Hoy una compañera periodista cubana a quien no conozco personalmente, pero que respeto enormemente por sus posiciones, por su trabajo, por su mirada crítica de la realidad y por su valentía, hizo un post muy triste.
Habló de que en una de las tantas colas que todos los cubanos y, en especial todas las cubanas, deben hacer para conseguir lo necesario para vivir, sintió miedo. Un vecino le preguntó si seguía trabajando en su revista, una reconocida revista, y ella respondió que no. Contándole a este vecino que ahora tenía otras responsabilidades periodísticas. Una mujer de la cola escucha la charla y le dice a viva voz en frente de todas las demás personas: «¡Periodismo es eso, mira, la basura! ¡Las cosas hay que hablarlas! ¡Aprende a defender al pueblo, no al gobierno!».
Pensó que el cuestionamiento verbal podía trepar hasta la violencia. Yo le respondí «Me asombra tu sorpresa ¿En tu entorno no se utiliza la expresión “ellos” para referirse a los funcionarios, a los dirigentes y, más en general, al Partido y al Estado? Yo la escuché utilizada incluso por comunistas de la base y hasta por miembros de las fuerzas especiales».
Lo más preocupante es que al parecer nadie entre «ellos» ve la gravedad de la fractura. O bueno, no les importa, como a ninguna «clase social» o «capa social» dominante le importa en ninguna parte, hasta que la gente estalla, como el 11 de julio de 2021 la gente estalló en Cuba. Y no lo hizo porque hubiera una conspiración contrarrevolucionaria organizada por la «gusanera» y el imperialismo, como al Partido y al Estado cubanos le gusta creer o, al menos, les gusta repetir sin ningún sentido.
Sin duda, la «gusanera» y el imperialismo se montaron en la ola, pero la verdad es que se trató de un estallido social como puedes ver en cualquier país donde todo está «de pinga», y donde todo va a peor sin que se vea luz al final del túnel. Esa es la Cuba de hoy. Y lo dice un comunista.
La compañera es de aquellos y aquellas a quienes sí les importa la fractura y su agravamiento. Le dije que su miedo a que lo sucedido pudiera terminar en violencia demuestra mi punto sobre la profundidad de la fractura. El pueblo cubano ha sido muy indulgente con sus dirigentes. Me sorprende que la violencia ya no haya emergido masivamente, tanto a nivel colectivo como individual. Por mucho menos de lo que sufren los cubanos y las cubanas por estos días, chilenos y colombianos han prendido fuego a sus países hace un par de años. Veinte años atrás lo hicieron bolivianos y argentinos tumbando un gobierno tras otro. Hace poco lo hicieron los franceses contra la reforma jubilatoria. Y esto no se compara con los padecimientos de la escasez de alimentos, medicinas, combustible, electricidad, transporte, vivienda y de todo lo demás que afecta a Cuba desde hace mucho.
Los miedos de la compañera tienen razón de ser, porque cuando un pueblo es muy indulgente con sus dirigentes y la paciencia se acaba, la tolerancia anterior se convierte en violencia contra aquellos con los que se fue paciente.
Por otro lado, la sociedad cubana enfrenta un incremento de la violencia social nunca visto desde la Revolución en 1959. Uno puede suscribir diferentes teorías sobre las causas de la violencia social. Las más progresistas ponen su acento en el papel de las desigualdades sociales y su incremento. Pero no debe deducirse de esto un resultado automático. Por ejemplo, Uruguay sigue siendo el país menos desigual de América Latina, luego de Cuba, y sin embargo, los índices de violencia de Montevideo han superado a los de Buenos Aires por primera vez en la historia.
En cualquier caso, la pobreza no es la razón de la violencia. No hay correspondencia ninguna entre violencia y pobreza. América Latina es la región más violenta del mundo y no es la más pobre. África es mucho más pobre y es menos violenta que América Latina, socialmente hablando. Uruguay es el país más rico de América Latina en términos de PIB per cápita y el 1ro o 2do según el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas, y sin embargo presenta más violencia que otros países de la región y en particular, un nivel altísimo de muertes violentas en el total de los crímenes ocurridos.
En el caso de Cuba la aparición e incremento de la violencia social, ocurre exactamente al mismo tiempo de la aparición e incremento acelerado y extremo de las desigualdades sociales. No es absurdo pensar que las protestas que puedan emerger por la situación económica, se entrelacen con las violencias sociales surgidas de las desigualdades económicas. Más cuando la angustia y la protesta social no puede expresarse de manera colectiva y organizada.
Las organizaciones de masas cubanas de trabajadores, estudiantes, mujeres y vecinos no sirven para eso, siendo solo oficinas «intermediarias» del Partido y del Estado. Las masas las sienten ajenas, al punto de que su vínculo es solo pagar su cuota obligatoria para ellas, sin que dichas organizaciones luchen nunca por nada. En este contexto: ¿Qué le queda a las masas? Sin duda, el estallido social. Ya pasó en 2021 y volverá a pasar en forma más fuerte y masiva, cuando una chispa encienda la pradera.
Segundo, la violencia contra quienes sean vistos como responsables o cómplices de las penurias que hoy se sufren. Entre los primeros, los funcionarios y dirigentes del Partido y del Estado. Entre los últimos, los periodistas, por ejemplo. No es verdad que la dirección cubana sea responsable de todas las penurias del pueblo. El bloqueo yankee tiene mucho que ver. Pero la dirección cubana y sus reformas económicas son las responsables del agravamiento de las desigualdades sociales. Y los periodistas oficiales son vistos como cómplices.
Lo triste en el caso de la compañera mencionada, es que ella no es parte de los periodistas señalados por la señora de la cola. Sino el periodista que habla por hablar, diciendo cosas sin sentido en el «Informativo Estelar» de la televisión, o escribe cosas que no dicen nada en «Granma» o en «Juventud Rebelde». Una televisión cubana de la que mucha gente dice, que lo único verdadero, es la hora que aparece en la pantalla. Unos diarios que casi nadie lee, a pesar de que hace poco se trajeron de China máquinas de última generación para imprimirlos.
Son la «posverdad» versión cubana. Información en la que los datos objetivos tienen menos importancia que las opiniones y emociones que suscita. El tema es que en el concepto de posverdad «original», esas opiniones y emociones son las del público. Mientras que en el caso cubano, se trata de una posverdad «endogámica» que solo importa y estimula a «ellos». El Partido y el Estado se hablan y se escuchan a ellos mismos y gozan en hablarse y escucharse a sí mismos.
Sin duda, el gobierno cubano ha adoptado el camino de la perestroika. Una perestroika trasnochada, sin haber aprendido las lecciones de la nefasta perestroika original. Una perestroika que viene bajo las formas del capitalismo de PYMES y emprendedurismo.
Basta conocer un poquito del capitalismo de las últimas décadas, sobre todo en el Tercer Mundo, para saber que eso es «una pinga» de la peor. La de la precariedad laboral, la ausencia de derechos, el trabajo gratuito y más mierdas. Pero una perestroika que decididamente no trae una glasnost amarrada que abra los medios al debate público. No es que la glasnost original haya sido creada para promover la libertad de expresión y el debate. No, se hizo para promover que el Estado socialista no servía y que lo privado y el libre mercado eran la salvación.
El Partido y el Estado cubanos ni debate quieren. Se hacen trampa jugando al solitario. Abrir el debate sobre la situación y el futuro, es la única opción que tienen el Partido y el Estado, para intentar lograr algún tipo de legitimidad política ante las masas para las reformas en proceso. Si no tienes legitimidad, no te queda otra que la fuerza para imponerlas. Hasta ahora les ha ido bien con una política de hechos consumados. Pero si todo sigue de mal en peor, la gente se va a ir a la calle. Lo mismo pasa con las organizaciones de masas. Si ellas fueran lugar y canal de expresión y discusión de la angustia y la protesta de la población, sería mucho mejor para el Partido y el Estado. Es mejor eso que el estallido y la violencia.
Pero si no abren espacios de discusión y protesta, todo volará por los aires. Y aquí llegamos a un callejón sin salida dramático de la situación cubana actual. Pase lo que pase, si la Revolución se viene abajo, el destino más probable de Cuba es Haití. Si la Revolución sigue su rumbo actual, se va hacia una transición al capitalismo con terribles consecuencias sociales. Peores incluso que las vistas en las ex repúblicas soviéticas en los 15 años posteriores a 1991.
En ambos casos el hambre, la pérdida de derechos, la precarización social, estarán presentes en grados diversos. Se me parte el corazón al pensarlo. La única alternativa es un viraje de la dirección cubana hacia la izquierda, buscando soluciones cooperativas y autogestionarias a los problemas económicos, con centro en la producción de alimentos. La extracción de minerales puede continuar y ampliarse. Pero el turismo y los servicios no son el futuro de Cuba, cuando las infraestructuras están colapsando. Hay que volver a lo básico. Producir alimentos. Los campos están yermos y se importa toda la comida.
La otra alternativa es que las masas conquisten todo esto. Si lo anterior parece poco probable, esto último lo es menos. El Partido y el Estado no dejan que las masas se muevan solas. Por eso hasta hoy no se ve luz al final del túnel. El estallido y la violencia son el devenir más probable.
La compañera que dio lugar a esta historia no es culpable de nada de todo esto. Ni siquiera de aquello de lo que fue acusada por la vecina. Pero para las masas los periodistas miembros del establishment son cómplices de sus penurias. Y en ese sentido la señora de la cola tiene razón: «¡Periodismo es eso, mira, la basura! ¡Las cosas hay que hablarlas! ¡Aprende a defender al pueblo, no al gobierno!»
Adaptado de una publicación en Facebook con el consentimiento del autor