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Autor

Raymar A.H.

Raymar A.H.

Crítico de arte, analista y estudiante de psicología

Universidad

Desde la universidad y a destiempo

por Raymar A.H. 7 mayo 2022
escrito por Raymar A.H.

Nada más inoportuno para la institucionalidad cultural en Cuba y sus atropellos ideológicos, que la distribución durante la presente Feria Internacional del Libro de La Habana del título Fuera (y dentro) del juego. Una relectura del «Caso Padilla» cincuenta años después (Fondo Editorial Casa de las Américas, 2021).

Dicho volumen, según sus compiladores, pretende contradecir algunos de los «estereotipos que han circulado y circulan» sobre el mencionado caso, pero me atrevo a señalar que nada se aleja más de ese objetivo que el sinfín de panfletos politizados que incluye. Muy por el contrario, transparenta lo cerrado de las políticas culturales que hace décadas atan de pies y manos a los creadores e intelectuales en la Isla.

En los tiempos actuales, cualquier chispa que recuerde las arbitrariedades del sistema contra ese gremio es, mínimo, una provocación y una burla luego de dos años de continua violencia y abusos de poder, más aún cuando en ocasiones se ha llegado a comparar esta inmediatez con el denominado Quinquenio gris, que iniciara luego de los sucesos con Padilla.

El acoso policial y las campañas de descrédito que sufren muchos, así como las detenciones, amenazas y expulsiones de centros laborales y educacionales son una penosa constante que da matiz opaco al panorama. De escándalo es la reciente «liberación del cargo» de Armando Franco Senén como director de la revista Alma Mater por parte del Buró Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), según publicó en su página de Facebook el medio.

Debo confesar que nunca tomé a la Alma Mater dirigida por Franco como un medio digno de aplausos, pues se me tornaban risibles sus intentos de encajar en la dinámica cool que inunda nuestras universidades. Mas de igual modo me llenó de indignación la frialdad con que se comunicó la noticia.

Mi duda es: ¿qué potestad puede tener la UJC para remover cargos dentro de un medio que debe responder íntegramente a los intereses de los estudiantes? No es un secreto que Alma Mater pertenece a la Editora Abril y que esta a su vez responde directamente a la UJC. Pero tampoco es un secreto que la revista Alma Mater, fundada por Julio Antonio Mella en 1922, tiene una tradición de lucha estudiantil de cien años.

Es impensable que una organización política controle la voz del estudiantado cubano, pues Alma Mater solo existe —desde su surgimiento— para representar a los alumnos de nuestras universidades, no al poder político imperante. Por otra parte: ¿Quién me preguntó a mí —lector de Alma Mater y estudiante universitario— y al resto de los educandos si nos parecía bien o no el trabajo de Armando Franco al frente del medio?

Si realmente existiera un ejercicio democrático en las universidades para seleccionar a nuestros representantes, la UJC no pudiera atribuirse tales libertades a la hora de tomar una decisión como esa. Entonces: ¿Qué papel juega el estudiantado al momento de plantear el futuro de su publicación? Evidentemente ninguno.

Al mismo tiempo, en la otra cara de la moneda, los ahijados adulones del gran padrino nos quieren imponer un símbolo. Un pañuelo rojo colgado del cuello, del brazo, o dondequiera que tenga visibilidad, quiere ser aclamado como un símbolo de «resistencia». Pero me estalla el cerebro al intentar descifrar cómo se resiste desde el privilegio. Ya la cordialidad política trasciende lo que pueda ser o no tolerable de los que orgullosos portan su emblema.

Ese pañuelo —un trapo cualquiera en muchas ocasiones—, sintetiza en sí lo que el gobierno está dispuesto a validar y subdivide explícitamente a los actores culturales en dos polos: los que están con esto y los que no. Quedan de lado —como en el 71 cuando Padilla—, la calidad de la obra, el aporte del hacedor o la formación a la que se aspire. La ideología afín al gobierno es lo que pesa, y cualquier muestra de disenso, o simplemente cualquier resbaloncito —como me temo sucedió con Alma Mater— cuesta desde una buena mancha hasta las más severas sanciones.

¿Entonces qué sucede con los que están inconformes con las políticas culturales en Cuba, con los que se vuelven «problemáticos» para el sistema? Es espeluznante la uniformidad por la que abogan, donde los vítores, los asentimientos, el servilismo o el pedazo de tela roja son los que posicionan. La cultura como medio ontogénico lleva en sí el peso de la irreverencia, solo cuestionando y disintiendo crecen en carácter las personas y junto a ellas las sociedades, sustraerles esa capacidad es una torpeza total o una infamia inefable.

¿Y desde dónde podremos potenciar el crecimiento cultural y espiritual de nuestra nación si ni siquiera nuestra Casa de Altos Estudios se puede cultivar exenta del embate de las organizaciones políticas? Esto, permitido por otras que se suponen encargadas de defender los intereses estudiantiles, como la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), y que en la praxis son apéndices de la UJC.

En una de sus más recientes publicaciones en Facebook, Julio César Guanche, comentaba sobre la necesidad de la autonomía dentro de la universidad y la potenciación de los estudiantes como su comunidad política y únicos decisores, mientras señalaba la postura ambivalente de la FEU y su denominada «independencia orgánica» en contraposición a la subordinación a jerarquías políticas.

Estamos inmersos en una campaña de constante adoctrinamiento, donde el gobierno se presenta como la meca de la resistencia y la benevolencia y cualquier cosa que se le oponga es tildada de lo más bajo, con adjetivos que saben a sangre y látigo. Lo peor, es que el problema ya es tan evidente que el descontento trasciende los límites de lo soportable, los excesos del gobierno y su abulia a la hora de resolver las acuciantes cuestiones de nuestra sociedad tienen convertida a Cuba en un sitio de ríspida ciudadanía, donde la desesperanza y/o la ira, van asidas a los rostros.

Ahí es cuando me inquieta la pregunta: ¿desde dónde se puede encaminar nuestra cultura y junto a ella un devenir digno y justo para nuestra nación? La respuesta quedará luego de remover las estructuras que nos tienen en el actual estatismo. Necesitamos transformar más de lo perceptible, es menester crecer como sociedad, pero antes, crecer como individuos, la metamorfosis comienza desde adentro.

Nuestros artistas serán el sustento espiritual y nuestras universidades el intelectual, desde ahí debe arrancar el intento, porque –tomándole la palabra a Mella – «aún nos queda algo grandioso por hacer, y que está en la mente de todos, esto es, la verdadera función de una universidad en la sociedad; no debe ni puede ser el más alto centro de cultura una simple fábrica de títulos…» (Febrero, 1923).

7 mayo 2022 15 comentarios 1.184 vistas
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Reflexiones - crisis

Reflexiones en torno a una crisis mayor

por Raymar A.H. 12 marzo 2022
escrito por Raymar A.H.

El conflicto bélico desatado recientemente en Europa del Este y la crisis resultante, más que crear en mí una preocupación sobre el devenir estructural y económico del mundo, deja un pesar inmenso por ver tan enturbiado el futuro de la ética humanista de esta sociedad sumida en la propaganda y el escepticismo. Paralela a la de las armas de fuego, existe también una guerra mediática en la cual muchos intentan ser jueces de un escenario cuyos matices generalmente desconocen.

La desinformación embelesa desde las diferentes plataformas y genera un estado de opinión que favorece el acriticismo. En los últimos días se ve potenciada la división y la hostilidad. Un fervor casi romántico de presunta justicia subvierte la palestra pública en un paisaje circense lleno de ingenuidad y falaz empatía. El panorama carece de matices, solo dos polos antagónicos son reconocidos: buenos y malos. Quién es quién lo determina el lugar de donde sea recibida la propaganda. Los hechos son entonces una suerte de performance donde la diégesis la dictan los medios de comunicación.

Las redes sociales están inundadas de información que satura e inhabilita el poder de discernir. Asimismo, muchos solo buscan datos que les permitan solidificar un criterio preconcebido y seleccionan qué consumir, sin el deseo de, a través del contacto con otras posturas, llegar a moldear un juicio crítico e informado. Por otra parte, los grandes medios que se presentan como «confiables», informan solo a medias en la mayoría de los casos y le dan a los hechos un enfoque «conveniente» a sus posturas editoriales, con lo que parcializan la información y ocultan de ella una buena parte.

Reflexiones - crisis

Los medios informan solo a medias en la mayoría de los casos y le dan a los hechos un enfoque «conveniente» a sus posturas editoriales (Foto: El Comercio)

Luego están los del gremio de la sensibilidad cool y sus mil aristas. El conflicto al este europeo es un tema trending y los hashtags «Stop the War», «Ukraine», «Russia», «Putin», etc. tienen gran impacto en materia de posicionamiento. Un ejército de twitteros e instagramers «sensibilizados» con el tema, se yerguen voceros de la causa y comparten cualquier información que encuentren. Generan así estados de opinión, que, en ocasiones, carece de sustento en hechos, con lo que hacen gala de la conjetura y los nexos sin fundamento.

Con ello ganan visibilidad, estar al día es su tarea de orden. Su falta de ética, salpimentada con una dosis de hipocresía mediática, tiene las diferentes plataformas bañadas del llanto de los emoticones, los mensajes esperanzadores, las críticas y el antiimperialismo selectivo.

Sobre esto último quiero hacer algunos señalamientos. Lo acontecido no es más que otra repartición territorial-económico-política entre potencias. Esta guerra lleva muchos años activa, solo estamos en otra etapa más mortífera y destructiva. Es de ingenuos suponer que los actores de este conflicto son solo Rusia y Ucrania, y obviar el papel de Occidente —léase OTAN, principalmente Estados Unidos— en esta pugna de poderes.

Por otra parte, no creo en la benevolencia política ni en la propaganda de ninguna potencia, por eso estoy en contra de cualquier imperio y su sed expansionista. Venga de donde venga —sea ruso, estadounidense, británico, francés, chino o «marciano»— al imperialismo se repudia y rechaza. Ninguna nación tiene derecho a burlar la soberanía de otra, ni a tomar su territorio usando su prepotencia armamentista o su pedantería económica. Esto último es derecho internacional y humanismo, no el rechazo selectivo a tal o cual nación, hecho o ideología.

La propaganda generada por Occidente, dueño de los medios más inmediatos y masivos de información, coloca la balanza a su entero favor y lo exonera ante la opinión pública de cualquier culpabilidad en el conflicto y estigmatiza todo lo que huela a Moscú. En el otro extremo está un sector añorante de la URSS y la retórica socialista, que pasa por alto el nacionalismo étnico, el totalitarismo y los pespuntes de extrema derecha de Putin, para justificar la invasión y sus males.  

Reflexiones - crisis

La propaganda generada por Occidente coloca la balanza a su entero favor.

En esta guerra no hay buenos o malos, sino víctimas de una pugna por la hegemonía del mundo. Es enteramente reprochable el ardid de validar la invasión como supuesto método de precaución, como lo es también condenarla y desconocer acciones similares llevadas a cabo por otras potencias, así como la responsabilidad occidental en el expansionismo de la OTAN pese a los llamados de atención rusos.

Estos conflictos geopolíticos que proponen los imperios modernos, no son más que otra forma de someter a los pueblos, que, como hoy con el de Ucrania, son quienes pierden. El afán de emperador que cargan tanto Putin como el gobierno de los Estados Unidos, nos pone nuevamente al borde de un conflicto nuclear. Estos Césares sobreponen su egolatría, a la paz, la prosperidad y el futuro.

Los tiranos y los imperios van y vienen, el ciclo de la historia está marcado en gran medida por ello, pero el hombre como especie íntegra queda y es deber nuestro que no se pierda lo que nos hace humanos. No podemos abogar por un mundo sin guerras, violencia y maldad, si no contribuimos a lograrlo desde nuestra posición, la búsqueda de la paz comienza en nuestro entorno y en nosotros mismos. 

No es coherente condenar la prepotencia de unos frente a otros cuando actuamos con suma prepotencia ante la naturaleza. No es honrado denunciar un acto de violencia y abandono cuando, desde el papel que jugamos, no somos capaces de obrar mejor. Sería hipocresía, degradación ética, anti humanismo; representando estos últimos peligros mayores que el de las armas nucleares.

Me hago eco de unos versos de Silvio:

Si fácil es abusar, más fácil es condenar / y hacer papeles para la historia, para que te haga un lugar. / Qué fácil es protestar por la bomba que cayó / a mil kilómetros del ropero y del refrigerador. / Qué fácil es escribir algo que invite a la acción / contra tiranos, contra asesinos, / contra la cruz o el poder divino, / siempre al alcance de la vidriera y el comedor.

En el prólogo a su poemario Ismaelillo, José Martí planteó una tríada que a mi juicio es la clave para la construcción del «futuro»: «fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud». Bajo estas premisas debemos marchar, sabiendo dejar a un lado el ego, la propaganda, la mentira; corrigiendo cada aspereza en nuestro actuar, siendo mejores. Ahí está nuestra verdadera lucha.

El camino siempre será la paz y junto a ella, el rejuego entre lo brutal, lo humano y la semilla del bien que debemos acoger en nuestro centro como obra de salvación. Al fin y al cabo, en esa vocación de bien es donde único cabe nuestra esperanza.  

12 marzo 2022 25 comentarios 1.530 vistas
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AHS

La AHS y los soliloquios institucionales en materia artística

por Raymar A.H. 15 febrero 2022
escrito por Raymar A.H.

Un fantasma recorre el panorama cultural cubano: el fantasma de la imposibilidad del diálogo entre los creadores y las instituciones. Los artistas y las organizaciones encargadas de representarlos son desde hace tiempo el eje principal —o al menos el más visible— en torno al cual se han generado diferentes conflictos y poco o nada se ha hecho para propiciar el entendimiento entre las partes. Una radicalidad contrainstitucional ha ahogado los diversos estratos de la cultura en Cuba, dada principalmente por el desentendimiento y la tozudez.

La excesiva politización a la cual están sometidas las instituciones, obnubila la cordura de sus dirigentes y dificulta la generación y preservación de productos de calidad más allá de los cumplimientos que exige el poder imperante. Se ignoran los reclamos y los «espacios de debate» no son, en muchos casos, más que una tapadera de falaz intercambio formal. En ellos casi siempre solo unos pocos tienen la posibilidad de expresarse, la mayoría de los casos en oportunidad dirigida, ya que el moderador prioriza a quienes sabe afines a sus intereses políticos, que son los de la institución y los gubernamentales.

En tanto, la pleitesía de los que de una forma u otra se saben privilegiados por esta aberrante realidad agudiza las diferencias, muchos de los que se presentan contrarios a tal posición se llenan de rencores y sectarismos. Así quedan separados en bandos, lo que potencia un intercambio ofensivo que comúnmente termina en hostilidad. Los que llevan una posición contraria a la institución —por transitividad, al gobierno— son los más afectados, puesto que por lo general son ofendidos y desacreditados por la propaganda oficial. Esta práctica es una constante en noticieros y periódicos.

Aunque en algunas esferas su posición parece la más desestimable, no solo el Estado y sus adeptos son los causantes de tales desmanes: existen «entes culturales» que con tal de solidificar su condición y ganarse un lugar en los medios, se cuelgan el blasón de héroes políticos y adoptan una posición reaccionaria y poco constructiva. Con ello, sirven de fulcro para contradicciones que atentan contra la salud de la cultura nacional. La necesidad de estar en una postura jerárquica superior en un espacio de creación, es el principal lastre; poco abunda la sinceridad constructiva y los canales para ser comunicada.  

Es casi imposible encontrar un espacio imparcial en materia política –dicho esto sin incurrir en la ingenuidad de obviar la omnipresencia de esta en cada estrato de la sociedad. Constantemente la imposición de una especificidad ideológica consume cualquier planteamiento que se torne opuesto al imperante, esto desbalancea los procesos comunicativos entre los diferentes actores involucrados y crea preferencias amén de la solidez de las ideas.

AHS (2)

Presidencia de la Asamblea Provincial de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en La Habana (Foto: Facebook AHS)

La práctica del «mucho se ha hecho, nos queda mucho aun por hacer» sigue funcionando de excusa y vía de escape para la invisibilización de las fallas que abundan. Se siguen justificando las faltas con la concreción de pocos aciertos.

Hay que dejar de lado las posturas políticas inamovibles y velar, de forma desinteresada y sincera, por la persistencia de la savia que siempre nos ha empapado. La cultura cubana tiene salud precaria y es insuficiente lo que se hace por mantenerla a flote. Potenciar la crítica abierta y honrada es una necesidad, pues solo con ella se encontrará un derrotero que nos conduzca hacia los procesos artísticos e históricos que los tiempos actuales requieren

Hace poco participé en la Asamblea Provincial de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en La Habana y reencontré todas estas formas de desentendimiento que he mencionado. También constaté la supremacía de las ideologías políticas en detrimento de la persistencia de un trabajo cultural de calidad con el respectivo respaldo logístico-económico que necesitan los creadores.

Lo que fuera presentado por la narrativa de los voceros de dicha institución como un espacio de intercambio y polémica constructiva, terminó siendo un soliloquio de la mesa presidencial y sus elegidos interventores, quienes trataron de desestimar cada planteamiento de los menos de diez asociados que tuvieron la oportunidad de proponer un ejercicio crítico en presencia de Fernando Rojas, viceministro de Cultura, y Luis Antonio Torres Iribar, primer secretario del PCC en La Habana.

Es menester recalcar que durante el transcurso de la asamblea, realizada en el Teatro Nacional, por más que mi brazo se mantuvo en alto con el fin de pedir la palabra, fue todo el tiempo ignorado. Me quedé con mucho por decir y rebatir, por eso asumo este espacio como remplazo del que me fuera negado.

Me gustaría hacer hincapié en una idea usada por uno de los «interventores» ante las demandas de los artistas: la falacia de «la persistencia del modelo cultural socialista dentro de la institución cubana». Para exponerla, aludió —con esquematismo y un poco de ingenuidad— a «dos modos de asumir la cultura dentro de la Cuba de estos días: el modelo socialmente comprometido y el modelo mercantil». La idea fue revisitada por Rojas y Torres Iribar, con el fin de mantener el estado de opinión al entero favor de la mesa presidencial y sus constantes justificaciones.

Me gustaría aclarar que esos «dos modos de asumir la cultura» no son otra cosa que un error axiológico mal construido por la prepotencia de un ente que buscaba, a fuerza de altanería, imponer una «inamovible verdad». Los individuos acumulan una determinada cantidad de conocimiento que le permite desarrollar un juicio crítico en la propia escala de valores de lo que conocen y toman del medio. El bagaje cultural se forma gracias a la asimilación. Por tanto, existe un sinfín de formas de entender el entorno y la cultura, todas individuales e irrepetibles.

Así pues, hay tantas maneras de asumir la cultura como individuos, todas válidas y completamente respetables. Tanto es así que, como bien dijera en su tono rancio el «interventor» durante la asamblea,  la incultura no existe.

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Asamblea Provincial de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en La Habana (Foto: Facebook AHS)

Por su parte, el arte tiene inequívocamente un criterio de mercado para ser validado y colocado en las diferentes esferas. Lo que determina la persistencia, calidad y reconocimiento de una obra artística es la Institución Arte, ya sea la crítica o los diferentes espacios de exposición y venta (galerías, teatros, museos, casas de subasta, editoriales, disqueras etc.). Estos últimos son, sin lugar a dudas, regidos por una máxima de mercado y competencia.

En la Cuba institucional, el arte y quienes lo gestionan son dirigidos y manejados bajo preceptos políticos. Existe la censura y la parametrización, por tanto, aquí tampoco aplica la retórica de «los dos bandos», dado que solo hay un derrotero establecido. Lo que se oponga a tales preceptos es desestimado.

Me gustaría exhortar a todos los «intelectuales de la retórica socialista» que participaron en la asamblea a visitar —o revisitar— el texto Socialismo y Cultura, de Antonio Gramsci, para que reciban una lección de construcción y necesidad de crítica como vehículo de transformación y paso hacia esa sociedad de la que cada vez estamos más lejos.

La AHS tiene la entera responsabilidad de velar porque el talento creativo no se pierda, porque brote una nueva fascinación por parte de los artistas, por regalar una esperanza de persistencia en un sitio para la creación, por mantener la llama viva. Debe velar por un arte de calidad y esto solo se logra con el ímpetu sincero de fundar, más allá de ideologías o posicionamientos.

Aunque algunas acciones se desarrollan en beneficio de la persistencia de espacios y creadores, no es suficiente el embate, y se pierde así la sinceridad creativa, se bajan los estándares y se da paso a la medianía en el arte. La institución, en este caso la AHS, puede hacer muchísimo, con entrega cualquier empeño se logra.

Los espacios de intercambio y debate no deben seguir siendo escenarios para soliloquios institucionales y políticos. Los creadores necesitamos gozar del derecho a la crítica y al resguardo de aquellos que se dicen nuestros representantes. Mientras esto no se logre, la realidad cultural cubana seguirá inundada de servilismo y mediocridad.

No obstante lo dicho, todavía confío en la AHS. Sé que en ella hay personas que trabajan por crear las condiciones que requieren los artistas, pero lamentablemente, no tienen la palabra definitiva. Por ahora, seguiré trabajando, señalando lo que considero mal hecho y tratando de contribuir en lo que pueda a un mejor funcionamiento de la institución. También espero que la dirección de la AHS, el PCC y el MINCULT, den respuesta y resuelvan las quejas que fueron presentadas en la mencionada asamblea. Ninguna justificación es válida.

15 febrero 2022 4 comentarios 1.267 vistas
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Maestro (1)

Lecciones para un maestro inmoral

por Raymar A.H. 7 enero 2022
escrito por Raymar A.H.

A mi madre y a Martí por ser mis mejores maestros.

***

«Instruir puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo».

José de La Luz y Caballero

-I-

Siempre he cargado con el sueño y la esperanza de llegar a ser maestro, un buen maestro. Tengo, desde que nací, la figura de mi madre quien hace más de cuarenta años ejerce el magisterio. Recuerdo su abnegación en el tiempo que impartió clases en la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona, de donde salía caída la noche después de enseñar todo el día. Casi siempre yo la acompañaba.

La miraba como ejemplo de profesora, aún lo es. Encontraba el alba revisando trabajos para continuar el día siguiente impartiendo clases, siempre solidaria con los estudiantes y colegas. Esto, sin obviar su vida social y familiar, que nunca fue fácil, hostil más bien. Las precarias condiciones de vivienda que padecíamos, en un cuartucho inventado, sin baño, sin ventanas, sin privacidad, sin la mínima condición para poder ser llamado hogar; fueron momentos complejos.

Mi madre no es la mejor profesora, ni la más brillante, ni puede ser denominada una catedrática; pero sí es una excelente educadora, no solo por sus ansias de superación, que la llevaron a alcanzar el título de Master en Ciencias de la Educación en 2009 —por cuestiones de salud no ha emprendido la marcha para alcanzar el Doctorado—, sino por lo cercana, dedicada y generosa que es con sus alumnos, por el hecho de saberse constructora de parte del futuro. No se podía esperar menos de alguien que se formó leyendo a Martí y Varona.

Ojalá llegue a ser un educador del calibre de mi madre. Ojalá todos los maestros cubanos lleguen a tener el calibre de mi madre. Ojalá ese maestro de Matanzas hubiera conocido a mi madre.

Maestro (2)

Enrique José Varona

-II-

Recuerdo mi etapa de estudiante primario como un momento espléndido dentro de mi formación, potenciado por el influjo de los maravillosos profesores que tuve. Octavita Caboverde Tamayo, Lázaro Cáceres y Leonor Pérez Castillo — que vive orgullosa de llevar el nombre de la madre de Martí—, son los que más hondo calaron en mí y en cientos de muchachos que, por cursos y cursos, formaron.

Todos los años el 23 de octubre «la profe Leo», a quien desde su cansada voz se le nota todo el dinamismo que aún tiene, llama para felicitarme y hace más de diez años no soy su alumno. Y es que ser maestro va más allá de las asignaturas y la pedagogía, serlo requiere de humanismo y sensibilidad, de la máxima expresión de la bondad espiritual del ser, y de entrega, sobre todo eso, entrega y compromiso.

Nunca olvidaré el día que llegaron del municipio de educación buscando propuestas de «alumnos ejemplares» para entregarles la réplica del anillo de Martí. Octavita sabía que yo no era uno de esos «alumnos ejemplares», pues siempre tuve problemas con la asistencia y puntualidad, y un poco en la disciplina; pero me sabía merecedor de ese honor por encima de muchos de esos «ejemplares».

Enseguida se paró de su silla y con la voz y postura impositivas que la caracterizaban, planteó que no, que ese anillo le tocaba a los niños que realmente conocían, estudiaban y disfrutaban la obra del Apóstol, que en su clase, ese premio se le otorgaría no al más ejemplar, sino al más martiano; y así sucedió. El premio se discutió en concurso. No solo lo gané en mi escuela, sino en todo el municipio Playa. Eso fue en el 2009, si mal no recuerdo, actualmente llevo el anillo colgado a un hilo en mi cuello, y ahí estará.

Cursé el quinto y sexto grados en la UIE (Unión Internacional de Estudiantes, Calle 4 esquina 13, Vedado), escuela en la cual Lázaro, o mejor, Lachy, como le decíamos sus alumnos, fue mi profesor guía. En el grupo sexto C agruparon, luego de terminar el cuarto grado, a varios de los alumnos con problemas académicos para que compartieran aula con algunos de los mejores según sus resultados. Esta estrategia comúnmente se aplica en el sistema educacional cubano.

A mí, por llegar último a la escuela, me unieron a la lista de ese grupo que era el único con plazas libres. Ahí compartía docencia con «lo mejor y lo peor» de la escuela, como lo definían algunos de los profesores más recalcitrantes; solo sé que mis compañeros eran maravillosos y de todos me llevé una enseñanza y un recuerdo mágico.

Tres de ellos, más de una vez, fueron atendidos por menores, como coloquialmente conocíamos a las personas encargadas de monitorear el  desarrollo de alumnos con problemas académicos y de disciplina, y más de una vez le propusieron a la directora del centro y a Lachy la opción de trasladarlos a una «escuela de conducta».

Él, firme en su posición, negó siempre esa posibilidad a pesar de las múltiples presiones, defendió constantemente la idea de que era su labor formar a esos muchachos a cualquier costo y que enviarlos a una escuela de conducta no haría más que potenciar las deformaciones que les ocasionaron su medio social y familiar. Pero sobre todo, supo mirar dentro de esos muchachos, conocer sus bondades, saberlos niños y futuros hombres, más que sus estudiantes.

Actualmente mantengo comunicación con dos de esos antiguos compañeros de aula, ambos lograron terminar su doce grado y enrumbar su vida laboral. Siento un total orgullo de saberlos mis amigos, todo gracias a que Lachy, el profesor calvo y loco que nos encendió el amor por la historia, la ciencias y el deporte, se supo responsable de nuestro futuro y bienestar. 

Maestro (3)

José de la Luz y Caballero

-III-

La historia de Cuba está estructurada en gran cuantía por el papel de constructores y formadores que asumieron muchos en su posición de maestros. No hubiera llegado Martí a ser nuestro Apóstol sin aquel «enamorado de la belleza» que fuera Mendive, ni este hubiera poseído su fervor patrio sin «el silencioso fundador» que fue Luz y Caballero; que tampoco pudiera haber llegado a convertirse en ese «noble anciano» sin la prédica y atenciones de su tío José Agustín. El maestro es savia y guía, tanto de la mente como del espíritu. Y cada alumno, para su maestro, debe ser tanto un tesoro como una responsabilidad.

Estremecieron a media Cuba las actuaciones de Osvaldo Doimeadiós (en Inocencia, de Alejandro Gil, 2018) y de Alina Rodríguez (en Conducta, de Ernesto Daranas, 2014) ejemplificando lo que es un maestro y cómo se debe a sus pupilos.

En el primer caso, el profesor intransigente defendió hasta el final la inocencia de sus alumnos y hasta se dispuso a compartir celda con ellos, de donde solo salió luego de la liberación de un grupo. Destrozado y valiente se manifestó ante la arbitrariedad militar que clamaba por la sangre de sus estudiantes. Derrumbado quedó al ver asesinados a ocho de ellos.

En el segundo caso nos encontramos con una experimentada gladiadora de las aulas de La Habana Vieja y su contexto social: la pobreza, la marginalidad, la desesperanza. Carmela, nombre de la protagonista, conoce tanto a sus alumnos como las condiciones de vida de estos. Sabe entenderlos, los estudia, la estremecen y la hacen llorar, pero con un brazo firme los educa y los encamina por la senda del bien. Ni menores, ni la policía, ni sus superiores, tienen más potestad que ella sobre lo que pasa en su clase, ella es maestra y sus alumnos son su responsabilidad; son parte de su vida, porque sabe que más de un futuro está en sus manos. Carmela lucha, porque sabe cuál es su deber.

Como mismo impactaron en las personas estas películas y sus escenas, inspiradas en nuestra realidad histórica y contextual, estremeció a Cuba hace algunos meses la noticia de que un niño de solo quince años había sido presuntamente entregado a las autoridades (órganos represivos más bien) por su propio profesor.

Cobarde es el calificativo más elegante que merece esa persona al que nunca más se le debería llamar maestro. ¿Cargos? Ni pregunté. ¿Culpabilidad? No me interesa. ¿Motivos? No los necesito. Ese adolescente fue detenido en un centro de menores por el simple hecho de portar ropa blanca el 15 de noviembre del año pasado, una arbitrariedad. Y lo peor, fue entregado por ese encargado de gran parte en su formación.

La peor bajeza ética que puede cometer un profesor es renegar de sus alumnos. El peor lastre moral que puede cargar un formador es eximirse de la responsabilidad para con sus estudiantes. Si el maestro cree que existe algo negativo en el actuar de sus alumnos, lo menos que puede hacer es mirarse a sí y tratar de encontrar los fallos que propiciaron que obviando su prédica, dicho estudiante tome un rumbo, a su criterio, errado.

La inmoralidad, la falta de entrega, el adoctrinamiento y la escasez ética en muchos de los nuevos encargados de las aulas cubanas, están convirtiendo el futuro de Cuba en una incertidumbre total, donde el miedo, el «cumplimiento», la aprobación de los superiores y el sálvese quien pueda pesan más que el derrotero hacia un porvenir digno.

Mestro (4)

La maestra Carmela, personaje de la película Conducta interpretado por Alina Rodríguez, conoce tanto a sus alumnos como las condiciones de vida de estos.

-IV-

Actualmente estudio el segundo año de la carrera de Psicología en La Universidad de La Habana, trabajo como gestor y productor artístico, me desempeño como crítico de arte y pretenciosamente como analista de temas sociales, público en varios medios; realmente parecería que voy encaminado en esa única vía. Pero cada día me paro frente a la nada a buscar los destellos de ese maestro que en un futuro pretendo ser. Cada día miro dentro de mí y encuentro los mil retazos de todos los que ayudaron en mi formación; a muchos los admiro, a otros los detesto, profesores inmorales y sin dignidad sobraron en mi devenir estudiantil.

Me pregunto si realmente seré yo digno de cargar el blasón de honor que lleva consigo el papel del maestro. Pero asumiré el reto, por eso me preparo, para desde mi posición contribuir a la formación ético-cultural del país que sueño. Porque al igual que Luz «antes quisiera, no digo yo que se desplomaran las instituciones de los hombres —reyes y emperadores—, los astros mismos del firmamento, que ver caer del pecho humano el sentimiento de justicia, ese sol del mundo moral».

Y como niño que aún me siento, pedí para este 6 de enero sentir a mi madre, esa que siempre fue mi Rey Mago, darme de sus manos la savia del buen maestro.

7 enero 2022 16 comentarios 2.071 vistas
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La Joven Cuba es un equipo de investigación y análisis político que trabaja por un país justo, democrático y sostenible. Con una plataforma digital y un equipo especializado en el análisis de la realidad cubana, aspiramos a ser punto de enlace entre la sociedad civil y los decisores, mediante la investigación y la generación de conocimiento sobre la aplicación de políticas públicas.

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