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Néster Núñez

Néster Núñez

Fotógrafo y escritor

Yoelkis activista LGBTIQ+
Género

Yoelkis Torres: lo más lindo de ser activista lgbtiq+ es el crecimiento personal

por Néster Núñez 1 julio 2023
escrito por Néster Núñez

Yoelkis Torres Tápanes es una persona inquieta. Su desempeño como director del proyecto sociocultural Afroatenas demanda de él pensamiento y acción en función de su barriada, mayoritariamente negra y vulnerabilizada, en la ciudad de Matanzas.

Apenas en diciembre, Yoelkis se casó con Israel. El nuevo Código de la Familia aprobado en Cuba meses antes por fin les reconocía ese derecho. Quizás por su carácter emprendedor, Yoelkis no es un simple beneficiario sino uno de los que se esforzó, desde el activismo ciudadano independiente, porque se lograra esa meta. En este mes del Orgullo Gay, LJC conversó con Yoelkis sobre cómo vivió esa experiencia. 

Por estas fechas de celebraciones de la comunidad LGBTIQ+, ¿hay realmente motivos para sentir orgullo?

Siempre hay razones para sentir orgullo. No importan las situaciones o las condiciones en las que se encuentre un país, una nación o un Estado. Tampoco depende de una fecha en específico. Sentir orgullo trae consigo una carga emotiva, sentimental, de resiliencia y de acción únicas para cada persona. Se trata de poder pararte ante el espejo y sentirte bien con lo que representas, con lo que vives y con lo que haces. Es decir: soy quien soy, y estoy orgulloso de eso. 

Yoelkis activista LGBTIQ+

Foto: Néster Núñez

¿Cómo, cuándo y por qué empezaste en el activismo?

En el año 2017 me vinculé a estudiar y trabajar con el tema de la equidad, aunque puede asegurarse que hago activismo desde los 15 años, pero ajustado a los temas de salud y de prevención de las Infecciones de Tranmisión Sexual (ITS), porque hay muchas formas de hacer activismo.

Siempre me ha preocupado el entorno, tanto por lo que me sucede a diario y como por lo que les sucede a otras personas. En este caso, el activismo LGBTIQ+ fuertemente arraigado a los derechos, se concretó en 2017 cuando era momento de alzar más la voz por los derechos ausentes de esta ciudadanía y el cansancio y el agotamiento acumulados por la discriminación y la mutilación que impone una sociedad machista y patriarcal. Mi necesidad de hacer activismo fue creciendo poco a poco hasta llegar a un activismo consciente, visible y fuerte. Incluso, frente a múltiples instituciones de poder.

Ser activista es hoy para mí una condición de mi comportamiento cotidiano, de mi existencia como ser humano. Por supuesto, ello personaliza, cambia mi manera de ser y hacer, enfocado en los derechos de las personas y, sobre todo, en acelerar las transformaciones de una sociedad que necesita seguir cambiando.

El proyecto que fundaste, Afroatenas, está enclavado en un barrio de mayoría afrodescendiente, de esos llamados marginales… ¿Qué ha significado ser activista LGBTIQ+ allí?

Ser activista en Pueblo Nuevo ha sido súper interesante. Afroatenas comenzó con la mirada puesta en salvaguardar y revitalizar las tradiciones. Hasta el momento, es la única institución cultural cubana fundada por personas LGBTIQ+ dentro de una comunidad vulnerable, y ya tiene 14 años de existencia. Aquí fuimos los gays y las lesbianas quienes trajimos la transformación total al barrio. Por eso hemos ganado el respeto de la comunidad y también hemos encontrado su apoyo.

Yoelkis activista LGBTIQ+

Yoelkis activista LGBTIQ+

Claro, en determinados momentos ciertas personas pensaron que, por uno ser LGBTIQ+, podían violentarnos y no reaccionaríamos, no haríamos nada. Pero eso cambió en gran medida. Ahora, cuando hay algún tipo de conflicto o de problema dentro de la comunidad van a buscarnos porque saben que, como activistas, como «bronqueros», como personas que no nos quedamos nunca calladas, podemos enfrentar y hasta resolver el problema. En estos 14 años hemos visto y hemos aprendido en profundidad hasta dónde llega el desconocimiento de las personas y también cómo se forma el respeto, la no discriminación y la no violencia dentro del barrio a partir de acciones consecuentes.

Desde tu perspectiva como activista no institucional, háblanos del proceso y de las luchas por la aprobación del Código de la Familia.

Hacia 2017, el activismo tuvo como objetivo incorporar, en el proyecto de lo que sería la nueva Constitución de la República de Cuba, los derechos de todas las personas, específicamente los de las personas LGBTIQ+ que durante mucho tiempo habían sido mutilados en la sociedad cubana. Estos reclamos históricos se incorporaron en el artículo 68 del proyecto, que generó aquel amplio debate en la sociedad. Luego, ese artículo se eliminó, entre otras cosas, por la presión del fundamentalismo religioso.

Nosotros primero estuvimos en contra de que ese artículo fuese eliminado. Abogamos por transformarlo y enriquecerlo, pero no porque lo quitaran y pasaran esos temas fundamentales a una ley menor, como el Código de la Familia. Tampoco estuvimos de acuerdo con el proceso de votación por un motivo muy sencillo: los derechos no se plebiscitan. Consideramos que nunca se debió esperar dos años y pico para hacer el referendo. La pandemia también vino a atrasarlo todo… Pero bueno, ese tiempo sirvió para que el activismo LGBTIQ+ se fortaleciera desde la sociedad civil.

Yoelkis activista LGBTIQ+

Foto: Néster Núñez

En ese proceso de fortalecimiento ocurrieron sucesos importantes como la suspensión de la llamada conga por el 17 de mayo en el 2019, convocada habitualmente por Mariela Castro desde el CENESEX. En respuesta, el 11 de mayo tuvo lugar la primera marcha LGBTIQ+ organizada de forma independiente. Había que exigir nuestros derechos pues no se podía perder un espacio ya ganado, ni por amenazas del fundamentalismo religioso ni porque una institución dijera que esa vez la conga no podía salir, esgrimiendo argumentos que no fueron comprendidos porque eran vacíos en todos los sentidos.

Puede decirse que el 11 de mayo marcó un antes y un después en el activismo no institucional. Comenzamos a organizarnos un poco más, nos preguntamos quiénes éramos, qué queríamos, qué estábamos buscando. Empezaron campañas independientes, pero coordinadas alrededor de varios eslóganes: Todos los derechos para todas las personas; Ahora sí; Un código inclusivo…

En ese momento, muchos activistas de dentro y de fuera del país aportaron  sus conocimientos. Los que sabían de temas jurídicos se encargaron de formar o hacer entender a los menos preparados; los que sabían de promoción ayudaban a que otros crearan sus pequeños espacios de comunicación y socialización para llegar al mayor número de comunidades…

Lamentablemente, el activismo independiente tuvo que luchar contra la institucionalidad, porque esta nos agredió una y otra vez, a pesar de que todos perseguíamos el mismo propósito. Por parte del Estado, se invisibilizó lo que hacía el activismo independiente para adjudicarse todos los logros.  

Yoelkis activista LGBTIQ+

Foto: Néster Núñez

Es oportuno reconocer que cuando se habla de instituciones hay un amplio espectro, por lo que algunas hicieron lo correcto. Estas, en su buena intención de informar a la población y sensibilizar sobre la importancia del nuevo Código, no lo hicieron bien. Desarrollaron una campaña de comunicación fatal, agresiva, insoportable. Nunca llevaron un proceso de educación adecuado. Solo repetían: Vote sí, vote sí. Tanto, que se aprobó el Código y nunca más se habló de él, cuando en realidad hay que explicar y profundizar en su contenido porque el tema LGBTIQ+ es solo una pequeña parte. La campaña de comunicación no debió ser solo por el Sí, sino debe ser continua. Y ahí es donde el activismo independiente tiene que actuar.

Entonces, ¿al activismo le quedan otras batallas?

Por supuesto, faltan muchísimas cosas por alcanzar. En el código se aprobó el matrimonio igualitario, la adopción y la reproducción asistida para todas las personas, pero no se habla de una ley de identidad de género, ni de una ley integral de protección contra la violencia de género. Se aprobó el Código, pero todavía no ha habido la primera adopción de un niño o una niña por una pareja LGBTIQ+.

Los derechos de la ciudadanía Trans continúan anulados. Si la Federación de Mujeres Cubanas no reconoce a las mujeres Trans, ¿de qué inclusión y de qué sociedad inclusiva hablamos? Sigue el sistema educativo sin priorizar la educación sexual. También es necesario en este país una campaña comunicativa, educativa, a favor de la diversidad en toda su expresión, y en contra de los estigmas y la discriminación que no se borraron de la noche a la mañana con la aprobación del Código.

Yoelkis activista LGBTIQ+

Foto: Néster Núñez

Hay que luchar también contra quienes malpiensan o criminalizan lo que hacemos los activistas. Hoy seguimos diciendo que las autoridades cubanas tienen que pedir perdón por todas las acciones pasadas contra la ciudadanía LGBTIQ+, como ha ocurrido en otros países del mundo. Esa es una deuda pendiente, porque no reconocer lo mal hecho es seguir sobre el mismo error.

¿Lo más lindo y lo más difícil de pertenecer y ser activista de la comunidad LGBTIQ+?

Lo más lindo de ser gay es sentirme bien conmigo mismo. Lo más difícil es… sigue siendo… salir del closet, que tu familia te entienda, que tus amigos te acepten, convivir en escenarios con otras personas homofóbicas, ser discriminado institucionalmente, ser apresado por tu orientación sexual, ser limitado o estigmatizado, porque si eres LGBTIQ+ tienes VIH, y si tienes VIH no se te puede tocar, eres como una plaga. Y sí, eso existe todavía.

Lo más lindo de ser activista es el crecimiento personal. Lo más difícil es enfrentar a las mentes cuadradas, obtusas, los ciegos sordos y mudos que no quieren aceptar la realidad cuando ostentan un poder que se puede usar para transformar, y lo utilizan para otro tipo de cosas.

Ser activista es algo grande porque como persona se desarrollan valores humanos para salir en defensa de los demás y de uno mismo. Y ser gay no es ninguna «condición», es simplemente mi orientación sexual. Serlo libremente es sentir que puedo vencer cualquier obstáculo en el mundo. Eso ha estado muy presente en mi concepto de vida.

Tal vez te interese leer «El activismo LGBTIQ+ no va a acabar mientras se vulnere un derecho» y «Kiriam Gutiérrez: «Nunca más me he callado»

 

1 julio 2023 0 comentario
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Ciudadanía

Margarita Mora: el problema es que no tengo tiempo

por Néster Núñez 24 junio 2023
escrito por Néster Núñez

Margarita Mora Ortega está embarazada de 7 meses. Con 32 años no lo esperaba: tiene una hija de 14 y un varón de 13. «En aquel momento quisimos interrumpir el embarazo, pero no fue posible», recuerda.

Su situación es desesperante. En el cuarto de 3 x 3 m donde vive la familia, no hay espacio para la cuna de la bebé que llegará en agosto. Necesitan al menos unas planchas de cinc o fibrocemento para techar la parte delantera de la vivienda, levantada hasta la altura del arquitrabe.

Desde hace meses Margarita y su esposo Yosmani Lázaro han acudido a todas las instancias de la Dirección Municipal de la Vivienda de Cárdenas, en la provincia de Matanzas, para solicitar esa ayuda.

−No queremos que nos las regalen. Nosotros las pagamos poco a poco, pero no a los precios que están en la calle−, dice ella.

−El otro día pasó un hombre por aquí proponiéndonos tejas venezolanas recicladas, no nuevas −añade su esposo−. Pero a 5 000 pesos cada una. Y necesitamos 10.  Saca tú la cuenta. La verdad es que no puedo.

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Foto: Néster Núñez

La familia de Margarita y Yosmani vive en Maquinaria, un barrio del central Humberto Álvarez, perteneciente a Santa Marta. Los separa muy poca distancia del polo turístico de Varadero, aunque los visitantes no tienen por qué conocer estas realidades.

−El varón y la hembra duermen allá atrás, en casa de mi hermana −explica Yosmani−. Ella y mi cuñado sí pudieron hacer su casa de placa y tienen mucho más espacio. Pero tienen cuatro hijos. Ellos y los dos míos duermen en la sala. ¿Tú has visto un albergue de la escuela al campo? Algo así. El refrigerador también lo tenemos en casa de mi hermana, aquí no cabe. Yo quisiera tener a mis hijos aquí, lo demás no me importa.

El delegado de la circunscripción, en cambio, sí está al tanto de todo.

−Es la única persona que realmente se ha preocupado por nosotros, que quiere hacer algo, pero no tiene cómo.

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Foto: Néster Núñez

Es proverbial la maquinaria de burocratismo, razonamientos absurdos y desinterés de los funcionarios que deben estar al servicio del pueblo para atender sus problemas. Como si no les doliera o no les importara demasiado. «Hay que hacer lo establecido, paso a paso −dicen−. Poco a poco. Con calma». Son distintos los tiempos del que tiene un techo sobre la cabeza y del que no lo tiene.

Lo primero, según ellos, debe ser legalizar el terreno y la vivienda. Margarita y Yosmani vivían en Los Pozos, otro barrio del Humberto Álvarez. La casa, de madera, es propiedad de la madre de Yosmani y cohabitaban allí con dos de las hermanas de este, que a su vez lo hacían con sus esposos e hijos. Algo insostenible. Un día se pusieron de acuerdo y limpiaron los terrenos marginales donde había un vertedero. Levantaron sus casitas con lo que encontraron, como pudieron.

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Foto: Néster Núñez

−Y todos los días decían: «Mañana van para allá, que te van a demoler aquello, que te van a sacar». Los niños asustados, llorando… ¡Aquello fue…! Que si el jefe de la Policía venía, que si iba a sacar a todo el mundo… terrible. Y estábamos en plena pandemia −recuerda Margarita.

»Todas las madres fuimos para el gobierno de Cárdenas con nuestros hijos vestidos de uniforme, porque el barrio tiene como 40 niños. Eso sonó bastante. El gobierno dijo que nos quedáramos tranquilos, que nos iban a dar el terreno. La empresa que lo tenía lo traspasó a Vivienda y ya no nos lo van a quitar. A principios de este año vinieron a decirnos que nos iban a legalizar. Pero ahora priorizan el barrio de la torre, porque temen que se caiga y los quieren sacar.

»Dicen también que no se pueden acelerar los procedimientos porque nos van a legalizar y tenemos que esperar. Pero nos toca de últimos. Y cuando saquemos los papeles y legalicemos, el Estado podrá hacer por mí. Una se acoge a la ley de las madres con tres o más hijos y eso es lo que dicen. Pero si podemos ir haciendo algo por nuestra cuenta, que empecemos, que todo va a estar legal. Y yo me pregunto: si al final nos van a legalizar, ¿por qué no aceleran unos cuantos casos como el mío, que tengo esta situación? Las mismas personas de Planificación Física vinieron aquí y yo les pregunté: «¿Yo paro, y dónde pongo la cuna? Yo sí quisiera esperar por ustedes, el problema es que no tengo tiempo».

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Foto: Néster Núñez

Sin embargo, sí les prometieron ayuda inmediata: cinco sacos de cemento y un metro cúbico de arenisca para… el techo no, por supuesto, para el piso. Parece que hay un plan gubernamental para eliminar los pisos de tierra. 

− Yo no sé qué midieron o qué anotaron, porque los papeles allá dicen que tenemos 15 m2 cuando en realidad el espacio que tenemos es de 28. Y eso, para un prepiso de tres centímetros de grosor.

»Ponen a una empresa para apadrinarte, para que te ayuden con lo que necesites y ellos puedan. A nosotros nos tocó la empresa de Servicios Comunales de Cárdenas. El director todos los días me llamaba y me decía: «Mañana sí voy, mañana voy, ya yo tengo todos tus materiales. Te aprobaron tantos y te voy a dar más». Nos dijeron que teníamos que pagar los materiales en el rastro, a precio de Estado, no a los 5 000 pesos que cuesta el saco de cemento por la calle. Poco a poco hicimos ese dinerito y lo guardamos. Él nos dijo que no teníamos que pagar nada, que la empresa nos lo iba a donar, que mil y pico de pesos no eran nada…

»Conclusión, me dijo que ya tenía los materiales en sus manos, que los había pagado e iba a mandarlos con el jefe de su brigada,  y además nos haría el piso… Y hace unos días me enteré con el delegado de que ese director explotó y nunca tuvo ningún material en la mano. Todo fue mentira. Había dicho incluso que vería si conseguía unas tejas de fibrocemento recuperadas para dárnoslas. Todo ha sido una mentira detrás de la otra, y solución no ha habido ninguna.

»También pregunté por puertas y ventanas, y tampoco. «No sé a quién hay que ver para eso… Ya eso es otra cosa», es lo que te dicen. No hay y no hay y no hay. Te dicen que están priorizando a los afectados por el ciclón en Pinar del Río.

Yosmani deja ver su molestia:

−Compadre, la solución pudiera ser fácil, fácil. Tú vas ahora mismo a la construcción de una obra cualquiera en Varadero y hay una cantidad tremenda de tejas de cinc moderno, que las cogen para delimitar el área. Terminaron de trabajar ahí y se desaparecen. Después ves a la gente vendiéndolas por la calle. Compadre, dáselas a tus trabajadores. Véndeselas a un precio no muy alto para que resuelvan su problema de vivienda. Yo estuve trabajando en la construcción del hotel Oasis, y me fui de ahí porque no se ganaba.

Foto: Néster Núñez

Ahora trabaja como ayudante en una dulcería, porque es lo que les está dando de comer. El dueño le paga por producción. Si es grande, 600 pesos. Si se hace menos, 300. Y así. A veces no hay harina o  huevos y pasan días sin trabajar.

−Los de la Seguridad Social vinieron aquí y una de las muchachas me dijo: «Coge todo lo que te den. Sí, cómo no, coge tu chequera» −dice Margarita.

−Entonces sacaron la cuenta −interviene Yosmani− y le dijeron que, según lo que ganaba yo en la dulcería, le tocaban 300 pesos. ¿Es o no una burla? Dime.

Los niños estudian en la secundaria en Guásima, a unos cuantos kilómetros de distancia. Cada lunes tienen que pagar 400 pesos para ir y venir de la escuela en un coche tirado por caballos. Al mes son 1 600, más los mandados, la merienda…

−Y hay que ir guardando para la canastilla. Pero en la cuenta que sacó Murillo, con el nuevo salario alcanzaba para todo −apunta Margarita−. Si a mí me cierran esta parte con un techo, yo aquí hago una división. Yo no quiero tanto espacio. Yo no quiero más. Que me lo vendan a plazos.  

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Foto: Néster Núñez

Un enfermero intensivista del hospital de Cárdenas, un chofer de Transgaviota y una muchacha que es lonchera en un hotel levantaron sus casas en Maquinaria. Todos trabajadores honrados. Se llevan bien, se ayudan entre ellos. No hay robos, no hay borrachos. 

Uno de los vecinos llega y se interesa por la conversación. Quiere que vayamos también a su casa. Con  la osadía de quien no tiene nada que esconder, cuenta que todos los materiales los sacó del vertedero. No tiene ni que decirlo. Su esposa está embarazada y su otra bebé duerme. Un fan de computadora sopla un poco de aire caliente sobre ella. El otro niño juega afuera.

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Foto: Néster Núñez

Ellos sí obtuvieron el cemento para el piso. Tampoco les alcanza para toda la casa, pero algo es algo. Lo peor es que su techo se filtra cuando llueve. Y si es con viento, la cama del varón se moja. Tienen que moverla y poner un nailon en donde debe ir la ventana.

Familias como estas se cuentan por miles a lo largo de la Isla. Gente honrada que solo quiere trabajar y que los salarios les alcancen para llevar una vida digna. Pero como no es posible en la Cuba actual, esperan recibir la ayuda justa por parte del Estado.

En dos meses Margarita dará a luz. Ojalá que antes la maquinaria burocrática, ahora oxidada, se engrase para que su criatura tenga al menos un techo donde vivir junto a sus padres y hermanos.

24 junio 2023 5 comentarios
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papá
Cuba

Papá, papaíto, y la cosa mala.

por Néster Núñez 17 junio 2023
escrito por Néster Núñez

Tú dices que la cosa está mala, malísima.

Papá, papaíto, te escribo esta carta… Papá, papaíto, yo no sé escribir todavía, pero tengo el teléfono y grabo mientras hablo y luego tú lo oyes.

A veces yo también te oigo. Ayer, antes de ayer, hace un ciclo de días, yo te oí decirle a mamá que la cosa está mala, malísima, pero te la seguiste tomando en la tacita que tiene el asa un poquito rota, porque una vez yo la fregaba parada en mi sillita y se me cayó de la mano. El detergente resbala y se dio un golpe, pero no se rompió completa. Por poco yo también me caigo, pero no pasé susto porque tú me enseñaste a saltar de la sillita y ya no tengo miedo. Yo hago así, y doblo las rodillas, y pongo las manos alante por si acaso, como tú me enseñaste hace un ciclo de días, pero la sillita no es alta. Después, yo puse tu tacita en el fregadero y no le dije a nadie que había tomado de ese café que había en el fondo. Papá, papaíto, esa es la cosa más mala de la vida y del mundo. ¡Qué café tan, pero tan malo!

Foto: Néster Núñez

A veces tú me preparas la leche después de leerme un librito. Me la llevas a mi cama para que ya me duerma, pero a veces la leche también está mala. Eso no te lo había dicho nunca. Perdóname, papá, papaíto, papito, pá. Yo quiero que tú me leas más cuentos y mamá me prepare la leche. Ella no le hecha tanta agua. Después yo me la tomo y te doy un beso con bigote blanco, y tú me haces cosquillas y mamá dice: “Miren la hora que es, que la niña se altera”. Entonces tú me das un abrazo y me duermo rapidísimo si quieres, pero la leche ya no la hagas más, que a ti te queda malísima como si fuera agua blanca. ¿Cuando llueve de noche, el agua es negra?

Foto: Néster Núñez

Mi amiguita Mariana, la negrita, no tiene un papá que la lleve al círculo porque está en otra parte. Yo quiero que cuando mi tío te vuelva a poner una recarga pasemos por casa de Marianita a recogerla, y llamemos por video a su papá para que él también vaya al círculo, y mi amiguita se ponga contenta. Ella llora mucho y no juega con los niños. Yo no lloro porque tú ayer, antes de ayer, hace un ciclo de días, me ponías delante de un espejo cuando yo lloraba por cualquier bobería, y no me gustan las muecas que hago. No quiero quedarme fea. Yo me río.

Foto: Néster Núñez

Papá, papaíto, ¿desde cuándo ya no me haces cosquillas? ¿Tú estás triste porque la cosa está mala, malísima, todavía en tu garganta? Mira, mañana vamos a tomar helado. El vasito cuesta nada más 65 pesos. Esos son solo tres pesos: uno de cincuenta, uno de diez y uno de cinco. Me lo explicó Zenaida, que es quien lo vende. Tres pesos no es mucho dinero, porque yo he visto que tú compras mangos y boniatos y le das al hombre mucho más que eso de tu cartera.

Foto: Néster Núñez

¿Tu cartera te la regaló tu papá? Porque ya está viejita. Yo tengo un pulsito de hilitos que tú me hiciste, y también está sucio y feo. Está guardado en un lugar secreto. Dentro de un librito; pero no te voy a decir cuál. Bueno, si me preguntas te lo digo. Es en el librito de la florecita de siete colores que cumple los deseos.

Además de helado y de ir a casa de mi amiguita Mariana, si me encuentro una florecita así, yo quiero que la cosa ya no esté tan mala. ¿Está tan mala como el reguetón que tú no me dejaste bailar ayer, antes de ayer, porque no es música para niñas chiquitas? Y me pusiste Esteeela es un granito de caneeela que no quiere que no quieeere caer… ¿dónde era? ¿En un caldero?

Foto: Néster Núñez

Bueno, papá, papaíto, ya me despido. Voy a poner el teléfono otra vez sobre la mesita de mamá y a esperarte en mi camita como si estuviera dormida. Tú llegas y oyes lo que te dije en el teléfono y me haces cosquillas. Yo voy a reírme bajito, porque mamá dice que después me altero.

Papá, papaíto, papito, pá… no vuelvas a explotar un globo cuando yo esté dormida de verdad. ¡Quedé con una cara feísima en el video y se lo mandaste a mi tío! Tú reías y yo lloraba con la cabeza entre la almohada.

El teléfono no tiene carga. Está esa rayita roja. No puedo jugar ni un poquito. Quiero que me leas el cuento de la florecita de siete colores que va de este a oeste con el viento. Y recuerda que, al caer, lo que te pida has de hacer: quiero que la cosa no esté mala, malísima, para que mi papá, papaíto, no tenga que trabajar también de noche. Yo sé lo que tú dices. No es el café. Yo entendí bien lo que le dijiste a mi mami.

Foto: Néster Núñez

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El reparto
Escenarios

Un reparto y un adiós

por Néster Núñez 11 junio 2023
escrito por Néster Núñez

Michel pasa corriendo. Lo persigue un perro alto y flaco que ladra sin parar. Atrás viene Jhonatán, más lento y gordito. Desde su balcón en el tercer piso, la vecina que siempre está hablando por WhatsApp con su hija, la de EE.UU., les grita que dejen el escándalo y se pongan a jugar pelota.

– ¡¿Con qué guantes?! -grita Michel.

– A la manito, como antes. ¡O por lo menos quimbumbia!

La viejita del quinto piso se asoma a ver si es con su nieto. La del tercero le dice: «Yo sé que son niños, pero cómo joden». La conversación se desvía antes de un minuto y me entero que al quiosco entraron los cigarros y esperan el aceite que debieron traer el mes pasado. Pero, ¿cuál de los dos quioscos, el de TRD o el de CIMEX?

El reparto

El reparto / Foto: Néster Núñez

Esos quioscos fue lo último que construyeron por los años 90, más el Ditú donde vendían pollo frito, croqueticas, potes de helado Nestlé y refrescos, confituras, chupa-chupas y cervezas. ¡Qué nostalgia! Cachito, Ciego Montero… Los cigarros Vega también se fueron a pique, como un paracaídas mal cosido. Recuerdo hasta el eslogan de los inicios: Lo mío primero. Temo que ya no haya nada nuestro, tan poco se produce en este país. A la gente le ha dado por decir que antes del reordenamiento éramos felices, pero no lo sabíamos.

De la peluquería/barbería ya no queda nada. Tampoco del taller de reparación de electrodomésticos. Recuerdo que hubo incluso un organopónico. De siete u ocho consultorios del médico de la familia, malamente funcionan dos o tres. En uno hacen guardias nocturnas, aunque a veces no hay ni oxígeno para los asmáticos. Las guaguas ya no entran al reparto. En los noventa pusieron un tractor que halaba una especie de carreta con asientos, y ahora ni eso. O sales hasta la plaza en un coche de 20 pesos o coges un mototaxi. Por el viaje más corto piden 100, imagínate. Está también la opción de madrugar y llegar caminando al trabajo, por supuesto.

Algo bueno sí hay: las matas de mango y de aguacate que se sembraron entre edificio y edificio ya dan sus frutos. Estamos en esa temporada. Veo también chirimoyas y naranja agria y, últimamente, maracuyá. ¿Qué otra cosa? Que la amenaza del gobierno de demoler las construcciones ilegales no se ha cumplido hasta la fecha. Hay casas enteras como extensión de las plantas bajas, por eso son mejor valoradas.

El reparto /Foto: Néster Núñez

Los del cuarto piso tiran por las ventanas papeles, semillas, pomos y latas, en dependencia del nivel de conciencia de cada quien y de cuán bien se lleven con sus vecinos de abajo. Estos son los que más sufren si hay filtraciones. Hace unos años impermeabilizaron las azoteas, pero la manta asfáltica ha terminado por levantarse. Además, las tuberías hidráulicas se oxidan, las llaves gotean y arreglar cualquier cosa vale un ojo de la cara. No todos pueden.

Por suerte, ya nadie cría cerdos en los baños. Los corrales están camuflados entre los edificios, sobreexplotando la obsoleta red sanitaria que debe llevar las aguas albañales al lugar de tratamiento para que no corran libres y contentas por las calles, como Jhonatán y Michel. La solución ha sido, en algunos repartos, abrir huecos para conducirlas… hasta el manto freático.

El reparto /Foto: Néster Núñez

El reparto está feo y cuadrado. Las ventanas originales que sobreviven están acabadas por el comején. La panadería hace un pan de asco y ya no vende el cake por el Día de las Madres. Los de la escalera del medio oyen a los Van Van los fines de semana a todo lo que sube el bafle. El sonido rebota entre las toneladas de concreto y se escucha como si estuviésemos metidos en una gran cueva. Unos se quejan y otros solo agradecen que no sea reguetón. Los pajaritos y los gallos andan sueltos, cantando también a su antojo.

Bajo a botar la basura. Michel me pregunta por Ayra, mi perra blanca, con quien jugaba a tirar y traer el palito. Le digo que estaba vieja, que se enfermó y murió. El niño abraza a su perro flaco. La vecina del segundo, la que cuida niños, no puede creerlo. Me dice que suba a tomar café acabadito de colar. Yo que no, que gracias, pero ella insiste. Así somos la gente del reparto.

Foto: Néster Núñez

Contrario a lo que pienso, no chismea nada. Solo hay tristeza en sus ojos cuando me extiende el café humeante. «Es un poco de Cubita que me regalaron». Yo dejo de mirarla para no acordarme de mi pastora suiza que en los últimos días tenía también una mirada similar, apagada. Le pregunto a la vecina por la foto en la pared, la de la Plaza Roja de Moscú. «Soy yo misma, estudié en la universidad, la Lomonósov».

En el reparto hay un edificio al que le decían «de los rusos», y otro que era «el de los franceses». Los franceses nos dejaron la termoeléctrica, y los rusos… la estética fea. Ahora están regresando tal vez con más fuerza. Mi apartamento está en el «edificio de los médicos» y lo estoy vendiendo a la mitad de lo que me costó. Me voy de aquí por segunda vez. Los recuerdos seguirán pegados como tatuajes, supongo. Ahora está también ese lugar que solo yo conozco, donde enterré a Ayra.

El reparto /Foto: Néster Núñez

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Maria
Cultura

María Laura Germán: Quiero volver. Quiero ir a casa

por Néster Núñez 3 junio 2023
escrito por Néster Núñez

Conversamos en el patio interior de un hotel de Matanzas, la ciudad donde ambos residimos. Entre María Laura y yo solo hay una mesa y unas tazas de café ya vacías. Para terminar, le pido que mencione tres de sus deseos más urgentes. Ella mira hacia las ventanas coloniales del segundo piso y vuelve rápido con una respuesta que deja lugar a muchas dudas: 

-Voy a responderte con el mismo texto que cierra mi obra: I want teatro, eso es lo primero. I want to come back, always come back. And I want to go home.

Que quiere hacer teatro por encima de todas las cosas, ya lo intuía. Ese fue precisamente el motivo por el que quise entrevistarla. No tanto para hablar de su reciente incursión en la dirección teatral, ni de Teatro Las Estaciones o El Portazo, dos grupos donde ha actuado o actúa y que le son vitales; ni de los premios obtenidos como actriz y dramaturga. Lo que yo quería saber de María Laura Germán era algo así como: Esa tenacidad tuya, ¿de dónde sale? ¿Por qué insistir en el arte? ¿Cómo es hacer teatro hoy en Cuba? ¿Has pensado en marcharte? Entonces, al final de todo, enumera en inglés sus deseos.

Yo, de inexperto, no llegué a preguntarle por qué en ese idioma. Como tampoco indagué en algo que ahora me parece aún más significativo: “I want to come back, Always come back”, dice… ¿Regresar desde dónde y hacia dónde? ¿Sería volver desde el presente al pasado, o desde el futuro al presente? ¿And to which home would you want to go to? ¿Al hogar de tu infancia? ¿O es que Cuba completa es ahora tu casa?

Para intentar comprenderla, hay que visitar su hoja biográfica. Pero antes le ponemos unos lazos azules en su pelo rojo, y un uniforme de niña de primaria.

Foto: Néster Núñez

Proveniente de una familia humilde y trabajadora, María Laura Germán nació en 1989 y sufrió, junto a su hermana mayor, los mismos apagones que todos los niños cubanos —y los adultos— en la década de los noventa del siglo pasado. Si algo la diferenció en esa época fue que sus padres no la dejaban mataperrear por el barrio con los coetáneos de ambos sexos, porque en la calle donde vivía había mucho tráfico y era peligroso. Por eso, se recuerda a sí misma detrás de una butaca en las tardes calurosas y las noches oscuras, no precisamente dando una perreta para que la dejaran salir. Al contrario, gozaba.

—Cogía los adornitos de arriba de los lápices, que eran gomas de borrar a veces con formas de muñequitos, y me inventaba unas obras de teatro para entretener a los amiguitos más pequeños. Ahí yo actuaba, dirigía y hacía todo: un unipersonal desde atrás de la butaca.

Foto: Néster Núñez

Cuando habla de la génesis de su creación, también recuerda los «festivales de arte» que hacía con su hermana, donderepetían canciones o poesías aprendidas en la escuela (a viva voz y con gestos glamorosos, imagino).

– Pero como yo era más inventora me ponía a cambiar las canciones, y mi hermana entonces decía: ¡Mamá mira, esa canción no existe, María Laura está inventando! Y ahí mismo se formaba.

«Y lo otro fue escribir. Desde chiquita imité a mi hermana, que era la que escribía unos cuentos de terror fabulosos. Empecé a escribir a partir también de la influencia de la lectura, de estar en la biblioteca todo el tiempo con mi mamá, que fue bibliotecaria desde que tengo uso de razón. Además, mi abuela por parte de padre me enseñó a mecanografiar, y viernes y sábados por la noche me dejaban darle a las teclas hasta tarde si había corriente, porque no tenía escuela al otro día.

»Ahí empecé a escribir mi primera novela. No recuerdo cómo se llamaba, solo que iba a tener 27 capítulos… Era algo de una isla con un tesoro. Bueno, claro, la influencia de lo que uno leía. Y tenía un mapa con un lago… Todo eso lo perdí. Pero son mis primeros acercamientos a la creación».

Foto: Néster Núñez

Quizá a esa infancia-isla feliz, pese a las carencias materiales, es a la que ella always wants to return. A una familia que apoyó y estimuló sus inquietudes creativas. Y no hablo de regresar en el sentido estricto de la palabra. Sería más bien permanecer, evitar que se pierda, que se separe, no la familia de ella, que sigue en el entorno cercano, sino la de muchos cubanos. Así de cruda es la realidad.

Quizá por eso en su I Want, la obra que escribió y  dirige, están Pippa Medias Largas, Peter Pan y Dorothy, la dueña del perro Toto. Hijos todos de padres ausentes, de conflictos que María Laura no vivió pero que le preocupan,al punto de tener que sacárselo de adentro como si gritara.   

—Yo creo que la importancia del arte, desde siempre y sobre todo ahora mismo, es esa posibilidad que te ofrece —como ser creativo que tienes una diferencia con la norma—, de gritar, de hacer una determinada demanda social.

Foto: Néster Núñez

Hay formas y formas de expresar las demandas, de salir a la calle, de gritar preocupaciones y dolores. Para María Laura es el arte. Escribe sus textos, actúa para los niños en Teatro de Las Estaciones bajo la guía de su padre Rubén, como gusta llamarle. Tuvo sus protagónicos en El Portazo de Pedro Franco y trabaja en el grupo dramático de la radio provincial. También imparte clases…  Igual, tiene que luchar la comida y hacer las cosas que todo el mundo hace, pero a ella se le da de un modo distinto:

«Cuando tengo que hacer labores mundanas, como ir a la bodega… me gusta observar. No la metatranca, sino mirar a la gente… A veces me parece triste que haya gente que viva sin pensar en algo más allá de lo que está haciendo en ese momento: en levantarse, cocinar, fregar, buscar los mandados…

»Para mí es imposible vivir sin crear. No solo cuando uno ya está en el proceso de montaje de una obra, lo mismo como actriz que como dramaturga que como directora, sino el crear constante que está siempre en la cabeza del artista. Vas por la calle y ves una imagen y de pronto te haces una historia. A lo mejor sale algo y a lo mejor no. Pero dices: ¡Ño, si yo supiera fotografiar esto, sería tan buena foto!»

Habrá gente común que no la entienda, que diga que eso es evasión o estar en las nubes, y si pudieran le preguntarían: ¿Regresar al alquiler que tienes hasta que el dueño desee vender la casa? ¿Y cuándo vas a tener la tuya propia? ¿Y tus hijos? ¿Has pensado en tenerlos o te da miedo la inseguridad en la que vives? ¿Y qué haces de comida? ¿Y con el transporte?

No sé hasta dónde la realidad condiciona la felicidad de María Laura puertas adentro, cuando llega a las cuatro paredes que le sirven de refugio. Lo qué sí me dejó claro es que no se detiene:

«Hacer arte en Cuba es muy difícil, porque todo está muy difícil. Para el que crea y para el que no crea. Para el que cree y para el que no cree.  Pero a lo mejor es que mi enseñanza viene de Rubén, que  fundó Estaciones en el año 94,  un periodo superdifícil. Y de una forma u otra, uno aprende del legado de sus padres. Tal vez verlo sacar adelante un proyecto que, por supuesto, ha tenido altas y bajas aun siendo uno de los mejores grupos de teatro de este país, me hace decir: Definitivamente, cuando se quiere se puede.

»Yo creo que todo el mundo piensa en algún momento en emigrar. En algún momento del día, una vez a la semana o al mes, me parece que pasa por la cabeza, si no de todo el mundo, de casi todos. No he pensado en hacerlo decididamente, sino que me ha pasado por la cabeza y me he cuestionado muchas cosas, y he estado harta, harta y agotada y triste y decepcionada, pero me sucede algo: y es que yo no puedo vivir sin hacer arte, y me asusta mucho irme a otro lugar solo para poder comprar comida y champú. No me parece justo. No me parece justo conmigo misma, que me he pasado la vida construyendo esto que estoy empezando a ser, o que soy… De pronto empieza a salir una María Laura de la que aquella niña que fui estaría orgullosa… y está de pin…, perdóname la palabra, irme y sí, llenarme el estómago y lavarme la cabeza y no tener caspa. Pero sin hacer arte, no puedo. Me muero de tristeza. Te lo juro. No tengo valor. Me parece que no voy a poder. No estoy dispuesta. Ahora mismo… no».

Ella quiere teatro. Por ahora no desiste. Pero el tiempo pasó y ya no es tan fácil como entretener a unos cuantos amiguitos desde atrás de la butaca. María Laura lo sabe.

Foto: Néster Núñez

3 junio 2023 10 comentarios
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Habana
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La Habana: híbrida y enchufable

por Néster Núñez 27 mayo 2023
escrito por Néster Núñez

Un híbrido enchufable es la solución perfecta. Te da la autonomía eléctrica que necesitas para tus trayectos diarios y la flexibilidad del motor de gasolina para viajes más largos)

De Matanzas a La Habana los carros particulares cobraban mil pesos el pasaje, y a esa hora de la tarde (2:00 p.m.) ya no había camiones. Pero una guagua que iba de Varadero al aeropuerto José Martí paró enseguida y fui turista mientras duró el viaje: buena música, no reguetón y, con aire acondicionado incluido.

Antes de bajar en el Parque Central, el chofer avisó: “Son cincuenta pesos por persona”. Casi hago por pellizcarme, por si era un sueño, y cuando vi que era real hasta pensé en dejarle propina, pero me dije que los canadienses o los argentinos que recogería tendrían mejor economía que yo. Bastó el solicitado billete de Máximo Gómez más un bien sentido: “Gracias, chofe”, y puse el pie derecho en la acera, para que la suerte no se fuera de mi lado.

HabanaNo voy a negarlo: antes, yo iba directo al Capitolio. Claro, uno no iba así, al pecho, sino con esa cautela del que no quiere que sepan que vienes de una “provincia del interior”, que eres un guajiro, vaya. Me encantaba el señor de la cámara vieja sobre el trípode, el que se metía debajo de la tela negra para hacer su magia, su química, y entregarte luego unla foto de bastante mala calidad y aún mojada.

Esta vez, primero, no vi a ningún fotógrafo de esos. Y segundo, no quería no distraerme de las cosas prácticas por las que había ido a la capital de todos los cubanos, a la Poma, como se decía en mis tiempos. Tenía que ir al Cerro a arreglar unos lentes, y de paso, conseguir comida más barata. La idea era ir a La Cuevita, porque allí venden de todo, según me dijeron. Estuve como tres minutos decidiéndome bajo la sombra de los árboles frente al Teatro Nacional, y terminé por hallar el equilibrio: paseo y comida para lo que quedaba de tarde. Los lentes en El Cerro serían para el otro día.

Habana

(Cuando la autonomía eléctrica del Santa Fe Híbrido Enchufable se acaba, se activa el modo híbrido, lo que te permite utilizar el motor de gasolina, el motor eléctrico, o ambos. Ve hasta donde lo necesites…)  

La Habana tiene esto del Morro, los hoteles nuevos, muchos más negocios que en otras provincias… pero la mayor parte de la gente que vive allí pasa el mismísimo trabajo que el resto de los cubanos. El cigarro que venden en la bodega no es el Popular feo de la fábrica de Holguín, sino el Popular azul, con filtros, que parecen de juguete por serlo chiquitos. Y hay esos módulos de pollo, picadillo y salchicha todos los meses; más gas de la calle en muchos barrios; y las “gacelas” que siguen surcando con su amarillo de taxi el gris sucio de buena parte de la ciudad, parece que son como si fueran de petróleo.

Y muchos más almendrones. Y muchos más edificios en ruinas. Ah, y Gaesa y la Revolución están levantando el hotel más alto de Cuba. Pregunto y un constructor me responde que ya llegaron al tope. Cuarentaiún pisos, creo que dice. Aspiran a llenarlos de turistas algún día, o si no, ¿para qué lo construyen? Para un cochero por la Catedral, el negocio está bien malo. “Se hace alguito, pero nada comparable a antes de la pandemia. El que te diga otra cosa te está mintiendo. Hazme caso, que yo soy viejo en esto”.

Habana

Hay más banderas cubanas que en otras ciudades. Y más grafitis. El conjunto escultórico dedicado a Antonio Maceo no está rodeado de cercas de hierro, como el de José Martí en el Parque de la Libertad de Matanzas, y por eso unos adolescentes juegan allí como si estuvieran en la mismísima Expocuba o en el parque Lenin.

Habana

(MÁS GRANDE. MEJOR. PREPARADO PARA EL FUTURO. Con su increíble diseño, el Santa Fe Híbrido enchufable está listo para conectarse y ofrecerte una gran gama de servicios inteligentes)

Hablando otra vez de la gente de La Habana: normales. Ni más oscuros ni más lindos ni más feos que el resto de nosotros. Es más, ni se les ve en las caras que estén a punto de protestar por cualquier cosa. Transporte hay mucho menos que antes, se nota en La Rampa, por ejemplo, casi vacía a las cinco de la tarde. Y hay perras colas en los servicientros, o no, si total, están desabastecidos. Y los habaneros tranquilos, sentados en las aceras sentados conversando mientras conversan con los vecinos o buscando igual que yo el lugar de la comida más barata. Cerveza encontré en muchas partes, incluso importada, a ciento cuarenta, la importada. Eso es como a 75 centavos de dólar, dado el cambio actual. ¿Qué estaba hablando?: La Habana sí tiene su talla.

HabanaUna señora me ve con la cámara y pregunta si yo mando a concursos. Le doy un poco de muela para ver por dónde viene y lo que me dice es que tiene una foto que gana en cualquier parte. Está sentada en el quicio de su casa con la bisnieta y una vecina. Me muestra el celular. Es María de Las Mercedes, su bisnieta. “Faltaba un mes para que naciera y mira ya como empujaba”. Sonríe ella. Le digo que tremenda foto, que me la mande por WhatsApp para ver qué se hace.   

Habana

En fin, que recorrí en esos dos días unos cuantos municipios: Habana Vieja, Centro Habana (los amigos que me alojaron viven en un cuarto en El Vedado), Plaza, El Cerro y… Marianao. Allí vi la prosperidad con mis propios ojos, que casi se quedan bizcos: estaban vendiendo ciruelas, como diez o doce en un pozuelo plástico, y no estaban ni tan siquiera maduras. A lo que me refiero es que no fui a Miramar ni a los otros repartos de la gran alcurnia, y aun así conseguí queso blanco a 450 pesos (¡me ahorré 50! En mi ciudad está a 500 la libra).

Lo otro que novedoso que vi fue un Hyundai Santa Fe cogiendo carga en una de esas casonas venida a menos, en la mismísima Centro Habana. O no sé si me llamó más la atención la escalera de mármol, la estatua que perdió la cabeza o los sofisticados adornos que algún día también terminarán destruyéndose, al paso que vamos.

HabanaEsto tampoco voy a negarlo: lo del Hyundai tuve que googlearlo, porque vi el cable pero no estaba seguro de que fuera un Híbrido enchufable. Y sí, confirmado. En España cuesta 48 860 euros. No quise ni buscar el precio en Cuba porque, total, dicen en las redes que ya hay un Tesla de más de 100 000 circulando por las calles de la Poma.

Una última cosa, a modo de chisme. Alguien hoy está jugando con el catao aquí en mi barrio. Han cortado la corriente tres veces en lo que escribo esto, y la batería de mi backup no sirve desdeya hace rato. Voy a buscar en Google a ver si algún compatriota inventó una PC que funcione con petróleo. La verdad, no me asombraría. Hubo algunos que sacaron gasolina del plástico ahí mismo, en el patio de su casa.  

Habana

27 mayo 2023 6 comentarios
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Abrazo
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La hora del abrazo

por Néster Núñez 13 mayo 2023
escrito por Néster Núñez

Uno que va por la calle metiendo la cabeza en todos los quioscos, los timbirichis, preguntando a los vendedores ambulantes por un regalo para el día de las madres. El regalo justo, medio barato, simbólico y utilitario a la vez, tan difícil de encontrar.

Que si un libro, un ramo de flores, un vestido alegre para el verano, un par de zapatos, un adorno para la sala. O imprimir una foto ampliada de la última vez que toda la familia logró reunirse. O mejor, recargarle el teléfono, que se compre un paquete de datos. O buscar unas cervezas para brindar y olvidarse del calor, de las penurias cotidianas, de la ausencia del hijo lejano y, si se pone de suerte, hasta de los dolores del parto.

Abrazo

(Foto: Néster Núñez/LJC)

—Yo sé que a mí no van a regalarme nada. Es más, no quiero regalos —mi amiga suelta eso y después se encoge de hombros, le da un sorbo al café y hace una mueca como estuviera muy dulce o muy amargo—. No me merezco ningún regalo, por mala madre.

Mi amiga tiene dos hijos. El varón de siete y la niña de tres, que es la candela. Inquietísima. No se sienta ni para comer. Hipercinética más que el padre. A él le llegó el parole enseguida. Está abriéndose paso allá para cuando ellas lleguen.

Además de eso, mi amiga tiene casa propia, aunque al frente viven sus padres, que la ayudan bastante. Después que se fue su esposo ella no dejó de trabajar, lleva a los niños al círculo y a la escuela, cocina la mayoría de las veces, limpia, lava, los saca a pasear para que no extrañen tanto al padre…

—Ayer fue un día de esos —dice—. Desde por la mañana: lavatín completo, limpieza… Mami se llevó a los niños para que yo adelantara, y a eso del mediodía ya estaba yo tirando la ropa seca encima de la cama. Tenía tremenda hambre, y cruzo a almorzar algo. Mami había hecho unos chícharos riquísimos. Me como un tremendo plato y cuando termino noto todo tan tranquilo que le pregunto a mami por los niños.

Abrazo

(Foto: Néster Núñez/LJC)

—¿Cómo que los niños, mija? Si te los dejé allá hace un rato.

—Ya tú sabes, ¿no? La corredera. Que si yo estaba en el patio y ella me gritó que los dejaba ahí para que vieran los muñes. Que si cerró la puerta de la casa cuando salió. Pero mami, si la puerta estaba abierta. La habrás dejado abierta cuando limpiaste. Que no, mami, tenías que llamarme. Pero si te grité y tú respondiste que no me preocupara… Pues si dije eso habrá sido en modo automático.

Todo eso buscando como dos locas a los niños por todas partes, claro. En la casa de ella, en la mía. Debajo de las camas, en los escaparates, en el baño, arriba del techo. Y cuando no los encontramos, para la calle a preguntar al que pasaba, a los vecinos. Un barrio cubano en plena histeria, imagínate. ¡Y yo pensando cómo decirle a mi esposo que había perdido a los niños!”

Abrazo

(Foto: Néster Núñez/LJC)

Parece que el café le va a salir por los ojos, en vez de lágrimas. Toma de mi vaso de agua y después pone la mano delante de mí para que vea cómo tiembla al recordarlo.

—Y nada. Que en un momento estoy paralizada así con la vista perdida hacia la puerta abierta de mi casa, y veo que la niña llega y se sienta en el quicio de la entrada con la almohadita de dormir y el dedo gordo todavía en la boca. Así es como duerme ella. Les había tirado encima el bulto de ropa limpia. El varón todavía estaba allá abajo. Los cogí a los dos y les di así un abrazo…

Por eso no merezco ningún regalo, dice mi amiga y pide a la camarera otro café y sigue hablando de si les llega a pasar algo, de lo mala que tiene la cabeza, de que cualquier madre en este país lava con lo que tiene y le da a los hijos la comida que aparezca pero no se les pierden, que ella no sirve para madre…

Abrazo

(Foto: Néster Núñez/LJC)

Sin embargo, yo dejé de oírla. Me quedé atrás, en el abrazo. En el apretón que le dio a sus hijos contra el pecho. En su corazón latiendo todavía asustado, porque se supone que una cosa así no le pase a una madre. La miro y se está riendo, aunque un par de lagrimones se le escaparon.

—Te juro que me estoy volviendo loca —dice—. Esto es demasiado.

La consuelo diciéndole que a mí también me pasó, pero al revés. Que de niño mi madre me dejó en un banco del policlínico para hacer unas preguntas y yo no vi lo que hizo, para dónde cogió, y salí a buscarla a una de las calles más transitadas de la ciudad. Crucé hasta el parque. Tendría yo como cinco años y empecé a llorar cuando no la encontré. Pero que después mi mamá vino corriendo y me abrazó también. Que abrazos así es lo que vale.

Abrazo

(Foto: Néster Núñez/LJC)

Pagamos los cafés y salimos caminando.

—Hace rato no abrazo de verdad a mi madre -dijo mi amiga—. Un abrazo de esos, asustado. Como si no fuera a verla en largo tiempo.

Ponerse cursi es algo que hacen los amigos, creo. O sentimentales. Por eso nos pusimos a hablar de abrazos mientras yo hacía fotos.

—Es que el mundo entero debería ponerse de acuerdo para abrazar a las madres a la misma hora del mismo día. Como mismo se hace los 31 de diciembre.

—Un abrazo público, sin nacionalidades, que sea transmitido por todas las cadenas de televisión.

—Que no se quede una sola madre sin ser abrazada. Por muy loca que sea, por muy histérica, por muy vieja o muy joven o muy rica o muy pobre.

Abrazo

(Foto: Néster Núñez/LJC)

—No decir más “Felicidades” y seguir de largo, sino dar ese abrazo apretado aunque la madre no sea la tuya sino la de otro.

—Y que se llame el momento de la madre. Y que no sea solo una vez al año.

—Y que no haya que regalarles nada más que un abrazo, por supuesto. No he visto una cosa más estresante.

13 mayo 2023 7 comentarios
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De gente, un mar, más ChatGPT

por Néster Núñez 7 mayo 2023
escrito por Néster Núñez

El viernes 5 de mayo hubo sol bueno, y un mar de gente salió a desfilar por las calles de Cuba. 

La tormenta no pronosticada la llevaba yo debajo del pulóver rojo, que me puse expresamente para insertarme entre la multitud, como uno más del sindicato.

El mal tiempo era un susto. Como también lo era en el pecho el gesto de sacar la cámara. Que preguntaran ¿para qué?, ¿para quién?, o ¿qué, cuándo y dónde…?

Gente Primero de MayoPero la conga sonaba rico y los trabajadores bailaban tan gozosos, que me contagié de esa alegría carnavalesca lo suficiente como para encontrar un buen motivo y hacer la primera foto de la multitud, de la muchedumbre, del gentío, de la masa (¿sin cantera?) de trabajadores que avanzaba indetenible y heroica hacia la tribuna, bañada por el agradable sol de la mañana, con sus carteles y banderas sacudidos sobre las cabezas mientras eran batidos por el aire.

Azul. Rojo. Blancos. Los colores de la patria, uníos. Rostros serios pero no tristes, interpreté en ese momento. Risas y hasta carcajadas. Baile, choteo, consignas pre-hechas y consignas improvisadas gritadas a todo pulmón:

¡Unidad, compromiso y victoria!

¡A la Patria, manos y corazón!

Capté además con mi lente aquella foto kordiana del Che con el cartel más moderno detrás como de los años ’80, con un estilo vintage, como se dice ahora, del miliciano optimista: “En defensa de la patria, por un futuro mejor”.

Gente Primero de Mayo

Gente Primero de MayoDe casualidad o no, la voz engolada y omnipresente del animador anunciaba por los altavoces de la tribuna el paso de los trabajadores de la empresa Bellotex y estos a su vez respondían, a punto de explotarles las venas del cuello:

“¡Eeeh, la textilera aquí! ¡Eeeh, la textilera aquí!”, mientras los pitos plásticos de toda la vida, esos que soplábamos en los cumpleaños infantiles, sonaban y sonaban como diciendo fañosamente: Cuba sí es una fiesta, Ernest Hemingway, donde quiera que estés. París ni París. Nosotros sí somos trabajadores felices.

Gente Primero de MayoNo sé si es la felicidad lo que los mueve, o el compromiso o la inercia o el miedo o la confianza en el porvenir… O los tambores y la trompeta de la conga, que suena más fuerte según avanza la tarima. Sí, porque de pronto siento que levantamos los pies y los brazos, pero en el mismo lugar, y es la tribuna la que se nos viene encima, aplastante. Que los jefes y directivos y políticos desde la cumbre han visto lo mismo que yo, la pancarta enorme que reza, que vocifera: “Todos somos Copextel”.

Gente Primero de MayoMas la pesadilla del regaño no se cumple: nosotros vamos y la tarima permanece, como si nada. Así andan los tiempos. De todos ser Fidel, a todos ser Copextel. Lo que se impone es la mentalidad empresarial, parece evidente. Aunque no veo carteles que anuncien la presencia de ninguna Mipyme, con tantas que ya han creado a lo largo y ancho del país. Quizás iban a la vanguardia y yo llegué tarde con mi pulóver rojo. El que sí hace zafra es el cuentapropista vendedor de pitos y globos, como buen inflador que es. Y el de las rositas, inflador también de granos de maíz. “Estamos demostrándole al mundo que Cuba no está sola, que Cuba vive y trabaja”, dice por los altoparlantes la voz engolada.

Lo que sigue después es regresar pronto a casa, caminando también, o sumarse a la fiesta otra. La que se hace en la plazoleta con cerveza dispensada o de lata y ron Cajío, el más barato que hay. Va a tocar la orquesta de DJ, GD, DG… no me acuerdo. El hijo de alguien importante, dicen.

Gente Primero de MayoGente Primero de MayoLlego a casa con una pregunta en la cabeza, un susto distinto del anterior: el de ser parcial en la respuesta, de que primen los sentimientos sobre la razón y la verdad. Por eso me quito el pulóver y ya frente al ventilador logro conectarme con Chat GPT-4. Le pido que liste los posibles motivos de por qué los cubanos acuden en masa al desfile.

La Inteligencia Artificial responde:

  • Celebrar el Día Internacional de los Trabajadores.
  • Demostrar su apoyo al gobierno y al Partido Comunista de Cuba.
  • Recordar la Revolucion Cubana y la lucha por la independencia.
  • Unirse a otros trabajadores para exigir mejores condiciones laborales y salarios más altos.
  • Mostrar su solidaridad con otros países y movimientos socialistas.

En algún momento de mi interacción, sale un cartelito aclaratorio: ChatGPT puede producir información inexacta sobre personas, lugares o hechos.

Gente Primero de MayoEl viernes 5 de mayo hubo sol bueno, igualito al del lunes primero de mayo.

7 mayo 2023 8 comentarios
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