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Mario Valdés Navia

Mario Valdés Navia

Investigador Titular, Dr. en Ciencias Pedagógicas, ensayista, espirituano

trump

Trump, Biden y la solución cubana

por Mario Valdés Navia 5 noviembre 2020
escrito por Mario Valdés Navia

Las inconclusas elecciones 2020 en los USA ya pasan a la historia como las más reñidas e impredecibles de esa nación. Que a veinticuatro horas del cierre de los colegios, el candidato más votado en la historia del país aún no pueda ser proclamado ganador porque no llega a los 270 votos electorales necesarios, da una idea del final de photo finish que nos espera. No solo Cuba, el mundo entero ha estado pendiente de esta batalla electoral donde parece decidirse, más que la presidencia de un Estado, el destino del planeta.

De nada vale que aparezcan comentaristas preguntándose por qué le damos tanta importancia a este escrutinio extranjero. ¡Cómo si quedara alguien que no hablara del tema en estos días! La cuestión no tiene que ver con el supuesto apoyo de socialistas y comunistas a Biden, porque ni él, ni ninguno de los líderes demócratas más radicales −como Sanders o las chicas del Squad− comparten ideologías de izquierda. Tales calificativos, propagados por Trump y sus acólitos, solo intentan anatemizar a sus enemigos políticos con el fantasma del comunismo que en Estados Unidos es tan rechazado.

Está claro que Biden y Harris en la Casa Blanca no eliminarían el bloqueo, pero también han asegurado que volverían a la política de Obama, cuando las relaciones people to people eran tenidas como arma fundamental en la lucha por destruir el socialismo isleño. Mas, ¿algún cubano puede dejar de notar diferencias sustanciales entre aquella política y la aplicada por Trump y sus consejeros de La Florida? ¿Acaso ocurrió algo parecido a La Coyuntura en la Era Obama? No hay comparación posible entre un candidato que contribuyó a restablecer las relaciones diplomáticas entre ambos países y uno que las clausuró de hecho, bajo un pretexto baladí e irrespetuoso.

Si lo que algunos pretenden es que el único gobierno estadounidense que los cubanos de la Isla puedan preferir sería aquel que eliminara definitivamente el bloqueo, entonces no habrá ninguno nunca. Tras la Ley Helms-Burton de 1995, solo el Congreso de los Estados Unidos, cuando se cumplan determinadas condiciones estipuladas en dicha ley, estaría facultado para eliminar el llamado embargo. Ningún presidente podría hacerlo, por muy cubanófilo que fuera.

Si algo me ha llamado la atención desfavorablemente en estos días es la actitud de algunos emigrados cubanos al apoyar la reelección de Trump en base a su determinación pública de destruir al régimen cubano por cualquier vía. Comprendo que haya cubanos que decidan irse a vivir a otro país; que emigrados en USA sean republicanos, incluso que voten por el excéntrico millonario -como han hecho millones de trabajadores estadounidenses en 2016 y ahora en 2020-. Pero que favorezcan una política de ahogamiento brutal de la población de la Isla con el pretexto de acabar con el poder de los militares cubanos, es una actitud inadmisible que rechazo de plano.

A esos recién llegados al exilio, que en Cuba fueron figuras públicas, cederistas destacados, aplaudieron hasta el cansancio los discursos de los jefes y ahora son los más recalcitrantes defensores de la solución intervencionista para «salvar al pueblo cubano», solo puedo enfrentarlos. Parece que tampoco sirvieron de mucho a su ídolo, porque hasta perdieron el condado de Miami-Dade, ahora en manos de una alcaldesa demócrata, Daniella Levine, de origen colombiano.

Los cubanos que vivimos en la Isla y los de la emigración hemos de asumir que los cambios en la sociedad cubana solo dependen de las reformas que se hagan en la Isla en un ambiente de respeto a la soberanía nacional e independencia absoluta. La asociación con ningún poder extranjero vendrá a solucionar las contradicciones fundamentales de Cuba. Así fue antes -España, Gran Colombia, Inglaterra, Estados Unidos, Unión Soviética, Venezuela-, y así será siempre.

Solo las transformaciones internas abrirán nuevos cauces de prosperidad a nuestro pueblo y harán que los jóvenes aspiren a labrarse un destino promisorio a partir de su trabajo honesto: con respeto al Estado de Derecho que estipula la actual constitución; sin tiendas en MLC y teniendo al peso cubano como única moneda de libre circulación; eliminando las obsoletas restricciones al sector no estatal (TCP, privado, cooperativo y extranjero); pagando a los trabajadores el salario justo acorde con su aporte a la economía, y abriendo espacios a las opiniones críticas y el debate abierto de ideas entre interlocutores de diferente signo político e ideológico.

Ni Trump ni Biden darán solución a los problemas acumulados en la economía y la sociedad cubanas. Únicamente el pueblo cubano tiene en sus manos esas soluciones. Llevarlas a feliz término es un derecho y un deber de las actuales generaciones. Si con el triunfo de la fórmula demócrata Biden-Harris mejoran las relaciones con el poderoso vecino, donde viven tantos cubanos y sus descendientes, bienvenida sea. Tendremos mejores condiciones aquí para hacer lo que nos toca por el bien de Cuba.

5 noviembre 2020 27 comentarios 715 vistas
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bolivia

El triunfo del MAS en Bolivia

por Mario Valdés Navia 29 octubre 2020
escrito por Mario Valdés Navia

Las encuestas y los chamanes habían pronosticado que ganaría, pero nadie avizoró cuán aplastantemente lo haría. El binomio Luis Arce-David Choquehuanca obtuvo mayoría absoluta, más del 55% de los votos, y sobrepasó en más de diez puntos a su adversario más cercano, el centrista Carlos Mesa (42%). Tras la debacle de las elecciones 2019 -golpe de Estado, exilio de Evo y consolidación del gobierno de facto de Janine Añez, con su creciente derechista y un congreso de mayoría masista aparentemente colaboracionista- pocos concebían un retorno tan rápido al poder del partido indígena y sus aliados.

Lo primero que se desprende del hecho es que el Movimiento al Socialismo (MAS)  demostró al mundo que era mucho más que el partido de Evo y que la institución seguiría luchando, aunque el líder tradicional ya no estuviera. Si la derecha creyó que con la expulsión del caudillo y su segundo había decapitado al masismo y sepultado sus poderes por mucho tiempo, gran chasco le esperaba.

Con la paciencia de su etnia, y sin pausa alguna, los masistas volvieron a trenzar los cabos rotos y a asegurar los debilitados en sus escenarios más fuertes: casa por casa, barrio por barrio y pueblo por pueblo. Ya en agosto pasado, ante el intento de Añez de prorrogarse en el Palacio Quemado con el pretexto de la Covid-19, las fuerzas populares paralizaron el país y forzaron la realización en octubre de las prometidas elecciones.

A mediano plazo, la política de reiniciar el fortalecimiento desde las bases, rehacer las alianzas −rotas desde el 2018 por la brava del intento reeleccionista de Evo−, denunciar los errores y horrores de la administración golpista en las esferas económica y social, y el ineficaz tratamiento de la Covid-19, dio frutos. Lograron darle nuevos aires a las esperanzas de una mayoría popular combativa, fiel al  proyecto histórico del MAS, que conociera los mejores años de su historia moderna bajo sus  administraciones (2005-2019).

En ese período, la economía boliviana creció de tal forma que fue reconocida por los organismos internacionales y sirvió de ejemplo a la región. La pobreza disminuyó de un 60 a un 35%, y brotó una creciente clase media indígena que llenó de resentimiento a los sectores tradicionalmente privilegiados, envidiosos de la mejoría popular. Solo ruina económica, represión, ineficacia y corrupción trajo como alternativa el supuesto gobierno salvador de Añez en sus meses de existencia.

La campaña electoral 2020 del MAS tuvo el mérito de concebirse desde el seno del pueblo, no del aparato estatal como fue la del 2019. Sus escenarios fueron reuniones sindicales, mítines barriales, caminatas, conferencias académicas, encuentros de organizaciones. En ellos afloraron nuevos líderes que mostraron su valía en intercambio directo con la población de todo el país.

El exministro Arce, economista reconocido pero no habituado al trabajo de masas, supo destacarse y, sin dejar de reconocer los errores de Evo, mostrarse como el único candidato capaz de devolver las expectativas de progreso a los votantes indecisos. Al final, fueron estos los que conformaron el “voto oculto” que se fue tras él. David Choquehuanca, antiguo rival de Evo, se consolidó como principal líder aimara; mientras el joven orador indígena Andrónico Rodríguez supo aunar y dirigir a los campesinos cocaleros en las nuevas condiciones.

Por su parte, la derecha soberbia se debilitó internamente ante las irrenunciables aspiraciones presidenciales de varios de sus líderes. El llamado al “voto útil” para evitar el regreso del MAS, que lanzara Carlos Mesa, se vio inutilizado por la presidenta Añez, renuente a abandonar el poder, mientras el regionalismo sempiterno de Luis Fernando Camacho, lo hizo preferir ilusamente ganar su bastión de Santa Cruz y de ahí el resto del país. Esta vez, la extensión de la supervisión internacional a diferentes actores (gobiernos europeos, Fundación Carter, parlamentos latinoamericanos) impidió la repetición de cualquier maniobra anti-masista por parte de los inspectores de la OEA.

Tanto Evo como García Linera esperan en Argentina las condiciones propicias para regresar e incorporarse al trabajo en las tareas que el nuevo gobierno les encomiende. Su presencia despertará sentimientos encontrados y no deberá eclipsar el de las nuevas autoridades que han ganado el poder tras un esfuerzo inteligente para sumar adeptos en las peores condiciones posibles. Los imagino trabajando por la unidad de las organizaciones campesinas, sindicales y de izquierda urbana a las que dedicaron sus mejores esfuerzos antes de llegar al poder.

El porvenir no será fácil para el nuevo gobierno del MAS que tendrá que gobernar con mesura y pragmatismo para hacer realidad las promesas de campaña. Las nuevas circunstancias les imponen grandes retos internos agravados por la crisis mundial de la Covid-19.

Sin las míticas trayectorias de Evo y Linera al frente, necesitados de negociar sus proyectos de leyes en el parlamento al perder la mayoría absoluta, atados por el compromiso de Arce de no tomar represalias con los mandos militares y policiales que efectuaron el golpe del 2019, y enfrentados a un líder carismático y provocador como Camacho en el oriente del país, tendrán que labrar nuevos liderazgos, alianzas y consensos para no perder el timón.

A los que desde Cuba apoyamos los proyectos inclusivos del progresismo latinoamericano, la victoria del MAS nos insufla esperanzas en varios frentes. El resurgimiento de UNASUR, ahora con los aportes argentino y boliviano; la revitalización de las relaciones económicas con la Isla, signadas por el retorno de los servicios médicos cubanos, indispensables para restablecer los sistemas de salud pública deteriorados por los neoliberales y, en especial, la consolidación de modos de producción mixtos, donde el Estado juegue un papel primordial, pero los sectores privado, cooperativo y comunal ocupen los lugares que les correspondan en cada país.

Al respecto es muy interesante la autorizada opinión de Álvaro García Linera:

Para ser progresista, un gobierno tarde o temprano tiene que darle una potencia económica a las estructuras del Estado. No absoluta: nunca hemos pensado ni creemos que el socialismo sea estatizar todo. Pero me atrevo a decir que el Estado debe disponer del 30% del PIB para arriba. Menos del 50% pero más del 30%, para que pueda tener un margen de decisión política y social que no esté supeditado al temperamento de los grandes bloques comerciales.

Esos por cientos que García Linera propone pueden ser objeto de discusión en cada país, pero su idea de una economía mixta, coordinada y liderada por el Estado, debería ser atendida y debatida entre nosotros para aplicarla en el caso cubano, de una vez y por todas.

29 octubre 2020 6 comentarios 551 vistas
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tasa de cambio

La cuestión de la tasa de cambio

por Mario Valdés Navia 22 octubre 2020
escrito por Mario Valdés Navia

En la Mesa Redonda del miércoles 14 me sorprendió la respuesta de Marino Murillo: “Alguien tiene que perder en esta situación” ante la pregunta de una ahorrista en CUP que cuestionaba que, si la nueva tasa de cambio del CUC era superior a 24 CUP, los ahorristas en CUP perderían parte de sus valores por depreciación automática. Hasta ese momento tenía entendido que las perjudicadas serían las empresas estatales, que tienen sus cuentas en un CUP reevaluado artificialmente, equivalente a un CUC, cuestión que se sobreentiende cuando los ejemplos se ponen en una tasa de 1×20, pero cambiarían radicalmente si la tasa fuera superior a 24.

El debate en curso sobre cuál será la tasa de cambio aprobada del peso contra el dólar/CUC —yo pronostiqué 1×50— va calentando los ánimos de la gente y las redes sociales. Al unísono, nos hace perder de vista que el rango de la discusión no es igual para el cambio posterior peso-dólar que CUP-CUC. En este último caso la varianza —o intervalo entre el valor mínimo y el máximo— debiera estar entre 1×1 y 1×24, pues cualquier tasa superior traería consecuencias indeseables. Es que no puede ser lo mismo la tasa de cambio para la reunificación cambiaria, que la tasa posterior para el cambio del peso por el dólar en las nuevas condiciones de la economía.

Entonces analicé con más detenimiento la cuestión de las tasas de cambio y llegue a las siguientes consideraciones:

  1. Si no se realiza primero una conversión de los CUP reevaluados actualmente en las empresas estatales a CUC a una tasa inferior a 24, cualquier cambio generalizado que se realice a una tasa superior a esta solo beneficiará a las empresas estatales por una revalorización automática de su patrimonio debido a un malabarismo financiero.
  2. Solo después de que este patrimonio empresarial haya sido devaluado con una tasa de cambio que lo acerque a la que hoy tiene el CUC de la población (1×24), pero inferior a ella, es que todos los CUC podrían empezar a cambiarse a una tasa única.
  3. De ocurrir la aplicación de una tasa de cambio superior a 24 para todos los CUC, el patrimonio actual de las empresas, incluyendo sus inventarios ociosos, serían reevaluados, mientras que los CUP de la población que hoy están en sus manos quedarían devaluados desde un primer momento, a lo que se añadiría de inmediato la posible depreciación en la tasa de cambio del peso frente al dólar en el mercado interno de divisas, sea formal y/o informal.

Desde el primer día, en los programas televisivos dedicados al ordenamiento financiero se definió que el objetivo era la devaluación del CUP para hacer más objetiva la contabilidad y competitiva la economía. El problema es que hay dos CUP, el de las empresas estatales, que vale un CUC, y el de la población que vale 0.04 CUC. De ahí que lo primero sería poner ambos CUP a valer lo mismo, devaluar el primero y reevaluar, o dejar igual, al segundo. Al objetivo le faltó un detalle: ponerle el adjetivo estatal al CUC que hay que depreciar.

La devaluación propuesta debería afectar al CUC del Estado sin lastimar al de la población, o hacerlo mucho menos. En los años 2013 y 2014 se hablaba de una tasa de 10-12×1 para las empresas estatales y mantener la de 24×1 para la población. Tras esa fase es que sería posible aplicar al peso una tasa de cambio inicial general frente al dólar, o ponerlo a flotar contra una canasta de divisas hasta que alcance su real precio en el mercado internacional.

Como no soy economista de formación, espero me dispensen alguna imprecisión en estas aseveraciones, pero la cuestión esencial es que una tasa de cambio única, superior a la actual de 1×24, dejará a la población consumidora y ahorrista como la gran perdedora en esta unificación. Si ya lo es, al tener que pagar las mercancías en una moneda en la que no cobra y a una tasa de cambio de 1×24, también lo sería cuando viera depreciarse de súbito los CUP que haya podido ahorrar, o portar en sus bolsillos, sean muchos o pocos.

En la otra esquina, las empresas estatales, probadamente ineficientes e ineficaces, que únicamente se han sostenido funcionando por malabarismos contables a su favor, resultarían premiadas. Lejos de ver afectado su patrimonio lo reevaluarían, y con esos recursos adicionales podrían entrar en la nueva normalidad financiera y la competencia intersectorial en condiciones privilegiadas.

En cambio, los TCP y otras formas no estatales, que actualmente trabajan con la tasa más objetiva y cercana al valor real del peso de 1×24, al no ser aún reconocidas como empresas, verían diluirse una parte importante del valor de sus cuentas y del capital invertido hasta el momento, pues los ahorros se cambiarían a la tasa actual de 1×24, mientras que el peso quedaría depreciado desde el inicio.

Si hemos esperado tanto, hagamos las cosas de una forma más cercana al ganar/ganar, tanto para vendedores y compradores, como para sujetos estales y no estatales. Dejemos atrás el ganar/perder, porque con ese espíritu ya sabemos quiénes serán siempre los beneficiados y los perjudicados.

22 octubre 2020 33 comentarios 532 vistas
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Cambiar la montaña y el mar

por Mario Valdés Navia 20 octubre 2020
escrito por Mario Valdés Navia

Las filosofías orientales –de los países del Oriente, quiero decir− ayudan a comprender mejor algunos aspectos de la realidad que se tornan complicados si insistimos en analizarlos con enfoques meramente caribeños. Tal es el caso de los avatares cubanos actuales cuando los enfocamos a la luz del principio de “La montaña y el mar”, del famoso samurai Miyamoto Musashi, uno de los padres del Bushido −el Camino del Guerrero−, expuesto  en su texto clásico El Libro de los Cinco Anillos, o Manuscrito del Fuego, de 1672.

“Montaña y mar” significa que es perjudicial hacer lo mismo una y otra vez. Puedes repetir algo una vez, pero no una tercera. Según Musashi, cuando intentas lograr algo ante un adversario, si no funciona la primera vez, no obtendrás ningún beneficio apresurándote en hacerlo de nuevo. Él recomienda cambiar abruptamente la táctica, haciendo algo completamente diferente. La ciencia del arte de la guerra implica educar a la mente y el cuerpo para: “actuar como el mar, cuando el enemigo es como una montaña, y actuar como una montaña, cuando el enemigo es como un mar”.

Como parte del “milagro japonés” de los años 50 y 60, que convirtió al derruido país en la segunda economía mundial, el libro se volvió texto obligado en las facultades de economía. Los nuevos hombres de negocios nipones aprendieron a aplicar principios samuráis a la gestión empresarial con éxito espectacular, tanto al interior del país como en la competencia internacional.

En la China de los años setenta, el pensamiento de Confucio se unió a la reinterpretación del Tao te King de Lao Tse, y sobre todo de El Arte de la Guerra, de Sun Tzu y su complemento, El Arte de la Guerra II, de Sun Bin, para fundamentar las reformas de Den Xiao Ping y la creación de lo que parecía imposible: un socialismo de mercado con características chinas. Los comunistas chinos comprendieron mejor por qué su ideograma de “crisis” está compuesto de dos caracteres: “peligro” y “oportunidad”. Controlaron los primeros y explotaron las segundas. Desde entonces sus relaciones con el resto del mundo hablan de alianzas, no de hermandad perpetua.

China asumió que existen intereses permanentes, pero no amigos eternos.

En El Arte de la Guerra el maestro chino Sun Tzu había postulado que: “el principio más elevado de todos es la flexibilidad […] Relajarse mientras el enemigo se agota a sí mismo […] Lo que parece blando y flexible puede ser fuerte y firme, mientras lo que parece invencible puede ser débil. El sauce se pliega al viento y se mantiene en pie, el robusto roble se quiebra y cae. El agua se adapta a cualquier terreno, pero desgasta la roca más dura.”

Es muy interesante apreciar, a la luz de este principio, cómo han reaccionado históricamente los vendedores y compradores del mercado cubano a las imposiciones de la centralización estatal durante medio siglo. Ante disposiciones administrativas que coartaron su existencia, se replegaron a las sombras de la economía sumergida. Cuando el Estado, obligado por las circunstancias, les abrió la más pequeña hendija la han aprovechado desplegando todo su potencial en breve tiempo.

Lenin y los bolcheviques lo comprendieron en pocos años y, en cuanto hicieron amainar la agresión externa e interna con sus victorias contundentes, abandonaron la contingentación en especie y obligatoria de productos del agro. En 1921, retornaron a las relaciones de mercado, favorecieron la inversión de capital privado y el capitalismo de Estado y estimularon la cooperativización voluntaria. Hasta que, hacia 1929, Stalin impuso el predominio burocrático y el Estado totalitario segó los cauces de los emprendimientos privados y colectivos.

https://jovencuba.com/2019/01/21/los-modelos-de-socialismo/

Hasta la resiliencia mostrada por el régimen capitalista en sus más de doscientos años de vida parece coincidir con los consejos del famoso samurái. Liberalismo y proteccionismo, monetarismo y keynesianismo se han turnado en la conducción económica del sistema, según los intereses y peculiaridades de las diferentes etapas históricas.

La Cuba de hoy se plantea hacer reformas necesarias al modelo, pero los enfoques son a veces preocupantes. No es lo mismo aplicar estrategias nuevas por convicción, que hacer cosas diferentes porque no quede otra alternativa. O se aplican soluciones nuevas, apropiadas a la magnitud de los problemas que tenemos, o seguiremos dándole vuelta a la noria de la crisis, culpando a peligros conocidos e ineludibles y despreciando las oportunidades de cambiar.

Es preciso distinguir que no se sustituyen importaciones porque no tengamos dinero para seguir comprando al mundo, sino porque hay que rehacer y desarrollar el agro y la industria nacional sobre bases propias. No se aumentan los salarios para que los trabajadores regresen al sector estatal, sino porque tienen derecho inalienable a ganar según el valor de su fuerza de trabajo y aporte al bien común. No se reunifica la moneda porque se haya depreciado el CUC, sino porque todo país moderno requiere de una para que funcione eficazmente su economía interna.

La insistencia en el empleo de métodos y formas obsoletas, o su sustitución a regañadientes, por factores coyunturales, no es solución para la crisis estructural cubana. Es necesario preservar la independencia nacional y las ventajas del socialismo en las esferas en que ha dado resultados, pero cambiar todo lo demás. Si “la montaña y el mar” era una opción victoriosa para los guerreros samuráis, también ha de serlo para los patriotas cubanos en un momento como este que tanta falta hace.

20 octubre 2020 14 comentarios 514 vistas
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mercado interno

La hora del mercado interno cubano

por Mario Valdés Navia 15 octubre 2020
escrito por Mario Valdés Navia

La mesa redonda (MR) del martes 13 tiene implicaciones para el mercado interno. Nos trajo la confirmación oficial de la inminente (re)unificación monetaria y cambiaria –ahora como parte del paquete de medidas llamado Tarea Ordenamiento−, por la que tanto hemos clamado desde hace años.  Las explicaciones del ministro Gil y del miembro del Buró Político Murillo establecieron la hoja de ruta del proceso concebido, despejaron las dudas principales de la población y aclararon varias de las ventajas y riesgos que encierra este paso trascendente e impostergable.

No obstante, algunas variables quedaron fuera de este primer análisis y por su importancia espero que sean abordadas en alguna de las comparecencias anunciadas. Entre ellas: ¿se establecerá la convertibilidad del peso a divisas internacionales, sea libre o limitada, para tenedores naturales y/o jurídicos? ¿Se tienen en cuenta los montos de las remesas en los cálculos de la demanda efectiva de la población para la adopción de los nuevos precios? ¿Cuál será el destino del actual mercado en tarjetas USD?

Me inquietan estas cuestiones porque se relacionan con lo que considero una de las principales consecuencias positivas que puede traer consigo el reordenamiento económico: la ampliación y revalorización del deprimido mercado interno cubano. Durante un largo período de casi tres decenios, a la escasez habitual de los países de socialismo estatizado y burocrático, se le añadió la existencia de una doble moneda que segmentaba el mercado en dos: uno preferencial en divisas (USD/CUC) y uno secundario en pesos cubanos, al punto de que los ofertantes solo vendían en el segundo lo que no tendría salida en el primero. Ni hablar de las diferencias de calidad entre ambos, sus establecimientos y la propia gestión y prestancia de sus empleados.

En 2008 visité Haití y conocí a su patriótico y sufrido pueblo, uno de los más pobres del mundo. Cual no sería mi sorpresa cuando al sacar dólares en un mercado de Puerto Príncipe para pagar una compra, los vendedores me miraron con hostilidad y rechazaron de plano la transacción si no les sufragaba en su moneda: el goudde. Ocurría que para ellos cambiar el dólar en el mercado formal o informal representaba una pérdida para el tenedor, a no ser que estafaran previamente al cliente, cosa que aquellos pobres pero honrados comerciantes no querían hacer conmigo.

Lo recuerdo ahora porque el rescate del peso cubano como medio de pago y circulación en nuestro mercado interno no solo traerá las ventajas que explicaron los panelistas, sino provocará también su revalorización entre los concurrentes, tanto vendedores como compradores. Con la desaparición de los ominosos letreros de: «Cafetería en moneda nacional», o «Se admiten CUP», que sufrimos por años, los consumidores ganarán en poder adquisitivo y en dignidad humana, y dejarán de sentirse ciudadanos de segunda. Al mismo tiempo, los vendedores comenzarán a apreciar más el valor del peso cuando tengan que hacer sus compras mayoristas y pagos de servicios en esta única moneda.

Considero importante que se despejen las interrogantes sobre el futuro del actual mercado en USD plásticos. ¿Volvió para quedarse el USD, en una especie de deja vú de 1994, o será algo fugaz hasta que se supere la crisis mundial por la covid-19 y se normalicen las relaciones comerciales? ¿Podrán los sencillos pesos criollos cambiarse por los globalizados USD en un mercado oficial de divisas? Si no se concibe admitirlo, vale recordar la verdad de Perogrullo de que ya esto ocurre en la economía informal a diario. El mercado interno puede jugar un rol en esto.

Por otra parte, como bien explicaron Gil y Murillo, el ordenamiento incentivará el interés de los empresarios por obtener pesos cubanos, en tanto sus costos de producción se expresarán fundamentalmente en esa moneda y de igual manera sus ganancias, obligaciones fiscales y crediticias. Esta «competencia por los pesos» –¡qué ganas tenía de poder decir algo así!− no puede menos que convenir a los consumidores, pues podrán esperar una mejoría notable en la calidad de los bienes y servicios que se oferten en el mercado, ahora sí nacional. Al mismo tiempo, debe estimular el interés por trabajar más y mejor entre los vendedores de fuerza de trabajo.

En esta hora de expectativas, confío en que el trabajo fino que se está haciendo en la determinación de las tasas de cambio, los nuevos índices de precios y salarios/jubilaciones/pensiones, se exprese en menor cantidad de distorsiones y presiones inflacionarias en una economía que sufre de una creciente escasez en la oferta de bienes y servicios. Igualmente deberá influir en un incremento de la producción, la intensidad y la productividad del trabajo. Solo así podremos revitalizar el mercado interno cubano sin tener que acudir al expediente de la inflación reprimida, con su corolario de colas y racionamiento generalizado. ¡Salud y larga vida al peso cubano y su reanimado mercado interno en este nuevo escenario!

15 octubre 2020 25 comentarios 365 vistas
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reformas

Reformas: la marcha sofrenada en Cuba

por Mario Valdés Navia 13 octubre 2020
escrito por Mario Valdés Navia

La marcha del proceso de reformas de la última década en Cuba me recuerda el título de un libro de Lenin: “Un paso adelante, dos pasos atrás”. Hoy no me referiré a su itinerario, lo he hecho antes, sino a los posibles factores internos de freno que lo han hecho tan zigzagueante e impredecible.

Poderosas variables externas actúan como elementos perjudiciales para su ejecución: bloqueo, gobierno Trump, cambio climático, pago de la deuda externa, crisis en Venezuela, fin del ciclo progresista en Latinoamérica, pandemia de la covid-19. Como tales deben ser tenidas en cuenta, pero escapan a nuestro control e influencia. Por tanto, solo me referiré a los elementos endógenos, los que sí dependen de nuestra voluntad.

Lo primero para empezar el proceso era precisar el punto de destino para saber adónde queremos llegar, y qué había que reformar para ello. Si bien al principio esto no estaba claro, desde abril de 2011, el VI Congreso del PCC lo esbozó en sus contornos generales, cuando adoptó los “Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución” y creó la Comisión Permanente para su implementación.

Cinco años después, el VII congreso lo precisó aún más y le aportó una base teórica, al aprobar las “Bases del Plan Nacional de Desarrollo Económico Social hasta el 2030” y la “Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista”. A partir de entonces, el fin del camino estaba más claro, aunque no a la vista. Faltaba recorrerlo, y eso exigía constancia y determinación para cumplir lo acordado y hecho público, y arrojo para correr riesgos, tanto en el pueblo como en los líderes.

Ya en 2016 se hacía evidente que desde el principio algo estaba trabando el paso y poco se había avanzado en todo un lustro. El nivel de ejecución de los Lineamientos aprobados en 2011 era de un 21% de cumplimiento de los 313 previstos, 77% en proceso de ejecución y un 2% que no se habían ejecutado.

Tras una primera etapa de eliminación de trabas y prohibiciones absurdas y obsoletas (2007-2013), el censo del 2012 constituyó un diagnóstico estadístico de la situación de partida que arrojó algunos resultados preocupantes. El más importante era la tendencia al decrecimiento de la población −por primera vez, desde la Guerra de Independencia− y su envejecimiento (18,3% de 60 años o más; solo el 17,2% entre cero y 14 años. No obstante, ni una sola medida contundente se ha tomado desde entonces para favorecer y aumentar la natalidad. En 2020 el envejecimiento poblacional es mucho peor, hay 1228 ancianos por cada 1000 niños.

A fines del 2012 se adoptó una reforma migratoria que abrió posibilidades para la emigración legal, la estancia en el exterior y el regreso a la patria de emigrados y residentes en el extranjero. Entre otros objetivos, pretendía estimular las visitas a Cuba y el retorno de jubilados, pensionistas y emprendedores. Lo primero se cumplió ya en 2013, cuando más de medio millón de cubanos y casi cien mil estadounidenses nos visitaron y Estados Unidos se convirtió en el segundo polo emisor de viajeros a Cuba. Sin embargo, no se promovió el retorno en forma alguna, ni se tomaron disposiciones que facilitaran la inversión preferencial de capital por los cubanos emigrados.

Según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), 11.176 personas decidieron repatriarse en 2017, menos que los 14.000 que lo hicieron en 2016, y allí se paralizó todo con la llegada de Trump. Por el contrario, según el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (USCIS), entre 2000 y 2016, 604 108 cubanos obtuvieron la residencia permanente en EEUU y 348 416 la nacionalidad.

En lo económico, el Lineamiento número dos del 2011 proclamó a la Empresa Socialista, “la forma fundamental de gestión del modelo económico cubano, capaz de propiciar el verdadero desarrollo del país”. En 2015 se prometió que la Ley de Empresas para “dotar a la empresa estatal socialista de más autonomía y facultades en busca de mayores niveles de eficiencia y productividad” estaría lista en 2017. En la práctica, y sin que mediara ley alguna, lo que se hizo de inmediato fue fortalecer e incrementar la burocracia empresarial con la reestructuración del sistema en cuatro niveles (ministerio-OSDE-empresa-OBE), donde antes solo habían dos (ministerio-empresa).

A fines del 2020, aún no se ha aprobado la añorada ley. Para ser el lineamiento económico más importante, se han tomado demasiado tiempo para aplicarlo.

Entre el 2014 y el 2015 nuevos aires de renovación parecían soplar sobre la Isla. Con la aprobación de la nueva ley de inversiones extranjeras, el deshielo entre Cuba y los Estados Unidos y la renegociación de la deuda con el club de Paris, parecía que llegarían turistas y capitales de todo el mundo. La respuesta del gobierno cubano fue inexplicable: la marcha de las reformas fue detenida. Tras el VII Congreso, ni una sola transformación importante favorable al proceso ha sido aprobada, y menos aún aplicada.

Si hace una década que está aprobado y consensuado lo que hay que hacer ¿quiénes son los que han influido de manera determinante para ralentizar y/o paralizar la marcha de las reformas? Lamentablemente no existe información sobre las tendencias al respecto existentes entre los decisores de la cúpula del Partido/Estado/Gobierno y, menos aún, sobre los debates ocurridos. Es obvio que mientras algunos pretenden “cambiar todo lo que debe ser cambiado”, otros quieren mantener lo que puedan del status quo en el que tan bien les ha ido por más de medio siglo, y les va. Lástima que solo a ellos, sus familias y acólitos.

Un factor interno actúa como un fantasma que se cierne sobre todos los asuntos cubanos, aunque pocos lo mencionan, el de la existencia del poderoso holding GAESA (1995); especie de OSDE militar devenido en el más grande monopolio que haya existido en la historia económica de Cuba. Tiene sistema propio de auditoría y sus decenas de miles de obreros y empleados son considerados trabajadores civiles de las FAR.

Sus propiedades se extienden sobre sectores claves de la economía, que poco o nada tienen que ver con el ámbito militar: Cimex (inmobiliarias, bancos, restauración, gasolineras, supermercados, almacenes mayoristas), Cubanacán y Gaviota (turismo), Servicio Automotriz S.A. (alquiler de coches), Tecnotex (importación-exportación  de  tecnologías y servicios), Geocuba (cartografía), Antillana de Exportación SA (Antex) (alquiler internacional de académicos y científicos), Fincimex (servicios bancarios), entre otros.

Cómo entidad empresarial castrense, ¿cuál es su actitud hacia las reformas en Cuba? ¿Cómo lo afectan o benefician las nuevas leyes, en particular la de empresas? ¿Cuál es su relación con la economía civil? ¿Cómo beneficia o perjudica su actividad el funcionamiento del resto de la economía y la sociedad cubanas? Si alguien puede ayudarme a responder estas preguntas, se lo agradeceré. Si queda claro que sin contar con este supersujeto económico tan criollo, poco o nada podrán avanzar decisivamente las reformas en Cuba.

13 octubre 2020 11 comentarios 554 vistas
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rectificar

Rectificar o hundirse

por Mario Valdés Navia 7 octubre 2020
escrito por Mario Valdés Navia

Pocos meses faltan para conmemorar el décimo aniversario del dramático ultimátums rectificar lanzado por Raúl ante la Asamblea Nacional en diciembre del 2010: Si queremos salvar la Revolución hay que cumplir lo que acordemos, y no permitir después del Congreso −como ha sido hasta ahora en muchos casos muy elocuentes− que los documentos vayan a dormir el sueño eterno de las gavetas […] O rectificamos o ya se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio, nos hundimos, y hundiremos, como dijimos con anterioridad, el esfuerzo de generaciones enteras.

Su mensaje sirvió de consigna y preámbulo a la discusión masiva del proyecto de los Lineamientos y todo lo acordado en el VI Congreso del PCC (abril 2011). Llama la atención que varias de las críticas hechas a la gestión del Partido/Estado/Gobierno en la primera parte de ese discurso permanezcan aún sin resolver y bien puedan ser repetidas en el VIII Congreso, previsto para el primer semestre del próximo 2021.

Mantienen vigencia plena sus aseveraciones de que: “la situación económica es la principal tarea del Partido y del Gobierno y la asignatura básica de los cuadros a todos los niveles” y que es preciso:

[…] poner sobre la mesa toda la información y los argumentos que fundamentan cada decisión y de paso, suprimir el exceso de secretismo a que nos habituamos durante más de 50 años de cerco enemigo. Siempre un Estado tendrá que mantener en lógico secreto algunos asuntos, eso es algo que nadie discute, pero no las cuestiones que definen el curso político y económico de la nación.

En aquel momento, el líder aseguró que el quinquenio 2011-2015 sería el: “período en el que, de manera gradual y progresiva, se irán introduciendo cambios estructurales y de conceptos en el modelo económico cubano.” Un lustro después, en el VII Congreso (abril 2016), se informó que solo se había implementado el 21% de los 313 Lineamientos, un 77% estaba en proceso de ejecución y un 2% no se había iniciado aún. Se había impuesto ya el andar lento y zigzagueante del lema: “Sin prisa, pero sin pausa”.

Una década después, otras medidas expuestas por Raúl en aquel discurso apenas comienzan a ser implementadas. Entre ellas: “Eliminar tantas prohibiciones irracionales que han perdurado por años, sin tener en cuenta las circunstancias existentes, creando el caldo de cultivo para múltiples actuaciones al margen de la ley, que frecuentemente dan lugar a la corrupción en distintos grados.” De haberlo hecho ya, muchas de las “ilegalidades” actuales del NTV serían producciones de pymes y cooperativas que aportarían al mercado interno y al presupuesto de la nación.

En la relación entre las economías estatal, privada, cooperativa y subterránea es fundamental que el Estado/Gobierno asuma de una vez que está para prohibir lo que no convenga al bien común, no para autorizar qué se podrá hacer. El concepto de que todo está prohibido hasta que no aparezca en una lista oficial de actividades autorizadas es un portazo en la cara al emprendimiento ciudadano.

De las promovidas en aquel discurso, la medida más trascendente en esta década ha sido la ampliación del trabajo privado (TCP), aunque sin el correspondiente mercado mayorista y numerosas trabas burocráticas a su crecimiento. Su aplicación trajo consigo la mayor victoria sobre el bloqueo estadounidense: la entrada al país, por la izquierda, de un fondo de inversiones en MLC –calculado en alrededor del 50% del total de las remesas− destinado a financiar una parte importante de los negocios privados.

Para el cumplimiento del objetivo reiterado por Raúl en esa oportunidad de reducir las plantillas infladas del sector estatal, ha sido decisiva la contribución del emergente sector no estatal (SNE), léase privado y cooperativo.  Si en 2008, el SNE apenas ocupaba a 835,900 trabajadores, en 2019 ya sumaba 1,435,700 −el 31,8 por ciento del empleo nacional−; lo que hizo posible disminuir el estatal a 3,079, 500 trabajadores, de 4,515 200 en 2008.

No obstante, el ritmo de las reformas se ha ralentizado a partir del 2014, a pesar de que, en diciembre de 2013, Murillo afirmara ante la Asamblea Nacional: “El año que viene, y los próximos dos años seguiremos con el programa que tenemos previsto de implementación de los Lineamientos y preparémonos todos  porque enfrentaremos las tareas más  complejas y más técnicas de los temas de la actualización del modelo Económico.”

Ni siquiera las buenas nuevas que llegaron entre 2014 y 2016 lograron acelerar el tren de las reformas (nueva ley de inversiones extranjeras, visita de Putin donde anunció la condonación de la deuda con Rusia y la reanimación del comercio mutuo; declaración Raúl-Obama de reanudación de las relaciones diplomáticas; renegociación de la deuda con el Club de París; acuerdo con la Unión Europea, que puso fin a la restrictiva “posición común”). En el 2017, llegó Trump y, con él, el sector más reaccionario del exilio cubano retornó a la Casa Blanca.

En agosto de ese año, el gobierno anunció que no autorizaría la creación de nuevas cooperativas no agropecuarias hasta tanto no erradicara las “limitaciones e insuficiencias” que había detectado en su funcionamiento. En 2018, tres ciclones fuertes se abatieron sobre Cuba (Alberto, Irma y Michael) provocando cuantiosos daños; pero mayor aún fue el ocasionado por el cese de la participación cubana en el Programa Más Médicos de Brasil, ante la agresión de Bolsonaro. Unos 6 mil millones de USD dejaron de ingresarse, en momentos en que Venezuela entraba en una grave espiral de conflictos internos que ponían en riesgo la colaboración bilateral.

En 2019, ocurrió una sustancial subida de salarios al sector presupuestado que motivó el regreso a las aulas de 12,000 maestros, y la sociedad cubana pasó a ser una de las más dinámicas en el crecimiento de la conexión a Internet. Sin embargo, ninguna reforma económica trascendente fue aprobada. En el 2020, llegó la covid-19 y mandó a parar.

La pandemia nos ha tomado sin cambios sustanciales en el redimensionamiento de la empresa estatal y sin ampliar el uso de índices y mecanismos financieros, en sustitución de los naturales. Tampoco se ha cambiado la dinámica y forma de  gestión del crucial sector externo –comercio, crédito e inversiones−, del que sigue dependiendo nuestra economía.

En julio, el gobierno anunció una “Estrategia económica y social para el impulso de la recuperación”, con nueve principios que parecen capaces de relanzar la economía cubana. Para ello se plantearon seis medidas, aún por implementar en su mayor parte. En cambio, la extensión de las ventas en MLC a los productos de primera necesidad, con efectos recaudadores sobre la circulación monetaria, fue aplicada en una semana. Solución entendible financieramente, pero discriminatoria para la mayoría y eternizadora de la doble moneda. En estas condiciones, el fin del CUC no significará ya la  añorada reunificación monetaria.

Solo la aplicación de las medidas en una serie bien pensada y ordenada, nos dará el impulso necesario para hacer la proeza de ejecutar exitosamente las reformas en medio de la crisis mundial provocada por la Covid-19. ¡Que el espíritu transformador del discurso de Raúl del 2010 y la intervención de Díaz-Canel en julio se sobreponga a cualquier barrera interna o externa… o nos hundimos!

7 octubre 2020 19 comentarios 781 vistas
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immigration

A nation without immigration

por Mario Valdés Navia 12 septiembre 2020
escrito por Mario Valdés Navia

Cuba was a country with a positive migratory balance until 1959. The highest expression of that is the simile of the ajiaco or potpourri, created by Fernando Ortiz as an illustration of the tri-continental mixture of ethnicities that made up the Cuban one. A simple glance at the family background of many revolutionary leaders of our history shows that they were the sons of immigrants (Varela, Martí, Mella, Guiteras, Fidel…), or foreign (Gómez, Che…).

Until 1958, the emigration of Cubans looking for work or better living conditions was never a trend. Mostly there were so-called temporary migrants, or ‘swallows’: unemployed people who went to the US looking for better fortune. In contrast, immigration was constant due to the needs of the Cuban economy, mainly the sugar industry. More than half a century on, the option of reopening to immigration isn’t even considered, though we still have land to spare and a lack of workforce.[1]

At present, about two-and-a-half million Cubans, nearly 20% of the total, live abroad for personal, political, and economic reasons. The main destinations are the US, Puerto Rico, Spain, Ecuador, Italy, Venezuela, Mexico, and Canada. With the current negative migratory balance and the aging population, without this being alleviated by the arrival of replacement migrants, as other countries affected by similar phenomena do, the population will decrease at an ever-faster rate.

In about 50 years, we will drop to 8 million inhabitants on the island.

This negative migratory balance requires − as any demographic and economic crisis it accentuates −, a political solution that may influence two connected factors: that the government wants to bring immigrants and that they want to come. Since in both cases the answer today is negative, nobody comes. Let us briefly analyze the history of the problem, its current manifestation, and some viable palliatives to solve it in a mid-to-short term.

In the first census of the Republic (during the second intervention government, 1907), out of a population of 2,048,980 inhabitants, 203,637 (9.87%) were foreign. 185,393 were Spanish; 11,217 Chinese; 7,948 African and 6,713 from the US. However, in the 1919 census, the percentage of foreign nationals had grown to 11.7 (339,082 out of a total of 2,889,004) due to the growing immigration from Spain (245,644) and the Caribbean (44,659).

Although the Cuban workers’ movement opposed it, the policy of introducing laborers from the Canary Islands or the Antilles was maintained in order to cover the growing needs of agriculture and other economic spheres, in a country that, in 1919, barely had 17.9 inhabitants per km2 and a vast extension of unexploited fertile land. This positive trend held until 1958, although it began to decrease in the postwar period. In the last census during the Republic (1953), the percentage of foreign nationals had dropped to 3.3% (230,431 out of 6,829,029 inhabitants).

There have been two main reasons for the transition to a negative migratory balance after 1959: the exile of those hostile to the Revolution – with great waves in 1959-1961, 1980, and 1994 – and the sustained diaspora due to the economic crisis and the lack of opportunities and incentives for young people and qualified personnel. The majority of those who immigrated came from countries in the former socialist bloc, mostly Soviets – who officially couldn’t be called by their national designations –, though for the people they were simply ‘the Russians’, as all Spaniards used to be the gallegos (the Galicians).

In the 1990s, with the debacle of real socialism and the Special Period, most of them went back, although in 2008 the Russian community (including direct descendants), reached a total of about 6,000 people, nearly all of them in the capital. Between the 1960s and the 1980s, we also had a community of Latin American exiles who fled the dictatorships; but, once democracies were restored, the vast majority returned to their countries.

Now, the country suffers a shortage of workforce and disproportionate aging of the population – since 1978 we don’t achieve the rate for population replacement: 2.1 children per woman –, while a large part of the young population doesn’t officially work, leaves the country, or chooses not to start a family due to economic problems, lack of housing and the check on entrepreneurs. Therefore, the main solution is to create the conditions so that more Cubans join the labor force, create a family with the income from their jobs, and prolong the chain of human reproduction.

This could all be sped up and promoted through immigration.

The issue is political in both cases: if we maintain an economic model like the current one, which causes the diaspora of Cuban nationals, much less will anyone else want to come to get settled in Cuba to live, work and invest time and capital. It’s obvious that devising advantages for immigrants that are not available for Cuban workers is out of the question. The same reforms to the model of state-run and bureaucratic socialism which would free up the initiative of individuals and collectives, and achieve greater well-being through free and honest work, would also boost interest in coming to work and live in Cuba.

Measures such as monetary and exchange unification; incentives to farming and cooperative production; the establishment of independent small and medium-sized enterprises (SMEs); the freedom to export and import; the elimination of the subordination of non-state forms of production to government companies and ministries; the raising of salaries to the level of those in the Central American and Caribbean region; an attractive fiscal, credit and insurance policy for new businesses; the reduction of bureaucratic obstacles; the facilities for the construction of new housing and the purchasing of automobiles and machinery, among others, would not only retain Cubans in the island but also attract many exiles to return and foreign nationals to immigrate.

In Cuba, in addition to its prodigious nature and its social benefits (security, education, healthcare), there’s much idle land to attract Syrian, Haitian, and Eastern European farmers, empty shops to be tended by Chinese and Latin American storekeepers, factories to be built and services to be provided by Europeans and Asians. It’s only left to be seen whether the SPG (State/Party/Government) will run the risk of introducing to Cuba a mass of immigrants from other contexts, more rebellious and non-conformist than that of the Cuban socialist society.

I believe that the incentive to demographic and economic growth through controlled and selective immigration could bring to Cuba should not continue to be ignored. If in the 19th century a Spanish military officer and a Canarian housewife engendered the Apostle of our independence, who could say that a couple of Syrian farmers won’t usher into the world a Hero of Socialist Work in the 21st century.

Contact the author at mariojuanvaldes@gmail.com

[1] In the 2017 list of countries and dependent territories by population density, Cuba ranked 110th, with 101 inhabitants per km2 (Haiti, 35th; Dominican Republic, 65th; Spain, 118th; México, 152nd; USA, 178th; Venezuela, 182nd; Canada 229th). The countries with the greatest ethnic and cultural diversity in the Americas are: the USA, Canada, Argentina, Brazil, Costa Rica, Mexico, Puerto Rico, Uruguay and Venezuela.

Translated from the original

12 septiembre 2020 0 comentario 391 vistas
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