A mi papá
-I-
El 2 de junio del 2012, motivado por el prólogo de Vicente Feliú a un cancionero sobre la Nueva Trova, publiqué un texto dedicado a dos trovadictos de pura sangre. Al revisarlo, diez años después, siento que no pierde actualidad. Al contrario, se han fortalecido las células de mis preocupaciones.
En aquel momento no conocía aún el alcance de las manipulaciones en redes sociales, ni me preocupaban los contenidos que aparecían en la blogósfera. Hoy Cuba es otra, profundamente desigual y explosiva. El pueblo expresa su descontento y el gobierno actúa del modo en que interpreta las justas manifestaciones populares de insatisfacción. Como sociedad, nos vamos pareciendo al mundo, al mismo tiempo que exhibimos nuestro universo particular.
El sordo enfrentamiento entre grupos de poder con intereses de dominación, estimula la polarización y conduce el enfrentamiento pueblo vs pueblo y pueblo vs gobierno. Si bien el gobierno cubano se involucra afectivamente con sus pares de otras naciones que alcanzan el poder después de profundas y violentas luchas populares, no respeta asimismo al pueblo de la Isla en su derecho constitucional a manifestarse.
Las universidades y centros de información o de estudios sociales especializados, propician a las instituciones que cuidan de la seguridad nacional, diversos programas de estudio e investigación que facilitan un retrato eficiente de sus adversarios políticos e ideológicos. Cuba no es la excepción.
Por eso los intelectuales interesados en la política y las ciencias sociales, sobre todo aquellos académicos, investigadores, y periodistas cuya formación se relaciona directamente, con ese tipo de instituciones, continúan atrapados en la denuncia y la exposición pública del aparente contrario. De la relación entre el pensamiento especializado y la información privilegiada, surgen las teorías, hipótesis y decisiones políticas de las que se nutren todas las plataformas mediáticas, oficiales o no, legitimando la fragmentación social, la violencia y la guerra.
Las redes sociales, la televisión y la prensa escrita, potencian o anulan los diferentes eventos en que se va desenvolviendo nuestra realidad. Las recientes protestas en diferentes lugares del país son caldo de cultivo para la manipulación mediática activa. La oposición le llama «pueblo en las calles» a un número determinado de personas que ejerce su, repito, derecho constitucional a protestar. El gobierno, en los escasísimos momentos en que se refiere a las mismas protestas, utiliza términos descalificadores: «delincuentes», «mercenarios», «contrarrevolucionarios», etc.
Es la cultura de la manipulación, y es en ese espacio virtual en que transcurre la verdadera guerra. No existen límites para mentir. Tampoco existen límites para ocultar los verdaderos motivos por los cuales el pueblo cubano comienza a expresarse en las calles. La cultura de la manipulación se convierte en ataque y respuesta entre un poder mediático y su enemigo, movilizando al pueblo según su conveniencia.
Cuba ha dejado de ser una causa, para convertirse en dos bandos.

Habitantes en La Habana salieron a las calles a manifestarse de forma pacífica. (Foto: CNÑ)
-II-
El 1968 fue un año tremendo, que bien pudo comenzar en el otoño de 1965; pero el Che salió físicamente ileso del Congo y vivió hasta el 7 de octubre de 1967, día en que fue ejecutado en la escuelita de La Higuera, República de Bolivia, porque intentó la imprescindible utopía de cambiar las reglas del juego e invertir para siempre el orden de los acontecimientos históricos, de las relaciones humanas y los relojes de arena. Creo que a un hombre como él, en algún momento del año 1972 lo hubieran tronado en Cuba. Pero esto último no pasó. Y pasó el siglo XX.
Fue el año en que el senador Robert Kennedy, entusiasmado después de ganar las primarias de California, expuso ante un auditorio que lo vitoreaba en el salón Coconut Grove del hotel Ambassador: «Lo que creo que es claro en el último análisis, y lo que ha estado sucediendo en los Estados Unidos en el período de los últimos tres años —la violencia, el desencanto con nuestra sociedad, las divisiones, ya sea entre negros y blancos, entre los pobres y los ricos o entre grupos de diferentes edades, o por la guerra de Viet Nam—, es que podemos comenzar a trabajar juntos». Pero esto último no pasó. Lo asesinaron. Y pasó el siglo XX.
También ocurrieron el mayo francés, el verano europeo, la matanza de Tlatelolco, la muerte del reverendo Martin Luther King Jr., la Primavera de Praga, la Ofensiva Revolucionaria y la asignada cuota de sovietización que se nos impuso.
Esto último salvo en aquellos detalles que pudieran deteriorar el liderazgo que, desde marzo de 1964, permaneciera como único interlocutor entre las tres principales organizaciones que participaron en la etapa final de la lucha revolucionaria: el Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario y, en franco oportunismo y menor participación, el Partido Socialista Popular. Para soldar el liderazgo se desarrollaron alianzas, fundieron organizaciones y crearon nuevas instituciones que reforzaron el libre albedrío de Fidel Castro.
Hoy los jóvenes inquietos buscan entre montañas de publicaciones, testimonios, confusión, las huellas borradas de aquella vanguardia dentro de la Revolución, condenada al pisa-papeles de la historia: el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana y la revista Pensamiento Crítico.
¿Un sueño recurrente? ¿El sueño de toda la vida materializado en escena? No sé. Ya no tengo la curiosidad que me carcomía desde niño. El simple acto de ponerse espejuelos y evitar la luz ha dañado, profundamente, los estudios sobre el tema.
Las nuevas generaciones se caracterizan por heredar el sentimiento y la necesidad de recordar, sufrir o festejar asuntos que escapan de sus manos; igual que escaparon de las nuestras y de las de sus abuelos, salvo para un ínfimo porciento entre alrededor de doce millones de cubanos. Semejante castración los convierte en lo que son, aun siendo felices.
Da igual si son de izquierda o de derecha, viviendo en la calle 8 o pugilateando en La Habana Vieja; continúan a la sombra. Gran parte de su espiritualidad es un fragmento importado de varias generaciones anteriores con las que todavía comparten tradiciones, dioses, y el mismo gobierno durante casi el total de sus vidas. No tienen país. No tienen ciudad. No tienen mártires importantes.
En la escena de la película polaca Yesterday, en la que el director de la escuela pregunta al imitador de Ringo por qué tanto lío con el pelo, este responde algo así: «Porque es lo único que es mío».
Probablemente los intelectuales de la nueva generación se enfrentan a dudas similares, que resuelven con similar naturalidad, desgarrados y solos. Igual que sus padres, dedican canciones a las grandes causas históricas, políticas y sociales. Inclusive, le cantan al amor de un modo diferente y eterno, transformando para siempre el lenguaje de las palabras y los símbolos. Escriben oraciones increíbles tocando el alma de un modo parecido al que describe Martí. Pero abandonan las calles cuando se dedican a las grandes causas. Las grandes causas funcionan como la realidad virtual, como la representación tecnológica de la imaginación.
A través de las grandes causas se dificulta la comprensión de por qué nuestra sociedad ha llegado a este punto de inanición e inercia, y por qué por estos días intentamos recomenzar a reconstruir una (otra) sociedad, estando al borde del desastre: La pérdida absoluta del sentido que tendría formar parte de otra (una) sociedad.
No solo somos una isla en la grandeza.

(Foto: ADN Cuba)
-III-
Mi ídolo es mi papá, a quién por suerte no le gustaba la política y mucho menos los políticos. Hombre de vasta cultura, desplegó su sabiduría para comprender y expresar, a través de su obra, las inquietudes de los jóvenes en épocas diferentes. Soñó y trabajó para un mundo mejor desde el más absoluto desprendimiento, desde la más rampante ingenuidad.
A los 38 años, casado, con tres hijos pequeños, sin haber subido a la guerrilla, ni participado en la lucha clandestina, sin amistades políticas que lo protegieran, apoyó de palabra y de hecho a un trovador de 23 años conocido por un apreciable grupo capitalino de jóvenes artistas, intelectuales, y pensadores ligados a instituciones políticas o de seguridad, quienes después fueron estigmatizados por iluminarse y abrirse a todo el pensamiento marxista y descolonizador que alborotaba la época.
Nunca he conversado con el trovador sobre qué aportó mi padre al impulso de sus inquietudes juveniles. En qué medida, más allá de lo práctico, pudo influenciar en él un hombre que estuvo diez años sin filmar, castigado por haberlo comprendido.
Actualmente, las instituciones culturales cubanas están dirigidas por el pensamiento conservador que, con formas diferentes, condenó a mi padre y a parte de la vanguardia de aquellos años, al ostracismo o al exilio. Las diferentes agendas de inteligencia que utilizan las redes sociales para estimular el lado conservador de nuestra sociedad, encuentran un liderazgo pobre, sin la menor empatía con los tiempos que corren, que premia la subordinación política y facilita la corrupción, porque no existe nada más corruptible que un mediocre.
Solo tengo que observar el fracaso que representa la carta de la UNEAC; como mismo observo, aterrado, la proliferación de otros textos habilitados para derrocar el gobierno cubano, no para resolver los problemas de Cuba.
La cultura cubana, cuyo día se conmemora hoy, peligra por la falta de espacio al disenso político. Y esa falta de espacio continuará erosionando la fortaleza que representa, en el mundo por venir, ser una nación soberana e independiente.
*Bebamos, comamos, mañana moriremos.