La polémica sobre el centrismo en Cuba, que se desarrolló a mediados de 2017, mantiene ecos y deudas en el contexto actual. En aquel entonces, intelectuales y actores de la sociedad civil, que abogaban por una mayor apertura económica y política en la Isla en medio del proceso de normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, fueron acusados de «centristas» por parte de defensores del discurso oficial.
Cinco años después, es posible advertir en lo ocurrido esos meses una antesala a procesos de profunda polarización política en la sociedad cubana y una de las arremetidas más violentas a nivel simbólico contra cualquier posibilidad de construir una nación más plural.
La controversia no fue espontánea, sino que respondió a una campaña mediática liderada por funcionarios del gobierno y del Partido. El término «centrismo» fue empleado en el discurso político y de la prensa estatal para desacreditar dichas voces ante la opinión pública.
El mayor legado de esos ataques fue contribuir a radicalizar políticamente proyectos y personas dentro de la sociedad civil, moviéndolos en algunos casos de posiciones moderadas a una postura antagónica con el Estado.
La campaña trascendió de blogs personales a medios estatales, en los que, como es usual, no se dio derecho a réplica a los acusados. La falta de espacios para el pluralismo en que devino la postura gubernamental, basada en acallar cualquier atisbo de disenso, no consiguió su propósito. Las propuestas de políticas públicas alternativas a las impulsadas por el gobierno cubano continuaron, sin embargo, el Estado limitó las posibilidades de que estas fueran discutidas a profundidad. Las fracturas provocadas durante esos meses fueron útiles a la narrativa confrontacional de cambio de régimen que desempolvaría la administración Trump.
El centrismo político como ideología
A pesar de los intentos por presentar el centrismo como un espacio oportunista y equidistante entre los polos políticos de izquierda y derecha, para el profesor argentino Ángel Rodríguez Kauth es imposible la existencia de un centro puro como espacio de convergencia de ideologías opuestas, pues «si uno de los puntos varía su posición, el centrista tiene que moverse inmediatamente». En la Cuba de 2017 no existía un centro, sino propuestas moderadas o críticas a las posturas de izquierda y derecha tradicional o al gobierno cubano y sus detractores.

Ángel Rodríguez Kauth
Kauth también argumenta el papel de la moderación en la política y su vínculo con las posturas asumidas como centristas: «…moderar es sinónimo de templar o mitigar. Tal acción de morigeración supone la existencia de una situación previa con características de radicalización. […] el moderado tiene que definirse con un programa concreto y sustantivo y, en tal caso, automáticamente se situará a la izquierda o la derecha de otras formaciones próximas, con lo que el declarado centrismo se volatiliza, se esfuma».
Si se admite como válida la lógica antes mencionada, el debate necesitaría incluir qué entender como izquierdas o derechas. Sobre la diversificación de estos polos, el investigador cubano Julio César Guanche polemizó:
«Como ha sido empleado en este debate, el concepto de “centrismo” es muy difícil de encontrar en el debate político en cualquier parte del mundo. La razón es simple: es difícil aceptar que en Cuba, o en cualquier otra parte del planeta, un espectro político pueda reducirse, si se mira a una sociedad real, a una oposición entre dos únicos polos, entre una sola y unívoca derecha y una única y unánime izquierda, como no es el mismo socialismo el que defienden los socialistas, que son una gran familia de tradiciones cercanas entre sí de amigos y “enemigos” fraternos, como los anarquistas, los anarcosindicalistas, los autonomistas, los consejistas, los autogestionarios, los socialistas democráticos, los socialdemócratas, los comunistas, etc.».
Dicha contienda en Cuba, lejos de abordar un debate conceptual crítico sobre qué es el centrismo, se redujo a utilizar la etiqueta de forma arbitraria contra actores que cuestionaban políticas del Estado cubano o su estructura, y hacían propuestas de superación; las cuales se movieron en un amplio espectro político que fue simplificado y reducido a «derecha disfrazada».
«Centrismo» en Cuba
En el contexto de normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos impulsada por los expresidentes Barack Obama y Raúl Castro, las visibles muestras de agotamiento del modelo socioeconómico en Cuba y la incipiente entrada del Internet; emergieron actores y proyectos que hacían críticas a las políticas públicas y/o proponían transformaciones.
Las principales demandas apuntaban a la economía —dinamización del sector estatal y desarrollo del sector privado y cooperativo—, transparencia en la gestión pública —que incluía la necesidad de publicación de datos estadísticos—, pero también se enfilaban en la necesidad de la ampliación de los espacios de participación política para que estos contemplaran más el disenso, así como la transformación del sistema de comunicación social.
Aunque años más tarde algunas de estas demandas serían discutidas en espacios oficiales e incluso implementadas, la respuesta en aquel momento de un grupo de periodistas, funcionarios y otras figuras públicas, fue tildar a estos actores críticos de «centristas». Los ideólogos de la campaña insistieron en que se pretendía:
- Corromper el pensamiento crítico de la intelectualidad que apoyaba el socialismo en Cuba.
- Manipular insatisfacciones con el funcionamiento del sistema político.
- Atraer a Cuba hacia la derecha y ser caballo de Troya del capitalismo.
- Dividir a los militantes de izquierda.
- Limitar el poder del Partido Comunista.
- Imponer una falsa pluralidad.
- Desideologizar a la sociedad cubana y reconducirla hacia una ideología conservadora.
- Tergiversar situaciones, hechos históricos y conductas.
- Provocar un «golpe suave» o «guerra de tercera generación».

Cuba Posible fue una de las plataformas acusadas de centrista.
La querella tuvo lugar principalmente en el ciberespacio —medios estatales y no estatales, blogs y perfiles en Facebook—, en una era en la que Internet aún no estaba masificado en Cuba. Este factor, unido a la naturaleza intelectual del debate, limitó la discusión a personas vinculadas a la política o las ciencias sociales y humanísticas, en detrimento de lo que pudieran aportar otros sectores.
Entre los acusados de «centristas» figuraron periodistas e intelectuales de diversas posturas ideológicas como Fernando Ravsberg, Harold Cárdenas, Roberto Veiga, Lenier González, Pavel Vidal, María Isabel Alfonso, Arturo López-Levy, Silvio Rodríguez, Aurelio Alonso, Humberto Pérez, Julio César Guanche, Julio Antonio Fernández Estrada, Omar Everleny, Pedro Monreal, Carlos Alzugaray, Carlos Lage Codorniú y Jesús Arboleya.
Varios de los textos «contra el centrismo» fueron compilados en el libro Centrismo en Cuba, otra vuelta de tuerca al capitalismo, del periodista Manuel Henríquez Lagarde, quien en su prólogo advierte cómo los abanderados de dicha corriente «…ofrecen fórmulas para replantear el socialismo desde nuevos paradigmas políticos y filosóficos (multipartidismo, reformas constitucionales y democráticas, sistema electoral, papel de vanguardia del PCC). […] Critican y atacan a la gestión de las instituciones revolucionarias, especialmente del Estado, el gobierno y las organizaciones políticas y marcan un distanciamiento de lo oficial para generar estereotipos negativos sobre estos en los públicos previstos».
Uno de los proyectos acusados, la plataforma Cuba Posible, publicó una compilación más plural del debate titulada ¿«Centrismo» o ejercicio de la libertad ciudadana en Cuba? que, a diferencia de la antes citada, recoge tanto las acusaciones como las respuestas.
Una de ellas es la de la intelectual Zaida Capote, quien escribió: «Se ha desatado una campaña mediática para tildar insistentemente de “centristas” a intelectuales cubanos que, víctimas de la penetración cultural, la labor de zapa de la CIA o de sus propias ambiciones […], han expresado últimamente alguna crítica a la labor del gobierno o cualquier preocupación por el futuro de Cuba en términos ajenos a los de Granma o el Noticiero Nacional de Televisión».
En la mayoría de los textos publicados «contra el centrismo» no se reconoce la diversidad de posturas existentes entre las figuras acusadas, que también era resultado de un momento sociopolítico de transformaciones y relevo de la generación histórica de la Revolución. En lugar de aportar de forma respetuosa al debate social, se apostó por la generalización y simplificación de actores críticos, el ajuste de cuentas personales y la utilización de medios que deberían ser públicos —por tanto, al servicio de la ciudadanía—, para defender las narrativas oficiales más conservadoras y silenciar al resto.
La campaña contra el centrismo, además de la visibilización de actores con un pensamiento dogmático y ortodoxo, también escondió una pugna interna entre sectores afines al Estado cubano que apoyaban las transformaciones que estaban ocurriendo y la normalización de relaciones con Estados Unidos y otros que eran partidarios de una postura más conservadora.

Zaida Capote (Foto: Consejería Cultural. Embajada de España en Cuba)
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El debate sobre el centrismo en Cuba no ha muerto. La sociedad insular sigue generando cada vez más actores críticos que reclaman transformaciones en las políticas públicas desde diversos enfoques, a pesar de que los antiguos ideólogos de la campaña, sumado a otros que emergieron después, los tilden de falsos progresistas o sigan repitiendo la narrativa de que son instrumentalizados por la derecha.
Asumir como centrista —y además con una connotación estigmatizante— cualquier crítica, propuesta de moderación o modificación de una postura, sea de izquierda o de derecha, es incurrir en el error de no reconocer la pluralidad de enfoques ideológicos que pueden existir.
Luego de la polémica en 2017, el propio gobierno cubano implementó reformas que pudieran entenderse como una moderación de la propuesta tradicional de «Estado socialista» que había imperado hasta el momento. A su vez, muchos de eso cambios estaban en correspondencia con las propuestas de los llamados «centristas». El reconocimiento de la propiedad privada sobre los medios de producción o la autorización de las MIPYMES es un claro ejemplo de ello; entonces, ¿podría entenderse lo sucedido como un movimiento del gobierno cubano al centro?
En el verano de 2017, el intelectual cubano Aurelio Alonso resumió la reseñada controversia de la siguiente manera: «…la polémica que se ha abierto ahora no me parece dirigida realmente contra el centrismo sino contra el ejercicio de la crítica y la disposición de polemizar desprejuiciadamente, en el momento en que nuestra Revolución más lo necesita y cuenta con más madurez para hacerlo». Dicho ejercicio sigue siendo una asignatura pendiente.