La Joven Cuba
opinión política cubana
  • Inicio
  • Quiénes Somos
    • Historia
    • Nosotros
    • Consejo Asesor
  • Grupo de Estudios
    • Libros
    • Dossiers
  • Contacto
Autor

Rainer Ricardo

Rainer Ricardo

Doctorante en Ciencias Políticas, Universidad de Montreal

subdesarrollo

Comunismo y subdesarrollo

por Consejo Editorial 23 agosto 2020
escrito por Consejo Editorial

Comunismo suena a subdesarrollo y por eso todo el mundo lo desprecia. Es comprensible. Pero, ¿es correcto hacer tales asimilaciones? No a mi humilde parecer. Hagamos un ejercicio de reflexión objetiva antes de tirarnos las cazuelas en una bronca intelectual/emocional. Tenga en cuenta que no soy comunista.

Comencemos por la ortodoxia de la teoría y reconozcamos que Marx nunca pensó en una sociedad comunista subdesarrollada. Al contrario, Marx consideraba la sociedad comunista como una evolución superior en la historia de la humanidad. Así que el comunismo, tal como lo pensaba Marx, no puede sino emerger en una sociedad post-capitalista. La sociedad comunista adviene cuando la sociedad en su conjunto ha desarrollado altos índices de desarrollo y sus ciudadanos existe empatía colectiva suficiente como para socializar los medios de producción y poner fin a la enajenación como consecuencia de un trabajo sin sentido para el asalariado.

Ya sé que se le han erizado los pelos con esta afirmación, pero ¿conoce usted el origen del verbo “trabajar”? Si no lo sabe, déjeme darle un empujoncito. El verbo trabajar tiene su origen etimológico en el término tripalliare – del latín -, cuyo significado tiene más que ver con el “tormento” y la “tortura” que con el culto que se le hace hoy día en las sociedades industrializadas. Cabría entonces preguntarse si los seres humanos están realmente hechos para “trabajar”. Y esta no es una pregunta retórica, ya que quizás le hayamos cambiado el sentido al término sin darnos cuenta. Así que, desde un punto ético y evolutivo, el comunismo no es sinónimo de subdesarrollo. Al contrario.

En el plano de lo empírico, las cosas son más difíciles de evaluar. Al parecer, casi todas las Repúblicas que se han declarado “socialistas” y han sido gobernadas por un partido único y “comunista” han vivido con altos índices de subdesarrollo económico, político y social. El caso de la URSS es interesante ya que esta última fue considerada como una potencia mundial capaz de rivalizar con una superpotencia capitalista. Pero todos sabemos que eso fue una fachada y que aquello se desmoronó dejando ver las fisuras del edificio socialista. En el caso de Cuba, la economía del país no ha elevado sus índices de producción para salir, por sí sola, del subdesarrollo, sobre todo después de la declaración socialista de 1961. En China, sobre todo en la época de Mao y antes de la capitalización de la economía en la República asiática, también había signos fuertes de subdesarrollo. La Revolución cultural de Mao no se tradujo, por así decir, en desarrollo económico – utilice usted los indicadores que desee para medirlo. A esos casos hay que añadir otros más, como Corea del Norte, Vietnam y Venezuela. Todos han tenido altos índices de subdesarrollo en algunas de las fases de desarrollo socialista. Así que es fácil estimar a través de estos casos que “comunismo” y “subdesarrollo” van de la mano.

Ahora, ¿es acertado afirmar que el comunismo genera subdesarrollo? No. Lo primero a tener en cuenta es que todas las Repúblicas que se declararon socialistas eran de antemano sociedades agrícolas con una estructura feudal: subdesarrolladas comparativamente a las sociedades industrializadas. La Revolución de octubre de 1917 se hizo sobre la base de una sociedad feudal que no mostraba hasta aquel entonces los índices de industrialización de la Inglaterra del siglo 19, la cual fue el caso de estudio de Marx. La Revolución cultural de Mao y la Revolución cubana también se consolidaron sobre la base de una sociedad eminentemente agraria y feudal con altos índices de subdesarrollo, de pobreza y de analfabetismo. Además de eso, muchas Repúblicas declaradas socialistas y con partido único han sido objeto de sanciones económicas que han ejercido una gran presión sobre la economía de esos Estados. Cuba, Vietnam, Corea del Norte y Venezuela, por no citar que ejemplos socialistas, han buscado justamente desarrollar la economía nacional bajo el peso de sanciones económicas que no buscan sino crear descontento y apatía en la población, así como un cambio de régimen provocado por sublevación popular. En la periferia del sistema internacional no llueve café sino sanciones.

Me dirá usted que es justo sancionar a esos Estados ya que son dictaduras y violan sistemáticamente los derechos humanos de sus ciudadanos. Y le doy razón en que las dictaduras son alérgicas a los derechos humanos y que los últimos debieran predominar sobre lo primero en toda sociedad. Pero la situación es más compleja de lo que parece y el pensamiento mágico no resuelve necesariamente las injusticias en el mundo. Mire usted. El campeón de las sanciones internacionales, los Estados Unidos, ha apoyado a dictaduras que violan sistemáticamente los derechos humanos de sus ciudadanos. ¿Ejemplos? Chile, El Salvador, Guatemala, Honduras, Brasil, Argentina, Uruguay, Egipto, Arabia Saudita, Yemen, Indonesia, Vietnam del Sur, Nicaragua, Perú, Venezuela, República Dominicana, Haití, Irán, Irak, Romania, Filipinas, Omán, Bahréin, Túnez, etc.

Queda claro que esos Estados, aún sin ser comunistas y recibiendo apoyo de las democracias occidentales, mantienen altos índices de subdesarrollo, de corrupción y de violaciones a los derechos humanos. Entonces, ¿cómo se explica el subdesarrollo cuando la variable “comunismo” está ausente? La pregunta parece tonta, pero no lo es. Ya que, si la explicación al subdesarrollo reside en la naturaleza o la lógica del sistema de producción, deberíamos entonces observar un alto índice de desarrollo en todas las Repúblicas cuyo sistema de producción es eminentemente capitalista. Pero este no es el caso. Si tenemos en cuenta que hoy día existen no menos de 193 Estados soberanos y que solo un pequeño porcentaje se ha declarado socialista, me parece evidente concluir que la mayoría de los Estados caen en el bando del capitalismo. Ahora, la mayoría de esos Estados no son considerados por sus semejantes -otros Estados- como “países desarrollados”.

Al contrario, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) reúne a solo 37 Estados del planeta. Esto significa que el resto de las repúblicas capitalistas, a la excepción de Costa Rica, miembro en devenir de la organización -el número 38-, no ha alcanzado los índices de desarrollo necesarios para ser parte de este selecto club de países desarrollados. Si a esto le suma usted el hecho de que en el fondo de la plataforma se encuentran países que no se consideran socialistas, se puede llegar a la conclusión de que el subdesarrollo económico, político y social, no es producto directo del comunismo.

Esto me lleva a la pregunta incómoda: si el subdesarrollo en Cuba no se puede justificar con el comunismo, ¿de dónde viene entonces? Y recuerde, antes de responderme o comentar, que no soy comunista.

Tomado de El Patio Americano

23 agosto 2020 59 comentarios 908 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

¿Quién tiró la tiza?

por Consejo Editorial 8 julio 2020
escrito por Consejo Editorial

En mis largos debates con amigos sobre la historia de Cuba, sus aciertos y sus desatinos, la misma pregunta salta una y otra vez sin que podamos, a ciencia cierta, determinar quién tiró primero la tiza que nos ha mantenido en el castigo de la miseria, el hambre y la desesperación. Para algunos, la tiza la tiró Fidel, y por su culpa, según ellos, no hemos vivido sino 60 años de Fidelismo. No sé si hablan de los “aportes” de Fidel al Marxismo-Leninismo o del carácter dictatorial y personalista del régimen cubano. Yo discrepo de ellos por muchas razones que no puedo exponer en tal breve espacio.

No creo en los poderes supra humanos de un individuo. Ni los antiguos emperadores de las dinastías Qin et Han en China (primeras dinastías imperiales de la era clásica de esta civilización) que según cuentan estaban investidos de poderes divinos emanados del universo, podían sobrevivir, literalmente, sin el soporte de una élite gobernante leal al Emperador y al servicio del imperio. Es de gran miopía intelectual ver las cosas en un sentido estrecho.

Para mí, la cuestión de nuestra Cuba lleva siempre una interrogante, ya que, en 1959, es muy difícil de encontrar un vínculo directo entre Fidel Castro y los comunistas del Partido Socialista Popular (PSP). Para que esta idea no se convierta en especulación de mi parte, me apoyaré en una carta que escribiese Lázaro Peña, miembro oficial del PSP, al Partido Comunista Italiano (PCI) a fines de 1958. En esta carta, Peña informa al PCI de la situación política en Cuba y expresa claramente los vínculos entre el PSP y Fidel Castro. Peña dice así:

« El movimiento de Fidel Castro, quién ha tenido características anárquicas desde un principio y ha sido apoyado por la pequeña burguesía, tiene hoy, especialmente en las regiones dónde ha estado operando intensivamente, el apoyo sólido de los campesinos y de las masas populares en general […] El PSP, aunque todavía es ilegal y sus miembros están aterrorizados, participa activamente a la vida política del país […] es de notar que el PSP no participa oficialmente en el movimiento de Fidel Castro aunque lo apoya en práctica […] El objetivo central del PSP es de primero reorganizarse para luego apoyar la creación de un frente común anti imperialista, cuyo trabajo sea de poner fin al régimen dictatorial de Batista y de formar un gobierno democrático » (traducido del inglés por el autor).

¿Quién tiró la tiza entonces? Yo le invito a que saque usted sus propias conclusiones teniendo en cuenta esta cronología, no exhaustiva ni perfecta, de algunos de los eventos ocurridos durante los primeritos años de vida de la Revolución cubana. Esta cronología la he extraído del libro de Salim Lamrani (2013), The Economic War Against Cuba. A Historical and Legal Perspective on the U.S. Blockade. Para aquellos que se interesan al tema, me parece que el libro hace un análisis bastante justo, pero esto es siempre subjetivo.

Enero de 1959: Triunfo de la Revolución liderada por Fidel Castro y constitución de un gobierno provisional de tipo moderado y compuesto por miembros conservadores de la sociedad civil. Manuel Urrutia es nombrado presidente y José Miró Cardona ocupa el puesto de primer ministro. Ningún comunista aparece en la lista de nuevos directores y el gobierno de los Estados Unidos parece satisfecho con el gabinete cubano. Por esos días, la CIA estaba convencida de que Urrutia era anticomunista y de que Fidel deseaba establecer buenas relaciones con los Estados Unidos.

Febrero de 1959: los últimos dignatarios batistianos huyen del país con 424 millones de dólares de las arcas del tesoro cubano. Los Estados Unidos no extraditan a los criminales de guerra que se encuentran en territorio estadounidense ni garantizan a Cuba un préstamo que permitiese estabilizar la moneda cubana. Cuba hizo formalmente esas demandas al gobierno de los Estados Unidos.

Mayo de 1959: se aprueba la Ley de reforma agraria en Cuba bajo los principios de la Constitución de 1940. El artículo 24 autorizaba la expropiación de bienes privados para fines de desarrollo público siempre y cuando existiese compensación por los daños ocasionados.

Junio de 1959: los Estados Unidos consideran seriamente imponer sanciones a Cuba. Hasta esa fecha, la economía cubana dependía grandemente del mercado americano. 65% de la producción cubana era exportada hacia los Estados Unidos y Cuba importaba más o menos el 73% de sus productos del mercado americano.

Agosto de 1959: el Gobierno de los Estados Unidos recomienda a la compañía de electricidad, American Foreign Power Company, de cancelar una inversión de más de 15 millones de dólares en Cuba. Esta medida parece responder a la reducción de 30% de la tarifa eléctrica en Cuba.

Marzo de 1960: el gobierno de los Estados Unidos incluye en la agenda de la política extranjera hacia Cuba los puntos siguientes: 1) cancelar la compra de azúcar a Cuba 2) parar el envío de recursos energéticos al país 3) mantener el embargo de armas hacia Cuba iniciado en 1958; 4) organizar campañas de terrorismo y de sabotaje; 5) preparar fuerzas paramilitares con el objetivo de invadir la isla y poner fin al régimen de Castro.

Junio de 1960: las compañías petroleras Texaco, Shell y Esso, cancelan sus envíos hacia Cuba y fuerzan al gobierno revolucionario de buscar otras fuentes de abastecimiento –URSS–. Las multinacionales de origen americano se niegan a refinar el petróleo soviético y el gobierno cubano responde con la nacionalización de las refinerías.

Julio de 1960: los Estados Unidos aprueban el Decreto-Ley 86-592 cancelando así la importación de más de 700 000 toneladas de azúcar provenientes de Cuba. Para ese entonces, el azúcar contaba por no menos del 80% de las exportaciones de Cuba hacia los Estados Unidos y procuraba empleo para el 25% de la población cubana.

6 de Julio de 1960: el gobierno cubano aprueba el Decreto 861 autorizando la nacionalización de todas las propiedades americanas en territorio cubano.

Enero de 1961: el gobierno de los Estados Unidos rompe unilateralmente las relaciones diplomáticas con Cuba e impide a los ciudadanos americanos de viajar a Cuba.

Septiembre de 1961: el Congreso de los Estados Unidos aprueba el Foreign Assistance Act, el cuál prohíbe todo tipo de ayuda al gobierno de Cuba y autoriza al presidente de los Estados Unidos a imponer un embargo total sobre la isla.

Febrero de 1962: la Orden ejecutiva 3447, combinada al Foreign Assistance Act de 1961 y al Trading With the Enemy Act de 1917, oficializa el embargo de los Estados Unidos hacia Cuba.

Marzo de 1962: los Estados Unidos incluyen en el embargo todos los productos que contengan materiales cubanos, incluso aquellos producidos en otros países.

Agosto de 1962: los Estados Unidos advierten a todas las naciones comercializando con Cuba que serán excluidas de los programas de ayuda de la USAID de no cortar lazos con Cuba.

Lo que precede no es sino una pequeña cronología de algunos de los eventos más significativos de estos primeros años de la Revolución cubana.

Es sabido que el problema de la nacionalización de las industrias americanas es uno de los puntos más calientes de este conflicto. Pero cabe resaltar que las medidas de expropiación lanzadas por el gobierno revolucionario no afectaron únicamente a los Estados Unidos, sino también a España, Francia y otros países europeos que sí se sentaron a la mesa a negociar con Cuba y aceptaron las compensaciones que el gobierno cubano ofreció. Los Estados Unidos no.

Sin embargo, el 23 de marzo de 1964, la Corte Suprema de los Estados Unidos reconoció la validez de las nacionalizaciones cubanas en el caso Banco Nacional de Cuba v. Sabbatino. Si el derecho internacional estipula que los países soberanos pueden nacionalizar industrias extranjeras siempre y cuando estas sean compensadas, ¿quién entonces, según usted, tiró la tiza?

8 julio 2020 28 comentarios 1,8K vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
communists

Marx was right. Communists are wrong

por Consejo Editorial 5 julio 2020
escrito por Consejo Editorial

Yes. Marx was right and communists are wrong. There are two ways in which Karl Marx’s work could be read. First, we can look at the economic branch of The Capital to see Marx as the historian of dialectic materialism. In this perspective, Marx argues that the historical development of material conditions of existence, in relation to the appropriation of means of production, has followed a teleological evolution in different historical stages of development: 1) primitive communism; 2) slavery; 3) feudalism; and 4) capitalism. Then, he follows the argument by indicating two other stages within a Communist system (lower and higher). The first stage is associated with socialism, as understood by Marxist-Leninists, and is considered a transitional stage that will lead to the second and final stage of development: scientific communism.

In this latter historical stage, we return to the community, as the Biblical dust from where we came from, but with the technological and moral tools that will put an end to people’s alienation under a proletarian dictatorship. It is important to remember that Marx was inquiring about the first capitalist crisis in England and argued that crisis is inherent to the capitalist system. Why? Because of the dialectical process; that is, every political system creates its own internal contradictions. From this point of view, the capitalist system is producing continuously the forces that at some point in its evolution will destroy it. So, from a Marxist perspective, the end of Capitalism will lead to a new stage of development, a transitional stage, that will open big the door to the final scientific and human revolution. This is the Marxist road to the end of history.

There is still another way of reading Marx’s work; let’s say a more political way of reading Marx. In The Communist Manifesto, Marx is calling all proletarian forces around the world to unite and to emancipate, i.e. to accelerate the process of human development in society. And it is precisely here when everything collapses. Marx’s comprehension of history, politics, and economics, was rooted in a naturalist approach to scientific activity, as everyone else did in those times. While criticizing another naturalist, Sr. Adam Smith, who had been arguing since the 17th century that the market was a natural systemic force that pushes individuals to pursue their egotistical interests, Marx was creating another scientific “truth” about social reality. Yet, more interestingly is the idea of emancipation as a way of breaking social order and establishing a new transitional one. By bringing back the revolution, Marx is going against the natural flow of progress and history.

Marx, the historian of materialism, was right. He did well in explaining the contradictions of capitalism and showed the way for better conditions of labor for a great number of workers around the world. Sure, they had to fight for that, but this is not in contradiction with Marx’s theory, which sees “struggle” as the engine of history. Marx did not live enough time to see by himself how much he was right. The conditions that proletarians enjoy today in developed countries are far better than they were at the time of Karl Marx’s inquiry in the 19th century. Much progress has been done in this matter, not globally, but surely in the most regulated and developed capitalist countries, as Marx predicted. The capitalist system is surely trying to respond effectively to its own internal contradiction and this is in itself a positive evolution for proletarians around the world. Sure, there is not a global trend, but a lot of water has to pass under the bridge. Even capitalists are seeing the well-being of workers as the main factor in terms of human productivity. Capitalist enterprises around the world are thus becoming more and more aware of these issues in order to stay competitive in a free market, which is only “free” in its theoretical conceptualization. In reality, the market is regulated.

If Marx was right, then Communists are wrong. We can point to two reasons. The first one is that Communists really believe at the end of history in the same way as Christians believe in life after death. But this is not science! If we take science seriously, we have thus to ask questions about Marx’s thesis: every system produces its own internal contradictions. So, how it is possible for Communists not to recognize the internal contradictions of the system they built and support? The answer to this question leads us to the second reason: theoretical mystification. Communists are wrong in thinking that a theory could become a powerful ideology and lead to the end of history. Yet, theories are cognitive maps that create meaning by selecting a number of things from complex reality. This is why theories are generally plagued with flaws. So, those who are mythicizing Marxist theory are ignoring those flaws and, by doing so, are building political systems plagued with the same flaws inherent to the theory. In the process, society becomes the social laboratory within which some humans, those possessing political power, do social experiments with other humans, mostly disempowered.

For Communists to be right, they must understand one simple thing: a social theory cannot survive ideological mystification. Ideologies do not allow for contestation. So, when Communists do what they normally do, they are going against Marx’s thesis of “struggle” as the fuel of progress and development. What is more, scientific activity is the product of an eternal “struggle” between distinct explanations about the world we live in. Without the possibility of contestation, it would be impossible to have scientific progress of any kind. This is why social theories must respect the principle of falsification. If Communists understood this, they will surely be more receptive to alternative ontologies and epistemologies coming from society and will renounce more easily to the dictatorial ethos of the socialist state.

Yet, mystification is not exclusive to Communists. Liberals, post-Modernists, Conservatives, they are all praying somewhere their religion. And for most of us, science has become the new religion. It is our modern opium. And yet, science is built upon “tools”, not “truths”. In this matter, I am another kind of Christian. I really believe in science, but as a “tool-kit” which offers me different “tools” to deal with reality. As tools, theories are not competitive narratives about what reality is and should be, but complementary ones. Plurality gives rise to a system of “checks and balances” in terms of knowledge and power. And we have to embrace plurality to fully accept the complexity of the world as well as our own biases. If not, we will produce and reproduce the same social order we are trying to change so radically. Those against a society divided into classes will become progressively an oppressive class when political power is held. Those against dogmatism will become dogmatic when dealing with ideas that go against their belief system. So, Communists are wrong because they believe that, one day, a supreme “truth” will be established forever. But this escapes to human imagination.

5 julio 2020 1 comentario 680 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
ingrata

¡Cuba la ingrata!

por Consejo Editorial 30 junio 2020
escrito por Consejo Editorial

Desde la antigüedad, la ingratitud ha sido considerada como uno de los peores vicios de la humanidad. Séneca, el filósofo romano, dedicó gran parte de su obra a elucidar las causas de la inestabilidad política y social de la gran República y descubrió que la gratitud jugaba un papel fundamental en la armonía social de un Imperio patrimonial. Julio César advertía incluso a sus potenciales enemigos que, de no aceptar su magnánima generosidad, escogían el camino de la guerra. ¿Plata o plomo?

La historiografía de los Imperios antiguos muestra los Emperadores como personas despóticas con tendencias absolutistas, pero esta narrativa oculta uno de los roles más importantes de la figura del Emperador: el de benefactor supremo. Sobre esta base, podríamos afirmar que los imperios son sistemas políticos que se erigen sobre dos principios fundamentales: benefitia y gratia.

El término “beneficio” (benefitia) puede definirse como un don, o favor, que una persona hace con el objetivo de crear un sentimiento de bienestar en la persona receptora del beneficio. En un sistema político sin Estado fuerte y democrático, el altruismo y la generosidad de las clases gobernantes sirven de herramienta al servicio de su poder político. Apropiarse el don o el favor puede entenderse como un signo de hostilidad ya que existe una ética de reciprocidad que obliga al beneficiario del don, casi coercitivamente, a reciprocar la generosidad del benefactor con otro don más o menos equivalente al don recibido en beneficio.

En una relación asimétrica, en la cual los actores implicados en el intercambio poseen recursos desiguales, los que están abajo en la jerarquía social no tienen muchas veces otra cosa que ofrecer sino reconocimiento y gratitud (gratia). Esos gestos de reconocimiento y de gratitud nutren el sentimiento de superioridad y de generosidad altruista del actor hegemónico y, al mismo tiempo, conducen los beneficiados a adoptar y a internalizar las características del benefactor para así mantener el flujo continuo de beneficios.

A nivel internacional, es posible pensar las relaciones entre los Estados en estos términos y el caso de Cuba parece ser un buen ejemplo para ello. En dos momentos cruciales de su historia moderna, los cubanos han sido acusados de ingratos por dos potencias mundiales con ambiciones imperialistas, primero los Estados Unidos, luego la Unión Soviética. Podríamos incluso decir que Cuba ha contractado deudas de gratitud que solo podía pagar de manera simbólica, ya que no poseía los recursos ni las oportunidades históricas que le permitiesen saldar la deuda con un beneficio equivalente.

Como todos sabemos, la guerra que los cubanos condujeron contra el Imperio español por más de 30 años termina en 1898 gracias a la intervención de los Estados Unidos. Esta intervención militar condujo al establecimiento de un régimen militar entre 1898 y 1902, cuyo principal objetivo fue asegurar la creación de un gobierno constitucional que respetara los enunciados del Tratado de París de 1898, el cuál fue firmado únicamente por los Estados Unidos y España. Las tensiones incrementaron cuando apareció la exigencia de incluir la Enmienda Platt como un apéndice de la Constitución de 1901.

Los Estados Unidos no comprendieron el rechazo de los cubanos en su voluntad de crear una Nación soberana y los acusaron de ingratos. Según los grandes discursos de la época, los representantes de la Nación cubana, al actuar de esta manera, no mostraban ningún reconocimiento hacia los esfuerzos que los Estados Unidos habían realizado con el objetivo altruista de ofrecer a los cubanos una Cuba libre e independiente.

Los líderes cubanos eran conscientes de los riesgos de contractar deudas de gratitud con los Estados Unidos y temían que la aceptación de esos beneficios condujese a Cuba por el camino del protectorado y de la soberanía condicionada. Al fin y al cabo, esos hombres desnutridos, mal vestidos y mal formados que lucharon por la soberanía de la Nación cubana, ¿no debían la emancipación de Cuba a la generosidad y al altruismo de los Americanos y del gobierno de los Estados Unidos? Cuba estaba en gratia con el Imperio naciente de las Américas y la deuda tenía que ser pagada. En 1902 nace una República que muchos consideran frustrada.

Los cubanos fueron acusados de ingratos, una vez más, por el año de 1963, pero esta vez, los que nos recordaron nuestro lugar en el mundo fueron los Soviéticos. Para hacer frente a los planes de intervención de los Estados Unidos en Cuba, la URSS ofrece a Guevara la posibilidad de instalar misiles en la isla con el objetivo de disuadir a los Estados Unidos y a los cubanos entrenados por la CIA en países como Guatemala y Panamá. Pero en medio de la crisis de los misiles de 1962, los Estados Unidos y la Unión Soviética negocian en secreto el retiro de los misiles de la isla a condición de que los Estados Unidos se comprometan públicamente a no intervenir militarmente en Cuba. Esta situación creó grandes fricciones entre Cuba y la URSS y las críticas del gobierno revolucionario se hicieron sentir en la cúpula del Kremlin.

En medio de todo ese conflicto, los Soviéticos se encargaron de hacer saber a los cubanos de que eran, una vez más, unos ingratos. Al fin y al cabo, le recordaba Nikita a Fidel, la Revolución cubana existía gracias a la Unión Soviética. Y otra vez la retórica del dinero gastado, de las armas regaladas y de los hombres enviados, recordaba a los cubanos cuánta gratitud debían a la Unión Soviética por salvar la Revolución de la agresión imperialista. Una vez más, Cuba contractaba deudas morales con una potencia extranjera a la cual no podía devolver en especie un beneficio equivalente capaz de saldar la deuda de una vez por todas. Y había que pagar esa deuda, no solo en palabras, sino en actos concretos, pues todo parece indicar que los Estados pequeños e ingratos terminan siendo víctimas del ostracismo internacional y, por esos días, Cuba la ingrata no podía estar más aislada en su propio vecindario.

En 1976, la adopción de una constitución socialista confirmando el carácter de un proceso revolucionario que en su origen no ambicionaba tal deriva, sigue siendo una gran interrogante para muchos cubanos. Me pregunto si esta constitución socialista no fue sino una manera de expresar reconocimiento y gratitud hacia nuestro gran benefactor, la URSS, y de así intentar pagar la deuda contractada con este Imperio informal, el cual nos ha ofrecido como regalo altruista la existencia misma de la Revolución cubana.

Con el tiempo, la benevolencia de nuestro benefactor ha sido tan significativa que, quizás, hemos terminado por internalizar una identidad que refleja, a pesar de nuestras diferencias tropicales, grandes similitudes con el sistema político de nuestro benefactor. Si esta tendencia es sistémica, cabría preguntarse hoy con quién Cuba está contractando deudas de gratitud. Así sabremos de antemano de dónde vendrán las acusaciones. ¡Cría fama y acuéstate a dormir!

30 junio 2020 10 comentarios 604 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

Marx tenía razón, los comunistas no

por Consejo Editorial 24 junio 2020
escrito por Consejo Editorial

Hay dos formas en que se puede leer el trabajo de Karl Marx. Primero, podemos mirar la rama económica de El Capital para ver a Marx como el historiador del materialismo dialéctico. En esta perspectiva, Marx argumenta que el desarrollo histórico de las condiciones materiales de existencia, en relación con la apropiación de los medios de producción, ha seguido una evolución teleológica en diferentes etapas históricas de desarrollo: 1) comunismo primitivo; 2) esclavitud; 3) feudalismo; y 4) capitalismo. Luego, sigue el argumento al indicar otras dos etapas dentro de un sistema comunista (inferior y superior). La primera etapa está asociada con el socialismo, tal como lo entienden los marxistas-leninistas, y se considera una etapa de transición que conducirá a la segunda y última etapa del desarrollo: el comunismo científico.

En esta última etapa histórica, volvemos a la comunidad, como el polvo bíblico de donde venimos, pero con las herramientas morales y tecnológicas que pondrán fin a la alienación de las personas bajo una dictadura proletaria. Es importante recordar que Marx estaba investigando sobre la primera crisis capitalista en Inglaterra y argumentó que la crisis es inherente al sistema capitalista. ¿Por qué? Por el proceso dialéctico; es decir, cada sistema político crea sus propias contradicciones internas. Desde este punto de vista, el sistema capitalista está produciendo continuamente las fuerzas que en algún momento de su evolución lo destruirán. Entonces, en una perspectiva marxista, el fin del capitalismo conducirá a una nueva etapa de desarrollo, una etapa de transición, que abrirá la puerta a la revolución científica y humana final. Este es el camino marxista hacia el fin de la historia.

Todavía hay otra forma de leer el trabajo de Marx; digamos una forma más política de leer a Marx. En el Manifesto Comunista, Marx está llamando a todas las fuerzas proletarias del mundo a unirse y emanciparse, es decir, acelerar el proceso de desarrollo humano en la sociedad. Y es precisamente aquí cuando todo se derrumba. La comprensión de Marx de la historia, la política y la economía se basaba en un enfoque naturalista de la actividad científica, como todos los demás lo hicieron en esos tiempos. Mientras criticaba a otro naturalista, Sr. Adam Smith -quien había estado argumentando desde el siglo XVII que el mercado era una fuerza sistémica natural que empujaba a las personas a perseguir sus intereses egoístas- Marx estaba creando otra “verdad” científica sobre la realidad social. Sin embargo, lo más interesante es la idea de la emancipación como una forma de romper el orden social y establecer uno nuevo de transición.

Al traer de vuelta la revolución, Marx va contra el flujo natural del progreso y la historia. Marx, el historiador del materialismo, tenía razón. Le fue bien al explicar las contradicciones del capitalismo y mostró el camino a mejores condiciones laborales para una gran cantidad de trabajadores en todo el mundo. Claro, tuvieron que luchar por eso, pero esto no está en contradicción con la teoría de Marx, que ve la “lucha” como el motor de la historia. Marx no vivió el tiempo suficiente para ver por sí mismo cuánto tenía razón. Las condiciones que disfrutan los proletarios hoy en día en los países desarrollados son mucho mejores de lo que eran en el momento de la investigación de Karl Marx en el siglo XIX. Se ha avanzado mucho en este asunto, no globalmente, pero seguramente en los países capitalistas más regulados y desarrollados, como predijo Marx. El sistema capitalista seguramente está tratando de responder efectivamente a su propia contradicción interna y esta es en sí misma una evolución positiva para los proletarios de todo el mundo. Claro, no hay una tendencia global, pero mucha agua tiene que pasar por debajo del puente. Incluso los capitalistas ven el bienestar de los trabajadores como un factor principal en términos de productividad humana. Las empresas capitalistas de todo el mundo se vuelven cada vez más conscientes de estos problemas para mantenerse competitivas en un mercado libre, que es solo “libre” en su conceptualización teórica. En realidad, el mercado está regulado.

Si Marx tenía razón, entonces los comunistas están equivocados. Podemos señalar dos razones. La primera es que los comunistas realmente creen en el fin de la historia de la misma manera que los cristianos creen en la vida después de la muerte. ¡Pero esto no es ciencia! Si tomamos en serio la ciencia, tenemos que hacer preguntas sobre la tesis de Marx: cada sistema produce sus propias contradicciones internas. Entonces, ¿cómo es posible que los comunistas no reconozcan las contradicciones internas del sistema que construyeron y apoyan? La respuesta a esta pregunta nos lleva a la segunda razón: mitificación teórica. Los comunistas están equivocados al pensar que una teoría podría convertirse en una ideología poderosa y conducir al fin de la historia. Sin embargo, las teorías son mapas cognitivos que crean significado al seleccionar varias cosas de una realidad compleja. Es por eso que las teorías generalmente están plagadas de defectos. Entonces, aquellos que mitifican la teoría marxista están ignorando esos defectos y, al hacerlo, están construyendo sistemas políticos plagados de los mismos defectos inherentes a la teoría. En el proceso, la sociedad se convierte en el laboratorio social dentro del cual algunos humanos, aquellos que poseen poder político, hacen experimentos sociales con otros humanos, en su mayoría sin poder.

Para que los comunistas tengan razón, deben entender una cosa simple: una teoría social no puede sobrevivir a la mitificación ideológica. Las ideologías no permiten la contestación. Entonces, cuando los comunistas hacen lo que normalmente hacen, van en contra de la tesis de Marx de la “lucha” como combustible del progreso y el desarrollo. Además, la actividad científica es el producto de una eterna “lucha” entre explicaciones distintas sobre el mundo en que vivimos. Sin la posibilidad de contestación, sería imposible tener un progreso científico de ningún tipo. Es por eso que las teorías sociales deben respetar el principio de falsificación. Si los comunistas entendieran esto, seguramente serían más receptivos a las ontologías y epistemologías alternativas que provienen de la sociedad y renunciarían más fácilmente al espíritu dictatorial del estado socialista.

Sin embargo, la mitificación no es exclusiva de los comunistas. Liberales, postmodernistas, conservadores, todos rezan en algún templo su religión. Y para la mayoría de nosotros, la ciencia se ha convertido en la nueva religión. Es nuestro opio moderno. Y, sin embargo, la ciencia se basa en “herramientas”, no en “verdades”. En este asunto, soy otro tipo de cristiano. Realmente creo en la ciencia, pero como un “kit de herramientas” que me ofrece diferentes “instrumentos” para enfrentar la realidad. Como herramientas, las teorías no son narrativas competitivas sobre lo que la realidad es y debería ser, sino complementarias. La pluralidad da lugar a un sistema de rendición de cuentas (checks and balances) en términos de conocimiento y poder. Y tenemos que adoptar la pluralidad para aceptar plenamente la complejidad del mundo, así como nuestros propios prejuicios. Si no, produciremos y reproduciremos el mismo orden social que intentamos cambiar tan radicalmente.

Aquellos en contra de una sociedad dividida en clases se convertirán progresivamente en una clase opresora cuando se mantenga el poder político. Los que están en contra del dogmatismo se volverán dogmáticos al tratar con ideas que van en contra de su sistema de creencias. Entonces, los comunistas están equivocados cuando creen que, un día, se establecerá una “verdad” suprema para siempre. Pero esto escapa a la imaginación humana.

24 junio 2020 44 comentarios 599 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
bully

“The Revolution is Lost”? Long Live the Bully!

por Consejo Editorial 20 junio 2020
escrito por Consejo Editorial

Anthony DePalma’s article is great in its ambitions, but it falls short in explaining some critical causes of what he is trying to illustrate. DePalma describes well the process by which generations of Cubans, like the character of the story he is telling us, have lost their faith in the Revolution and its numerous programs. By focusing on the récit de vie of Ms. Caridad Limonta, DePalma introduces us to the decline of a class that has been historically profiting from a political system favoring those who are committed with the revolutionary process and excluding those who are against it. Now, desilusionados with the Revolution, they leave aside what they once believed and are searching for new ways to adapt to the crisis of despair that seems endemic to Cuba.

In this political system, DePalma argues, people who are disenchanted with the Revolution, as Ms. Limonta, has merely three options: 1) to risk their lives trying to get illegally to the United States; 2) to practice auto-censure in order to adapt and survive; 3) to fight against the political system and « invite harassment » to their lives. DePalma’s character has chosen the silence and the survival alternatives. He then follows the story by showing how Ms. Limonta has renounced to the Revolution, pursued capitalist ventures in Cuba, and received warmly President Obama during his visit to Havana in 2016. This, argues the author, illustrates a big change in the ideological mind-set of a character whose point of departure was that of an «absolute» faith in the Revolution, and it is now convinced that «the revolution is lost».

DePalma is right when he says that most Cubans have lost their faith in the Revolution and are getting more and more disenchanted with the hard conditions of life they are still enduring. But, seriously, misery is disenchanting in whatever political system we live in. And, honestly, popular disenchantment has been the main element of the psychological war that the United States has been conducting against Cuba since the beginning of hostilities between the two countries. By imposing economic and political sanctions to Cuba, administrations in the White House are trying to induce from the exterior both popular resentment and the so desired internal uprising that will lead to a provisional government friendly to the United States.

A great number of now declassified documents shows how Washington’s desires to create resentment among Cuban population have been a key element in the decision-making process of foreign policy options against Cuba (1). The primary goal of the Embargo imposed on Cuba was precisely to isolate the country from the Western hemisphere and to create the hard-economic conditions that will contribute to a political crisis within the country. Kennedy’s administration knew well that Soviet Union’s aid was not enough for Cuba’s development and only served to secure Castro’s political power. So, even with the aid of the Soviet Union, Cuba was not in position to develop autonomously and, unfortunately, critical resources were directed mainly to the military complex. What is more, Cuban industry was at the time heavily dependent on American technology and this technological dependence caused significant problems for Cuba’s industrial development. Misery for Cuban people was thus rooted in the structure of an asymmetrical relationship with the United States. By putting Cuba under “siege”, Washington implemented a series of constraining policies that produced, and still produces, a lot of suffering in people’s ordinary life. If the question of disenchantment has to be asked and answered, every explanation must then include the significant role that the United States have played in this process. And this is something that Anthony DePalma avoid doing well in his analysis of Caridad Limonta’s story.

Many Cubans have lost their faith in the Revolution and many others are convinced that the curse of Cuba is rooted in Communist ideology and institutions. They could be right, or not. I do not really know. Yet, every pancake has two sides and no independent variable must be left aside of serious analysis.

As Ms. Limonta, I also have a lot of questions. For example:

Why Eisenhower did not receive Fidel Castro when he first visits the United States in 1959? Why, for example, Cuban first reforms were not recognized as legitimate, since most of those reforms, mainly agrarian reforms, were promoted in Latin America by the Alliance for Progress during Kennedy’s administration? Why the United States did not listen, and still do not listen, to the propositions for a « peaceful coexistence » coming from the Cuban leadership? How Washington succeeded in isolating Cuba from Latin America in 1962 and what are the effects of this foreign policy in Cuba’s political and economic development? What was the purpose of the nuclear missiles installed in 1962? Was the Cuban government right, or not, in trying to secure the survival of the Revolution?

Everyone remembers the almost nuclear war that humanity survived in those historical times as well as the apparently irrational telegram that Fidel Castro send to Khrushchev in October 1962 (2). Still, nobody seems to be interested in the plans of invasion and intervention that the CIA, the Department of State and the White House, were plotting after the Bay of Pigs’ disaster. In the world of sovereign states, the foreign policy conducted by the United States against Cuba is not rightful and does not fully respect the principles that gave rise to the United Nations.

For all those reasons, I truly believe that the « inconvenient truth » for America is this one: systematic harassment – political and economic – coming from the United States, the most powerful nation in the history of the world, and targeting the Cuban population, has been causing a great resentment in Cuban population from decades. This was intentional and very well planned by the CIA, the Department of State and the White House. Popular resentment against the Revolution has thus been historically induced in Cuba through the psychological war that the United States has been fighting against what it must be called a micro-State.

As a Cuban citizen, I will not develop an international Stockholm syndrome. I do not support the foreign policy that the United States has been historically pursuing against Cuba. I think is bad for both Cubans and America. After all, President Bush Jr. self-reflection at the aftermath of 9/11 – “why do they hate us”-, is a powerful illustration of the negative consequences that the systematic practice of international harassment over underdeveloped and nominally sovereign states has generated for the greatness of America. In order to be Great Again, the United States will need the support of the majority of states in the international system. If not, the United States could become an authoritarian global state recurring to military force and international harassment to enforce its will. Sure, the Cuban Revolution seems now “lost”. So, long live the Bully!

  • Report on US Policy toward Cuba, March 15, 1962, History and Public Policy Program Digital Archive, Archive of the Federal Intelligence Service of the Russian Federation, File 88497, vol. 1, http://digitalarchive.wilsoncenter.org/document/114513
  • Telegram from Fidel Castro to N. S. Khrushchev, October, 1962, History and Public Policy Program Digital Archive, Archive of Foreign Policy, Russian Federation (AVP RF), http://digitalarchive.wilsoncenter.org/document/114501

*Ph.D. candidate in Political science and International Relations. University of Montreal rainer_ricardo@hotmail.com

20 junio 2020 1 comentario 693 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
perdida

¿La revolución perdida?

por Consejo Editorial 16 junio 2020
escrito por Consejo Editorial

El artículo de Anthony DePalma en el New York Times es excelente en sus ambiciones, pero no explica algunas causas fundamentales de lo que está tratando de ilustrar. DePalma describe bien el proceso por el cual generaciones de cubanos, como el personaje de la historia que nos cuenta, han perdido la fe en la Revolución y sus numerosos programas. Al centrarse en el récit de vie de la Sra. Caridad Limonta, DePalma nos presenta el declive de una clase que históricamente se ha beneficiado de un sistema político que favorece a los que están comprometidos con el proceso revolucionario y excluye a los que están en contra. Ahora, desilusionados con la Revolución, dejan de lado en lo que alguna vez creyeron y están buscando nuevas formas de adaptarse a la crisis de desesperanza que parece endémica de Cuba.

En este sistema político, argumenta DePalma, las personas que están desencantadas con la Revolución, como la Sra. Limonta, tienen meramente tres opciones: 1) arriesgar sus vidas tratando de llegar ilegalmente a los Estados Unidos; 2) practicar la autocensura para adaptarse y sobrevivir; 3) luchar contra el sistema político e «invitar al acoso» a sus vidas. El personaje de DePalma ha elegido el silencio y las alternativas de supervivencia. Luego sigue la historia al mostrar cómo Limonta renunció a la Revolución, comenzó emprendimientos capitalistas en Cuba y recibió calurosamente al Presidente Obama durante su visita a La Habana en 2016. Esto, argumenta el autor, ilustra un gran cambio en la ideología de un personaje cuyo punto de partida fue el de una fe “absoluta” en la Revolución, y ahora está convencido de que “la revolución está perdida”.

DePalma tiene razón cuando dice que la mayoría de los cubanos han perdido su fe en la Revolución y se están desencantando cada vez más con las duras condiciones de vida que aún padecen. Pero la miseria es desencantadora en cualquier sistema político. Y, sinceramente, el desencanto popular ha sido el elemento principal de la guerra psicológica que Estados Unidos ha estado llevando a cabo contra Cuba desde el comienzo de las hostilidades entre los dos países. Al imponer sanciones económicas y políticas a Cuba, las administraciones de la Casa Blanca están tratando de inducir desde el exterior tanto el resentimiento popular como el alzamiento interno tan deseado, que conducirá a un gobierno provisional amigo de los Estados Unidos.

Una gran cantidad de documentos, ahora desclasificados, muestran cómo los deseos de Washington de crear resentimiento entre la población cubana han sido un elemento clave en el proceso de toma de decisiones de las opciones de política exterior contra Cuba (1). El objetivo principal del Embargo impuesto a Cuba era precisamente aislar al país del hemisferio occidental y crear las duras condiciones económicas que contribuirían a una crisis política dentro del país. La administración de Kennedy sabía muy bien que la ayuda de la Unión Soviética no era suficiente para el desarrollo de Cuba y solo servía para asegurar el poder político de Castro. Entonces, incluso con la ayuda de la Unión Soviética, Cuba no estaba en condiciones de desarrollarse de manera autónoma y, desafortunadamente, los recursos críticos se dirigieron principalmente al complejo militar. Es más, la industria cubana en ese momento dependía en gran medida de la tecnología estadounidense y esta dependencia tecnológica causó problemas significativos para el desarrollo industrial de Cuba.

De esta manera, la miseria del pueblo cubano estuvo originada por una relación asimétrica con los Estados Unidos. Al poner a Cuba bajo “asedio”, Washington implementó una serie de políticas restrictivas que produjeron, y aún producen, mucho sufrimiento en la vida cotidiana de las personas. Si la pregunta sobre el desencanto debe formularse y responderse, cada explicación debe incluir el papel fundamental que han jugado los Estados Unidos en este proceso. Y esto es algo que Anthony DePalma evita hacer bien en su análisis de la historia de Caridad Limonta.

Muchos cubanos han perdido su fe en la Revolución y muchos otros están convencidos de que la maldición de Cuba tiene sus raíces en la ideología e instituciones comunistas. Podrían tener razón o no. Yo realmente no sé. Sin embargo, cada panqueque tiene dos lados y ninguna variable independiente debe dejarse de lado en un análisis serio.

Al igual que la Sra. Limonta, yo también tengo muchas preguntas. Por ejemplo:

¿Por qué Eisenhower no recibió a Fidel Castro cuando visitó los Estados Unidos por primera vez en 1959? ¿Por qué, por ejemplo, las primeras reformas cubanas no fueron reconocidas como legítimas, ya que la mayoría de esas reformas, principalmente reformas agrarias, fueron promovidas en América Latina por la Alianza para el Progreso durante la administración Kennedy? ¿Por qué los Estados Unidos no escucharon, y aún no escuchan, las propuestas para una «coexistencia pacífica» proveniente del liderazgo cubano? ¿Cómo Washington logró aislar a Cuba de América Latina en 1962 y cuáles son los efectos de esta política exterior en el desarrollo político y económico de Cuba? ¿Cuál fue el propósito de los misiles nucleares instalados en 1962? ¿Tenía razón el gobierno cubano, o no, al tratar de asegurar la supervivencia de la Revolución?

Todos recuerdan la guerra casi nuclear que la humanidad sobrevivió en esos tiempos históricos, así como el telegrama aparentemente irracional que Fidel Castro envió a Jruschov en octubre de 1962 (2). Aún así, nadie parecía estar interesado en los planes de invasión e intervención que la CIA, el Departamento de Estado y la Casa Blanca estaban tramando después del desastre de Bahía de Cochinos. En el mundo de los estados soberanos, la política exterior llevada a cabo por los Estados Unidos contra Cuba no es legítima y no respeta plenamente los principios que dieron origen a las Naciones Unidas.

Por todas esas razones, realmente creo que la “verdad incómoda” para Estados Unidos es esta: el acoso sistemático, político y económico, proveniente de los Estados Unidos, la nación más poderosa en la historia del mundo, y dirigido a la población cubana, ha estado causando un gran resentimiento en la población cubana desde hace décadas. Esto fue intencional y muy bien planeado por la CIA, el Departamento de Estado y la Casa Blanca. El resentimiento popular contra la Revolución en Cuba ha sido inducido históricamente a través de la guerra psicológica que Estados Unidos ha impuesto contra lo que debería llamarse un microestado.

Como ciudadano cubano, no desarrollaré un síndrome internacional de Estocolmo. No apoyo la política exterior que Estados Unidos ha seguido históricamente contra Cuba. Creo que es malo tanto para los cubanos como para los Estados Unidos. Después de todo, la autorreflexión del presidente Bush Jr. después del 11 de septiembre – “por qué nos odian” – es una poderosa ilustración de las consecuencias negativas para la grandeza de América que ha generado la práctica sistemática del acoso internacional sobre los estados subdesarrollados y nominalmente soberanos.

Para volver a los tiempos de grandeza, Estados Unidos necesitará el apoyo de la mayoría de los estados del sistema internacional. De lo contrario, podría convertirse en un estado global autoritario, al recurrir siempre a la fuerza militar y el acoso internacional para hacer cumplir su voluntad. Claro, la Revolución Cubana parece ahora “perdida”. Entonces, ¡larga vida al abusador!

(1) Informe sobre la Política de los Estados Unidos hacia Cuba, 15 marzo 1962, Archivo Digital del Programa de Historia y Políticas Públicas, Archivo del Servicio Federal de Inteligencia de la Federación Rusa, Archivo 88497, vol. 1, http://digitalarchive.wilsoncenter.org/document/114513

(2) Telegrama de Fidel Castro a Khrushchev, octubre 1962, Archivo Digital del Programa de Historia y Políticas Públicas, Archivo de Política Exterior, Federación Rusa, http://digitalarchive.wilsoncenter.org/document/114501

Para contactar al autor: rainer_ricardo@hotmail.com

16 junio 2020 40 comentarios 470 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

Ayúdanos a ser sostenibles

Somos una organización sin fines de lucro que se sostiene con donaciones de entidades e individuos, no gobiernos. Apoya nuestra independencia editorial.

11 años en línea

11 años en línea

¿Quiénes Somos?

La Joven Cuba es un equipo de investigación y análisis político que trabaja por un país justo, democrático y sostenible. Con una plataforma digital y un equipo especializado en el análisis de la realidad cubana, aspiramos a ser punto de enlace entre la sociedad civil y los decisores, mediante la investigación y la generación de conocimiento sobre la aplicación de políticas públicas.

@2021 - Todos los derechos reservados. Contenido exclusivo de La Joven Cuba


Regreso al inicio
La Joven Cuba
  • Inicio
  • Quiénes Somos
    • Historia
    • Nosotros
    • Consejo Asesor
  • Grupo de Estudios
    • Libros
    • Dossiers
  • Contacto