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Autor

Miguel Alejandro Hayes

Miguel Alejandro Hayes

Articulista. Ensayista. Editor de La Trinchera

Para qué los intelectuales

por Miguel Alejandro Hayes 14 enero 2019
escrito por Miguel Alejandro Hayes

La ideología siempre ha sido un mecanismo de dominación. La ciencia, que a veces también es ideología, le intenta hacer frente. Por eso la ideología en el poder ha ejercido control sobre la ciencia, incluso en el socialismo.

Ya en los sofistas, se podía ver que  la ciencia estaba orgánicamente al servicio del poder. Pero las fisuras entre esta y la ideología dominante, no hicieron llegar la sangre llegar al río.

El caso del medioevo es interesante, su filosofía estuvo estrechamente ligada a la religión como ideología dominante pero a pesar de ello, alguno que otro grupo (como los aristotélicos integrales) se esforzaban en separarlas. Para estos había dos caminos de entendimiento: el de aquellas lecturas acríticas a las concepciones aristotélicas del mundo increado, y la de la teología.

Como se pueden imaginar, tal relación no fue muy pasiva. La filosofía teorizaba, pero debía ser constatada. Para ello, la teología señalaba lo correcto. Si la primera llegaba a una conclusión que no le convenía a la segunda, entonces debía auto-revisarse.

Con ello, la filosofía (la ciencia) dependía de una fuerza extrínseca que le señalaba sus límites. Debía someterse a la ideología dominante, a la iglesia católica. Sucesivamente y con más fuerza que nunca desde entonces, el conocimiento que no sirve al poder y su ideología, es desechado. O el hombre creador de ese conocimiento, en algunos casos.

El capitalismo por su parte, con su llamada “ideología de mercado”, no ha sido la excepción de esa regla, pero a veces utiliza una práctica algo más inteligente: suma a los herejes a su mundo. Si  lo que se desea esencialmente es neutralizar las ideas que atentan contra la ideología dominante, ese método es muy válido.

Por eso, nos encontramos a figuras como Noam Chomsky dando clases en MIT, y muchos pulloveres del Che dentro del sistema capitalista. De una forma u otra, las ideas y símbolos pasan por las reglas del sistema –aunque se opongan a este en su discurso-, para quedar neutralizado su carácter de catalizador revolucionario. Después de todo, los diez mecanismos de manipulación mediática, le sirven al dominado pero también al dominante. El Che alimenta la rebeldía, pero genera ingresos por toda la bisutería de su imagen. Tal parece que en ocasiones, cuando le conviene al capitalismo, encausa  y aprovecha para su bien aquel pensamiento que le pueda ser perjudicial.

Entonces, la ideología dominante puede asumir al pensamiento de dos formas: lo rechaza y elimina, o lo convierte en aliado.

Por otro lado el socialismo –real, tiende a retomar los métodos duros del medioevo, la primera vía. Solo basta recordar la “limpieza” a la intelectualidad que hizo Iosef. Este rescató el papel de la iglesia católica frente a la ciencia. Llegó a afirmar: “…una teoría, cuando es verdadera, proporciona a los que realizan, la práctica, la fuerza de la orientación, la claridad de la perspectiva, la seguridad en el trabajo y la fe en la victoria de nuestra causa”. Con ello, la ciencia debía regirse por una fuerza extrínseca nuevamente, por una ideología, esta vez la de la élite burocrática socialista. Si no, se convertía en enemiga, y el tratamiento no siempre fue el mejor de los posibles.

Parte de aquel criterio de la fe en la victoria lo heredamos, –que no significa que los copiamos. Por eso, ante juicios técnicos de la imposibilidad de la Zafra del 70, más de uno resultó ofendido. De la misma manera, par de economistas que hablaban de fomentar eso que hoy llamamos eufemísticamente trabajo por cuenta propia, en épocas en que no se soñaba aún esa necesaria apertura, fueron tachados de pro-capitalistas.

Hoy se sigue enfrentado el mismo cerco (–en menor medida claro) en materia de ciencia social. De ahí que esta, si no reafirma la postura oficial dominante, automáticamente es catalogada de ciencia burguesa o enemiga para ciertos grupos que al parecer, cuentan con la capacidad de calificar y descalificar la ciencia. Por eso duele ver cómo cada vez son más los académicos e intelectuales cubanos que son descalificados por funcionarios que desconocen las aéreas del saber de aquellos, para convertirlos en enemigos ideológicos.

Tampoco falta, en ciertos espacios “alternativos” la sustitución de la palabra académico por academicista (–ofensivo esto) y la palabra intelectual es utilizada entre comillas, como poniendo en duda dicha condición. Casi un rechazo al ejercicio intelectual, para apostar simplemente por la fe en el socialismo.

Seguirá perdiendo la ideología oficial a la intelectualidad mientras no sepa utilizar el potencial de esta. Mientras sea el comprometido (con el poder y con la satisfacción personal de ascender dentro de la estructura) quien sea el tanque pensante y tenga luz verde en los asientos para hacer el diseño del armazón de la constitución, y se deje fuera un gran grupo de expertos y científicos que ha formado el país.

A la par, seguirán ocurriendo esas meteduras de pata administrativas que cometemos más frecuente de lo que podemos permitirnos, los vacíos y errores que los medios independientes no pararon de señalar en el proyecto de Constitución.

Todavía se arrastran esos lastres ideológicos de las etapas más oscuras del socialismo, donde a la intelectualidad se le miraba con resentimiento y hay evidencias de que se sigue apostando por la misma solución que en aquel socialismo. Espero que todas esas prácticas no sean porque se afecta la hegemonía ideológica de las elites burocráticas dominantes. De ser cierto, estamos a inicios de año, puede arreglarse.

14 enero 2019 32 comentarios 305 vistas
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Nadie se deje engañar

por Miguel Alejandro Hayes 11 enero 2019
escrito por Miguel Alejandro Hayes

Voy a partir de un hecho, la nación cubana es algo más grande que su Revolución. La primera no salió de la segunda, sino a la inversa. Cuba ya estaba antes y seguirá estando aquí después de la Revolución.

Ambas nos son lo mismo. La década del 60, la agresión imperialista, la respuesta inevitable y casi única que se podía dar, generaron ese fenómeno lingüístico donde Cuba es igual a Revolución y estos a gobierno.

Este nuevo signo, ha perdurado en las subjetividades y aunque la historia da razones para destruirlo, se deconstrucción durará tiempo. Lamento decir lo obvio, pero es que hay tanta personas que lo olvidan.

Por otro lado, el gobierno, dueño del símbolo que es la nación y la Revolución, lo usa a su favor. La oposición, tan eufórica como la euforia a la que responde, repite el discurso en su postura. Por eso, esta última se opone al calificativo de revolucionario y condena al “régimen comunista”.

Este tipo de hegemonía sobre el símbolo y las respuestas metafísicas que genera, no es nueva ni dejará de repetirse. De ahí que tenemos filosofía irracional; que ser progresista suene a pequeñoburgués; y que Hatuey rechazara el cielo porque en él estaban los españoles.

Aunque ese tipo de fenómenos no hay quien los pare, y cada vez que ocurre algo, lejos de atacar el hecho tal cual, se termina con la guerra de bandos, que pasa a ser la de los calificativos, algunos debemos intentar al menos no dejarnos llevar por eso. Así que aclaremos.

Es régimen cubano, sí lo es, como lo es el régimen capitalista. Además de que en la traducción del ruso que se usa en Cuba de El Capital, se habla de régimen de producción. Por tanto, Cuba no, todo país es un régimen. Quien quiera ofender con eso, no dice mucho y quién se ofenda, le toca por desconocer lo que debería.

¿Comunista? Distan mucho nuestros dirigentes de tener una idea bien clara, medianamente clara de lo que es el comunismo. No por nada malo pero si Marx no lo dejó tan evidente, más bien difuso, ¿de dónde pueden tener ellos su idea de comunismo? Del manual estalinista que sí fue ampliamente difundido. Tendrán ideales pero su comunismo, de etiqueta ideológica, no pasa.

De ahí deriva que a este régimen, le falta mucho para ser comunista, es decir, de estar en el desconocido comunismo, o cerca de él.

Por eso, todas esas etiquetas no llevan a ninguna parte y más allá de la filiación ideológica de cada cual, no aportan mucho. Así que es mejor ir a lo que ocurrió, sin poner tantas etiquetas.

El hecho es que Frei Betto dijo: “De Cuba, los contaminados por la propaganda del consumismo capitalista creen que El dorado queda al norte del Río Grande.” 

El quién lo dijo y dónde no lo exonera, al contrario, lo agrava.

Ningún cubano que se va de Cuba es más o menos que el que se queda. Las personas vienen al mundo a realizarse como individuos, -dadas sus capacidades y aspiraciones-, van a intentar luchar por sus deseos –condicionados socialmente y no a cumplir con una ideología o lugar; ello es elección de cada cual.

Hay quien es feliz salvando vidas, hay quien trabajando, hay quien sin hacer nada. Todos somos resultados de nuestra realidad, así que si hay que culpar a alguien sería a las circunstancias, que los llevaron a ello. No se puede atacar a una persona por ser producto de su realidad. Al menos, no más de lo que ya se hace.

Por otro lado, casi cada familia cubana tiene un miembro fuera del país y la mayoría siempre llama, manda algo necesario, o establece contacto.

Esos “contaminados” son parte de la familia cubana, y aportan alrededor de 3 mil millones de dólares a la economía. Además de que son la fuente de ir a un restaurante o unos días de vacaciones, para los amigos y familia cuando vienen de visita. Entonces, nos unen lazos sentimentales, y ellos colaboran -aunque sea así, con remesas- con el país y su gente.

Solo puede acusarse de contaminados, desde lejos, desde el desconocimiento y la frialdad que ello siempre lleva, y sin vivir esta maravillosa realidad.

Dicho artículo que descalifica a una parte de los cubanos, fue publicado en Cubadebate, que al ser un medio oficial, deja ver cierta intencionalidad.

Llevemos las cosas por dónde son.  Hubo una ofensa, seria, que toca de cerca a muchos cubanos, y merecen una disculpa por ello. Es humano, cubano, y revolucionario reconocer el error. Espero que la soberbia no ciegue y se sepa dar el paso.

¡Cubanos somos todos! Y vivir dentro o fuera no nos hace contaminados, que nadie se deje engañar.

11 enero 2019 47 comentarios 329 vistas
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¿Mercado es igual a desigualdad?

por Miguel Alejandro Hayes 22 diciembre 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

La revisión de los comentarios a mi último post me llamó a la reflexión. Da el pie forzado para tocar un tema del que ya he escrito: el mercado. Según pude apreciar, algunos consideran que entre mercado e igualdad social hay un antagonismo. Por tanto, debe escogerse si:

1- Tener mayor igualdad social -no hablo de igualitarismo-, con menos mercado,  más planificación central (más bien asignación central).

2- Más mercado, con mayor crecimiento económico, acompañado del aumento de la desigualdad. De forma tal, que no se pueden tener los dos a la vez -según el criterio en cuestión-.

¿Esas son las opciones? Lo primero que se aprende de la dialéctica, es a no aceptar opuestos ya establecidos formalmente: finito e infinito, ser y nada, concreto y abstracto – y en este caso mercado e igualdad social-, ya que nos obligan a seleccionar entre dos caminos que son ambos demostrables como verdaderos desde el punto de vista lógico. Fíjese que hay demostraciones y juicios muy racionales para defender un lado u otro (mercado acompañado de crecimiento o igualdad social). Por lo que me ahorraré ser parte de este ejercicio que termina en un debate de fe.

Siendo consecuente con esa dialéctica que menciono, se trata de rechazar la premisa de esos dos caminos, e iniciar la observación de la cuestión sin separar, para no caer en una falsa oposición, y escapar de ese partidismo. Sobre todo, porque el mercado y la igualdad social, no son fines de la sociedad en su mismos, sino expresiones de las dinámicas de esta.

Esa desviación del pensamiento de aislar formalmente y contraponer -aunque se ajuste a un modelo kantiano- no responde a la formación kantiana de quienes formulan tal antagonismo –aunque la reproduzcan  inconscientemente-, sino a lo que  identifican por mercado, o mejor dicho, “libre mercado”. Por eso, vayamos al grano.

Hay que señalar antes, que estas líneas van del mercado en el sector privado diferente del estatal, ya la forma mercantil también existe en la propiedad estatal.

Se piensa que el mercado es libre y esa libertad crea riqueza, pero lo hace generando desigualdad (ricos por un lado y pobres del otro). Pero, ¿cómo se hace rico el que lo logra? ¿En qué contexto, en abstracto? Sin incluir las respuestas a estas preguntas se estará hablando de mercado sin más, de un  mercado en cuanto tal, del “libre mercado”, del “puro mercado”.

Lo cierto es que nada es puro -no porque lo explique Hegel-, sino porque si miramos al mercado, este se da en un contexto social, político, moral, cultural, etc. Tal pureza solo tiene existencia en la abstracción, ya que existen en la sociedad todas esas dimensiones a la vez, y son inseparables. Por eso, ese puro mercado es -sin ofender- una auto-complacencia mental de algunos teóricos, que otros se han tragado como verdadera.

¿Está en algún lugar entonces aquel “libre mercado”? La noción del libre mercado, es la de un mercado que no es influenciado por nada, que está “puro”, y es un pensamiento que olvida el conjunto de reglas en las que el mercado cobra vida. Por ejemplo, un productor necesita normalmente que su producción esté autorizada legalmente a circular, y a través de la publicidad, que la gente conozca y se sienta atraída a su consumo.

Ilustrémoslo un poco. Miremos a la bandera del capitalismo: EUA. ¿A qué se dedican las grandes empresas, solo a ese “puro y libre mercado”? En realidad gastan mucho dinero en publicidad, porque necesitan llevar el producto a la sociedad. También hacen lobby para comprar políticos y otros  mecanismos ya conocidos, porque necesitan un sistema legal y la superestructura que los respalde. Entonces ese “puro mercado”, tiene que ir a lo social, lo político y demás, para poder garantizar su reproducción, es decir, la realización de los productos.

A quien le convienen las reglas del mercado (que ya vemos se crean desde afuera) como precios, subsidios, permiso de publicitar, control sobre las leyes, hacen abstracción de estas y hablan de libre mercado; y el que no se beneficia en ese marco, le suele dar por querer desaparecer al mercado, sin darse cuenta que lo que hay que hacer es cambiar las reglas de este. Lo que hace que el debate sobre el libre mercado, sea solo la lucha por conservar el ambiente del intercambio contra los que quieren cambiarlo.

En el caso de Cuba, entonces, ocurre que hemos venido construyendo un mercado en el sector privado desde hace varios, en el cual se crearon las reglas que favorecieron la desigualdad, que como todos, ni puro, ni libre.

Si hay personas en ese sector con altísimos ingresos (que no es necesariamente malo, sino solo un ejemplo), es porque nuestro sistema legal y su aplicación, las políticas económicas, y la cultura de consumo que se tienen en el país, lo han permitido. Es decir, han sido partícipe de ello.

Lo que no quiere decir, que de un día a otro se cambie el marco legal, y se ‘mueva” al mercado. Como ya mencioné, las separaciones solo tienen lugar en la mente, por tanto, ese mercado que puede ser cómplice de la desigualdad en Cuba, va acompañado de una moral, de una cultura, de lógicas de desenvolvimiento socioeconómicos y encadenamientos, de intereses ya creados, que no se desplazan mecánicamente al mover la cosificación de las leyes sociales: su forma legal.

Ese mercado fomentador de desigualdad hoy (que no es el único que lo hace), es el “monstruo” que nosotros mismos hemos creado, y cumple una función social a veces compatible con los intereses nacionales. Es el niño malcriado que comienza a dar problemas a los padres, pero que pudo ser evitado con la educación requerida: si en un país subdesarrollado donde los tipos socioeconómicos se dan anómalamente, se hubiese abierto curso a un mercado con un análisis de las reglas en las que se iba a insertar, y como construir estas en beneficio de la nación.

Tal vez cuando aprendamos que el mercado no es un mal necesario, sino simplemente necesario, resultado de la evolución social y como resultado de esta no puede escapar de su entorno, se comience o se mejore una política, en la que se le de un uso más racional. Después de todo, las transformaciones económicas en la Revolución, se hicieron para que el mercado (laboral, estatal, privado, monetario, etc) no continuara generando las desigualdades de aquel mercado que favorecía principalmente al capital extranjero y la burguesía nacional.

Las sociedades construyen las condiciones para generar el mercado que les sea orgánico a sus intereses (normalmente a las élites dominantes). Donde ha generado desigualdad, es porque así era necesario para quien lo impuso. En otros casos, donde el interés es por el bienestar social -aunque los menos-, han construido el mercado a lo interno en función de ello.

Evidentemente en Cuba se busca el bienestar social, pero si el mercado ha generado lo contrario, ha sido por su manejo torpe. Los que han avanzado en sus objetivos con su uso interno, no es que sean mejores sino que no se tragaron el cuento de que es libre y puro, sino que en realidad puede generar o no desigualdad. Solo hay que escoger para qué usarlo, y saberlo hacer.

22 diciembre 2018 9 comentarios 321 vistas
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neblina

La neblina del ayer

por Miguel Alejandro Hayes 14 diciembre 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

Corría el año 1993 que ahora nos parece una neblina. En aquel entonces se sentía en todo el país la caída de la época de bonanza, de aquel tiempo de carne, compota y queso crema. El abismo de nuestra industria, ahora reducida a la mínima expresión, dejaba un solo camino para este David con forma de caimán: apretarse el cinturón y resistir.

Sabio aquel que comprendió que controlar y conducir la sociedad llevaba necesariamente dominar la ideología, y más en ese entonces. Por eso aprovechó todo ese camino donde aún esa ideología era una; donde era un bloque firme y seco sobre el cual hacíamos el socialismo, y con ello reforzó todo la superestructura que ayudaba a sobrevivir. Así, la disciplina, el ejemplo, el fomento del buen hábito de lectura, estudio y esfuerzo personal, y agrandar la imagen del enemigo, eran algunos de los recursos que no faltaron en el aún más fuerte despliegue ideológico en aquellos fatídicos 90 y los menos malos inicios del siglo XXI.

Definitivamente no eran tiempos normales, lo dejó bien claro Fidel en aquel histórico congreso de periodistas del año 93. Se requería un alto sacrificio para que hoy tuviéramos algo de socialismo. En el país había condiciones morales para demandar eso del pueblo, para pedirle sacrificio y espera.

Pero los tiempos cambian. Vivimos ahora en otro país. Ya no tenemos esas calles donde vestíamos más o menos igual, y la bicicleta era normal. Ya los hijos de dirigentes y obreros no acceden a los mismos espacios de recreación. Ya no gozamos de esa equidad social  que le podíamos restregar en la cara a la mejor socialdemocracia.

Ahora tenemos propiedad privada capitalista. Tenemos nuevos ricos, a veces como privados en el sentido clásico, a veces como altos funcionarios y familia. Hoy la medida de desigualdad es un número que no es de dominio popular, no entre académicos, sino en su divulgación en los grandes medios cubanos.

Hoy vemos a extranjeros disfrutar las bellezas y tranquilidad de nuestro país, que hemos construido entre todos y muchos no pueden acceder. Vemos hoteles de lujo alrededor de una Habana destruida, vemos los ricos de afuera y dentro  disfrutar de bienes y servicios ajenos a la gente humilde.

Soportamos un bajo salario en nombre de las garantías sociales, pero ahora, el  posgrado se pretende cobrar -si no cambia eso en el proyecto de constitución, claro-. Toda esa realidad, dista de aquella en la que había más elementos, para en su nombre, hacer sacrificios.

Por eso, aunque sigo viviendo en una plaza sitiada, advierto cómo esta muestra rasgos de ese mundo exterior capitalista que nos cuestionamos, al que se supone no deberíamos parecernos.

No se le puede pedir a alguien que trabaje más, que resista, que aguante, que no diga eso, que el Partido lo guiará al paraíso, cuando tiene mil carencias y ve otros cubanos ganando y viviendo mucho mejor que él. Otros que están mejor no necesariamente por esfuerzo personal sino por el marco discriminatorio en material salarial que estamos construyendo.

Las brechas de equidad van destruyendo la confianza en el proyecto. La gente humilde por la que se hacen revoluciones, se irá decepcionando en la medida que sienta esas diferencias en su piel.

Un discurso humanista no convence cuando sus promotores participan, fomentan y reproducen esa desigualdad en la sociedad -conscientes o no-.  Mucho menos puede demandarse disciplina, esfuerzo, obediencia, no ahora que Cuba es diferente de cuando se podía pedir. No ahora, que ya no es antes.

14 diciembre 2018 32 comentarios 331 vistas
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Nuestro subdesarrollo

por Miguel Alejandro Hayes 7 diciembre 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

El subdesarrollo que vivimos es evidentemente un fenómeno de causas exógenas. Lo que no quiere decir que tengamos además que construir un subdesarrollo irresponsable, desde adentro. Le digo así, porque no se le puede llamar de otra manera a los resultados de los errores (evitables) que se cometen en el manejo de la economía. Ejemplos sobran.

A la hora de procesar la inversión extranjera, hay largos periodos que se tarda en dar respuesta a inversionistas, y con ello contribuye a restar un potencial atractivo al país a los ojos de ese capital extranjero- del que ahora está de moda hablar-. Y eso no es positivo, pero si solucionable.

La importación torpe y con intencionalidad clasista continúa, y es otra muestra. Se siguen viendo en las tiendas unos productos claramente importados, que en ocasiones son malos, que responden a patrones de consumo que no se ajustan con el nuestro (comidas chatarras asociadas al consumismo) y que muchos tienen precios asequibles solo por ricos y clases medias; a la par que escasean otros que satisfacen necesidades a sectores de menos ingresos ¿Quién importa? ¿No compra en nuestras tiendas esa persona?

También se le pone freno a la gestión empresarial nacional, -privada o estatal, no importa-. La primera, ya sabemos, ida y traída, con un marco regulatorio complicado y extraño, donde su actividad y la forma específica en que se realiza se ven limitadas por políticas –con mala suerte, irracionales- que vienen de arriba, y que incluso a veces llegan a ir contra la propia ley. Pero también está la pobre -y al parecer olvidada ahora- empresa estatal, atada en sus precios, inversiones, estructuración, etc.

Todo ello, por no mencionar la interminable reclamación de la ruptura del ciclo del productor agrario y acopio donde se pierden siempre cosechas.

De seguro se encuentran muchos más casos que llenarían una larga lista de condicionantes  de nuestro subdesarrollo irresponsable, que por cierto, no es algo intrínseco del socialismo, ni de la planificación; y que las desproporciones que genera, pueden ser un catalizador de situaciones adversas para el modelo cubano.

Esa compra de productos innecesarios no es algo ocasionado propiamente por el bloqueo, sino una cuestión de decisiones que se toman, que representa un gasto de divisas-esas que tanto necesitamos y que no tenemos-, y que pudieran ser aprovechadas en comprar una mayor cantidad de esos bienes que se pierden. En una economía donde cada divisa cuenta, esto es algo de mucha importancia.

Es sabido que el mercado mundial puede ser cruel con los países más débiles, pero si vamos a interactuar con él, debemos saber negociar, en función del beneficio propio y de lograr esa inversión foránea.

De la sobreproducción capitalista -aun cuando sea en los marcos del bloqueo- debemos comprar para el mercado interno lo que haga falta, con sentido de la realidad, para mejorar, no para llenar estantes.

¿Cómo pueda nuestra economía avanzar si su tejido empresarial,  si su célula fundamental no puede moverse libremente (al menos más autónoma)? Si se le suma lo relacionado con la inversión extranjera: ¿con que se impulsará el despegue productivo que necesitamos? Así no desarrollaremos las fuerzas productivas. Su efecto se ve en la misteriosa productividad empresarial.

En un momento económico como el que se atraviesa, no son desapercibidos socialmente ni las fallas del aprovechamiento de nuestras capacidades, ni sus consecuencias.

Sabiendo que se pueden hacer mejor las cosas, y que los mismos esquemas de actuación al repetirse no suelen dar resultados diferentes, tal vez debamos revisarnos en cómo se deciden las políticas económicas, cómo se discuten propuestas ministeriales, cómo planificamos y otras tantas prácticas ya deformadas; y de seguro dejaremos de construir un subdesarrollo irresponsable, ese fenómeno de un subdesarrollo que no  es consecuente con su situación, y se da el lujo de no hacer las cosas lo mejor posible.

Nota: Subdesarrollo irresponsable fue una expresión utilizada en contexto similar por el marxista Ernest Mandel, para una URSS que administraba centralmente mal sus recursos. Ver Mandel, E. (1996). El derrumbe de la URSS. Revolucionarios .

7 diciembre 2018 34 comentarios 791 vistas
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circunstancia

Yo y mi circunstancia

por Miguel Alejandro Hayes 30 noviembre 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

Quizá escriba pasado de tono en esta circunstancia. No lo voy a negar. Pero tengo un buen motivo para hacerlo. Se puede notar también cierto resentimiento, molestia e incomodidad en algunos textos. Quizás debiera moderarme, para mantener la imparcialidad falsa; esa que solo es una apariencia, una cierta diplomacia de quien transmite un mensaje. Tal estable proyección pocas veces la logro, pero tengo razones para ello.

Este es uno de esos momentos en que me cuestiono lo que escribo, no por su contenido, sino el ¿para qué sirven? No dejo de pensar en un artículo de Esteban Morales, y repetirme la pregunta ¿quién me lee? Por instantes tengo en cuenta la opción de que todo esto de escribir sea solo un juego, un ejercicio para insertarse en una endogamia de un grupo cerrado y parecer un tipo valiente que  burla la censura –a la indiferencia de los medios oficiales, que es lo mismo-, y despierta  la verificación de los sensores.

Sé que los medios crean estados de opinión, pero los independientes, ¿a quién? ¿para qué?

Me planteo seriamente una reflexión sobre quiénes escriben en las redes, ¿qué escriben? Encuentro gente con comodidades, que vive fuera de Cuba, otros que viven aquí pero lo hacen con ciertas facilidades y en mejores lugares. Otros reciben dinero del exterior, algunos tienen negocios o familias que los sostienen para “darse a esa vida del pensar”. No dudo que haya quien pase su trabajo, y que dadas sus capacidades podría estar mucho mejor, pero no se les ve en tan grave situación. No digo que sea malo estar bien, sino solo identifico el público potencial, y a la vez, la cantera de los que escriben.

Tal vez por eso, veo la ausencia –o no el peso suficiente- de algunas cuestiones. Nos atragantamos en disputas ideológicas, políticas, administrativas, macroeconómicas, y eso es una señal de la matriz clasista de las redes. La historia del pensamiento, es la de los hombres que lo pensaron, por eso las preguntas de un pensador, dicen mucho sobre él. Entonces, veo cuáles son los problemas que ocupan la mente de los que escriben.

Noto la ausencia de temas como la situación con los materiales de construcción en La Habana, las condiciones de limpieza –por no hablar de la higiene- de algunos hospitales de la capital (dije limpieza, porque para tirar agua no se necesita levantar el bloqueo), el venidero desastre de los taxis, el hecho de que para hacer trámites de vivienda haya que pagar, los niños recogiendo basura en La Habana, la pobreza que asusta; cosas estas que nadie me contó, sino que he podido verlas, y están ahí, solo hay que acercarse.

A lo mejor estos son temas muy simples, conflictivos, muy vulgares para escribirlo y de poco monto intelectual. Puede ser también que quienes escriban no tengan que chocar con esos problemas, o si los vivieron ya los olvidaron, o pasan y miran para el otro lado. Lo que resalta es que esos fallos de nuestro sistema, son típicos blancos de ataque y fuente de artículos que nuestra desvergonzada disidencia aprovecha y expone. No sé si es que la disidencia se apropió de ellos, o que escribir de eso te convierte en disidente.

Hay intelectuales consagrados cuyo nombre les permite correr ciertos riesgos, tocar temas vedados, pero no pasa de ser un coqueteo con el poder

No sé  si es que se desconoce la triste realidad, o no conviene abordarla. ¿Cómo se reacciona correctamente ante ella, ante los que la desconocen, ante los que la ignoran?

Frente a desfavorables panoramas sociales, están los que prefieren creer que es pobre aquel que no ha trabajado y esforzado lo suficiente, pero no soy malthusiano y mucho menos neoliberal; ¡soy marxista!, por lo que sé, que todo ello es generado socialmente por nosotros –aun con el bloqueo-, así que se puede cambiar. Comprendo el carácter clasista de la ciencia burguesa, que sirve para justificar los defectos de una sociedad, sin culpar a la clase dominante, mejor adaptada, dirigente.

Entonces, cuando se dice  que en Cuba los que no tienen nada -o ganan menos- es porque no trabajan, no me dejo engañar y recuerdo que he visto tantos que trabajan tanto, que lo han hecho toda su vida y tienen nada, y otros que trabajan nada y lo tienen todo.

No puedo ver eso y no pronunciarme, siento necesidad de decir. Acaso venir de una familia humilde, de obreros, campesinos, milicianos, alfabetizadores, sin más pena ni gloria, sin más reconocimiento que las medallas de destacados, me acerca más a los de abajo, a los intereses de nosotros, que a los de las castas. Algunos prefieren priorizar estos últimos, y en su bien, hacen callar a los de abajo.

Pero, ¿por qué no denunciar algo realmente injusto? El tiempo, espacio y lugar que se requieren para hacerlo no son estáticos, los espacios sociales se reconfiguran en cada época, y la nuestra exige hacerlo en las plataformas digitales, que son ese nuevo espacio que debe ser aprovechado.

Temo que se prefiera callar, antes que ser responsables y exponer todo cuanto esté mal; que se pondere a la vanguardia por encima de las masas.

A veces veo más solidaridad con los cubanos que vivieron en la época de Batista que con los que vivimos en esta; los cuales, pagamos con nuestro comprometido silencio -resultado de invocar al “disciplinado y obediente revolucionario” que llevamos dentro-, la supervivencia de una vanguardia que a menudo puede serlo solo formalmente, pero se afirma a sí misma como abanderada de la Revolución, es decir, como la única barrera a que aquellos nefastos tiempos vuelvan.

Yo sigo creyendo que debemos temblar de indignación cuando se comete una injusticia, sin importar quien la hizo. Por eso agradezco a quienes ejercen el valiente ejercicio de la crítica revolucionaria. La cual no es solo mirar la contracción y el bajo crecimiento económico -–esos son reflejos que hemos construido del problema-, sino el precio del plato de frijoles, que importa más.

Por lo que destaco la urgencia -y no se sienta aludido quien ya lo hace- desde espacios revolucionarios –e incluso, algunos que no lo son tanto- de ir más profundo, de trascender esa historia de grandes hechos y acontecimientos y mostrar las pequeñas historias, esas que, quién sabe, no sean dignas de la academia y la intelectualidad, esas de las que la disidencia en parte se ha apropiado, pero que son la verdadera historia.

Mi cercanía a esas pequeñas historias que muestran la cara más dura del precio que se paga  por tener el país más simbólico del mundo, es la razón de cierto tono sombrío en mis líneas. Yo también soy yo y mi circunstancia; no puedo escapar de ella.

30 noviembre 2018 50 comentarios 246 vistas
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La fiesta del Guatao

por Miguel Alejandro Hayes 20 noviembre 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

El fenómeno de la propiedad privada ocupa a muchos hoy. Diversas voces se alzan, para en su nombre pedir el mercado mayorista. Este, puede que en determinados contextos no genere el efecto deseado.

Como la economía tiende a ser una ciencia ahistórica, basada normalmente en lógicas trascendentales, las cuales confunden mucho, propongo pensar en un caso hipotético para que ayude a ilustrar esto. Así, que de la misma manera que algunos libros de macroeconomía y microeconomía exponen sus puntos a partir de ejemplos sencillos, podemos hacer lo mismo aquí.

Imagínese una comunidad no céntrica de cualquier zona de la capital o de cualquier ciudad de otra provincia, con apenas mil habitantes, y que depende del transporte público para su desplazamiento. En los alrededores, digamos 4 cuadras a la redonda, hay una única cafetería. En ella, se venden nuestras típicas pizas, refrescos gaseados, dulces y panes.

Como su dueño es un compañero honesto y comprometido con el orden, compra el pan y la masa de piza en la panadería; el tomate y el queso en el agro-mercado estatal, el refresco en la pipa que va a la comunidad; y los dulces, bueno, se los compra a alguien en el cual confía en su honestidad.

Con esas condiciones, su cafetería es rentable, y da buenos ingresos. Todos los días en las mañanas compran los padres de los niños la merienda para la escuela, otros desayunan, en fin, tiene su utilidad social. Ofrece buen servicio, por lo que además de ser la única cafetería, vende bastante, aunque ciertamente no satisface la demanda de la comunidad, y ya a las 5 de la tarde cierra porque se quedó sin productos para vender.

Si de pronto, gracias a un mercado mayorista, su dueño puede comprar todo lo mencionado antes a mitad de precio, su rentabilidad se multiplicará. ¿Cuál sería el comportamiento normal de esta persona  con su política de precios?

En su sano juicio, como sabe que tiene la única cafetería, entiende que no debe bajar los precios, si de todos modos, todo el mundo le comprará. Este dueño, a nivel de la comunidad, ejerce como productor una posición de monopolio, así que se impone.

Con sus precios de venta iguales y menores costos, sus ganancias y rentabilidad aumentarán significativamente; no por un aumento de su esfuerzo, sino simplemente por una reconfiguración de las reglas de juego en su favor.

Ante esta respuesta del dueño, las autoridades -y con la queja de consumidores que conocen la facilidad que este posee para adquirir sus insumos-, pudieran topar los precios o subirle los impuestos. Los primeros harán que su cafetería siga siendo rentable, al menos desde un punto de vista meramente contable. Sin embargo el dueño, en el ejercicio del criterio, considera a sus restricciones un costo de oportunidad, por lo que cree que son pérdidas que está teniendo. En esa lógica, al compararse con los condiciones antes de que se le aplicarán esas políticas, piensa que ya no le da negocio, por tanto, en esas circunstancias prefiere parar la cafetería.

Así, decide cerrar. Como era la única cafetería, la demanda que suplía ahora queda insatisfecha, y la función social que cumplía se ve afectada. Con ello, se puso límite a un enriquecimiento-que no tiene que ser malo- que la propia política económica estimuló, se dejó sin oferta a la población de esa comunidad, y desapareció una fuente de cierta riqueza. Ahora, ni dinero para el dueño, ni oferta para la gente, ni cobro de impuestos para redistribuir. Circunstancia esta, claro, que no tiene que ser una regla, pero que no es ajena a nuestra realidad.

La cuestión es que con  este ejemplo, se muestra cuál puede ser uno de los posibles escenarios dado un mal manejo del mercado mayorista. Este es necesario, pero cuando se trata de sociedad, nada es automático, y en cada contexto, los resultados pueden ser diferentes. Por eso, si su objetivo es mejorar la calidad de vida de los ciudadanos de a pie, debe mirarse bien no vaya a ser que solo beneficie a los privados, o que termine -como en el ejemplo descrito- como la fiesta del Guatao.

20 noviembre 2018 30 comentarios 324 vistas
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Salario y desigualdad

por Miguel Alejandro Hayes 15 noviembre 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

En las últimas estadística del anuario, un cambio en particular me llama la atención. El salario medio sigue creciendo. Esta estadística no tiene que ser precisamente algo favorable.

El salario, a mi juicio -y al de muchos seguro- es el problema central de nuestro sistema. Si sus niveles fueran los necesarios, desaparecería la migración de cubanos al exterior por su inverso; y cuestiones como la burocracia y la autocensura no se notarían. Después de todo, en otras sociedades, al que piensa diferente y hace mucho ruido lo desaparecen -literalmente- y solo los ricos llegan a presidente.

Como es entonces  un tema casi trascendental hay que prestarle más atención, digo, nosotros, todos los que de una forma u otra debatimos sobre la realidad, pero también, economistas, sociólogos, politólogos, y sobre todo, nuestros cuadros políticos, que son los que en definitiva cortan el bacalao.

Por eso, al caer en mis manos -en mi pantalla- el anuario estadístico me remití a la estadística del salario. Lo relevante, era ese aumento del salario medio del cubano, donde en tan solo par de años pasó de 687 a 767. Válido aclarar que está cifra solo recoge al sector estatal.

Durante dos semanas he estado preguntando a quienes conozco que trabajan en el sector estatal, obreros promedio, para saber si sus salarios habían ascendido. Para mi sorpresa, encontré siempre una respuesta negativa, a ninguno de ellos se les había subido el salario. Confiando en mi muestra, me preocupé.

Fue entonces cuando me acordé de aquel ministro inglés, Benjamin Disraeli, quien afirmó que existían las mentiras de la estadística. El dato del anuario no estaba mal, por lo que el problema está en la medida promedio.

Con una mini dosis de matemática, se conoce que la media es una medida de distribución, que  habla de una igualdad cuantitativa ideal e irreal. Ilustrando eso, el expresidente Correa, contaba el hipotético caso de un hombre que tenía la mitad de su cuerpo en un horno y la otra en un congelador, como promedio, esta a buena temperatura.

Por eso, ese salario que dice que todos ahora ganamos más pero no es real, para que haya gente ganando 320, el medio sea de 687 y suba a 746, y los salarios más bajos no suban, es evidente que los que ha ocurrido es, o el aumento de los salarios que ya estaban por encima de la media, o la creación de nuevos salarios de cuantía elevada. Para que haya alguien con trescientos y pico , tiene que haber otro con más de mil doscientos para obtener nuestro medio, esta simple distancia entre extremos es un brecha de desigualdad.

Si se me preguntara que objeto al respecto, respondería con otra pregunta, ¿qué política social estamos siguiendo?

El movimiento de la estructura salarial, además de su insufiencia para garantizar la reproducción del trabajador, no en acto casual está reproduciendo una desigualdad. Este mecanismo, de mantenerse así en el tiempo, puede hacer de la desigualdad -en el sector estatal- algo crónica. Cosa que no será generada ni por el bloqueo, ni por el malvado mercado, ni por el neoliberalismo, sino por nuestro propio manejo de la economía.

Creo que se está en tiempo de rediseñar esas cuestiones, al menos, para que vayan en sincronía con el espíritu de la Revolución.

15 noviembre 2018 15 comentarios 353 vistas
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