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René Fidel González García

René Fidel González García

Doctor en Ciencias Jurídicas. Profesor de Derecho. Ensayista

Ciudadanos

La generación de los ciudadanos ad portas

por René Fidel González García 6 abril 2021
escrito por René Fidel González García

«Mi voluntad, mi Constitución», fue el eslogan de la campaña oficial para lograr la aprobación de la Constitución de 2019. Algo más de catorce meses después de ser votada, el actual gobierno cubano aplazó por un año la redacción, aprobación y puesta en vigor de una Ley de defensa de los derechos ciudadanos. Con tal decisión, violaba el plazo al que le mandataba el propio texto constitucional en una de sus disposiciones.

No es posible defender y restablecer hoy en los tribunales cubanos un derecho constitucional conculcado, lograr que el espíritu y la letra de la Constitución tengan aplicación directa. La voluntad expresada por la mayoría de los ciudadanos cubanos políticamente activos, esa tozuda esperanza de poner con el Estado de Derecho límites a esa otra pandemia más prolongada y tenaz que entre nosotros ha sido históricamente el ejercicio arbitrario del poder y la impunidad, ha sido otra vez pospuesta, pero no vencida.

Ahí, dentro de la mayoría silenciosa, abnegada y noble que somos como pueblo,  nacida del último proceso constitucional realizado, se encuentra la generación de los ciudadanos. Ella descubre, y no importa cuan torpemente, cada día, en cada experiencia, en cada línea y palabra escrita o dicha, en la indignación, en la alarma del peligro de no ver la ambición y la falsedad, en el desengaño y también en la alegría; que su auténtico desafío será, sobre todo, hacer los aprendizajes necesarios para evitar se reproduzca en ella misma, otra vez, el vicio del poder y la soberbia contra el otro. 

Dieciocho meses

Ese complejo acto de reconocimiento generacional es esencialmente un diálogo con el futuro, pero su programa político mínimo es una patria constitucional. Desde el 2019 hasta hoy ha aprendido:

 ¿Es legítimo privar o limitar en el ejercicio del derecho a la educación a los ciudadanos, o de cualquier otro derecho, sin  ser decidido por un tribunal con apego al debido proceso y mediante resolución firme? No. 

¿Es válido condicionar los derechos de los ciudadanos, el acceso y uso de garantías constitucionales y el cumplimiento de las leyes a sus creencias y preferencias politicas? No. 

¿Es decente y noble castigar administrativamente a los ciudadanos a no encontrarse por muchos años con sus padres, abuelos, cónyuges e hijos por el incumplimiento de un contrato laboral? No. 

¿Es digno dejar sin trabajo a una persona por ejercer sus derechos, o sus libertades constitucionales? No. 

¿Es altruista y justificable impedir a los ciudadanos salir o regresar a su país como retaliación por sus opiniones y formas de pensar o expresarse sobre la realidad de su país? No.

 ¿Es cordial, afín a los valores constitucionales de igualdad, justicia, solidaridad y democracia promover el odio y la polarización, activar y jerarquizar en las relaciones y la comunicación pública la intolerancia al otro, su exclusión y la marginación de su criterio y participación política o social como ciudadano? No. 

¿Es transparente y correcto que las decisiones de las instituciones que afectan a los ciudadanos no sean públicas y carezcan al ser informadas de una motivación y argumentación explícita, clara y razonable? No.

Nota de clase de un profesor sin aula*

 ¿Es admisible y coherente con un Estado de Derecho la existencia de normas jurídicas inconstitucionales, secretas o inaccesibles a los ciudadanos y sus representantes legales, e inapelables? No. 

¿Aplazar la entrada en vigor de un modelo de Estado de Derecho es un paso en dirección a su eficacia plena y su conversión en una matriz de valores y de la cultura política democrática de los ciudadanos? No. 

¿Es decoroso o profesional, usar entrevistas, interrogatorios y detenciones, como formas de humillar, acosar, intimidar, vilipendiar, aislar o amenazar a los ciudadanos, sus familiares, compañeros, amigos y vecinos? No.

 ¿Es legal y éticamente ostensible, inducir procesos penales o administrativos, no otorgar o suspender licencias para el ejercicio de actividades económicas, cancelar contratos y suspender servicios públicos, ejercer presiones para excluir de las formas organizativas o asociativas de la sociedad civil, o perturbar la participación en ellas de los ciudadanos por motivo de sus opiniones, creencias y preferencias de cualquier tipo? No. 

¿Un modelo de privilegios de función para los integrantes de las élites política y administrativa es necesario para la existencia y eficacia de un sistema que se proponga expandir la igualdad, la equidad, y lograr optimizar la distribución de la riqueza para los ciudadanos? No.

 ¿Es admirable, honesto y legal que funcionarios, agentes de la autoridad e instituciones −abierta o encubiertamente−, filtren, divulguen, saquen de contexto, o alteren maliciosamente datos concernientes a la vida privada de las personas, sus parejas e hijos, sus familiares y amigos para devaluar la participación y prestigio social de los ciudadanos? No. 

¿Es admisible y deseable que funcionarios administrativos, públicos y políticos − lo que es corrupción política− conspiren y actúen concertadamente para archivar y encubrir denuncias y delitos, y obstruir, limitar y desactivar el cumplimiento de la Ley, las funciones de las instituciones, los ejercicios de derechos ciudadanos y las garantías constitucionales? No. 

Para articular la ciudadanía por el Estado de Derecho en Cuba

¿Es virtuoso que funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones mientan a los ciudadanos? No.

 ¿Es inadecuado, impropio y contrario a la ley que los ciudadanos interpelen, exijan explicaciones o requieran a los funcionarios públicos el cumplimiento de sus obligaciones? No.

¿La defensa de un orden constitucional puede legitimar la arbitrariedad como forma de ejercicio del poder, la violación de la propia Constitución y los derechos y libertades que ella consagra? No. 

¿Están exentos de responder por violaciones de la Constitución, las leyes y los derechos ciudadanos los gobernantes, sus ministros, funcionarios, autoridades, agentes de la autoridad y los ciudadanos? No.

¿La búsqueda, en el pasado o ahora, del reconocimiento y la participación en el poder político en una sociedad trata de hacer a otros ciudadanos lo que consideras (y lo es realmente) deplorable, injusto y ominoso? No. 

¿Se puede aspirar a la democracia y a socializar valores y prácticas ciudadanas usando −y reproduciendo− el odio y la invención del enemigo como código de reconocimiento del otro; intrumentalizando la prepotencia y la intolerancia, la vulgaridad y el irrespeto; asumiendo la superioridad de las experiencias, creencias, ideas y argumentos propios sobre los del resto de los ciudadanos? No. 

¿Se puede intentar ofrecer un modelo de sociedad que reconozca la alteridad, pluralidad y autonomía personal como condiciones imprescindibles para procesos e interacciones auténticamente políticas si se hace de la soberbia un recurso personal de relacionamiento, si se transforma el consenso en una exigencia moral de posicionamiento, el disenso real o asumido en una causal de exclusión, y si se rechazan el diálogo y la negociación de las diferencias, la comunicación, el conocimiento, la valorización del otro, de sus ideas y sus metas? No.    

Eso hace la generación de los ciudadanos por el futuro, aprender lo que no está bien. No hay que subestimarlo. Toda rebelión empieza por saber esto.

6 abril 2021 20 comentarios 1667 vistas
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Dieciocho meses

por René Fidel González García 6 enero 2021
escrito por René Fidel González García

Desde que el actual Presidente de la República recomendó en un tuit la lectura de un artículo del intelectual argentino Néstor Kohan –acusando de paso a un grupo de compatriotas de ser una nueva «plataforma centrista»–, en las páginas de la prensa plana cubana y en algunos de los blogs financiados por el gobierno o sostenidos por iniciativa personal, se han publicado numerosos artículos que de forma muy ambigua, con mejor o peor calidad escritural, han confirmado lo que las breves palabras del mandatario: el centrismo está de vuelta.

El Presidente cubano insufló vida con ese tuit a un espantajo político muy raro y particularmente genérico que hace unos pocos años sirvió por una breve temporada pública en el órgano oficial del PCC para ser puesto como sambenito a cualquier persona o ejercicio de opinión, que fuese divergente de los actos del gobierno, de funcionarios, o de las opiniones de los articulistas que generaron ese concepto. A la inspiración creativa y uso del Presidente de todos los cubanos se deben, por desgracia, otros epítetos desafortunados: «malnacidos», «enjambre anexionista», o «tontos útiles».

En estos artículos a la acusación que el mandatario cubano vertió sobre el grupo de intelectuales, ex-profesores universitarios, artistas, investigadores y cineastas cubanos que han publicado en internet un par de documentos y presentado una queja ante las autoridades de su país bajo el nombre de «En articulación plebeya», sus redactores han agregado los calificativos de «moderados», «contrarrevolucionarios», «mercenarios», «pro yanquis», «cómplices del imperialismo», «neoliberales», «pro capitalistas» y «anexionistas». Al leerlos uno puede suponer el estupor y la extrañeza de un lector común de Granma: ¿a quiénes se refieren?

En articulación plebeya

Muchos de nosotros venimos de vuelta de ver en los debates de la Constitución del 2019 a dirigentes y altos funcionarios del gobierno cubano explicarles paternalmente a los diputados y, por ende, al pueblo, las «razones» por las cuales había que quitar el término «comunista» de los fundamentos de la nueva Carta Magna; de escuchar la justificación para eliminar la salvaguarda ideológica del Socialismo que estaba en la Constitución de 1976 y por la que se proscribía enfáticamente de la política, pero sobre todo de la economía y la vida social, la explotación del hombre por el hombre.

Ya tuvimos que contra atacar el intento de desdibujar el carácter no oneroso y no lucrativo de los derechos, como se intentó en ese mismo proceso y parcialmente se logró con el derecho educación. 

Hace apenas unas semanas nos enteramos por fin del aplazamiento hasta finales del año que recién inicia –dizque que por cuestiones organizativas y de las urgencias de la pandemia– de las normas que deberían haber desarrollado el Estado de Derecho. Mientras, ocurrían durante los 18 meses que de acuerdo al mandato constitucional debieron servir para darle forma legislativa acabada y útil a ese sueño del civismo cubano, groseras y públicas violaciones de los derechos y las garantías constitucionales recién aprobadas, y la inacción de instituciones y funcionarios que debieron velar por el cumplimiento de la Ley. 

Después tuvimos que escuchar a un Ministro capaz y culto, eludiendo el compromiso que tiene con la verdad como funcionario público  con «nuestro pueblo», afirmar en la televisión que el cumplimiento de la garantía que establece el Art. 99 de la Constitución para poder demandar en los tribunales a los violadores de los derechos constitucionales, no obstante su aplazamiento, podría sustanciarse por una instrucción del Tribunal Supremo o mediante la aplicación y eficacia directa de la Constitución –tal como lo reconoce ampliamente una parte de la doctrina del Derecho Constitucional, pero en ningún caso desde hace más de sesenta años los tribunales cubanos–.

El cumplimiento de la garantía que establece el Art. 99 de la Constitución para poder demandar en los tribunales a los violadores de los derechos constitucionales, no obstante su aplazamiento, podría sustanciarse por una instrucción del Tribunal Supremo o mediante la aplicación y eficacia directa de la Constitución.

Nosotros –que tuvimos que escuchar un día que en Cuba no habría dolarización de la economía y pocas semanas después, oír como el mismo funcionario admitía que, efectivamente, había una dolarización parcial, por poner solo un ejemplos– tenemos muchos más motivos de preocupación a la hora de observar cómo se hace emerger nuevamente el fetiche político del centrismo, en espacios como el programa Hacemos Cuba.

¿Qué es el centrismo? ¿Existió o existe realmente una corriente política centrista organizada en Cuba? ¿Es, por el contrario, un cuerpo de ideas y propuestas que promueven la migración de la sociedad cubana en lo político, lo social y económico, al capitalismo? ¿Ese cuerpo de ideas y propuestas es parte de aquellas que se mueven sin mayor e inmediata consecuencia en la pluralidad de opiniones de la sociedad? ¿Han formado o forman parte de los paradigmas, referentes y exposiciones de personas o grupos sin ninguna capacidad de movilización política real en Cuba? ¿Son acaso gestionadas al interior de las instituciones por élites sociales, tecnócratas y políticas? ¿Esas ideas han soportado, respaldado, o se han expresado como soluciones a problemas económicos en forma de decisiones de naturaleza y alcance político? 

¿Fue, por el contrario, el centrismo, tan solo una invención, una etiqueta política? ¿Quiénes lo inventaron? ¿Para qué lo crearon? ¿Para qué sirvió en la práctica? ¿Por qué es revivida ahora?

Estas son algunas preguntas a las que habrá que volver quizás cuando se haga la historia de esta época y se intente descubrir los sentidos y propósitos de esa acusación tendenciosa y su valor, cuando los hechos ya estén materializados. Pero ese momento aún no llega.

De hecho, la implementación por el gobierno cubano de un plan integral de re-ajuste o re-ordenamiento que pretende incluso sobreponerse a las medidas más crueles y efectivas tomadas contra el pueblo de Cuba por la administración estadounidense que está por culminar su mandato,  pero que impondrá y exigirá a la población sacrificios muy altos e inéditos como pretendida solución a la crisis estructural de la economía cubana, es un desafiante horizonte político, ideológico y económico que está ante nosotros, pero también para el Socialismo en Cuba.

¿Hasta qué punto sus implicaciones y consecuencias sociales a corto, mediano y largo plazo serán tan significativas y lo suficientemente intensas, perturbadoras y contradictorias con los valores y prácticas socialistas de los sectores sociales más humildes, con sus sentidos de la justicia social, con sus expectativas del buen gobierno? ¿En qué medida desarrollarán dinámicas sociales que en vez de fomentar el tejido solidario que ha mantenido unida a la población y asegurado la reproducción social de los valores y la ideología socialista serán una caída libre al individualismo, el egoísmo y el conservadurismo en todas sus manifestaciones?

Las insatisfacciones internas que provienen de la acumulación de deformaciones y de prácticas políticas intolerantes e insensibles, de las diferencias sociales y de status, de la pobreza y la desigual distribución de la riqueza y de los privilegios, son parte del delicado equilibrio de la gobernabilidad cubana y subrayan lo crucial de la política hecha en clave sincera, lúcida y decente.

¿Cómo entender la concentración frente al Mincult en los días finales de noviembre del pasado año, las insatisfacciones allí planteadas, el malestar, el miedo expresado y las garantías exigidas ante una represión latente y esperada? ¿De qué manera se explica que un viceministro experimentado y con suficientes reflejos políticos declarara a los medios –después de una jornada que tomó por sorpresa tanto al Gobierno cubano como a la Embajada yanqui– que, aunque difícil, la reunión ocurrida después de negociaciones y horas de espera en plena calle, había sido una «entre compañeros, entre revolucionarios»?

¿Cuál es la clave para comprender la interpelación a nuestras insuficiencias democráticas, a la ritualización y anquilosamiento de la participación política, a la orientación conservadora de muchas estrategias económicas y su desconexión con propuestas de micro-economía solidaria y sostenible, el enfoque hacia el entrecruzamiento del racismo, la violencia, la marginalidad, el machismo y las demandas y metas de minorías en las comunidades presentes en los contenidos de los discursos pronunciados, en la apelación al diálogo y la deliberación entre iguales que piensan diferente que fue, en su origen, la convocatoria espontánea, aunque reactiva, a la «Tángana» en el parque Trillo?

¿De qué forma entender que después de que los ciudadanos cubanos aprobaran mayoritariamente una nueva Constitución que reivindica y define como condición del proyecto político del Socialismo al Estado de Derecho, a la Democracia y a la República, se les describa ahora como cuñas ideológicas del enemigo y se intente pervertir una vez más la cultura política y el civismo con la apología de un estado de excepción no declarado, con el irrespeto a lo acordado soberanamente?

¿Cómo entender que un documento circulado por los compañeros de La Tizza, haya sido suscrito y apoyado en las redes sociales por muchos de los que ahora son vilipendiados por el simple hecho de expresar y criticar lo que desde la condición ciudadana se puede entender que está mal y debe ser cambiado?

Ver en Medium.com

En todo ello hay una señal muy fuerte de una complejidad que no puede, ni podrá ser asumida desde las absurdas y muy probables indicaciones y directrices que puedan desprenderse para algunos de un tuit del Presidente de la República.

Tendrán que asumirse más temprano que tarde las responsabilidades que se tienen en la acumulación, no ya de contradicciones en el campo del Socialismo en Cuba –salvadas hasta ahora, a pesar de todo, por la comprensión de muchos actores del peligro del sectarismo, la intolerancia y la necesidad y urgencia de la unidad frente al enemigo–, sino en las inconsecuencias y la falta de coherencia muy graves que han estado manifestándose en los últimos años.

¿O si no, qué pasará? Acaso no les bastará a ustedes con amenazarnos con perder nuestros trabajos, con condenarnos al ostracismo político y social, con infundir el miedo a ser sincero como un mantra de lo políticamente correcto; a ustedes, los que ahora una vez más atizan el odio y la intolerancia y creen tener el monopolio de todas las preguntas y de todas las respuestas.

Ustedes, los que a pesar de que han escogido vivir en otras sociedades junto a sus familias, prefieren llamar resentidos a los que hacen ciudadanía día a día para que en Cuba no ocurran las mismas monstruosidades e injusticias que en las sociedades que les acogen; con tal de nunca señalar por su nombre y por sus hechos a la plaga de la arbitrariedad que aquí nos humilla y avergüenza; a los que nos acusan de moderados en sus panfletos, pero nunca serán tan radicales como para escribir sobre la injusticia y el poder caprichoso y sin límite que puede caer sobre cualquiera de sus conciudadanos, arrollando a su paso cada Ley de la República que se les ponga por delante, entre otras razones porque saben que allí donde publican, de ser así, no verían nunca la luz vuestros textos.

Ustedes, que acusan a otros de neoliberales y pro-capitalistas, que infatigables hablan y escriben de luchas de clases a sabiendas de las élites burocráticas y sus vástagos que ya se vuelven clase social delante de vuestros ojos y los nuestros.

Ustedes, que gritan a la ciudad y al mundo ser perseguidos y criminalizados, acosados y linchados virtualmente por decir una idea; que claman ante nosotros, pero a la vista de los poderosos por lo que es despreciable y abominable que ocurra así, pero que a nosotros nos sucede además en la vida «real», en nuestros centros de trabajo, en nuestras instituciones. Mientras, ustedes dicen, solemnes y compungidos: «Se le advirtió muchas veces» –y luego siguen tranquilamente sus existencias, felices e hipócritas, cómplices.

¿Hasta cuándo tendremos que soportar tanta pedantería y soberbia política? ¿Cuáles serán los costos que tendremos que pagar aún? 

¿Será que aspiran, o están listos ya para inspirar, dar coartadas, o apoyar un escarmiento firme y que se nos arranque de noche de nuestras casas y familias, y se nos condene como delincuentes después de difamarnos y culparnos de todos los contubernios posibles con el enemigo? ¿Es eso?

Porque si ello llegase a ocurrir, será porque incluso así, marginados y pequeños, con nada más que oponer a un poder de ese tipo que nuestra coherencia y limpieza, nuestra honestidad, nos tienen como un obstáculo.  Lo somos para la restauración capitalista en curso y expansión en nuestra realidad social y económica, esa que será necesariamente también la restauración del despotismo más mediocre y pueril, necesariamente brutal y cínico que hallamos conocido, pero imprescindible para aplastar las resistencias que la pobreza, la desigualdad y las injusticias nuevas generen, que la idea y la experiencia del Socialismo en Cuba aliente a ser rebeldía. 

Cada cual debe hacer su parte, pero ahora que califican, además, de mentirosa a la publicación en la que he plasmado muchas de mis preocupaciones sobre los destinos de mi país, aunque después tengan que retirar sus publicaciones infames, escribiré una vez más sobre unas verdades que nadie podrá refutar.

Hace algo más de 18 meses, aprobada ya la Constitución, mis padres, familiares, y no pocos compañeros de claustro y estudiantes me preguntaron qué seguía: «Esperar por la Ley» –les dije. 

Había ya para entonces recorrido desde finales de 2016 el largo camino de silencio hecho por la Fiscalía General de la República, los tres periódicos de alcance nacional del país y diversas instancias partidistas, ante las violaciones de la legalidad cometidas para despojarme primero de mi condición de Profesor Titular de la Facultad de Derecho de la Universidad de Oriente. 

Supe desde el principio –y esto es algo muy importante– que ese largo camino no podría emprenderse ni hacerse como una búsqueda particular de la justicia, sino como un ejercicio de consecuencia con los valores de mi profesión, con los credos y enseñanzas sostenidos durante dieciséis años como profesor y con mi militancia política. «Será una clase más» –dije.

De hecho, a la entrada en vigor de la Constitución de 2019 me encontraba esperando a que se diera respuesta a un ejercicio del Derecho Constitucional de Queja y Petición interpuesto por mí ante el Presidente de la República. 

Yamila Ojeda Peña, Fiscal General, a cuya institución de acuerdo a la indicación del mandatario cubano se remitió la atención de ese ejercicio de derecho –a pesar de ser esa propia funcionaria y el órgano que dirige cuestionados directamente por la violación de derechos constitucionales, del debido proceso y la legalidad, o quizás por eso mismo– nunca respondió, como tampoco el Presidente ante quien, en sentido estricto, se interpuso.

Respuestas del Departamento de Atención a la Población (Izq.) y de Yamila Ojeda Peña, Fiscal General de la República (Der.)

Hace muy poco una amiga me sugería con cariño y con otras palabras abandonar ya esa lucha, que desarrollara, por ejemplo, un proyecto comunitario exitoso. Mi respuesta, amable y cordial a su preocupación sincera, fue que mi proyecto comunitario era el Estado de Derecho que aquí se había dado el Socialismo.

Transcurridos 18 meses desde que el pueblo de Cuba aprobara la Constitución, el desarrollo legislativo de su Artículo 99 –que debió servir para restablecer los derechos conculcados, para evitar la impunidad y para que un simple ciudadano finalmente pudiera demandar a los que violan los derechos fuera quien fuera– ha sido pospuesto hasta finales del 2021.

Ciertamente da miedo pensar en cuántos ciudadanos serán los que en Cuba han sido avasallados, en cuántos proyectos de vida han sido sitiados y arruinados por un gesto de poder hecho a conciencia de la impunidad que le acompaña, de la deliciosa complicidad que proporcionan las indecentes relaciones endogámicas que se sostienen entre funcionarios pagados por nosotros mismos, en cuántos más conocerán aún la impotencia mientras se aplaza la única esperanza de justicia que les queda.

Yo no sé cuándo se acabará ese incivil y oscuro «pan de piquito» que nos ofrecen, porque no hay que esperar a una ley para hacer lo que la virtud obliga, lo que el honor propio demanda si se quiere conservar, si se gobierna a nombre del pueblo.

Tampoco puedo saber si al final de ese nuevo plazo, de esa posposición increíble que ya sabemos hará de la irretroactividad de la norma jurídica un atajo para convalidar todas las injusticias cometidas antes, constataremos el crecimiento en silencio y contra nosotros del Estado de Derecho de los funcionarios en vez del Estado de Derecho de los ciudadanos.

Apenas sé que incluso así, la gramática de la decencia y la dignidad seguirá sabiendo cómo llamar a los que violan la ley y gozan de la impunidad entre nosotros. También, que cada violación de los derechos de un individuo lo será siempre en realidad de los derechos de todos. 

Desde que empecé esta clase hasta el momento que escribo estás líneas han pasado 1945 días. Lo he hecho sin pago, sin ingenuidad, sin miedo, sin vergüenza. Aún no acaba, ustedes también enseñan a mis alumnos.

6 enero 2021 35 comentarios 2053 vistas
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Nota de clase de un profesor sin aula*

por René Fidel González García 15 diciembre 2020
escrito por René Fidel González García

El Socialismo no tiene que ver con subsidiar los derechos, ni la justicia, ni la igualdad, ni la equidad, ni las condiciones para la felicidad, la libertad y la plenitud de las personas; menos con condicionar todo esto a un criterio general de sostenibilidad económica, de rentabilidad, o de lucro. Trata, en todo caso, de hacerlos reales, plenos y universales, como metas inherentes e imprescindibles a su realización.

Recordaremos el contenido de los discursos pronunciados en la Tángana del Parque Trillo y veremos una apelación a ello. Economía solidaria dijeron allí sin vergüenza. Y dijeron más. No pudo aquello ser un diálogo. Será recordado como una interpelación.

La restauración capitalista siempre se inicia por la impugnación, el asedio y distorsión de los contenidos esenciales sobre los que descansa el consenso civilizatorio alcanzado por la sociedad en que se implanta como proceso; por la individualización de los problemas sociales, de sus causas y de las soluciones a ellos, así como por la atomización y enajenación de lo político y la política, ya sea como comprensión de la realidad o como el conjunto de prácticas para transformarla desde la ciudadanía.

Todo ello es realizado por –y en beneficio de los intereses– de élites compuestas por capitalistas anónimos, políticos, funcionarios y académicos aliados y concertados silenciosamente en el asalto del Estado y los derechos, en su privatización y dominio.

Entonces, la ejecución de la restauración capitalista, el asalto del Estado y la desarticulación de los derechos, su privatización y dominio por dichas élites, implica la anulación y desactivación de la noción de democracia y de cualquier experiencia de ella. También, una extraordinaria carga de violencia estructural, física y simbólica que asume y prevé, ya desde sus primeras etapas, tanto las resistencias que pueda enfrentar, como su represión.

Es por eso que se tiene que impedir a toda costa el nacimiento del Estado de Derecho, abortar la cultura política y la identidad ciudadana que emana, o crear las condiciones necesarias para que pierda eficacia en la vida cotidiana y acabe por ser una frase hueca del discurso político y, al mismo tiempo, un escarnio de la arbitrariedad y el despotismo a la promesa de procurar la justicia, la libertad y la igualdad política que contiene la República.

Afirma en un foro público una periodista cubana que el presidente de la República llama a algunos «tontos útiles». Es difícil entender tal cosa cuando se piensa en qué significa ser un servidor público. Hay que pensar, seguir pensando, publicar, u opinar, es, en última instancia, no más que una consecuencia.

 

*Este comentario fue publicado originalmente en el perfil de Facebook del autor, motivado por el texto «En Cuba nadie es sancionado por su forma de pensar», publicado en el periódico Granma.

15 diciembre 2020 19 comentarios 871 vistas
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Para articular la ciudadanía por el Estado de Derecho en Cuba

por René Fidel González García 26 noviembre 2020
escrito por René Fidel González García

1. Para encontrar y reunir a los que creen en lo que usted cree, tiene que ser capaz de decir en lo que cree claramente y sin desfallecer. Ellos, probablemente, no han tenido sus mismas experiencias, ni piensan igual a usted en distintas cuestiones, pero creen en lo mismo que cree.

2. Para lograr la atención de los que son o han sido siempre indiferentes a lo que cree, tienes que ser capaz de decir serenamente por qué cree en lo que cree. Nadie es absolutamente indiferente cuando se convierte en un espectador. A veces, basta con eso para lograr el cambio: la injusticia puede transformar al indiferente, pero la serenidad le hace respetar.

3. Para entender a los que adversan lo que cree, el porqué de su posicionamiento y argumentos, tiene que ponerse en el lugar de ellos. La empatía es el kilómetro cero del diálogo.

4. Para ofrecer respeto a quienes adversan a lo que cree, tiene que entender que las personas no son, ni acaban en la diferencia de opinión política que se tienen.

5. Para recibir el respeto de los que adversan, son indiferentes, o comparten lo que cree, debe lograr ser siempre consecuente y coherente con las ideas que defiende. No puede simplificar o hacer parecer vulgar y caprichoso su comportamiento y esperar a cambio respeto. Todo tejido es siempre un resultado de la constancia. Todo proceso expresa una voluntad –o muchas– sostenida en el tiempo.

6. El dramaturgo alemán Bertolt Brecht escribió: «El joven Alejandro conquistó la India. ¿Él solo?». Ser protagonista de algo no es lo mismo que alimentar su ego. Este suele ser realmente insaciable. No lo subestime, pues acabará haciendo únicamente eso y se quedará solo. Haga entonces su parte con humildad, después de todo, el placer es siempre íntimo.

7. Ser (parte de) una minoría (política) no es lo mismo que estar en minoría. Lo primero puede procurar una identidad, lo segundo es siempre una circunstancia. No lo olvide cuando logre alcanzar estar en mayoría. Tampoco olvide que una cosa y otra son muchas veces el resultado de sus propias prácticas: es posible escogerlas. Sea consciente de ello.

Por eso, absténgase de amenazar a otros con convertirlos en una minoría o de intentar proscribirlos y limitarlos en sus ejercicios ciudadanos cuando usted llegue a ser la mayoría. Si lo hace, no importa cuánto tiempo tarde, sus ideas dejarán de ser para hacer el bien y acabarán siendo ideas para hacer el poder. 

Es conocido que el poder corrompe. También que el poder absoluto corrompe absolutamente. Pero es menos conocido que la ausencia de poder corrompe, y que la ausencia absoluta de este corrompe también absolutamente. 

Un maestro le preguntó a sus alumnos, dibujando círculos en el talco que cubría el sendero: «No se trata de la mayoría sobre la minoría; menos, de la mayoría contra la minoría, ni viceversa. Se trata de la mayoría junto a la minoría. Se trata de la mayoría con la minoría y viceversa. ¿Hablo de la política, de la democracia, de ambas cosas, o de lo que es posible?».

8. Es imposible negociar si no se tiene un propósito y no se está dispuesto a ceder en todo lo superfluo e intrascendente a este. Relájate. Ciertos dogmas policiales afirman que no se negocia con terroristas, por eso es necesario distinguir entre los propósitos y las circunstancias del otro, y si se puede, cambiarlas. Sea paciente y perseverante.

9. Si no puede escoger o aplazar la batalla, haga su mejor esfuerzo antes de librarla, despliegue todos sus recursos, banderas y fuerzas. Nunca las divida o disperse, reúnalas. Si logra vencer en ello, vencerá en todo. Es posible que cuando llegue el día, encuentre abandonado y vacío el campo del desafío. Si así no fuera, es seguro que dará siempre una impresionante pelea. Ese será su prestigio, pero también una senda por la que sus ideas serán descubiertas por una nueva generación.

10. Ame, no se canse de amar. Es lo único que lo hará realmente libre. Cuando se quede solo o sea derrotado, amar lo hará volver a la pelea y, si no, será su paz. De todo lo que se pierde es lo único realmente importante.

11. No discrimine a sus aliados, pero sea firme y conozca sus propósitos. Nadie apoya un ejército en desbandada o vacilante, pero confundir a los enemigos con aliados es lo único peor a estar solo o a ser derrotado. Si lo hace, no será traicionado, se habrá traicionado usted mismo. Recuerde que lo único que fragua la unidad, al menos por un tiempo, es la victoria. Triunfe.                   

12. La unidad no es una exigencia, es una oportunidad, ofrézcala. Si tiene que exigirla es porque apenas logrará por un tiempo –alguna vez– la obediencia. Saber que solo se puede unir lo diferente o separado, es un buen dato para entender la unidad.

Es preciso rehacerla, renovarla, pues la unidad es dinámica y perecedera. Esto es peligroso y evitado por los que cultivan el poder adquirido, pero cualquier cosa que pueda ser dañada por el pétalo de una flor no debería recibir el nombre de unidad. Es, acaso, una coreografía o peor, una escenografía hueca.

13. El poeta José Luis Martín Descalzo escribió: «Llego, dolor, a donde tú no alcanzas. Yo decido mi sangre y su espesura. Yo soy el dueño de mis esperanzas». Es importante escoger. Insisto. Hágalo. Por eso ponga a un lado todo lo que le estorbe a su propósito, lo que le lastre: rencores, odios, heridas abiertas, humillaciones, las memorias desgraciadas. Decídalo. Luche.

Como afirmara un joven filósofo crítico del Derecho, desde México: «La visión de los vencedores sigue intacta, y no va a cambiar por la de los vencidos en un acto de reflexión o de compasión. Ni en un ejercicio ético o lingüístico. La visión de los vencedores prevalecerá hasta que sean vencidos».

Cada derecho conseguido es un paso hacia ello. Derróteles. Siempre se paga un precio, hágalo: no hay forma de conseguir o defender los derechos y las libertades mendigándolas, pero tampoco odiando.

Esto no es un dilema, es una cuestión de principios. El odio puede ser usado y convertido en casi cualquier cosa, incluso en un privilegio, incluso en un arma, pero no olvide que el odio es en realidad un detritus, nunca un derecho, menos una libertad.

Si usted lucha por los derechos y las libertades, lo hará para todos y tendrá que enfrentar siempre al odio, no lo olvide. Está advertido: el odio contagia y se reproduce. Es el precio que no podrá pagar: luchar por principios no es nunca, ni se trata en ningún caso, de una lucha entre los principios sin poder y el poder sin principios. Consérvelos.

Un hombre sabio dijo una vez: «Mientras más fuertes sean, más flexibles podrán ser con sus principios; mientras más débiles sean, más coherentes con ellos deberán ser». La flexibilidad es un arte; la coherencia, disciplina. Ninguna de las dos son posibles sin la constancia en el aprendizaje. Aprenda siempre. Regino Boti, el bardo oriental, confesaba: «Yo soy mi diamante, yo tallo mi diamante, yo hago arte en silencio».

14. Como escribiera Erich Fromm: «Tener esperanza significa estar listo en todo momento para lo que todavía no nace, pero sin llegar a desesperarse si el nacimiento no ocurre en el lapso de nuestra vida». Esté listo, no se desespere, pero dele sentido a la única vida que tiene. No dude. Es lo que cuenta al final.

26 noviembre 2020 9 comentarios 745 vistas
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Adir

por René Fidel González García 1 octubre 2020
escrito por René Fidel González García

¿Qué hecho, qué drama terrible nos devolverá la razón, la decencia y el respeto? ¿Qué nos hará real la Constitución y sus derechos a nosotros los ciudadanos?

¿La Cuba intolerante y soberbia, despótica y brutal, mezquina y capaz de cualquier vileza que habita entre nosotros, que repta por entre nuestras virtudes y la sencilla alegría de hacer el bien acabará por devorar el alma de la nación que fue soñada para la pasión de la justicia y el decoro humano?

¿Acabará por robarnos el futuro anhelado y por volver miserable el pasado que aún miramos con orgullo? ¿Qué oscuridad terrible nos acecha y pugna por imponerse a nuestro destino de pueblo que ama la libertad y la felicidad?

¿Cuánta complicidad nuestra -de cada uno de nosotros-  será suficiente para ello? ¿Cuán culpables seremos nosotros todos mañana por lo que hoy justificamos, -nos justificamos- apelando al olvido rápido, a lo banal, a la otredad y al silencio? No hay dignidad posible en ello.

¿Cuándo fue la última vez en este país que alguien asumió públicamente o ante los suyos -cada uno de nosotros-, la responsabilidad por el fracaso o el error?

¿Desde cuándo asume aquí su responsabilidad con el fracaso, su fracaso -el nuestro- el padre y la madre, el ingeniero, el panadero, el médico, el constructor, el campesino, el maestro, el cocinero, el policía, el artista, el barredor de calles, el juez, el trabajador social, el dietista, el psicólogo, el poeta, la enfermera, el machetero, el inmigrante, el hijo, o tú, o yo?

No importa que sea uno mínimo, o mayúsculo, pero que diga -digamos- lo hice mal, no sé cómo lograrlo, no lo he conseguido, y lo admita -les he fallado, se dice- aunque sea para que podamos entre todos darle otra oportunidad, o busquemos – no es fácil encontrar-, o podamos elegir – no es fácil seleccionar– a un relojero serio, a un carpintero puntual y fino, a un zapatero meticuloso, a un albañil organizado y tenaz, a otro lector de tabaqueria, a otro administrador, a otro ministro, a otro político, a un carnicero cabal.

¿Cuándo se volvió un problema que un hombre o una mujer pensara diferente? ¿Cuándo la pobreza, la mentira, los cuartos hacinados, la hipocresía, el tener que escoger cuál medicamento comprar por falta de dinero, la desigual distribución de la riqueza, la injusticia, la necesidad de viviendas dignas, el llanto de impotencia y soledad de nuestros ancianos, el egoísmo, las escuelas de libros, pupitres y pizarras rotas y viejas, los hospitales sucios y despintados, los privilegios, los niños sin juguetes, la insensibilidad, las carreteras abiertas y quebradas, la pleitesía al poderoso siempre, el estar en desventaja por negro, por obrero, por campesino, por no ser hijo de, por maricón, por mujer, por oriental, por no ser ladrón, la indigencia, la corrupción administrativa, el desempleo, la indiferencia, el racismo, el individualismo, la corrupción política, el tener miedo a decir la verdad -la tuya, o la del otro-, el tráfico de influencias y de poder, de impunidad, dejaron de ser nuestros problemas reales para que ahora el pensar diferente, la honestidad de una mujer – o un hombre- común y corriente lo sea?

¿Será por eso que los baños sucios, nausabundos y rotos -siempre rotos- que plagan nuestras fábricas, las escuelas, las estaciones de policía, las funerarias, las terminales y hospitales, las universidades de toda la República parecen monumentos inconscientes de nuestra maratónica capacidad para no asumir nuestra responsabilidad, o es que son un simple y abrumador testimonio de ella?

¿Y si no, cómo explicarlos entonces?¿Cómo explicarnos con ellos?

Da igual. La pregunta es otra ¿Cómo será explicarnos sin ellos?

Ese es nuestro adir. Pero hay que pelear, incluso con cada palabra, con cada gesto y no cejar. De eso se trata hacerlo, en Holguín, en Manzanillo, o en cualquier lugar de Cuba.

1 octubre 2020 27 comentarios 210 vistas
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Hacer la rebeldía

por René Fidel González García 29 julio 2020
escrito por René Fidel González García

Todavía hoy, en 1953, estaban matando en Santiago de Cuba a los de la Generación del Centenario. Por lo menos uno de ellos, llevado junto a otros a un lugar cercano a la Granjita Siboney para ser fríamente asesinado después de haber sido torturado y golpeado, vejado y ultrajado hasta el infinito que puede ser cada segundo en esas circunstancias, murió de un infarto y no como el resto de sus compañeros del impacto y el destrozo de carnes, músculos y huesos de las balas.

¿Habrá realmente muerto allí de horror ante la certeza de la muerte que se le iba a procurar, o no habrá soportado antes un gramo más de dolor, soledad y terror, de desamparo, en una sala de tortura improvisada pero macabramente eficiente en el Cuartel Guillermón Moncada?

Nunca se tendrá certeza de las circunstancias reales de ese grotesco y sobrecogedor final. La autopsia del cadáver levantado del sitio, no aportará otros datos que permitan dilucidar esa pregunta. Permanece muda, cerrada a cualquier especulación, casi con seguridad, para siempre.

El miedo, se sabe, no es escaso nunca en un hombre valiente, acaso porque nadie ama la vida más, porque nadie aprende a disfrutar la vida más, que aquel que la arriesga.

Se dice fácil: arriesgar la vida, pero hay siempre un camino entero de determinación y coraje en esa multitud de pequeñas decisiones por las que pasa una mujer o un hombre para ir de las palabras a los hechos. Al final de él, no pocas veces se pierde de verdad lo que se arriesga.

Monumento a Julio Máximo Reyes, Miguel Ángel Oramas y Remberto Alemán, combatientes del Moncada.

La carretera que pasa frente a la Granjita Siboney en la ciudad de Santiago de Cuba está sembrada de monumentos sobrios y sencillos, casi rústicos, que dan testimonio de la existencia de ese tipo de hombres.

Salvo uno, no distinguiré aquí yo de sus compañeros al que murió junto a ellos como uno más, la mayoría de los monumentos recogen sus nombres de tres en tres. Bajo el nombre de cada uno de ellos, o al lado, aparece siempre la ocupación por la que eran distinguidos antes de morir estos hombres: uno fotógrafo, otro lechero, aquel otro chofer. Salvo unos pocos, pertenecían a ese linaje oscuro que se pierde la mayor parte de las veces en el olvido de los pueblos.

Se conocen cuáles fueron sus hechos. En cambio, los sueños, las pasiones, los amores y angustias de los hombres son tragados, devorados y oscurecidos siempre por sus hechos.

El defecto físico que lo atormentó, la herida infrigida por la mujer amada, la rabia del hambre en la memoria de niño, el goce y el vértigo de cada caricia de una lengua, los zapatos nuevos, la risa y el juego en el piso con los hijos, la cerveza fría, el poema que no se atrevió a entregar por el desdén posible, la película que quería ver, son fragmentos de algo que jamás, ya nunca más y para siempre, podrá ser reconstruido.

Quedan las imágenes, es cierto, alguna que otra vez las imágenes nos devuelven los gestos, risas, el calor de sus voces, sus miradas. Como ésta en la que aparece José Luis.

José Luis Tassende, minutos antes de ser asesinado tras el Asalto al Cuartel Moncada.

Es cierto. En ella el hombre está ya sumergido en el cataclismo de los hechos que aún no alcanzan a devorar su vida, a convertirla en fragmentos imposibles de volver a unir como el todo magnífico y al mismo tiempo común que ha sido hasta hace muy poco.

Se puede interrogar la imagen de ese hombre: hágalo.

Tratar de observar otra vez su mirada, tratar de entender que nos dice desde la lejanía y profundidad de los hechos que una foto ha salvado para nosotros sin poder siquiera salvar la vida del hombre que vemos en ella.

Es posible que la foto no le diga nada, también que aparte de ella la vista rápidamente, o que vuelva una y otra vez a ella, tal como hará más tarde, intentando verse a sí mismo en la oscuridad y el brillo de unos ojos, que poco después de hecha la foto, se cubrirán por breve tiempo de un denso manto blanco y acuoso.

No se asuste. Es ciertamente imposible interrogar la imagen, la mirada del hombre que hay en ella, o en cualquier otra, o a cualquier otra mirada, cuando en realidad nos estamos interrogando a nosotros mismos, y a nuestros propios hechos.

Nos falta la rebeldía, nos hace tanta falta hacer la rebeldía, que deberíamos darnos cuenta que está mal que su día en Cuba sea feriado.

29 julio 2020 26 comentarios 223 vistas
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Mercenario

por René Fidel González García 7 julio 2020
escrito por René Fidel González García

Mercenario me llamó ante un grupo de representantes de los estudiantes de la carrera de Derecho hace cuatro años un ex Secretario de la UJC de la Universidad de Oriente, para inducirles a firmar una carta prefabricada que allí mismo les leyeron y secretamente enviaron luego a nombre de la FEU al Ministro de la Educación Superior. Mercenario insistió en llamarme cuando algunos de aquellos estudiantes se negaron a firmar la carta espuria.

Mercenario, me llamó recibidor de dinero del enemigo y cobardemente lo negó más tarde ante el Núcleo del Partido en el que él también militaba. Cuando se le emplazó a ratificar lo pronunciado días antes, juró y perjuró que no, que el mercenario era otro, el recibidor de dinero era otro: Julio Antonio Fernández Estrada. El hijo que, como su padre, es entre nosotros una de las formas en que podemos reconocer la virtud ciudadana y ya para entonces era un profesor sin aula. Le faltó valor, le faltó hombría, el no mentir que te hace militante comunista, pero le sobró el apoyo del poder, mercenario nos llamó el felón.

Por llamarme mercenario se le acusó de difamación más tarde. La denuncia fue radicada y testigos no faltaron para probar la injuria terrible, la infamia. Pero «por este caso llamaron desde el Comité Central», le dijo un instructor policial a uno de los testigos mientras le tomaba declaración. Mercenario me llamaron y luego la Fiscalía archivó la denuncia y mi derecho al honor.

Les faltó valor y decencia, les sobró poder.

De mercenario y pagado por el enemigo también me tildaron cuando denuncié legalmente por abuso de autoridad, falsificación de documentos y otros delitos, a la ex Rectora que oscuramente orquestó y presionó para que fuera yo un profesor sin aula. Mercenario es, se dijeron entre ellos. Esa denuncia y todos los ejercicios de derecho interpuestos antes y después, fueron respondidos con el silencio hasta hoy por la Fiscalía. Les sobró el poder.

De mercenario me tildó públicamente el Ministro de Educación Superior en la Mesa Redonda ya casi al acabar el programa, a mí y a muchísimos cubanos. El mismo día que un grupo de ex estudiantes y prestigiosos profesores en activo le hicieron llegar públicamente al Presidente de la República una carta para que volviera yo a ser un profesor con aula, para que se respetara la Constitución recién firmada, para que se detuviera la arbitrariedad.

No es escaso el valor que hay que tener en Cuba para escribir, firmar y hacer pública una carta, para ser solidario con el otro cuando se corre, por hacerlo, el enorme peligro de ser tildado de mercenario, de pagado por el enemigo, no es escaso el valor que hay que tener en Cuba para apoyar a un acusado de lo más vil y execrable que desde hace más de un siglo se puede acusar aquí a alguien.

No es una fórmula exacta, pero es sabido que para hacer tal cosa se tiene que tener además mucho coraje, esa serena virtud de la ciudadanía, coherencia y dignidad en proporciones muy altas. También algo de miedo, es cierto, no se desafía la injusticia sin miedo, porciones generosas de honestidad y consecuencia, de integridad y vergüenza, una pizca de locura, dicen algunos, aún cuando no se disponga ni de una gota de poder que agregar a la conducta.

Pero no importó, es mercenario, pagado por el enemigo. Eso le dijeron con sigilo, uno a uno, a los firmantes de la carta que aún sigue sin responder el Presidente. Luego les llamaron a sus grandes oficinas para advertirles que estaban apoyando a un mercenario, que estaban siendo engañados, manipulados y confundidos por un mercenario. Ni siquiera intentaron convencerles, una advertencia debería ser suficiente, pero no bastó, ni basta, el miedo no basta. Intentaron oponerlo al irreductible poder de la decencia de ellos, exacta y diamantina, les sobraba poder pero no les alcanzó el miedo. Hay poderes diferentes, es cierto, hay miedos diferentes también.

Mercenario me llamaron cuando analizaron y sancionaron políticamente a otros por compartir un post ajeno que pedía el respeto de la Ley, que exigía una respuesta ante el silencio institucional. De mercenario casi trataron a un profesor de Física cubano cuando intentó oponer la vergüenza y la racionalidad a los que en las redes sociales, enviados y pagados por instituciones públicas cubanas, intentaron enlodar mi nombre y prestigio cuando ni con llamarme mercenario les alcanzó para ocultar la verdad.

Suerte, me deseó después ese mismo profesor, y que saliera adelante con mi familia. Él, que por ética no ha dudado en exigir «que la injusticia de la que fuiste objeto se repare, no importa si no coincido contigo en otros temas». Él, que como ciudadano escribe y es publicado por el Granma. Para que Cuba siga siendo libre es que yo soy profesor, les decía a mis estudiantes cuando yo lo era. También les hablaba del Derecho y la Justicia, de la Democracia, de la Constitución, de los límites del poder, de la historia del Derecho, o de las luchas para conseguir todo eso, que es casi lo mismo pero con sangre, lágrimas y muchas derrotas. También con perseverancia.

De mercenario me tildarán cuando lean éstas líneas publicadas una vez más en La Joven Cuba, no hay nada nuevo en ello. Esos son los hijos de un mercenario, dirán ellos después con cuidadosa sordina, a sus espaldas, de mis dos hijos, no importa la edad que tengan.

Ese es el ridículo pero peligroso poder que oponen al futuro que va en esos dos niños y en todos los alumnos de los profesores sin aula que aprendieron en clases del Derecho y la Justicia, de la Democracia y la Constitución. También del poder que fuera de todo ello, que lejos de todo ello, que contra todo ello, sin límites, es sólo arbitrariedad. Ese es el currículum oculto del ejercicio de la soberbia, enseña, sin querer, libertad.

¿Mercenario me llamarán mañana? ¿acaso en unos meses?, ¿pagado por el enemigo?, ¿fabricado por el enemigo? ¿acaso cuando intente una vez más hacer valer los derechos contra la impunidad y la Constitución contra la arbitrariedad? No lo sé. Es fácil creer que sí. Lo han hecho hasta ahora.

No se trata de mí.

Lo que sé con certeza es que cada injusticia, cada arbitrariedad que se cometa hoy en Cuba bajo el pesado manto de la impunidad, defraudará mortalmente el modelo de Estado de Derecho que la Constitución lleva en su interior como un nasciturus precioso, como el heredero de un proyecto cuya autenticidad se puede medir por su intento, por cada intento, de conquistar la justicia toda para todos.

Lo que sí sé es que cada vez que una injusticia recae sobre una persona y contra toda racionalidad, toda lógica, todos los mecanismos, todo apego a la verdad y los principios, fracasan los procedimientos legales, las instituciones, las leyes que están diseñadas para evitar que ello suceda. O son paralizadas, o se pliegan al encubrimiento con silencios, con respuestas contraproducentes y anonadantes, con persecuciones del tipo que sean, con intimidaciones personales, familiares o colectivas y con indiferencia. Así se producen legiones de cínicos y oportunistas, de gente vacía y sin escrúpulos, de espectadores y de otros que sienten vergüenza, mucha vergüenza, porque eso se siente ante la injusticia.

En Santiago de Cuba un jurísta aún joven y respetado lleva casi dos años tratando de salir del laberinto al que fue condenado por denunciar una presunta trama de corrupción empresarial, como respuesta fue detenido, enjuiciado, dejado sin trabajo, vapuleado y ninguneado, excluido después de veinte años de trabajo eficiente y honesto como asesor jurídico. Este hijo de una familia intachable lidia contra la amargura, contra la impotencia y el desánimo. Pero no le ha faltado valor, no le ha faltado paciencia, no le ha faltado serenidad en la soledad de su lucha, ha tenido su fe.

A diferencia de otros, hace algo más de 25 años ese mismo profesional talentoso estaba sentado en el pupitre vecino del actual Ministro de Justicia de Cuba, parecería una cuestión menor y accidental, no lo es. Tampoco lo es que las oficinas y las plataformas digitales de contacto del Consejo de Estado, de la Fiscalía General de la República, de la Central de Trabajadores de Cuba, del Tribunal Supremo, o de un programa televisivo como Hacemos Cuba, están atestados de historias de vidas torcidas y no pocas veces destruidas por el capricho y un poder sin límites, incontestable y capaz, sin embargo, de otorgar sin demasiados trámites la condición de contrarrevolucionario, de quejoso, o resentido, al que no baje la cabeza y se aparte.

No es solo que esté mal, es que da asco.

¿Qué es lo que nos está pasando? ¿Cuánto puede una sociedad soportar una acumulación de éste tipo? ¿Qué hacer? Dentro de muy poco tendrán desarrollo legislativo un grupo de artículos de la Constitución del 2019. Algunos de ellos permitirán a partir de ese momento la defensa judicial de derechos constitucionales violados por funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones, ya que tribunales cubanos han negado judicialmente durante el actual período de vigencia de las disposiciones transitorias de la Constitución, el principio de aplicabilidad directa de su articulado.

Hay que tomar nota de la importancia de esos desarrollos legislativos, la manera en que serán concretados y de su eficacia jurídica. Nuestra cultura política, tal como sugiere el aquelarre de vilezas, falta de empatía y crueldad exhibidas grotescamente en las últimas semanas, ha estado durante mucho tiempo mediada por contenidos, valores y prácticas que han promovido y hoy protagonizan percepciones públicas e institucionales en las que el ejercicio de derechos y libertades de la ciudadanía plena aparecen como algo aborrecible e inquietante, también peligroso.

Durante el proceso político de discusión y aprobación, la Constitución de 2019 transversalizó muchas de las aspiraciones y sueños de los cubanos. No entender esto es alejarse de los contenidos del discurso político cotidiano, creer que la Constitución no está sincronizada con el cambio social que ha ocurrido en Cuba, o intentar mediatizarla y esterilizarla con una apropiación simbólica que no resiste el contacto con la realidad y las experiencias de los individuos, es algo más que cometer un error cuyos costes políticos puedan ser quizás muy altos en los próximos tiempos.

Se puede tener la tentación de intentar burlar, mediante una matriz comunicacional disciplinadora y panfletaria, la comprensión popular del catálogo de los derechos constitucionales, sus respectivos alcances y el de las garantías que los escudan. Se puede incluso intentar versionar y hacer estáticos e inocuos los conflictos normativos y las colisiones entre los derechos y los actos propios de la administración, o entre particulares, pero lo cierto es que el desafío que supone asumir la creciente complejidad y dinamismo de la sociedad cubana actual y conservar estándares de credibilidad y confianza de los ciudadanos, implicará una independencia judicial y una ausencia de interferencias sobre esa función hasta ahora inéditas, así como el despliegue de la argumentación y la lógica jurídica como un factor imprescindible a la coherencia y vitalidad del sistema.

De algo se puede estar seguros, los derechos van a ser defendidos frente a su conculcación y la impunidad, frente a la arbitrariedad y las relaciones endogámicas de élites administrativas, o de cualquier otro tipo. Con ellos lo será también la Constitución en su calidad de límite al poder, pero también como plataforma de la adquisición de nuevos derechos, espacios y recursos de realización de proyectos de vida a partir del fortalecimiento de la autonomía y la autodeterminación personal.

Esa defensa, no hay que subestimarla, aunque es posible sea en un principio un acto individual y quizás frustrante, será fundamentalmente para sus protagonistas un acto de consecuencia política, pero también un ejercicio de valores que detonará y dará sentido y vigencia a las prácticas propias de la identidad ciudadana. También a una cultura política nueva.

Es cierto que creer que el enemigo del enemigo es un amigo no tiene que ver con un dilema sino con una contradicción ética esencial cuando se defienden valores e ideas diferentes a los del probable aliado de oportunidad, pero es también cierto que no se puede convivir con la injusticia y pretender ignorar sus causas, acaso porque cuando ello ocurre todo espectador es un cómplice.

7 julio 2020 45 comentarios 191 vistas
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El 21 de mayo

por René Fidel González García 21 mayo 2020
escrito por René Fidel González García

Me había solicitado amablemente un compañero que escribiera una columna sobre el 20 de mayo. No tuve tiempo en medio de la versión íntima de la cotidianeidad pandémica con la que lidio, pero en verdad tampoco encontré la manera de cerrar las ideas que anoté mentalmente.

Ese cierre estaba esperándome sin embargo en la mañana del día 20 en el post de un graduado de Derecho de la Universidad de Holguín y su personal deseo a todos: Feliz día de la independencia y el nacimiento de la República.¡Patria y Libertad! Hice un par de anotaciones, pero casi idéntico a como él lo escribió, lo puse en mi propio perfil porque me pareció el  voto patriótico cubano más hermoso y auténtico, sencillo, que he podido leer o escuchar en mi vida.

De golpe, quizás por su esencia serena y extrañamente cordial, por lo inusual y espontáneo de ese deseo en nuestra sincopada parafernalia de consignas y lemas mal digeridos, me vino el recuerdo del culto de mi abuela y madre a mi bisabuelo mambí, y esa devoción recia a un tipo de decencia conmedida y piadosa que cultivan las madres que han sufrido por los hijos ajenos.

El día antes había estado pensando para aquella columna que no escribí en los destinos de muchos padres esclavos que compraron la libertad de sus hijos y que envejecieron y murieron sin salir ellos mismos del barracón, en la suerte de Manuel Rodríguez «El brujita», el sastre que se batió en la década de 1868 con aquel valor forjado desde antes del que hablara más tarde Lemebel, en los rumbos inciertos de las niñas y mujeres guajiras desnudas por ausencia de la más rústica tela en las profundidades de nuestras montañas que vieron pasar los restos obstinados, hambrientos y perseguidos de las expediciones independentistas, en la atrocidad de las circunstancias y lo frágil de la vida humana.

Las evocaciones suelen ser también amargas y traicioneras, porque nos dejan en calidad de meros expectadores de la vida y los destinos de los otros, aunque nos ofrezcan, en cambio, una oportunidad para la humildad y aprender. En Cuba hay que tomar nota de ello, porque se lleva demasiado tiempo ya ninguneando desde la soberbia a una parte de nuestro pasado y éste nos está alcanzando en la peor de sus formas: la ignorancia y el odio.

La preterición y el olvido del día que marca formalmente el nacimiento de la República de Cuba y de la independencia y la mal disimulada antipatía que le han dedicado de paso nuestros medios durante muchos años, es también un síntoma de una sociedad que no entiende completamente los peligros que le acechan, ni lo que logró antes, tampoco las formas de resistir la adversidad.

Que el 20 de mayo de 1902 certifica la derrota final del anexionismo norteamericano en Cuba no es siquiera un tema a discutir.

Basta ver fletando en Guantánamo el pabellón yanqui para entenderle, además, como un poderoso recordatorio de lo que aquí se intentó, pero la escasa comprensión del significado de vivir en una República que hoy nos aqueja, el olvido de los contenidos y valores que contiene su noción, tanto como de su cualidad de matriz ética frente al despotismo, la arbitrariedad y los privilegios, es parte de un desarme sustancial para enfrentar los retos actuales y no pocos de los que tenemos por delante.

Pregúntele a la persona que tenga al lado ahora mismo sobre el significado político de vivir en una República y posiblemente tendrá como respuesta un mapa en que la libertad y los derechos ejercidos frente a todo ello, en que la exigencia del imperio de la Ley y la igualdad de todos sin excepción ante ella, son un incordio a la conformidad y al mantra de gratitud debida que se proclama y al mismo tiempo una marca de Caín, en que la Constitución como límite al ejercicio caprichoso del poder están fuera de la escala junto a la justicia y la fraternidad, el civismo y la decencia frente a lo servil y obediente, lo adocenado; o acaso un desolador encogerse de hombros. El vacío.

Es cierto, se podría coincidir por otras razones con una línea de un artículo de Karima Oliva Bello publicado ayer en La Pupila Insomne, en que su autora nos hace el favor de descodificar la noción de República y reducirla a los avatares y desgracias de un período histórico: «la república por la república no basta (…) ni garantiza nada«.

Convendría hoy recordar, cuando nuestros humildes, nuestros ancianos y enfermos, sólo ellos, ¿se acuerdan? salen a sumergirse por hambre y ansiedad, por la precariedad y agonía de sus despensas en largas colas sin tener la certeza siquiera de regresar a casa con el alimento, o la medicina, cuando nuestros pobres, ¿se acuerdan?, sólo ellos, tienen que conformarse con el aceite, el pan, el arroz y los huevos subvencionados porque no puede acceder sin delinquir a lo mismo que se le vende a altos precios en las otras tiendas, que el Socialismo, sin libertad, democracia e igualdad, sin la herejía de no ser servil e hipócrita, es tan sólo una abstracción aparentemente incólume, un nirvana en el que se puede vivir cómodamente mientras el egoísmo, el oportunismo y la desigualdad se ceba con nosotros, y que no basta, ni garantiza nada, si está vacío de esos significados, si somos cómplices de ello.

En Santiago de Cuba surgió no hace mucho una iniciativa, en esas mismas redes que son vilipendiadas y demonizadas hoy por tantos, en esas mismas redes sociales que son la parte más democrática y dinámica de nuestra esfera pública y de los ejercicios de participación ciudadana. Dónde hay santiagueros, se llama el grupo de Facebook por el que se localizan en tiempo real los productos más imprescindibles o un colchón antiescaras para una centenaria amada. No pasó mucho tiempo para que se empezarán a ofrecer espontáneamente también, así, sin costo, las medicinas, la sangre y la ropa que al otro le faltaba, o necesitaba, la solidaridad y fraternidad sin colas, la hermosa dignidad de hacer el bien.

No puedo evitar pensar que es la misma dignidad con que los cubanos, todos ellos, salieron el 21 de mayo de 1902 a enfrentar sus propios desafíos de ese día y de los años que vendrían, porque en Cuba la dignidad siempre ha encarado al futuro y el destino.

21 mayo 2020 11 comentarios 179 vistas
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