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Mario Valdés Navia

Mario Valdés Navia

Investigador Titular, Dr. en Ciencias Pedagógicas, ensayista, espirituano

La reforma pospuesta y los ojos del pescado

por Mario Valdés Navia 8 mayo 2020
escrito por Mario Valdés Navia

Mi abuelo era un buen discutidor que solía usar como argumento lapidario algún refrán de la inefable escuela de la calle. Uno de ellos era: “Compraron pescado y le cogieron miedo a los ojos”. Lo recuerdo cada vez que pienso en cuál ha sido el destino de los Lineamientos, la Conceptualización, los Objetivos de la Estrategia 2030 y la Constitución 2019. En la práctica, el grupo de poder hegemónico reniega de ellos pública y constantemente.

Las exigencias de la cuarentena por la COVID-19 han puesto al desnudo las inconsecuencias del discurso oficial respecto a las reformas al modelo. Si se acordó que el perfil económico-social del país sería el de una economía mixta, con un sector socialista predominante y una amplia presencia de otros tipos económicos, hoy está claro que al Partido/Estado no le interesa desarrollar la autogestión socialista de los colectivos laborales, la propiedad cooperativa, las micros, pequeñas y medianas empresas (mipymes) de ningún signo, y mucho menos la propiedad privada.

¡Ahora, hasta resulta que las experiencias de China y Viet-Nam, tan alabadas en su momento y largamente estudiadas por una comisión ad hoc de funcionarios que dedicaron una buena cantidad de recursos públicos a recorrer ambos países, no son aplicables a Cuba! ¡Eso lo sabíamos sin necesidad de ir a China! Bastaba con estudiar lo mucho que se publica sobre ambos países en todo el mundo. Hasta el propio secretario del PC de Viet-Nam vino acá y dictó una conferencia magistral sobre la Du-Moi.

Lo que se hizo en países tan diferentes al nuestro solo es válido como referente para adoptar un modelo propio. Hace siglos que Varela: “nos enseñó primero en pensar”. No a copiar, sino a pensar con cabeza propia; a crear, como diría Martí. Las soluciones propias tienen que partir de los debates internos entre propuestas nacidas de los que vivimos y conocemos la realidad cubana y de veras queremos “cambiar todo lo que deba ser cambiado”. Y esto no equivale a que vivan fuera, o dentro del territorio nacional. Aquí tampoco: “son todos los que están, ni están todos los que son”.

Es increíble que ahora los voceros de los que defienden a capa y espada los intereses del capitalismo de Estado en Cuba, aliados a poderosos grupos del capital transnacional, se rajen las vestiduras cuando alguien habla de potenciar las mipymes, como si eso no estuviera en la letra y el espíritu de los dos últimos congresos del PCC y gozara de amplio consenso popular. Para ellos no importa que sea la vía más expedita para paliar la grave escasez de alimentos y el espectro del desempleo que ya se cierne sobre decenas de miles de trabajadores.

A los que acusan de apologetas de la propiedad privada a cualquiera que critique la ineficacia sempiterna de monopolios estatales impuestos a la fuerza y defienda un modelo de economía mixta ya aprobado por el pueblo cubano, tanto en consultas oficiales como en la economía real, debía darles vergüenza. No he leído a nadie que critique la gestión estatal en la producción biofarmacéutica, o minero-energética, pero sus desbarajustes en la agricultura, el comercio y la producción y distribución de alimentos son ya insostenibles.

Tampoco creo que sea el mito de la propiedad privada lo que conduce a la sangría constante de recursos humanos que agobia a Cuba desde hace años. De hecho, son muy pocos los emigrados que devienen capitalistas, la inmensa mayoría se pasa la vida trabajando para otros; por tanto, no dejan de ser proletarios. Como tampoco son TCP los que hacen lo mismo dentro de Cuba al emigrar hacia el sector privado, aunque la versión oficial cubana no quiera admitirlo y meta a patronos y obreros en el mismo saco.

En medio de todo este debate de larga data se enfrentan dos actitudes opuestas. De un lado está una minoría soberbia de cubanos incompletos –sietemesinos les llamaba Martí−, que no creen realmente en la capacidad del pueblo para el autodesarrollo. Esos siempre aspiran a encontrar por el mundo un poder externo que los mantenga en su lecho de rosas. Antes eran España, USA, o CCCP; hoy son las transnacionales, o cualquier gobierno afín por razones geopolíticas.

Del otro, están los que aspiramos a un desarrollo nacional autóctono a partir del  talento y la capacidad de resiliencia del pueblo cubano. Es esa mayoría humilde que siempre busca como salir adelante, dentro y fuera de Cuba. La forman científicos y guajiros, emprendedores y amas de casa, artistas y empleados, intelectuales y obreros, burócratas y soldados, religiosos y ateos, comunistas de verdad y patriotas de cualquier signo.

Para estos hace tiempo que el bloqueo es una constante en sus análisis, no una variable que dependa de la supuesta solidaridad internacional, o de que llegue al poder en los USA un gobierno que nos quiera. Cuba tiene tantas riquezas humanas y naturales que, bien conducida y movilizando todas sus potencialidades, podría alcanzar niveles mucho más altos de desarrollo, aún con el bloqueo y en plena COVID-19. Pero, hay que acabar de reformar la eco (casa) de todos, o, como diría mi abuelo: “Cuando llegue el sombrero ya no hay cabeza”.

8 mayo 2020 38 comentarios 322 vistas
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glocalizacion

Postnormalidad y glocalización

por Mario Valdés Navia 5 mayo 2020
escrito por Mario Valdés Navia

La amplia y eficaz experiencia criolla en la lucha contra huracanes nubla el entendimiento de muchos sobre qué es la Covid-19 y provoca un falso trasplante de fases. Para algunos meteorólogos-epidemiológicos ya pasamos la etapa de seguimiento (contagio externo), estamos en la alerta (transmisión local limitada) y aún no sabemos si habrá o no alarma nacional (epidemia), la que daría paso –más o menos rápido- a la bienvenida recuperación. Error, nada será así.

Si el ciclón afecta por unos días, esta pandemia lo hará por años, y no pasará por determinados lugares sino que llegará a todos y se quedará después como una endemia más. Cuando esté controlada –sea por inmunidad poblacional o vacunas efectivas- y comience la postnormalidad, casi todo será diferente. El mundo que conocemos habrá cambiado, y Cuba con él.

Todo parece indicar que la globalización dará paso a lo que han llamado glocalización, un ajiaco de globalización con economías locales. La pandemia pone de manifiesto que el mito de la aldea global es endeble, que países y regiones no pueden confiarse en que todos sus problemas se resolverán mediante la producción de algunos bienes y/o servicios para un mercado planetario que los proveerá de todo lo demás.

En pocos meses el sars-cov-2 descoyuntó, no solo varios de los sistemas de salud más sofisticados, sino el funcionamiento del comercio mundial, flujos de capital, migraciones laborales y la industria globalizada. De súbito, el slogan imperante del necesario achicamiento del Estado y sus servicios públicos se vino abajo, y dio paso a reclamos por un rol más fuerte y decisivo del poder central en el aseguramiento colectivo.

Temas tales como: soberanía alimentaria, industrias nacionales, mercado interno, y estímulo a la producción local en detrimento de lo importado, se esparcieron por todo el mundo. Mientras cerraban miles de negocios, millones de obreros eran desempleados y los trabajadores informales se quedaban sin sustento, los gobiernos se debaten entre dos opciones contrapuestas: mantener el distanciamiento físico para salvar una mayor cantidad de vidas, o reabrir la economía para evitar la bancarrota y una crisis económica global quizás peor que la pandemia.

Cosas que el establishment global aceptaba a regañadientes, como criptomonedas, energías renovables, salud pública, gobernanza digital y ciudadanía en red, pasan al discurso de políticos y parlamentos de cualquier signo como si nada. Mayorías que clamaban por sus derechos amenazados por los Big Brothers, aceptan la vigilancia digital epidemiológica más rigurosa −vía móvil/cámaras/internet− como una bendición de Dios. Las criticadas experiencias china, coreana y de Singapur en el monitoreo de la ciudadanía, son copiadas y perfeccionadas por Europa, Rusia y USA.

Mientras, en Cuba la Covid-19 nos cambia la vida aceleradamente. Si el comercio en línea apenas había llegado hace par de meses, de pronto se anuncia como la más reciente novedad nacional. Plataformas como tuenvío.cu aún prometen más de lo que cumplen, pero ya existen como alternativa cómoda para los que pueden y tienen cómo usarla. En muchos lugares, los trabajadores por cuenta propia (TCP) –y sus clones de la economía sumergida− se las arreglan para montar sistemas locales y barriales de venta a domicilio mediante redes sociales, para bien de muchos. Y en primerísimo lugar, de nuestra querida ETECSA.

La producción local de los campesinos, TCP y las innombradas pero existentes micros, macro y medianas empresas son reconocidas en los medios nacionales y territoriales –¡hasta en el NTV!− por su aporte a los consumidores en cuarentena. Propaganda política y publicidad comercial se unen para el bien de todos.

El papel de los municipios y sus gobiernos locales se agiganta, mientras se contrae el de los provinciales. La presencia de ministros y otros ejecutivos nacionales en los medios muestra públicamente quién es quién, a pesar de preguntas sosas y la benevolente actitud de los periodistas. Vecinos y emprendedores, artistas y cacharreros, policías y bandidos, adquieren relevancia nacional. ¡La glocalización cubana ha echado a andar!

5 mayo 2020 14 comentarios 743 vistas
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postnormalidad

La vida en la postnormalidad

por Mario Valdés Navia 28 abril 2020
escrito por Mario Valdés Navia

La Covid-19 ha de cambiar nuestra forma de ver la vida y la muerte. Un pueblo alegre, solidario y alejado del tema por razones culturales, se estremece cuando seis de sus miembros mueren por la epidemia en una jornada, pero en el mundo mueren de hambre 6000 infantes en ese lapsus, y no pasa nada. En la Isla, cada día “normal” del 2018 falleció una media de 291 compatriotas por diversas causas. Solo por influenza y neumonía –cuarta causa de muerte− lo hicieron 8248, 22 por día.[1]

Claro que lo importante para todos en este momento es respetar el aislamiento para evitar la explosión del contagio y que vayan a colapsar los servicios de cuidados intensivos, con su triste corolario de muertes evitables. Pero, cuando esto pase, sería bueno que hiciéramos una relectura de nuestros conocimientos, puntos de vista y valores sobre la vida y la muerte, la cuestión más importante para los seres humanos desde que Zeus nos la impuso como castigo por aceptar  el fuego que el generoso Prometeo nos había obsequiado.

Cuando muchos sueñan con regresar a la normalidad yo me digo: “No, la normalidad no funcionaba. Ella fue la causa del problema”.

En primer lugar, porque si el virus viene de los animales salvajes, como afirman la OMS y la mayoría de los científicos, fue la explotación desmedida del planeta la que, al destruir cada vez más terreno virgen, puso en contacto directo a la fauna silvestre con personas que la compran habitualmente para comer. Por eso existen esos infectos mercados populares en China y otras regiones de Asia, África y América Latina, adonde acuden los proletarios ante la falta de dinero para comprarse una alimentación adecuada.

Las hermosas imágenes de mares y ríos transparentes, animales creídos extintos que reaparecen, y otros silvestres que inundan los espacios temporalmente vacíos de personas en campos y ciudades, en lugar de parecernos regalos de Dios para embellecer nuestro temporal encierro, nos debían llenar de vergüenza y hacernos meditar largamente. Mientras muchos disfrutamos de verlos, otros engrasan sus fusiles y afilan sus arpones para la fácil matanza que harán el día que puedan caer sobre los desprevenidos animales.

¡Cuanta razón tenían los ecologistas y defensores de la permacultura y que mal los hemos tratado! ¡Cuánto nos reímos de ellos, tildándolos de irresponsables, retrógrados y ecoanarquistas, ante sus reclamos de salvar el planeta! ¡Gloria a las “locas” distopías de la ciencia ficción que nos prepararon para lo que venía mucho mejor que los gobiernos! En Cuba, nos alcanzó el sars-cov-2 sin haber avanzado lo suficiente en la reforma del modelo.

Ahora surge la pregunta clave: ¿hay que congelar las reformas y continuar con los viejos métodos –si es eso posible aún−, o hay que seguir adelante a marchas forzadas y hacer en tiempos de pandemia lo que se podía haber hecho en la normalidad?

Ahora, las cosas se tornan más claras para tirios y troyanos: el sistema primario de salud, los grandes centros de investigación y sus colectivos de científicos y la industria biofarmacéutica, frutos del alto grado de socialización socialista que permite la propiedad estatal, son las grandes fortalezas que el pueblo agradece y la mayor parte del mundo admira. Pero, la agricultura estancada, el desbarajuste de acopio, la industria minimizada y la escasez sempiterna de los mercados populares, se muestran incapaces de hacer frente a las demandas de una población en cuarentena.

Durante décadas se han escrito artículos, ensayos y libros enteros llenos de propuestas viables para dar solución a esos problemas mediante el fomento de la autogestión empresarial, cooperativas en diferentes sectores, fomento de las pymes y una reforma general de la circulación monetario-mercantil que facilite el funcionamiento económico. Están engavetados casi todos, sometidos a lo que Engels llamara con sorna: “la crítica demoledora de los roedores”.

Espero que esta crisis vírica nos lleve a acelerar las reformas y alcanzar un estadio superior en el funcionamiento del modelo cubano. No: “regresar a la normalidad”, sino alcanzar un estado de postnormalidad que permita superar la época de las inversiones inexplicables, la gobernanza por decretos, la televisión feliz y la soberbia burocrática. ¡Si hasta el planeta parece resetearse al paso de la Covid-19 y se habla de un inevitable reacomodo de las potencias y sus esferas de influencia global, es lícito pensar que en Cuba también se harán las cosas de otra forma!

Espero que novedades como: el teletrabajo, la relación más directa del productor agropecuario con los mercados, el “descubrimiento” oficial de que no se puede tratar por igual a proletarios y burgueses como TCP, el poder de las redes sociales, y la revalorización del lugar que ocupan los científicos, artistas y el personal de servicios en la sociedad, formen parte habitual de la vida en la postnormalidad.

También, que mirar la muerte a los ojos es parte del día a día y prepararse para ella ha de ser parte de la vida desde la niñez. Por eso hay que facilitarle oportunidades a la gente para lograr la mayor cuota de prosperidad y felicidad posible en el breve lapsus de sus vidas, no en un futuro incierto cuyo horizonte se aleja cada vez más.

[1] Anuario Estadístico de Cuba 2019, Cuadros 3.15: “Defunciones por edades quinquenales y sexo”, 19.18: “Tasas de las principales causas de muerte”; Anuario Estadístico de Salud de Cuba 2018: Cuadro 19: “Mortalidad según primeras 35 causas de muerte. Ambos sexos” y cálculos del autor.

28 abril 2020 17 comentarios 236 vistas
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El covid-19 y las reformas en Cuba

por Mario Valdés Navia 22 abril 2020
escrito por Mario Valdés Navia

Todo parece indicar que la humanidad tendrá que acostumbrarse a vivir con el covid-19 por un tiempo más largo del previsto inicialmente. Si demoró cuatro meses descubrir el primer millón de contagiados, al segundo se arribó apenas tres semanas después. Ya China prevé un rebrote en su territorio para octubre y los países que ralentizaron la expansión inicialmente, como Rusia, Islandia y Perú, ahora atraviesan por un contagio galopante. Mientras no haya vacunas eficaces solo la inmunidad poblacional/comunitaria dominará la extensión.

Cuba apuesta exitosamente por acorralar las cadenas de contagio y aplanar la curva ascendente, pero no puede impedir la expansión. Fortalezas y debilidades del país se manifiestan al unísono en este nuevo frente de batalla. Mientras el alto nivel del sistema de salud y la producción biofarmacéutica alientan la confianza, la escasez de alimentos y otros bienes de consumo obligan al pueblo/población a salir a la calle a jugársela ante el sars-cov 2.

En las redes sociales proliferan los memes que hacen mofa de la gordura y el stress que provoca el encierro en todo el mundo. De hecho, en la mayoría de los hogares cubanos estamos exentos de esas preocupaciones. Día a día, muchos salimos –siempre con nuestro necesario y agobiante nasobuco− en pos de comida y artículos indispensables que se tornan particularmente difíciles de encontrar.

Pena y vergüenza dan las críticas a personas que están en colas para comprar comida a los suyos.

Apoyo cualquier medida para castigar a indisciplinados e irresponsables, organizar el acceso y respetar las medidas de protección indicadas, pero basta de tratar de abochornar a miles de necesitados que no son ni suicidas, ni asesinos, simplemente tienen que salir a luchar por llevar algo a su mesa familiar.

En este contexto de aislamiento social el Estado fortalece su papel de distribuidor, pero hay muy pocas cosas que puedan racionarse para toda la población por la vía de la libreta de abastecimientos equitativa, o las dietas especiales. Por eso creo que la descentralización de provincias y municipios debe aumentar y que cada gobierno demuestre así su capacidad real de manejar la crisis y proteger mejor al pueblo con los recursos que logre afanar.

Algo similar ocurre con el fomento de la micro, mini y mediana empresa, así como la formación de cooperativas, postergados una y otra vez. Este es el momento de tomar acciones para liberar las fuerzas productivas, tesis que ya no se bien qué significa. Como estudiante y profesor que fui de M-L aprendí que el socialismo se hacía para eso −en primer lugar liberar la fuerza de trabajo de los obreros−, la vida me hizo comprender mi error a tiempo.

Si hoy no se puede seguir importando tanto en comida creo que el dinero existente debía invertirse solo en los productores probadamente eficientes y eficaces, sean estatales, cooperativos o privados. De todos modos, lo de no importar ahora es cuestionable y ha de ser tratado puntualmente, pues parece que los grandes stocks de alimentos invendibles en otros lugares han provocado una caída de los precios que bien se podía explotar para las grandes compras que suele hacer Cuba.

Más que convocar al honor indiscutido de los productores, lo necesario hoy es invertir más en el agro y su industria asociada.

Los fondos multimillonarios para hacerlo están ahí: hay que paralizar ya proyectos interminables y de dudosa trascendencia −al estilo del trasvase este-oeste− y la inversión inmobiliaria en la construcción de habitaciones turísticas cuando las existentes apenas se llenan a un 60%. Según la OIT, el turismo internacional demorará años en reestablecerse; mientras que la baja explotación de los millones de hectáreas de tierras fértiles que tenemos haría pensar dos veces al mismo Dios si es tan necesario querer transformar radicalmente el paisaje oriental.

Hasta ahora, la mayoría de las medidas que ha tomado el gobierno central han sido acertadas y fortalecen su rol de benefactor social, pero no serán suficientes si esta situación se alarga por meses y se extiende la magnitud del contagio. Para sobrevivir, todos los sujetos económicos han de incrementar su papel en el abastecimiento del deprimido y minimizado mercado interno.

Las reformas liberalizadoras son hoy más necesarias que nunca. Así, las colas podrán disminuir, habrá más que repartir a nivel de cuadras y barrios y el pueblo/población podrá estresarse por tener que quedarse en casa, y quien sabe si hasta engordar –los que quieran− en esta cuarentena.

22 abril 2020 16 comentarios 470 vistas
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La imposibilidad de abolir el trabajo asalariado hoy

por Mario Valdés Navia 14 abril 2020
escrito por Mario Valdés Navia

(Respuesta al artículo: Marx y la abolición del trabajo asalariado)

La lectura del artículo “Marx y la abolición del trabajo asalariado”, de Fernando Hugo Azcurra, me satisfizo por su defensa de los postulados marxistas más auténticos. Pero, si bien es cierto que Marx jamás pensó la distribución socialista en forma de salario pues el principio “De cada cual según su capacidad. A cada cual según su trabajo” lo concibió para economías naturales, en bonos de trabajo, retomar la consigna de abolir el trabajo asalariado en los actuales programas de transformación revolucionaria de la sociedad capitalista no me parece históricamente viable.

La cuestión no está en que la esclavitud asalariada haya dejado de existir y superarla no sea ya un imperativo de los que soñamos con una sociedad sin explotados ni explotadores. Al contrario, en las sociedades de vocación socialista pueden y deben irse aplicando experimentalmente mecanismos de distribución complementaria más allá del salario. Pero abolirlo solo puede constituir un ideal lejano de futuro, porque hacerlo sin un sucesor que cumpla mejor las tareas de estimulación al trabajo es una experiencia que ha costado muy caro donde quiera que se haya impuesto. La cura ha sido peor que la enfermedad.

Donde primero se trató de pasar a una distribución directa de lo producido fue en la Rusia soviética durante la Guerra Civil (1918-1920), aunque no por preceptos ideológicos, sino por la cruda realidad del comunismo de guerra y la hiperinflación existente. Mas, desde la aplicación de la NEP y luego la economía planificada del modelo estalinista (1921-1991) el salario se revalorizó y se mantuvo como forma principal de estimulación.

Fue en la China maoísta de El Gran Salto Adelante (1958-1961) donde se cuestionó el lugar de la producción asalariada en el socialismo y se privilegió la creación de comunas campesinas para la producción directa, tanto de bienes agrícolas como de acero. Los resultados de aquel macabro intento de aceleración del proceso histórico fueron una terrible hambruna que segó millones de vidas y la recesión económica.

Años después, el voluntarismo politiquero de Mao y sus seguidores provocó la Revolución Cultural China (1966-1976) donde se cuestionó demagógicamente el empleo de las relaciones monetario-mercantiles (RMM) en el socialismo, como parte de sus ataques al llamado sector derechista de la dirección y a los cambios en la URSS de la era Jrushchov. Mas, fue en su versión extrema: la Kampuchea Democrática (1975-1979) de los Khmers Rojos, donde el intento de ruralizar el país sobre la base de la implantación violenta de una economía natural e igualitaria, sin RMM, llegó a provocar la muerte de la cuarta parte de la población.

En Cuba, tras la implantación del socialismo (1960-1963), la forma capitalista tradicional de distribución del nuevo valor creado (renta, ganancia, salario) desapareció como tal. En aquellas condiciones de laboratorio social y plaza sitiada, se inició un experimento social donde se abandonaron las lógicas del mercado en pos de la centralización del nuevo valor creado en manos del Gobierno Revolucionario con el fin de satisfacer las necesidades de la defensa, dar solución a los graves problemas sociales (pobreza extrema, insalubridad, analfabetismo…) y lograr la nivelación de las grandes diferencias sociales en un país que contaba con una de las economías más productivas de la región.

En política económica esto se expresó en el abandono de los dos sistemas iniciales de gestión (Cálculo Económico y Financiamiento Presupuestario) y la implantación del Sistema de Registro Económico (1965-1971) donde prevalecía el igualitarismo en la distribución y el consumo y el reparto directo de bienes y servicios. De manera paternalista, el Estado benefactor devolvía a los ciudadanos una porción significativa del nuevo valor creado mediante cuantiosos fondos sociales de consumo (educación, salud, seguridad social, recreación, etc.): las famosas gratuidades de hoy. Al unísono, los bajos precios de los artículos de primera necesidad vendidos en el mercado normado de alimentos y productos industriales hacían posible la satisfacción de las necesidades básicas de las familias a través de los ingresos salariales, con altos índices de salario real y una homogeneidad social del consumo que servía de base a la unanimidad política.

A seguidas, en la etapa del Socialismo Real cubano (1971-1991), el nuevo pacto social que se impondría ─copia cubanizada del modelo soviético─ aceptó la estimulación material de los trabajadores a partir de la aplicación de la distribución según la cantidad y calidad del trabajo, tanto por la vía salarial como por premios y otros fondos colectivos a nivel de empresa. Asimismo, el fomento de un amplio mercado complementario (paralelo) permitía la realización sistemática de los ingresos adicionales de los trabajadores de forma más o menos amplia.

Con el advenimiento de la crisis de los noventa (Período Especial), la súbita debacle económica dio al traste con el viejo consenso social y creó la llamada crisis de valores, reflejo en la conciencia social de la descomposición del sistema estatizado de economía socialista bajo los golpes combinados de la caída del sistema socialista mundial, el recrudecimiento del bloqueo norteamericano y la persistencia del retrógrado modelo centralizado de gestión burocrática con sus innumerables factores de freno a las fuerzas productivas.

En un país subdesarrollado y bloqueado, donde la producción de bienes y servicios no abastece las necesidades, ya no de la sociedad, sino tan siquiera de un mercado deprimido, no es honesto referirse a la fuerza de trabajo de los trabajadores si no es para considerarla como una mercancía que se compra y se venda en el mercado de trabajo a partir de la Ley del Valor, y donde se tengan en cuenta, como raseros para determinar su precio (el salario): el costo de la canasta básica, como nivel mínimo; la cantidad y calidad del trabajo que aporte cada uno al producto final y la demanda efectiva de ella en las diferentes ramas de la economía. Lejos de abolirlo, lo que se requiere es continuar perfeccionándolo como factor fundamental de estimulación de los trabajadores.

Para contactar al autor: mariojuanvaldes@gmail.com

14 abril 2020 15 comentarios 535 vistas
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responsabilidad

Ciencia y responsabilidad vs covid-19

por Mario Valdés Navia 11 abril 2020
escrito por Mario Valdés Navia

La cuestión del paso a la etapa de trasmisión epidémica autóctona limitada –no local, como a veces se dice− no es algo formal sino real, tanto en medidas concretas como en el imaginario social. Demuestra que Cuba, aunque apenas entrando en la fase de epidemia, no puede librarse de ella. Se acabó la quimera de que el sars-cov-2 no afectaría al homo cubensis. No obstante, se percibe aun esa actitud en periodistas y dirigentes que se jactan de que su territorio sigue libre del mal, sin haber aplicado ni pruebas rápidas a sus pobladores y a sabiendas de que la OMS considera que el 50% de los contagiados son asintomáticos.

Reitero que la covid-19 es una enfermedad viral contagiosa que muchos podremos contraer alguna vez. Al no existir vacunas aún, solo la inmunidad comunitaria −o poblacional− la superará definitivamente. Los tratamientos de cuidados intensivos y los fármacos que ayudan al sistema inmunológico –como el interferón cubano- son muy caros y deficitarios. Por eso, la victoria no es impedir que la enfermedad entre, sino que su brusca expansión provoque avenidas masivas de casos graves y críticos que hagan colapsar el sistema hospitalario con su carga de muertes innecesarias.

A partir de la experiencia internacional, la OMS ha puntualizado que la política de aislar los casos infectados para romper las cadenas de contagio no impide la expansión, solo la limita, posterga y aplana la curva ascendente de infestación. No es posible creer, de manera soberbia, que no habría picos en Cuba y que seguiríamos con una tendencia cuasi lineal.

Todo gráfico de curvas tiene topes, o picos, lo importante es que no sean muy altos ni muy bruscos.

La presencia de los científicos en la Mesa Redonda del miércoles 7 vino a responder la pregunta reiterada sobre cuándo se prevé el pico en Cuba y a qué nivel. Con la mesura requerida ante procesos tan dinámicos y multifactoriales, a partir de un modelo matemático con variables precisas y objetivas, se adelantó una fecha probable: primera quincena de mayo, y tres posibles cotas: crítica, media y favorable. Todas dependientes de la efectividad de las medidas estatales y la responsabilidad ciudadana.

De ahí que la estrategia cubana para el enfrentamiento a la covid-19, insista en el uso del nasobuco, desinfectantes probados (jabón, alcohol, cloro), las alertas tempranas y la imposición de la mayor cuarentena posible. Por eso, en medio de este combate de la ciencia por la vida, me deja estupefacto el anuncio de la distribución generalizada de un producto homeopático de dudosa efectividad, el Prevengo-vir. Su título efectista, sin respaldo científico alguno, tiene evidentes intenciones ilusorio-compensatorias puramente comerciales.

Hasta que no aparezca la inmunidad comunitaria habrá que apelar al estoicismo y la resiliencia. Las medidas adoptadas para la expansión del trabajo a distancia, el aprendizaje en línea, el distanciamiento social y la distribución normada y controlada de productos deberán incrementarse gradualmente y formarán parte de nuestras vidas por varios meses.

Las pertinentes decisiones anunciadas por los ministros del transporte y el comercio interior en la MR del jueves 9 estuvieron en correspondencia con el necesario reforzamiento de las anteriores. Por eso, aunque molestas para algunos, gozaron de amplia aceptación popular al estimular la permanencia en la casa y el barrio y acercar la comida a las tradicionalmente exiguas despensas de los hogares cubanos.

Hay consenso popular de que la mayor presencia policial y militar en las calles es una necesidad.

El cuidado de los bienes y el control de las indisciplinas son fundamentales en esta coyuntura excepcional. Pero, en un estado de derecho, la constitución y las leyes están por encima de todo y solo la declaración de un Estado de Emergencia por epidemia –incluido en la reciente ley suprema del 2019− puede justificar cualquier tipo de acciones que conlleven la violación de derechos individuales plasmados en el magno texto.

Cuba está mejor preparada que la mayor parte del mundo para vencer la pandemia por su sistema de salud, defensa civil organizada, experiencia en el enfrentamiento a enfermedades contagiosas y otras catástrofes naturales, y control centralizado sobre los recursos y reservas. Mientras más rápido se activen nuestras mentalidades para enfrentarla a nivel del país, la comunidad y la casa mejores resultados podrán esperarse.

No será metiendo la cabeza en la arena, creyéndonos inmunes, o contemplando lo mal que les va a otros, que la podremos sortear. La población tiene que saber que hasta ahora estábamos en los umbrales del problema y podíamos mirar a unos pocos contagiados con estupor y pena. Pero lo cierto es que todos tendremos que luchar contra un enemigo que ya está aquí y vino con la intención de quedarse dentro de nosotros. Solo entre todos podremos vencerlo más rápido y mantenerlo bajo control.

11 abril 2020 7 comentarios 299 vistas
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salud

La salud cubana a la caza de la Covid-19

por Mario Valdés Navia 6 abril 2020
escrito por Mario Valdés Navia

La intervención del ministro y la vice-ministra de salud en la Mesa Redonda del día 3 de marzo dejaron en la teleaudiencia una alta dosis de seguridad y confianza en la fortaleza del sistema de salud cubano y la estrategia que se está siguiendo en el combate a este Señor Oscuro. Al unísono, saber que Cuba no está a la espera, sino a la caza del virus, nos llena de orgullo hacia nuestros científicos y personal de la salud, con su larga y rica historia.

Elevar a 641 las camas en terapia intensiva, preparar 14 brigadas médicas para ayudar a otros países, garantizar la inmunidad de los 43 participantes en la evacuación del crucero británico errante, y saber que 815 turistas españoles decidieron quedarse en Cuba a pasar la pandemia, son muestras del intenso y eficaz trabajo que se realiza, cuando aún no llega al mes esta batalla. En las calles de Matanzas y toda Cuba, se aprecia ya una mayor disciplina del pueblo/población en el uso del nasobuco, la permanencia en las casas y la ausencia de niños y adolescentes en la mayoría de los espacios públicos.

 El invierno se acerca pero mis héroes reales lo enfrentan con decisión, dentro y fuera de Cuba.

Mientras los espirituanos descubren los primeros contagios y capturan de inmediato a los indisciplinados que escapan del aislamiento; en el barrio El Naranjal, de Matanzas, mi hijastra Lily sale a diario a realizar su pesquisa para la detección de enfermos respiratorios. Al mismo tiempo, en Madrid, mi primo Pepe se afana en la atiborrada sala de cuidados intensivos de un hospital y en New York, el famoso científico de origen espirituano Arturo Casadevall experimenta un viejo/nuevo tratamiento antiviral a partir del plasma de los curados.

Como conferencista invitado, he visitado dos entidades de salud en La Habana que me han impactado al conocer de cerca la magnitud y significación del trabajo de sus colectivos: la Unidad Central de Cooperación Médica (UCCM) y BioCubafarma, la OSDE farmacéutica más importante del país. En la UCCM −donde he acudido varias veces a disertar sobre temas martianos− compartí con cientos de trabajadores y cursistas. Esto me ha permitido comprobar la alta complejidad y dedicación del trabajo que realizan, y los valores de humanismo y solidaridad que forman en los potenciales colaboradores, embajadores de la salud cubana en diferentes lugares del mundo.

Orgullosos podrían sentirse los ilustres antecesores de la actual potencia médica cubana del lugar que esta ocupa en el mundo y su papel en la salvación de la humanidad ante esta amenaza invisible. Desde Vicente de Castro, Tomás Romay, Carlos Finlay, y tantos otros médicos precursores, hasta José Miguel Gómez y su secretario de salud, el doctor Matías Duque Perdomo, Coronel del Ejército Libertador, creadores del primer ministerio de salud en el planeta.[1] Sin olvidar que, en el lejano 1634, se había fundado el Real Tribunal del Protomedicato de La Habana, tercero de América, precedido solamente por los de los Virreinatos de México y Perú.

Al triunfar la Revolución y empezar a implementarse el Programa del Moncada, donde Fidel había propuesto soluciones viables al problema de la salud −uno de los siete mayores que tenía Cuba−, hubo que enfrentar de súbito el éxodo de casi la mitad de los seis mil galenos con que contaba el país. Esa cifra, aunque representaba la mayor per cápita de América Latina, estaba concentrada en las grandes ciudades y en la atención de las capas medias y altas; mientras los pobres, especialmente, las familias campesinas, apenas recibían atención médica.

Con el trabajo sacrificado de los que se quedaron, se lograron elevar los indicadores de salud, fomentar las campañas masivas de vacunación y extender los servicios por toda Cuba; hasta que el fomento de la carrera de medicina y las primeras graduaciones de nuevos médicos permitieron reponer y superar las plazas faltantes. Este esfuerzo sostenido permitió que, en 1970, se lograra lo que considero una de las más grandes conquistas, no solo de la sociedad socialista, sino de toda la historia de la ciencia y la salud en Cuba y el orbe: la integración de un Sistema Nacional de Salud único, primero de América.

Por tanto, en este año de prueba para los humanos, está cumpliendo su primer medio siglo de existencia nuestro Sistema Nacional único de Salud. Qué mejor escenario para hacerlo que implicado hasta el tuétano en esta colosal batalla por la supervivencia de la especie, tanto en Cuba, como en cualquier rincón del mundo, sea en la Europa opulenta, o en el África pobre.

[1] Decreto No. 78 del Gobierno Provisional, a propuesta del Dr. Barnet Roque de Escobar, asesor de la Comisión Consultiva. Publicada en la Gaceta Oficial el 26 de enero de 1909, para entrar en funciones dos días después al restaurarse la República. Siguieron a Cuba: Austria, 1917; Checoslovaquia, 1918; Gran Bretaña,  1919; Francia, 1920; República Dominicana y Líbano en 1921 y Turquía, 1923.

6 abril 2020 20 comentarios 353 vistas
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Ceres, please, come soon!

por Mario Valdés Navia 4 abril 2020
escrito por Mario Valdés Navia

The Mesa Redonda (MR) of Monday, March 30, devoted to agriculture and transportation, managed to make me overcome my usual agnosticism and awaken my hidden polytheistic religiousness. I remembered that, in the Roman pantheon, Ceres was the goddess of agriculture, harvests, and fertility. From her offspring –the cereals– came the tasteless energy-giving paste which was the staple food of Latium. Her cult was related to plebeians, who dealt with the production and trading of agricultural products.

Her task was so complex and important that Jupiter assigned her a brigade of twelve minor gods to tend to the specific aspects of agriculture: Vervactor plows the land for sowing; Reparator prepares it; Imporcitor breaks it; Insitor sows; Obarator tills the surface; Occator channels it; Sarritor weeds it out; Subruncinator thins out the seedlings; Messor does the harvesting; Conuector transports the harvest; Conditor stores it; and Promitor distributes it.

Watching that MR I realized that, in Ceres’s last visit to Cuban fields –I am yet to pinpoint when that was– she only left a few to look after them. According to official information regarding sowing and more sowing, you can see Insitor has grown fond of us; while Messor, Conuector, Conditor, and Promitor barely come around. Or maybe they do it incognito, because at least in the TV News Bulletin there’s always produce somewhere in Cuba; you only have to find out when, where and at what price.

In the words by the Minister, centered on the need to substitute imports –of the 2 billion spent on food, it is estimated that between 600 and 800 million can be saved through national production–, there were plenty of directions and promises, and a lack of concrete answers to the uncertainty surrounding the production and marketing of produce. Particularly, I was surprised by two cardinal omissions: the absence of economic-financial indicators in the discourse of such a high authority, and the concealment of the role of private farmers in agricultural results.

The former is an old shortcoming of information and economic decision-making in Cuba. We should remind ourselves that in all guiding documents of the Party/State, since the 1970s until today, there’s an emphasis on the need to apply the economic-financial categories for the analysis of economic matters, yet here there was a distinct lack of them.

Nothing was said of the value and quantities of productions taken to market and their relation to the plans, the volume of needs and the effective demand for each of them –although both ministers repeated that nothing would get to satisfy the apparently insatiable demand/need (?) of the population–; of the amount and effectiveness of investments; and, more importantly, of what to expect specifically at this time regarding controlled or rationed distribution, regardless of the rising prices in the free market.

And nothing was said at all about the use of credit or fiscal mechanisms to help producers. They didn’t even explain why the Cuban agricultural system, with 6.4 million hectares of arable land –it wasn’t specified whether that’s a total figure or what the Ministry of Agriculture controls–, only farms 2.5 million and merely 7% is irrigated. Additionally, if 2.3 million were given to around 250,000 usufructuaries who are exploiting them, or they would lose them, how much is really being exploited by government-run companies and cooperatives?

The most unbelievable part is that the territorial structure of Cuban agriculture was manipulated when they said it’s divided between 4,800 cooperatives, without making the indispensable distinction between them. The truth is that there are three very different kinds in Cuba: credits and services cooperatives (CCS), which gather private farmers for a number of actions and where the land and the produce belong to the farmer; agricultural production cooperatives (CPA), with the classic model of associates and paid workforce; and the basic units of agricultural production (UBPC), public entities subordinated to large companies.

With nearly a million workers (20% of the total), agriculture currently contributes only 3.6% of the GDP.

Although 80% of the land belongs to the State, a large part of it is managed by UBPCs, usufructuaries and about 30,000 individual producers. However, according to official statistics, the majority of the most important productions are made by CCSs, that is, the private sector.

Faced with the current crisis, accented by the pandemic and the intensification of the blockade, which adds to what already existed, there were no proposals made that went beyond meetings with producers (!?), repeated slogans, general commitments and unnecessary appeals to the honor, commitment, and creativity of farmers and workers, who have always given their all to producing and supplying food for the people.

With the repetition of such bureaucratic methods, of proven obsolescence and inefficiency, we can hardly aspire to different results. Ceres, please, come by soon with your entire brigade, or we’ll be no better off in saecula saeculorum!

Translated from the original

4 abril 2020 0 comentario 269 vistas
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