La Mesa Redonda con el ministro de Economía y Planificación de Cuba, Alejandro Gil, era un acontecimiento de mucho ruido altamente esperado por la importancia crucial de medidas económicas que buscan sacar a la economía cubana de su actual crisis. Sin embargo, el tema más polémico y sobre el que más se ha especulado, el del “ordenamiento monetario”, quedó para la segunda de una serie de comparecencias de funcionarios gubernamentales durante la presente semana.
El ministro destacó los cinco aspectos principales de la “estrategia” de recuperación de la economía, a saber: 1) producción y comercialización de alimentos; 2) incentivos a las exportaciones; 3) transformación del sistema empresarial; 4) “perfeccionamiento” del trabajo por cuenta propia; y 5) “ordenamiento” monetario.
Todas estas cuestiones son de gran importancia para la recuperación de la economía cubana pero no solo por el impacto del Covid, sino que eran imprescindibles desde hace muchos años, y algunas quedaron consignadas en los Lineamientos de política económica y social del 6º Congreso del Partido Comunista de Cuba de 2011 y ratificadas en el 7º Congreso de 2016, pero no habían sido abordados. ¿En algún momento el gobierno rendirá cuentas para explicar por qué razones no se habían adoptado y se abordan ahora ante los imperativos de una crisis devastadora?
En la intervención del ministro Gil hubo una serie de anuncios positivos:
1) la sustitución de la lista de actividades por cuenta propia permitidas por una lista en la que se defina cuáles se prohíben y que “todo aquello que no se prohíba se permita.
2) la autorización de contratación de fuerza de trabajo temporal para la actividad agropecuaria
3) creación de un banco de fomento agrícola, pero, al parecer, no se crearía una institución financiera especializada, sino que operaría dentro del Banco de Crédito y Comercio, con apoyo del presupuesto del Estado.
4) transformación de la comercialización de productos agrícolas y, aunque no se dijo claramente, se infiere que se permitiría la actividad privada de comercialización de alimentos.
5) eliminación de la función “balancista” del Grupo Empresarial Acopio (aunque no se precisa cuál será su papel en una “nueva concepción” del mercado de productos agropecuarios).
6) en el reordenamiento del sistema empresarial se concibe la posibilidad de crear empresas mixtas entre el Estado y el sector privado, aunque se esperaría que existan los mecanismos para evitar que este tipo de organizaciones empresariales no sean un nuevo foco de corrupción.
7) reconocimiento explícito de que se producirá la unificación monetaria y cambiaria (sobre lo que se hablaría en la segunda Mesa Redonda).
Por las palabras del ministro se asume el mantenimiento de una vocación de control estatal que ha caracterizado a la política económica de Cuba desde hace ya más de seis décadas. Una cosa es que el Estado realice una labor de regulación, que puede resultar deseable ante determinadas “fallas del mercado” y otra muy distinta es el control y la intervención que pueden afectar la eficiencia del mercado. Aquí radica un peligro que podría lastrar toda esta “estrategia” y que se manifiesta, por ahora, en tres cuestiones fundamentales:
1) la organización empresarial del sector estatal concibe la posibilidad de que se establezcan filiales de las actuales empresas, pero no se plantea la eliminación de las Organizaciones Superiores de Dirección Empresarial (OSDE), que constituyen un nivel burocrático superior de la actividad de las empresas del Estado que limita su independencia operativa y financiera real, independencia que aun no es clara en las medidas de “perfeccionamiento” de las empresas estatales.
2) la decisión de que los productores privados y cooperativos accedan al comercio exterior sólo a través de empresas estatales de comercio exterior, que mantiene el monopolio del comercio exterior en manos del Estado.
3) la intención expresa de intervenir en los precios, porque, según el ministro, “el precio de oferta y demanda no siempre es justo, porque está a favor del vendedor”, lo cual es una afirmación lejana a la teoría económica demostrada por la práctica cotidiana.
Se anunció que la próxima Mesa Redonda abordará el tema de la unificación monetaria y cambiaria. Esta es una medida imprescindible que corrige un grave error que se adoptó en los años noventa, pero se va a producir en uno de los peores momentos posibles, debido a varios factores, entre los que podrían mencionarse la gran incertidumbre que persiste en la población, la gravísima situación económica y el hecho de que es sabido que existen criterios razonables para esperar una fuerte inflación que puede manifestarse tanto en una subida generalizada de precios como en una inmensa escasez de bienes y en una explosión del mercado negro.
En las condiciones actuales, el principal respaldo del sistema monetario de cualquier país radica en su producción de bienes y servicios, además de las reservas monetarias internacionales. Como no se dispone de cifras sobre estas últimas, se puede suponer que su magnitud está muy por debajo de lo que podría constituir un nivel sano. Si a esto le añadimos la evidente parálisis de la economía cubana, ¿cuál será el respaldo de la cantidad de pesos que será necesario emitir para responder a las necesidades de las transacciones impuestas por una reforma de precios, de salarios y una eventual devaluación de la moneda nacional?
Ninguno, si no se adoptan las medidas necesarias para que florezcan el emprendimiento empresarial y las actividades productivas, poniendo fin a todas las trabas que en la actualidad los frenan. Solo de esta forma, el crecimiento de la producción de bienes y servicios podría evitar que el exceso de dinero en circulación conduzca a una inflación galopante que podría conducir a una crisis de mayores proporciones. Ésta, además de una cuestión económica, es una cuestión política de primer orden.