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Autor

Frank García Hernández

Frank García Hernández

Historiador y Sociólogo cubano

casillas

Dos casillas y cuatro oportunidades

por Consejo Editorial 19 febrero 2019
escrito por Consejo Editorial

Extraño la Unión Soviética. Soy muy crítico con ella, pero colecciono imágenes de su vida cotidiana y los países socialistas de la Europa del Este. Quizá por prohibidos, y por una rebeldía casi esquizofrénica, Enver Hoxha y Tito me parecen atractivos. La estética maoísta me es casi tan interesante como el constructivismo de la Rusia bolchevique. En mis tiempos libres me dedico a buscar partidos comunistas en lugares como Andorra o Palau; a propósito, en Swazilandia existe el Swaziland Communist Party (SWACOPA). No hay un revolucionario igual a otro.

Las multiplicidades de las izquierdas, de manera abierta, fueron ajenas a la práctica cubana durante años. Una uniformidad de bloque hacía que las otras banderas del 1ro. de Mayo en la Plaza de la Revolución solo fueran las de las organizaciones hermanas. Pero desde adentro, y hace años, aún más después de la Navidad de 1991, en la isla han cobrado fuerza criterios marxistas, no digamos disidentes (es un término que pendula desde lo trillado hasta lo peligroso) más bien autónomos, propios.

Criterios que el mismo Gobierno Revolucionario -aunque hace más de dos décadas que no publica El Capital-, ayudó a formar. Hoy, sería interesante ver qué sucedería si en el desfile del Día Internacional de los Trabajadores alguien sale con un cartel donde se lea: ¡Abajo la burguesía cubana y mundial! o ¡Comunismo sí! ¡Propiedad privada no! 

No es un marxismo, son varios.

Las elecciones para la nueva Constitución solo traen dos casillas y cuatro oportunidades. Pero detrás de ellas, hay intenciones que no precisamente convergen.

Por una mera cuestión de principios, yo debiera votar SÍ. Soy comunista y la Constitución reconoce al comunismo como la sociedad donde el ser humano alcanza su dignidad plena –no estoy de acuerdo en aceptar al socialismo dentro de esta realización: es un tránsito aún muy primitivo- y en su artículo 5to. se propone construirlo.

Sin embargo, por si no bastara que la burguesía como clase ya existe en Cuba, y empleando los instrumentos establecidos puede hacerse, no solo de puestos en el parlamento, sino también de la presidencia –somos una República-; por si esto no bastara, ahora se le reconoce, de manera constitucional, su propiedad privada. Un paso que la protege, al menos, mientras dure esta Carta Magna. Y si bien la propuesta de llegar al comunismo implica que en algún momento se les expropiarán sus medios de producción, no impide que esta nueva clase emergente crezca, se haga sólida, y puje con una fuerza hasta el momento no pensada. Amparada por la Constitución.

Esa reflexión crece en parte de la juventud que llegó al marxismo sin coincidir plenamente con el actual gobierno. Ambos se encuentran en Fidel, pero entre los primeros abundan quienes lo recuerdan más dentro de la intransigencia revolucionaria anticapitalista. Para Fidel las medidas que se hubo de tomar en los años noventa fueron “una vergüenza” y no dudó en frenarlas. Respetaba a China, pero no era su línea. Y eso se recuerda.

Quizá por ello un amigo y camarada de 25 años al dar a conocer su intención de voto para el 24 de febrero explica que porque es marxista, votará NO. Lo publica en Facebook junto a una foto del Comandante. Y es que los jóvenes comunistas ya no se encuentran todos en la UJC. Hoy, algunos que no dudan decirse rojos, lo asumen con posturas teóricas sólidas, en buena medida contrarias a las prácticas de gobierno.

En la joven militancia organizada, Marx es el gran ausente.

En el NO también hay una importante dosis de descontento. Es lo que se llama voto de castigo. No es teorizado ni organizado, es producto de una cotidianidad atravesada por la crisis del pan, del transporte, el 349 –aunque este es más de élite cultural-. Y otros tantos agobios cotidianos. Acumulados.

En lo personal no puedo ir en contra. Aunque sé muy bien que el NO tiene consigo un amplio espectro, donde no solo están las iglesias conservadoras y la débil extrema derecha organizada, el simple hecho de estar junto a ellas me impide hacerlo. Recuerdo las últimas elecciones de la Nicaragua aun sandinista, cuando todavía Ernesto Cardenal apoyaba un FSLN enfrentado a la Unión Nacional Opositora de Violeta Chamorro. Votar en contra era girar a la derecha. Y aquel Partido Comunista entró a la UNO. Además, de cierta manera, cae sobre mi voto el empoderamiento de la derecha latinoamericana y una Venezuela bajo amenaza de invasión gringa.

Aprovechar para decidir algo, aunque no lo creas.

La participación será alta. Por pura estimación calculo que quienes decidan quedarse en casa no pasarán del 5%. Y también por pura estimación me parece ver que no se ganará ni por encima del 90% y ni por debajo del 70%. Me arriesgo a hablar de un 80 a 86%, y más exacto, de 83 a 86. No hay encuestas oficiales –al menos no públicas- y ningún medio de prensa extranjero, serio, se atreve a hacer pronósticos. Solo la derecha cubana de Miami calcula, sin ninguna base, de un 35% a un 45% de voto negativo.

Es cierto que hemos vivido años con una Carta Magna que muy pocos leyeron, que no resuelve que la libra de frijoles negros esté a diez pesos, los colorados a veinte y la carne de cerdo a 45, 50 o 55 –al menos en La Habana-, pero sí hay ganas de decir. Aunque sea en una casilla cuadrada, con un lápiz chino que le mordisquearon el casquillo de la goma de borrar, y después sigas, como si nada, a buscar el pan que cierran a las doce.

19 febrero 2019 22 comentarios 537 vistas
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perder

Mucho que perder

por Consejo Editorial 8 febrero 2019
escrito por Consejo Editorial

Todo fue un malentendido. Que Frank Padrón proyectara el miércoles pasado el film Nada que perder: un armatroste propagandístico sobre la vida del pastor brasileño ultraconservador Edyr Macedo, fue un malentendido.

Se pudo pensar que el director del espacio televisivo cinematográfico Nuestra América se había convertido al evangelismo. Pero en su perfil de Facebook se veían fotos de él con Ramón Silverio, el director del centro cultural El Mejunje, celebrando el 35 cumpleaños de la institución:un lugar donde lo menos importante es la orientación de género. Hubiese sido una conversión en cuestión de días, y Dios es grande, pero no tanto.

Más tarde el crítico de cine aclaró –en conversación con el autor de este artículo- que la idea era exponer lo ridículo de la propaganda del protestantismo fanático. Pero no fue esa la interpretación que le dieron algunos miembros de las iglesias opuestas al matrimonio igualitario: la televisión está con nosotros, decían; y ofendían: el gay –empleando otra palabra- se regeneró.

En la derecha.

Lo que no dicen en Cuba abiertamente las iglesias protestantes fanáticas, es que ellas están en la derecha. El término ideología de género fue un destacado argumento en la campaña que lideró Álvaro Uribe contra los diálogos de paz en Colombia. Según él, la ejecución de los acuerdos entre la guerrilla y el gobierno de Juan Manuel Santos, traería la implementación de la llamada “ideología de género”.

Esta terminología no pasa de ser un instrumento propagandístico que ninguno de sus “denunciantes” logra explicar. No usada jamás dentro de los movimientos pro derechos LGTBIQ ni en los colectivos feministas, para Putin la ideología…es una conspiración europea que se propone la castración de los hombres provocando la reducción del ejército ruso –es decir, los travestis-; para otros, significa escuelas donde los niños aprenden que no existe el sexo, y, para muchos, es una conspiración mundial que los gobiernos ocultan. Aunque no sepan decir de qué va esa conspiración.

Una alternativa débil.

Los pocos grupos de la sociedad civil que se articularon para lograr la aprobación del matrimonio entre dos personas no lograron impactar más allá de los convencidos. Cuatro factores impidieron que la ciudadanía escuchara a los defensores del artículo 68 con la misma fuerza que generaban las iglesias conservadoras:

  • El primero fue la división del movimiento LGTBIQ. Fraccionado en decenas de pequeñas formaciones, traía consigo diferencias que no supieron superar, movidos en ocasiones por ansias de protagonismo, acusándose unos a otros de este pecado e impidiendo un frente común.
  • El segundo aspecto consistió en que, si bien algunos colectivos intentaron estructurar una sola voz desde la pluralidad –dígase el Centro Memorial Martin Luther King, el taller de tatuaje La Marca, la tienda de diseño cubano Clandestina, las plataformas Abriendo Brechas de Colores, Alianza Afrocubana, Guardabosque o los administradores de la página en Facebook 68 Va!– la falta de experiencia unitaria, el desconocimiento del activismo y la no ejecución pronta de acciones, provocó que estas se realizaran de manera esporádica y sin impacto ciudadano.
  • A ello se le sumó –como tercer punto- que el Estado, temiendo enfrentamientos callejeros, prohibió de manera tácita, la celebración de algunas intervenciones divulgativas en las calles. Las iglesias amenazaban con responder de manera directa y en el lugar. El gobierno veía en los activistas pro artículo 68, aliados irresponsables que no pasaban de encender una pradera que ya ardía.
  • En cuarto lugar, las iglesias protestantes conservadoras, argumentaban que responderles a ellas, o el solo hecho de defender el derecho al matrimonio, era segregarlas y discriminarlas.  Y sobre todo ello caía un optimismo ingenuo y desmovilizador.

El Estado se enroca.

Intentemos representarnos el proceso de discusión en torno al artículo 68 como una función seno-coseno. El matrimonio igualitario se encontraba en 1, en tanto que sus opositores en -1. Ahora ambos sectores están en 0. ¿Cómo se logró este empate técnico?

La forma de procesar los resultados de los debates ciudadanos no contemplaba manifestarse a favor. Era modificar, agregar o suprimir. De tal manera solo se recogieron planteos negativos. La solución del gobierno -intentando complacer a todos- fue llevar a referendo el Código de Familia.

Pero buena parte del movimiento LGTBIQ, todo el protestantismo fanático y más recientemente, la Conferencia de Obispos Católicos, se oponen al referendo. Los primeros alegan que los derechos no se discuten, los segundos creen que los criterios reunidos debían haber logrado el regreso al matrimonio entre hombre y mujer. Los dos temen perder.

Y el Estado no solo teme perder votos, teme también perder la luna de miel que goza con las iglesias. No quiere regresar a pasados enfrentamientos directos. Menos aún ahora que la feligresía de todas las denominaciones crece.

Pero si alguien ha salido ganando en este proceso ha sido la sociedad civil.

El socialismo cubano llega a las reformas con una dosis de democratización que no tuvo Vietnam y, ni de lejos, China –Tiannamen es algo más que una plaza-. Que el Estado someta a referendo el matrimonio igualitario, habla de una maduración política nunca antes vista. Por primera vez aceptará, como aceptó durante el proceso de debate ciudadano, una abierta oposición organizada a una política de gobierno.

Solo resta hacer ver a la sociedad que, luchar por el derecho al matrimonio igualitario es luchar, no solo por otorgar derechos a un sector, sino por expandir los derechos de la ciudadanía. Después, se podrá ir por más.

8 febrero 2019 12 comentarios 487 vistas
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permitimos

Si lo permitimos

por Consejo Editorial 25 enero 2019
escrito por Consejo Editorial

a Lisbeth, Mena, Jessica y Marco y Gretel

El Vedado cerca de las nueve de la noche. Y si quieres, es un viernes, hace poco. Cerca de Calzada y Casa de las Américas: un restaurante. Privado. Desde la puerta, el muchacho que ataja turistas nos confunde con turistas. Poca observación sociológica. Ninguna, dice mi novia. De su camisa, negra, en el pecho de uniforme de portero, cuelga un cartel lumínico –pequeño-, con letras rojas como el de la 222 y el A44. Las letras se suceden. No se lee una palabra completa, pero se entiende una frase que se repite: Aquí muere la utopía.

Si hubiera sido un guión de Eduardo del Llano para su Nicanor O´Donell  número 15, algún afectado crítico habría dicho que es algo manido y exagerado –típica estrategia del enano para que el gigante lo vea y no lo pise-. Pero la realidad está allí. Aquí. Como la burguesía, como la pequeña burguesía que quiere ser clase y por ello consume, casi, tanto como la burguesía.

El burgués es el que compra fuerza de trabajo porque, el que la vende, el trabajador, no tiene nada más que vender. Puede que venda otra cosa, un par de zapatos que le traen de Panamá y no le sirven –él usa 46 y le trajeron 45-, pero eso no le da seguridad para vivir. Y está el auto-empleado, que vende a dos pesos el turrón de ajonjolí –frente al café del Brecht, cuando el viejito no ha vendido casi, a tres por cinco-. Y después los mezclan a todos en el sector cuentapropista. Como si el propietario del restaurante distópico fuera un productor y no acumulador de riqueza. Y si lo dejan, de propiedades.

Quienes luchamos para que no entrase a la Constitución el término propiedad privada -porque le daría derechos políticos a la burguesía-. Y para que no la reconociera y protegiera el Estado socialista; quienes pretendimos eso –y lo pretendemos-, no vimos que, en el momento en punto en que todos somos ciudadanos, los burgueses también tienen derechos a ocupar puestos públicos. A ser delegados, y parlamentarios. Y presidentes de la República de Cuba designando primer ministro y gobernadores.

La burguesía nace y tiene intereses políticos. Por ahora no le importan los cargos públicos. Teme al Estado venial, a sus impuestos y burocratismos –no a la burocracia, gentil aliada-. A sus vaivenes. Pero tampoco agradece el que la hayan (re)creado. Para ella su existencia es su propio mérito. Y se queja. Se queja de que no puede acumular propiedades. Y se queja porque no puede tener el consumo que quisiera tener. Aunque importen, claro está, solo para ella – ¡llame ya!-, productos estúpidos y un museo en el Manzana Kempinsky, sin Mella, para que no se asusten. Sin publicar El capital, ni siquiera en el bicentenario – ¿desde cuándo no publican El capital?-.

Ahora todo está quieto. Fotógrafos con asistentes jóvenes, bonitas, bien vestidas, cultas, para salir si no tienen novias. Una productora a tiempo completo y cuestiones domésticas incluidas, como llevar la ropa a la tintorería. No es nadie en especial el fotógrafo, casi todos los artistas plásticos de La Habana tienen asistentes por 100cuc al mes. Especial es la pequeñaburguesía. Y la burguesía.

Que no le gusta que la llamen así, ni a los propietarios privados les gusta que les llamen burgueses. Y al capitalismo no se le dice capitalismo, y a los militantes se les llama activistas. La militancia es para 1968. La más grande derrota de la izquierda revolucionaria que, magia del mercado, la izquierda mundial nostalgia. Aunque todos hoy son verdes socialdemócratas y la estética maoísta se encuentre en Pinterest, con un cartel de Bender Futurama de donde salen rayos de sol rojos y dorados y mira al cielo. Como Mao, y los guardias rojos. Que hoy viven el 0,61 de Índice Gini.

Y militante también es el del partido que se reúne y cotiza y quiere que los trabajadores de su centro laboral crezcan. Esos, los aburridos, los reunionistas. Porque es mejor tener en un saco grande todo lo rojo y decir que desde 1925 hasta hoy no han –hemos- hecho nada. Que se fueron con la de trapo en el 33, y en el 40, y el pistoletazo a Sandalio Junco, y en la lucha armada, y Ordoqui y Edith García Buchaca –imperdonables-. Pero de pronto, no tenemos nada. Y esos fallos lo son todo. Error 404. Ups!

Pero están los pesados. Los que caen mal. La Joven Cuba, el Proyecto Nuestra América, la Red de Jóvenes Antimperialista –desaparecida nadie sabe cómo ni cuándo-, La Tizza –su mejor fruto–, Trinchera, La Luz Nocturna. A veces un poco de whisky left, es cierto, pero también ron malo y sin caras –carísimas- camisetas del Che. Desde otro lugar alguien dice que los jóvenes intelectuales habaneros están desideologizados. Y nos llaman revisionistas. Y comienza la estúpida atomización. Ellos no están mal. Ellos también somos nosotros. Pero no entienden nada. La vuelta del PCE vs. CNT vs. POUM, pam! bang! yo soy más que tú! Y después, después entra Franco, y Macri y Bolsonaro.

Y aquí: la burguesía. Queriendo vender camarones y utopía al ajillo. Deliciosa. Digerible.

Si lo permitimos.

25 enero 2019 13 comentarios 508 vistas
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Otra vez nosotros: los comunistas

por Consejo Editorial 2 marzo 2018
escrito por Consejo Editorial

Acabo de leer un artículo necesario en LJC: Ser comunista en Cuba. Me nacieron otros apuntes y me parecen urgentes. Por ello decido escribir, otra vez, acerca de nosotros: los comunistas.

Primero hay que apuntar que los comunistas queremos una sociedad sin clases y sin Estado, es decir, una sociedad libre en plenitud, donde no haya ni reyes, ni burgueses, ni burócratas, sino productores -es decir, trabajadores- libres; a la cual se llegará a través de la lucha de clases.

 Se ha olvidado que la meta principal por la cual luchamos es la libertad. La dictadura del proletariado, es decir, la supresión de los derechos a los burgueses, es una etapa y no se perpetúa –que fue innecesaria en Cuba, ya que la burguesía desapareció emigrando y auto-marginándose al optar por la vía armada y no constitucional-, de lo contrario nace el riesgo, ya vivido y profetizado por Rosa Luxemburgo, de la dictadura del partido, es decir, de los burócratas.

El haber olvidado la importancia de la libertad -dentro de la justicia social-, produjo que se creyera en Moscú que se podía constituir la sociedad sin clases existiendo el Estado, algo por completo imposible, ya que el Estado siempre será la representación de una clase dominante, o como decía Lenin, la dominación de una clase sobre otra.

No son pocos quienes creen que nuestro planteo de la extinción del Estado es privativo de los anarquistas. Ellos quieren abolir el Estado, desaparecerlo de golpe y prescindir de su empleo en la revolución. Nosotros creemos que el Estado no puede desaparecer de pronto, sino que junto a las clases, a raíz de la lucha de estas, se extinguirá.

Es lógico que exista esta duda: hace años que no se ve en los programas políticos de los comunistas la convocatoria a luchar por la futura extinción del Estado. Ello no le haría gracia a ciertos personajes. Como tampoco les hace gracia que se recuerde la lucha de clases.

Pero he aquí que urge poner los puntos sobre las íes. ¿Qué produjo que se olvidara la libertad como meta en la construcción del socialismo? Fue el estalinismo y no el marxismo. Pero, ¿hay diferencia entre el estalinismo y el marxismo? Aquí hay que dejar clara la diferencia. Stalin, secretario general del partido bolchevique desde 1922 -un cargo que antes no existía, jamás Lenin fue secretario general- nunca entendió a Marx.

La prueba más fehaciente de ello lo muestra con el error de marzo de 1917. Durante la Revolución de Febrero, un mes antes de la llegada de Lenin a Rusia, Stalin convocaba no solo a apoyar al Gobierno Provisional, sino a continuar la guerra con Alemania, es decir, por qué la crítica tan aguda de Lenin a los socialdemócratas alemanes que votaron en el parlamento a favor de los créditos de la guerra, y por qué en consecuencia, los bolcheviques rusos habían dejado de ser socialdemócratas y pasado a ser comunistas.

Stalin nunca entendió que el marxismo es en esencia internacionalista o no es marxismo. De ahí, el otro gran error de Stalin y que esta vez no habrá un Lenin que escriba las Tesis de Abril: después de asumir el poder traerá consigo la teoría de la construcción del socialismo en un solo país y en consecuencia, el gran chovinismo ruso. El no entender el marxismo, provocó no entender a Lenin. Así nació el errado concepto de marxismo-leninismo, al que Fernando Martínez Heredia consideraba como reformista y que nunca fue un instrumento de emancipación de la clase obrera sino de legitimación del Estado soviético.

El fracaso del Estado soviético y las burocracias de Europa del Este está, precisamente, en hacer ver al marxismo como un instrumento de dominación política y no de emancipación. Fracasaron en ello porque el marxismo no se acondiciona, nunca se acondicionó a sus intereses y para ello construyeron una entelequia que, por desgracia, pretendieron hacer ver como “el marxismo,” como si existiera un solo marxismo.

Aquel modelo de socialismo debía fallecer –y desapareció- para poder ser superado. Pura dialéctica materialista. Y no hay de qué extrañarse, eran hombres y mujeres de un pensamiento no liberado, muy acondicionado por su tiempo y más reproductor de los paradigmas burgueses que creador de nuevos y revolucionarios modelos.

Lo absurdo es que algunos comunistas aun hoy, incluso ciertos cubanos, quieran seguir creyendo que la crítica al estalinismo, incluso el empleo de este término, daña la imagen del socialismo cuando el daño fue causado por Stalin y sus continuadores. No existe hoy un motivo por el cual vindicarlo, ni a él, ni a Pol Pot, ni a Joaquín Ordoqui.

Nosotros, los comunistas que hemos nacido con esa historia detrás de nosotros, antes de lamentarnos por ella, avergonzarnos u ocultarla debemos mostrarla, estudiarla, explicar por qué estos no fueron comunistas, que no entendieron ni a Marx ni a Lenin, que solo querían detentar el poder, o en el mejor de los casos, construir el socialismo, pero con las muy melladas armas del capitalismo.

2 marzo 2018 38 comentarios 751 vistas
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Cuba efervescente

por Consejo Editorial 3 noviembre 2017
escrito por Consejo Editorial

Una tarde de este octubre regresaba a mi oficina en el Instituto Juan Marinello. Había acabado de llover. En las esquinas nacían unos charcos de agua sucia con basura venida de algún lugar. Sobre las hojas podridas de los framboyanes flotaba una lata de Coca-Cola, vacía, magullada.

Doblé izquierda en el charco siguiente y me acordé del amigo que, cuando nadie había salido de viaje al extranjero, él ya visitaba Santo Domingo. Aquello es Cuba con Coca-Cola, me decía. Y en una lata de refresco cabía toda la semiótica del capital.

Por un tiempo la Coca-Cola se relegó a los hoteles exclusivos, las tiendas de los diplomáticos y a ciertas compras que hacían las tías de la comunidad. Esas viejas cubanas -que se fueron de la isla en los años sesenta y volvían más de veinte años después- tomaban aquello como agua.

El Che decía que el refresco nuestro que sustituyó al de los gringos sabía a cucarachas. Cambios mediante, terminó siendo el refresquito prieto que se repartía a partes iguales con el masarreal de las meriendas mañaneras en la escuela primaria. Existe incluso un dibujo animado de la historieta Matojo donde su creador Manuel Lamar –Lillo- se detiene en aquellas botellas de cristal que después dieron paso, en el mismo envase, a los sábado corto. Más tarde nos inventamos la Tropicola, y después el TuKola con toda la campaña mediática de una marca registrada.

Durante el Mundial de Fútbol de Estados Unidos en 1994, la Coca-Cola emitió una serie con las banderas de los equipos. La chiquillada se dedicó a coleccionarla y como no teníamos dinero para eso, merodeábamos -con una timidez digna- los flamantes Rápidos recién estrenados, donde unas trabajadoras con saya corta y patines llevaban a la mesa el pedido.

Recogíamos las latas como si encontrarlas en el piso fuese una casualidad, porque a ninguno de nosotros se nos hubiera ocurrido revisar en el basurero o pedirle a alguien que nos regalara el envase vacío. La ética nos aplastaba y la mendicidad era cosa del pasado. Aunque ese fue el año del Maleconazo, en el Período Especial más crudo no había tantos mendigos como ahora. Quizá nos querían más.

Ahora, abundan esas latas rojiblancas en las esquinas, como algo natural. Sin traumas aparentes. Yo no sé a quién ni cómo el sector privado compra esos refrescos, pero sí sé que la Coca-Cola ya aparece hasta en las cafeterías perdidas en medio de la autopista de alguna provincia. Primero fue el empuje del turismo y después el creciente consumo del novorriquismo que quiere vivir en Cuba como si fuera Miami, pero con las gratuidades socialistas. Hasta que, o el sistema les moleste para aumentar sus riquezas, o el sistema se adapte a sus necesidades.

O suceda la mejor y más linda de las variables: hasta que nos demos cuenta que el socialismo de mercado no es el socialismo que conduce a la sociedad comunista. Que esa versión a ellos no les debe gustar.

¿O será que en algún momento dejamos de aspirar a una sociedad sin clases, sin mercado y sin Estado? ¿Será que esta parte del guion estaba escrita en la letra menuda del contrato y no nos percatamos? Al menos en el último y recién celebrado congreso del Partido Comunista –de China- no se habla de la lucha de clases ni de la construcción del comunismo, sino de un socialismo con peculiaridades nacionales –chinas, claro está-.

El discurso del 13 de marzo de 1968 donde Fidel anuncia la supresión de toda propiedad privada sobre medio de producción se enfoca, casi siempre, como un error. Se tiende a olvidar esa parte bella donde el Comandante decía que por desgracia, en ciertos lugares de Cuba se empleaba el dinero.

Nuestra revolución fue tan hermosa y atrevida al querer construir el socialismo y el comunismo a la misma vez que los soviéticos –quienes solo nos veían como una posible rampa de lanzamiento de misiles- tildaron a Che de trotskista por hablar de la revolución mundial. Aquello les sonaba a revolución permanente y a Lev Davidovich Bronstein: el judío ucraniano que no siempre fue bolchevique, pero terminó siendo, según Lenin, el mejor de los bolcheviques.

Es verdad que un vendedor de frituras es un trabajador por cuenta propia, es decir, un trabajador auto empleado, y a los trabajadores –auto empleados o no- no los debemos demonizar porque a quien se le debe demonizar y combatir es a la burguesía. Ese fue el error de percepción del 13 de marzo de 1968. Pero a los que utilizan el título de trabajador por cuenta propia y son dueños de un restaurante de lujo que explota a sus empleados a través de contratos verbales, a los que son dueños de flotillas de taxis y sabotean el transporte con lock-outs para aumentar el precio del pasaje o no querer bajarlo -sin importarles las necesidades de los trabajadores-, a los que acumulan viviendas para su renta y disfrutan de la burbuja inmobiliaria que han creado, a ellos, sí debemos señalarlos, porque ellos son -los nuevos burgueses-, por un sencillo asunto de lucha de clases, los verdaderos enemigos de la Revolución.

La cuestión no es ahora retirar las licencias ni cerrar los bares, la cuestión es cómo se asume la lucha de clases y su resultado: la verdadera diferencia entre un sistema y el otro. Es ahí donde se puede decir qué tipo de Cuba es esta: con Coca-Cola o sin Coca-Cola.

Para contactar al autor: frankcuba1959@gmail.com

3 noviembre 2017 72 comentarios 395 vistas
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Octubre catalán

por Consejo Editorial 31 octubre 2017
escrito por Consejo Editorial

Por una razón extrañísima, la noticia del nacimiento de la República Catalana me sorprendió en un centro comercial de Varadero. Arriba de un aparato tragamonedas para atrapar juguetes, habían colocado un televisor gigante con la señal muda del canal TeleSur. En la pantalla se veía una calle de Barcelona donde la gente se concentraba con esteladas azules y rojas, se saludaban alegres, se besaban, se daban abrazos: había nacido una república, un hecho que, si se tiene en cuenta que todo empezó el día 1ro. y que ya hoy día 30 se ha disuelto el Parlament,  podremos ver quizá mañana en la historia como el octubre catalán.

Ha nacido una república en una nación que guarda un nexo fuerte con el bando libertario de la Guerra Civil. En Catalunya hay nombres inolvidables: desde el anarquista Durruti, pasando por el presidente de la Generalitat Lluís Companys -de quien Puigdemont debería aprender una lección de dignidad- hasta llegar al fundador de la más irreverente de las organizaciones políticas marxistas de la época: Andreu Nin y su Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), perseguido y combatido –Nin fue asesinado por la GPU- por el estalinismo que, con su línea de socialismo en un solo país, no le interesaba para nada hacer la revolución.

Al parecer tampoco le importa hoy la revolución a Pablo Iglesias cuando dice que la declaración de independencia es ilegal e ilegítima. Disculpe, muy señor y tan poco compañero Pablo Iglesias, pero ¿a quién hay que pedirle permiso para iniciar una rebelión? El 26 de julio de 1967 Che Guevara en su diario de Bolivia escribió que el asalto al cuartel Moncada fue no solo contra las oligarquías, sino también contra “los dogmas revolucionarios” y usted, o es un dogmático –que no lo creo así- o le hace un juego perfecto al sistema del gran capital –que es otra forma de propalar el dogma, solo que debiésemos ver entonces, cuál dogma-. Flexible en política pero no en principios, decía Fidel Castro, pero esa declaración suya es una genuflexión total ante la propiedad, la patria y el Rey.

Al parecer la izquierda –muy- española no se acaba de enterar de qué cosa es el internacionalismo. No hablemos del horrendo PSOE, sino de Francisco Frutos, comunista renombrado, que ha hablado en la manifestación de derechas convocada el domingo en Barcelona y como el mejor exponente del socialchovinismo ataca, bien domado, la independencia catalana sin mencionar la consecuencia histórica que tiene esta nueva república.

El nacimiento de la República Catalana es, ante todo, un hecho mayúsculo de rebelión contra el Estado monárquico y antidemocrático que dejó impuesto el franquismo en 1978. Es por tal insumisión que la Unión Europea le teme y ataca. El presidente de Flandes dice que no se reunirá con Puigdemont. Estados Unidos y Colombia prefieren “una España unida”. Y no es solo que después puede ser Escocia, ser Irlanda del Norte, ser Euskal Herria, sino que en todas ellas existe un fuerte componente de izquierda insumisa. En el caso catalán los marxistas del CUP –Candidatura para Unidad Popular- pueden resultar ser los bolcheviques del momento.

El tímido Puigdemont

Es cierto que el PDCat es un partido burgués y que Puigdemont no se ha puesto a la altura de lo que es ya una fecha tan histórica como el pasado viernes 27 de octubre de 2017, pero como quiera que se vea, se va de frente contra la monarquía colonial que no ha visto una explosión tan grande desde el 14 de abril de 1931 cuando nacía, con la abdicación de un tal Alfonso, la II República.

Puigdemont es un caso aparte. Su falta de determinación lacera y enturbia este bello suceso: el gesto de no arriar la bandera española del Palacio de la Generalitat y pensar en ir a las elecciones del 21 de diciembre que convoca España, un Estado el cual, debía ser ajeno en ley y forma desde el viernes pasado, evidencia que este hombrecillo -y su cúpula- se ha pensado todo esto casi como una mera formalidad. Lo horroroso sería que esta postura se expandiese entre otros partidos y quedare inmovilizada tanta fuerza rebelde, algo que solo traería decepción y desmovilización, es decir, un avance de la reacción colonial.

De hecho recordemos algo: el jueves pasado Puigdemont acataba el pedido de Madrid al convocar elecciones anticipadas, solo que Madrid al ver la debilidad de su contrincante le exigió aún más: el 155 llegaría de todas formas. Pero si Rajoy hubiese dado luz verde a elecciones anticipadas se habría consumado el sueño de Puigdemont: ganar la presidencia de la Generalitat y el Parlament por una mayoría total que le escoltaría –piensa él- por haber hecho una maroma con aires de independencia, pero con mucho tacto y timidez dentro del sistema.

Pero el pueblo catalán le presionó, y le presionó tanto que se ha visto proclamando una república y vistiendo un traje de héroe que no nunca quiso.

Pero Puigdemont retrocede más y todo parece ser que está ahora en Bélgica, no queda bien claro si buscando asilo político o recabando apoyo, pero deja, como quiera que fuese, muy mal parada su imagen al abandonar al pueblo que habrá de enfrentar solo el embate de una metrópoli que envía ómnibus llenos de fascistas para aparentar en Barcelona que los catalanes se quieren quedar en España. Algunos piensan que más les puede ayudar en el exilio que preso, pero Mandela destruyó el apartheid desde dentro.

¡Solidaridad urgente!

Ese pequeño país del Mediterráneo estremeció tanto a George Orwell que provocó en este escritor el libro Homenaje a Catalunya. Entonces Orwell pedía que no dejasen sola a Catalunya. Hoy cada ser humano que se sienta libre debe sentirse más libre desde el viernes 27 de octubre cuando toda la felicidad parecía caber en la Plaza Sant Jaume. Si en Ucrania un grupo de ultraderechistas se ofrecen para defender la integridad de España, en el mundo debiéramos ofrecernos para defender la libertad y la república en Catalunya, contra la monarquía, el fascismo y el capital.

Si no podemos atravesar el Atlántico al menos pinte una bandera catalana en los muros, ponga una estelada o una bandera del FC Barcelona, deje un comentario en Facebook, comente las noticias entre los suyos ¡es horrible lo que publica la prensa española y su comparsa! Hay mil formas de actuar y ser, sino todo lo revolucionario que debiéramos ser, sí un poco más solidario ahora y nostalgiar las revoluciones que no fueron. Yo, no tengo casa propia, pero si algún catalán necesita dónde asilarse por haber defendido a su patria, cuente con el hogar de este cubano libre que todo el fin de semana hizo ondear una estelada.

Tomado de: Desnudos de Cuba

31 octubre 2017 89 comentarios 361 vistas
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