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Mario Valdés Navia

Mario Valdés Navia

Investigador Titular, Dr. en Ciencias Pedagógicas, ensayista, espirituano

tornado

Después del tornado

por Mario Valdés Navia 7 febrero 2019
escrito por Mario Valdés Navia

Entre los rasgos admirables de la sociedad cubana se encuentra el sistema de la defensa civil y el grado de preparación y experiencia que ha alcanzado en la lucha exitosa contra los huracanes. El modelo cubano cuenta con un protocolo que ha permitido salvar numerosas vidas y recursos económicos y es referencia internacional ante el azote anual de los eventos naturales más mortíferos de la región.

Mas, el poderoso tornado de la noche del 27 de enero mostró que es preciso alistarse ante un nuevo peligro natural que se parece al huracán −viento fuerte, en aruaco− por la lluvia y el viento, pero es bien diferente. Su tránsito por varios municipios habaneros, entre los que se encontraba Diez de Octubre, el segundo más poblado del país, provocó una devastación sin precedentes en la historia isleña para eventos de este tipo.

Los tornados no son desconocidos en Cuba. En los llanos del interior hay mangas de viento, y en las costas suelen avistarse sus versiones acuáticas, las trombas marinas, pero el del 27 fue demasiado. Su poder destructivo de F4 −en la escala Fujita Mejorada de 5−, velocidad del viento superficial (280 km/hora), duración (16 minutos), diámetro (350 metros) y recorrido (20 kilómetros), lo convirtieron en un monstruo no solo a escala cubana sino para la media mundial.

En Estados Unidos, los tornados miden como promedio unos 150m de ancho y recorren unos 8 km en contacto con el suelo. Menos del 1% mundial llega al nivel EF4 del cubano y fuera de los Estados Unidos, Holanda, Reino Unido y el llamado Pasillo de los Tornados que incluye el noroeste, centro y sur de Argentina, sudoeste de Brasil, y sur de Paraguay y Uruguay, son sencillamente insólitos.

Esta vez nos afectó uno solo, pero los tornados suelen presentarse en oleadas y sucederse durante varios días mientras las condiciones propicias se mantengan. Lamentablemente, la repetición de su ocurrencia en Cuba se torna probable ya que el cambio climático puede incrementar sus escenarios favoritos: las franjas de tormenta que incluyen nuestros ansiados frentes fríos.

Es preciso ganar experiencia para que un tornado futuro no nos tome tan desprevenidos y estupefactos como esta vez

Desde hacía varios días nuestros meteorólogos habían pronosticado un mal tiempo fuerte, con vientos, lluvias y penetraciones del mar. Era imposible predecir científicamente la aparición de un F4. No solo porque no había precedentes, sino porque tampoco lo pueden hacer los más duchos cazadores de tornados del mundo. Ni los satélites artificiales geoestacionarios pueden lograrlo –si tuviéramos acceso a ellos− porque un tornado es tan localmente intenso y fugaz que en lo que se anuncia su surgimiento ya se formó, pasó y desintegró.

Lo primero es olvidarnos del sistema de lucha contra huracanes basado en las cuatro etapas (informativa, alerta, alarma y recuperativa) que suelen extenderse por días y parten del seguimiento sistemático del ciclón, desde que se forma al otro lado del Atlántico o en el sur del Caribe, hasta que sale de territorio nacional. Ese tempo lento permite echar a andar el aparato burocrático durante días y semanas, poner el país en pie de guerra según protocolos establecidos para el antes, durante y después del paso del meteoro.

En este caso hay que remitirse a la experiencia de los que habitan en regiones de tornados frecuentes donde la eficaz alerta temprana es imprescindible para sobrevivir. Lo primero podría ser formar un cuerpo nativo de cazadores de tornados –en mar y tierra-, por cuanto la observación humana especializada sigue siendo un método muy usado en todo el mundo.

Estos observadores de tormentas pueden avisar de la inminente formación de un tornado con más de media hora de anticipación, suficiente para anunciar el peligro por todos los medios disponibles, incluyendo aplicaciones en las redes sociales. De inmediato se harían sonar las sirenas –las mismas ya instaladas para un ataque aéreo- y, puestos ya sobre aviso, disponerse todos a salvaguardar vidas y recursos con rapidez y organización.

Es importante que las familias sepan cuál es la habitación más segura de la casa para refugiarse en ella, generalmente la más interna, y si tuvieran sótano mucho mejor. Muchos han salvado la vida al refugiarse debajo de una escalera. A los que van en un transporte se les aconseja abandonar las vías y buscar un abrigo seguro. Si no aparece, lanzarse al fondo de la cavidad más profunda que encuentren y pegarse a tierra.

También es importante ignorar los mitos suicidas de abrir puertas y ventanas durante el tornado para que el aire entre y salga, refugiarse bajo los pasos de nivel de las autopistas, pegarse a los cristales para observar la trayectoria, o escapar en auto, porque nada de eso nos salvará del contacto y quedar a la intemperie en medio del veloz remolino suele ser fatal.

Ahora que se empiezan a restañar las pérdidas con el apoyo estatal y el espíritu de solidaridad de los más disímiles actores de la sociedad civil, el espíritu de lucha y de victoria de la idiosincrasia cubana tendrá que asumir a este nuevo enemigo natural pues parece que el bien llamado Mar de las Tempestades quiere denominarse también Mar de los Tornados.

7 febrero 2019 4 comentarios 267 vistas
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Martí y el Socialismo

por Mario Valdés Navia 29 enero 2019
escrito por Mario Valdés Navia

Cuando un observador ajeno se asoma a una discusión política entre cubanos queda atónito al constatar que, si bien los revolucionarios tienen a José Martí como inspirador principal, sus adversarios también lo exaltan como paradigma. Tal parece que para ambos bandos Martí es una fuente de derecho espiritual de primer orden, un cáliz divino en torno al cual se dirimen los más feroces combates ideológicos.

En este sentido, la re-interpretación constante del ideario martiano forma parte de la guerra de pensamiento[1]que hoy afecta a toda la humanidad y a los cubanos en particular. Cuestión de fondo en este debate es si existe o no compatibilidad entre los postulados de José Martí y Karl Marx.

Los revolucionarios pensamos que existen posibilidades reales de coincidencia y similitud en varios aspectos que nos permiten ser martianos y marxistas al unísono. En cambio, otros criterios insisten en su absoluta oposición, lo cual pondría en evidencia la incongruencia de los fundamentos ideológicos de la Revolución Cubana y su manifiesta orfandad teórica.

En la Isla, esta vertiente de los estudios martianos ha contado con numerosos exponentes. Aunque a veces los argumentos han sido metodológicamente incorrectos al defenderse una identidad absoluta entre ambos sistemas de pensamiento, y hasta un supuesto ascenso dialéctico de Martí hacia posiciones cercanas al marxismo. Verdaderamente, ni José Martí ni Karl Marx necesitan uno del otro para brillar con luz propia en la historia del pensamiento.

Por otro lado, afanarse en buscar frases aisladas que expresen ideas similares de ambos pensadores, solo conduce a un acercamiento artificial y/o a una burda manipulación extra-científica. Intentar dilucidar el contenido de esta relación ha de hacerse desde la lógica interna de ambos sistemas de pensamiento, con toda honestidad y respeto por el ideario de cada uno y las verdaderas circunstancias en que fue expresado.

Exageran los que creen que Martí conoció a profundidad el ideario marxista pues,como era natural en su época, no lo privilegió sobre otras concepciones sociales pro-obreras, como los anarquismos de Mijail Bakunin y Pierre-Joseph Proudhon, o el reformismo de Henry George.

La perspectiva martiana tenía a Karl Marx como uno más entre los pensadores socialistas. Incluso, según el número de veces que hace referencia a esas figuras en sus Obras Completas, no es Marx el más mencionado, sino el agrarista norteamericano Henry George, al cual dedicó varias crónicas en sus Escenas Norteamericanas.

La conocida simpatía martiana hacia los trabajadores y sus luchas, hizo posible que adoptara durante su vida actitudes pro-socialistas que se iniciaron en México y continuaron luego en los EE.UU. Tales acercamientos pueden encontrarse tanto en sus análisis de la sociedad norteamericana, como en sus declaraciones ante las comunidades de obreros cubanos de La Florida, donde los ideales anarquistas alcanzaron fuerte arraigo.

Asimismo, esa amistad sincera por los obreros condicionó sus conocidas prevenciones hacia el socialismo. Entre ellas sobresalen las que expresara a su amigo Fermín: “Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados”.[2]

Lo cierto es que en el núcleo del pensamiento martiano hay un evidente componente socialista. Este se manifestó en el compromiso reiterado a los obreros emigrados de que no trabajaban para traidores y que sus sempiternos intereses y aspiraciones de justicia social y democracia política serían reconocidos y puestos en práctica en la república futura pues:

El cambio de mera forma no merecería el sacrificio a que nos aprestamos, ni bastaría una sola guerra para completar una revolución cuyo primer triunfo solo diese por resultado la mudanza de sitio de una autoridad injusta. Se habrá de defender en la patria redimida la política popular […] y ha de levantarse […] un pueblo real y de métodos nuevos, donde la vida emancipada, sin amenazar derecho alguno, goce en paz de todos.[3]

En estos tiempos en que la presencia de José Martí se acrecienta entre los cubanos a tenor con los debates sobre la nueva constitución y los aires de reforma y renovación que se respiran por doquier, vale la pena acercarse nuevamente a sus ideas sobre el socialismo. Una razón demás para sentirlo, no como un héroe de épocas pasadas, sino como nuestro contemporáneo y compañero.

[1]José Martí afirmó: “De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace. Ganémosla a pensamiento”. Nuestra América. Edición Crítica, Centro de Estudios Martianos, 1992,  p.19.

[2]“Carta a Fermín Valdés Domínguez”, New York, mayo de 1894. Epistolario, t4, pp. 128-129.

[3]“Nuestras ideas”. Patria, 14-3-1892. OC, T1, p.315-316.

29 enero 2019 9 comentarios 1.367 vistas
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Los modelos de socialismo

por Mario Valdés Navia 21 enero 2019
escrito por Mario Valdés Navia

La reciente conmemoración del 40 aniversario del inicio de las reformas en la República Popular China que dieron lugar al llamado socialismo con características chinas, puso nuevamente en el orden del día el tema de los modelos de socialismo. La discusión es tan vieja como la aparición del ideal socialista y ya José Martí, quien incluía en ese concepto a todo el pensamiento defensor de los intereses de la clase obrera y el establecimiento de una nueva sociedad, advertía: “Socialismo.- Lo primero que hay que saber es de qué clase de socialismo se trata”.[1]

Cuando los bolcheviques tomaron el poder en Rusia no implantaron el socialismo al que aspiraban, sino el que pudieron, marcado por las condiciones de vida o muerte que les imponían la guerra civil, la invasión de 17 ejércitos extranjeros y el bloqueo total de los estados burgueses. Fue llamado Comunismo de Guerra (1918-1921) y desde entonces se discute si fue un modelo para construir la nueva sociedad, o un conjunto de medidas desesperadas para defender el poder obrero ante sus numerosos enemigos internos y externos.

Lograda la victoria y ante la necesidad de resanar las heridas dejadas por el gigantesco esfuerzo de guerra, se instauró la Nueva Política Económica (NEP), modelo que reabrió cauces a la existencia de la producción mercantil, el interés material, la propiedad privada y las inversiones extranjeras en la URSS. Con claridad meridiana, Lenin la llamaba capitalismo de Estado y consideraba que ideológicamente era un retroceso necesario y transitorio hacia un Estado de economía mixta.

Luego de la muerte de Lenin, y consolidada la hegemonía burocrática con la conquista por Stalin del poder absoluto (1928), este decidió sustituir la NEP por la industrialización acelerada y la colectivización forzosa. Surgió así el modelo del socialismo estatizado al que los estalinistas, para defenderse de sus críticos internos y externos, denominaron triunfalistamente socialismo real. El espíritu del nombre era similar al del estribillo de aquel hit del Médico de la Salsa que proclamaba: “somos lo que hay, somos lo máximo”; es decir: lo tomas o lo dejas, me copias o no tienes derecho a existir como socialismo.

Tras la victoria en la guerra mundial, el modelo fue injertado a los países ocupados por el Ejército Rojo y luego asumido por las revoluciones china, vietnamita y cubana, con más o menos reticencia. De ahí que haya sido verdaderamente histórico el paso dado por los comunistas chinos en 1978, cuando decidieron abandonar aquel patrón y establecer una forma radical de socialismo de mercado que los ha llevado a alcanzar indiscutibles éxitos.

Pocos años después, en 1986, los gobiernos comunistas de Vietnam y Laos decidieron adoptar sus respectivos proyectos de socialismo de mercado. El primero lo inició cuando el VI Congreso del Partido Comunista de Vietnam abandonó el modelo estatista y adoptó reformas conocidas como Doi Moi (Renovación). Con ellas se promovió la propiedad privada en el campo y la industria, se abrieron las puertas a la inversión extranjera directa, al tiempo que el monopolio político del PC se mantenía incólume. El resultado ha sido tan exitoso que hoy la economía vietnamita es la de más rápido crecimiento en el mundo.

Los comunistas laosianos del Pathet Lao aplicaron un “nuevo mecanismo económico” con el fin de introducir reformas destinadas a estimular el sector privado, la regulación mercantil y la descentralización de las empresas. No obstante, el atraso de sus fuerzas productivas no les ha permitido despegar y la agricultura de subsistencia sigue siendo la rama principal de su economía que solo ha logrado acelerar su crecimiento en el nuevo milenio.

En el ínterin, todos los países de la otrora poderosa comunidad socialista europea renunciaron al socialismo y retornaron al capitalismo en procesos más o menos traumáticos. Hoy por hoy, solo dos países: la República Popular Democrática de Corea -con su Idea Zuche, de vieja raíz estalinista- y Cuba, conservan vigente el modelo de socialismo estatizado y centralmente planificado. Hasta el momento Cuba no ha roto los cabos que la atan a ese modelo históricamente descartado, ni con el Proceso de Actualización, los Lineamientos, el Plan 2030 y la nueva constitución del 2019.

De los modelos de socialismo, mi favorito es el cuasi ideal autogestionario y participativo, basado en la economía social. Su único antecedente histórico fue la República Federal Socialista de Yugoslavia (1946-1991), creada por Yosif Broz Tito, quien fuera baluarte de la resistencia socialista ante el pretendido hegemonismo de Stalin. Este modelo, donde los colectivos laborales asumieron la administración de sus respectivas empresas, se concretó en un estado descentralizado territorialmente, fundador del no alineamiento a la geopolítica bipolar de entonces.

Cuando se autodestruyó el bloque socialista europeo, la orgullosa Yugoslavia socialista se tornó inadmisible para el capitalismo unipolar, que propició su cruel desmembramiento mediante la exacerbación de los nacionalismos internos que condujeron a las sangrientas guerras yugoslavas (1991-2001), las cuales asolaron la rica y vigorosa federación y la fracturaron en siete países independientes.

Hoy, los preceptos de la autogestión socialista están latentes de alguna manera en procesos del llamado Socialismo del siglo XXI (Venezuela, Bolivia) donde la economía mixta, el fomento de las propiedades cooperativa y comunal y las formas de participación política directa otorgan un contenido más democrático y libertario a las relaciones socialistas.

En la Cuba actual crece lentamente la tendencia a luchar por arrimar nuestro proyecto socialista a este modelo, más afín al régimen de “productores libres” al que aspiraron Marx, Engels y casi todos los verdaderos socialistas que en el mundo han sido. En esta hora de reformas vitales al proyecto cubano habrá que bregar incesantemente por introducir estos elementos en nuestro modelo como parte del proceso de creación heroica del socialismo latinoamericano.

[1]“Cuaderno de Apuntes” No 18. OC. T21, p. 386.

21 enero 2019 9 comentarios 534 vistas
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La liebre y la tortuga

por Mario Valdés Navia 15 enero 2019
escrito por Mario Valdés Navia

La República Popular China (RPCH) conmemora el 40 aniversario del inicio de las reformas que, propuestas y encabezadas inicialmente por Den Xiao Ping, se plasmaron en la creación del llamado socialismo con características chinas basado en la economía de mercado socialista. El modelo chino se concibió como una forma radical de socialismo de mercado donde el Estado se abstendría de fijar los precios y favorecer a sus empresas, pues todos los sujetos económicos competirían en un mercado único donde los precios se formarían libremente mediante la competencia.

En este lapsus de casi medio siglo la RPCH ha avanzado como un gigante de siete leguas, a un promedio de elevación del PIB del 7,5% anual. Su economía pasó del lugar 24 al 2 a nivel mundial. Hoy se le considera el taller del mundo y ocupa primeros lugares en renglones tales como: producción industrial, valor de las exportaciones, monto del capital exportado e importado, reservas internacionales, nuevas patentes y licencias de alta tecnología, entre otras.

En lo social, no solo eliminó la hambruna y la malnutrición, sino que de sus 1340 millones de habitantes, unos 360 millones pasaron a la clase media. Mas, no todo es positivo en la RPCH. Es un país con un alto nivel de desigualdad social y regional y, a escala global, se le considera un gran contaminante, succionador voraz de recursos naturales y materias primas del Tercer Mundo. Políticamente, sigue siendo un país socialista, gobernado por el partido comunista más grande del planeta. Como superpotencia, es un protagonista de la geopolítica mundial, abanderado del multilateralismo y la libertad de comercio.

Nos guste o no su socialismo de mercado, lo cierto es que los éxitos del modelo chino superan con creces sus deficiencias. Intentar hacer una comparación entre ese gigante y la pequeña Cuba no pasaría de ser un ejercicio mental intrascendente, pero sí existen algunos aspectos en que la experiencia china –replicada por Viet Nam y Laos a su manera- pudiera ayudar a responder algunas preguntas que hoy se plantean a la realidad cubana.

Teniendo en cuenta que ya llevamos treinta años con problemas de crecimiento –desde antes del período Especial- bien podríamos cuestionarnos: ¿el crecimiento de la desigualdad social y territorial es un precio posible a pagar por el auge económico sostenido?; ¿puede un país socialista atraer a su emigración para incorporarla, de manera ventajosa, como factor de crecimiento económico sin que se vuelva una fuerza política subversiva?; ¿el fomento de la iniciativa privada y cooperativa llevaría al debilitamiento y crisis al sector socialista de la economía y pondría en peligro la hegemonía del PC?.

Las respuestas que la historia china de los últimos cuarenta años brinda a estas preguntas se resumen en que vale la pena correr tales riesgos para avanzar por el camino de la consolidación del modelo socialista escogido y aumentar los niveles de prosperidad y felicidad del pueblo. Para eso no se puede dar un paso adelante y dos pasos atrás constantemente, ni creer que aplicando los mismos métodos se van a alcanzar resultados diferentes.

Los comunistas chinos han demostrado también que hay que apostar por la renovación periódica de la dirigencia. Solo así es posible que nuevas ideas, enfoques y modos de actuación accedan a posiciones de liderazgo que permitan relanzar el proyecto de reformas socialistas según vayan transformándose las variables internas y externas más importantes.

La descentralización, a través del empoderamiento de los colectivos obreros y los territorios, aunque inicialmente provoque desigualdad, tiende a debilitar a la gran burocracia y fortalece al socialismo a nivel nacional. El sector estatal sobre los medios de producción fundamentales se fortalece en la competencia con otros tipos económicos y su papel se acrecienta en la medida en que se robustece el socialismo en su conjunto.

Las condiciones de partida de la Cuba de hoy para una transformación radical de su modelo socialista son muy superiores a las que tenía China al inicio de la reforma en 1978. Por demás, los países del fosilizado socialismo real también se transformaron radicalmente, solo que lo hicieron hacia el capitalismo. Otro elemento a tener en cuenta es que la cuestión del modelo de crecimiento y desarrollo que se postule, hay que plantearlo como proyecto prospectivo al pueblo y al mundo de manera clara, sincera y transparente. Y aquí sí hacen falta consignas precisas y orientadoras para cada etapa.

Al paso seguro, pero lento y pusilánime de la tortuga nunca se construirá ningún proyecto real de desarrollo, aunque para saltar como una liebre haya que correr riesgos dolorosos, caerse y levantarse, rectificar y dar rodeos, pero seguir adelante chapeando la maleza sin misericordia. Por el éxito que obtuvieron en el camino que se trazaron: ¡felicidades a la experiencia del socialismo con características chinas en sus primeros cuarenta años!

15 enero 2019 8 comentarios 333 vistas
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Muchas Cubas en una Cuba

por Mario Valdés Navia 8 enero 2019
escrito por Mario Valdés Navia

Cuba llega al 2019 con su nueva constitución aprobada por la totalidad de los diputados/constituyentes y lista para ser refrendada por el pueblo en el referéndum del 24 de febrero. Con los cambios que se le hicieron tras el proceso de discusión popular ganó en democratismo y coherencia, aunque los mecanismos para preservarla e impedir que le pasara lo mismo que a la actual quedarán para la próxima.

El planteamiento de muchos tradicionalistas, relativo a no dar carácter constitucional al matrimonio igualitario, fue resuelto de manera salomónica. Realmente, la solución fue la más correcta y muchos creímos desde un inicio que el tema no debió llevarse nunca a discusión. Por su naturaleza, los derechos humanos son consustanciales a todos y su reconocimiento no debe ser resuelto por votación ni consenso. Un decreto puede resolver el problema y no será nada extraño a la gobernanza cubana.

No obstante, llama la atención que la opinión de una masa fundamentalista, aunque activa y presionante, haya hecho sacar un artículo del proyecto constitucional.  Esto constituye un hito en el debate de temas peliagudos en Cuba. En otros casos –desde la aprobación de mayores edades de jubilación, hasta las actuales regulaciones a los transportistas privados en la capital-, las medidas impopulares sencillamente se han decretado y hay que cumplirlas de porque sí.

¿Será que el reconocimiento a la diversidad y la opinión de las minorías va a establecerse como una práctica en la vida política cubana? Eso sería extraordinariamente beneficioso para la res pública a la que muchos aspiramos. No obstante, su extensión a otros ámbitos va a ser difícil, entre otras cosas porque  el discurso de la identidad es sumamente grato a la hegemonía burocrática.

Desde que se estableció en la Rusia Soviética, la dictadura burocrática socialista no habla nunca sino a nombre de entelequias indeterminadas, tales como: la causa del comunismo internacional/los intereses de todo el pueblo/la masa de trabajadores/los revolucionarios de ayer, hoy y siempre/las mujeres/los campesinos/la niñez y la juventud, etc.

A partir de esta supuesta cohesión y unidad imprescindibles ante las acechanzas -reales, o exageradas- del enemigo interno y externo, la alta burocracia puede medrar a sus anchas con el poder que la sociedad delega en ella. En el caso cubano, no se cansan de manipular conceptos de valor sentimental para las mayorías, como: la Revolución, el pueblo, las masas trabajadoras, la niñez y la juventud, y otros términos generalizadores.

Que haya diversos derechos políticos, económicos y culturales que no se reconozcan plenamente en Cuba y, en cambio, que se haya sido tan respetuoso con los opositores al matrimonio igualitario no lo veo como una negación, sino como un paso de avance. Mejor aún, es un antecedente para exigir también el reconocimiento de otros derechos inalienables, como la libre expresión ideológica y política, el establecimiento de salarios y precios acordes al mercado cubano, la unificación monetaria, el empoderamiento real de los colectivos laborales y los municipios, entre otros.

Desde principios de los años ochenta, el reconocimiento de la diversidad ha adquirido cuerpo en la gobernanza internacional y es hoy un principio de la ciudadanía mundial. Cuba hace bien en defenderlo con uñas y dientes en el plano internacional, tan cargado de unipolaridad y pensamiento único. Así lo hicieron también los recién nacidos comunistas cubanos cuando lucharon por su reconocimiento político entre 1925-1938, aunque por entonces fueran una sección de la Internacional Comunista, creada bajo los auspicios de un gobierno extranjero.

Ese mismo espíritu de respeto hacia el otro debería primar en todos los ámbitos de la sociedad cubana, con la excepción de aquellas actitudes proclives a renunciar a la soberanía nacional en pos de salvar sus mezquinos intereses. Reconocer en el debate constitucional que somos iguales y diferentes; que hay muchas Cubas en esta pequeña Isla y que todas merecen igual consideración y respeto, es un buen augurio para el 2019. Hallo que nos acerca aún más a la república “con todos y para el bien de todos” de que hablara el Maestro, donde como él exigiera, se respetara: “La unidad del pensamiento, que de ningún modo quiere decir la servidumbre de la opinión”.[1]Es que la verdadera unidad en estos tiempos ha de ser la unidad en la diversidad.

[1]“Generoso deseo”, OC. T1, p. 424.

8 enero 2019 16 comentarios 552 vistas
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Algo pasa, pero falta

por Mario Valdés Navia 27 diciembre 2018
escrito por Mario Valdés Navia

Me satisface observar lo que ocurre en las actuales Mesas Redondas y sesiones de la Asamblea Nacional, junto a las medidas tomadas por el gobierno para enderezar algunas de las infelices travesuras jurídicas diseñadas por el pensamiento burocrático para supuestamente dirigir y controlar mejor a los TCP y al polémico campo cultural. Son señales que hacen pensar que algo está cambiando, para bien, en la gobernabilidad cubana.

En las últimas semanas aprecio también una liberalización del espectro de comentarios en el visitado portal Cubadebate que abre paso a la socialización de opiniones críticas, antes inusuales en los medios oficiales. En muchas ocasiones, estas contienen ideas que por su nivel de madurez parecen más el fruto de largas meditaciones de los autores sobre cuestiones cubanas que meros comentarios de ocasión.

La presencia sistemática de ministros/as y viceministros/as como protagonistas de las Mesas Redondas, orientada por el presidente Díaz-Canel para que rindan cuentas de los pormenores y resultados de su gestión, es una muestra de transparencia y respeto que los enaltece. Al mismo tiempo, permite al pueblo/soberano valorar directamente el nivel de profesionalidad y el carácter de cada uno en una comparecencia pública.

Con el tiempo, este modo de actuación hará que las explicaciones sean cada vez mejor diseñadas desde el punto de vista comunicativo. Seguramente, estarán también mejor fundamentadas y ganarán en credibilidad, de modo que no nos dejen, como ocurre en ocasiones, con las ganas de verlos concluir presentando sus cartas de renuncia.

La intervención del presidente en la comisión donde se debatía la cuestión de la informatización de la sociedad cubana abre expectativas de cambios que irían más allá del tema en cuestión. En particular, es grato escucharlo cuando retoma el texto de la Conceptualización del modelo socialista cubano, pues cuando se intentan sin cesar medidas de freno y demora a las transformaciones en curso, valdría la pena contraponerlas siempre a la letra y el espíritu reformista de ese documento.

El nuevo esquema de desarrollo hasta el 2030, esbozado por el ministro de economía y refrendado por el presidente, parece enfocado en acabar de diseñar un modelo de desarrollo socialista afincado más en las capacidades, fortalezas y oportunidades de la Cuba actual y menos en la esperanza de ayuda internacional y el añorado fin del bloqueo.

Pero para eso hallo que hay dos factores de los que se habla poco, o nada. El primero es la renegociación del contrato social al interior de la sociedad  cubana, lo cual pasa inexorablemente por resolver las tareas pendientes de la reunificación monetaria, la reforma general de salarios y precios y la apertura de nuevas formas de participación ciudadana en la transformación del país, que nos saque definitivamente de la modorra prevaleciente hoy y reviva el entusiasmo colectivo.

Lo segundo es la liberación de las fuerzas productivas del pueblo, atenazadas por una hegemonía burocrática que da por bueno el orden establecido. Esta cuestión es esencial pues las fuerzas productivas están formadas, en primerísimo lugar, por la fuerza de trabajo y es ahí donde radican, al unísono, las mayores fortalezas y debilidades de nuestra economía.

Las primeras por el alto nivel de preparación y creatividad del capital humano disponible, y las segundas por los desestímulos existentes para la realización económica de los trabajadores y sus familias a partir de ingresos bien habidos. Una sociedad de trabajadores donde el trabajo honesto no sea la fuente principal de vida no puede crecer ni desarrollarse, con, o sin bloqueo norteamericano.

A esto se añade la cuestión de los frenos a la iniciativa económica de los cubanos y cubanas. Nótese que no me refiero solo a la privada y cooperativa, sino también a la de los colectivos de las empresas estatales. Aunque de estos últimos se habla mucho menos, son ellos los que producen la masa fundamental del PIB y, por postulado constitucional, constituyen “el sujeto principal de la economía cubana”.

Es increíble que sea en ellos donde las oportunidades de prosperar, aportar iniciativas, ejercer la autogestión sobre los medios de producción y elegir democráticamente a los cuadros se tornen mucho más difíciles, cuando no imposibles.

La sociedad cubana pide a gritos una renovación del socialismo en pos de un modelo más democrático, próspero y participativo, pero eso pasa por lo que el Granma llamó, en 1967: “la revolución que aún no se ha hecho en otros lugares (…) ¡La revolución antiburocrática!”.[1]

Para contactar al autor: mariojuanvaldes@gmail.com

[1]“La lucha contra el burocratismo: tarea decisiva”, publicado en El Orientador Revolucionario No 5, del Granma, 12 de marzo de 1967. “Lecturas de filosofía”, tomo II. Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1968, pp. 647.

27 diciembre 2018 9 comentarios 324 vistas
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¿Socialismo sin acumulación?

por Mario Valdés Navia 10 diciembre 2018
escrito por Mario Valdés Navia

Si bien escribí sobre la imposibilidad de concebir un sector capitalista cubano sin reproducción ampliada o acumulación capitalista, tampoco puede existir economía socialista a partir de una reproducción simple o parcial. Quizás alguien piense que en medio del bloqueo norteamericano, el de la burocracia y El Niño, Cuba no puede crecer; y hasta pudiéramos darnos por satisfechos con lograr una reproducción parcial que nos permita subsistir; pero lo cierto es que sin crecimiento económico no hay socialismo posible.

Ambos modos de producción requieren ampliarse constantemente, aunque los argumentos ecologistas han puesto en entredicho la vieja definición de la ley económica fundamental del socialismo como: la satisfacción de las necesidades siempre crecientes de la sociedad mediante el crecimiento ininterrumpido de la producción. El agotamiento de los recursos naturales y el calentamiento global demuestran que el consumo tiene que racionalizarse en todo el mundo, pues la Pacha Mama no es un barril sin fondo.

En el caso cubano, el problema del subdesarrollo agudiza la necesidad del crecimiento, por lo que es hora de encontrar soluciones endógenas a la cuestión del ahorro productivo, un problema que no puede esperar a que llegue un gobierno a la Casa Blanca que elimine el bloqueo, o a que a los chinos les dé por invertir masivamente en Cuba.

Realmente me preocupa la reproducción en general del sector socialista, no solo la ampliada. Nunca oigo hablar del empleo por las empresas de los fondos de reposición del capital fijo, o activos fijos tangibles. Tal parece que la reproducción simple tampoco se prioriza. ¿Será por eso que los mantenimientos casi nunca se efectúan en tiempo, y que la renovación de los equipos, los combustibles y las materias primas se vuelven un problema aunque la empresa sea costeable financieramente?

Esto me recuerda la pregunta que me hizo un alumno de inquietas neuronas: “¿el trabajo de los obreros en las empresas socialistas también crea valor, o eso solo ocurre en el capitalismo?”. Rememoré aquel instante cuando supe lo que ya se informa oficialmente: la economía cubana solo crecerá un 1% en el 2018.

Busqué mi bitácora personal -el planificador de mi cell convertido en diario- y constaté que este año no nos afectó ningún ciclón, terremoto, sequía aguda ni cataclismo de ningún tipo. Las torrenciales lluvias de mayo llenaron las presas de todo el país para el resto del año. Recordé que numerosos colectivos obreros desfilaron por la TV haciendo gala de sus resultados, miles de caballerías fueron sembradas –y espero que cosechadas, aunque esa parte no recuerdo haberla visto–. Las formas no estatales pagaron sus impuestos; los médicos, informáticos y científicos crearon producciones y servicios de alta tecnología y se sucedieron los reportes de las nuevas inversiones efectuadas en el turismo, ETECSA y otras ramas.

A punto estuve de llegar a la misma conclusión que mi alumno, porque: ¿adónde fue a parar todo el nuevo valor creado por los millones de trabajadores cubanos: obreros, campesinos, científicos, trabajadores de la educación y la salud, deportistas, TCP, artesanos y artistas durante este año?

Este magro resultado macroeconómico solo puede interpretarse como que, o bien hubo grandes pérdidas en la gestión económica por causas no explicadas, o las nuevas inversiones de casi 500 millones anunciadas para el año, más todo lo que entró por la inversión extranjera vía remesas, solo ampliaron en un 1% nuestro PIB, algo inconcebible para un proceso inversionista de esta magnitud en una economía de mediana escala como la cubana.

Constantemente se repite que la falta de fondos de inversión lastra el posible crecimiento económico, pero si ya la mayoría de las empresas estatales son rentables y los gastos del estado se han contraído con el adelgazamiento de los subsidios a las empresas y a la población, el paso de miles de trabajadores al sector no estatal y el ahorro de fondos de la reserva ante el benigno estado del tiempo: ¿qué más hace falta para que pueda crecer el PIB aunque sea un 2%?

Lo que debe estar claro para todos es que, tal y como ocurre en los negocios capitalistas, una parte de las ganancias de las empresas socialistas han de pasar a engrosar el ahorro productivo. Ellas son la fuente principal para la acumulación socialista y la renta nacional no se puede seguir gastando por el Estado sin apenas dar cuenta pública de sus gastos en el pago de compromisos internacionales que no sabemos cómo se originaron ni fueron gastados.

Es ilógico el desprecio por el mercado interno cubano. No puede ser que los médicos produzcan miles de millones de dólares en el exterior y ninguno en Cuba, como si no hubiera un presupuesto de salud; o que el sabroso daiquirí de un cantinero cubano tenga valor si se lo toma un turista foráneo y ninguno si lo hace un cubano que lo paga en CUP, en el bar de la esquina, al cambio de la CADECA.

Con estas contradicciones en el registro y ponderación del manejo económico nunca habrá acumulación socialista, ni fondos de reposición, ni mantenimientos, ni crecimiento. Si los valores creados por los trabajadores cubanos se esfuman estadísticamente, o no se explica al pueblo su utilización de manera pública y transparente por las autoridades competentes digo como Hamlet: “algo no anda bien en Dinamarca.”

10 diciembre 2018 20 comentarios 281 vistas
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¿Capitalismo sin acumulación?

por Mario Valdés Navia 4 diciembre 2018
escrito por Mario Valdés Navia

Aunque el proyecto de constitución reconoce la propiedad privada burguesa, obstaculiza su propia naturaleza. Si bien la definición que se hace de ella en el artículo 21 –“la que se ejerce sobre determinados medios de producción, de conformidad con lo establecido”- es tan ambigua que pudiera servir también para cualquier otra; es en el siguiente donde se le niega el pan y la sal: “El Estado regula que no exista concentración de la propiedad”.

El absurdo radica en que la propiedad capitalista solo se reproduce de manera ampliada mediante la llamada acumulación capitalista, proceso de conversión de una parte de la plusvalía en nuevo capital. Tal expansión perpetua es lo que permite el crecimiento incesante de las fuerzas productivas en ese régimen mientras que, al unísono, provoca la destrucción insaciable de la naturaleza y de gran parte de lo producido en pos de la obtención de mayores ganancias.

Fue este el as que llevó al triunfo del capitalismo ante otros modos de producción donde predominaba la reproducción simple o parcial, como el esclavista o el feudal. Creer que en Cuba podrá legalizarse un sector capitalista sin que pueda ampliarse incesantemente es como querer enseñarle a un tiburón que deje de nadar tras sus presas.

Lo peor es que este postulado constitucional no es un capricho de la comisión de los 33, sino un reflejo fiel de la política de contención que el gobierno aplica hacia todo el sector no estatal. Analicemos algunos hechos económicos de nuestro entorno actual y apreciaremos los desbarajustes a los que tal enfoque nos está conduciendo en campos y ciudades.

Los campesinos cubanos son todos propietarios de nivel alto o medio gracias a las leyes de reforma agraria y las entregas de tierras en usufructo. Como clase, están más cerca de los antiguos kulaks rusos que de los actuales sem terra brasileños. No obstante, su producción está subordinada a un plan que le impone el MINAGRI y a las veleidades del acopio estatal, verdadero agujero negro que destruye más de lo que lleva al consumidor final.

Las posibilidades de decidir sobre su producción por estudios de mercado, capitalizar sus ganancias en industrias transformadoras, comprar insumos en el exterior, o comercializar sus producciones en el mercado libre le están vedadas por una legislación agraria inapelable ante la justicia ordinaria.

Sus parientes del joven sector capitalista urbano están aún peor. Hasta parece un milagro conjunto de varias religiones cubanas que este sector pueda ser rentable. Sin mercado mayorista que lo abastezca ni créditos favorables, con mínimos encargos estatales y atenazados por incontables trabas, prohibiciones e insaciables inspectores, todavía se las arreglan para competir ventajosamente con sus homólogos estatales.

A siete años de su implementación nadie dice cuál es la magnitud total de las inversiones hechas en el sector, aunque se sabe que les ha entrado una buena cantidad de financiamiento a través de las remesas. A falta de informes oficiales, la mayoría de los cubanistas coinciden con la Economist Intelligence Unit de la CIA en que entre un 30 y un 50% del total de las remesas se emplea como capital. Estamos hablando de más de 500 millones de USD por año, cifra que supera con creces el monto total de inversiones declarado por el Estado.

Además de la recepción de inversión extranjera directa, también tiene otras ventajas sobre las empresas estatales,  entre ellas: la libre comercialización en la doble moneda, disponer de la mejor fuerza de trabajo y los nexos inconfesables con el mercado negro.

Si en todo este lapsus los negocios han sido rentables, me pregunto: ¿cuánta ganancia se ha acumulado en estos años?; si los dueños no la han podido invertir en Cuba por las limitaciones existentes ¿a dónde han ido a parar esos fondos de inversión?; ¿será que junto al monto principal y los dividendos de los remesistas/inversionistas ha estado fluyendo hacia el extranjero capital cubano?, ¿o será que se desvía hacia la economía sumergida?, esa que todos sabemos que existe a gran escala aunque no se hable de ella en público.

Mención aparte para el sector del capitalismo de Estado. Aquí rige el secreto más tremebundo. Ni las empresas del holding militar GAESA, las asociaciones de capital estatal-transnacional, las empresas cubanas en el exterior, o los negocios de capital extranjero 100%, rinden cuentas públicas de su gestión, del total de sus ganancias, ni del capital que reinvierten en la economía cubana. Pareciera que este sector no es parte de la economía nacional, sino una sección enajenada de la que los cubanos de a pie no tenemos derecho siquiera a disponer de información fidedigna.

Lo cierto es que el capital cubano, originado por el trabajo de nuestros proletarios y obtenido por nuestros pequeños y medianos capitalistas, tiene constreñida por ley el reproducirse de manera ampliada. Reconocerlo y autorizarlo para circunscribirlo a una reproducción simple, propia de una aldea feudal, no parece eficaz ni eficiente. De todas formas, él está ahí, perseverante y pujante, y hoy por hoy es la forma más expedita de burlar el bloqueo yanqui al ser el único receptor cubano de capital productivo proveniente de las entrañas mismas del imperio.

4 diciembre 2018 9 comentarios 405 vistas
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