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Autor

Francisco Rodríguez Cruz

Francisco Rodríguez Cruz

Periodista en el periódico Trabajadores, Cubano

68

La otra revolución del 68

por Francisco Rodríguez Cruz 28 julio 2018
escrito por Francisco Rodríguez Cruz

Los primeros resúmenes televisados de los debates en las comisiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular sobre futura reforma constitucional en Cuba confirmaron este viernes que el anteproyecto de la nueva Carta Magna propone redefinir el matrimonio como la unión voluntaria concertada entre dos personas con aptitud legal para ello, e incorpora el principio de no discriminación por orientación sexual e identidad de género.

Según expresó un diputado al pedir un esclarecimiento sobre ese tema, la nueva formulación sobre la institución matrimonial estaría contenida en el artículo 68 de la propuesta que debe discutir y aprobar el máximo órgano legislativo en la primera sesión ordinaria de la actual legislatura durante este fin de semana.

A casi nadie escapa que esta modificación a la vieja Constitución de 1976, la cual reducía el matrimonio al vínculo entre un hombre y una mujer, sería la puerta abierta para poder avanzar con posterioridad en la legalización de las parejas homosexuales.

El principio de no discriminar por orientación sexual e identidad de género —contenido en otro artículo junto con varios motivos más de discriminación— permitiría también incorporar de forma progresiva otras normas jurídicas y políticas públicas que protegieran y equipararan en sus derechos a las personas lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersexuales (LGBTI) en nuestro país.

Por supuesto que no es esta la única modificación importante, ni la única que nos debe interesar y movilizar a las personas LGBTI. Como ciudadanos y ciudadanas tenemos que preocuparnos por la justeza y perfección íntegra de nuestra próxima ley de leyes, porque no solo nos define nuestra orientación sexual o identidad de género, ni como seres humanos ni como patriotas.

No obstante, debemos ser conscientes de que la incorporación de un concepto más amplio de matrimonio a este anteproyecto es solo el primer paso en el camino hacia la aprobación de una nueva Constitución que asegure mayores garantías jurídicas para la población LGBTI en específico.

Luego de su aprobación en el Parlamento, este anteproyecto tendrá que ir a una amplia consulta popular con toda la ciudadanía, en un proceso profundamente democrático muy similar al que ya vivimos durante los debates que promovió el Partido Comunista de Cuba alrededor de la Conceptualización del modelo económico y social de desarrollo socialista, las bases del plan de desarrollo estratégico hasta el 2030 y los Lineamientos de la política económica y social de la Revolución.

A partir de lo que resulte de esa consulta y de los consensos que seamos capaces de lograr con toda la ciudadanía, la Asamblea Nacional deberá considerar y aprobar el proyecto definitivo del nuevo texto constitucional, el cual se someterá a votación mediante un referendo popular, para buscar su promulgación final.

Quedan por delante, entonces, meses de arduo trabajo. Activistas y especialistas, personalidades políticas y religiosas, mujeres y hombres de todas las orientaciones sexuales e identidades de género que comprenden la justicia y lo revolucionario de esta causa tan humana, tendremos que acudir en pleno a esa discusión en cada barrio y centro laboral.

La pelea no será fácil. Hay posturas ideológicas y políticas opuestas a estos cambios, cuyos representantes harán todo lo posible porque estos sueños, hoy posibles y ya tan cercanos, naufraguen. Algunos son poderes que creen tener a su favor la fuerza de muchos siglos de prejuicios, estigmas y tabúes, los cuales nos quieren imponer a toda la sociedad como tradiciones y costumbres, o falsas nociones naturales o divinas.

Nadie nos regalará nada. Nuestra misión será ofrecer argumentos, explicar vivencias, trasmitir emociones que persuadan y convenzan, ilustren y generen empatía, inspiren y conmuevan.

Cada quien deberá hacerlo desde su perspectiva, de acuerdo con sus posibilidades de expresión, con total honestidad y franqueza, sin miedo ni vergüenza. En cada contexto y circunstancia, empleemos el lenguaje y el tono que la ocasión amerite. Resultará muy útil el enfoque científico, pero también la anécdota intimista, la referencia familiar y amistosa, el episodio duro del pasado, la esperanza que ya contiene nuestro mejor presente.

No descartemos ningún recurso, siempre que lo dicho sea sincero y cierto, desde la razón o la pasión, e incluso desde ambas. Pero no podemos dejar de pronunciarnos. Todas y todos, no importa que nos pueda parecer una reiteración, o que creamos que ya alguien lo dijo antes o lo dijo mejor.

Tampoco pensemos que si nadie habla en contra, no es necesario pronunciarse a favor. Si no lo decimos en nuestra reunión, tal vez en otra en que no estuvimos o no estaremos sí aparezca la posición contraria, y no haya nadie para defender esta causa. El silencio no es opción.  Cada opinión cuenta.

En especial, exhorto a las personas LGBTI a que intervengamos en todos los espacios de debate a nuestro alcance, para que nuestras familias, colectivos de trabajo, vecindarios, sepan quiénes somos y qué valemos, y por qué consideramos justo y revolucionario este paso, más allá incluso de nuestro bienestar o beneficio particular.

Este año conmemoramos el 150 aniversario de la Revolución del 68, aquella que inició nuestra lucha por la libertad, la colectiva y la individual. En otro año 68, un siglo después, al mundo occidental le agitaron grandes revueltas que tenían entre uno de sus muchos componentes, a la llamada revolución sexual de esas décadas.

Por pura casualidad, ese es el mismo número que correspondió al artículo que podría amparar el matrimonio entre dos personas, con independencia de su género, en la próxima Constitución de la República de Cuba. Así que podemos y tenemos que participar: es nuestra nueva revolución del 68.

Tomado de: Paquito de Cuba

(Texto Relacionado: Crónica de una muerte anunciada)

28 julio 2018 25 comentarios 279 vistas
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prensa

La prensa cubana

por Francisco Rodríguez Cruz 14 marzo 2017
escrito por Francisco Rodríguez Cruz

La celebración este año del Día de la Prensa Cubana ocurre en medio de la continuidad de un profundo y enconado debate sobre el papel de los medios de comunicación en una sociedad como la nuestra, y el impacto que sobre ellos tendría la actualización del modelo económico y social.

El periodismo como profesión mantiene una aureola de reconocimiento público que nos ubica a quienes lo ejercemos en el centro del debate ciudadano sobre las demandas de información insatisfechas, así como potencia aún más la idea —a veces sobredimensionada por las audiencias— de su capacidad transformadora de la realidad cotidiana.

Lo cierto es que el modo de comunicar y comunicarnos entre los seres humanos atraviesa en este siglo por un profundo cambio de paradigmas a partir de la emergencia de nuevas tecnologías y modos de interacción social, que impactan de forma directa sobre casi todas las actividades profesionales, y en particular sobre aquellas que, como el periodismo, son a la vez sujeto y objeto de los procesos comunicativos.

La prensa cubana arriba a esta era con deudas pendientes y conflictos no resueltos en el campo de las definiciones teóricas y prácticas acerca de la naturaleza de las relaciones que deben existir entre ella y el resto de los componentes del sistema político e institucional de una sociedad que quiere construir una alternativa socialista como única vía posible de garantizar su soberanía e independencia frente al poder hegemónico del capitalismo mundial.

La declaración expresa de ese objetivo atrajo sobre la Revolución cubana casi desde sus inicios la abierta hostilidad de las grandes potencias capitalistas, en particular del gobierno de los Estados Unidos, cuyas acciones para desestabilizar el país y producir un cambio de régimen siempre incluyeron el terreno ideológico en el cual operan los medios de comunicación, y que en la actualidad son incluso más sutiles y complejas, lo cual enrarece y afecta el normal desempeño del periodismo en Cuba.

En este difícil contexto, tampoco es posible despreciar el impacto que sobre el sistema de comunicación pública inevitablemente ocasionan —si aplicamos las leyes del materialismo dialéctico— las actuales transformaciones económicas y sociales que acontecen en el país como parte del perfeccionamiento del modelo socialista, con más influencia de las relaciones monetarias mercantiles en la vida cotidiana, incremento en los flujos de capital externo e interno, y mayor diversidad en las formas de propiedad y gestión no estatal.

Ello conlleva al surgimiento de sectores y grupos sociales con diversos intereses y posibilidades económicas que requieren y tienen cómo financiar su participación en el entramado comunicacional del país, a través de iniciativas paralelas a los medios tradicionales —díganse, entre otras, el paquete semanal, los blogs, las redes sociales en internet o las llamadas publicaciones alternativas digitales—, no necesariamente hostiles ni perjudiciales para los fundamentos de la nación cubana.

En consecuencia, el escenario para el desarrollo de la prensa cubana en los próximos años implica que tendremos que aprender a lidiar en el ámbito de la comunicación pública con nuevos actores, mejores o no tan buenos en sus estándares profesionales y éticos, con intenciones más o menos concordantes con los valores socialistas que queremos hacer predominar, y debemos hacerlo a partir de la calidad, oportunidad y diversidad de nuestras propuestas periodísticas.

Ante tal panorama es urgente fortalecer y dar prioridad al desarrollo organizativo, tecnológico y material de nuestros medios de prensa, y atender a las múltiples necesidades pendientes de solución que padecemos quienes en ellos laboramos. Hacen falta además definiciones conceptuales y operativas más precisas, formulación de políticas de comunicación integradoras y consensuadas, e incluso decisiones legislativas que articulen un marco regulatorio más claro para el ejercicio del periodismo, sin que ello implique una pérdida de su dinamismo y flexibilidad.

El ejercicio de un periodismo crítico y responsable, donde la ciudadanía vea el reflejo de sus avances y problemas mediante una interpretación ética que contribuya a transformar y mejorar la realidad, no a enconarla con divisiones en bandos o rivalidades superfluas, definirá en última instancia qué medios obtendrán un mayor reconocimiento social y cuáles aportarán más a la Revolución en esta nueva encrucijada.

Tomado de: Paquito el de Cuba

14 marzo 2017 14 comentarios 398 vistas
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