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Mauricio De Miranda Parrondo

Mauricio De Miranda Parrondo

Economista cubano. Doctor en Economía Internacional y Desarrollo. Profesor Titular e Investigador de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, Colombia.

socialismo

El debate sobre el socialismo en Cuba: entre la realidad cambiante y sus supuestos límites

por Mauricio De Miranda Parrondo 20 abril 2021
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

Raúl Castro se despide del liderazgo oficial en el Partido Comunista de Cuba (PCC), con la presentación de un «Informe Central» que demuestra la escasa voluntad política de la dirigencia cubana de adoptar los profundos cambios estructurales que requiere el país.

Los límites del proceso de cambios económicos

Al referirse a la «flexibilización» del trabajo por cuenta propia, mencionó que:

«(…) sin siquiera haber implementado esta importante decisión, se ha demandado el ejercicio privado de algunas profesiones, mientras a las demás no se les permite. Parecería que el egoísmo, la codicia y el afán de mayores ingresos, provocan en algunos el aliento para desear que se inicie un proceso de privatización que barrería los cimientos y las esencias de la sociedad socialista construida a lo largo de más de seis décadas».

¿Entonces la máxima dirección partidista considera que los trabajadores por cuenta propia son egoístas y codiciosos y tienen afán de mayores ingresos? ¿Quienes defendemos la expansión de la empresa privada para bien de la economía nacional somos apologistas de un proceso de privatización que barrería los cimientos y las esencias de la sociedad socialista construida a lo largo de más de seis décadas? ¿Significa esto que, una vez más, los trabajadores por cuenta propia serán usados para resolver problemas graves y luego nuevamente anatematizados?

Desde que se estableció el sistema socialista en la Rusia bolchevique se trató de argumentar que, puesto que el Estado es «de obreros y campesinos», la propiedad estatal sería expresión de la propiedad social en el socialismo. Sin embargo, para que una propiedad pueda realizarse plenamente, el propietario debe tener los mecanismos que le permitan gestionarla o controlar dicha gestión.

Ni en la Rusia bolchevique primero, ni en la URSS después, ni en los países socialistas de Europa Oriental, ni en China, ni en Vietnam, ni en Cuba, esto ha funcionado así. Las decisiones económicas se toman centralmente por parte del grupo de poder y la sociedad carece de los mecanismos democráticos para pedir cuentas a los dirigentes o, llegado el caso, elegir a otros gestores de esa propiedad.

No se está proponiendo la privatización de la economía nacional, sino la eliminación de los monopolios estatales, que son manejados como si fueran privados y que tanto daño han provocado a la economía, de forma que existan opciones de competencia entre empresas de distintos tipos de propiedad.

Esto obligaría, por supuesto, a una gestión más eficiente y transparente de la propiedad pública, pero al mismo tiempo, por vía de los impuestos, permitiría al Estado recibir ingresos que podrían destinarse al desarrollo social. En ningún momento estamos proponiendo destruir las conquistas de la Revolución cubana, sino fortalecerlas y, además, hacerlas viables económicamente.

En su «Informe Central», Raúl Castro defendió como una cuestión inexcusable la decisión de no abandonar el monopolio estatal sobre el comercio exterior, como tampoco renunciar al monopolio estatal del comercio minorista y mayorista. ¿Qué tiene esto que ver con el socialismo? Nada. El monopolio estatal solo tiene que ver con una concepción estatista de la sociedad que no necesariamente fortalece al socialismo.

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El primer secretario del PCC, Raúl Castro, da lectura al Informe Central al VIII Congreso. (Foto: Estudios Revolución)

Los errores estratégicos y la destrucción del socialismo o de la independencia nacional, no están en las supuestas confusiones o ingenuidades relacionadas con la aparición de un sector privado robusto, comprometido con el desarrollo del país, sino en la persistencia de modelos fallidos que han llevado a la bancarrota del socialismo y a su reemplazo por un capitalismo neoliberal en el que, además, se han pisoteado muchos derechos sociales.

En estos momentos, la batalla por la sobrevivencia del socialismo está precisamente en su transformación, para que puedan justificarse las aspiraciones de la sociedad cubana que abrazó la Revolución como su proyecto de vida, el cual no podrá realizarse mientras la economía no se encamine por una senda de crecimiento que beneficie a todos. Para que resulte sostenible el modelo social al que aspira una parte considerable de la población, es necesario sobrepasar ciertos límites que, al ser impuestos como camisas de fuerza, solo conducirán a la implantación de un capitalismo neoliberal que, incluso, puede asumir la forma de «capitalismo de Estado».

Al justificar la disposición que restableció los mercados en monedas libremente convertibles (MLC), se argumenta: «Esta necesaria medida tuvo el propósito inicial de asegurar la presencia en el mercado interno de un conjunto de surtidos que a lo largo de los últimos cinco años fueron desapareciendo de la oferta estatal, dejando espacio para la actividad ilegal de la compra en el exterior y la reventa de esos artículos con altísimas tasas de ganancia».

 Se hace evidente que el Estado necesitaba reemplazar a los comerciantes privados «ilegales» que importaban tales productos y transferir esos altos beneficios a la arcas públicas, pero habría sido mucho más beneficioso legalizar la actividad económica de dichos comerciantes, convertirla de informal en formal y establecer impuestos adecuados, como es normal en cualquier país. Además de constituir una medida económica que apuntaría a la regulación del mercado, el impacto político habría sido mucho más aceptable que restablecer una barrera económica y social entre los cubanos que tienen acceso a dólares y los que no.

En el esquema escogido por los dirigentes cubanos, se otorga un lugar esencial a las remesas procedentes del exterior, sobre todo en las condiciones de reducción a niveles mínimos del turismo internacional. Sin embargo, nada se dice de la adopción de medidas transparentes para que esos cubanos residentes fuera de la Isla sean finalmente considerados cubanos a secas y les sea reconocida su contribución a evitar el colapso económico.

Mientras tanto, en los temas migratorios y en las relaciones con la comunidad cubana no se ha dado el más mínimo paso encaminado a finalizar la histórica división entre cubanos de aquí y cubanos de allá.

El impacto de la llamada «Tarea Ordenamiento» se analizó superficialmente en el Informe. De hecho, luego de reconocer su complejidad que, aparentemente, fue la causa de que demorara una década en ser implementada, se habla de los «inobjetables logros de la unificación monetaria y cambiaria».

Vale la pena destacar que no se ha producido una unificación monetaria, pues a la par de la moneda nacional, se mantienen el uso del dólar u otras divisas extranjeras como «depósitos a la vista», lo cual, como demuestra la teoría económica, hace parte de la oferta monetaria. La unificación monetaria se producirá cuando la moneda nacional recupere la soberanía a través de un curso forzoso y una fuerza liberatoria ilimitada en todo el territorio nacional. Mientras tanto, seguimos en condiciones de una dualidad monetaria y con un mercado segmentado en el que funcionan diversas monedas.

Lo que sí se ha producido es la unificación cambiaria, pero ha adoptado un nuevo tipo de cambio sobrevaluado que, por demás, está facilitando la aparición de un mercado informal de divisas en el que los dólares se venden a un precio mucho más alto.

La unificación cambiaria y la reforma de precios y salarios

Todo esto se acompañó de una reforma general de salarios, pensiones de jubilación y precios, que ha generado justificado malestar en la población, al verificarse que los supuestos incrementos en los ingresos nominales, en realidad significaron una contracción de los ingresos reales de una parte considerable de las personas.

A lo anterior se suma la política de tope de precios para los bienes comercializados en mercados no estatales. Ciertamente, una serie de productos sensibles mantienen niveles de subsidio, pero la realidad es que incluso estos subsidios podrían disminuir o eliminarse si no existieran las cortapisas actuales para el emprendimiento y el incremento de ingresos relacionados con el trabajo.

Un aspecto debatido en diversos medios, y al cual las autoridades solo responden que «nadie quedará desamparado», es el tema de las pensiones de jubilación. En su inmensa mayoría, estas quedaron por debajo del salario mínimo, sin considerar adecuadamente la contribución de esas personas a la sociedad, sin egoísmo ni codicia.

Uno de los problemas más graves del llamado Ordenamiento radica, sin embargo, en la secuencia de las medidas, tal y como han mencionado otros colegas, como es el caso de Pedro Monreal. Era lógico que una modificación del tipo de cambio generaría una modificación de los precios, así como la necesidad de aumentar salarios y pensiones.

El incremento de precios en las condiciones actuales de parálisis de la actividad económica, solo podía compensarse con medidas favorables al emprendimiento privado y cooperativo. Aunque existen reservas importantes para incrementar la oferta de bienes y servicios producidos por empresas estatales, para mejorar su contribución a la economía nacional, sería necesario, al menos, asegurar dos condiciones: 1) la autonomía económica y operativa real y 2) la supresión de las condiciones de monopolio.

Los jubilados de la Revolución

Es por ello, y por otras razones, que muchos economistas hemos insistido en la necesidad de adoptar medidas que faciliten el funcionamiento de microempresas, pequeñas y medianas empresas privadas y cooperativas a las que debe reconocerse su personalidad jurídica. Resulta necesario crear condiciones institucionales para la renovación del tejido empresarial, que premie, a través del funcionamiento de un mercado regulado pero no controlado, tanto el emprendimiento como la productividad y la calidad de la producción y prestación de servicios.

El Estado, la propiedad de todo el pueblo y el poder de los trabajadores

En el «Informe Central» se cita a Fidel Castro cuando afirmó: «No puede olvidarse jamás que la propiedad de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción constituye la base del poder real de los trabajadores». Ya he cuestionado antes que la propiedad estatal sea realmente «de todo el pueblo». Una cosa es que lo sea formalmente y otra muy distinta es que lo sea realmente. Para que sea en verdad «de todo el pueblo», este en su conjunto debe hallarse en condiciones de ejercer su derecho como copropietarios colectivos. Y ello solo es posible en un sistema realmente democrático.

La experiencia histórica del «socialismo realmente existente», tanto en Cuba como en otros países, muestra suficientes errores en la gestión de la propiedad pública sin que los supuestos propietarios puedan pedir cuentas a los gestores.

En consecuencia, debido al carácter centralizado de las decisiones, se ha mantenido en este tipo de modelo socialista, aunque de forma distinta al capitalismo, la enajenación de los trabajadores respecto a la propiedad que supuestamente les pertenece. Esta realidad constituye una vulneración de los principios sobre los que debería construirse una sociedad socialista.

En la implementación del socialismo a partir del leninismo, con su visión centralista, totalitaria y autoritaria de la organización de la sociedad, se han cercenado los derechos que en teoría tienen los pueblos de ejercer su soberanía.

Partido Comunista y responsabilidad política

Engels señalaba en Antidühring: «La fuerza expansiva de los medios de producción rompe las ligaduras con que la tiene sujeta el modo capitalista de producción. Su liberación de estas ligaduras es la única premisa de un desarrollo ininterrumpido, constantemente creciente de las fuerzas productivas y con ello, de un incremento prácticamente ilimitado de la producción misma». Obviamente, no tuvo en cuenta que esto último resulta imposible porque las restricciones de recursos que tiene cualquier sociedad, impiden que la producción pueda crecer de forma ilimitada.

No obstante, cuando las relaciones de producción obstaculizan el despliegue de las fuerzas productivas, sí constituyen un freno al desarrollo económico y social. Y cuando se afirma que existen límites que no se pueden traspasar, estos son los responsables principales de los frenos al desarrollo.

¿De qué forma se expresa en la sociedad cubana el poder de los trabajadores? ¿Pueden los trabajadores elegir de forma directa a los dirigentes del Estado? ¿Pueden revocar de forma directa a los funcionarios electos que incumplen con sus funciones o que cometen severos errores en su gestión? ¿Pueden revocar a los corruptos? ¿Pueden formar asociaciones libres de productores que no estén específicamente diseñadas y controladas por el Partido Comunista? ¿Pueden ejercer su derecho a la huelga cuando consideran que sus salarios o condiciones de trabajo son inadecuados? La respuesta a todas estas preguntas es obvia.

La experiencia histórica del socialismo «realmente existente» ilustra que el tipo de Estado, basado en la «dictadura del proletariado» ha sido reemplazado por la dictadura de un Partido que carece de democracia interna, con lo cual, lo que se impone es la dictadura de su grupo dirigente y, en algunos casos, la dictadura del principal líder. Por ello, defender la unidad en «torno al Partido» ha resultado, en la práctica, la exigencia de aceptar las decisiones del liderazgo, lo cual evidentemente es contrario a un sistema democrático de cualquier signo ideológico.

La unidad de la Nación y la cuestión del Partido único

Raúl Castro afirmó que: «La existencia en Cuba de un único partido ha estado, y estará siempre, en el foco de las campañas del enemigo, empeñado en fragmentar y desunir a los cubanos con los cantos de sirenas de la sacrosanta democracia burguesa, partiendo de la antiquísima táctica de “divide y vencerás”». Pero ello es así cuando se convierte en enemigos a quienes disienten. La unidad de la Nación es una construcción colectiva que, en principio, no puede ser excluyente, sino a través de consensos.

El VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba: razones para trascender

Es ampliamente conocido que la Revolución Cubana no fue una revolución comunista, sino una democrática, nacionalista y antimperialista. La Revolución Cubana no se inspiró en la ideología marxista-leninista, sino en los fundamentos martianos y en el objetivo de recuperar y seguramente perfeccionar la democracia que había sido barrida por el régimen de Batista.

Precisamente, las primeras escisiones importantes en la Revolución Cubana se produjeron cuando el proyecto nacional-liberador fue reemplazado por un proyecto comunista. El surgimiento mismo del comunismo es el resultado de la escisión y, por tanto, del debilitamiento del movimiento socialista.

La experiencia de la Revolución bolchevique y de otros procesos revolucionarios, incluido el cubano, ha significado la marginación de los movimientos revolucionarios no comunistas. Por tanto, en lugar de la unión, lo que se ha producido es la imposición de un tipo de sociedad en la que pareciera que solo existe la alternativa que se impone.

En tiempos de grandes peligros, no solo para la sociedad cubana, sino para el mundo, la unidad no puede ser otra que construir consensos en los que se integre la diversidad. Y esto no puede ser de otra manera que con un proyecto amplio y diverso, basado en la democracia real.

No se apela aquí a la ficción de una democracia basada en elecciones —aunque la capacidad de un pueblo de elegir directamente es la base de cualquier democracia—, sino de un sistema democrático en el que, además de elegir entre opciones plurales, existan los mecanismos para controlar a los elegidos, de forma que se garantice que estos sean en realidad servidores públicos. Esa democracia no podría funcionar adecuadamente sin el imperio de la ley y de la igualdad de todos ante esta.

La oportunidad perdida

El 8vo Congreso del PCC, al parecer, deja escapar la oportunidad de que este partido lidere la profunda transformación que necesita Cuba. Los cambios requeridos, tanto por la economía como por la sociedad no son cosméticos, sino de una trascendencia estructural.

El rechazo y la crítica al bloqueo estadounidense, que es real e injusto, no pueden convertirse en factores paralizantes para producir los cambios económicos y políticos que se necesitan. Una nueva estrategia de desarrollo solo puede construirse mediante la convocatoria al consenso y la cooperación colectivos. Esto puede plantearse de forma retórica, pero llevarlo a la práctica exige una nueva mentalidad, no solo económica sino también política, y, sobre todo, una voluntad orientada al reconocimiento de nuestra diversidad política, cultural y racial, entre otras.

Antimperialismo en Cuba: reflexión en dos tiempos

La mayoría legitima su poder cuando se garantizan y defienden los derechos de las minorías. Además, debe existir la garantía de que uno de los resultados lógicos de este tipo de proceso podría ser que las mayorías y las minorías alternen de sentido como resultado del ejercicio democrático.

El bloqueo estadounidense y las políticas de agresión no pueden ser la justificación para no democratizar plenamente a la sociedad cubana. Esta es una necesidad de inmenso calado que, al mismo tiempo, dejaría sin sustento las exigencias estadounidenses que, evidentemente, no responden a una orientación moral de su política exterior, habida cuenta la tradicional cooperación de su gobierno con diversos regímenes dictatoriales.

El liderazgo político de un partido, cualquiera que sea, debe asegurarse en la vida cotidiana de cualquier sociedad moderna a partir de los resultados de su gestión y no a partir de una salvaguarda constitucional. Y esa gestión debería ser contrastada y legitimada en las urnas en una competencia política transparente. Esa no es la realidad actual de nuestro país, pero no sería descabellado pensar que hacia allí deberíamos avanzar.

20 abril 2021 47 comentarios 6,1K vistas
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NEP

El ocaso de la NEP y el debate entre Bujarin y Preobrazhenski

por Mauricio De Miranda Parrondo 22 marzo 2021
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

En los primeros años del poder soviético, entre los principales teóricos y gestores de la política económica dominaba la idea de que en el socialismo el producto del trabajo no tenía un carácter mercantil, ya que el objetivo de la producción era la satisfacción directa de las necesidades sociales.

Tal criterio les llevaba a considerar solo el valor de uso de los bienes y no su valor monetario. El consenso teórico era, entonces, que el Estado estaba en capacidad de asumir todas las funciones ligadas a la organización social de la producción, distribución y consumo, como una empresa unificada. (Kolakowski, 1985, t.3: 40).

El libre comercio era asociado al capitalismo, de ahí que la lucha contra este sistema tenía su expresión económica en la lucha contra el mercado. Es llamativo que en las obras de Lenin se encuentren referencias que identifican el libre comercio de cereales con los intereses del capitalismo y de Kolchak y Denikin —jefes de los ejércitos rusos «blancos» que se enfrentaban a los bolcheviques en la guerra civil— y otras en las que se afirma que la libertad de comercio del grano es una vuelta al capitalismo y al poder absoluto de los terratenientes (Lenin, Obras, vol. 29: 352, 525-526, 570, citado por Kolakowski, 1985, t. 2: 472-475).

En consecuencia, si bien la adopción del «Comunismo de Guerra» respondió a las condiciones extraordinarias de la guerra civil, en realidad, la mayor parte de los líderes bolcheviques, en su «enfermedad infantil del izquierdismo», al decir de Lenin, creía que ese era el camino más rápido para llegar al comunismo.

Lecciones a cien años de la Nueva Política Económica en Rusia

Del Comunismo de Guerra a la NEP

Como es sabido, el «Comunismo de Guerra» permitió la sobrevivencia del régimen soviético pero a costa de lacerar la llamada «alianza obrero-campesina» y de sumar a los socialistas no bolcheviques al campo de la oposición política. En solo tres años se había erosionado considerablemente el apoyo popular al régimen soviético. Con el fin de evitar su derrocamiento, la dirigencia bolchevique apeló, por una parte, a una Nueva Política Económica (NEP) y, por otra, al reforzamiento del poder a través de una dictadura, que más que «del proletariado», como sostenía la teoría marxista, era en realidad del grupo dirigente del partido bolchevique sobre el resto de la sociedad.

Al mismo tiempo que se desarrollaba la NEP, de la que resurgió con fuerza el sector privado, se suprimían los demás partidos, incluso los progresistas que habían participado en la revolución. La unidad bolchevique se planteó al suprimir todo tipo de oposición dentro del partido gobernante que, en aquel momento, tuvo sus principales expresiones en la Oposición Obrera y en la Oposición de Izquierda.

En esencia, la NEP consistió en el restablecimiento de las relaciones monetarias y mercantiles y de la propiedad privada en ciertas actividades económicas no estratégicas (pequeña y mediana industria, pequeños comercios y agricultura), aunque la gran industria, la tierra, los bancos, el transporte y el comercio exterior, continuaron en manos del Estado. En los inicios se le consideraba un «retroceso estratégico», pero poco después, tanto Lenin como Bujarin, sus principales impulsores, llegaron a la conclusión de que debería durar «al menos una generación».

NEP

«De la NEP en Rusia vendrá la Rusia de los socialistas» (Ilustración: Gustav Klutsis/1930)

Con el objetivo de aumentar la producción agrícola y mejorar las relaciones con el campesinado, se suspendieron las requisas de productos agrícolas y se reemplazaron, primero, por un impuesto en especie, y, tiempo después, por un impuesto en dinero, mientras que los campesinos pudieron vender sus excedentes en los mercados libres que comenzaron a autorizarse. Además, se frenaron los intentos de colectivizar las tierras debido a la oposición campesina.

Se realizó una reforma monetaria con el objetivo de contener la inflación galopante causada por la emisión exagerada de circulante. En consecuencia, en 1922, se introdujo el chervonetz, respaldado en oro, para las transacciones de alta denominación y para el comercio internacional, junto con medidas de ordenamiento fiscal que ayudarían a reducir el abultado déficit de las finanzas públicas.

A pesar de que mediante esta reforma se establecía nominalmente el patrón cambio-oro, en la práctica no existía libertad de comprar y vender dicho metal. El Estado mantenía el control monopólico del comercio exterior y de las transacciones internacionales. El rublo de papel continuó circulando internamente para la mayor parte de las transacciones domésticas. En 1924, un nuevo rublo se cambió por 50.000 rublos de 1923 y, a su vez, este último equivalía a 1.000.000 de rublos de 1921 (Nove, 1992: 86).

En 1922 se autorizó la creación de empresas mixtas con participación de hasta un 50% de capital extranjero. En la gran industria se mantuvo el predominio del sector estatal, sin embargo, en la pequeña y mediana industria y el comercio doméstico, el capital privado nacional resultó predominante. Reapareció entonces una pequeña burguesía que se conoció con el nombre de nepmen —los hombres de la NEP—, formada por campesinos medios y ricos, por comerciantes y pequeños y medianos empresarios de las ciudades. Nove (1992: 92) menciona que en 1926-1927, las empresas privadas aportaban el 77,5% de toda la producción de pequeñas y medianas industrias.

Cuba: NEP versus Comunismo de Guerra

Por otra parte, en las empresas estatales se reemplazó el control obrero por la dirección personal única y se debilitó el papel de los sindicatos en las decisiones de las empresas.

La economía soviética mejoró significativamente a partir de la NEP. La producción industrial creció entre 1921 y 1926 a un ritmo promedio anual del 41,0%; aunque solo en 1926 logró superar el valor alcanzado en 1913. Durante el período mencionado, también se lograron altos crecimientos en las producciones físicas de carbón, hierro, acero, tejidos de algodón, así como en la cosecha de cereales; sin embargo, debido al estado crítico de los niveles de producción en 1920 y 1921, y no obstante los altos crecimientos alcanzados durante la etapa de esplendor de la NEP, aún en 1926 los niveles de producción de estos bienes estaban por debajo de los de 1913.

A pesar de los avances mencionados, no todo fue bueno en la NEP desde el punto de vista económico. La profunda reforma de la industria, en función de la sostenibilidad financiera y la rentabilidad, llevó a altos niveles de desempleo en las ciudades y al establecimiento de salarios que, en términos reales, estaban por debajo de los de 1913. Esta situación, unida al aumento de las exigencias de disciplina laboral, prohibición de las huelgas y reforzamiento del papel de los gerentes —algunos de ellos antiguos empresarios— sobre los sindicatos, condujo a altos niveles de descontento en la clase trabajadora y a la aparición de grupos de oposición como Verdad Obrera y el Grupo de Trabajadores, para quienes la NEP expresaba la restauración del capitalismo y la «nueva explotación del proletariado». (Carr, 1954: 93).

La NEP produjo asimismo fuertes tensiones al interior de la sociedad soviética. A diferencia de la pretendida alianza obrero-campesina, ambas clases sociales se encontraban enfrentadas; mientras los campesinos tenían la posibilidad de incrementar sus ingresos al producir para un mercado que demandaba sus productos, los obreros industriales padecían el temor al desempleo, y sus bajos salarios les obligaban a una vida llena de privaciones.

El debate entre Bujarin y Preobrazhenski en el contexto de la NEP

En las nuevas condiciones económicas, se produjo, a mediados de la década del veinte, el conocido debate de la Academia Comunista sobre los mecanismos de regulación de la economía socialista, el contenido de la planificación y el carácter de sus proporciones.

Glosas de lo político en tiempos de la NEP

El mismo inició con la publicación del libro de Evgeni Preobrazhenski, La Nueva Económica. Contra las tesis de Preobrazhenski polemizó Nikolai Bujarin, que no participó en las discusiones verbales pero publicó un artículo en Pravda, diario del Partido Comunista, titulado «Observaciones críticas sobre el libro del camarada Preobrazhensi – La Nueva Económica», en el que fundamentó sus discrepancias. Ambos eran importantes dirigentes bolcheviques en aquella época, destacados economistas y compartieron el martirio impuesto por los falsos juicios de Moscú de 1936-1938.

Preobrazhenski consideraba que las relaciones mercantiles en la esfera de la propiedad estatal tenían un carácter formal y ajeno a esta y derivaban de las relaciones recíprocas de la esfera estatal con la economía privada. Respecto al desarrollo, expuso su teoría sobre «la acumulación primitiva socialista», según la cual, en los países atrasados en los que se construía el socialismo había que crear las condiciones para un desarrollo económico basado en la industrialización acelerada, lo cual requería una alta tasa de acumulación, que no necesariamente respetara las proporciones del mercado.

De acuerdo a este análisis, entendía necesario priorizar las ramas de la industria pesada que aseguraran la producción de maquinarias de todo el sector industrial. Para lograrlo, se debía obtener recursos mediante intercambios no equivalentes, extrayéndolos de la producción campesina, que había sido uno de los sectores más beneficiados en términos de ingresos durante la NEP (Preobrazhenski, 1926: 166-167).

En la práctica, ello significaba que el Estado debía imponer precios altos —por encima del valor— a los productos industriales que demandara el campesinado, produciendo así una especie de redistribución de rentas del campo a favor de la industrialización. En resumen, el contenido fundamental de la «ley de la acumulación primitiva socialista», podría definirse como «la formación de proporciones de intercambios y, correlativamente, de una estructura de división social del trabajo distintos a los que se formarían como consecuencia de la acción (…) de las fuerzas del mercado» (Brus, 1960: 71).

En opinión de Bujarin, la ley del valor dejaba de funcionar como regulador espontáneo en la economía socialista, lo cual no significaba necesariamente que dejara de actuar como regulador particular dentro de la planificación. Fundamentaba el criterio de que en el socialismo, la ley del valor se transformaba en «ley de la proporcionalidad en la distribución del trabajo social», es decir, en la ley económica que aseguraba el equilibrio de la economía (Brus, 1960: 72).

NEP- Bujarin

Nikolai Bujarin (1888-1938)

En ese sentido, el plan no debería infringir las proporciones que creaba el mercado, por lo cual resultaba erróneo establecer intercambios no equivalentes entre la ciudad y el campo, o incluso, entre diversas ramas de la industria, a riesgo de amenazar sus condiciones normales de reproducción, así como las relaciones necesarias entre la industria y la agricultura. La perturbación de las interdependencias económicas que aseguraban el equilibrio económico podían, según Bujarin, afectar el equilibrio político del país.

Mientras Preobrazhenski defendía el desarrollo a partir de la ruptura del equilibrio y las proporciones entre los sectores industrial y agrícola y al interior de la industria misma; Bujarin era partidario de un desarrollo equilibrado, a partir de la detección, a través del plan, de conexiones adecuadas entre las diversas ramas de la economía.

El camino que proponía Preobrazhenski conducía necesariamente a una transformación drástica de la estructura económica a favor de la industrialización, lo cual significaba, en aquellos tiempos, la adopción de métodos administrativos de gestión; en tanto, las ideas de Bujarin estaban orientadas hacia cambios estructurales más lentos, impuestos por la evolución de las proporciones económicas objetivas.

Como quiera que el socialismo se había impuesto en un país con una economía relativamente atrasada y, en ese período, bastante aislada de los principales centros financieros del mundo, existía un consenso en la dirección política en el sentido de que el desarrollo económico pasaba, necesariamente, por el desarrollo industrial en condiciones de relativo aislamiento económico, ausencia de tecnología, escasez de fuerza de trabajo calificada y de recursos financieros. Ello supuso un alto nivel de centralización de los recursos económicos y se tradujo en la decisión de aplicar mecanismos de regulación consciente en la dirección económica.

Como es sabido, la NEP fue abandonada en 1927 con la aprobación del primer Plan Quinquenal de 1928-1932, que coincidió, además, con la consolidación de Stalin en el poder. La estrategia de desarrollo adoptada consistió en la industrialización acelerada y la colectivización forzosa de la agricultura, lo que eliminaba cualquier vestigio de propiedad privada en la economía.

NEP

«Enemigos del plan quinquenal». (Texto: «El terrateniente mira como un perro guardián malvado, el kulak respira con fuerza por la nariz torcida, el borracho es como un pez adolorido, el sacerdote aúlla frenético, el periodista corrupto silba, el capitalista está enseñando los dientes, el menchevique está furioso, el guerrero blanco está maldiciendo. Como perros sin jaula, todos aquellos que defienden las viejas costumbres. ¡Maldita sea el plan quinquenal y viva la guerra! ¡Amenazaron con arruinarlo, entendiendo que el plan significa su muerte inminente!») (Caricatura: Demian Bednyi/The Menshevik Herald/1929).

Esta misma situación se repetiría posteriormente en la mayor parte de los países donde se estableció el sistema del «socialismo real». Dicho escenario, unido a las condiciones políticas particulares en las que se erigió el sistema institucional y político en la URSS bajo el estalinismo, determinó que el modelo de desarrollo adoptado, y difundido, estuviera basado en un alto grado de centralización de las decisiones económicas en ausencia de libertades políticas.

Cuba tuvo su primer debate sobre el desarrollo económico en el socialismo en los primeros años sesenta. A partir de entonces, se ha mantenido una discusión permanente sobre temas relacionados con el modelo de funcionamiento de la economía, el papel del mercado y su relación con la planificación, el alcance de la planificación centralizada, la estrategia de desarrollo, las relaciones de propiedad y un amplio número de temas concretos.

En los últimos tiempos esa polémica se ha vuelto especialmente intensa, sin embargo, ha faltado la voluntad de los gestores de política económica para debatir abierta y libremente con sus contradictores. Mientras tanto, la política económica actual del gobierno cubano parece acercarse a esa práctica de «acumulación originaria» propuesta en su tiempo por Preobazhensky y que se basaría en la extracción de recursos, tanto desde los actores privados de la economía como desde parte de la emigración. En consecuencia, más que «acumulación originaria» encaminada a propiciar un crecimiento acelerado de sectores estratégicos para el desarrollo, se trataría de una opción de supervivencia de las estructuras de poder.

***

Referencias

Brus, Wlodzimierz (1969) El funcionamiento de la economía socialista, Oikos-tau. Barcelona, 1969.

Carr, Edward H. (1950) A History of Soviet Russia. The Bolshevik Revolution, 1917-1923. (I, II, III) W. W. Norton and Company, New York.

Carr, Edward H. (1954) Historia de la Rusia Soviética. El Interregno, 1923-1924. Alianza Universidad, Edición 1974, Madrid.

Carr, Edward H. (1958-63) Historia de la Rusia Soviética. El socialismo en un solo país, 1924-26. (I, II, III.1, III.2). Alianza Universidad, Edición 1964, Madrid

Kolakowski, Leszek (1982) Las principales corrientes del marxismo. (3 Tomos). Alianza Universidad, Madrid.

Nove, Alec (1992) An Economic History of the USSR, 1917-1991. Penguin Boooks, London.

22 marzo 2021 35 comentarios 4,8K vistas
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vietnam

Vietnam: la democratización pendiente

por Mauricio De Miranda Parrondo 18 febrero 2021
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

En las últimas décadas, Vietnam ha sido uno de los países con mayor ritmo de crecimiento económico en el mundo y particularmente en Asia. Tal situación ha producido un significativo cambio estructural en su economía y ha tenido un impacto positivo en el mejoramiento del bienestar de la población.

Este proceso de desarrollo se ha beneficiado de una mejor y más eficiente inserción económica internacional, de la incorporación de la economía del país en importantes cadenas de valor, y de un notable desarrollo de la infraestructura de un Estado que había quedado prácticamente destruido al ser escenario principal de las dos llamadas «Guerras de Indochina» en el siglo XX. En poco más de treinta años pasó de ser un receptor de ayuda alimentaria a convertirse en un importante exportador de alimentos.

Este proceso de desarrollo económico ha sido el resultado de una clara voluntad política del liderazgo vietnamita en el camino de la reforma económica. En 1986, el 6º Congreso del Partido Comunista de Vietnam (PCV) adoptó la decisión de impulsar un proceso de reformas. Conocido con el nombre de Đổi Mới (Renovación), el mismo no ha estado exento de problemas, pero ha sido abarcador y sistémico en su intención de reemplazar el modelo de economía centralmente dirigida, —predominante primero en el Norte y después en el país reunificado en 1976—, por un nuevo sistema que los propios dirigentes del país definen como una «economía de mercado con orientación socialista».

Las reformas económicas abarcaron tanto la agricultura como la industria, el comercio exterior y los sistemas monetario y financiero, introdujeron un mercado de capitales, abrieron las posibilidades para el funcionamiento de empresas privadas y han convertido a Vietnam en un país atractivo para la inversión extranjera directa.

En la última década, el producto interior bruto (PIB) de Vietnam tuvo un crecimiento promedio anual de 6,5%. El PIB per cápita a precios constantes de 2015, que era 532 dólares estadounidenses (USD) anuales en 1990, ascendió a 940 en 2000, a 1.648 en 2010 y a 2.604 en 2019 (UNCTAD, 2021). No obstante, en la actualidad se ubica en la mitad inferior del nivel de la región del Sudeste Asiático, superando a Lao, Camboya, Myanmar y Timor-Leste, pero por debajo de Singapur, Brunei, Malasia, Tailandia, Indonesia y Filipinas.

De una balanza comercial deficitaria, el país ha pasado a una superavitaria y en la actualidad se ubica entre los  cincuenta primeros exportadores mundiales de bienes. Sus reservas monetarias internacionales han ido creciendo persistentemente, solo entre 2018 y 2019, se incrementaron de 55,8 mil millones de USD a 78,8 mil millones (ADB, 2021).

En el Índice de Desarrollo Humano (IDH), Vietnam transitó de un nivel bajo —de 0,477— en 1990, a un nivel medio —de 0,655— en 2010 y a uno alto —de 0,704— en 2019. La esperanza de vida de la población, que era de 67,8 años en 1998, había aumentado a 75,4 años en 2019 (PNUD, 2020).

Una vista de la Ciudad Ho Chi Minh, la urbe más poblada del país.

Los dirigentes vietnamitas han demostrado pragmatismo a la hora de acometer las reformas económicas, sin embargo, a pesar de que en los documentos de los sucesivos congresos del PCV se insiste en la necesidad de profundizar en la «democracia socialista», poco se ha avanzado en este sentido.

En abril de 1990, un año antes del 7º Congreso del PCV, Tran Xuan Bach, en aquel entonces miembro del Buró Político del CC del PCV, fue expulsado tanto de ese órgano como del Comité Central por expresar libremente sus opiniones respecto a la necesidad de introducir reformas democráticas en el sistema de gobierno. De acuerdo con The New York Times (1 de abril de 1990), había sido destituido por «serias violaciones de los principios organizacionales y la disciplina del Partido».

En diciembre del año anterior, en una entrevista en Radio Hanoi, había dicho que «mientras la economía iba mejorando, gracias a la reestructuración, la población demandaba mayor democracia y justicia social», y aunque no realizó propuestas concretas para establecer un sistema multipartidista, advirtió que las demandas de democratización en los entonces países socialistas de Europa Oriental, que también estallaron en China, podrían ocurrir en Vietnam. No sobrevinieron entonces porque, aunque han existido movimientos pro-democracia en el país, esto no ha llegado a constituir una crisis política de la magnitud acontecida en Europa Oriental o en China.

A partir del 6º Congreso del PCV en 1986, que dio inicio al Đổi Mới, y de la adopción de una nueva Constitución en 1992, se establecieron ciertas reglas para garantizar un estilo de dirección colectiva, evitar la concentración del poder en una sola persona y asegurar una renovación sistemática de los principales cargos en el Partido y el Estado.

Se decidió que ningún dirigente que ocupara alguna de las principales responsabilidades del país permaneciera en sus cargos más allá de dos períodos consecutivos de cinco años, y que los principales cargos políticos estuvieran ocupados por personas diferentes, de tal manera que ninguna de ellas concentrara en sus manos, al mismo tiempo, las máximas responsabilidades del Partido y el Estado o el Gobierno.

Por otra parte, se establecieron límites de edad para el desempeño de las máximas responsabilidades políticas con el fin de evitar que una persona anciana, o con problemas de salud, asumiera cargos que luego no pudiera cumplir de manera efectiva. Así se mantuvo en los sucesivos congresos del PCV y en las distintas legislaturas de la Asamblea Nacional.

De manera general, los equipos de dirección combinaban dirigentes procedentes del Norte con otros del Centro y del Sur, y se volvió una norma que el secretario general del PCV, el Presidente del Estado, el Primer Ministro y el presidente de la Asamblea Nacional, fueran personas diferentes. Sin embargo, esto ha comenzado a cambiar recientemente.

La falta de transparencia característica de países no democráticos, gobernados por un partido único, sin un debate político abierto y sin una prensa independiente, no permite identificar las distintas tendencias que, en opinión de diversos observadores, existen en cualquier organismo político. Esta es una de las herencias del llamado «centralismo democrático» que desde los tiempos de la Revolución Bolchevique se impuso como modelo.

Es claro no obstante que a lo largo de estos años han existido en la dirección vietnamita conflictos entre tendencias que, si bien han tratado de equilibrarse en la composición de los órganos de dirección, al final condujeron, aparentemente, al reforzamiento de las tendencias conservadoras dentro del liderazgo.

En el 12º Congreso del PCV, celebrado en 2016, el secretario general, Nguyen Phu Trong logró imponerse sobre el entonces primer ministro Nguyen Tan Dung, de quien se decía que aspiraba a asumir la máxima dirección del Partido después de diez años como primer ministro y al que se le atribuía una línea política más aperturista frente a otra más conservadora ideológicamente, representada por el secretario general.

En 2018, Nguyen Phu Trong fue elegido presidente del Estado, tras el fallecimiento del general Tran Dan Quai, y unió en su persona los máximos cargos del Partido y el Estado, por primera vez desde 1986.

El pasado 1 de febrero concluyó el 13º Congreso del PCV y se esperaba una renovación considerable del liderazgo, incluida la elección de un nuevo secretario general, toda vez que Phu Trong había terminado dos períodos en el cargo y además cumplirá 77 años en unos meses. Los observadores especializados en política de la nación asiática hicieron sus cábalas sobre los posibles sustitutos.

A pesar de ello, Phu Trong fue reelegido para un tercer período, lo cual rompe con la tradición acordada y establece un nuevo precedente que podría modificar al sistema de «renovación ordenada y sistemática» característico del liderazgo vietnamita hasta ahora.

En 2018, Nguyen Phu Trong fue elegido presidente del Estado y unió en su persona los máximos cargos del Partido y el Estado, por primera vez desde 1986 (Foto: REUTERS/Kham/Pool)

Durante los últimos tiempos, en diversos espacios de la sociedad vietnamita se discute la necesidad de producir cambios políticos que se orienten hacia la democratización. La Asamblea Nacional introdujo, en 2001, una serie de decisiones que, si bien no liberalizaron el sistema político, sí mejoraron los procesos de rendición de cuentas.

Se reforzaron sus poderes y se otorgó a la misma un mayor control sobre la gestión de los principales funcionarios del Estado, mediante el establecimiento de un «voto de confianza» al que fueron sometidos el presidente, vicepresidente, primer ministro, viceprimeros ministros, ministros, presidente de la Asamblea Nacional y vicepresidentes. Sin embargo, resulta curioso que las alternativas con que cuentan los diputados son: de «alta confianza», «confianza media» y «baja confianza», pero no existe la opción de «no confianza», que podría significar la destitución del funcionario.

En 2011 comenzó un proceso de reforma constitucional que condujo a la elaboración de un nuevo proyecto. Este fue sometido a debate público y concluyó, el 28 de noviembre de 2013, con la adopción, por parte de la Asamblea Nacional, de una nueva Constitución, que no fue refrendada por el voto popular. En el proceso de consulta popular se  realizaron diversas propuestas para democratizar el sistema político del país, entre las que destacó la llamada Petición 72, que fue presentada por  esa misma cantidad de académicos, juristas e intelectuales reconocidos, quienes enviaron un documento a la Comisión Redactora de la Enmienda Constitucional, con propuestas tales como: 1) establecimiento de un sistema multipartidista, que eliminara la primacía del PCV; 2) garantías de respeto a los derechos humanos, en consonancia con la Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas; 3) creación de un Comité Independiente de Derechos Humanos; 4) reconocimiento de la existencia de múltiples formas de propiedad sobre la tierra; 5) separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial; 6) eliminación de la lealtad que las fuerzas armadas le deben al PCV y reemplazarla por la lealtad a la Patria y al Pueblo; 7) refrendar la Constitución mediante el voto popular (Bui Ngoc Son, 2013). Ninguna de estas propuestas fue aceptada.

La nueva Constitución reconoce, formalmente, los derechos políticos, cívicos, económicos, culturales y sociales, así como los derechos humanos; pero a renglón seguido aclara que estos pueden ser restringidos en circunstancias imperativas, «por razones de defensa nacional, seguridad, orden social, moralidad social y por la salud de la comunidad».

En el sistema vietnamita la población solo elige de forma directa a los diputados a la Asamblea Nacional por circunscripciones territoriales. Luego, estos son los que eligen al Presidente y al Vicepresidente del Estado, al presidente y vicepresidentes de la Asamblea Nacional, y designan al Primer Ministro, viceprimeros ministros y ministros del gobierno. En las elecciones de 2016 se postularon más de cien candidatos independientes, no obstante, la Comisión Electoral invalidó a todos aquellos considerados opositores del PCV y solo permitió la presentación de once.

En Vietnam se mantiene un sistema político totalitario, controlado por el PCV y en el que existen una serie de organizaciones sociales que responden a su línea política y que junto a este hacen parte del llamado Frente de la Patria, que es la «coalición» que presenta las listas únicas oficialistas para la elección de la Asamblea Nacional.

Hasta 1988 existieron otros dos partidos no comunistas en Vietnam, el Partido Democrático de Vietnam y el Partido Socialista, los cuales se incluían en el Frente de la Patria, pero fueron disueltos. En 2006 se creó una organización opositora denominada Partido Democrático, con una plataforma a favor de la democracia multipartidista.

Las reformas económicas han avanzado exitosamente, sin embargo, el desarrollo económico y el mayor bienestar material no han estado acompañados por una mayor democratización de la sociedad. Desde el punto de vista económico, el liderazgo vietnamita ha desmontado, en lo esencial, la mayor parte de los dogmas que tipifican a una economía socialista centralizada desde la Revolución Bolchevique de 1917.

A pesar de ello, han sido reacios a aceptar la democratización de la sociedad, de forma que el PCV pierda el control social que ejerce sobre la misma, con el agravante de que el propio Partido carece de democracia en su vida interna.

Vietnam, Cuba y los arquitectos

Por todas estas razones, Vietnam hace parte del grupo de «regímenes autoritarios» en el Índice de Democracia 2020, que elabora The Economist Intelligence Unit. En dicho informe, quedó ubicado en la posición 137 entre 167 países. Este índice promedia calificaciones desde 0 hasta 10 en cinco aspectos tales como: proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política y libertades civiles.

De acuerdo con el referido índice, los regímenes autoritarios se caracterizan por ausencia de pluralismo político o fuertemente restringido; puede que existan instituciones típicas de sistemas democráticos pero carecen de «sustancia»; las elecciones, si existen, no son libres o confiables; se restringen las libertades civiles; los medios de prensa y divulgación se encuentran en manos del Estado o de grupos afines al gobierno; se censura y reprime la crítica al gobierno; y no existe un sistema judicial independiente (The Economist Intelligence Unit, 2020: 57).

Además del déficit democrático, la sociedad vietnamita enfrenta otra serie de problemas institucionales, entre los que destacan los altos niveles de corrupción, excesiva discrecionalidad en manos de las autoridades locales en la aprobación de proyectos de inversión, subsistencia de obstáculos para el desarrollo de los negocios, así como un escaso grado de libertad económica, debido al mantenimiento de diversos mecanismos de control gubernamental.

La corrupción se ha convertido en uno de los principales obstáculos para el desarrollo de los negocios. Entre 179 países, Vietnam ocupa el lugar 104 por el índice de percepción de la corrupción en 2020, que publica Transparencia Internacional, con una calificación de 36/100 (a mayor calificación, menor corrupción) lo que significa que el país tiene un alto nivel de corrupción. En la última década, su calificación ha oscilado entre 31 y 37 puntos (Transparency International, 2020).

En el Doing Business 2020, publicado por el Banco Mundial, ocupa la posición 70 entre 191 países. Los aspectos en los que el país se halla peor ubicado son: el inicio de los negocios, la resolución de la insolvencia y los impuestos; mientras que los que están mejor situados a nivel mundial (de los primeros 30) son: la facilidad crediticia, los permisos de construcción y el suministro de electricidad (Banco Mundial, 2020).

A pesar de los avances económicos, el país muestra un débil resultado en el índice de libertad económica, publicado por The Heritage Foundation, en cuyo último informe clasifica en el 105º lugar con una calificación de 58,8 puntos (de un máximo de 100). Se sitúa así en el grupo de países considerados «economías mayormente no libres», que solo supera a los que son denominados «economías reprimidas».

En este último indicador, se incluyen: el Estado de derecho (derechos de propiedad, efectividad del sistema judicial e integridad del gobierno), la eficiencia regulatoria (libertad en los negocios, libertad en el mercado laboral, libertad del sistema monetario), el tamaño del gobierno (nivel impositivo, gastos del gobierno y salud fiscal) y la apertura de los mercados (apertura del comercio exterior, apertura de las inversiones y apertura financiera).

De hecho, en el último año, la calificación de Vietnam ha bajado en aspectos tales como la eficiencia del sistema judicial, la integridad del gobierno, la libertad del mercado laboral y del sistema monetario, así como el nivel impositivo. En el ranking de la región asiática, Vietnam califica en el lugar 21 entre 42 países (The Heritage Foundation, 2020).

En resumen, Vietnam ha tenido un considerable éxito económico en las últimas tres décadas, pero esto no puede ocultar que la democratización de la sociedad, a partir de la creación de instituciones incluyentes que conduzcan al disfrute de las libertades civiles internacionalmente reconocidas, sigue siendo una tarea pendiente. La emancipación de la que hablaban los fundadores del socialismo marxista es aún, como en otros países, una entelequia carente de contenido real.

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Referencias: 

ADB (2021) Key Indicators for Asia and the Pacific. http://www.adb.org 

Bui Ngoc Son (2013). Petition 72: The Struggle for Constitutional Reforms in Vietnam, Int’l J. Const. L. Blog, Mar. 28, 2013, available at http://www.iconnectblog.com/2013/03/petition-72-the-struggle-for-constitutional-reforms-in-vietnam/

PNUD (2020) Human Development Report 2020. http://hdr.undp.org/en/2020-report

The Economist Intelligence Unit (2020). Democracy Index 2020. In sickness and in health?. http://www.eiu.com 

The Heritage Foundation (2020) 2020 Index of Economic Freedom. https://www.heritage.org/index/pdf/2020/book/index_2020.pdf 

The World Bank (2020) Doing Business 2020. https://openknowledge.worldbank.org/bitstream/handle/10986/32436/9781464814402.pdf

Transparency International (2020). Corruption Perception Index, 2020. https://www.transparency.org/en/cpi/2020/index/

UNCTAD (2021) UCTADStat. http://www.unctad.org

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Súmese a la iniciativa del Consejo Editorial de La Joven Cuba y firme la Carta Abierta al presidente de Estados Unidos solicitando el fin de las sanciones contra Cuba.

Carta Abierta al presidente Joseph R. Biden, Jr.

18 febrero 2021 14 comentarios 6,1K vistas
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jubilados

Los jubilados de la Revolución

por Mauricio De Miranda Parrondo 4 enero 2021
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

Esta historia es sobre los jubilados de la Revolución. En las escenas finales del filme-poema cubano «Suite Habana» (2003), del realizador Fernando Pérez, se relatan los sueños de cada personaje, todos ellos reales.

El sueño de Francisquito era «subir a las alturas»; el de su papá, «no faltarle nunca a Francisquito»; el de Norma, «encaminar a Francisquito para que no sea una carga para nadie»; el de Waldo, «tener salud para vivir»; el de Iván, «actuar en un gran escenario»; el de Raquel, «viajar para regresar»; el de Heriberto, «ser músico en una orquesta»; el del médico Juan Carlos, «ser actor»; el de Jorge Luis, «reunir a su familia»; el de Julio, «tener cada noche un traje distinto»; el de Ernesto, «arreglar la casa para que su mamá viva cómoda y ser un gran bailarín».

Mientras, Amanda, obrera textil retirada que vendía maní para sobrevivir, ya no tenía sueños. La escena de Amanda con los cucuruchos de maní bajo la lluvia parte el alma.

La reciente decisión del gobierno cubano de establecer la unificación cambiaria en medio de un proceso de re-dolarización parcial de la economía cubana, vino acompañada de una reforma de salarios y pensiones, así como de precios y tarifas. A todo este conjunto de medidas se le ha llamado, eufemísticamente, «Tarea Ordenamiento».

De acuerdo con esa «Tarea Ordenamiento», el nuevo tipo de cambio unificado se establece en veinticuatro pesos cubanos (CUP) por dólar estadounidense (USD), mientras que los salarios aumentarían, como promedio, en 4.9 veces y las pensiones de los jubilados, alrededor de cinco veces –aunque ya estaban profundamente deprimidos tanto unos como las otras, frente al coste de la vida que se ha venido incrementando sustancialmente desde la crisis de los noventas.

La canasta básica de bienes y servicios «de referencia» se ha calculado en  1528 CUP –sería muy útil conocer en profundidad este cálculo, porque sólo se ofreció una información demasiado agregada sobre el costo estimado de bienes y servicios– y a partir de esto se ha establecido el salario mínimo en 2100 CUP –que resulta de aplicar al valor de la canasta básica un factor de multiplicación de 1.3 más un 5% de contribución a la Seguridad Social, aproximando hacia arriba– y se formuló una  escala salarial de 32 niveles, con un valor máximo de 9510 CUP. Así las cosas, el salario mínimo sería equivalente a 87.50 USD y el máximo a 396.25 USD.

Mientras tanto, los montos de las jubilaciones se establecieron en seis niveles, entre 1528 CUP y 1733 CUP. Los primeros cinco niveles reajustan las pensiones que estaban entre 280 CUP y 500 CUP y a quienes recibían una pensión superior a 501 CUP se les estableció un monto de 1528 CUP más el valor anterior. Así las cosas, una persona con una pensión de 500 CUP recibirá 1733, mientras que otra con 501, recibirá 2029. De una diferencia de un CUP se pasa a una diferencia de 296. La inmensa mayoría de las pensiones quedan por debajo del salario mínimo, a pesar de que una parte de esos pensionados actuales, cuando trabajaban, tenían salarios en torno al salario promedio o incluso, salarios altos.

Se ha informado que, como promedio, los precios en el comercio estatal subirán 1.6 veces, mientras que el aumento de los precios en el sector no estatal «solo se permitiría», como promedio, hasta tres veces. Mientras tanto, se anunció un incremento considerable de las tarifas eléctricas, pero días después fueron rectificadas a la baja por decisión del gobierno ante las protestas expresadas por la población.

Según el discurso oficial, la población en general se beneficia de este «ordenamiento» porque sus ingresos aumentan más que los precios o tarifas. Sin embargo, no se está tomando en cuenta que una gama importante de bienes ya se estaba comercializando en las llamadas Tiendas de Recuperación de Divisas (TRD) a precios, primero en USD y luego en los llamados pesos convertibles (CUC), que estaban muy lejos de las posibilidades de los consumidores cubanos con los niveles de ingresos que obtenían por sus salarios.

A dichas tiendas accedían, fundamentalmente, los turistas, los cubanos residentes en el exterior, los diplomáticos y personal técnico radicado en el país y los residentes cubanos que recibían remesas de sus familias en el exterior o que tenían ingresos en CUC debidos a su actividad por cuenta propia. En la lógica de los funcionarios, estos precios no se alteran, porque al estar denominados en CUC, simplemente se multiplican por 24.

No obstante, la realidad es que aunque no se modifiquen, ya estaban a unos niveles inaccesibles para las personas que viven de sus salarios en alguna empresa estatal o unidad presupuestada, o de sus pensiones. Por otra parte, la idea peregrina de controlar el mercado a punta de precios topados es ya un error de partida, porque lo único que logra es reforzar la escasez.

***

En medio de todo esto, quienes llevan la peor parte son los jubilados. En Cuba existen alrededor de 1.7 millones de jubilados, algunos de ellos se han re-contratado para poder obtener ingresos adicionales. La mayor parte de los jubilados de hoy han realizado importantes contribuciones al país y asumieron con estoicismo una alta cuota de sacrificio personal.

Muchos lucharon en la guerra revolucionaria o en la clandestinidad; otros se incorporaron rápidamente a las tareas que les impuso su tiempo –campaña de alfabetización, sucesivos «trabajos voluntarios» en la agricultura, zafra azucarera y construcciones, así como noches sin dormir por guardias en centros de trabajo y barrios–; padecieron la escasez generalizada de bienes, se abstenían de consumir bien para mejorar el consumo de sus hijos; deterioraron su salud por una altísima consagración al trabajo; y perdieron sueños de vida pospuestos por un ideal que ya es, en la actualidad, una quimera.

Ellos mismos y otros se consagraron laboralmente en la educación, la salud, la ciencia, la cultura, la defensa del país, la industria, la agricultura o los servicios, e intentaron construir ese país mejor que tantos hemos soñado, pero que cada día se hace más lejano. Ellos son los jubilados de la Revolución.

Para cualquier economista es claro que el sistema pensional tiene que ser sostenible. Los sistemas privados en América Latina han demostrado su inviabilidad para el pensionado y son un negocio lucrativo para los fondos de pensiones y las aseguradoras. Sobre estos temas, el profesor Carmelo Mesa-Lago ha escrito muchísimo y de mucho valor para que repensemos en Cuba como estructurar un sistema pensional adecuado, que realmente le dé seguridad a las personas que han dedicado su vida a trabajar y que, al mismo tiempo, sea sostenible financieramente.

Muy lejos de una y otra condición está el sistema pensional cubano. Sin embargo, tanto desde el punto de vista humano como político, es necesario abordar este tema de una forma distinta a como lo ha hecho el gobierno cubano. Todo ello debe hacerse partiendo de la realidad de un país subdesarrollado, pobre y cuya población envejece, como resultado de tres factores principales: 1) el aumento de la expectativa de vida, 2) la disminución de la tasa de natalidad, y 3) el aumento de la emigración de la población joven.

El sistema pensional cubano tiene un desfase considerable frente al incremento sostenido del coste de la vida. Desde los sesenta, cuando los gobernantes de la Isla comenzaron a desconocer las leyes económicas, cargaron las pensiones al presupuesto del Estado. En aquellos años, todos los trabajadores cubanos tenían asignado un salario bruto y percibían directamente un salario neto que resultaba de descontar al salario bruto el aporte a la seguridad social. Por decisión del gobierno cubano, todos los salarios quedaron establecidos en los niveles netos y con ello, el sistema pensional empezó a depender del presupuesto.

Cuando en aquellos años se eliminaron hasta los presupuestos, los jubilados recibían su dinero de acuerdo a las tarifas de entonces, directamente del Estado, como resultado de la emisión de papel moneda. Eran los tiempos en los que las finanzas y la contabilidad no importaban. Estas y muchas otras cosas más fueron reconocidas como errores por Fidel Castro en su Informe Central al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), en 1975.

Posteriormente, se restablecieron los presupuestos, pero no se replanteó profundamente el sistema de pensiones, hasta que nuevamente se establecieron las contribuciones empresariales a la seguridad social.

La crisis de 1990-1993 no solo produjo una caída considerable del PIB, sino una gran escasez de bienes y servicios, así como una profunda devaluación del CUP en el mercado negro –sin que se corrigiera el tipo de cambio oficial, lo cual fue un grave error de los gestores de política económica–. La vida se encareció significativamente, mientras tanto, no se rectificaron los salarios ni las pensiones.

En el estudio de la CEPAL sobre la economía cubana en los años noventa se calculó que en el mercado informal –donde casi todos los cubanos debían completar sus necesidades más elementales–, los precios crecieron de forma acumulada entre 1990 y 1993 en un 458.2% (CEPAL, 1997: Cuadro III.1 y 1999: Cuadro 1), mientras tanto, los salarios y las pensiones se mantuvieron sin variación. Años después se hicieron varias reformas salariales y ajustes en las pensiones en las que, de manera general, el valor real del ingreso de las personas en lugar de crecer, descendió como resultado de un incremento del coste de la vida superior al incremento de los ingresos.

En un interesante trabajo publicado en 2008, en la conocida revista Nueva Sociedad, Mesa-Lago, mencionaba que el costo de las pensiones como proporción del PIB había aumentado en Cuba, entre 1986 y 2006, de un 4.6% a un 6.3% del PIB. En 2019, seguía siendo un 6.3% del PIB (ONEI, 2020). Por otra parte, en dicho artículo afirmaba que la pensión promedio en 2005 era de 179 CUP –equivalente a 9 USD–, mientras que la pensión mínima, que era de 150 CUP –7.50 USD–, la recibían la mitad de los pensionados.

Para entonces la suma de gastos relacionados con la canasta de bienes normados en la libreta de abastecimiento, el costo mensual promedio de electricidad, el costo del transporte, los gastos de teléfono y agua, oscilaba entre 60 y 115 CUP. Con lo restante debían acceder a adquirir los demás bienes necesarios en los mercados agrícolas o los servicios, donde los precios excedían claramente sus recursos disponibles (Mesa-Lago, 2006). A esto debe añadirse la dificultad que tienen las personas ancianas de Cuba para enfrentar las penalidades de la vida cotidiana, con fuerzas físicas mermadas.

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Es evidente que la situación pensional en Cuba es insostenible, pero también es insostenible la situación económica en general del país, que entre 2010 y 2020 tuvo un crecimiento promedio anual del 0.8% en el PIB, mientras que entre 2015 y 2020 la variación fue de -0.5% promedio anual (1). La razón matemática entre trabajadores activos y pensionados, que Mesa-Lago (2008) calculaba que había descendido de 3.7% a 3.1% entre 1986 y 2006, en 2019 fue de solo 2.7% (2).

Las pensiones actuales son insuficientes e injustas. Han sido niveladas por lo bajo y calculadas a partir de un supuesto valor de la canasta básica que podría ser muy discutible si consideramos las condiciones normales de la vida moderna, que no son las que existen en Cuba. Es injusto y además, lejano al ideal del Socialismo, que la recompensa después de trabajar en muchos casos más de tres décadas de sus vidas sea de un ingreso por debajo del salario mínimo del país. Esto sería condenarles a una condición de pobreza.

De hecho, si consideramos el umbral internacional de pobreza que ha establecido el Banco Mundial en 2 USD diarios, la mayor parte de los jubilados cubanos estarían rozando esa línea –los niveles de pensión inferiores a 501 CUP en 2020 quedarían entre 2.12 y 2.40 USD diarios en las pensiones a partir de 2021–. Sin embargo, la realidad es que la tasa de cambio oficial de 24 CUP por un USD ya está muy por debajo de la cotización real de la divisa estadounidense en el mercado subterráneo, lo cual en la práctica reduce las cifras anteriores de manera considerable.

El país está en crisis y existe una fuerte tensión en el presupuesto del Estado en el que, en 2021, los ingresos al sistema de seguridad social cubrirán solo el 65% de los gastos, generando un déficit del sistema de 11 549 CUP. No obstante, resulta necesario reconsiderar el nivel de las pensiones actuales. Tal y como se ha expresado antes, la fórmula es injusta porque en primer lugar establece los niveles de las pensiones por debajo del salario mínimo, y además, porque impone un salto considerable entre el quinto y el sexto nivel de pensiones, mientras que la diferencia es mínima entre los primeros cinco niveles.

Por otra parte, también resulta injusto que quienes se han pensionado con mayor anterioridad, cuando sus salarios eran mucho más bajos a los actuales y el coste de la vida también, no se beneficien de una corrección de su pensión a partir al menos del Índice de Precios al Consumidor (IPC).

Es injusto que profesionales y técnicos cubanos que hoy tienen 70 u 80 años o más, y que trabajaron más de 30 años con salarios que variaron muy poco en ese tiempo, tengan jubilaciones actuales en niveles mínimos cuando otros que empiezan a jubilarse ahora, lo harán con pensiones más altas por el simple hecho de haberse beneficiado de reformas salariales. Y también es injusto que esas personas que lo dieron todo por el proyecto de país que inspiró la Revolución Cubana, tengan que vivir con ingresos inferiores al salario mínimo que es el que se paga por el menor nivel de complejidad en el trabajo.

Esta decisión burocrática está muy cerca del puro «economicismo» y muy lejos de la justicia social.

Esta como muchas de las decisiones recientemente adoptadas por el gobierno cubano, a pesar de la constante alusión al profundo estudio que las precedió –en algunos casos casi diez años, aunque no estemos seguros de que el estudio haya durado todo ese tiempo, sino más bien parece que estaban durmiendo el «sueño de los justos»–, muestra, al parecer, un cierto nivel de improvisación.

El establecimiento de un tipo de cambio a un nivel que no refleja en realidad las condiciones de precios relativos ni de competitividad internacional, ni las condiciones del mercado doméstico de divisas y que, por tanto, parece estar lejos de su nivel de equilibrio, es una muestra de una decisión equivocada en la que no se aplicó un análisis económico debidamente fundamentado.

El caso de las tarifas eléctricas en el que tras las críticas de la población, hubo que rectificar a solo unos días de haberlas establecido, está demostrando improvisación por parte de quienes han adoptado medidas económicas que afectan a millones de personas que, además, llevan décadas asumiendo una cruenta lucha por la subsistencia. Rectificar las pensiones de los jubilados de la Revolución, es lo que, en justicia, el país y las nuevas generaciones de cubanos les deben a esas personas que están en el ocaso de sus vidas.

En tal sentido, debería producirse una reforma general del sistema de pensiones, combinando la justicia social con la sostenibilidad financiera. Sin embargo, de momento es necesario solucionar la situación crítica en la que se encuentran la mayor parte de los pensionados en las condiciones actuales y que no se resuelve con esta reforma.

El sistema actual de pensiones (Ley 105 de Seguridad Social de 2008) establece un régimen general que fija la cuantía de las pensiones ordinarias en el 60% del promedio de los mejores cinco años entre los últimos quince, más un 2% por cada año trabajado sobre los treinta que establece la ley. Muy probablemente, en las condiciones de hoy, muchos trabajadores cercanos a su edad de jubilación esperarían a completar cinco años con los niveles de salario actuales –que incluso podrían indexarse de acuerdo al costo de la vida–, pero ese no es el caso de los pensionados que superan los setenta u ochenta años y en los que cualquier promedio con los niveles anteriores de salario sería bajísimo.

Por tanto, para estas personas –los jubilados de la Revolución– se podría establecer un régimen especial que determine el monto de la pensión como el 60% de lo que ganaría si estuviese trabajando, sin considerar los incrementos del 2% anual que la ley establece por cada año adicional que supere los treinta años de trabajo –como compensación al no uso de promedios con niveles muy bajos–.

Así por ejemplo, una maestra jubilada hace veinte años después de 35 años de servicio y con título universitario, en el nuevo sistema tendría un salario de 5060 CUP. El 60% de esta cifra serían 3036 CUP. Seguramente, la pensión de esa maestra por el sistema adoptado recientemente estaría en los más bajos niveles de pensión actuales –1528 o 1578–, que equivalen a un nivel límite inferior del coste de la vida.

Para el caso de los pensionados cuya actividad laboral estaba ubicada en los niveles más bajos de complejidad y a quienes el cálculo del 60% del nivel actual en el que se establecería su actividad no alcanzara a los 1528 CUP de la canasta básica, podría establecerse ese nivel mínimo.

Podrá decirse que muchos pensionados en Cuba viven con otros familiares que trabajan, pero no es el caso de todos ni tampoco resulta justo con ellos que después del esfuerzo de toda una vida tengan que ser mantenidos por sus hijos o nietos.

***

Ahora bien, ¿cómo puede el Estado incrementar sus ingresos o reducir los gastos para acometer las medidas sociales necesarias que son de su responsabilidad? Resulta necesaria la adopción de las normas correspondientes para estimular el emprendimiento y la creación de empresas de producción y servicios, privadas y cooperativas. Esta medida, aun «en estudio», no se ha adoptado y podría contribuir significativamente a la recuperación de la actividad económica, a la reorganización del mercado de trabajo y del empleo y, además, ayudaría a incrementar los ingresos del presupuesto por medio de impuestos y de contribuciones a la seguridad social.

Además, sería necesario incrementar el porcentaje de descuento de los salarios brutos y de los aportes de las empresas para contribuir al fondo de la seguridad social, realizando los cálculos actuariales necesarios para establecer los niveles adecuados de contribución. Adicionalmente, la aparición de un pujante sector productivo y de servicios no estatal, debería ir acompañada de la racionalización del aparato del Estado, lo que eliminaría cargos superfluos que, además de fortalecer la densa burocracia, son una excesiva carga para el erario público.

En este sentido, el Presupuesto del Estado debería dejar de asumir el pago de salarios de los funcionarios de organizaciones políticas y sociales, las cuales deberían funcionar de forma autosuficiente y ser pagados directamente por esas organizaciones, como ocurre en cualquier otro lugar del mundo sin sistemas de Partido-Estado.

Los jubilados de la Revolución, mujeres y hombres que hicieron una contribución significativa a Cuba con un inmenso sacrificio personal, pero estimulados por la esperanza de construir un mejor país para las generaciones venideras, merecen ser tratados con justicia y con dignidad, para que puedan recuperar, al menos, algunos de sus sueños.

  1. Cálculos con base a cifras de la ONEI (varios Anuarios Estadísticos de Cuba).
  2. Ibídem.

Referencias:

  • CEPAL (1997) La economía cubana. Reformas estructurales y desempeño en los noventa. Fondo de Cultura Económica, México.
  • CEPAL (1999) Cuba: evolución económica durante 1998. LC/MEX/R. 712, 31 de mayo de 1999.
  • Colina Hernández, Henry (2020) Sistema de pensiones de la seguridad social en Cuba: un debate presenta para el futuro. Friedrich Ebert Stiftung. http://library.fes.de/pdf-files/bueros/fescaribe/16174.pdf
  • Mesa-Lago, Carmelo (2006) ¿Es viable terminar con medio siglo de racionamiento en Cuba? Revista Vitral, Año XIII, Número 74.
  • Mesa-Lago, Carmelo (2008) La carga creciente. Nueva Sociedad, Número 216, Julio-Agosto, 2008. https://nuso.org/articulo/la-carga-creciente/
  • ONEI (varios años) Anuario Estadístico de Cuba. http://www.onei.gob.cu/
4 enero 2021 53 comentarios 7,8K vistas
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cambiaria

La unificación cambiaria y la reforma de precios y salarios

por Mauricio De Miranda Parrondo 11 diciembre 2020
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

Finalmente, a partir del día 1 de enero de 2021 se producirá la tan dilatada unificación monetaria y cambiaria que, en la práctica, significa que desaparecerá el llamado «peso convertible» (CUC) y se establecerá una tasa de cambio única de 24 pesos cubanos (CUP) por dólar (USD), que es la tasa de cambio de compra que ha existido entre el CUC y el CUP desde la implementación del primero en 2004.

En realidad, ésta no será una unificación monetaria total porque con la apertura de las tiendas en moneda libremente convertible (MLC) se mantiene la dolarización parcial de la economía y la segmentación del mercado doméstico de ciertos bienes que sólo se venden en dichas tiendas usando depósitos bancarios en esas monedas. Así las cosas, el peso cubano aún no recupera su soberanía plena como moneda nacional porque no cumple con las funciones del dinero en todo el territorio, no tiene curso forzoso ni fuerza liberatoria ilimitada.

Por esta razón, en mi opinión, se mantiene la situación de dualidad monetaria entre el peso cubano y las monedas libremente convertibles permitidas para realizar estos depósitos y que se resumen en el dólar estadounidense porque, a fin de cuentas, las otras –euros, libras esterlinas, dólares canadienses, francos suizos, etc.– son convertibles en esa moneda y es en dólares que se establecen los precios de esos productos en dichas tiendas.

La tasa de cambio

La tasa cambiaria anunciada de 24 CUP por un dólar estadounidense indica que el régimen cambiario será el de un tipo de cambio fijo oficial, es decir, se devalúa la moneda nacional en 24 veces y el nuevo tipo de cambio queda fijo hasta que dicha tasa oficial se modifique. Este régimen cambiario implica, en la práctica, el establecimiento de un «anclaje nominal», donde el peso se mantendrá fijo respecto al dólar y variable frente a las demás monedas, siguiendo el curso de la moneda estadounidense.

Para expresarlo con un ejemplo, en el día de hoy 1 USD equivale a 0,8225 euros (EUR), por lo que, de mantenerse ese tipo de cambio entre esas monedas, 1 EUR sería igual a 29,18 CUP. Si un día después, 1 USD se cambiara por 0,81 EUR, entonces 1 EUR equivaldrá a 29,62 CUP. Es decir, la tasa de cambio del peso con el dólar será fija, pero con las demás monedas libremente convertibles será variable en la proporción en la que cambia el valor del USD respecto a ellas.

El adoptar esta tasa significa que el gobierno ha optado por mantener la paridad de 1 USD igual a 1 CUC, puesto que esta es la tasa oficial que existe en la actualidad, pero en la cual no se encuentran dólares para la venta. Por esta razón, ha surgido un mercado subterráneo en el que un USD se cotiza entre 1,50 y 1,90 CUC, esto es entre 36 y 45,60 CUP. Y podría seguir subiendo en la medida en que se profundice la escasez de divisas.

El mercado subterráneo aparece cuando en los precios no se reflejan las condiciones del mercado. De la misma forma que se pueden transar bienes en el mercado subterráneo, se transan monedas.

Esta mayor devaluación en el mercado subterráneo se debe a varias razones, entre las que se destacan: 1) la escasez de oferta de USD en el mercado oficial que no se refleja en un cambio en los precios y 2) en la excesiva emisión de CUC, rompiendo la anterior «caja de conversión», según la cual cada CUC que circularía en la economía nacional representaría a un dólar en las reservas del país.

Así las cosas, la tasa cambiaria oficial adoptada por el gobierno es, frente a las condiciones del mercado, una tasa de cambio sobrevaluada y esto es un error de entrada. Una tasa de cambio sobrevaluada significa que la moneda nacional vale más de lo que debería valer y eso afecta la competitividad de las exportaciones y abarata las importaciones, por lo que no se solucionaría plenamente los problemas que llevaron a adoptar la medida de devaluar que, dicho sea de paso, debió adoptarse hace muchos años.

Es muy difícil determinar cuál debería ser el nivel adecuado de la tasa de cambio, pero la teoría económica sugiere que tendría que estar en torno a las condiciones de equilibrio que permitan establecer los precios relativos que conectan a la economía nacional con la economía internacional. Pero la economía cubana tiene muchísimas distorsiones de precios, debido al sostenimiento por mucho tiempo de una tasa de cambio oficial totalmente irreal, a causa también a la segmentación de los mercados y, en consecuencia, por la desconexión de la economía nacional con la internacional.

A falta de esto, lo recomendable habría sido adoptar un tipo de cambio que se acercara a las condiciones del mercado actual, tal y como ocurrió cuando se crearon las CADECA, después de superarse la gravísima devaluación del peso en el mercado negro cuando el dólar estadounidense llegó a valer entre 120 y 130 pesos cubanos a principios de los años noventa del siglo pasado.

Con la escasez actual de divisas y con la imposibilidad por parte del Estado de ofrecer dólares estadounidenses a 24 pesos cubanos, lo lógico es que aparezca un mercado paralelo en el que el dólar se cotice a un valor mayor. Entonces, seguimos en las mismas, los dólares se canalizarán hacia el mercado informal en lugar de dirigirse a los canales del mercado formal.

En esas condiciones puede crearse un diferencial considerable entre el tipo de cambio oficial y el tipo de cambio del mercado negro, que beneficiará a los operadores de este último y creará nuevas distorsiones.

Por otra parte, para establecer un tipo de cambio fijo en un sistema de «anclaje nominal» es necesario que existan condiciones macroeconómicas que permitan que ese tipo de cambio esté económicamente fundamentado y esto es, entre otras cosas, una inflación moderada en torno a la del país emisor de la moneda de referencia; un tipo de interés cercano al tipo de interés del banco central del país cuya moneda es la referencia; así como que los precios relativos permitan conectar a la economía nacional con la economía internacional y, en consecuencia, con ese tipo de cambio se asegurarían tanto la convertibilidad interna como externa de la moneda nacional.

Si la convertibilidad interna se rompe al tipo de cambio establecido por escasez de oferta de la divisa extranjera, quiere decir que ese tipo de cambio no es el adecuado.

En las condiciones de la economía cubana, habría sido preferible colocar un tipo de cambio de partida más alto y en torno a los niveles en los que está en el mercado paralelo e irlo ajustando hacia la baja en la medida en que la economía mostrara signos de recuperación en términos de crecimiento, así como a partir del mejoramiento de su nivel de inserción internacional y siempre siguiendo la tendencia del mercado.

Los precios, los salarios y las pensiones

Además del anuncio relacionado con la nueva tasa cambiaria entre el dólar y el peso, se promulgaron varias normas legislativas, tales como decretos-leyes del Consejo de Estado sobre la implementación del llamado ordenamiento monetario, sobre el cálculo del sistema de pensiones y de subsidios a la seguridad social, modificaciones a la Ley del Sistema Tributario, establecimiento del arancel de aduanas para las importaciones sin carácter comercial y otras normas legislativas.

También, decretos y acuerdos del Consejo de Ministros sobre precios y tarifas, sobre la modificación de la Ley de Seguridad Social, entre otros; así como resoluciones del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social para establecer el nuevo sistema de salarios y de pensiones.

El espíritu de las normas responde a la lógica de una economía centralmente administrada en la que los precios y los salarios son establecidos por la autoridad de gobierno central y no por el mercado. Así, por ejemplo, se establecen los precios máximos de acopio de una amplia gama de productos agropecuarios, también los precios minoristas de la casi totalidad de la canasta básica alimenticia de la población.

Se anunció que se mantendrían temporalmente subsidios a ciertos bienes relacionados con dietas de personas enfermas y de niños pequeños, a pesar de que se anuncia que la lógica de los subsidios es orientarlos a las personas necesitadas y no a los bienes que adquiere toda la población, lo cual es una medida correcta.

Se estableció una nueva escala salarial compuesta por 32 niveles que van desde 2.100 pesos (87,50 USD) a 9.510 pesos (396,25 US), con ciertos pagos adicionales por formación académica postgraduada –maestrías y doctorados– o por «condiciones laborales anormales». Adicionalmente, se ajustaron los niveles de pensiones de los actuales jubilados y que quedan entre 1.528 y 1.733 pesos, valores que están por debajo del salario mínimo, aunque se multiplican por entre 3,5 y 5,5 veces respecto a los niveles actuales.

La realidad es que desde los noventa del siglo pasado se acumuló en Cuba una considerable brecha entre los niveles de ingreso promedio de la población y los niveles de precios de los bienes necesarios para la vida, y los aumentos salariales que se han producido a lo largo de estos años en reformas parciales no han compensado esa brecha.

Por otra parte, la fijación estatal de precios y el establecimiento de topes máximos no garantizan que no se produzca inflación, porque este fenómeno que es uno de los desequilibrios macroeconómicos que más afecta directamente a la población, no solo se manifiesta a través del incremento de los precios, sino también a través de la  escasez de bienes en los mercados formales, mientras que en los informales aparecen dichos bienes con precios considerablemente más altos, lo cual se vivió en Cuba ya durante el llamado Período Especial.

En las condiciones actuales, en las que se aumentarán los salarios a la inmensa mayoría de la población ocupada, que son las personas empleadas en el sector estatal, se eliminarán subsidios y se aumentarán los precios de la canasta de bienes y servicios a tono con el nuevo nivel del tipo de cambio oficial, pero con una escasa oferta de bienes agropecuarios e industriales, lo más probable es que suban los precios de todos los bienes y servicios que no se ofertan en los canales estatales, porque también aumentan considerablemente costos muy importantes como la energía o la fuerza de trabajo empleada, para poner solo dos ejemplos básicos.

Lo más grave de la situación de un aumento generalizado de precios que supere el incremento de los ingresos es la vulnerabilidad de la población de bajos ingresos, en la que no solo están las categorías de trabajadores cuyas labores son de menor complejidad, sino también la totalidad de las personas jubiladas, cuyas entradas están alrededor de lo que se calcula como la «canasta básica».

Entre estas últimas personas se encuentran profesionales de alto nivel de formación, científicos, artistas, educadores, técnicos, obreros calificados, muchos de los cuales han trabajado 25-30 años o incluso más y quienes, además, aportaron como generación, una alta cuota de sacrificio personal en el proyecto revolucionario.

A estas personas se les ha debido ajustar esa pensión a las condiciones en las que se jubilarían quienes en la actualidad se desempeñan en las funciones que ellos cumplieron en el tiempo en el cual tuvieron una vida laboral activa. No es lógico que esas personas se vean necesitadas de asistencia social cuando deberían recibir ingresos adecuados a su trayectoria laboral.

Lo que falta

Estas reformas estaban identificadas como imprescindibles desde hace mucho tiempo, mucho antes de que la dirección política del país las incluyera en los lineamientos de política económica y social en 2011. Pero desde la fecha en que su necesidad fue reconocida por los dirigentes hasta que se implementen habrán pasado diez años. En todo este tiempo se han agudizado los problemas estructurales de la economía cubana y también se ha enrarecido el contexto internacional.

El recrudecimiento del bloqueo estadounidense, los efectos devastadores de la pandemia, así como los problemas estructurales de un sistema económico que no funciona adecuadamente, colocan al país en el peor momento para realizar cambios que, como se dijo, resultan imprescindibles.

Adicionalmente, el gobierno no adopta las medidas necesarias para estimular el crecimiento de la producción. Lo que se ha anunciado hoy afecta a la esfera de la circulación, pero no asegura un aumento de la producción de bienes y de servicios, y su insuficiencia es el principal problema que tiene la economía cubana y esto no se soluciona con llamamientos ni con consignas, sino con medidas económicas.

La liberación de las trabas que frenan la expansión de las fuerzas productivas no puede ser una consigna sin contenido real. Estas medidas podrían resumirse en las siguientes:

1) adopción de una profunda reforma en el funcionamiento del sector agrario, sin topes de precios de acopio, de forma tal que los campesinos y demás trabajadores del sector encuentren estímulos suficientes en el aumento de la producción y el mejoramiento de los rendimientos;

2) estimular el emprendimiento empresarial a partir de la autorización a la formación de microempresas, pequeñas y medianas empresas sin restricciones de tipos de propiedad y de gestión;

3) la adopción de una reforma de la empresa estatal conducente a su autonomía económico-operativa;

4) eliminación de los monopolios estatales del comercio exterior, de la banca y las instituciones financieras, del comercio minorista y mayorista, y de los servicios de comunicaciones, entre otros de forma tal que la actual escasez de recursos del Estado no frenen su desarrollo;

5) creación de un marco legal adecuado para estimular la inversión extranjera directa y, especialmente, la de emprendedores cubanos residentes en el exterior;

6) concentrar la labor del Estado en la conducción estratégica de la economía desde el punto de vista macroeconómico y en la regulación del mercado, para evitar sus fallas sin que ello signifique reemplazarlas por el excesivo control que asfixia el emprendimiento.

Mientras no se aborden las reformas necesarias que conduzcan al incremento de la producción de bienes y de servicios, será prácticamente imposible salir del estancamiento en el que se encuentra la economía cubana.

11 diciembre 2020 17 comentarios 3,2K vistas
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peligros

Los peligros del trumpismo para la democracia estadounidense

por Mauricio De Miranda Parrondo 6 noviembre 2020
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

Al parecer, en las elecciones estadounidenses de 2020 no solo se están enfrentando los dos partidos tradicionales de los Estados Unidos –Demócrata y Republicano-; ni dos concepciones ideológicas que, en otra época, no eran sustancialmente diferentes, sino que la disputa en esta ocasión es además entre la defensa de las instituciones democráticas y el intento de destruirlas.

En su intervención desde la Casa Blanca el pasado jueves, el presidente de los Estados Unidos dijo, literalmente, que «Detroit y Filadelfia son dos de los lugares más corruptos del país» y, antes de realizar semejante afirmación, dejó claro que «nuestro sistema es corrupto». Todo esto para negarse a aceptar lo que ya es evidente: perdió las elecciones. Las perdió en el voto electoral y en el voto popular. La tendencia ya parece ser definitiva en los Estados de Pensilvania y de Georgia, en los que la inmensa mayoría de los votos que se están reportando y que pertenecen a los que fueron enviados por correo, se inclinan por Joseph Biden.

Desde hace meses, Trump ha insistido en que habría un «fraude masivo» en su contra, sin aportar evidencia alguna. Incluso ahora, cuando abiertamente acusa de fraude a los Estados en los que se invirtió la tendencia en su contra y al Partido Demócrata mismo, no ha aportado ni una sola prueba.

Trump no es el primer gobernante que pretende destruir las instituciones democráticas, usándolas o acusándolas de corruptas. Varios en el pasado y en diversos países han utilizado la democracia para alcanzar el poder y luego la han suprimido, estableciendo sistemas totalitarios.

Ése es uno de los peligros del trumpismo. El presidente de los Estados Unidos es una persona autoritaria y autocrática, acostumbrada a usar la ley en su beneficio. Así se comportó como empresario y así se ha comportado como presidente. Entre los gobernantes de ese país en los últimos años tiene un récord de despidos de sus colaboradores más cercanos, a quienes no les ha aceptado criterios diferentes al suyo. De acuerdo con muchos de sus excolaboradores, es del tipo de líderes que no los necesita como asesores, sino para que cumplan sus órdenes.

Antes de las elecciones, se negó a confirmar que aceptaría una derrota, en caso de que se produjera. Para él esto no era una opción. Solo lo era la victoria o un litigio en las cortes, aludiendo un supuesto fraude que ya desde antes de la elección estaba denunciando.

Por esa razón, aprovechó el fallecimiento de la jueza Ruth Bader Ginsburg para designar a la jueza Amy Coney Barrett, e inclinar más a su favor la balanza de la Corte Suprema de Justicia, con seis jueces conservadores frente a tres progresistas. Con ello, pretende asegurar fallos orientados a abolir el Obamacare y el matrimonio entre personas del mismo sexo, así como una posible querella relacionada con las elecciones en el máximo órgano judicial del país. Sin embargo, sería difícil imaginar que la Corte Suprema, por conservadora que sea, se someta a su voluntad, abandonando su misión de preservar la legalidad.

Cuando aun estaban por contar cientos de miles de votos y permanecían varios Estados sin confirmar quién habría ganado en ellos, se atribuyó la victoria y a partir de allí no ha parado de usar las redes sociales y sus propias intervenciones públicas para denostar la elección, acusar de fraude donde quiera que está perdiendo y al sistema de corrupto.

La acusación de corrupción de las instituciones y del sistema puede ser el primer paso para que sus huestes reclamen su destrucción y reemplazo por otras que se acomoden al «líder iluminado». Puede conducir al peligro de una sublevación de sus seguidores que creen fielmente en sus sistemáticas mentiras, porque le siguen, como fanáticos, sin detenerse a contrastar la certidumbre o no de sus afirmaciones. Esto podría significar el inicio de un desorden social de incalculables proporciones que desestabilizaría al país y profundizaría la polarización política que ya lo divide.

De negarse a reconocer la derrota, se crearía una crisis institucional para la cual no existe precedente en el país.

Si la democracia y la legalidad ceden ante las presiones del actual presidente y de sus huestes enardecidas, podríamos estar ante la posibilidad de un golpe de Estado en los Estados Unidos, que se manifestaría en la destrucción de las instituciones democráticas.

Por esa razón, pareciera que es el momento en el que demócratas y republicanos deben cerrar filas para salvar la institucionalidad del país. Todo sistema democrático es perfectible, pero lo que sí ha resultado muy difícil es establecer o restablecer la democracia por vías pacíficas, a partir de un sistema autoritario y dictatorial. Esperemos que ése no sea el escenario por venir y que las instituciones estadounidenses sean capaces de respetar la voluntad popular, con independencia de las diferencias políticas.

6 noviembre 2020 10 comentarios 1,K vistas
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