«Estoy algo ocupado, pero será un placer darte la entrevista, me gustaría poder dedicarte más tiempo», fue la respuesta de Daniel Ross Dieguez cuando me comuniqué con él. Eran días agitados, acababa de recibir la noticia de haber ganado el Festival de Cannes, un premio por su película La Espera, grito de resistencia de la cultura taína y guantanamera, de la cual el joven realizador es adalid.
«Yo soy un amante de la Cuba tradicional, de esa Cuba taína que se está perdiendo. Cuba es un vocablo taíno que significa tierra cultivada, tú le preguntas a muchos cubanos que significa el nombre de nuestro país y pocos van a saber. Es vergonzoso todo el patrimonio que hemos perdido, como el mismo nombre de Guantánamo que significa Ciudad entre Ríos.
»Quiero darle vida a la cultura de la que hemos salido. Hay que entender que las Américas que encontraron los españoles empezaron por aquí, por los taínos, y Cuba empezó por Guantánamo. En gran parte es a lo que quiero dedicarme a mi provincia sin perder la perspectiva de un cubano.
»Estuve durante 35 años, hasta el 2022 viviendo en Guantánamo, y todo lo que he hecho es dedicado a mi provincia. Aunque ya no estoy ahí, seguiré dedicándole mi obra. A Guantánamo le han quitado mucho de su patrimonio, incluso la misma capital. El Cemí es el símbolo Taíno de la ciudad de Guantánamo y hoy en día se encuentra en la Universidad de La Habana. Cuando entré a la Sala Montaner, me sorprendió ver las piezas de nuestro patrimonio que han sido saqueadas de las cuevas y se encuentran aquí. Hay otra pieza arqueológica de un gran valor arqueológico que es el Ídolo de Patana, que desde 1902 se encuentra en Estados Unidos. Todo esto me ha inspirado para mi próximo documental».
La primera producción audiovisual de Daniel, en el año 2010, titulada Necesitamos ser escuchados, era un documental sobre las tribus urbanas de roqueros del parque Martí de Guantánamo. «Este era un pueblo que llevaba más de 8 años con la casa de la cultura cerrada y lo peor era que la única recreación estaba en la plaza Mariana Grajales bastante peligrosa por el vandalismo.»
Aunque esta fue su obra novel, el amor por el cine viene desde los primeros años de su vida: «Yo prefería no salir los sábados para ver las películas que daban de 6 a 8 de la noche y luego ver la primera película del sábado en la noche. Quedé atrapado y empecé a ver cine más serio cómo La Séptima Puerta y De Nuestra América. Todos se iban a dormir y yo me quedaba viendo las películas en un televisor Krim, que era el que había en mi casa. Siempre me gustó el lenguaje poético del cine.
»Esa fue mi primera escuela, yo soy empírico de formación. Nunca he tomado un curso de cine, ni siquiera un mínimo de taller. Lo que hago es copiar la técnica y montar un algoritmo para poder contar y hacer la historia como quiero. Años más tarde, creé un estudio pequeño en mi casa que se llama StudioRoss DaRoDe que es con el que trabajo. Hoy sigo trabajando ahí, aunque se ha convertido en un espacio más grande, con set y todo lo que se necesita».
Aunque el cine ha sido el medio que ha elegido para expresarse, también se ha formado en otras ramas del arte y la literatura: «Soy pintor de formación y pasé también el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge, que me aportó mucho. Eduardo Heras León era una persona de la cual me siento orgulloso de haber sido su alumno. En el año que cursé el Onelio fue la última ocasión en que el profe Heras fue a Guantánamo, él siempre tendrá un espacio en mi corazón. Yo estoy muy ligado a la literatura, que me ha aportado técnicas que influyen en mi obra».
Unido a su trabajo de productor y creador, ha desarrollado, durante ya diez años, una labor como promotor del séptimo arte bajo el proyecto Cine Andante, una especie de cruzada fílmica que lleva a los rincones más intrincados de nuestra geografía las obras de los realizadores cubanos:
«Es un cine de comunidad que empecé con Adriel Bosch Cascaret, quien atiende audiovisuales por la Asociación Hermanos Saiz en la provincia. El objetivo era llevar las producciones de la muestra a las comunidades serranas, incluso comunidades de silencio en las que no entra la televisión y no hay electricidad, tenemos que proyectar desde un carro. Lo más impresionante de estos viajes fue una vez que llegamos a una comunidad que se llama Tacre, que está a la orilla de la farola. Los niños que estaban ahí no conocían ni a Elpidio Valdés en pleno 2010 o 2011. Eso es algo triste, pero pasa mucho en esas comunidades serranas».
La primera producción oficial de Daniel fue el Stop-Motion Todo Pasa, fue estrenado en Guantánamo en 2017. «Lo.envié también a La Muestra Joven ICAIC, esa muestra tan problemática para mucha gente», agregó. Sobre el resto de su obra relata: «Luego hice otro Stop-Motion a la par que realizaba mi primer cortometraje de ficción, La Noria. Este es un corto que me atreví a hacer con Regino Rodríguez Boti, nieto del poeta Regino Eladio Boti. Recibí mucho apoyo de él, y es además el actor de mi última película, La Espera, en la cual intento conectar con el corto, es un gran diálogo poético. Me gusta ver a los personajes desde esa soledad tan poética y hacer más llevadera la historia. Casi siempre mis producciones son historias desde la soledad un poco triste, que usan a la poesía y los colores para embellecerse. Me gusta colorear las historias para que no sean tan tétricas».
Aunque en su carrera ya se acumulan varias obras y reconocimientos, hacer cine en las condiciones actuales de Cuba es todo un reto, más aún, si se sale de la capital en la cual se encuentran las principales productoras. Sin embargo, para Daniel Ross, la clave para sortear estos obstáculos han sido sus amigos:
«Hago La Espera con todas las dificultades que conlleva hacer cine independiente cubano. Un largometraje es casi un sueño para mucha gente y yo esperaba que se me diera la oportunidad. Lamentablemente hubo un fondo de fomento para el que no puede ser seleccionado por la situación de la Covid en el 2021. Fui enriqueciendo la idea hasta que, a finales de noviembre, un amigo que iba a cruzar las fronteras a través de la ruta de los volcanes, me prestó sus equipos durante 4 días. Hablé con Regino Rodríguez Boti y me dediqué a hacer la película en esos 4 días lo más rápido que pude.
»En post Producción conté con la ayuda de mucha gente de Guantánamo, sobre todo de músicos que les gusta el changüí y las tradiciones locales. Usé a los amigos que tenía a mí alrededor para crear esta película que solo cuenta con cinco personajes. A pesar de las dificultades logré el filme que quería, yo trabajo solo y voy aprendiendo de lo que me sucede y del criterio de los demás».
La película refleja desde la subjetividad y el diálogo poético la identidad de Guantánamo y sus raíces taínas; una historia local que se abre al mundo a través de Cannes. Sobre el desafío de trascender las fronteras nacionales para visibilizar y distribuir sus obras comenta: «He mandado la obra a varios festivales en el extranjero desde Cuba, pero los pagos son imposibles. Muchas veces tengo que tirar de la bondad de los amigos y otras escribir a los festivales explicándole mi situación y esperar por si me quieren admitir. Yo me volví realizador independiente por la necesidad de contar las cosas y el deseo de hacer, a pesar de las dificultades. El financiamiento lo logro trabajando en cualquier cosa y reuniendo dinero para mis producciones.
»Yo no recibo mucho apoyo de productores independientes fuera del país. Soy empírico, creo que se cuestionarían por qué trabajar conmigo si pueden hacerlo con realizadores de la escuela de cine. El apoyo que he recibido de otros creadores ha sido gracias a la Muestra Joven ICAIC. De cierta forma he tenido que abrirme el camino por mí solo, lo que hace que tenga una forma de narrar diferente, mi forma de ver el mundo y mi creación es de alguien de Guantánamo, mi origen me condiciona».
El recién premiado cineasta también agrega que nunca ha pedido el apoyo del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, aunque no descarta cualquier relación de colaboración futura: «Si algún día muestran interés en ayudarme serán bienvenidos, sí no, no creo que sea un problema para seguir con mi obra».
La obtención de la estatuilla fue algo difícil.Se necesitó el apoyo financiero de muchas personas para lograr poder tener la estatuilla en sus manos. «Este no es solo un premio mío, sino de un grupo de amigos», recalca.
Sobre el futuro de La Espera en Cuba, pues solo aspira a seguir trabajando: «La película aún no ha ido a ningún festival cubano, voy a inscribirla en Gibara. Solo me queda esperar a que tenga suerte. Mi meta es seguir con la corriente, no me voy a mortificar si alguien no quiere estrenar mi película. Yo seguiré trabajando sin tratar de ofender a nadie. Mientras tenga una cámara en mis manos seguiré produciendo».