Han sido semanas duras y polémicas, como un golpe de boxeador aparecía mi nombre en medio de otros que por sí solos podían sostenerse. Un sábado, hace aproximadamente dos meses, Alejandro Mainegra, amigo que tuvo la brillante idea de unificar voces vinculadas por un tiempo histórico y una sociedad que implican una nueva forma de hacer literatura, me invitaba a un café. Primero, me comentaba la necesidad de hacer una entrevista sobre el sexo, el cuerpo y el lenguaje. Así mismo, enunciaba la idea de integrar una compilación bajo el título La Peor Generación.
Automáticamente el sí estaba dado para la entrevista, que salió en el canal de YouTube de La Tertulia. La duda era: ante nombres como Mel Herrera, Alexander Hall Lujardo, Adriana Fonte Preciado, Manuel de la Cruz y Lisbeth Moya González, entre otros, ¿cuál era el significado de mi presencia?
Alejandro Mainegra explicaba la necesidad de un criterio de selección plural. La Peor Generación es, por encima de todo, un proyecto democrático de jóvenes intelectuales, algunos más cercanos al mundo académico y otros que, siendo aún estudiantes, forman parte. No es un capricho selectivo, se trata de autores noveles dándole libertad a la pluma en un contexto sociopolítico cada vez más restrictivo y complejo para la creación en todas sus esferas.
La literatura no puede mezclarse con la política, decía en un post de Facebook el pedagogo Austin Llerandi Pérez, quien ha obtenido cierta relevancia en Cuba por usar una herramienta política para hacerse notar en ciertas estructuras legitimadoras del arte. ¿Acaso la vida misma no es un acto político? Vivimos además en una sociedad que crea parámetros de dominación y manifiesta un poder al más puro estilo de Vigilar y Castigar, con la utilización de medios informativos que politizan hasta los momentos más insignificantes de la cotidianidad.
La Peor Generación es, por encima de todo, una estrategia de emergencia cultural. No existe una vía única para el entendimiento de la realidad como se evidencia en la producción intelectual de cada uno de sus exponentes. Desde la poesía de Lisbeth Moya o Mel Herrera, pasando por las crónicas de Manuel de la Cruz, los ensayos a morir o matar y los cuentos como confluencia del alma. En tal sentido, La Peor Generación brinda una interacción simbólica de sectores diversos de la juventud cubana.
La necesidad de relatar a golpes de ilusiones la fuerza de una Isla, las nuevas voces —convertidas en «mercenarias» por la prensa oficial—, se reencuentran con una idea atractiva en un momento de definiciones. Cuba ha cambiado, no es la misma de hace treinta años. Aquella consolidaba a los novísimos escritores, esta se encuentra con una aletargada crisis que impone nuevas estrategias culturales.
No se pretendía una confrontación con los órganos de la Seguridad del Estado ante sus múltiples intentos de cancelación, a la postre exitosos. Se trataba, más bien, de visibilizar una propuesta de jóvenes que debían explicar la forma en la que cada uno entendía el arte en relación con sus respectivos campos. Un arte que, aunque marcado por el entorno en el que nos ha tocado ascender, aborda puntos escabrosos de la realidad cotidiana, bajo formas estéticas novedosas de contacto con nuestras vidas.
Sexo y reflexión desde el cuerpo
El cuerpo como órgano de emociones y sensaciones es el centro de la narrativa cubana desde las frases del diario del almirante. Como decía Severo Sarduy en Entrevista a Fondo: «Existe una profunda sensibilidad en las imágenes en el diario de Colón». Esa sensibilidad es centro de la narrativa de algunos de los integrantes del panel y futura compilación.
El sexo como punto de inicio y culminación de las sensaciones aparece implícito en la búsqueda de un color, en la profundidad que pinte la isla individual de cada uno. Considero necesario profundizar en dinámicas sexuales para la construcción de imágenes literarias.
Un instante de Mark Rothko, encantándose con la sangre coagulada llegando al propio corazón del escritor, son elementos que distinguen la propuesta discursiva de algunos miembros. La proyección pujante de una literatura con garra y vigor es fundamental, porque al menos para mí, La Peor Generación es superior a cada uno de los nombres que la integran. Es un constructo colectivo y de contraposiciones al interior de la misma.
Nuestro propósito no ha sido distanciarnos, hecho evidenciado en los nombres que la integran. Problemáticas diversas, desde posicionamientos múltiples, redundan en la prosa de sus exponentes. El tiempo nos define, y como mismo Alejandro Mainegra me abría las puertas de su librería para explorar hace más de cuatro años nombres alejados en mis lecturas; ahora me ofrecía otro laberinto, cuando el sendero del tiempo nos ponía de frente para ensayar nuevas tramas de problemáticas imprescindibles en la Cuba actual.
¿Publicar o no publicar?, ese es el argumento que personas igualmente sin obra literaria esgrimen contra La Peor Generación ¿Cuál es la obra literaria de los post en Facebook? ¿La obra literaria de premios ganados hace veinte años y en los que participan tres o cuatro concursantes? ¿Acaso la obra literaria es la que dictamina la academia?
No ha existido un solo argumento de peso desde la producción estética, porque sencillamente se juzga algo que no existe aún. Sin el tiempo, sin el espacio, sin la libertad de mostrar lo que hacemos para hablar sobre nuestra forma de entender la cultura y nuestro posicionamiento político, social e intelectual; es imposible ser analizado de manera congruente o justa.
La Peor Generación existe en la dimensión en que, hasta quienes no publicamos con regularidad, tenemos como idea mezclar los dolores sociales de donde venimos, utilizar el lenguaje popular y hablar con la herencia de cierta oralidad que nos acompaña desde la más tierna infancia. Cuando el joven crítico y promotor cultural Raymar Aguado Hernández se compromete en establecer vasos comunicantes entre el activismo político y el campo escritural proyectado hacia la transformación social, enmarca a esta Peor Generación frente a dilemas culturales que transversalizan su propia existencia.
De la misma forma resume, tal vez de modo inconsciente, con su vocación conceptualmente selectiva, la profundidad de la crisis sistémica que caracteriza al panorama sociocultural de la Isla, violentada en procesos de exclusión e interacción de fenómenos, en cuyo devenir interacciona una oleada de autores que sufren la censura aun antes de esgrimir la primera palabra.
Esa Peor Generación constituye el nexo entre lo que pienso, escribo y trato de mostrar a través de la narración y la poesía con la espiritualidad del Caribe. Es un espacio de la Cuba profunda explicada con la existencia activa de cada nombre que me acompaña. Se trata de gente valiente y comprometida con un sentido crítico de entender el país, pero igual de revolucionarios en la manera de relacionar nuestros cuerpos a través del sexo, la vida y el lenguaje.