En los últimos años se ha vuelto habitual la proliferación en las redes sociales de haters o trolls, individuos o grupos que atacan a otros con insultos verbales y manifestaciones de agresividad.
En el presente trabajo se aborda el fenómeno del «discurso de odio», particularmente en espacios digitales. Se analizan definiciones y enfoques de la literatura especializada y se examinan las principales características de estas expresiones en el ecosistema digital cubano. Asimismo, se esbozan propuestas de soluciones a partir de lo que recomiendan algunos organismos que han estudiado el fenómeno.
Un término a debate
El término «discurso de odio» sigue generando polémica. Las Naciones Unidas lo definen como discurso ofensivo dirigido a un grupo o individuo y que se basa en características inherentes (como son la raza, la religión o el género) y que puede poner en peligro la paz social. También agrega que se puede materializar en cualquier forma de expresión, incluidas imágenes, dibujos animados o ilustraciones, memes, objetos, gestos y símbolos y puede difundirse tanto en Internet como fuera de él.
Por su parte, investigadores como Iginio Gagliardone lo asumen como expresiones discriminatorias que deshumanizan, degradan e intimidan a sus víctimas y pueden aumentar el antagonismo entre grupos sociales al punto de desencadenar salidas violentas a los conflictos como, por ejemplo, el Genocidio de Ruanda en 1994.
En contraste, el profesor de Derecho Penal de la Universidad Rey Juan Carlos, Rafael Alcácer Guirao, considera que es un término cargado emocionalmente y utilizado, en muchas ocasiones, con una finalidad persuasiva, configurándose su ámbito de significado en función de las valoraciones e intenciones del hablante de censurar una determinada clase de discurso y de excluirlo, de ese modo, de lo que se considera social o jurídicamente lícito.
Discurso de odio y redes digitales
El ecosistema de socialización digital, caracterizado por la participación y la personalización, ha demostrado sus capacidades para influir en las agendas públicas, construir matrices de opinión, así como visibilizar y expandir mensajes que expresen ideas o posicionamientos políticos como correlatos de lo acontecido en el entorno offline, que en el espacio de las redes sociales adquieren mayor alcance y permanencia. Un artículo publicado en la revista de la Universidad Complutense de Madrid identifica como elementos que posibilitan el auge de discursos de odio en redes sociales los siguientes:
- Posibilidad de anonimato: el emisor del mensaje puede ocultarse bajo una identidad falsa o anónima, y por tanto, evitar las consecuencias legales de su discurso;
- La pertenencia a una comunidad: los algoritmos de redes sociales refuerzan la pertenencia a comunidades ideológicas materializadas en grupos virtuales que pueden organizarse en enjambres o mareas de indignación para responder a otras comunidades o usuarios que se asumen como enemigos;
- Desdibujamiento de la responsabilidad humana: al estar actuando el sujeto mediante un dispositivo tecnológico, minimiza la responsabilidad en los mensajes que emite y tiende a plasmar expresiones que no diría si tuviera al interlocutor de frente.
Las redes sociales habitualmente tienen diversas políticas para neutralizar el discurso de odio, aunque sean diversas las concepciones sobre este y las formas de contrarrestarlo. No obstante, a menudo medios de prensa internacionales han cuestionado la falta de transparencia en los mecanismos para la aplicación de la censura. En adición, figuras o grupos políticos de muy diversa índole han acusado a dichas plataformas de aplicar sus normas para favorecer o perjudicar, respectivamente, a bandos afines o contrarios a la ideología de sus administradores.
Discursos de odio en las redes sociales cubanas
En 2019 el gobierno proporcionó el acceso a la red de datos móviles. La apertura de internet en Cuba catapultó el uso de redes sociales, que han adquirido suma importancia como mecanismos de comunicación gubernamental y a la vez como espacios de confrontación ideológica.
Desde ese mismo año, el decreto ley 370 castiga la difusión a través de las redes públicas de transmisión de datos, información contraria al interés social, la moral, las buenas costumbres y la integridad de las personas. Si bien los términos «moral y buenas costumbres» resultan ambiguos, pudiera entenderse que este instrumento legal brindaría protección a las personas cuando se publica algún discurso ofensivo contra su integridad.
Asimismo, el Código Penal cubano aprobado en 2022 sanciona como «Delito Contra el Derecho de Igualdad» a quien promueva o incite a la discriminación, sea con manifestaciones y ánimo ofensivo de su edad, sexo, género, orientación sexual, identidad de género, origen étnico, color de la piel, creencias religiosas, origen nacional o territorial o discapacidad, o cualquier otra lesiva a la dignidad humana.
En ambos instrumentos legales destaca la ausencia de la afiliación política como uno de los motivos de discriminación. Aunque medios, funcionarios y activistas afiliados al gobierno cubano suelen utilizar el término «odiadores» para referirse a comunidades opositoras, en el discurso político oficial se han naturalizado y se mantienen varias expresiones que calificarían como discurso de odio, de las cuales la más común es la de «gusano», para aludir a personas de la oposición o que disienten del sistema político en la Isla. Tal vez te interese Cinco alertas de que puedes estar ante un discurso extremista
En las redes sociales este correlato es sumamente visible. Además del ya nombrado «gusano», para referirse a la oposición, se emplean otros sustantivos que refuerzan la comparación con insectos, como garrapatas o cucarachas. Asimismo, se ha utilizado la homofobia, el racismo y el sexismo para atacar a activistas opositores, llamándolos jineteros (trabajadores sexuales) o utilizando la orientación sexoafectiva para desacreditarlos.
Por su parte, en una zona de la oposición es visible un discurso de odio que también emplea comparaciones con animales ‒como las clarias‒ para referirse a los defensores del gobierno cubano. A los descalificativos por raza, género y orientación sexual, se le suman otros por las formas de los cuerpos o enfermedades. Asimismo, se recalca la idea de que todos los que se asumen como comunistas lo hacen por ignorancia o por oportunismo y deben ser castigados si en Cuba se instaurara un nuevo sistema político.
Consecuencias y posibles soluciones
La naturalización del discurso de odio legitima el uso de elementos narrativos asociados a prejuicios y discriminaciones. Termina hiriendo no solo al sujeto implicado, sino a toda una comunidad que puede compartir ese mismo rasgo. Unido a esto, anula cualquier posibilidad de diálogo y deja a la violencia como único camino para la solución del conflicto.
Organismos como la Unesco, el Ayuntamiento de Barcelona y el Observatorio Proxy han elaborado herramientas para contrarrestar estas expresiones en redes sociales y fuera de ellas. Las principales sugerencias se pueden resumir:
- Poner en agenda pública las problemáticas que generan los discursos de odio, así como sus causas y consecuencias;
- Fomentar debates en la ciudadanía sobre las manifestaciones del discurso de odio, cómo identificarlas y combatirlas;
- Educar en derechos humanos y civiles.
- Promover el pensamiento crítico y el pluralismo como mecanismos para la resolución de los conflictos políticos y evitar que lleguen a escaladas violentas;
- Implementar sistemas de alfabetización ciudadana en temas de funcionamiento de redes sociales y en herramientas para el debate cívico;
- Denunciar los discursos de odio utilizando los mecanismos de las propias redes sociales u otros espacios como los medios de comunicación;
- Impulsar activismos que se opongan a los discursos de odio y empleen formas de lucha basadas en el respeto al adversario.
Si bien este fenómeno no está circunscrito a Cuba, un acercamiento desde las particularidades de la Isla conduce a la necesidad de promover el reconocimiento de los argumentos desde el respeto al otro y a su derecho legítimo a participar en el debate político. Todo ello sin acudir a palabras o frases que dañen a individuos o grupos, erosionen su integridad, perpetúen estereotipos discriminatorios o generen matrices de opinión con énfasis en la ejecución de actos agresivos, motivados por sentimientos de odio.
La confrontación es inherente a las luchas políticas, pero estas pueden operar en el marco del respeto y el civismo. Si no ocurre, la posibilidad de una solución violenta de los conflictos está cada vez más latente.