La Joven Cuba
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Miguel Alejandro Hayes

Miguel Alejandro Hayes

Articulista. Ensayista. Editor de La Trinchera

Cuenta propia o privado

por Miguel Alejandro Hayes 26 abril 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

Relata García Márquez, que los Buendía, cuando perdieron la memoria pusieron a las cosas un papel con su nombre para recordarlo. En la Cuba de hoy todavía hay cosas que no llamamos por su nombre. ¿Será necesario que nos acerquemos a Macondo y tengamos que pegarle a cada una también un papel?

Se pudo apreciar desde el inicio del llamado período especial una apertura en la economía, pero no es hasta el año 2011 que esta se ve con más fuerza,  dando paso a nuevas formas de gestión, y sobre todo de propiedad. Así surgieron una serie de negocios que van desde el tradicional zapatero, hasta bares y restaurantes.

Con todo esto, se consigue pensar que hubo cambios favorables a “la salud macroeconómica” del país y principalmente para las cuentas del estado cubano. Rápidamente, alrededor de medio millón de trabajadores salieron del sector estatal y hoy rondan el millón los que se encuentran bajo la conocida forma “por cuenta propia”. Esto hizo que el estado pudiera ahorrar una buena suma de dinero en salarios, que ahora corrían por cuenta propia.

Lo otro significativo fue que este nuevo sector, sobre todo el de la parte de los servicios, se figuraba como un gran pie de apoyo a la necesaria infraestructura que demandaba una ascendente cuota de turismo foráneo: habitaciones, cafeterías, etc.

Lo mencionado, eran los temas en boga en academia y espacios de debate cuando se respiraba el aire de la panacea del cuentapropismo. Sin embargo, tanta euforia y la conveniencia seguida del servilismo de los fraseólogos, no dejaron que voces con conciencia (o al menos conocimiento) elevaran lo suficiente las inquietudes. Así pasó por alto algo muy importante: ¿era el dueño de un restaurante de éxito un cuentapropista?

Parece que sí, realmente la ideología es una falsa conciencia, y por desgracia a veces la confundimos con fundamentalismos. Ese mismo fundamentalismo hizo que se negara un fenómeno que ni las leyes (jurídicas) reconocían: la propiedad privada en Cuba.

Es necesaria hacer una distinción: la del cuentapropista del privado. Para sorpresa de muchos, nuestro “ideología socialista” diferencia muy bien la propiedad personal de la privada. Creo que sigue siendo bastante claro: la contratación de fuerza de trabajo, condiciona la propiedad privada. Me parece redundante decirle al lector, pero hay que recordar ese emblemático Capítulo 24 de El Capital que ni siquiera me tomaré el trabajo de referenciar, donde se explica el hecho de que haya un hombre que no posea medios de producción (en el sentido que muchos lo entienden)(1) que vende su fuerza de trabajo a otro que sí los tiene. Eso se llama capitalismo, y elemental, es propiedad privada CAPITALISTA. Y digo capitalista porque claro está que no es feudal ni esclavista, no se piense que es un peyorativo.

¿No es el dueño de un bar, restaurante u otros negocios un dueño de medios de producción que contrata a otro hombre que no los posee? Yo lo veo claro, y ese dueño, no escapa de la lógica de Marx y es también, un privado. Él es diferente de ese pequeño productor que sacó su licencia y ejerce (quizá junto a su familia) un pequeño negocio sin contratar fuerza de trabajo. El cuentapropismo está sirviendo de disfraz al florecimiento de la empresa privada capitalista.

No digo que sea mala la propiedad privada, eso es un debate estéril. Lo que hay que tener en cuenta es esa diferenciación, y reconocer sin miedo alguno, la existencia de esa propiedad privada en nuestra sociedad. He podido apreciar en muchos, incluso colaboradores de LJC, la confusión mencionada. Si no conocemos lo que realmente tenemos, no sabremos actuar en coherencia con la realidad. Si es privada, dejémonos de eufemismos y llamémosle así sin más. Tal vez no nos haga falta tener que pegar papeles a las cosas con sus nombres.

(1) Yo tengo otra visión sobre qué son los medios de producción. Se puede encontrar en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=236679

26 abril 2018 65 comentarios 784 vistas
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Pase lo que pase

por Miguel Alejandro Hayes 18 abril 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

Hoy ocurrirá un cambio en la máxima dirección del país. Se dará entrada a una nueva figura en un proceso de transformaciones sociales muy complicadas. En medio de la preocupación no dejo de preguntarme ¿qué pasará?

Intento buscarle un orden, dirección y sentido a lo que ocurrirá. Algunos con exceso de optimismo me dirían que toda está bien claro en esos documentos llamados lineamientos. Si pudiera responder con un emoticono a quien me diga eso, le pondría la carita que parece decir -no te entiendo nada-.

Me gustaría creer eso, pero no es así. Es más, me aterra el hecho de tener fe en los lineamientos. Me gusta su espíritu, pero ¿y el cuerpo? Solo hay que leerlos para advertir ciertas faltas que no es necesario ser académico para notarlas.

Por solo mencionar, nuestros lineamientos no están jerarquizados, ni se plantean un grado de interdependencia entre ellos. Son un listado, que dan al socialismo tal y como no debe darse: de forma abstracta. Con tal estado de las cosas, no me tranquilizan mucho esos escritos.

Debo mirar qué está pasando, y desde ahí, quizá obtenga mejores predicciones sobre mi futuro (y el de mis compatriotas). No me interesa mucho el tema de las licencias y su estancamiento (que se anunció como temporal). De hecho, si abogara en un contexto así por un asunto como ese, no dudo que me acusen de alinearme con cierta derecha pro-capitalista (al estilo años 50).

Resulta que hay cambios recientes más concretos y preocupantes. Se aprobó ese nuevo y ya famoso mercado mayorista. Ante él, muchos anuncian la felicidad del negocio privado (mal llamado muchas veces “por cuenta propia”). Acúseme de lo que se me acuse: ¿se ha pensado en la implicación de esto?

Me gustaría recordar que hasta ahora (sin el mercado mayorista) las diferencias sociales en Cuba son importantes (si alguien tiene duda intente consultar el índice de desigualdad del país[1]).  Solo hay que pensar que si ya estas  diferencias son así, ¿cómo será cuando ese privado adquiera sus insumos en precios inferiores? Su rentabilidad aumentará mucho más. En pocas palabras: el ya rico lo será más.

No tengo nada en contra de ellos pero, ¿por qué aparece una política ahora que lo que hace es fomentar la desigualdad habiendo problemas más importantes? Estoy seguro que mis compañeros economistas estarán de acuerdo en que tal medida no traerá consigo una reducción del precio de los servicios que da el sector privado.

No sé si fue consciente o no pero el efecto se verá. ¿Habrá alguna mano detrás de eso? ¿Cómo es posible que la política estatal apunte a favorecer no precisamente a los que más les hace falta?

Con semejante cosa mi proyección del futuro puede tender a pensar en un escenario similar a Rusia pos-URSS. Es un fatalismo que no quiero ni pensar, pero que es una posibilidad.

Intentaré no pensar de esa forma, pero no acepto tampoco la confianza, sobre todo por cómo vivimos, en que ahora va todo a estar mejor. Ya se cuestionaba Mario Valdés Navia el triunfalismo que heredamos de los camaradas soviéticos, y que no nos suelta todavía.

Si casi no crece nuestra economía, si la industria sigue en el mismo lugar, si el Mariel no despega, si la producción de alimentos, el transporte y toda la infraestructura no florecen, ¿cómo esperar que repentinamente un cambio en el gobierno, un mero hecho formal, mejore la realidad?

Aún cuando ya hay cosas que no son buenas señales, siempre puedo, en el  mejor de los casos, esperar un alto grado de compromiso en el nuevo gobierno. Pero de todos modos no es solo el compromiso del cirujano lo que salva a su paciente, sino también la certeza con que hace su operación. Por eso, pase lo que pase, ante el nuevo período que se avecina solo puedo, al igual que muchos, intentar ser optimista y  tener el deseo y la ilusión  casi idealistas de que mejore la vida de los cubanos.

[1]El índice de desigualdad (Gini) de Cuba no es público.

18 abril 2018 51 comentarios 259 vistas
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Los caminos de la UJC

por Miguel Alejandro Hayes 4 abril 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

Hoy la Unión de Jóvenes Comunistas cumple aniversario de fundada. Si tuviera que hacer un diagnóstico a su funcionamiento, no dudaría ni un momento en tomar esta idea: “a la Unión de Jóvenes Comunistas le ha faltado un poco de espíritu creador. Ha sido, a través de su dirigencia, demasiado dócil, demasiado respetuosa y poco decidida a plantearse problemas propios” (1)

¿Quién dijo eso? Esa será la pregunta inmediata de quienes se sientan aludidos o amenazados en tan cortantes, sinceras y certeras palabras. Si digo que lo dijo un disidente, un desafecto al sistema o simplemente un contrarrevolucionario muchos me creerían. ¡Pero no!, eso lo dijo Ernesto Guevara.

La frase vino de un hombre de integridad moral intachable, y de los que -al pasar por el filtro de Alina López– no quedaría como un fraseólogo, por eso hay que pensar en ella. La sentencia invita a la reflexión. Al leerla somos transportados de inmediato a un contraste con nuestra realidad. Pareciera como si el Che, estuviese hablando entre nosotros.

Yo tenía 14 años, y fui de esos jóvenes que no entró automáticamente en las filas de la UJC. Mi escuela secundaria me consideraba demasiado rebelde para ser parte de sus filas. Entonces ni me importaba mucho, ni tenía tanta conciencia política.

La profundidad de la adolescencia, las lecturas, la búsqueda de ese paradigma al más puro estilo sartreano me llevaron al pensamiento del Che. Fue así, que entre mis inquietudes, pasó a ocupar un lugar importante ser militante.

Tuve que esperar a ingresar a la universidad, donde por suerte (por mi comportamiento evidentemente revolucionario) adquirí la tan deseada condición. Para entonces, conocía los problemas que aquejaban a nuestras organizaciones, pero me mostraba optimista hacia la práctica de la que ya era un nuevo miembro. Me adscribía al espíritu fundacional y su rol dentro de la sociedad socialista. Prefería tener fe, o mejor dicho, pensar que sí porque sí.

He intentado continuar pensando así, pero un amigo recientemente me argumentaba cómo nuestra organización era otra de esas tantas herencias soviéticas que implementamos en la práctica política, y muchas dudas me comenzaron a asaltar. No puede ya evitar caer en pensar sobre lo que se cuestionaba el Che. Me pregunto si los efectos de no superar los señalamientos hechos por él hace más de 50 años pueden ser nefastos.

Lo más preocupante es que nuestra convulsa realidad sigue necesitando una juventud más decidida, menos dócil y respetuosa. ¿Hasta cuándo seguirá siendo así? No se puede estar de espaldas a eso.

No pretendo hacer una crítica severa en momentos de celebración, pero es necesaria una profunda revisión en las líneas de trabajo de una organización que se considera a sí misma de vanguardia. Mientras su razón de ser sea “cumplir con lo establecido”, queda mucho por hacer.

Solo espero, que nuestro destino no sea igual que el de aquellos konsomoles, y que a diferencia de ellos, nuestros militantes en los momentos más difíciles no se queden esperando una indicación de qué hacer.

Espero que ese militante sepa separar lo que es defender la Revolución, de seguir una indicación, aunque sea en casos extremos. Y aunque eso implique un problema, se porte a la altura, tome su rienda y sea decidido.

Quisiera terminar felicitando a la UJC y encomiando el trabajo de quienes en ella han asumido esas responsabilidades en tiempos en que otros jóvenes se dedican a mejorar su economía. Eso merece respeto, la organización también, por eso es que en su día el mejor homenaje es ayudar a mejorarla.

1. Borrego, Orlando. El camino del fuego. La Habana: Imágen Contemporánea, 2011. pág 245

4 abril 2018 69 comentarios 738 vistas
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A ese hombre hay que respetarlo

por Miguel Alejandro Hayes 20 marzo 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

Cuando un cubano que vive en Cuba va a buscar un nuevo trabajo en el sector estatal, que es el que ofrece la mayoría de los empleos en nuestra sociedad, tiene que pasar determinados procesos. Dentro de estos, está el de las llamadas verificaciones. ¿Son verdaderos diagnósticos en aras de velar por una correcta contratación o un anacronismo heredado de épocas más dogmáticas?

Si bien es cierto que el proceso no se da en muchas ocasiones de la manera ideal, sí juega un papel importante en la contratación del ciudadano. Durante el proceso, en los CDR se debe buscar información sobre su comportamiento en el  barrio. Si es buen vecino, si hace las guardias, si tiene una actitud político-ideológica correcta, es parte de lo que se averigua. ¿Cuál es el origen de semejante cosa? ¿Por qué se mantiene en nuestra sociedad? ¿Para qué sirve?

Todo empezó en épocas de euforia revolucionaria, -de paranoia e ignorancia diría yo-, donde el que no estaba con el proceso, es decir, el que verbalmente no expresaba su simpatía, era rechazado. Nuestra sociedad en su política, no podía convivir con esas personas. Solo podíamos construir el socialismo, se pensaba, con quienes estuvieran de acuerdo. ¿Es esa una concepción correcta?

No todo el que vive en el capitalismo está perdidamente convencido de que el capitalismo es el último estadio social y el más avanzado. Incluso, muchos extranjeros del capitalismo del primer mundo vienen a decirnos a los cubanos ‘’el paraíso’’ que tenemos, y según ellos es mejor, pero viven en ese capitalismo y regresan a él. El hecho de que vivan ahí, es lo que fortalece al capitalismo, y aunque digan que les gusta Cuba, todo su aporte es este, y solo contribuyen al proceso de construcción socialista con ahorros vacacionales.

Digo esto porque tiene que quedar claro, quién aporta a una sociedad y quién no. Marx afirmó que un sistema se valida cuando las mejores mentes trabajan para él. Eso llevado a un plano más amplio, nos conduce a pensar que se fortalece una sociedad que suma, socializa, logra incorporar individuos, no excluirlos. Al capitalismo en los marcos de estado nación, le importa que produzcan y consuman, solo quien atente contra esto representa un enemigo.

Debemos aprender alguna de esas cosas. No tiene que ser una persona simpatizante de la máxima dirección del país y de las políticas que se llevan a cabo, para que aporte a la sociedad su trabajo. Si lo excluimos, lo estamos privando del derecho laboral, incitando a la tan condenada “disidencia” y la sociedad pierde el aprovechamiento de una capacidad productiva más.

Siempre habrá quien haga uso oportunista del gastado recurso de “la plaza sitiada”, y plantee que posturas como las defendida en este post van contra la tradición revolucionaria. Sin embargo, el más puro pensamiento revolucionario, el de Ernesto Guevara, pudiera responder ante el rechazo y la negación de empleo a quien no apoya al gobierno:

“De tal manera que hay que reconocer la realidad actual, y reconocer que hay una cantidad, una determinada categoría del pueblo de Cuba que no está con la revolución, que no tiene mucha simpatía o que no tiene ninguna simpatía, pero como individuos que venden su trabajo o su fuerza de trabajo durante determinadas horas, que percibe un sueldo, y que si lo dejan tranquilo, con su mujer y sus hijos, su forma de educarlos, él se queda en su casa. A ESE HOMBRE HAY QUE RESPETARLO.” (1 p. 171)

Bibliografía

  1. Borrego, Orlando. El camino del fuego. La Habana : Imagen Contemporánea, 2011.
20 marzo 2018 116 comentarios 303 vistas
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Marx y el socialismo

por Miguel Alejandro Hayes 9 marzo 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

Durante mucho tiempo el pensamiento de Marx ha sido asociado a la idea de la construcción de un “proyecto socialista”. Una buena parte de esa concepción se debe a la gran influencia o mejor dicho, a la hegemonía ejercida sobre el marxismo desde la URSS. Eso llegó a nuestro país, y como muestra de ello es el cambio de nombre del PCC (de orientación marxista) a PSP. Más allá de la necesidad histórica que hubo de ese cambio producto de las persecuciones políticas, en la  actualidad, por razones que no mencionaré, es evidente que nosotros los cubanos, al igual que el resto del mundo, asociamos las ideas del marxismo a un pensamiento socialista.  ¿Hasta qué punto es eso correcto?

Si bien es cierto que se puede hablar de la palabra socialismo remontada a los antiguos griegos, específicamente en Platón, que lanza la idea en su famosa obra La República, es necesario rastrear el pensamiento o ideal socialista más cercano a su nacimiento como corriente: en los marcos del capitalismo.

Como corriente, podemos hablar de socialismo a partir de lo conocido como socialismo utópico, en sus dos etapas principales: la primera con Tomás Moro y Campanella y la segunda con Owen, Fourier y Saint-Simon. Hubo todo una oleada de pensadores que se atribuían un socialismo, incluso está Fichte, que hablaba de un “socialismo ético”.

Todas estas formas no dejaron de ser nunca unos cuestionamientos meramente morales, que hablaban de cosas como la ambición y la presencia diabólica en los hombres como los elementos que generaban ese capitalismo explotador.

En eso apareció el hombre el más frío y genial de la época: Carlos Marx, y se dio cuenta que a los males del capitalismo no se le combatía con fe ni con amor, sino primero, entendiéndolos desde las condiciones objetivas que lo generaban. Él no quería ser parte de ese ejército de discurso fácil y vacío, sobre todo porque entendía que eso no representaría un cambio de la realidad obrera. Prueba de ello, es cuando afirma: “El socialismo representaba en 1847 un movimiento burgués; el comunismo, un movimiento obrero.”(1 pág. 105). La palabra socialismo para los clásicos era la idea de un proyecto pequeño burgués que no comprendía el cambio radical de la sociedad.

Es cierto que esto fue dicho en un contexto de imperiosa necesidad de diferenciarse de las ideas socialistas, pero Marx en su madurez continuó con ese rechazo al llamado proyecto socialista. No me resulta raro que refiriéndose a un tipo de socialismo afirmara:

“…el socialismo doctrinario, que supedita el movimiento total a uno de sus aspectos, que suplanta la producción colectiva, social, por la actividad cerebral de un pedante suelto y que, sobre todo, mediante pequeños trucos o grandes sentimentalismos, elimina en su fantasía la lucha revolucionaria de las clases y sus necesidades, mientras que este socialismo doctrinario, que en el fondo no hace más que idealizar la sociedad actual, forjarse de ella una imagen limpia de defectos y quiere imponer su propio ideal a despecho de la realidad social…”(2 pág. 288)

Esto acompaña la idea de qué pensaba Marx del socialismo. En momento de esencial madurez, y comprendiendo cómo aquellos socialistas, solo se habían centrado en un cambio de la distribución social, en modelos como el de Lasalle[1], Marx sentencia:

“…los economistas han venido demostrando, desde hace cincuenta años y aún más, que el socialismo no puede acabar con la miseria, determinada por la misma naturaleza, sino sólo generalizarla, repartirla por igual sobre toda la superficie de la sociedad.”(3 pág. 19)

Todo esto puede quedar como una mera especulación, y bueno, quien sabe, él solo parece que está criticando las prácticas socialistas  y que en realidad tenía todo un proyecto socialista en mente para la clase obrera diferente al de sus contemporáneos. Me gustaría que eso fuera cierto, así nosotros, la izquierda, nos habríamos ahorrado tanta utopía en la mesa de los programas políticos.

Desgraciadamente no fue así, lo más parecido a un programa político dejado por Marx es su crítica al Programa de Gotha (Glosas Marginales al Programa del Partido Obrero Alemán). Aquí, solo vaticina que se comenzará el tránsito a la sociedad comunista con el inicio de un estado en que domine la dictadura del proletariado. Sin embargo, no habla en ningún momento de qué condiciones gestarán ese proceso. Se puede revisar con detenimiento ese texto, pero es imposible que el hombre que quería marcar una línea (y lo hizo) entre sus ideas y los socialistas alegando lo poco materialista que eran estas, de pronto hablara de un proyecto social basado en el socialismo.

Durante años me atormentó esa idea. Pero como dije en un post publicado este mes, existen muchas obras de Marx aún sin desempolvar, y hace poco más de 2 años me llegó una de esas, que solo tiene unos años de publicada y que todavía el marxismo por desgracia no ha agregado a su dossier. En ella, como siempre, otro loco aventurero de la transformación social, Adolf Wagner, hace una serie de exposiciones como si se basara en Marx. Este, con el humor y las ironías que lo caracterizaban le responde:

¨Según el señor Wagner, la teoría valor es ¨la piedra angular de su sistema socialista¨ (se está refiriendo a lo que dicen de su teoría). Como yo nunca he inventado ¨un sistema socialista¨, esto es una fantasía de los Wagner.¨(4 pág. 171), concluye Marx. Aclaro por si es necesario, que ese Wagner se armó una lógica donde según él, Marx tenía todo un proyecto del socialismo implícito en la teoría del valor. La respuesta creo que es clara, él dice que no teorizó nada sobre un sistema socialista.

A lo largo de la historia numerosos personajes se han puesto ese calificativo,  y va desde economistas burgueses neoclásicos que tanto el marxismo rechaza, pasando incluso por Hitler (nacional socialismo), Einstein y hasta el polémico Bertrand Russell también se decía socialista. Marx vio en los de su época un oportunismo e incluso ignorancia al igual que lo hubiese visto en esos que mencioné.

Sin dudas, él no se sentía atraído por el socialismo como doctrina y no tenía un proyecto bajo esa etiqueta. ¿Seguirá siendo hoy, el socialismo esencialmente lo mismo que el rechazó en su época como utopía y oportunismo?

¿Seguirá siendo una corriente pequeño burguesa disfrazada con un discurso populista y atractivo? No me sorprende que los miembros de la Internacional Situacionista afirmaran que las burocracias socialistas, eran la vieja burguesía que habían encontrado nuevas formas de hacerse con el poder.

Bibliografía

  1. Marx, Carlos y Engels, Federico. Manifiesto del Partido Comunista. Obras Escogidas I. Moscú : Progreso, 1976, págs. 99-140.
  2. Marx, Carlos. La lucha de clases en Francia. [aut. libro] Carlos Marx y Federico Engels. Obras Escogidas I. Moscú : Progreso, 1976, págs. 190-306.
  3. —. Glosas Marginales al Programa del Partido Obrero Alemán. [aut. libro] Carlos Marx y Federico Engels. Obras Escogidas III. Moscú : Progreso, 1976, págs. 9-27.
  4. —. Glosas marginales al ¨Tratado de Economía Política¨ de Adolf Wagner. [aut. libro] Maurice Dobb, y otros. Estudios sobre El Capital. Madrid : Siglo XXI, 1976, págs. 171-183.

[1]  El modelo de Lasalle es lo que se expone en el tristemente conocido ¨Programa de Gotha¨.

9 marzo 2018 72 comentarios 645 vistas
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Confundir ser cubano con ser revolucionario

por Miguel Alejandro Hayes 23 febrero 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

Hace unos días leí un texto con algo que me llamó la atención: el hecho de considerar al independentismo como lo auténticamente cubano y revolucionario. ¿Ha sido el independentismo realmente esa única postura revolucionaria y cubana? Para ilustrar el punto que intentaré exponer, haré uso de Marx dos veces.

Primero cuando se planteaba que Proudhon era superior a los utópicos como Feuerbach lo era a Hegel: en la línea del tiempo. (1) Con esto, sin abordar mucho la materia, queda claro que la superación en el sentido marxista no se dio entre las filosofías de estos dos pensadores. Segundo, cuando Marx habla de cómo Aristóteles no comprendía las relaciones mercantiles, y explica cómo no podía hacerlo porque el desarrollo de su época no lo permitía. (2)

Ambos recuerdos me conducen a lo que es la superación y la negación en la filosofía marxista ¿Acaso no domina esas dos cosas quién afirmó la idea que cuestiono? La superación (dialéctica), implica tomar lo positivo de lo anterior y dar ciertas salidas a las contradicciones existentes. No es un camino de saltos a partir de polos opuestos, sino una construcción lenta y continua. Solo desde esa lógica puede juzgarse la historia, y en nuestro caso, la de Cuba.

Presiento que el historiador o escritor que utilice la falacia natural del binomio bueno o malo, positivo o negativo, está muy lejos de los recursos del marxismo y de poseer un pensamiento verdaderamente progresista: el que articula los procesos y contextos en que el hombre produce la  realidad y a sí mismo.

¿Realmente podemos no incluir  una serie de hechos y procesos dentro del  pensamiento progresista cubano y revolucionario por no ser independentista?

Imaginemos por un momento que como el mundo es más justo que el feudalismo y el esclavismo, condenemos al calificativo de malos a estos estadios sociales anteriores. ¿Es esto razonable? Hay que recordar, que sin la explotación humana durante esas épocas no hubieran existido las 7 maravillas del mundo antiguo y sería muy difícil el propio desarrollo humano hacia formas superiores de organización social.

¿Acaso rechazamos esas épocas y decimos que eran malos por explotar a los demás? Cada período histórico, impone la estructura social y el pensamiento que sus capacidades le permita. Eso, hay que aceptarlo.

En Cuba ha sido igual. El pensamiento político revolucionario es siempre el resultado de las condiciones de vida de los hombres que lo idearon. Fue así en su tiempo con Hatuey, el padre Varela, Luz, y Céspedes, cada uno adaptado a su contexto. Hay que ver qué papel jugó en cada época un pensamiento determinado y cómo va evolucionando, antes de juzgarlo.

Tuvo que existir un reformismo que fracasara (en su momento revolucionario), para que surgiera el independentismo. Varela tuvo que ir a las cortes españolas y naufragar en sus intentos, para después radicalizarse. Eso es parte de la superación de la que se hablaba.

Sin embargo, ¿no eran revolucionarios esos cubanos que después de los desastres de la Junta de Información querían reformas aún? En realidad podemos considerar que no lo eran respecto a los que se habían radicalizado y querían la lucha contra España. Pero no lo hacían por maldad sino porque consideraban que para sus intereses no era lo mejor revelarse contra España, esa era su postura de clase.

Lo otro, que debe aclararse es que no ser revolucionario no es una ofensa. Lo revolucionario no es un estado moral, sino lo más avanzado que se puede ser respecto a los problemas de la realidad en la que se vive. Por eso, en todo caso, quedarse en un pensamiento atrasado respecto a cómo cambiarse la realidad no es ser mala persona, sino tener hasta cierto punto determinada incomprensión de la realidad.

Lo mismo ocurrió en la época en que se debatía entre el independentismo (Martí) y el autonomismo (Montoro). No he podido evitar indignarme con los moralismos chatos con los que se critica el autonomismo. ¿A qué respondía cada una que hace una mejor que la otra?

Para poder ir a lo esencial de  todas esas cuestiones hay que introducir nuevamente el elemento fundamental: los intereses de clase. El independentismo era la expresión en el 95 de esa masa obrera, campesina, humilde en general. Por otro lado, el autonomismo era la expresión de ciertas burguesías que preferían el protectorado y la seguridad que podría proveer España.

¿Dejaba de ser cubano todo aquel que no se suma a la llamada Paz del Manganeso? ¿No eran revolucionarios por pensar que era mejor seguir trabajando en aquellas nuevas industrias? ¿Qué se les puede achacar a aquellos cubanos?

Lo revolucionario no es un estado moral, sino lo más avanzado que se puede ser respecto a los problemas de la realidad en la que se vive

Más que ser más o menos cubanos o revolucionarios, todo ha sido una lucha por intereses de clase. Decir que no se es revolucionario, solo tiene sentido desde los intereses de una clase. A no ser que alguien pueda demostrar científicamente que el óptimo social para todos es de la postura que se defiende. En ese caso (muy complicado de darse), se puede acusar a quien no se sume de no tener la suficiente comprensión de su propio bienestar (ser revolucionario).

La lucha de clases, ha hecho entre nosotros que se lancen acusaciones y cada una puede intentar usar el nombre de la nación para auto-validarse. Quien “esté fuera”, no es revolucionario, o peor, no es cubano. En este sentido, validar solo una postura política como la revolucionaria y cubana porque trae lo mejor para Cuba (para cierta clase social en Cuba), implica decir que la clase que respalda esa postura política, es la verdaderamente revolucionaria y cubana.

Dicho de otra forma, solo es cubano y revolucionario la clase que toma una postura. ¿Ha sido siempre en la historia lo más conveniente para cada clase el independentismo?

¿No parece esto lo suficientemente escaso de sentido? ¿Acaso alguna clase social es más legítima y cubana que otra? ¿La clase social que sus intereses le llevan a posturas que no son independentistas deben ser condenadas? ¿Quién determina que un interés de clase es más legítimo que otro? Ya hemos cometidos suficientes errores en el pasado reciente de acusar de no ser cubanos a los que no han asumido la postura más revolucionaria (en el sentido expuesto aquí).  Tratemos de que eso no se extienda a la comprensión de toda nuestra historia.

No defiendo ni deslegitimo a nadie pero hay que recordar que nuestra historia, también es la historia de la lucha de clases. Y todas las clases de esa lucha, son cubanas, aunque no sean revolucionarias. Y algunas fueron revolucionarias en su momento, aunque no hayan sido independentistas.

Bibliografía

  1. Marx, Carlos. Sobre Proudhon. Obras Escogidas II. Moscú : Progreso, 1973.
  2. —. El Capital. México : Siglo XXI, 2002.
23 febrero 2018 54 comentarios 465 vistas
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Ser comunista en Cuba

por Miguel Alejandro Hayes 15 febrero 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

El comunismo está llamado a ser la doctrina de lucha de la clase obrera. El comunista lucha por la emancipación de esta sin distinción alguna. Pero, ¿se sabe lo que es realmente ser comunista?

Las tesis de lo que hubiese podido ser el movimiento comunista, fue elaborada por Marx (y Engels), y en su mayor parte, expuestas en su famoso texto El Manifiesto Comunista. Años más tarde, para la batalla (de la liberación de los obreros), explicaba Marx: ‘’…la lucha por la emancipación de la clase obrera no es una lucha por privilegios y monopolios de clase, sino por el establecimiento de derechos y deberes iguales (1)’’. 

Viendo esto, puede salir a la luz cuál es el papel que debe jugar ese militante comunista en cualquier sociedad, y sobre todo en la cubana. Tiene que romper con cada postura de comodidad (y es difícil hacerlo), y luchar por el bienestar, no de los que ya están bien, sino de esos obreros que van detrás en los niveles de vida.

La doctrina comunista, debe mirarse, desde el mismo tipo de ojos que fue creada: desde el marxismo. Esto implica que su lectura no puede ser a golpe de fe, sino que reconstruya el pensamiento, cómo se va perfeccionando, y contextualizarlo  a nuestros días.

Hay que comprender las numerosas limitaciones (que no expondré aquí) del Manifiesto Comunista, ya que sobre de la interpretación de este, se ha hecho todo el programa ideológico de los que dicen ser seguidores de esas ideas. A grandes rasgos, este era, en el mejor sentido de la palabra, un panfleto. Un documento para que los obreros se llenaran de esa efervescencia revolucionaria y estallara la revolución social contra la burguesía explotadora. Eran tiempos de revolución. Solo hay que ver que pocos meses después de su publicación, estalló la revolución de 1848, para comprender los aires que respiraban sus autores.

El joven Marx, dio grandes saltos en su pensamiento y dejó de ser aquel muchacho tomador y alocado. Se convirtió en un pensador serio, que no se dejaba arrastrar por romanticismos. Sus ideas, fueron tomando la forma lógica  que él mismo vaticinaba en los textos de la juventud [1]. A la luz de su Economía Política, todo su trabajo previo era sacudido por un nuevo pensamiento. Ya en 1850, es la última vez que aparece escrito por él, la palabra comunismo[2].

No hay que afirmar nada acerca del abandono o no de este proyecto social. Sobre todo, que si él supuestamente lo hizo, no implica que nosotros (los cubanos) debamos hacerlo. Aun más, cuando las condiciones por las que surgió el comunismo, existen en nuestro país. Sea lo que sea, con o sin burgueses en el poder, aún queda mucho que conquistar para los obreros cubanos.

No podemos permitirnos, como sociedad, que muchos se pongan la etiqueta de algo que no son. Las estructuras burocráticas y los estatismos de las mentes dogmáticas no pueden ahogar la esencia revolucionaria del militante comunista.

Es necesario, que nuestros militantes, asuman la lucha que lleva implícita su condición. Nuestro partido, el comunista, está ahí, no para perpetuar el estado actual de las cosas, ni las élites en el poder. El comunista no puede quitar un clero para poner otro. Su compromiso, es con  los obreros, y de ellos, con los de más atrás, con todos esos. Y no es un secreto para nadie que apenas les alcanza el salario.

A decir de Foucault: ‘’…aliarse con el proletariado significa aceptar sus posiciones, su ideología y sus motivos de combate (2)’’, en pocas palabras: con los problemas que estos tienen. En Cuba tenemos obreros, que son proletarios.  El comunista cubano, no puede olvidar eso. La lucha, sigue siendo, por el más desposeído. Si no es por eso,  no tiene sentido hacerla ni vanagloriarse de presumir de la más alta condición de un marxista revolucionario: la de decirte comunista.

Bibliografía

  1. Marx, Carlos. Estatutos Generales de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Obras Escogidas en tres tomos(II). Moscú : Progreso, 1973, págs. 14-17.
  2. Acanda, Jorge Luis. De Marx a Foucault, poder y revolución. De Marx a Foucault, poder y revolución.

Notas al pie

[1] Con esto me refiero, a que en trabajos como los Manuscritos del 44 y La Ideología Alemana, hacía ya la presentación de todo un sistema de razonamiento (su dialéctica), pero que no era totalmente consecuente con esto. Así por ejemplo, era un Marx, que no comprendía aun el carácter fetichista de las categorías de la Economía Política,  a pesar de saber que estaba ocurriendo.

[2] La referencia última al comunismo, es en una serie de artículos publicados entre 1848 y 1850 titulados La lucha de clases en Francia.

15 febrero 2018 83 comentarios 500 vistas
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Las revoluciones y sus líderes

por Miguel Alejandro Hayes 6 febrero 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

(A propósito del texto La revolución contra todas las revoluciones, de Alina B. López Hernández. Donde se plantea el pensamiento de José Martí respecto a los héroes y los gobernantes)

Las revoluciones lo tienen difícil. Una vez desplazan del poder a su enemigo, deben construir una nueva sociedad en las peores condiciones. A menudo, los antiguos héroes de las batallas continúan dirigiendo el proceso, comportándose con el mismo verticalismo característico en tiempos de guerra. Pero, ¿es esto una prerrogativa del poder o una necesidad política?

La relación del Apóstol con el marxismo no es el objetivo de este texto, pero está claro que Martí no estaba en la tradición de un pensamiento estrictamente dialéctico y mucho menos en su variante materialista. ¿Podía estarlo en su circunstancia? La idea del condicionamiento histórico sobre los procesos y decisiones en sociedad estaba en su pensamiento, hasta cierto punto, pero no era elemento en el que se centraba.

No se trata de condenar la historia de los pueblos desde el más puro objetivismo, pero la sociedad no se construye del aire. Cada época ha podido levantarse y sostenerse, en la medida en que sus condiciones lo han permitido, o mejor dicho, hacia donde le han empujado.

No dejo de pensar en un destacado intelectual cubano (al cual admiro y respeto muchísimo) que explica cómo el proyecto soviético de una construcción social entre todos, fue abandonado por un modelo centralizado y stalinista. ¿Acaso esa sociedad podía permitirse más que lo que hizo?

Los tiempos difíciles que le esperaban a la URSS y el atraso de las estructuras semi-feudales, no podían aguantar a que espontáneamente se llegara a las condiciones deseadas. La amenaza de una guerra mundial y de agresiones, necesitaban una mano dura para que el proyecto sobreviviera (sin justificar crímenes del estalinismo que yo mismo critico). Sin esa rudeza, la URSS no habría sobrevivido.

Pienso que es muy linda la idea de una sociedad participativa, donde el proceso social no se articule alrededor de una persona, sino que todos vayan decidiendo qué hacer; pero hay que ver qué posibilidades reales se ha tenido en los periodos históricos.

La revolución haitiana, por mucho que intentó romper con el sistema esclavista, tuvo que sostener por un tiempo una estructura igual con un rey negro, porque su capacidad productiva (en el sentido hegeliano) no le permitía, aunque quisiera, tener otra realidad.

Igual considero pasó con América Latina en otra época: esos pueblos, ya fuera de las garras del imperio español, no estaban maduros como individuos para construir las sociedades soñadas, y la prueba está en el fracaso del proyecto de la Gran Colombia y todas las divisiones que generaron la gama de países de nuestra región.

Quizá este mismo pensamiento fue quien hizo que Céspedes, en un primer momento, no se opusiera radicalmente a la esclavitud, porque, aunque no lo quisiera, una parte de la guerra se sostenía de ella; y que Rafael Montoro[1], figura tan condenada, advirtiera que no podíamos constituirnos como nación independiente.

La historia se repite, y hoy regresa esa época de grandes líderes y héroes casi legendarios. Pudiéramos pensar que ellos se han impuesto, pero en realidad la sociedad los ha aceptado, porque es a donde la llevan sus capacidades y necesidades: ellos han sido un resultado que ha venido a resolver las adversidades que se enfrentan.

Desgraciadamente tras tantos años de colonización, saqueo, conflictos internos en la región, agresión e injerencia de Estados Unidos, la inyección de fenómenos foráneos como el pandillismo y la marihuana, han sumido a América Latina en un atraso que la sitúa en desventaja respecto al civilizado continente europeo.

Esas condiciones (y muchas otras) nos hacen movernos aún en un sistema que se centra en el líder. Todos nuestros flujos de izquierda progresista han tenido esas características, al igual que nuestro país. Tal vez, si no hubiese sido así, no se habrían podido obtener tantos logros.

La construcción social no puede esperar a que todos los ciudadanos tengan la suficiente preparación para ejercer ese modelo sin un hombre como centro. Como pueblos resultantes de dominaciones extranjeras, debemos pagar por ahora ese precio con nuestro subdesarrollo.

Recuerdo a Marx cuando decía en El Capital que la religión desaparecería cuando el desarrollo de las fuerzas productivas lo condicionara. Al igual que la religión, lo mismo ocurrirá con lo que envuelve a nuestros líderes y lo que eso genera en materia de política y poder.

Pero las cosas no se destruyen condenándolas, solo se dejan atrás si se crean las condiciones que permiten llegar a un punto superior. Por eso espero que esos líderes generen el proceso que poco a poco reproduzca una sociedad que difunda las buenas prácticas, no por la voluntad de sus líderes, sino por su propio funcionamiento.

[1] Líder del partido autonomista en tiempos de Martí.

6 febrero 2018 128 comentarios 532 vistas
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