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Autor

Javier Gómez Sánchez

Javier Gómez Sánchez

Comunicador, productor, director, guionista de cine y televisión

Las Páginas de la Revolución

por Consejo Editorial 2 febrero 2017
escrito por Consejo Editorial

El debate del periodismo cubano hoy es uno de los pilares del debate político de la Revolución. Ha vuelto a tomar calor a partir del texto Los periodistas imprescindibles, publicado por mi compañero Harold Cárdenas. Numerosos criterios se han vertido sobre sus líneas. El texto ha sido leído, tanto en las salas de redacción de periódicos y medios estatales, como desde las mesas de trabajo y oficinas de los medios independientes. Tanto los que cobran exiguos salarios en moneda nacional o los que se sostienen por el empeño propio, como los que cobran en dólares del patrocinio político o los sustentados por un pujante auge publicitario.

También lo leyeron en la UPEC, en el PCC, en la UJC, en todos los lugares donde tiene lectores atentos La Joven Cuba.

 Varios no se limitaron a leerlo, sino que se han manifestado saltando con alarma como si el piso se hubiese movido bajo sus pies. No fueron contra este texto los ¨oficialistas intolerantes¨ ni los ¨inmovilistas retrógrados¨, sino algunos de los ¨independientes¨. Tal vez acostumbrados a escuchar palabras más cómodas.

Muchos de los que escribimos en la red no somos periodistas, no pretendemos hacer periodismo, somos revolucionarios que escriben. Muchos que no lo son también escriben, se organizan en proyectos de comunicación, en medios digitales, y tampoco son periodistas. El de ¨periodista¨ se ha convertido en el disfraz de moda adoptado por la contrarrevolución en el momento político actual. Como antes fue el de ¨bloguero¨, el de ¨artista alternativo¨, el de ¨promotor comunitario¨, o ¨intelectual objetivo¨.

Otros sí son profesionales graduados y con experiencia de trabajo en medios oficiales. Pero una larga tradición de más de un siglo de letras cubanas nos recuerda que el periodismo, más que todo, se ejerce.

Cuando Cuba evolucionaba hacia una identidad nacional, florecían las publicaciones culturales, nacidas de las tertulias en La Habana, en Matanzas, en Puerto Príncipe. Cuando se luchaba por la Independencia, surgían uno tras otro los periódicos independentistas. Durante la República a medias, todos los periódicos, sin excepción, tenían un objetivo político y no había pluma que escribiera en ellos que no cumpliera una función política.

Muchos de los revolucionarios que dieron su vida ejercieron el periodismo, varios periodistas de profesión, dejaron la pluma y tomaron las armas. Había entonces, como hoy, periódicos pequeños y grandes.  Los que se imprimían contando cada centavo con dignidad, como los que se sostenían por la publicidad comercial pero mucho más por el dinero que recibían de los políticos ávidos de las urnas. Tan grandes eran sus planas que podían cubrirse con ellas en la noche los mendigos.

Entonces, si traemos y adaptamos a nuestros días las enseñanzas de ese pasado, la Historia nos enseña:

Primero, que no es importante si el medio es grande o pequeño, rico o pobre, si es parte del aparato de comunicación estatal o independiente.

Segundo, que tras cuatro páginas impresas en blanco y negro o tras un blog de palo sostenido con mucho esfuerzo puede haber más dignidad que tras la espléndida página web de algún proyecto lustrado con fondos cuestionables.

Tercero, que el periodismo siempre ha sido una actividad eminentemente política.

Hacer periodismo hoy en Cuba es hacer política, es asumir una posición política

Entonces la cuestión, no es si el periodismo se ejerce en un medio estatal o en uno independiente, la cuestión está en si es un periodismo a favor de la Revolución o en contra de ella. La diferencia es hacer periodismo revolucionario o periodismo contra la Revolución.

No existe la cuestión periodismo oficial vs periodismo independiente. Esa es la flauta con que pretenden encantarnos. Lo que existe es la cuestión periodistas revolucionarios vs periodistas contrarrevolucionarios donde quiera que trabajen. Punto.

Y para aquel al que le quede alguna duda, no es periodismo revolucionario el que no se confronta, el que no ataca, el que no desenmascara, el que no llama por su nombre, el que omite, el que teme a que no le den like en su Facebook, a que no lo inviten. El que se deja llevar o fomenta los lamentos por una manoseada libertad de expresión, de clamor doliente ante una intolerancia que permita a victimarios pasar por víctimas, los que se suman al lagrimeo y vestiduras rasgadas por los convenientemente censurados, el que ayuda a esconder la mano hoy a los que lanzarán de nuevo la piedra mañana.

La historia ha demostrado que no hay convivencia posible entre pensamiento revolucionario e intereses contrarrevolucionarios, ni cómoda, ni duradera, ni verdadera. En cuanto a intención, en los medios independientes se hace periodismo a favor del socialismo y contra el socialismo. En los medios estatales se hace idénticamente periodismo por el socialismo y periodismo para frenar el socialismo.

En cuanto a la dirección política, el mayor peligro para el periodismo revolucionario, al menos para aquel que se hace desde los medios estatales, no será en el futuro la autoridad o propiedad partidista y militante, no importa la influencia que tenga efectivamente hoy, sino la censura más oscura aún de la tecnocracia empresarial, de la corrupción, de la incapacidad administrativa, que ya se siente presionada por la prensa actual. El empoderamiento y la utilización política contra el periodismo para proteger sus intereses, que ya ejercen, ese es el mayor peligro en el futuro. La contrarrevolución sabrá aprovecharlo.

En el presente que nos urge, solo habrá una defensa plena del proyecto socialista en Cuba, cuando su Dirección comprenda que tiene muchas reservas políticas en los medios independientes revolucionarios, en los jóvenes de edad y jóvenes de espíritu que los sostienen. En definitiva, más que menos, no estamos separados de los medios estatales, porque es muy superior lo que nos identifica con ellos.

Nosotros mismos debemos madurar como tales, que no es solo migrar de un blog a un .com, sino a la evolución verdadera que es la maduración política. Dejar a un lado la vanidad, convertir los proyectos personales en grupales, buscar la unidad que nos convierta en un frente de lucha. Porque más allá de la página de fulano o la página de mengano, dónde hay que escribir es en la página de la Revolución.

2 febrero 2017 60 comentarios 468 vistas
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digital

Territorio libre de analfabetismo digital

por Consejo Editorial 30 enero 2017
escrito por Consejo Editorial

Una vez me contaron sobre cómo surgieron los Joven Clubs de Computación. Cuentan que por la década de los 80 le mostraron a Fidel una de las primeras PC que llegaron a Cuba. Según se dice, ocurrió más o menos el siguiente diálogo:

Fidel: Chico ¿Y eso que es?

Uno ahí: Una ¨personal computer¨, Comandante…

Fidel: Ahh, ¿Y qué hace?

Otro ahí: De todo, Comandante.

Fidel: ¿Y cuánto cuesta una personal computer?

Los otros: Como mil dólares…

Fidel: Coño, que bueno sería…pero aquí la gente no tiene mil dólares ni…, vamos a ver cómo hacemos para que a la gente sepa lo que es esto aunque no tengan ese dinero.

Y así se crearon los primeros Joven Clubs de computación. Nacidos del deber elemental de un gobierno socialista de proveer a sus ciudadanos, por encima de las leyes de mercado que discriminan entre los que tienen y los que no tienen.

Pasaron los años y en buena parte del mundo, una computadora personal dejó de ser algo raro. Se abarataron, incluso podían comprarse a menores precios de segunda mano o por ser un modelo anterior.

Cuba atravesaba el Periodo Especial y los cubanos enfrentaban la carencia de los más elementales recursos de subsistencia. A pesar de eso los Joven Club siguieron estando ahí y todo aquel interesado en la computación podía ir.

Pero el tiempo siguió pasando y el país salió de aquella crisis terrible. Una parte cada vez mayor de la población comenzó a disponer de recursos, por su trabajo o por remesas de familiares emigrados, para algo más allá de lo básico.

Pero cuando intentaban a inicio de esa década de los 2000, comprar una PC, chocaban con que vivían en un país donde las tiendas tenían prohibido vender computadoras. Y no solo computadoras, también reproductores de VHS y de DVD.

Cuando algún ciudadano intentaba traer alguna del extranjero la Aduana tenía instrucciones estrictas de quitársela.

Mientras eso ocurría, la TV mostraba conmovedoras imágenes de policías norteamericanos impidiéndoles a los Pastores por la Paz traer computadoras a Cuba.

Pero en los salones de los aeropuertos cubanos no había cámaras de TV.

Llegó a crearse un absurdo mecanismo burocrático en el que los ciudadanos, si trabajaban en un organismo del Estado y el viaje era de trabajo, pedían una carta a su ministro permitiéndole traer la computadora. Y allí iban los ministros cubanos a distraerse de los problemas del país, para firmar cartas permitiendo entrar una laptop o un DVD.

Hasta que llegó el 2008 y se permitió que en Cuba se vendieran las primeras computadoras. Eran modelos ya obsoletos y vendidos a precios muy altos, pero la gente hizo cola para comprarlas.

Se permitió la entrada de computadoras, aunque bajo un fuerte pago de impuestos que tuvo un efecto casi igual de prohibitivo.

Aun así florecía un comercio informal, y los cubanos pudieron acceder masivamente a la informatización encontrando ofertas en páginas como Revolico y otras similares. El Estado actualmente no vende PCs ni apenas piezas pues es imposible competir con la dinámica de precios del mercado callejero.

El pueblo ha encontrado el modo, y una gran cantidad de hogares poseen una o varias computadoras. Los Joven Clubs siguen estando ahí, facilitando el uso y ofreciendo cursos para aquellos que aún no pueden comprarlas.

Pero en algún momento de este proceso hubo una gran confusión, una terrible y costosísima  confusión cuando se perdió la idea de que los Joven Clubs podían ser la alternativa para quien no tuviera 1000 dólares o 500 o 300. Se estableció que tenían que ser la única posibilidad de que un cubano accediera a una PC y se cerraron todas las demás.

El slogan de los Joven Clubs: ¨La computadora de la familia cubana¨, se intentó imponer en un sentido macabro. La falta de visión de futuro, en el que una computadora personal seria precisamente un objeto doméstico y no una simple herramienta para labores de trabajo, combinada con el temor a un manejo abierto de la información por los ciudadanos, provocó una mentalidad de ¨infoparanoia¨, con la que los funcionarios desconfiaban del uso libre de la tecnología.

Los medios de comunicación, más de 20 años después de creada la computara personal y otros dispositivos, seguían llamándolos ¨nuevas tecnologías¨, lo que intentaba mantener la idea de que se trataba de algo lejano y exclusivo.

La expansión de internet, el email, y las redes sociales que convirtieron la informatización además de un intercambio de contenidos, en una vía inmediata de comunicación, vinieron a aumentar el rechazo. Internet ofrecía lo que hasta entonces estaba limitado a los periódicos, a la radio y la televisión: difusión masiva.

En las universidades cubanas se publicaron compilaciones de textos de profesores y académicos ¨satanizando¨ Internet, cual si se tratara del invento de los Lumiére un siglo antes.

Se llegó a acuñar el pensamiento de que ¨Internet debe ser para quién lo necesita¨, haciendo una sectorización discriminatoria de la sociedad en oposición al uso general. Se creó una gran confusión entre las limitaciones impuestas por las posibilidades económicas, estranguladas por el bloqueo, y la teoría de definir ¨quién necesitaba¨ su uso y quién no. La segregación del acceso llegó a aplicarse fanáticamente incluso entre el personal de los centros de trabajo.

Cuando en 1999 ocurrió en Estados Unidos la Masacre del Instituto Columbine, los medios cubanos de entonces resaltaron que los adolescentes homicidas navegaban con frecuencia en Internet y ahí habían visitado páginas que los incitaron a cometer el crimen.

En ese mismo año ocurrieron grandes protestas contra la cumbre de la OMC en Seattle. Las manifestaciones se convocaron a través emails masivos y luego se organizaron con mensajes y llamadas de celular. El celular otorgaba un recurso que hasta entonces en muchos países solo había estado en manos de las autoridades: la comunicación móvil.

Estos elementos matizaron la mentalidad cubana oficial hacia las nuevas tecnologías sumados al de por si terrible obstáculo del bloqueo estadounidense. Los ladrillos del bloqueo se cementaron con la mentalidad política.

Todavía estamos pagando el costo histórico y generacional. Incluso aún no nos hemos librado completamente de aquella época.

En Cuba, siendo un país con un alto índice educativo, es alarmante y paradójico el elevado nivel de analfabetismo digital.

No olvido la pasmosa experiencia que viví con un médico, especialista brillante, que en el 2016 no sabía lo que significaba Internet Explorer. ¿Cómo quedaría ese médico cubano formado por la vocación educativa y científica de la Revolución, en un congreso internacional, compartiendo en un círculo con colegas de todo el mundo?

La informática se ha expandido, a las computadoras de escritorio se sumaron las laptops, las tablets, los celulares inteligentes. Pero en Cuba sigue siendo más caro e inaccesible que en el resto del continente.

Actualmente se puede comprar en barrios pobres de Latinoamérica una PC de uso sencilla por unos 150 dólares o menos. Aquí la misma puede costar más de 300 cuc. Algo similar sucede con las tablets y celulares.

Es cierto que aquí la gente no tiene que pagar renta, ni seguro médico, ni educación. Pero urge solucionar el hecho de que el acceso a la tecnología es dos o tres veces mayor que en Latinoamérica.

Las soluciones existen: Eliminar los impuestos de los equipos informáticos para abaratar su entrada al país, algo que ya se hace en otras naciones. Permitir la importación sin límite numérico. Autorizar el comercio privado o cuentapropista, como quiera llamársele, de equipos, partes y piezas.

Que no solo haya talleres de celulares y laptops, si no también venta de estos. Y finalmente permitir de una vez la importación privada. Que quién se agencie la manera de traer un contenedor de computadoras de un país cercano, que lo haga, que page servicios e impuestos, que aporte a la economía y al abastecimiento del país.

Debe entenderse definitivamente que el Estado no puede arrojarse la tarea exclusiva de abastecer un país de todas sus necesidades y menos someter a la población solo a lo que este puede hacer. Tampoco usar recursos monetarios recaudados por el Estado para importar productos que pueden llegar por capital particular.

Esos recursos del Estado merecen un mejor uso social, verdaderamente social, que para eso son estatales y no el de usarlos para comprar un contenedor de chancletas o memorias flash.

¿Cuánto vamos a tener que esperar para esa Conceptualización en mano? ¿Al 2018? ¿Al 2025? ¿Al 2030? ¿Nuestros hijos y nietos seguirán viviendo en un país así?

Yo aspiro a que esa Cuba futura  sea socialista, pero también un país en que se haya superado todo esto.

Que para entonces siga habiendo Joven Clubs donde se ofrezca gratuitamente la tecnología nueva y no el oasis permitido de estas.

Solo conocer y recordar la historia nos salvará de repetir la Historia.

30 enero 2017 74 comentarios 596 vistas
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edificio

¿Edificio o parqueo?

por Consejo Editorial 23 enero 2017
escrito por Consejo Editorial

Caminaba hace días por El Vedado bajo una lluvia que me calaba cada vez más.  En la calle 27, a unos metros de la Avenida G, tuve que refugiarme bajo la entrada de un edificio. En el espacio había ya una persona que lo compartió conmigo. Un hombre de unos 60 años.

No recuerdo lo primero que hablamos. Pero la conversación tomó impulso cuando desde mi posición, noté que se veían por encima de una valla, lo que queda de las ruinas del Hospital Pedro Borrás. Luego de la demolición del viejo inmueble art decó ha quedado un paisaje rocoso ideal para una película apocalíptica.

–Ah, yo pensé que el terreno lo habían aplanado-dije con ignorancia constructiva.

El hombre miró al otro lado de la calle y respondió: – Nop… dicen que van a hacer un parqueo. Lo dijo como si un parqueo es lo que se construye cuando no se sabe qué otra cosa hacer.

Yo, sorprendido porque que pensaba que iban a hacer un parque: -¡Un parqueo! Bueno, hace falta para los carros. -dije solidarizándome con la gente que tiene auto aunque sin recordar cuando fue la última vez que vi a alguien dar botella.

Bueno sí, hace falta, pero mejor si hicieran un edificio de familias. Tú sabes la gente que hay por ahí que no tiene donde meterse. -ripostó el hombre solidarizándose con la gente que no tiene carro ni casa.

Me sentí injusto al lado de aquel ser tan sensible, vaya, me sentí miserable, habiendo gente con problemas de vivienda y uno pensando que si facilidad de parqueo, que si tarifa por hora para recaudar, que si un edificio de micro en El Vedado sería un horror. ¡En El Vedado! Condesas y marquesas revolviéndose en las tumbas, en fin.

 ¿Un parqueo o un edificio de micro? O un edificio con garaje, bueno entonces no sería de micro… El hombre siguió hablando mientras yo visualizaba los carros que entraban y salían, y carros y carros y carros.

Como en Moscú…-escuche al hombre interrumpiendo mi visión motorizada.

Como he leído que en la capital rusa el tráfico es terrible, asentí: – Sí, ahí es un gran problema.

El hombre continuó: – …porque en esa zona nada más que está el parqueo del Ministerio de Trabajo…

Tardé un instante en percatarme de que hablaba del restaurante habanero Moscú, consumido hace años por un incendio napoleónico.

Bueno-dije saliendo del trance- si hubiera aquí más carros de los que ya hay sería mucho peor.

Si van a hacer un parqueo que lo hagan de 3 pisos por lo menos-siguió mi acompañante.

Entonces ocurrió una trasmutación, fui yo quien comenzó a defender los edificios familiares mientras el hombre comenzó a defender los parqueos.

Oiga, pero usted sabe lo que es coger dinero para hacer parqueos, de varios pisos o soterrados, en vez de hacer edificios. Habiendo tanta gente que necesita casa – le dije yo.

Terrible. Pero si hay carros, hay que hacer parqueos-me lanzó él.

¿Acaso los carros son más importantes que la gente?-le bateé yo.

No, pero este no puede seguir siendo un país donde un carro de medio pelo cueste no sé cuántos miles-me fildeó él.

Claro que no, sí se importaran más autos y bajan los precios, se venderían como debe ser y más gente pudiera tener un carro-dije haciéndole una seña a mi cátcher imaginario.

¡Así debería hacerse!– repetía él mientras yo me robaba la base.

Sí, pero entonces habría que coger el presupuesto de construir edificios para hacer parqueos, ampliar avenidas, construir elevados, asfaltar con más frecuencia – dije deslizándome.

Es verdad, la ciudad no está preparada y habría que hacer mucho -respondió el hombre notando que amainaba.

Muchísimo, pero lo jodío es que tengamos que pagarlo también los que no tenemos carro o peor, los que ni siquiera tienen casa– quedé pensando yo.

Mientras caminábamos hacia la estrecha avenida tuvimos que detenernos para dejar pasar un Toyota de hace algunos años. Lentamente y con los cristales subidos, pasaron rodando frente nosotros antes de perderse entre los demás carros, unos 70 mil cuc.

23 enero 2017 82 comentarios 840 vistas
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volver

Volver a Cuba

por Consejo Editorial 16 enero 2017
escrito por Consejo Editorial

Volver a Cuba una y otra vez. La comunidad cubana en el extranjero es parte inseparable de Cuba. No creo que pueda sostenerse lo contrario. No puedo pensar como escuché hace años en la televisión a un periodista cubano, que tal vez ya hoy dice otra cosa: ¨La música cubana es la que se hace en Cuba¨ Lo mismo digo de la literatura, de la pintura, del pensamiento.

Ser parte de la construcción nacional de un país, no termina en la frontera o al abordar un avión. Siempre he pensado que poseer además una ciudadanía extranjera no es más que un estatus legal. Como dije tantas veces en una época: ¨Resido en el extranjero, pero vivo en Cuba¨. Nunca acepté entonces que me dijeran que me había ido de Cuba o que había salido de ella. Prefería decir me mudé.

Y regresé. Desde hace un tiempo estoy nuevamente en mi país luego de un burocrático, largo y costoso proceso de repatriación legal para recuperar mi estatus de residente.

Nacer en un lugar es una circunstancia a la que inicialmente uno se subordina. Luego muchos toman el rumbo del país que se les presenta mejor, o se instalan dónde las relaciones o la vida les llevaron, y esas circunstancias también condicionan. Pero cuándo uno decide por voluntad regresar a su país, por primera vez está dónde simplemente desea estar. No dónde nació, no dónde le dieron visa, no dónde logró residencia, no dónde la vida es más fácil.

Salvo casos particulares, la decisión tiene el máximo carácter del deseo. De la libertad personal y de la consciencia de ella.

A veces extraño los supermercados. Pero regresé porque me di cuenta de que la vida no se reduce a ir al supermercado.

Pude hacerlo porque mi situación personal me lo permitió. Irse y regresar es un proceso subjetivo, pero que necesita de ciertas condiciones objetivas. Tenía una casa a dónde volver, una familia que me quería aquí, y nada que me atara al lugar donde estaba. También practico una profesión medianamente bien remunerada e independiente, al menos para los estándares de Cuba.

Muchos quieren regresar y no pueden.

Aun así se hacen miles de repatriaciones cada año. Desconozco si se ha hecho pública la cifra. Aunque no todos vienen a echar su vida en Cuba, muchas son una simple recuperación de estatus.

Prácticamente todos mis amigos y conocidos tuvieron palabras positivas y una visión entusiasta por el regreso. Solo uno, ya no recuerdo quién, me preguntó si había vuelto ¨a la libreta¨.

A eso lo redujo todo.

Una vecina, más pragmática, indagó por qué no había esperado el tiempo para hacerme ciudadano de otro país y poder usar ese pasaporte como ella pensaba hacer. Le dije que no lo hice porque eso se paga con años de tu vida.

Fue triste encontrar a tantos amigos desgastándose en obtener una visa, dedicándole horas, días, meses a conseguir viajes. Viendo cómo la forma suprema del éxito el estar permanentemente en víspera de algún fasteo. No importa la obra que se haya hecho, el legado que se va acumulando, el valor de lo que uno realiza. Terminan con más horas de vuelo que currículo.

Les pregunto, como yo mismo me he interrogado: ¿Qué haces, qué creas, a qué dedicas tus mejores años? Porque en el afán, pasaporte en mano, la gente pierde la perspectiva.

Se convierten en ¨viajeros profesionales¨.

Viajar es un acto eminentemente cultural, aunque eso no significa que por más viajes se sea más culto. Pero la obsesión por la acumulación de viajes, más allá de una curiosidad y un disfrute racional, se ha convertido en el más común de los falsos paradigmas de éxito en la sociedad cubana.

Otro tanto ha ocurrido con vivir en el extranjero, con frecuencia un fatuo indicio de bienestar y realización personal: -¿Y fulano? -Ah, de lo más bien, en España. Fin del diálogo.

Sobre los viajes, mis amigos me dicen que las estancias repetitivas fuera, así sean cortas, son como tomar aire. ¨Refrescar¨. Con el día a día que vivimos en Cuba los entiendo perfectamente. Se llega a sentir, digamos, que la única manera de que al entrar a un banco el portero nos dé la bienvenida amablemente es tomando un avión. A veces el ser humano necesita ciertas cosas, como que al pedir un café, venga acompañado de una servilleta de papel o saber que al salir a la calle no será un problema encontrar un baño.

No se puede culpar a una persona por desear eso. Que no quiera escuchar más: ¨Pss, niño¨, o que le respondan: ¨El refresco está caliente¨, o que al entrar a un lugar lo reciban con un: ¨Dígame¨.

Con tal de no escuchar más ese ¨dígame¨ yo sería capaz de cruzar el Estrecho de Bering.

He viajado, lo he disfrutado y estoy seguro de que lo seguiré haciendo. Pero pienso que en el presente de Cuba, para los que están comprometidos con ella, pasar tiempo en el extranjero es como dormir. Es agradable y necesario, pero uno se pierde cosas.

Habría que buscar eso que nos es tan difícil a los cubanos: el equilibrio.

El inicio de este post pertenece a otra idea. Me he sentado a escribir sobre otro tema y he terminado escribiendo sobre mí mismo.

16 enero 2017 61 comentarios 541 vistas
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Juntos y revueltos

por Consejo Editorial 9 enero 2017
escrito por Consejo Editorial

La apertura legal a nuevas formas de propiedad ha ido introduciendo cambios en la composición social de algunas zonas geográficas en la capital cubana. La compraventa de viviendas está provocando un desplazamiento de grupos de personas que poseían por circunstancias históricas una casa grande con jardín y garaje en una zona residencial, pero que les era incosteable mantener adecuadamente, para dar lugar a un nuevotipo de propietarios con un mayor manejo económico.

En las zonas residenciales de los municipios capitalinos de Playa y Plaza (El Vedado), el fenómeno es notable. Especialmente en Playa donde en barrios como Miramar, Náutico, La Sierra, Monte Barreto, Buena Vista (en su zona baja) cuadras casi completas con casas compradas y reconstruidas exhiben ¨el discreto encanto de la burguesía¨.

Una icónica fotografía tomada en el Berlín de 1989 mostraba una escena callejera en la que un moderno automóvil Audi había chocado con un viejo auto Trabantfabricado en la RDA. La imagen se convirtió en un símbolo de la reunificación de Alemania.

Al cruzar un semáforo de La Habana es inevitable recordar aquella foto al ver la combinación de almendrones (ya convertidos casi en su totalidad en trasporte público), los Ladas de la era soviética, y los nuevos autos asiáticos.

Si bien la Revolución erradicó en Cuba la segmentación de la sociedad en clases sociales dando igual oportunidad de acceso al trabajo, el estudio o la salud, persistió la existencia de zonas o capas diferenciadas producto de una tradición de siglos. Este fenómeno fue recogido por la cinematografía y la televisión cubanas en obras como Algo más que soñar (1984) y Se permuta (1988). Un ejemplo más reciente es Habanastation (2011).

Pero en la actualidad se van perfilando ciertos conflictos indirectos de convivencia entre la ¨nueva clase media¨ (No ¨nuevos ricos¨, es ridículo llamar rico a quien posee una casa y un auto chino de tercera categoría para la industria automotriz) y las capas más proletarias al vivir juntas en municipios en que el segundo grupo seguirá siendo mayoría.

Se ha creado un efecto inflacionario en la venta de productos y servicios que el propio sector privado ofrece en esas zonas. La política nacional de precios del sistema de comercio estatal no ejerce ninguna influencia en esto y el fenómeno crece de forma paralela.

Tal vez su expresión más sensible es en la venta de productos agrícolas, donde el mismo producto se vende a mayor precio en Playa que en otro lugar sin justificación alguna. Incluso dentro del mismo municipio Playa los precios pueden variar con caminar unas pocas cuadras o por estar la venta ubicada cerca de un centro comercial.

El surgimiento y persistencia aun de formas de venta como las carretillas, ahora bajo severas críticas, además de arrabalizar más la ciudad, permitieron maneras altamente informales en las ventas, donde el vendedor establece el precio según el comprador, lo que puede estar determinado además del factor geográfico, por si este va a pie o en auto, el tipo de auto, la forma de vestir, el celular que lleva y hasta el color de la piel o si tiene acento capitalino.

Estas formas de transacción y la mentalidad que exponen, han llegado a extender maneras que bajo lejanas influencias ancestrales son habituales en naciones del ámbito caribeño, pero ajenas a las tradiciones cubanas.

La existencia de una burguesía lumpen que está dispuesta a pagar el precio que se le exija sin importarle mucho el efecto que esto provoca, se convierte en estímulo y sostén para estos y otros modos de especulación.

Es lógico que la diferencia en el ingreso determine la posibilidad de gasto. En la mente de alguien que ingresa más de 500cuc mensuales 1 cuc no tiene el mismo ¨valor¨ que para alguien que ingresa apenas 40 o menos. Aunque vivan a metros de distancia.

A una persona del primer grupo no le importa mucho comprar a un especulador una jaba de papas o un cartón de huevos por 3 cuc porque en definitiva cuando pisa el acelerador de su GeelyEmgrand quema esa misma cantidad en menos de una hora.

En medio del desabastecimiento agrícola los mercados manejados por cooperativas retienen ocultos decenas de sacos de papas que no sacan a la venta, destinados a ser vendidos a clientes dispuestos a pagar el saco de 50 libras a 100 pesos o hasta 5 cuc (que por cierto te lo llevan hasta el maletero del auto, no faltaba más). Conociendo que el precio por libra establecido es de 1.00 peso, el comprador está pagando por el saco el doble o más.

En el surgimiento de comercios privados igualmente se manifiesta. Si bien es cierto que males como políticas artificiales de precio, la escasez de ofertas intermedias ya que casi todos quieren ser ¨boutiques¨, aumentos deliberados ante la dificultad de manejar un stock fluido de productos, son todas situaciones extendidas, tienen una presencia más notable en estas áreas mencionadas como ¨de convivencia¨.

La solicitud de servicios de mantenimiento, reparación o transporte pesado se ve encarecida meramente por mencionar que se trata de estas zonas.

Probablemente se vea en el futuro algo corriente en ciudades extranjeras donde la capa media profesional huye de zonas invadidas por la clase más alta ante el encarecimiento de la vida que esto provoca.

Personalmente no comparto la satanización del sector privado, todo lo contrario, soy su enérgico defensor. Pero este sector es producto del socialismo por lo tanto sus efectos no pueden propiciar la ausencia de este.

Por eso es necesario vigilar y estudiar los nuevos escenarios en su trasformación económica y demográfica. Buscar entonces políticas que eviten el impacto negativo de la existencia de una minoría dentro de la mayoría.

Ya se han dando pasos correctos con la regulación de precios de productos agrícolas, aunque debe fortalecerse.

No basta solo con mantener políticas nacionales de cobro de servicios, donde un kilowatt cueste lo mismo en Playa que en el Cerro o que los impuestos sean los mismos. Si no también buscar políticas de control de precios que impidan parcelas especulativas con toda la autoridad que requieran.

Porque como afirmaba Rousseau: ¨Entre el débil y el poderoso, la libertad esclaviza. Solo la ley libera.¨

Para que la feliz solvencia de unos no aumente la pobreza de los otros.

9 enero 2017 53 comentarios 456 vistas
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sillones

La revolución y los sillones rotos

por Consejo Editorial 19 diciembre 2016
escrito por Consejo Editorial

Hoy no es el día de la mujer, ni siquiera es el día de las madres, pero quisiera escribir sobre la presencia femenina. También de cómo nos acostumbramos a estudiar en las escuelas solo los grandes acontecimientos históricos reduciendo un proceso tan complejo como la Revolución Cubana a un puñado de eventos como Girón o la Crisis de Octubre y ni siquiera estos son bien entendidos. No es algo privativo de nuestras escuelas, en todos los sistemas de enseñanza, la historia se reduce a un grupo de frases hechas ordenadas cronológicamente.

Ahora que se habla tanto de la inclusión de la mujer, que se hace contabilidad de cuantos miembros femeninos tiene el Buro Político o el Comité Central. Piensa uno en las mujeres, que si no las únicas si fueron las más conocidas en su participación en la Revolución Cubana: Celia Sánchez, Haydee Santamaría, Melba Hernández, Vilma Espín, Pastorita Nuñez, Teté Puebla, Tamara Tania Bunke.

Otras muchas estuvieron ahí de diversas maneras: Asela de los Santos, Elsa Castro, Lidia Doce, Clodomira Acosta, Zoila Ibarra, Elda Pérez , María Antonia Figueroa, Rebeca Chávez, Isabel Rielo, Mirta Rodríguez, Marcia Leiseca, Marta Rojas, Aleida March, Natalia Bolívar…

En su carta a Fidel el Che recuerda ¨cuando nos conocimos en casa de María Antonia¨

Tanto el Movimiento 26 de julio, como el Directorio Revolucionario y el Partido Socialista Popular, tenían participación femenina. Pero esta era limitada por la propia vida que llevaba la mujer de esa época. Las labores conspirativas eran mucho más fáciles para el hombre.

Los hombres trabajaban en la calle, se reunían en un bar a beber, llegaban tarde o pasaban la noche fuera del hogar familiar o matrimonial. Eso formaba parte de lo socialmente aceptado.

Incluso la participación durante el día en reuniones era complicada para las mujeres. Una mujer que anduviera con hombres sin tener un compromiso matrimonial con uno de ellos era vista con cuestionamiento.

Más difícil aún era en las cédulas clandestinas en los pueblos del interior, donde todo el mundo se conocía y se cumplía el dicho: ¨Pueblo chiquito, infierno grande¨.

Una de las propagandas que el régimen batistiano hizo contra los asaltantes del Moncada fue apelar a la mentalidad machista y discriminatoria de la sociedad cubana de la época para mancillar la imagen de las dos únicas mujeres participantes en el asalto.

Los prejuicios estaban tan profundamente arraigados que Silvia Gil, adolescente cuando el Moncada y luego trabajadora de la Casa de Las Américas junto a Haydeé , recuerda lo que pensó cuando escuchó en las noticias que había dos mujeres entre los asaltantes: ¨Deben ser dos prostitutas¨ No se concebía otra manera en que una mujer soltera podía andar lejos de su casa con un grupo de hombres. (1)

Haydee Santamaría decía que de todos los lugares donde se reunían los revolucionarios donde más sentía temor de ser capturada era en los moteles de mala muerte. Esos lugares eran ideales para los contactos cuando los cuadros eran hombre y mujer, pero ella sabía que sería explotado extensamente por la propaganda batistiana.

El machismo también estaba arraigado en las filas revolucionarias.

La propia Haydeé recordaba con frustración su época de combatiente clandestina cada vez que la presentaban a alguien: ¨Yo nunca era Haydeé, siempre era la hermana de Abel o la novia de Boris¨. (2)

En la organización de la caravana de autos que se dirigirían al Cuartel desde la Granja Siboney, Melba y Haydeé fueron peloteadas de un carro a otro, nadie las quería con ellos. Hasta que Fidel Castro logró imponerlas en el último carro.

Celia Sánchez escribió una carta exigiendo ser incluida en el yate Granma. Después de varias evasivas, Frank País terminó por darle la tarea de organizar el recibimiento de la expedición.

Muy pocos saben que Haydeé, con su experiencia del Moncada, logró que Frank cambiara el plan de alzamiento de Santiago incluyendo un esquema de evacuación de todas las fuerzas y evitar así que los revolucionarios se sacrificaran en puntos de la ciudad que se podían volver ratoneras como había pasado con el Hospital Saturnino Lora.

Muchos revolucionarios tenían la intención y convicción de inmolarse, fue ella la que tuvo una visión más lúcida y pragmática de cómo llevar a cabo las acciones revolucionarias. Lamentablemente, por desconocimiento, la mayoría de los cubanos de hoy cree que la participación de estas mujeres en la Revolución se redujo simplemente a sillones rotos, a ¨estar ahí¨.

El mayor peligro para la existencia del pelotón femenino en la Sierra Maestra no eran las tropas batistianas sino los numerosos capitanes y comandantes rebeldes que consideraban que aquello era un disparate. Otorgar grados a las mujeres no fue costumbre en el Ejército Rebelde. Tal vez no se hizo para evitar exabruptos entre la tropa masculina.

A muchos jóvenes revolucionarios, quienes estaban luchando con mayor o menor conciencia por un cambio social, les era difícil escapar de la dictadura de sus propias familias. Para unos incluso significó una ruptura con ellas. Tomar el camino de la revolución significaba abandonar el ideal burgués del hogar y el matrimonio. Paradójicamente siendo muchos revolucionarios en lo político, no lo eran en otros ámbitos.

El filme Clandestinos lo refleja cuando las mujeres del grupo tienen este diálogo: -¿Yo pensé que tú dormías con Piro? -No, él quiere pero yo no quiero hasta que nos casemos. Yo quiero hacer las cosas como deben ser.

Después del triunfo las responsabilidades otorgadas a las mujeres en la dirección del Gobierno Revolucionario siguieron siendo secundarias hasta muchos años después.

Pero habría que preguntarse: ¿Cuántas mujeres había entre los dirigentes de la Revolución Francesa, de la Revolución de Octubre, de la Revolución China o aquí mismo en la Revolución del 30? La Revolución Cubana comenzó a cambiar el panorama y ya la Revolución Sandinista si tuvo mujeres comandantes.

Personalmente no creo que una mujer sea especialmente mejor o peor que un hombre en labores de dirección u organización. Trato de pensar siempre en las personas como tales más allá de su sexo, así como de su raza, algo para lo que todavía lucho contra los prejuicios que me han sido legados.

Pienso que una mujer puede hacer las cosas tan bien o tal mal como un hombre. Que puede ser igual de eficiente y de honesta como tan inepta o corrupta como un hombre. He trabajado en lugares dirigidos por mujeres que han funcionado muy bien y en otros que han funcionado muy mal. En la misma proporción que si hubiesen estado dirigidos por hombres.

Las miserias y los errores humanos son universales. La virtud también.

En definitiva, estoy escribiendo esto un Día de los Padres.

(1) Haydeé Santamaría. Cuban Revoluctionary. She led by trasgression. Margaret Randall. Duke University Press. 2015

(2) Boris Luis Santa Coloma. Asaltante al Cuartel Moncada. Participó en la ocupación del Hospital Saturnino Lora. Fue torturado y asesinado junto a Abel Santamaría.

19 diciembre 2016 50 comentarios 810 vistas
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santa y andres

Morbo y censuras con Santa y Andrés

por Consejo Editorial 15 diciembre 2016
escrito por Consejo Editorial

En estos días los medios digitales dedicados a la política cubana han tomado súbitamente interés en el cine nacional. El motivo de atención es la película Santa y Andrés del director Carlos Lechuga. Uno puede preguntarse la razón por la que medios políticos se interesan en una obra de arte.

La palabra mágica: Censura.

Nunca se fijarán en su valor artístico, nunca en la estructura del guión, en el ritmo dramático, en las interpretaciones, en la iluminación, en la dirección de arte. Jamás criticarán si hubo anacronismos, un salto de eje o un error de continuidad.

Pero Santa y Andrés les resulta en extremo interesante. Todos han hablado de ella, casi ninguno la ha visto.

Debo admitir que yo tampoco. Pero como la mayoría de los que la defiende o condena tampoco lo ha hecho, ese detalle parece no tener importancia.

En definitiva, esto no se trata de Santa y Andrés o una película.

Pero por respeto al arte como profesión, no puedo hablar de una obra que no conozco. Además a estas alturas si Santa y Andrés tiene o no calidad, si es cinematográficamente trascendente o memorable, ya no es importante.

En todo caso lo siento por ella. Tal vez ir acompañada el resto de la vida por eso, sea lo más lamentable para una obra de arte y sus creadores. Lo mejor que le puede pasar a un cineasta es que todos hablen de su película porque todos la han visto. No hay valor artístico en variar la fórmula.

Entonces valdría más hablar del cine cubano que se hace hoy.

Con el Período Especial el cine nacional comenzó a transitar por caminos cada vez más tortuosos y que no siempre lo beneficiaron. La profunda crisis económica hizo imposible que el Estado financiara las películas. Se buscaron coproducciones, principalmente con España que en ese tiempo vivía en una burbujeante bonanza económica.

Pero eso imponía temáticas y el cine cubano se llenó de comedias bufonescas con mulatas a la caza de un gallego o gallegos a la caza de mulatas, que era lo que le interesaba al mercado español. Otro tipo de obras pudieron hacerse pero fueron excepcionales. Para muchos cineastas cubanos, no quedaba más remedio que aceptar, pues como recuerdan varios, se trataba de hacer una comedia o no hacer nada.

Al principio el público cubano disfrutaba las comedias, los españoles llegaron incluso a contagiarnos con una enfermedad de su cine de los 90: ¨Ver una película cubana, era ir a ver una comedia¨.

Hasta que el público cubano se cansó y comenzó a exigir otra cosa. Para nuestra desgracia económica pero fortuna artística, España cayó en crisis y se acabaron las coproducciones.

Comenzó una nueva etapa para el cine cubano, que se interesaba cada vez más por mostrar problemáticas de la realidad nacional explorando sus espacios más escabrosos: pobreza, marginalidad, homosexualidad, migración. Temas proscritos por los tabúes y sin dudas necesarios.

Se buscaron nuevas vías de financiamiento, con fondos europeos para fomento del cine en el Tercer Mundo, festivales internacionales, premios de guiones inéditos, apoyo para películas inconclusas.

Apareció entre los cineastas locales una palabreja nueva e incómodamente anglosajona: ¨The pitch¨.

El pitch es el acto en el cual el cineasta ¨vende¨ la idea de su guión a los productores extranjeros, explicándoles la historia de la manera más atractiva posible en pocos minutos. Depende en gran medida de sus dotes oratorias e incluso histriónicas. Si logra despertar intereses y abrir bolsillos, su pitching ha sido exitoso.

Así los cineastas cubanos logran promover sus proyectos en eventos internacionales. Con enorme dificultad desde un país con mínimo acceso a internet, casi nulas posibilidades de manejo de cuentas bancarias y transferencias desde el extranjero, posibilidades relativas de registro autoral con valor internacional, escasa visibilidad o control de lo que ocurra con su filme fuera de Cuba, muy poco o ningún acceso a representación legal o comercial y un pasaporte cubano que requiere un exigente y engorroso visado por casi todos los países.

Solo ese panorama, da la idea de lo difícil que resulta hacer cine en Cuba. Para facilitarlo desde hace años se viene proponiendo una Ley de Cine que otorgue personalidad jurídica a los cineastas, pero esta no ha visto avance efectivo en el ámbito gubernamental ni legislativo.

Por su parte el ICAIC ha promovido la producción de películas que ya vengan con una parte de su presupuesto conseguido fuera de Cuba. Es económicamente entendible, Santa y Andrés pudo beneficiarse más de eso.

Pero lamentablemente esos eventos internacionales, de financiamiento principalmente europeo ya que el bloqueo dificulta la posibilidad de capital estadounidense, están dominados por una visión neo colonial del resto del mundo.

Pasan por ahí cineastas africanos, latinoamericanos, árabes, frente a los productores y evaluadores franceses, alemanes, suizos, ingleses o canadienses. Si usted es árabe, para conseguir atención idealmente debe ir con una película sobre el extremismo religioso, si es colombiano con una de droga, si es mexicano con una de emigrantes, si es haitiano con una de miseria y así. Si se aparece usted con una historia que se desarrolle en su país pero trata de problemas existenciales universales, sin ambientarlas con algo del ¨folclor tercermundista¨ que le toque, tiene muy pocas posibilidades.

Solo los cineastas muy prestigiosos, con largas trayectorias de éxito, logran a veces encontrar financiamiento para otro tipo de historias. Y a veces ni siquiera. Porque en la mente de los europeo-occidentales, las películas existenciales las hacen ellos.

Incluso si usted es serbio, bosnio, croata y su película no es sobre el trauma de la guerra o algo por el estilo, ya va en desventaja. Así es la discriminación temática incluso entre los europeos.

¿Qué esperan entonces de los cineastas cubanos? Pues películas escabrosas, mientras más lo sean mejor. Que se desarrollen en solares, barrios marginales, con personajes delincuentes, transexuales, prostitutas, buscavidas, enfermos terminales. Todos deseosos de huir de la isla. Escenarios ruinosos, decadentes, oscuros, lo más deprimentes posible.

Ya ni siquiera es el cliché lúdico de los españoles, ahora es la visión morbosa y decadentista hacia la ¨isla comunista¨. En eso encaja Santa y Andrés perfectamente.

Esa visión porno-turística tiene escenarios propios. Si décadas atrás se le reprochaba al cine cubano que por motivos económicos no salía de la Capital, ahora se ha encerrado más aun y por motivos temáticos no sale de Centro Habana.

Habría que preguntarse si de esa forma un personaje como el Sergio de Memorias del Subdesarrollo podría existir en el cine cubano actual, siendo heterosexual y viviendo en el Vedado. Aun teniendo un conflicto tremendo y fascinante con lo que ocurre a su alrededor. O la Teresa de Retrato de Teresa, o los personajes de Papeles Secundarios, o la protagonista de Hello Hemingway viviendo su época, incluso el Mauricio de Páginas del Diario…

Porque también ocurre que cuando usted va a buscar esos fondos extranjeros presentando una obra reflexiva, analítica, verdaderamente crítica sobre una realidad muy compleja, no se le garantiza la suerte. Si su visión sobre su propio país es estereotipada y simple, le irá mejor.

Por ese camino una buena parte de las películas cubanas más recientes, a través de una ilusión de estar ¨explorando¨ la realidad, han caído en un empobrecimiento temático.

Y el público nuevamente se está cansando.

Cansado de películas donde todas las paredes están despintadas, donde todas las realidades son deprimentes, en que todos los personajes son víctimas de las instituciones sin jamás recibir nada bueno de ellas, donde todas las historias son reales, sí, pero no por eso dejan de sentirse rebuscadas. Y luego trilladas.

Los cineastas cubanos están de nuevo en una encrucijada. Para muchos se trata de hacer películas así o no poder hacer películas. Pero eso nos puede llevar a que haya cineastas que ya no vean las cosas de otra manera.

Y así se corre el riesgo de mostrar solo lo malo de nuestro país, proyectando al mundo y a nosotros mismos la peor de sus imágenes. Y de paso no estar haciendo crítica alguna, porque lo que se puede es caer en el simple regodeo de una parte de la realidad y en nada más que eso.

Solamente en una parte. Pero Cuba toda queda año tras año representada solo por esa parte. Habría que ver si Santa y Andrés es parte de ese fenómeno.

Entonces uno recuerda esa frase que le ha escuchado decir a Alicia Alonso: ¨El arte no tiene patria, el artista sí¨

El público también.

Deben reflexionar sobre esto, el ICAIC, el Ministerio de Cultura, los cineastas, todos, para que en la medida de lo posible se apoye más a un cine hecho desde la patria, que no tenga que ir a hacer pitch a ninguna parte.

Santa y Andrés, la historia más reciente del cine nacional nos demuestra que de esa manera se obtienen obras que valen, que nos mueven. Incluso más duras y verdaderamente críticas. Por lo tanto útiles.

Para hacer películas completamente cubanas, porque sus temas sean de interés de los cubanos y no tener que pasar el filtro de lo que les interesa ver de Cuba a los bolsillos extranjeros.

Porque esa es la peor de las censuras.

15 diciembre 2016 136 comentarios 1,1K vistas
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paz

La paz en Cuba

por Consejo Editorial 12 diciembre 2016
escrito por Consejo Editorial

Fidel Castro siempre fue identificado con su uniforme verde olivo. Aunque más simbólico que jerárquico, era un uniforme militar sin dudas. Eso podía relacionar al líder revolucionario con la guerra de una manera absoluta.

A los que le acusan de crear una Cuba de odio y de abismo entre cubanos. Habría que recordarles que esa separación existe desde hace 150 años. Es parte de la identidad divisoria ante el concepto de nación desde su propio surgimiento.

En las Guerras de Independencia, los patriotas cubanos no se enfrentaron solamente al ejército enviado por Su Majestad, sino también a miles de integrantes del Cuerpo de Voluntarios, cubanos sin sentimiento nacional que defendían a la metrópoli. Fueron ellos los que descargaron su odio en los bárbaros Sucesos del Teatro Villanueva y los que exigieron el fusilamiento de los Estudiantes de Medicina.

Martí sufrió prisión bajo trabajo forzado por escribir una carta recriminatoria a un compañero de estudios que entró a las filas del grupo paramilitar. A lo largo de su vida revolucionaria, Martí tuvo que enfrentar a anexionistas y autonomistas, más las intrigas entre los propios independentistas.

En el combate de Dos Ríos, los primeros enemigos en llegar al cuerpo sin vida del Apóstol no fueron los quintos españoles, si no contraguerrilleros cubanos pagados al servicio de la Corona.

Años atrás las familias criollas de la sacarocracia colonial habían salido a regodearse en el espectáculo del cuerpo de Ignacio Agramonte arrastrado por las calles.

Ya en la República, liberales y conservadores fueron a la Guerrita de Agosto, blancos y negros a la de los Independientes de Color, antes de que la farsa republicana desembocara en la sangrienta dictadura machadista y la violenta revuelta de 1933.

Los torturadores al servicio de Machado no fueron llevados a juicio, la muchedumbre enardecida se encargó de ajusticiarlos. Una foto iconográfica perpetuó al soldado sublevado que acabó con la vida del Jefe de la Porra machadista, con su fusil en alto y el cuerpo casi levitando como en éxtasis.

Después vino Atarés, el Morrillo fatal, Orfila. La guerra entre los grupos que parecía no tener fin. Hasta el golpe batistiano.

Había entre Auténticos y Batistianos un desprecio mutuo: Los primeros, blancos y nacidos en el occidente, representantes de la burguesía y de una clase política tradicional y corrupta; los segundos en su mayoría mestizos orientales de origen pobre sin ilustración ni escrúpulos, ávidos de fortuna a toda costa.

La sentencia entre ambos era a muerte y tras la toma del poder muchos auténticos debieron exiliarse o vivir bajo acoso con el peligro de ser asesinados.

En medio, los Ortodoxos que buscaban por la vía política lograr el rescate moral de la República, se dividieron al morir su líder Eduardo Chibás.

Entonces nace una fuerza nueva, minoritaria, con la calidad como premisa más que la cantidad de sus integrantes. Así surgió la Generación del Centenario que luego se convirtió en Movimiento 26 de Julio y de una FEU pusilánime salió un puñado de valientes que crearon el Directorio Revolucionario.

Todo eso en medio de una Cuba hecha de odio, de un odio mucho mayor y cotidiano, que es el odio más profundo y el que ha intentado sanar la Revolución. El odio entre los ricos y los pobres, entre el desprecio paternalista de los señores blancos y el odio callado de su empleada negra. Entre el bodeguero y el que no tenía para comprar un pan, entre el soldado que se enrolaba para dar de comer a sus hijos sabiendo que estaba eligiendo por el hambre o el desprecio y el civil atropellado que lo despreciaba.

La Cuba tremendamente dividida entre el que tenía para salvarse la vida ante una enfermedad y el que estaba condenado por ser pobre sabiendo que había cura.

La Cuba de una división mucho más honda y lacerante, la de las familias donde el hijo varón era enviado a estudiar y la hija hembra condenada a los deberes del hogar. Así de generación en generación.

La del empleado que soportaba con los dientes apretados la humillación de cada día de su patrón para poder llevar un mísero salario a su hogar. Hasta que se hizo miliciano y sintió un enorme placer al poner sobre la fachada del comercio un cartel de ¨Nacionalizado¨

En la Cuba en que vivimos queda algo de aquellos males o han incluso resurgido. Somos conscientes de ello. Preservar valores contra ese resurgir no es ser conservador, si no tan revolucionario como luchar por lo que debe cambiarse. El cambio de mentalidad que se exige hoy es administrativo, porque el cambio de mentalidad moral, de mentalidad social, de mentalidad histórica que son los más difíciles hace tiempo lo hizo la Revolución.

No es necesario ser revolucionario, basta con entender la revolución.

Quién no entienda nada de esto, no podrá nunca comprender la Revolución Cubana. Como una joven ignorante (por desconocedora, no por joven) que reprochaba que en la Cuba de hoy hubiera diferencias entre ricos y pobres. Pensé al escucharla: No sabe ella que gran elogio le está haciendo a la Revolución. Porque este era un país dividido entre los ricos tremendamente ricos y los pobres miserablemente pobres.

Una clase media alienada se debatía entre los dos. Vivía como viven las clases medias, entre el sueño enajenante de ser ricos y la pesadilla permanente de caer en la pobreza. Fue solo cuando esa clase media buscó a los pobres y se unió a ellos que se pudo hacer la Revolución. Todo lo anterior fue frustración.

Pero menos aún se logrará entender la enorme paz que esa Revolución nos trajo. La paz tremenda que viene de la victoria de una fuerza sobre otra 100 años después de 1868.

En 1965, cuatro años después de Girón, se capturó en la Sierra del Escambray al último grupo armado contra la Reforma Agraria. Desde entonces solo el terrorismo y las ayudas en tierras lejanas enlutaron en Cuba a los cubanos.

Esa ha sido la paz que ha vivido desde entonces mi generación y bajo la cual está naciendo la generación siguiente. Ninguno de mis compañeros de edad o estudios saben lo que es reconocer a un familiar entre un grupo de cadáveres, ninguno ha tenido que ir a una fosa común, ninguno ha visto morir a nadie de una muerte atroz, como ninguno ha disparado un arma más allá de los varones en el formal acto del servicio militar.

La generación de Julián del Casal no pudo decir lo mismo, la de Villena tampoco, ni la de los Hermanos Saíz. Nosotros sí podemos, mientras nos dedicamos a polemizar desde dentro o fuera de Cuba.

Entre mis amigos y colegas tengo muchos contrarios políticos como tengo muchos compañeros. No por eso dejo de tener sentimientos de amor y simpatía hacia ellos.

El líder de mi bando, imperfecto y criticable, se ha ido. Esperemos que no se vaya con él nunca la paz que logró y que nunca volvamos al campo de batalla en nuestros roles históricos de revolución y contrarrevolución.

Esperemos que la luz del civismo nos ilumine. Será difícil.

Si no ocurre, ojalá alguien ore por nosotros.

Que lo haga doble por nuestros enemigos.

12 diciembre 2016 82 comentarios 588 vistas
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