Yo vi tres veces la resurrección de Cristo, pero no lo puedo contar. Dirían que estoy loco
Javier Milei
Sube el telón, aparece en escena un «hombre blanco de ojos celestes». Cuenta que «el número uno» lo envió al mundo de los mortales para conseguir algo grande. Que como a Moisés, Dios lo puso en la Tierra con una misión sagrada. Se dice el Mesías de la Argentina, el salvador que carga la prosperidad en sus manos. Su mastín inglés, Conan —que nunca ha muerto según nos dice— está junto al creador, y con él habla mientras Karina, su hermana médium, traduce el diálogo. Conan es su luz, «su hijo», su más grande amor y principal guía. Él, compartiéndole la palabra divina, lo inició en política, le ubicó sus pasos, le dio cuerpo y forma; y como bien le prometió, lo puso en La Casa Rosada. No, no es un cuento de caminos ni un chiste de mal gusto, es la muy bien maquillada historia política de Javier Milei, el nuevo presidente de la República Argentina.
Finalmente ocurrió. El domingo 19 de noviembre de 2023 se llevó a cabo el ballotage argentino, y tras una jornada de expectación se conoció que el candidato de La Libertad Avanza (LLA), Javier Milei —el del perro divino y la hermana médium —había derrotado por amplio margen a Sergio Massa, candidato del bloque krichnerista y última dolorosa opción política para quienes temían cuatro años de mandato del peluquín performático.

Resultado de las elecciones en Argentina / Imagen: EP Data
Aquí, surge nuevamente la pregunta del periodista Juan Luis González: «¿Qué pasa si en un país inestable aparece un líder inestable?»[1]. Más allá: ¿Qué pasará ahora que ya es presidente?
El fenómeno Milei en la Argentina es la manifestación más reciente en Latinoamérica de la nueva ola de los llamados «populismos de derecha». Como todo fenómeno mediático, el «economista de la motosierra» se presentó con un discurso «transgresor». Se hizo llamar a sí mismo libertario —denominación oscura cuanto menos—; y, a fuerza de polémica, logró pasar de ser un outsider autodenominado «anarcocapitalista», a convertirse en el único contendiente por la presidencia de Argentina frente al candidato oficialista.
Años antes, El Loco, defendía el liberalismo convencional, hasta que «las fuerzas del cielo», Conan o «el número uno» lo llevaron abrazar, por el 2013 según cuentan, el «libertarianismo austriaco» en una de sus variantes más extremas, al estilo del estadounidense Murray Rothbard. De ahí su anti keynesianismo, sus primeras apariciones en TV, su oportuna presentación en las plataformas de YouTube y Facebook, como también sus pintorescas «clases públicas» en plazas y parques. Así, autores como los economistas liberales Friedrich Hayek o Ludwig von Mises, comenzaron a ser lecturas recurrentes en algunos sectores jóvenes nucleados alrededor del «mesías libertario».
Su construcción pública estuvo apadrinada por múltiples corporaciones mediáticas, el mega empresario Eduardo Eurnekian, el Grupo América y principalmente por la Fundación Internacional Atlas, promotora del discurso liberal. Solamente en 2018, según cifras compartidas por Pikara Magazine, brindó 235 entrevistas con 193.547 segundos al aire de radio y televisión.
De igual modo, su explosiva popularidad fue patrocinada por empresarios y fondos internacionales que aprovecharon la debacle de legitimidad política que sufre desde hace décadas Argentina con sucesivas administraciones —proclamadas tanto de izquierda como de derecha—, que además de los escándalos de corrupción, han sumido al país en una fuertísima crisis económica.
Pasaron los años, y luego de prometer que nunca se involucraría directamente en «los juegos sucios de la política», le llegó, entre ladridos, «el mandamiento sagrado» que lo paró a las puertas de la Cámara de Diputados; las que no cruzó con notable regularidad.
Ya tenía ganado mucho terreno, incluso en los sectores populares, los más desconocidos por el régimen liberal, donde predicaba sobre el emprendimiento económico, la necesidad del «libre mercado» y otros de los «tantos» saberes que dice heredó de der Dozents de la economía post guerra. Nacía, al compás de la crisis argentina, el que prometió hacer temblar a los «zurdos hijos de puta».
Los «enemigos» de Javier Milei: la «casta»
El «león», o más bien, el «gatito mimoso» como lo llamó Myriam Bregman —líder del Frente de Izquierda y los Trabajadores, coalición opositora a las derechas y al kirchnerismo—, disfraza y construye enemigos a conveniencia; donde mejor encuentre sostén para sus intenciones, ahí deja caer su retórica.
Los miembros de la «casta política» — uno de sus tantos ellos — abarcan en su discurso todos los movimientos políticos tradicionales del país, así como el Banco Central, cuya destrucción ha simulado como parte de un curioso performance. A estos, los responsabiliza por entero de la crisis económica, la inflación y la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI), obviando, convenientemente, que entre sus propuestas principales figura la dolarización de la economía, condición que, atendiendo a datos de múltiples analistas, llevaría a un mayor ajuste con el FMI y a una deuda sin precedentes[2][3][4].
A su vez, se ha dicho fiel a la «anarquía» y el «libre mercado», y a tenor de estas ideas, ha planteado que la solución del problema argentino además de en la dolarización, pasa por la reducción del Estado a la mínima expresión posible. Su proyecto de Estado mínimo incluye la destrucción de ministerios encargados de garantizar derechos sociales, a la par que deja intactas las carteras encargadas del «orden» y la «defensa», arguyendo que además de controlar el «crimen» y garantizar el «respeto a la ley», se necesitará para enfrentar las maniobras de la «casta».
En este punto es prudente preguntarnos qué es la «casta». Ese ente abstracto que funciona como parabán discursivo para justificar cualquier demarcación ideológica mileísta, sirve de sesgo de exclusión en las «huestes libertarias» al tiempo de enmarcar prudentes enemigos. Paradójicamente, LLA y, por supuesto, Javier Milei, están asociados a relevantes figuras que, sin dudas, forman parte del tejido de dominación señalable como «casta». Podemos mencionar el financiamiento que recibe de familias muy poderosas en la Argentina, como el caso del acaudalado Sebastián Braun, su principal mecenas, quien le aportó millones de pesos para las tantas campañas de este año.

Foto: Página12
Según apunta La Izquierda Diario, la fortuna de los Braun Menéndez tiene origen en las masacres de la Patagonia rebelde de 1921, situación que les permitió apropiarse de parte de estos terrenos entre los que llegaron a tener 1.4 millones de hectáreas, con control de la ganadería y el comercio en el área, asociados al Estado oligárquico y al imperialismo inglés. Los Braun apoyaron el golpe del 1976, cuando Armando Braun conducía la Cámara Argentina de Comercio, la Asociación de Bancos (ADEBA) y fundó la Asamblea Permanente de Entidades Gremiales Empresariales (APEGE), todas corporaciones que realizaron el paro patronal de ese año.
Es destacable cómo LLA recibió 454.857.651 de pesos para su campaña con vista a los comicios generales, de los cuales el sector privado reportó 56.997.721; 12.5% del total. De dónde salió el restante 87.5% equivalente a 397.859.930 con que los «anarcocapitalistas» lograron armarse en «el bunker», pues, nada más y nada menos que del Estado, según informan los datos entregados a la Cámara Nacional Electoral (CNE) y la Dirección Nacional Electoral (DINE).
Esta fórmula de adquisición mayoritaria de fondos estatales, fue repetida por el partido «libertario» en cada fase del proceso electivo. Para hacer menos gracioso el chiste, dentro del estrecho porcentaje recibido de actores privados figuran firmas como Sistem Melesur Argentina, una empresa de servicios especializados, sustentada, mayormente, con la obra pública estatal.
Lo expuesto con anterioridad evidencia lo incoherente del discurso mileísta respecto al Estado, sus variantes o la «casta». En igual sentido, el vínculo con el líder sindical Jose Luis Barrionuevo —quien prometió miles de fiscales a LLA—, de trasfondo peronista y asociado al liderazgo del partido Tercera Posición, así como la promesa del Ministerio de Justicia para Mariano Cúneo y el del Interior para Guillermo Francos, el primero, personaje de pasado oscuro, quien ha estado inmiscuido en grandes escándalos legales, el segundo, ex-integrante del gobierno de Alberto y Cristina Fernández como director ejecutivo por Argentina del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), constituyen otras de las tantas brechas que deja Milei en su «lucha» contra la «casta».
La «casta», en voz de Milei, son «aquellos que están en política, pero son inmorales», calificativo que le valió al kirchnerismo, a la coalición de Juntos Por El Cambio, tanto como a cualquiera que el «libertario de chaquetas de cuero» intentara injuriar. Sin embargo, esta «casta» fue lo suficientemente maleable en su campaña como para que muchos de los que él catalogó como parte de ella fueran perdiendo gradualmente la denominación en la medida en que necesitaba sus apoyos electorales.
Así, a pesar de los numerosos ataques en campaña y la rivalidad aparentemente irreconciliable entre él y el macrismo, no tardó en darse un cálido abrazo con la ex-candidata Patricia Bullrich para sellar la alianza que, con toda probabilidad, le garantizó la llegada a la Casa Rosada. Esta necesidad de obtener y mantener el poder a toda costa se vio reflejada, de igual modo, en su estrategia con vistas a la segunda vuelta.

Javier Milei y Patricia Bullrich / Foto: El Cordillerano
Tras haber pregonado durante toda su carrera en contra de los «zurdos empobrecedores», Milei intentó —inútilmente porque fue rechazado— buscar votos extendiéndole la mano a los trotskistas de Myriam Bregman, al ofrecerle funciones en el futuro gobierno en materia de legislación laboral y su ministerio de Capital Humano, porque según sus propias declaraciones, las personas que más saben de eso son de izquierda[5]; alucinante.
¿Un conservadurismo inusual?
A pesar de que los nuevos populismos de la derecha latinoamericana muestran un rostro conservador tradicional, la figura de Milei rompe en cierto grado con esta tendencia. Mientras que los representantes habituales del conservadurismo se presentan como hombres exitosos, religiosos, tradicionales y de familia —muy al estilo de Donald Trump, Jair Bolsonaro, el propio Mauricio Macri y más recientemente el chileno José Antonio Kast—, Milei no está casado sino que mantiene una relación extravagante con la mediática actriz Fátima Flórez, y ha declarado que lo más cercano que tiene a hijos son sus perros Conan, Murray, Friedman, Robert y Lucas[6], clones[7] del fallecido Conan original; sí, el que se halla junto «al uno».

Javier Milei junto a sus perros / Foto: Profesional
Por otro lado, ha expresado públicamente que sus padres «están muertos para él», y en no pocas entrevistas hace gala, frente a toda la audiencia, de haber estado en varios tríos sexuales, y que en «el 90 por ciento de las veces fueron dos mujeres» con él. Estas provocativas declaraciones, junto a otros comportamientos que muchos considerarían excéntricos para un candidato presidencial, le han valido en una parte del público y la prensa el poco elogioso sobrenombre de El loco, que utilizamos párrafos arriba.
Sin embargo, más allá de que su vida personal se aleja de los estándares del líder populista habitual, lo cual no tiene porqué ser necesariamente negativo, el problema radica en que sus propuestas en materia social son igualmente disonantes.
Basado en el «respeto al proyecto de vida del prójimo», que plantea como resultado de su condición de «libertario», ha llegado a decir que el matrimonio entre personas de un mismo sexo y la autopercepción de género son cuestiones de decisión personal en las cuales el Estado no debe entrometerse, ya sea para prohibirlas o para, en sus palabras, «imponerlas».
Sin embargo, a pesar de esto, no ha perdido ocasión de satisfacer a su público conservador burlándose abierta e inescrupulosamente de la comunidad LGBTIQ+, buscando ridiculizar la sexodiversidad y generodisidencias con reducciones al absurdo. Por poner ejemplos, llegó a decir que no le molestaba en lo absoluto que alguien se «autopercibiera como un puma» mientras no le tocara a él —al contribuyente, al Estado— pagar la cuenta, asimismo, comparó la elección de establecer relaciones homoafectivas con la decisión voluntaria de «tener piojos», o «estar con un elefante».
Por otra parte, comentó su intención de prohibir la Educación Sexual Integral en los colegios, para que esta quede en manos de las familias. También aseveró que el aborto es un «asesinato en el vientre de la madre» y que su gobierno velará por defender «al niño desde su concepción». En igual sentido, Victoria Villarruel, su fórmula vicepresidencial, declaró en varias ocasiones su oposición al matrimonio igualitario, al tiempo que planteó se hará la derogación de la interrupción legal del embarazo (ILE) mediante plebiscito.
Asimismo, entre las medidas propuestas por LLA está la de cerrar varios ministerios como el de la Mujer, que brinda «atención, asesoramiento y contención para situaciones de violencia por motivos de género». Esto resulta alarmante dada la cifra que anuncian varias plataformas y colectivos de 175 feminicidios y 234 intentos directos y vinculados en lo que va de 2023 en el país sudamericano.
Tales medidas representan un retroceso histórico en terrenos que los movimientos sociales tienen ganados en Argentina y atentan contra la seguridad social de múltiples comunidades vulnerables. LLA pretende eliminar los ministerios encargados de salud, educación y desarrollo social, para fusionarlos en un hipotético Ministerio de Capital Humano; es claro cómo Milei y su gente pretenden administrar el país como si de una empresa se tratase.

Javier Milei mostrando su nuevo proyecto de gobierno / Foto: San Antonio Hoy
Esto, al unísono con todos los discursos sectarios y violentos que el máximo líder profiere, significa una verdadera amenaza para millones de argentinos. Como evidencia están sus declaraciones donde considera al cambio climático «invento del socialismo» o del «marxismo cultural», los derechos laborales y los derechos humanos como un «gasto excesivo» y un «curro» respectivamente, a los sindicatos «organizaciones criminales» y a los derechos de las mujeres como «discriminación»; todo lo anterior, desde su lógica delirante, como una «amenaza a la propiedad privada».
Queda claro el poco rigor que maneja El Peluca si de desarrollo social y popular se trata; sus lecturas van en clave de mercado, y, por si fuera poco, de forma deficiente.
Abajo el Estado, arriba los tanques
Como se hace evidente, la protección de los derechos y la justicia social parece ser menos importante al interior de LLA que garantizar el pleno funcionamiento de la maquinaria de seguridad y represión del Estado.
De esta forma parece que, para los supuestos «anarquistas», el mantenimiento del poder tiene una prioridad lo suficientemente alta como para dejar de lado algunos de sus «principios» anti-Estado y consolidar las fuerzas coactivas.
Llama la atención que a pesar de la limpieza ministerial que pretenden los «libertarios», de las ocho instituciones que proponen, cuatro, o sea, la mitad, están identificadas como aparatos de conservación del «orden»», en este caso, del orden estatal. Aquí podemos evocar la inolvidable cita, consciente o inconsciente, que a Juan Domingo Perón hiciera el autonombrado «General AnCap», actual presidente electo de la República Argentina: «dentro de la ley todo, fuera de la ley nada».
Los ministerios de Justicia, Interior, Seguridad y Defensa del proyecto de país que se propone aquel que dijo confiar más en la «mafia que en el Estado», son la prueba fehaciente de que, si responde a sus intereses, el Estado no es un problema; mientras el poderío estatal esté en sus manos se encargará de hacerlo más fuerte y funcional.
Un dato de importancia es la constante apologética negacionista que hacen del período de dictadura militar las figuras centrales del partido «libertario», con principal relevancia de la futura vicepresidenta Villarruel, quien, orgullosa, tiene un pasado muy cercano a la casta militar que oprimió Argentina entre 1976 y 1985.
La abogada niega rotundamente los crímenes cometidos por ese régimen, y hasta defiende a los militares condenados por ellos, incluido Juan Daniel Amelong, encarcelado por delitos de lesa humanidad. Otra prueba de la apología de LLA a la antigua dictadura militar es que el día 4 de septiembre se produjo una sesión organizada por Lucía Montenegro, legisladora de ese partido, que se le llamó «homenaje a las víctimas del terrorismo». Tal, resultó un posicionamiento reivindicativo de los líderes genocidas, con presencia del ex-mayor Marcelo Llandías, acusado de tortura por centenares de soldados de Malvinas.
El «homenaje» fue repudiado por varios legisladores y gran cantidad de personas, entre las que figuraban víctimas de la dictadura, familiares y el pueblo comprometido con la memoria histórica. «Ahora más que nunca, nunca más», se gritó a quienes intentan pulir la imagen de asesinos, mientras subvierten la verdad.
El liberalismo es alérgico a la historia, advirtió el teórico anticapitalista John Brown. El descreimiento de las verdades pasadas, la negación del terrorismo de Estado que padeció la Argentina con un saldo de, al menos, treinta mil personas muertas o desaparecidas, el falseamiento de una supuesta guerra para justificar el genocidio y la reivindicación constante del proceso antidemocrático que significó la dictadura, da la medida de por qué cauces como el propuesto por LLA representan una amenaza para los pueblos.
Estos personajes legitiman desde su discurso la criminalización de la protesta social, la represión perpetrada por los poderes hegemónicos ante los reclamos populares, la violencia de las clases dominantes, el abuso en la desigualdad, el empobrecimiento, la explotación laboral y cuanto mal capitalista sea nominable.
Son enemigos de los sectores subalternizados, de su cultura, su idiosincrasia, sus necesidades y, principalmente, de sus derechos. Parafraseando al intelectual Julio César Guanche[8], para defender una democracia sólida, hay que poner ojo sobre la «pluralidad» que plantea este tipo de liberalismo, porque la mayor parte de la historia de ese liberalismo realmente existente, ha sido muy antidemocrática.
En este sentido, es necesario hacer un llamado ante la posibilidad de represión a las manifestaciones de lograr Milei implementar sus medidas. Dado el descontento de muchísimos sectores populares y la constante criminalización de la protesta que ha planteado públicamente el líder de LLA, pudiera esto conducir, en un futuro escenario de inestabilidad popular, a que se repita parte de la amarga historia que arrancó en 1976.
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Javier Milei / El Confidencial
Por primera vez en Argentina una persona sin experiencia previa, ni alcaldes o gobernadores propios, ni representación en el Congreso, llegará a sentarse en la silla presidencial. Y más allá de que se presume que el «terror de la casta» tendrá uno de los gobiernos más débiles de las últimas décadas, con el riesgo de resultar «el Alberto Fernández de Macri», sus malabares ideológicos y balbuceos económicos, así como el voto castigo al kirchnerismo, le brindan cuatro años al mando de la República Argentina, y aunque según dice, sus estrategias podrán traducirse a resultados fácticos luego de décadas, no vacilará en tomar sus medidas «anti-casta» en beneficio de la casta.
Desde su sobrada performatividad, Javier Milei y LLA, insertan su ideología entre las nuevas derechas globales, quienes intentan brindar posicionamientos «anti-sistema», pero reciben los apoyos y capitales de grandes magnates y compañías hegemónicas, pactan con las oligarquías que tienen inmensa responsabilidad en la precarización de sus países e intentan vender su «paraíso liberal» a los ojos del mundo, mientras a espaldas, tras la excitación y las motosierras, subyacen los intereses de aquellos que esperan continuar engrosando sus cuentas de banco al costo de lo que es del pueblo.
La libertad para Milei se traduce en colonialismo, dependencia económica a la potencia extractiva e injerencista del dólar, menos privilegios para los sin-privilegios y exclusión. Según sus propias declaraciones, la culpa de lo que pase en Argentina hasta el próximo día 10, es de Fernández y Massa; luego, ya nos enteraremos de quién.
¡Viva la libertad, carajo! Pero…¿¡Cuál libertad, carajo!? Y sobre todo ¿para quién?
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