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Mario Valdés Navia

Mario Valdés Navia

Investigador Titular, Dr. en Ciencias Pedagógicas, ensayista, espirituano

Extremismo

La agonía del extremismo económico estatal

por Mario Valdés Navia 22 abril 2022
escrito por Mario Valdés Navia

Cuando los bolcheviques tomaron el poder en Rusia en 1917, su objetivo no era la estatización inmediata de una economía que solo en los grandes núcleos urbanos mostraba algunas empresas con alto nivel de concentración capitalista. Fue la política coyuntural del Comunismo de Guerra (1918-1921), implantada a consecuencia de la guerra civil y la invasión extranjera, la que condujo al dogma de la absoluta centralización económica. Después, ya todo fue aplicar la «experiencia victoriosa de la Unión Soviética» en cualquier lugar del mundo donde los comunistas conquistaron el gobierno.

Tras la aparición del campo socialista se llegaron a establecer supuestas regularidades de la construcción del socialismo (1957), encabezadas por el establecimiento de la propiedad social socialista sobre los medios fundamentales de producción. En la práctica, se trataba de la imposición plena del dominio estatal sobre la inmensa mayoría de los medios de producción.

¿Es similar el caso cubano a lo acontecido en las economías socialistas europeas y la URSS? ¿Qué consecuencias trajo para la Isla estatizar al extremo la vida económica? ¿Cuál es el estado actual de la gestión económica estatal centralizada y su tendencia manifiesta?

Extremismo

-I-

La revolución democrática que en 1959 derrocó a la tiranía de Batista, inició el tránsito al socialismo con la adopción de medidas favorables a las mayorías que tenían un carácter redistributivo, o de ampliación de la pequeña y mediana propiedad a cuenta de los grandes propietarios nacionales y extranjeros.

Entre las primeras estuvieron: confiscación en beneficio público de bienes malversados, reducción de las tarifas eléctrica y telefónica, planes de becas, incremento de presupuestos e inversiones en salud y educación. Entre las segundas: leyes de reforma urbana y agraria, acordes con la Constitución del 40. Nada que ver aún con la nacionalización socialista al estilo soviético.

La afectación a los monopolios estadounidenses y los oligarcas cubanos originó los primeros choques con los Estados Unidos, que fueron in crescendo en la medida en que se incrementaba el apoyo del Norte a acciones terroristas y alzamientos contra la reforma agraria. El inicio de ese conflicto, en plena Guerra Fría, abrió las puertas a la alianza y colaboración geopolítica con la otra antagonista: la URSS.

Los acontecimientos se precipitaron y la inicial «revolución democrática y socialista» se radicalizó, al punto de tornarse más papista que el Papa. Apenas un lustro después, a partir del nivel de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas en el capitalismo republicano, Fidel planteaba la posibilidad de pasar directamente al comunismo a través del entusiasmo productivo y el desarrollo de la conciencia de las masas populares.

Para ello sería preciso establecer el dominio absoluto de la propiedad estatal y poner toda la mano de obra a su disposición, con o sin retribución, lo cual exigía  liquidar abruptamente las demás formas de propiedad mediante diversas vías. Una de ellas fue la Ofensiva Revolucionaria en 1968, que estatizó 57.600 pequeñas propiedades en la ciudad y el campo; pero incluía también la estatización forzosa de fincas privadas, una ley contra la Vagancia (1965) y la creación de asentamientos semiurbanos de campesinos enajenados de sus tierras. De esa forma, Cuba sobrepasaría al resto de los países socialistas, incluyendo a la URSS, en la extensión de la propiedad bajo control del Estado.

A partir de entonces, el Gobierno/Partido/Estado pudo emplear todas las potencialidades del país en realizar cuanto experimento se le ocurría, muchos de ellos descabellados. La guinda del pastel fue la Zafra de los Diez Millones (1969-1970). En función de ese designio colosal se tensaron todas las fuerzas durante dos años. Su fracaso daría al traste con el proyecto de un socialismo/comunismo cubano independiente de la URSS.

Extremismo

En consecuencia, desde 1971 se estableció en la Isla una versión extremista del modelo soviético de socialismo de Estado. Este se presentó como monopolio único —patrono, comerciante y empleador— en manos de un grupo burocrático-militar que hegemoniza la economía, la sociedad y la política mediante una planificación verticalista centralizada y con el empleo de todos los aparatos de control, físico y simbólico, de que dispone.

-II-

Medio siglo después, los resultados catastróficos de la estatización extrema saltan a la vista. Más allá de las consecuencias perniciosas del bloqueo estadounidense y los efectos de la situación pandémica, la economía insular sufre una crisis estructural y de gestión debido a sucesivas decisiones erróneas en política económica. Muchas de ellas no tienen que ver con el modelo tradicional del socialismo de Estado soviético, sino con medidas ineficaces aplicadas en las últimas dos décadas.

Desde 1994, en plena crisis del Período Especial, se adoptaron medidas descentralizadoras que incluían una elevada autonomía empresarial, autorización del uso del USD en el mercado interno, fomento de la inversión extranjera asociada al Estado y promoción del trabajo por cuenta propia (TCP). Sin embargo, no se fue más allá en pos de conservar —o retornar en cuanto se pudiera— el tradicional modelo socialista estatizado, ya desaparecido en Europa y que aquí hacía aguas desde mediados de los años ochenta.

Tras el establecimiento de la Venezuela bolivariana y la creación del ALBA, con la propensión del gobierno de Chávez a canalizar petrodólares hacia Cuba, la mayoría de aquellas medidas flexibilizadoras fueron eliminadas y sustituidas por la centralización absoluta de los ingresos en divisas y su utilización desde una cuenta única del Estado.

Poco duró esta nueva gallina de los huevos de oro. La crisis mundial de 2008, la enfermedad y muerte de Chávez y los problemas socio-económicos y políticos de la era Maduro, frustraron la aspiración de convertir a Cuba en un exportador de derivados del petróleo e impidieron seguir disfrutando de los ingresos millonarios provenientes de las Misiones Sociales de profesionales cubanos en Venezuela.  La crisis del progresismo latinoamericano y la sustitución por gobiernos derechistas, acabaron por hundir los ingresos devenidos mediante convenios gubernamentales.

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Con la propensión del gobierno de Chávez a canalizar petrodólares hacia Cuba, la mayoría de las medidas flexibilizadoras fueron eliminadas. (Foto: Radio Ángulo)

El incremento de fondos públicos durante la referida bonanza, lejos de canalizarse hacia una fuerte inversión en sectores productivos internos (agro, industria, minería, transporte, infraestructura, ciencia y tecnología), se dilapidó en los proyectos ilusorios, inconexos y voluntaristas de la denominada Batalla de Ideas.

La quimera de una economía de servicios llegó a tal punto que se desmontaron sectores claves de la economía y se vendieron como chatarra, entre ellos la agroindustria azucarera —uno de los pilares de la identidad nacional—, y las flotas mercante y de pesca. Al unísono, dejó de respetarse la paridad CUC/USD y se fomentó la voluntad importadora mediante una falsa tasa de convertibilidad de 1×1, que arruinaba a los productores nacionales y beneficiaba a las empresas monopólicas de comercio exterior.

Las reformas iniciadas por Raúl Castro en 2008 disminuyeron los gastos sociales del Estado en beneficio de la inversión inmobiliaria para GAESA, y el subsidio a irrentables empresas estatales y sus sacrosantas burocracias. Al unísono, ampliaron con reticencias y vaivenes el sector no estatal, pero siempre preservando asideros con empresas estatales que garanticen la subordinación de los nuevos actores mediante el plan nacional y contratos obligatorios. 

No es en el discurso oficial, sino en la competencia con los demás sectores económicos —privado, cooperativo, inversión extranjera y mixta—, donde el sistema empresarial estatal tiene que demostrar que es «la forma de gestión dominante en la economía». La broma pesada, y divisa del super-monopolio ETECSA: «¡Gracias por elegirnos!», ha de ceder paso a un mercado de bienes y servicios libre y competitivo, en el que cada sector despliegue su potencial en las áreas donde sea idóneo.

Después del trienio terrible 2019-2021, con su espiral descendente de  Coyuntura/Pandemia/Ordenamiento, las opciones de salida a la agonía del modelo estatizado-burocrático parecen confiarse a milagros futuros: crecimiento de la producción sin inversión, nuevos gobiernos izquierdistas en Latinoamérica con la bolsa abierta, o un cambio de actitud de Biden que nos regrese a la época de Obama.

Las conocidas reformas liberalizadoras, que se recomiendan desde hace décadas por investigadores y productores, se sustituyen sistemáticamente por nuevas formas de control de GAESA, devenida especie de senescal del Gobierno/Partido/Estado para atender todo lo relacionado con los ingresos en divisas; mientras, el resto de la economía y la sociedad yacen en la inopia.

Lástima que en esta agonía los que menos sufran sean precisamente los que durante años se hicieron pasar por los que saben. Ahora, cuando la renta nacional —fuente principal de su enriquecimiento ilícito—, disminuye a niveles mínimos, también sus familiares y acólitos invierten en el sector no estatal y/o abandonan el país. Pero no para fomentar emprendimientos internos, o buscarse la vida en otros lugares y ayudar a los viejos que dejaron atrás, sino para abrir negocios familiares trasnacionales donde lavar sus fondos mal habidos y garantizar la continuidad de su buen vivir, dentro y fuera del país.

A decir verdad, cosas como las que sufre Cuba actualmente no pueden achacarse a influencias de Lenin, Stalin o Breznhev. La falsa utopía insular de la estatización absoluta para llegar más rápido al comunismo, está terminando en la estafa de la reconversión de propiedades públicas y fondos enajenados al erario público en negocios de familias de la burocracia y sus prestanombres.

Aún existen posibilidades en Cuba para un diálogo nacional inclusivo que impulse las reformas necesarias a fin de encauzar sus destinos de manera próspera y sostenible. Los intereses mezquinos, que lucran con las dificultades y carencias del momento actual, no pueden ser más fuertes que la voluntad general del pueblo. No serán los oligarcas y demagogos los que prevalezcan cuando obreros, campesinos, intelectuales, estudiantes, artistas, militares, empresarios, empleados y TCP alcen su voz y decidan hacer cumplir sus más caros derechos y aspiraciones. 

22 abril 2022 40 comentarios 1.473 vistas
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Continuidad

La Continuidad del extremismo de Estado

por Mario Valdés Navia 13 abril 2022
escrito por Mario Valdés Navia

En un modelo socialista como el cubano, el extremismo de Estado se torna omnipresente en las diferentes esferas de la vida social (ideológica, política, económica, educativa, artística-literaria, deportiva…). En cada una de ellas adopta modalidades y niveles de aplicación, acordes con la naturaleza del sector y los grados de resistencia que encuentra.

El extremismo del Partido/Gobierno/Estado se asienta en un dogmatismo que halla expresión actual en el Discurso de la Continuidad. Fundamentado en el mito de la lealtad a la tríada ficticia Patria/Revolución/Socialismo; lo que la Continuidad expresa realmente hoy es la defensa a ultranza de las conquistas alcanzadas por el grupo de poder hegemónico y sus acólitos, a contrapelo de los genuinos intereses populares.

¿A partir del principio de la Continuidad, es posible entonces explicar las actitudes extremistas del establisment cubano ante los problemas del país?. Ni siquiera eso: veamos por qué.

-I-

La idea original de la Revolución Cubana de 1959 se asentó en tres pilares fundamentales que actuaban como conquistas recientes y compromisos de futuro: regreso a la democracia, en suspenso tras el zarpazo del 10 de marzo; logro de la independencia nacional más completa, y lucha por la mayor justicia social posible. La convicción de que valdría la pena ofrendar la vida por esos ideales inspiró el lema terrible de «Patria o Muerte» —planteado por Fidel en el entierro de las víctimas de La Coubre (marzo 5, 1960)—, complementado tres meses después con el optimista «Venceremos», que el pueblo revolucionario hizo suyo.

Muy mal andamos si esos son los principios fundadores a los que hay que dar continuidad seis décadas después. La nueva democracia socialista, supuestamente menos representativa y más directa, dio lugar al remedo actual de democracia representativa del Poder Popular, que ha traído consigo un parlamento sin debates, iniciativa legislativa ejercida solo por el propio Gobierno y amplio absentismo popular.

La independencia nacional carece de sustento real tras años de conducción errática de la política económica, destrucción y saqueo del patrimonio industrial y laboral del país, y daños causados por el bloqueo estadounidense. Al unísono, la búsqueda ansiosa de relaciones internacionales preferenciales con países amigos  —entiéndase, enemigos de EE.UU.—, en lugar de «la unión con el mundo» que preconizaran Martí y el Papa Juan Pablo II; convierten la política exterior en un paisaje azaroso, siempre pendiente de los resultados electorales en otros países y de los vaivenes geopolíticos.    

La justicia social, por su parte, se sitúa en su nivel más bajo del último medio siglo, con un incremento de la pobreza absoluta y relativa, coeficientes de Gini y Palma cada vez más desfavorables, y una falta de perspectiva de futuro en la población, en particular los jóvenes, que promete convertir al 2022 en el año de mayor éxodo de cubanas y cubanos.

Ante estos objetivos incumplidos, ¿a qué continuidad se alude como invariable? ¿Puede relanzarse el proyecto revolucionario y abrir nuevas perspectivas a la población ante los desafíos internos y externos sin cambiar a su vez el actual modelo socialista burocrático de Estado?

Continuidad

-II-

La idea de la continuidad de un proceso histórico reciente como garantía de supervivencia de la identidad nacional no es nueva, ni en Cuba ni en el mundo. Por lo general, en política se apela a ella para legitimar el nuevo estatus quo a partir de la manipulación de la memoria histórica, más cercana al mito y la ideología que a la verdadera ciencia de la Historia.   

Según Umberto Eco, el culto a la tradición como baluarte del adoctrinamiento masivo es la primera característica del fascismo. En España, la vejez hizo al dictador Franco obsesionarse con la continuidad de su régimen tras su muerte. Encaminado a ello, creyó encontrar el sucesor ideal en el príncipe Juan Carlos, a quién designó como sucesor en 1969. Sin embargo, en 1975, tras asumir la corona, el joven rey se convirtió en paladín de la transición española a la democracia y terció a favor de los llamados rupturistas en su porfía con los ortodoxos franquistas, los continuistas.

En Cuba, marcó un hito en la tesis de la continuidad el discurso de Fidel a raíz del centenario del Grito de La Demajagua. Al referirse a la labor revolucionaria de los hombres del 68, proclamó una idea afín al uso político de la memoria histórica: «[…] en Cuba solo ha habido una revolución: la que comenzó Carlos Manuel de Céspedes el 10 de Octubre de 1868 y que nuestro pueblo lleva adelante en estos instantes». El quid de la cuestión se resumía en la concepción antihistoricista de que: «Nosotros ayer, hubiéramos sido como ellos. Ellos hoy hubieran sido como nosotros».

Casi treinta años después (octubre, 1997), en medio de una ola de atentados terroristas en varios hoteles de La Habana que provocaron daños materiales y la muerte de un turista italiano, el Llamamiento al V congreso del PCC reafirmaba: «Hoy está más claro que nunca, que Revolución, Patria y Socialismo son una y la misma cosa. En Cuba no habrá restauración del capitalismo porque la Revolución no será derrotada jamás. La Patria seguirá viviendo y seguirá siendo socialista».

La tesis de la continuidad de la Revolución se radicalizaba in extremis. Ya no se trataba de que fuera una sola durante un siglo, sino que se identificaba por secula seculorum con la Patria y el socialismo, en una especie de respuesta cubana a la teoría de «El Fin de la Historia» (Fukuyama, 1992).

Si norteamericano se refería a la historia universal y el triunfo definitivo del capitalismo como sistema, la versión insular postulaba como único futuro la eternización del modelo socialista de Estado existente desde 1960. No obstante, hace poco una cantante exaltada se atrevió a acotarlo, aunque en una fecha lejana: 62,000 milenios.

-III-

Desde el 19 de abril de 2018, cuando tomó posesión en Cuba un mandatario sin el apellido Castro por primera vez en casi seis décadas, el discurso de la Continuidad adquirió mayor significado en la comunicación política, pero su contenido y lugar en los fundamentos ideológicos del país han cambiado profundamente.

Lo primero que salta a la vista es que la política del Gobierno/Partido/Estado se aleja cada vez más de la defensa de las conquistas populares, aun dentro de un obsoleto modelo socialista burocrático. Cada vez se sustituye más Socialismo por emprendimientos e inversión extranjera, Patria por país y Revolución por Lineamientos y Ordenamientos.

Mientras tanto, cuestiones medulares para los sectores populares: salario real, nivel de inflación, normas y contratos de trabajo, jubilaciones y pensiones, viviendas, atención a personas discapacitadas, ingresos estudiantiles, calidad de los servicios de educación y salud y posibilidades para la recreación, han sido cada vez más postergadas en una especie de neoliberalismo pseudo-comunista que nada tiene que ver con la política social fundacional de la Revolución Cubana.

En cambio, las transformaciones que se operan tienden a defender y propiciar las conquistas del grupo de poder hegemónico y sus  acólitos, no solo en cuanto a sus altos cargos y prebendas correspondientes, sino en propiedades y patrimonio. A la conversión del pulpo oligopólico GAESA —surgido en las FAR, pero con total autonomía económica e independencia del presupuesto nacional— en el propietario de prácticamente todo lo que origine ganancias en MLC; se añaden la proliferación de negocios de dirigentes, familiares y sacristanes, nacionales y extranjeros, y la posibilidad legal de transferir propiedades públicas a manos privadas.

La nueva etapa de crisis iniciada en 2019 con las medidas de Trump, agudizó este proceso, provocó la extensión del malestar y la desesperación en la población y motivó diferentes iniciativas y proyectos para salvar el país mediante reformas, en muchos casos respetando su carácter socialista. Sin embargo, el principio a seguir por el Gobierno/Partido/Estado ha sido el de la Continuidad, pero ya no para salvar la tríada Patria/Revolución/Socialismo.

Lo que se continúa, cada vez con más extremismo y virulencia, es la entrega del patrimonio de la Nación a empresas e individuos ligados al grupo de poder hegemónico. Junto a ello, crecen la intolerancia ante las posturas críticas, disidentes u opositoras, dentro y fuera del campo revolucionario; represión excesiva a las protestas populares; tratamiento de delincuentes políticos a los detenidos; deportación ilegal de opositores e inconformes; abandono de principios constitucionales recién aprobados y postergación de la aprobación de leyes vinculadas a los derechos individuales y el control ciudadano del magno texto.

La continuidad histórica del pueblo cubano lo que exige son mayores cuotas de libertad, emprendimiento y garantías legales para todos y todas; no el blindaje creciente del estatus especial de un pequeño grupo de oligarcas privilegiados, que no cree en los ideales y las practicas del Socialismo, e ignora sistemáticamente que la Patria es ara y no pedestal.

13 abril 2022 30 comentarios 1.744 vistas
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Extremismo - Ucrania

Los extremismos izquierdistas y la invasión a Ucrania

por Mario Valdés Navia 17 marzo 2022
escrito por Mario Valdés Navia

La invasión rusa a Ucrania ha provocado un nuevo cisma de las izquierdas a nivel mundial. Puestas nuevamente ante el espejo de sus propios errores/horrores, los individuos, grupos, partidos y movimientos que profesan posturas de este tipo podrían ser ubicados en dos grandes vertientes.

Por un lado, los que denuncian la decisión de Putin, admiran la resistencia del pueblo ucraniano y claman por la paz, sin dejar de condenar los cantos de sirena de Occidente al inducir a Ucrania a confrontar radicalmente a Rusia con la promesa de admitirla en la Unión Europea y la OTAN y ser garantes de su seguridad.

Del otro, los radicalizados extremistas, que apoyan al agresor imperial y sueñan con la victoria de las armas rusas sobre los supuestos nazis ucranianos al precio que sea necesario. Al análisis de estos pseudo-izquierdistas, renegados confesos del principio de no intervención y poseídos por la enfermedad infantil del extremismo en el izquierdismo, nos dedicaremos hoy.

-I-

La dicotomía izquierda-derecha suma más de dos siglos de existencia desde que surgiera —como tantos otros símbolos políticos— en el crisol de la Revolución Francesa. Por entonces, los partidarios y los adversarios del veto real a la futura Constitución ocuparon asientos, respectivamente, a derecha o izquierda de Luis XVI en las sesiones de la Asamblea Nacional.

Extremismo - Ucrania

Las sillas de la derecha las ocuparon los fieles a la monarquía y las de la izquierda los que pedían menos poder para el rey Luis XVI. (Imagen: Getty)

Con el tiempo, en cada país apareció un sector derechista, defensor del orden, autoridad, unidad nacional, religión, tradición y liberalismo económico; apoyado por terratenientes, campesinos y grandes intereses financieros. Por otra parte se consolidaban las diversas izquierdas, defensoras de las libertades individuales, gobiernos democráticos, mayor presencia estatal y apoyo a las reclamaciones de los sectores populares. Como tendencia, sus líderes representaban a industriales y comerciantes, capas medias, intelectuales y trabajadores de la ciudad y el campo.

Al crecer, los movimientos obrero, socialista y comunista abrazaron muchas de las posiciones de la izquierda; pero pronto el autoritarismo y el dogmatismo hicieron mella en estas alianzas. El totalitarismo estalinista y la Razón de Estado soviética acabaron por abrir un abismo de incomprensiones y suspicacias entre los comunistas y el resto de las izquierdas a nivel mundial.    

En América Latina, donde las revoluciones burguesas y la independencia económica quedaron truncas, los movimientos de izquierda asumieron conjuntamente las luchas en defensa de la libertad y justicia sociales con la consolidación de la soberanía nacional ante el acecho de las grandes potencias, en particular los Estados Unidos. Desde inicios del siglo XX, ser de izquierda en esta región es sinónimo de antimperialismo, solidaridad continental y rechazo a la intervención armada extranjera.

Al nacer como república, tras la ocupación militar estadounidense y la imposición de la Enmienda Platt, el antimperialismo pasó a la genética de las tendencias de izquierda cubanas. En estas posturas influyeron decisivamente el pensamiento de José Martí y la ideología del PRC, frustradas por las maquinaciones de los sectores patrióticos conservadores y la intervención estadounidense.

De hecho, en la Cuba republicana las posturas contrarias a la intervención, la injerencia o el predominio de los intereses imperialistas estadounidenses marcaron el discurso de los políticos de izquierda y derecha con diversas gradaciones y matices, no exentos de demagogia política. Un caso peculiar fue el de los comunistas cubanos, pues en la medida en que se extendía el mito estalinista de la Unión Soviética como faro y guía de la revolución mundial, la Razón de Estado soviética se fue imponiendo al principio antimperialista.

Extremismo - Ucrania

(Foto: El Estornudo)

El enfrentamiento de los comunistas al Gobierno de los Cien Días, el más antimperialista del período republicano, y en particular a Tony Guiteras y La Joven Cuba, constituyó un símbolo del daño que infligía su extremismo pro-soviético al fortalecimiento de la izquierda revolucionaria.

-II-

Aunque llenas de matices individuales, las visiones de los partidarios izquierdistas de la invasión rusa pueden dividirse, a grosso modo, en cuatro categorías: pragmáticos oficialistas; rusófilos/nostálgicos de la URSS; fans de Putin; y antiestadounidenses radicales.

– Pragmáticos oficialistas: Siguen a pie juntillas las posiciones del Gobierno/Partido/Estado ante este conflicto, únicas que aparecen en los medios oficiales. Su motivación principal es la lealtad incondicional al grupo de poder y a lo que siguen llamando La Revolución. Otras causales son: el compromiso de vida con el empleo estatal que los ata; y el síndrome del miedo a la libertad, cuestión esta que no se cura solo con argumentos.

Si bien la actitud oficial de Cuba coincide muchas veces con la de gobiernos autocráticos, que responden no a supuestos procesos revolucionarios, sino a camarillas plutocráticas que se han apoderado de las economías nacionales en su beneficio; es lamentable que hombres y mujeres que se consideran de izquierda puedan aceptar, y hasta apoyar, la contradictoria postura oficial de «condenar la guerra sin criticar la invasión».

Es incoherente que el gobierno y sus acólitos justifiquen la agresión arguyendo que Rusia se sentía amenazada. Por motivos como ese estallarían guerras en casi todo el mundo, ya que muchos países se sienten amenazados por algún vecino incómodo.

Extremismo - Ucrania

(Imagen: María Pedreda)

– Rusófilos/nostálgicos de la URSS: Estos no dejan de ver en Rusia la continuidad de los buenos y viejos tiempos de la CCCP. Perciben a la resistencia ucraniana como las divisiones SS y a las tropas rusas como el Ejército Rojo, que marcha gloriosamente desnazificando el país.

Siguiendo la lógica de tres décadas de hermanos en la construcción del socialismo y el comunismo —expresada en el respaldo a las invasiones soviéticas a Checoslovaquia (1968) y Afganistán (1979)—, apoyan al agresor por preferir el imperialismo ruso al estadounidense/OTAN. Sus argumentos se caracterizan por una deshonestidad que apela a la mentira desfachatada y a ridículas aseveraciones.

Una de ellas es que Rusia existe donde quiera que haya poblaciones que hablen mayoritariamente ruso. Este razonamiento, típico del expansionismo estadounidense decimonónico, abre las puertas a Francia para reclamar el Quebec canadiense, a México para expandirse a los estados del medio oeste norteamericano y, a Cuba, para anexar el condado de Miami Dade.

La más burda de las afirmaciones de estos rusófilos es el mantra humillante de que «Cuba no puede morder la mano que la sostiene», como si la Rusia de Putin sostuviera económicamente a Cuba cual hiciera la URSS de Brehznev y, en cualquier caso, habría que cuestionar si vale la pena vender los principios éticos por el apoyo interesado de un imperialista sobre otro.

Por demás, tratar de identificar la actitud de Putin hacia Cuba con la de antiguos dirigentes comunistas soviéticos es risible. No solo porque este acaba de justificar su agresión con el argumento mendaz de que Lenin y los bolcheviques despedazaron a Rusia cuando crearon la URSS, sino porque su gobierno abandonó los últimos lazos con Cuba cuando llegó al poder.

– Fans de Putin: decidí denominar a este grupo de manera tan poco científica porque las razones de que haya izquierdistas cubanos deslumbrados con un ultraderechista como Putin, escapan de los campos de la Politología y la Historia y deben ser analizadas por psicólogos y sociólogos como una patología.

Desde el punto de vista histórico, olvidaron muy pronto que sin aviso previo Putin ordenó el cierre y desmantelamiento de la base radioelectrónica de Lourdes (1964-2001) de la que se servía no solo Rusia, sino Cuba para conocer los movimientos militares estadounidenses en tiempo real.

Extremismo - Ucrania

Foto manipulada de Vladimir Putin con el traje de Zar de Rusia. (Imagen: Urgente24)

Desde entonces, su gobierno congeló los nexos económicos y no los retomó hasta 2014, ya en la nueva Guerra Fría, cuando buscaba aliados en Latinoamérica y era vox populi el deshielo entre Cuba y EE.UU. Al visitarnos en julio —pocos meses antes que Barack Obama—, Putin condonó la vieja e impagable deuda con la URSS, abriendo así las posibilidades para un acuerdo con el Club de París; sin embargo, los ansiados y prometidos capitales rusos no volvieron, y menos aún la ayuda estatal.

En lo político, Putin ha difundido una imagen de supermacho (hombre de armas, especialista en artes marciales, amante de la naturaleza, admirado por las mujeres, amigo de las artes y los deportes), que puede atraer a determinadas personas necesitadas de un arquetipo masculino fuerte. Solo los extremistas que tienen la prepotencia y el caudillismo como valores, pueden seguir los pasos del nuevo zar en su pretensión de rehacer, a como dé lugar, un imperio ruso aún más fuerte.

– Antiestadounidenses radicales: en lo ideo-político, es esta la categoría que más me preocupa, tanto por su extensión como por lo enrevesado de sus argumentos. Es que los extremismos izquierdistas beben asiduamente en los charcos del dogmatismo y la ortodoxia. Esto les permite sentirse seguros en una zona de confort desde la cual, como auténticos veladores de la fe, lanzan anatemas contra cualquiera que consideren adversario, confundido o, peor aún, renegado de sus doctrinas exactas y, por tanto, infalibles y eternas.

Así, algunos izquierdistas en Cuba se conmueven ante los sufrimientos del pueblo ucraniano y la agresión a su soberanía, pero al final piensan: «Si los ucranianos están apoyados por EE.UU., nuestro enemigo histórico durante doscientos años, mi lugar está con sus enemigos, por bien que me caigan los defensores». En otras palabras: «El enemigo de mi enemigo es mi amigo».

El olvido de la historia y la falta de ética de este razonamiento lo hacen insostenible y despreciable. En lo histórico, basta con recordar la conformación de los Aliados para derrotar al Eje, o la colaboración cubana con el gobierno de Bush para garantizar la seguridad de la prisión en Guantánamo, a inicios de la guerra contra el terrorismo de Al Qaeda.

El pensamiento crítico no puede asumir como práctica común la dicotomía  de cualquier problema político en pares antagónicos (bien/mal; imperialismos buenos/malos; guerras justas/injustas), porque los problemas complejos no pueden ser resueltos de manera simplista. Sus respuestas y propuestas de solución también han de ser complejas.

El imperialismo, la agresión armada y la ocupación por la fuerza de regiones y países enteros para imponer gobiernos títeres preferidos por las grandes potencias, no puede ser una causa defendida por hombres y mujeres de izquierda; mucho menos si, por ser cubanos, han consagrado sus vidas a la defensa de la independencia nacional ante su poderoso y amenazante vecino.    

Los auténticos lemas de la izquierda han de ser: «Manos fuera de Ucrania», «Paren la guerra ya», «Conversaciones, no combates». Cada día que pasa, Rusia y Ucrania se acercan más a la derrota mutua, y el mundo al holocausto nuclear. No hay espacio para extremismos, dogmatismos y estereotipos en este momento crucial; solo para exigir el fin de las hostilidades, retirada del agresor, conversaciones, compromisos y concesiones mutuas y un tratado internacional que garantice la independencia y seguridad del valiente pueblo ucraniano. 

17 marzo 2022 61 comentarios 1.930 vistas
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Miedo a la libertad

El miedo a la libertad

por Mario Valdés Navia 1 marzo 2022
escrito por Mario Valdés Navia

En su investigación sobre los extremismos totalitarios (nazismo y estalinismo), a Hannah Arendt le resultó perturbador comprobar que a pesar de su manifiesta criminalidad, estos regímenes no perdían el apoyo de las masas aún en sus etapas de decadencia. De ahí su conclusión de que el sostén de estas al totalitarismo no procede de la ignorancia ni del lavado de cerebro.

Esta problemática —ubicada en la frontera psicología/sociología—, fue afrontada de manera brillante por el psicólogo alemán de origen judío Erich Fromm (1900-1980) durante su etapa de trabajo en la Escuela de Frankfurt, cuando articulaba el psicoanálisis de Freud con el marxismo de Lukács. Su interés inmediato fue revelar los nexos entre la personalidad autoritaria, la actitud de la clase obrera alemana y la emergencia del nacionalsocialismo; pero sus aportes han trascendido en tiempo y espacio.

Para cumplir tal objetivo, realizó estudios sobre la relación libertad-individuo-sociedad a partir de un novedoso enfoque psicosocial. Esa incursión en la dialéctica de ambas ciencias le permitió hacer importantes contribuciones a la teoría sociológica y, al mismo tiempo, la aplicación del psicoanálisis a los fenómenos históricos.

-I-

La obra más destacada de Fromm en este campo fue El miedo a la libertad, (1947). En ella presenta la tesis de que, además de las circunstancias económicas y sociales que originaron el fascismo, existía un condicionamiento propio de la psiquis humana que precisaba ser comprendido para explicar cabalmente el funcionamiento de las sociedades autoritarias. El libro analiza los factores presentes en el carácter de las personas en la modernidad que les facilitan el abandono de la libertad en los países fascistas y que prevalecen en la conciencia de millones de seres humanos hasta nuestros días.

Miedo a la libertad (2)

Erich Fromm (1900-1980)

Según Fromm, las características de la sociedad contemporánea colocan al individuo en un profundo aislamiento y soledad moral. A menos que logre restablecer una vinculación con el mundo y la sociedad sobre la base de la reciprocidad y la plena expansión de su propio yo, se refugiará en alguna forma de evasión a la libertad.

Tal evasión se manifiesta, por un lado, en la creciente estandarización de los individuos debido a la paulatina sustitución del yo auténtico por el conjunto de funciones sociales adscritas al individuo. Por el otro, en la propensión a la entrega y al sometimiento voluntario de la propia individualidad a autoridades omnipotentes que la anulan.

El análisis del componente volitivo de la libertad y el autoritarismo, revela la función que cumplen los factores psicológicos en el proceso social como parte de su interacción con los socioeconómicos e ideo-políticos. La contribución científica de Fromm fue significativa, pues aportó herramientas de análisis de gran valor, en forma de conceptos —carácter social, individuación, libertad positiva/negativa, adaptación estática/dinámica—, y tesis, como la de «las relaciones entre los fenómenos estructurales y los psicosociales».

Con este libro, por primera vez se reveló la raíz psicológica de las ideologías y la relación existente entre la deformación ideológica de la realidad y la estructura del carácter. Su análisis confirmó que el miedo a la libertad, como expresión política, no es un fenómeno accidental de un momento en un país determinado, sino un mecanismo de evasión psicosocial que manifiesta la crisis profunda que abarca los cimientos mismos de la civilización.

Por ello afirmó: «La crisis de la democracia no es un problema peculiar de Italia o Alemania, sino que se plantea en todo Estado moderno. Bien poco interesan los símbolos bajo los cuales se cobijan los enemigos de la libertad humana: ella no está menos amenazada si se la ataca en nombre del antifascismo o en el del fascismo desembozado».

Miedo a la libertad (3)

En su opinión, eliminar el peligro del fascismo y de cualquier ideología autoritaria significa, fundamentalmente, suprimir aquellas contradicciones en su doble aspecto: estructural y psicológico. El fin de la Segunda Guerra Mundial no terminó con ese peligro, en tanto la estructura social y sus aspectos psicológicos correlativos permanecieron inmutables, y no desapareció la amenaza de nuevas servidumbres.

Fromm postuló que, desde lo psicológico, la estabilidad y expansión de la democracia dependen de la capacidad de autogobierno por parte de los ciudadanos; entendida como su aptitud para asumir decisiones racionales en aquellas esferas en las que antes dominaban la tradición, la costumbre, el prestigio y la fuerza de una autoridad exterior. Por tanto, la democracia subsistirá solamente si se logra un fortalecimiento y una expansión de la personalidad de los individuos, que los empodere y haga dueños de una voluntad y un pensamiento autónomos.

En ese sentido, explica el cambio de orientación política de la clase obrera alemana —al inicio seguidora de ideas socialistas y comunistas, y luego mayoritariamente nazi—, debido a la falta de interiorización de aquellos ideales en la realidad social de los obreros:

[…] la difusión de tales ideas en la clase obrera era extremadamente amplia. Sin embargo, su peso no estaba en proporción a su difusión. El asalto nazi no se enfrentó con adversarios políticos que en su mayoría se hallaran dispuestos a luchar por sus ideas. Muchos adherentes a los partidos de izquierda, si bien siguieron creyendo en el programa partidario mientras sus respectivas organizaciones conservaron la autoridad, se hallaron dispuestos a abandonar su fe apenas llegó la hora de la crisis.

Por ello concluyó: «las ideas pueden llegar a ser fuerzas poderosas, pero sólo en la medida en que satisfagan las necesidades humanas específicas que se destacan en un carácter social dado».

-II-

En la época en que Fromm escribió El miedo a la libertad, acontecía la movilización de los individuos en una masa que construía un orden social irracional, en detrimento de su propia emancipación.

La sociedad cubana actual clama por librarse de un modelo de socialismo autoritario y burocrático, basado precisamente en el miedo a la libertad; de ahí que los análisis de Fromm representen un punto de partida sugerente para la superación de la grave crisis estructural y axiológica en que permanecemos. Los rasgos de autoritarismo y totalitarismo han enquistado nuestra sociedad en un entorno ideológico y político en el que el miedo a la libertad es parte del sentido común, a partir de la omnipresente coerción física y simbólica ejercida sobre los individuos, familias y la sociedad en su conjunto por el poder omnímodo del Gobierno/Partido/Estado.

Este mecanismo de evasión socio-psicológica se expresó en la entrega y el sometimiento de las facultades individuales a poderosas autoridades externas —organismos estatales, organizaciones políticas y de masas, instituciones y asociaciones—, que las anularon y subsumieron. A su vez, la propensión mayoritaria de la psicología de masas ha contribuido a frenar el carácter emprendedor del cubano y, con ello, el libre desenvolvimiento de la economía, la sociedad y cultura nacionales; fracturarlas y sumirlas en una profunda crisis estructural.  

Parte fundamental en ese proceso corresponde a los que Althusser denominara Aparatos Represivos del Estado (Gobierno, ejército, policía, poder judicial y prisiones). Mayor aún en la extensión del miedo a la libertad ha sido el rol simbólico de los factores culturales devenidos Aparatos Ideológicos del Estado: partido, sindicatos, escuela, prensa, radio y televisión.

Miedo a la libertad (4)

Louis Althusser

No obstante, el proceso hegemónico no se manifiesta de modo pasivo. Al contrario, la hegemonía de algo o alguien, es resistida, limitada, alterada y desafiada. Si la hegemonía es dominación ideológica y el poder es control cultural, entonces solo puede sostenerse combinando fuerza y consenso y siendo constantemente renovado, recreado y redefinido a partir de las presiones y cuestionamientos que recibe de fuerzas contra-hegemónicas, o de una hegemonía alternativa. Según Gramsci, es precisamente la sociedad civil el escenario donde tiene lugar el logro del consenso y la unificación que la hegemonía requiere.

Es en este punto donde las ideas de Fromm podrían apuntar hacia la superación del miedo a la libertad en Cuba. Para lograrlo en la Europa de posguerra, el psicólogo consideró imprescindible luchar por establecer en la sociedad formas democráticas que aseguraran la expansión de la personalidad mediante la realización de todas sus potencialidades emocionales, volitivas e intelectuales.

Ya entonces sostuvo que la crisis sociocultural actual no es la expresión del destino inevitable de la especie humana, como sostienen los existencialistas; por el contrario, es una crisis de crecimiento, resultado de la progresiva liberación de sus inmensas potencialidades materiales y psíquicas. ¿Cuánto más no han crecido esas potencialidades en el mundo globalizado del siglo XXI, en plena era de internet y las redes sociales?

No obstante, habrá que esforzarse mucho para expandir los valores democráticos, empoderar a los individuos y colectivos hasta hacerlos dueños de una voluntad y un pensamiento independientes. Solo sacudiéndose de la conciencia y la conducta el miedo a la libertad, podrán los cubanos de hoy responder al llamado de Fromm: «el hombre se halla en el umbral de un mundo nuevo, un mundo lleno de infinitas e imprevisibles posibilidades; pero está también al borde de una catástrofe total. La decisión está en sus manos».

La cuestión es que, como dijera el Apóstol: «La libertad cuesta muy cara, y es necesario o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio». (1)

***

(1) «Cuadernos de apuntes», Obras completas, t. 21, p. 108.

1 marzo 2022 23 comentarios 1.738 vistas
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Hanna Arendt

Glosas a Los orígenes del totalitarismo, de Hannah Arendt

por Mario Valdés Navia 25 febrero 2022
escrito por Mario Valdés Navia

Hannah Arendt (1906-1975) fue una filósofa, historiadora y politóloga alemana de origen judío. Discípula de Heidegger, Husserl y Jaspers, su obra teórica ha marcado la historia del pensamiento con sus investigaciones y atrevidas ideas plasmadas en vastos ensayos de teoría política que encabeza el clásico Los orígenes del totalitarismo (New York, 1951). (1)

Por combatir al nazismo en Alemania fue perseguida, encarcelada y obligada a exiliarse en Francia. En 1941 se instaló en Estados Unidos, donde impartió clases en las universidades de California, Chicago, Columbia y Princeton. Orgullosa de sus raíces étnicas, fue directora de instituciones culturales judías; pero también una de las primeras en enfrentar a la extrema derecha sionista de Menájem Beguin, racista y expansionista, y defender la necesidad de establecer un Estado federal árabe-judío en Palestina.

Hannah defendió el pluralismo político y la discusión libre como generadores de libertad e igualdad entre individuos y naciones. Por ello, criticó profundamente los regímenes totalitarios de Hitler (1933-1945) y Stalin (1927-1953), al tiempo que censuraba las limitaciones de la democracia representativa y postulaba un sistema de gobierno basado en consejos populares y formas de democracia directa.

A casi medio siglo de su muerte ¿qué podría aportarnos su ideario para el análisis de los problemas del mundo actual, en particular los asuntos cubanos? Glosemos algunos de los postulados centrales de su ensayo sobre el totalitarismo.

1. Hannah Arendt llega a su teoría sobre los regímenes totalitarios después de examinar las experiencias históricas del III Reich y el estalinismo soviético, únicos regímenes a los que consideró de dominación total,(2) un tipo de relaciones de subordinación que sobrepasaban, por su rigor y efectos, a las peores dictaduras. Aunque otros investigadores han empleado el término con más ligereza, (3) ella advirtió acerca de la necesidad de «emplear escasa y prudentemente la palabra totalitario».

Si clasificamos las formas de gobierno en monarquías, repúblicas, dictaduras militares, tiranías y totalitarismos; entonces la categoría más acorde para designar al Gobierno/Partido/Estado cubano se torna un constructo difícil de definir. En principio parece tener un poco de todas esas formas, y lo más acertado sería crear una categoría híbrida para clasificarlo con mayor precisión: algo así como república dictatorial-totalitaria.

Hannah Arendt (2)

2. Para el establecimiento de regímenes totalitarios, la pensadora consideró imprescindibles cinco requisitos: que estuvieran precedidos por el crecimiento de movimientos de masas de ideología totalitaria(bolcheviques, nazis…); transformación de las clases sociales en masas; atribuir el rol principal a la propaganda en relación con el mundo no totalitario; utilización del terror como esencia del sistema de gobierno; imponer al individuo, el movimiento y el país un aislamiento respecto al resto del mundo, su estabilidad dependería precisamente de cuán efectivo pudiera ser en tal sentido. 

De estos requisitos, los tres primeros están presentes en el caso cubano, con las peculiaridades que el devenir histórico, el entorno de la segunda mitad del siglo XX y las dos primeras décadas del XXI han impuesto. Sin embargo, la aplicación del llamado terror total nazi-estalinista, basado en el exterminio físico de oponentes y grupos enteros de la población por razones diversas, no aplica al caso cubano. No obstante, eso no excluye el empleo sistemático de la violencia física y simbólica contra opositores, así como amenazas, presiones, tortura psicológica y  medidas extrajudiciales contra  críticos y disidentes  de cualquier signo político.

El aislamiento del experimento cubano pudo ser impuesto con bastante efectividad entre los años sesenta y ochenta, pero se resquebrajó desde los noventa con el acceso al turismo y las visitas de los emigrados. En la época de Internet y las redes sociales, con los cubanos disfrutando del derecho a viajar libremente (2013), es imposible mantenerlo.

3. Para la Arendt, el totalitarismo se sustenta en la ficción ideológica según la cual todos los hechos que no estuviesen conformes, o no coincidieran con la ficción oficial —datos sobre economía, criminalidad, actividad «contrarrevolucionaria»—, serían tratados como carentes de existencia. Por ello, la característica más distintiva de Stalin: «fue el relieve por completo no leninista otorgado a la conspiración, que llegó a convertirse en el sello de la época».

Ese rasgo —amplificado por la apelación indiscriminada a los secretos militar y de Estado—, se manifiesta en Cuba de manera permanente, y trata de ser mantenido por los medios oficiales de información aún en plena sociedad de la información. De ahí la imposibilidad de una prensa oficialista objetiva, a pesar de las supuestas apelaciones constantes de las máximas autoridades a sus periodistas para que pierdan el miedo a decir la verdad verdadera.  

4. La politóloga destacó que la rama ejecutiva del gobierno estalinista no era el Partido, sino la policía, cuyas «actividades operacionales no eran reguladas a través de los canales del Partido». Este Estado policíaco logró que personas enteramente inocentes —diferentes a los enemigos auténticos— llegaran a auto-asumirse como «delincuentes sin delito» y reaccionaran con la misma «completa pasividad» que fuera norma de conducta en víctimas del terror nazi.

El establecimiento de tal Estado policíaco en Cuba no alcanzó ribetes totalitarios, en primer lugar, porque a pesar del poder que ostentan los órganos de orden interior, son los altos mandos militares los que siempre han preponderado en el aparato estatal.

Por otra parte, aunque la mayoría de los dirigentes e intelectuales reprimidos se resignan a su suerte y se acogen al confortable Plan Pijama; los opositores y disidentes cubanos tampoco suelen ofrecer el cuello al sacrificio con el silencio de los corderos. Recuérdese la representación montada por Heberto Padilla a sus represores estalinistas en la famosa  Sesión de autocrítica de 1971, y las grietas que abrió en el apoyo de la intelectualidad progresista a la Revolución.

Hannah Arendt (3)

Heberto Padilla

5. Lejos de aceptar la tesis extendida de que el terror de los últimos años veinte y durante los treinta en la URSS fue: «el elevado precio en sufrimientos que hubo que pagar por la industrialización y el progreso económico»; Hannah sostuvo que el terror no produjo ni el progreso ni la industrialización rápida, sino «el hambre, las caóticas condiciones en la producción de alimentos y la despoblación».

El terror administrativo ejercido durante más de medio siglo por el gobierno cubano a los diferentes sujetos de la producción, supeditados a la tiranía del plan estatal, unido al que se impuso a la libre expresión de las ideas políticas; han traído similares resultados para Cuba: baja productividad del trabajo, disminución de la producción —en particular de alimentos— y peor aún, de la población, debido a la escasa inmigración, baja natalidad y migración masiva, sobre todo de la juventud, lo que ha impedido que nacieran y/o se establecieran millones de nuevos habitantes.

6. La Arendt interpreta el punto de vista mitológico de aquellos personajes totalitarios que se enfrentaron al hecho consumado de tener que conservar lo que había llegado a ser suyo gracias a un accidente histórico y tuvieron que hallar una razón plausible para trocarlo en un tipo de acto voluntario:

«Tales cambios históricos de hecho se han operado desde los tiempos antiguos mediante las leyendas [por eso] En la base de la burocracia como forma de gobierno y de su inherente sustitución de la ley por decretos temporales y mudables se halla esta superstición de una posible y mágica identificación del hombre con las fuerzas de la Historia».

El grupo de poder burocrático-militar hegemónico en Cuba ha monopolizado el poder por más de medio siglo, a fuerza de decretos y leyes aprobadas sin oposición parlamentaria alguna, lo cual las convierte de hecho en decretos. Para eso ha creado el mito de los que saben, apelando tanto a la leyenda del elegido como a la confianza en ideólogos y tecnócratas que supuestamente piensan siempre lo mejor para el pueblo.

7. Hannah descubre una sorprendente semejanza entre los movimientos totalitarios y las sociedades secretas, plasmada en el papel del ritual, al que considera: «resultado natural de la ficción conspiradora del totalitarismo, cuyas organizaciones supuestamente han sido constituidas para contrarrestar las acciones de las sociedades secretas enemigas».

Considera igualmente que las sociedades secretas, en particular el aparato conspirador de los partidos revolucionarios, siempre se caracterizaron por la ausencia de facciones, supresión de opiniones disidentes y absoluta centralización del mando. Esto permitió a Stalin trocar: «la dictadura unipartidista rusa en un régimen totalitario y los partidos comunistas revolucionarios de todo el mundo en movimientos totalitarios [mediante] la liquidación de facciones, la abolición de la democracia interna del partido y la transformación de los  partidos comunistas nacionales en ramas de la Komintern dirigidas desde Moscú».

Hannah Arendt (4)

En Cuba, la amenaza —real o fingida— de agresión armada extranjera, el uso del terrorismo por organizaciones contrarrevolucionarias internas y el bloqueo económico permanente de los Estados Unidos; han creado el sustrato idóneo para la persistencia del mito de plaza sitiada al borde de caer en manos del enemigo que ha usado el Gobierno/Partido/Estado para justificar su poder omnímodo y liquidar cualquier forma de disidencia, facciones o críticas internas.

De ahí que las autoridades no solo exijan al pueblo obediencia y sacrificios, sino también rituales de lealtad y gratitud a los líderes por sus sacrificios en pos de conservar a flote el barco de la Revolución en medio de tantos ataques de los imperialistas y sus mercenarios internos que intentan hundirla con planes sediciosos secretos.

8. Según la Arendt:

«De la misma manera que surge el peligro de una dictadura militar cuando el Ejército ya no sirve, sino que desea dominar al cuerpo político, así el peligro del totalitarismo surge cuando el sector conspirador de un partido revolucionario se emancipa del control del partido y aspira a su jefatura. Los métodos de Stalin fueron siempre los típicos de un hombre que procedía del sector conspirador del partido: su devoción por los pormenores, su énfasis en el aspecto personal de la política, su estilo implacable en el empleo y liquidación de camaradas y amigos».

Como complemento a esta usurpación del rol del partido por los conspiradores: «La liquidación de facciones y de la democracia interna del partido fue, en consecuencia, acompañada en Rusia por la admisión en la afiliación de grandes masas políticamente ineducadas y neutrales».

Este proceso ocurrió en Cuba de manera natural, pues durante la unificación de las fuerzas revolucionarias, la lealtad al liderazgo de Fidel opacó las dudas y discrepancias de muchos con la ideología y la práctica del comunismo. Bajo el lema de: «Si Fidel es comunista, que me pongan en la lista», entraron al partido no solo viejos luchadores antibatistianos y comunistas del PSP, sino una gran cantidad de advenedizos que corrieron a apuntarse en la Revolución y jurar lealtad al nuevo status quo para hacer carrera como estrenados revolucionarios marxista-leninistas.

9. «La única regla de la que todo el mundo puede estar seguro en un Estado totalitario es que, cuanto más visibles son los organismos del Gobierno, menor  es su poder, y que cuanto menos se conoce una institución, más poderosa resultará ser en definitiva».

De acuerdo con este visionario aserto de Hannah, la Asamblea Nacional del Poder Popular, la más alta autoridad del Estado, tiene menos poder que el Buró Político del PCC; este, que recluta abiertamente a sus afiliados y es reconocido como la fuerza dirigente de la sociedad, tiene menos poder que las FAR y el MININT, soportes armados del poder. En lo más profundo de la sociedad militar, pero sin lazos de subordinación a ella, se encuentra el holding GAESA, auténtica fuente actual del poder en Cuba, protegida por un halo de absoluto secreto.

Creo que las ideas de la Arendt tienen mucho que hacer en Cuba todavía.

25 febrero 2022 43 comentarios 1.646 vistas
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Radical (1)

El radical José Martí y los radicalismos actuales

por Mario Valdés Navia 28 enero 2022
escrito por Mario Valdés Navia

Uno de los problemas más acuciantes del mundo actual, y de Cuba en particular, es el de la extensión de los extremismos de diferente signo político. Su mecanismo principal de formación es el llamado proceso de radicalización, que puede dar lugar a posturas que van desde dogmatismos ideológicos hasta el terrorismo en sus diferentes manifestaciones, tanto el practicado por el Estado como el de grupos y organizaciones que postulan el empleo de la violencia para lograr sus fines políticos.

En nuestra historia, el término radical ha tenido una connotación asociada más a caracterizar posturas políticas e ideológicas de izquierda que a describir métodos de acción violenta. Si como bien decía Martí: «Por la confusión de los términos se confunden los hombres. No hay que estar a las palabras, sino a lo que está debajo de ellas»,[1] entonces es preciso dilucidar cuánto de radical había en él, o mejor: ¿qué tipo de radical era y cuáles serían sus puntos de contacto y diferencias con los radicalismos actuales?

En el 169 aniversario de su natalicio, analicemos esta faceta de su obra política que tanto lo acerca a los problemas cubanos de hoy.

-I-

Según el Diccionario Panhispánico del español jurídico, radicalismo es una: «Actitud extremada e intransigente de las personas que no admiten términos medios»; mientras que radicalización es aquel: «fenómeno por el que las personas se adhieren a opiniones, puntos de vista e ideas que pueden conducirlas a cometer actos terroristas».

Entre las acepciones de radical que ofrece el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, se encuentran cuatro que pueden aplicarse a la vida política: «Fundamental o esencial; Total o completo. Cambio radical; Partidario de reformas extremas; Extremoso, tajante, intransigente». Esta última, es la que impera en el lenguaje político de estos tiempos.

En la contemporaneidad, ambos términos se asocian al crecimiento del terrorismo internacional, y las personas que asumen estas posturas son denominadas radicales. De modo que, aunque subsistan hasta partidos tradicionales que se autodefinen como «Radicales», de acuerdo a las expresiones al uso cualquier grupo, partido o ideología que sea calificado de esa forma puede ser relacionado automáticamente con la promoción y práctica del terrorismo. 

No obstante, en el discurso político martiano el término en cuestión estaba más apegado a su origen latino: radix (raíz), de ahí que postulara: «las cosas hay que verlas en sus causas y objeto, no en la superficie […] A la raíz va el hombre verdadero. Radical no es más que eso: el que va a las raíces. No se llame radical quien no vea las cosas en su fondo». (T. 3, p. 32 y T. 2, p. 380).

Radical (2)

Monumento a José Martí en el Parque de la Libertad, Matanzas.

En la Cuba del último cuarto del siglo XIX, en torno a la posibilidad de la revolución se libraba una aguda lucha de ideas entre los defensores del estatus quo, que la negaban o tergiversaban, y los revolucionarios radicales, que la auspiciaban como única solución viable ante los desafueros coloniales. Martí encabezaría esta segunda tendencia entre 1891 y 1895, época en que funda el periódico Patria, el Partido Revolucionario Cubano (1892) y se convierte en el líder que organizaba y dirigía los preparativos la Guerra Necesaria.

La radicalidad de su pensamiento no estaba en la adopción de métodos terroristas que provocaran la caída de los gobiernos a través del miedo generalizado y la destrucción de la riqueza pública y privada. Aunque tuvo que apelar a la reanudación de la lucha armada como medio de alcanzar la independencia, lo hizo mediante una estrategia que minimizara la magnitud de los daños humanos y materiales y beneficiara al mayor número de cubanos, españoles e inmigrantes de todas las razas, ocupaciones, ideologías y estratos sociales.

Solo reconociendo el carácter de necesidad histórica que tenía para Cuba la revolución, pudo resolver Martí el grave problema ético que significaba para un humanista de su talla ser el inspirador máximo de una guerra devastadora. Para él, la guerra era la forma más violenta que podía asumir la revolución; un procedimiento político para lograr realizar el brillante destino a que aspiraba el pueblo cubano y que España le negaba tozudamente. Por eso declaraba:

«Es criminal quien promueve en un país la guerra que se le puede evitar; y quien deja de promover la guerra inevitable. Es criminal quien ve ir al país a un conflicto que la provocación fomenta y la desesperación favorece, y no prepara, o ayuda a preparar, el país para el conflicto». (T.1, p. 315).

Lo radical de su análisis se extendía al plano internacional, pues pensaba que la contienda revolucionaria se realizaría para bien de América y del orbe, ya que sus causas eran locales pero de idea e interés universales. Así lo explica al mundo en el programático «Manifiesto de Montecristi»:

«La guerra de independencia de Cuba, nudo del haz de islas donde se ha de cruzar, en plazo de pocos años el comercio de los continentes, es suceso de gran alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato justo de las naciones americanas y al equilibrio aún vacilante del mundo». (T. 4, p.100).

La radicalización de la lucha por la independencia con el aporte del moderno contingente obrero de Tampa y Key West era una peculiaridad de la época que fue aprovechada por el Apóstol, quien acudió a estas poblaciones floridanas a crear su obra mayor: el Partido Revolucionario Cubano. Allí reconocería que aquella: «turba obrera» [era] «el arca de nuestra alianza, el tahalí (…) donde se ha guardado la espada de Cuba, el arenal redentor donde se edifica!». (T. 4, p. 278).

En medio de esos avatares políticos, creo Martí el periódico Patria, órgano del pensamiento revolucionario antillano más radical y patrimonio de él y sus más allegados ideológicamente. Su artículo inaugural, «Nuestras Ideas», explicita cómo aspiraba que fuera la república cubana, fruto de una verdadera revolución:

«El cambio de mera forma no merecería el sacrificio a que nos aprestamos, ni bastaría una sola guerra para completar una revolución cuyo primer triunfo solo diese por resultado la mudanza de sitio de una autoridad injusta. Se habrá de defender en la patria redimida la política popular […] y ha de levantarse […] un pueblo real y de métodos nuevos, donde la vida emancipada, sin amenazar derecho alguno, goce en paz de todos». (T. 1, p. 319).

-II-

La radicalidad de Martí sobrepasó su obra práctica y se plasmó en su ideal de la   revolución como transformación hacia una sociedad más justa: «La justicia, la igualdad del mérito, el trato respetuoso del hombre, la igualdad plena del derecho: eso es la revolución». (T. 3, p.105). Su fruto sería la instauración de una república cubana: «[…] justa y abierta, una en el territorio, en el derecho, en el trabajo y en la cordialidad, levantada con todos y para el bien de todos […] una nación capaz de cumplir, en la vida histórica del continente, los deberes difíciles que su situación geográfica le señala». (T. 1, pp. 272 y 277).

Radical (3)

Estatua en el Parque José Martí, de Cienfuegos.

En ese sentido, distinguía muy bien su lugar en los dos momentos del proceso revolucionario que se avecinaba, la guerra y luego la paz: «¿Qué dónde estoy? En la revolución; con la revolución. Pero no para perderla, ayudándola a ir por malos caminos!». (T. 22, p. 73). Esos desvaríos no eran otros que la recaída en los viejos caudillismos militaristas, tan dañinos para Latinoamérica. Al respecto aseveraba de manera clara y contundente:

«La idea de la persona redentora es de otro mundo y edades, no de un pueblo crítico y complejo, que no se lanzará de nuevo al sacrificio sino por los métodos y con la fuerza que le den la probabilidad racional de conquistar los derechos de su persona, que le faltan con el extranjero, y el orden y firmeza de su bienestar, imposibles en la confusión y rebeldía que habrían de seguir, en un pueblo de alma moderna, al triunfo de una guerra personal, más funesta a la patria mientras más gloriosa». (T. 2, p. 280).

Martí estaba decidido radicalmente a impedir en Cuba la prevalencia de una sociedad autoritaria —concepto poco mencionado en los estudios de su pensamiento—,a la que consideraba: «basada en el concepto, cierto o fingido, de la desigualdad humana, en la que se exige el cumplimiento de los deberes sociales a aquellos a quienes se niegan los derechos, en beneficio principal del poder y placer de los que se los niegan: mero resto del estado bárbaro». (T. 19, p. 204).

Su radicalidad se expresaba también en una disposición permanente a la crítica y el debate político entre compatriotas, acordes con el ambiente de libertad de criterios que se postulaba en las comunidades de emigrados cubanos, ansiosos de practicar la libertad de pensamiento, opinión y prensa que les negaba el gobierno colonial. Para Martí: «El culto a la revolución sería insensato si no lo purgase el conocimiento de sus errores». (T. 2, p. 23).

Esa unidad en la diversidad la extendería al PRC, al que los clubes patrióticos se integraban sin perder su autonomía de criterios y acción, pues: «Abrir al desorden el pensamiento del Partido Revolucionario Cubano sería tan funesto como reducir su pensamiento a una unanimidad imposible en un pueblo compuesto por factores diversos, y en la misma naturaleza humana». (T. 2, p.177).

Para lograr la imprescindible unidad, el procedimiento fundamental de Martí era el diálogo, regido por el conocimiento profundo de los problemas a dilucidar, pues: «O se habla lo que está en el país, o se deja al país que hable». (T. 2, p. 216). El debate posibilitaría el intercambio de experiencias, conocimientos y puntos de vista diferentes hasta alcanzar un consenso fundado en la razón, no en entusiasmos pasajeros o compulsiones externas.

En este punto es donde se bifurcan totalmente los caminos del Martí radical y los radicalismos actuales, tendientes al terrorismo o a la negación absoluta de la pluralidad. Martí es radical por sus fines políticos, no porque privilegiara métodos violentos o una voz única para alcanzar sus objetivos.

La causa política de esta aparente contradicción —más allá de su ética humanista—, radica en la falta de democracia y diálogo sincero que encontraba en las organizaciones armadas de la sociedad militar, basadas en el caudillismo de ordeno y mando, a diferencia del debate franco y abierto que caracteriza a la sociedad civil. Por ello sostenía:

« (…) ¡que los pueblos no son como las manchas de ganado, donde un buey lleva el cencerro: y los demás lo siguen! […] Si se desgrana un pueblo, cada grano ha de ser un hombre. La conversación importa; no sobre el reglamento interminable o las minimeces que suelen salirles a las asociaciones primerizas, sino sobre los elementos y peligros de Cuba, sobre la composición y tendencias de cada elemento, sobre el modo de componer los elementos, y de evitar los peligros». (T. 2, p. 17).

La ideología liberal y democrática de su tiempo, encontró en Martí uno de sus representantes más radicales. La ideología terrorista y autoritaria de los radicalismos actuales, tanto de los defensores a ultranza del Gobierno/Partido/Estado; como la de sus opositores extremistas, dispuestos a destruir el país si es preciso para hacerse con el poder, en nada coinciden con la genuina radicalidad martiana.

***

[1] «Autonomismo e independencia», New York, 26 de marzo de 1892, Obras Completas, 28 tomos, t. I, p. 355. Todas las citas de Martí corresponden a esta fuente, en las sucesivas solo se consignará, entre paréntesis, el tomo y las páginas.

28 enero 2022 13 comentarios 2.043 vistas
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Mundo

Unión con el mundo, no con una parte

por Mario Valdés Navia 20 enero 2022
escrito por Mario Valdés Navia

La agudización del conflicto entre Rusia y EE.UU. por la expansión de la OTAN hacia el este y el destino incierto de las conversaciones entre ambas potencias para resolverlo, han puesto de nuevo sobre el tapete la posibilidad de un despliegue de cohetes rusos en esta área geográfica. De nuevo, porque esta Rusia es la heredera de aquella CCCP que en 1962, en plena Guerra Fría, instalara proyectiles nucleares en Cuba —aprovechando el riesgo de agresión directa de los Estados Unidos a la entonces llamada Isla de la Libertad— para equilibrar la balanza nuclear global ante la amenaza de cohetes estadounidenses situados en Turquía.

No es gratuito el revuelo político y mediático que causó en todo el mundo, a excepción del Gobierno cubano y su prensa oficial, la respuesta ambivalente del jefe de la delegación rusa en las conversaciones con Estados Unidos a una pregunta al respecto. La Crisis de Octubre/de los Misiles/o del Caribe, cumple este año su aniversario sesenta y ningún ser humano en su sano juicio —del que excluyo a los extremistas de ambos bandos—, desearía que se repitiera un escenario como aquel que puso a gran parte de la humanidad, incluida Cuba, ante su peor amenaza de extinción violenta.

Aunque algunos se asombren de las reacciones de alarma en gran parte de la sociedad civil cubana, el asunto no es como para que metamos la cabeza en la arena. Primero, porque ya pasamos por eso en 1962 y sabemos cómo finalizó: un acuerdo entre los dos grandes para retirar sus respectivos misiles y una promesa verbal al pequeño de que no habría invasión del ejército regular de los Estados Unidos; pero nada de terminar los ataques terroristas, acoso político y diplomático, bloqueo económico y base de Guantánamo.   

Segundo, porque en la larga historia de relaciones de la nación cubana y sus instituciones representativas con el expansionista vecino del Norte —desde la República de Cuba Libre en Armas hasta el actual gobierno socialista—, hay toda una tradición de roces y choques por razones bilaterales, como le ocurre a todos los países pequeños situados en la periferia de poderosos imperios, que no vale la pena exacerbar por intereses de terceros.

Si alguien profundizó en el tema del conflicto Cuba-EE.UU., cuando aún no éramos república, fue José Martí. De él analizaremos varios juicios que pueden ayudarnos a entender cuál debiera ser la posición actual de Cuba ante esta «pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos».[1]

Mundo (2)

El viceministro de Exteriores ruso, Sergei Riabkov, se ha referido a la presencia militar en América Latina en una entrevista con la cadena RTVI. (Foto: Thomas Peter / fotografía de Pool vía AP, Archivo)

-I-

En aquella época de fines del siglo XIX, el Apóstol advirtió a nuestros pueblos de América sobre la necesidad de prepararse para enfrentar el peligro mayor que se avecinaba: la intervención de los Estados Unidos. De ahí que otorgó rango de ley sociológica a esta generalización: «Los pueblos de América son más libres y prósperos a medida que más se apartan de los Estados Unidos». (19, 365)

En las Bases del Partido Revolucionario Cubano quedó definido que los patriotas cubanos aspiraban a constituir: «una nación capaz […] de cumplir, en la vida histórica del continente, los deberes difíciles que su situación geográfica le señalan». (1, 279) Tal pretensión era el clímax de la lucha incesante de Martí contra las pretensiones estadounidenses de apoderarse de la América Hispana que alcanzó primeros planos con la Conferencia Panamericana (1889) y la Conferencia Monetaria. (1891)

Martí comprendió que la política expansionista de los Estados Unidos no se limitaba a la tradicional intervención político-militar, sino que concebía también la de tipo económico. De ahí su verdadera intención al celebrar tales encuentros internacionales: juntar a los países latinoamericanos en una unión continental bajo su hegemonía económica.

Por ello advierte sin ambages:

Jamás hubo en América, de la independencia para acá, asunto que requiriera más sensatez, que obligue a la mayor vigilancia, que pida examen más claro y minucioso que la invitación que los Estados Unidos, poderosos, repletos de productos invendibles y determinados a extender sus dominios por América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para coordinar una liga contra Europa y cerrar los negocios con el resto del mundo (6, 46). 

Martí percibió con agudeza que el proyecto de integración regional que los nunca generosos Estados Unidos intentaba ensayar en Latinoamérica implicaba un nuevo sistema de colonización. Ante esta coyuntura postuló cuál era la mejor política a seguir para los «pueblos menores»:

El pueblo que quiera ser libre, sea libre en negocios. Distribuya sus negocios entre países igualmente fuertes. Si ha de preferir a alguno, prefiera al que lo necesite menos, al que lo desdeñe menos. Ni uniones de América contra Europa, ni con Europa contra un pueblo de América (…). La unión, con el mundo, y no con una parte de él; no con una parte de él, contra otra. (6,160)

Por eso, más que aprovechar en nuestro beneficio las contradicciones interimperialistas, el Apóstol exhortaba a la unidad latinoamericana y al desarrollo urgente de sus países como valladar ante el avance de los yanquis. En 1891 declaró: «el deber urgente de Nuestra América es enseñarse como es, una en alma e intento» [frente] «al desdén del vecino formidable, que no la conoce». (6, 22)

Percibía la lucha entre ambas Américas como un peligro en ciernes que aún era posible conjurar mediante una política sabia y emprendedora. Fue en este contexto histórico, fortificado con el presumible avance económico de la región al terminarse las obras del canal interoceánico, que madura en el pensador cubano la idea de una república antillana, libre y fuerte, que sirviera a Nuestra América «de pórtico y guarda».

No obstante, la visión de Martí sobre Estados Unidos no fue jamás  antinorteamericana, pues, al mismo tiempo, es crítica con los defectos y entusiasta con los aspectos positivos y novedosos de aquel inmenso país, su cultura y grandes personalidades. En una sentencia define su posición al respecto: «Amamos a la patria de Lincoln, tanto como tememos a la patria de Cutting», (1,231) contraponiendo dos símbolos: el popular presidente, salvador de la Unión y liberador de esclavos, y el famoso aventurero expansionista, que intentara arrebatarle el Estado de Chihuahua a México.

Mundo (3)

Estatua de José Martí en Ybor City, Estados Unidos.

-II-

En la tercera década del siglo XXI mucho ha cambiado el mundo: durante la pasada centuria los Estados Unidos establecieron su hegemonía a nivel americano y mundial, y ahora pelean por conservarla ante la amenaza de potencias emergentes como China y Rusia, dueñas de arsenales nucleares. Los países pequeños debemos tener sumo cuidado y proteger nuestros intereses nacionales al navegar en aguas batidas por las colas de esos monstruos furiosos. 

El propio Martí aseveró: «Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras» (6, 16) y también: «No se debe exagerar lo que se ve, torcer, ni callar […] Lo primero, en política, es esclarecer y prever». (22,256)

Con ese espíritu analicemos la actual coyuntura mundial y los riesgos y beneficios que puede reportar para Cuba, sin caer en extremismos ni idealizaciones.

Rusia no es la URSS y sus pretensiones hegemónicas no poseen un alcance similar. Aunque tiene un territorio inmenso y sus fuerzas armadas son poderosas, su economía no está ni entre las diez primeras del mundo y marcha a la zaga en muchos aspectos de la ciencia y la tecnología. Una exacerbación de las tensiones con Estados Unidos y la OTAN no les sería favorable bajo ningún concepto. Difícilmente provocarían a esos rivales con el envío de una importante fuerza militar —ni hablar de cohetes nucleares— al otro lado del Atlántico, lo cual provocaría una reacción militar segura de tan poderosos contendientes.

En cambio, el espacio vital ruso llega hasta el este de Ucrania, de modo que harán todo lo necesario para evitar que el Donbass sea recuperado por Kíev y convertido en una plataforma de emplazamiento de cohetes que apunten al corazón de su territorio. Es más plausible que invadan Ucrania a que instalen armas en Cuba y Venezuela. El gobierno y pueblo cubanos no pueden dejarse llevar por el espejismo de una sombrilla nuclear rusa; si la URSS no pudo sostenerla cuando estaba casi a la par con Estados Unidos en la carrera nuclear, menos podría hacerlo Rusia en este momento.

Mundo (4)

Muñecas de madera rusas tradicionales del presidente ruso Vladimir Putin y el presidente estadounidense Joe Biden en una tienda de souvenirs en Moscú. (Foto: Pavel Golovkin / AP)

Cuba tiene mucho por hacer en la reforma económica y política del país con el fin de encontrar una senda propia, con o sin bloqueo estadounidense, como para involucrarse en un enfrentamiento entre poderes imperiales. Liberar la actividad económica en todos los sectores (estatal, cooperativo, privado e inversión extranjera) hará más fuerte a Cuba que cualquier compromiso con una potencia de segundo orden como Rusia.

El bloqueo estadounidense afecta despiadadamente a la Isla, pero su poderío militar destruyó a Vietnam por diez años y luego lo bloquearon durante veinte más (1976-1996). Sin embargo, cuando la reforma Doi Moi demostró que el país se desarrollaba con sus propias fuerzas, el interés económico hizo que los EE.UU. retiraran el bloqueo y se convirtieran en uno de sus principales socios económicos.

Si Cuba reemprendiera el camino del crecimiento podría aspirar a una mayor y más provechosa relación económica con la otra gran potencia actual: China, país socialista a su manera, pero renuente a subvencionar las eternas pérdidas cubanas por el mal funcionamiento de su aparato económico.

Cuando Cuba se abra a su propio pueblo —emprendedor, creativo y trabajador como pocos—, sin monopolios ineficaces ni burocracias parasitarias; y sus empresas puedan unirse libremente al mundo de los negocios internacionales, la sombrilla económica la protegerá con más seguridad que cualquier alineamiento con potencias mundiales que requieran de su apoyo coyunturalmente.   

[1] José Martí: «Nuestra América», Obras Completas, 28 tomos, editorial Ciencias Sociales, 1975-1978, T6, p. 15. Todas las referencias son de esta edición, por lo que solo se consignará entre paréntesis el tomo y la página.

20 enero 2022 57 comentarios 3.084 vistas
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Malestar (1)

El Estado de malestar general

por Mario Valdés Navia 4 enero 2022
escrito por Mario Valdés Navia

En los años de la segunda postguerra, los traumas del conflicto bélico, el auge del keynesianismo, la presión del movimiento obrero, el triunfo de la socialdemocracia en varios países y la competencia con el naciente sistema socialista; hicieron proliferar en Occidente la idea de que podrían lograrse sociedades con un Estado de Bienestar General. Serían naciones donde el capitalismo, regulado por una mayor intervención del Estado en la economía, uniría a su tradicional eficiencia la existencia de amplios servicios y garantías sociales que beneficiarían a las mayorías.

Los países escandinavos, gobernados por partidos socialdemócratas, marcaron la pauta en este modelo. Otros (RFA, Francia, Países Bajos…) aplicaron políticas similares; mientras, EE.UU. vivía el sueño dorado de la era Eisenhower, cuando parecía que el American dream podría extenderse a la mayoría de la población. Ni siquiera el reflujo neoliberal de los años 70-90 pudo liquidar todas aquellas conquistas populares.

Por su parte, en la URSS y los países del campo socialista europeo, aunque más pobres económicamente, también se evidenciaron beneficios sociales a partir del desarrollo extensivo acelerado de sus economías.

Malestar (2)

(Imagen: M.Gortynskaya)

Al incorporarse a este modelo, Cuba se benefició con tales efectos, amparada por una cuantiosa ayuda económica y —a pesar del ya existente bloqueo estadounidense—, con la posibilidad de comerciar con el resto del mundo, incluidas filiales de empresas yanquis en terceros países.

La debacle del Período Especial, la extensión del bloqueo al plano internacional con las leyes Torricelli y Helms-Burton, y las erróneas políticas internas que demoraron reformas necesarias y desaprovecharon oportunidades de relanzar la economía cubana en momentos más favorables; han destruido el viejo modelo sin que se aplique un proyecto integral para reformarlo acorde con las actuales condiciones. El resultado ha sido la incubación de un verdadero Estado de Malestar General. 

-I-

De aceptar el discurso oficial, desde hace mucho tiempo la economía cubana parece moverse en medio de factores siempre negativos, tanto naturales como humanos. Madre Natura, que parecía bendecirnos en clima y geografía, ahora nos es contraria: si llueve las siembras se atrasan, si no llueve es imposible sembrar; el fenómeno El Niño trae ciclones, La Niña envía sequías y polvo del Sahara. Antes éramos un dechado de recursos naturales, ahora resulta que carecemos de ellos y debemos vivir de los servicios.

No obstante, es en la economía donde no nos favorece ninguna coyuntura, según explican los que saben: cuando baja el precio del petróleo, el país se afecta porque gasta más, pero si aumenta también, porque exporta derivados que ingresan menos; si el precio del azúcar disminuye es preciso desmantelar la industria azucarera, pero cuando sube ya no tenemos azúcar ni derivados para exportar; si el valor del USD aumenta, nos cuesta más importar, en tanto si baja, nuestras exportaciones se derrumban. «Algo huele mal en Dinamarca», diría el rey Lear.

Respecto a la política económica, es evidente que las medidas que se conciben, casi siempre desconocen factores que los decisores —al parecer distraídos con tantos aspectos a evaluar—, suelen pasar por alto y al final nos pasan factura colectiva. A ellos en su amor propio, pero fundamentalmente al pueblo que queda a la espera de lo prometido.

Es como si la economía se empeñara en moverse según sus propias leyes e hiciera caso omiso a las decisiones de los iluminatti. El malestar ciudadano debiera dirigirse a los enredos del mercado, no cargar contra los ocupadísimos cuadros que desgastan sus neuronas buscando las mejores soluciones para el país. Un ejemplo evidente es el de la circulación monetaria.

-II-

Hasta los años noventa, en momentos en que el USD estaba prohibido, algunos se lo agenciaban para comprarlos a siete pesos y llevarlos a la rusa del barrio con el objetivo de que les comprara regalos en las diplotiendas. Luego se declaró su libre circulación y, cuando vinimos a ver, el gobierno de los Estados Unidos, en lugar de estar feliz con nuestra decisión, nos puso trabas para usarlos en el comercio internacional. Así que los sacamos del mercado interno y fueron multados con un gravamen del diez por ciento, para que nos respeten.

Los criticones afirmaron que eso espantaría al turismo latinoamericano y cubanoamericano y que los inversionistas pondrían el grito en el cielo, pero nuestro CUC soberano se adueñó de la circulación, aunque algunos dijeran que no era más que una ficha para cubanos que representaba un USD sobrevalorado. Peor aún, la sabia decisión transitoria —apenas duró dieciocho años— de utilizar una doble tasa de cambio: 1×1 para las empresas estatales y 1×25 para la población, llegó a ser calificada por los francotiradores como disparate que alteraría todo el funcionamiento económico y arruinaría la producción nacional.

Cuando se decidió eliminar esa situación y devolver su lugar al peso cubano mediante la «Tarea Ordenamiento» (TO), esos mismos que desde hacía años querían eliminar el CUC insistieron en provocar el malestar general, argumentando que este era el peor momento, cuestionando que no lo hicieran antes y porfiando que se debió haber fomentado primero la producción para luego hacer cambios en la circulación. Solo gracias a la labor de explicación y comprometimiento de los que llevaban más de una década obligados a viajar por el mundo estudiando experiencias de circulación monetaria en los cinco continentes, fue que logró convencerse a la población incrédula de las ventajas que recibiría.

Por desgracia, durante su ejecución varios factores impredecibles provocaron malestar en amplios sectores de la población, que ciertos exagerados tildan de generalizado: una pandemia que asolaba al mundo hacía un año y se había hecho la vencida en nuestro país; la demora del presidente Biden en cumplir su palabra empeñada como candidato de aflojar las medidas de Trump contra Cuba, algo nunca visto en la política de aquel país; y la inflación, que estalló desde que se difundieron los nuevos precios de la TO y no frena por muchos llamados de las máximas autoridades a que se detenga.

Menos mal que siempre se dejó abierta la posibilidad de que algunas personas pudieran comprar artículos —primero de alta gama y luego de media, baja y bajísima— en un novedoso mercado, único en el mundo, donde no se utiliza el USD, sino la tarjeta magnética en MLC.

Aunque algunos aseveren que es una nueva forma de dolarización, simplemente porque las tarjetas están nominalizadas en USD, lo cierto es que ni siquiera se pueden cargar con la moneda enemiga, que abarrota las bóvedas de nuestros bancos. Únicamente es posible hacerlo con otras divisas de países capitalistas que sí nos estiman, lo cual encarece el envío de remesas por los que se fueron y permite dejar mayor cantidad de bienes para el mercado en pesos, alias CUP.

Malestar (3)

El problema mayor para el Gobierno/Partido/Estado, es que el malestar ha tomado cuerpo en múltiples formas de crítica, rechazo y disidencia interna que recorren, cual fantasmas, diferentes estratos sociales y se manifiestan en variadas formas: huelgas de choferes y cocheros, reclamos a autorizar profesiones libres (guías turísticos, arquitectos, ingenieros), protestas de artistas e intelectuales contra decisiones y reglamentos, (27N),  plataformas ciudadanas en redes sociales (Articulación Plebeya, Archipiélago).

La mayor expresión del malestar general fue la sublevación de los obstinados del 11-J, entonces escribí:

Frente a los brotes espontáneos de protesta popular, la respuesta del Partido/Estado/gobierno fue de pura continuidad: ninguna concesión, cero diálogo con los participantes; mucho tonfazo y detenciones. El secretario-presidente, en comparecencia pública donde se olvidó del Estado de Derecho proclamado en la Constitución 2019, llamó a los seguidores de la Revolución a salir a imponer el orden por la fuerza bajo el lema La calle es de los revolucionarios.  

Ahora el malestar se amplifica ante las extensas penas de prisión que se están imponiendo a los protestantes, al añadirse a los cargos iniciales de escándalo público y desacato el muy grave de sedición, y considerarlos como miembros de un complot internacional jamás demostrado. Esta artimaña judicial entristeció numerosos hogares cubanos en este fin de año y levanta otra bandera de lucha para el 2022: la de la libertad de los presos políticos, injustamente castigados por participar en una protesta pacífica.

Ojalá este sea un año de reconciliación y diálogo para Cuba, donde el sentido de malestar e inconformidad ceda paso a un proyecto de país más aglutinador, democrático y participativo; que dé cabida a todos los cubanos y cubanas, dentro y fuera de la Isla, aunque haya mucho que luchar todavía para lograr este sueño.  

4 enero 2022 43 comentarios 2.981 vistas
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