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Autor

Esther Suárez Durán

Esther Suárez Durán

Socióloga y escritora

Asamblea de Cineastas
Cultura

Asamblea de Cineastas: Vicisitudes del diálogo ciudadano de estreno

por Esther Suárez Durán 21 septiembre 2023
escrito por Esther Suárez Durán

En días recientes el Grupo de Representantes de la Asamblea de Cineastas Cubanos convocó desde su página en Facebook a una nueva sesión plenaria de la Asamblea para este 20 de septiembre en su habitual espacio del cine 23 y 12. Al igual que en ocasiones anteriores, la participación podría efectuarse lo mismo en forma presencial que virtual, lo que permite la intervención de quienes residen fuera de la capital y del país.

La agenda propuesta para la jornada incluía la revisión de las tareas acometidas por los diversos grupos de trabajo de la Asamblea hasta el presente, la información sobre las respuestas recibidas desde el Gobierno a las informaciones enviadas y la definición de los próximos pasos, entre los que se preveía la necesidad de emitir una nueva declaración.

Tras los ajustes necesarios para optimizar la participación virtual de quienes no pudiesen acudir físicamente por residir o hallarse temporalmente fuera de La Habana, se dio comienzo a la Asamblea por sus representantes.

Rosa María Rodríguez abrió la sesión agradeciendo la presencia de todos, señaló que la sesión tendría carácter extraordinario —ya veríamos por qué— e hizo un llamado a mantener un clima de respeto y a establecer un diálogo constructivo.

A continuación, Gustavo Arcos Fernández-Brito se encargó de presentar un documentado resumen de todo lo acontecido desde el 15 de junio en que se refundó esta Asamblea, hasta hoy. Aclaró, pertinentemente, que la Asamblea de Cineastas es una asociación, un organismo surgido desde el año 2013 que sesionó hasta 2016, trabajando justamente entonces contra los hechos de censura y exclusión que se venían produciendo en el sistema del cine cubano, problemas que aún no han hallado solución.

Tras los sucesos relacionados con la exhibición televisiva no autorizada del documental La Habana de Fito, de Juan Vilar, la Asamblea se reactivó en el pasado 15 de junio del año en curso, en este mismo sitio, y emitió una primera declaración —que acompañaron con su firma más de 600 cineastas, intelectuales y artistas—, la cual señaló la violación de las regulaciones establecidas sobre el derecho de autor, la irresponsabilidad en ello de determinados funcionarios culturales y el posicionamiento erróneo de la UNEAC en dicha saga.

Ese mismo día se creó la página de Facebook de la Asamblea, que es su espacio de comunicación externa, y cuenta hasta hoy con 3 200 seguidores, además de haber publicado 41 post.

El 23 de junio se produjo el encuentro entre la Asamblea, representantes del Gobierno Cubano, el Partido y las instituciones culturales pertinentes, donde se produjeron más de 40 intervenciones de parte de los cineastas y algunos otros intelectuales allí presentes, rechazando la narrativa brindada por el Vice Ministro de Cultura Fernando Rojas sobre lo ocurrido con el documental de Vilar.

Como colofón de dicho evento la Vice Ministra Primera Inés María Chapman propuso la creación de grupos de trabajo para avanzar en el análisis y la solución de un grupo de asuntos, así como el desarrollo de posteriores y sistemáticos encuentros entre los cineastas organizados de este modo y las instancias de gobierno pertinentes.

Coherente con esta estrategia, la Asamblea de Cineastas realizó una segunda sesión plenaria con el objetivo de organizar el proceso de elección de sus representantes, así como conformar los necesarios grupos de trabajo. Entre el 12 y 13 de julio tuvieron lugar las elecciones en un clima de total transparencia, junto a la estructuración de cuatro comisiones: la de Leyes y Decretos, la de Censura y Exclusión, la de Política Cultural y la de Producción. A partir de ahí se desarrolló una febril faena por parte de las comisiones y la labor del Grupo de Representantes se caracterizó por una intensa comunicación.

Apenas unos días después, el 15 de julio, se comunicó la presunta renuncia del presidente del ICAIC, Ramón Samada, acompañada de propuestas de cuadros designados ya para dirigir el ICAIC y la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños.

Tales hechos suscitaron una segunda declaración que expresaba el rechazo a semejante modo de actuar. De hecho, la Escuela Internacional de Cine no aceptó el método ni la propuesta del nuevo director, y hasta el presente, dicha institución, el propio ICAIC y la Facultad de Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA) del Instituto Superior de Arte —esta constituyen las tres instituciones relacionadas con el cine cubano—, se hallan sin sus cuadros principales.

El 17 de julio el Gobierno anunció que se había creado el Grupo Temporal de Trabajo, para dar inicio a las jornadas de encuentros con los representantes del cine.

Hasta la fecha, el referido grupo ha sostenido cuatro reuniones, pero ninguna de ellas ha incluido a los colegas electos por la Asamblea como sus representantes, por tanto, han sido desconocidos por parte de las autoridades gubernamentales, así como la existencia de la Asamblea misma, que ni siquiera se menciona en los documentos pertinentes. En su lugar fueron citados de manera puntual determinados cineastas.

El informe expuesto por Arcos Fernández-Brito deja claro que la Asamblea no considera correcta dicha conducta.

Por su parte, la Asamblea ha enviado dos cartas (18 y 29 de julio) y una relatoría (resultante de la Comisión Censura y Exclusión) al Gobierno y al Partido, en las personas de la Vice Primera Ministra Chapman y del Jefe del Departamento Ideológico Rogelio Polanco. Solamente obtuvo respuesta una de las comunicaciones, a los 30 días de su emisión, firmada por Chapman y dirigida al Vice Presidente del ICAIC, Roberto Smith, en cuyo asunto se lee: «Respuesta a carta recibida de 11 creadores pertenecientes a su institución».

¿No sabe o no entiende aún el Gobierno que el cine cubano hace rato excedió los límites de la institución ICAIC, fundada en el año 1959 en un preciso contexto con un determinado cometido social? ¿No sabe que la mayor parte del cine que se produce en Cuba durante los últimos años, del cine cubano que incluso triunfa y obtiene reconocimientos en festivales, es cine independiente, producido fuera de los marcos del ICAIC?

¿No sabe que estos 11 creadores integran el Grupo de Representantes de la Asamblea de Cineastas, que son los legítimos representantes de dicha Asamblea porque fueron electos de modo libre y transparente por quienes la componen?

Mas de 200 películas cubanas que el público cubano no ha visto

En su informe Gustavo refiere cómo la dirección del ICAIC solicitó a los Representantes de la Asamblea la lista de producciones censuradas y ella ascendió a 206 películas de 71 directores. Una cifra referida solo a los últimos 30 años. Falta sumar las décadas de los 60, 70 y 80.

Estos datos son el resultado aún parcial del trabajo realizado por el grupo de trabajo que se dedicó a investigar y acopiar las informaciones sobre los ejercicios de censura.

Por supuesto, las películas producidas por el cine cubano tienen que estar en los cines de Cuba, ser vistas y evaluadas por aquellos para quienes fueron hechas, sus legítimos receptores y sus mejores críticos: la ciudadanía.

Mediante su chat de WhatsApp, la Asamblea socializa entre sus miembros los informes de trabajo de todas las comisiones junto con la propuesta de estatutos. Cada uno de estos documentos revela una labor admirable, hecha en un tiempo récord y sin descuidar los compromisos de trabajo de cada quien.

Si bien la Comisión de Producción muestra los problemas objetivos para hacer cine en Cuba en toda su crudeza, a la vez refiere una serie de recursos y ángulos que deben y pueden ser movilizados, mientras todos los que se enfrentan a esta magna tarea saben que, con mucho esfuerzo, inventiva y originalidad se está haciendo cine en Cuba.

Por ello, es hora ya de que el momento de la exhibición deje de ser un problema para el arte cinematográfico cubano puesto que es ahí donde, como dice el habla popular «se traba el paraguas», cuando lo cierto es que no existe nadie por encima del pueblo que pueda abrogarse el derecho de «filtrar» el arte cubano que llega a él.

Dentro del ejercicio de la cultura existen muchas maneras de propiciar el disfrute culto y responsable de un producto artístico de cualquier índole, entre ellos de un producto audiovisual, y nuestra gente de cine tiene excelentes ideas al respecto; cualquiera de ellas puede ponerse en acción. Todo menos acudir al recurso irrespetuoso y aberrante que nos legó, desde la colonia, el lápiz rojo del censor.

Coda

La plenaria cierra con la lectura de una nueva Declaración (la tercera) para su análisis y posterior aprobación. La motivan las respuestas pendientes por parte del Gobierno hacia los cineastas, la reticencia a reconocer a la Asamblea como entidad actuante, así como a sus legítimos representantes; el mantener las agendas de trabajo en manos de los mismos individuos que la Asamblea ha calificado como irresponsables en el cumplimiento de sus misiones; el empecinamiento en usar métodos de trabajo obsoletos, prácticas de abuso institucional y continuar empleando interlocutores que tanto daño han causado a la cultura nacional, a lo cual se suman ahora los problemas que representa la bancarización, tal cual nos la plantean, para los flujos de la producción cinematográfica.

Los del Cine están conscientes de que llevan a cabo una aventura inédita en la vida social cubana de las últimas seis décadas y saben a lo que se enfrentan: hay una vieja mentalidad que es preciso desmontar. Quieren ser legítimamente útiles con las fulguraciones obstinadas de la verdad y la belleza. No pierden el chance de una buena broma. Rehúyen cualquier amago de solemnidad.

No obstante, no olvidan que hay un pueblo respirando junto a ellos.

21 septiembre 2023 5 comentarios
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Asamblea de cineastas
Cultura

Asamblea de Cineastas: diálogo, cultura y libertad

por Esther Suárez Durán 30 junio 2023
escrito por Esther Suárez Durán

«Ser cultos es el único modo de ser libres» 

 José Martí

El vienes 23 de junio viví una experiencia valiosa. Participé en la jornada de intercambio que se llevó a cabo entre la Asamblea de Cineastas Cubanos y los representantes del Partido, el Gobierno y algunas instituciones culturales como la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y la Asociación Hermanos Saiz (AHS).

La reunión fue uno de los primeros resultados obtenidos por la Asamblea de Cineastas tras la Declaración de Cineastas Cubanos que coronó su convocatoria del 15 del propio mes y que ha obtenido más de seiscientas firmas hasta la fecha.

El documento condena la exhibición pública del documental La Habana de Fito, del realizador  Juan Vilar y las productoras independientes Corporación FILM, La Rueda Producciones y X Pin Producciones, por considerar que «evidencia la manera irresponsable» con que actúan los funcionarios de las instituciones culturales y, al respecto, critica un grupo de hechos que rodearon la mencionada presentación, a la vez que la refiere como una acción más dentro de un comportamiento institucional violatorio de principios éticos indispensables que califica como sistemático en cuanto al cine.

Como respuesta, la Presidencia del ICAIC coordinó con los representantes de la Asamblea este encuentro entre los cineastas y los representantes de la institucionalidad cultural, el gobierno y el Partido al cual asistieron Rogelio Polanco, miembro del Secretariado del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Director de su Departamento Ideológico; Inés María Chapman, vice primera ministra; Alpidio Alonso, Ministro de Cultura; Ramón Samada, Presidente del ICAIC;  Luis Morlote , Presidente de la UNEAC; Yasel Toledo,  vicepresidente de la Asociación Hermanos Saiz , acompañados de Fernando Rojas, viceministro de Cultura, quien tuvo un desempeño significativo en la suerte corrida por el documental en cuestión durante las últimas semanas de mayo y primeras de junio.

La Asamblea, por su parte, honró su voluntad inclusiva convocando a todos los miembros en condiciones de una participación presencial, lo cual incluyó a aquellos que han formalizado recientemente su ingreso.  Es su propósito comprender la modalidad virtual en sus plenarias, así como en las sesiones de otro tipo que así lo aconsejen, pero ello necesita un tiempo para su implementación.

Tomada del perfil de Facebook de la Asamblea de Cineastas

La sesión de intercambio, que se extendería por espacio de nueve horas, fue presentada como «un encuentro de trabajo» por los representantes de los organismos y organizaciones ya referidos y se solicitó reiteradamente no dejar registro electrónico de este a pesar de la insistencia al respecto por parte de la Asamblea de Cineastas. Tal petición se tornó condición indispensable para el desarrollo del intercambio. Quiero significar que la Asamblea de Cineastas la incorporó en el ánimo de sostener el diálogo.

Los argumentos presentados por el viceministro Rojas para dar respuesta a los reclamos de la Declaración de Cineastas estuvieron lejos de ser convincentes y crearon incertidumbre con respecto al valor de las regulaciones que deben proteger los derechos de propiedad del autor y sus prerrogativas. Los creadores afirmaban que, bajo el amparo de lo dispuesto por ese instrumento jurídico, se desconocieron los derechos de autor en el caso del documental de Vilar, el funcionario por su parte, adujo razones de excepcionalidad —en este caso prácticamente sonaron a «razones de Estado»— , sin embargo, no logró su cabal demostración.

A continuación, en su descargo, Juan Vilar, director del producto cinematográfico en disputa, estableció sus puntos de vista sobre el particular que incluyen el tratamiento por las vías legales, ante tribunales, de lo que el equipo de realización del documental considera una violación de sus derechos.

Tengo el handicap de no conocer el documental en cuestión, no he visto siquiera una copia pirata o, al menos, filibustera pero, dados los detalles conocidos del caso, tuve todo el tiempo la sensación de que alguien intentaba espantar una mosca a cañonazos. No importaba si con ello se cargaba la reputación de un artista y, de paso, impedía el normal recorrido de la película por los festivales y debidos espacios internacionales de exhibición. Igual, o tal vez menos aún, importaban la obra, el prestigio y las relaciones con la nación de una figura de la talla del músico e intelectual argentino Fito Páez.

Tras la intervención de Vilar se les dio la palabra a los presentes en la sala.  

Mis apuntes a vuela pluma dan cuenta de más de una treintena de voces en un espectro que colorean todas las generaciones y una multiplicidad de oficios, entre los que aparecen guionistas, directores, asistentes de dirección, de cámara, directores de fotografía, productores, editores, actores, sonidistas, críticos, maquillistas, directores de casting, directores de arte, promotores, etc.

Las intervenciones comenzaron con la del prestigioso director de cine Fernando Pérez, quien fijó de un modo sencillo, y a la par objetivo, la posible trascendencia de la cita cuando dijo que nunca antes había estado ante una mesa como aquella. Se refería al peso político de las personas sentadas en el proscenio del cine Chaplin.  

Asamblea cineastas

Tomada del perfil del Facebook de la Asamblea de Cineastas

Las declaraciones del resto de los integrantes de la Asamblea destacaron por su concisión, precisión, honestidad y firmeza. Altura intelectual y cívica como no recuerdo haber visto reunidas antes en un auditorio. Las demandas fueron expuestas no estrictamente desde el cine, sino desde la vida y el sentir de los cubanos, lo cual evidencia la íntima y, quien sabe si para alguno sospechosa y arriesgada, relación que se teje entre cine y su humus social.

Por ello, quizás alguien importune al cine sin caer en la cuenta de que, indignado con la cara difícil de la realidad, desea matar al mensajero.

Otro dato relevante es la educación política de esta concurrencia, un rasgo que destaca en los más jóvenes. Conocen los derechos de los ciudadanos y los deberes de las instituciones públicas, políticas y del estado y este conocimiento se acompaña de una especie de objetividad histórica que no da ocasión al optimismo infundado ni a la esperanza voluntarista. Son los hijos de una contienda que se libra hace mucho, tal vez la del derecho a hacer un cine que se parezca a su realidad y su país.

Una y otra vez echaron por tierra el axioma del viceministro Rojas de que no existe censura. Revivieron los tristes, duros, vergonzantes e inexplicables avatares —al menos en el seno de un socialismo democrático— de la Muestra de Cine Joven que condujo, finalmente, a su desaparición.

Una y otra vez hablaron de sus colegas, sus compañeros de creación y delirios, los cineastas de las generaciones recientes que no están ya en Cuba y cuyo cine no se exhibe en el país, aunque ese sea el cine cubano de hoy. Defendieron la legitimidad de la mirada múltiple, la cubanidad de sus colegas y solicitaron la voluntad oficial por restablecer el vínculo entre la nación y estos artistas. Dato de interés: la mayoría de estos planteamientos llevó a los compañeros de la mesa a escribir con diligencia en sus agendas.

Tocó el turno, finalmente, a los representantes de nuestros organismos oficiales. El momento más alto de esta zona del diálogo correspondió a la vice primera ministra Inés María Chapman y resultó una excepción. Chapman, quien dejó su silla y pasó a sentarse en el borde del escenario al tiempo que solicitaba a los asistentes situarse en las lunetas más próximas, cuidó de reafirmar la condición culta y humanista, por tanto, del intercambio entre compatriotas y supo entrar de lleno en el campo operacional del asunto al introducirse e introducirnos en la agenda inmediata de labores concretas para alcanzar los objetivos que se quieren. El discurso del resto de los representantes careció de sintonía a pesar de que fue tónica frecuente de la audiencia el recurso de la interpelación directa. 

Para mayor incoherencia, la declaración que apareció ese mismo día, apenas un poco más tarde, bajo el rótulo de Información del Ministerio de Cultura, mostraba un texto que hacía imposible el reconocimiento en sus líneas de lo sucedido por espacio de nueve horas en una jornada, en justicia, memorable.

Mientras era espectadora de estos sucesos de lujo me vi obligada a meditar acerca de la condición de cultura inherente a todo ejercicio de diálogo.

Imprescindible a la cultura es, asimismo, la libertad.

La libertad y la cultura dieron, otra vez, su batalla este día.

30 junio 2023 7 comentarios
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Cultura

Frijoles colorados y la curiosa energía de la escena cubana en las horas difíciles

por Esther Suárez Durán 2 junio 2023
escrito por Esther Suárez Durán

Tras la pandemia de la covid-19 que afectó directamente a casi todo el planeta y las medidas de las dos últimas administraciones norteamericanas para acerar el genocida hostigamiento contra Cuba, se hizo evidente una muy difícil situación en la economía de la Isla que ha ido afectando diversos sectores y espacios de la vida.

Para algunos la situación de estos días supera las carencias del denominado Período Especial que vivimos entre 1991-1994. Sin embargo, lo que se relaciona con estas páginas es el hecho de cómo durante aquella etapa la escena cubana, acompañada por un público fiel y creciente, no solo fue capaz de resistir y sobrevivir, sino de legitimar nuevas modalidades, tal y como sucedió con el humor escénico, y de dar la bienvenida a nuevas agrupaciones artísticas, algunas aún entre nosotros.

Cual insignia de aquellos tiempos ha quedado en mi memoria la magnífica función de Manteca, por Teatro Mío, en el Festival de Teatro de La Habana de 1993, sin una luneta vacía, y la imagen soberbia de un público que llegaba a pie de todas partes y se extendía en su marcha a lo ancho de la calle Línea.

En las actuales condiciones, y a la distancia de treinta años, en el ámbito de las artes escénicas el fenómeno parece repetirse. Estos días han sido testigos del desarrollo, en condiciones extremas, de eventos provinciales que han vencido el aislamiento impuesto por la escasez de recursos y logrado la reunión feliz de artistas de varios territorios, ya sea en la geografía cienfueguera, matancera o villaclareña, mientras se suceden otros no menos significativos acontecimientos como el cumpleaños 31 de Teatro El Público, festejado junto a toda la audiencia en la función dominical correspondiente; la permanencia en escena, por más de cuatro meses, a sala plena, de Las brujas de Salem, a cargo de la Compañía Teatral Hubert de Blanck; la tercera temporada de La señorita Julia, el más reciente estreno de Teatro Buendía; los estrenos en la cercana ciudad de Matanzas del Teatro Icarón, que sostiene sobre los escenarios obras de gran significación cívica, en tanto en la ciudad de Bayamo el Teatro Andante produce, sin abandonar su acostumbrado esmero, un espectáculo tras otro y aprovecha cuanta oportunidad se presenta para  exhibirlos en otras regiones junto a teatreros de toda la Isla.

Tal vez por ello no resulte inaudito el regreso a las tablas, a la entrega de cada noche, de la primera actriz Verónica Lynn, quien acaba de festejar su cumpleaños noventa y dos bajo los reflectores, rodeada de público y de colegas de varias generaciones.

Vuelve Verónica, y con ella su compañía, el Teatro Trotamundos, a la brega en complicidad con el primer actor Jorge Luis de Cabo, integrante de Mefisto Teatro, y lo hacen en la legendaria sala El Sótano, un espacio entrañable en la carrera de ambos.

La obra en cuestión es Frijoles colorados, un texto dramático de la versátil Cristina Rebull (Matanzas, 1960), quien se ha desempeñado como actriz, cantante, guionista, dramaturga y profesora, residente en la ciudad de Miami desde hace varios años. Finalista en la primera edición del Premio de Dramaturgia Virgilio Piñera, en 2002, que convoca la casa editorial Tablas-Alarcos, la pieza subió sin demora a la escena de la mano de dos agrupaciones: Teatro D’Dos, en La Habana, y Teatro del Sur, en Unión de Reyes, Matanzas.

Foto: Aramís Arcute

No obstante, el presente retorno resulta un hecho histórico. Por tercera vez esta obra cubana contemporánea se representa de la mano de otro director y amparada por otra institución artística —algo inusual entre nosotros—, y resulta la base de la partitura con la cual esa leyenda que es Verónica Lynn nos permite disfrutar nuevamente su arte.

Verónica viene como protagonista y directora, y desde su conducción del espectáculo propone una lectura que va a lo raigal. Discrimina del original lo que no es absolutamente necesario y encauza el discurso espectacular, con mano maestra, sin mostrar las cartas, sobre el tema esencial de la defensa de lo propio: el espacio, la casa, la comunidad, la patria, la historia, la memoria…, en una relación de amplias resonancias en la cual cada quien selecciona su peculiar visión. Pero la construcción de la imagen final, armada sin darnos respiro, es un regalo con múltiples niveles de significación que apelan a la información y la cultura (también la cultura política) y colocan la obra en el mismo filo de nuestro acontecer como nación ahora mismo.

Foto: Aramís Arcute

La imagen, insólita, además de físicamente osada, recibe la carcajada que festeja todo feliz reconocimiento y la gratitud ante el cierre soberbio, y catapulta la ovación intensa, larga, que retribuye las magistrales actuaciones en esta jornada de tan buen teatro porque, por espacio de una hora, los dos intérpretes han recreado para nosotros, familiares, eventos, situaciones, roles diversos, con una absoluta economía de medios y una total sinceridad que los hace genuinamente vulnerables.

Sin dudas ha resultado una lección acerca del noble desempeño del actor —en una entrega sin artificios—, a la vez que un testimonio, brindado con legítimos recursos, de la imprescindible necesidad social del teatro.    

Por su parte, la mayoría del público que allí se da cita realiza por estos días su particular hazaña para desplazarse por la ciudad y alcanzar las salas teatrales en condiciones de enorme constricción del transporte público y privado. Creo que ello también eleva el nivel de gozo con que identificamos a colegas, amigos, vecinos, en esta comunidad temporal que conforman las audiencias y este curioso hermanamiento que se produce incluso entre desconocidos. Una señal más del triunfo de la vida, de la belleza, del arte. De lo específicamente humano sobre los más primarios apetitos.

2 junio 2023 5 comentarios
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Batista
Democracia

¿Vigencia de Batista?

por Esther Suárez Durán 14 abril 2023
escrito por Esther Suárez Durán

Días atrás una colega publicó en su muro de Facebook «¡Abajo Batista otra vez!» Lo vi durante las horas difíciles, tristes, en que ocurría la detención policial en La Habana y Matanzas de dos intelectuales cubanos connotados por sus méritos profesionales y cívicos: Jorge Fernández Era y Alina Bárbara López Hernández.

El primero, por estar «circulado», un estado resultante de no haberse presentado ante la unidad correspondiente de la Policía Nacional Revolucionaria, tras haber recibido dos citaciones por parte de los organismos de Seguridad del Estado, y, no obstante de encontrarse en espera de la respuesta al recurso interpuesto ante la Fiscalía Provincial y la Fiscalía Militar del Ministerio del Interior, respectivamente, por dichos emplazamientos.

La segunda, por manifestarse pacíficamente, al amparo del articulado de nuestro texto constitucional vigente, ese que los medios nacionales proclaman justo en estos días como continuador del primero que nos dimos en la manigua mambisa el 10 de abril de 1869.  

Se manifestaba Alina Bárbara López Hernández en el Parque de la Libertad de su natal Matanzas en protesta por la detención arbitraria de Jorge Fernández Era. Lo hacía después de haber anunciado, desde su muro de Facebook, que llevaría a cabo esta acción de continuar detenido Fernández Era.

En las redes se produjo —y aún se puede apreciar— la solidaridad con ambos cubanos y la condena de miles de personas ante estos hechos, además de otras reacciones solidarias que tuvieron lugar durante el transcurso de estos acontecimientos.

Las señales

Como dije al inicio, entre tanto, un post refería a Batista y sus vejámenes y atrocidades; aludía a eso que mi generación y las que nos suceden hemos conocido bajo el nombre de «el Batistato» y también «la dictadura batistiana».  Comenta su autora que recibió pocas menciones y duda que su sentido actual haya sido comprendido. Por supuesto, no puedo responder a tal interrogante, pero sí aportar una percepción que, tal vez, otras personas compartan.

En reiteradas ocasiones en redes, y en las interacciones frecuentes y diversas que caracterizan la vida social de los cubanos en la Isla, —por cierto, vida de intensa relación social a partir de 1959, renovada en su intensidad y disminuida su calidad1 tras el aislamiento obligado por la pandemia, incluso frente a las reiteradas crisis del transporte y a la pésima conectividad por redes digitales— escucho y leo comparaciones entre el actual ejercicio de determinados derechos cívicos y políticos —bien demarcada esta temporalidad por el 11J— y los gobiernos de Batista, en particular el correspondiente a la etapa que aquel inició con la acción anticonstitucional del golpe de estado del 10 de marzo de 1952 y que concluyó el 31 de diciembre de 1958 con su partida del país.

La atención a dicha fase parece estar dada por el hecho de que fue durante esta etapa cuando el entonces autoimpuesto Presidente tuvo que lidiar con la oposición revolucionaria más intensa y también más presente en el imaginario social. Uno de los hitos de ese proceso fue el asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, al cual van asociados la persecución y captura de su principal figura, el juicio al que se le sometió y donde se le permitió realizar su autodefensa, su condena en el Presidio Modelo de la Isla de Pinos y la posterior amnistía en 1955 con la exigencia de abandonar el territorio nacional.

Batista

Quienes desarrollan estas comparaciones se refieren también indistintamente a otros sucesos que, en sus visiones, caracterizaron la vida cívica y política de entonces y que tienen por espacio, en estos casos, la prensa, los tribunales, el asociacionismo civil entre otros.

Sin embargo, excluida de estas visiones parece estar la represión —profundamente feroz en aquella tiranía—  a las manifestaciones estudiantiles que se volvieron harto frecuentes tras el golpe de estado de 1952, cuando los estudiantes fueron la fuerza opositora de mayor actividad y destaque —quizás porque de esto se habla poco o no se habla— en un escenario político donde el partido de orientación marxista y organizaciones obreras se hallaban en desventaja.

Tampoco se incluyen los sucesos que siguen a los asaltos al Palacio Presidencial, al Cuartel Goicuría de Matanzas, la persecución implacable tuvo lugar en Santiago de Cuba y La Habana y de la cual fueron víctimas mortales, además de muchos otros cubanos y cubanas, Frank, Fructuoso, Joe, Carbó y Machadito o la propia masacre que sucedió a partir del día 26 entre los muros del Moncada, hechos sangrientos que no se han repetido en la historia posterior de la nación.

De mi experiencia social personal, de mis percepciones ha estado ausente, hasta hoy, este ejercicio de comparación al que asisto en estos años inmediatos con una frecuencia creciente entre ese período de gobierno —la tiranía batistiana— y cualquier otra etapa de gobierno a partir de enero de 1959, en particular tras el establecimiento del Gobierno Revolucionario en nuestra nación.

Resultaría fácil —y peligroso por ello mismo— hablar de una matriz perversa exportada desde los centros de poder enemigos de la Revolución Cubana o del socialismo.

Pero determinados hechos están ahí y se resisten a ser pasados por alto, subestimados o arbitrariamente interpretados. Vivimos una crisis sistémica que se presenta como telón de fondo y que se expresa, entre otros tantos signos, en los aspectos que enumero a continuación:

  • Los diferentes sectores y grupos sociales empobrecidos y la extensión a otros de la condición de pobreza;
  • los apremiantes problemas en la producción de alimentos;
  • la obsolescencia de la industria energética, la irresponsabilidad en su proyección y la decadencia del pensamiento al respecto;
  • el desgaste galopante de fondos habitacionales y de viales y obras públicas de diferente índole, unido a la ausencia de políticas eficaces para la solución de los problemas;
  • el deterioro alarmante y la fragilidad del llamado sistema de salud pública; la grave situación de la educación y de la cultura enseñoreada por un precario sistema de educación, niveles crecientes de analfabetismo funcional, resultados óptimos y fraudulentos como meta en lugar de que lo sean la calidad de los procesos, un pensamiento rígido sobre la base de axiomas ideopolíticos y escaso ejercicio del pensar y una seria alteración del sistema de valores;
  • la inoperancia de las instituciones y la ausencia de sinergia entre ellas;
  • la crisis de credibilidad, respeto y autoridad porque no es posible hablar de ejemplo moral ni liderazgo;
  • la puesta en acción del pensamiento colonizado (“la costra tenaz” de Villena) que se expresa en el desprecio al ser nacional, en primer lugar, y luego al saber, la capacidad, la creatividad y el exitoso desempeño de nuestra gente y de lo cual son la economía, el diseño, construcción, reconstrucción y conservación de nuestras ciudades y obras civiles, así como la organización de la sociedad, las primeras presas;
  • la instauración cínica de una clase para sí medrando con la depauperación de los niveles de vida de los ciudadanos a quienes debiera servir hasta las últimas consecuencias; la instauración de la corrupción, el robo y la mentira como pilares de vida, la última como comodín para salir airoso en cualquier circunstancia.
Batista

(Foto: Cubanet)

Dicha condición viene convenientemente acompañada de un Estado de Derecho nominal —que “vende” bien hacia el exterior, que tranquiliza cualquier conciencia burguesa— el cual no se hace cierto en el ejercicio de las garantías civiles y políticas de los ciudadanos y el respeto irrestricto a la libertad de pensamiento y su expresión, mucho menos en el ejercicio, imprescindible por saludable, de la crítica.

Asimismo, esta situación se acompaña, vergonzosamente, en la «Isla de la Libertad», de un aumento creciente de los presos políticos y un clima conminatorio y de intolerancia para los sujetos sociales más activos y comprometidos entre su población.

Tanto como socióloga que como dramaturga y crítica teatral estoy al tanto de las disímiles maneras, algunas sumamente sutiles, inesperadas, hasta caprichosas, en que puede revelársenos la realidad social trascendida y elaborada como pensamiento de los diversos grupos sociales —diría incluso que ello es uno de los alicientes para el desempeño creativo del sociólogo. Las formas que dicha operación asume, aquellas en que sus resultados se nos revelan, necesitan de la atención y la reflexión desprejuiciada por parte de los científicos sociales, los dispositivos ideológicos y las instancias dirigentes de la sociedad.

Por lo general las señales se nos muestran, esta restauración en el discurso público de la figura de Batista es una de ellas. A pesar de ello, no es más alarmante para un país que las cifras de su emigración (¡inéditas!) y de sus fallecidos (por pandemia, ausencia de medicamentos y recursos, abandono de sus familias y Dios sabe cuántas otras causas relacionadas con el decrecimiento de nuestros estándares de vida) en los años recientes.

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Derrame
Ciudadanía

El derrame

por Esther Suárez Durán 16 junio 2022
escrito por Esther Suárez Durán

No relacione el lector este título con accidentes propios del manejo de combustibles fósiles, ni con percances del sistema circulatorio de nuestra anatomía. Me referiré a otra clase de derrame, en este caso de orden social, y usaré el término que, por lo general, se emplea para hablar de impactos positivos sobre la sociedad; esta vez en otra dirección.

No es mi deseo usar categorías de las ciencias sociales para tratar el tema, no pretendo hacer un ensayo científico sino lograr que el lenguaje, que prefiero claro y sencillo, no resulte obstáculo que limite la comunicación con la mayor cantidad posible de personas.

Desde hace décadas nuestros gobiernos respectivos nos dan participación en la vida del país, sobre todo, y casi pudiéramos decir «sin falta», para que, solidariamente, asumamos determinadas consecuencias de desastres naturales, de escaseces de muy diversa índole, de incompetencia de determinadas instituciones. Es entonces cuando las consecuencias negativas de una acción o evento dado repercuten o alcanzan a buena parte de los cubanos de a pie o, al menos, a una cifra mayor que aquella que inicialmente resultara afectada.

Pienso, por ejemplo, en el momento en que la acción espontánea de familias o amigos que se ofrecían a socorrer a los suyos, e incluso darles cobija bajo su techo, ante las calamidades provocadas por una catástrofe natural (y también de otro tipo), pasó a incluirse entre la cartera de soluciones para las instancias de gobierno. Se «derramaban» así, sobre otros grupos de la población, los problemas que inicialmente habían afectado a determinados grupos. Y el proceso ya no transcurría de un modo tan espontáneo, sino que iba conducido por factores de diversa naturaleza, como la compulsión social, para citar uno de ellos.

No es solo resistir, es hacerlo de manera creativa. Enfrentaremos el recrudecimiento del bloqueo y lo venceremos con nuestros propios esfuerzos, a partir del concepto de resistencia creativa, que significa aprovechar todo el talento que tenemos. #CubaVivehttps://t.co/aHNLqDPQ83

— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) January 23, 2022

De este modo, ante una epidemia de dengue hemorrágico se emplea todo un hospital (se puede leer en plural) para aislar y tratar los casos; mientras, los servicios del mismo se cancelan por el momento, no importa demasiado que existan ciudadanos con necesidades impostergables de acceder a tales servicios especializados; ellos, simplemente, deberán comprender la situación y, sobre todo, esperar. ¿Cuánto? Nadie lo sabe o, al menos, no se les precisa. Lo que puedan hacer, cómo van a proceder solo a ellos incumbe. Digámoslo «en cubano»: es su problema.

Traigamos algunos ejemplos, lamentablemente cotidianos. Los vecinos de un edificio, colindante con otro de mayor antigüedad, se ven afectados por problemas con la tubería hidráulica de este último. Varios apartamentos comienzan a padecer filtraciones. No es la primera vez que algo así sucede. Realmente es la cuarta ocasión, antes afectó a otros vecinos del mismo inmueble.

Quienes generan la afectación siempre se declaran insolventes. El Estado no interviene, salvo para hacer un diagnóstico técnico de la situación unos dos meses después del primer reporte oficial. El documento reitera la supuesta obligación de los causantes con los afectados, pero, con ese papel no pasa nada. No puede contra «la insolvencia». Las autoridades del Poder Popular no intervienen. Finalmente: o los afectados resuelven el problema que le causan otros  o… suman su edificio, hasta hoy en buen estado, a los tantos que van componiendo las ruinas de una otrora esplendorosa ciudad.

Como bien sabemos los cubanos, las situaciones de similar naturaleza se multiplican. Ante ellas, la respuesta se ha hecho canon: de repente, un buen día, lo que debiera ser y es responsabilidad del Estado ha sido delegado a la acción ciudadana, sin que esta cuente con medios o recursos para asumir tal carga, asunto este que el Estado no desconoce. Pero, atención, paradójicamente este mismo Estado continua mirando con ojeriza a eso que se denomina «la sociedad civil», de la cual recela porque se trata de un concepto que, en buena tinta, nunca ha entendido.

Se ha realizado con dicho término la operación humana más frecuente ante aquello que puede resultar desconocido, ajeno o que decidimos inconveniente: se demoniza.

Por desgracia, el asunto del «derrame» presenta otras tantas variantes y   aparece con empecinada claridad en el ámbito que define las relaciones entre la ciudadanía y sus órganos de gobierno.

Un ciudadano cualquiera plantea, por las vías adecuadas, algo que no comprende; que, en su opinión, no tiene razón de ser; puede formular, debidamente argumentada, hasta una queja. Lo hace ya a estas alturas —pues ha recorrido el resto de los niveles—, a la instancia superior del campo de actividad social de que se trate. ¿Qué hace entonces esta?

Derrame

La sociedad no avanza con estas estrategias torpes y tristes que tienen por único objetivo el inmovilismo. (Foto: Ernesto Mastrascusa / EFE)

Cual si se tratara de una burla o un escarmiento, lo pone delante del nivel inferior, lo sitúa cara a cara con los funcionarios que nunca han dado respuesta ni se han ocupado del problema —vamos, que ni le reconocen categoría de tal—, para que este ciudadano tenga que escuchar cualquier justificación, cualquier «defensa» del estado de cosas que él está tratando de mejorar, de boca, además, de personas… ¿ineptas?… ¿negligentes? … ¿cínicas?… Elija usted el calificativo, ya que seguro ha pasado por esto. No hay árbitro. Simplemente, como diría un ocurrente amigo, «sigue el jabón resbalando por la bañadera».

¿Motivo? Desde todo punto de vista es más fácil. No exige compromiso por parte de las autoridades superiores, que no parecen dispuestas a llamarle la atención a sus subordinados, ¿será que viven en complicidad con ellos? Entre otras razones, tal vez expongan la tremenda dificultad que supone «encontrar quien desee ser cuadro», como se denomina en Cuba a los directivos tomando el término de la cultura militar francesa (cadre: jefe).

En fin, que la responsabilidad no se asume, se difumina; que la sociedad no avanza con estas estrategias torpes y tristes que tienen por único objetivo el inmovilismo, que la participación ciudadana solo existe en papeles y consignas, que la burocracia hace rato que, en tanto grupo social, se comporta como «clase para sí», con lo cual es profundamente anti y contra revolucionaria, y que nada se parece menos al socialismo democrático y liberador que esta lamentable caricatura.

Por cierto, en la primera línea del diccionario Espasa Calpe de la lengua española figura esta acepción para la palabra Cuadro: «Figura plana y cerrada por cuatro rectas iguales que forman cuatro ángulos rectos».

Siempre me ha gustado sobremanera la idea de que el cerebro es un órgano dúctil, flexible, que posee plasticidad, que las neuronas pueden regenerarse. Imagino entonces algo vivo, en continua actividad y transformación… Respecto a esta idea prometo volver, para referirme a la demonización de la experiencia y de los ciudadanos que felizmente disponen de ella e insisten en ponerla al servicio de la Patria, con el desdén de los mandantes por respuesta. Dejo al lector la tarea de establecer las posibles relaciones entre estos dos últimos tópicos, digamos, las inferencias.    

16 junio 2022 22 comentarios
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Vitrina
Cultura

El pensamiento de «la vitrina»

por Esther Suárez Durán 27 abril 2022
escrito por Esther Suárez Durán

Mi familia, tanto paterna como materna, procede de Candelaria, Pinar del Río. Ciudad de no muchas almas —sobre todo en la tercera década del siglo pasado—, todos se conocían. Luego de trasladarse a la capital, siguieron con las bromas y los dichos que referían el lugar donde habían espigado. Cada vez que alguno de los jóvenes de la familia tenía un comportamiento fuera de «la norma», era costumbre sazonarlo con la  frase  burlona «¡Ay, qué dirían Las Lleras! ¡Y las Fernández!»… y por ahí desfilaban unos cuántos apellidos más.

En esa atmósfera de sana libertad, acompañada de una disciplina y exigencia que pasaban siempre por el arbitrio de lo razonable, tuve la dicha de crecer, acompañada desde muy pequeña de libros, tanto de los que me correspondían, como de aquellos otros que cada quien —todos los miembros de la familia—  leía en sus ratos de ocio. En cuanto tuve edad, les eché mano para fisgonear y casi siempre iniciar mi lectura cuando alguno lo dejaba descansar ante la necesidad de sumergirse en las faenas del día.

Esta digresión únicamente responde a la necesidad de explicar cómo era capaz de lidiar esta familia con el tema, muy presente aún, del «qué dirán».  Ese «qué dirán» bien pronto me lo eché a la espalda, ayudada sobre todo por un nuevo contexto espiritual en el que los adolescentes se separaban de la familia para irse a alfabetizar a parajes desconocidos, las parejas multirraciales proliferaban, Occidente proclamaba el amor libre, mis nuevos maestros de primaria eran jovencísimos y no ocultaban sus deseos de andar a la moda; entre muchísimos otros signos del período.

Pero, en algún momento, en algún instante del curso de la historia político-social del país, comencé a vislumbrar inconsecuencias a mi nivel de ciudadana común; a sentir cómo «la lista no jugaba con el billete». Fue entonces que apareció ante mí el concepto de la vitrina: no importa cómo estemos aquí adentro, lo que importa es la imagen que demos hacia afuera.

Espérate, ¿eso no tenía un tufito pequeño burgués? ¿No se parecía al circo que arma la Madrastra de Cenicienta, disfrazando con lo que no tienen a  las Hermanastras? ¿Sería que, con el paso del tiempo, «Las Lleras y las Fernández» iban ganando?

La reflexión viene a propósito de esta edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana. En ella hemos padecido la suspensión de importantes homenajes a autores de larga data por una supuesta ausencia de transporte, sin que se avise siquiera al homenajeado, ni mucho menos se le brinden las excusas de rigor.

Han ocurrido también presentaciones programadas de libros sin el conocimiento de sus autores; en otras presentaciones los ejemplares no han llegado, ante la indiferencia absoluta de las personas a cargo en las sedes; ausencia de agua (sea en botellas o en jarras), en las mesas en que intervienen presentadores y autores, dizque por falta de presupuesto; restricción de invitaciones —tanto diarias como permanentes— para acceder a la Feria, limitadas a autores con libros a presentar, presentadores y Premios Nacionales de Literatura…

Una parte de estas calamidades tiene por causa, según se expresa, la escasez del presupuesto. Si no estamos en condiciones de realizar un evento semejante, puesto que, como se ve, hay necesidades primarias que no pueden satisfacerse, ¿qué nos obliga a mal realizarlo? ¿Cuál es el costo subjetivo y espiritual de los dislates? ¿Acaso por subjetivo carece de importancia?

¿Para quiénes y para qué se hace la Feria? La ceremonia de inauguración de esta vez, y algunos otros datos, ya nos dicen que no es para los escritores, pero ese sería tema de fondo y merecería un debate colectivo.  Entonces, ¿es que se realiza, sin importar las consecuencias, para que «afuera» o «el enemigo» vean que aquí, sin importar las reales condiciones en que se desarrollan nuestras vidas, nada se detiene, se pospone, se cancela, cambia sus dimensiones?  ¿Tanto nos importa «el qué dirán»?

El presupuesto de donde sale todo, es el mismo que no alcanza para que tanto los centros hospitalarios como la población dispongamos de  los medicamentos elementales. El mismo que hace cada vez más reducida nuestra dieta y precarios nuestros niveles nutricionales. El que acaba de obligar a subir, aún más, el costo de los materiales de construcción.

El que hace que ni zapatos ni ropa de ninguna especie estén al alcance del bolsillo del cubano común en los sistemas institucionales de tiendas desde hace décadas. El que mantiene el transporte público ausente de  nuestras avenidas y calles, nos crea un grave problema si necesitamos acudir a un hospital en la noche y nos limita asistir a un centro cultural los fines de semana —sea el que fuere, puede tratarse de un teatro que culmina funciones a las nueve y treinta de la noche—, a menos que usted esté en condiciones de caminar los kilómetros que le separan de la zona que concentra estas ofertas.

Vitrina

Es el mismo que por años ha impedido que las cubiertas de nuestros libros —la literatura nacional— sean atractivas, cumplan con los estándares de competitividad del mercado foráneo y logren venderse en las ferias internacionales. El que nunca ha alcanzado para que los autores de trayectoria cuenten con promociones donde aparezcan sus fotos y obtengan el conocimiento del público. El que nos obliga  a que los libros vuelvan a esperar en las editoriales —como sucedía en los setenta y ochenta— cinco años y más para ser publicados. El que dificulta que se les pague, digna y prestamente, los derechos a sus autores sin que medie ningún infeliz regateo.

Y no menciono otra esfera de actividad y de vida porque la relación sería interminable, además de que es ocioso hablar lo que bien se ha dicho y bien se sabe.

Sobre la feria habría mucho más que exponer. Un análisis a fondo y de conjunto, donde tomen parte personas honestas, con argumentos y experiencias concretas, sin temor a decir lo que piensan, aportaría muchísimo y podría retroalimentar a sus organizadores. Pero ya se ha visto que no existe real disposición a escuchar, mucho menos a intentar ir al fondo de los asuntos, motivo por el cual cada vez crecen la alienación y el desinterés social.

Por mi parte, yo confío en las reservas de mi pueblo. Creo en los cubanos. De un lado, tengo la dicha de conocer personas formidables de todas las edades de quienes me siento orgullosa y, del otro, soy una inveterada optimista.

Coherencia y consecuencia son dos virtudes elementales. Su presencia en nuestras vidas resulta imprescindible.

27 abril 2022 22 comentarios
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Vergüenza propia (1)
Ciudadanía

Vergüenza propia

por Esther Suárez Durán 3 agosto 2021
escrito por Esther Suárez Durán

El conocido trovador y poeta Silvio Rodríguez realiza una pregunta movilizadora en su blog Segunda Cita e invita a quienes son asiduos a ese espacio de opinión a pensar y opinar sobre el tema en forma de hipótesis o posibles respuestas a su pregunta.

Las primeras respuestas que se inscriben, en mi parecer, sitúan el tema adecuadamente, pues no buscan cabezas de turcos sino que se atienen a lo estipulado en nuestra Constitución, especialmente en los artículos 5, 42, 102, 107, 125 y 133, de manera que la máxima responsabilidad recae en el primer secretario del Partido, el presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el presidente del Consejo de Estado y el primer ministro, en tanto representantes, cada uno de ellos, respectivamente, de «la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado», «el órgano supremo del poder del Estado», la República de Cuba y el Gobierno de la República; administrador, este último, de todos los bienes del Estado Cubano.

A ellos yo añadiría a la propia ciudadanía de la nación —de la cual formo parte—, por nuestro carácter pasivo, por no estar todavía a la altura de nuestra responsabilidad ciudadana. No importa si hemos funcionado así por un exceso de disciplina, de confianza en nuestros dirigentes, por inercia tras años sin ejercitar verdaderamente nuestros derechos ciudadanos; por frustración, cansancio, falta de fe, pragmatismo, por mantenernos ocupados —y bien ocupados— siempre en nuestra doméstica supervivencia, y cualquiera otra razón. El resultado es el mismo. Hemos perdido tiempo, un tiempo irrecuperable. Al menos, que quede como lección para otros.

A la vez, me parece pertinente no dejar de razonar sobre los vacíos y las brechas. Los vacíos están en el modo, la forma, el lugar donde hacer valer —eficazmente, por demás— nuestros criterios. ¿Dónde hablamos y quién —de verdad— nos escucha y responde?  En cómo es que se ejerce el derecho ciudadano de modo no angustioso, sino simple y transparentemente.

Vergüenza propia

El conocido trovador y poeta Silvio Rodríguez realiza una pregunta movilizadora en su blog Segunda Cita.

Los vacíos también están en los conceptos: baste citar el más alto, la responsabilidad individual mayor, el de ciudadano. El conjunto de la ciudadanía conforma el pueblo y el pueblo es el real soberano de nuestro sistema social. Por el pueblo y para el pueblo existe todo lo demás, pero no es un secreto, sino triste práctica cotidiana que, en primer lugar, los servidores públicos maltratan, sistemáticamente, al pueblo.

En segundo lugar, es factible apreciar como a una zona significativa de los servidores públicos no les interesa el bien común en lo absoluto, ni mucho menos el Socialismo, se han convertido en «clase para sí» y solo responden a sus personales intereses y beneficios. Ellos son eso que yo denomino «la burocracia perversa». Ellos, y no los manifestantes pacíficos que muestran con claridad sus posturas, son quienes constituyen el peligro, por las posiciones que ocupan en el entramado social y las cuotas de poder que detentan.

¿Las brechas? Una de ellas, que gana espacio de modo alarmante, se halla entre la ciudadanía y los estratos dirigentes, al punto que el segundo factor desconoce y es incapaz de imaginar siquiera, las condiciones en que desarrolla cotidianamente su vida el primero. La gravedad del tema, en una visión puramente pragmática, es que así, en estas condiciones, ha de concebir, implementar y decidir políticas sociales.

La otra se manifiesta entre lo que se piensa y lo que se hace. Aun cuando éticamente debieran coincidir, es común y hasta «premiable» la distancia entre ambos. Por conveniente, por útil para pasar ante el que tendría que ejercer el arbitraje es que gana adeptos tal ejercicio hipócrita y enajenado, pero no puede ser de otra manera cuando, en ocasiones, dicha práctica no es ajena al árbitro.

3 agosto 2021 57 comentarios
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cultos
Ciudadanía

Ser cultos es el único modo de ser libres

por Esther Suárez Durán 29 diciembre 2020
escrito por Esther Suárez Durán

Creo oportuno hacer de inmediato dos aclaraciones: la primera, esta réplica no ha podido aparecer donde debería, en este caso, en el sitio web Cubaescena –Portal de las Artes Escénicas cubanas– que publicó el artículo al cual he de referirme a continuación. Dicho sitio no me permite ejercer allí mi derecho a réplica. Agradezco a La Joven Cuba (LJC) su respetuosa y fraterna acogida.

La segunda: me gustaría presentar ante quienes no la conozcan a la colega Roxana Pineda, autora del texto que motiva esta réplica. Es graduada de la especialidad de Teatrología por la Facultad de Arte Teatral del Instituto Superior de Arte (ISA).

Hace varias décadas añadió a este camino, la actuación y la dirección teatral y es, además, Directora General de su agrupación artística radicada en la ciudad de Santa Clara.

El texto de su autoría, al cual por fuerza me referiré, se titula «Querida Esther», y el mío, el cual toma Roxana para desarrollar su diatriba, fue publicado en este sitio, en la tarde del día 15 del mes en curso bajo el título «La envergadura de este otro 27 de noviembre».

La envergadura de este otro 27 de noviembre

Aunque el texto de Roxana aparece con fecha de publicación 17 de diciembre en Cubaescena, lo encontré, navegando por el sitio, el pasado día 22. Nadie me había hablado del mismo y hasta el momento en que lo leí, no contaba con comentario alguno.

Me encuentro entre los que piensan que cada quien tiene el derecho a formarse una opinión y a expresarla. A «derecho» me gustaría incluso añadir el término «deber». Es decir, el derecho y el deber de hacer partícipe de su opinión a los demás.  Por lo tanto, dejo así establecido que la colega Roxana es dueña de pensar lo que le parezca, pero a la hora de suponer el pensamiento del otro sí entiendo que está en la obligación y necesidad de argumentar su conclusión.

Para quien me está leyendo ahora y no conoce el texto producido por Roxana solo expresaré que sus dos primeros párrafos están dedicados a evocar brevemente sus tiempos de estudiante en el ISA y a elogiar mi desempeño allí como joven docente, entre otros miembros del claustro. En efecto, en ese entonces yo era Profesora Adjunta de dicha institución a la par que trabajaba como especialista en la Dirección de Teatro y Danza del Ministerio de Cultura.

En el párrafo tercero de su escrito el tono cambia. Comienza a aludir al artículo de mi autoría que apenas dos días antes LJC había publicado, aunque sin hacer mención explícita al mismo. Plantea sus acuerdos y sus disonancias y, mientras leo, el asunto cobra mayor interés para mí dado que soy de las personas que gusta de las opiniones adversas siempre que estas se hallen fundamentadas.

Dichas opiniones me enriquecen, me brindan nuevas perspectivas, retan mi pensamiento e imaginación, pero sucede que, en este punto, Roxana pone en mis declaraciones intenciones ajenas a mis valores y principios.  

Comienza a emplear una dinámica retórica muy antigua y peligrosa –por su aparente ambigüedad– para quien se escoja como rival. Expresa desde afirmaciones que enuncia como propias, aquello negativo que está, según ella, manifestado en lo ajeno, que sería, en este caso, mi discurso.

Se mueve de este modo en el párrafo tercero, también en el quinto hasta que ya en el sexto se dirige abiertamente a mí y me interpela y mezcla a los actores de los sucesos de San Isidro con los otros grupos de jóvenes y personas de mayor edad que acudieron a SU Ministerio –el de Cultura– el pasado 27 de noviembre.

Solo debo ratificar –porque pienso que ha sido expresado con nitidez– que:

    1. Nada tengo que ver con la idea de «plantar» –cito a Roxana en su párrafo tercero– «una guerra abierta a las instituciones de la cultura cubana». Eso sí, como miles de cubanos de buena voluntad, creo firmemente en la necesidad de hacer más eficiente la institucionalidad con que hasta la fecha contamos, toda vez que es tarea de primer orden la calidad del ejercicio institucional, sin desconocer que otras formas asociativas habrán de emerger para colaborar a responder las demandas acumuladas y crecientes de la sociedad.

Con relación al comportamiento del Ministerio ante la presencia de quienes voluntariamente acudieron el día 27 a sus puertas, pienso que ese era un escenario que la institución no había modelado y, tal como expresé en mi anterior artículo, hubo dilación en la respuesta. No son especulaciones de mi parte –véase el párrafo siete de su texto–, son hechos comprobados.

    1. Resulta obvio cuáles son los sujetos y los temas de mi artículo «La envergadura de este otro 27 de noviembre».

El texto que me corresponde tiene por sujeto a los jóvenes, artistas o vinculados con el arte; y a algunos colegas de mayor edad, de profesiones relacionadas con el arte que les acompañaron: varios de ellos, sus familiares; varios de ellos, sus amigos; varios de ellos, sus maestros. No muevo mi lente de la imagen precisa que he decidido enfocar para realizar mejor el análisis pertinente.

Algunos han escrito de otras zonas y de otros sujetos de esos días. Si Roxana quiere escribir su artículo, decir sus opiniones, que lo haga. Le asiste –en mi consideración– todo el derecho, pero le ruego que para ello no pretenda usarme, tergiversando la intención de mis palabras. Grandes riesgos encierra confundir la decencia y el decoro con otros rasgos que todo el que me conoce sabe que no me van. Podría hablar de una temprana –7 años de edad– visible y sostenida trayectoria política o de una obra artística y al servicio del arte curiosamente muy diversa, donde historiadores y críticos serios encuentran hitos y, lo más importante. Ha sido también mi obra inseparable de los mejores valores humanos y alimentada y alimentando la cultura propia, solo que la moda es el autobombo y el alimento del ego y yo tengo una seria dificultad para seguir las modas.

De todas formas insisto, leo y vuelvo a leer tratando de hallar en las palabras de Roxana ecos de las mías que hayan provocado lo que allí escribe en sus párrafos sexto y séptimo. Hablo en específico de que los actores del hecho de este noviembre de 2020 hayan buscado o establecido alguna relación con el significado que tiene para todos nosotros aquel 27 de 1871. Regreso a algunos participantes, a otras personas al tanto, pero sucede que la cronología de los acontecimientos siguió otra lógica, atendió a otros motivos y de resultas la fecha del 27 –viernes, por cierto– es una real coincidencia.

Lo que tiene que quedar claro en todo esto, pienso yo, es que los sujetos sobre los cuales me centro –y no lo hago por gusto, pues los escojo para conseguir el mejor análisis de la situación–, los jóvenes que acuden a la más alta institución cultural del país, necesitan que se detenga la espiral de la cultura de la fuerza; que cualquier tipo de expresión de violencia simbólica y real ceda paso absoluto a la cultura del diálogo, y la justicia y la legalidad que rigen en nuestra nación.

Si no somos capaces de entender esto, nos estamos perdiendo el valor esencial del gesto y el llamado particular que hace esta generación, con la compañía de representantes de otras generaciones. No culpo a Roxana. En efecto, como casi todo fenómeno o proceso de valor, este se muestra difícil de leer, sobre todo si insistimos en imponerle visiones o concepciones ajenas, por ser las nuestras desde antes y hasta ahora, porque miramos desde afuera, y porque tenemos que leer con inmediatez esto nuevo que sucede. También, porque los nuevos cubanos, nuestros hijos y nietos, nos están retando a hacer política a la altura de la Cuba y el mundo de este siglo; a hacer política de socialismo cubano con Martí y Fidel a la cabeza, entre otros egregios nombres. A hacer política con todos, compañeros, con todos para buscar el bien de todos.

    1. Los diálogos son valiosos porque sin ellos se lastima el tejido político, no existe modo de producir los consensos, ni de crecer y crear. Cuando no se producen, su lugar lo ocupan la hostilidad, el enquistamiento, y, eventualmente, la guerra. Ese es el valor supremo de una postura dialogante, más allá de su sensatez, de su riqueza. Cuba, que es decir en este caso su Gobierno y Partido, ha sabido abrir, mantener y favorecer diálogos en muy disímiles y difíciles condiciones a nivel de política internacional y de relaciones económicas con otras zonas e instituciones en el mundo.

Lo escribí en el artículo que Roxana mal emplea y lo ratifico: hablé de un diálogo condicionado, pero ¿lo referí como un elogio o es que ya Roxana no puede leer el español claro y directo, sin eufemismos ni vericuetos? Dije, y me cito: «a partir del comunicado del Ministerio de Cultura suspendiendo el diálogo al cual se le habían puesto condiciones». Entonces, confieso que me gustaría entender de qué habla Roxana al respecto en su párrafo séptimo.

    1. En los párrafos que siguen en su texto –octavo, noveno y décimo– mi colega se centra en ella misma –lo ha hecho parcialmente antes, sobre todo en el párrafo cuarto, aunque sin dejar de aludirme, puesto que es este un texto dirigido a mí–, y completa lo que sería toda una declaración de principios.
    2. En fin, si mi colega deseaba o necesitaba hacer una declaración tal, no creo preciso haberme mezclado en ello, puesto que nada de lo que dice guarda relación crítica con el artículo a mi firma que ya he referido.
    3. Lamento que haya empleado un recurso infortunado: me refiero al título de «Querida Esther» y a los primeros párrafos donde elogia mi ejercicio docente en el ISA y todo pretende disfrazarse de algo dicho desde una posición de respeto, hasta que la pluma toma confianza y, en buen cubano diríamos «coge vapor». Ya a la altura del párrafo seis la postura es, para decirlo con fineza, a lo menos desafiante.

Semejante argucia solo se vuelve contra quien la usa, en el ámbito de sus lectores, y contra el órgano que se presta a tal cosa, mientras la institución que él representa blasona –por cierto, desde la misma página y en la misma fecha– la necesidad de reconocer las jerarquías artísticas e intelectuales. El mismo órgano que, al solicitarle yo a su webmaster el derecho de réplica en su espacio, me ha respondido, en correo electrónico del propio día 22 a las 16:45: «Pensamos que lo puedes hacer en la misma publicación donde salió el texto que dio origen a la respuesta de Roxana Pineda. Saludos».

Como muestra de los tiempos interesantes que vivimos –para los cientistas sociales y los artistas, escenarios de privilegio–, período este en que se yuxtaponen cambios generacionales, culturales, sociales en el tejido de la nación que, a su vez, necesitan de formas de pensar y hacer la política; hace apenas unos días se realizó en el Instituto de Investigación Cultural «Juan Marinello» –por cierto, una de nuestras instituciones– un taller sobre la democracia. El salón estaba colmado de jóvenes.

Cada vez advienen estaciones mejores. El derecho a réplica es un derecho ciudadano, me corresponde hacer uso de él en el mismo espacio que ha dado lugar a la necesidad de la misma para que sus lectores tengan la ocasión de confrontar las diversas versiones. Eso también es cultura. Y en efecto, hay que ser cultos para ser libres.

29 diciembre 2020 31 comentarios
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