El 14 de agosto de 1970 Cuba incorporó a su discurso iconográfico un personaje identitario que ha marcado la vida de miles de niños crecidos bajo el reflejo de un heroísmo jocoso: Elpidio Valdés, piedra angular del cómic nacional contemporáneo. Su creador, Juan Padrón (1947-2020), construyó un héroe que sociológicamente iba de la mano de la narratología y la propaganda de un momento histórico signado por la defensa del país y el mantenimiento de un ideal de nación.
Elpidio Valdés es el protagonista de una serie de aventuras de cómic, llevadas luego a animados, que representa a un oficial mambí del Ejército Libertador en la guerra independentista de 1895. Más allá de su esencia ficticia, para los nacidos en la Isla de cualquier generación, propugna un código de valores como representación visual del ideal cubano en búsqueda de la autonomía soñada como Estado soberano.

Tomada de Teosfebera
Es sabido que cuando su creador decidió nombrarlo, acudió al título de uno de los textos más importantes del padre Félix Varela, Cartas a Elpidio, depositando espiritualmente en el mambí, toda la significación épica del momento formativo de la consciencia sobre la soberanía de un país, frente a las pretensiones imperiales de la metrópolis española. Su apellido, Valdés, es el mismo que el de la protagonista de una de las novelas más importantes del siglo XIX cubano, Cecilia Valdés, símbolo de resistencia y del antiesclavismo de los criollos en una sociedad envilecida.
Como heredero de la tradición historietística comenzada a finales del siglo XIX cubano, Elpidio se inserta en el panorama de la cultura nacional como ícono de los deseos de independencia nacional, anticolonialismo y la intransigencia de la Revolución de 1959. Ahí radica el cómo será el personaje, en lo que sostiene sobre qué basamento se inspira Padrón para crearlo, que son, sobre todo, dos textos: Relatos de la Guerra, de José Miró Argenter y Mis primeros 30 años, de Manuel Piedra Martel, miembro de la escolta de Bartolomé Masó, ayudante de campo de Antonio Maceo y uno de los últimos hombres que habló con José Martí, el 18 de mayo de 1895.
Elpidio surge como parte de un elenco de caricaturas en la revista Pionero y luego pasa al estrellato, siendo protagonista de sus propias historias gracias a la capacidad de su autor de traducir la manera de ser y pensar del cubano, entender su ingenio, y transmitirlo a través de viñetas como contenedoras de ideas. Necesario es decir que el cómic, de manera general, funciona como una herramienta de penetración ideológica desde sus primeros momentos, en tanto manifestación de arte independiente.

Tomada de Cubalite
Ariel Dorfman y Armand Mattelart en Para leer al Pato Donald, argumentan que todos los artificios, entre los que no escapa la fetichizada categoría de literatura del entretenimiento, pertenecen a un código de penetración ideológica nítido. Otros autores, como Ian Gordon y Edward Sewell, en el libro Cómic e Ideología, lo abordan desde una concepción holística del ejercicio del poder y el uso de la propaganda.
La historia de la historieta cubana ha estado marcada por una dinámica en la que generalmente lo narrado tiene una relación estrecha con la situación político-social que se vive. Escribir una reseña sobre el cómic en Cuba debería comenzar con la mención que se hace en el libro La novela gráfica, a una página publicada en la revista satírica Don Junípero, en 1864, realizada por el pintor bilbaíno Víctor Patricio de Landaluze, considerada, la primera historieta española en sí. Desde ese momento y pasando por personajes como Liborio, El Bobo, El Loquito, Pucho o Julito 26, hasta llegar a Elpidio, Cecilín y Coti o El capitán Plin, se intenta un retrato de la sociedad cubana a través de los flexibles recursos gráficos del también considerado 9no Arte. Sin embargo, ¿qué ha hecho Elpidio para ser reconocido, no como un cómic, sino como un cubano más?
Al leer lo que escribió Roman Gubern en su libro Mensajes icónicos de la cultura de masas sobre la mimetización de los personajes, podríamos entender cómo Elpidio ideológico llegó a entronizarse de semejante manera en el inconsciente colectivo del cubano. Primeramente, en cuanto a que se trata de una historieta: está reconocido que la transmisión de ideas en imágenes no solo resulta barata para publicar por las editoriales, sino que es tremendamente popular. Llega a serlo a tal nivel que en algún momento los cómics inundaron el mercado y los consumidores empezaron a creer que eran ellos los personajes, y que estos respondían a los intereses de la fanaticada. En esa dinámica de mimetización y personificación del héroe ficticio, se introdujo la creación de Padrón.

Tomada de Programa Ibermedia
Elpidio, en un primer momento, logró fortalecer las opiniones ya existentes sobre lo cubano. Revisando algunas de sus aventuras, encontramos que los ideales más protegidos en la isla durante la década del 70 y 80 eran la defensa de la Revolución y con ella el mantenimiento de la independencia misma. Es cuando se populariza la llamada al machete y el ¡Viva Cuba Libre! Resulta curioso que sea él, y no otro, el personaje que se desgañita pidiendo la independencia, incluso en momentos donde no es necesario: y es que era importante que no se perdiera el mensaje de que Elpidio podía —y debería— ser cualquier cubano.
Un aspecto significativo dentro del discurso propagandístico de este cómic, es el mensaje sobre el amor, que se transmite a partir de la relación entre Elpidio y María Silvia, un personaje independiente, combativo y activo. Pese al protagonismo que tiene lo romántico en cualquier historia, este no es el caso de Elpidio. María Silvia está representada como un arquetipo femenino de fuerza y convicción, convirtiéndose en representante de la participación de la mujer cubana en el proceso revolucionario iniciado en 1959. Es la federada abnegada en la construcción de una Cuba mejor. No hay tiempo para besos ni citas; incluso en el animado Elpidio se casa, el tema de la batalla está presente, por encima del matrimonio. María Silvia mantiene una activa participación como luchadora por la libertad y aunque interesada por Elpidio, aparecen más tiempo en combate que flirteando, lo cual nos envía un mensaje sobre su identificación con el deber cubano, implicando la mezcla mitológica entre cubanidad y patria. Por lo que es posible deducir que Elpidio y María Silvia tengan como principal motivación la emancipación nacional. El amor es a la Cuba Libre por encima de cualquier otra cosa.

Tomada de Teosfebera
Padrón desarrolló también un análisis de qué es la cubanidad bajo la mirada del otro —el general español Resóplez y todos sus compinches—, que partía necesariamente de nuestra propia cultura. Sirva la frase de Pillo manigüero, con la que Resóplez escupía fuego por la boca, para ilustrarlo. En los cómics también es posible identificar una premeditada parodia de los estereotipos que los cubanos han construido sobre el ejército colonial a lo largo de los años, sobre todo después de la independencia.
El cómic, durante su mayoría de edad en los años 50 del siglo XX, se convirtió en un género que comenzó a formar parte de la llamada cultura de masas, referida esta al consumo de bienes universales que se distribuyen de manera abundante y hegemónica en el mercado, lo que democratizó su presencia, haciéndolo accesible a todo tipo de público. Es por esta razón que Elpidio llegó a calar tan hondo entre los cubanos, porque no solo se transmite un mensaje netamente artístico, sino que se logra una comunicación sobre la base de la simplicidad y las tendencias a las que se sujeta la sociedad. Estas, de forma paradójica, responderán a lo que se consume.
Desde la psicología pudiera decirse que las experiencias contadas por Elpidio se convirtieron en lecciones de moral de carácter nacional y fueron suministradas por el entorno cultural, determinante para su expansión, ya que de él recibía el mensaje que luego Padrón asimilaba y transmitía a través del personaje. En esta perspectiva, la función capital del cómic fue la de actuar como un mecanismo de defensa o de consolidación, mediante fabulaciones que resolvieron, con el mensaje narrativo, las problemáticas de una nación en construcción. Los valores que transmiten sus historias en la manigua, son los mismos que si se extrapolan, representan los intereses del Estado Revolucionario, razón por la que Elpidio no solo es un personaje popular, si no que desde la oficialidad, es un personaje nacional.

Tomada de El Pais
Elpidio es un personaje construido, pensado y diseñado para representar un algo que la conciencia colectiva identificó como lo cubano. Más allá de ser una fabulación icónica, como lo llamaría Gubern, un conjunto de manchas de color y líneas, la experiencia común de los cubanos lo convirtió primero en humano y luego en héroe. Como un fenómeno notable de esta fabulación, el público cubano, mediante proyección, le atribuyó personalidad viva, psicología, sufrimientos y gozos, y comenzaron a llamarlo familiarmente Elpidio, como uno más que al levantarse cada mañana, toma un buche de café y va a trabajar, a construir un país.
Desde la canción de La Charanga Habanera que tenía un coro que decía yo soy un salvaje, igual que Elpidio Valdés, hasta los tatuajes, stickers, frases del día a día y cosplay: el personaje transita con total naturalidad por las calles de Cuba. El gobierno ha sabido captar el guiño de su popularidad y lo ha convertido en profesor, médico, fumigador y rescatista: ha sobreideologizado su función.
No obstante, por encima de los elementos nacionales, Elpidio defiende valores más amplios, especialmente el principio de cubanidad, que estuvo fuertemente influenciado por la retórica revolucionaria, algo que se ve en algunos de los cómics que Padrón realizó a principios del siglo XX. En ellos la imagen se convierte en propaganda y el mambí vende a Cuba (aún lo hace) desde lo subjetivo: la independencia es inspiración para los jóvenes que crecen bajo su influencia y el héroe permanece joven, vivo, ágil a pesar de los embates.
Elpidio proporciona al lector cubano seguridad y esperanza de que los problemas puedan ser vencidos siempre con entereza. Es hoy, incluso en ciudades como Miami o Barcelona, el recuerdo de muchas infancias y la referencia inmediata si alguien pregunta cómo habla o piensa un cubano. Para muchos existió realmente y es pertinente demostrarlo con las propias palabras de Padrón, en una entrevista de febrero del 2018:
Me han hecho anécdotas, que pueden ser leyendas, no sé, de que en un examen de Historia un niño, a la pregunta que le hacían de que mencionara el nombre de algún líder cubano en la guerra, el niño puso junto con Maceo, a Elpidio Valdés. Eso muestra de que está vivo en la gente que lo quiere. Yo no sé si eso tiene que ver con cómo ha influido el personaje de Elpidio en el imaginario popular sobre la guerra de independencia, lo que si te puedo decir es que Elpidio Valdés y su tropa de mambises son vistos por muchos niños, incluso por adultos como si fueran reales, como si fueran de verdad mambises que lucharon en la guerra.
Por ello, desde hace ya algunos años, el gremio de historietistas cubanos ha considerado que existe base suficiente para que cada 14 de agosto se celebre el Día de la Historieta Nacional, en homenaje a la primera aparición de un personaje que se ha hecho hijo ilustre de Cuba e ícono de nuestra nacionalidad. Con este Día la comunidad de creadores, editores, consumidores y cualquier ciudadano de a pie podrá rendir homenaje no solo a todos los personajes que han estado acompañando nuestras infancias, sino que también estarán rindiéndole culto a uno de los ciudadanos que, con razón, se ha convertido en uno de los más importantes del país.