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Rodolfo Alpízar Castillo

Rodolfo Alpízar Castillo

Escritor, lingüista y traductor cubano

intervencion

Acerca de derechos, intervenciones y corredores

por Rodolfo Alpízar Castillo 13 julio 2021
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

No importa de qué país sea usted, ni cuál sea la tendencia de su gobierno, derecha, centro, izquierda, liberal, neoliberal, de bienestar, autodenominado comunista: Usted tiene derecho a no gustar de él, a discrepar, a oponérsele. En fin: Nadie puede obligarlo a concordar con su gobierno. Es una buena noticia, ¿verdad? Pero usted ya lo sabía.

I

El problema es que hay una mala noticia: El gobierno tiene derecho a no estar de acuerdo con su desacuerdo; esto es, no está obligado a tomar como bueno cuanto usted haga para demostrarle su oposición.

Se trata de dos derechos encontrados. ¿Se había dado cuenta? Supongo que sí.

Normalmente, en países civilizados, esa contradicción coexiste pacíficamente sobre la base de determinadas normas. Pero suelen darse dos situaciones (en realidad, no abundan los países verdaderamente civilizados):

a) Usted se extralimita en la forma de ejercer su derecho.

b) El gobierno se extralimita en la forma de ejercer el suyo.

Al respecto, otra mala noticia, aunque imagino que también la conoce: El Estado (que no es invento comunista ni capitalista, pues existe desde hace varios miles de años), disfruta de un privilegio que ningún ciudadano en ningún país del mundo puede disputarle: el monopolio de la fuerza. No hay Estado que renuncie a él, so pena de convertirse en fallido.

¿Imagina un Estado en el cual cualquier grupo de personas pueda ejercer el derecho de la fuerza a su albedrío? Esa es la sencilla razón de tal privilegio.

(Estado no es lo mismo que gobierno, lo sé, pero a los efectos de lo que nos interesa ahora podemos prescindir de matices).

Para ejercer ese derecho, el Estado dispone de órganos de represión: fuerzas armadas y policía, fundamentalmente. Por suerte, gracias al desarrollo de la humanidad, existen normas para la aplicación de la represión en casi todos los países del mundo, y son escasos los gobiernos con las manos enteramente libres para aplicarla.

En resumen: Usted tiene derecho a oponerse a su gobierno, pero está obligado a saber que su gobierno tiene derecho a defenderse de cualquier acción suya que lo desestabilice o tienda a derrocarlo.

Lo más frecuente es que, siempre que se mantenga dentro de los límites de la legalidad establecida, su gobierno no le haga mucho caso cuando usted ejerce su derecho a estar en contra de él.

Pero puede ocurrir que a usted eso de los límites lo tenga sin cuidado, y ejerza su derecho a traspasarlos. La parte mala de ejercer ese derecho es que, como el Estado tiene el suyo, usted se expone a conocer de cerca el alcance del término «monopolio de la fuerza». Digamos que si le lanza piedras a un policía es poco probable que de él reciba flores.

Pero no se amilane por eso. Acepte el precio de ejercer su derecho: pedrada para el policía, palazo/balazo para usted. A fin de cuentas, «Sarna con gusto no pica».

II

Voy a buscarme la malquerencia de muchos con esto que voy a decirle, pero es la verdad: Usted, que no quiere saber nada de su gobierno, por la razón que sea, tiene todo el derecho del mundo a solicitar, por esa razón, una intervención militar para provocar su caída.

Seguramente ya lo había pensado.

Lo que tal vez no haya pensado es que una intervención militar es una inversión, una operación económica. Por tanto, para lograrla usted tiene que convencer al gobierno al cual pida la intervención de que le ofrece un negocio rentable.

De otra manera no sueñe que le van a hacer caso.

(Las guerras, olvide la propaganda de cualquier color, son empresas comerciales. Si no hubiera guerras en el mundo durante todo un año, ni carrera armamentista, se produciría una crisis económica mundial de proporciones incalculables; suena feo, pero es la verdad).

¿Imagina cuánto cuesta mover una tropa, digamos, de cinco mil uniformados? Primero, hay que trasladarlos del lugar donde estaban acuartelados (cuidando de no «desvestir un santo para vestir a otro»). Después, hay que disponer de los elementos de transporte, pues las tropas no se mueven mediante varitas mágicas, sino mediante complicadas operaciones de desplazamiento.

Sepa usted, por cierto, que el momento de mayor riesgo para una tropa es el desplazamiento. Por tanto, para movilizar a esos cinco mil uniformados hace falta una operación que incluya la protección de las tropas.

También se ha de considerar otros elementos organizativos y logísticos, pues esas tropas no van a ir «a pecho descubierto». Además de las diferentes vituallas, hay que contar con abundantes raciones de combate, pues no es posible saber cuánto tiempo durará la operación (cualquiera sabe cuándo comienza una guerra, pero no cuándo termina), y no hay razón para pensar que los van a recibir con banquetes de bienvenida. Sin contar que habrá que reponer municiones y armamento, lo cual resulta bastante caro.

¿Y qué me dice del aspecto político? Porque esas fuerzas armadas no «se mandan» a sí mismas; salvo que el país al cual usted convenció de derribar al gobierno sea una monarquía absoluta, lo más probable es que haya un parlamento y una opinión pública a quienes convencer de que ese gasto del dinero de los contribuyentes está justificado (en términos exactos: de que es un buen negocio).

Puede ocurrir que ese gobierno suyo que tan mal le cae no se desplome así como así, y entre los interventores haya muertos (a cuyas viudas habrá que asegurar una pensión) y heridos (a quienes habrá que trasladar, curar y, si quedan mutilados, pensionar de por vida). Eso encarece la operación.

Vaya, que usted tendrá que tener un lápiz muy bien afilado si quiere convencer a algún país para que le haga el favor de derribar al gobierno que tan mal le cae.

Alcalde de Miami, Francis Suárez, pide intervención militar de EE.UU. en Cuba para “proteger al pueblo”. (Foto: AP)

Supongamos que la cuenta da (su país tiene riquezas de las cuales los interventores se apropiarán para resarcir pérdidas y obtener ganancias, como en todo negocio), se derroca al gobierno que le cae mal, y los interventores logran recuperar la inversión. Usted, satisfecho y agradecido, les pide que se retiren. ¿Lo hacen? ¿Conoce usted algún caso en que eso haya ocurrido?

¿Una tropa interventora llega, derriba un gobierno que disgustaba a alguien y se retira, sin más ni más? ¿No deja detrás, cuando menos, una Enmienda Platt, como en Cuba? Por más que me esfuerzo, no recuerdo alguna ocasión en que haya ocurrido algo parecido.

Lo que me viene a la mente es Libia, uno de los países con más desarrollo (o el de más desarrollo) de África. Un día sufrió una intervención militar extranjera porque de repente los gobiernos occidentales se acordaron de que su presidente era un dictador y, como eso es algo muy malo, era necesario derrocarlo.

Como resultado, Libia prácticamente no existe en estos momentos.  (Pasemos por alto los miles de muertos, la mayoría civiles, y los que siguen muriendo).

Otro ejemplo que se me ocurre es Irak, cuyo presidente de repente dejó de ser amigo de los norteamericanos (lo fue mucho tiempo; por ejemplo, ahorcó a los miembros del partido comunista iraquí, usó armas químicas facilitadas por los occidentales contra los kurdos, y atacó a Irán, también con armas occidentales). A partir de ese momento pasó a ser una amenaza para Estados Unidos, por las armas de exterminio en masa que poseía. Con ese argumento se convenció al congreso y a la opinión pública mundial de la necesidad de derrocar al presidente de Irak…

Nadie ha sido capaz de contabilizar la cantidad de muertes ocasionadas por esa intervención militar, e Irak jamás ha vuelto a alcanzar los niveles de desarrollo que tenía antes de ella (tampoco ha conocido un día de paz desde entonces).

Lo curioso es que décadas después de la intervención que destruyó a Irak (que no ha terminado del todo) nadie ha visto las famosas armas de destrucción masiva.

Libia e Irak son buenos ejemplos de las consecuencias para un país cuando se produce una intervención extranjera. Pero a través de la historia del planeta se pueden encontrar ejemplos en abundancia, no hay que pensar que es un invento de norteamericanos ni de los tiempos modernos.

No obstante, usted, que está informado de lo que he relatado, sigue teniendo todo el derecho del mundo a pedir la intervención extranjera en su país para que derroque al gobierno que tan mal le cae. Que se destruya el país y muera un montón de inocentes no es tan importante, ¿verdad?

Por tanto, para ser consecuente con usted mismo:

a) No olvide los antes mencionados derechos del Estado, sobre todo, tenga presente que en algunos países existen leyes que consideran la incitación a la intervención militar extranjera como crimen de traición a la patria. Y se aplican.

b) No pretenda que sus conciudadanos lo consideren un patriota. Ser patriota y solicitar intervención extranjera contra el propio país no son elementos concordantes. Eso no tiene por qué importarle a usted. Asúmase: Usted no es un patriota y ya; está en su derecho de no serlo.Asúmase, repito: Usted está por la intervención militar extranjera en su país, para deshacerse del gobierno que no le gusta; por tanto, no ande con subterfugios, olvídese de la corrección política y proclámelo abiertamente. Es su derecho. No acuda a innecesarios eufemismos.

No diga, por ejemplo, que pide un corredor humanitario para su país. Pida abiertamente lo que quiere pedir. De lo contrario, se muestra como un ignorante o como un hipócrita. Y usted no desea que lo consideren ni lo uno ni lo otro.

Usted no es un hipócrita y usted sabe que un corredor humanitario es, en esencia, una operación militar. Una forma de intervención militar. Afróntelo.

Convocatoria a una Intervención Militar estadounidense en Cuba lanzada desde la Florida, con 270,000 firmas

Los corredores humanitarios son vías que facilitan la circulación segura, libre de ataques, de la ayuda humanitaria y de las víctimas de los conflictos armados.

Esto es: un corredor humanitario se crea porque existe, previamente, una situación de conflicto armado entre bandos diversos (en ocasiones son más de dos). Es decir, para que se establezca un corredor humanitario tiene que existir un conflicto bélico en desarrollo.

Por lo común, esos corredores humanitarios se garantizan mediante la presencia militar de una «fuerza neutral», la cual se coloca entre las partes beligerantes. Sirve para la evacuación de heridos o de civiles atrapados entre los fuegos. (En ocasiones sirve para acciones «menos santas», como favorecer a una de las partes del conflicto, o para saquear las riquezas del lugar, pero eso es «peccata minuta»).

Por tanto, usted tendría que provocar primero un conflicto armado en su país para solicitar después la creación de un corredor. Y tambien tiene que poner de acuerdo a los bandos enfrentados, para que no le caigan a bombazos a la «fuerza humanitaria» que usted solicitó.

Pero eso no es lo que usted quiere, es demasiado complicado. Dígalo, pues, de forma directa, para que no haya confusión: Usted no pide un «corredor humanitario» para su país (pues nada lo justifica).

Usted lo que quiere es una intervención militar extranjera que le quite de encima a ese gobierno que tan mal le cae. Y ya. Es su derecho. Proclámelo con todas las letras. Nada como la correcta expresión de las ideas.

***

(Lea aquí la posición del Consejo Editorial de La Joven Cuba sobre los eventos del pasado domingo, 11 de julio)

13 julio 2021 65 comentarios 6,6K vistas
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Estado de derecho 1

Meditaciones: Derechos constitucionales, ¿sí, pero no?

por Rodolfo Alpízar Castillo 29 marzo 2021
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

Cinco verdades de Perogrullo:

  1. Ninguna constitución es tan perfecta que no tenga detractores, pero todas valen por igual tanto para quienes disienten y para quienes las aprueben.
  2. Nada que se legisle en un país puede contradecir lo estipulado en su constitución, pues carece de legitimidad, y el parlamento, una de cuyas funciones principales es velar por la constitucionalidad de las normas emitidas, lo declara nulo.
  3. En el articulado de la actual constitución cubana hay carencias y elementos contradictorios evidentes. No obstante, fue aprobada por mayoría mediante referendo en el cual se garantizaron el conocimiento previo del texto y la privacidad del voto. Se concuerde o no con los procedimientos utilizados, es innegable que la mayoría de los ciudadanos la aprobó, y todos debemos acatarla, nos satisfaga o no. Así funciona la democracia.

Cuba: Constitución, represión y ciudadanía

  1. Sin importar la ideología que se sostenga ni el lugar que se ocupe en la escala social, en cualquier país es obligatorio cumplir al pie de la letra lo estipulado en la constitución: presidente de la república, empresario, mendigo, general, ministro, profesor, barrendero, policía, delincuente, por igual son sujetos de los derechos y deberes consagrados en la ley de leyes. En consecuencia, quien viola un mandato constitucional, encumbrado o no, debe enfrentar las consecuencias de sus actos. Eso es democracia.
  2. Los funcionarios gubernamentales están obligados, en razón de su cargo, a velar por el acatamiento de lo estipulado por la constitución en el área donde desarrollan sus funciones. Quienes no cumplan con ese requisito, además de las sanciones penales a que se hagan acreedores, quedan inhabilitados para continuar ejerciendo el puesto. Eso también es democracia.

Cuba, Estado de derecho y ciudadanía

El artículo 1 de la Constitución vigente afirma que «Cuba es un Estado socialista de derecho y justicia social, democrático, independiente y soberano». Más allá de las posibles lecturas a que pueda dar lugar la expresión «Estado socialista de derecho» –por ejemplo, que se puede ser Estado socialista sin ser Estado de derecho, o que se puede ser Estado de derecho sin ser socialista–, la consecuencia del enunciado es clara: Cuba es un Estado cuyo poder y actividad están regulados y garantizados por la ley. En consecuencia, todos los ciudadanos están obligados por igual a cumplir la ley; ello incluye, sin duda, a los funcionarios del Estado.

El artículo 33 de la Constitución cubana establece: «La ciudadanía cubana se adquiere por nacimiento o por naturalización». El artículo 36 esclarece al respecto que «La adquisición de otra ciudadanía no implica la pérdida de la ciudadanía cubana».

El talón de Aquiles

En otras palabras: se es cubano por nacimiento, y ni siquiera el adquirir otra ciudadanía limita esa condición. Por si hubiera dudas, en el artículo 38 se establece que «Los cubanos no pueden ser privados de su ciudadanía salvo por causas legítimamente establecidas». En el propio artículo se aclara que la ley establece el procedimiento para la renuncia o la pérdida de la ciudadanía y las autoridades facultadas para decidir al respecto.

Más adelante, en el artículo 128, inciso m, se expresa que el presidente decide «en los casos que corresponda, el otorgamiento de la ciudadanía, aceptar las renuncias y dispone sobre la privación de esta».

Más claro: Nadie tiene potestad para privar a un cubano de su ciudadanía; existe un proceso para ello, y el propio presidente de la república, que tiene potestad para decidir, solo puede hacerlo una vez concluido el proceso.

Por otra parte, el artículo 94, en su inciso e, establece que toda persona goza de la prerrogativa a «no ser privada de sus derechos sino por resolución fundamentada de autoridad competente o sentencia firme de tribunal». Eso es lo normal en un Estado de derecho, de justicia social y democrático.

Derechos, ¿sí o no? Dos ejemplos

a) Semanas atrás, un grupo de personas invadió la propiedad de una ciudadana, pintó mensajes en sus paredes y le gritó ofensas. El pretexto para la invasión fue que la ciudadana había escrito en la pared de su vivienda un mensaje considerado opositor al gobierno. Pareció el renacer de los tristemente célebres «mítines de repudio» de décadas atrás que todos pensábamos, o queríamos pensar, que habían quedado en el pasado.

Derechos

Semanas atrás, un grupo de personas invadió la propiedad de una ciudadana, pintó mensajes en sus paredes y le gritó ofensas. (Foto: Yander Zamora/Efe.)

Según el artículo 49 de la Constitución: «El domicilio es inviolable. No se puede penetrar en morada ajena sin permiso de quien la habita, salvo por orden expresa de la autoridad competente, con las formalidades legales y por motivo previamente definido en la ley». En ningún lugar del texto constitucional se afirma que se excluye de ese derecho a los opositores al gobierno.

Siendo Cuba un Estado de derecho, y en aplicación de la ley, los participantes en el «mitin» debieron ser procesados por autoridad competente y sancionados por su actuar ilícito, incluso sin que hubiera existido denuncia formal de la agraviada, pues el hecho implicó desorden público, lo cual exige a la policía actuar de inmediato, sin esperar denuncia.

Los órganos de difusión debieron denunciar el hecho y divulgar la sanción impuesta por los tribunales, para que semejantes violaciones no se repitan, y dejar claro el mensaje de que en un Estado de derecho la constitución se respeta, sin importar la ideología que se profese.

No hubo denuncia por los medios oficiales (sí por los no oficiales), y los comisores del delito no fueron juzgados. Esto es: los encargados de hacerlo no cumplieron su obligación de proteger el Estado de derecho, a pesar de que se había cometido un delito descrito en el código penal vigente:

«Artículo 287.1. El que, fuera de los casos autorizados en la ley, penetre en domicilio ajeno sin la voluntad, expresa o tácita, del morador, o permanezca en él contra su voluntad manifiesta, incurre en sanción de privación de libertad de tres meses a un año o multa de cien a trescientas cuotas o ambas. // 2. Si el delito se ejecuta de noche, o en despoblado, o empleando violencia o intimidación en las personas, o fuerza en las cosas, o usando armas o con el concurso de dos o más personas, la sanción es de privación de libertad de dos a cinco años».

En el delito participaron varias personas; todas debieron ser procesadas y condenadas a penas entre dos y cinco años, como indica el Código Penal. A pesar de ello, ni las autoridades (policía, fiscalía) ni los medios oficiales de difusión defendieron algo que constituye interés superior de la nación y el Estado: la salvaguarda de los derechos de sus ciudadanos.

Invitación a un espacio de palabra contra la desmentida

Quien afirme que aquello fue un «hecho menor», sobredimensionado por «periodistas a sueldo del enemigo» comete un error. O presta conscientemente un servicio al «enemigo».

Si, como se afirma en los medios oficiales, el enemigo está a la caza de «cualquier pretexto para armar un espectáculo contra el gobierno», es absurdo regalarle los elementos para que lo haga. Es un regalo a ese enemigo dejar sin castigo la reedición de los vergonzosos «mítines de repudio» que nunca debieron ocurrir y constituyen, mientras no haya una petición pública de disculpa de las autoridades al respecto, una mancha en la historia del país.

No se exculpa a un violador porque la violada vestía de tal o cual manera; que la ciudadana pusiera en su casa un cartel pretendidamente «ofensivo contra el gobierno» tampoco exculpa de la comisión de un delito contra ella. Con enemigo o sin enemigo, con espectáculo o sin espectáculo, es un proceder impropio de un Estado de derecho, y afecta el prestigio y la moral del país ante la opinión pública internacional. Con ello, es un potencial riesgo para la seguridad nacional, porque seguridad nacional pasa por la defensa de la legalidad.

b) Algunos habíamos oído que una joven cubana estaba «varada» en Panamá, porque no se le permitía entrar en su país. Cuando por televisión anunciaron que habría una declaración del Minrex, esperé oír un desmentido, pues, según el constitucional artículo 52, a ningún ciudadano cubano se le niega la entrada a la patria: «Todas las personas tienen libertad de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio nacional, cambiar de domicilio o residencia, sin más limitaciones que las establecidas por la ley».

Desterrada

Para mi sorpresa, la funcionaria del Minrex no usó de la palabra (algo confusamente, por cierto) para destrozar una «patraña enemiga», ¡sino para validarla! En lugar de desmentir la noticia, confirmó su veracidad. No mencionó ninguna resolución de tribunal o autoridad competente que fundamentara la prohibición. En cambio, habló en extenso del «espectáculo mediático» frente al Minrex de algunos periodistas de medios no oficiales.

Hasta ahora, los trámites migratorios han sido ocupación de la Dirección de Inmigración y Extranjería del Ministerio del Interior, no del Minrex. No siendo este un asunto de relaciones diplomáticas, no me quedó claro por qué el Minrex debió referirse a él. Agradecería que me lo aclararan.

Si la afectada fuera extranjera y, por alguna razón (solicitud de la cancillería de su país, por ejemplo), hubiera un caso diplomático con ella, se entendería la participación del Minrex. Pero se indicó que es cubana. Entonces, la funcionaria  debió  explicar si la afectada renunció a su ciudadanía, o si esta le fue retirada por resolución de autoridad competente, firmada por el presidente de la república. No lo hizo. Se limitó a afirmar que el Estado socialista de derecho cubano, tal cual afirman los medios enemigos, priva a una ciudadana cubana del goce de un derecho claramente reconocido en los artículos 33 y 38, además del 128 m, antes citados, de la Constitución vigente.

En esencia, la funcionaria del Minrex ha confesado en público la existencia de una acción inconstitucional que, además, constituye un delito previsto en el código penal de la República de Cuba:

«Artículo 141.1. El funcionario público que aplique o disponga la aplicación de una medida de seguridad sin orden del tribunal competente, incurre en sanción de privación de libertad de seis meses a dos años, siempre que el hecho no constituya un delito de mayor entidad».

En este caso, la mayor entidad estriba en que se ha violado el mandato constitucional y se ha puesto en entredicho ante las demás naciones la existencia de un Estado de derecho en Cuba, lo cual pudiera tener implicaciones para la seguridad nacional. Es, por tanto, un delito grave.

Un enfoque socialista de la libertad de expresión

La razón para este abuso de poder sancionable según el artículo 141 del Código Penal es, repitió la funcionaria del Minrex, la supuesta «peligrosidad» de la ciudadana. Para rebatir ese argumento no hay que aducir que es joven, o sin antecedentes penales, como se ha intentado, porque lo contrario tampoco es válido: impedir la entrada al país a una ciudadana es inconstitucional, sea joven o vieja, buena o mala persona.

Es ilegal conculcar los derechos de una persona decente, y es ilegal conculcarlos a un perfecto sinvergüenza: la ley es para todos. Eso es Estado de derecho, eso es democracia. Si se permite violar derechos, no hay ni uno ni otra.

Si la ciudadana fuera capaz por sí sola (al estilo de una película de la peor clasificación) de destruir el Estado y llevar la república a la anarquía y la fragmentación, como se ha pretendido demostrar, tampoco se explica que le impidan entrar, pues se pierde la oportunidad de ponerla tras las rejas y neutralizarla. El argumento es, como se mire, ridículo. Tontos serían los enemigos del gobierno si no aprovecharan esta oportunidad de hacer campaña que se les regala.

Atrincherarse en un falso concepto de «defensa del país» para justificar la actitud anticonstitucional y constitutiva de delito de un organismo o un grupo de funcionarios no sirve a los intereses de la nación, ni siquiera conviene al gobierno que supuestamente se pretende «defender».

Todo, menos derechos humanos: las sanciones de EEUU contra Cuba

Significa, en cambio, poner en solfa el Estado de derecho proclamado por el texto constitucional. Significa además echar en el olvido los afanes constitucionalistas de nuestros próceres, y lanzar a la cloaca los sacrificios realizados por el pueblo cubano desde hace más de siglo y medio, en busca de la construcción de una república con todos y para el bien de todos.

Para finalizar

Lo que la defensa del país exige, exige la constitución y exige la decencia, es que el Minrex refute a su funcionaria, y la Fiscalía General de la República abra un proceso investigativo para dilucidar quién violó la legalidad, los tribunales apliquen las sanciones pertinentes, y se restablezcan a la ciudadana los derechos que le fueron vulnerados, como corresponde a un Estado de derecho.

Interesa al país, ante todo, que los diputados de la Asamblea Nacional recuerden que su juramento es a una constitución, no a un organismo o un funcionario, y exijan a las autoridades gubernamentales el irrestricto respeto a lo establecido en esa constitución.

Con ello defienden al gobierno y a su propio prestigio.

29 marzo 2021 37 comentarios 4,6K vistas
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boliviana

La sorpresa boliviana

por Rodolfo Alpízar Castillo 27 octubre 2020
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

Confieso que el día de las elecciones en Bolivia no puse los noticieros: estaba persuadido de que el Movimiento al Socialismo (MAS) no ganaría y no quería oírlo a cuentagotas. Evidentemente, los analistas de política internacional del país estaban convencidos de lo mismo, pues a eso apuntaban sus comentarios.

Coincidía con la idea general de sus señalamientos, pero la encontraba incompleta: pasaban por alto las verdaderas causas que posibilitaron el golpe de Estado, hijo de múltiples errores propios, no solo de la agresividad de los oponentes nacionales y extranjeros. El más señalado, aunque no el único: la decisión de Evo Morales de presentarse a reelección, a sabiendas de que una parte del pueblo no la apoyaba y de la campaña de descrédito a que se enfrentaría.

Para mí la decisión indicaba pérdida de la noción de la realidad política del país, consecuencia a su vez del enajenamiento entre dirigencia y base. Acaso también simple y llana embriaguez del poder. Hubieran buscado otro pretexto para el golpe, me sugieren amigos. Cierto. Pero encontrar pretextos es tarea del contrario, uno no los regala. El intento de reelección fue regalarlo y servirlo, como dice la expresión popular, en bandeja de plata. Supongo que muchos opositores saltaron de alegría al enterarse.

En realidad, era la culminación de un desarrollo negativo interno del MAS que nuestros analistas no mencionan: endiosamiento del líder y alejamiento de las bases. Aplausos y plazas llenas de flores o banderitas pueden mostrar poder de convocatoria, pero no significan real contacto con el pueblo.

Quienes simpatizamos con el pueblo boliviano, pero no somos comentaristas de prensa ni tenemos lugar donde expresarnos, veíamos el peligro. En cambio, los que podían no lo mencionaban -tampoco nunca oí señalar cualquier error del gobierno de Evo, por cierto, o de otro gobierno aliado; supongo que hacerlo es “dar armas al enemigo”.

Como los comentaristas no mencionaban más que los logros del gobierno del MAS y la agresividad de sus enemigos, apoyados por intereses extranjeros, mucha gente en Cuba se quedó boquiabierta al seguir por la prensa los acontecimientos de entonces.

Un gobierno que había sacado de la miseria a millones de personas, que había convertido a uno de los pueblos más pobres del mundo en la economía de más desarrollo sostenido en América, que había hecho crecer una hasta entonces casi inexistente clase media en su país, fue derribado -se podría decir: sin pena ni gloria-, por una maniobra dirigida por la OEA, a la cual se sumaron sectores opositores, los uniformados y hasta ciudadanos que habían sido beneficiados por ese mismo gobierno.

Inexplicable.

Antes de seguir, una aclaración: los enemigos de las fuerzas progresistas insisten en la perpetuación en el poder como sinónimo de “gobierno de izquierda”, y el caso de Evo sería un ejemplo. Pero Evo fue presidente de Bolivia desde 2006 hasta 2019; en cambio, Ángela Merkel es canciller de Alemania desde 2005.

Evo, con trece años de gobernante, se convertiría en un dictador, si era elegido; Ángela, ya con quince, es un bastión de la democracia y a nadie se le ocurriría reclamar revisión de los votos por los cuales triunfó, ni acusarla de afán desmedido de poder, o de fraude electoral.

Ello es así porque Ángela es europea, blanca, alemana, política profesional, con títulos universitarios. Raza y clase superiores, nacidas para gobernar. En cambio, Evo es aimara, obrero…, ¡un indio! Raza y clase inferiores. Nacidas para ser gobernadas. Lo que en un blanco europeo es un don, en un obrero indígena americano es un irrespeto a la moral y las buenas costumbres, y debe ser castigado.

En su momento imaginé que la sabiduría ancestral que había aplicado hasta entonces, y que le había permitido sortear con éxito situaciones complicadas, llevaría a Evo a acudir al proceso electoral de 2019 con una jugada a la altura de las circunstancias -había varias posibilidades para ello. Pero hizo lo opuesto: aplicó la única cuyo fracaso era previsible.

¿Se dejó convencer por asesores desconocedores de la realidad boliviana?, ¿se consideró, o lo hicieron considerarse, imprescindible?, ¿lo ganó la embriaguez del poder?

Hubo de todo, y lo tercero no es de poco peso: nadie escapa a esa droga llamada poder, salvo que se llame Nelson Mandela. Por buenas intenciones que un líder tenga, a su alrededor crea muros de “entusiastas” -en su mayoría, oportunistas- que se encargan de que vea solo lo que gusta de ver. Con el paso del tiempo, él mismo se enmascara la realidad.

En  el fondo de todo radica la ruptura de la relación con las bases, el atender más al círculo de intereses tejidos alrededor del líder que a la gente que lo llevó al gobierno, y a ver la hojarasca en lugar de la tierra que está bajo ella. Tal es el fatum de quien se mantiene varios períodos en el poder, sobre todo si sus primeros tiempos se caracterizan por éxitos indiscutibles, como ocurrió con el MAS y ha ocurrido en otros procesos en América.

Si en su momento de gloria los pueblos suelen ponerse en un hombre, como  afirmó Martí, la historia americana ha demostrado demasiado que, por lo general, esos elegidos suelen convencerse de que son todo el pueblo. Dejan de oírlo para oírse a sí mismos o a sus alabarderos. Terminan por sentirse los intérpretes privilegiados del sentir de la masa, sus dioses.

Alguien puede oponer a lo anterior, “¿y por qué no sucede lo mismo en Alemania, cuya gobernante lleva más tiempo que Evo en el poder, como acabas de afirmar?”. Cierto, no ocurre lo mismo…, al menos hasta donde sabemos. Pero las condiciones son distintas.

Desconozco las interioridades del funcionamiento democrático en Alemania, pero algo es evidente: la solidez de sus instituciones. La historia de Bolivia, y de casi toda América, está llena de golpes militares, dictaduras y otros vicios que hacen débiles las suyas. Precisamente, uno de los méritos del MAS fue gobernar a pesar de esa debilidad estructural, que incluye el carácter poco profesional de los cuerpos armados, siempre prestos a meterse donde no deben.

En fin, llegado el día de las nuevas elecciones, todos esperábamos que en la segunda vuelta electoral una coalición de derecha tomaría el poder por la vía democrática y desmontaría la obra del MAS.

Era lo previsible.

Y ocurrió lo inesperado, la sorpresa boliviana: el MAS ganó en primera vuelta con holgura tal que no deja margen a interpretaciones. Hasta la OEA admitió el triunfo.

Con independencia de una autocrítica (que no ha de producirse) de nuestros comentaristas internacionales acerca de su rigor profesional y la necesidad de ir más allá de los lugares comunes en los análisis políticos, para amigos y enemigos de ese pueblo el resultado de las elecciones en Bolivia resulta un hecho trascendental.

Sin ruido, a su estilo, el quechua, el aimara, ¡el indio boliviano!, ha dado una lección de civilidad al resto del continente. No solo porque en las urnas ha deshecho el entuerto de sus dirigentes, que no es poco. También porque el porcentaje de participación en las urnas, cercano al 90%, es posiblemente el más elevado en lo que va de siglo en toda América. Eso se llama civismo. Debería imitarse.

Los tenidos por salvajes, incultos, inciviles, han mostrado al mundo que saben usar, y usan si es necesario, las armas de la democracia para recuperarla.

Traicionados, discriminados, marginados, considerados como inferiores por sus propios connacionales, ninguneados durante siglos, los pueblos originarios de Bolivia sintieron, con su primer presidente indígena, que podían ocupar el espacio que históricamente les pertenece, y que podrían poner su sabiduría milenaria al servicio de esa misma humanidad que los ha despreciado, en momentos en que la vida en el planeta se ve amenazada por el divorcio de una civilización arrogante con la Madre de todos, con la Tierra.

La oportunidad les fue arrebatada por errores de sus dirigentes, pero supieron reponerse. Con su tenacidad silenciosa y resistente lo lograron. Ahora la dirección del MAS recibe una nueva oportunidad de mostrar fidelidad a su gente. Veremos qué pasa.

Espero que la dupla triunfadora -la que, de haberse presentado antes, hubiera ahorrado al pueblo cerca de un año de sufrimiento-, que seguramente debió negociar para ganar otros apoyos necesarios, no olvide, por los compromisos adquiridos, que fue allí, en los hombres y mujeres sencillos, en los hijos de la Pacha Mama, donde radicó la fuerza que los condujo de regreso al poder.

Que no vuelvan a confundir banderas, flores y mítines con contacto con la masa. Ni alabarderos con compañeros de lucha. Y que jamás olviden a quiénes deben el retorno.

Quisiera creer que los dirigentes que ya dieron lo que podían dar cederán el paso a las nuevas fuerzas. Que serán los ancianos consejeros de la comunidad, pero no pretenderán conducir al pueblo por los nuevos derroteros.

Voto por el renacimiento del Estado plurinacional, con espacio para todos, que rescate el saber de los ancestros y con su ejemplo contribuya a la salvación de la humanidad. Acaso todavía no sea demasiado tarde.

27 octubre 2020 34 comentarios 1,3K vistas
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