El 5 de marzo de 2019 Bernie Sanders era obligado a registrarse como miembro del Partido Demócrata en Estados Unidos, uno de los muchos obstáculos a su candidatura. Ese mismo día, Fox News celebraba los ataques que le hacía el equipo de Hillary Clinton. Y a primera hora de la mañana, el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba lo acusaba de peón obediente a las élites de su país, que traería una “socialdemocracia imperialista”. Bernie logró algo difícil: poner de acuerdo en su contra al establishment republicano, el demócrata y al menos una parte del cubano.
Si el anticomunismo ha definido la identidad del exilio cubano, la lucha contra Estados Unidos define la historia de la revolución. Apelar a un enemigo común como recurso de unidad nacional es una característica habitual en gobiernos autoritarios, pero en el caso de Cuba también es una realidad. Seis décadas de sanciones y acoso explican la mentalidad defensiva en la isla. Pero una cosa es reconocer a un adversario y otra es la histeria promovida por los becarios del pensamiento oficial.
El fantasma de la visita de Obama persigue a los ideólogos cubanos. En marzo de 2016 llegó a la isla caribeña un presidente negro, más joven que los líderes locales, mejor comunicador, bien asesorado por su equipo, sin temor a referirse a errores pasados y acompañado de su familia. A su salida hubo reacciones airadas en la prensa para recordarle al pueblo quién era el enemigo, incluso el Ministro de Relaciones Exteriores citó el hecho en televisión como un “asalto” a los valores nacionales, mientras su institución calificaba como un éxito la visita. Si el moderado Obama puso en jaque la imagen estereotipada que vendió el Estado cubano al pueblo sobre su persona, la idea de un presidente socialista en Estados Unidos debe perseguirlos en las noches.
A los ideólogos radicales les conviene más Trump que Bernie Sanders.
El texto de Granma el año pasado, imperdible para quienes estudian los medios partidistas, destaca “indicios” de que Sanders aspira a la presidencia de Estados Unidos. Quizás la primera pista del autor haya sido su candidatura en el 2016, o que un mes antes los medios estadounidenses anunciaron su nueva campaña para el 2020, las señales no eran precisamente de humo. Las líneas son autoría de Luis Toledo Sande, que debe ser muy agudo en sus análisis para tener acceso a un medio masivo que está fuera del alcance para la mayoría de los cubanos expertos en relaciones internacionales.
Bernie ni siquiera está cerca de la presidencia. La mayoría de los votantes demócratas aún no han declarado su candidato ni este ha tenido que batirse con Trump, y desde hace un año el Granma lo denunció a él y la congresista socialista Alexandria Ocasio-Cortez. El periódico del partido gobernante de una isla sancionada por Estados Unidos, decide en la arrancada presidencial despotricar contra el candidato más progresista de ese país. Costaría entenderlo si no fuera obvia la intención de recordarle una vez más al pueblo cubano, que el enemigo es quien designen “los que saben”, sea socialista o no.
Si ocurre el milagro progresista, Sanders llega a la presidencia y mejora la relación bilateral, se pondría a prueba el gobierno cubano. Las reformas pospuestas deberían implementarse, los reclamos sociales ser escuchados y quienes administran el país tendrían que mostrar eficiencia. En la práctica, es más posible que dediquen esa energía a denunciar los cantos de sirena, a los centristas con piel de oveja y los quinta columna que confunden al pueblo inocente. Habrá una nueva campaña, adjetivos y etiquetas para perseguir a los actores no gubernamentales que apoyen la mejoría en las relaciones. Se desempolvará la literatura soviética contra la socialdemocracia europea y se proclamará fe en el pueblo mientras se le limita el acceso a lecturas prohibidas. Es tan predecible.
Nada que venga de Estados Unidos será suficiente a los exámenes de pureza que exige el Partido.
Ya en Cuba se menciona poco el discurso de Fidel Castro donde aunciaba que la destrucción del socialismo vendría de adentro. No hay convocatorias a la crítica o cambiar de mentalidad. Todo eso no se acabó con Trump sino mucho antes, cuando la participación ciudadana volvió a interpretarse como munición al enemigo.
Claro, los editores del Granma no se dejan engañar por Sanders. Toledo Sande le llama Bernard porque tutear a un judío socialista de 78 años le parece peligroso. Como dice su texto publicado por el Partido: “Sanders hará lo que los rectores del imperio le permitan o le ordenen hacer. Y probablemente se sienta complacido con ello”. Quizás por esa razón, el domingo en la noche Bernie Sanders elogió el sistema educacional cubano y anoche la campaña de alfabetización, comentarios que pueden costarle la candidatura demócrata. Debe ser una maquinación ordenada por los rectores del imperio. Hasta ahora Bernard no es el candidato que quiere el establishment demócrata, el republicano, ni los ideólogos más radicales en la Habana, pero ya va con ventaja. Sí, probablemente se sienta complacido.