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Mauricio De Miranda Parrondo

Mauricio De Miranda Parrondo

Economista cubano. Doctor en Economía Internacional y Desarrollo. Profesor Titular e Investigador de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, Colombia.

comunismo chino

El «otro comunismo» chino

por Mauricio De Miranda Parrondo 17 noviembre 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

Hace muchos años, llegó a mis manos un libro que me permitió acceder a otra visión de lo que había sucedido en China en los años de la llamada Gran Revolución Cultural Proletaria que, en realidad, fue el golpe de Estado con el que Mao Zedong destruyó la institucionalidad del régimen comunista en ese país para reforzar su poder personal, tras el descalabro del «Gran Salto Adelante» y la gran hambruna que provocó.

Se trata de China, el otro comunismo, del escritor y periodista polaco Kewes S. Karol, publicado en 1967, cuando apenas comenzaba el proceso que —en su plenitud—, desató una inmensa violencia en aquella sociedad que significó la destitución, encarcelamiento, trabajos forzados o incluso la muerte de miles de comunistas, entre ellos de Liu Shao qi, en aquel entonces la segunda figura del Partido y presidente de la República.

Karol recorrió parte del país durante cuatro meses, entrevistando a campesinos, obreros, soldados, e incluso al entonces primer ministro Zhou Enlai, quien sobrevivió políticamente aquellas jornadas. En su texto brinda un detallado reportaje sobre ese «otro comunismo», que se inspiraba en el «pensamiento de Mao Zedong» y resultaba mucho más radical y un tanto más primitivo que el soviético.

Mao siempre había insistido en que las condiciones particulares de la sociedad china reclamaban medidas diferentes a las adoptadas en la URSS. Después de la desestalinización y el llamamiento soviético a la coexistencia pacífica, se había producido una ruptura política entre ambos partidos comunistas y gobiernos, que transformó a los antiguos aliados en adversarios y reforzó además el aislamiento de China respecto al resto del mundo, en una especie de autarquía económica y política.

Comunismo chino

Con el apoyo de dos facciones radicales del Partido Comunista Chino (PCCh): la militar, encabezada por el mariscal Lin Biao, y la del llamado «grupo de Shanghai» liderado por su esposa, Jiang Qing, Mao fomentó el radicalismo de los jóvenes, constituyó el movimiento de Guardias Rojos y llamó a «derrocar los Estados Mayores», paralizó la enseñanza secundaria y universitaria, persiguió académicos, artistas e intelectuales y desterró tanto la cultura occidental como sus propias manifestaciones culturales tradicionales, para convertir el arte en burda propaganda ideológica.

Balzac y la joven costurera china, bellísima novela de Dai Sijie —que dio lugar a un filme homónimo—, se ubica en la etapa inmediatamente posterior a la «Revolución Cultural», cuando unos jóvenes, enviados a una zona montañosa con el fin de «reeducarse» trabajando con los lugareños, se enamoran de la joven costurera y, para satisfacer sus deseos de aprender, roban a uno de sus compañeros una maleta llena de libros prohibidos, entre los que estaban obras de Balzac, Hugo y varios escritores clásicos.

Como es sabido, luego de la muerte de Mao y de la derrota del grupo de Jiang Qing en la lucha por el poder, la «Vieja Guardia» comunista reinstauró a Deng Xiaoping en el núcleo dirigente.

A partir de 1978 este era el líder más poderoso y comenzó la reforma económica de China, cuyo resultado más evidente fue la transformación de ese país en una potencia industrial, política y militar que en la actualidad rivaliza con Estados Unidos en muchos órdenes, y lo supera en cuanto al volumen de producción industrial, la magnitud de sus exportaciones y sus reservas internacionales.

Es probable que, teniendo en cuenta las diferencias en tasas de crecimiento del PIB, China sobrepase a Estados Unidos como la mayor economía del mundo en 2029 o 2030.

Las reformas chinas y el legado de Deng Xiaoping

Las reformas económicas en China comenzaron a partir de la tercera sesión plenaria del 11º Comité Central del PCCh, y han sido ratificadas en los sucesivos cónclaves, hasta el más reciente XX Congreso, efectuado entre el 16 y el 22 de octubre pasado.

Se basaron originalmente en el programa de «Cuatro Modernizaciones», lanzado en principio por Zhou Enlai en 1963, pero que solo pudo ponerse en práctica por Deng Xiaoping, después del fin de la llamada «Revolución Cultural» y de la muerte de Mao. Para los reformadores chinos, el país debía avanzar estratégicamente hacia la modernización de la industria, la agricultura, la ciencia y tecnología y la defensa.

Comunismo chino

Las Cuatro Modernizaciones.

La estrategia de desarrollo se basó entonces en la reforma de los mecanismos de funcionamiento de la economía y la apertura económica. Para ello se desmantelaron de modo paulatino las «comunas populares», sustituidas por un sistema de «responsabilidad familiar» según el cual las familias, convertidas en nueva unidad de producción, usufructuaban la tierra mediante contratos con el Estado, con la libertad de vender a precios de mercado los excedentes sobre las cantidades pactadas con este.

Se fomentó asimismo la apertura exterior mediante Zonas Económicas Especiales, Ciudades Abiertas y Puertos Libres. En ellos se facilitó la inversión de capital extranjero para establecer plantas de producción industrial con destino a las exportaciones y, más adelante, se abrió el país entero a este tipo de negocios. Primero se estimuló la creación de empresas mixtas entre capital extranjero y capital estatal nacional, y posteriormente se autorizó la fundación de empresas privadas sin límite en cuanto a su magnitud.

Se modernizó el sistema bancario y financiero al separar la banca central de la comercial y de otras instituciones financieras, y fueron permitidos bancos e instituciones financieras privadas. Se desarrollaron mercados de bienes, servicios y factores de la producción. Se desmontó la economía centralmente dirigida mediante el otorgamiento de autonomía de gestión a las empresas estatales, así como a los diversos territorios.

Esto último motivó la aparición de nuevos centros industriales, tecnológicos y logísticos más allá de los tradicionales en Beijing y Shanghai, e incentivó otros centros urbanos, como Shezhen, Guangzhou, Tianjin, Fuzhou, Xiamen, Nanjing y otros. Todo ello quedó establecido en un marco legal que permitió la institucionalización de las reformas, más allá del impulso que le impregnara el liderazgo.

Las reformas económicas condujeron a un notable desarrollo. Poco a poco, China fue escalando posiciones en la economía mundial y llegó a convertirse en la segunda economía en la magnitud de su Producto Interno Bruto (PIB), medido por el tipo de cambio. Se convirtió en el principal productor global de bienes industriales, transitando de una economía basada en el uso intensivo del factor trabajo a otra sustentada en la mayor intensidad de capital y tecnología.

Entre 1978 y 2021, el PIB creció a un ritmo promedio anual de 9,2%. Se ha convertido en el principal exportador mundial de bienes, especialmente industriales, y en el segundo importador mundial. Es uno de los principales receptores y emisores de inversiones extranjeras directas y es la economía que ha logrado el mayor ritmo de crecimiento sostenido en las últimas cuatro décadas.

 Adicionalmente, ha desarrollado de modo acelerado su infraestructura, y ha establecido la mayor red ferroviaria de alta velocidad en el mundo. En su esfuerzo por potenciar la innovación y el desarrollo, el país ha alcanzado el mayor número de personas involucradas en estas actividades a nivel global.

Comunismo chino

Fuente: UNCTAD (2022) Unctadstat.

Como puede observarse en la Gráfica 1, estos avances se han reflejado en el incremento sostenido del PIB per cápita a precios constantes, pasando de un bajo ingreso, a medio alto, y acercándose cada vez más a niveles considerados altos según los criterios del Banco Mundial.

Los cambios en China no estuvieron exentos de contradicciones políticas. Durante los primeros años, Deng contó con sus lugartenientes: Hu Yaobang (secretario general del PCCh entre 1981 y 1987) y Zhao Ziyang (primer ministro entre 1980 y 1987 y secretario general del PCCh entre 1987 y 1989), quienes desde posiciones decisivas de poder, y con el apoyo de Deng, lograron impulsar los cambios a pesar de la resistencia de algunos miembros de la «Vieja Guardia», conscientes de la necesidad de cambios para superar la extrema pobreza pero reticentes al paulatino desarrollo del capitalismo en China.

En 1987 y durante el XII Congreso, el propio Deng abandonó tanto el Buró Político como el Comité Central del PCCh. Junto a él dejaron sus cargos todos los principales líderes ancianos, que formaron una no tan ceremonial Comisión Central de Asesoramiento.

Esta la encabezó Deng (entre 1982 y 1987) y estuvo integrada, entre otros, por Chen Yun como vicepresidente (la presidió entre 1987 y 1992, cuando se disolvió), Li Xiannian, Peng Zhen, Wang Li, Bo Yibo (padre de Bo Xilai, rival político de Xi Jinping y condenado a cadena perpetua al vincularse al asesinato de un industrial británico por parte de su esposa), Xi Zhongxun (padre de Xi Jinping), Wang Zhen, Song Renqiong y Deng Yingchao (viuda de Zhou Enlai).

Las reformas económicas en China no significaron la democratización del país. De hecho, Hu Yaobang fue destituido como secretario general del PCCh en 1987, debido a sus intentos de introducir cambios democráticos. Aunque conservó su posición como miembro del Comité Permanente del Buró Político, su actividad se limitó a cuestiones ceremoniales. Fue reemplazado como secretario general del Partido por el también reformista Zhao Ziyang, quien a su vez, fue sustituido como primer ministro por el conservador Li Peng.

Cuando murió Hu Yaobang, en 1989, ocurrieron las protestas de Tiananmén, que comenzaron con la exigencia de un funeral de Estado para el líder fallecido y luego reclamaron la democratización de la sociedad. Como es sabido, fueron sofocadas por los tanques del Ejército Popular de Liberación (EPL) a partir de la intervención de los líderes conservadores, quienes también pusieron fin al liderazgo de Zhao Ziyang y ocasionaron varios cientos de muertos y miles de heridos entre los manifestantes e incluso algunos militares.

Aunque la sociedad china no se democratizó, Deng Xiaoping logró una serie de transformaciones institucionales y políticas. Si bien el PCCh mantuvo el poder de forma totalitaria, se adoptó la práctica de que quienes asumieran las principales funciones del Partido, el Estado y el Gobierno, no permanecieran en sus cargos más de dos períodos consecutivos de cinco años para evitar que se perpetuaran en el poder e impusieran su criterio sobre el del colectivo.

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Deng Xiaoping, considerado creador de la China moderna (Foto: Reuters/Thomas Peter)

Esto fue válido para los equipos encabezados por Jiang Zemin (1989-2002) y Hu Jintao (2002-2012). La estrategia de desarrollo se asumió como una decisión colectiva del liderazgo del Partido con el apoyo de las estructuras del gobierno.

No obstante, todo eso cambió a partir del ascenso al poder de Xi Jinping en 2012. Durante su mandato se ha desarrollado un nuevo culto a la personalidad, tantas veces criticado por Deng en el caso de Mao como nocivo al desarrollo del socialismo. También se ha reforzado su autoridad personal, lo que ha transformado el sistema de dirección colectiva en uno autocrático, con fuerte poder del máximo líder.

El XX Congreso y la consolidación del poder personal de Xi Jinping

El recién concluido XX Congreso del PCCh consolidó a Xi Jinping como líder indiscutible. La propaganda oficial le ha elevado a la condición de teórico del marxismo-leninismo y «principal exponente» de la idea del «socialismo con características chinas para una Nueva Era».

Con su designación como secretario general del Comité Central del PCCh para un tercer período —algo que no hicieron sus predecesores Jiang Zemin y Hu Jintao— y su eventual «elección» el año próximo como presidente de la República y presidente de la Comisión Militar Central por tercera ocasión, Xi rompe con la herencia de renovación sistemática y generacional que legó Deng Xiaoping.

Por cierto, este último nunca detentó ninguno de los principales cargos en el Partido o el Estado, excepto el de presidente de la Comisión Militar Central, lo que le aseguraba una influencia decisiva en el alto mando militar.

En la última sesión del XX Congreso, se produjo un episodio —para algunos inesperado y para otros un plan orquestado con el objetivo de disminuir la dimensión política de su figura—, con el ex secretario general del PCCh y ex presidente de la República, Hu Jintao, de 79 años. El anciano dirigente fue «invitado», casi a la fuerza, a abandonar la sesión ante el asombro de la prensa extranjera acreditada y ante la mirada impasible de Xi Jinping.

Ello coincide con la salida de sus presumibles aliados en el equipo dirigente y su reemplazo por otro grupo directamente asociado a Xi. Poco a poco, Xi consiguió eliminar a sus potenciales rivales en el liderazgo y los remanentes de influencia que pudieran conservar sus predecesores Jiang Zemin y Hu Jintao.

Durante el XX Congreso se proclamó la erradicación de la pobreza absoluta y una «prosperidad moderada en todos los aspectos de la vida». En el Informe Político Central, Xi alertó respecto a la pérdida de confianza en el socialismo de «algunos ciudadanos», el afán por el dinero, hedonismo, egocentrismo, así como el «nihilismo histórico» —esto último para acallar las críticas al maoísmo—, que constituían según él «desviaciones del ideal socialista», y llamó la atención sobre una serie de problemas institucionales y desbalances económicos que afectan el desarrollo de la sociedad china.

Por otra parte se esbozaron las líneas estratégicas del desarrollo hasta 2035, entre las mencionadas:

1) incremento significativo del crecimiento económico y de las capacidades científicas y tecnológicas;

2) unirse al grupo de países con mayor aporte a la innovación tecnológica;

3) construir una economía moderna, basada en una nueva industrialización, informatización, urbanización y modernización agrícola;

4) desarrollar el «Estado de Derecho» y la construcción de una sociedad basada en la ley;

5) alcanzar un liderazgo mundial en educación, ciencia y tecnología, desarrollo del talento, cultura, deportes y salud;

6) alcanzar un desarrollo que no resulte depredador del medio ambiente;

7) alcanzar mayores niveles de felicidad, incremento del ingreso per cápita, garantizar el acceso pleno a los servicios sociales; y

8) fortalecer la defensa y la seguridad nacional.

En este último aspecto se han producido avances significativos, a partir del notable fortalecimiento de la capacidad militar y los criterios de seguridad, que han bloqueado los reclamos de democratización de Hong Kong y hecho emerger un discurso mucho más duro respecto a Taiwán.

Sobre cuestiones institucionales, resulta llamativa la referencia del Informe Político Central a fortalecer la «democracia consultiva» como «expresión de la democracia popular», a través de potenciar el papel de la Conferencia Política Consultiva del Pueblo Chino, institución creada en 1949 para agrupar a las fuerzas políticas no comunistas que, sin embargo, aceptaron el monopolio político del Partido Comunista sobre la sociedad.

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Una imagen de Xi Jinping durante un acto multitudinario en Beijing. (Foto: Getty Images)

Mirando hacia delante

No caben dudas de que las reformas económicas chinas han resultado exitosas y se tradujeron en un mejoramiento del bienestar. A pesar de la profundización de las diferencias sociales y de ingreso, la población china ha aumentado su prosperidad en comparación con los años previos a las reformas. Esto ha permitido revalidar el contrato social que legitima el liderazgo del Partido Comunista, en una sociedad que no ha practicado la democracia jamás.

Por supuesto, existe una disidencia pro-democracia en China, sin embargo, la misma no ha podido prosperar debido a la férrea represión de los órganos de la Seguridad del Estado, a los mecanismos de coerción ideológica y al incremento real y palpable de la prosperidad material de la sociedad.

Esto no habría sido posible si en lugar de un crecimiento económico sostenido y un mejoramiento del bienestar hubiera tenido lugar un estancamiento económico y un deterioro del nivel de vida de la población. Algo similar a lo alcanzado en China se ha producido también en Vietnam, que en la actualidad muestra altas tasas de crecimiento económico y mejoramiento de las oportunidades y del bienestar de la sociedad.

Obviamente, no es el caso de Cuba o de Corea del Norte, en los que la economía está lejos de garantizar un mejoramiento del bienestar social, y en lugar de mayor prosperidad, la población sufre cada vez enormes privaciones y deterioro de su nivel de vida.

Pareciera sin embargo que Xi Jinping apuesta ahora por una mayor presencia global, haciendo valer el peso de China en la multipolaridad de poderes que caracteriza el actual escenario político y económico internacional, en la medida en que se debilitan el poderío e influencia global de Estados Unidos y la Unión Europea, mientras Rusia se enfrasca en una absurda guerra con Ucrania, altamente costosa en términos económicos, políticos y militares, con cuestionables réditos geopolíticos y geoeconómicos.

Todo indica que la dirigencia china pretende optar por un mayor poderío militar y geoestratégico, lo cual podría afectar el bienestar económico de una sociedad que aún no se considera desarrollada. En tal sentido, me han hecho recordar aquella famosa dicotomía planteada por Paul Samuelson en sus cursos de Economía Moderna en los que se advertía sobre el eterno trade off entre «cañones y mantequilla».

17 noviembre 2022 40 comentarios 2,3K vistas
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Cambio

Tipos de cambio que bajan y precios internos que suben

por Mauricio De Miranda Parrondo 28 octubre 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

En los últimos días se observa un fenómeno muy interesante e inexplicable para muchas personas. Después de una acelerada subida del dólar estadounidense (USD) en el mercado informal cubano —lo cual arreció poco después de iniciada la venta oficial restringida de esa divisa a un precio cinco veces superior al oficial—, la misma llegaría a un tope de 200 pesos cubanos (CUP) por USD para comenzar un no menos precipitado proceso de descenso. que ha llegado hasta 165 CUP en el caso del USD en efectivo y del euro (EUR) y a 166,5 en el caso del dólar en depósitos bancarios (MLC).

Sin embargo, a pesar de que cuando el USD subía, también se incrementaban los precios de la mayor parte de los bienes de consumo, especialmente los alimentos; en las condiciones actuales de descenso de su valor, no solo no baja el precio de los bienes de consumo, sino que, en muchos casos, continúa subiendo.

Relación entre los tipos de cambio y los precios domésticos

El tipo de cambio no es otra cosa que la relación de intercambio existente entre dos monedas, o lo que es lo mismo, el precio de la moneda de un país expresado en unidades de la moneda de otro país. Esto permite establecer los precios relativos de los bienes y servicios producidos en un país y comparados con los de otros países.

De esta forma se conecta la economía nacional con la mundial, no solo a través de los mercados de divisas, sino también a través del comercio internacional, los mercados financieros y las inversiones extranjeras. Precisamente debido a ello resulta imprescindible que el tipo de cambio esté económicamente fundamentado, es decir, que refleje las condiciones a través de las cuales pueden expresarse los precios relativos de forma adecuada.

La relación entre los tipos de cambio y los precios domésticos se produce, normalmente, a través del comercio internacional. Por esa razón, cuando la moneda nacional se deprecia encarecen los precios de los bienes y servicios importados, así como las materias primas, insumos y maquinarias que resulta necesario importar para realizar producciones nacionales. En tal sentido, ese incremento en el valor de los insumos se traslada al costo de producción y finalmente al bien que se fabrique con ellos.

En una economía con capacidad de sustituir importaciones con producción nacional, la depreciación de la moneda doméstica puede ser un estímulo para que los productores nacionales puedan vender sus productos si logran que sean más baratos que los de la competencia extranjera, aunque también deberían lograr niveles de calidad que satisfagan la demanda.

No obstante, uno de los problemas más graves de la economía cubana es que no existe esa capacidad de sustitución de importaciones, especialmente en la mayor parte de las ramas industriales, donde —según el más reciente Anuario Estadístico, publicado por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI)—, el volumen físico de la producción fue el 54,8% del nivel alcanzado en 1989.

La utilización de insumos importados se requiere asimismo para la agricultura, que demanda fertilizantes, tractores, semillas mejoradas, combustibles, sistemas de riego, por solo mencionar algunas necesidades.

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La utilización de insumos importados se requiere asimismo para la agricultura. (Foto: ACN)

La grave crisis que afecta a los sectores productivos nacionales ha obligado a incrementar las importaciones de alimentos y bienes industriales básicos, aunque la difícil situación crediticia que afronta el país —agravada por los impagos de deuda y las restricciones financieras impuestas por las sanciones económicas de Estados Unidos—, restringen la capacidad del Estado para asegurar estas compras externas, las cuales se limitan cada vez más a la captación de ingresos en divisas por exportaciones.

Por su parte, la exportación de bienes se ha desplomado en Cuba, como consecuencia de la ruina de la industria azucarera y la decadencia o estancamiento de otros de los pocos sectores exportables. De acuerdo con las cifras de la ONEI, la exportación de mercancías en 2011 alcanzó los 5.870 millones de USD, pero para 2021 una década más tarde, solo fue de 1.966 millones, una contracción del 66,5%.

El decrecimiento de los ingresos en divisas ha afectado también al sector de los servicios, que en la actualidad es el predominante en nuestra inserción internacional. La exportación de servicios, incluidos el turismo y los servicios profesionales, pasó de 11.449 a 6.053 millones de USD, si consideramos como factor de conversión de los datos en CUP, la tasa de cambio oficial de 24 CUP por dólar estadounidense. Esto representa una contracción del 47,1%.

Estas restricciones de divisas conducen a la necesidad de reducir las importaciones de bienes que, para los años que hemos tomado como ejemplo, se contrajeron de 13.952 a 8.431 millones de USD, una disminución del 39,6%.

La contracción de las importaciones de bienes básicos, sea de consumo, intermedios y de capital, unida a la caída de la producción doméstica, crea un déficit de oferta que, en condiciones normales, se traduce en un incremento de los precios.

Incremento de precios a pesar de la caída de la tasa de cambio

La caída de la tasa de cambio que se observa en los últimos días, está reflejando en el corto plazo el momento en el cual los precios suben tanto que los compradores no pueden, o no están dispuestos a pagar ese precio por lo que están comprando, en este caso, las divisas. Sin embargo, no creo que sea una tendencia sostenida en el tiempo, porque el deterioro de la capacidad adquisitiva de la moneda nacional tiene causas estructurales más profundas y relacionadas esencialmente con el deficiente patrón de inserción del país en los mercados internacionales.

Por otra parte, en un mercado en el que predomina la escasez, como el caso del cubano, es muy poco probable que productos importados a una tasa de cambio más alta corrijan su precio cuando la tasa de cambio está más baja, porque es muy probable que permanezcan stocks de productos comprados en el exterior con una divisa más cara. La corrección de ese tipo de fenómenos suele ocurrir con cierto retraso.

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(Fuente: El Toque)

En la inflación que se observa en Cuba no influye solamente la depreciación del peso cubano, aunque en el caso de muchos bienes que se comercializan en los mercados informales de origen importado, sí existe una relación directa entre el precio de la divisa y el monto al que se vende el producto en el mercado doméstico.

Entre los demás factores que explican el fenómeno inflacionario están: la escasez de oferta de bienes de primera necesidad, la excesiva emisión monetaria producida por los incrementos de salarios y pensiones como parte de la evidentemente fracasada reforma monetaria y cambiaria de 2021, así como la financiación monetaria de los déficits presupuestales. El sector productivo no tenía una respuesta ante semejante aumento de salarios y pensiones que, dicho sea de paso, sigue estando lejos de asegurar la satisfacción de las necesidades de vida de la población.

De acuerdo con los datos de la ONEI, la producción industrial de 2021 ha sido inferior a la de 2019 en la elaboración de alimentos, bebidas, tabaco, textiles, prendas de vestir, artículos de cuero, madera y sus productos, papel y sus productos, grabaciones e impresiones, fertilizantes, productos químicos, caucho, minerales no metálicos, materiales de construcción, maquinarias, equipos y materiales eléctricos, aparatos de radio, televisión y comunicación, instrumentos médicos, ópticos y de precisión y fabricación de muebles.

Solo se ha incrementado ligeramente la fabricación de productos metálicos, aunque continúa estando al 17,7% de lo que se producía en 1989. El Anuario no muestra información actualizada para los productos del petróleo y de las industrias farmacéutica y azucarera. Sin embargo, de acuerdo con la información de diversos medios de prensa, la zafra azucarera de 2020-21 solo consiguió un 66% de la producción prevista de 1,2 millones de toneladas (es decir, 792.000), mientras que la de la campaña 2021-22 se calcula en 431.000 toneladas, lo cual coloca la producción actual en niveles del siglo XIX.

En el sector agropecuario, la producción de papa, boniato, malanga, plátanos, tomate, cebolla, pimiento, arroz, maíz, frijoles, tabaco, cítricos, frutas y cacao resulta inferior en 2021 respecto a los niveles ya reducidos de 2019. Continúan decayendo la cabaña ganadera y la cantidad de aves de corral, la producción de carne de res y de cerdo, la leche de vaca y de huevos y se mantiene en niveles bajos y estancados el peso en pie del sacrificio de aves.

El balance fiscal ha pasado de un superávit de 0,9% del PIB en 2011 a un déficit de -6,2% en 2019, y a -11,7% en 2021. Ello es muestra de un grave desequilibrio financiero interno que está siendo financiado con emisión monetaria, lo cual es causa directa de la pérdida de capacidad adquisitiva de la moneda nacional. La oferta monetaria creció de 65.028 millones de pesos en 2019 a 190.917 millones en 2021 y el balance monetario ha pasado de -5.267 millones de pesos a -26.780 millones en el mismo período de tiempo.

Los factores monetarios y fiscales, unidos a la escasez de oferta, están contribuyendo al mantenimiento de altos niveles de precios a pesar de la reducción observada en los últimos días en los tipos de cambio. Sin embargo, a estos es necesario añadir, además, los factores incertidumbre y expectativas.

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Los factores monetarios y fiscales, unidos a la escasez de oferta, están contribuyendo al mantenimiento de altos niveles de precios a pesar de la reducción observada en los últimos días en los tipos de cambio. (Foto: Karelia Álvarez Rosell)

La incertidumbre y las expectativas. Coda

Uno de los aportes de la escuela neoclásica de pensamiento económico —a la cual no adscribo, pero reconozco la validez de una serie de sus postulados— destaca la importancia de los factores psicológicos y las expectativas en el funcionamiento de los mercados. Esto es algo que confirma la experiencia histórica y se observa con mayor evidencia en las crisis económicas y financieras.

En estos momentos, Cuba no solo enfrenta una grave crisis económica sino también de confianza y de expectativas. El indicador más visible es la estampida migratoria, que además de desangrar al país desde el punto de vista demográfico, está deprimiendo significativamente los precios de viviendas y otros bienes, debido a que quienes tienen propiedades y desean emigrar están viéndose obligados a venderlas a precios mucho más bajos que hace dos o tres años.

El gobierno cubano ha fallado en sus políticas económicas. Falló al establecer el mercado en monedas libremente convertibles, en el diseño e implantación de la llamada «Tarea Ordenamiento», en la adopción de un decreto-ley sobre pequeñas y medianas empresas excesivamente restrictivo, así como en la reciente decisión de crear un mercado formal de divisas sin la capacidad para sostenerlo, lo que introduce tipos de cambio múltiples que generan nuevas distorsiones.

A pesar de la evidencia no ha tenido voluntad de enmienda. Lo peor es que no parece dispuesto a adoptar las transformaciones radicales que requiere la economía, ni los cambios institucionales para asegurar la sostenibilidad de dichas transformaciones, y da la sensación de no saber qué más puede hacer, además de lanzar consignas y hacer llamados a la «resistencia creativa».

Esto ha conducido a reforzar —en una parte considerable de la población— la sensación de desesperanza respecto al futuro del país, mientras aumentan la pobreza y la desigualdad social.

En estas circunstancias es imposible que los mercados puedan funcionar adecuadamente. En realidad, las condiciones no están dadas para que se fortalezca el peso cubano. Estamos ante un momento específico de volatilidad determinado por esos factores subjetivos, además de otros objetivos que gravitan sobre la capacidad adquisitiva de la moneda nacional.

Por esto, la solución está en el abandono de las prácticas de control y centralización que siguen ahogando el emprendimiento, de los monopolios del comercio exterior y del sector financiero y bancario; en la apertura de la economía, la adopción de medidas de estabilización macroeconómica que posibiliten superar los actuales desequilibrios; y todo ello en un ambiente político que favorezca transformaciones democráticas que permitan el empoderamiento de los ciudadanos respecto a su destino para que Cuba pueda volver a ser un país vivible.

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Códigos, referendos, economía y democracia

por Mauricio De Miranda Parrondo 5 octubre 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

El pasado 25 de septiembre, finalmente se aprobó mediante un referéndum el Código de las Familias en Cuba, que incluye el matrimonio igualitario, la diversidad sexual, la gestación subrogada y la adopción homoparental, entre otras cuestiones. La nueva norma recibió el respaldo del 66,87% de los votantes, que representó el 74,01% del padrón electoral. En cualquier país, tanto ese nivel de respaldo como la participación serían considerados muy favorables, pero en el caso de Cuba es el peor resultado de los ejercicios electorales desde 1976.

La campaña en favor del Código, desplegada por el gobierno y los medios oficiales, y por medios y grupos que apoyaban la medida aunque son críticos de la gestión gubernamental, encontró el rechazo de gran parte de los sectores religiosos y de una representación considerable de medios conservadores contrarios al sistema político cubano.

Este código es, sin duda, una norma positiva en el camino de crear condiciones para que se reconozcan los derechos de una parte de la población a construir familias diferentes a las consideradas «normales» en los patrones éticos de diversas orientaciones religiosas.

En mayo pasado, sin embargo, la Asamblea Nacional del Poder Popular aprobó por unanimidad, como es usual, un Código Penal tremendamente represivo, sobre todo en la penalización del activismo político opositor. Para este caso no hubo debate, y mucho menos una aprobación refrendataria. Es decir, para reconocer derechos a diversos sectores de la sociedad se requirió consultar a la población, pero para establecer como delitos lo que en otros países es un derecho, y endurecer las penas a los activistas políticos opositores, bastó el voto unánime de los diputados cubanos.

Si fueran coherentes, las autoridades podrían haber evitado el referéndum y aprobar el Código de las Familias con esa unanimidad que les caracteriza, de espaldas a la realidad diversa que es el país; o podrían someter a consulta popular el Código Penal. Pero es obvio que en este último caso no querían correr el riesgo de ser derrotados en lo que muy probablemente habría sido una consulta popular sobre su gestión.

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Las autoridades podrían haber evitado el referéndum y aprobar el Código de las Familias con esa unanimidad que les caracteriza, de espaldas a la realidad diversa que es el país. (Foto: Mireya Ojeda Cabrera / Radio Rebelde)

Mientras tanto, a la dura realidad cotidiana de los cubanos residentes en la isla, se unió el paso destructivo del huracán Ian, que causó devastación en la región más occidental del país, incluida la pérdida de vidas humanas y afectaciones a cosechas de tabaco de la región de Vuelta Abajo —uno de los pocos recursos exportables del país—, así como a otros productos agrícolas, destrucción de viviendas, y el colapso del sistema eléctrico nacional, ya golpeado por una gravísima crisis impuesta por las restricciones de combustible y por su obsolescencia tecnológica.

Todo esto ocurre en medio de una aguda escasez de alimentos y bienes de consumo esenciales, de la crisis crónica del sistema de transporte y, sobre todo, del hastío y la desesperanza, agravados por los sucesivos errores en la política económica adoptada por el gobierno y refrendada por la dirección del Partido, además del impacto negativo provocado por las sanciones económicas que mantienen las sucesivas administraciones estadounidenses sobre Cuba.

Como he expresado en otras ocasiones, las sanciones económicas estadounidenses solo podrán ser desmontadas por el Congreso de ese país. Sin embargo, es mucho lo que puede y debe hacerse en Cuba para salir de la profunda crisis estructural en la que está inmersa, agravada recientemente por los efectos de la pandemia del Covid-19, la destrucción de parte de la base de supertanqueros de Matanzas y ahora por el huracán Ian.

Particularmente, el colapso del sistema eléctrico ha tenido afectaciones gravísimas sobre la vida de la población. Muchas familias han perdido sus alimentos después de tres o cuatro días sin energía y todas sufren las inclemencias del agobiante calor. En consecuencia, en diversos lugares del país, especialmente en La Habana, se han producido protestas sociales, muchas de las cuales añaden al reclamo de la reconexión eléctrica, la crítica a la gestión gubernamental y también el grito de «LIBERTAD».

Aunque esta vez con un poco más de tacto que en el pasado estallido social del 11 de Julio, dadas las circunstancias inmediatas, las autoridades, incluyendo al presidente, siguen insistiendo en el carácter «contrarrevolucionario» y «mercenario» de muchos de los que protestan, aun cuando la mayor parte de ellos son personas desesperadas, que ya no pueden más porque están hartas de tantas vicisitudes en cada una de sus acciones cotidianas. Sin embargo, al igual que en aquella ocasión se han utilizado fuerzas militares y de policía vestidas de civil para reprimir a manifestantes.

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Represión a manifestantes en El Vedado. (Foto: America TV/ El autor)

En medio de las difíciles condiciones de vida de la mayor parte de la población, los medios de comunicación oficiales y los mecanismos de divulgación ideológica del Partido Comunista de Cuba (PCC) ofrecen sistemáticos partes de victoria, y no cejan en el empeño de mostrar un infundado triunfalismo, que desacredita no solo a la dirigencia del país sino al sistema político como un todo y pone en entredicho, entre una proporción cada vez más significativa de la población, categorías políticas como: «Revolución» y «Socialismo».

A pesar de las opiniones críticas de una serie de economistas y de las sugerencias de otros, la dirección del Partido y del gobierno han mantenido una política económica errática; han insistido en no abordar los problemas económicos en su integralidad; han fallado en la definición de la secuencia adecuada de las medidas, pretendiendo solucionar problemas de la esfera de la circulación sin realizar los cambios necesarios en la producción.

Asimismo, persisten en el mantenimiento a toda costa del modelo de administración centralizada y de la preeminencia de las empresas estatales, muchas de las cuales son ineficientes y le cuestan a toda la sociedad. 

En clara muestra de voluntarismo fijaron una tasa de cambio oficial del peso cubano lejana a las condiciones del mercado, apelaron al desacreditado expediente de los tipos de cambio múltiples sin el músculo necesario para influir en el mercado cambiario y, recientemente, afirmaron con soberbia que no se renunciaría al monopolio estatal del comercio exterior, a pesar de que la lógica racional sugiere liberalizar esta importante actividad económica para un país como Cuba con alta dependencia de sus relaciones económicas internacionales.

Esto ocurre porque el sistema político e institucional del país no solo lo permite, sino lo estimula. Es un sistema que asegura un poder totalitario e indiscutido por vías institucionales y legales, lo cual deja a la oposición, o a quienes cuestionen ese poder, únicamente con la alternativa de la protesta social, con el agravante de la persistente manipulación que se hace de los derechos ciudadanos.

Varios son los problemas que evidencian la ineficacia del sistema para satisfacer las necesidades de la sociedad, aunque sea muy eficaz para asegurar el carácter dominante de la burocracia en el poder. Sin pretender agotar el tema y consciente de que cada uno de ellos implica una reflexión aparte, listaré algunos de los principales:

1) a pesar de que el artículo 3 de la Constitución de 2019 establece la soberanía del pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado, no existen los mecanismos legales para que el pueblo pueda ejercer esa soberanía de forma efectiva;

2) el pueblo carece de la posibilidad de elegir directamente a sus gobernantes o de revocarlos mediante un ejercicio electoral;

3) el carácter de «fuerza dirigente de la sociedad y del Estado» que se otorga al PCC, permite a este colocarse por encima de la Constitución y de las leyes;

4) el carácter «socialista» del país —léase el sistema político totalitario que cada día es menos socialista en realidad— es «irreversible» según la  Carta Magna, con lo cual se obliga a las generaciones futuras a aceptar un sistema que para ellas puede resultar ajeno;

5) no existe un equilibrio de poderes independientes, con lo cual, en la práctica, tanto el sistema judicial, como el órgano legislativo y los entes de control se someten a las directrices del PCC e incluso al ministerio del Interior y la Seguridad del Estado; y

6) los derechos reconocidos en la Constitución no están reglamentados, lo que permite a la Seguridad del Estado, la Fiscalía y los Tribunales interpretarlos a discreción, convirtiéndolos en papel mojado.

Es hora de hacer y de sumar,ya sabemos que solo la unidad nos permitirá salir adelante.Las manos y el aliento de los jóvenes no faltará,como no falta la confianza en la Revolución que nunca nos abandona #FuerzaPinar #CubaViveYTrabaja #Cuba @DiazCanelB @UJCdeCuba @DrRobertoMOjeda pic.twitter.com/7HxS2JheAe

— Aylín Álvarez (@aylinalvarezG) September 30, 2022

Por estas razones es muy difícil que la crisis económica se solucione sin realizar una transformación fundamental del sistema político, afectado por una crisis de confianza que unida a la crisis económica están generando la mayor estampida migratoria de los últimos cuarenta años.

Los casos de China y Vietnam, en que se ha logrado una mayor prosperidad económica en el primero y un mejoramiento sustancial del nivel de vida en el segundo, manteniendo el carácter totalitario y anti-democrático de sus respectivos sistemas políticos, demuestran que para mantener la estabilidad política se requerían transformaciones económicas radicales orientadas hacia el mercado.

En ambos países, la población en general vive mucho mejor que hace cuarenta años. Para una parte considerable de las referidas sociedades, desde que se iniciaron las reformas el liderazgo político no solo ha sido garantía de ellas sino su principal impulsor. Nada de esto ha ocurrido en Cuba y ya ese modelo no resulta suficiente y tampoco deseable para una parte considerable de la ciudadanía.

Ante la grave crisis solo cabe una salida democrática. Es tiempo de aceptar las nuevas realidades políticas por duras que resulten para algunos. Entre ellas menciono:

1) en la actualidad el liderazgo del país cuenta con el menor nivel de respaldo ciudadano desde 1959;

2) el PCC, lejos de constituir una organización política de vanguardia y fuerza dirigente de la sociedad, va a remolque de los tiempos sin ofrecer alternativas viables para salir de la crisis y no ha sido capaz de exigir cuentas a su liderazgo por el incumplimiento de los Lineamientos aprobados en el VI y VII Congresos, y

3) el respaldo que recibió el Código de las Familias no es endosable al Partido y al Gobierno, sino que refleja el apoyo de gran parte de la sociedad que decidió defender derechos humanos que no estaban reconocidos legalmente, incluyendo los de algunas minorías.

¿Qué pasaría si se somete a plebiscito el mantenimiento del artículo 5 de la Constitución o el carácter único del PCC? ¿Qué pasaría si en una consulta popular se busca refrendar el carácter «irreversible» del sistema político cubano o la elección directa entre alternativas del presidente de la República y de los presidentes de los gobiernos provinciales y municipales?

¿Qué pasaría si se permite al pueblo decidir entre mantener el sistema electoral actual o la posibilidad de elegir directamente a los diputados entre candidatos que no necesiten ser autorizados por una comisión de candidatura? Las únicas respuestas válidas serían las de las urnas. Estas y otras muchas son cuestiones de urgencia nacional y deben ser abordadas tanto desde un punto de vista político como ético y moral.

5 octubre 2022 53 comentarios 1,9K vistas
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Nicolae Ceaușescu

Nicolae Ceaușescu: metamorfosis y caída de un dictador

por Mauricio De Miranda Parrondo 7 septiembre 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

En los años setenta del siglo pasado circulaba un chiste, según el cual el mundo era una larga carretera que se bifurcaba en dos caminos. En un primer carro iba el presidente de los Estados Unidos. El chófer pregunta por cuál de los dos caminos tomarían y Richard Nixon responde: «siempre por la derecha». El segundo automóvil era un Zil soviético y ante la misma pregunta del chófer, Leonid Brezhnev respondió: «siempre por la izquierda». En el tercer automóvil iba el presidente rumano Nicolae Ceaușescu y ante igual interrogante indicó a su conductor: «ponga los indicadores para la izquierda, pero tome hacia la derecha».

En agosto de 1968, en ocasión de la invasión a Checoslovaquia, el presidente rumano se desmarcó del resto de los países del Pacto de Varsovia y no solo se negó a invadir aquel país, sino que condenó abiertamente la decisión de los líderes soviéticos, respaldada por Alemania Oriental, Polonia, Hungría y Bulgaria. Convocó a un mitin en el que afirmó: «La invasión a Checoslovaquia es un grave error, una gran amenaza para la paz en Europa y al futuro del socialismo en el mundo. Es completamente inaceptable que los países socialistas invadan la libertad y la independencia de otro país».

Llevaba tres años en el poder, pero a partir de allí llamó la atención de los principales líderes capitalistas, varios de los cuales visitaron la capital rumana —entre ellos Richard Nixon— y lo invitaron a realizar visitas de Estado, además de ofrecerle créditos para facilitar importaciones de maquinarias y bienes industriales.

Rumanía alcanzó un estatus parecido al que gozaba Yugoslavia desde fines de los cuarenta, cuando el régimen de Josip Broz Tito fue expulsado del Buró de Información de Partidos Comunistas y Obreros (Kominform) por su disputa con Stalin. Eran dos países comunistas «diferentes» para la política exterior de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN.

No importaba que sus gobernantes respectivos tuviesen poderes casi absolutos, ni que se reprimiera cualquier tipo de oposición, sino que mostraban una política exterior relativamente independiente de la Unión Soviética. En virtud de ello, se incrementaron las relaciones comerciales entre Rumanía y los países capitalistas y fluyeron hacia el país balcánico recursos financieros de préstamos que incrementaron notablemente su vulnerabilidad financiera externa a partir de la segunda mitad de la década del setenta.

Rumanía fue el primer país del Pacto de Varsovia que reconoció y estableció relaciones con la República Federal Alemana, ingresó al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial y al Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio. Ceaușescu personalmente contribuyó a allanar el camino para las conversaciones entre China y Estados Unidos que condujeron a la vista de Nixon a Beijing en 1972, así como a la visita del entonces presidente egipcio Anwar El-Sadat a Israel. Mantuvo relaciones tanto con Israel como con la Organización para la Liberación de Palestina. En 1984 se negó a secundar el boicot soviético y de otros países del bloque comunista a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles.

Nicolae Ceaușescu

Richard Nixon y Nicolae Ceaușescu en Bucarest, 1969.

El camino al poder

Nicolae Ceauseșcu (1918-1989) nació en una familia campesina pobre en la localidad de Scornicești, a 160 kilómetros de Bucarest. A los diez años marchó a la capital y en 1932 ingresó al Partido Comunista Rumano. Pasó la mayor parte de la Segunda Guerra Mundial y de la ocupación nazi en cárceles y campos de concentración, donde estableció amistad con Gheorghe Gheorghiu-Dej, quien en 1944 asumió el liderazgo del Partido. Después de la guerra, se convirtió en un cercano colaborador del líder y ocupó importantes posiciones políticas, sobre todo cuando los comunistas se hicieron con el poder total desplazando a los demás partidos antifascistas.

A diferencia de otros países, la llamada facción «nacional» resultó más estalinista que la «moscovita» —integrada por quienes regresaron con la ocupación soviética, sobre todo en lo relativo a la colectivización forzosa de las tierras campesinas impuesta por Gheorghiu-Dej. Cuando se produjo la crítica a Stalin en la URSS, a partir del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), la dirigencia rumana se resistió a condenar abiertamente al estalinismo, aunque tampoco se enfrentó al liderazgo soviético de forma abierta, como hicieron los líderes comunistas chinos y albaneses.

Ceaușescu ascendió rápidamente en el núcleo de poder. Sin haber sido miembro de ejército alguno, recibió el grado de general y se desempeñó como viceministro de Defensa a cargo de la sección política de las fuerzas armadas entre 1950 y 1954. A partir de ese último año se convirtió en miembro del Buró Político del Partido. Al morir su mentor, en 1965, fue nombrado secretario general del Partido tras vencer en la carrera por el liderazgo a Gheorghe Apostol. En 1967 asumió también la jefatura del Estado.

Se dedicó entonces a promover a personas de su confianza en las principales posiciones del Partido y el gobierno y apartó a la mayor parte del equipo de Gheorghiu-Dej. Paulatinamente promovió a su esposa Elena hasta convertirla en la segunda persona con mayor poder.

En 1971 realizó un viaje a China, Corea del Norte, Vietnam y Mongolia. A pesar de la ruptura ideológica sino-soviética, y quizás por ella, decidió estrechar vínculos con el régimen maoísta. Al parecer, quedó impactado por el culto a la personalidad que se rendía a Mao Zedong y a Kim Il sung en sus respectivos países y decidió algo similar en Rumanía. En el apogeo de la ridiculez los medios de comunicación rumanos le llamaban «Conducator» (título que usó también el fascista Antonescu en su gobierno), «Gigante de los Cárpatos», «Gran Arquitecto», entre otros.

En el discurso pronunciado el 6 de julio de 1971 ante el Comité Ejecutivo Político del Partido Comunista Rumano (PCR), conocido como «Tesis de Julio», lanzó un llamado a «reforzar la educación marxista-leninista y la actividad político-ideológica» del Partido, que se tradujo en el incremento de la censura cultural, de la propaganda política y de los mecanismos de movilización ideológica. Todo ello se acompañó de una campaña nacionalista, en la que se intensificaba el culto a su personalidad, apoyado en el fortalecimiento de la temida Securitate.

En la medida en que reforzaban su poder autocrático y su megalomanía, se enfrascaba en proyectos faraónicos que afectaron gravemente la economía rumana. Entre ellos, la construcción del «Palacio del Pueblo», que sería la sede del Parlamento (en la actualidad aloja además al Museo del Totalitarismo). El segundo edificio público más grande del mundo requirió la mudanza obligatoria de 40.000 familias; se demolieron doce iglesias y tres sinagogas y 700 arquitectos y más de un millón de rumanos trabajaron en sus obras. Como se prohibió a sus constructores realizar importaciones, se construyeron fábricas para producir en el país aquello que era necesario de acuerdo con los diseños, aunque su producción tuviera solo aquel destino.

Nicolae Ceaușescu

Palacio del Pueblo

La crisis económica y social

En la década del setenta, el PIB de Rumanía creció a una tasa promedio anual de 9,9%, (1) favorecida por las inversiones estatales orientadas a alcanzar una industrialización sobredimensionada y a los créditos occidentales, así como a condiciones internacionales favorables derivadas del tratamiento especial que recibía debido a su política exterior independiente de la URSS. En consecuencia, creció notablemente la deuda externa del país, de 1,2 mil millones de dólares estadounidenses (USD) en 1971 a 13 mil millones en 1982.

Sin embargo, a fines de la década de los setenta empeoraron las condiciones económicas, debido al aumento de los precios de los combustibles y de las tasas de interés internacionales, lo que obligó al gobierno a solicitar una línea de crédito al Fondo Monetario Internacional. La posición financiera externa se había deteriorado mucho, especialmente debido al incremento del déficit en la balanza comercial y de la cuenta corriente de la balanza de pagos. De acuerdo a UNCTADStat (2022), el déficit en el comercio de bienes pasó de 558,4 millones de USD en 1977 a 1.551,7 millones en 1978 y a 2.064,5 millones en 1979.

Rumanía fue uno de los países socialistas más golpeados por la crisis de la deuda externa de 1981-1982, debido a que el gobierno se negó a renegociar los pagos del servicio de la misma ante sus acreedores, lo que produjo la cancelación de líneas de préstamos internacionales. Ceaușescu decidió adoptar un plan de austeridad económica para pagar la deuda en pocos años, mediante el incremento de las exportaciones —incluso de parte de la producción de alimentos usualmente destinada al consumo doméstico— y la reducción de las importaciones, de forma tal que el déficit comercial se transformara en superávit. En la práctica, ello significó el establecimiento de una situación de «cuasi-autarquía» económica, que afectó a la economía en general y al nivel de vida de la población en particular.

Las medidas de austeridad adoptadas durante los ochenta incluyeron el restablecimiento del racionamiento en la distribución de alimentos; supresión de la calefacción; cortes de energía eléctrica (de hecho, cuando había electricidad solo se permitía el uso de bombillas de 40w) y del suministro del gas natural. En marzo de 1989 se había pagado casi toda la deuda a costa de un inmenso sacrifico económico y social. A pesar de ello, no solo se mantuvieron los racionamientos de carne, huevos, leche, azúcar y otros alimentos, sino que se hicieron más estrictos. En el invierno de 1988, varios cientos de ancianos murieron debido a la hipotermia.

Del dirigente comunista independiente de Moscú y abierto a las relaciones con Occidente, Ceaușescu aparecía ahora como un dictador megalómano, despiadado y dispuesto a sacrificar a su pueblo para conservar el poder. Mientras tanto, la propaganda oficial seguía insistiendo en el «futuro promisorio del socialismo», tal y como quedó reflejado en los XIII y XIV Congresos del PCR, efectuados en 1984 y 1989.

Entre 1980 y 1989, el PIB creció solo un 1,7% promedio anual. Sin embargo, en 1987 apenas se incrementó un 0,8%; en 1988 se contrajo a -0,5% y en 1989 a -5,8%. Mientras tanto las autoridades, y muy especialmente la pareja Ceaușescu, que disfrutaban de lujos versallescos, daban muestras de ignorar las dificultades en la vida de la inmensa mayoría de los rumanos.

Las duras condiciones de vida de la población provocaron sucesivas protestas sociales. En septiembre de 1983 se produjo una huelga en siete minas de Maramures. En noviembre de 1984 ocurrió otra de los trabajadores industriales de Cluj-Napoca, así como en la fábrica de vidrio de Turda, en protesta por la reducción de salarios y de raciones de pan. En febrero de 1987 estallaron protestas de miles de trabajadores y estudiantes en la ciudad industrial de Iași y 150 obreros fueron expulsados de sus trabajos.

En noviembre de 1987, cerca de 20.000 trabajadores de la planta de Steagul Rosu, la fábrica de tractores y la hidromecánica declararon una huelga masiva en la ciudad industrial de Brasov, contra la reducción de salarios decretada por el gobierno y la propuesta de reducir 15.000 empleos. En este último caso, alrededor de trescientos participantes fueron procesados y condenados a penas entre seis meses y tres años.

Nicolae Ceaușescu

Protestas en Timișoara contra Nicolae Ceaușescu.

La caída

En marzo de 1989, seis antiguos altos dirigentes del PCR —Gheorghe Apostol, Corneliu Mănescu, Alexandru Bârladeănu, Silviu Brucan, Constantin Pîrvulescu y Grigore Răceanu— publicaron una carta abierta en la que criticaban las políticas de Ceaușescu, así como su estilo autoritario y la ausencia de democracia partidista.  Lo acusaban de traicionar al socialismo, no respetar los derechos humanos y conducir al país a un desastre. No exigían la democratización del país sino del Partido, así como el fin de las políticas represivas del régimen.

La carta fue divulgada por diversos medios occidentales, incluyendo Radio Europa Libre y la Voz de América. Todos fueron detenidos e interrogados por la Securitate, sin embargo, no se adoptaron medidas extremas contra ellos debido a que algunos mantenían vínculos con el Kremlin e incluso con la KGB y aunque Ceaușescu se había desmarcado abiertamente de las reformas de Gorbachov en la URSS, temía ser derrocado por un golpe de Estado.

El XIV Congreso del PCR, efectuado entre el 20 y el 24 de noviembre de 1989, aprobó el rumbo de la política de Nicolae Ceaușescu y lo ratificó como secretario general. Mientras, en otros países del bloque soviético comenzaba el derrumbe de sus respectivos regímenes. Con la retórica característica del socialismo burocrático, durante el congreso se convocó a modernizar la industria, especialmente la ligera y la alimentaria, y a elevar el rol del Parlamento en la conducción del país.

No obstante, la crisis económica, el deterioro del nivel de vida y la férrea represión habían ahondado la fractura del consenso político, ya evidente desde años atrás. Adicionalmente, se había desatado una campaña nacionalista contra la minoría húngara de Transilvania, debido al inicio de una corriente migratoria de estos hacia Hungría, que era el más avanzado en reformas económicas dentro del socialismo.

En diciembre de 1989 estallaron protestas en Timișoara que reclamaban la renuncia del dictador y el establecimiento de libertades cívicas, pero fueron reprimidas violentamente por la Securitate, la policía local e incluso fuerzas militares por órdenes directas de Nicolae y Elena Ceaușescu.

Para entonces, había caído el Muro de Berlín; debido a protestas populares en sus respectivos países habían renunciado Erich Honecker en Alemania Oriental, Todor Zhivkov en Bulgaria y Gustav Husak en Checoslovaquia; mientras que en Polonia Wojciech Jaruszelski gobernaba en cohabitación con un gabinete mayoritariamente de Solidaridad. En todos ellos, además de Hungría, se perfilaban elecciones libres para el año siguiente. Todo ello era conocido por la población rumana a través de las noticias difundidas por medios radiales occidentales.

La caída se produjo el 21 de diciembre, al día siguiente del regreso de Ceaușescu de una visita a Irán, para cuando estaba convocado un mitin de reafirmación del apoyo popular a su gestión. En principio fue una convocatoria típica de las escenificadas bajo el llamado «socialismo real», con banderas rojas y carteles de apoyo al PCR y al socialismo, inmensas fotos de Nicolae y Elena, y una primera fila de disciplinados apparatchiks aplaudiendo sin cesar. Pero solo ocho minutos después de comenzar el discurso del máximo dirigente, se escucharon protestas desde la parte trasera de la multitud que fueron creciendo ante la mirada atónita del dictador y de los dirigentes que ocupaban la tribuna.

Poco después, una marea humana rompió el cordón de seguridad que impedía el acceso al edificio del Partido desde cuyo balcón hablaba Ceaușescu.  Lo demás es conocido: las fuerzas armadas le retiran el apoyo, enfrentamientos en las calles entre civiles y miembros de las fuerzas de seguridad, intento de fuga de la pareja gobernante en un helicóptero, posterior captura, juicio sumario y fusilamiento. Mientras tanto se derrumbaba el viejo orden y se instauraba un gobierno provisional de un «Frente de Salvación Nacional» encabezado por Ion Iliescu, antiguo dirigente comunista defenestrado por Ceaușescu e integrado por otros dirigentes provenientes de las filar del PCR.

En Rumanía confluyeron las peores características de la crisis del socialismo: la economía en profunda crisis sin solución dentro del modelo predominante; una dirigencia que hacía caso omiso a las realidades políticas y sociales; el desprestigio del Partido Comunista y sus dirigentes; las duras condiciones de vida de la población y la imposibilidad de que la propaganda y la movilización política pudieran ofrecer esperanzas respecto a un mejor futuro inmediato. Todo esto, unido a la violencia con que se reprimían las protestas sociales y la disidencia, resultó una mezcla explosiva que condujo al derrumbe de un régimen totalitario del socialismo burocrático con derramamiento de sangre.

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(1) Cálculos del autor con base a UNCTAD (2022).

7 septiembre 2022 60 comentarios 3,8K vistas
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Gorbachov

Mijaíl Gorbachov: el hombre y su tiempo

por Mauricio De Miranda Parrondo 31 agosto 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

Ha fallecido Mijaíl Sergueyevich Gorbachov (1931-2022), último secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y primer y último presidente de la URSS. Desde que asumió el liderazgo, después de los funerales consecutivos de Brezhnev, Andrópov y Chernenko, entre noviembre de 1982 y marzo de 1985, se enfrascó en la inmensa tarea de sacar al país del estancamiento resultante del agotamiento del modelo de planificación centralizada, lastrado por el peso de una tupida burocracia y una inmensa corrupción que corroían los diversos estamentos de la compleja organización política y administrativa.

A mediados de los años ochenta del siglo XX, la Unión Soviética era una potencia espacial, nuclear y militar. Sin embargo, su agricultura colectivizada estaba en crisis y era incapaz de producir los alimentos que demandaba la población; la industria de bienes de consumo era subdesarrollada y la pesada y de construcción de maquinarias, no resultaba competitiva de acuerdo a estándares internacionales.

Solo la industria energética —y especialmente la producción de petróleo y gas— podía asegurar la inserción internacional de la economía soviética más allá de las fronteras del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME). Mientras tanto, la elevación del nivel de vida de la población dependía de las importaciones y de los sucesivos créditos a los que acudió el país para cubrir sus sistemáticos desbalances comerciales con los países capitalistas desarrollados, los cuales debía pagar con divisas convertibles o con exportaciones de oro.

Adicionalmente, desde fines de los años setenta el ejército soviético se encontraba empantanado en una guerra de desgaste en Afganistán de la que difícilmente podía salir victorioso, además de pagar un alto costo en vidas humanas y en recursos económicos.

Por otra parte, el despliegue de la llamada Iniciativa de Defensa Estratégica, de Ronald Reagan, llevó a la URSS a elevar notablemente el gasto militar para mantener la paridad estratégica con Estados Unidos, lo que impedía destinar recursos suficientes para invertir en la industria de bienes de consumo y en la agricultura, con el objetivo de mejorar el nivel de vida de la población.

La gestión de Gorbachov al frente de la Unión Soviética entre 1985 y 1991 en materia de política doméstica podría resumirse en tres elementos principales: 1) la reestructuración económica (perestroika), 2) apertura informativa y eliminación de la censura ideológica y cultural (glasnost), y 3) democratización y cambios institucionales.

Gorbachov

Gorbachov y Ronald Reagan. (Foto: RT)

Perestroika

Para impulsar el crecimiento económico y específicamente la producción industrial y agrícola, resultaba imprescindible una profunda reforma de los mecanismos de funcionamiento de la economía.

En los primeros tiempos el alcance de esa reforma no fue más allá de una mayor autonomía económica y operativa de las empresas estatales, la descentralización de los mecanismos de planificación, el reforzamiento del papel de los colectivos obreros en las decisiones de las empresas y la vinculación de los salarios a los resultados de la producción de bienes y servicios.

En consecuencia, esto significaba el debilitamiento de la planificación centralizada a nivel microeconómico, pero la conservación de los resortes centralizados en la asignación de los principales recursos de inversión.

Entre las principales medidas económicas adoptadas al amparo de la perestroika se pueden mencionar las siguientes: las empresas estatales serían responsables de sus decisiones de producción en función de la demanda tanto de los consumidores como de otras empresas, debían cubrir sus costos con sus ingresos y obtener beneficios, podrían competir entre sí en los mercados y desarrollar actividades directas de comercio exterior.

Asimismo, se autorizó la creación de empresas mixtas con capital nacional y extranjero, siempre que este no superara el 49% de participación (que después se modificó para autorizar la participación foránea con carácter mayoritario); se permitió el establecimiento de empresas cooperativas y posteriormente privadas a pequeña escala en la producción manufacturera y ciertos servicios.

A pesar de no ser especialmente radicales, estas medidas motivaron la resistencia de los grupos conservadores dentro de la dirección del Partido y el gobierno en distintos niveles, toda vez que amenazaban sus distintas parcelas de poder.

Glasnost

La apertura informativa y la eliminación de la censura debían permitir el debate abierto de los problemas económicos del país para ejercer presión sobre los sectores conservadores del Partido que obstaculizaban las reformas.

Entre las medidas más importantes asociadas a la glasnost vale mencionar: la autorización a medios de prensa para investigar y divulgar los casos de corrupción en los distintos niveles de la jerarquía política o administrativa; la publicación de cientos de libros y exhibición de obras de teatro y filmes que habían sido prohibidos por los censores del departamento ideológico del partido; el cierre de los campos de prisioneros y la excarcelación de los principales disidentes políticos.

gorbachov

Igualmente, estableció el reconocimiento de las libertades de expresión, reunión, asociación y movimiento dentro y fuera de las fronteras del país; la rehabilitación de las personas injustamente condenadas por razones políticas y la apertura de los archivos secretos para corregir las distorsiones de la realidad histórica.

Gracias a la glasnost fue posible conocer los detalles y la magnitud de los crímenes cometidos por órdenes de Stalin contra la población soviética e incluso contra miles de bolcheviques en las purgas masivas que se desencadenaron en los años treinta con el objetivo de asegurar su poder autocrático.

De esa forma, permitió el desarrollo de libertades cívicas y de creación artística e intelectual sin precedentes en la historia del país y que luego fueron conculcadas por las autoridades de la mayor parte de los Estados sucesores de la desaparecida unión. Al mismo tiempo, permitió que salieran a flote las profundas contradicciones económicas, políticas y nacionales del sistema soviético.

Democratización

La democratización dentro del Partido Comunista y de la sociedad soviética resultaba una condición del proceso de transformaciones que pretendió desarrollar Gorbachov. Este fue un proceso lento y cargado de contradicciones, sobre todo debido a que no hubo un cuestionamiento temprano al monopolio del poder en manos del PCUS, ni este adoptó mecanismos democráticos en su vida interna.

En 1988 se produjo una modificación a la Constitución soviética de 1988 para instituir al Congreso de Diputados Populares como máximo órgano del poder del Estado, cuyos miembros fueron elegidos en marzo de 1989. Por primera vez en la historia soviética, de los 2.250 parlamentarios, 292 fueron elegidos como independientes.

El inicio del proceso de democratización de la sociedad y el reconocimiento de las libertades cívicas pusieron de manifiesto la urgencia de abordar la cuestión de la autodeterminación real de los pueblos integrantes de la unión, debido a las tensiones nacionalistas que comenzaron a aflorar de forma cotidiana en el nuevo panorama político y que implicaba un replanteamiento de las condiciones en las que debía establecerse una nueva Unión de Estados Soberanos.

La posibilidad de que se produjera la secesión de varias repúblicas y la perspectiva de que el país avanzara a un sistema político democrático y multipartidista, llevaron a las fuerzas más conservadoras dentro de la dirección soviética a intentar el golpe de Estado que se produjo entre el 19 y el 22 agosto de 1991 y que fracasó debido a la contundente respuesta popular.

Gorbachov

Gorbachov realizando un comercial para Pizza Hut.

Legado

La disolución de la Unión Soviética fue el colofón del fallido intento de Gorbachov por transformar el país en una sociedad libre y democrática. Las reformas no prosperaron porque sus impulsores comprendieron demasiado tarde que el sistema del socialismo burocrático no tiene capacidad para reformarse. El desmontaje del sistema de administración centralizada y su reemplazo por una economía mixta de mercado, el establecimiento de libertades cívicas y políticas y el reemplazo del sistema político totalitario por uno democrático, solo pueden causar, como efectivamente ocurrió, la implosión del sistema.

Si bien los pueblos de Rusia y de la mayor parte de las antiguas repúblicas soviéticas carecen hoy de libertades cívicas y de sistemas democráticos y poseen economías capitalistas controladas por oligarquías mafiosas, en otras repúblicas ex soviéticas y en la mayor parte de los antiguos países del llamado socialismo real de Europa Central y Oriental, se han construido sociedades modernas y con mayor desarrollo económico y social.

El fracaso de las reformas de Gorbachov deja, sin embargo, una gran lección histórica: la construcción de una opción política socialista solo puede ser posible en un sistema en el que prime la democracia política y la sociedad disfrute de libertades plenas.

31 agosto 2022 15 comentarios 1,7K vistas
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Mercado cambiario

Mercado cambiario a cuentagotas

por Mauricio De Miranda Parrondo 23 agosto 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

A solo tres semanas del anuncio de que el gobierno cubano iniciaría la compra de divisas a un tipo de cambio «paralelo» al oficial, comenzará la venta de las mismas a través del sistema de CADECA (casas de cambio también oficiales). Se sigue apostando a la gradualidad excesiva sin tener en cuenta que el tiempo es una variable crítica y no hay más que perder ni experimentos que realizar.

Las limitaciones impuestas a este proceso indican que se tratará de la implementación de un mercado cambiario a cuentagotas. Solo se venderán divisas a personas naturales, en magnitudes diarias que no superen las que se adquirieren. Existirá un tope de 100 dólares estadounidenses (USD) o su equivalente para el caso de otras monedas aceptadas (euros, libras esterlinas, dólares canadienses, francos suizos y pesos mexicanos) por persona.

Asimismo, solo se han autorizado a treinta y siete CADECA en todo el territorio nacional, concentradas en las ciudades más importantes y en algunas cabeceras municipales. Mientras tanto, en el aeropuerto solo se comprarían divisas a los viajeros y no se venderían (lo cual carece de lógica si se piensa que a los turistas podrían sobrarles cierta cantidad de pesos cubanos, pero la tiene si la consideración predominante es la recaudación).

Así las cosas, este mercado solo podría tener sentido para quienes demandan pequeñas cantidades de divisas que puedan convertir en depósitos en moneda libremente convertible (MLC) para adquirir bienes en las tiendas dispuestas para ello (excepto los USD que no podrían depositarse a esos efectos). Quienes necesitan adquirir cantidades sustanciales para viajar al exterior o emigrar necesitarán acudir al mercado informal, por lo que éste seguirá gozando de buena salud.

Llama la atención que el ministro de Economía y Planificación Alejandro Gil reconozca que «el tipo de cambio es un precio muy importante en la economía» e insista en que «no se trata de decisiones voluntaristas» cuando en la realidad se persiste en ellas y en el desconocimiento de las realidades económicas que resultan de leyes objetivas.

El titular de la cartera comentó en la Mesa Redonda que la cubana «no es una economía de mercado». Y precisamente ese es uno de sus grandes problemas porque se persiste en una economía centralmente administrada que ha probado su ineficacia como modelo de desarrollo. Lo que requiere la economía es construir mercados transparentes, regulados pero no controlados por el Estado.

El gobierno cubano parece tener clara la apuesta de no ceder el control bajo ninguna circunstancia y por eso es incapaz de realizar las reformas profundas que necesita la economía y que deberían apuntar a la libertad de emprendimiento, al fomento de la producción sin limitaciones de tipos de propiedad; y al funcionamiento adecuado de los mercados de bienes y servicios, trabajo, capitales, inmobiliario, y cambiario, entre otros.

Mercado cambiario

Mientras no se realicen transformaciones estructurales de calado, la economía cubana no estará en condiciones de retomar una senda de crecimiento sostenido. Con sus decisiones erróneas en política económica y su escasa voluntad política para producir cambios fundamentales, las autoridades están siendo responsables del fracaso económico del país y ello tiene serias implicaciones políticas.  

En materia cambiaria, la medida más adecuada es establecer un tipo de cambio único a partir de la oferta y demanda de divisas que generen todos los actores en la economía doméstica. Esto significa que en un único mercado concurran los exportadores e importadores de bienes y servicios, turistas, viajeros al exterior, inversionistas, prestamistas y prestatarios de créditos foráneos, etc.

Esto no quiere decir que no existan diferencias entre los tipos de compra y de venta tal y como ocurre en todos los países. Por supuesto que deben existir, porque en esas diferencias reside la utilidad de la actividad cambiaria, como en las diferencias entre la tasa de interés de captación y de colocación reside una de las fuentes principales de las utilidades que reciben los bancos.

Como he expresado en otros textos, la persistencia de los tipos de cambio múltiples, diferenciados entre uno «oficial» y otro «de mercado», crea distorsiones en los precios relativos de la economía doméstica respecto a la internacional y, en consecuencia, reproduce los mismos problemas —a una escala diferente— que existían en los años noventa cuando se implantó la dolarización parcial y se segmentaron los mercados.

Mercado cambiario

Esas distorsiones emiten falsas señales respecto a la competitividad internacional de la producción doméstica. Por otra parte, el ministro Gil insistía en que «una cosa es el mercado cambiario y otra diferente es la actividad de exportaciones e importaciones» que funcionan con la tasa de 1 USD por 24 CUP. Precisamente eso es un problema porque esa desconexión es nociva para la economía.

En los mercados cambiarios de la mayor parte del mundo que usan regímenes flexibles, el banco central no es el que determina el tipo de cambio, sino que ejerce un papel regulador para evitar oscilaciones exageradas de estos por razones especulativas. En ocasiones puede influir indirectamente en el comportamiento de los mismos, comprando o vendiendo divisas extrajeras según sea el caso. Las medidas recientemente adoptadas demuestran que el Banco Central de Cuba carece del músculo para establecer un mercado cambiario en propiedad y para influir sobre él.

Una vez más se crearán condiciones favorables para que florezca la corrupción. ¿Cómo se podrá evitar que funcionarios de algunas casas de cambio retengan ciertas cantidades de divisas para favorecer a familiares o amigos o a cambio de algún tipo de comisión? ¿Cómo podrá evitarse que algunos logren comprar USD a 123,60 CUP y luego los vendan a 135 o 140 en el mercado informal?

Mercado cambiario

Si el banco central estuviera en capacidad de vender a 123,60 en cantidades significativas, el mercado informal tendría que bajar irremediablemente sus precios y de hecho desaparecería, si un mercado formal transparente —no necesariamente estatal— estuviera en condiciones de canalizar las ofertas y demandas de divisas incluyendo a todos los actores de la economía nacional.

Mientras se sigan adoptando medidas de urgencia, parciales y desconectadas entre sí, priorizando las apetencias centralizadoras y controladoras, en lugar de un programa de reformas estructurales, integral y sistémico, no se lograrán superar los actuales obstáculos internos que impiden el desarrollo económico de Cuba y el mejoramiento del bienestar de la sociedad. En consecuencia, la profundización de la crisis económica ahondará la crisis política, de la que ya existen evidencias más que visibles.

23 agosto 2022 27 comentarios 2,9K vistas
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Monopolio

Entre el monopolio del comercio y la discrecionalidad en Cuba

por Mauricio De Miranda Parrondo 16 agosto 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

El gobierno cubano ha decidido autorizar la creación de empresas mixtas y asociaciones con capital extranjero en el comercio mayorista y minorista. Para el caso del primero se permitirá establecer empresas privadas de capital totalmente foráneo, todo ello a partir del complejo mecanismo de autorizaciones discrecionales que ha caracterizado la aprobación de proyectos de inversión internacional.

Al mismo tiempo se anunció que, «excepcionalmente», se aceptará que «algunos actores no estatales» desempeñen actividades de exportaciones e importaciones de forma directa, sin utilizar a empresas estatales como intermediarias —algo que al menos yo reclamé desde el principio, no para algunos sino para todos— pero bajo el control directo del Ministerio de Comercio Exterior e Inversión Extranjera (MINCEX). Las empresas creadas bajo estas figuras podrán operar en el mercado en Monedas Libremente Convertibles (MLC).    

Las autoridades reconocen que apelan a estas decisiones ante la escasez de oferta de bienes y muy especialmente de materias primas, insumos y tecnología. Además, por la necesidad de recibir transferencia de tecnología en administración y mercadotecnia.

Ante las críticas de varios economistas al mantenimiento del monopolio estatal del comercio exterior —entre los que me encuentro—, la viceministra del ramo esgrimió una cita de Raúl Castro en la que afirma que abandonarlo sería un «error estratégico». Si el objetivo de un gobierno es controlar toda la actividad económica del país, como parte del control sobre toda la sociedad, sin duda lo es; pero si el interés de la política económica fuera propiciar el mejoramiento del bienestar, el error estratégico es mantener entonces dicho monopolio.

El monopolio estatal tanto del comercio exterior como del minorista, es responsable del desabastecimiento de bienes de consumo en el mercado doméstico, y estos deben importarse porque el sistema productivo establecido —también en manos mayoritariamente estatales— es incapaz de ofrecerlos.

Como quiera que el Estado cubano afronta una notable escasez de divisas y un considerable déficit fiscal (11,7% del PIB en 2021; 17,7% en 2020, pero que ya había sido 6,2% en 2019, y 8,1% en 2018, según cifras de la ONEI), no está en condiciones de asegurar el abastecimiento de las cadenas de tiendas estatales, incluso de aquellas que venden en dólares bancarizados.

Si las unidades de comercio minorista no fueran propiedad del Estado, serían los propietarios —privados o cooperativos— quienes deberían surtirlas porque de ello dependerían sus ingresos. El Estado, en cambio, podría beneficiarse de un comercio doméstico dinámico, a partir de los ingresos tributarios que esta actividad generaría, sin tener que responsabilizarse con los suministros de dicho sistema.

En el discurso oficial se insiste en «cambiar lo que deba ser cambiado» y en «desatar las fuerzas productivas», pero esto no es más que una retórica vacía de contenido real. Desatar las fuerzas productivas —para usar esta categoría del pensamiento marxista— significa eliminar todas las trabas que frenan su desarrollo. No obstante, en cada medida adoptada se incluyen restricciones que limitan su efectividad.

Las autoridades cubanas no son capaces de concebir un país que pueda funcionar sin su control, el cual —como ya he escrito antes— es responsable en gran medida del empobrecimiento y de la persistencia del subdesarrollo. Sin embargo, el buen gobierno no consiste en controlar a la sociedad, sino en utilizar mecanismos reguladores para evitar los fallos del mercado, sin que ello implique que imperen los del Estado.

Al parecer, las autoridades asumen que existe una larga fila de posibles inversionistas esperando por la oportunidad de invertir en Cuba, cuando en realidad las condiciones institucionales del país, su carácter excesivamente extractivista, la estrechez del mercado doméstico debido al escaso poder de compra, la desconexión respecto a cadenas globales de valor, el estancamiento económico, las deformaciones estructurales y el subdesarrollo de la infraestructura; entre otros —además de la discrecionalidad con la que son aprobadas las propuestas de inversión—, son factores que desestimulan la colocación de capital productivo foráneo en la Isla.

Una vez más se apela a buscar fuentes de recursos externos, en lugar de facilitar la gestión de empresas privadas y cooperativas nacionales para que también puedan operar en el comercio doméstico y exterior. En este sentido, deciden discrecionalmente que «determinados actores» privados nacionales puedan acceder de forma directa a operaciones de exportaciones e importaciones, siempre bajo control del MINCEX.

La discrecionalidad es un poderoso instrumento de la corrupción, sobre todo en un país con escasa transparencia institucional y con prácticamente ningún mecanismo efectivo de rendición de cuentas por parte de las autoridades gubernamentales ante el resto de la sociedad.

Monopolio

(Imagen: Cubavisión Internacional)

¿Qué debería hacerse para transformar el comercio exterior y doméstico en Cuba?

En mi opinión, es necesario eliminar el monopolio estatal sobre estas actividades, lo cual significa que tanto empresas privadas como cooperativas nacionales o extranjeras, puedan dedicarse a ellas y contribuyan al presupuesto de la nación a través del sistema tributario. Por otra parte, no existen razones que sustenten que las empresas estatales estén en mejores condiciones para desarrollar las actividades comerciales externas, que en la inmensa mayoría de los países son atendidas por empresas privadas, y en algunos casos también por cooperativas.

Los decisores en Cuba se mantienen apegados a la falacia de considerar socialistas a las empresas estatales, cuando en realidad no lo son porque la sociedad, que en teoría es su propietaria, carece de las posibilidades de hacer valer su propiedad con el control de su gestión.

La liberalización del comercio doméstico e internacional debe complementarse con la eliminación del tipo de cambio fijo sobrevaluado, que se ha establecido de espaldas al mercado y ahora es responsable de nuevas distorsiones de precios que desconectan la economía nacional de las condiciones internacionales.

Con un tipo de cambio único establecido por el mercado a partir de la confrontación entre oferta y demanda, que permita la soberanía monetaria del peso, se podría asegurar la convertibilidad doméstica de la moneda cubana y, por tanto, precios relativos ajustados a las realidades económicas y de competitividad internacional de los sectores productivos y de servicios nacionales. En estas condiciones no habría que vender productos o servicios en divisas extranjeras, lo cual no solo resulta necesario económicamente sino imprescindible políticamente.

Para atraer la inversión extranjera directa se deben superar los obstáculos arriba mencionados, que limitan la mayor participación del capital foráneo en la ineludible reconstrucción de la economía cubana.

Pretender que se mantenga el modelo de economía centralmente administrada, cuando existen evidencias de que en lugar de promover el desarrollo lo frena, es asegurar la persistencia del subdesarrollo, el deterioro del nivel de vida de la población y el aumento de la sangría migratoria.

16 agosto 2022 43 comentarios 2,9K vistas
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Punto A

Del Punto A al Punto B o la increíble persistencia en el error

por Mauricio De Miranda Parrondo 5 agosto 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

Las autoridades económicas cubanas anunciaron hace días que se establecería un mercado formal —léase estatal— de divisas. Sin embargo, en el programa Mesa Redonda de la tarde del 3 de agosto, al que acudieron el ministro de Economía y Planificación Alejandro Gil y la ministra-presidenta del Banco Central de Cuba, Marta Sabina Wilson, confirmaron que, «de momento», las instituciones bancarias del país y las casas de cambio solo comprarían divisas a partir de una tasa de cambio de referencia entre un dólar estadounidense (USD) por 120 pesos cubanos (CUP); que en realidad se convertirían en 110,40 debido a la aplicación de un «margen» por la operación.

Llama poderosamente la atención que el gobierno cubano, en lugar de intervenir el mercado cambiario para reducir la brecha existente entre el tipo de cambio del mercado informal y el oficial, adopte, en la práctica, el informal que, dicho sea de paso, había sido desautorizado por el propio ministro en exposiciones anteriores cuando lo denominara «especulativo». ¿Ahora deja de serlo porque es oficial o más bien el gobierno ha decidido extraer las rentas que produce la adopción de un tipo de cambio al que el banco central no es capaz de vender la divisa extranjera y que es responsable de la existencia de un mercado paralelo?

A este mercado podrían acudir las personas naturales, los turistas e incluso los trabajadores por cuenta propia, cooperativas no agrícolas, micros y pequeñas empresas; es decir, todos los actores económicos, con excepción del Estado que se seguirá rigiendo por la tasa ficticia de 1 USD por 24 CUP. Sin embargo, Alejandro Gil reconoció textualmente que «el mercado cambiario no puede operar a ese tipo de cambio».

Valdría la pena que le respondiera al país por qué entonces se mantiene un tipo de cambio ficticio, por demás sobrevalorado, que afecta a los exportadores que reciben menos pesos de los que deberían si esos dólares se vendieran en el mercado y, al mismo tiempo, beneficia a los importadores porque les permite adquirir los dólares a un precio inferior, aunque en este caso deberían esperar por una asignación discrecional.

Por el momento —dijeron los funcionarios— solo se comprarían las divisas, debido a que la venta se producirá en un impreciso después, como también será para después la soberanía del peso cubano en todas las transacciones domésticas, que el ministro definió como «objetivo estratégico» pero que en este momento —según él— no puede lograrse. Entonces nos sugiere «ir del Punto A al Punto B, es decir, no hacerlo de un salto».

Una vez más las autoridades cubanas parecen decididas a persistir en el error al desconocer las realidades objetivas de la economía, creyendo que las pueden vulnerar y que tienen todo el tiempo del mundo para llegar a los «objetivos estratégicos», en un largo camino que cada vez menos ciudadanos están dispuestos a aceptar. En medio de este proceso, combinan el excesivo voluntarismo y la irresponsabilidad política con una notoria debilidad teórica y conceptual.

La soberanía plena del peso y el tipo de cambio único

La conversión del peso cubano en la única moneda en la que se produzcan todas las transacciones en la economía es urgente e imprescindible. No es cierto que no existan las condiciones en el país para adoptar una medida de este calado. La existencia de un segmento del mercado al que solo se puede acceder con divisas es una de las razones, además de su escasez, para que la moneda nacional se desvalorice en el mercado doméstico y se reduzca su capacidad adquisitiva.

Adicionalmente, esto significa una inaceptable marginación para aquella parte de la población que no recibe remesas, que no tiene familiares en el exterior o que no tienen ingresos en divisas, lo cual, además de un problema económico es también político.

La existencia de una moneda única permite a los Estados usar tanto la política monetaria como cambiaria junto a otras, como la fiscal, comercial, laboral, etc., cual instrumentos para orientar la coyuntura en función de objetivos estratégicos definidos. No obstante, para ello es imprescindible la existencia de un tipo de cambio único, que refleje las condiciones del mercado, opere para todas las transacciones internacionales en la economía y permita el establecimiento de los precios relativos que aseguran la conexión entre la economía doméstica y la global.

Un tipo de cambio establecido por el mercado, cualquiera que este sea —y no por una decisión discrecional de las autoridades—, permitiría al peso cubano tener una convertibilidad real en el territorio nacional, de manera que los bienes importados puedan ser pagados a su precio real en pesos.

Como ese tipo de cambio seguramente será más alto que el que el gobierno se empecina en fijar como oficial, las empresas que generen exportaciones —sean estatales, cooperativas o privadas—, quienes ofrezcan servicios turísticos con independencia del tipo de propiedad, u otros servicios transables internacionalmente, se beneficiarían de mayores ingresos en moneda nacional por cada dólar ingresado.

Punto A

Por el contrario, quienes realizan importaciones de bienes o servicios, deberían destinar más pesos por cada dólar, con el consecuente encarecimiento de las mismas, lo que debería permitir a los productores nacionales que estén en capacidad de sustituir esas importaciones con producción nacional, competir en precios con los bienes extranjeros. Obviamente, para que ello sea posible debería existir un sector productivo con capacidad de sustituir importaciones, porque de lo contrario se incrementaría el déficit comercial, se deterioraría el balance de pagos y, en consecuencia, la capacidad financiera externa del país.

Por tales razones, resulta imprescindible que se eliminen las inmensas restricciones que en la actualidad obstaculizan el emprendimiento en las diversas actividades productivas, muy especialmente en la industria, la agricultura, el transporte y las comunicaciones, entre otros.

En lugar de esto, las autoridades cubanas apelan al fracasado expediente de los tipos de cambio múltiples, que crearán nuevas distorsiones en los precios relativos con un impacto nocivo sobre la estructura de la economía, la competitividad de la producción nacional y los equilibrios macroeconómicos.

Es absurdo que los sectores económicos que resultan transables internacionalmente deban operar en un tipo de cambio ficticio que no resulta de las condiciones de un mercado libre —aunque pueda ser regulado, no controlado— y transparente; mientras que la población, los turistas y los actores económicos no estatales deban operar internamente a otra paridad, cinco veces superior.

¿Qué incentivo tendría un inversionista institucional para colocar su capital en el país —incluso haciendo abstracción de la ausencia de condiciones institucionales que favorezcan las inversiones foráneas— y recibir 24 pesos por dólar invertido cuando en un mercado paralelo podría recibir 110,40 CUP? Con esta decisión le están asestando un golpe, también, a la inversión extranjera directa.

Por otra parte, muy probablemente quienes han estado operando en el mercado informal comiencen a subir el precio al que pagan la divisa extranjera, toda vez que quienes necesitan comprarla deberán continuar acudiendo —por ahora— a ese mercado.

Así las cosas, el efecto de corto plazo podría ser una elevación del tipo de cambio informal y un mayor deterioro de la capacidad adquisitiva de la población, que debe concurrir a las tiendas en monedas libremente convertibles para satisfacer necesidades básicas; así como un mayor costo para esa inmensa cantidad de cubanos que a diario emigran buscando una opción de vida que su propia tierra no les ofrece.

Punto A

Ministra presidenta del Banco Central de Cuba, Marta Sabina Wilson González.

La estabilidad del tipo de cambio

La pretendida estabilidad cambiaria no se asegura —como pareciera interpretarse de las palabras del ministro— estableciendo tipos de cambio fijos por decreto, sino a partir de la estabilidad del mercado cambiario que resulta de la de la economía en su conjunto.

Los tipos de cambio flexibles funcionan en la mayor parte del mundo, y que haya flexibilidad cambiaria no implica que haya inestabilidad, porque las variaciones suelen no ser sustanciales, salvo en el caso de crisis cambiarias que resultan de crisis de balanzas de pagos.

La razón por la que la mayor parte de los países abandonaron los tipos de cambio fijos después de la crisis del sistema de Bretton Woods y de la desvinculación del dólar y las demás divisas internacionales del oro; radica en que mientras las monedas estaban atadas al oro, eran el metal precioso, o las divisas plenamente convertibles en él, los que aseguraban el valor relativo de las demás monedas, en tanto, a partir de dicha crisis, han sido la producción de bienes y servicios, y muy especialmente los resultados de la balanza de pagos, los que crean las condiciones para la determinación de los tipos de cambio en los mercados.

A lo largo de estos más de cincuenta años, es mucha la experiencia acumulada por los bancos centrales en la utilización de mecanismos de regulación de los mercados cambiarios para evitar oscilaciones exageradas que conlleven a una volatilidad claramente nociva para el desarrollo de los negocios.

Establecer un tipo de cambio fijo oficial que resulte de una decisión administrativa, es una medida errónea y para nada asegura la estabilidad de la economía. Todo lo contrario, genera distorsiones en el establecimiento de los precios relativos, afecta negativamente las operaciones de comercio exterior y desvincula la economía nacional de las condiciones de los mercados internacionales. Cuando esto ocurre en una economía abierta, como la cubana, el efecto negativo adopta mayores proporciones.

El problema es el modelo, ¡una vez más!

En la argumentación de las autoridades cubanas para tratar de explicar este nuevo desatino, se evidencia la pretendida intención de acomodar las realidades económicas al mantenimiento de un modelo económico probadamente ineficaz y agotado histórica y políticamente. La administración centralizada de la economía no funciona. Persistir en ella es un error económico y una irresponsabilidad política.

Lo más importante para el bienestar de un pueblo es que la economía funcione, que mejore el nivel de vida de las personas y que estas puedan desarrollarse en condiciones de libertad, que las fuerzas productivas se desplieguen sin los absurdos obstáculos que impone la burocracia, ávida de mantener el control a toda costa sin advertir que, en cada retroceso o en cada situación que agrave las condiciones de vida de la población, se está conduciendo al país al colapso, lo cual suele traducirse en estallidos sociales.

A partir de lo que se constata, las autoridades cubanas parecen no estar a la altura de las necesidades de la sociedad y, con sus errores, son las principales responsables del agravamiento de las condiciones de vida de la población. Por ello es imprescindible reconocer que no hay soluciones económicas posibles sin transformaciones políticas e institucionales.

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