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Julio Pernús Santiago

Julio Pernús Santiago

Comunicador, Jefe de Redacción en la revista Amor y Vida

Benedicto XVI

Benedicto XVI y las teologías latinoamericanas de la liberación

por Julio Pernús Santiago 19 enero 2023
escrito por Julio Pernús Santiago

«Santo súbito, santo súbito, santo súbito», fue la frase que resonó con fuerza durante las transmisiones en vivo del funeral de Benedicto XVI, Papa emérito fallecido el pasado 31 de diciembre. Los gritos eran de fieles que reclamaban su ascenso inmediato a los altares, es decir, que fuera proclamado santo de la Iglesia Católica como los sumos pontífices que le precedieron: Juan Pablo II, Juan Pablo I, Pablo VI…

La iniciativa no es descabellada, pero, con seguridad, los peritos del Vaticano revisarán antes su vida, donde no es un suceso menor la relación de Joseph Ratzinger con las teologías latinoamericanas de la liberación. Para entender el vínculo de Benedicto XVI con el pensamiento católico latinoamericano, es oportuno viajar en el tiempo hasta 1962-1965, en época del Concilio Vaticano II.

Nacido el 16 de abril de 1927 en Marktl am Inn, al sureste de Alemania, cerca de la frontera con Austria, su adolescencia y juventud estuvieron definidas por su país y los tiempos turbulentos del nazismo, así como por su fe. Antes de juzgar su carácter, es bueno tener presente que fue obligado a enlistarse en las tropas hitlerianas y sufrió prisión al tratar de escapar de ese totalitarismo. De ahí que el desmonte de ideologías totalitarias sea una de las premisas en su servicio a la Iglesia.

Hablamos de un hombre con una inteligencia extraordinaria, que estudió Filosofía y Teología en la Universidad de Munich. Dos años más tarde obtuvo un doctorado en Teología y se convirtió en profesor, enseñando Dogma y Teología Fundamental en cuatro universidades alemanas. Once años después de su ordenación como sacerdote, Joseph, de treinta y cinco años, sería consultor, durante el Vaticano II, del cardenal Josef Frings, un reformador que fue arzobispo de Colonia, Alemania. Como joven sacerdote, Ratzinger estaba en el lado progresista de los debates teológicos, junto a no pocos delegados latinoamericanos.

Benedicto XVI

Funeral del Papa Emérito Benedicto XVI, oficiado por el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro. (Foto: EFE)

El Vaticano II sucede en el contexto de la Guerra Fría y la Crisis de los Misiles. En ese encuentro, Ratzinger tuvo un acercamiento tangible con la realidad latinoamericana, y en especial con Cuba. Recordemos que fue uno de los países visitados por él una vez que llegó a Obispo de Roma y, a diferencia de su predecesor, era un Papa que seleccionaba sus viajes minuciosamente.

Dentro de la revolución cultural acaecida en 1968, fueron notables los eventos del Mayo Francés y la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín, donde por primera vez en la Iglesia se habló de violencia institucionalizada y pecado estructural para referirse al capitalismo. En el documento final se expresó que «la pobreza no es casualidad ni es algo querido por Dios, más bien es un pecado nacido en el corazón de un sistema injusto de dominación».

Tales sucesos, marcados por la influencia de la filosofía marxista, hicieron cambiar a Ratzinger hacia una actitud más conservadora, enfrentada al temor de una juventud desenfrenada que rompía el dique de la estructura moral católica que permeaba la humanidad.

En 1977, fue nombrado arzobispo de Munich y, en junio de ese año, cardenal. En los inicios del papado de Juan Pablo II, se le convocó al Vaticano para dirigir la Congregación para la Doctrina de la Fe (dependencia eclesial destinada al control doctrinal y moral, anteriormente conocida como Santa Inquisición). Esa época constituye uno de los períodos más polémicos del cardenal Ratzinger, pues actuó como censor de teólogos y académicos progresistas, entre ellos Hans Küng y Leonardo Boff.

Hoy se habla de teologías latinoamericanas de la liberación, en plural, pues fueron varias las corrientes de pensamiento que surgieron a finales de los sesenta del pasado siglo en América Latina, motivadas por la influencia de la Revolución cubana, y que llegan a nuestros días. Entre sus fundadores destaca el sacerdote Gustavo Gutiérrez, que en su libro Teología de la liberación. Perspectivas, se refiere a la «fuerza histórica de los pobres».

Durante su servicio frente a la Congregación para la Doctrina de la Fe, Ratzinger entendió que la opción revolucionaria de los teólogos de la liberación —dígase Mons. Casaldáliga, Leonardo Boff, Ernesto Cardenal, entre otros—, les llevaba al rechazo claro de la tesis del desarrollismo en la perspectiva de desarrollo económico basado en procesos de industrialización, que influyó en América Latina a lo largo de los años sesenta, setenta y ochenta.

A él le preocupaba la opción radical adoptada por sectores de la Iglesia en el continente, que influenciados por el marxismo impulsaban las luchas de clases y sus consecuencias armadas. Gutiérrez, fascinado por el movimiento de Fidel Castro y el Che Guevara —citado más de cien veces en su referido libro—, así como por la figura-símbolo del sacerdote guerrillero Camilo Torres, justifica la contraviolencia, es decir, la violencia revolucionaria como reacción a la violencia del Estado y el capital. Esa filosofía causaba muchos recelos, tanto a Juan Pablo II como a Ratzinger.

Benedicto XVI

Gustavo Gutiérrez Merino, Sj.

Las teologías latinoamericanas de la liberación, a tono con la teoría marxista, identificaban liberación con emancipación de las estructuras y, para conseguirlo, el único camino que veían factible era la instauración del socialismo latinoamericano y el nacimiento del Hombre Nuevo. Ello generaba división al interior de las estructuras eclesiales del continente en la época. Al igual que las teologías políticas elaboradas por los alemanes J. B. Minsz y J. B Moltmann, las teologías de la liberación leen el cambio como proceso de salvación y progresiva realización del Reino desde los pobres, que representaban su «principal sujeto histórico».

Ratzinger sabía que los grandes problemas humanos eran, sin duda, universales, y, en cierto modo, intemporales, pero en la conciencia filosófica corren el riesgo de desvanecerse en formulaciones vacías, abstractas, si no pasaban por el tamiz de la pura y dura realidad; y la realidad es siempre encarnada, particular, concreta.

Sus críticos le achacan el desmembramiento de un modelo de Iglesia, pero un importante pensador católico latinoamericano, Alberto Methol Ferré, había escrito que ese conflicto, vivido al interior de la catolicidad del continente en época de la teología de la liberación, le permitió en el siglo xxi pasar de ser una Iglesia espejo a ser una Iglesia fuente.

Antes de su visita a Cuba, en marzo de 2012, Benedicto expresó algo que devela parte de su reflexión respecto al pensamiento elaborado por el marxismo: «Hoy estamos en una época en la que la ideología marxista […] ya no responde a la realidad y si no es posible construir cierto tipo de sociedad, entonces se necesita encontrar nuevos modelos, de forma paciente y constructiva».   

Sin duda, hablamos de una persona polémica, pero es injusto referirse a él como negado al diálogo con otras formas de pensamiento: ahí están sus encuentros con Habermas, Flores D’Arcais o el diálogo y correspondencia con Piergiorgio Odifredi, y con el propio Fidel Castro. Alejado del mediatismo, sus ideas, esbozadas en libros, lo convierten en un Papa teólogo que tuvo, desde el anonimato, un rol tangible en la caída del socialismo real.

Para comprender mejor su relación con la teología latinoamericana de la liberación, es necesario leer su primera declaración formal como prefecto de la Doctrina de la Fe, que se encuentra en la Instrucción Sobre algunos aspectos de la teología de la liberación, de 1984, y que puede complementarse asimismo con la Instrucción Sobre la Libertad Cristiana y Liberación, de 1986. Esos documentos deben entenderse desde el contexto mundial donde se generaron.

Respecto a su mayor influencia en Cuba, coincido con el historiador Fernández Otaño en que «la visita de Benedicto a la Isla consolidó la incidencia pública de la Iglesia local, antes purgada y diezmada por el Gobierno. Su máxima expresión de acercamiento fue durante la época del deshielo político entre Estados Unidos y Cuba, mediado por la Santa Sede y que sería imposible entender sin el apoyo del difunto Benedicto XVI».

El 11 de febrero de 2013, Benedicto XVI dio un paso que será recordado entre los sucesos de mayor trascendencia del siglo xxi: en latín y sin avisar ―de hecho, solo la periodista de ANSA se percató de lo que había dicho―, anunció su renuncia al puesto del Vaticano. Decisión inédita en la historia moderna de la Iglesia Católica, pues el último en hacerlo hasta ese momento había sido Celestino V, el Papa ermitaño, en 1296.

Las grandes preocupaciones de Benedicto XVI fueron la descristianización de Occidente ―en este proceso entra su enfrentamiento a las teologías de la liberación― y la recuperación de sus olvidadas raíces cristianas; la defensa de la vida desde el nacimiento hasta la muerte; la defensa de la moral natural y, por lo tanto, la condena del laxismo en moral sexual o el matrimonio homosexual; la denuncia de «la dictadura del relativismo» y, sobre todo, la limpieza de la Iglesia.

Para complejizar el debate sobre Benedicto XVI y la Teología de la liberación, antes de retirarse, el Papa emérito promovió la figura del cardenal argentino Bergoglio como su posible sucesor. Lo trascendente es que el sumo pontífice alemán vio en un cura jesuita, latinoamericano y adscrito a una variante de las teologías latinoamericanas de la liberación conocida como Teología del pueblo, las características idóneas para continuarlo en la conducción de la Iglesia. De ahí que por estos días, varios de sus seguidores han argumentado que el problema en el Vaticano no era la coexistencia entre Francisco y Benedicto, sino entre sus seguidores.

19 enero 2023 7 comentarios 712 vistas
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Pantaleón

Padre Pantaleón: la Fe que no podrán silenciar

por Julio Pernús Santiago 16 septiembre 2022
escrito por Julio Pernús Santiago

Durante tres años tuve la oportunidad de trabajar como comunicador de la Compañía de Jesús en Cuba. En esa etapa, el superior era el P. David Pantaleón, lo que me permitió tejer una sincera relación de respeto y admiración por su persona. El pasado 13 de septiembre, las redes sociales fueron cubiertas con mensajes de cercanía al padre Pantaleón, luego de que se diera a conocer de forma pública lo que era un secreto a voces: su expulsión del país.

Creo válido, antes de juzgar la historia, comenzar por apreciar el contexto que desembocó en este desenlace y que muestra con transparencia el frágil hilo que sostiene las relaciones entre la Iglesia católica y el Estado cubano hoy.  

 En el 2022 se cumplieron cinco años del arribo del padre David Pantaleón a nuestra Isla, proveniente de su natal República Dominicana. Todos los que lo conocemos podemos dar fe de su sencillez, y es que siendo miembro de una prestigiosa banda de músicos católicos nombrada Jesuitas Acústicos, decidió dejar cualquier tipo de comodidad y fama, para unir su destino a los cubanos.

Sin proponérselo, el padre David —que por lo general siempre prefiere labores de servicio por encima de las administrativas— fue elegido por los demás compañeros de la orden para ser el superior de la Compañía de Jesús en Cuba. Esa labor sería asumida por él con enorme entereza; promovió para ello un modo de proceder basado, sobre todo, en el acompañamiento a los sectores de mayor vulnerabilidad en nuestro pueblo.

En su etapa como superior le tocó asumir grandes desafíos, pues se reveló en la Isla todo el desequilibrio social relacionado con la pandemia y el ordenamiento monetario, lo que agudizó la crisis multidimensional que veníamos sufriendo los cubanos.

En medio de ese proceso, la voz del P. Pantaleón se hizo notar con reflexiones valientes que ponían en evidencia la precaria realidad a la que eran empujados varios sectores de nuestra población. Lo trascendente de su narrativa es que surge desde una denuncia sin odio. Alguna vez me dijo que había escuchado el dolor de la gente a su alrededor y que su voz era, junto a la de otras religiosas, laicos, obispos, una especie de grito por aquellos sin plataformas mediáticas para ser escuchados.

Quizás desde ese momento pasó a ser mirado con ojos diferentes por la Oficina de Asuntos Religiosos del Partido Comunista de Cuba, pues es sabido que desde ahí se comunica el poder estadual con los sectores religiosos del país. Sin buscarlo, su coherencia llamó la atención de la Junta Directiva de la Conferencia Cubana de Religiosas-os, conocida como CONCUR por sus siglas, que lo eligió su presidente.  

Como jesuita, el P. David ya había acompañado misiones en su natal dominicana, en lugares mordidos con fuerza por la pobreza, lo que despertó en él una especial sensibilidad hacia los más vulnerables dentro del tejido social. En varias de sus canciones se puede apreciar un oído cercano a los clamores populares. Su huella sigue los pasos de un grupo de compañeros jesuitas que prestó servicio en el barrio dominicano de Guachupita y logró transformaciones tangibles en la calidad de vida de sus habitantes.

Es importante destacar que varios de estos religiosos latinoamericanos trabajaron durante años en barrios ubicados en los cinturones de pobreza de las grandes metrópolis de sus países, y llegaron a Cuba entusiasmados de alguna forma por conocer la realidad del mito de la más grande revolución social en Latinoamérica, que se hizo para dar mayor dignidad a los pobres.

Lo que sucede es que al bajar del avión y empezar a conocer la realidad, se percatan de que es: «un lugar donde la gente no es feliz y muchos jóvenes están desesperados por salir del país. Es un territorio donde las cosas no andan bien y algo debe cambiar». Como dijo recientemente Joaquín Sabina en una entrevista.

El padre David, como superior de los jesuitas y presidente de la CONCUR, tuvo que viajar a lo largo de la Isla varias veces para visitar las obras de la Compañía. En cada uno de sus recorridos solía aprovechar el tiempo para conversar con los laicos, religiosas y compañeros jesuitas sobre la realidad que vivían en cada contexto. Muchas de esas conversaciones pueden evidenciarse en los pequeños textos que solía publicar a principio de cada mes para describir la cotidianidad de la familia ignaciana en Cuba.Pantaleón

Una de las claves de la espiritualidad ignaciana es desentrañar el mal y exponerlo para que pueda ser vencido por el bien. David es un sacerdote de diálogo y justo, pero le molesta la injusticia, por eso apoya la construcción de propuestas sociales que logren restablecer una cultura democrática dentro de la sociedad.

Más que ejercer un protagonismo, su rol era acompañar, muchas veces en silencio pero de forma tangible, a esos actores que sueñan con una Cuba donde no reine el pensamiento único y donde la prosperidad no sea una utopía congelada para siempre en el discurso y la vida de la clase en el poder.

 El 11 de julio de 2021 sucedió lo que ya varios como él venían anunciando: un estallido social que terminó con más de mil presos, en su mayoría jóvenes, producto de la precaria situación nacional. Desde el momento inicial, el P. David, en su posición de superior de la Compañía de Jesús y presidente de la CONCUR, facilitó el acompañamiento a los detenidos y sus familiares tras las protestas.

Sin pretenderlo, su acción lo colocó en un puesto incómodo ante la Oficina de Asuntos Religiosos, que prefería no ver a la Iglesia u otras religiones como actores en temas de denuncia política.

Relación entre la Conferencia de Religiosos y la Conferencia de Obispos

La Iglesia tiene una estructura jerárquica que está presidida por el obispo de Roma, en estos momentos el Papa Francisco, y se va estructurando a través de obispos que son responsables de las diócesis, donde cuentan con clero, religiosos y laicos para dar movilidad a la vida pastoral. En nuestra Isla, como en otros países, existe la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC), que es el espacio de concertación que reúne a los prelados de cada diócesis local y resulta la estructura de mayor peso jerárquico en el mapa eclesial nacional.

Por la situación de conflicto que se vivió en las primeras décadas de la Revolución, la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba se convirtió en la única voz oficial de la Iglesia, como forma de proteger a los católicos cubanos en ese contexto.

Actualmente esa realidad es interpelada por otras variables, como las nuevas tecnologías que se convierten en plataformas tangibles, donde diferentes actores eclesiales esbozan criterios diversos sobre distintos asuntos de interés eclesial y social. Pero cada una de esas voces no eclesiales, que pueden tener mayor o menor singularidad, suele estar en comunión con el obispo de su diócesis.

 En algún momento se han publicado criterios, en redes o en grupos de debate, sobre desencuentros entre la CONCUR y la COCC.  Es oportuno aclarar que cada paso dado por la Conferencia Cubana de Religiosas-os, ha contado con la aprobación y el acompañamiento de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba.

Pantaleón

En la época del P. David Pantaleón como presidente de la CONCUR, este diálogo se mantuvo como en tiempos anteriores. Sé que las declaraciones y actuaciones de la CONCUR que han sido acogidas como testimonios de una Iglesia encarnada, han sido decisiones y posiciones consultadas con anterioridad a la Conferencia Episcopal de nuestro país.

Entre ambas instituciones existen buenas relaciones. Los católicos cubanos son conscientes de esa unidad en nuestra Iglesia y la promueven con fuerza. Lo anterior no impide que haya diversas formas de apreciar la realidad, y que de forma singular un católico, consagrado o no, pueda dar un juicio propio sobre un tema. Aún en esas circunstancias, la brújula de actuación con la que se evalúa ese aporte debe ser siempre la Doctrina Social de la Iglesia, donde vienen recogidas las pautas para muchas situaciones que se presentan en nuestra cotidianidad.  

En los últimos tiempos, con mayor fuerza desde el papa Francisco, se ha venido construyendo al interior del mundo eclesial católico una cultura sinodal. Con esto se hace referencia a un modo de proceder que no parta solamente de la clericalidad, sino que se busca cambiar la toma de decisiones piramidal por una de mayor horizontalidad, donde puedan ser escuchadas todas las voces y los laicos jueguen un papel decisivo también en la toma de decisiones. De hecho, los católicos de Cuba han estado viviendo un proceso asambleario en cada comunidad, donde se ha planteado con fuerza la importancia de caminar juntos.

El desenlace

Luego del 11 de julio, y dada la actuación de la Compañía de Jesús y la CONCUR en el acompañamiento a familiares y detenidos tras las protestas, la relación del P. David Pantaleón con la Oficina de Asuntos Religiosos vinculada al Partido Comunista se fue debilitando hasta romperse. Usualmente, a los religiosos que vienen de misión a Cuba se les ofrece un permiso de residencia por un año, que deben ir renovando cada vez que se vence el plazo.

Esta variable legal, en ocasiones, ha facilitado que a extranjeros que desean misionar en Cuba les sea condicionada su estancia a partir de mantener un comportamiento «políticamente correcto».

 El caso del P. David Pantaleón, quizás sea el de mayor mediatismo en los últimos tiempos, pero no es el único que ha ocurrido, recordemos en el año 1961 la expulsión de 140 religiosos en el buque Covadonga. Todos tenían en común ser considerados políticamente incómodos para el gobierno revolucionario en el poder. En décadas recientes también se han producido situaciones parecidas, que han sido silenciadas para no comprometer las relaciones entre las instituciones eclesiales y estatales, en pos de un bien mayor.

P. David Pantaleón, SJ

P. David Pantaleón, SJ (Foto: reportecatolicolaico)

 Al no renovarle la visa de residencia al sacerdote David Pantaleón, la Oficina de Asuntos Religiosos visibilizó aún más el grado de tensión que rige las relaciones Iglesia-Estado en nuestra nación. En reciente entrevista ofrecida por el cardenal Juan García, arzobispo de La Habana, el purpurado se refirió a los pedidos de la Conferencia para sostener un diálogo con el gobierno donde podrían abordarse varios de los temas de mayor urgencia en nuestra sociedad, y habló del silencio recibido como respuesta a dicha petición.

En los encuentros televisados del presidente y diversos actores de la sociedad civil, no hubo ninguno con la Iglesia católica, lo que denota que la relación entre el catolicismo y el partido posee similitudes con el conflicto vivido en los sesenta.   

La expulsión del P. David Pantaleón como residente en Cuba, quien al momento de su salida ejercía como superior de los jesuitas y presidente de la CONCUR, es un error político que muestra la incongruencia entre el discurso oficial —que se presenta como pro-diálogo con todas las voces—, y la realidad, que aparta al que muestre un pensamiento divergente.

Sin embargo, el padre David no es el único que piensa en libertad y con un modo de proceder tendiente hacia la instauración de una verdadera reconciliación y mayores cuotas de justicia social en nuestra sociedad. Como él, existen muchas otras voces con una fe en el cambio que ya no podrán ser silenciadas.

16 septiembre 2022 12 comentarios 1k vistas
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Francisco

El Papa Francisco y su visión de Cuba

por Julio Pernús Santiago 19 julio 2022
escrito por Julio Pernús Santiago

Fui uno de los tres jóvenes escogidos por la Iglesia católica cubana para llevar al Papa Francisco la cruz de la Jornada Nacional de la Juventud durante su visita a la Isla en el 2015. Esa imagen en formato impreso y las palabras que el sucesor de Pedro nos regaló durante emotivo encuentro en el antiguo seminario de San Carlos y San Ambrosio, son un regalo invaluable que guardaré para siempre en el corazón.

Por estos días ha surgido un debate dentro de la sociedad civil cubana —redes sociales mediante—, con motivo de las palabras expresadas por el Sumo Pontífice a un año del estallido social del 11 de julio. Sin pretender abordarlo todo, deseo ofrecer algunas pistas sobre el pensamiento de Jorge Mario Bergoglio (Papa Francisco) que pueden ayudarnos a comprender su forma de interpretar nuestra realidad. Es lamentable que varios de los comentarios emitidos sobre el Papa se hayan elaborado a partir de lo que otros dicen, sin ver la entrevista completa donde expone sus declaraciones. Eso, sin dudas, resta fuerza al debate.  

Bergoglio detesta el intelectualismo abstracto, introducido siempre por una deriva ideológica, muros que cierran y distraen al ser humano de los problemas profundos que agobian su existencia. Por eso, para interpretar su frase de que: «Cuba es un símbolo, Cuba tiene una historia grande y yo me siento muy cercano a ella», es importante situarse en el contexto desde el que se hace esa reflexión.

Francisco es el primer Papa latinoamericano, y es jesuita, por eso, lo que plantea es observado invariablemente con lupa por un pensamiento rigorista —incluso dentro de varios sectores católicos cubanos— que se mueve a partir de lecturas incuestionables de la realidad, devenidas desde el centro occidental de Europa. El Papa es parte de una escuela de pensamiento surgida en Argentina en la década del setenta del siglo XX, conocida como Teología del Pueblo. Según el filósofo italiano Massimo Borguessi: «este pensamiento no constituía una alternativa conservadora a la teología de la liberación, sino una teología de la liberación sin el marxismo».

 La Revolución cubana es un símbolo de liberación para el sector de fe que se sumó a la lectura socio-religiosa de la realidad de nuestro continente ofrecida por la Teología Latinoamericana de la Liberación a partir de la década del sesenta del pasado siglo, y que puso como núcleo central de su reflexión la categoría pobre. Quien introdujo el término Teología de la Liberación en el contexto católico fue el dominico peruano Gustavo Gutiérrez. Él es también uno de los principales artífices de la unión entre teología y marxismo en el continente.

El propio San Juan XXIII, Papa que convocó al concilio Vaticano II, (1) tomó de ejemplo a la Revolución cubana en uno de sus comunicados para denunciar las consecuencias sociales que podrían llevar a todo un pueblo a unirse para derrocar mediante una guerra a un gobierno dictatorial. En la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín, en 1968, los obispos de nuestro continente continuaban viendo a Cuba y la lucha de su pueblo por la liberación como referente para otros pueblos de América Latina.  

Bergoglio no ha sido nunca un cura comunista. Decir eso lastra de antemano toda la seriedad de la persona que desee expresar un criterio acerca de sus últimas declaraciones respecto a Cuba. Francisco ha ido más allá de los mitos revolucionarios, comunistas o liberales —que se aúpan en la región bajo signos autoritarios—, para ponerse a la cabeza de los movimientos populares, a los que ofrece una salida diferente a la violencia para alcanzar sus metas emancipadoras.  

Él sí vio en el peronismo una defensa de los intereses populares, de la gente humilde, frente a gobiernos liberales de la alta burguesía. Ese tipo de peronismo se mantenía en la política como una vía para enriquecer la Fe. Bergoglio se mantenía en la fe, para desde ella enriquecer la política. Él decía que lo importante no era la ideología, sino el testimonio. Fue un cura peronista, no un peronista cura.

El Papa ha visitado nuestra Isla dos veces, lo que demuestra el interés eclesial que representa nuestro pueblo para su persona. La Fe no vive encerrándose sino abriéndose. Ya de Papa, Bergoglio diría que la Iglesia vive cuando sale de su propia autorreferencialidad.

 El juicio de Francisco sobre Cuba como símbolo, es también una forma de expresar su alegría cuando en la época de Obama y Raúl Castro, y con la mediación de la Iglesia católica, se logró una serie de pasos en pos del acercamiento de los pueblos cubano y norteamericano. Para él, la unidad verdadera no es uniformidad, sino unidad en la diferencia. Es interesante que durante la controversial entrevista expresara que de nuevo se están dando pasos en pos de un nuevo acercamiento, en este caso entre los gobiernos de Biden y Díaz Canel. ¿Será que la Iglesia, al igual que en otros momentos, vuelve a ser mediadora del acercamiento entre los gobiernos de ambos países?  

La referencia a Cuba y su Revolución como símbolo en el pensamiento del obispo de Roma es histórica, marcada por su formación intelectual. No hay que situarla necesariamente en lo que viene sucediendo en nuestro tejido social, sobre todo desde el afianzamiento de una clase política dentro de la nación que se aleja cada día más de la realidad existencial de un pueblo al que pretende callar mediante diferentes mecanismos de represión.    

Los grandes problemas humanos son sin dudas universales, y en cierto modo intemporales. Dentro del ámbito eclesial se ha juzgado bastante que el Papa plantee que tiene una relación humana con Raúl Castro. Desde que asumió su pontificado, Francisco asume sin temor las críticas por su intento de relacionar polos diversos como Obama y Raúl, y conciliarlos con la fuerza del Espíritu (del bien) que todo lo une.

Francisco

Encuentro entre el Papa y Raúl Castro en 2015. (Foto: Vatican Media)

La amistad social, entendida como tentativa de superar conflictos mediante el diálogo y la colaboración entre partes opuestas, se realiza de forma paciente en la paciente trama que no pretende negar los acentos, las diversidades concretas que subsisten al interior de los líderes de estos procesos. Algunos de los que acusan a Francisco de comunista por su relación humana con Raúl, se olvidan que ese gesto es evangélico, pues Jesús, fundador del cristianismo, tejía relaciones humanas para intentar salvar, incluso, a sus grandes enemigos.

Tener una relación humana con alguien no es un gesto de aprobación de su conducta, el propio Jesús no lo hizo así, por eso le dijo a la mujer infiel a quien intentaban apedrear: «yo te perdono, vete y no peques más». La filosofía del Papa Francisco suele mostrar al buen samaritano como símbolo de lo que debe ser una relación humana entre dos personas que incluso la sociedad define como opuestas por sus creencias. La pregunta del Evangelio sigue haciéndonos reflexionar hoy: «¿quién es tu prójimo?» (próximo).

Cuando habla sobre política en un programa de TV, el Papa puede ser interpelado incluso dentro del ámbito católico. Como ser humano, puede errar a la hora de emitir un criterio o con determinada actuación; pero los que por estos días lo denostan deben conocer que el diálogo político implica la superación de valores sectoriales y de los intereses de una parte, para mirar la totalidad de lo que se juzga.

No podemos dividir a la Iglesia de manera simplista: los que apoyan al Papa o los que lo critican, buenos y malos, justos y corruptos, patriotas y apátridas, de izquierda o derecha; la realidad de todas esas pociones humanas está cargada de matices. La democracia es compromiso, resolución de tensiones polares, superación del maniqueísmo. Su objetivo, a partir de la persecución del bien común, es la superación de las divergencias entre élites y pueblo, riqueza y pobreza, comunistas y cristianos.

Las declaraciones del Papa a propósito de Cuba, han salido en un contexto verdaderamente adverso para la mejor comprensión de su propósito, y es lógico el malestar que genera en diversos sectores de la sociedad civil y la Iglesia. Un joven líder católico —que ha sido incondicional con los esfuerzos por democratizar el tejido social de la nación, poniendo en juego muchas cosas importantes, como su libertad—, comentó que sentía esas declaraciones como un tiro a la voz del pueblo que salió el 11-J a las calles.

En ese sentido, es válido el esfuerzo de transmitir —en medio de una Iglesia que vive un proceso sinodal—, los criterios sobre la realidad del país recogidos por los católicos en las asambleas parroquiales, a alguna persona que los eleve al Vaticano. Pues, si difícil es para los propios cubanos comprender el proceso tan duro de precarización sistemática de la vida, ¿cómo será para los que nos observan desde fuera?

Deseo creer, apoyado en el criterio de otros amigos católicos, que Francisco intentó con sus declaraciones mover al gobierno actual del país a una zona de diálogo. Por supuesto, él es solo una voz, pero en medio de la inmovilidad que sentimos de cara a los grandes problemas que afronta la nación, cualquier esfuerzo por modificar la realidad en favor del pueblo, aunque sea un tilín, es importante.

Las palabras del Papa Francisco sobre Cuba, entendidas en sentido profundo y desafiante, pueden ser consideradas como la invitación a construir de un modo diferente la historia de nuestra Isla para el 2022. Para eso se hace oportuno instalar un ámbito social deseable por todos los cubanos, donde los conflictos, las tensiones y los opuestos puedan alcanzar una unidad pluriforme, que engendre un nuevo tejido social, marcado por el diálogo sincero, sin autoritarismos ni represión.

Para lograr ese sueño es importante descubrir qué provoca esta situación de desesperanza y fuga entre nuestro pueblo y desolidarizarse de esos elementos, sean personas, relaciones o estructuras. Pero también, optar por un estilo de vida que sea coherente con la realidad que deseamos instaurar.

***

(1) En el mes de octubre de 2022 se cumplirán sesenta años de este encuentro, que marcó una nueva época dentro de la Iglesia católica.

19 julio 2022 37 comentarios 2k vistas
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Código - Iglesia

Apuntes sobre el Código de las Familias desde un pensamiento católico

por Julio Pernús Santiago 30 abril 2022
escrito por Julio Pernús Santiago

Una profesora universitaria me escribió hace un tiempo para preguntarme si le podía hacer llegar la opinión de la Iglesia católica sobre el Código de las Familias. En el WhatsApp de respuesta le expresé: «Hoy día la imagen perfecta para ilustrar el pensamiento católico cubano es un poliedro, es decir, la unión de todas las posiciones disímiles sobre un determinado tema que en la unidad conservan la originalidad de su parcialidad. No hay una sola respuesta desde el catolicismo cubano con respecto al proyecto de Código en discusión».

Después, le compartí el mensaje del Comité Permanente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba sobre el asunto, pues es la opinión eclesial emitida de mayor institucionalidad.

El reto es poder leer el Código de forma sosegada e íntegra, pues surfean a nivel barrial y eclesial diversos criterios sobre él, incluso sin haberlo leído, lo que complejiza la salud del debate. Vale destacar que mientras el país permanece cerrado a tópicos concebidos desde lo más avanzado de Europa respecto a temas vinculados con derechos de la sociedad civil —como las protestas masivas legalizadas—, en el referido Código han entrado a colación varios asuntos del mayor interés para el sistema cultural europeo.

Un punto a reflexionar es que se debió haber transformado primero el Código Civil o, al menos, a la par del de las Familias. Este paso, por alguna razón, se ha ido aplazando, lo que provoca un desfase entre los dos procesos y se evidencia en discusiones en un espacio como el Código de las Familias, que se deberían haber tenido dentro del Código Civil.

Sin embargo, no ha sucedido así con el Código Penal, que ha sido legislado en medio de todo este marasmo de debates, y su lectura, de gran importancia social, ha quedado relegada a un segundo plano para el cubano promedio.

Es indiscutible que el Código trae varias reformas loables, como las vinculadas a la protección de adultos mayores, necesaria en un entorno social en el que estos suelen vivir con mayor vulnerabilidad. Siempre es difícil legislar en el campo familiar, pues se trabaja con la materia humana y es preciso admitir que no se puede hacer ningún documento legal con la capacidad de satisfacer las demandas personales de cada cubano. Por eso, no es justo negar de plano todo el proyecto, sin antes tener una opinión fundamentada sobre el mismo.

Código - Iglesia

(Imagen: Revista Alma Mater)

El proceso de referéndum del nuevo Código

Si deseamos abordar el procedimiento de votación para aprobar el Código de las Familias, corresponde hablar del referéndum, un proceso donde todos los cubanos somos corresponsables con la decisión final.

Llama la atención que en la descripción de los pasos a seguir para el desenlace óptimo, se nombra singularmente la figura del matrimonio. Esto no ocurre con otros conceptos esbozados en el proyecto. Con seguridad, ello deviene del debate causado por el conocido artículo 68, que derivó en un artículo 82 de la Constitución que no decía nada y pospuso la definición, esbozada ahora en el Código de las Familias como «la unión de dos personas sin distinción de sexo».

Las urnas definirán la opinión pública mayoritaria, pero la opinión pública es un estado que se construye en base, sobre todo, a los flujos de información que llegan al pueblo desde las élites políticas y la utilización que estas hacen de los medios de comunicación. En otros países estos procesos son absorbidos en gran medida por los partidos, pero en el caso de Cuba, con un modelo político  de partido único y control absoluto de la esfera mediática, no hay mucha variedad en la manera de abordar el tema desde los medios de comunicación.

Tal situación propicia que el elector vaya a las urnas con una perspectiva coaccionada. Para que esta sea libre necesitaría diversas fuentes de información que le permitan cimentar una visión propia, buena o mala, pero suya. Hace poco se trasmitió un programa televisivo en el que un pastor bautista cuestionaba el Código, mientras una pastora presbiteriana evidenciaba otra postura. Eso estaría bien si siempre fuera así, pero este tipo de debate es un ave rara en los medios.

En un referéndum de quinientos artículos, las asambleas locales no parecen ser la fuente más adecuada, además, podríamos cuestionar cuántos se han leído el Código. Ir a las urnas a votar un Código cuyos impulsores saben que la mayoría de los votantes no va a leer, cambia en gran medida la democracia ideal alrededor del proceso.

Responsabilidad Parental

Entre los tópicos objeto de mayor debate en las redes, destaca el de la responsabilidad parental. Este nuevo concepto sustituye al de patria potestad. Según una de las miembros de la comisión redactora del nuevo Código, la Dra. Ana María Álvarez-Tabio Albó, «desde que los derechos bajan a nuestras casas y nos tocan a la puerta, no queda más que asignarlos a un proceso de construcción de su legalidad». (1) 

La responsabilidad parental se basa en el principio ―para resumir el asunto a los lectores― de que las madres y padres no tratan igual a sus hijos durante cualquier etapa de sus vidas, y la ley debe responder a esa obviedad.

Según la academia, el cambio de paradigma en la responsabilidad parental es hacia los derechos del niño, pues se le concibe como sujeto en desarrollo, capaz de ser avalado por sus propios derechos. La potestad en el derecho romano incidió, sobre todo, en dos acápites: la potestad marital, con la cual el marido podía hasta disponer de los bienes de su esposa, y la potestad sobre sus hijos, que le otorgaba la posibilidad de hacer con ellos lo que le pareciera mejor, incluso venderlos. Con el tiempo, dicho principio se ha ido transformando hasta quedar en el imaginario como el derecho de un adulto sobre un menor.

El lenguaje tiene un peso importante en las denominaciones que damos a las cosas; no es lo mismo decir «un incapaz», que «una persona con alguna discapacidad». En el nuevo Código se justifica el cambio de patria potestad por responsabilidad parental con marcada intención. (2)  La responsabilidad parental tiene que ver mucho con el principio de autonomía progresiva, que plantea que el niño se desarrolla biológicamente de manera constante y debe ir adquiriendo derechos en la misma medida.

El proyecto hace una distinción entre la titularidad de la responsabilidad de los hijos e hijas: nadie más que los padres la puede tener; pero afirma que el ejercicio de paternidad es otra cosa. La responsabilidad parental habla de la protección que madres y padres pueden guardar sobre sus hijos.

En Cuba, con el auge de las migraciones, muchos niños que estaban al cuidado de sus madres y padres, han quedado desprotegidos legalmente de tutor. En vista de eso, se introduce ahora la posibilidad de delegar el ejercicio de la guarda y cuidado de los menores a otros miembros de la familia. Antes, cuando había una separación, se legislaba automáticamente que la guarda y cuidado recaía en la madre; ahora no, bajo la responsabilidad parental se puede equiparar el derecho del padre al de la madre.

Se eliminará la definición de maltrato leve como una limitación que se arrastraba de la patria potestad, pues puede existir quienes golpeen levemente a sus hijos por años. Antes no se les podía quitar la custodia, ahora sí. En el nuevo Código se incorpora la figura del defensor familiar, cuya función es velar por los derechos de los menores desde las leyes autorizadas en el país.

También se brinda un valor jurídico a las figuras de madrastra y padrastro. Se les asignan deberes, pero también derechos a los que cumplan con ese reconocimiento familiar de cara al menor. La idea es ofrecerles la posibilidad de que, si alguna vez se rompe la relación de pareja, ellos puedan seguir teniendo relación con ese ser humano que han ayudado a crecer.

Es menester comprender la utilidad de adaptar, acorde a los signos de los tiempos, las normas jurídicas que acompañan a las familias cubanas. Por ejemplo, con el siglo xxi han surgido nuevos entornos a legislar, como la responsabilidad de los padres sobre los hijos en ambientes digitales. 

El interés superior y la autonomía progresiva cambian; por ejemplo, un menor que asegura que no quiere ir a la escuela porque desea trabajar, pero luego que causa baja de la escuela no trabaja, ¿qué sucederá con él?

El empoderamiento de niños y adolescentes en una sociedad donde se han perdido tantos valores, es un desafío. La institucionalidad cubana debe lograr una respuesta coherente a este empoderamiento del menor, y ello incluye la participación en cualquier litigio de un dirimente exterior nombrado por el Estado y ajeno a la familia, todo un reto.

Código - Iglesia

Procesos asistidos de gestación

El Estado tiene el deber de garantizar a todas las personas las mejores condiciones para su salud, pero no puede imponerles cuándo tener hijos o cuántos. Respecto a la inseminación in vitro, no quedan establecidos varios aspectos, como qué se hará con los embriones sobrantes; entiéndase que los embriones son descendencia, o sea, hijos, y sobre eso solo deberían legislar los padres.

Las técnicas de reproducción asistida establecen que el donante puede elegir si participar o no, o si es anónimo o no. Hay Estados donde se prohíbe el anonimato, reconociendo así el derecho del menor a conocer sus orígenes. El anonimato pudiera ocasionar, en un caso extremo, que se produjeran relaciones incestuosas, y debería estar entre los asuntos a tener presentes en la nueva formulación que se llevará a referéndum.

La gestación solidaria se prevé en nuestro Código de forma altruista. Aquí el tema a debatir es que pueda ocurrir un secuestro afectivo para sacarle provecho a tal situación, asunto que escapa de la mera formalidad de un contrato civil. La gestación post-mortem tiene el riesgo del tema vinculado al interés del niño. La preocupación principal es su futuro, pues de manera planificada nacerá una criatura con un padre muerto, que no estará para responder a las demandas de su prole.

Luego de mencionar estos asuntos, polémicos de sí, es válido recordar que Cuba ha sido un país avanzado en materia de derecho familiar. Si vamos a la historia, podemos corroborar que en 1917 se aprobó una ley que permitía a las mujeres administrar sus bienes. En 1918 se dictó otra que concedía los mismos derechos jurídicos a mujeres y hombres en caso de divorcio.

El principio de igualdad en la corresponsabilidad parental fue aprobado desde 1950; hasta ese momento únicamente los hombres tenían derechos sobre sus hijos. En España, por citar un ejemplo, ese último tema fue aprobado una década después que en la Isla.

Que la sociedad cubana esté totalmente preparada para varias de estas nuevas disposiciones es algo difícil de afirmar previamente, pero es válido intentar actualizarse pues la vida cotidiana sigue enriqueciéndose de los conocimientos adquiridos. Es tarea de la Iglesia hacer que el Evangelio de Jesucristo llegue al corazón de las personas y las estructuras sociales; de ahí se desprende el derecho a opinar con base de cada católico cubano sobre el nuevo Código de las Familias.

***

(1) Nota tomada por el autor en el encuentro En Diálogo, organizado por la revista Espacio Laical el jueves 6 de abril de 2022, en el Centro Cultural Félix Varela.

(2) Artículo 132: La Responsabilidad Parental es el conjunto de facultades que corresponden a los padres y madres para contribuir a la educación y formación de sus hijos.

***

Estimados lectores:

Con tristeza debemos comunicarles que la gustada sección de la escritora Maylan Álvarez dejará de publicarse. Motivos ajenos (y contrarios) a su voluntad y a la nuestra la obligan a cerrar su espacio de sábados alternos. Sinceramente esperamos que cuando los tiempos sean más propicios (o menos adversos), pueda regresar con sus estampas, humor y agudeza. Hasta entonces, los brazos de La Joven Cuba están abiertos para ella.

30 abril 2022 4 comentarios 1k vistas
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Itinerario mínimo (1)

Itinerario mínimo para comprender las tensiones actuales entre la Iglesia Católica y el Estado Cubano

por Julio Pernús Santiago 7 diciembre 2021
escrito por Julio Pernús Santiago

En 1961, hace seis décadas, fueron expulsados de Cuba 131 sacerdotes en el barco Covadonga. A decir del doctor en Historia por la Universidad de Georgestown, P. Manuel Maza Miquel S.J.: « (…) ese año la Iglesia católica fue despojada de su más importante instrumento de influencia social en la sociedad cubana: el sistema de colegios católicos. También perdió a las cuatro quintas partes de su personal eclesiástico y la posibilidad de dirigirse a la generalidad de la ciudadanía cubana de manera libre y directa usando los medios de comunicación».[1]

Sin dudas, ese fue uno de los momentos más álgidos en las relaciones Iglesia-Estado posterior a 1959. Sesenta años después, estamos en presencia de otra etapa donde el catolicismo cubano y el gobierno se ubican en medio de una visible tensión, reflejada en sucesos concretos dentro de la sociedad.

Desde hace un tiempo, los obispos cubanos evidencian la necesidad de una vía pacífica para integrar el disenso como parte de una sociedad más justa. Si nos remontamos a 1993, otro año de ostensible tirantez, podemos leer en el mensaje pastoral El Amor todo lo Espera: «rechazar el diálogo es perder el derecho a expresar la propia opinión y aceptar el diálogo es una posibilidad de contribuir a la comprensión entre todos los cubanos para construir un futuro digno y pacífico».[2]

Las instituciones católicas del país han sido también afectadas por la pandemia de Covid-19, que obligó a cerrar los templos como medida sanitaria durante gran parte del 2021. Sin embargo, el accionar caritativo de la Iglesia no ha dejado de esforzarse por ayudar a los sectores más vulnerables de la población.

Pese a que instituciones como Cáritas Cuba tienen un reconocimiento demostrable en sus miles de beneficiarios a lo largo del país, su empeño es invisible para los medios de comunicación oficial. ¿Quién gana con que se promueva con denuedo lo mínimo que haga alguna ONG reconocida como aliada del gobierno y, por el contrario, se anule del discurso mediático la contribución de otros actores que no reproducen la ideología estatal?

Itinerario mínimo (2)

Para abordar las tensiones es necesario reconocer que el mundo católico es heterogéneo, y eso es una riqueza espiritual en pos de permitir un empoderamiento de la iglesia como uno de los mediadores válidos en la necesaria reconciliación nacional.

Es increíble que el fin de semana previo al lunes 15 de noviembre, hubiera católicos como organizadores de la sentada de los Pañuelos Rojos en el parque de la Fraternidad, y también muchos que abogaban por el derecho constitucional a una manifestación pacífica. En lo personal, soy amigo de uno de esos jóvenes católicos que es cuadro de la Unión de Jóvenes Comunistas en La Habana, y de otro que era moderador de Archipiélago. Sé que ambos suelen compartir espacios eclesiales y el criterio de «no exclusión».

Los católicos y las protestas sociales

Varios católicos ―laicos, sacerdotes, religiosas― salieron a las calles el 11 de julio como parte de su aprobación a los reclamos de los manifestantes. Algunos laicos están presos aún. Entre los recuerdos más tristes de ese día está el del joven historiador católico Leonardo Manuel Fernández Otaño, rezando arrodillado frente al ICRT mientras un grupo de personas, de más de sesenta años, lo insultaba verbalmente en un «espontáneo» acto de repudio.

La Conferencia Cubana de Religiosas y Religiosos (CONCUR), ha creado una comisión para acompañar a los detenidos y sus familiares tras las protestas del 11-J. De ese equipo han emanado llamadas de atención ante irregularidades que se están cometiendo con los presos, y propuestas y peticiones al gobierno para contribuir a la sanación del tejido social de la nación. Hasta la fecha, sus reclamos han sido totalmente ignorados.

El pasado 15 de noviembre, una turba de personas que evidentemente cumplía orientaciones, se dio cita frente al Arzobispado de Camagüey para realizar un acto de repudio contra algunos sacerdotes que habían mostrado el deseo de participar en la marcha cívica convocada para ese día.

Una de las imágenes que quedará en la memoria virtual de los cubanos es la del Padre Alberto Reyes rezando en la azotea de la edificación por el alma de aquellos eufóricos manifestantes que le gritaban toda clase de improperios. Si algo nos remite a 1961, son estos sucesos macabros, de masas enajenadas que intentan descalificar la labor social de la iglesia.

Fui víctima de las acciones de intimidación de la Seguridad del Estado sobre laicos para que no participáramos en la marcha. Estos ejercicios de violencia sicológica aún deben ser evaluados, pues conozco por testimonios recogidos, que han llegado a romper, incluso de forma irreparable, lazos del ámbito afectivo de las personas afectadas.

El propio día 15, algunos de los católicos que pretendieron manifestarse ―incluyo aquí a sacerdotes, religiosas y laicos― estuvieron impedidos de abandonar sus casas por fuerzas policiales.

No obstante, de los sucesos del 15 de noviembre en que estuvieron involucrados religiosos católicos, quizás uno de los más lamentables sea el relatado por la hermana Nadieska Almeida, superiora de las Hijas de la Caridad en Cuba. Ella fue abordada ese día por un grupo de «civiles» y una representación del Partido Comunista para amenazarla por su intención de caminar fuera del convento.

Esta acción denota, de manera trasparente el débil componente que sustenta las relaciones Iglesia-Estado en Cuba, pues solo alguien con un desconocimiento enorme de la vocación y labor de servicios que las Hijas de la Caridad han prestado a los sectores más desprotegidos de la sociedad civil desde su llegada a la Isla, puede ser capaz de semejante infamia.

Itinerario mínimo (3)

Sor Nadieska Almeida

Lo paradójico del asunto es que, pasados unos días de estas acciones de odio, uno de los participantes en las mismas recurrió apenado, a través de un familiar, a pedir medicinas para su madre enferma a uno de los sacerdotes repudiados, pues no las podía conseguir en la farmacia y las solicitaba ahí de forma regular.

La respuesta del sacerdote del pueblo fue esta: «Dile a tu hermano que él puede seguir viniendo a recoger las medicinas para su mamá en la parroquia, pues lo más hermoso de la iglesia es que incluso los que la atacan y denigran saben que siempre podrán acudir a ella como a una madre, y serán tratados como hijos. Y yo no lo repudio».

El Papa Francisco y Cuba

El Papa Francisco ha estado desde su nombramiento muy al pendiente de la situación del país. Lo denota el que hayamos sido visitados por él en dos ocasiones y sus referencias a Cuba en varios mensajes. En este último año, la imagen del sucesor de Pedro ha sido centro de innumerables debates en los ámbitos que articulan el pensamiento político de los cubanos, dentro y fuera de la Isla.

Hay instalada, incluso en algunos sectores del catolicismo cubano, una matriz de opinión que impele al Sumo Pontífice como un actor internacional favorable al régimen gobernante en el país. Tal criterio cobró mayor peso cuando el influencer cubano-americano Alexander Otaola planeó una especie de protesta mediática durante una oración vespertina en la plaza de San Pedro, pocos días antes del 15 de noviembre. Esa acción fue impedida, en algunos casos de forma desmedida, por la guardia suiza del recinto y avivó aún más en las redes la discusión acerca del supuesto apoyo del Papa a los sistemas comunistas.

Es oportuno señalar que también se ha construido ese relato desde la oficialidad, pues los medios nacionales lo posicionan como un sujeto político alineado de forma inseparable con la izquierda mundial. Un joven laico de Cienfuegos, que figuraba entre los convencidos a marchar el 15N, relató en su perfil de Facebook que la Seguridad del Estado, en uno de los interrogatorios, le cuestionó que él se dijera católico cuando deseaba derrocar a un sistema comunista que tenía el visto bueno del Papa Francisco.

Este tipo de pulseo ideológico dista mucho del espíritu de amistad social que Francisco solicitó a los jóvenes cubanos para hacer carne dentro del tejido social de la nación. Creo que nadie en su sano juicio se atrevería a etiquetar como comunista al pontífice argentino, así como también es impensable que el Santo Padre viole el principio de subsidiariedad de la Iglesia emitiendo una declaración frontal contra el gobierno, y pasando así por encima de la Conferencia Episcopal cubana.

El sucesor de Pedro ha estado y estará siempre de parte de la justicia social, es evidente su opción preferencial por las causas que defienden los pobres como sujetos políticos. Los que hemos leído su pensamiento sabemos que para él la unidad verdadera no es uniformidad, sino unidad en la diferencia. Por eso recomendó a los católicos cuidarnos de no convertirnos en «custodios de la verdad», gente que escoge la parte, no el todo; el pertenecer a aquello o esto antes que a la iglesia.

Una clave para el catolicismo cubano de hoy es intentar no trocarnos en seguidores partidistas en vez de en hermanos y hermanas, en el mismo espíritu; no ser cristianos de derecha o de izquierda peleados entre sí, antes que discípulos de Jesús y su encarnación junto a los reprimidos por defender la justicia.

La Conferencia Episcopal cubana y la Oficina de Asuntos Religiosos del Partido

El presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez se ha reunido con diferentes sectores de la sociedad civil, sin embargo, hasta el día de hoy no ha tenido este intercambio con la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba. Ello de alguna forma evidencia la tensión en las relaciones Iglesia-Estado en la actualidad. Y de darse, pudiera ser visto como un paso positivo en pos de un futuro de mayor diálogo.

Con quien sí conversó el presidente el pasado mes de septiembre, fue con el cardenal estadounidense Sean Patrick O’Malley que, según relató en su crónica del viaje, pidió al mandatario que se reuniera con los obispos cubanos y por la libertad para los presos políticos tras las protestas del 11-J.

El Presidente de #Cuba Miguel Díaz-Canel Bermúdez, recibió a su Eminencia el Cardenal Sean Patrick O’Malley, Arzobispo de la Arquidiócesis de #Boston , #EstadosUnidos lea más aquí en nota publicada en @Granma_Digital https://t.co/RbPnf394vD pic.twitter.com/3X4y4yBCEM

— Johana Tablada de la Torre (@JohanaTablada) September 9, 2021

El interlocutor inmediato entre la Iglesia y el Gobierno es la Oficina de Asuntos Religiosos, que ha sostenido intercambios con actores del ámbito católico nacional, pero con resultados insuficientes para la recuperación del necesario diálogo. Pues, por ejemplo, desde el sitio para-oficial Razones de Cuba se ha atacado con artículos hirientes la labor de actores de la iglesia, incluso a la Conferencia Episcopal, por su denuncia pública de la realidad nacional. Además, perfiles en redes sociales adscritos a la ideología del Partido han calumniado a sacerdotes y laicos.

La Conferencia Episcopal Cubana en su último mensaje, anterior al 15 de noviembre, exhortaba a las autoridades de la nación a buscar caminos que sirvieran para el entendimiento, la reconciliación y la paz. Y abogaban por la consecución de espacios donde se pudiera establecer un diálogo armónico y civilizado entre los diversos actores de la sociedad civil para encontrar mejores soluciones a los problemas que nos agobian.

Este mensaje cobró amplia repercusión mediática a través de las redes sociales y medios de comunicación independientes. Sin embargo, no parece haber tomado la misma fuerza dentro de los decisores de la nación, que incluso no han cedido ante la siguiente reflexión de los obispos cubanos: «¡Cuánto agradecerían tantas familias cubanas y la misma Iglesia, y cuánto disminuiría la tensión social, si hubiese un gesto de indulgencia para los que aún permanecen detenidos por los acontecimientos del pasado verano!».

Aunque, como se ha visto, son notables las tensiones entre la Iglesia y el Estado cubano durante el año 2021, considero que la decisión gubernamental de cambiar la sede de la Oficina de Asuntos Religiosos fuera del ámbito del Partido Comunista, podría abrir un nuevo escenario de cara a la mejoría de relaciones.

Pese a los lamentables sucesos descritos, existe actualmente un contexto distinto al del año 1961, por lo que considero que no estamos aún en presencia de una nueva etapa de confrontación radical entre Iglesia Católica y Estado, que es definida por algunos autores como el escenario para una Iglesia del Silencio.

Sería oportuno que se establecieran las condiciones para un intercambio entre la dirigencia de la nación y un sector representativo del catolicismo, al cual se debería invitar, además de a los obispos, a representantes de la Conferencia Cubana de Religiosas y Religiosos y a sacerdotes y laicos, que son, por su prestigio social, considerados interlocutores válidos por la población. Me sumo al pedido de la Iglesia de encomendar a la Patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad del Cobre, la resolución mediante el diálogo y la reconciliación de un futuro esperanzador para nuestra patria.

***

[1] Esclavos, patriotas y poetas a la sombra de la cruz. Manuel P. Maza Miquel S.J.; Centro de Estudios Sociales Montalvo, Dominicana, p. 12.

[2] Ibídem. 1

7 diciembre 2021 28 comentarios 2k vistas
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Vivir

Tienes que vivir gritando

por Julio Pernús Santiago 12 octubre 2021
escrito por Julio Pernús Santiago

Apuntes sobre la reacción del pensamiento católico tras la convocatoria para realizar una marcha pacífica de protesta, amparada en los derechos constitucionales.

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La frase que da título a este texto surgió de la rabia de una anciana que tras cuatro horas de extenuante cola, vio cómo se escurrían de su alcance los dos paquetes de picadillo que daban por persona en la tienda. Después de tanto tiempo perdido, una empleada salió del establecimiento a comunicar a los náufragos de aquel mar de espera la noticia. Ante eso estalló la anciana, que se volvió a quienes estábamos detrás de ella en esa fila tediosa y nos espetó: «¡En Cuba tienes que vivir gritando para poder sobrevivir!».

Aquel grito representó un soplo de verdad en nuestros rostros agotados por la realidad, un golpe en el que toda la rabia contenida en la garganta de un país explotó y salió disparado hacia nuestras vidas, petrificadas en un mito revolucionario.

El filósofo Theodor Adorno expresó que «la dimensión histórica de las cosas no es sino la expresión de los sufrimientos del pasado». Un religioso latinoamericano me preguntaba sobre la posibilidad de otro estallido social tras las protestas del 11 de julio en el país. De alguna forma, según su visión de izquierda, las cosas en la Isla no están del todo mal, teniendo como eslabón comparativo otros contextos de la región. Sin pretender dar una respuesta definitiva a su inquietud, siento como una bomba de tiempo el constatar que el anhelo de felicidad parece haber sido podado del futuro social cercano de nuestro país.

Personas con poco que perder a sus espaldas —con la adecuada dosis de odio inoculada desde diversos puntos— pueden ser el carbón directo a la caldera de una violenta rebelión.

¿Qué constituye una fuerza social?

Por estos días un grupo de cubanos nucleados alrededor de la plataforma Archipiélago, en cuyo tejido social se agruparon entre otros, algunos de los protagonistas del 11-J, han presentado una solicitud de permiso al gobierno para realizar una protesta cívica el 20 de noviembre, fecha que ha sido cambiada para el 15 de propio mes.

Vivir (2)

Entre sus reclamos, sobresale el deseo expreso de hacer esta manifestación por «todos los que han sufrido persecución, censura, acoso policial, prisión política o destierro. Además, por los marginados, los que padecen miseria, los que viven sin un salario digno, los que no tienen divisas para adquirir productos básicos, los que tienen que inventar la comida de sus hijos en medio de la peor inflación del último cuarto de siglo en Cuba».

Esta movida cívica abre una jugada nunca antes vista en los últimos sesenta años el tablero de la nación. Toca ver cómo responde el otro jugador, el Estado/Partido/Gobierno, que nunca antes había sido interpelado por este tipo de estrategia donde una parte de la sociedad civil, basada además en un derecho constitucional, desafía de forma pública al poder.

Las organizaciones católicas han sido dentro del tejido social de la nación, uno de los actores que ha logrado prestar un servicio reconocible a los detenidos y sus familiares tras las protestas del 11 de julio, sin estropear de forma radical los canales mínimos de comunicación con el gobierno.

Ante una situación de vulnerabilidad de parte del pueblo cubano, el alma eclesial ha optado por estar más cerca de la gente que de las estructuras de poder, sin romper, como es su vocación, la capacidad de aportar, desde su autoridad moral y experiencia, a la instauración de un ambiente de reconciliación nacional una vez que estén dadas las condiciones para solucionar el conflicto.

Para los laicos y consagrados que han sido protagonistas de los acontecimientos en la Isla, lo insoportable no es el dolor en sí causado por represalias de todo tipo o la prisión; sino el sinsentido en que quedan atrapados cuando ese dolor no es capaz de ser entendido por el poder, que no acaba de admitir su falla ni de ceder un milímetro de su control.

En la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín en 1968, por primera vez se habla de violencia institucionalizada y pecado estructural. La pobreza no es casualidad, más bien es un mal nacido en el corazón del hombre y en la historia humana. Por vocación, el rol principal de la Iglesia en Cuba ha estado y estará siempre en «sinodalidad» (la palabra es utilizada como Caminando junto a…) con el pueblo, especialmente con los más vulnerables.

Optar por el cubano de a pie significa en primer lugar, abrir bien los ojos para ver su condición de inhumanidad a causa del aplastamiento que sufre diariamente en su dignidad. Tocar esa realidad es indispensable para comprenderla. Es importante descubrir qué provoca esta situación de infelicidad en la filosofía existencial de la gente, y oponerse a esos elementos, sean personas, relaciones o estructuras. Así también, elegir un estilo de vida que sea coherente con esa verdad que deseamos defender hasta sus últimas consecuencias.  

Ante la pregunta sobre la reacción de la Iglesia católica tras la convocatoria a la marcha pacífica de noviembre próximo, no habrá una respuesta definitiva y de seguro coexisten tantas posiciones como diversos son los modos de proceder dentro del ámbito eclesial cubano.

Sin embargo, una pista a seguir es que en este tiempo tan difícil los laicos hemos visto ganar fuerza la visión de un pensamiento y accionar que busca incluirse en la realidad de su gente, acompañar en silencio el paisaje desolador a su alrededor. Hubo laicos, religiosas y sacerdotes exponiendo su cuerpo el 11-J en la calle.

Hoy cualquier desafío pastoral y social comprende la urgencia de no quedarse ya solo dentro de las estructuras establecidas, sino salir y desde ahí vivir como la Iglesia cubana: herida, sin privilegios, pero feliz de entregar su espiritualidad servicial al tejido de la nación.

12 octubre 2021 10 comentarios 2k vistas
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Náufragos

Los Náufragos: breves pinceladas sobre una generación

por Julio Pernús Santiago 27 mayo 2021
escrito por Julio Pernús Santiago

Junco Sur es un pequeño pueblo en la periferia de la ciudad de Cienfuegos. Uno de los recuerdos de mi infancia en ese lugar se remonta al bullicio que hacíamos los niños del barrio cada vez que llegaba la electricidad, luego de varias horas de apagón.

Sin ponernos de acuerdo éramos una multitud, pues a veces salían a los balcones de los despintados edificios personas adultas para acompañar a los infantes que gritábamos al unísono un ¡eheheheheeheh! de  alegría que ha quedado en mi memoria. Son recuerdos que, como los almuerzos de harina con azúcar, siempre me retrotraerán a un Período Especial que parece no querer apartarse de mi camino.   

La generación de los ciudadanos ad portas

Se llama náufragos a las personas que han sufrido o padecido a causa de un naufragio, palabra que por definición remite al hundimiento de algo que nos sostiene para no caer en un estado de desesperación. Mi generación, que vivió su niñez en la década del noventa, sufrió las consecuencias tangibles del desplome del campo socialista. Somos chicas y chicos que hemos pasado la vida leyendo en los medios que la historia de un fracaso, de un derrumbe existencial, puede llegar a ser más consoladora que la de una victoria, pues ese tipo de experiencia te hace resiliente ante la vida.

Pero, la vida es más compleja que un concepto y es imposible vivir todo el tiempo a la deriva; un ser humano necesita para vivir encontrar alguna isla donde soñar un horizonte. Es difícil hallarse permanentemente en medio de un oxímoron existencial, donde, por un lado, no te quieres ir, pues sientes que no podrías vivir sin esa Isla donde hay tanta gente que amas; pero tampoco deseas quedarte para ver pasar tu vida como parte de una película inacabable, marcada por la continuidad de sus escenas.

La derrota es el tatuaje que llevan marcados aquellos que se atreven a cambiar los resortes de una realidad inamovible. El epílogo de todos los jóvenes parece ser el desmembramiento familiar, la huida, para poder respirar aunque sea dos segundos.

En La Invención del Éxito, Irene Vallejo nos dice: «La Odisea narra el regreso de Ulises a Ítaca tras vagabundear durante diez años de costa a costa, afrontar peligros incontables y amar por el camino, entre otras mujeres y diosas, a la hechicera Circe. Sin embargo, la historia no termina con la conquista del trono y el sosiego hogareño: a Ulises le gustaba más estar volviendo que haber llegado».

La inmensa minoría

El éxito para varios de mis amigos reside en eso, en poder regresar luego de haber naufragado por las selvas del Darién y mostrar que su esfuerzo, su aventura, donde también hubo lágrimas y peligros de muerte, valió la pena, pues han podido mejorar notablemente su calidad de vida.

Sin embargo, hace unos años, mientras acompañaba a un gran amigo que regresaba de un naufragio por el continente asiático y se encontraba en la sala de psiquiatría de un hospital de La Habana, me preguntaba si era necesario tener que arriesgar la salud mental de toda una generación para salvar una conquista petrificada de la que muchos no nos sentimos protagonistas.

La realidad es el resultado de una historia de la que solo podemos excluirnos a cambio de pagar el precio que corresponda y que, según la época o el asunto, puede ir desde la cárcel a la pena de muerte, pasando por la multa, el exilio, el aislamiento, el escarnio público o el desarraigo.

Una generación que evita ensuciarse los pies en la historia de un cambio, que calla cuando debe gritar la verdad y que se maneja en la indiferencia al prójimo oprimido por pensar distinto, para no comprometer su ya precario estatus quo, es una generación que de seguro terminará siendo protagonista de un naufragio.

El daño antropológico en la sociedad cubana 

Si dentro de algunos años alguien escribe la crónica de mi especial generación —creo que todas lo son—, debe hacer referencia a estos años, aupados por la oscuridad del pasado y el presente vividos, quebrantados incluso por una pandemia global. Pero deberá también incluir en su narrativa las luces que nos han ayudado a soportar la realidad. Entre ellas el amor, ese capaz de inventarse miles de cuentos estoicos para entretener a los más bisoños en medio de alumbrones, o de andar una ciudad en bicicleta, siendo ingeniero, para vender unas torrejas que permitieran comprar lo indispensable para tres pequeños hijos.

Hasta esas historias han sufrido sus percances, pues a veces se prefiere continuar de largo sin recordarlas. Sé que ahora, cuando muchos náufragos intentamos armar nuestra propia familia, mientras formamos a nuestros hijos, es el momento de hacerles conocer el estoicismo de sus abuelos que nos permitió llegar hasta aquí.

Somos náufragos que hemos sabido adaptarnos siempre a las circunstancias: flotar en una cola, en un desayuno sin leche, en una sola comida al día, en una censura por promover ideas emancipadoras diferentes a las del poder.

También creo que hemos sido a ultranza unos defensores de ¡la vida! La vida que prevalece, aun en medio de una caravana por Centroamérica, rodeados de coyotes dispuestos a alimentarse con nuestra alma, o en medio de una enfermedad para la que encontrar un medicamento es una utopía. La vida que se impone pese a cualquier ilógico ordenamiento, y busca sus maneras para que no perdamos la fe —aunque constitucionalmente existiera por mucho tiempo el ateísmo— trabajemos, nos enamoremos y aferremos a devorar con alegría cada trago de oxígeno que Dios nos regala.

Reinaldo Arenas escribió en Antes de que Anochezca: «Nunca he podido comprender muy bien la locura, pero pienso que las personas que la padecen son una especie de ángeles que no pueden soportar la realidad que los circunda y de alguna manera necesitan irse hacia otro mundo».

Palabras que definen

No es una locura la acción de jóvenes cubanos de estos tiempos, que arriesgan sus privilegios existenciales, empezando por la libertad, en pos de exigir un necesario cambio estructural que les ayude a vivir un tilín mejor su futuro.

Mientras escribo estas líneas, Internet se ha convertido en esa pequeña isla donde preferimos habitar muchos de los náufragos aferrados a soñar una Cuba distinta, alejada de la precariedad existencial que hizo a un poeta como Virgilio Piñera resaltar todo el miedo que esconde entre líneas un discurso. Quizás seamos solo ciudadanos digitales de una Cuba del futuro, donde los sueños no comiencen con un avión saliendo del país o una máscara para poder escalar posiciones dentro de un orden programático que solo premia la incondicionalidad.

La existencia humana se lleva muy mal con la incertidumbre; vivir un tiempo prolongado en ese estado suele afectar la salud mental de las personas que lo experimentan. Somos mujeres y hombres programados para sobrevivir, podemos resistir durante días sin comer o beber agua, pero es indudable que no sabemos movernos bien en entornos donde no está claro qué va a suceder el día de mañana.

Mi generación, para reducir la sensación fatigosa que genera la falta de certeza, ha heredado expectativas de generaciones anteriores, como aquello de que pronto todo cambiará; incluso esas esperanzas de antaño parecen estarse agotando. 

Para los jóvenes de hoy, construir su vida basados en las expectativas de sus antecesores no parece ser la brújula. Quizás es el momento de que su grito sea escuchado como un signo propio de estos tiempos por aquellos decisores con la capacidad de trasformar nuestra Historia.

Invitación a un espacio de palabra contra la desmentida

Hoy, optar por una Cuba distinta pasa, en primer lugar, por abrir bien el corazón para ver la condición de inhumanidad en la que subsisten ciertas  personas. Se hace importante denunciar qué provoca esta situación y responsabilizar a los que la causan, sean individuos, relaciones o estructuras.

También significa optar por un estilo de vida coherente con el cambio que deseamos proponer en nuestro entorno. Pues si deseamos ser coprotagonistas en la construcción de una nación inclusiva, donde nadie sea discriminado por su forma de pensar, debemos tener la capacidad de romper nuestros conventillos existenciales y reconocer que la democracia a la que aspiramos no será regida solamente por los principios de la cristiandad; sino, sobre todo, por la pluralidad de espiritualidades que se junten en pos del mayor bien para nuestra nación. 

Los náufragos somos una generación que se asusta ante el dolor, la enfermedad y la muerte; y por eso, en diferentes escenarios a veces nos escondemos, tenemos miedos y dudas; ignoramos si poseemos el valor o la resiliencia para hacernos presentes en los escenarios de injusticia con los que nos ha tocado convivir. Sin embargo, hoy más que nunca Cuba nos necesita, para que desde nuestro coherente modo de proceder podamos impulsarla hacia la vida y alejarla de forma definitiva del naufragio y de la muerte.

27 mayo 2021 22 comentarios 3k vistas
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CUBA-IGLESIA

La Cuba del futuro

por Julio Pernús Santiago 17 marzo 2021
escrito por Julio Pernús Santiago

La «Cuba del futuro» es una frase atribuida al destacado director de cine Fernando Pérez para referirse a los casi quinientos jóvenes concentrados frente al Ministerio de Cultura el pasado 27 de noviembre para reclamar derechos de forma pacífica. El director de películas como Suite Habana e Insumisas dijo: «En esta acción pacífica frente al MINCULT, percibo el inicio de un nuevo lenguaje que le hace falta a la cultura cubana y a este país».

Ese día frente al Ministerio de Cultura se dieron cita algunos jóvenes laicos católicos y sacerdotes. Este artículo busca responder a la pregunta de por qué estaban ellos allí.

A raíz de la irrupción del internet en Cuba, se ha visibilizado la pluralidad de voces que luchan porque sus demandas de diferente índole –religiosas, de clase, género, raza, ambientalistas, ideológicas, artísticas– sean escuchadas por las instancias decisoras de la nación. Para entender el fenómeno, debe volverse a 1959 cuando inició el período denominado por muchos teóricos, como el sociólogo Juan Valdés Paz, «Revolución en el poder».

En cierta ocasión, el fallecido cardenal cubano Jaime Ortega me compartió una anécdota sobre una conversación que sostuvo en la década de los ochenta con el Papa Juan Pablo II, actualmente considerado santo por la Iglesia. Ortega le aseguró que la Revolución cubana era un proceso irreversible y el Sumo Pontífice le respondió que lo único irreversible en el mundo era Dios.

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El cardenal cubano Jaime Ortega y el Papa Juan Pablo II (Foto: Palabra Nueva)

En esa ocasión el debate permaneció en una esfera cuasi-religiosa, pero la idea defendida por el cardenal cubano y otros destacados intelectuales católicos, como monseñor Carlos Manuel de Céspedes o los laicos Raúl Gómez Treto, Juan Emilio Friguls, Enrique López Oliva y Wafrido Piñera, tiene elementos válidos, pues parte de que es imposible borrar o invisibilizar la historia que coronó el proceso revolucionario de 1959.

Es una corriente de pensamiento católico que considera como justicia social la derrota de Fulgencio Batista, luego de haber usurpado el poder mediante un golpe de Estado y establecer una dictadura en Cuba. No creían pertinente refutar la idea de la validez de la Revolución, sino que aceptaban su legado. Sus pedidos van en pos de cómo se puede hacer más democráticas las instituciones vigentes en el país.

Pero como todo proceso histórico, la realidad revolucionaria en el poder legitimó su propio camino a través de métodos que sustituyeron de diversas formas – no exentas de errores– a las instituciones que de la sociedad civil de la Cuba anterior e inmediatamente posterior a 1959. En su lugar, se crearon instituciones y organizaciones adscritas a la ideología de los viejos cuadros del Partido Socialista Popular (PSP) con una gran dependencia a la URSS. Es un proceso de institucionalización de la Revolución que se consolidó con la aprobación Constitución de 1976.

Lo que empezó a suceder hace varios años fue que esas instituciones «revolucionarias» comenzaron de a poco a perder su capacidad de aglutinar las bases sociales, producto a un desgaste sistemático de su estructura y tocadas también por la prolongada crisis económica que ha vivido el país con mayor fuerza desde la década del 90 y en la actualidad por la COVID 19.

Nuevos tiempos en Cuba

Entonces en el país ha surgido una nueva generación de cubanas y cubanos que ven cómo sus intereses religiosos, políticos, sociales y culturales, desbordan la institucionalidad tradicional y sus demandas van enfocadas en hacer más democráticas esas instituciones. Es ahí, en la búsqueda de procesos más inclusivos dentro de la institucionalidad existente, donde se puede ubicar la filosofía de los nuevos grupos de participación social católica como Pensemos Juntos o Areópago Cubano.

Una Iglesia en aguas turbulentas

Deben diferenciarse el surgimiento de estos espacios –en su mayoría virtuales– de articulación con inspiración católica de otras organizaciones emanadas de la misma espiritualidad, como Convivencia que tiene un perfil vinculado a pensar la política. No por esto carecen sus agendas de puntos en común.  

Ilustro con un ejemplo mi planteamiento: muchos de los nuevos grupos de inspiración católica que desde la Doctrina Social de la Iglesia intentan generar una voz para dialogar con diversos actores de la sociedad civil, estatales e independientes, no tienen entre sus postulados y objetivos el enfrentamiento al proyecto ideo-político de la Revolución.

Muchos de sus integrantes –destaco la diversidad de sus miembros– reconocen el legado histórico de ese proceso en Cuba. También un número considerable de ellos está en contra del bloqueo/embargo impuesto por los Estados Unidos.

Como expresó el fallecido Obispo de Santiago de Cuba, monseñor Pedro Meurice, durante la visita del Papa Juan Pablo II a esa ciudad oriental, es necesario «no confundir la Patria con una Ideología». La guerra civil que logró el triunfo de 1959 tuvo como artífices a muy diversos sectores de la población, entre los cuales, por supuesto, se cuentan numerosos católicos –vale mencionar, al laico José Antonio Echeverría o al Comandante/Sacerdote Guillermo Sardiñas.

Estos grupos de católicos, en su mayoría jóvenes, no deben ser encuadrados –como casi ningún otro grupo– dentro de la dicotomía «Revolución/Contrarrevolución». Si bien tienen demandas dentro del espectro político, muchas están vinculadas con el desbordamiento del cauce institucional que el sistema político ofrece para su representación.

El plano educativo puede demostrar esto: si se le pregunta a algún joven católico si está a favor de que la educación sea gratuita y universal, la respuesta seguramente será afirmativa. Sin embargo, esa persona que ha sido formada en el sistema educativo socialista probablemente se cuestiona el por qué sus hijos no pueden ser educados dentro de un currículo escolar que incluya religión –en un sentido amplio– y tenga una menor carga ideológica.

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La Iglesia Católica cubana ha incursionado en algunos proyectos educativos. (Foto: Palabra Nueva)

La Conferencia Episcopal Cubana en su último Mensaje de Navidad pidió «que no tengamos que esperar a que nos den desde arriba lo que podemos y debemos construir nosotros mismos desde abajo». Estos movimientos que vinculan tanto a consagrados como a laicos en su mayoría menores de 40 años, se han solidarizado con otros grupos de la sociedad civil, como el 27N o los periodistas independientes, en pos de dar un impulso a temas sociales –desarrollo económico, raza, medio ambiente, clases, libertad religiosa– que tienen escasos canales oficiales para formular propuestas desde la pluralidad.

Para construir una Cuba mejor

En los espacios que pretenden impulsar debe primar la igualdad política y social, entendida como «la libertad política con capacidad de auto-organización, de contestación, de creación y de participación respecto a las decisiones estatales, con poder de decisión de los ciudadanos/trabajadores sobre los procesos que afectan sus vidas; y por igualdad social, el despliegue de la justicia social, la lucha por la eliminación de la desigualdad y la pobreza, y no alguna clase de igualitarismo represivo».

Desde la lectura de la carta «He visto la aflicción de mi pueblo», escrita por sacerdotes y laicos y firmada por más de 700 personas, se vislumbra una visión de lo político como un mapa de la singularidad de cada uno de los actores sociales de nuestro país. Para el documento, lo político debe abogar por que el dialogo con los sectores opuestos a la visión del futuro de Cuba que tiene el Partido/Gobierno, no sea representado como un escenario de confrontación y el odio, sino de conciliación y amor.

Aunque parezca utópico, dentro de los mensajes entre líneas del documento puede leerse la convocatoria para que la institución oficial abogue conscientemente por su democratización. Esto le daría también participación a sectores no afines a la ideología del Partido Comunista, que podrían empezar a sentirse representados por ella.

Entre los grandes desafíos de estos espacios está el descubrir cuáles son los niveles de comunicación que desean manejar con respecto a otros actores. Es sabido que el modo en que nos comunicamos implica siempre una propuesta relacional. ¿Qué tipo de vínculo pretendemos crear –amistoso, competitivo, paternalista, etcétera–?

El Papa Francisco y la reforma moral de la Iglesia

Por el momento, el primer paso sería definir una estructura sólida de articulación y también localizar los horizontes a los que se desea llegar, paso complejo pues estamos hablando de procesos en construcción donde aún no existe un consenso sobre cuál será el rol de cara al futuro.

Otros desafíos para esos grupos católicos son los de pensar desde el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia cada acción a ejecutar, valorar el poder convocador de la oración –como expresión espiritual del movimiento–; saber poner el acento en las palabras precisas para que sin faltar a la verdad, se puedan construir espacios tangibles de diálogo.

Igualmente debe definirse la naturaleza de la relación a forjar con otros actores, basado en el respeto a las diferencias. Los líderes de esos procesos, muchos de ellos aún sin definir claramente, deben darle la importancia justa a su credibilidad y coherencia para evitar que sean vistos solo como movimientos clericales. Es clave dar desde estas plataformas ejemplos de solidaridad, donde laicos y consagrados se unan para construir en Cuba la verdadera amistad social.

Si se intentara describir esta nueva generación de jóvenes católicos sería bueno dibujarlos como sujetos entrenados en el arte de vivir entre fronteras, sobre todo por el desafío generacional que representa para sus familiares de mayor edad o con militancia dentro del sistema oficial, sus demandas y deseos de participar en la construcción de «la Cuba de futuro». Son muchachas y muchachos sin entrenamiento político y dispuestos a reescribir su historia desde una espiritualidad cristiana cultivada en los deseos de apostar por el bien.

Para muchos, lo que presenciamos es solo un entusiasmo juvenil católico cubano, pero si se leen con detenimiento las acciones realizadas, se da cuenta de la profundidad de los principios que las guían. Es esperanzador ver la dimensión espiritual de sus gestos, pues no tienen como centro el alcanzar beneficios materiales. Sus palabras parecen gritar que no hay evangelización sin los deseos de transformar para bien el mundo.

Para ellos, la acción de construir la justicia social en nuestra nación no encuentra sentido y finalidad en la sola aceptación y transmisión de un contenido conceptual, sino que implica necesariamente la transformación hacia la democracia verdadera. Esta democracia no es la que se queda en lo discursivo de las estructuras de poder que marginan y matan la otredad de la persona y la sociedad. Esa Cuba del futuro soñada por ellos huele a esperanza.

17 marzo 2021 37 comentarios 3k vistas
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