La Joven Cuba
opinión política cubana
  • Inicio
  • Quiénes Somos
    • Equipo
    • Historia
    • Nosotros
    • Consejo Asesor
  • Grupo de Estudios
    • Libros
    • Dossiers
  • Contacto
Autor

Rodolfo Alpízar Castillo

Rodolfo Alpízar Castillo

Escritor, lingüista y traductor cubano

Reforma (3)

Derechos, consignas y palabras mágicas

por Rodolfo Alpízar Castillo 29 julio 2021
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

La vieja consigna «la calle es de los revolucionarios», acaso justificable décadas atrás, cuando Cuba no se regía por ninguna constitución, fue recordada por el Presidente de la república en una comparecencia televisiva. De inmediato se lanzó la campaña: Había llamado al enfrentamiento callejero entre ciudadanos.

Él matizó la consigna en las intervenciones posteriores, y ha repetido que no fue esa su intención, pero el daño estaba hecho. La frase ha sido y es usada y abusada constantemente: Ya vimos las consecuencias.

Prefiero creer que fue un exabrupto propio de la excitación del momento, pues regresaba de un encuentro, posiblemente el primero en su vida, con una manifestación de protesta contra el gobierno. Había descubierto la existencia de una realidad diferente de la registrada en los informes oficiales a que tiene acceso, y de la dibujada por la prensa autorizada.

Una realidad que, estoy convencido, no tiene oportunidad de ver en sus «encuentros con las masas».

Los «encuentros con las masas»

Nuestros dirigentes políticos y estatales viven inmersos en una realidad que no es la del resto de los ciudadanos. En parte es la que desean ver, en parte es la que les permite ver su círculo inmediato de «colaboradores», entre ellos la prensa. Ese desconocimiento no es el único problema del país, pero está entre los más importantes.

Resulta que fue una de las causas que llevaron al derrumbe del llamado «campo socialista»…, pero se dice que nadie escarmienta por cabeza ajena.

Los noticieros muestran cómo, constantemente, los dirigentes se «relacionan con las masas», pero solo para prensa y dirigentes es un secreto que pocas veces esas masas actúan con espontaneidad.

Tales «encuentros», en sentido general, se producen en medio de la parafernalia de seguridad (imprescindible, pues hay que resguardar sus vidas), de «aseguramiento» (para acomodar la realidad al gusto del dirigente: calles y aceras limpias, caras sonrientes, niños con banderitas, viejita agradecida…) y de prensa acompañante, sobre todo cuando se trata de las principales figuras políticas del país.

Una cosa es pasear en medio de una «masa complacida» que corea consignas preparadas de antemano, y otra muy diferente encontrarse de sopetón, frente a frente, en plena calle y sin muchos preparativos, con gente insatisfecha que hace colas, sufre carencias y maltratos de funcionarios cuyos oídos son sordos a sus quejas, y descubrir que «la masa» reclama derechos y exige solución a sus problemas, no discursos que exhorten al sacrificio en aras de un futuro mejor que, cual línea del horizonte, nunca se alcanza.

No es lo mismo tomar un voto de pobreza que ser pobre, me comentaba hace años una amiga presbiteriana. La frase podría referirse a nuestros dirigentes. No es lo mismo «compartir los sentimientos del pueblo» que vivir la vida del pueblo. Se piensa como se vive, y no al contrario, como a veces nos han querido hacer creer.

Se puede pensar en el pueblo con sentido de solidaridad y responsabilidad hacia él, no lo niego; pero jamás se podrá sentir con la misma intensidad, desde una oficina refrigerada y con las necesidades vitales garantizadas, la frustración y el dolor del ciudadano de a pie cuando, luego de perder varias irrecuperables horas de su única vida en una cola para llevar algo de comer a su familia, llega un empleado y anuncia: «Se acabó», o «Es la hora de cerrar».

Derechos (3)

«(…) la frustración y el dolor del ciudadano de a pie cuando, luego de perder varias irrecuperables horas de su única vida en una cola…» (Foto: Yamil Lage/AFP)

Cuando al ciudadano le ocurre eso un día sí y otro también, y no encuentra vía por dónde encauzar su frustración, por muy respetuoso de las leyes que sea, llega un momento en que en su interior despierta la fiera atávica que todos llevamos dentro. Entonces grita, en el mejor de los casos: Las condiciones para el disturbio callejero están creadas.

Con esa realidad también se encontró el Presidente aquel día.

No reclamo que él o sus ministros hagan horas de cola para comprar un medicamento necesario para el abuelo, y ni así adquirirlo, para que experimenten en carne propia el sentir del pueblo, sería populismo pueril (aunque no sería mala idea que a algunos dirigentes los «castigaran» a vivir como un ciudadano común durante un tiempo, para comprobar si su «firmeza revolucionaria» se sostiene). Pero exijo que sean más cuidadosos al hablar o decidir en nombre del pueblo, pues viven en realidades diferentes.

(Está claro que el fenómeno de las realidades paralelas gobierno/población ocurre en cualquier lugar del mundo; la diferencia radica en que en otros lugares sus figuras principales no se hacen ilusiones con el espectáculo a que asisten cuando se producen sus «encuentros» con las masas en actos públicos, pues tienen oposición legal y prensa no oficialista que se lo recuerda).

Equivocaciones, tradición y palabras mágicas

Retomo la idea: Por una parte, encuentro comprensible el exabrupto del Presidente, como reacción primaria de un ser humano ante una situación inesperada: El pueblo real y concreto es ese, capaz de una respuesta airada, hasta de actuar irracionalmente contra sí mismo, no la entelequia que mencionan discursos y prensa lisonjera.

Pero el presidente de un país no es cualquier ser humano, sino su principal figura pública. El cargo otorga poder y privilegios, pero también limitaciones. Cada palabra, silencio o gesto suyo tiene consecuencias imprevisibles.

Las equivocaciones de un presidente restan lustre a su imagen, algo inconveniente en términos generales, pues de ella depende en parte su autoridad. Pero sus equivocaciones también pueden afectar a la ciudadanía. Por tanto, si expresa/hace algo desacertado, su obligación como servidor público es enmendarlo de inmediato y sin dejar lugar a dudas.

El Presidente demoró 24 horas en matizar sus palabras. En siguientes comparecencias amplió el matiz, pero dio tiempo a que sus palabras provocaran terribles consecuencias cuyo alcance estamos lejos de imaginar. Aunque no se quiera admitir, hoy existe una fractura en la sociedad.

Sin embargo, a pesar de la demora, pudo haber salido airoso del empeño, y haber eliminado parte del daño que hizo a su figura y a su pueblo, si hubiera acompañado esa rectificación (llamémosla así) con unas pocas palabras mágicas. Esas que algunos padres intentamos inculcar en nuestros hijos cuando los preparamos para la vida.

Acaso pido demasiado. En más de sesenta años, no recuerdo una sola vez en que la dirigencia del país haya usado esas palabras mágicas. Hasta habría que reconocerle al Presidente que su intento de enmendarse la plana, aunque demorado e insuficiente, lo convierte en rara avis en el catálogo de nuestros dirigentes.

Así es: En seis décadas, los máximos dirigentes cubanos han admitido muy pocas veces (en realidad no recuerdo ninguna) que algo que dijeron/hicieron estuvo mal.

Como ciudadano, me hubiera gustado oír estas palabras mágicas:

Pido disculpas a mis compatriotas por mis palabras, espero que no se entiendan como una incitación a oponer unos cubanos contra otros o limitar los derechos de unos y privilegiar los de otros. Todos somos ciudadanos cubanos y tenemos el mismo derecho a expresar públicamente nuestro pensamiento, como establece la Constitución, siempre dentro del marco del respeto al derecho de los demás.

No soy tan ingenuo que imagine que esas palabras hubieran detenido un fenómeno ya en marcha, pero hubieran restado argumentos a sus opositores, al mostrarlo como persona capaz de reconocer sus errores y consciente de que entre sus principales obligaciones están velar por la paz ciudadana, procurar el bienestar de todos y garantizar el disfrute de los derechos sin exclusión de nadie, sean opositores o seguidores del gobierno; consciente, en fin, de que es presidente de un país, no solo de quienes lo apoyan.

La tradición de no disculparse y, en cambio, «convertir el revés en victoria» (que muchas veces ha llevado a nuestros dirigentes a lo que llamo «aplaudir el autogol») merece reflexión aparte, por eso no me extiendo ahora. De momento, quiero referirme a por qué, para mí, esa consigna ha provocado tanto rechazo incluso entre las filas de los verdaderos revolucionarios (recalco el adjetivo: verdaderos).

Ocurre que la consigna no aparece como una nube de tormenta en cielo despejado: Circunstancias muy recientes muestran un cielo cualquier cosa menos despejado. Me refiero a la campaña mediática en los principales órganos de difusión del país que intentó tergiversar hace poco la frase martiana «con todos y para el bien de todos».

Hay pues, una conexión conceptual muy evidente entre ambas frases.

A ellas se suma la impresionante «metedura de pata» pública de un ministro, la cual, en lugar de ser enmendada mediante un pedido de disculpa, se convirtió en «muestra de intransigencia revolucionaria ante las maniobras provocadoras del enemigo». Y la presencia de una funcionaria en la televisión para justificar la violación de los derechos constitucionales de una ciudadana.

Se prefirió aplaudir el autogol y mostrarlo como expresión de buen juego, antes que admitir que era un error de palmatoria (ese por el cual en otros tiempos el maestro golpeaba con la regla en la mano al alumno poco aplicado). 

La frase «la calle es de los revolucionarios» cayó, pues, en terreno abonado donde podía crecer y fructificar cuanta interpretación negativa se produjera. Ese terreno nunca debió existir. Pero ahí estaba, listo para recibir la semilla.

Está bien la denuncia del oportunismo exógeno en la actual situación, pero solo servirá para desviar la mirada del objetivo principal, si no se acompaña de una mirada autocrítica del gobierno y un esfuerzo mayor en la erradicación de las condiciones endógenas que contribuyeron a la situación actual.

Si, como es de suponer, el Presidente desea convertir el actual reto en oportunidad para su gobierno y la nación, es su obligación cortar el paso a quienes, pretendiendo dar una imagen de unanimidad monolítica en la ciudadanía y de «fervor revolucionario», actúan de manera inconstitucional y, en esencia, contraria a los intereses de la república.

Derecho del Estado y Estado de derecho

Afirmar que la república no es de todos sus ciudadanos, o que sus calles, o sus universidades, son solo para un sector de la población es una pretensión violatoria de los preceptos de la constitución vigente en el país.

Promocionar la respuesta primaria de una figura pública como acto digno de aplauso e imitación es cerrar el paso a cualquier intento de reconciliación entre cubanos. Es ceder posiciones ante quienes desean confrontación en lugar de diálogo. Justificar públicamente la violación de un derecho ciudadano es inconcebible.

La república es de todos (sus calles, sus universidades…). La Constitución rige por igual para todos los ciudadanos (artículos 33 al 44). Es la expresión de la voluntad del verdadero soberano, el pueblo. Ninguna norma jurídica, mucho menos una consigna, puede ir contra lo dispuesto en ella.

Cualquier Estado tiene el derecho de defenderse contra quienes intenten subvertir el orden establecido. Pero un Estado de derecho, para defenderse, debe atenerse a lo establecido por la constitución y las leyes del país de que se trate.

Si el Estado cubano es de derecho (artículo 1 de la Constitución), no reprime la oposición pacífica. La violenta la reprime, pero también dentro de los límites impuestos por la Constitución.

Derechos (2)

Manifestación pacífica frente al Capitolio de La Habana el 11 de julio (Foto: AFP)

Me gusta repetir que el Estado tiene el monopolio de la fuerza; si hace dejación de él se convierte en fallido. Entre sus obligaciones se encuentra la represión, en uso de dicho monopolio, de cuanto vaya en contra de la paz ciudadana, la constitución y los fundamentos legales de la sociedad. Pero jamás debe aplicarla contra quienes ejercen pacíficamente el derecho ciudadano a manifestarse.

Ese derecho está consignado en el artículo 56 de la Constitución cubana: «Los derechos de reunión, manifestación y asociación, con fines lícitos y pacíficos, se reconocen por el Estado siempre que se ejerzan con respeto al orden público y el acatamiento a las preceptivas establecidas en la ley». Ese artículo complementa el 54: «El Estado reconoce, respeta y garantiza a las personas la libertad de pensamiento, conciencia y expresión».

Cuba está urgida, lo demuestran los hechos recientes, de una norma jurídica que establezca cómo se garantiza a la ciudadanía el disfrute pacífico de lo establecido en esos artículos, y las reglas para una adecuada relación entre manifestantes y fuerzas represivas. Mas la carencia de esa norma no inhabilita del disfrute del derecho reconocido en la Constitución.

Si tiene interés en cumplir lo establecido en nuestra Carta Magna, el Estado cubano debe crearla cuanto antes. De momento no es posible aspirar a una ley, cuya elaboración podría llevar años. En cambio, mediante un decreto presidencial se podrían establecer los requisitos mínimos exigibles (y cumplibles, para no convertirse en un formalismo que enmascare la anulación del derecho) para organizar una manifestación legal, sea en favor del gobierno, sea en su contra.

Ese decreto debe establecer, por ejemplo, los lugares donde no se permiten manifestaciones por razones comprensibles. También los horarios y requisitos organizativos cuando una manifestación sea grande (por ejemplo, existencia de una comisión de orden que vele por la disciplina de los manifestantes).

Y no debe olvidar que el derecho a la libre expresión del pensamiento es tanto individual como colectivo; esto es, si una persona desea pararse en un lugar autorizado para ello con una pancarta o un altavoz para protestar contra algo o para reclamar un derecho que considera vulnerado, tampoco debería ser molestado por ningún agente de la autoridad, pues está ejerciendo su derecho constitucional.

Puesto que no existe una bancada opositora en el Parlamento cubano, y nunca un diputado ha levantado su voz para defender un derecho vulnerado de sus electores, o para exigir explicaciones a un ministro de desacertada actuación, la libre manifestación pública pacífica permitiría a las autoridades del país conocer las ideas diferentes, los disgustos, las expectativas de la ciudadanía.

Actuaría también como un antídoto contra el engaño de una prensa domesticada que se cuida mucho para no ser tildada de opositora, y de unos parlamentarios que no se sienten comprometidos con las necesidades de sus electores y no las expresan en las sesiones de la Asamblea Nacional.

Quizás algunos opinen que facilitar el cumplimiento de los artículos 54 y 56 de la Constitución significa una «concesión al enemigo». Se equivocan: Es cumplir una obligación del Estado de derecho. Bien vistas las cosas, resulta también una manera de «aliviar presión a la caldera» de las tensiones sociales.

Quien tenga oídos para oír, que oiga.

29 julio 2021 58 comentarios 4.059 vistas
4 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
intervencion

Acerca de derechos, intervenciones y corredores

por Rodolfo Alpízar Castillo 13 julio 2021
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

No importa de qué país sea usted, ni cuál sea la tendencia de su gobierno, derecha, centro, izquierda, liberal, neoliberal, de bienestar, autodenominado comunista: Usted tiene derecho a no gustar de él, a discrepar, a oponérsele. En fin: Nadie puede obligarlo a concordar con su gobierno. Es una buena noticia, ¿verdad? Pero usted ya lo sabía.

I

El problema es que hay una mala noticia: El gobierno tiene derecho a no estar de acuerdo con su desacuerdo; esto es, no está obligado a tomar como bueno cuanto usted haga para demostrarle su oposición.

Se trata de dos derechos encontrados. ¿Se había dado cuenta? Supongo que sí.

Normalmente, en países civilizados, esa contradicción coexiste pacíficamente sobre la base de determinadas normas. Pero suelen darse dos situaciones (en realidad, no abundan los países verdaderamente civilizados):

a) Usted se extralimita en la forma de ejercer su derecho.

b) El gobierno se extralimita en la forma de ejercer el suyo.

Al respecto, otra mala noticia, aunque imagino que también la conoce: El Estado (que no es invento comunista ni capitalista, pues existe desde hace varios miles de años), disfruta de un privilegio que ningún ciudadano en ningún país del mundo puede disputarle: el monopolio de la fuerza. No hay Estado que renuncie a él, so pena de convertirse en fallido.

¿Imagina un Estado en el cual cualquier grupo de personas pueda ejercer el derecho de la fuerza a su albedrío? Esa es la sencilla razón de tal privilegio.

(Estado no es lo mismo que gobierno, lo sé, pero a los efectos de lo que nos interesa ahora podemos prescindir de matices).

Para ejercer ese derecho, el Estado dispone de órganos de represión: fuerzas armadas y policía, fundamentalmente. Por suerte, gracias al desarrollo de la humanidad, existen normas para la aplicación de la represión en casi todos los países del mundo, y son escasos los gobiernos con las manos enteramente libres para aplicarla.

En resumen: Usted tiene derecho a oponerse a su gobierno, pero está obligado a saber que su gobierno tiene derecho a defenderse de cualquier acción suya que lo desestabilice o tienda a derrocarlo.

Lo más frecuente es que, siempre que se mantenga dentro de los límites de la legalidad establecida, su gobierno no le haga mucho caso cuando usted ejerce su derecho a estar en contra de él.

Pero puede ocurrir que a usted eso de los límites lo tenga sin cuidado, y ejerza su derecho a traspasarlos. La parte mala de ejercer ese derecho es que, como el Estado tiene el suyo, usted se expone a conocer de cerca el alcance del término «monopolio de la fuerza». Digamos que si le lanza piedras a un policía es poco probable que de él reciba flores.

Pero no se amilane por eso. Acepte el precio de ejercer su derecho: pedrada para el policía, palazo/balazo para usted. A fin de cuentas, «Sarna con gusto no pica».

II

Voy a buscarme la malquerencia de muchos con esto que voy a decirle, pero es la verdad: Usted, que no quiere saber nada de su gobierno, por la razón que sea, tiene todo el derecho del mundo a solicitar, por esa razón, una intervención militar para provocar su caída.

Seguramente ya lo había pensado.

Lo que tal vez no haya pensado es que una intervención militar es una inversión, una operación económica. Por tanto, para lograrla usted tiene que convencer al gobierno al cual pida la intervención de que le ofrece un negocio rentable.

De otra manera no sueñe que le van a hacer caso.

(Las guerras, olvide la propaganda de cualquier color, son empresas comerciales. Si no hubiera guerras en el mundo durante todo un año, ni carrera armamentista, se produciría una crisis económica mundial de proporciones incalculables; suena feo, pero es la verdad).

¿Imagina cuánto cuesta mover una tropa, digamos, de cinco mil uniformados? Primero, hay que trasladarlos del lugar donde estaban acuartelados (cuidando de no «desvestir un santo para vestir a otro»). Después, hay que disponer de los elementos de transporte, pues las tropas no se mueven mediante varitas mágicas, sino mediante complicadas operaciones de desplazamiento.

Sepa usted, por cierto, que el momento de mayor riesgo para una tropa es el desplazamiento. Por tanto, para movilizar a esos cinco mil uniformados hace falta una operación que incluya la protección de las tropas.

También se ha de considerar otros elementos organizativos y logísticos, pues esas tropas no van a ir «a pecho descubierto». Además de las diferentes vituallas, hay que contar con abundantes raciones de combate, pues no es posible saber cuánto tiempo durará la operación (cualquiera sabe cuándo comienza una guerra, pero no cuándo termina), y no hay razón para pensar que los van a recibir con banquetes de bienvenida. Sin contar que habrá que reponer municiones y armamento, lo cual resulta bastante caro.

¿Y qué me dice del aspecto político? Porque esas fuerzas armadas no «se mandan» a sí mismas; salvo que el país al cual usted convenció de derribar al gobierno sea una monarquía absoluta, lo más probable es que haya un parlamento y una opinión pública a quienes convencer de que ese gasto del dinero de los contribuyentes está justificado (en términos exactos: de que es un buen negocio).

Puede ocurrir que ese gobierno suyo que tan mal le cae no se desplome así como así, y entre los interventores haya muertos (a cuyas viudas habrá que asegurar una pensión) y heridos (a quienes habrá que trasladar, curar y, si quedan mutilados, pensionar de por vida). Eso encarece la operación.

Vaya, que usted tendrá que tener un lápiz muy bien afilado si quiere convencer a algún país para que le haga el favor de derribar al gobierno que tan mal le cae.

Alcalde de Miami, Francis Suárez, pide intervención militar de EE.UU. en Cuba para “proteger al pueblo”. (Foto: AP)

Supongamos que la cuenta da (su país tiene riquezas de las cuales los interventores se apropiarán para resarcir pérdidas y obtener ganancias, como en todo negocio), se derroca al gobierno que le cae mal, y los interventores logran recuperar la inversión. Usted, satisfecho y agradecido, les pide que se retiren. ¿Lo hacen? ¿Conoce usted algún caso en que eso haya ocurrido?

¿Una tropa interventora llega, derriba un gobierno que disgustaba a alguien y se retira, sin más ni más? ¿No deja detrás, cuando menos, una Enmienda Platt, como en Cuba? Por más que me esfuerzo, no recuerdo alguna ocasión en que haya ocurrido algo parecido.

Lo que me viene a la mente es Libia, uno de los países con más desarrollo (o el de más desarrollo) de África. Un día sufrió una intervención militar extranjera porque de repente los gobiernos occidentales se acordaron de que su presidente era un dictador y, como eso es algo muy malo, era necesario derrocarlo.

Como resultado, Libia prácticamente no existe en estos momentos.  (Pasemos por alto los miles de muertos, la mayoría civiles, y los que siguen muriendo).

Otro ejemplo que se me ocurre es Irak, cuyo presidente de repente dejó de ser amigo de los norteamericanos (lo fue mucho tiempo; por ejemplo, ahorcó a los miembros del partido comunista iraquí, usó armas químicas facilitadas por los occidentales contra los kurdos, y atacó a Irán, también con armas occidentales). A partir de ese momento pasó a ser una amenaza para Estados Unidos, por las armas de exterminio en masa que poseía. Con ese argumento se convenció al congreso y a la opinión pública mundial de la necesidad de derrocar al presidente de Irak…

Nadie ha sido capaz de contabilizar la cantidad de muertes ocasionadas por esa intervención militar, e Irak jamás ha vuelto a alcanzar los niveles de desarrollo que tenía antes de ella (tampoco ha conocido un día de paz desde entonces).

Lo curioso es que décadas después de la intervención que destruyó a Irak (que no ha terminado del todo) nadie ha visto las famosas armas de destrucción masiva.

Libia e Irak son buenos ejemplos de las consecuencias para un país cuando se produce una intervención extranjera. Pero a través de la historia del planeta se pueden encontrar ejemplos en abundancia, no hay que pensar que es un invento de norteamericanos ni de los tiempos modernos.

No obstante, usted, que está informado de lo que he relatado, sigue teniendo todo el derecho del mundo a pedir la intervención extranjera en su país para que derroque al gobierno que tan mal le cae. Que se destruya el país y muera un montón de inocentes no es tan importante, ¿verdad?

Por tanto, para ser consecuente con usted mismo:

a) No olvide los antes mencionados derechos del Estado, sobre todo, tenga presente que en algunos países existen leyes que consideran la incitación a la intervención militar extranjera como crimen de traición a la patria. Y se aplican.

b) No pretenda que sus conciudadanos lo consideren un patriota. Ser patriota y solicitar intervención extranjera contra el propio país no son elementos concordantes. Eso no tiene por qué importarle a usted. Asúmase: Usted no es un patriota y ya; está en su derecho de no serlo.Asúmase, repito: Usted está por la intervención militar extranjera en su país, para deshacerse del gobierno que no le gusta; por tanto, no ande con subterfugios, olvídese de la corrección política y proclámelo abiertamente. Es su derecho. No acuda a innecesarios eufemismos.

No diga, por ejemplo, que pide un corredor humanitario para su país. Pida abiertamente lo que quiere pedir. De lo contrario, se muestra como un ignorante o como un hipócrita. Y usted no desea que lo consideren ni lo uno ni lo otro.

Usted no es un hipócrita y usted sabe que un corredor humanitario es, en esencia, una operación militar. Una forma de intervención militar. Afróntelo.

Convocatoria a una Intervención Militar estadounidense en Cuba lanzada desde la Florida, con 270,000 firmas

Los corredores humanitarios son vías que facilitan la circulación segura, libre de ataques, de la ayuda humanitaria y de las víctimas de los conflictos armados.

Esto es: un corredor humanitario se crea porque existe, previamente, una situación de conflicto armado entre bandos diversos (en ocasiones son más de dos). Es decir, para que se establezca un corredor humanitario tiene que existir un conflicto bélico en desarrollo.

Por lo común, esos corredores humanitarios se garantizan mediante la presencia militar de una «fuerza neutral», la cual se coloca entre las partes beligerantes. Sirve para la evacuación de heridos o de civiles atrapados entre los fuegos. (En ocasiones sirve para acciones «menos santas», como favorecer a una de las partes del conflicto, o para saquear las riquezas del lugar, pero eso es «peccata minuta»).

Por tanto, usted tendría que provocar primero un conflicto armado en su país para solicitar después la creación de un corredor. Y tambien tiene que poner de acuerdo a los bandos enfrentados, para que no le caigan a bombazos a la «fuerza humanitaria» que usted solicitó.

Pero eso no es lo que usted quiere, es demasiado complicado. Dígalo, pues, de forma directa, para que no haya confusión: Usted no pide un «corredor humanitario» para su país (pues nada lo justifica).

Usted lo que quiere es una intervención militar extranjera que le quite de encima a ese gobierno que tan mal le cae. Y ya. Es su derecho. Proclámelo con todas las letras. Nada como la correcta expresión de las ideas.

***

(Lea aquí la posición del Consejo Editorial de La Joven Cuba sobre los eventos del pasado domingo, 11 de julio)

13 julio 2021 65 comentarios 5.889 vistas
3 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
Estado de derecho 1

Meditaciones: Derechos constitucionales, ¿sí, pero no?

por Rodolfo Alpízar Castillo 29 marzo 2021
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

Cinco verdades de Perogrullo:

  1. Ninguna constitución es tan perfecta que no tenga detractores, pero todas valen por igual tanto para quienes disienten y para quienes las aprueben.
  2. Nada que se legisle en un país puede contradecir lo estipulado en su constitución, pues carece de legitimidad, y el parlamento, una de cuyas funciones principales es velar por la constitucionalidad de las normas emitidas, lo declara nulo.
  3. En el articulado de la actual constitución cubana hay carencias y elementos contradictorios evidentes. No obstante, fue aprobada por mayoría mediante referendo en el cual se garantizaron el conocimiento previo del texto y la privacidad del voto. Se concuerde o no con los procedimientos utilizados, es innegable que la mayoría de los ciudadanos la aprobó, y todos debemos acatarla, nos satisfaga o no. Así funciona la democracia.

Cuba: Constitución, represión y ciudadanía

  1. Sin importar la ideología que se sostenga ni el lugar que se ocupe en la escala social, en cualquier país es obligatorio cumplir al pie de la letra lo estipulado en la constitución: presidente de la república, empresario, mendigo, general, ministro, profesor, barrendero, policía, delincuente, por igual son sujetos de los derechos y deberes consagrados en la ley de leyes. En consecuencia, quien viola un mandato constitucional, encumbrado o no, debe enfrentar las consecuencias de sus actos. Eso es democracia.
  2. Los funcionarios gubernamentales están obligados, en razón de su cargo, a velar por el acatamiento de lo estipulado por la constitución en el área donde desarrollan sus funciones. Quienes no cumplan con ese requisito, además de las sanciones penales a que se hagan acreedores, quedan inhabilitados para continuar ejerciendo el puesto. Eso también es democracia.

Cuba, Estado de derecho y ciudadanía

El artículo 1 de la Constitución vigente afirma que «Cuba es un Estado socialista de derecho y justicia social, democrático, independiente y soberano». Más allá de las posibles lecturas a que pueda dar lugar la expresión «Estado socialista de derecho» –por ejemplo, que se puede ser Estado socialista sin ser Estado de derecho, o que se puede ser Estado de derecho sin ser socialista–, la consecuencia del enunciado es clara: Cuba es un Estado cuyo poder y actividad están regulados y garantizados por la ley. En consecuencia, todos los ciudadanos están obligados por igual a cumplir la ley; ello incluye, sin duda, a los funcionarios del Estado.

El artículo 33 de la Constitución cubana establece: «La ciudadanía cubana se adquiere por nacimiento o por naturalización». El artículo 36 esclarece al respecto que «La adquisición de otra ciudadanía no implica la pérdida de la ciudadanía cubana».

El talón de Aquiles

En otras palabras: se es cubano por nacimiento, y ni siquiera el adquirir otra ciudadanía limita esa condición. Por si hubiera dudas, en el artículo 38 se establece que «Los cubanos no pueden ser privados de su ciudadanía salvo por causas legítimamente establecidas». En el propio artículo se aclara que la ley establece el procedimiento para la renuncia o la pérdida de la ciudadanía y las autoridades facultadas para decidir al respecto.

Más adelante, en el artículo 128, inciso m, se expresa que el presidente decide «en los casos que corresponda, el otorgamiento de la ciudadanía, aceptar las renuncias y dispone sobre la privación de esta».

Más claro: Nadie tiene potestad para privar a un cubano de su ciudadanía; existe un proceso para ello, y el propio presidente de la república, que tiene potestad para decidir, solo puede hacerlo una vez concluido el proceso.

Por otra parte, el artículo 94, en su inciso e, establece que toda persona goza de la prerrogativa a «no ser privada de sus derechos sino por resolución fundamentada de autoridad competente o sentencia firme de tribunal». Eso es lo normal en un Estado de derecho, de justicia social y democrático.

Derechos, ¿sí o no? Dos ejemplos

a) Semanas atrás, un grupo de personas invadió la propiedad de una ciudadana, pintó mensajes en sus paredes y le gritó ofensas. El pretexto para la invasión fue que la ciudadana había escrito en la pared de su vivienda un mensaje considerado opositor al gobierno. Pareció el renacer de los tristemente célebres «mítines de repudio» de décadas atrás que todos pensábamos, o queríamos pensar, que habían quedado en el pasado.

Derechos

Semanas atrás, un grupo de personas invadió la propiedad de una ciudadana, pintó mensajes en sus paredes y le gritó ofensas. (Foto: Yander Zamora/Efe.)

Según el artículo 49 de la Constitución: «El domicilio es inviolable. No se puede penetrar en morada ajena sin permiso de quien la habita, salvo por orden expresa de la autoridad competente, con las formalidades legales y por motivo previamente definido en la ley». En ningún lugar del texto constitucional se afirma que se excluye de ese derecho a los opositores al gobierno.

Siendo Cuba un Estado de derecho, y en aplicación de la ley, los participantes en el «mitin» debieron ser procesados por autoridad competente y sancionados por su actuar ilícito, incluso sin que hubiera existido denuncia formal de la agraviada, pues el hecho implicó desorden público, lo cual exige a la policía actuar de inmediato, sin esperar denuncia.

Los órganos de difusión debieron denunciar el hecho y divulgar la sanción impuesta por los tribunales, para que semejantes violaciones no se repitan, y dejar claro el mensaje de que en un Estado de derecho la constitución se respeta, sin importar la ideología que se profese.

No hubo denuncia por los medios oficiales (sí por los no oficiales), y los comisores del delito no fueron juzgados. Esto es: los encargados de hacerlo no cumplieron su obligación de proteger el Estado de derecho, a pesar de que se había cometido un delito descrito en el código penal vigente:

«Artículo 287.1. El que, fuera de los casos autorizados en la ley, penetre en domicilio ajeno sin la voluntad, expresa o tácita, del morador, o permanezca en él contra su voluntad manifiesta, incurre en sanción de privación de libertad de tres meses a un año o multa de cien a trescientas cuotas o ambas. // 2. Si el delito se ejecuta de noche, o en despoblado, o empleando violencia o intimidación en las personas, o fuerza en las cosas, o usando armas o con el concurso de dos o más personas, la sanción es de privación de libertad de dos a cinco años».

En el delito participaron varias personas; todas debieron ser procesadas y condenadas a penas entre dos y cinco años, como indica el Código Penal. A pesar de ello, ni las autoridades (policía, fiscalía) ni los medios oficiales de difusión defendieron algo que constituye interés superior de la nación y el Estado: la salvaguarda de los derechos de sus ciudadanos.

Invitación a un espacio de palabra contra la desmentida

Quien afirme que aquello fue un «hecho menor», sobredimensionado por «periodistas a sueldo del enemigo» comete un error. O presta conscientemente un servicio al «enemigo».

Si, como se afirma en los medios oficiales, el enemigo está a la caza de «cualquier pretexto para armar un espectáculo contra el gobierno», es absurdo regalarle los elementos para que lo haga. Es un regalo a ese enemigo dejar sin castigo la reedición de los vergonzosos «mítines de repudio» que nunca debieron ocurrir y constituyen, mientras no haya una petición pública de disculpa de las autoridades al respecto, una mancha en la historia del país.

No se exculpa a un violador porque la violada vestía de tal o cual manera; que la ciudadana pusiera en su casa un cartel pretendidamente «ofensivo contra el gobierno» tampoco exculpa de la comisión de un delito contra ella. Con enemigo o sin enemigo, con espectáculo o sin espectáculo, es un proceder impropio de un Estado de derecho, y afecta el prestigio y la moral del país ante la opinión pública internacional. Con ello, es un potencial riesgo para la seguridad nacional, porque seguridad nacional pasa por la defensa de la legalidad.

b) Algunos habíamos oído que una joven cubana estaba «varada» en Panamá, porque no se le permitía entrar en su país. Cuando por televisión anunciaron que habría una declaración del Minrex, esperé oír un desmentido, pues, según el constitucional artículo 52, a ningún ciudadano cubano se le niega la entrada a la patria: «Todas las personas tienen libertad de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio nacional, cambiar de domicilio o residencia, sin más limitaciones que las establecidas por la ley».

Desterrada

Para mi sorpresa, la funcionaria del Minrex no usó de la palabra (algo confusamente, por cierto) para destrozar una «patraña enemiga», ¡sino para validarla! En lugar de desmentir la noticia, confirmó su veracidad. No mencionó ninguna resolución de tribunal o autoridad competente que fundamentara la prohibición. En cambio, habló en extenso del «espectáculo mediático» frente al Minrex de algunos periodistas de medios no oficiales.

Hasta ahora, los trámites migratorios han sido ocupación de la Dirección de Inmigración y Extranjería del Ministerio del Interior, no del Minrex. No siendo este un asunto de relaciones diplomáticas, no me quedó claro por qué el Minrex debió referirse a él. Agradecería que me lo aclararan.

Si la afectada fuera extranjera y, por alguna razón (solicitud de la cancillería de su país, por ejemplo), hubiera un caso diplomático con ella, se entendería la participación del Minrex. Pero se indicó que es cubana. Entonces, la funcionaria  debió  explicar si la afectada renunció a su ciudadanía, o si esta le fue retirada por resolución de autoridad competente, firmada por el presidente de la república. No lo hizo. Se limitó a afirmar que el Estado socialista de derecho cubano, tal cual afirman los medios enemigos, priva a una ciudadana cubana del goce de un derecho claramente reconocido en los artículos 33 y 38, además del 128 m, antes citados, de la Constitución vigente.

En esencia, la funcionaria del Minrex ha confesado en público la existencia de una acción inconstitucional que, además, constituye un delito previsto en el código penal de la República de Cuba:

«Artículo 141.1. El funcionario público que aplique o disponga la aplicación de una medida de seguridad sin orden del tribunal competente, incurre en sanción de privación de libertad de seis meses a dos años, siempre que el hecho no constituya un delito de mayor entidad».

En este caso, la mayor entidad estriba en que se ha violado el mandato constitucional y se ha puesto en entredicho ante las demás naciones la existencia de un Estado de derecho en Cuba, lo cual pudiera tener implicaciones para la seguridad nacional. Es, por tanto, un delito grave.

Un enfoque socialista de la libertad de expresión

La razón para este abuso de poder sancionable según el artículo 141 del Código Penal es, repitió la funcionaria del Minrex, la supuesta «peligrosidad» de la ciudadana. Para rebatir ese argumento no hay que aducir que es joven, o sin antecedentes penales, como se ha intentado, porque lo contrario tampoco es válido: impedir la entrada al país a una ciudadana es inconstitucional, sea joven o vieja, buena o mala persona.

Es ilegal conculcar los derechos de una persona decente, y es ilegal conculcarlos a un perfecto sinvergüenza: la ley es para todos. Eso es Estado de derecho, eso es democracia. Si se permite violar derechos, no hay ni uno ni otra.

Si la ciudadana fuera capaz por sí sola (al estilo de una película de la peor clasificación) de destruir el Estado y llevar la república a la anarquía y la fragmentación, como se ha pretendido demostrar, tampoco se explica que le impidan entrar, pues se pierde la oportunidad de ponerla tras las rejas y neutralizarla. El argumento es, como se mire, ridículo. Tontos serían los enemigos del gobierno si no aprovecharan esta oportunidad de hacer campaña que se les regala.

Atrincherarse en un falso concepto de «defensa del país» para justificar la actitud anticonstitucional y constitutiva de delito de un organismo o un grupo de funcionarios no sirve a los intereses de la nación, ni siquiera conviene al gobierno que supuestamente se pretende «defender».

Todo, menos derechos humanos: las sanciones de EEUU contra Cuba

Significa, en cambio, poner en solfa el Estado de derecho proclamado por el texto constitucional. Significa además echar en el olvido los afanes constitucionalistas de nuestros próceres, y lanzar a la cloaca los sacrificios realizados por el pueblo cubano desde hace más de siglo y medio, en busca de la construcción de una república con todos y para el bien de todos.

Para finalizar

Lo que la defensa del país exige, exige la constitución y exige la decencia, es que el Minrex refute a su funcionaria, y la Fiscalía General de la República abra un proceso investigativo para dilucidar quién violó la legalidad, los tribunales apliquen las sanciones pertinentes, y se restablezcan a la ciudadana los derechos que le fueron vulnerados, como corresponde a un Estado de derecho.

Interesa al país, ante todo, que los diputados de la Asamblea Nacional recuerden que su juramento es a una constitución, no a un organismo o un funcionario, y exijan a las autoridades gubernamentales el irrestricto respeto a lo establecido en esa constitución.

Con ello defienden al gobierno y a su propio prestigio.

29 marzo 2021 37 comentarios 4.226 vistas
7 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
boliviana

La sorpresa boliviana

por Rodolfo Alpízar Castillo 27 octubre 2020
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

Confieso que el día de las elecciones en Bolivia no puse los noticieros: estaba persuadido de que el Movimiento al Socialismo (MAS) no ganaría y no quería oírlo a cuentagotas. Evidentemente, los analistas de política internacional del país estaban convencidos de lo mismo, pues a eso apuntaban sus comentarios.

Coincidía con la idea general de sus señalamientos, pero la encontraba incompleta: pasaban por alto las verdaderas causas que posibilitaron el golpe de Estado, hijo de múltiples errores propios, no solo de la agresividad de los oponentes nacionales y extranjeros. El más señalado, aunque no el único: la decisión de Evo Morales de presentarse a reelección, a sabiendas de que una parte del pueblo no la apoyaba y de la campaña de descrédito a que se enfrentaría.

Para mí la decisión indicaba pérdida de la noción de la realidad política del país, consecuencia a su vez del enajenamiento entre dirigencia y base. Acaso también simple y llana embriaguez del poder. Hubieran buscado otro pretexto para el golpe, me sugieren amigos. Cierto. Pero encontrar pretextos es tarea del contrario, uno no los regala. El intento de reelección fue regalarlo y servirlo, como dice la expresión popular, en bandeja de plata. Supongo que muchos opositores saltaron de alegría al enterarse.

En realidad, era la culminación de un desarrollo negativo interno del MAS que nuestros analistas no mencionan: endiosamiento del líder y alejamiento de las bases. Aplausos y plazas llenas de flores o banderitas pueden mostrar poder de convocatoria, pero no significan real contacto con el pueblo.

Quienes simpatizamos con el pueblo boliviano, pero no somos comentaristas de prensa ni tenemos lugar donde expresarnos, veíamos el peligro. En cambio, los que podían no lo mencionaban -tampoco nunca oí señalar cualquier error del gobierno de Evo, por cierto, o de otro gobierno aliado; supongo que hacerlo es “dar armas al enemigo”.

Como los comentaristas no mencionaban más que los logros del gobierno del MAS y la agresividad de sus enemigos, apoyados por intereses extranjeros, mucha gente en Cuba se quedó boquiabierta al seguir por la prensa los acontecimientos de entonces.

Un gobierno que había sacado de la miseria a millones de personas, que había convertido a uno de los pueblos más pobres del mundo en la economía de más desarrollo sostenido en América, que había hecho crecer una hasta entonces casi inexistente clase media en su país, fue derribado -se podría decir: sin pena ni gloria-, por una maniobra dirigida por la OEA, a la cual se sumaron sectores opositores, los uniformados y hasta ciudadanos que habían sido beneficiados por ese mismo gobierno.

Inexplicable.

Antes de seguir, una aclaración: los enemigos de las fuerzas progresistas insisten en la perpetuación en el poder como sinónimo de “gobierno de izquierda”, y el caso de Evo sería un ejemplo. Pero Evo fue presidente de Bolivia desde 2006 hasta 2019; en cambio, Ángela Merkel es canciller de Alemania desde 2005.

Evo, con trece años de gobernante, se convertiría en un dictador, si era elegido; Ángela, ya con quince, es un bastión de la democracia y a nadie se le ocurriría reclamar revisión de los votos por los cuales triunfó, ni acusarla de afán desmedido de poder, o de fraude electoral.

Ello es así porque Ángela es europea, blanca, alemana, política profesional, con títulos universitarios. Raza y clase superiores, nacidas para gobernar. En cambio, Evo es aimara, obrero…, ¡un indio! Raza y clase inferiores. Nacidas para ser gobernadas. Lo que en un blanco europeo es un don, en un obrero indígena americano es un irrespeto a la moral y las buenas costumbres, y debe ser castigado.

En su momento imaginé que la sabiduría ancestral que había aplicado hasta entonces, y que le había permitido sortear con éxito situaciones complicadas, llevaría a Evo a acudir al proceso electoral de 2019 con una jugada a la altura de las circunstancias -había varias posibilidades para ello. Pero hizo lo opuesto: aplicó la única cuyo fracaso era previsible.

¿Se dejó convencer por asesores desconocedores de la realidad boliviana?, ¿se consideró, o lo hicieron considerarse, imprescindible?, ¿lo ganó la embriaguez del poder?

Hubo de todo, y lo tercero no es de poco peso: nadie escapa a esa droga llamada poder, salvo que se llame Nelson Mandela. Por buenas intenciones que un líder tenga, a su alrededor crea muros de “entusiastas” -en su mayoría, oportunistas- que se encargan de que vea solo lo que gusta de ver. Con el paso del tiempo, él mismo se enmascara la realidad.

En  el fondo de todo radica la ruptura de la relación con las bases, el atender más al círculo de intereses tejidos alrededor del líder que a la gente que lo llevó al gobierno, y a ver la hojarasca en lugar de la tierra que está bajo ella. Tal es el fatum de quien se mantiene varios períodos en el poder, sobre todo si sus primeros tiempos se caracterizan por éxitos indiscutibles, como ocurrió con el MAS y ha ocurrido en otros procesos en América.

Si en su momento de gloria los pueblos suelen ponerse en un hombre, como  afirmó Martí, la historia americana ha demostrado demasiado que, por lo general, esos elegidos suelen convencerse de que son todo el pueblo. Dejan de oírlo para oírse a sí mismos o a sus alabarderos. Terminan por sentirse los intérpretes privilegiados del sentir de la masa, sus dioses.

Alguien puede oponer a lo anterior, “¿y por qué no sucede lo mismo en Alemania, cuya gobernante lleva más tiempo que Evo en el poder, como acabas de afirmar?”. Cierto, no ocurre lo mismo…, al menos hasta donde sabemos. Pero las condiciones son distintas.

Desconozco las interioridades del funcionamiento democrático en Alemania, pero algo es evidente: la solidez de sus instituciones. La historia de Bolivia, y de casi toda América, está llena de golpes militares, dictaduras y otros vicios que hacen débiles las suyas. Precisamente, uno de los méritos del MAS fue gobernar a pesar de esa debilidad estructural, que incluye el carácter poco profesional de los cuerpos armados, siempre prestos a meterse donde no deben.

En fin, llegado el día de las nuevas elecciones, todos esperábamos que en la segunda vuelta electoral una coalición de derecha tomaría el poder por la vía democrática y desmontaría la obra del MAS.

Era lo previsible.

Y ocurrió lo inesperado, la sorpresa boliviana: el MAS ganó en primera vuelta con holgura tal que no deja margen a interpretaciones. Hasta la OEA admitió el triunfo.

Con independencia de una autocrítica (que no ha de producirse) de nuestros comentaristas internacionales acerca de su rigor profesional y la necesidad de ir más allá de los lugares comunes en los análisis políticos, para amigos y enemigos de ese pueblo el resultado de las elecciones en Bolivia resulta un hecho trascendental.

Sin ruido, a su estilo, el quechua, el aimara, ¡el indio boliviano!, ha dado una lección de civilidad al resto del continente. No solo porque en las urnas ha deshecho el entuerto de sus dirigentes, que no es poco. También porque el porcentaje de participación en las urnas, cercano al 90%, es posiblemente el más elevado en lo que va de siglo en toda América. Eso se llama civismo. Debería imitarse.

Los tenidos por salvajes, incultos, inciviles, han mostrado al mundo que saben usar, y usan si es necesario, las armas de la democracia para recuperarla.

Traicionados, discriminados, marginados, considerados como inferiores por sus propios connacionales, ninguneados durante siglos, los pueblos originarios de Bolivia sintieron, con su primer presidente indígena, que podían ocupar el espacio que históricamente les pertenece, y que podrían poner su sabiduría milenaria al servicio de esa misma humanidad que los ha despreciado, en momentos en que la vida en el planeta se ve amenazada por el divorcio de una civilización arrogante con la Madre de todos, con la Tierra.

La oportunidad les fue arrebatada por errores de sus dirigentes, pero supieron reponerse. Con su tenacidad silenciosa y resistente lo lograron. Ahora la dirección del MAS recibe una nueva oportunidad de mostrar fidelidad a su gente. Veremos qué pasa.

Espero que la dupla triunfadora -la que, de haberse presentado antes, hubiera ahorrado al pueblo cerca de un año de sufrimiento-, que seguramente debió negociar para ganar otros apoyos necesarios, no olvide, por los compromisos adquiridos, que fue allí, en los hombres y mujeres sencillos, en los hijos de la Pacha Mama, donde radicó la fuerza que los condujo de regreso al poder.

Que no vuelvan a confundir banderas, flores y mítines con contacto con la masa. Ni alabarderos con compañeros de lucha. Y que jamás olviden a quiénes deben el retorno.

Quisiera creer que los dirigentes que ya dieron lo que podían dar cederán el paso a las nuevas fuerzas. Que serán los ancianos consejeros de la comunidad, pero no pretenderán conducir al pueblo por los nuevos derroteros.

Voto por el renacimiento del Estado plurinacional, con espacio para todos, que rescate el saber de los ancestros y con su ejemplo contribuya a la salvación de la humanidad. Acaso todavía no sea demasiado tarde.

27 octubre 2020 34 comentarios 1.077 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
Guillermo Jiménez Soler

Jimenito, otra vez ninguneado

por Rodolfo Alpízar Castillo 11 mayo 2020
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

Acaba de morir el comandante del Ejército Rebelde Guillermo Jiménez Soler, “Jimenito”, un hombre leyenda. El Noticiero Nacional de Televisión en sus emisiones dominicales no lo mencionó; busqué alguna nota necrológica en Cubadebate y en la versión digital de Juventud Rebelde, y no encontré ninguna referencia a esta pérdida. Nuestra “prensa” no se ha enterado de que ha fallecido, a los 83 años, uno de los hombres gracias  a los cuales fue posible el triunfo de enero de 1959 contra el régimen de Fulgencio Batista. Lo han ninguneado.

Cuando las tropas de la columna 8, comandadas por Ernesto Guevara, llegaron al territorio de la provincia entonces llamada Las Villas, estaban cansadas, hambrientas, con los pies llagados, con  la ropa destrozada, y algunos combatientes estaban enfermos. Faltaba mucho para llegar a La Habana, ¿podrían, en esa condiciones, enfrentar al ejército gubernamental? Aceptemos que tal vez sí, aceptemos que aún así hubieran podido combatir, e incluso ganar algunas escaramuzas. Pero, ¿tomar Santa Clara? No sé qué opinarán los especialistas militares, pero a mí me parece que hubiera sido realmente muy difícil, por no decir imposible, tomar Santa Clara y provocar el colapso del régimen con las tropas en aquellas condiciones.

Sin embargo se ganaron las batallas, se tomó Santa Clara, se desplomó el gobierno, y en enero de 1959 los rebeldes entraron en La Habana. ¿Ocurrió un  milagro? Milagro, sí. Si damos ese nombre a la existencia en las montañas del Escambray de una zona rebelde donde operaban algunos grupos guerrilleros con acciones más o menos limitadas, y un vasto territorio prácticamente liberado, donde estaban establecidas las tropas del Directorio Revolucionario 13 de Marzo.

Ese mismo Directorio Revolucionario que, destrozado el 13 de marzo de 1957, se organizó de nuevo en pocos días, en medio de la más feroz persecución policial; otra vez destrozado el 20 de abril, volvió a reorganizarse. Nunca se dio por vencido. Y terminó por abrir un frente guerrillero en las montañas del centro de la isla grande. Ese frente al que llegaron agotadas, las tropas de Ernesto Guevara.

En esas reorganizaciones, y en la apertura y la organización de ese frente guerrillero, estuvo, en primera línea, el comandante Guillermo Jiménez Soler, el hombre a cuyo fallecimiento nuestra prensa no dedicó una línea.

En el territorio donde operaba el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, prácticamente territorio libre, había una organización tal que se contaba con escuelas, servicios médicos (que incluían una ambulancia que llevaba el nombre de José Luis Gómez-Wangüemert) y hasta estación de radio. Las tropas de la columna 8 pudieron descansar y reponerse al llegar y, con posterioridad, gracias al apoyo de las tropas y las armas del Directorio, y la contribución de sus redes clandestinas en Santa Clara y otras poblaciones, emprender las batallas decisivas.

Después del triunfo de enero de 1959, el comandante Guillermo Jiménez Soler ocupó responsabilidades en el Minint y el Minfar. Seguramente habría tenido una brillante carrera en cualquiera de las dos instituciones, pues cultura, inteligencia y capacidad de trabajo le sobraban, pero de repente le quitaron el uniforme y lo enviaron a dirigir una fábrica sin importancia durante diez años.

Fue el primer gran ninguneo a uno de los puntales de triunfo del movimiento revolucionario contra Batista. ¿Su pecado? El mismo de la combatiente Martha Jiménez: Realizar, contra viento y marea, las investigaciones que llevaron ante los tribunales a la persona que delató ante Esteban Ventura el escondite de los combatientes del Directorio Fructuoso Rodríguez, Joe Westbrook, José Machado y Juan Pedro Carbó.

¿Por qué eso fue un pecado? Cada cual que haga sus conclusiones, pero lo cierto es que se trata de un tema tabú de la historia reciente cubana: Quienes tienen información no la comparten. Recomiendo el documental “Los Amagos de Saturno”, de Rosario Alfonso Parodi (y sus respuestas a algunos periodistas que a raíz de su proyección la entrevistaron) a quien quiera hacerse una idea aproximada de la esencia del misterio.

Después de la fábrica, Guillermo Jiménez Soler ocupó algunos puestos en el Banco Nacional,  y realizó colaboraciones periodísticas sobre temas políticos y económicos.

Ninguneado el héroe, no se dejó vencer; se dedicó a estudiar, a recopilar información, a escribir. “Si no lo hacía me volvía loco”, me comentó en alguna ocasión. A su esfuerzo se deben dos títulos imprescindibles para los estudiosos de la historia de Cuba: “Las empresas en Cuba-1958” (Miami, 2000; La Habana, 2004, 2008, 2014) y “Los propietarios de Cuba-1958” (La Habana, 2006, 2007, 2008, 2014), Premio de la Crítica, 2007. Dos volúmenes que completarían esos estudios han quedado inéditos.

A pesar del manto de silencio sobre su existencia, “Jimenito” se convirtió  en un referente ético para sus antiguos compañeros y para quienes, en algún momento, tuvimos el honor de conocerlo. En varias ocasiones tuve oportunidad de comprobar con cuánto respeto lo trataban los excombatientes del Directorio. Al respecto, recuerdo que, cuando investigaba para mi novela “Empecinadamente vivos”, le expresé que deseaba hablar con cierto asaltante al Palacio, y me proporcionó la dirección. Al terminar la entrevista con ese combatiente, fue hacia el teléfono y me comentó: “Ahora voy a decirle al jefe que ya cumplí”. Le pregunté a qué se refería, y me contestó: “Es que yo no recibo a nadie, ni doy entrevistas; si hablé contigo es porque Jimenito me dijo que lo hiciera”.

Combatiente, intelectual, amigo, revolucionario en el sentido prístino de la palabra, ese hombre enamorado de la historia de Cuba, memoria viva del Directorio Revolucionario, Guillermo Jiménez Soler, ya no está entre nosotros. Pero ni siquiera con la muerte le han levantado el ostracismo. A nuestra prensa le ha cabido el deshonor de ningunearlo hasta después de muerto. Jimenito descansará en guerra, como vivió.

De todos los crímenes de que son capaces los seres humanos, ninguno es más contrario a las leyes de la naturaleza que la ingratitud, escribió un filósofo inglés. Parece que entre quienes deciden qué es historia y qué no es historia en Cuba hay mucha desmemoria…, o mucha ingratitud. No seamos tambien nosotros ingratos a su memoria.

11 mayo 2020 31 comentarios 1.789 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
surprised

Why should we be surprised?

por Rodolfo Alpízar Castillo 12 octubre 2019
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

Electing, selecting, choosing. It means taking some elements from a larger set using certain value criteria (choosing an avocado for a salad, or a hotel for a vacation, or a president for the country, from among several possibilities).

The current system in Cuba is the one of indirect presidential elections. An indirect presidential election is that in which the Head of State is chosen by a parliament from a list of candidates with several proposals (at least two) submitted by political parties or other social powers represented in parliament. As much as many of us would prefer the direct election of the president, the indirect election is a model that is just as valid and respectable.

The indirect election of the president in Cuba first appeared with the Constitution of 1976. Since a referendum has never been held to ask the citizens which model they’d prefer, we must content ourselves for the moment with the one the rulers themselves have imposed. It’s not exactly what you’d call democratic, but we make do.

The opportunity for citizens to voice their opinions about that, and perhaps to earn for ourselves the right to have direct elections, did exist. It was the discussion of the draft of the Constitution. However, the occasion was wasted because, among other reasons:

a) a large number of people (including academics) deemed more interesting to stick up against the possibility of civil marriage between people of the same sex than to defend their rights as citizens, including the one to choose on the manner of electing those who’d run the country;

b) a significant number of Cuban intellectuals had their possibility to participate as a social group on the debates reduced by the refusal of the previous leadership of the National Union of Writers and Artists of Cuba, which branded as elitist and divisive all those who tried to discuss with their peers serious and though-out proposals that covered nearly the entire content of the draft.

In an evident display of lack of civic awareness, many citizens (some quite well-educated), failing to see the seriousness of their actions, allowed themselves to be tangled in the web of discussion of an article which seemed to be in the text only to divert attention from matters of utter importance, such as the presidential election system itself, the rights of Cuban citizens residing overseas (including the right to representation in parliament), the right to freely express ideas in the media, the death penalty, and even the right of citizens to propose motions to the National Assembly, which increased from 10,000 signatures as a condition for acceptance to 50,000, an impossible number to reach without the support of the government.

What if the government didn’t agree with the motion? Nobody asked.

Few were interested in those fundamental elements of the Constitution. Then, why should we be surprised now of what will happen on October 10?

That new and original way of electing the president and all the other officials with no previous popular election of those who’d do the choosing, a system only understood by those tasked with defending it in the media, is the result of many factors, but it is also a consequence of the lack of civic awareness that smothers us and of which the discussion process of the constitutional draft was an example.

Perhaps I am wrong, but that’s what I think, and I say it. I wish someone –with arguments, not with slogans for one side or the other– were able to make me change my mind. I really do.

I come back to what will happen next October 10:

In any indirect elections system, a new parliament must be elected (TO ELECT –see the definition in the first paragraph– is not to choose three out of three, or two out of two, as it is done in Cuba against all common sense), and then this ELECTED parliament (that is, selected by voters from a candidates list in which there are more candidates than positions to be filled) should choose, from SEVERAL CANDIDATES (at least two), the president. And so on with the other positions.

Since Cuba has a one-party system, in order to have an ELECTION one assumes a candidate should be put forward by the ruling party, plus a number of other candidates proposed by the social organizations represented in the National Assembly. Considering the possibility of alliances between organizations, one might expect a number of at least three candidates for the presidency next October 10, so that delegates may choose, from among them, the one who proposes a more attractive government program.

If we mean to show the world that Cuba has a system that’s different, but no less democratic for it, that would be an option, though there are better ones. If the intention is to do something else altogether, they could have spared us the show.

Because of the smoke blown in our eyes about the article on marriage, barely anyone was able to see that two special provisions were made in the Constitution’s draft, the first of which stated: ‘The delegates of the National Assembly of People’s Power in the 9th Legislature shall remain in office until the end of their term.’ That is, something as important as the possibility of electing those who, in turn, would elect our rulers for the next five years was excluded as a civil right, and millions of people agreed to that. Therefore, whatever happens on October 10 is endorsed by the new Constitution, and those who didn’t oppose it –which is the majority of citizens–, gave their approval. I repeat: there’s nothing to be surprised about.

Yes, of course. Homophobes are happy because the possibility of constitutional marriage between people of the same sex was eliminated, which is more important for them than electing the President of the Republic or than the death penalty.

The reactionary sectors within religious denominations (luckily not within all of them) are also happy, because they were allowed to campaign freely, without police interference, even when their actions were a threat against the normal development of children. The made a test of strength, and it turned out well for them. The death penalty wasn’t important for them; they did not campaign about that. They can glimpse on the horizon other battles to be fought and won, like the one against abortion. Am I exaggerating? We shall see.

What about civil liberties? Those, apparently, interest only a few. And if they interest only a few, I repeat: we should not be surprised by what will happen on October 10. It’s what we earned for ourselves.

(Translated from the original)

12 octubre 2019 1 comentario 700 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

Meditaciones: ¿por qué asombrarse?

por Rodolfo Alpízar Castillo 9 octubre 2019
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

Elegir, seleccionar, escoger: Tomar algunos elementos de un conjunto mayor, a partir de determinados criterios de valor (elegir un aguacate para la ensalada, un hotel para las vacaciones, un presidente para el país, entre varios posibles).

En Cuba impera el sistema de elecciones presidenciales indirectas. Elección presidencial indirecta es aquella en la cual el jefe de Estado es elegido por el parlamento a partir de una candidatura con varias propuestas (cuando menos dos) presentadas por los partidos políticos u otras fuerzas sociales representados en el parlamento. Por más que muchos preferimos la elección directa del presidente, la indirecta es un modelo tan válido y respetable como otro cualquiera.

La elección del presidente la vía indirecta en Cuba aparece a partir de la Constitución de 1976. Como nunca se ha realizado un referéndum para preguntar a la ciudadanía cuál modelo prefiere, por el momento debemos conformarnos con el que los propios gobernantes han impuesto. No suena muy democrático que digamos, pero vamos andando.

La oportunidad para que los ciudadanos se pronunciaran al respecto, y tal vez ganáramos el derecho a la elección directa, existió. Fue la discusión del anteproyecto constitucional. Pero se desperdició, entre otros muchos factores, porque:

a) una gran cantidad de personas (incluidos académicos) consideró más interesante romper lanzas contra la posibilidad del matrimonio civil entre personas del mismo sexo, que defender sus derechos como ciudadanos, incluido el de decidir sobre la forma de elección de quienes dirijan el país;

b) una parte importante de la intelectualidad cubana vio cercenada su posibilidad de participar como gremio en los debates, por la negativa de la anterior directiva de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, que acusó de elitistas y divisionistas a quienes pretendieron discutir con sus pares propuestas serias, bien meditadas y que abarcaban prácticamente todo el articulado del anteproyecto.

En una evidente falta de conciencia cívica, muchos ciudadanos (algunos bastante cultos), sin ver la gravedad de sus actos, se dejaron enredar en la malla de la discusión de un artículo que pareciera haber estado en el texto solo para desviar la mirada de asuntos de máxima gravedad, como el propio sistema de elección presidencial, los derechos de los ciudadanos cubanos residentes en el exterior (entre ellos el de estar representado en el parlamento), el derecho a la libre expresión de las ideas en los medios de difusión, la pena de muerte, e incluso el derecho de los ciudadanos a presentar mociones a la Asamblea Nacional, que de diez mil firmas como condición para ser aceptadas, como planteaba la Constitución de 1976, pasó a 50 mil, cifra imposible de alcanzar si no es con el apoyo del gobierno.

¿Y si el gobierno no está de acuerdo con la moción? Nadie se lo preguntó.

A pocos interesaron esos elementos medulares de la Constitución. Entonces, ¿por qué asombrarse ahora de lo que va a ocurrir el diez de octubre?

Esa novedosísima forma de elección del presidente y los demás cargos sin previa elección popular de quienes han de elegirlos, forma que solo entienden los encargados de defenderla en los medios de difusión, es resultado de muchos factores, pero también es consecuencia de la falta de conciencia ciudadana que nos asfixia y de la cual fue muestra el proceso de discusión del proyecto de Constitución.

Tal vez esté equivocado, pero es lo que pienso, y lo expreso; ojalá alguien pueda, con argumentos, no con consignas de un color o del otro, hacerme cambiar de criterio. Lo agradecería.

Retomo la idea de lo que ocurrirá el próximo diez de octubre:

En todo sistema de elecciones indirectas, primero se ha de elegir (ELEGIR, ver la definición del primer párrafo, no es tomar tres de tres, ni dos de dos, como se hace en Cuba en contra del sentido común) un nuevo parlamento, y a continuación este parlamento ELEGIDO (es decir, seleccionado por los electores sobre la base de una candidatura en la cual aparece un número mayor de candidatos que el número de escaños a ocupar) deberá elegir entonces, entre VARIOS CANDIDATOS (al menos dos) al presidente. Así sucesivamente con los demás cargos.

Como en Cuba hay un régimen unipartidista, para que haya ELECCIÓN es de suponer que se presente un candidato por el partido gobernante, más un número equis propuestos por las organizaciones sociales representadas en la Asamblea Nacional. Vista la posibilidad de alianzas entre organizaciones, podría considerarse la cantidad de no menos de tres candidatos para presidente el próximo 10 de octubre, de modo que los diputados elijan, entre ellos, aquel que proponga un programa de gobierno más atractivo.

Si lo que se pretende es mostrar al mundo que en Cuba hay un sistema democrático diferente, pero no por ello menos democrático, esa sería una opción, aunque las hay mejores. Si lo que se procura es cualquier otra cosa, podrían habernos ahorrado el espectáculo.

Por la ceniza en los ojos del artículo sobre el matrimonio, casi nadie pudo ver que en el proyecto de Constitución estaban dos disposiciones especiales, la primera de las cuales declaraba: “Los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular de la IX Legislatura se mantienen en sus cargos hasta tanto concluya su mandato”. Es decir: Algo tan importante como la posibilidad de elegir a quienes elegirían a su vez a nuestros gobernantes durante los próximos cinco años quedó excluido como derecho ciudadano, y millones de personas estuvieron de acuerdo. De modo que lo que ocurra el 10 de octubre está refrendado por la nueva Constitución, y quienes no se opusieron a ella, la mayoría de los ciudadanos, le dieron su aprobación. Repito: No hay de qué asombrarse.

Eso sí: Los homófobos están felices, pues se eliminó la posibilidad constitucional de que haya matrimonio entre personas del mismo sexo, lo cual para ellos es más importante que elegir al presidente de la república o la pena de muerte.

Los sectores retrógrados dentro de las denominaciones religiosas (por suerte no son todas), están felices también, pues se les permitió hacer campaña libremente, sin interferencia policial, incluso cuando sus acciones atentaban contra el normal desarrollo de la niñez. Midieron fuerzas y vieron que les fue bien. La pena de muerte no era importante para ellos, no hicieron campaña al respecto. En el horizonte ya vislumbran otras batallas que ganar, como la lucha contra el aborto. ¿Exagero? Ya veremos.

¿Y las libertades cívicas? Esas, por lo visto, a pocos interesan. Y si a pocos interesan, repito: No hay que asombrarse por lo que ocurrirá el 10 de octubre. Es lo que nos ganamos.

9 octubre 2019 24 comentarios 826 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
golf

Sobre los campos de golf en Cuba

por Rodolfo Alpízar Castillo 31 mayo 2017
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

Primero fue a escondidas. Nos enterábamos, los que nos enterábamos, porque algunos amigos nos hacían llegar la información desde otros países.

Después fue por goteo, para ir preparando las mentes. Para que la gente fuera acondicionándose a la nueva realidad. Ahora es a viva voz: Información por el NTV del domingo al mediodía, máxima teleaudiencia.

¡Campeonato de golf en Cuba!

Con lujo de detalles y hasta entrevistas. Solo no dijeron cuántos participantes son de La Cuevita, La Jata o Pogolotti.

Sigue en susurros, sin embargo, la construcción de los campos de golf. Solo se nos avisa que se construirán, pues Cuba solo cuenta con un campo de 18 hoyos, los demás son pequeños.

Por la misma vía que se supo de los campeonatos en Cuba se han ido filtrando noticias de, por ejemplo, préstamos millonarios a que el país ha debido recurrir para la construcción de nuevos campos de golf. Pero ya se va publicando algo, ya no hace tanta falta el secretismo. Por ejemplo, el 28 de marzo, la Agencia Cubana de Noticias publicó en su sitio web que:

“Cuba aprobó una empresa mixta con España para desarrollar, en la zona pinareña de Punta Colorada, un complejo inmobiliario vinculado a la actividad del golf, que por su extensión será uno de los más grandes de Latinoamérica”.

Esto es, no cualquier “campito”, sino uno de los mayores de Latinoamérica. Los cubanos no nos andamos con boberías.

En cuanto crecerá nuestra deuda externa gracias a ello no es tema que valga la pena sacar a relucir: ¡No será tanto!

(Esperemos que Punta Colorada no sea ninguna reserva natural, porque quedará bastante desnaturalizada).

Si buscamos en la Wikipedia, nos enteramos de que construir un campo de golf no es cosa de coser y cantar, por la calidad de los materiales, por el equipamiento, por el mantenimiento y por las certificaciones que debe obtener, entre otros requisitos.

¡No era nada lo del ojo!

Resulta que, según los ecologistas, “un campo de golf de 18 hoyos consume tanta agua como una ciudad de doscientos mil habitantes”. Por otra parte, “Se estima que el coste anual de mantenimiento de un campo de golf oscila entre los 400.000 y 2 millones de euros al año, dando por término medio empleo a 30 trabajadores”.

 (Fuente: Rebelión, martes 31 de marzo del 2015).

¡Ahí es nada!

Y es nada porque todos los días oímos que casi no llueve en Cuba, que las presas están deprimidas (hasta ellas…, ¡y quién no!), etc. Todos los días nos llaman al ahorro de agua (aunque cuesta un ojo de la cara comprar lo necesario para eliminar un simple salidero), nos avisan de medidas extraordinarias en este lugar o en aquel para enfrentar la situación.

En fin, estamos en alarma hídrica.

Siendo, ¿cómo se combina la creación de más de diez campos de golf, altos consumidores de agua, con la sequía? ¿Se utilizarán aguas albañales recicladas? ¿Se importarán potentes plantas desalinizadoras?

¿Y eso cuánto nuevo endeudamiento significa para el país?

Lamento no ser economista para convencerme de que todo está bien así, que gracias a esa inversión en campos de golf el país la situación económica de Cuba mejorará sustancialmente… ¡Y quizás hasta podamos salir del subdesarrollo!

Y la gente de la Jata, La Cuevita y Pogolotti podrá tener sus campeones de golf, porque esas inversiones se hacen pensando en ellos…

Ahora, ¿solo el elemento material (sequía, endeudamiento) está en el juego?

¿Qué hay del elemento ideológico?

No hace mucho, hubo un alboroto por la foto en que se veía una casa cubana con la bandera norteamericana flotando. Por otra parte, un provocador tuvo a bien salir corriendo con la bandera norteamericana el primero de mayo.

La historia de las relaciones cubano-norteamericanas está llena de hechos que justifican por qué la inmensa mayoría del pueblo repudia esas demostraciones de amor por los Estados Unidos.

Pero, en realidad, esas dos demostraciones no significan nada. No nos hace permeables a la ideología de Estados Unidos, ni nos introduce sus costumbres ni sus modos de pensar o sus tradiciones (si buenas o malas, no importa; son las de ellos, no las nuestras). Millones de cubanos, incluidos los que no comulgan con el proyecto actual de país, son patriotas de corazón y no cambiarían su bandera por ninguna otra.

Significa mucho, en cambio:

a) que ya haya escuelas donde los niños, orientados por sus maestros, y con la anuencia de sus progenitores, se disfracen el día de Halloween y lo celebren como los niños norteamericanos,

b) que en las escuelas los niños que aprendieron a leer en este curso hayan tenido que ponerse en la cabeza, para celebrarlo, el birrete usual en las escuelas norteamericanas. (Birretes que sus padres tuvieron que conseguir de alguna manera, desde luego). Ese fue un ensayo; es muy posible que a partir de ahora todas las graduaciones en Cuba se hagan al estilo norteamericano.

Para completar, se endeuda más todavía al país, y se agudiza más la problemática del agua, “popularizando” la práctica de golf, otra costumbre norteamericana (aunque sabemos que no será “el pueblo trabajador” quien se gaste alrededor de mil dólares para participar en un campeonato, ni quien tenga dinero suficiente para adquirir el equipamiento imprescindible para el entrenamiento).

Y el golf, es, precisamente, un deporte que, durante décadas, nuestros dirigentes nos enseñaron a tener como el símbolo de la Norteamérica de los grandes magnates. No la de Lincoln, sino la de Cutting, la que Martí temía.

31 mayo 2017 81 comentarios 382 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
  • 1
  • 2

Ayúdanos a ser sostenibles

Somos una organización sin fines de lucro que se sostiene con donaciones de entidades e individuos, no gobiernos. Apoya nuestra independencia editorial.

11 años en línea

11 años en línea

¿Quiénes Somos?

La Joven Cuba es un equipo de investigación y análisis político que trabaja por un país justo, democrático y sostenible. Con una plataforma digital y un equipo especializado en el análisis de la realidad cubana, aspiramos a ser punto de enlace entre la sociedad civil y los decisores, mediante la investigación y la generación de conocimiento sobre la aplicación de políticas públicas.

@2021 - Todos los derechos reservados. Contenido exclusivo de La Joven Cuba


Regreso al inicio
La Joven Cuba
  • Inicio
  • Quiénes Somos
    • Equipo
    • Historia
    • Nosotros
    • Consejo Asesor
  • Grupo de Estudios
    • Libros
    • Dossiers
  • Contacto
 

Cargando comentarios...