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Julio Pernús Santiago

Julio Pernús Santiago

Comunicador, Jefe de Redacción en la revista Amor y Vida

Código - Iglesia

Apuntes sobre el Código de las Familias desde un pensamiento católico

por Julio Pernús Santiago 30 abril 2022
escrito por Julio Pernús Santiago

Una profesora universitaria me escribió hace un tiempo para preguntarme si le podía hacer llegar la opinión de la Iglesia católica sobre el Código de las Familias. En el WhatsApp de respuesta le expresé: «Hoy día la imagen perfecta para ilustrar el pensamiento católico cubano es un poliedro, es decir, la unión de todas las posiciones disímiles sobre un determinado tema que en la unidad conservan la originalidad de su parcialidad. No hay una sola respuesta desde el catolicismo cubano con respecto al proyecto de Código en discusión».

Después, le compartí el mensaje del Comité Permanente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba sobre el asunto, pues es la opinión eclesial emitida de mayor institucionalidad.

El reto es poder leer el Código de forma sosegada e íntegra, pues surfean a nivel barrial y eclesial diversos criterios sobre él, incluso sin haberlo leído, lo que complejiza la salud del debate. Vale destacar que mientras el país permanece cerrado a tópicos concebidos desde lo más avanzado de Europa respecto a temas vinculados con derechos de la sociedad civil —como las protestas masivas legalizadas—, en el referido Código han entrado a colación varios asuntos del mayor interés para el sistema cultural europeo.

Un punto a reflexionar es que se debió haber transformado primero el Código Civil o, al menos, a la par del de las Familias. Este paso, por alguna razón, se ha ido aplazando, lo que provoca un desfase entre los dos procesos y se evidencia en discusiones en un espacio como el Código de las Familias, que se deberían haber tenido dentro del Código Civil.

Sin embargo, no ha sucedido así con el Código Penal, que ha sido legislado en medio de todo este marasmo de debates, y su lectura, de gran importancia social, ha quedado relegada a un segundo plano para el cubano promedio.

Es indiscutible que el Código trae varias reformas loables, como las vinculadas a la protección de adultos mayores, necesaria en un entorno social en el que estos suelen vivir con mayor vulnerabilidad. Siempre es difícil legislar en el campo familiar, pues se trabaja con la materia humana y es preciso admitir que no se puede hacer ningún documento legal con la capacidad de satisfacer las demandas personales de cada cubano. Por eso, no es justo negar de plano todo el proyecto, sin antes tener una opinión fundamentada sobre el mismo.

Código - Iglesia

(Imagen: Revista Alma Mater)

El proceso de referéndum del nuevo Código

Si deseamos abordar el procedimiento de votación para aprobar el Código de las Familias, corresponde hablar del referéndum, un proceso donde todos los cubanos somos corresponsables con la decisión final.

Llama la atención que en la descripción de los pasos a seguir para el desenlace óptimo, se nombra singularmente la figura del matrimonio. Esto no ocurre con otros conceptos esbozados en el proyecto. Con seguridad, ello deviene del debate causado por el conocido artículo 68, que derivó en un artículo 82 de la Constitución que no decía nada y pospuso la definición, esbozada ahora en el Código de las Familias como «la unión de dos personas sin distinción de sexo».

Las urnas definirán la opinión pública mayoritaria, pero la opinión pública es un estado que se construye en base, sobre todo, a los flujos de información que llegan al pueblo desde las élites políticas y la utilización que estas hacen de los medios de comunicación. En otros países estos procesos son absorbidos en gran medida por los partidos, pero en el caso de Cuba, con un modelo político  de partido único y control absoluto de la esfera mediática, no hay mucha variedad en la manera de abordar el tema desde los medios de comunicación.

Tal situación propicia que el elector vaya a las urnas con una perspectiva coaccionada. Para que esta sea libre necesitaría diversas fuentes de información que le permitan cimentar una visión propia, buena o mala, pero suya. Hace poco se trasmitió un programa televisivo en el que un pastor bautista cuestionaba el Código, mientras una pastora presbiteriana evidenciaba otra postura. Eso estaría bien si siempre fuera así, pero este tipo de debate es un ave rara en los medios.

En un referéndum de quinientos artículos, las asambleas locales no parecen ser la fuente más adecuada, además, podríamos cuestionar cuántos se han leído el Código. Ir a las urnas a votar un Código cuyos impulsores saben que la mayoría de los votantes no va a leer, cambia en gran medida la democracia ideal alrededor del proceso.

Responsabilidad Parental

Entre los tópicos objeto de mayor debate en las redes, destaca el de la responsabilidad parental. Este nuevo concepto sustituye al de patria potestad. Según una de las miembros de la comisión redactora del nuevo Código, la Dra. Ana María Álvarez-Tabio Albó, «desde que los derechos bajan a nuestras casas y nos tocan a la puerta, no queda más que asignarlos a un proceso de construcción de su legalidad». (1) 

La responsabilidad parental se basa en el principio ―para resumir el asunto a los lectores― de que las madres y padres no tratan igual a sus hijos durante cualquier etapa de sus vidas, y la ley debe responder a esa obviedad.

Según la academia, el cambio de paradigma en la responsabilidad parental es hacia los derechos del niño, pues se le concibe como sujeto en desarrollo, capaz de ser avalado por sus propios derechos. La potestad en el derecho romano incidió, sobre todo, en dos acápites: la potestad marital, con la cual el marido podía hasta disponer de los bienes de su esposa, y la potestad sobre sus hijos, que le otorgaba la posibilidad de hacer con ellos lo que le pareciera mejor, incluso venderlos. Con el tiempo, dicho principio se ha ido transformando hasta quedar en el imaginario como el derecho de un adulto sobre un menor.

El lenguaje tiene un peso importante en las denominaciones que damos a las cosas; no es lo mismo decir «un incapaz», que «una persona con alguna discapacidad». En el nuevo Código se justifica el cambio de patria potestad por responsabilidad parental con marcada intención. (2)  La responsabilidad parental tiene que ver mucho con el principio de autonomía progresiva, que plantea que el niño se desarrolla biológicamente de manera constante y debe ir adquiriendo derechos en la misma medida.

El proyecto hace una distinción entre la titularidad de la responsabilidad de los hijos e hijas: nadie más que los padres la puede tener; pero afirma que el ejercicio de paternidad es otra cosa. La responsabilidad parental habla de la protección que madres y padres pueden guardar sobre sus hijos.

En Cuba, con el auge de las migraciones, muchos niños que estaban al cuidado de sus madres y padres, han quedado desprotegidos legalmente de tutor. En vista de eso, se introduce ahora la posibilidad de delegar el ejercicio de la guarda y cuidado de los menores a otros miembros de la familia. Antes, cuando había una separación, se legislaba automáticamente que la guarda y cuidado recaía en la madre; ahora no, bajo la responsabilidad parental se puede equiparar el derecho del padre al de la madre.

Se eliminará la definición de maltrato leve como una limitación que se arrastraba de la patria potestad, pues puede existir quienes golpeen levemente a sus hijos por años. Antes no se les podía quitar la custodia, ahora sí. En el nuevo Código se incorpora la figura del defensor familiar, cuya función es velar por los derechos de los menores desde las leyes autorizadas en el país.

También se brinda un valor jurídico a las figuras de madrastra y padrastro. Se les asignan deberes, pero también derechos a los que cumplan con ese reconocimiento familiar de cara al menor. La idea es ofrecerles la posibilidad de que, si alguna vez se rompe la relación de pareja, ellos puedan seguir teniendo relación con ese ser humano que han ayudado a crecer.

Es menester comprender la utilidad de adaptar, acorde a los signos de los tiempos, las normas jurídicas que acompañan a las familias cubanas. Por ejemplo, con el siglo xxi han surgido nuevos entornos a legislar, como la responsabilidad de los padres sobre los hijos en ambientes digitales. 

El interés superior y la autonomía progresiva cambian; por ejemplo, un menor que asegura que no quiere ir a la escuela porque desea trabajar, pero luego que causa baja de la escuela no trabaja, ¿qué sucederá con él?

El empoderamiento de niños y adolescentes en una sociedad donde se han perdido tantos valores, es un desafío. La institucionalidad cubana debe lograr una respuesta coherente a este empoderamiento del menor, y ello incluye la participación en cualquier litigio de un dirimente exterior nombrado por el Estado y ajeno a la familia, todo un reto.

Código - Iglesia

Procesos asistidos de gestación

El Estado tiene el deber de garantizar a todas las personas las mejores condiciones para su salud, pero no puede imponerles cuándo tener hijos o cuántos. Respecto a la inseminación in vitro, no quedan establecidos varios aspectos, como qué se hará con los embriones sobrantes; entiéndase que los embriones son descendencia, o sea, hijos, y sobre eso solo deberían legislar los padres.

Las técnicas de reproducción asistida establecen que el donante puede elegir si participar o no, o si es anónimo o no. Hay Estados donde se prohíbe el anonimato, reconociendo así el derecho del menor a conocer sus orígenes. El anonimato pudiera ocasionar, en un caso extremo, que se produjeran relaciones incestuosas, y debería estar entre los asuntos a tener presentes en la nueva formulación que se llevará a referéndum.

La gestación solidaria se prevé en nuestro Código de forma altruista. Aquí el tema a debatir es que pueda ocurrir un secuestro afectivo para sacarle provecho a tal situación, asunto que escapa de la mera formalidad de un contrato civil. La gestación post-mortem tiene el riesgo del tema vinculado al interés del niño. La preocupación principal es su futuro, pues de manera planificada nacerá una criatura con un padre muerto, que no estará para responder a las demandas de su prole.

Luego de mencionar estos asuntos, polémicos de sí, es válido recordar que Cuba ha sido un país avanzado en materia de derecho familiar. Si vamos a la historia, podemos corroborar que en 1917 se aprobó una ley que permitía a las mujeres administrar sus bienes. En 1918 se dictó otra que concedía los mismos derechos jurídicos a mujeres y hombres en caso de divorcio.

El principio de igualdad en la corresponsabilidad parental fue aprobado desde 1950; hasta ese momento únicamente los hombres tenían derechos sobre sus hijos. En España, por citar un ejemplo, ese último tema fue aprobado una década después que en la Isla.

Que la sociedad cubana esté totalmente preparada para varias de estas nuevas disposiciones es algo difícil de afirmar previamente, pero es válido intentar actualizarse pues la vida cotidiana sigue enriqueciéndose de los conocimientos adquiridos. Es tarea de la Iglesia hacer que el Evangelio de Jesucristo llegue al corazón de las personas y las estructuras sociales; de ahí se desprende el derecho a opinar con base de cada católico cubano sobre el nuevo Código de las Familias.

***

(1) Nota tomada por el autor en el encuentro En Diálogo, organizado por la revista Espacio Laical el jueves 6 de abril de 2022, en el Centro Cultural Félix Varela.

(2) Artículo 132: La Responsabilidad Parental es el conjunto de facultades que corresponden a los padres y madres para contribuir a la educación y formación de sus hijos.

***

Estimados lectores:

Con tristeza debemos comunicarles que la gustada sección de la escritora Maylan Álvarez dejará de publicarse. Motivos ajenos (y contrarios) a su voluntad y a la nuestra la obligan a cerrar su espacio de sábados alternos. Sinceramente esperamos que cuando los tiempos sean más propicios (o menos adversos), pueda regresar con sus estampas, humor y agudeza. Hasta entonces, los brazos de La Joven Cuba están abiertos para ella.

30 abril 2022 4 comentarios 800 vistas
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Itinerario mínimo (1)

Itinerario mínimo para comprender las tensiones actuales entre la Iglesia Católica y el Estado Cubano

por Julio Pernús Santiago 7 diciembre 2021
escrito por Julio Pernús Santiago

En 1961, hace seis décadas, fueron expulsados de Cuba 131 sacerdotes en el barco Covadonga. A decir del doctor en Historia por la Universidad de Georgestown, P. Manuel Maza Miquel S.J.: « (…) ese año la Iglesia católica fue despojada de su más importante instrumento de influencia social en la sociedad cubana: el sistema de colegios católicos. También perdió a las cuatro quintas partes de su personal eclesiástico y la posibilidad de dirigirse a la generalidad de la ciudadanía cubana de manera libre y directa usando los medios de comunicación».[1]

Sin dudas, ese fue uno de los momentos más álgidos en las relaciones Iglesia-Estado posterior a 1959. Sesenta años después, estamos en presencia de otra etapa donde el catolicismo cubano y el gobierno se ubican en medio de una visible tensión, reflejada en sucesos concretos dentro de la sociedad.

Desde hace un tiempo, los obispos cubanos evidencian la necesidad de una vía pacífica para integrar el disenso como parte de una sociedad más justa. Si nos remontamos a 1993, otro año de ostensible tirantez, podemos leer en el mensaje pastoral El Amor todo lo Espera: «rechazar el diálogo es perder el derecho a expresar la propia opinión y aceptar el diálogo es una posibilidad de contribuir a la comprensión entre todos los cubanos para construir un futuro digno y pacífico».[2]

Las instituciones católicas del país han sido también afectadas por la pandemia de Covid-19, que obligó a cerrar los templos como medida sanitaria durante gran parte del 2021. Sin embargo, el accionar caritativo de la Iglesia no ha dejado de esforzarse por ayudar a los sectores más vulnerables de la población.

Pese a que instituciones como Cáritas Cuba tienen un reconocimiento demostrable en sus miles de beneficiarios a lo largo del país, su empeño es invisible para los medios de comunicación oficial. ¿Quién gana con que se promueva con denuedo lo mínimo que haga alguna ONG reconocida como aliada del gobierno y, por el contrario, se anule del discurso mediático la contribución de otros actores que no reproducen la ideología estatal?

Itinerario mínimo (2)

Para abordar las tensiones es necesario reconocer que el mundo católico es heterogéneo, y eso es una riqueza espiritual en pos de permitir un empoderamiento de la iglesia como uno de los mediadores válidos en la necesaria reconciliación nacional.

Es increíble que el fin de semana previo al lunes 15 de noviembre, hubiera católicos como organizadores de la sentada de los Pañuelos Rojos en el parque de la Fraternidad, y también muchos que abogaban por el derecho constitucional a una manifestación pacífica. En lo personal, soy amigo de uno de esos jóvenes católicos que es cuadro de la Unión de Jóvenes Comunistas en La Habana, y de otro que era moderador de Archipiélago. Sé que ambos suelen compartir espacios eclesiales y el criterio de «no exclusión».

Los católicos y las protestas sociales

Varios católicos ―laicos, sacerdotes, religiosas― salieron a las calles el 11 de julio como parte de su aprobación a los reclamos de los manifestantes. Algunos laicos están presos aún. Entre los recuerdos más tristes de ese día está el del joven historiador católico Leonardo Manuel Fernández Otaño, rezando arrodillado frente al ICRT mientras un grupo de personas, de más de sesenta años, lo insultaba verbalmente en un «espontáneo» acto de repudio.

La Conferencia Cubana de Religiosas y Religiosos (CONCUR), ha creado una comisión para acompañar a los detenidos y sus familiares tras las protestas del 11-J. De ese equipo han emanado llamadas de atención ante irregularidades que se están cometiendo con los presos, y propuestas y peticiones al gobierno para contribuir a la sanación del tejido social de la nación. Hasta la fecha, sus reclamos han sido totalmente ignorados.

El pasado 15 de noviembre, una turba de personas que evidentemente cumplía orientaciones, se dio cita frente al Arzobispado de Camagüey para realizar un acto de repudio contra algunos sacerdotes que habían mostrado el deseo de participar en la marcha cívica convocada para ese día.

Una de las imágenes que quedará en la memoria virtual de los cubanos es la del Padre Alberto Reyes rezando en la azotea de la edificación por el alma de aquellos eufóricos manifestantes que le gritaban toda clase de improperios. Si algo nos remite a 1961, son estos sucesos macabros, de masas enajenadas que intentan descalificar la labor social de la iglesia.

Fui víctima de las acciones de intimidación de la Seguridad del Estado sobre laicos para que no participáramos en la marcha. Estos ejercicios de violencia sicológica aún deben ser evaluados, pues conozco por testimonios recogidos, que han llegado a romper, incluso de forma irreparable, lazos del ámbito afectivo de las personas afectadas.

El propio día 15, algunos de los católicos que pretendieron manifestarse ―incluyo aquí a sacerdotes, religiosas y laicos― estuvieron impedidos de abandonar sus casas por fuerzas policiales.

No obstante, de los sucesos del 15 de noviembre en que estuvieron involucrados religiosos católicos, quizás uno de los más lamentables sea el relatado por la hermana Nadieska Almeida, superiora de las Hijas de la Caridad en Cuba. Ella fue abordada ese día por un grupo de «civiles» y una representación del Partido Comunista para amenazarla por su intención de caminar fuera del convento.

Esta acción denota, de manera trasparente el débil componente que sustenta las relaciones Iglesia-Estado en Cuba, pues solo alguien con un desconocimiento enorme de la vocación y labor de servicios que las Hijas de la Caridad han prestado a los sectores más desprotegidos de la sociedad civil desde su llegada a la Isla, puede ser capaz de semejante infamia.

Itinerario mínimo (3)

Sor Nadieska Almeida

Lo paradójico del asunto es que, pasados unos días de estas acciones de odio, uno de los participantes en las mismas recurrió apenado, a través de un familiar, a pedir medicinas para su madre enferma a uno de los sacerdotes repudiados, pues no las podía conseguir en la farmacia y las solicitaba ahí de forma regular.

La respuesta del sacerdote del pueblo fue esta: «Dile a tu hermano que él puede seguir viniendo a recoger las medicinas para su mamá en la parroquia, pues lo más hermoso de la iglesia es que incluso los que la atacan y denigran saben que siempre podrán acudir a ella como a una madre, y serán tratados como hijos. Y yo no lo repudio».

El Papa Francisco y Cuba

El Papa Francisco ha estado desde su nombramiento muy al pendiente de la situación del país. Lo denota el que hayamos sido visitados por él en dos ocasiones y sus referencias a Cuba en varios mensajes. En este último año, la imagen del sucesor de Pedro ha sido centro de innumerables debates en los ámbitos que articulan el pensamiento político de los cubanos, dentro y fuera de la Isla.

Hay instalada, incluso en algunos sectores del catolicismo cubano, una matriz de opinión que impele al Sumo Pontífice como un actor internacional favorable al régimen gobernante en el país. Tal criterio cobró mayor peso cuando el influencer cubano-americano Alexander Otaola planeó una especie de protesta mediática durante una oración vespertina en la plaza de San Pedro, pocos días antes del 15 de noviembre. Esa acción fue impedida, en algunos casos de forma desmedida, por la guardia suiza del recinto y avivó aún más en las redes la discusión acerca del supuesto apoyo del Papa a los sistemas comunistas.

Es oportuno señalar que también se ha construido ese relato desde la oficialidad, pues los medios nacionales lo posicionan como un sujeto político alineado de forma inseparable con la izquierda mundial. Un joven laico de Cienfuegos, que figuraba entre los convencidos a marchar el 15N, relató en su perfil de Facebook que la Seguridad del Estado, en uno de los interrogatorios, le cuestionó que él se dijera católico cuando deseaba derrocar a un sistema comunista que tenía el visto bueno del Papa Francisco.

Este tipo de pulseo ideológico dista mucho del espíritu de amistad social que Francisco solicitó a los jóvenes cubanos para hacer carne dentro del tejido social de la nación. Creo que nadie en su sano juicio se atrevería a etiquetar como comunista al pontífice argentino, así como también es impensable que el Santo Padre viole el principio de subsidiariedad de la Iglesia emitiendo una declaración frontal contra el gobierno, y pasando así por encima de la Conferencia Episcopal cubana.

El sucesor de Pedro ha estado y estará siempre de parte de la justicia social, es evidente su opción preferencial por las causas que defienden los pobres como sujetos políticos. Los que hemos leído su pensamiento sabemos que para él la unidad verdadera no es uniformidad, sino unidad en la diferencia. Por eso recomendó a los católicos cuidarnos de no convertirnos en «custodios de la verdad», gente que escoge la parte, no el todo; el pertenecer a aquello o esto antes que a la iglesia.

Una clave para el catolicismo cubano de hoy es intentar no trocarnos en seguidores partidistas en vez de en hermanos y hermanas, en el mismo espíritu; no ser cristianos de derecha o de izquierda peleados entre sí, antes que discípulos de Jesús y su encarnación junto a los reprimidos por defender la justicia.

La Conferencia Episcopal cubana y la Oficina de Asuntos Religiosos del Partido

El presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez se ha reunido con diferentes sectores de la sociedad civil, sin embargo, hasta el día de hoy no ha tenido este intercambio con la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba. Ello de alguna forma evidencia la tensión en las relaciones Iglesia-Estado en la actualidad. Y de darse, pudiera ser visto como un paso positivo en pos de un futuro de mayor diálogo.

Con quien sí conversó el presidente el pasado mes de septiembre, fue con el cardenal estadounidense Sean Patrick O’Malley que, según relató en su crónica del viaje, pidió al mandatario que se reuniera con los obispos cubanos y por la libertad para los presos políticos tras las protestas del 11-J.

El Presidente de #Cuba Miguel Díaz-Canel Bermúdez, recibió a su Eminencia el Cardenal Sean Patrick O’Malley, Arzobispo de la Arquidiócesis de #Boston , #EstadosUnidos lea más aquí en nota publicada en @Granma_Digital https://t.co/RbPnf394vD pic.twitter.com/3X4y4yBCEM

— Johana Tablada de la Torre (@JohanaTablada) September 9, 2021

El interlocutor inmediato entre la Iglesia y el Gobierno es la Oficina de Asuntos Religiosos, que ha sostenido intercambios con actores del ámbito católico nacional, pero con resultados insuficientes para la recuperación del necesario diálogo. Pues, por ejemplo, desde el sitio para-oficial Razones de Cuba se ha atacado con artículos hirientes la labor de actores de la iglesia, incluso a la Conferencia Episcopal, por su denuncia pública de la realidad nacional. Además, perfiles en redes sociales adscritos a la ideología del Partido han calumniado a sacerdotes y laicos.

La Conferencia Episcopal Cubana en su último mensaje, anterior al 15 de noviembre, exhortaba a las autoridades de la nación a buscar caminos que sirvieran para el entendimiento, la reconciliación y la paz. Y abogaban por la consecución de espacios donde se pudiera establecer un diálogo armónico y civilizado entre los diversos actores de la sociedad civil para encontrar mejores soluciones a los problemas que nos agobian.

Este mensaje cobró amplia repercusión mediática a través de las redes sociales y medios de comunicación independientes. Sin embargo, no parece haber tomado la misma fuerza dentro de los decisores de la nación, que incluso no han cedido ante la siguiente reflexión de los obispos cubanos: «¡Cuánto agradecerían tantas familias cubanas y la misma Iglesia, y cuánto disminuiría la tensión social, si hubiese un gesto de indulgencia para los que aún permanecen detenidos por los acontecimientos del pasado verano!».

Aunque, como se ha visto, son notables las tensiones entre la Iglesia y el Estado cubano durante el año 2021, considero que la decisión gubernamental de cambiar la sede de la Oficina de Asuntos Religiosos fuera del ámbito del Partido Comunista, podría abrir un nuevo escenario de cara a la mejoría de relaciones.

Pese a los lamentables sucesos descritos, existe actualmente un contexto distinto al del año 1961, por lo que considero que no estamos aún en presencia de una nueva etapa de confrontación radical entre Iglesia Católica y Estado, que es definida por algunos autores como el escenario para una Iglesia del Silencio.

Sería oportuno que se establecieran las condiciones para un intercambio entre la dirigencia de la nación y un sector representativo del catolicismo, al cual se debería invitar, además de a los obispos, a representantes de la Conferencia Cubana de Religiosas y Religiosos y a sacerdotes y laicos, que son, por su prestigio social, considerados interlocutores válidos por la población. Me sumo al pedido de la Iglesia de encomendar a la Patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad del Cobre, la resolución mediante el diálogo y la reconciliación de un futuro esperanzador para nuestra patria.

***

[1] Esclavos, patriotas y poetas a la sombra de la cruz. Manuel P. Maza Miquel S.J.; Centro de Estudios Sociales Montalvo, Dominicana, p. 12.

[2] Ibídem. 1

7 diciembre 2021 28 comentarios 2.431 vistas
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Vivir

Tienes que vivir gritando

por Julio Pernús Santiago 12 octubre 2021
escrito por Julio Pernús Santiago

Apuntes sobre la reacción del pensamiento católico tras la convocatoria para realizar una marcha pacífica de protesta, amparada en los derechos constitucionales.

***

La frase que da título a este texto surgió de la rabia de una anciana que tras cuatro horas de extenuante cola, vio cómo se escurrían de su alcance los dos paquetes de picadillo que daban por persona en la tienda. Después de tanto tiempo perdido, una empleada salió del establecimiento a comunicar a los náufragos de aquel mar de espera la noticia. Ante eso estalló la anciana, que se volvió a quienes estábamos detrás de ella en esa fila tediosa y nos espetó: «¡En Cuba tienes que vivir gritando para poder sobrevivir!».

Aquel grito representó un soplo de verdad en nuestros rostros agotados por la realidad, un golpe en el que toda la rabia contenida en la garganta de un país explotó y salió disparado hacia nuestras vidas, petrificadas en un mito revolucionario.

El filósofo Theodor Adorno expresó que «la dimensión histórica de las cosas no es sino la expresión de los sufrimientos del pasado». Un religioso latinoamericano me preguntaba sobre la posibilidad de otro estallido social tras las protestas del 11 de julio en el país. De alguna forma, según su visión de izquierda, las cosas en la Isla no están del todo mal, teniendo como eslabón comparativo otros contextos de la región. Sin pretender dar una respuesta definitiva a su inquietud, siento como una bomba de tiempo el constatar que el anhelo de felicidad parece haber sido podado del futuro social cercano de nuestro país.

Personas con poco que perder a sus espaldas —con la adecuada dosis de odio inoculada desde diversos puntos— pueden ser el carbón directo a la caldera de una violenta rebelión.

¿Qué constituye una fuerza social?

Por estos días un grupo de cubanos nucleados alrededor de la plataforma Archipiélago, en cuyo tejido social se agruparon entre otros, algunos de los protagonistas del 11-J, han presentado una solicitud de permiso al gobierno para realizar una protesta cívica el 20 de noviembre, fecha que ha sido cambiada para el 15 de propio mes.

Vivir (2)

Entre sus reclamos, sobresale el deseo expreso de hacer esta manifestación por «todos los que han sufrido persecución, censura, acoso policial, prisión política o destierro. Además, por los marginados, los que padecen miseria, los que viven sin un salario digno, los que no tienen divisas para adquirir productos básicos, los que tienen que inventar la comida de sus hijos en medio de la peor inflación del último cuarto de siglo en Cuba».

Esta movida cívica abre una jugada nunca antes vista en los últimos sesenta años el tablero de la nación. Toca ver cómo responde el otro jugador, el Estado/Partido/Gobierno, que nunca antes había sido interpelado por este tipo de estrategia donde una parte de la sociedad civil, basada además en un derecho constitucional, desafía de forma pública al poder.

Las organizaciones católicas han sido dentro del tejido social de la nación, uno de los actores que ha logrado prestar un servicio reconocible a los detenidos y sus familiares tras las protestas del 11 de julio, sin estropear de forma radical los canales mínimos de comunicación con el gobierno.

Ante una situación de vulnerabilidad de parte del pueblo cubano, el alma eclesial ha optado por estar más cerca de la gente que de las estructuras de poder, sin romper, como es su vocación, la capacidad de aportar, desde su autoridad moral y experiencia, a la instauración de un ambiente de reconciliación nacional una vez que estén dadas las condiciones para solucionar el conflicto.

Para los laicos y consagrados que han sido protagonistas de los acontecimientos en la Isla, lo insoportable no es el dolor en sí causado por represalias de todo tipo o la prisión; sino el sinsentido en que quedan atrapados cuando ese dolor no es capaz de ser entendido por el poder, que no acaba de admitir su falla ni de ceder un milímetro de su control.

En la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín en 1968, por primera vez se habla de violencia institucionalizada y pecado estructural. La pobreza no es casualidad, más bien es un mal nacido en el corazón del hombre y en la historia humana. Por vocación, el rol principal de la Iglesia en Cuba ha estado y estará siempre en «sinodalidad» (la palabra es utilizada como Caminando junto a…) con el pueblo, especialmente con los más vulnerables.

Optar por el cubano de a pie significa en primer lugar, abrir bien los ojos para ver su condición de inhumanidad a causa del aplastamiento que sufre diariamente en su dignidad. Tocar esa realidad es indispensable para comprenderla. Es importante descubrir qué provoca esta situación de infelicidad en la filosofía existencial de la gente, y oponerse a esos elementos, sean personas, relaciones o estructuras. Así también, elegir un estilo de vida que sea coherente con esa verdad que deseamos defender hasta sus últimas consecuencias.  

Ante la pregunta sobre la reacción de la Iglesia católica tras la convocatoria a la marcha pacífica de noviembre próximo, no habrá una respuesta definitiva y de seguro coexisten tantas posiciones como diversos son los modos de proceder dentro del ámbito eclesial cubano.

Sin embargo, una pista a seguir es que en este tiempo tan difícil los laicos hemos visto ganar fuerza la visión de un pensamiento y accionar que busca incluirse en la realidad de su gente, acompañar en silencio el paisaje desolador a su alrededor. Hubo laicos, religiosas y sacerdotes exponiendo su cuerpo el 11-J en la calle.

Hoy cualquier desafío pastoral y social comprende la urgencia de no quedarse ya solo dentro de las estructuras establecidas, sino salir y desde ahí vivir como la Iglesia cubana: herida, sin privilegios, pero feliz de entregar su espiritualidad servicial al tejido de la nación.

12 octubre 2021 10 comentarios 2.119 vistas
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Náufragos

Los Náufragos: breves pinceladas sobre una generación

por Julio Pernús Santiago 27 mayo 2021
escrito por Julio Pernús Santiago

Junco Sur es un pequeño pueblo en la periferia de la ciudad de Cienfuegos. Uno de los recuerdos de mi infancia en ese lugar se remonta al bullicio que hacíamos los niños del barrio cada vez que llegaba la electricidad, luego de varias horas de apagón.

Sin ponernos de acuerdo éramos una multitud, pues a veces salían a los balcones de los despintados edificios personas adultas para acompañar a los infantes que gritábamos al unísono un ¡eheheheheeheh! de  alegría que ha quedado en mi memoria. Son recuerdos que, como los almuerzos de harina con azúcar, siempre me retrotraerán a un Período Especial que parece no querer apartarse de mi camino.   

La generación de los ciudadanos ad portas

Se llama náufragos a las personas que han sufrido o padecido a causa de un naufragio, palabra que por definición remite al hundimiento de algo que nos sostiene para no caer en un estado de desesperación. Mi generación, que vivió su niñez en la década del noventa, sufrió las consecuencias tangibles del desplome del campo socialista. Somos chicas y chicos que hemos pasado la vida leyendo en los medios que la historia de un fracaso, de un derrumbe existencial, puede llegar a ser más consoladora que la de una victoria, pues ese tipo de experiencia te hace resiliente ante la vida.

Pero, la vida es más compleja que un concepto y es imposible vivir todo el tiempo a la deriva; un ser humano necesita para vivir encontrar alguna isla donde soñar un horizonte. Es difícil hallarse permanentemente en medio de un oxímoron existencial, donde, por un lado, no te quieres ir, pues sientes que no podrías vivir sin esa Isla donde hay tanta gente que amas; pero tampoco deseas quedarte para ver pasar tu vida como parte de una película inacabable, marcada por la continuidad de sus escenas.

La derrota es el tatuaje que llevan marcados aquellos que se atreven a cambiar los resortes de una realidad inamovible. El epílogo de todos los jóvenes parece ser el desmembramiento familiar, la huida, para poder respirar aunque sea dos segundos.

En La Invención del Éxito, Irene Vallejo nos dice: «La Odisea narra el regreso de Ulises a Ítaca tras vagabundear durante diez años de costa a costa, afrontar peligros incontables y amar por el camino, entre otras mujeres y diosas, a la hechicera Circe. Sin embargo, la historia no termina con la conquista del trono y el sosiego hogareño: a Ulises le gustaba más estar volviendo que haber llegado».

La inmensa minoría

El éxito para varios de mis amigos reside en eso, en poder regresar luego de haber naufragado por las selvas del Darién y mostrar que su esfuerzo, su aventura, donde también hubo lágrimas y peligros de muerte, valió la pena, pues han podido mejorar notablemente su calidad de vida.

Sin embargo, hace unos años, mientras acompañaba a un gran amigo que regresaba de un naufragio por el continente asiático y se encontraba en la sala de psiquiatría de un hospital de La Habana, me preguntaba si era necesario tener que arriesgar la salud mental de toda una generación para salvar una conquista petrificada de la que muchos no nos sentimos protagonistas.

La realidad es el resultado de una historia de la que solo podemos excluirnos a cambio de pagar el precio que corresponda y que, según la época o el asunto, puede ir desde la cárcel a la pena de muerte, pasando por la multa, el exilio, el aislamiento, el escarnio público o el desarraigo.

Una generación que evita ensuciarse los pies en la historia de un cambio, que calla cuando debe gritar la verdad y que se maneja en la indiferencia al prójimo oprimido por pensar distinto, para no comprometer su ya precario estatus quo, es una generación que de seguro terminará siendo protagonista de un naufragio.

El daño antropológico en la sociedad cubana 

Si dentro de algunos años alguien escribe la crónica de mi especial generación —creo que todas lo son—, debe hacer referencia a estos años, aupados por la oscuridad del pasado y el presente vividos, quebrantados incluso por una pandemia global. Pero deberá también incluir en su narrativa las luces que nos han ayudado a soportar la realidad. Entre ellas el amor, ese capaz de inventarse miles de cuentos estoicos para entretener a los más bisoños en medio de alumbrones, o de andar una ciudad en bicicleta, siendo ingeniero, para vender unas torrejas que permitieran comprar lo indispensable para tres pequeños hijos.

Hasta esas historias han sufrido sus percances, pues a veces se prefiere continuar de largo sin recordarlas. Sé que ahora, cuando muchos náufragos intentamos armar nuestra propia familia, mientras formamos a nuestros hijos, es el momento de hacerles conocer el estoicismo de sus abuelos que nos permitió llegar hasta aquí.

Somos náufragos que hemos sabido adaptarnos siempre a las circunstancias: flotar en una cola, en un desayuno sin leche, en una sola comida al día, en una censura por promover ideas emancipadoras diferentes a las del poder.

También creo que hemos sido a ultranza unos defensores de ¡la vida! La vida que prevalece, aun en medio de una caravana por Centroamérica, rodeados de coyotes dispuestos a alimentarse con nuestra alma, o en medio de una enfermedad para la que encontrar un medicamento es una utopía. La vida que se impone pese a cualquier ilógico ordenamiento, y busca sus maneras para que no perdamos la fe —aunque constitucionalmente existiera por mucho tiempo el ateísmo— trabajemos, nos enamoremos y aferremos a devorar con alegría cada trago de oxígeno que Dios nos regala.

Reinaldo Arenas escribió en Antes de que Anochezca: «Nunca he podido comprender muy bien la locura, pero pienso que las personas que la padecen son una especie de ángeles que no pueden soportar la realidad que los circunda y de alguna manera necesitan irse hacia otro mundo».

Palabras que definen

No es una locura la acción de jóvenes cubanos de estos tiempos, que arriesgan sus privilegios existenciales, empezando por la libertad, en pos de exigir un necesario cambio estructural que les ayude a vivir un tilín mejor su futuro.

Mientras escribo estas líneas, Internet se ha convertido en esa pequeña isla donde preferimos habitar muchos de los náufragos aferrados a soñar una Cuba distinta, alejada de la precariedad existencial que hizo a un poeta como Virgilio Piñera resaltar todo el miedo que esconde entre líneas un discurso. Quizás seamos solo ciudadanos digitales de una Cuba del futuro, donde los sueños no comiencen con un avión saliendo del país o una máscara para poder escalar posiciones dentro de un orden programático que solo premia la incondicionalidad.

La existencia humana se lleva muy mal con la incertidumbre; vivir un tiempo prolongado en ese estado suele afectar la salud mental de las personas que lo experimentan. Somos mujeres y hombres programados para sobrevivir, podemos resistir durante días sin comer o beber agua, pero es indudable que no sabemos movernos bien en entornos donde no está claro qué va a suceder el día de mañana.

Mi generación, para reducir la sensación fatigosa que genera la falta de certeza, ha heredado expectativas de generaciones anteriores, como aquello de que pronto todo cambiará; incluso esas esperanzas de antaño parecen estarse agotando. 

Para los jóvenes de hoy, construir su vida basados en las expectativas de sus antecesores no parece ser la brújula. Quizás es el momento de que su grito sea escuchado como un signo propio de estos tiempos por aquellos decisores con la capacidad de trasformar nuestra Historia.

Invitación a un espacio de palabra contra la desmentida

Hoy, optar por una Cuba distinta pasa, en primer lugar, por abrir bien el corazón para ver la condición de inhumanidad en la que subsisten ciertas  personas. Se hace importante denunciar qué provoca esta situación y responsabilizar a los que la causan, sean individuos, relaciones o estructuras.

También significa optar por un estilo de vida coherente con el cambio que deseamos proponer en nuestro entorno. Pues si deseamos ser coprotagonistas en la construcción de una nación inclusiva, donde nadie sea discriminado por su forma de pensar, debemos tener la capacidad de romper nuestros conventillos existenciales y reconocer que la democracia a la que aspiramos no será regida solamente por los principios de la cristiandad; sino, sobre todo, por la pluralidad de espiritualidades que se junten en pos del mayor bien para nuestra nación. 

Los náufragos somos una generación que se asusta ante el dolor, la enfermedad y la muerte; y por eso, en diferentes escenarios a veces nos escondemos, tenemos miedos y dudas; ignoramos si poseemos el valor o la resiliencia para hacernos presentes en los escenarios de injusticia con los que nos ha tocado convivir. Sin embargo, hoy más que nunca Cuba nos necesita, para que desde nuestro coherente modo de proceder podamos impulsarla hacia la vida y alejarla de forma definitiva del naufragio y de la muerte.

27 mayo 2021 22 comentarios 2.720 vistas
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CUBA-IGLESIA

La Cuba del futuro

por Julio Pernús Santiago 17 marzo 2021
escrito por Julio Pernús Santiago

La «Cuba del futuro» es una frase atribuida al destacado director de cine Fernando Pérez para referirse a los casi quinientos jóvenes concentrados frente al Ministerio de Cultura el pasado 27 de noviembre para reclamar derechos de forma pacífica. El director de películas como Suite Habana e Insumisas dijo: «En esta acción pacífica frente al MINCULT, percibo el inicio de un nuevo lenguaje que le hace falta a la cultura cubana y a este país».

Ese día frente al Ministerio de Cultura se dieron cita algunos jóvenes laicos católicos y sacerdotes. Este artículo busca responder a la pregunta de por qué estaban ellos allí.

A raíz de la irrupción del internet en Cuba, se ha visibilizado la pluralidad de voces que luchan porque sus demandas de diferente índole –religiosas, de clase, género, raza, ambientalistas, ideológicas, artísticas– sean escuchadas por las instancias decisoras de la nación. Para entender el fenómeno, debe volverse a 1959 cuando inició el período denominado por muchos teóricos, como el sociólogo Juan Valdés Paz, «Revolución en el poder».

En cierta ocasión, el fallecido cardenal cubano Jaime Ortega me compartió una anécdota sobre una conversación que sostuvo en la década de los ochenta con el Papa Juan Pablo II, actualmente considerado santo por la Iglesia. Ortega le aseguró que la Revolución cubana era un proceso irreversible y el Sumo Pontífice le respondió que lo único irreversible en el mundo era Dios.

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El cardenal cubano Jaime Ortega y el Papa Juan Pablo II (Foto: Palabra Nueva)

En esa ocasión el debate permaneció en una esfera cuasi-religiosa, pero la idea defendida por el cardenal cubano y otros destacados intelectuales católicos, como monseñor Carlos Manuel de Céspedes o los laicos Raúl Gómez Treto, Juan Emilio Friguls, Enrique López Oliva y Wafrido Piñera, tiene elementos válidos, pues parte de que es imposible borrar o invisibilizar la historia que coronó el proceso revolucionario de 1959.

Es una corriente de pensamiento católico que considera como justicia social la derrota de Fulgencio Batista, luego de haber usurpado el poder mediante un golpe de Estado y establecer una dictadura en Cuba. No creían pertinente refutar la idea de la validez de la Revolución, sino que aceptaban su legado. Sus pedidos van en pos de cómo se puede hacer más democráticas las instituciones vigentes en el país.

Pero como todo proceso histórico, la realidad revolucionaria en el poder legitimó su propio camino a través de métodos que sustituyeron de diversas formas – no exentas de errores– a las instituciones que de la sociedad civil de la Cuba anterior e inmediatamente posterior a 1959. En su lugar, se crearon instituciones y organizaciones adscritas a la ideología de los viejos cuadros del Partido Socialista Popular (PSP) con una gran dependencia a la URSS. Es un proceso de institucionalización de la Revolución que se consolidó con la aprobación Constitución de 1976.

Lo que empezó a suceder hace varios años fue que esas instituciones «revolucionarias» comenzaron de a poco a perder su capacidad de aglutinar las bases sociales, producto a un desgaste sistemático de su estructura y tocadas también por la prolongada crisis económica que ha vivido el país con mayor fuerza desde la década del 90 y en la actualidad por la COVID 19.

Nuevos tiempos en Cuba

Entonces en el país ha surgido una nueva generación de cubanas y cubanos que ven cómo sus intereses religiosos, políticos, sociales y culturales, desbordan la institucionalidad tradicional y sus demandas van enfocadas en hacer más democráticas esas instituciones. Es ahí, en la búsqueda de procesos más inclusivos dentro de la institucionalidad existente, donde se puede ubicar la filosofía de los nuevos grupos de participación social católica como Pensemos Juntos o Areópago Cubano.

Una Iglesia en aguas turbulentas

Deben diferenciarse el surgimiento de estos espacios –en su mayoría virtuales– de articulación con inspiración católica de otras organizaciones emanadas de la misma espiritualidad, como Convivencia que tiene un perfil vinculado a pensar la política. No por esto carecen sus agendas de puntos en común.  

Ilustro con un ejemplo mi planteamiento: muchos de los nuevos grupos de inspiración católica que desde la Doctrina Social de la Iglesia intentan generar una voz para dialogar con diversos actores de la sociedad civil, estatales e independientes, no tienen entre sus postulados y objetivos el enfrentamiento al proyecto ideo-político de la Revolución.

Muchos de sus integrantes –destaco la diversidad de sus miembros– reconocen el legado histórico de ese proceso en Cuba. También un número considerable de ellos está en contra del bloqueo/embargo impuesto por los Estados Unidos.

Como expresó el fallecido Obispo de Santiago de Cuba, monseñor Pedro Meurice, durante la visita del Papa Juan Pablo II a esa ciudad oriental, es necesario «no confundir la Patria con una Ideología». La guerra civil que logró el triunfo de 1959 tuvo como artífices a muy diversos sectores de la población, entre los cuales, por supuesto, se cuentan numerosos católicos –vale mencionar, al laico José Antonio Echeverría o al Comandante/Sacerdote Guillermo Sardiñas.

Estos grupos de católicos, en su mayoría jóvenes, no deben ser encuadrados –como casi ningún otro grupo– dentro de la dicotomía «Revolución/Contrarrevolución». Si bien tienen demandas dentro del espectro político, muchas están vinculadas con el desbordamiento del cauce institucional que el sistema político ofrece para su representación.

El plano educativo puede demostrar esto: si se le pregunta a algún joven católico si está a favor de que la educación sea gratuita y universal, la respuesta seguramente será afirmativa. Sin embargo, esa persona que ha sido formada en el sistema educativo socialista probablemente se cuestiona el por qué sus hijos no pueden ser educados dentro de un currículo escolar que incluya religión –en un sentido amplio– y tenga una menor carga ideológica.

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La Iglesia Católica cubana ha incursionado en algunos proyectos educativos. (Foto: Palabra Nueva)

La Conferencia Episcopal Cubana en su último Mensaje de Navidad pidió «que no tengamos que esperar a que nos den desde arriba lo que podemos y debemos construir nosotros mismos desde abajo». Estos movimientos que vinculan tanto a consagrados como a laicos en su mayoría menores de 40 años, se han solidarizado con otros grupos de la sociedad civil, como el 27N o los periodistas independientes, en pos de dar un impulso a temas sociales –desarrollo económico, raza, medio ambiente, clases, libertad religiosa– que tienen escasos canales oficiales para formular propuestas desde la pluralidad.

Para construir una Cuba mejor

En los espacios que pretenden impulsar debe primar la igualdad política y social, entendida como «la libertad política con capacidad de auto-organización, de contestación, de creación y de participación respecto a las decisiones estatales, con poder de decisión de los ciudadanos/trabajadores sobre los procesos que afectan sus vidas; y por igualdad social, el despliegue de la justicia social, la lucha por la eliminación de la desigualdad y la pobreza, y no alguna clase de igualitarismo represivo».

Desde la lectura de la carta «He visto la aflicción de mi pueblo», escrita por sacerdotes y laicos y firmada por más de 700 personas, se vislumbra una visión de lo político como un mapa de la singularidad de cada uno de los actores sociales de nuestro país. Para el documento, lo político debe abogar por que el dialogo con los sectores opuestos a la visión del futuro de Cuba que tiene el Partido/Gobierno, no sea representado como un escenario de confrontación y el odio, sino de conciliación y amor.

Aunque parezca utópico, dentro de los mensajes entre líneas del documento puede leerse la convocatoria para que la institución oficial abogue conscientemente por su democratización. Esto le daría también participación a sectores no afines a la ideología del Partido Comunista, que podrían empezar a sentirse representados por ella.

Entre los grandes desafíos de estos espacios está el descubrir cuáles son los niveles de comunicación que desean manejar con respecto a otros actores. Es sabido que el modo en que nos comunicamos implica siempre una propuesta relacional. ¿Qué tipo de vínculo pretendemos crear –amistoso, competitivo, paternalista, etcétera–?

El Papa Francisco y la reforma moral de la Iglesia

Por el momento, el primer paso sería definir una estructura sólida de articulación y también localizar los horizontes a los que se desea llegar, paso complejo pues estamos hablando de procesos en construcción donde aún no existe un consenso sobre cuál será el rol de cara al futuro.

Otros desafíos para esos grupos católicos son los de pensar desde el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia cada acción a ejecutar, valorar el poder convocador de la oración –como expresión espiritual del movimiento–; saber poner el acento en las palabras precisas para que sin faltar a la verdad, se puedan construir espacios tangibles de diálogo.

Igualmente debe definirse la naturaleza de la relación a forjar con otros actores, basado en el respeto a las diferencias. Los líderes de esos procesos, muchos de ellos aún sin definir claramente, deben darle la importancia justa a su credibilidad y coherencia para evitar que sean vistos solo como movimientos clericales. Es clave dar desde estas plataformas ejemplos de solidaridad, donde laicos y consagrados se unan para construir en Cuba la verdadera amistad social.

Si se intentara describir esta nueva generación de jóvenes católicos sería bueno dibujarlos como sujetos entrenados en el arte de vivir entre fronteras, sobre todo por el desafío generacional que representa para sus familiares de mayor edad o con militancia dentro del sistema oficial, sus demandas y deseos de participar en la construcción de «la Cuba de futuro». Son muchachas y muchachos sin entrenamiento político y dispuestos a reescribir su historia desde una espiritualidad cristiana cultivada en los deseos de apostar por el bien.

Para muchos, lo que presenciamos es solo un entusiasmo juvenil católico cubano, pero si se leen con detenimiento las acciones realizadas, se da cuenta de la profundidad de los principios que las guían. Es esperanzador ver la dimensión espiritual de sus gestos, pues no tienen como centro el alcanzar beneficios materiales. Sus palabras parecen gritar que no hay evangelización sin los deseos de transformar para bien el mundo.

Para ellos, la acción de construir la justicia social en nuestra nación no encuentra sentido y finalidad en la sola aceptación y transmisión de un contenido conceptual, sino que implica necesariamente la transformación hacia la democracia verdadera. Esta democracia no es la que se queda en lo discursivo de las estructuras de poder que marginan y matan la otredad de la persona y la sociedad. Esa Cuba del futuro soñada por ellos huele a esperanza.

17 marzo 2021 37 comentarios 3.032 vistas
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A 25 años del histórico concepto “Casa Cuba”

por Julio Pernús Santiago 12 mayo 2019
escrito por Julio Pernús Santiago

Dedicado a Monseñor Carlos Manuel de Céspedes y García-Menocal

En medio de una tangible revolución digital, salió una película española donde uno de sus personajes le decía burlándose a su novia: “mira, mi amor, si no apareces en la Wikipedia, es un signo fehaciente de tu bajo aporte cultural a este planeta.” Antes de disponerme a realizar este artículo, me tomé la tarea de indagar sobre Monseñor Carlos Manuel de Céspedes en la enciclopedia antes mencionada, constatando que sobre él hay sólo un párrafo y nada sobre la metáfora “Casa Cuba”, quizás, su mayor aporte intelectual al imaginario subjetivo de la cultura cubana.

Entonces, me sumerjo en estas líneas, con la esperanza de ser parte de un esfuerzo mayor de nuestra Iglesia católica, por homenajear a ese sacerdote ejemplar que soñó una Cuba diferente. Y me permitiré intentar conjugar sus ideas con algunos procesos culturales que se dan en la actualidad, porque la historia es una linterna imprescindible, cuando intentamos desde el pasado, alumbrar el presente y futuro de los nuevos complexus nacionales.

Corría el año 1994, con una realidad desafiante, todo el pueblo cubano inmerso en una lucha por su supervivencia, en medio de la peor crisis económica de nuestra historia contemporánea; es en ese contexto, cuando el entonces vicario de la Habana, pronuncia una conferencia magistral durante la Segunda Semana Social Católica y allí esbozó un discurso bien interesante para explicar su concepto de “Casa Cuba”.

En una ocasión, le escuché decir al escritor Eduardo del Llano que dentro del ecosistema  cultural cubano existe una especie de tres listas imaginarias, pero con consecuencias reales; esta realidad, narrada por el autor de los cortos de Nicanor, en ocasiones no difiere del todo de la que percibimos dentro de nuestro ambiente eclesial o al menos así lo enfatiza el propio tataranieto del padre de la Patria durante su conferencia Promoción Humana, Realidad Cubana  y Perspectivas, presentada del 17 al 20 de noviembre de 1994 en La Habana.

La lista blanca está integrada por aquellos artistas que son reconocidos por su compromiso patriótico y su incondicional apoyo en cualquier tarea que se le oriente; la lista negra es habitada por esos personajes de la cultura que han sido catalogados como desafectos y acusados de irreconciliables con el proceso, y por supuesto, también existe una lista gris, donde son ubicados algunos artistas e intelectuales que no saben muchas veces cómo han llegado allí sus nombres y si podrán alguna vez salir, en ocasiones sus vidas tienden a ser sumergidas para siempre en un mar profundo de incomprensión, con la única esperanza de ser rescatadas por el paso insoslayable del tiempo.

Luego de conversar y leer los criterios de varios de los amigos y seguidores del padre Céspedes, me atrevo a decir que el pensamiento cespediano navega con bastante regularidad entre la lista blanca y gris, sólo espero que como me dijo un profesor universitario, su legado sea de alguna forma rescatado y transmitido a las nuevas generaciones que no pudieron conocerlo.

Para comprender mejor la integralidad de la metáfora “Casa Cuba”, se hace necesario explorar las raíces de su creador. Monseñor Carlos Manuel de Céspedes era descendiente directo de Carlos Manuel de Céspedes del Castillo, el Padre de la Patria. En su currículo vitae destacan tres doctorados: Filosofía y Derecho por la Universidad de La Habana y Teología en Roma, los estudios de este último coincidieron con la realización del Concilio Vaticano II (1962-1965). Esto le permitió ser partícipe de aquel magno evento que puso a la Iglesia en consonancia con los signos de los tiempos; las enseñanzas del Vaticano II, sin dudas, marcarán su vida.

No podemos pasar por alto su labor en pos de la realización del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC -1986), en esa ocasión fungió como responsable de atención a los medios de comunicación y sus conferencias de prensa son recordadas con gran entusiasmo por varios de los periodistas que asistieron al evento.

Muestra de lo antes expresado es que mientras investigaba para mi tesis de maestría, sobre el proceso reflexivo de mayor trascendencia para la Iglesia cubana, Rosa Notario, una de sus protagonistas me dijo: “en ocasiones, tratábamos de salir un poco más temprano los participantes del ENEC para poder asistir a las conferencias de prensa de Mons. Carlos Manuel de Céspedes, en ellas se daban unos debates interesantísimos y él las conducías con una sapiencia inigualable.”[1]

Su labor intelectual lo imbuye en la realización de textos con un gran valor cultural, sobre todo: “Pasión por Cuba y por la Iglesia. Aproximación biográfica al P. Félix Varela”; para muchos académicos su obra es una referencia obligatoria para comprender la vida del “que nos enseñó primero en pensar como cubanos.” Como reconocimiento a su acervo cultural se le concedió un puesto en la Real Academia de la Lengua Española en la silla correspondiente a la letra U. Un dato curioso, luego de su muerte, su asiento ha sido ocupado por el escritor Leonardo Padura, quizás otro de nuestros grandes personajes culturales que navegan por esos mares blancos y grises, desde hace años.

Los contextos para los científicos sociales son trascendentales, la Segunda Semana Social Católica efectuada en la Habana de 1994, mapeaba un país con una desaceleración de un 35% en su Producto Interno Bruto nacional. La Isla se resistía con uñas y dientes a ser protagonista del conocido Fin de la Historia de Francis Fukuyama, pero a cambio se generaba una situación especial que de sólo imaginarla le mete miedo al susto, diría un amigo.

Hablamos de un país, sin muchas opciones comestibles, con “alumbrones”, en el período donde se materializa la crisis de los balseros y una serie de protestas sociales cuya mayor expresión es el episodio conocido como el maleconazo. Pocos estadistas mundiales se arriesgaban a decir que el sistema socialista cubano resistiría años más, máxime cuando el liberalismo pululaba por todo el continente latinoamericano a sus anchas, resistir, a todas luces parecía una utopía.

Sin embargo, cuando uno indaga entre varios textos de amigos del intelectual sacerdote capitalino, se puede dar cuenta de que siempre creyó en la supervivencia del proceso revolucionario. Sobre todo, y esto puede ser una provocación a releer sus textos, porque veía los valores positivos del socialismo en medio de la compleja realidad cubana; sería interesante contrastar esto con la valoración que se hace en el documento final del ENEC, de los aportes del socialismo a la Iglesia en Cuba[2].

Esto no quiere decir que no ejerciera una crítica ferviente sobre puntos a mejorar, pero al parecer, y la vida le otorgó la razón, para él, era un error histórico, incluso en medio de aquellos famélicos años, imaginar nuestra Isla dirigida por el concierto neoliberal que imperaba en el mundo y sobre todo en nuestra región.

La construcción de una “Casa Cuba”

Para varios de los estudiosos del pensamiento cespediano, durante los últimos años de su vida, el ilustre sacerdote habanero, dedicó mucho de su tiempo, a dar una finalidad a esta idea que tanto le apasionó. Desde mi punto de vista, la metáfora “Casa Cuba”, todavía no ha sido comprendida en toda sus dimensiones, por demás, su imbricación social es cuando menos, poco visible por diversos motivos, entre los que destaca su ideologización, incluso dentro del ambiente eclesial, donde pocos jóvenes católicos la han estudiado.

Creo que su comprensión, tiene que ir un poco más allá del diálogo social, Iglesia – Revolución, quizás uno de los grandes sueños del tataranieto del Padre de la Patria; en ocasiones, los minimalismos cotidianos nos proponen dar por sentado un hecho sin casi conocerlo y siendo francos para poder esgrimir un criterio sólido sobre la obra social de Céspedes, debemos imbuirnos con fuerza dentro de la comprensión de la Historia con mayúscula, sino estaremos como una garrapata en un perro plástico.

No soy de los que piensa que “Casa Cuba” es una especie de construcción simbólica para legitimar todo un proceso político, creo y sobre esto hay tela por donde cortar, que estamos ante un retrato de un proyecto país; de ahí que no pueden ser soslayadas de los materiales de esta arquitectura simbólica las propuestas de “libertad personal”, desde una antropología cristiana, acendrada en medio de nuestro contexto social y la “igualdad social”, donde podamos participar todos juntos del sueño martiano de una Cuba con todos y para el bien de todos.

Una imagen rescatada por el discurso del Papa Francisco a los jóvenes cubanos cuando los invitó a construir la Amistad Social.

A Mons. Carlos Manuel de Céspedes le sobraban amigos y conocidos para dialogar sus propuestas, por lo que el diseño de una verdadera “Casa Cuba” desde nuestro entorno laical, no debe pasar por alto, el prestar oído al diálogo con el mundo intelectual,  sobre todo y esto debe ser resaltado, con aquellos que no piensan similar a nosotros. Hablo de intentar comprender esa pluralidad nacional, como diría Francisco, abandonar la autorreferencialidad y promover la cultura del encuentro.

Yo creo que sería oportuno que pudiéramos ver esta idea como un acto de Fe, porque uno al leer los comentarios sobre la misma, solo intuye ilustraciones de un mapa que describe una macro-política nacional, pero, pocas veces nos damos cuenta de que detrás hay todo un proceso bien profundo de discernimiento, que intenta evangelizar la cultura y sabemos que desde allí, se puede llevar a Dios a toda una Nación.

[1]Santiago Pernús N. Julio; El Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) como hecho histórico. Y su rol en la reconfiguración del papel de la Iglesia Católica en la sociedad cubana después del triunfo de la Revolución. Tesis de Maestría en Historia Contemporánea de la Universidad de la Habana, discutida por el autor el 2 de julio de 2018. 

[2] Documento Final e instrucción Pastoral de los Obispos; Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC). Ed. Amigo del Hogar; Santo Domingo, 1988, p.39.

12 mayo 2019 6 comentarios 729 vistas
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Los Cubanos: ¿estamos en las redes sociales?

por Julio Pernús Santiago 5 abril 2019
escrito por Julio Pernús Santiago

En medio del desabastecimiento panadero de diciembre, un amigo máster en pedagogía me llamó preocupado: “Pernús, asere, ayer le escribí al presidente a su cuenta de Twitter, diciéndole que la situación con el pan está en candela y hoy me respondió con un efusivo twit; creo que estoy metido en problemas gordos.” Aunque parezca algo irrisoria, la historia de marras es completamente real, pasito a pasito nuestra Isla va poblando también el ecosistema digital.

En medio de un mundo enredado por la globalización en lo político, lo económico y lo comunicacional, era una locura vivir en un país de espaldas al fenómeno. Todo esto, teniendo presente la instrumentalización de las redes sociales como punta de lanza de nuevos agentes de cambio que buscan llevar el combate ideológico a ese mundo tan diverso. Pero era como que seguir promoviendo como único dispositivo de horario el reloj analógico, cuando todos en el planeta utilizan ya uno digital.

Además, de ser una exigencia constante de la comunidad internacional a la diplomacia cubana, el mundo entero quería vernos interactuar dentro del incontrolable Internet. Una buena interrogante es: Y cuando estemos conectados, ¿qué? También es decisión de las élites políticas del país fomentar por zonas geográficas el desarrollo de plataformas de gobierno electrónico.

Todo esto viene asociado al relevo generacional dentro de las esferas encargadas de tomar decisiones en Cuba y ha sido una política que ha recibido el apoyo irrestricto del presidente de Estado y de gobierno, Miguel Díaz Canel Bermúdez. Él mismo dio la clarinada, al complacer uno de los pedidos hechos por los periodistas en el último congreso de la Unión de Periodistas y Escritores de Cuba (UPEC) con la apertura de su cuenta en Twiter a finales del año 2018.

Aunque no lo parezca, es importante darnos cuenta que mediante las redes sociales, se interponen en la política canales de comunicación un tanto verticales. En el caso de Twiter, tiene la ventaja de que llega a muchas más personas sin mediación. Pero, con todas sus limitaciones, es imposible no reconocerle a este fenómeno el hecho de que, por primera vez, tenemos la posibilidad de comunicarnos de alguna forma con el presidente durante las veinticuatro horas del día.

Algo que a varios comunicadores nos causó duda es que nuestro actual mandatario eligiera solo Twitter para iniciar su vida pública en las redes sociales; sobre todo porque, en las estadísticas publicadas por ETECSA, se refleja que la mayoría de los cubanos que interactúan en redes sociales, donde están conviviendo es en Facebook. Aunque, y esto puede ser un elemento a subrayar, es Twiter la plataforma preferida por los políticos a nivel mundial y, en los últimos tiempos, algunos líderes de la izquierda como Maduro y Evo Morales, la han utilizado con bastante regularidad.

“Desde hace unos meses, ha existido una migración importante de los adolescentes y jóvenes cubanos a Instagram”[1]. Esto viene condicionado porque los hijos prefieren no participar de plataformas como Facebook, donde ya comienzan a existir sus padres. Es interesante el asunto, si logramos percatarnos de que, dentro de las redes sociales, se ha ido construyendo un planeta digital y cada vez hay más personas e instituciones interesadas en habitar ese ecosistema.

Uno de los grupos que dentro de la Isla están asumiendo con mayor interés el ingreso a las nuevas tecnologías de la información son los emprendedores. Aquí es necesario recordar que, cuando intentamos aprovechar al máximo las potencialidades de estas nuevas plataformas comunicativas, tenemos que conocer con seguridad a quiénes nos dirigimos.

mipymes

No debe ser responsabilidad del Estado manejar hasta el más mínimo detalle de las redes gastronómicas. Las experiencias privadas en ese sector son muy positivas (Foto: EFE/Alejandro Ernesto)

Por ejemplo, Doña Alicia, un negocio próspero de comida en La Habana, ha invertido sumas significativas de capital para lograr una infraestructura importante de conectividad interna. Eso le garantiza el poder brindar una mayor información de sus productos a su público. Sobre estos temas hay que ir educando a los emprendedores, pero la ruta ya está trazada y el dinero invertido no podemos verlo como algo que nos va a resolver la vida a corto plazo, sino, como una posibilidad de surfear hacia nuevos horizontes de prosperidad.

Aunque pueda parecer hoy algo futurista, en los próximos años entrará en escena una generación que, mientras come a la mesa, también revisará su móvil para jugar o ver que han publicado de nuevo sus amigos. No es una descortesía por parte suya: es que los Centennials[2] tienen la tecnología integrada como parte de su accionar natural y son gente multitareas. Aunque -ojo- Bill Gates, el multimillonario creador de Microsoft, ha prohibido a sus hijos jugar con sus teléfonos en momentos sociales, y no les permitió utilizar el celular hasta después de los 14; si él lo hizo, por algo será.

Alexa es una instancia de búsqueda que revisa los sitios web más visitados por países. Cuando uno le pone “Cuba”, enseguida aparecen Google y Facebook entre los diez sitios más solicitados de Cuba, que comprenden tres redes sociales. Esto es una señal de que, aunque a veces parezca que nuestro pueblo no está en las redes sociales, sí hay señales importantes de que se está insertando con mucha fuerza en ellas, sobre todo los jóvenes cubanos que andan muy atentos a los patrones de conducta del mundo occidental. Quizás solo de esa forma podamos explicarnos que existan algunos youtubers del patio con miles de seguidores.

Aunque parezca una afirmación propia de una diatriba, el hecho es que hoy crece por día el número de familias cubanas que acceden a Internet, a pesar de los malabarismos económicos hechos a diario para comer;  al menos 7 CUC de la casa se destinan a pagar unos 800 megabytes que “tienen que alcanzar para un mes”. Algunos medios de prensa como El País, en España, han considerado los datos extraídos por las grandes corporaciones del navegar digital cubano, como el petróleo del siglo XXI.

Esto de seguro debe ir cambiando las reglas de lo que asumimos como blogosfera, porque hay países como China que han creado su propio internet, para evitar el robo de información y controlar el acceso a la información de sus ciudadanos. Aunque se ven pequeños destellos, el mundo como lo conocemos hoy, no lo veremos así para el 2050. Un profesional deberá, sin lugar a dudas, ser un hombre o una mujer que domine con gran destreza las herramientas digitales.

Los medios alternativos cubanos tienen una responsabilidad mayúscula para poder sobrevivir; su labor -invisibilizada muchas veces desde la tribuna oficial- tiene que buscar siempre la perfección de su ejercicio cotidiano. Cualquier error que cometan será señalado en forma estruendosa por mínimo que sea. Algo parecido a lo que ocurre desde varias plataformas informativas de prensa extranjera, con la gestión gubernamental del gobierno de la isla.

Es casi seguro que, al circular este texto, seguiremos padeciendo la escasez de harina y huevos, pero contaremos con un mayor número de cubanos debatiéndonos sobre esos temas en una isla digital, donde cada día arribará un número creciente de náufragos.

[1]Nota tomada por el autor del panel sobre redes sociales acontecido en el Centro Cultural Félix Varela el viernes 21 de diciembre de 2019. Palabras de Darío Escobar, director de Somos Jóvenes.

[2]Centennials: características principales de la nueva generación. Una nueva generación se acerca al mercado laboral con una visión muy diferente a la de sus antecesores. Los centennials son niños y adolescentes entre 0 y 18 años aproximadamente, aunque como en todas las épocas, no existe un consenso sobre el año exacto.

5 abril 2019 13 comentarios 688 vistas
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La Cuba futura

por Julio Pernús Santiago 5 marzo 2019
escrito por Julio Pernús Santiago

Es importante que cuando intentemos desempolvar la historia de nuestra nueva constitución, la miremos con una mirada más amplia que el 86,72% a favor y el 9% en contra. Los datos a menudo son muecas frívolas que no aportan las luces suficientes para visionar el horizonte inmediato.

Lo primero que no debemos solapar es que la nueva Carta Magna del país es superior, con bastante claridad, a la de 1976; aquella poseía un núcleo soviético envolvente y, además, una disimulada filosofía ateísta. Desde mi optimismo ciudadano siento que ahora tenemos a nuestra disposición un documento que ofrece una amalgama más amplia de derechos civiles que su antecesor y esto, de cumplirse, puede ser algo que facilite su tangible aplicación.

No obstante, desde ahora afirmo que una cosa es la mención de los derechos y otra diferente su puesta en práctica. Sin creerme jurista, es llamativo saber que “hay más de 80 ocasiones en las cuales la constitución hace referencia a que la ley luego definirá este artículo con una norma complementaria” (1). No es sólo una metáfora decir que el ordenamiento jurídico cubano está en el limbo y que, con nuestra votada ley de leyes, se tiene la esperanza de llenar ese espacio tan poco utilizado en los últimos tiempos de constitucionalidad ciudadana.

Uno de los puntos importantes cuando tratemos de recordar por qué se votó Sí el 24 de febrero, es el de la consulta popular. Esto no es algo del todo novedoso para nuestra nación, con una infaltable batalla de ideas; pero sí en referencia al contexto en que se desarrolló dicha consulta. La izquierda vive una de sus peores crisis hemisféricas, con una Venezuela colapsada; en Cuba vivimos la consolidación de un nuevo gobierno nacional, dirigido por el actual presidente Miguel Díaz Canel. Todo esto en medio de una economía deprimida y con tragedias nacionales – de gran impacto social -, sufridas en los últimos meses, como la caída del avión rentado por Cubana de Aviación con más de cien muertos y el tornado que azotó con rabia el pasado mes de enero a La Habana.

Para los que gustan profundizar en la etimología de los conceptos, nos referimos a un proceso de consulta popular “cuando se buscan mecanismos eficientes de participación del pueblo, en la toma consciente de decisiones políticas importantes” (2). En Cuba cualquier proceso de este tipo es relevante; sobre todo, por el precedente de una raigambre sustancial de conciencia histórica, en ocasiones vinculada en demasía, con una subjetiva batalla de ideas, que conduce al pueblo a una lucha constante por su emancipación social.

Entonces me parece interesante ver todo el complexus de consulta popular sobre el proyecto de constitución cubana, desde los espejuelos del profesor francés Guillaume Faburel (3), quien describe nuestro hacer como un proceso que ha buscado la restauración de la confianza política.

Es oportuno reconocer que, dentro de la constitución, no se menciona nada sobre pobreza y desigualdad

Esto denota un peligro, ya que resulta improbable que a posteriori se realicen políticas de acción afirmativa para corregir estos males sociales. Solo espero que estos planteamientos puedan convocar a los decisores de nuestra nación a introducir los términos dentro de sus agendas resolutivas; porque uno de los mejores aportes que debe hacer una Carta Magna, es dar voz a personas con poca o nula visibilidad dentro del entramado social de cualquier nación. Estamos hablando de poder recrear una realidad pública con leyes que le den una connotación importante de sentido político.

Un asunto a pensar para las siguientes votaciones generales es que, en otros países del mundo, las campañas propagandísticas tienen un final, mientras que el Yo Voto Sí estuvo presente hasta durante el marcaje de la boleta. Dentro de los colegios electorales había pancartas que lo reafirmaban. Un elemento impresionante es que los 586 diputados presentes en la Asamblea Nacional, al someterse a votación el proyecto final, dijeron Sí.

Eso deja fuera del mayor órgano representativo del pueblo cubano, a 706 000 personas que no cuentan hoy día, en ese espacio, con algún delegado que represente su No. Esto debe servir de reflexión al interior del organismo y, como nación, debemos buscar fórmulas que propicien la inclusión de algún representante del pensamiento divergente en las esferas decisoras del país. Y surge una pregunta que no debe ser soslayada del todo:

Si los que votan Sí están votando por Cuba, entonces, los que votan No, ¿por qué votan?

Lo que se votó es un documento importante, pero el proceso en sí mismo no ponía en disputa nada de soberanía nacional, ni mucho menos nuestra independencia como país. En la constitución no aparece ninguna definición de nación ni de patria, ni de casi nada, entonces, ¿por qué esto lo representa todo?

Uno de los temas de gran impacto a nivel mundial es el asunto de cómo perfeccionar la democracia; de ahí que, a cualquier proceso político que logre legitimarse como un estallido de democracia participativa, se le presta gran atención. Sin embargo, y esto fue reseñado incluso por nuestros medios masivos, fuera de Tele Sur y algunos canales rusos, nuestro referéndum pasó casi en silencio por las grandes cadenas internacionales. Esto puede que no diga nada a muchos, pero, en sentido general, lo efectuado, siento que no contó con mucha credibilidad internacional.

Desde 1998 se está convocando a votación general con un sentido muy estatocéntrico, dando una visión de no-cubano a esas personas que no votan a favor de lo propuesto oficialmente. Desde las fuentes de poder sería interesante valorar la posibilidad de vivir estos procesos como algo en construcción, y no desde una visión de que ya todo es dado por hecho; sobre todo por la magnitud y relevancia cívica del documento en consulta, que atraviesa toda nuestra sociedad civil, en la que, si auscultamos con sinceridad, podemos encontrar opiniones divergentes.

La divergencia no tiene por qué ser vista como un tumor maligno sino como un sector con una visión diferente a los del establishment gubernamental. Este tipo de consultas populares, generaría un mayor grado de confianza de cara al pueblo, si se trabajaran desde los medios con un mayor sentido de pluralidad.

Es importante ir aprendiendo a ceder posiciones históricas de hegemonía absoluta.

Esto debe ser matizado por la mirada integradora de un discurso oficial transparente, sin dobles intenciones. Algo lamentable es que en nuestra Carta Magna no se hace mención a la sociedad civil, una fuerza viva dentro del pueblo que suele hacer frente, dentro de la primera línea, en momentos claves como las catástrofes naturales.

A muchos les llamó la atención el hecho de que, dentro de la etapa consultiva, el pueblo no dijera nada sobre un tema y, de pronto, este fuera eliminado del documento. De ahí surge la interrogante sobre la desaparición del acápite sobre los derechos humanos; porque supuestamente lo que discutimos no era una especie de revalorización. Entonces, ¿quién lo eliminó y por qué? Lo del matrimonio igualitario parecía una carta de doble cara y ahora se habla de llevarlo a plebiscito; sin embargo, ese mismo tratamiento no se les brinda a otras interrogantes esgrimidas por el soberano, como la ley electoral.

Uno de los logros significativos de la nueva constitución es el empoderamiento del municipio, sobre todo, porque pervive muchas veces la política de esperar a que todo baje desde arriba y esto cambia para bien las reglas del gobierno local. Pero ahora los etnólogos del patio tendrán que repensar qué es un municipio, para entonces poder brindar un sostén sólido a las nuevas leyes de municipalidad, ya que las demarcaciones geográficas no pueden ser una camisa de fuerza.

Estamos a la puerta de una nueva etapa social, adentrándonos de a poco en la revolución tecnológica que vive la humanidad, con una de las poblaciones más envejecidas de América Latina y en medio de una palpable depresión económica.

La política de plaza sitiada, no parece ser algo próximo a desaparecer.

Entiendo que no es lo mismo pluralidad política que pluripartidismo, pero desde una espiritualidad cristiana, se hace excluyente la existencia, como centro filosófico de la vanguardia política de la nación, de una ideología que niegue a Dios. Es importante que podamos esclarecer qué es electoral y qué no; por demás, se hace importante suprimir la visión de ratificación en los medios de propaganda oficial, porque conceptualmente, eso sólo habla de estar de acuerdo con algo que ya viene orientado desde arriba.

El control de la constitucionalidad debería estar en manos de los tribunales para que agilicen lo antes posible un conjunto de leyes que no acaban de salir a la luz pública, como la ley religiosa o de cultos.

Al final, solo el pueblo debe ejercer su rol de soberano y su papel como rector de los destinos de la nación. La Cuba de los próximos años será un escenario virtual con una lucha constante por la influencia ciudadana. Uno de los elementos a seguir será el desenvolvimiento político de una sociedad civil con fuerzas vivas interesantes, naciendo y consolidándose en su interior, además, de las clásicas ya conocidas.

Como conclusión, considero que la Carta Magna ofrece nuevas oportunidades de empoderamiento ciudadano. Todo esto mediado por obstáculos propios de un país como el nuestro, con múltiples contrastes.

Es importante participar con conciencia cívica de todos los procesos que se advienen dentro del escenario democrático cubano.

El primer reto que se advierte, en menos de dos años, es el del cambio del Código de Familia. Me gustaría terminar este artículo con un texto del Papa Francisco, que inicia el mensaje de los obispos católicos de Cuba en relación con la nueva Constitución de la República:

“Cada uno puede aportar su propia piedra para la construcción de la casa común. La auténtica vida política, fundada en el derecho y en un diálogo leal entre los protagonistas, se renueva con la convicción de que cada mujer, cada hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales”.

(Mensaje del Papa Francisco – Jornada Mundial de la Paz, 2019)

Notas
(1) Intervención del jurista Eloy Viera Cañibre, en un panel organizado en el Centro Cultural P. Félix Varela sobre la Constitución, el primero de febrero de 2019. Nota del autor.
(2) Docurro Chappi Tania; ¿Consultar y decidir? Diálogo con los ciudadanos; resumen sobre la presentación en el Último Jueves de Temas de Yohanka León del Río, filósofa e investigadora del Instituto Cubano de Filosofía ; http://www.temas.cult.cu/ – consultado el 26 de febrero de 2019.
(3) Guillaume Faburel, profesor de estudios urbanos de la Universidad de Lyon, Francia.

Para contactar con el autor: jnpernus@gmail.com

(*Las opiniones expresadas en este portal son responsabilidad exclusiva de los autores y no representan necesariamente la opinión de los editores)

Tomado de: La Trinchera
5 marzo 2019 22 comentarios 834 vistas
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