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Mario Valdés Navia

Mario Valdés Navia

Investigador Titular, Dr. en Ciencias Pedagógicas, ensayista, espirituano

Remesas en Cuba: pasado y presente

por Mario Valdés Navia 21 octubre 2021
escrito por Mario Valdés Navia

El angustioso día a día del cubano de a pie no solo está determinado por la crisis pandémica, la inflación galopante y los apagones imprevistos, sino también por las dificultades para la recepción de las generosas remesas enviadas por sus familiares del exterior, una de las fuentes principales de ingresos de los hogares desde hace tres décadas. De ellas depende, en lo fundamental, que exista fondo de consumo para respaldar la realización de mercancías en los mercados en MLC (antes en CUC), y en los predios de la economía informal.

Al unísono, las remesas resultan primordiales para el fondo de acumulación del sector privado-cooperativo, incapaz aún de generar su propio ahorro interno en MLC, y de parte importante del sector estatal. De hecho, el incremento del mercado dolarizado de bienes de producción y consumo intenta forzar a los emisores y receptores de remesas a ingeniárselas para hacerlas llegar al país burlando las restricciones de las administraciones Trump y Biden, que en este campo también han sido continuidad.

En Cuba, las remesas permanecen cubiertas por el secretismo que acompaña los datos económicos cruciales del Gobierno/Partido/Estado, sobre todo si se relacionan con las andanzas de su hijo pródigo: GAESA. No obstante, desde antes de surgir la nación ya las remesas y otros flujos financieros provenientes del exterior eran vitales para la economía y contribuyeron a consolidar una cultura de su explotación y acaparamiento por grupos de poder.

-I-

Aunque actualmente proliferan las críticas —a veces extremistas y arrogantes— en torno al papel de las remesas familiares en la economía, lo cierto es que Cuba tiene una larga tradición en tal sentido, rasgo acompañante de su economía abierta. Según su estatus económico, en diferentes épocas ha sido más o menos exportador (remesante), o importador (remesista), pero siempre el dinero entró y salió profusamente de la Isla para beneficio de familias cubanas o sus parientes allende los mares.

A diferencia de lo que creen muchos, durante los tres primeros siglos coloniales (XVI-XVIII) Cuba no fue capaz de autofinanciarse. Aunque su posición geoestratégica convirtiera a La Habana en la más importante factoría comercial y militar del imperio español, su valor no era tanto por las riquezas producidas acá como por las que pasaban rumbo a la Península a través del Sistema de Flotas.

Remesas (2)

A diferencia de lo que creen muchos, durante los tres primeros siglos coloniales (XVI-XVIII) Cuba no fue capaz de autofinanciarse.

Tan temprano como en 1540, la Corona obligó a la Capitanía General de Nueva España a remitir cuantiosas sumas anuales —los situados de México— a la Isla para financiar la construcción del sistema de fortificaciones y mantener la guarnición de la plaza. En 1584, las autoridades insulares recibieron de la Metrópoli el derecho a repartir tales fondos. La Habana y Santiago de Cuba fueron las ciudades más beneficiadas por los situados, a razón de dos terceras partes para la primera y el resto para la segunda.

Con altibajos, la remisión de los situados de México dotó a la Isla de ingresos adicionales no producidos de forma endógena, lo que se mantuvo por casi tres centurias, hasta 1811, cuando estalló la guerra independentista en el país azteca.

Gran parte de esos fondos para inversión inmobiliaria de carácter militar (fortificaciones, astilleros), fue desviada en la práctica hacia fortunas particulares, lo que dio lugar a un modo de actuación corrupto que llegaría a entronizarse como hábito de las altas autoridades político-militares y otros grupos de poder: lucrar a expensas de financiamientos externos originalmente destinados al desarrollo del país.

No obstante, en lo tocante a remesas familiares Cuba colonial fue un país netamente exportador. La figura del indiano —ricos emigrantes que volvían a España con las bolsas repletas— y sus envíos fueron determinantes en el desarrollo y prosperidad de familias, pueblos y regiones enteras de la Madre Patria. Si bien la mayoría de los inmigrantes españoles eran pobres que ahorraban para remesar contadas pesetas a sus depauperadas familias y ayudarlas a subsistir.

Con el fin de la colonia, la migración española lejos de disminuir se amplificó, al convertirse en ciudadanos cubanos —o residentes extranjeros— la mayor parte de los peninsulares que vivían en la Isla y buena parte de los ex-soldados del ejército colonial.

A ellos se sumó, entre 1901 y 1930, una exorbitante inmigración que trajo a Cuba a uno de cada tres españoles llegados a América, e hizo crecer la población 2,4 veces entre 1899 y 1931. Otra oleada sería la de exiliados izquierdistas del bando perdedor republicano en la Guerra Civil Española (1936-1939). Aquellos inmigrantes fueron padres y abuelos de los actuales ciudadanos cubano-españoles.

Por su parte, en época de la república la población cubana no tenía tendencia a emigrar, salvo en períodos de crisis y hacia Estados Unidos. Los trámites legales para que un cubano emigrara al vecino país eran tediosos y rigurosos, y mínimas las visas que otorgaba la embajada. Los trabajadores humildes que lo intentaban hallaban pocas posibilidades de establecerse en el Norte. Todo cambió con el triunfo de la Revolución en enero de 1959.

Remesas (3)

En época de la república la población cubana no tenía tendencia a emigrar, salvo en períodos de crisis y hacia Estados Unidos.

Desde entonces, EE.UU. se volvió refugio seguro para cualquiera que saliera de Cuba, legal o ilegalmente. La visa dejó de ser un trámite necesario y la categoría de inmigrante desapareció para los cubanos, que pasaron a ser tratados sin excepción como exiliados de un país comunista, según los cánones de la Guerra Fría.

Ni remesante ni remesista durante tres décadas, Cuba no dejó por ello de ser receptora de fondos provenientes del exterior y no vinculados a su actividad económica interna. Entre ellos se contaron los subsidios concedidos mediante la política de precios resbalantes y compensatorios que aplicaron la URSS y el CAME a lo largo de veinte años, y los provenientes de la venta por la URSS a Occidente de los excedentes de petróleo «ahorrados» por Cuba. Ambos se estimaron en 60,000 millones de rublos y 8,000 millones de USD, respectivamente.

Respecto a las remesas familiares, la penalización legal de la circulación del dólar  dentro de Cuba condicionó que por tres décadas los contactos económicos entre los que se fueron y los que se quedaron se limitaran a paquetería, medicinas y alimentos. En consecuencia, el precio del dólar en el perseguido mercado informal cubano de divisas, se mantuvo entre los 4-7 pesos hasta inicios de los noventa, cuando la crisis del Período Especial lo cambiaría todo.

-II-

Como parte de las medidas adoptadas desde 1993 para paliar la profunda crisis y paralización de nuestra economía, se decretó la circulación legal del dólar y la consiguiente recepción de remesas en esa moneda. Desde el inicio, el negocio de las remesas se entregó a la corporación CIMEX SA —creada en 1978 por la inteligencia cubana en Panamá— y sus filiales FINANCIERA CIMEX SA (1984) y American Internacional Services SA (1988).

A su vez, el mercado dolarizado también estaría en manos de CIMEX, que tendría así el control absoluto del negocio remesas/viajes/tiendas MLC. Ese mercado cautivo generaría anualmente una suma que, aunque desconocida e imposible de conocer, asciende con seguridad a varios miles de millones de USD anuales. Ya en 1995, las remesas se estimaron en 537 millones de dólares (MD).

A partir de entonces, las remesas familiares han constituido un factor importante en el enfrentamiento Cuba-EE.UU. y uno de los pocos mecanismos financieros empleados por el gobierno cubano para incidir en la vida económica del país, aunque con decisiones teñidas de un soberbio autoritarismo. Entre ellas, la que se adoptó en 2004 cuando, para desestimular la entrada de remesas ante las sanciones de la administración Bush, se impuso a la moneda del enemigo un gravamen del 10% para su cambio en CUC.

Desde 2011, en que se aprobó la liberalización y ampliación del llamado TCP, comenzó a entrar al país a través de las remesas una cantidad inmedible de fondos de inversión para buena parte de los negocios privados. Ante la falta de estadísticas oficiales, se suele atribuir este destino al 50% de las remesas.

Remesas (4)

En 2004 se impuso a la moneda del enemigo un gravamen del 10% para su cambio en CUC. (Foto: Yamil Lage/AFP)

El incremento del papel de las remesas en el siglo XXI, sin embargo, no es exclusivo de Cuba. En la región latinoamericana, México es el mayor receptor: 23,645 MD en 2014, más de la tercera parte del total regional y superior a sus exportaciones de petróleo, pero el impacto en su economía es de solo un 2% del PIB. Por el contrario para Guatemala, segundo país receptor a nivel regional, las remesas representan el 15% de su PIB, la mitad de sus exportaciones y el monto total de sus reservas financieras.

A tenor con la tendencia mundial y regional, en Cuba también ha crecido el rol de las remesas en la economía de los hogares. Solo que el estado crítico de nuestra economía, su falta de fuentes de acumulación internas y la agudización de las sanciones de los EE.UU., provocó que en el último decenio la influencia de las remesas aumentara de manera galopante y desigual.

En 2011 ascendían a 1,500 MD; en 2016, en pleno deshielo de la era Obama, a 2500 MD; en 2019, a pesar de las sanciones de Trump que eliminaron las transferencias por Western Union y el transporte por viajeros (mulas), se estimaron en 2055 MD (1,721 provenientes de EE.UU.), que llegaron a 1, 042,451 hogares, el 26% del total.

Para contrarrestar las sanciones norteamericanas a las empresas militares, en 2019 el Banco Central de Cuba (BCC) dispuso el uso del dólar en operaciones de ventas minoristas en divisas, importación, venta de mercancías en consignación y régimen de depósito de aduana entre entidades importadoras y personas naturales residentes en el país. De este modo, se inició el restablecimiento del reinado del dólar en el mercado cubano, en sustitución del ya inoperante CUC. Nuevamente al peso cubano quedaba en la estacada.

A fines del 2020, el BCC fue más allá y autorizó a Servicios de Pago Red S.A. (REDSA) —institución financiera no bancaria que atiende la red de cajeros automáticos—, para tramitar los envíos de remesas en lugar de a FINCIMEX, de GAESA. No obstante, hasta ahora no se ha informado de contacto alguno de dicha empresa con aquel país para cumplir con el mandato en cuestión.

Actualmente se extiende rápidamente una tercera modalidad de comercio dolarizado en tiendas por toda la Isla, mediante el empleo de tarjetas VISA o Mastercard, al que no tienen acceso los consumidores internos con tarjetas MLC de bancos cubanos. Al comprar alimentos y productos industriales nacionales en los portales de venta Envíos Cuba y Bazar Regalo, las remesas adoptan la forma de compras directas desde el extranjero, y ese dinero fresco se deposita en cuentas foráneas que no se sabe si pertenecen al sistema bancario cubano.

Tras las protestas del 11-J, Biden orientó reanalizar la política de remesas a Cuba a fin de flexibilizarla, pero ningún resultado se ha constatado aún. Aunque la disminución de la pandemia, el fin de la vacunación y la reapertura del turismo en la etapa invernal auguran el inicio de la reanimación económica, la flexibilización de las remesas familiares ayudaría notablemente a paliar los efectos de la pandemia y promover la inversión en el sector privado (mpymes, campesinos, TCP) y cooperativo.

Remesas (5)

Tras las protestas del 11-J, Biden orientó reanalizar la política de remesas a Cuba a fin de flexibilizarla, pero ningún resultado se ha constatado aún.

Mayores remesas favorecerían no solo el incremento del consumo familiar, sino la disminución del exorbitante precio del dólar en el mercado informal (75 pesos en tarjeta y 62 en físicos) y beneficiarían, por derrame, a toda la sociedad. Es preciso reducir el protagonismo del gobierno estadounidense en las decisiones sobre las remesas a Cuba.

Con ese fin, las autoridades cubanas han de hacer todo lo posible para quitarle pretextos a los halcones cubano/americanos y lograr la reapertura de los envíos, aunque para ello se tenga que sustraer a las empresas de GAESA y devolver a las instituciones financieras civiles el manejo de este sector tan importante, y cada vez más creciente, de los ingresos nacionales. 

21 octubre 2021 30 comentarios 2.258 vistas
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Poder

Cuba: poder, sistema, modelo y Constitución

por Mario Valdés Navia 13 octubre 2021
escrito por Mario Valdés Navia

Tengo ante mí la respuesta del poder a la solicitud de ciudadanas y ciudadanos para efectuar una manifestación política pacífica el 15 de noviembre, a tenor con derechos postulados en la Constitución de 2019. No por esperada la respuesta deja de ser indignante dada la soberbia que destila. La negativa rotunda se escuda en una interpretación maniquea de los artículos constitucionales, que pretenden blindar el modelo de socialismo estatizado y burocrático ante cualquier reclamo de transformación que no provenga del propio Gobierno/Partido/Estado.

Una interpretación constitucional de tal naturaleza hace tabla rasa del Estado Socialista de Derecho y los convenios internacionales sobre derechos humanos, pero su contenido revela una verdad de fondo que es aún más peligrosa. ¿Acaso el Gobierno/Partido/Estado considera equivalentes los términos de poder/sistema social/modelo? ¿Es eso lo que dice la Constitución de 2019? ¿Será preciso luchar por una nueva carta magna para que sea posible promover cambios al actual modelo cubano desde la sociedad civil?

-I-

Con perdón de Roa, la Revolución del Treinta no se fue a bolina totalmente. La nueva república que salió de ella, más inclusiva y pluralista que la anterior, halló su conformación en la Constitución del 40, una de las más modernas y progresistas del mundo al cierre de la década. Todos los movimientos políticos transformadores y reivindicativos que surgieron a partir de entonces la tuvieron, al mismo tiempo, como ara y pedestal. Los derechos humanos de primera y segunda generación (políticos y económico-sociales) estaban representados en ella con tintes radicales, lo cual empoderó a diversos sectores sociales.

Cuando en las elecciones de 1952 el movimiento progresista amenazó con romper el modelo tradicional de dominación de la oligarquía cubana, se impuso el gobierno de facto de Fulgencio Batista, quien se apresuró a proclamar sus propios «Estatutos Constitucionales».

La lucha contra la tiranía tuvo como bandera el retorno al imperio de la Constitución de 1940. No obstante, al triunfar la Revolución, la Ley fundamental de 1959 adoptó el cuerpo teórico de la del 40 pero otorgó el poder legislativo al Consejo de Ministros (Artículo 119), extinguiendo así la trilogía de poderes del Estado. Entre otras potestades adicionales, se facultaba al Gobierno Revolucionario Provisional (GR) para:

c) Discutir y aprobar los presupuestos de gastos, inversiones e ingresos del Estado; d) Resolver sobre los informes anuales que el Tribunal de Cuentas presente acerca de la liquidación de los presupuestos, el estado de la deuda pública y la moneda nacional; e) Acordar empréstitos y autorizar, asimismo, la prestación de garantía estatal para las operaciones de crédito. (Artículo 121)

Con ello se otorgaba al ejecutivo un poder tan grande en la república que eclipsaba a los anteriores, y recordaba, por un lado, al Comité de Salud Pública de los jacobinos durante la Revolución Francesa; por otro, al régimen de las Facultades Omnímodas otorgadas por la Corona a los gobernadores coloniales para mantener sujeta por la fuerza a la «Siempre fiel isla de Cuba».

Poder (1)

Fidel Castro toma posesión como Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, el 16 de febrero de 1959, en el Palacio Presidencial de La Habana.

 Desde entonces, y hasta hoy, la voluntad política del grupo de poder militar hegemónico, representado directamente en las diferentes instancias del GR, ha actuado como un poder omnímodo que subordina todo el andamiaje del Estado y la sociedad a sus mandamientos. En 1965, al surgir el PCC como «fuerza política dirigente», aparentemente lo hacía como subordinante —según el modelo oficial del socialismo real— sin embargo, en la práctica, era un subordinado del GR y su correa de trasmisión más importante a nivel social.

Una década más tarde, al finalizar la provisionalidad y crearse las nuevas estructuras del Estado socialista al estilo soviético —durante el llamado «Proceso de Institucionalización»—, estas vinieron no a limitar sino a reforzar el poder del GR. A partir de aquella etapa se constituyó definitivamente la tríada Gobierno/Partido/Estado, que pasaría a detentar —por ese orden— el poder real y efectivo.

Así lo demuestran tanto la letra y el espíritu de la Constitución de 1976, como un vistazo a la composición de los órganos supremos de la república socialista: Buró Político y Secretariado del Comité Central del PCC, Consejo de Estado y Consejo de Ministros; integrados por las mismas personas y sus acólitos.

El poder burocrático centralizado tomaba cuerpo en una sólida estructura de dominación que, amparada por el liderazgo carismático de Fidel y la defensa de la soberanía nacional ante las agresiones e intentonas desestabilizadoras del gobierno de los Estados Unidos, rechazaba de plano cualquier disidencia y atribuía la crítica a sus decisiones a la labor quintacolumnista de «mercenarios al servicio del Imperio», empeñados en destruir la Revolución.

-II-

Cuando se vino abajo abruptamente el modelo de socialismo estatizado y burocrático impuesto por la Unión Soviética en países de Europa, Cuba y Corea del Norte quedaron como sus únicos exponentes a nivel mundial. Mientras los países de Europa oriental y las antiguas repúblicas soviéticas optaron por transitar al capitalismo y China y Vietnam establecieron regímenes de socialismo de mercado que aprovechaban las ventajas de la globalización, Cuba se hundía en la crisis del Período Especial.

Poder (2)

Cuando se vino abajo abruptamente el modelo de socialismo estatizado y burocrático impuesto por la Unión Soviética en países de Europa, Cuba y Corea del Norte quedaron como sus únicos exponentes a nivel mundial.

La estrategia diseñada para superar esa etapa sin renunciar a las «conquistas de la Revolución», pasaba por introducir elementos de la economía capitalista y limitadas cuotas de descentralización interna. El grupo de poder, sin embargo, preservaría su hegemonía política impoluta, exigiendo cada vez mayores cuotas de sacrificio y lealtad al pueblo.

Tras el inicio de las reformas de Raúl, plasmadas en los Lineamientos y la Conceptualización, con su marcha zigzagueante y a trompicones —marcada más por la influencia de la política hacia Cuba de las administraciones estadounidenses que por una voluntad sostenida de transformaciones internas—, se llegó a la aprobación de la Constitución 2019 y a la inédita proclamación del Estado Socialista de Derecho. Pero cada vez se ha hecho más evidente que tal concepto no significa lo mismo para el grupo de poder hegemónico, amplios sectores de la ciudadanía y la práctica internacional.

Cuando el artículo 4 proclama: «El sistema socialista que refrenda esta Constitución, es irrevocable», establece una falsa similitud entre sistema y modelo e instaura un principio que petrifica el actual modelo socialista como si fuera único e inamovible. De nada valdría tratar de cambiar todo lo que deba ser cambiado para mejorar el país si cualquier modificación, sustracción o adición a los elementos del modelo es considerada inconstitucional a criterio de un puñado de decisores y académicos.

Menos aún como se hace en la respuesta de las autoridades a la solicitud de permiso a manifestación, en la que se reitera el llamado al pueblo a «combatir por todos los medios» cualquier solicitud de esa índole, aunque sea pacífica y en silencio, sin que se cite el resto del artículo constitucional, que establece una condicionante: «cuando no fuera posible otro recurso».

El referido artículo constitucional tiende a eternizar el actual modelo de socialismo, al impedir cualquier modificación que conduzca a formas de gestión económica, social y política socialistas que respondan a una sociedad menos burocratizada e inmovilizada y sí más dinámica, democrática y participativa. Lo que habría que preservar es el socialismo como sistema, no el estatismo burocrático como modelo.

Hace un tiempo escribí:

La soberbia es considerada por muchos como el pecado capital primario. Su expresión más peligrosa socialmente es cuando se presenta en aquellos que pertenecen al grupo de poder hegemónico en un momento determinado. En esos casos, la alucinación que provoca en la visión de los poderosos respecto a los demás afectará sus modos de gobernar a las grandes masas.

Si la soberbia se entroniza en un grupo de poder de origen militar, tiende a crecer en progresión geométrica debido a los tradicionales hábitos de ordeno y mando de ese sector. Si a eso se añade el lastre acumulado tras largos períodos de ejercicio de un poder omnímodo, los niveles de soberbia pueden llegar a destrozar la escala de cualquier soberbímetro. Por eso Martí no dudó en advertirle a tiempo a su querido y respetado M. Gómez: «Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento».

Si la tríada poder/sistema social/modelo se encumbra como indivisible, no será posible aspirar a cambios promovidos desde la sociedad civil. Solo descentralizando el poder que ha acumulado el grupo hegemónico, democratizando la vida política y social y empoderando a la ciudadanía y los sectores emergentes, podrán avanzar las reformas que Cuba necesita para encontrar el rumbo de la prosperidad y la democracia.

Para lograrlo, debemos luchar en Cuba por una nueva Carta Magna que defienda la soberanía y el Estado de derecho, no por el actual modelo de socialismo realmente existente, reliquia del pasado y fuente nutricia de la sobrevivencia de un grupo de poder anquilosado y deslegitimado. 

13 octubre 2021 72 comentarios 3.554 vistas
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inversion

Inversiones en Cuba: del Período Especial a la actualidad

por Mario Valdés Navia 28 septiembre 2021
escrito por Mario Valdés Navia

Los ritmos de crecimiento de la economía cubana en el último quinquenio —2016-2020— han sido bajos, en lo fundamental por la reducida tasa de ahorro e inversión interna, que no rebasa el 12% del PIB cuando se necesita no menos de un 20-25% para garantizar un proceso sostenido de incremento y modernización. Aunque se ha priorizado la obtención de inversión extranjera directa (IED), se mantienen numerosas trabas para su atracción efectiva, las propuestas escasean y/o no se aprueban en el tiempo necesario.

La disminución del ingreso nacional hace más acuciante determinar la eficacia social de la política inversionista. La alternativa es decidir si la inversión debe dirigirse a la recapitalización de la estructura existente para garantizar mayor satisfacción de las necesidades prioritarias de la población y la economía, o a nuevas áreas que favorezcan los intereses proyectados a mediano y largo plazo por los que saben, los decisores del nivel central.

Es el caso de la prioridad que debe otorgarse a los sectores agropecuario, industrial, construcción de viviendas y servicios sociales; o a la inversión en la fabricación de nuevos hoteles para cuando millones de turistas estadounidenses puedan venir a Cuba. Un somero vistazo a las inversiones, del Período Especial a la fecha, muestra que hoy los resultados son peores que en décadas anteriores.

Analicemos entonces lo ocurrido en los últimos treinta años en el ámbito inversionista y aflorarán algunas causas y factores que solemos pasar por alto.

-I-

La crisis del modelo extensivo de desarrollo aplicado en los países socialistas era indetenible en 1985. Mientras la República Popular China y Vietnam se transformaron radicalmente al adoptar el modelo de economía socialista de mercado, la URSS y demás países del CAME optaron por reformas liberalizadoras (reestructuración/perestroika) que aceleraron el derrumbe del modelo y la transición al capitalismo. Cuba, por su parte, proclamó la Rectificación de errores y tendencias negativas, que pretendió solucionar el problema con fórmulas antimercantiles ya experimentadas y desechadas desde los años sesenta.

En 1990, cuando el intercambio con los países del CAME representaba el 85% del comercio exterior cubano, la URSS decidió unilateralmente que para el año siguiente todo su comercio se haría a precios del mercado mundial y en MLC. Se eliminaban así el rublo transferible y los precios indexados, que incluían un subsidio comercial a la Isla evaluado en más de 100,000 millones de rublos en treinta años.

A esto se sumó la disminución del suministro de petróleo, —de trece millones de toneladas en 1989, a 1,2 en 1992—, por lo que Cuba tuvo que comprarlo a los traders petroleros a precios exorbitantes. El bloqueo se incrementó con la Ley Torricelli que prohibió las transacciones con filiales de empresas norteamericanas en terceros países. Los más de 8,000 millones de USD en importaciones durante 1989, se redujeron a 2,200 en 1992.

Como respuesta, Cuba aprobó ese año una nueva ley encaminada a promover la inversión extranjera directa (IED) —mixtas y en asociaciones económicas— para obtener tecnología de punta, generar empleo de calidad, incrementar exportaciones y sustituir importaciones. A partir de 1993, con la creación del ministerio de Finanzas y Precios, inició un proceso de reestructuración económica basado en la industria turística, que incluía otras medidas liberalizadoras: libre circulación del USD, apertura a las remesas, reintroducción del mercado libre campesino y de productos industriales, descentralización del comercio exterior y apertura de zonas francas.

En 1996, la economía había crecido un 7,8%, lo que indicaba el inicio de una recuperación. Entre 1995 y 2003, se lograron importantes resultados, entre ellos: reducción del déficit fiscal al 2.8% del PIB; de los subsidios a las empresas al 1.3% del PIB y del exceso de circulante, del 56 al 40% del PIB.

Al cierre de 1998, las inversiones crecieron un 7,1% para alcanzar valores superiores a 2,300 millones de pesos. La IED conseguía 345 acuerdos de asociación con empresas cubanas y 243 empresas extranjeras operaban en zonas francas. Más del 50% de las inversiones mixtas y asociaciones con capital foráneo se concentraban en el sector industrial, principalmente en generación eléctrica y petróleo; 27% en comunicaciones y 16% en turismo y actividad inmobiliaria. La tendencia a la revaluación promedio del peso lo situó a 21,8 por USD y garantizaba el equilibrio financiero interno.

Sin embargo, desde que en 1999 Chávez asume el poder en Venezuela, el gobierno cubano vuelve a apostar por la relación preferencial con el nuevo país amigo y colaborador. De ahí que retornara a una elevada centralización de los mecanismos de asignación y utilización de divisas; las asociaciones mixtas fueran reducidas y eliminados los negocios inmobiliarios extranjeros; se disminuyera el número de empresas nacionales autorizadas a realizar operaciones directas de comercio exterior y se reavivara la ojeriza hacia el TCP.

En aquel momento el Gobierno decidió priorizar los servicios profesionales, tanto al interior de la Isla —vía Batalla de Ideas—, como hacia los países de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), en lugar de encauzar la inversión para modernizar y ampliar el sector productivo. Prueba de ello fue que en el 2000 se ordenó desmantelar y triturar gran número de centrales azucareros y vender sus hierros viejos como chatarra.

Desde 2003, las exportaciones de servicios profesionales de alto valor agregado alcanzaron el primer lugar tanto en el PIB como en las exportaciones, desplazando al turismo, que lo tenía desde 1990. A inicios del 2005 se creó la Cuenta Única de Ingresos en Divisas del Estado, que distribuiría las asignaciones en divisas para  los organismos y organizaciones a partir de criterios gubernamentales.

Venezuela y China se convirtieron en nuestros principales socios comerciales, mediante acuerdos que incluían grandes inversiones conjuntas para ampliar y modernizar la industria petro-química, agricultura, telecomunicaciones, biotecnología, turismo, industria ligera, sideromecánica, biofarmacéutica y electrónica. Se priorizaba la creación de plantas ensambladoras, con creciente participación de la industria cubana, enfocadas en sustituir importaciones y exportar hacia el mercado latinoamericano y caribeño.

En 2005 inició el programa electro-energético, con un plan de inversiones que incluía la modernización de los sistemas de transmisión, instalación de nuevos equipos, utilización de vías no convencionales de generación y sustitución de equipos antiguos por otros modernos, menos consumidores.

Sorpresivamente se anunció que Cuba no sería ya únicamente receptora de flujos de inversión externa, sino que comenzaba a ser emisora de inversiones hacia otros países, a través de la construcción de hospitales y plantas para la producción de productos biotecnológicos en China, India, Malasia e Irán.

La crisis del 2008, las dificultades de Venezuela tras la muerte de Chávez y el declive del progresismo latinoamericano, dieron fin al espejismo de una economía de servicios y mostraron la necesidad de promover el sector productivo como garantía de soberanía alimentaria y sustentabilidad del desarrollo nacional. Desde 2008, se promovió el incremento de la explotación agropecuaria, la ampliación del TCP y los pequeños negocios, lo cual atrajo una cantidad, indeterminada pero sustancial, de inversiones a partir de la capitalización de parte de las remesas.

Cuando en el 2010 se produjo la destitución de Yadira García, ministra de la Industria Básica, aún el sector industrial concentraba el mayor volumen de capital extranjero y tenía proyectos de explotación y exploración de crudo con empresas de una decena de países. Venezuela construía un complejo petroquímico en Cienfuegos mediante una inversión comprometida de 5.000 millones de dólares.

No obstante, el tan añorado y descapitalizado sector agropecuario —que llegó a cubrir el 22,3% del total de las inversiones en 1989— redujo su participación al 6,7% en 2012. En particular lo ha perjudicado la ausencia de inversiones hidráulicas, que conllevó a la caída de los rendimientos en cultivos como el arroz, la producción de huevos y la ganadería, con el consiguiente incremento de las importaciones y de las angustias en la mesa familiar.

-II-

La llegada al poder de la administración Obama y el anuncio del deshielo en las relaciones Cuba-Estados Unidos (2014), abrió nuevas perspectivas a la inversión extranjera, la llegada de turistas y el incremento de inversiones en el sector privado. A este escenario favorable se unieron la anunciada terminación de la Zona Especial de Desarrollo de Mariel (ZEDM) y la exitosa renegociación de la deuda externa de Cuba con Rusia, Japón, México y el Club de París.

Sin embargo, en 2014 sobrevino otra inesperada vuelta de tuerca a la inversión no estatal, con la prohibición del funcionamiento de salas de cine 3D y de juegos electrónicos y computacionales privados y la venta de ropa y calzado importados. No se tuvieron en cuenta los problemas de calidad en la oferta de las TRD, sus precios exagerados,  y el hecho de que no se hubiera potenciado una industria nacional que supliera las ofertas privadas.

En ese año se aprobó una nueva Ley de inversión extranjera que otorgó mayores garantías jurídicas y facilidades impositivas a los inversores y les permitió actuar en todas las áreas de la economía, salvo en instituciones armadas, Salud, Educación, y medios de comunicación; fue disminuido el impuesto sobre las ganancias al 15% y se acompañó de una Cartera de Oportunidades de Negocios.

A pesar del favorable escenario existente entre 2009-2016, la economía apenas logró un crecimiento de 2,3%, lejos del 4,4 previsto. En ello influyó que no se lograra captar nunca el monto de 2.000-2.500 millones anuales de USD en inversión foránea, que se estiman forzosos para alcanzar las metas de crecimiento necesarias, de entre 5-7%.

La posibilidad de elevar el monto de inversiones, se vio afectada a partir de 2009 por el pago de los servicios de la deuda externa renegociada, que alcanzó la cifra estimada de 23,000 millones de USD, lo cual limitó los fondos de consumo e inversión del país.

No obstante, nada ha marcado más la política inversionista en la última década que el creciente poder del holding GAESA, el cual se expandió aceleradamente a partir de la asimilación del grupo CUBALSE, también en 2009.

Según estudio del economista cubano Pavel Vidal, la descapitalización es la causa principal del retroceso relativo de Cuba ante economías de similar tamaño en la región —Ecuador, República Dominicana, Panamá, y Costa Rica—, entre 1970 y 2014. En tanto aquellas crecieron un 3.8 % en las últimas dos décadas, Cuba apenas lo ha hecho al 1.7 %, pues tiene una de las tasas más bajas de inversión de América Latina: 12.7 por ciento como promedio en los últimos veinte años.

Tras la llegada de Trump al gobierno en EE.UU., el escenario de inversiones se tornó todavía más difícil para Cuba. La respuesta centralizadora del Gobierno/Partido/Estado no se hizo esperar en la Isla. En 2018, a tenor de una sorpresiva e impopular decisión, se revirtieron algunas de las regulaciones relacionadas con el TCP anunciadas poco antes. Pero lo peor vino del exterior, cuando ante las presiones del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, Cuba retiró a sus colaboradores del Programa Más Médicos dejando de percibir la parte mayoritaria de sus ingresos por exportaciones de bienes y servicios.

A pesar del desfavorable contexto, entre 2014 y 2020, y aunque la ocupación hotelera nunca ha rebasado el 60% con una tendencia a la baja (45,6 en 2020); la inversión inmobiliaria de GAESA en la construcción de hoteles aumentó, de manera acelerada y sostenida, su participación en la inversión total del país: de un 21,8% al 45,6.

Mientras, disminuían la inversión agropecuaria (de 8,1% a 5,9) y en el sector de Salud (de 2,2 a 0,9). En el primer trimestre del 2021, dicha tendencia se mantuvo inalterable: la inmobiliaria aumentó al 50,3% MP, la agropecuaria se contrajo a 2,6 y la de Salud, apenas a 0,3 en plena pandemia de covid-19.

Quizás en este, como en otros campos, debamos acudir a la experiencia internacional y otorgar más prioridad a la creación y funcionamiento de bancos de inversiones, especialmente en el sector agropecuario. La reorientación del fondo de inversión de la nación —público y privado— debe encauzarse hacia los sectores prioritarios para el presente y futuro inmediato.

Lo cierto es que hasta ahora, en la esfera inversionista, todo parece indicar, parafraseando al secretario general saliente del PCC, que aunque los frijoles puedan ser más importantes que los cañones, no son más importantes que los hoteles.

28 septiembre 2021 32 comentarios 2.919 vistas
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Inversiones

Las inversiones en Cuba

por Mario Valdés Navia 24 septiembre 2021
escrito por Mario Valdés Navia

Vivir es consumir, tanto bienes (materiales y espirituales) como servicios; de ahí que sea preciso producir, distribuir e intercambiar. Para consumir más es preciso acumular (ahorrar e invertir); o sea, reducir el consumo en el presente para ampliar la producción y tener más que consumir en el futuro.

Puede la inversión ser lucrativa (productiva, o de servicios), o no lucrativa. Esta última incluye la de fines socioculturales, o las que realiza el Estado en la infraestructura necesaria para el desarrollo económico del país (almacenes y frigoríficos, vías de comunicación, redes eléctricas y de trasmisión de datos, etc.)

La inversión permite transformar y modernizar la estructura productiva de un país, fomentar exportaciones, sustituir importaciones y elevar el bienestar general de la población. Individuos, familias y países que no acumulen no pueden crecer, por muchos lineamientos, cambios de mentalidad, consignas y visitas de las instancias superiores que reciban.

Cuba ha sido siempre un país rico en recursos naturales y humanos. Sin llegar a ser una gran potencia, entre la década del ochenta del siglo XVIII y la misma década del siglo XX su economía estuvo entre las principales de la región caribeña y a la cabeza del mundo en algunas ramas, fundamentalmente la azucarera.

¿Cuál fue la tónica de las inversiones en la historia insular para lograr ese resultado que hoy se torna tan lejano? ¿Por qué ahora Cuba consume, ahorra e invierte cada vez menos? ¿Tiene actualmente posibilidades de efectuar un proceso inversionista más eficaz que permita retomar la ruta del crecimiento y desarrollo y elevar el consumo social e individual?

En este artículo me enfocaré en responder la primera de esas interrogantes. La próxima semana concluiré el análisis.

-I-

Tras despertar de la inicial quimera del oro, los españoles comprendieron que las verdaderas riquezas de Cuba eran su posición geográfica, excelentes bahías y fértiles suelos. De ahí que la factoría militar/comercial de La Habana creciera hasta convertirse en una de las grandes ciudades del Nuevo Mundo. Al beneficio que reportaba la estadía de las flotas, se añadiría la inyección de recursos monetarios que la Capitanía general de la Nueva España (México) fue obligada a enviar a la Isla para financiar la construcción del sistema de fortificaciones y mantener la guarnición de la plaza.

Inversiones (2)

La Habana creció hasta convertirse en una de las grandes ciudades del Nuevo Mundo.

Esos fondos —«los situados de México»— empezaron a recibirse en 1540 y duraron hasta 1811. Ellos dotaron a la Isla de ingresos adicionales no generados de forma endógena. La Habana y Santiago de Cuba fueron las más beneficiadas en tal sentido. Aunque destinados a financiar gastos militares, gran parte de «los situados» era desviada hacia fortunas particulares de las autoridades cívico-militares.

Con el tiempo, este modo de actuación se entronizaría como práctica cotidiana de los grupos de poder insulares: acumular a expensas del desvío de financiamientos externos —originalmente destinados al desarrollo del país—, hacia la inversión lucrativa privada. Los «situados de México» iniciaron la conversión de ingresos destinados a la inversión inmobiliaria de carácter militar (fortificaciones, astilleros) en fuente de corrupción de las altas autoridades político-militares, sus familiares y acólitos.[1]

Desde fines del XVIII, con la ruina de la colonia francesa de Saint Domingue, los altos precios del dulce y el eficaz tráfico esclavista; se logró el auge de la producción azucarera y cafetalera en la región Habana/Matanzas y algunos enclaves del interior, que convirtieron a Cuba, durante dos siglos, en la Isla del Azúcar. Las puertas de la banca mundial se abrían ante los comerciantes y productores cubanos para la inversión productiva y a riesgo; de ahí que las nuevas tecnologías, como el ferrocarril y las máquinas de vapor, se aplicaran en Cuba primero que en España y Latinoamérica.

La rica colonia sería doblemente esquilmada por la Corona, obligada no solo a transferir gran parte de sus ingresos a la Península mediante aranceles e impuestos, sino a pagar el aparato burocrático y los cuerpos represivos creados para mantenerla sujeta; al tiempo que era abandonada a su suerte en cuanto a su fomento y prosperidad. Esa fue la causa que llevó a los sectores más radicales a lanzarse a la manigua redentora con la meta de obtener las ansiadas independencia, justicia y libertad para el pueblo de Cuba. 

Al establecerse la república (1902), atada a los EE.UU. por la Enmienda Platt y el Tratado de reciprocidad comercial, se inicia la entrada masiva de inversiones de aquel país, en fuerte competencia con las nacionales, británicas y españolas. Pero la crisis de 1920 arrasó con los demás competidores y permitió a los capitales yanquis apoderarse vertiginosamente de la agroindustria azucarera.

Inversiones (3)

Al establecerse la república (1902), se inicia la entrada masiva de inversiones de Estados Unidos.

Entre 1902 y 1925 su peso en el total invertido se elevó de 29% a 42%; mientras, el ingreso nacional creció a un vertiginoso promedio anual del 6,1%. En 1925, más de la mitad de las inversiones se dirigía a la producción azucarera y actividades vinculadas a ella, como el transporte ferroviario y los puertos. Sin embargo, cuando se detuvo la expansión del mercado azucarero norteamericano (1926), la economía cubana inició una fase de estancamiento y crisis que solo superaría con la Segunda Guerra Mundial.

Durante la postguerra se acentuó la crisis azucarera, ahora limitada a una cuota anual en el mercado del Norte, Fue entonces que los capitales yanquis comenzaron a abandonar el sector.

Ante ello, el Estado cubano adoptó la política keynesiana de «Gastos Compensatorios» (1952), una expansión de la inversión pública en pos de crear infraestructura moderna y propiciar a las inversiones extranjeras no azucareras; ampliar el mercado interno e impulsar un proceso autónomo de industrialización.

No obstante, este incremento del gasto público se ubicó en inversiones en la esfera de los servicios y solo una ínfima parte se dedicó a la agricultura no azucarera o a la industria. Como resultado, disminuyeron las reservas en divisas, la balanza de pagos tuvo saldos negativos, creció la deuda pública y se acentuaron las desproporciones de la economía.

En 1958, las inversiones norteamericanas en Cuba ascendían a 1,001 millones de USD, solo superadas en la región por Venezuela y Brasil. Sus empresas poseían el 42% de la producción azucarera, con solo 33 centrales, y el 47,2% de las tierras cultivables; 90% de los servicios eléctricos y telefónicos; 50% de los  ferrocarriles y 23% de la industria no azucarera.

El 72% de las exportaciones y el 71% de las importaciones se llevaban a cabo con los Estados Unidos. A pesar de las desproporciones económicas y desigualdades sociales, Cuba era considerado el tercer país más próspero de Latinoamérica, tras Argentina y Uruguay.

-II-

Las transformaciones de la Revolución y la confrontación con los EE.UU. hicieron  variar la orientación de las inversiones hacia los gastos sociales, la defensa y las regiones del interior. Las ansias de industrializar el país y superar la mono-producción provocaron el llamado ciclo anti-azucarero (1961-1963). En él fueron demolidas más de 200 mil hectáreas de cañaverales y la producción de azúcar se redujo, sin que se fomentaran otras producciones capaces de compensar el desplome.

Inversiones (4)

Las zafras de esos años mostraron una tendencia decreciente: 1961: 6, 875,500 toneladas; 1962: 4,882,100; 1963: 3,882,500, la zafra más pequeña desde 1959 hasta el Período Especial, aunque triplica la del año 2020.

Estas dificultades, unidas al establecimiento del bloqueo estadounidense, la reorientación económica hacia el campo socialista, amenazas de invasión que obligaban a sustraer de la producción grandes cantidades de mano de obra y recursos materiales para la defensa, y la retirada del Banco Mundial; obligaron a decretar la congelación de los precios minoristas y el régimen de racionamiento del consumo, actual poseedor del Récord Guinness al más longevo del mundo (1962).

En 1963 el proceso inversionista se reorientó nuevamente hacia la mono-producción azucarera, tras el acuerdo con la URSS que comprometió cantidades crecientes de producción y venta hasta 1970. No obstante, entre 1966 y 1970 el ritmo de crecimiento del PIB bajó al 2,2% anual. Un factor que influyó en tal situación fue la eliminación violenta de la pequeña producción urbana durante la Ofensiva Revolucionaria de 1968. Cuba se convirtió en el país más estatizado del mundo.

Tras el fracaso de la Zafra de los Diez Millones y el ingreso de Cuba al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), las inversiones en el sector azucarero pasaron de un 20%, entre 1971 y 1975, a un 35%, entre 1976 y 1980. Al unísono, el resto del proceso inversionista se reorientaba hacia la creación de infraestructuras y grandes industrias basadas en la tecnología e importaciones del campo socialista.

A partir de 1980 dio inicio la generosa práctica soviética de pagar a Cuba, en MLC, todo el petróleo que la Isla pudiese ahorrar respecto a lo pactado. La URSS lo enviaba a terceros países y trasvasaba los beneficios a Cuba, donde eran registrados como «exportaciones de petróleo».

Estas reexportaciones tuvieron un peso decisivo en la balanza de pagos y llegaron a representar más de la tercera parte de los ingresos cubanos en MLC —en 1984 y 1985 casi llegaron a la mitad—, muy importantes en momentos en que se comerciaba activamente con varios países capitalistas y con las filiales de empresas estadounidenses en terceros.

En este entorno, Cuba aprueba su primera decisión de inversión extranjera (1982). Se definían como asociaciones económicas extranjeras para «inversiones complementarias», aquellas que no se podían ejecutar con los países socialistas. Sus primeros resultados fueron en 1987, tras la apertura de hoteles en Varadero con capital mexicano.

Inversiones (5)

Canal magistral Zaza-Ciego de Ávila. (Foto: Ortelio González Martínez)

Grandes inversiones ejecutadas por entonces han tenido una eficacia muy discutible. Una de ellas es la del complejo hidráulico de la Presa Zaza (1972) y su Canal Trasvase Zaza-Ciego. Edificada en una región donde fueron anegadas importantes fincas ganaderas y una fábrica de productos lácteos construida por la Nestlé, el objetivo principal de la presa era suministrar agua al espirituano Plan Arrocero Sur del Jíbaro (1965) y al agro avileño mediante un río artificial: el Canal Magistral.

Veinte años, hasta 1992, demoró la construcción y puesta a punto de la mitad del canal: 22 kilómetros. Treinta años después, ni una gota de agua ha mojado un palmo de tierra avileña, al no invertirse nunca en la construcción de los correspondientes sistemas de regadío.

En 1989 el mandatario Mijaíl Gorbachov visitó Cuba y anunció el fin de las subvenciones de tres décadas —unos 6,000 millones USD anuales.  El efecto combinado del retiro de ayuda soviética y demás relaciones con los antiguos países socialistas y la contrarreforma antimercantil —denominada Rectificación de errores y tendencias negativas—, iniciada en 1986, determinaron una caída abrupta de más de un tercio del PIB en solo cuatro años (1989-1993) y la declaración, en 1990, del Período Especial en tiempo de paz.

Adicionalmente, el proceso inversionista se vio limitado en el lustro 1986-1990 por el cierre de las negociaciones con el Club de París —no retomadas hasta  2015— que insistía para continuarlas en la aplicación en Cuba de un paquete neoliberal. Esos factores hicieron que prácticamente no hubiera crecimiento en el país desde un lustro antes del Período Especial: 0.4% anual entre 1986 y 1990.

El voluminoso fondo de acumulación del que pudo disponerse y ejecutarse durante veinte años apenas trajo beneficios sustentables para la economía cubana, con la honrosa excepción de la creación de la industria médico-farmacéutica. A partir de entonces el panorama inversionista sería mucho más difícil.

***

[1] Mario Valdés Navia: “Contrapunteo cívico-militar en Cuba colonial: de Diego Velázquez a José Martí” (inédito)

24 septiembre 2021 35 comentarios 3.175 vistas
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Inxilio (1)

Inxilio ciudadano y diálogo nacional

por Mario Valdés Navia 15 septiembre 2021
escrito por Mario Valdés Navia

Casi la quinta parte de los cubanos y cubanas vive en la emigración. La mayoría de ellos se reconoce como exiliados, tanto por sus motivaciones políticas como por el trato discriminatorio que reciben del gobierno; en particular, la prohibición de participar en la vida económica, social y política de la Isla, lo que desconoce su cualidad de ciudadanos cubanos.

Existe, sin embargo, otra parte sustancial de la población que vive en el archipiélago y tampoco participa cívica y políticamente como quisiera y debiera; muchos ni siquiera lo intentan. A ese sector es al que denomino inxilio ciudadano.

Cuando se levantan voces que claman por un diálogo nacional incluyente, que permita discutir y resolver los acuciantes problemas de la nación, es llamativa la falta de participación de amplios sectores sociales en esta lucha crucial. ¿Será que no existe una voluntad mayoritaria sobre la necesidad de convocarlo y basta con el remedo de diálogo que organiza el gobierno con grupos de sus parciales? ¿O será que para la mayoría apenas comienza el proceso de resurgir del inxilio ciudadano en que vive?

-I-

Aristóteles dejó sentado que «el hombre es un animal político», en alusión a los derechos y deberes de todos los ciudadanos griegos de participar en el gobierno de sus respectivas ciudades-Estado (polis). Este principio ha constituido la quintaesencia de la democracia, en correspondencia con su carácter de clase (esclavista, feudal, burguesa, obrera).

Las revoluciones y las profundas reformas democrático-burguesas que destruyeron el Feudalismo y crearon las modernas naciones capitalistas en Europa, América y Asia; elevaron los derechos políticos de los ciudadanos —de expresión, imprenta, elegir y ser elegidos por el voto individual, etc.— a la categoría de derechos humanos universales.

La lucha incesante de los trabajadores y sectores marginados por hacer realidad estas conquistas ante gobiernos elitistas y soberbios, ha dado lugar a la actual legislación sobre los derechos humanos, enriquecida luego con el añadido de los de segunda (económico-sociales) y tercera generación (diversidad).

Rebeliones, manifestaciones callejeras, huelgas, cartas de demandas, movimientos sociales, partidos políticos, campañas electorales, ascenso y entronización de líderes populares; son vías de participación política utilizadas por sectores populares en el mundo moderno. Nunca el enajenante inxilio en una supuesta zona de confort personal (casa, familia, amigos) y el olvido/rechazo del deber de luchar por sus derechos conculcados, han sido atributos de los ciudadanos que claman por cambios políticos.

Inxilio (2)

Para hacer realidad los principios de «Igualdad, Libertad, Fraternidad» —transformados por la reacción burguesa-terrateniente en libertad de explotar a los trabajadores y el resto del mundo—, surgió y se desarrolló el movimiento socialista. La propia Revolución de Octubre se hizo bajo la consigna: «¡Todo el poder a los soviets!», no al Partido Bolchevique.

La constitución del estado burocrático en la URSS fue un proceso complejo y gradual de sustitución del poder de los órganos de autogobierno de obreros, campesinos y soldados, por burócratas del PCUS y el Estado soviético, quienes lograron neutralizar y aplastar los mecanismos democráticos populares y sustituirlos por sus instrumentos amañados para eternizarse en el poder.  Con cada limitación sobre el control obrero y la crítica revolucionaria, la revolución proletaria fue cediendo paso a la contrarrevolución burocrática.

En el ejercicio del poder burocrático socialista se torna vital la cuestión de quiénes ejercen la participación a plenitud: funcionarios, expertos o ciudadanos. La experiencia histórica del «socialismo real» muestra que, mientras las tesis de los funcionarios de alto rango se transforman en orientaciones para la mayoría; los expertos son convocados únicamente cuando se requieren sus conocimientos, pero, por lo general, sus conclusiones son engavetadas y tenidas en cuenta solo si los cuadros superiores lo estiman conveniente.

Por último, los ciudadanos simples tienen escasas posibilidades reales de participar eficazmente, pues sus opiniones son ignoradas o recogidas para engrosar estadísticas. En el mejor de los casos, son recepcionadas y luego respondidas casi siempre mediante explicaciones que rechazan lo planteado.

La alta burocracia socialista sabe que los enemigos mortales de su hegemonía son la libertad de expresión e información y el control obrero; de ahí que los enfrente resueltamente por métodos cada vez más sofisticados, falaces y truculentos. Para ella, el pueblo existe como mayoría silenciosa/ruidosa, cuyas opiniones pueden ser loables siempre que vengan llenas de agradecimiento y lealtad; de lo contrario, son fastidiosas y solo se canalizan debidamente por las vías establecidas, en el momento y lugar adecuados.

Con el decursar de tal estilo de gobernanza, la ciudadanía es sometida a un proceso de castración de su espíritu cívico-político, carácter crítico y hábito de pensar por sí misma. En tanto, los burócratas hegemonizantes la entretienen, conduciéndola de una tarea en otra, como las hormigas pastoras a las bibijaguas.

En el afán de perpetuar su hegemonía, la burocracia empoderada minimiza el valor de la participación crítica de los trabajadores mediante un discurso híper optimista, que suele ocultar sus yerros con el fin de sostener vivas las expectativas de mejoramiento social a partir de prometer transformaciones que luego no son aplicadas, o se tergiversan durante su puesta en práctica.

Inxilio (3)

El pueblo existe como mayoría silenciosa/ruidosa, cuyas opiniones pueden ser loables siempre que vengan llenas de agradecimiento y lealtad. (Foto: ACN)

-II-

Hace un tiempo apunté que el socialismo cubano:

[…] también requiere socializar los sueños pues los seres humanos se mueven, ante todo, por las expectativas de prosperar y el socialismo necesita, como ningún otro sistema, la participación activa de la mayoría de los ciudadanos en los procesos sociales, económicos y políticos. Los actores principales de la transición son los trabajadores conscientes y sus familias, no los burócratas satisfechos con su alter ego social: la muchedumbre de exiliados internos. Esos que no se quejan de nada porque ya se sienten exiliados de la Revolución desde hace rato y, en el peor de los casos, solo piensan en irse allende los mares.

Ese inxilio cívico-político resulta contraproducente, mucho más en la actualidad, cuando la participación ciudadana como alternativa para superar la obsoleta representación tradicional —asambleas del Poder Popular, elecciones parciales cada cuatro años, convocatorias a debates multitudinarios devenidos catarsis colectivas— se torna un enfrentamiento esencial en la lucha de clases entre los sectores empoderados de la burocracia y el resto del pueblo. 

Para lograr un diálogo nacional es necesario que la ciudadanía exprese sus opiniones políticas con mayor énfasis y eficacia. No basta con la lucha ideológica sostenida en el ciberespacio entre los que pretenden eternizar el actual modelo socialista estatista/burocrático, los que desean reformarlo para hacerlo verdaderamente democrático y participativo, o los que procuran destruirlo hasta que no queden rastros de la Revolución Cubana.

Superar el inxilio ciudadano en pos de transformar para bien de las mayorías el estado de cosas actual, es un imperativo de estos tiempos y del futuro de Cuba. El empoderamiento de los componentes de la sociedad civil es vía ineludible para vislumbrar un diálogo entre compatriotas que piensan diferente, sin compromisos ni ataduras a las exigencias de ninguna potencia extranjera.

Cuando la crisis de los partidos políticos se vuelve un fenómeno generalizado ante actores surgidos y promovidos desde la sociedad civil, es impostergable que los cubanos y cubanas se organicen para defender y conquistar sus derechos. Sin interlocutores reconocibles el gobierno no cederá a la realización de un verdadero diálogo nacional, pero debe admitir el derecho de los actores de la sociedad civil a organizarse libres de ataduras estatistas/burocráticas.

Es imprescindible que los ciudadanos y ciudadanas que permanecen en un inxilio pierdan el miedo a salir del closet político en que se han dejado acorralar, y se arriesguen a expresarse con libertad en los diferentes espacios del país, tanto digitales como físicos: centros de trabajo, organizaciones sociales, calles, plazas, redes sociales…

Superar la postración política en que vive y muere la mayoría de la ciudadanía, no es una tarea para las nuevas generaciones, sino para todas las que convivimos en la Cuba de hoy. Solo con la contribución de todos y todas a un diálogo nacional inclusivo, nuestra niñez y juventud podrán forjar sus proyectos de vida en una patria digna, próspera y sostenible, que sus padres les entregarán de pie.

15 septiembre 2021 22 comentarios 2.002 vistas
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Palabra

El poder de la palabra

por Mario Valdés Navia 7 septiembre 2021
escrito por Mario Valdés Navia

«Primero fue el Verbo», dice La Biblia de judíos y cristianos. Coinciden con ella la mayoría de las demás religiones (Islam, budismo, hinduismo…) y escuelas filosóficas de todas las épocas y países. La idea repetida de que una imagen puede más que mil palabras solo es creíble a partir del poder simbólico que trasmita el mensaje que porten las respectivas imágenes o palabras. En este mundo digitalizado, donde cualquiera puede colgar imágenes insulsas por millares, la palabra es cada vez menos valorada.

El pueblo cubano tiene fama de hablador. En otras épocas, sus oradores —y comunicadores en sentido general— gozaron de fama mundial. Sin embargo, el discurso político cubano actual se resiente por la pobreza del lenguaje y la poca capacidad de los disertantes para hacer llegar el mensaje a los receptores con creatividad y belleza. Si a esto se suma la debilidad del contenido del mensaje, la  ineficacia comunicativa está garantizada.

Este problema rebasa la cuestión de las estrategias de comunicación y hunde sus raíces en la entronización de una cultura donde se ha perdido la práctica del ejercicio habitual de la palabra en los debates públicos. Desde los presentadores y locutores de televisión, que leen incluso los saludos y despedidas; hasta los cuadros políticos que no pueden responder preguntas sencillas y previamente conocidas sin leer las respuestas preparadas con antelación; el atropello de la palabra provoca influencias lacrimógenas en los receptores.   

Sepultada en el olvido ha quedado la tradición de oradores famosos entre los políticos cubanos desde el siglo XIX. Tanto reformistas y autonomistas, como revolucionarios (civilistas del 68, emigrados, jefes militares, Martí…) reinaban en las tribunas. Dicha práctica se consolidó en la República y de ella formaron parte también los comunistas, desde Julio Antonio Mella, pasando por Blas Roca, Salvador García, Jesús Menéndez, Lázaro Peña y muchos otros, hasta Fidel.

Palabra (1)

Lazáro Peña (Foto: Radio Angulo)

Sin embargo, a fines de los ochenta, la asignatura Oratoria quedó eliminada de los currículos en las escuelas del partido. Las vibrantes piezas que calaban en las multitudes con sus mensajes políticos, fueron sustituidas por insípidos comunicados puestos en boca de los cuadros y representantes de las masas. Como regla, estos mensajes son revisados previamente, de forma que los oradores no tengan oportunidad de improvisar y decir cosas comprometedoras, sino que lean sus textos, rectificados y aprobados por los organizadores.

La falta de habilidades para la expresión oral se fomenta desde el propio sistema educativo escolarizado. Mientras en otros países se estimula a los estudiantes a construir textos que analicen y valoren aspectos de la realidad, y a exponerlos o publicarlos para ser sometidos a la crítica pública; en Cuba siguen predominando las tareas de clases basadas en resumir y comentar los libros de texto o la información oficial, y en responder preguntas reproductivas, o aplicativas, pocas veces creativas.

Participar en debates con sus pares de opiniones diferentes, discrepar de profesores y autoridades, escribir artículos, papers o ensayos donde se expongan y defiendan ideas y opiniones, en particular políticas, es algo prácticamente desconocido para el estudiantado cubano, no solo del nivel primario, sino también del secundario y terciario. De ahí las dificultades adicionales que enfrentan cuando, tras graduarse, tienen que hacerlo en el nivel de postgrado para publicaciones científicas, sobre todo extranjeras.

La causa principal de esta situación radica en el miedo del grupo de poder hegemónico al poder de la palabra, oral y/o escrita. Como expresión material del pensamiento, la palabra es el instrumento por excelencia para manifestar las ideas y la voluntad de los individuos. Puede ser usada para el adoctrinamiento y la censura, pero también para la liberación y el debate de opiniones políticas diferentes.

En el actual debate de ideas en Cuba, que tiene como escenarios principales las viviendas y el ciberespacio, pero que va ganando lugar en instituciones, calles y plazas; es fundamental que se extiendan el respeto a la opinión divergente y la capacidad de escuchar y analizar los argumentos y opiniones de los participantes —concuerden o no con el nuestro— y disfrutar de la profundidad y contundencia de las exposiciones, orales o escritas, así como de su elaborada presentación.

Palabra (2)

Salvador García Agüero y Juan Marinello durante la Asamblea Constituyente de 1940.

A los interesados en deleitarse con brillantes debates políticos, los invito a consultar las actas de sesiones de la Asamblea Constituyente de 1940. Aquellas pugnas verbales entre representantes de todo el espectro político cubano —conservadores y liberales, nacionalistas y auténticos, abecedarios y comunistas—, eran trasmitidas en vivo a toda la nación por la radio. Tanto la prensa y el público que colmaban las sesiones, como los millones de radioyentes, disfrutaban y se entrenaban escuchando a los mejores representantes del foro político de entonces.

Persuasión, diálogo, negociación, consenso, son usos de la palabra que dan fe de su poder en la vida política. Cuando se reprimen en aras del secretismo y la imposición de una verdad única e inefable, se abren las puertas a los extremismos con su repertorio de agresiones, descalificaciones, fanatismos y soberbias, que son los que priman hoy en el debate político cubano, aún underground en su mayor parte.

Para que las armas de la crítica desarrollen más poder de disuasión que la critica de las armas, de la violencia física y simbólica; hay que establecer el ejercicio libre, honesto, respetuoso y hermoso de la palabra. Todo el que sienta la necesidad de expresar sus ideas, tiene el deber de ejercerla libremente, con o sin permiso. En particular, los que viven directamente de ella: políticos, maestros y profesores, periodistas y comunicadores, profesionales de las ciencias sociales y humanistas, estudiantes,  intelectuales y artistas.  Recuerden que, como afirmara Martí: «La palabra no es para encubrir la verdad, sino para decirla».[1]

***

[1] José Martí: «Ciegos y desleales», Patria, 28 de enero de 1893, OC, T2, p. 216.

7 septiembre 2021 16 comentarios 1.984 vistas
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Burocracia (1)

La burocracia conquistadora

por Mario Valdés Navia 1 septiembre 2021
escrito por Mario Valdés Navia

Muchos se preguntan quiénes son los conservadores y quiénes los reformistas en el alto mando del Gobierno/Partido/Estado en Cuba. No se entusiasmen, que si existieran no tengo evidencia para listarlos. Empero, los retrocesos, vaivenes y pausas del proceso de reformas —tanto en su larga duración (1992…) como en la media (2008…)— apuntan a dos posibles respuestas generales: tales tendencias existen y luchan entre sí por imponerse, sin un vencedor claro aún; o, todos pretenden conservar el modelo estatizado burocrático y solo hacen reformas imprescindibles a regañadientes, en momentos de mayor tensión, para mantenerlo incólume en lo esencial.

-I-

El conservadurismo de la élite política actual parece afincarse en la idea, enunciada a inicios del Período Especial, de defender a toda costa las conquistas de la Revolución y cambiar para ello todo/solo lo que deba ser cambiado. Unido al incremento del pertinaz bloqueo estadounidense —salvo el oasis de cordura de la era Obama—, tal consigna sirvió al grupo de poder para preservar su hegemonía durante tres décadas, aunque metamorfoseada acorde a los nuevos tiempos y, en el ínterin, animar múltiples hechos y procesos de diferente corte.

Entre esos acontecimientos, los hubo de carácter más reformista (IV Congreso del PCC, 1991; reformas de los noventa; Batalla de Ideas, 1999-2006), otros puramente defensivos ante agresiones externas (Ley de Reafirmación de la Dignidad y Soberanía Cubanas, 1996; Declaración de los Mambises del Siglo XX, 1997); hasta otros más conservadores, como el Juramento de Baraguá (2000) y el blindaje a nivel constitucional del anacrónico modelo parti-estatista mediante una cláusula de intangibilidad (2002 y 2019).

La cuestión esencial es que las conquistas del socialismo, o de la Revolución, no han significado lo mismo para todos los cubanos y cubanas. De hecho, para algunos representaron un desastre y trastornaron sus vidas para siempre. En primer lugar, para la clase burguesa/terrateniente y los inversionistas extranjeros, las nacionalizaciones (1959-1960) encarnaron el fin de su hegemonía social.

También las amplias y potentes capas medias de la ciudad y el campo fueron afectadas, acosadas y obligadas a ponerse a disposición de la Revolución para subsistir. De ahí que empresarios pequeños y medianos, profesionales, intelectuales, técnicos de nivel medio y superior y muchos obreros y empleados de alta calificación y rendimiento optaran por emigrar. La estatización forzosa de la micro y pequeña propiedad urbana, con la Ofensiva Revolucionaria de 1968, acabó de complicar y llenar de penurias el mercado interno, ya afectado por la estatización anterior y el bloqueo estadounidense.  

Burocracia (2)

Muchos hijos e hijas del pueblo también fueron perjudicados, directa o indirectamente, por los extremismos políticos en diferentes  momentos de la Revolución.

Sin dudas, fueron las masas populares las beneficiarias principales de las medidas revolucionarias del período 1959-1962 y subsiguientes, que incidieron en la disminución de los altos índices de desigualdad y pobreza que mostraba el país en 1958, a pesar de ser una de las economías más productivas de Iberoamérica. Rebaja de alquileres, reforma agraria, alfabetización masiva, extensión de la instrucción pública media y superior, incremento del empleo, ascenso de los indicadores de salud, control de precios y salarios, seguridad y asistencia sociales, fomento del arte y la literatura; convirtieron a Cuba en uno de los países con mayor éxito a nivel mundial en la redistribución del ingreso y el desarrollo social.

No obstante, muchos hijos e hijas del pueblo también fueron perjudicados, directa o indirectamente, por los extremismos políticos en diferentes  momentos de la Revolución. No revolucionarios, descendientes de familias burguesas, religiosos, homosexuales, artistas y escritores independientes, rockeros, hippies y otros que no cumplían con los parámetros revolucionarios, fueron acosados injustamente y presionados a exiliarse.

Hubo, sin embargo, algunos que sí empezaron a vivir la dulce vida con la Revolución. Fueron los nuevos burócratas socialistas, surgidos de los revolucionarios de los cincuenta, la vieja burocracia y, fundamentalmente, del incipiente sector de cuadros revolucionarios que se destacaban por ser cumplidores, leales y obedientes a las órdenes emanadas de los niveles superiores.  

Al unísono, la vocación anti-mercantilista de la nueva sociedad, empeñada en crear riqueza con la conciencia, actuaba como acicate para empoderar cada vez más a la pujante burocracia socialista. Peor aún, provocó que la satisfacción directa de muchas de las necesidades de los cuadros y sus familias a expensas del pueblo (casas confortables, autos, vacaciones, dietas especiales), fuera asumida como una forma superior de distribución, ajena a las tentaciones del dinero.

Esta rara interpretación daría lugar a una gama de privilegios, prebendas y beneficios para los burócratas de alto y medio nivel que los alejaría, a pasos agigantados, de las condiciones reales de subsistencia del pueblo trabajador. Por ello, gran parte de la población empezó a percibirlos como una cleptocracia parasitaria, ajena por completo a sus vicisitudes.

-II-

Los logros en salud, educación y seguridad social han sido los abanderados principales del socialismo cubano y del apoyo popular al proyecto. Hasta las ramas económicas que prosperaron luego de la crisis del Período Especial se sustentaron en ellos. El turismo, por su publicidad de un entorno social sano, culto, pacífico y hospitalario; los servicios profesionales y la producción biofarmacéutica, por la condición de reconocida potencia médica que posee Cuba.

A ellos hacía referencia el pueblo cuando interpretaba el mensaje fidelista de sacrificarse todavía más en aras de salvaguardar las conquistas y así defender a la patria, la Revolución y el socialismo (1991). Otra es la significación que esta consigna tiene para la capa burocrática y sus acólitos, para los cuales las conquistas incluyen —además de las juzgadas por el pueblo—, los privilegios, prebendas y bienes que han hecho propios durante decenios de acumulación de riqueza mal habida, no proveniente de la calidad y cantidad del trabajo aportado a la sociedad, sino de la jerarquía social adquirida, y lo que han conseguido gracias a su estatus.  

Burocracia (3)

El turismo se ha sustentado en la publicidad de un entorno social sano, culto, pacífico y hospitalario. En la foto, la construcción del hotel Cohíba.

Por eso, el modo de actuación de las burocracias media y alta presume del secretismo y la compartimentación, mientras aborrece la transparencia y la rendición de cuentas públicas. Sus miembros habitan la mayor parte del tiempo en una red social cerrada, verdadero agujero negro para los extraños, cuestión propia de su espíritu de casta.

Asimismo, sustituyen la polémica franca por el dogma, en forma de acatamiento a la orientación de los organismos superiores; el engaño, que llega a extenderse a las estadísticas y supuestos resultados de las ciencias, en particular las económicas, sociales y humanísticas; la sustitución de la competencia a partir del mérito individual, por el clientelismo rebautizado como confiabilidad; la doble moral y la represión, abiertas o solapadas, a la crítica mediante la censura.  

Con sus maquinaciones, la burocracia socialista garantiza lo que constituye el escudo protector por excelencia de sus conquistas: la impunidad, que es defendida resueltamente ante los ciudadanos interesados en luchar por el derecho a la información pública veraz y completa. Sin tierras que rentar, capital para invertir, o inteligencia que alquilar, la burocracia solo puede vivir parasitariamente, de ahí que sus mayores ingresos les lleguen casi siempre de manera subrepticia, ilegal e inmoral, por lo que su buen vivir es sinónimo de algún tipo de corrupción, más o menos desfachatada.

Para esta burocracia socialista, devenida clase conquistadora del resto de la sociedad mediante imposiciones y chanchullos, son excluyentes la duda, el error, la opinión contraria, e incluso, la contradicción. Dicha actitud, convertida en estilo de gobernanza, condujo irremediablemente a la falta de estimulación al trabajo, la deslegitimación de los gobiernos locales, provinciales y nacional, y el incremento de la apatía social.

La burocracia conquistadora desconfía en particular del sector intelectual, al que tolera con reticencias. En principio, engloba a los portadores de ideas críticas y novedosas con etiquetas peyorativas, según sus cánones: disidentes, subversivos, mercenarios, renegados, inconformes, hipercríticos, partes blandas, francotiradores. En cambio, exalta a los seudointelectuales que comen de su mano y no pierden oportunidad de expresarles lealtad incondicional, a los que suele premiar y alimentar con ancha avena, como al buey manso del poema martiano «Yugo y estrella».

De ahí que el discurso de la identidad sea tan grato a los burócratas empoderados, quienes nunca hablan sino a nombre: «del pueblo» / «el país» / «los intereses de todo el pueblo» / «la masa de trabajadores» / «los revolucionarios de ayer, hoy y siempre» / «las mujeres» / «los campesinos» / «la niñez y la juventud». Como regla, eluden hablar de sus responsabilidades concretas, de sus familias y modos de existencia, escondiéndose tras una supuesta cohesión y unidad imprescindibles ante las acechanzas —reales o exageradas— de enemigos internos y externos.

Burocracia (4)

La burocracia solo puede vivir parasitariamente, de ahí que sus mayores ingresos les lleguen casi siempre de manera subrepticia, ilegal e inmoral (Imagen: La Prensa, Panamá)

Luego del Período Especial, nuevas camadas contribuyeron a modernizar la composición de la burocracia cubana, con el arribo de figuras más tecnocráticas como los ejecutivos, ligados al mercado y las asociaciones con el capital extranjero, pero firmemente anclados en la casta burocrática, tanto por sus orígenes familiares y clientelares, como por provenir muchas veces de otras capas de ella (Partido, Estado, militares, orden interior). Este sector conforma una especie de élite burocrática moderna separada del pueblo, al que subestima y desprecia con un discurso economicista, afín a la lógica racionalista del mercado global.

El incremento del influjo de esta clase burocrática que ha conquistado la Revolución se manifiesta en múltiples formas, desde su predominio apabullante en la composición de las Asambleas Municipales y Nacional del Poder Popular, hasta en los modos de la comunicación pública. El discurso político actual de la dirigencia cubana y sus acólitos está colmado de categorías que parecen extraídas de un manual de lucha contrainsurgente de la CIA, o de la Escuela de las Américas: seguridad nacional, enfrentamiento a la subversión, disidencias, subversión, terrorismo, peligrosidad de las redes sociales, etc.

El espíritu conservador propio de esta burocracia conquistadora, pugna hoy por defenderse ante los embates, no solo de sus enemigos tradicionales —el gobierno de los EE.UU y la contrarrevolución cubana— y de la izquierda crítica que los acicatea sin cuartel; sino también de muchos intelectuales (periodistas, médicos, ingenieros, escritores y artistas) y sectores populares que, agotados, comprenden la necesidad de transformar el modelo cubano de socialismo.

Las conquistas populares de los años sesenta, setenta y ochenta, están en crisis en la actualidad y es preciso rehacerlas y actualizarlas sobre nuevas bases. La burocracia conquistadora tiene interés en que nada cambie, o en apenas cambiar algo para que no varíe lo fundamental. Esos son los verdaderos conservadores que frenan las transformaciones en Cuba.

1 septiembre 2021 22 comentarios 3.515 vistas
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Revolución

Actualización de la Revolución

por Mario Valdés Navia 28 agosto 2021
escrito por Mario Valdés Navia

Si Francia fue el país de las revoluciones en la Europa de los siglos XVIII-XIX, Cuba lo fue para Latinoamérica entre las segundas mitades del XIX-XX. En menos de una centuria, cuatro revoluciones profundas transformaron radicalmente los cimientos de la Colonia (1868-1878; 1895-1898), y la República (1930-1935; 1956-1958). En la psicología popular, la palabra Revolución se volvió mito y epopeya.

Tras el triunfo de 1959, se inició la que Fernando Martínez denominó con justeza: Revolución socialista de liberación nacional,[1] aunque la burocracia hegemónica y sus servidores la hayan rebautizado a su conveniencia como Revolución en el Poder. A sesenta años de aquellos acontecimientos, que convirtieron a Cuba en la Isla de la Libertad, el mundo ha cambiado profundamente. Económica, política y culturalmente la humanidad se ha integrado a escala planetaria en la era de la globalización.

En este nuevo contexto del siglo XXI: ¿qué queda de la Revolución Cubana? y ¿qué hacer para su imprescindible actualización?

-I-

Desde la Guerra de los Diez Años hasta hoy, el concepto revolución se entronizó en el lenguaje político cubano de forma tal que diferentes posiciones políticas pretendieron monopolizarlo. Si bien en el período colonial los revolucionarios eran los separatistas que optaban por la lucha armada para lograr la independencia, en la Primera República (1902-1930) el término sirvió para  designar a los generales y doctores provenientes del mambisado, quienes monopolizaron la política nacional por tres décadas a partir de explotar su historial revolucionario.

Los conservadores se llamaban así porque pretendían «conservar y defender los ideales de la Revolución», mientras los liberales se decían continuadores de los principios libertarios, democráticos y populares de la manigua. En particular, los seguidores de José Miguel Gómez se llamaban a sí mismos «los históricos», y a su facción liberal «el partido del pueblo cubano».

Cuando el huracán de la Revolución del Treinta arrasó con aquella república enmendada y dio lugar a la segunda (1936-1958), todos los partidos nacidos de ella se consideraron revolucionarios. Hasta Batista gozó del término, al considerársele el caudillo de la victoriosa revolución militar antimachadista, de clases y soldados, del 4 de septiembre.

Revolución (2)

Hasta Batista gozó del término revolucionario.

La más importante entre las nuevas organizaciones políticas nacidas de la Revolución del Treinta, el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), se apropió del nombre de la organización martiana. Cuando su facción más radical, liderada por Chibás, se separó del autenticismo de Grau y Prío, el nombre adoptado pujaba por rescatar el término sagrado: Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), el de los verdaderos revolucionarios.

Hasta el reformista PSP tenía su propia concepción de la Revolución Verdadera, creada por su presidente Juan Marinello, que apelaba a la vía de las urnas y las alianzas para alcanzar el poder político y rechazaba la lucha armada.[2] La imposición de la dictadura de Batista dará al traste con aquel sistema de democracia representativa, y dejaría expedito el camino de la lucha armada para restaurarla.

Todos los insurreccionalistas radicales de los partidos opuestos al dictador se consideraban revolucionarios: MR-26-7, DR-13-3, Segundo Frente Nacional del Escambray, Organización Auténtica, Triple A, etc. Por ello, en enero del 59 se creó una situación ambivalente: para algunos, con la huida de Batista y el restablecimiento de la Constitución del 40 la Revolución había terminado; para otros, apenas iniciaba.

Con el fin de llevarla adelante, en fecha tan temprana como el 7 de febrero, se aprobó por el núcleo dirigente la Ley Fundamental del 59, que disolvió los órganos representativos de la República anterior y otorgó facultades ejecutivas, legislativas y judiciales al nuevo Consejo de Ministros. El órgano de poder omnímodo de los revolucionarios más radicales de la Sierra y el Llano estaba listo para entrar en acción. Entonces empezaría la revolución en pos de transformar el país en bien de las mayorías y crear una nueva Cuba de vocación socialista.

Durante una década, el Gobierno Revolucionario dictó medidas de amplio apoyo popular que desmontaron el modelo social anterior e intentaron crear otro, más productivo y a la vez justo y equitativo, que nunca funcionó como se concebía. Al unísono, el país se mantenía en pie de guerra para enfrentar las agresiones externas e internas; como resultado, el componente militarista ganaba terreno en el sentido común de la nación hasta volverse parte inalienable de la nueva sociedad.

Ante la política de coexistencia pacífica entre los dos sistemas, que postulaban la URSS y el campo socialista europeo; China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba, por su parte, se mostraban reacios y defendían el derecho a la violencia revolucionaria para destruir el capitalismo. Fidel lo sintetizó en una frase lapidaria que el Che y sus seguidores guerrilleros llevarían por todo el Tercer Mundo: «el deber de un revolucionario es hacer la revolución».

-II-

Revolución (3)

A mediados de los sesenta, se concebía al burocratismo como una manifestación de la ideología pequeñoburguesa que era preciso eliminar de raíz para llevar a feliz término el anhelado proceso de construcción simultánea del socialismo y el comunismo y formación del hombre nuevo. En consecuencia, se denunciaba sin ambages desde el recién creado Granma:

«Con el triunfo de la revolución socialista, la burocracia adquiere una cualidad nueva […] toda la burocracia que antes se hallaba dispersa, fraccionada, es vertebrada en sentido vertical por el aparato del estado y, en cierto modo, organizada y fortalecida […] Además de su organización y crecimiento numérico, la burocracia adquiere una nueva facultad en sus relaciones con los medios de producción y, por tanto, con la actividad política. Al triunfar la revolución y pasar a manos del Estado la dirección de la economía, la burocracia interviene en la dirección de la producción, en el control y gobierno de los recursos materiales y humanos del país. De funcionarios subalternos, sin posibilidades en la decisión de problemas políticos y administrativos, pasan a ocupar posiciones decisivas sobre los medios de producción y la política. Es decir, se ha producido un cambio en sus relaciones con la vida del país. Ese aparato tiene una relación determinada con los medios de producción, diferenciada al resto de la población, que puede convertir las posiciones burocráticas en sitio de acomodamiento, estancamiento o privilegio. ¡He aquí el problema más profundo e importante de la lucha contra el burocratismo!».[3]

Granma atribuía al partido la misión histórica de refrenar a la burocracia, a condición de que fuera: «siempre joven, siempre impetuoso; nunca estancado. Un partido siempre creador y fundido a las masas, nunca un partido que se resigne a intentar repetir lo que ya otros han hecho, sin antes valorarlo críticamente». En cambio, pronosticaba que de no ganar esa batalla, si se estancaba y caía él mismo en la modorra burocrática, se convertiría en un cuerpo privilegiado, incapaz de asumir su rol de vanguardia y de desarrollar la conciencia de las masas.

Ante esta arremetida, la burocracia aguantó el vendaval y cedió terreno, solo para metamorfosearse y continuar empoderándose con nuevos recursos ideológicos. Pronto se apropió del término Revolución —como antes Stalin de los de marxismo y leninismo para unirlos a su manera. De esa forma, el monopolio del poder por los burócratas se identificaría demagógicamente con los objetivos del pueblo, de la nación y hasta de la revolución mundial.

En 1970, el fracaso de la Zafra de los Diez Millones puso fin al proyecto de un socialismo nacional-liberador, anti-burocrático, que no fuera copia del modelo soviético. En boca de la burocracia empoderada, la Revolución en el Poder sería desde entonces un fetiche que representaría a la tríada Gobierno/Partido/Estado.

Ya la Revolución no se haría por iniciativas desde abajo, sino por orientaciones desde arriba; las masas no la protagonizarían, sino que se sumarían a ella, se incorporarían, serían convocadas y, para ello, tendrían que serle fieles, leales y estar dispuestas a cualquier sacrificio ¿Por quién? ¿Por la Revolución de los humildes, o por el estatus quo establecido a su imagen y conveniencia por los burócratas?

Pronto se aprendió que los cuadros que cometían errores podían ser tronados —o sea, echados de sus puestos—, pero no apartados de la Revolución, ni de la casta (Nomenklatura). A ellos se les reservaba el llamado Plan pijama, tras el cual eran reciclados hacia otros cargos y casi nunca devueltos al sector productivo o de servicios del que provenían.

El Proceso de Institucionalización (1976-1980) y la nueva división político-administrativa, multiplicaron la burocracia a escala geométrica mediante el homologismo —proliferación vertical de cargos y funcionarios homólogos a nivel de nación, provincia y municipio—, con su cohorte adicional de jefes de despacho, asesores, técnicos, comisiones de trabajo, secretarias, ayudantes, choferes y otros. Efecto similar provocó la creación de nuevos ministerios, comités estatales, empresas, uniones, OSDE, cadenas comerciales, etc.

A inicios de los noventa, la Guerra Fría terminó con la desaparición de la URSS y el campo socialista europeo y la debacle arrastró consigo las perspectivas históricas del modelo estatista-burocrático. Su permanencia en Cuba, como ejemplo de Revolución en el Poder que defiende sus conquistas, más que una anacronía, semeja una ucronía.

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La Guerra Fría terminó con la desaparición de la URSS y el campo socialista europeo y la debacle arrastró consigo las perspectivas históricas del modelo estatista-burocrático. (Foto: Cordon Press)

Hace años que los altos burócratas cubanos se han convertido en propietarios plenos de los medios de producción, mientras que los restantes ciudadanos solo lo somos en el discurso. Ellos acaparan el usufructo de la renta nacional producida por el pueblo trabajador y toman las decisiones que competen a toda la ciudadanía. Por eso, la cuestión de la libre participación popular como alternativa a la representación burocrática tradicional, se vuelve un enfrentamiento vital en la lucha de clases entre los sectores empoderados de la burocracia y el resto del pueblo. 

Se necesita una nueva relación de la dirigencia con el pueblo, donde este no pueda ser visto más como audiencia complaciente, sino como colectividad diversa y crítica, de forma tal que salgamos del retruécano constante en que vivimos, donde los burócratas, lejos de exigir al pueblo lealtad y disciplina permanentes, se las deban, como servidores del vulgo trabajador que los mantiene.

La historia del socialismo del siglo XX demostró que cuando su poder se ve en peligro y debe escoger entre el capital y los trabajadores, la elección natural de la alta burocracia es convertirse en burguesía, traicionando y abandonando a su suerte a los sectores populares. En Cuba, es nuestra responsabilidad que esto no ocurra nunca, por lo que la actualización de la Revolución pasa hoy por hacer lo que fue pospuesto en los sesenta: ¡la revolución antiburocrática!, en pos de un socialismo cada vez más autogestionario, libertario, democrático y participativo.

***

[1] El corrimiento hacia el rojo, Letras Cubanas, 2001, p.5.

[2] Alina B. López: «La concepción de la Revolución Verdadera en el pensamiento político de Juan Marinello», en Segundas Lecturas, Ediciones Matanzas, 2015.

[3] Granma: «La lucha contra el burocratismo: tarea decisiva» (junio 1965), en Lecturas de filosofía, t. II,  pp.643-647.

28 agosto 2021 49 comentarios 2.748 vistas
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