Uno de los tópicos que a veces surgen en las conversaciones de los cubanos, especialmente cuando comparan los medios de comunicación nacionales con los extranjeros, es la inexistencia en Cuba de ese fenómeno conocido como crónica roja.
El funcionamiento de este género mediático y con frecuencia seudoperiodístico cubre buena parte de las horas de televisión, impresión en periódicos e incluso publicaciones dedicadas completamente a sucesos ¨de sangre¨ en casi todo el mundo y muy especialmente en Latinoamérica.
Vale recordar sobre el tema la película peruana Tinta Roja del director Francisco Lombardi.
Es notoria y no debe pasarse por alto la relación directamente proporcional de su consumo masivo y los bajos índices de instrucción de cada segmento social, siendo en todos los países las personas de más bajo nivel cultural las más interesadas en este tipo de ¨noticias¨
Algunos negocios de comunicación dedicados a la divulgación de crímenes, accidentes y catástrofes locales alcanzan escala global gracias a la televisión por satélite. Diariamente millones de personas de habla hispana se sientan frente a sus televisores desde Alaska a la Patagonia para ver ¨Primer Impacto¨ pensando firmemente que están ¨informadas¨ porque ven ¨las noticias¨.
Sin dudas la realidad latinoamericana y estadounidense da cada 24 horas abundante material para llenar las pantallas de programas en español y en inglés. Una ciudad como Los Ángeles o México DF pueden generar ¨entretenimiento¨ por si solas, incluso otras más pequeñas como Miami o Tegucigalpa.
La actual abundancia de celulares capaces de hacer videos y fotos de alta calidad, la existencia de cámaras de seguridad en muchos negocios, y la divulgación en YouTube multiplican el fenómeno respecto a décadas anteriores. Es habitual que los programas compren material grabado por algún testigo o transeúnte.
Con frecuencia las cámaras y periodistas llegan más rápido a la escena del crimen que los peritos de criminalística.
Viendo muchos de estos reportajes se puede notar el intento de magnificación que los reporteros tratan de hacer para ¨vender¨ la noticia. Mientras más escabrosa y espeluznante, mejor.
En Cuba no existe crónica roja, no existen noticiarios de 45 minutos con 7 cortes comerciales enteramente dedicados a divulgar homicidios, violaciones, asaltos, accidentes, etc. No se gasta tampoco una gota de tinta en ello.
Es conocida la insatisfacción los cubanos y la prensa que se hace en Cuba, como lo es también la enajenación u omisión que hace esta de muchos problemas nacionales.
Pero no nos confundamos. ¿Necesitamos los cubanos realmente que exista crónica roja en Cuba? ¿Es verdaderamente importante, a un nivel de interés social, una violación o un homicidio?
Analicemos primero los daños sociales, personales y familiares que produce la crónica roja.
En primer lugar la multiplicación de la violencia. En países con indudables altos índices de criminalidad, la sensación de inseguridad esta exacerbada por la transmisión constante de este tipo de material. Esto hace que el ciudadano no se sienta inseguro por sí mismo y su familia por lo que realmente le puede ocurrir si no por la exageración producida por los medios.
La crónica roja violenta las posibilidades estadísticas de que una persona sea asaltada, atropellada o violada y crea en el individuo una percepción falsa de que esto puede ocurrirle de forma inminente. Las implicaciones psicológicas pueden llegar hasta la paranoia. A un nivel colectivo este efecto es usado con frecuencia con una intención política, para crear un estado de opinión generalizado de inseguridad.
Otro daño es la expansión de esa misma violencia. Si ocurre digamos un homicidio producto de la violencia intrafamiliar y el esposo mata a su mujer. Ese hecho impacta en la vida del homicida y la víctima, sus familiares, vecinos y amigos. Pero no en más personas. En cambio si usted toma ese hecho ocurrido en algún lugar de la geografía nacional, lo convierte en un reportaje y los transmite a todo el país, usted esta impactando con el horror del mismo a millones de personas.
¿Qué valor tiene eso? ¿Qué utilidad?
La crónica roja lacera la privacidad y la integralidad de las personas y las familias, algo que esta incluso penado por la Ley en Cuba. Un juicio puede ser público, pero no por eso el crimen debe ser publicitado para más vergüenza del que lo cometió, de sus padres, hijos y hermanos. O la vergüenza de los familiares de esa muchacha cuya violación es contada con todos los detalles. O de ese joven homosexual asesinado. O de ese marido en un arranque de celos.
¿Qué sería lo próximo? ¿Mostrar los cadáveres, mostrar la sangre, entrevistar a los vecinos, que muchas veces ni los conocían pero hablan con tal de salir en la TV, acaso acercar como se hace sin escrúpulos la cámara al féretro para que todos vean el rostro del fallecido o lo bonita y joven que era la muchacha que violaron y mataron, y luego ir a la escuela donde estudiaba y entrevistar a sus compañeros de aula para que lloren ante las cámaras?
Porque eso si, después de la sangre lo que la crónica roja más persigue son las lágrimas.
¿Está interesada la crónica roja en prevenir el delito? No, al contrario se regodea en su existencia.
¿Le interesa a la crónica roja que se haga justicia? Tampoco, otro de sus efectos es condicionar a la opinión pública ante los procesos judiciales.
Incluso llega a crear estados que empujan a que la población se tome la justicia por su mano.
Personalmente considero que uno de nuestros valores nacionales y una de las virtudes propias del periodismo cubano es precisamente la inexistencia de esa crónica roja en Cuba.
En nuestro país existió crónica roja, en periódicos y revistas, en la radio, en los noticieros cinematográficos. Había periodistas que se mal ganaban la vida con el sensacionalismo. Como mismo con esa prima cercana e igual de innecesaria que es la ¨crónica social¨ o la prensa rosa.
Terminó con la Revolución, sencillamente eran incompatibles.
La no divulgación de hechos criminales en Cuba no se trata de censura, una vez más no nos confundamos, se trata de ética, de conceptos de privacidad, de dignidad, de educación, de verdadera prevención y protección.
La censura no es eso, si no lo que nos impide hablar y conocer de problemas nacionales verdaderos, los cuales nos afectan a todos y son silenciados por diversos intereses.
Hay tanta cosa importante que publicar y transmitir, que la crónica roja además de una execrable morbosidad, seria respecto a eso simplemente la más nociva distracción.
“Este texto ha sido enviado a los periódicos Granma y Juventud Rebelde, sugiriendo su publicación“