La Joven Cuba
opinión política cubana
  • Inicio
  • Quiénes Somos
    • Equipo
    • Historia
    • Nosotros
    • Consejo Asesor
  • Grupo de Estudios
    • Libros
    • Dossiers
  • Contacto
Autor

Mario Valdés Navia

Mario Valdés Navia

Investigador Titular, Dr. en Ciencias Pedagógicas, ensayista, espirituano

Constituyente vía Internet

por Mario Valdés Navia 26 noviembre 2018
escrito por Mario Valdés Navia

Tal y como anuncié en entrevista con Sputnik cuando apenas se iniciaba el debate del anteproyecto de constitución, este fue amplio y profundo como pocos en la historia del período revolucionario. Donde el ciberespacio devino vehículo esencial para los intercambios.

El nuevo escenario comunicativo vino a ampliar y profundizar lo tratado en las asambleas de los centros de trabajo y los barrios. En ambas esferas de la realidad –física y digital–, las intervenciones de los trabajadores manuales e intelectuales, y del pueblo todo, mostraron cuánta creatividad, ganas de participar y responsabilidad política atesora la ciudadanía. También evidencian lo bien que afloran estas características a la primera oportunidad.

Como el marabú en tierras estatales ociosas, de la noche a la mañana brotaron los espacios digitales dedicados a la cuestión constitucional. Si bien no hubo un gran foro de debate, como soñé alguna vez, los principales representantes de la blogosfera cubana utilizaron sus propios foros y secciones para publicar numerosos posts que analizaron y repensaron el documento desde diferentes puntos de vista.

No menos importante han sido los textos aparecidos en las redes informales de intercambio de emails, donde muchos autores, entre los que se encuentran importantes intelectuales del patio, han vertido sus análisis de la propuesta. Incluso, son muchos los que socializaron digitalmente los escritos que presentaron en sus respectivas asambleas laborales o barriales, con el fin de hacerlos llegar a una audiencia más vasta.

A la versión original del anteproyecto se le han añadido, eliminado y transformado diferentes contenidos. Su estructura y redacción fueron enriquecidas con propuestas interesantes y enjundiosas. Quisiera pensar que, al final del proceso, los analistas de la comisión de los treinta llegarán a sopesar estas ideas aun cuando no subieran por el modelo correspondiente.

Falta por ver si este entusiasmo cívico, tan poco usual en nuestra cotidianidad, servirá de veras para enriquecer el proyecto y llenarlo del contenido democrático popular que el pueblo le ha impreso con fuerza en los debates, presenciales o virtuales. Trascendente será garantizar la transparencia informativa en el período que se avecina, cuando las opiniones del soberano pasen a ser codificadas, tabuladas, resumidas, reinterpretadas, debatidas y aprobadas por las comisiones ad hoc y los diputados/constituyentistas.

Como fruto sabroso de estos días queda la prueba fehaciente de los altos niveles de seriedad, convocatoria y responsabilidad ciudadana que ha alcanzado el ciberespacio cubano a modo de plaza pública donde debatir y analizar los temas más complejos y trascendentes de nuestra realidad nacional con responsabilidad y creatividad.

Lejos de ponernos a llorar sobre la leche derramada por no tener una verdadera asamblea constituyente –vieja demanda insatisfecha de muchos, entre los que me incluyo–, los cubanos y cubanas del 2018 usamos el limitado, lento y caro acceso a la Internet como alternativa viable para montar nuestra propia constituyente digital. Y más aún, hacerla extensiva a la mayor cantidad posible de compatriotas a través de los soportes guerrilleros que empleamos usualmente para conectarnos e interactuar en el contexto cubano: las memorias flash, los emails y los mensajes de texto.

Valga esta experiencia para demostrar lo importante que resulta, en la Cuba de hoy, disponer de una blogosfera rica y diversa, que sirva no solo de complemento a los espacios tradicionales de participación, sino de alternativa a los canales establecidos por la gobernabilidad burocrática para entorpecer, más que facilitar, el libre flujo de opiniones y la participación ciudadana.

26 noviembre 2018 19 comentarios 325 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

¿La gallina o el huevo?

por Mario Valdés Navia 23 noviembre 2018
escrito por Mario Valdés Navia

Cuando escucho al secretario de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) decir que no se implementará una reforma salarial hasta que los obreros sean capaces de crear mayor cantidad de riqueza, recuerdo a Marx cuando alertó: “la manera cómo se presentan las cosas no es la manera como son; y si las cosas fueran como se presentan la ciencia entera sobraría”.

Hace tres años escribí bastante al respecto, pero muy poco ha cambiado desde entonces.[1] La complejidad del problema amerita responder a dos preguntas:

  • ¿Cómo es que el Estado-comerciante considera justo subir los precios de bienes y servicios, antes subsidiados, para recuperar los costos y obtener elevadas ganancias donde antes obtenía pérdidas por gratuidades indebidas, mientras posterga indefinidamente el derecho de los trabajadores a cobrar un salario acorde al incremento del costo de la vida?
  • Si no se trabaja más y mejor porque el Estado-empleador no paga salarios estimulantes, y este dice que no lo hace porque se dispararían los precios de las mercancías en una creciente espiral inflacionaria, estamos entonces ante una aporía sin solución en los marcos socialistas, al estilo de: ¿quién fue primero: la gallina, o el huevo?

Esa justificación patronal –en Cuba, también sindical− para no subir los salarios es tan vieja como el capitalismo. Marx demostró en El Capital que es falsa. El patrón no le adelanta dinero al obrero para que produzca, sino que es el obrero el que vende a crédito su fuerza de trabajo para cobrar después que el capitalista haya vendido el producto y recuperado la parte correspondiente al salario.

En las condiciones de la transición socialista no es honesto referirse a la fuerza de trabajo de los trabajadores si no es para considerarla como una mercancía que se compra y se vende en el mercado de trabajo a partir de la Ley del Valor. Los criterios para determinar su precio (salario) deben ser: el costo de la canasta básica; la cantidad y calidad del trabajo que aporte cada uno al producto final y la demanda efectiva de ella en las diferentes ramas de la economía.

Tampoco puede concebirse al salario mínimo como equivalente solo al valor de la canasta básica, porque somos personas del siglo XXI, no bueyes. Marx hablaba del mínimo físico “regulado por una ley natural”, pero añadía que el valor real de la fuerza de trabajo “no solo depende de las necesidades físicas, sino también de las necesidades sociales históricamente desarrolladas, que se convierten en una segunda naturaleza”.[2]

En la práctica económica mundial existe consenso en cuanto a los requisitos del añorado salario justo: estar de acuerdo con la clase de trabajo que se realiza; ser suficiente para cubrir las necesidades fisiológicas y psicológicas de los trabajadores y sus familias (comida, ropa, vivienda, educación, ocio, etc.); estar unido al rendimiento en el trabajo; ser similar a los de otras empresas de la misma localidad para los mismos trabajos; y estar ligados al resultado económico de la empresa, así como participar de sus beneficios.

A tenor con ello, la política salarial también debe compensar los aumentos del  nivel de vida de manera equitativa, de tal forma que, en la misma medida que los costos van subiendo a lo largo del tiempo, también se eleven los salarios de los trabajadores.

Por lo general, estas acciones se basan en una subida de sueldo anual teniendo en cuenta el costo de la vida, a partir de la subida del índice de precios al consumidor. De modo tal, el trabajador no se sentirá desamparado al percibir que, haciendo el mismo trabajo, cada vez tiene acceso a menos bienes y servicios ya que todo es más caro.

No aceptar estas verdades elementales en la teoría y la praxis económica conllevó a que el salario se convirtiera en una caricatura y no cumpliera con su función elemental de estimulación. Esto potenció un rosario de calamidades económico-sociales, tales como: baja productividad e intensidad del trabajo; crecimiento de la pobreza absoluta y relativa;  hurto y malversación de los bienes estatales; doble moral; disminución de la tasa de natalidad por debajo del nivel de reproducción de la población; migración interna de profesionales altamente calificados hacia ocupaciones de menor complejidad en ramas con más posibilidades de realización económica, como el turismo y el TCP.

La desmotivación salarial actúa como una fuerza centrífuga que provoca la llamada emigración económica, verdadera diáspora de trabajadores cubanos, sobre todo jóvenes y técnicos de alto nivel, que se van a cualquier lugar del mundo ─haya o no Ley de Ajuste Cubano─ en pos de salarios más justos.

La aplicación de una reforma salarial sería inútil sin el estímulo al mercado interno, que debería ser el escenario natural para la realización de las mercancías pero que hoy está tan vilipendiado que los empresarios piensan primero en exportar que en abastecer a su propio pueblo.

El Estado comerciante debe acabar de resolver el problema del abastecimiento al mercado interno, o dejar que otros lo hagan. Para ello tendría que gastar más en importar bienes de consumo y fomentar la producción nacional. Mas, lo primero sería aplicar precios acordes a la demanda efectiva, no a los caprichos de una absurda política comercial, más interesada en expoliar a los consumidores ocasionales que en vender grandes volúmenes de bienes y servicios que hagan crecer la economía.

[1]“Rousseau, Marx y Braudel en la actualización económica cubana” (Mención de Honor en el concurso de ensayos Temas 2015). Temas No. 87-88, julio-diciembre, pp.119-128.

[2]El Capital, t.3, cap. L.

23 noviembre 2018 45 comentarios 289 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

La copia del soberano

por Mario Valdés Navia 13 noviembre 2018
escrito por Mario Valdés Navia

Gracias al programa especial Hacemos Cuba se ha podido conocer cómo funciona la comisión encargada de tabular y analizar el total de modificaciones, adiciones, eliminaciones y dudas que plantea la población en cada asamblea. Así supimos que esta comisión de 30 miembros se divide en 11 equipos, uno por cada capítulo, que luego pasa a discutir sus conclusiones parciales con el denominado grupo central. Es en ese espacio donde se decide qué planteamientos clasifican para el informe final. Como hubiera dicho mi abuelita: es ahí donde se corta el bacalao.

Tras procesarse de este modo toda la información, se elaborará un informe general que se entregará a la Comisión de los 33 para que reelabore el proyecto constitucional y lo presente de nuevo a los diputados, quienes efectuarán el análisis y aprobación final del proyecto que será sometido a referéndum popular.

En esta era de internet y televisión digital, es de esperar que esas sesiones de la ANPP sean trasmitidas en vivo y en directo, de manera tal que el pueblo pueda seguir la marcha de un debate tan importante como el que, a juzgar por lo que ha ocurrido en todo el país, deberá suscitarse entre los diputados-constituyentistas.

Mas, ahora me asaltan algunas dudas: ¿el informe que se entregue a los diputados será de libre acceso para el resto de los cubanos y cubanas?, ¿por qué no se hacen públicos también los resultados estadísticos que con tanta dedicación y creatividad han obtenido los informáticos entrevistados?, ¿no será conveniente que los responsables de la tarea informen públicamente cuáles fueron los planteamientos principales de la población, cómo se movieron las tendencias de opinión a medida que transcurrió la consulta, y por qué unos planteamientos pasaron al informe final y otros no?

Existen temas peliagudos en la deliberación popular que también valdría la pena saber cómo se comportaron estadísticamente; desde el llevado y traído artículo del matrimonio igualitario, al tribunal de garantías constitucionales y sociales; la ampliación de los derechos ideo-políticos y las actitudes consideradas discriminatorias; la obligación del Estado de pagar salarios dignos y volver a disminuir la edad de jubilación; la eliminación de los anacrónicos términos de gobernador e intendente, y los límites de edad y mandatos para ocupar cargos, entre otros.

Al no existir muchos puntos de contacto entre los temas que presenta la televisión y los que circulan por las redes sociales y los emails (como si se tratara de mundos paralelos) sería muy conveniente disponer de las cifras que −frías y tozudas como son−, permitirían a cada uno, no solo sacar conclusiones per se, sino hacer comparaciones entre lo planteado en los diferentes territorios, sectores sociales y grupos etáreos y cotejarlo con la versión final del proyecto.

Hallo que lo que han dicho millones no debe quedar solo para la reflexión y decisión de 33 comisionados, o el pleno de la ANPP, pues el principio que guía este proceso es que el pueblo es el único y legítimo soberano y, por serlo, debe tener acceso pleno al texto completo del informe final. Si todos los ciudadanos y ciudadanas somos constituyentistas, todos debemos disponer de esa información.

A la hora del referéndum cada uno va a votar solo ante su conciencia, y para ello debe sentirse totalmente preparado y acompañado por las opiniones de los otros ciudadanos constituyentistas. Es preciso que cada votante pueda llegar a ese momento crucial con razones suficientes que avalen su decisión de aceptar, rechazar, o votar en blanco el proyecto constitucional más popularmente debatido de la historia de Cuba. Así el pueblo todo, y cada uno de sus ciudadanos y ciudadanas, podrá sentirse orgulloso de haber construido una constitución.

Para contactar al autor: mariojuanvaldes@gmail.com

13 noviembre 2018 26 comentarios 260 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

La Invasión sí cumplió

por Mario Valdés Navia 5 noviembre 2018
escrito por Mario Valdés Navia

Desde que empecé a escribir en LJC decidí no responder a los comentaristas. Creo que este proyecto es más que un blog donde todos: moderadores, escritores, comentaristas y lectores en general tenemos una presencia garantizada. Espíritu que parte del alto grado de tolerancia que lo caracteriza, en medio de tantos muros que interrumpen el libre flujo de opiniones y debates ideo-políticos en nuestros medios tradicionales.

En cambio, mediante el correo, constantemente recibo opiniones y mantengo contacto con personas que tienen los más disímiles criterios. Pero a todo le llega su hora y, como los hombres de Panfílov ante Moscú, siento que esta vez no puedo dar un paso atrás y eludir varios de los comentarios a mi post más reciente. La espalda me choca con dos columnas pétreas: mi amor por la patria y el respeto por la verdad histórica.

La Invasión de 1895 fue una campaña militar que tuvo dos objetivos interconectados: llevar la guerra hasta el occidente del país y destruir la riqueza azucarera, fuente de las arcas españolas para sostener el régimen colonial y su enorme aparato militar. El cumplimiento estricto del primero es indiscutible: fue documentado para la historia con el acta que se levantó en el ayuntamiento de Mantua, el poblado más occidental de Cuba, el 22 de enero de 1896, fecha en que la columna invasora hizo entrada en él. 

El segundo también fue cumplido con creces. Negras columnas de humo marcaban el paso de la tromba revolucionaria y su fuego purificador y eran perceptibles a larga distancia. La zafra de 1895 no pudo ocurrir por la labor destructora de la tea mambisa y tampoco las subsiguientes, hasta 1899. De ahí que España, al revés de lo ocurrido en la Guerra Grande, no pudiera sufragar el conflicto con las propias riquezas de Cuba y llegara a 1898 totalmente exhausta, tanto en hombres como en recursos.

La Invasión no pretendía ocupar ciudades, puertos, ni líneas de comunicación –sí destruirlas. Las cercas de alambre que existían en los campos occidentales no fueron obstáculo para las victoriosas e incesantes cargas mambises pues, en esa campaña, los mambises no rehuían el combate, por el contrario, la orden del General en Jefe era destruir a cualquier enemigo que se pusiera por delante.

No podía ser de otra forma, la inmensa columna se movía siempre rodeada del enemigo a los lados y atrás y solo podía marchar hacia delante. Además, la movilidad era indispensable para un ejército que carecía de infantería, artillería y logística y que estaba apremiado por cumplir su cometido en el período de seca. Tras ella, los campos quedaron en manos de los mambises, mientras el ejército colonial controlaba las ciudades y puntos fortificados y trataba infructuosamente de mantener funcionales las líneas de comunicación.

La respuesta española al éxito rotundo de la Invasión no fue “poner la guerra a un lado”, como dijo una lectora, sino implementar el odioso e ineficaz genocidio conocido como la Reconcentración de Weyler.

Mis valoraciones de la Invasión les parecieron exageradas a algunos. Ya esto pasó antes, cuando afirmé que la política de EEUU hacia Cuba y Latinoamérica se regía por la Doctrina Monroe y luego el propio Mike Pence recorrió la región diciendo lo mismo. Con este precedente, voy a argumentar la significación de la Invasión del 95 con dos fuentes norteamericanas:

La habilidad de la estrategia del jefe revolucionario jamás ha sido sobrepasada en una guerra (…) se acerca más a los prodigios de la leyenda que a los anales auténticos de nuestro tiempo. Gómez ha desplegado en toda esta campaña admirable genio militar (The Sun of New York).

La marcha de Gómez, desde el punto de vista militar, es tan notable como la de Sherman (…) debemos poner a Gómez y a Maceo en la primera fila de la capacidad militar (General Sickles, veterano de la Guerra de Secesión).

Mención especial merece la equivocada y desactualizada tesis de que fueron los norteamericanos los que ganaron la guerra y dieron la independencia a Cuba. A diferencia de los ingleses, quienes negociaron con sus colonos rebeldes, firmaron la rendición y la paz con ellos y les cedieron sus derechos sobre un territorio que duplicaba el de las Trece Colonias; España prefirió ir a la guerra con EE.UU. para darle una supuesta salida pundonorosa a la de Cuba. Solo a una monarquía decrépita como la española pudo ocurrírsele un cierre tan miserable como aquel.

La batalla naval de Santiago de Cuba no fue más que una triste parodia, donde los anticuados buques españoles fueron saliendo, en macabra procesión, por la boca de la bahía para ser hundidos inexorablemente por la potente artillería de la moderna US Navy que los esperaba. Las jornadas de San Juan y el Caney llenaron de gloria a los soldados y oficiales que asaltaron las trincheras, pero fueron un baldón para el incapaz general Shafter, que envió a sus hombres a la muerte sin plan alguno y desconociendo los consejos de sus generales y del mando cubano.

Solo el cerco previo tendido por los hombres de Calixto García sobre Santiago de Cuba, y su protección al desembarco de la desorganizada expedición, hizo posible el arribo sin dificultades de las tropas interventoras. Por eso nosotros le llamamos al conflicto Guerra Hispano-Cubano-Norteamericana. Su final fue un verdadero performance geopolítico, en el que una España genuflexa ante la potencia emergente logró un  pretexto a lo interno para explicar el llamado Desastre del 98.  

Al respecto se ha escrito mucho por historiadores cubanos, españoles y norteamericanos. Recomiendo especialmente a los interesados un texto de Emilio Roig de Leushenring, de 1950, cuyo título es todo un manifiesto: “Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos”.  

5 noviembre 2018 8 comentarios 603 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

¿Dónde comenzó la Invasión a occidente?

por Mario Valdés Navia 29 octubre 2018
escrito por Mario Valdés Navia

Como el del mítico carro de Ra, en Cuba existe un movimiento perenne de oriente a occidente. Aruacos, españoles, mambises, rebeldes de la Sierra, arrasadores de montes y migrantes internos han hecho el camino del Sol, de Maisí hasta La Habana en diferentes épocas. Sin lugar a dudas, la más famosa de estas expediciones es la Invasión de 1895, dirigida por Antonio Maceo, jefe de la campaña, y Máximo Gómez, general en jefe del Ejército Libertador (EL).

De ahí que fuera tan pertinente la respuesta que diera Camilo, en 1959, al periodista que le preguntó cómo se sentía al no haber podido, ante la debacle del batistato, cumplir la orden de Fidel de llegar hasta Pinar del Río. Camilo dijo sentirse muy complacido, pues así la gloria de haber realizado tal proeza militar seguiría correspondiendo únicamente a Maceo.

No obstante, hay una afirmación sobre aquella operación que merece un examen exhaustivo pues se repite, una y otra vez, por expertos y aprendices: la invasión comenzó en los Mangos de Baraguá, el 22 de octubre de 1895. Esto no pasa de ser un desliz histórico. Veamos los hechos, tozudos e incontrovertibles, y sabremos bien cuándo y dónde se inició la campaña de la invasión.

La Asamblea Constituyente de Jimaguayú (14-16 de septiembre 1895) resolvió acometer de inmediato esta operación considerada trascendental para el desenlace de la guerra. Enseguida, Maceo partió hacia Oriente a movilizar los contingentes que aportarían los cuerpos primero y segundo del EL, mientras que Gómez recorría provocativamente el Camagüey.

Trabajo le costó al Titán reunir las fuerzas orientales, ya que B. Masó y J. Maceo no querían entregar sus mejores hombres y armas, pero al final pudo salir simbólicamente de Mangos de Baraguá (22−10−1895) con una columna de 500 infantes y 700 jinetes, a los que sumó 500 más a su paso por Holguín y apenas 200 infantes y 300 jinetes del segundo cuerpo, para un total de unos 2 200 invasores orientales.

Tras conocer de la partida de Maceo, Gómez cruza la Trocha Júcaro-Morón (30 de octubre 1895) para atraer a los panchos a Las Villas, hacerles perder el rastro de Maceo, e impedir la zafra a sangre y fuego. En Santa Teresa, Sancti Spíritus, recibe a los generales C. Roloff y S. Sánchez e inician una ofensiva incesante que hace al confundido Martínez Campos desplazar contra ellos tropas de Oriente y Camagüey, lo cual facilitó el traslado de la columna oriental casi sin combatir.

El 29−11−1895 Maceo cruza la Trocha y se reúne con Gómez en Lázaro López, actual Ciego de Ávila, por entonces Camagüey, aunque para los mambises Las Villas empezaban desde la Trocha. Allí, delante de la tropa, con banderas desplegadas, se abrazaron los generales Gómez y Maceo, teniendo como fondo los acordes de La Bayamesa. Lo ocurrido fue descrito magistralmente por B. Boza, el jefe de la escolta de 300 jinetes camagüeyanos del Generalísimo:

En un estrecho abrazo y derramando lágrimas de santo patriotismo, nos confundimos orientales, centrales y occidentales, negros y blancos. Mucho mejor que los discursos que se pronunciaron y que los vivas frenéticos que atronaban el espacio. era la resolución firme que se veía en todos los rostros y que hacía palpitar todos los corazones impulsados por el mismo sentimiento: ¡Hacer la guerra a España a sangre y fuego, hasta obtener la absoluta independencia de la Patria!

Al amanecer del día 30, todas las fuerzas forman para marchar y se produce el acto oficial de inicio de la Invasión, encabezado por el Consejo de Gobierno y su presidente S. Cisneros. Los ánimos están exaltados, hablan varios oradores y el general en jefe pronuncia su histórica arenga:

Soldados: La guerra empieza ahora. La guerra dura y despiadada. Los pusilánimes tendrán que renunciar a ella: solo los fuertes y los intrépidos podrán soportarla. En esas filas que veo tan nutridas, la muerte abrirá grandes claros. No os esperan recompensas, sino  sufrimientos y trabajos. El enemigo es fuerte y tenaz. El día que no haya combate, será un día perdido o mal empleado.

En esa ocasión fueron incorporadas al contingente invasor las tropas espirituanas, integradas por unos 1500 jinetes, y otras fuerzas villareñas hasta casi 2000 hombres. Las dirige su caudillo S. Sánchez, quien es ascendido a mayor general y jefe del IV cuerpo del EL, el de Las Villas.

Desde el potrero de Lázaro López parte como una avalancha el “Gran Cuerpo del Ejército Invasor” −como le llamaba Gómez−, formado por algo más de 4000 combatientes, 3000 de caballería y 1000 infantes. Su misión era casi imposible: aplastar la resistencia de más de 150 000 soldados españoles en un reducido espacio y llevar la destrucción liberadora hacia las ricas comarcas occidentales en poder de España, único camino para la victoria de las armas cubanas.

La Invasión del 95 cumplió sus objetivos con creces. Fue la campaña militar más grande lanzada por un ejército libertador en las luchas por la independencia latinoamericana. Es considerada una de las operaciones más exitosas de la historia militar universal y el genio de sus jefes: Gómez y Maceo, ha sido comparado con el de los más grandes generales de la historia.

Para contactar al autor: mariojuanvaldes@gmail.com

29 octubre 2018 14 comentarios 559 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

Éramos los primeros

por Mario Valdés Navia 22 octubre 2018
escrito por Mario Valdés Navia

Las revoluciones ocurridas en Cuba siempre han tenido un alto contenido social. La frase de Martí: “La independencia en los Estados Unidos vino cuando Washington; y la revolución, cuando Lincoln” no es aplicable a nuestro caso, pues Céspedes acompañó el grito de libertad del diez de octubre con la liberación de sus esclavos. La primera constitución cubana (Guáimaro, 1869) refrendó que: “La República no reconoce dignidades, honores especiales ni privilegio alguno” (artículo 26).

Los máximos líderes del 95, Martí y Gómez, consideraban que habían echado su suerte con los pobres de la tierra y que trabajaban para ellos. Guiteras sostenía que la Revolución del 33 respondía al: “clamor de las masas que todo lo sufren, que todo lo padecen”.

En vísperas de que el pueblo armado partiera al combate en defensa de la Revolución, Fidel afirmó que esta Revolución era: “De los humildes, por los humildes y para los humildes”.[1] Con el triunfo sobre la agresión externa e interna parecía que definitivamente se había conquistado toda la justicia posible.

Pero luego llegó la tríada burócratas/burocracia/burocratismo y empezó a hacer de las suyas, aunque el propio Fidel hubiera alertado desde temprano: “nunca el poder revolucionario puede ser un poder burocrático, jamás. Nunca el poder revolucionario puede distanciarse de las masas”.[2]

Tras medio siglo de empoderamiento burocrático, hoy sus caprichos parecen escapar al sentido común y se contagia con la soberbia de las clases oligárquicas de otros lares, a las que pretende emular. Por eso, cada vez más, se enajena a los humildes sus espacios habituales de socialización en interés de los nuevos ricos. O, peor aún, se les impide acceder masivamente a bienes y servicios imprescindibles en el mundo actual, por los desmedidos precios de un mercado cautivo donde casi no quedan nichos para los pobres.

Así, mientras la botella de ron más barata vale sesenta pesos -más de dos días de trabajo de un obrero industrial- y los precios del servicio de internet siguen siendo los más altos del mundo respecto al ingreso medio nacional, el que otrora fuera el mayor centro comercial de los habaneros, La Manzana de Gómez, se transforma en el exclusivo Gran Hotel Manzana Kempinski, lleno de tiendas exclusivas para turistas y nacionales ricos.

Foto: KEMPINSKI HOTELS © 2018

Quizás estos versos del gran poeta, cantante y actor soviético Vladimir Visotsky –traducidos por el poeta Juan Luis Hernández Milián- nos resulten útiles para entender que lo que pasa hoy aquí, ya pasó antes allá, en la matriz del mal llamado socialismo real.

Éramos los primeros en la cola

y la gente se quejaba y más se quejaba

y la gente clamaba por justicia:

− Éramos los primeros en la cola

Y ya están comiendo los que estaban atrás.

 

Explicaron para evitar un escándalo:

−  Les ruego, amigos, ¡váyanse!

Aquellos que están comiendo

/son extranjeros

y ustedes, perdón, ¿quiénes son?

 

Y la gente rezongaba y rezongaba más,

Seguro clamando por justicia: 

−  Éramos los primeros en la cola

Y ya están comiendo los que estaban atrás.

 

Otra vez explicó el administrador:

−  Les ruego, amigos, ¡váyanse!

Aquellos que están comiendo

/son delegados

y ustedes, perdón, ¿quiénes son?

 

Y la gente gritaba y más gritaba,

Y la gente clamaba por justicia: 

−  Éramos los primeros en la cola

Y ya están comiendo los que estaban atrás.

Poemario “Aún estoy vivo”, Moscú, 1966 /Ediciones Matanzas, 2010

Para contactar al autor: mariojuanvaldes@gmail.com

[1]“Discurso en el entierro de las víctimas de los bombardeos del día 14”, 15-4-1961, en Playa Girón. Derrota del Imperialismo, Ediciones R, La Habana, 1962, t.1, p. 76.

[2]“Discurso en la asamblea general de los bancarios”, 2-10-1961, en Ideología, conciencia y trabajo político 1959-1986. Edit. Política, La Habana, p.58.

22 octubre 2018 51 comentarios 270 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

Patronos y obreros

por Mario Valdés Navia 18 octubre 2018
escrito por Mario Valdés Navia

En el proyecto de constitución no hay referencia alguna a obreros, patronos y sindicatos. En la del 40, la palabra obreros aparecía 19 veces, patronos 10 y sindicatos una. En la del 76, la primera lo hacía en tres ocasiones, ninguna las demás. Por lo menos, aquí campesino y trabajadores aparecen una vez, y empleados seis; si bien esta última se refiere siempre a funcionarios de bajo nivel y nunca a obreros propiamente dichos.

Me parece que a una constitución socialista sin obreros ni sindicatos le falta algo. Aunque en un análisis de contenido no emerjan, es preciso referirse a cómo serán las relaciones entre ellos a partir de ahora. En particular, porque ya que la nueva constitución asume la propiedad privada y la cooperativa como realidades del modelo cubano, entonces es preciso reanalizar el papel de los sindicatos y del movimiento obrero en el país.

El rol tradicional de la organización obrera en los Estados de socialismo burocrático -ser correa de trasmisión de las decisiones de la dirección hacia las masas- no puede sostenerse en una sociedad donde las relaciones de explotación capitalista entre patronos y obreros están refrendadas en la propia constitución (Art. 21).

En la historia del capitalismo los sindicatos han sido siempre el baluarte del poder obrero. Su nivel de empoderamiento económico, social y político es un medidor del grado de madurez alcanzado por el proletariado en su lucha con la burguesía y su Estado, con independencia de la forma que este adopte. De ahí que el neoliberalismo actual se proponga destruir la fuerza de los sindicatos donde quiera que le sea posible.

En los inicios del movimiento socialista fueron los sindicatos los primeros nichos de poder obrero en lucha contra el liberalismo salvaje. Ellos fueron protagonistas de la Comuna de París, la Revolución Rusa de 1905 y la de Octubre. Los primeros soviets rusos nacieron de su seno, en los grandes centros de producción de la ciudad y el campo y las unidades militares.

Cuando se constituyó el poder soviético los sindicatos reclamaron una cuota importante de poder. Por ello, en 1921, la máxima dirección bolchevique cerró filas contra la llamada Oposición Obrera (OO) que postulaba que los sindicatos debían dedicarse, además de sus labores educativas, de propaganda y disciplinarias, a controlar toda la gestión económica del país a través de un Congreso de Productores, mientras el partido sería el guía político e ideológico de la nueva sociedad.

Su mensaje cargó contra la burocracia naciente y prometió una gestión económica más eficiente gracias a la iniciativa de los trabajadores. El grupo rechazaba las propuestas de Lenin y Trotsky de gestión cuasi militar de los trabajadores mediante sindicatos unidos a la administración, y exigía que fueran independientes del partido, los cargos con responsabilidades en economía contaran con su beneplácito y las fábricas quedaran en manos de comités elegidos por el voto directo de los trabajadores.

Ante el peligro de debilitamiento interno frente a la agresión extranjera, el X Congreso bolchevique prohibió la actividad de grupos disidentes en su seno y condenó a la OO como desviación sindicalista y anarquista. A partir de entonces, los sindicatos se convertirían en escuelas de comunismo, encargados en la práctica, no de representar los intereses obreros ante el Estado proletario, sino los de este ante los obreros.

Con el tiempo, Stalin y sus acólitos lograron neutralizar todos los mecanismos del poder obrero y sustituirlo por sus propios instrumentos amañados para eternizarse en el poder. Así, con cada limitación sobre el control obrero y la crítica revolucionaria, la revolución proletaria fue cediendo paso a la contrarrevolución burocrática.

En Cuba, la antigua, poderosa  y combativa Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC, 1939), formada por más de 700 organizaciones obreras independientes, se coinvirtió, en 1961, en una central sindical con 19 sindicatos nacionales ramales. De la antigua diversidad sindical solo quedaron las siglas y el liderazgo del querido Lázaro Peña.

Lo más importante en la actualidad es que el mecanismo de presión por excelencia de los obreros: la huelga –derecho humano universal reconocido desde el siglo XIX-, aunque se mantuvo en la Ley Fundamental de 1959, fue sancionada luego como una variante de la actividad contrarrevolucionaria. No fue incluido en la de 1976 ni en el proyecto actual.

El criterio de que la huelga es una forma de contrarrevolución al dañar la actividad económica de todo el pueblo actúa como un mecanismo de presión sobre los trabajadores que tienen/tendrán que aceptar las imposiciones de sus patronos (estado, inversores extranjeros, burgueses nativos de la ciudad y el campo, cooperativas) sin poder apelar a esta arma proletaria.

Lo más interesante es que no aparece tampoco ningún mecanismo constitucional para mediar en las relaciones entre capitalistas y obreros. Una sociedad donde prime el dejar hacer a los patronos sin el contrapeso de las luchas sindicales parece más el paraíso soñado de Adam Smith que el de Karl Marx.

18 octubre 2018 35 comentarios 330 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

El grito de una nación

por Mario Valdés Navia 10 octubre 2018
escrito por Mario Valdés Navia

El sesquicentenario del 10 de octubre lo es también de la nación cubana, aunque no exista entre nosotros consenso en torno a cuál es el día de la independencia de Cuba. Con el Grito de La Demajagua, de Carlos Manuel de Céspedes, la mal llamada Siempre Fiel Isla de Cuba mostró al mundo su indomable voluntad de independencia, libertad y soberanía nacional.

No fue Céspedes el primer cubano que se levantó contra el poder colonial. Desde inicios del siglo XIX el listado del martirologio cubano crecía sin cesar. Varela, Aponte, Sánchez, Infante, Heredia, Agüero, López, Armenteros y muchos más, jalonaron con su sacrificio el camino de la independencia.

Pero Céspedes sí fue el primero en hacerlo de manera abierta y pública, con un manifiesto al mundo que el telégrafo de Yara lanzaría al éter, y como parte de un plan nacional que vinculaba a grupos de los tres departamentos en que se dividía la Isla. Su resonancia nacional e internacional fue inmediata.

Gracias eternas sean dadas a la osadía del avezado conspirador y al ímpetu que Martí ponderó en él. Quizás, si hubiera optado por esconderse y esperar a que estuvieran dadas las condiciones idóneas para el levantamiento, aún ondearía en El Morro la bandera roja y gualda.

Nunca hubo mejores condiciones para un alzamiento separatista que en aquel momento. España estaba desgarrada por las Guerras Carlistas y la guarnición de la Isla no pasaba de diez mil hombres. En Cuba, el fracaso de los reformistas en la Junta de Información se conjugaba con la extensión por todo el país de las logias del cuerpo masónico Gran Oriente de Cuba y Las Antillas (GOCA), creado por el espirituano Vicente Antonio de Castro y Bermúdez, verdadera escuela política y centro de conspiración de los revolucionarios del 68.

El liderazgo de Céspedes provenía de su condición de rico terrateniente regional, abogado y hombre de letras, a lo que añadía su carisma personal, la aureola de duelista famoso -especialista en armas de fuego y espada- y su condición de Venerable Maestro de la logia del GOCA en Manzanillo, sumado a una larga trayectoria como rebelde.

Ya en 1843 había participado en la insurrección del general Juan Prim, en España, por lo que tuvo que salir para Francia como exiliado político. En 1852 participó en la fracasada rebelión de Las Pozas, vinculada al movimiento de Agüero y López, por lo que fue encarcelado y perseguido por los gobiernos de Concha y sus continuadores, que lo deportaron dos veces de Bayamo y lo vigilaban estrechamente. Por eso, de manera natural, al crearse el comité insurreccional de la zona de Manzanillo recayó en él la presidencia.

El acontecimiento del 10 de octubre no pudo ser más local. En 1867 Céspedes había comprado el Ingenio La Demajagua, en la costa este de Manzanillo. De ahí que cuando el Comité de Bayamo fijara el 24 de diciembre para el inicio de la rebelión y él, impaciente, adelantó la fecha para el 14 de octubre, diera  órdenes expresas a sus hombres –familiares, hermanos masones, amigos, clientes y esclavos- de acudir prestos a La Demajagua a su llamado.

Cuando la conspiración fue descubierta y se ordena detener a Céspedes, el telegrafista le avisó a través de su sobrino Ismael Céspedes, hijo de su hermano Francisco Javier, quien se lanza al campo desde el día 8, fecha en que el líder convoca a los patriotas a concentrarse en La Demajagua. Allí redacta su mensaje al mundo que se conoce como el Manifiesto del Diez de Octubre, donde proclama:

“Nadie ignora que España gobierna a la Isla de Cuba con un brazo de hierro ensangrentado (…) que teniéndola privada de toda libertad política, civil y religiosa, sus desgraciados hijos se ven expulsados de su suelo a remotos climas o ejecutados sin formación de proceso por comisiones militares en plena paz (…) la tiene privada del derecho de reunión como no sea bajo la presidencia de un jefe militar, no puede pedir remedio a sus males sin que se la trate como rebelde y no se le concede otro recurso que callar y obedecer (…) No nos extravían rencores ni nos halagan ambiciones: solo queremos ser libres e iguales como hizo el Creador a todos los hombres”.

Al amanecer del 10, la campana del ingenio toca a rebato llamando a hombres libres y esclavos. Unos 140 se concentran en la plaza El héroe se presenta portando una bandera nueva con los colores de la Revolución Francesa. Su querida Cambula la acaba de confeccionar según el esbozo cespedista, y es similar al pabellón de Chile -en guerra con España-; solo alternan los colores en los campos azul y rojo.

Todos juran ante la bandera luchar hasta la muerte por la independencia de la patria cubana. Céspedes lee el Manifiesto de Independencia y sus párrafos son aclamados por los hombres exaltados. Al final da la libertad a los esclavos y los convoca a unírseles en la lucha. Al grito de ¡Viva Cuba Libre! se inicia la Guerra de los Diez Años. Ha nacido un nuevo país. Cuba ha echado a andar.

10 octubre 2018 10 comentarios 392 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
  • 1
  • …
  • 18
  • 19
  • 20
  • 21
  • 22
  • …
  • 27

Ayúdanos a ser sostenibles

Somos una organización sin fines de lucro que se sostiene con donaciones de entidades e individuos, no gobiernos. Apoya nuestra independencia editorial.

11 años en línea

11 años en línea

¿Quiénes Somos?

La Joven Cuba es un equipo de investigación y análisis político que trabaja por un país justo, democrático y sostenible. Con una plataforma digital y un equipo especializado en el análisis de la realidad cubana, aspiramos a ser punto de enlace entre la sociedad civil y los decisores, mediante la investigación y la generación de conocimiento sobre la aplicación de políticas públicas.

@2021 - Todos los derechos reservados. Contenido exclusivo de La Joven Cuba


Regreso al inicio
La Joven Cuba
  • Inicio
  • Quiénes Somos
    • Equipo
    • Historia
    • Nosotros
    • Consejo Asesor
  • Grupo de Estudios
    • Libros
    • Dossiers
  • Contacto
 

Cargando comentarios...