientos de horas clases, que nada o muy poco tienen que ver con el cine, la radio y la televisión, lo que genera molestia y apatía entre los estudiantes.

Hay muchas otras cuestiones que pudiera decir, como la inestabilidad del claustro, las trabas que limitan la presencia en nuestras aulas de los mejores especialistas en sus categorías o el peligroso fenómeno que veo viene instaurándose en todo el ISA y es el de querer encorsetar un proceso de creación artística en un modelo metodológico que clone experiencias de enseñanza que se ofrecen en otros centros universitarios del país.

Durante muchos años, el ISA contaba con claustros de alto nivel, artistas de vanguardia, docentes con experiencias en el campo de la creación y la experimentación que propiciaban un tipo de diálogo cultural que se ha ido perdiendo. Ahora los estudiantes se aburren muy rápido, las aulas les dan claustrofobia y la vida está muy cara. Se va conformando una visión pragmática de la existencia, donde el estudio o el conocimiento pasan a un segundo plano.

¿Sigue siendo el guion el “talón de Aquiles” de nuestro cine?

El problema no está en el “talón de Aquiles”, sino en la “flecha de Paris”. Hay muchos temas que son tabúes, historias y conflictos que no se pueden contar de manera directa, honesta. Todo tiene que ser supervisado, controlado por instancias que toman decisiones con respecto a los proyectos que se aprueban. Luego, siempre aparece esa noción enfermiza de que el arte debe ofrecer mensajes, como si los artistas trabajaran en una oficina de correos. Nuestra propia Historia está repleta de acontecimientos y personajes dignos de ser trasladados al cine, a una serie o un documental, pero observa lo difícil que es hacerlo, porque los guionistas siempre se ven envueltos en el dilema de “lo políticamente correcto”, y ahí acaba todo.

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Impartiendo clases en la FAMCA, 2020.

Por otra parte, la Facultad de las Artes de los Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA), que es nuestra única escuela de cine y medios, no lleva incorporada entre sus especialidades formativas el guion. Se imparte esta asignatura como muchas otras que integran un amplio programa docente, pero si algún estudiante quiere formarse específicamente como guionista, tiene que hacerlo por otras vías, aplicando a cursos o talleres que ofrecen otros espacios. La Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio (EICTV), sí tiene un curso de guion y es una oportunidad, pero el ingreso en esa escuela internacional es complicado.

En los últimos años se han abierto diversos caminos para el desarrollo de proyectos que trabajan desde la base misma del guion. Concursos, premios, festivales han reanimado esa labor, pero necesita, por una parte, ser mejor remunerada y por otra, mayor libertad expresiva para que los autores puedan abordar sin prejuicios o miedos todo tipo de temas.

*Esta entrevista fue publicada originalmente en OnCuba News.

15 enero 2022 9 comentarios 2,1K vistas
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Derechos

Interpretar los derechos

por Lecturas sugeridas 20 octubre 2021
escrito por Lecturas sugeridas

Por Benjamin Marcheco Acuña*

Por las redes sociales circula una respuesta de los organismos estatales a la solicitud de permiso para la manifestación pacífica convocada por un grupo de ciudadanos hace algunas semanas. En el mismo sentido van las ideas de una de las más importantes juristas del país, alguien a quien le profeso cariño, respeto y de quien mucho he aprendido, pero de cuya opinión estoy obligado a discrepar, también desde el respeto y el cariño.

Se cuestiona la «licitud» de los fines que persiguen las manifestaciones pacíficas solicitadas con fundamento en cuatro preceptos constitucionales, a saber: el que define el Estado cubano como socialista (art. 1), el derecho a combatir contra cualquiera que intente derribar el orden [socialista] establecido en la Constitución (Art.4); los fines del Estado de encauzar los esfuerzos hacia la construcción del socialismo y de afianzar la ideología y la ética socialista (art. 13); y la imposibilidad de reformar la cláusula de irrevocabilidad del socialismo (art. 229).

El argumento es diáfano y rotundo: la defensa de la ideología socialista es un límite (y condición) infranqueable al ejercicio de los derechos humanos, no sólo a la libertad de manifestación y de expresión, sino de todos los derechos (sólo recordar que hasta para comprar equipos electrodomésticos en algunos territorios del país hay que ser cederista destacado o trabajador ejemplar ­­­—y tener quien envié euros o dólares, claro está—, pero toca sólo referirse a estos).

Este límite estaba previsto explícitamente, con esa claridad, en el art. 62 de la Constitución de 1976. Desapareció de la actual, por una cuestión de «imagen» pero su espíritu sigue encarnado, disimulado, en los preceptos citados por la profe; sólo que ahora hay que hacer un esfuerzo argumentativo para explicar lo que antes no hacía falta.

En otras palabras, el sistema socialista no admite o castiga las expresiones o manifestaciones (individuales o colectivas) contrarias al socialismo, porque así se deriva del mismo artículo que también define a ese Estado como «república» y «democrática». Planteado en esos términos, el concepto «república socialista democrática» es un oxímoron.

Derechos (2)

El concepto mismo de democracia presupone que, en una sociedad que se defina por tal, se garanticen las más amplias posibilidades para la libre emisión del pensamiento.

La libertad de expresión, en su manifestación individual o colectiva, como derecho humano fundamental en las sociedades democráticas modernas se identifica con la libertad que tiene cualquier individuo de exteriorizar y difundir sus opiniones y sus deseos, por cualquier medio adecuado para ello a los destinatarios que considere.

El concepto mismo de democracia presupone que, en una sociedad que se defina por tal, se garanticen las más amplias posibilidades para la libre emisión del pensamiento, de forma individual o colectiva, así como el más amplio acceso a la información. La libertad de expresión se inserta, en palabras de la CoIDH, en «en el orden público primario y radical de la democracia».

Ciertamente no constituye, como menciona la profesora, un derecho absoluto o ilimitado —ninguno lo es—, pero el principio de favor libertatis que ha de inspirar la interpretación de los derechos en las sociedades democráticas, su contenido y las condiciones de su ejercicio, determina que cualquier restricción, límite o sanción impuesta por el Estado debe constituir una medida absolutamente necesaria y proporcional, que persiga como fin legítimo salvaguardar el resto de los derechos.

Es por ello que ordinariamente se configuran como límites generales a la libertad de expresión y de manifestación, la difusión de discursos de odio, la incitación al delito, a la violencia en general o al desorden público, el respeto a la intimidad personal y la dignidad humana; y, como límites concretos, los establecidos en situaciones excepcionales para garantizar la seguridad pública, la salud colectiva, la seguridad nacional, etc.

Fuera de estos supuestos excepcionales, la libertad de expresión ampara el derecho a difundir, sin injerencias de las autoridades, no sólo ideas o expresiones favorablemente aceptadas por la mayoría o las indiferentes o inocuas, sino también aquellas que pueden disgustar, molestar o inquietar a otras personas y —fundamentalmente— aquellas que disienten, contrarían o desagradan al Gobierno o a algún sector de la población. En ello radica el pluralismo, la diversidad, la apertura, que constituyen atributos consustanciales al concepto de democracia y de república.

De manera que, enarbolar la ideología socialista y un referendo constitucional como causa de restricción a la libertad de expresión y, por tanto, como condición para calificar a priori cualquier manifestación pacífica contraria a ella como «ilícita» y, en consecuencia, negarla o castigarla si se produce; no constituye un «límite» democráticamente legítimo a la libertad de expresión, sino su negación misma, su anulación total y absoluta dentro del catálogo de derechos de la sociedad socialista.

Esta forma de entender e interpretar los derechos constituye una evidente conculcación del derecho humano a la igualdad, en tanto la discriminación por la posición ideológica es lesiva a la dignidad humana.

El diseño de una sociedad y de un Estado asentados en el monismo político, en el criterio único, en la creencia en una única fórmula con la que pueda lograrse una sociedad armónica, perfecta, que elimine los conflictos y los problemas que originan la diversidad de valores —a veces contradictorios e incompatibles—, que defienden los seres humanos es, por su propia naturaleza, contraria al desarrollo.

Como sostiene Isaiah Berlin, cuando esta fe y este criterio único son lo suficientemente inflexibles, al encontrarse con situaciones imprevistas propias del desarrollo humano en las que no se puede acomodar; entonces será utilizado para justificar las barbaridades a priori de Procusto —personaje mitológico que acomodaba a su víctima en un lecho y lo ataba a las esquinas y si su cuerpo era más largo que la cama le cortaba las partes que sobresalían, si era más corto, lo descoyuntaba para estirarlo— : la vivisección de la sociedad en algún esquema fijo, dictado por la falible comprensión de un pasado en gran medida imaginario, o de un futuro imaginario por completo.

Y termino con una frase suya. «Preservar nuestras categorías o ideales absolutos a expensas de las vidas humanas ofende igualmente a los principios de la ciencia y de la historia».[1]

***

*Este texto fue publicado originalmente en el perfil de Facebook de su autor y lo reproducimos con su autorización.

[1] Isaiah Berlin (1959). Dos conceptos de libertad.

20 octubre 2021 20 comentarios 2,4K vistas
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Frustración (1)

La frustración hierve en Cuba

por Lecturas sugeridas 4 octubre 2021
escrito por Lecturas sugeridas

Por Guerry Hoddersen, cofundadora del Frente Unido Contra el Fascismo y analista de los movimientos fascistas modernos en Estados Unidos y Europa.*

El 11 de julio de 2021, Cuba estalló en las mayores manifestaciones callejeras desde la Revolución Cubana de 1959. Comenzaron en localidades cerca de La Habana y en la provincia de Santiago de Cuba y se extendieron a cincuenta pueblos y ciudades antes de que terminara el día. Los manifestantes procedían de todas las clases sociales, pero sobre todo de los grupos más pobres y marginados: negros, mujeres, desempleados, jubilados, lesbianas y gays, y jóvenes. Protestaban por la escasez de alimentos, medicinas y gas, los frecuentes cortes de electricidad y la crisis sanitaria a causa de la Covid-19.

Sus gritos por la libertad política y las necesidades básicas de la vida surgieron de la crisis económica más profunda de Cuba en décadas y del enfado con el sistema político ineficiente, burocratizado y unipartidista controlado por el Partido Comunista de Cuba (PCC).

Represión del gobierno

La respuesta del PCC a la agitación social fue rápida. El presidente cubano Miguel Díaz-Canel denunció a los manifestantes como mercenarios contrarrevolucionarios y llamó a los fieles del PCC a recuperar las calles.

Sin dudarlo, ordenó que las manifestaciones fueran disueltas por policías uniformados y encubiertos, así como por hombres de varias ramas de las fuerzas armadas, entre ellos las Avispas Negras, comandos élite de combate entrenados para defender la isla de un ataque militar. Más de 500 personas fueron detenidas; muchas ya han sido condenadas a prisión en juicios sumarios sin representación legal.

El 17 de julio, en una masiva concentración progubernamental en La Habana, compuesta principalmente por trabajadores estatales, el contraste entre la dirección predominantemente blanca del PCC y las protestas mayoritariamente negras de las manifestaciones anteriores acentuó una de las principales divisiones sociales del país.

En los días que siguieron a esta explosión de descontento, varios grupos socialistas y de solidaridad con Cuba en Estados Unidos se pusieron del lado del PCC de forma simplista y acrítica y culparon al prolongado bloqueo económico de Estados Unidos de los disturbios, como si todo lo que ocurre en la isla pudiera atribuirse directamente a la Casa Blanca y a los expatriados cubanos de derechas.

Pero el bloqueo es sólo un factor, y aunque los cubanos reaccionarios trataron de aprovechar las protestas, sus consignas no encontraron eco más allá de utilizar el título de una canción de hip-hop antigubernamental —«Patria y Vida»— como cántico.

Frustración (2)

Una de las consignas para canalizar la frustración fue «Patria y Vida». (Foto: Alexandre Meneghini/ Reuters)

¿Cuál era el objetivo de los manifestantes? ¿Derribar el primer intento de formar un estado obrero en este hemisferio o «exigir al gobierno un verdadero socialismo», como escribe Odette Casamayor-Cisneros, escritora y educadora cubana? La respuesta se encuentra en el examen de la convergencia de los acontecimientos que se encuentran detrás de esta extraordinaria revuelta.

Los nubarrones se acumulan

La crisis política y social de Cuba tiene profundas raíces en el pasado. La situación es la peor desde finales de los años ochenta y noventa, cuando la Unión Soviética, que había proporcionado a Cuba subvenciones y era su principal socio comercial, renunció al socialismo y se pasó al capitalismo.

Como consecuencia, Cuba perdió su principal fuente de petróleo y entró en el «Periodo Especial», cuando el embargo estadounidense y la falta de combustible hicieron que los agricultores volvieran a utilizar bueyes y mano de obra para labrar los campos. Fueron años desesperadamente duros y hambrientos. Duraron casi una década hasta que Venezuela intervino para llenar el vacío dejado por la Unión Soviética. Poco a poco, la economía cubana se recuperó.

Sin embargo, en 2014, cuando los precios mundiales del petróleo se desplomaron, Venezuela redujo la cuota de combustible de Cuba a la mitad. Como las turbinas de petróleo generan toda la electricidad de la isla, los apagones crecieron. Esto hizo que las cosechas se pudrieran en los campos y almacenes porque no había combustible para que los camiones las llevaran al mercado.

Hoy la isla importa entre el 70% y el 80% de sus alimentos y los cortes de electricidad son constantes. Las personas hacen cola durante horas para comprar pequeñas cantidades de arroz, frijoles y pollo, sólo para descubrir que muchas veces los estantes están vacíos.

El turismo empezaba a cambiar las cosas cuando Trump endureció las sanciones y dificultó el envío de remesas de los cubanos en el extranjero. A esto le siguió rápidamente la llegada de la pandemia. Cuba decidió desarrollar su propia vacuna en el prestigioso sector biotecnológico del país; lo consiguió en abril de 2021, pero en junio y julio la Covid-19 se extendió rápidamente, mientras que la vacunación avanzaba con lentitud, entre otras cosas, por la escasez de jeringuillas.

Para colmo de males, la economía se contrajo un 11% el año pasado, después de que el gobierno introdujera reformas económicas que desencadenaron una inflación del 500%. Aun así, persistió en invertir fuertemente en el turismo, por ello destinó 125 veces más a nuevas habitaciones hoteleras que a sanidad y educación juntas. Esto enfureció a muchos cubanos, especialmente porque los trabajos bien pagados en el turismo suelen ir a parar a personas de piel clara con conexiones en el gobierno.

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Nuevo hotel Gran Aston, en La Habana (Foto: Carlos Espinosa/Facebook)

Obviamente, el Partido Comunista de Cuba no es la fuente de todas las calamidades de la isla. Pero controla las cúpulas de la burocracia estatal y la economía: energía, agricultura, banca, comercio interior y exterior, importación y exportación, transporte, turismo, comunicaciones, servicios públicos, industria pesada y media, educación, medicina y sanidad.

El problema ahora es que 62 años después de la Revolución Cubana no hay manera de que los trabajadores puedan ejercer el control sobre la burocracia estatal o ser parte de la búsqueda de soluciones para la crisis actual.

Revoluciones deformadas por el imperialismo

Las revoluciones cubana y rusa ocurrieron en países subdesarrollados. El rápido desarrollo económico era esencial para avanzar en sus objetivos socialistas y sentar las bases de una mayor igualdad social sobre la que pudiera florecer la democracia obrera. Para ello necesitaban la ayuda de las revoluciones de los países avanzados, pero el imperialismo mundial se aseguró de que no llegara.

León Trotsky, líder con Lenin de la Revolución Rusa de 1917, advirtió de la fusión del partido con el aparato estatal. También que si todo lo que la nueva sociedad soviética podía ofrecer era escasez, probablemente triunfaría una burocracia estatal privilegiada, que decidiría quiénes disfrutarían de los beneficios de la revolución y usurparía el poder de los trabajadores para corregir el Estado.

En Cuba, revolucionarios de diversas tendencias políticas participaron en la lucha para derrocar la dictadura de Batista. Sin embargo, el Movimiento 26 de Julio, dirigido por Fidel Castro, y después el Partido Comunista de Cuba surgido de la unión de las organizaciones que participaron en la lucha, acabaron dominando la dirección de la Revolución.

Desgraciadamente, el PCC se inspiró en el régimen de partido único de la Unión Soviética bajo José Stalin, asesino de la democracia socialista. El partido cubano nunca fue una mera réplica del soviético, pero sí se orientó hacia un gobierno de arriba a abajo, un desarrollo que se vio constantemente reforzado por la amenaza de ser derrocado por Estados Unidos.

Ahora parece que un sector muy significativo del partido ha decidido seguir al Partido Comunista Chino en el intento de restablecer plenamente el capitalismo, paso a paso, y llamarlo «socialismo de mercado».

Solidaridad de otro tipo

Cuba se encuentra hoy en una encrucijada. Una revolución que se autodenomina socialista debe, tarde o temprano, cumplir su promesa o perder la confianza del pueblo. Todos los que se preocupan por ver a Cuba realizar los objetivos de la Revolución de 1959 le deben su solidaridad activa contra el sabotaje imperialista, y su visión honesta.

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Clara Fraser

El Partido Socialista de la Libertad ha defendido a Cuba contra todo peligro imperialista durante seis décadas. Nuestra fundadora, Clara Fraser, fue organizadora del Comité de Juego Limpio para Cuba en 1960. Nos unimos a las Mujeres Radicales para violar abiertamente la prohibición de viajar en el Período Especial para llevar ayuda a mujeres y niños.

Ayudamos a Pastores por la Paz a llevar autobuses escolares de Canadá a Cuba. Trabajamos estrechamente con la Federación de Mujeres Cubanas, ayudamos a acoger a la delegación cubana en la reunión de la Organización Mundial del Comercio de 1999 en Seattle, y mucho más.

Pero recientemente hemos sido reprendidos por grupos estalinistas de Estados Unidos como «irresponsables» porque supuestamente estamos «apoyando las falsas justificaciones ideológicas de la intervención imperialista», dado que reconocimos las protestas de julio como un grito de petición de ayuda en una crisis, no como un complot urdido por la CIA.

Todo lo que podemos decir es que la solidaridad debe basarse en algo más que en el vitoreo o el culto a los héroes. Requiere defender y apoyar la democracia obrera en la lucha por ganar y mantener los objetivos socialistas.

Acabar con el bloqueo de Estados Unidos. No a la restauración capitalista. Liberar a todos los presos del 11 de julio y retirar los cargos. Defender y ampliar las conquistas de la Revolución de 1959.

***

Este texto fue publicado originalmente en Socialism y traducido al español para La Joven Cuba.

4 octubre 2021 21 comentarios 3,K vistas
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Giordan

Giordan Rodríguez, un manzanillero en salvaguarda de la memoria

por Lecturas sugeridas 12 junio 2021
escrito por Lecturas sugeridas

Por Alejandro A. García Ortega*

Hace poco más de un año, el 19 de mayo de 2020, Giordan Rodríguez Milanés realizaba un viaje en bicicleta de 110 kilómetros desde su hogar en Manzanillo hasta Dos Ríos. En ese entonces, mientras pedaleaba, grababa y publicaba en Facebook lo que iba observando en el camino. La crónica hipermedial se acompañaba además de pequeños textos que publicaba en el blog Segunda Cita, del trovador Silvio Rodríguez, donde muchos segundaciteros, de manera virtual, realizaban el viaje con él.

La anécdota antes relatada dibuja un poco para el lector quién es Giordan: un hombre de metas, martiano decidido a honrar la memoria del Apóstol en el aniversario de su caída en combate; una suerte de periodista apasionado del ejercicio físico y el ciclismo. Este manzanillero es un cubano que sueña con un país mejor y desde su localidad trabaja para ello incansablemente. Recientemente publicó en sus redes sociales que espera terminar pronto el documental Más allá de la figura, acerca del pintor y escritor Julio Girona.

Esa buena nueva para los centropablianos y para la cultura en general permitió que contactara con Giordan, vía Whatsapp, un viernes temprano. Luego de que terminara su rutina de ejercicios matutinos accedió a tener una charla conmigo. Aquí va:

¿Giordan, si tuvieras que hacer una autobiografía casi al vuelo, qué pondrías?

Pondría que nací en un barrio aledaño a la estación del ferrocarril donde Casillas asesinó a Jesús Menéndez, donde las riñas callejeras –a veces tumultuarias– eran tan cotidianas como las mesas de dominó, y nuestro «deporte» favorito era saltar de un vagón de carga a otro del tren en marcha, o llevarnos las señales de Pare frente a la patrulla para que nos cayeran atrás y escabullirnos en bicicleta.

Escribiría sobre mis abuelos. El materno, linotipista de la imprenta El Arte en Manzanillo. Además de montar los números de la revista literaria Orto –ahí publicó parte de la mejor intelectualidad cubana y latinoamericana hasta 1958–, reprodujo la propaganda de cada proceso revolucionario que hubo en Cuba durante casi todo el siglo XX, y que tuvo resonancia en un Manzanillo con una clase obrera muy combativa, rebelde.

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Mi abuelo materno trabajó en la base naval yanqui de donde tuvo que salir en forzosa retirada -no puedo decir «huyendo» porque vuelve y me da un pescozón–, por sindicalero. Toda la vida sufrió en silencio, desde su espiritismo, tras la penumbra porque quedó ciego, no haber estado cuidando a Paquito Rosales, como tantas veces hizo, el día que capturaron en Guantánamo al primer alcalde comunista de Cuba, para luego asesinarlo.

Pondría a mi madre, quien se plantó ante los que le pedían organizara un acto de repudio en 1980 a nuestro vecino Juan Luis que se iría por El Mariel. «Si ustedes quieren aportarle vergüenza en vez de logros a la Revolución, hagan un acto de repudio pero conmigo no cuenten», les dijo. Pondría a mi padre, a quien no he visto dejar de trabajar con sus manos un solo día de mi vida a su lado, y ya tiene 77 años. Y no podría dejar de mencionar que, desde que tuve uso de razón, los vi leyendo. Mi madre solo dejó de leer el día de su muerte hace 14 años. Mi padre aún lee. Por suerte, mi hija también.

Y aparecerían mis maestros y maestras. Desde Zoila Carballo, que me enseñó a escribir, pasando por Acacia, que ahora es mi vecina, y me enseñó a amar la Historia, el profe Calzada de Física en la Secundaria. Las de marxismo que, además, me enseñaron en el pre la etiqueta al comer hasta los doctores Mario Nieves y Rojas Bell del ISA de Holguín, gracias a los cuales me enamoré de la Teoría de la Comunicación y la Semiótica. Y a aquella soviética, Irina, que me obligó a leerme La guerra y la paz en ruso.

Sé que estuviste mucho tiempo trabajando en la radio. ¿Eres periodista de profesión?

No soy periodista de profesión. No tengo una profesión. No tengo un título que pueda enseñar, a no ser el de bachiller que, creo, se me ha extraviado. Cuando abandoné mi primera carrera -una carrera militar–, mi padre me dijo: «Ahora te tienes que poner a trabajar», y habló con un discípulo técnico suyo que arreglaba los equipos electrónicos de la emisora para que fuera su ayudante, y aprendiera el oficio. Un día alguien necesitó que escribiera un guión, y la entonces asesora Ana María Ugalde, ahora no sé cómo ni por qué, se fijó en «el muchacho del taller» y así comencé a hacer guiones.

El primero de mayo de 1993, luego del desfile, el entonces jefe de programación de Radio Granma, el maestro José Luis García Barbán, me entrego un recorte de papel que decía: «A partir de este domingo te encargas del programa Sonando», y así comencé a dirigir y producir. 1993 fue para mí un año muy confuso.  Debía haber ido para una unidad de castigo a culminar mi servicio –que era el destino de los que causábamos baja en academias militares, según me dijeron– pero eso nunca pasó.

Luego matriculé Derecho en la modalidad por la libre y vencí más de la mitad del contenido mientras también cursaba –clandestinamente porque no se podían estudiar dos carreras a la vez– dirección de cine, radio y televisión en la Facultad de Medios de Comunicación del ISA en Holguín, carrera que también abandoné al terminar cuarto año.

Fui guionista, sonidista y director de radio durante 22 años y, eventualmente hice producción y dirección de espectáculos y documentales para la TV. Y otras cosillas.

Cuéntame del documental en el que estás trabajando, ¿podríamos decir que Más allá de la figura intenta rescatar a una personalidad del olvido?

La idea de un documental sobre Julio Girona, el pintor manzanillero de mayor trascendencia universal, no es mía sino de Ramón Cabrera Figueredo, realizador manzanillero y miembro de la FIPRECI (Federación Internacional de Prensa Cinematográfica) que, siendo estudiante del ISA hace más de veinte años, entrevistó a Girona para su examen estatal, un documental que llamaron él y Eduardo Bertó: Manzanillo, tercera versión de la ciudad.

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Julio Girona

Sin embargo, el testimonio que lograron de Girona no les «cuadraba» en el superobjetivo del documental aun con su gran valor. Y decidieron guardarlo para un trabajo posterior.

Antes de que decidiera optar por el Premio Memoria, Víctor Casaus me había referido la importancia que el Centro Pablo le ha dado a Girona. Y yo, con ese oportunismo que el ejercicio mediático da, me fui por ahí sin tener aún una idea clara del tipo de material que saldría de mi investigación. Entonces una tarde en que Israel Rojas y yo fuimos a casa de Ramoncito en La Habana, Cabrera me habló del documental inconcluso con la entrevista inédita a Girona, que había presentado un corte tentativo en el Festival de Invierno de Cineclubes de Santa Clara pero que tenía problemas de audio.

Al regresar a Manzanillo vi lo que había hecho Cabrera y, francamente, me pareció que el valor testimonial de Girona al hablar de su infancia y Manzanillo, se diluía en el intento de contar sobre su obra, acerca de lo cual ya hay otros antecedentes audiovisuales. Otra vez, de modo oportunista, llamé por teléfono a Cabrera y le propuse que cambiáramos el punto de vista, que lo centráramos en la impronta de Girona en Manzanillo, y viceversa. Y él respondió: «Haz con eso lo que te dé la gana. La única condición es que pongas en los créditos a mi equipo técnico, los que pasaron hambre conmigo aquí para lograr aquella entrevista». Y cerramos el trato. El primer reto fue restaurar el audio.

Un documental, en sí mismo, no saca a nadie del olvido. En todo caso, sería la divulgación y promoción que se le dé a ese documental lo que podría contribuir a sacar a alguien como Girona del olvido. Cuento con el Centro Pablo para eso, si el producto audiovisual resulta loable.

¿Quiénes son los testimoniantes?

En primer lugar el propio Julio Girona. El pintor y promotor de las Artes Plásticas Manuel Olivera (MOA), el miembro de la Academia de Historia de Cuba Delio Orozco González, el periodista Pedro Enrique Vera Portales y el crítico de arte, curador e historiador Carlos Escala Fernández. También algunos manzanilleros cuyas familias tuvieron algún vínculo con la familia de Girona, entre ellos la pedagoga y psicóloga ya jubilada, Olga Arias, tía del reconocido escritor y cineasta Arturo Arango.

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Delio Orozco

¿Qué podemos esperar de ese documental?

Al menos un acercamiento al Girona niño y adolescente, a sus vivencias personalísimas, y a su familia. Quizás algo más.

He leído algunas de tus anécdotas en Segunda Cita (SC). Sé que has pensado escribir un libro con tus vivencias de la etapa en que trabajabas en la radio de Manzanillo. ¿Estás trabajando en algún libro? ¿Has publicado alguno?

Mi proceso creativo es caótico e inconstante. Esta semana puedo estar escribiendo en tres libros y la que viene pensando en los marañones de la estancia. No es una virtud, es un serio defecto. Tengo sellado –los libros nunca se terminan– un libro de relatos llamado Dogmamorfosis y ahí hay un cuento que estoy ampliando a ver si sale una novela.

Tengo escrito un libro de ensayos sobre filosofía de la comunicación en Cuba, a partir de mi experiencia como consultante de tesis de diplomantes de Comunicación Social y Periodismo –no puedo ser tutor porque no tengo título universitario– pero no he encontrado a nadie interesado en publicarlo.  Ediciones Orto me publicó en 2010 El casi libro del inconforme. Retazos de la censura, con reflexiones sobre temas socioculturales.

A propósito de Segunda Cita, ¿qué crees de ese blog?

Si al sitio web La Joven Cuba le debo no haber quedado en el ostracismo (llevaría una larga explicación que no es pertinente aquí), a SC le debo no haberme dejado llevar por la soberbia, mi hipercriticismo, y encausar mi rebeldía sin poner en riesgo las esencias de un cubano que, más equivocado que acertado, quiere lo mejor para su Patria tanto como lo querría el Presidente de la República. 

Eso se lo debo a SC, no sólo a Silvio, a quien quiero como a mi propio padre, sino a cada uno de sus foristas, especialmente, a quienes les «exploto los pistones» con mis interpretaciones de la realidad cubana, como me ha dicho la guajira Lien.  Y también se lo debo a Israel Rojas Fiel, el cantautor, que es una especie de Pepe Grillo sin que él se lo haya propuesto, aunque no es asiduo al blog.

¿Crees que espacios virtuales como éste contribuyen a construir un mejor país? ¿Por qué?

SC es la expresión a pequeña escala de la Cuba de mis sueños aun cuando en su fórum interviene gente de todo el mundo. Una Cuba donde el Partido sea como el de la canción Ala de Colibrí compuesta por el anfitrión de SC.

Una Cuba donde podamos dirimir con respeto nuestras diferencias sin que nos consideremos enemigos irreconciliables unos y otros. Pero una Cuba que no sea ingenua ni tonta ante los enemigos reales. Hay que saber deslindar al odiador de aquellos que, por diversas razones, lanzamos a tierra de nadie y luego pasan a formar parte de ese coro inaudible de destructores de utopías. No los justifico pero los entiendo porque yo también he estado, de algún modo, en tierra de nadie, hasta que encontré SC y a las personas que allí opinan.

Cuando acabe la pandemia ¿en qué proyectos piensas enfocarte?

Un ser caótico y contradictorio como yo no tiene proyectos, sólo sueños. Me he propuesto ir de La Demajagua a San Lorenzo en bicicleta, como homenaje a Carlos Manuel de Céspedes. Le debo a mi ciudad un documental acerca del vínculo de los mambises y los revolucionarios –comunistas incluidos- con el espiritismo de cordón.

Tengo a medio terminar Las aventuras de Mía y Papo, un libro para niños y niñas con muchas de las historias que escribí para la radio entre 2001 y 2007, un regalo que quiero darle a mi esposa Magalis. Y tengo todas las noches que responderle al Viejo la pregunta: «¿Qué comemos mañana, compay?».

 

*Esta entrevista fue publicada originalmente en el sitio del Centro Cultural Pablo de la Torriente.

12 junio 2021 22 comentarios 2,8K vistas
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