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Domingo Amuchastegui

Domingo Amuchastegui

Economista, historiador y analista

Poco

Poco, tarde y enredado

por Domingo Amuchastegui 3 agosto 2022
escrito por Domingo Amuchastegui

En el 9no período de sesiones de la Asamblea Nacional de Cuba, celebrado a finales de julio, se anunciaron numerosas medidas con la intención de influir en algo sobre el modelo económico imperante. El presidente Díaz-Canel, en una intervención del 21 de julio ante la Comisión de Asuntos Económicos, precisó: «Todo lo que vayamos a hacer, será siempre salvando el socialismo, no vendiendo ni privatizando el país; podemos tener ahora privaciones y carencias, pero tenemos dignidad humana y seguridad para vivir, así como conquistas sociales que permiten un acceso gratuito a la Salud y la Educación, para todos, sin distinciones». Con permiso de Díaz-Canel, algunas precisiones se imponen:

Empiezo por comentarle que todo el lenguaje empleado —como se ha venido haciendo desde el VII Congreso— resulta en extremo enredado, difícil de comprender hasta por especialistas; una suerte de neolengua cantinflesca de la que se dificulta aprehender el núcleo central de cada frase o medida y, para colmo, saturada de triunfalismo. No es solo mi criterio, sino el de no pocos economistas y sociólogos. Me limito a citar el juicio responsable de un conocido sociólogo y economista, Carlos García Pleyán, quien ha subrayado: «Es sorprendente y preocupante el nivel de abstracción o la falta de concreción» presente en la mayoría de los documentos presentados.

Si por socialismo entendemos el inoperante modelo de estatización absolutista  y de monopólica gestión económica, de escaso parentesco con las ideas de Karl Marx y mucha imitación de las aberrantes fórmulas del estalinismo, agotado ya hace décadas, podemos decir con certeza que ese modelo no merece ser salvado. Las privaciones y carencias han alcanzado un nivel en extremo crítico —como nunca antes—, y eso incluye a los simbólicos servicios de salud y educación, buenos ejemplos del pasado distante.

Nadie sugiere vender ni privatizar el país, aunque sí introducir una remodelación integral del presente modelo y sus chapisteos de hace apenas un año. Se trata de una remodelación multi-estructural, con amplios espacios para los sectores de propiedad privada, inversión extranjera, mixta y estatal; mas no para las calendas griegas, la urgencia se transforma en imperativo a muy corto plazo dada la caótica situación existente.

No creo que chinos y vietnamitas hayan vendido ni privatizado sus países. El socialismo de mercado en una sociedad multi-estructural, es un recurso válido y exitoso en estos tiempos sin apadrinamientos tutelares a lo soviético y en pleno apogeo de la globalización.

En este punto, vale traer a colación lo que no pocos economistas cubanos en la Isla gustan citar pues le reconocen más audiencia y credibilidad: Silvio Rodríguez, el cantor por excelencia de la Revolución cubana, quien ha sido preciso al destacar: «Mi opinión personal es que las experiencias de China y Vietnam son lo mejor hasta ahora: gobiernos socialistas, dirigiendo economías capitalistas. No estoy de hablando de calcar, sino de interpretar. Para mí es obvio que Cuba necesita revolucionar la Revolución».

Poco

Para mí es obvio que Cuba necesita revolucionar la Revolución. (Foto: Twitter @elpce)

¿Son las 75 medidas anunciadas la remodelación integral que al país urge? ¡Muy lejos de ello! Es cierto que se anuncian avances en materia de flexibilización de la importación por personas naturales con carácter no comercial (a lo que el Estado estuvo opuesto por más de tres décadas). Así habrá de fluir la pacotilla de no pocos bienes de consumo con más libertad y costos menores para familiares y amigos en Miami y otras latitudes de la emigración cubana, que en menos de un año agrega ya 160 000 personas más.

Otro ángulo no menos positivo, es la formación de un nuevo mercado para la compraventa de divisas, lo que deberá ampliar en medida considerable el sector y actividades vinculados a este proceso, que amplía los niveles de dolarización (aunque ello se niegue por los medios oficiales) tanto para cubanos como para visitantes. Todavía no se han anunciado los tipos de cambio, pero ya ha llegado a su fin el arbitrario e insostenible recurso oficial de 24×1, en tanto en los mercados informales el cambio ha oscilado en 120×1.

No menos importante es el propósito —tantas veces anunciado desde hace décadas— de identificar todas las posibilidades para incrementar los ingresos en divisas e impulsar las producciones nacionales, industriales y agro-pecuarias y procurar el equilibrio financiero del sector presupuestado. Optimismo rampante para un país que muy poco hace para ingresar divisas, superar los déficits presupuestarios que se acumulan, con más de 500 industrias en franca bancarrota por décadas y el grueso de las restantes —como destaca en un trabajo bien documentado el economista José Luis Rodríguez—, clasificadas  como «sin avance»  o «avance bajo» desde hace décadas.

Brillan por su ausencia políticas y medidas que liberen a una agricultura completamente estancada por las políticas y mecanismos estatales que sigue imponiendo el Estado a los diversos sectores agrícolas (privado, UBPC, cooperativas), por medio de los mecanismos monopolistas que se siguen aplicando por intermedio del nefasto mecanismo de Acopio. Esto sigue erosionando directamente a cuatro de los pilares más apremiantes de la crisis en su situación actual: desayuno, almuerzo, comida y precios (inflación desbocada).

¿Cuántas medidas se promulgaron hace años para liberar las UBPC y dónde fueron a parar? A un fracaso estrepitoso, oficialmente reconocido. ¿Y dónde ha ido a parar la «racionalización» de la industria azucarera del 2002? Al peor desempeño en su historia.

Poco

¿Y dónde ha ido a parar la «racionalización» de la industria azucarera del 2002? Al peor desempeño en su historia. (Foto: Oscar Alfonso Sosa)

Otros aspectos clave, cuya ausencia o tratamiento completamente superficial son inexplicables en estas medidas, son los siguientes:

Deuda Externa: el tema es tratado como algo marginal y poco importante, pese a que Cuba logró a mediados de la década pasada la negociación más exitosa que ningún otro país en la etapa (gracias a las expectativas que despertó la coyuntura fallida de la normalización de relaciones con EE.UU.). Pero, como apunta con su buen tino, el economista Juan Triana: «Lamentablemente fue mal aprovechado, y hemos vuelto a caer en una situación insostenible. La deuda eleva el riesgo país, daña las finanzas y enturbia el ambiente de negocios, eleva el costo financiero de cualquier operación mercantil».

Son múltiples los casos de pésima gestión y falta de profesionalismo que ha desembocado en materia de financiamientos, inversiones y proyectos. Se pregunta Triana en este orden de cosas: «Alguien ha sido sancionado por eso, por contribuir a que Cuba pierda miles de millones para su desarrollo? O nos ponemos a tono con el mundo o nos quedamos fuera de él».

Inversión extranjera: se continúa anunciando la cartera de oportunidades desde hace una década, con proyectos evaluados en 3000 o 5000 millones de dólares. El caso que le hacen las grandes empresas, capaces de aportar capital y tecnologías, brilla por su ausencia; a excepción de algunos sectores como: ron, tabaco, níquel y turismo ¿Cuántos se han logrado instrumentar o poner en práctica? Se cuentan hasta ahora poco más de 285 proyectos establecidos, casi todos con empresas extranjeras pequeñas o medianas, excepto algunos que se localizan en la ZDEM (Mariel), en la que operan cuarenta y nueve proyectos y veintinueve reinversiones.

La ZEDM es un proyecto que apenas logra despegar hasta hoy. Ejemplo elocuente es que en el primer semestre del 2022 únicamente se concretaron nueve negocios por veinte millones. Entre 2020 y 2021, solo cuarenta y siete negocios fueron aprobados, pero exclusivamente veinticinco de ellos se han establecido. Todas estas cifras son de una indigencia enorme, con escasa gravitación sobre el desarrollo del país.

El proyecto de dar luz verde a la inversión extranjera en asociación con las MPYMES viene —como es habitual— acompañado de muy diversas restricciones, incluyendo la prerrogativa del Estado de determinar cuáles son las prioridades que le interesan y cuáles no, lo que —una vez más— amarra las manos de las MPYMES en su articulación efectiva con el sector externo. El ministro de Inversión Extranjera y Comercio Exterior, Rodrigo Malmierca, promete nuevamente actualizar la legislación vigente (Ley de Inversión Extranjera del 2014) a «fin de eliminar obstáculos» que limitan el acceso a la inversión extranjera, noción con la que vienen especulando desde hace ocho años sin efectos positivos hasta el momento. El propio Malmierca debió reconocer el pasado diciembre que los resultados deseados «no han sido alcanzados».

La crisis energética por la que atraviesa el país fue objeto de algunas observaciones e ideas de menor importancia (que las personas compren equipos de energía solar, que ni el Estado mismo tiene suficientes para cubrir sus necesidades, o el uso más generalizado de biocombustibles). No hubo un debate medular que indicara el camino. Plantea con razón el economista Triana: «¿Acaso para crecer no hace falta tener un sector energético sólido, moderno, eficiente y estable? Entonces cómo se resuelve la ecuación pollo versus kilowatt/hora?». Conclusión elemental: simple y llanamente, sin semejante sistema, la totalidad del funcionamiento económico y social se estanca, se degrada, paraliza y tiende a colapsar.

El sistema electro-energético nacional (SEN) de Cuba continúa descansando —desde hace más de cinco décadas— en veinte termoeléctricas (y apenas un 5% aportado por otras fuentes). Sin temor a equivocarnos, se puede afirmar que todas ellas, que eran un montón de cacharros de viejas tecnologías ya en el momento de su instalación por la Unión Soviética, hoy están degradadas en extremo.

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Se puede afirmar que todas las termoeléctricas, que eran un montón de cacharros de viejas tecnologías ya en el momento de su instalación por la Unión Soviética, hoy están degradadas en extremo. (Foto: Néster Núñez)

Incluso las menos viejas, como Felton, Guiteras y Cienfuegos (tras su remodelación capital aportada por el chavismo), ya se han sumado a este desastroso estado. Excelente juicio al respecto proporciona el experto en la materia y conocedor directo del sistema cubano, Jorge Piñón, al razonar lo siguiente:

«When you keep running the equipment past its capital maintenance scheduled it falls into a downward spiral with no short-term solution» y advierte: «The announced scheduled blackouts are not insolidarity but rather a necessity to avoid a possible total collapse of the system». («Cuando el equipo sigue funcionando más allá de su mantenimiento capital programado, cae en una espiral descendente sin solución a corto plazo» y advierte: «Los apagones programados anunciados no son en solidaridad, sino una necesidad para evitar un posible colapso total del sistema»).

Es cierto también que Cuba ha acudido a Rusia en repetidas ocasiones en los últimos veinte años en búsqueda de las tan necesitadas modernizaciones capitales y nuevas plantas, encontrando solo promesas incumplidas hasta hoy; es verdad que el chavismo prometió villas y castillosen este terreno y apenas cumplió con la reparación de la termoeléctrica de Cienfuegos; y que los chinos han hecho —hasta ahora—, mutis por el foro en tan sensible tema.

No menos importante es destacar que en julio del 2016, Cuba firmó un memorándum de entendimiento con la firma alemana Siemens AG. De acuerdo a este documento, Siemens —en coordinación con las autoridades cubanas—, acometería el desarrollo de proyectos y provisiones de servicios en la generación de energía, transmisión y distribución; proyectos de energía renovable y automatización, además de aportar tecnologías para el suministro de energía y «futuras plantas de energía en Cuba».

Parecería sensacional, pero las autoridades de la Isla no han explicado hasta hoy por qué no se instrumentó semejante acuerdo. Lo mismo —si bien en menor medida— ha ocurrido con firmas británicas y españolas (parques eólicos con 100% de propiedad extranjera). Y, nuevamente, todo se diluyó en el tiempo por la pésima gestión empresarial a la que aludía Triana.

En abril del 2018 se anunciaba un posible acuerdo con la empresa francesa Total S.A. con vistas a re-gasificar (LNG) su SEN por semejante movida hacia el rediseño de una nueva política energética. El especialista Piñón congratulaba a los cubanos por semejante iniciativa. Cuatro años más tarde, ni un solo paso en esta dirección se había dado por Cuba, ni tampoco una explicación coherente. Y así llegamos al presente, donde presenciamos el cuasi colapso del SEN insular. Así se paga ahora este pésimo desempeño en materia de negociación y captación de IE, de capital y tecnologías.

Con estos antecedentes, la conclusión más atinada es la que el reconocido economista Humberto Pérez —asesor económico de Raúl Castro en otros tiempos, miembro del Buró Político y presidente de la Junta Central de Planificación entre 1970 y 1986—extendió en carta personal a Alejandro Gil Fernández, actual ministro de Economía y Planificación:

«Sólo te auguro, sin demasiado riesgo de fallar en este vaticinio, y deseando fallar, que veremos pasar el tiempo con un “cuartico que se mantendrá igualito” en lo fundamental, que nos llevará a valorar a estas 75 medidas actuales como un acumulado más de medidas insuficientes que nos conducen a un gran esfuerzo burocrático, pero que lo hoy aprobado, aunque puede renovar por el momento algunas esperanzas, no ha sido más que “más de lo mismo”, con la consiguiente pérdida sucesiva de cuotas de la confianza política que aún mantiene el gobierno entre la población». 

3 agosto 2022 22 comentarios 1.497 vistas
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Petro

Petro, Boric, los otros y Cuba

por Domingo Amuchastegui 23 julio 2022
escrito por Domingo Amuchastegui

El espacio geoestratégico de América Latina y el Caribe se estremeció en 1959 con el triunfo de la Revolución Cubana, seguida de cuanto revés guerrillero quiso imitar ese camino. En 1970 una vía diferente, con algunas afinidades con la Isla, se estrenaba en Chile para ser sofocada brutalmente. Algunos años después, para sorpresa de muchos, el triunfo guerrillero de los sandinistas sacudía a Centro América. Casos no menos singulares, serían los de Panamá (Omar Torrijos) y Perú (Juan Velasco Alvarado), caracterizados con frecuencia como «nasseristas».

En estos y futuros casos, la hostilidad y agresiones por parte de EE.UU. no se hicieron esperar. Desde Bahía de Cochinos y la Crisis de Octubre hasta las invasiones de República Dominicana o Granada; desde el recurso del golpismo militar en cadena hasta la invasión de Panamá. Por su parte, en Venezuela, y por vía electoral, ganaba el gobierno un bloque de izquierdas encabezado por Hugo Chávez, originándose así lo que conocemos como chavismo, en alguna medida vinculado al proceso cubano, aunque no a su modelo.

Hoy, bajo los efectos de una «oleada rosada» —bautizada así por los medios en Occidente—, sorprenden las victorias electorales con variados tintes de izquierda, de muy diferentes inclinaciones y proyectos. ¿Victorias comunistas o de extrema izquierda? Ciertamente ninguna de ellas lo es. Con la victoria de Gustavo Petro en junio y la próxima, en octubre, de Lula da Silva en Brasil,  la «oleada rosada» eleva el pánico en sectores dominantes del continente y en no pocos asesores del presidente norteamericano Joe Biden, pues ni siquiera con una izquierda moderada pueden quedar satisfechos y comportarse de forma tolerante.

¿Parentesco con los precedentes cubano y venezolano? Muy lejano y muy limitado. Tal vez en algunas experiencias provechosas o con algunos niveles de colaboración bilateral en esferas como salud y educación y algún proyecto económico, como el acometido por Brasil en la construcción de la ZEDM o la industria azucarera y la energía.

¿Ideologías o programas siguiendo los patrones de Cuba y Venezuela? Ni remotamente. Sus orígenes y proyectos actuales tienen y tendrán raíces muy propias y diferentes, nada dependientes de alianzas o apoyos de Cuba o Venezuela;  y nada de imitaciones estériles en el contexto actual. Sus proyectos de reformas se ajustarán a sus posibilidades reales, contextos específicos, alianzas políticas internas, a las correlaciones de fuerza en cada parlamento, a las alianzas internacionales que cada uno pueda articular. No es lo mismo Castillo en Perú, Boric en Chile o el mismo Petro. Segunda Cuba no habrá, por seguro. Chávez y Lula lo probaron pese a sus mayorías electorales en los albores del siglo XXI. Es lógico que así sea.

Petro

La «oleada rosada» eleva el pánico en sectores dominantes del continente. (Foto: israelnoticias)

De cómo reaccionó y se condujo Fidel Castro ante aquellos movimientos puedo dar testimonio responsablemente. En todos y cada uno de los casos mencionados anteriores a la «oleada rosada», desde el comienzo de cada uno de ellos, lo primero que razonó Fidel con los dirigentes de esos movimientos fue algo categórico y válido: ¡NO HAGAN NADA DE LO QUE HICIMOS NOSOTROS! Advertía así la singularidad del caso cubano y de las alianzas internacionales que lo sustentaron e insistía que cada uno debía asumir su propio camino.

Sería un disparate de proporciones olímpicas tomar la ruta de las copias o las imitaciones; ni arremeter con críticas, dudas o cuestionamientos a lo que Boric, Castillo o Petro hagan o dejen de hacer. Lula sabe perfectamente por dónde debe ir su agenda pues se trata de un regreso victorioso, mucho más cómodo que el de Petro y tiene mucho que reparar de los extremismos de derecha y abusos del presidente Bolsonaro. Al igual que el chavismo de Maduro rectifica ahora no pocas medidas anteriores y trata de conciliar una posible normalización con Washington, alentado por las múltiples derivaciones del conflicto Ucrania-Rusia.

¿Qué puede significar todo esto para el gobierno cubano? Primero que todo, que hay mucho que aprender de los componentes de esta «oleada rosada». Que la diversidad política y los desafíos electorales pueden asegurar igualmente victorias merecidas, más allá del monopolio absolutista y autoritario del poder por más de sesenta años, aferrados a un modelo que aportó algunas soluciones claves en sus primeras décadas, pero que hoy está agotado probadamente.

Asimismo, que se crea una coyuntura hemisférica muy diferente, favorable a Cuba desde diferentes perspectivas, en un marco flexible de colaboración Sur-Sur en el que vienen insistiendo ya hombres de la estatura política de Lula, Petro y otros. La solidez y horizontes de la CELAC (Conferencia de Estados Latinoamericanos y del Caribe), se refuerza como nunca antes, con amplios horizontes para la colaboración bilateral y multilateral y mayor capacidad de contención a los desafueros y acciones de fuerza de parte de EE.UU. hacia el Sur.

Y, finalmente, que esta «oleada rosada» de hoy no naufrague en reveses y fracasos —como ha sido el caso de Venezuela en años recientes—, que la eficiencia en cada uno de sus modelos deje un legado de desempeño exitoso y capaz de asegurar procesos de continuidad electoral, de alianzas internacionales que neutralicen las abusivas prácticas de EE.UU., máxime cuando para noviembre del 2024 probablemente tendremos que lidiar con un regreso vengativo del trumpismo a la presidencia en Washington.  

23 julio 2022 32 comentarios 1.253 vistas
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Fuego

Jugando con fuego

por Domingo Amuchastegui 24 junio 2022
escrito por Domingo Amuchastegui

Nos acercamos al primer aniversario de los acontecimientos del 11 de julio que, sin lugar a dudas, impactaron profundamente a la totalidad de la estructura de poder en Cuba, lo que incluye sus niveles de legitimidad, tanto a lo interno como en el plano internacional. Se ha discutido hasta hoy sobre las causas de estos acontecimientos, con puntos de vista polarizados en torno a dos razonamientos esenciales:

a. Lo ocurrido fue un estallido social espontáneo, derivado de la agudísima crisis económico-social que vive el país y la persistente renuencia por parte de la dirigencia a acometer un profundo e integral replanteo de un sistema inoperante desde hace décadas;

b. Lo ocurrido fue un estallido orquestado y financiado desde EE.UU., «la culpa», como ha sido siempre, «es del imperialismo».

No es poco lo que adeuda EE.UU. en materia de hostilidad, subversión y agresiones. Es una dimensión que no puede ser ignorada, lo confirman sesenta y tres años de semejantes prácticas y es bien conocido. Pero —y este es un gran pero, como acostumbro a decir—, la responsabilidad de lo acaecido el 11 de julio recae, desde hace décadas, en la obstinada política de mantener el sistema tal cual funcionó en los primeros tiempos de la Revolución y sus alianzas internacionales de entonces, máxime cuando tal inmutabilidad se manifiesta en una época en que la dirigencia que reemplazó a Fidel Castro carece del talento, audacia, creatividad, legitimidad y atributos de este.

Si se aceptara que lo ocurrido el 11-J fue obra de la política de EE.UU. y sus replicantes de Miami, le estaríamos haciendo un enorme reconocimiento y favor a estos dos factores luego de sesenta y tres años de sostenidos fracasos. Sería un mérito más que inmerecido.

El pasado 1ro de Mayo pudo el gobierno cubano mostrar todavía un aparente apoyo de masas, cosa que lejos de darle sustento para acometer más profundas transformaciones del fracasado modelo, desató una ola de triunfalismo (algunos lo llaman triunfalismo defensivo) mediático que muy poco o nada tiene que ver con el agravamiento de la crisis económico-social y política que sigue erosionando la hegemonía del sistema.

Una vez más el gobierno echa mano a las respuestas represivas —así lo demuestran el recién aprobado Código Penal y las exageradas sanciones penales a un elevado número de detenidos el 11-J—, como contraparte inoperante para aplacar y superar dicha crisis.

Mientras, un sinnúmero de intelectuales cubanos provenientes de diferentes esferas —unos más viejos y otros más jóvenes pero siempre leales a la Revolución— han venido insistiendo en publicaciones, blogs y entrevistas en dos cuestiones capitales: a. Que la responsabilidad principal por el 11-J recae en la persistente y empecinada posición gubernamental de no emprender las transformaciones indispensables y b. Que de no acometer tales cambios, la experiencia del 11-J puede repetirse en algún momento relativamente cercano.

Fuego

La experiencia del 11-J puede repetirse en algún momento relativamente cercano. (Foto: El Mundo)

Con mucha claridad, Félix Sautié ha advertido recientemente en su blog acerca de los peligros de un nuevo estallido social, pero centrando los problemas en los pésimos niveles de gestión de las autoridades gubernamentales y su burocracia.

De nuevo permítaseme parafrasear dos ideas claves de Fidel Castro: a. El socialismo no sirve ni para nosotros mismos (famoso testimonio a un periodista norteamericano) y b. La situación se caracteriza por una batalla de ideas. Pregunto, primero: si Fidel consideraba al socialismo como era entendido en esos tiempos de fines de los 80 del siglo pasado, como algo superado o desfasado, ¿qué se hizo para superarlo? Muy poco o nada. Y segundo: si Fidel planteó que la batalla de ideas era esencial en la nueva situación, creo que no se refería a echarle mano a un asfixiante Código Penal, acciones policiales y sanciones aparentemente legales y reservadas solo para crímenes mayores, que no es el caso con el estallido, ¿qué tiene que ver esto con la confrontación de ideas? Nada; simplemente todo lo contrario.

La canción Patria y Vida, que nació entre los integrantes del Movimiento San Isidro, pese a su relativo impacto mediático en las redes sociales y a que fuera premiada con un Grammy; en poco tiempo agotó su posible potencial movilizador. Hoy nos enfrentamos a experiencias muy diferentes. Por ejemplo, Amelia Calzadilla, una mujer joven, madre de tres hijos e hija de revolucionarios, que con enorme fuerza y energía, salida de la nada, ha logrado producir un impacto sin precedentes, nacional y en medios internacionales, mediante un uso inteligente de las redes sociales.

Ella grabó y difundió una enérgica, breve, concisa y demoledora presentación de la situación actual en que vive la mayor parte de los cubanos en la Isla. Parecerá a algunos algo poco trascedente, mientras que los medios oficiales en Cuba procuran restarle importancia, denigrándola. Ambos se equivocan.

Su repercusión ha sido enorme, incalculable. Nadie en la disidencia financiada por EE.UU. —como destaco siempre—, ha tenido el impacto, resonancia y apoyo que tan breve declaración ha conseguido en el escenario político de Cuba. La razón es una: interpretó correctamente las agonías diarias de la gran mayoría, de sus reclamos elementales; en tanto su índice acusador no se dirige a dirigentes subalternos, sino a las más altas instancias.

Supo desatar una oleada de simpatía y apoyo. ¿Podrá traducirse en algo más orgánico y movilizador? Probablemente no, pero ello no debe en lo absoluto restarle importancia. ¿Influirá más directamente sobre los diseños de reforma del gobierno? No puede pasarse por alto ni subestimarlo.

Suenan ya las alarmas como nunca tras el estallido del 11-J. Bien pudiera ser un simple chispazo, pero no olvidemos aquello de que «una chispa puede encender la pradera» (para no olvidar una famosa frase) y cabe agregar: mucho más cuando pronósticos muy serios apuntan a una posible repetición o algo similar a lo del 11-J. ¡No se puede jugar con fuego!

24 junio 2022 13 comentarios 1.650 vistas
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Cumbre

Una cumbre muy conflictiva

por Domingo Amuchastegui 18 mayo 2022
escrito por Domingo Amuchastegui

La próxima Conferencia Cumbre de las Américas (junio 6-10), va camino a convertirse en una muy conflictiva reunión de los países del hemisferio occidental (Latino América, Caribe y Norteamérica). Son dos los motivos: el primero y más candente, es la decisión de la administración Biden de excluir de su participación en la misma a Cuba, Venezuela y Nicaragua; el segundo, una agenda no menos conflictiva.

Fundada en Miami (1992) bajo los auspicios de la diplomacia de Washington y su dócil instrumento, la Organización de Estados Americanos (OEA), en sus inicios se forzó la exclusión de Cuba de semejante foro. Pero, entre las cumbres de Port of Spain y Panamá, se plasmó un cambio importante impulsado por la administración demócrata encabezada por el presidente Obama. Este y Raúl Castro se encontraban en Panamá y con ello se consolidaba la incorporación de Cuba a la Cumbre de las Américas. Ni siquiera la administración Trump trató de revertir la incorporación de Cuba a la referida Cumbre.

Sin embargo, el que fuera vicepresidente con Obama y validara igualmente la decisión de incorporar a Cuba a la Cumbre de las Américas, se propone ahora excluir a la Isla y suma a otros dos estados: Venezuela y Nicaragua. Parece que la administración Biden pierde de vista que estos no son los tiempos de la OEA, que santificaba la expulsión de Cuba entre sus conferencias de San José y Punta del Este, así como las intervenciones de EE.UU. en Guatemala (1954), República Dominicana (1965), Granada (1983) y Panamá (1990),  o las salidas golpistas de Guatemala (1963), Argentina (1962 y 1970), Uruguay (1973),  Bolivia (1964, 1969 y 1971), Chile (1973) y Honduras (2009), entre otros actos hostiles.

Igualmente, pierde de vista que soplan vientos políticos muy diferentes en el hemisferio. Las elecciones de Chile, Perú y Honduras; el regresos del MAS en Bolivia y de la vertiente más a la izquierda del peronismo en Argentina, junto a las potenciales victorias de similares vertientes en Colombia y Brasil, así lo confirman. No obstante,  la diplomacia norteamericana, y ahora Biden, se mantienen sordos y ciegos frente a esta realidad.

No se percatan siquiera de que nuevos aires soplan en México, donde la primacía histórica del PRI y su alternancia con el PAN han quedado atrás por el éxito de MORENA y su dirigente, el actual presidente López Obrador (AMLO), factor que viene a desempeñar en este crucial momento un singular papel de cara a la próxima Cumbre.

Cumbre

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, dijo que no asistirá a la cumbre si el gobierno de Biden no invita a los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela. (Foto: Erin Schaff/The New York Times)

López Obrador ha sido claro y terminante: las exclusiones de Cuba, Venezuela y Nicaragua son inadmisibles. De producirse una acción unilateral y discriminatoria, él no tomará parte de dicha Cumbre, lo que ratificó durante su reciente visita a Cuba. AMLO ha enarbolado con fuerza y claridad los fundamentos de la conocida Doctrina Estrada (definida por México en 1930, bautizada con el nombre de su secretario de Relaciones Exteriores, Genaro Estrada, y reconocida internacionalmente como instrumento válido en las relaciones entre Estados).

La UK Encyclopedia of Law destaca su concepto capital:  «The recognition of states should be based on its de facto existence, rather than on its legitimacy». Por esto México nunca rompió con Cuba, aunque en tiempos de Adolfo López Mateo (1958-1964), insistiera en la incompatibilidad del sistema establecido en la Isla con los principios hemisféricos imperantes.

En el contexto actual, AMLO no es una excepción. Posición similar ha sido asumida por el presidente de Bolivia, Luis Arce, en tanto los países del CARICOM expresan su desacuerdo con semejantes exclusiones luego de varias visitas recientes de sus jefes de Estado a La Habana. La CELAC se ha expresado en idénticos términos. Y hasta el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha anunciado —con otras miras— que no asistirá a la controvertida reunión. Pronunciamientos similares son esperados por parte de Chile, Perú y Argentina.

A la altura de mediados de mayo, el subsecretario de Estado de EE.UU. para el Hemisferio Occidental, Brian Nichols, argumentó que esos países (Cuba, Venezuela y Nicaragua) «no respetan la democracia» y manifestó que existe «poca posibilidad» de que se les invite. La Casa Blanca no ha hecho todavía el anuncio oficial en materia de invitaciones, pero varios de sus voceros oficiales han sugerido la segura exclusión.

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Brian Nichols (Foto: Reporte Latinoamérica)

De proceder a esta medida, Biden podría enfrentar su más importante revés en materia de relaciones hemisféricas. Si lo hace, un extenso consenso coincide en señalar que intenta con ello ganarse el voto latino y cubano, en particular en la Florida, para las próximas elecciones de medio término (noviembre 2022) y las presidenciales (2024).

Dicho posible revés se ve agravado por enfrentamientos en la definición de la agenda —todavía no anunciada—, donde se vislumbran fuertes debates en temas polémicos, como inmigración, comercio, inversiones, narcotráfico, finanzas, fuentes de energía, el punto relativo a una posible unificación monetaria para LAC —que viene presentada en la plataforma de Lula da Silva en las venideras elecciones brasileñas—, y cómo contrarrestar la creciente influencia económica de China y Rusia.

Es incuestionable que desde hace décadas la presencia de EE.UU. en el hemisferio occidental se ha debilitado en apreciable medida, razón por que diversos analistas insisten en la necesidad de recuperar el terreno perdido. Con costosas torpezas, como la que al parecer se propone la administración Biden, seguirán disminuyendo las posibilidades para una efectiva recuperación de dichas relaciones y se echan por la borda los pasos positivos que iniciara el presidente Obama y truncaran brutalmente Trump y su equipo.

18 mayo 2022 33 comentarios 1.597 vistas
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Agricultura-Cuba

De agricultura, azúcar, ganadería y otros temas

por Domingo Amuchastegui 6 abril 2022
escrito por Domingo Amuchastegui

Recién he leído un par de análisis excelentemente documentados del Dr. en Ciencias Juan Triana Cordoví, uno de los mejores economistas de Cuba según mi criterio. Al aludir a la industria azucarera y su situación actual, escribe: «Escuchar que hoy, muchos años después, vamos a “recuperar”, “salvar”, la industria de la caña de azúcar, me produjo sentimientos encontrados: Vergüenza y rabia, rabia y vergüenza». ¡Cuánta razón le asiste! Y tales reacciones se extienden por igual si analizamos la agricultura, la ganadería y otros temas.

No pretendo incursionar en los ángulos técnico-científicos de estos asuntos, sino en el complejo de relaciones económico-sociales y políticas que, a mi modo de ver frustraron, una y otra vez, década tras década, las inversiones, innovaciones y empeños que pretendían la mayor prosperidad posible y que desembocaron, una y otra vez, en sonados fracasos. Examinemos ese complejo de relaciones que pueden ayudar en alguna medida a comprender mejor los análisis de Triana.

1. La Primera Ley de reforma agraria se basaba —fuera de aquellos campesinos que optaron por el cultivo individual de sus parcelas— en un ordenamiento de cooperativas con amplísimas facultades y poderes (Véanse la referida ley y la obra de Lisandro Otero: Zona de Desarrollo Agrario) cuyos éxitos iniciales ratificaban el atinado curso de semejante disposición. Los cooperativistas (un caso fue el de la cooperativa Hermanos Saíz) percibían ganancias como nunca antes.

Muy pronto se frustraría este proyecto. Un año más tarde —segunda mitad de 1960— se produjo una estatización abrumadora que borraba el modelo positivo del año anterior. Se implantaron dos instrumentos que significaron un desastre mayúsculo: La suplantación de las cooperativas por Granjas del Pueblo (propiedad estatal total), y la anulación casi completa de las relaciones de mercado por ese engendro monstruoso conocido como ACOPIO.

Un argumento esgrimido con insistencia por parte de casi todos los dirigentes del viejo Partido Socialista Popular (PSP), era que los campesinos de las cooperativas iban en camino a convertirse en los kulaks (campesinos ricos) de nuestra realidad y constituirían la base social de la contrarrevolución que ya surgía por todas las provincias.

Este giro a la estatización autoritaria contribuyó en no poca medida a nutrir la base social de la contrarrevolución. Baste señalar un par de ejemplos: a. Los alzados del Escambray estaban inseparablemente condicionados a los abusos y extremismos del Comandante Félix Torres (filiación PSP); y b. La más numerosa evidencia de alzados se observa en Matanzas y tuvo su eco más sonado en el estallido social ocurrido en Cárdenas; en lo cual tuvieron particular responsabilidad los abusos y extremismos de Julio Suárez (Restano) y Calderío (El Abuelo), los dos miembros del PSP.

En 1963, la Segunda Ley de reforma agraria —más allá de algunos beneficios en materia de asignación de nuevas tierras a las Granjas del pueblo y agricultores pequeños—, reforzaba dichos mecanismos de estatización absolutista.

Agricultura-Cuba

(Foto: Fidel, soldado de las ideas)

2. A fines de los años sesenta del siglo pasado, se instauró un proyecto bautizado como «Cordón de La Habana» en referencia a la creación de una zona de cultivos —incluido el café Caturra—, con la que se pretendió garantizar la alimentación más estable de la Capital. Fue un enorme fracaso que culminó en el primer gran escándalo —en voz baja— de corrupción organizada por parte de los dirigentes encargados del proyecto.

3. El esquema antes descrito prevaleció durante treinta años, momento en que se produjo el abandono del modelo de Granjas de pueblo por otro conocido como Unidades Básicas de Producción Agro-Pecuaria (UBPC).

Todos los que trabajaron en este nuevo modelo —que supuestamente regresaba a las cooperativas—, propusieron la entrega de la propiedad de la tierra a las nuevas UBPC; sin embargo, Fidel se negó rotundamente y dejó sobre las mismas no solo el endeudamiento que adquirieron (nacían con una pesada carga), sino todas las injerencias y controles de los tiempos en que eran granjas estatales. A tenor con ello, el resultado fue igualmente un sonado fiasco (con particular impacto en la producción de caña de azúcar, alimentos y producción pecuaria).

Más de veinte años después se introdujo un paquete de reformas encaminadas a remodelar el funcionamiento de las UBPC. ¿Sirvió de algo? Evidentemente no, pues todavía están repensando qué hacer con las UBPC.

4. Por otro lado, el sector minoritario de agricultores privados agrupados en verdaderas cooperativas, denominadas de Créditos y Servicios (CCS), siempre demostró ser el único sector agropecuario realmente productivo del país. Si bien representaba apenas el veinte por ciento de los agricultores, eran los únicos en generar dos tercios del total de la producción agrícola anual… Si el criterio valorativo de la verdad es la práctica, ¿cuál debería ser la conclusión después de más de sesenta años?

5. El propio Raúl Castro se refirió hace algún tiempo a un ejemplo en extremo elocuente: Vietnam no producía café y Cuba le aportó técnicos y experiencias. Años más tarde, Vietnam era ya un importante productor-exportador de café a escala mundial, en tanto en Cuba el aromático grano está casi desaparecido. Raúl Castro prometió leche y ¿dónde está si no es importada? La famosa proposición: «Vamos a tomarnos un café a la esquina», desapareció ya del vocabulario cubano… para no hablar de la carne de puerco y las viandas más habituales de nuestra restringida dieta. El propio Triana reflejaba claramente tales escaseces en su artículo «Mi reino por un boniato».

Algo parecido pudiera decirse de una isla rodeada de mar, donde comerse un pescado es algo olvidado y hoy prácticamente imposible dada la nueva ley que restringe al máximo la actividad pesquera. Cabe destacar que en su momento, el Ministerio de la Pesca —y su ministro de entonces Rodríguez Romay— fue escenario de un espectacular caso de corrupción. ¿Resultado? En la actualidad Cuba, la mayor de las Antillas, no posee un Ministerio de la Pesca ni pescado que comer.

Agricultura-Cuba

Orlando Rodríguez Romay había sido capitán de navío de la Marina de Guerra Revolucionaria (MGR) ymcomandante del buque escuela José Martí, jefe de la base nacal de Cabañas y viceministro primero de Transportes.

6. La industria azucarera fue declinando paralelamente a los reveses descritos. El primer desastre fue la Zafra de los Diez Millones, concebida de manera improvisada y sin la base industrial necesaria. Orlando Borrego, ministro del Azúcar, le razonó a Fidel la imposibilidad de alcanzar semejante meta por los problemas con los centrales azucareros. La solución de Fidel fue despedir («tronar») a Borrego, pero con él o sin él, no se alcanzó la ansiada meta.

Con la incorporación de Cuba al CAME se intentó suplir, en muy poca medida, las múltiples necesidades de la industria azucarera (vale anotar que un episodio similar tuvo lugar con la industria del níquel a mediados de los ochenta) sin que se lograran los niveles de modernización necesarios. El gobierno cubano realizó ingentes esfuerzos que permitieron, en un breve período alcanzar la cifra de ocho millones de toneladas, para de inmediato iniciar un proceso acelerado de declinación que se prolonga hasta hoy, con una producción que apenas alcanza el medio millón de toneladas.

Cuba, la llamada azucarera del mundo como pilar de su modelo agroexportador, discute hoy, de manera desesperada cómo salvar la industria azucarera. Atrás ha quedado otra frase: «Vamos a tomarnos un guarapo bien frío»… Hoy, el agricultor y el indispensable machetero que cultiva y corta la caña, ¿cuánto reciben por una arroba cortada? Muy poco. En consecuencia, prefieren dedicarse a la producción de alimentos que le reportan mayores ingresos.

7. En el transcurso de los años sesenta, e insistentemente, trató el Estado cubano de promover la cría de ganado. Millones fueron gastados en comprar sementales y vacas lecheras en Canadá y se alentó la crianza de ganado menor. Para fines de esa década todo había fracasado.

En esos años, una y otra vez, científicos y especialistas canadienses, franceses y británicos trataron de aconsejar un cambio de dirección en los planes de la ganadería. Otros —como Charles Bettelheim— intentaron razonar y hacer sugerencias encauzadas a remodelar el sistema estatista-absolutista dominante en la economía insular. A la larga o la corta, todas esas asesorías fueron desestimadas. Prevalecían la rigidez y el verticalismo por doquier. Como resultado, cada una de las iniciativas se paralizaba, hundía y fracasaba.

8. ¿Por qué esta interminable cadena de fracasos? Porque por muchas inversiones, tecnologías, innovaciones y esfuerzos acometidos, el marco de relaciones de producción en que las mismas debían insertarse (estatización-absolutista, verticalismo, improvisaciones, ausencia total de sistematicidad, negación de las relaciones de mercado, giros impensados por parte de Fidel y otros directivos); hicieron imposible cualquier proyecto sostenible.

La dirigencia cubana se empecinó en la conservación de semejantes prácticas en un marco de relaciones de producción probadamente inoperantes —desde las experiencias soviéticas pasando por las comunas populares de China—, hasta el día de hoy. De ahí el estallido social y político del 11 de julio del 2021.

Y quién sabe mañana. Un conocido refrán asevera: «Rectificar es de sabios», mas, al parecer no abundan los sabios, al menos hasta ahora…

6 abril 2022 31 comentarios 2.039 vistas
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Rusia-Ucrania

Rusia-Ucrania: raíces y escenarios

por Domingo Amuchastegui 9 febrero 2022
escrito por Domingo Amuchastegui

El actual conflicto entre Rusia y Ucrania estremece al mundo por su peligrosidad y complejidades, que se agigantan ante la injerencia sostenida y desplegada por EE.UU. Los medios saturan sus espacios informativos con noticias cada vez más alarmantes. Pareciera que estamos a punto de una monumental debacle mundial. Examinemos el caso lo mejor posible.

Raíces

Existen no pocos elementos que, históricamente hablando, ayudan a comprender la formación y expansión de la lengua, cultura, identidad y múltiples nexos psicosociales del mundo eslavo y de su núcleo protagónico principal: Rusia y la lengua rusa, desde su formación inicial en torno el siglo IX. Su corazón nace en Novgorod y Kiev —en lo que conocemos como El Rus—, y en especial a partir de este último enclave de urbanización, poder, expansión y unificación; hasta que, siglos más tarde, su primacía se desplaza hacia la región y ciudad de Moscú. Desde Alexander Nevski hasta la conocida novela Taras Bulba, así se conforma la Rusia moderna.

Entre los siglos XIII y XVI el Imperio Mongol (La Horda Dorada), se había enseñoreado sobre las tierras rusas —eran tiempos en que Ucrania, Bielorrusia y otros estados que hoy encontramos en los mapas no existían ni remotamente—, pero con su derrota a manos de los príncipes rusos, las amenazas e invasiones desde el este cesaron. Culminó entonces la unificación de Rusia y, a partir de aquí, —como hicieron todos los imperios de esos siglos— se inició su expansión por Asia Central, Siberia y las costas e islas del Extremo Oriente, y en dirección al Mar Negro.

No obstante, desde el siglo XVIII en adelante, fueron las monarquías y poderes imperiales de Europa Occidental los que, una y otra vez, atacaron e invadieron el espacio geoestratégico ruso. Desde Federico el Grande hasta Napoleón Bonaparte; desde los suecos, lituanos y fineses hasta la gran coalición de Gran Bretaña-Francia-Imperio Otomano que pugnaron, inútilmente, por despojar a Rusia de Crimea, un espacio de suma importancia para la economía rusa, dado su acceso al Mar Negro con puertos que no se congelan.

Luego vinieron —una vez más desde el occidente europeo—, los devastadores episodios de la primera y la segunda Guerras Mundiales. Razones de sobra para que la Rusia zarista del pasado, la URSS de su tiempo y la Rusia de hoy; hayan tenido y tengan enorme desconfianza hacia los desplazamientos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), bloque militar que desde los 90 del siglo pasado ha venido «reclutando» nuevos miembros del finado campo socialista hasta lograr colocarse a las puertas de Ucrania.

Este territorio (Ukrainía en sus orígenes) era identificado por un término que indicaba en lengua rusa: tierras fronterizas o zonas distantes hacia el oeste. Solo en el siglo XVIII comienza a emerger cierta corriente de identidad propia —como parte de las tendencias paneslavistas de la época— en oposición a la opresión zarista. Y cristaliza como Estado, con fronteras cambiantes durante años, en los inicios del poder soviético, tras 1917.

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Manifestación ucraniana por la independencia en Khreshchatyk, en marzo de 1917.

En la década de los 90 del siglo XX, los primeros gobiernos de Kiev se resistieron a las tentaciones y ofertas para sumarse a la OTAN y alterar con ello el espacio inmediato de Rusia en sus fronteras occidentales. Estas delimitan hoy con las repúblicas bálticas (Lituania, Letonia y Estonia), Polonia, Bulgaria, Rumanía y Moldavia, y varios países del Cáucaso. Todos ellos miembros de la OTAN, hostiles a Rusia y con gobiernos que no pocos observadores caracterizan como neoconservadores y hasta fascistoides.

A lo interno, luego de 1991, Ucrania atravesó por un proceso similar al de otras ex-repúblicas soviéticas, identificadas por etapas iniciales en que las viejas estructuras del Partido y el gobierno de la época soviética dominaron la escena política —no pocos transformados en grandes magnates u oligarcas—, echando mano a sus recursos para perpetuarse en el poder.

En Ucrania eso estuvo simbolizado por los presidentes Leonid Kuchmá y Víktor Yanukóvich hasta mediados de la primera década del presente siglo, enfrentados a una creciente ola de descontento y protestas, donde confluían oleadas de generaciones jóvenes de muy diversas filiaciones (desde pro-fascistas seguidores de Stepan Bandera, el mayor y más sanguinario colaborador de los ocupantes nazis; junto a nuevos grupos socialdemócratas, socialcristianos, comunistas y otros).

Dicha situación se conjugaba con un intenso proceso de entrenamiento, asesoría y financiamiento en el terreno, por parte de las grandes potencias europeas y, en especial, de EE.UU. (Departamento de Estado, USAID, y otras instituciones públicas y privadas), que les aportaron más de sesenta y cinco millones de dólares, de acuerdo a medios de prensa de Europa Occidental.

Bajo el efecto de los diversos factores apuntados, el primer gobierno ucraniano, presidido por Víktor Yanukóvich, sería puesto en jaque por las dinámicas de confrontación y cambios. Esto culminó en una renovación del proceso político y electoral sobre nuevas reglas. Le llamarían «La revolución naranja» por el color que identificaba a los opositores.

De ahí emergió como ganador la figura de Víktor Yuschenko, que inició los tanteos para un desplazamiento total hacia Occidente, dio los primeros pasos de asociación con la Unión Europea y coqueteó con la posterior iniciativa de sumarse a la OTAN. A ello daría continuidad el siguiente presidente, Petró Poroshenko, que fue derrotado por el actual mandatario, Volodymyr Zelensky, en medio de un flujo y reflujo de partidos, bloques y alianzas de gran inestabilidad.

A Poroshenko en particular, le correspondió enfrentar las tendencias separatistas del oriente del país (zona del Donbáss) como reacción a sus inclinaciones pro-occidentales/OTAN y a la ruptura con el Patriarcado Cristiano de Moscú, al reforzar el papel de la Iglesias ucraniana y su crecientes nexos con el Papado.

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Petró Poroshenko (Foto: Financial Times)

¿Por qué el oriente del país? Por una diversidad de factores de identidad, lengua, nexos económicos y demográficos, de profundo sentido de pertenencia, que hacen a esa zona proclive a enlazarse con Rusia desde los tiempos de la emperatriz Catalina de Rusia. Y para no olvidar el rol de la lengua rusa y sus muy diversas connotaciones, una breve anécdota: un tiempo atrás, la conocida encuestadora Gallup aplicó un instrumento en Ucrania, pero antes preguntó a los encuestados en qué idioma preferían contestar, si ucraniano o ruso. El 83% escogió el ruso.

Todo esto desembocó en los conocidos episodios bélicos acaecidos en la zona del Donbáss (2013-2014), que culminaron en la autodeterminación de las repúblicas de Lugansk y Donetsk, y su separación del gobierno de Kiev.

Tal desenlace fue consagrado por los Acuerdos de Minsk (2013-2014) —pactados entre Rusia, Ucrania y la Organización de Seguridad y Cooperación Europea (OSCE); respaldados mediante una declaración de apoyo por Francia, Alemania y Rusia—, que continúan pendientes de materialización hasta que no se produzca una solución efectivamente concertada para su puesta en práctica.

Durante semejante conflicto, Rusia decidió apoyar a los separatistas de Luhansk y Donetsk, y avanzar sobre Crimea, donde se hallan los puertos y bases de Sebastopol y Odessa, incorporados unilateralmente a Ucrania en los años 50 bajo la égida de Nikita Jruschov.

Fue a partir de esta coyuntura que EE.UU. y la UE aplicaron sanciones múltiples a Rusia desde el 2014, e impulsaron —como nunca antes— la captación de Ucrania para las filas de la OTAN, sobre todo con el beneplácito del nuevo presidente, Volodymyr Zelensky. Paralelo a ello, el despliegue de fuerzas y medios militares de la OTAN en Ucrania y Estados vecinos se incrementarían a ritmo diario.

Tienen al mundo en vilo, tan preocupados como cuando la famosa Crisis de Octubre de 1962. Washington lleva meses anunciando la invasión rusa a Ucrania para justificar sus propias acciones agresivas. El nudo gordiano o meollo del conflicto en su etapa actual descansa en un tema crucial: ¿se suma o no Ucrania a la OTAN?

Preguntémonos: ¿hay razones de sobra o no para que Rusia se alarme y despliegue medidas defensivas apropiadas, tanto militares como político-diplomáticas? La dirigencia rusa ha reiterado que la incorporación de Ucrania a la OTAN es una amenaza directa a su seguridad y a la de su espacio geoestratégico.

¿Es necesario o no que exista una zona de neutralidad, un espacio de eventual contención, una suerte de Estado-tapón (buffer state, como se identifica en inglés), que separe y aleje a los potenciales contendientes? ¿Exageran los rusos, juegan a la guerra o asumen una postura justificada? ¿Qué razones o justificaciones pueden ser aceptables para colocar la OTAN a las puertas de Moscú?

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Volodymyr Zelensky durante la toma de posesión de su cargo como presidente (Foto: EPA-EFE)

Ninguna. Ya han avanzado de sobra en los últimos treinta años y nadie en su sano juicio se explica por qué un bloque militar de tal envergadura, el único en su tipo a escala mundial, sobrevivió injustificadamente al fin de la primera Guerra Fría —pues ya andamos de lleno en la segunda— con el colapso de la URSS. Hoy esa OTAN asedia en su totalidad las fronteras de Rusia.

Invito a los lectores a que revisen un mapa con el sistema de bases militares norteamericanas en el mundo y vea lo que ahora pretende en las narices mismas de Rusia para que comprueben con creces lo que planteo.

Escenarios

Los llamados politólogos, en especial los norteamericanos, son muy dados a la «construcción» de escenarios posibles, a especular de manera argumentada en qué posibles direcciones puede derivar el conflicto actual; o sea, ¿qué puede ocurrir o no?  Siguiendo su estilo, propongamos algunos:

1. El conflicto desemboca en una confrontación, limitada o generalizada, con el empleo de medios nucleares. Altamente improbable debido a sus devastadoras consecuencias para ambas partes. Hasta hoy ha prevalecido la más plena conciencia de que tal conflagración plasmaría la teoría post-era nuclear e implicaría la Destrucción Mutua Asegurada (DAM o MADen inglés).

2. Tendencia a apaciguarse y negociar un arreglo (similar al desenlace del 2013-2014). Mucho más probable ahora, pues en Europa se abre paso un estado de conciencia contrario a forzar la expansión de la OTAN, teniendo como promotores a Francia y Alemania, que impulsan activamente un desenlace negociado. A lo que se suman duelos verbales y posibles negociaciones en el ámbito de la ONU.

No puede olvidarse que ambos países son piezas clave dentro de la OTAN. El propio Zelenski parece estar  moderándose y llamó en días recientes a «no crear pánico entre la población», agregando que «No consideraba ahora la situación más tensa que antes. La gente en el exterior cree que hay una guerra. Este no es el caso».

En dirección similar se ha pronunciado el presidente de Croacia, Zoran Milanovic, que criticó el proyecto norteamericano de incorporación de Ucrania a la OTAN y con ello de «desestabilizar la situación geopolítica de la región». Dicho mandatario ordenó el retiro de tropas croatas en Polonia, acusó a su propio primer ministro, Andrej Plenkovic, de «ser un agente de Ucrania»,  y apuntó a un ángulo válido cuando afirmó: «Esto no tiene que ver con Ucrania o Rusia, sino con las dinámicas de la política interna de EE.UU.».

No se puede pasar por alto que la administración Biden busca contrarrestar los efectos de descrédito como consecuencia de su desastroso manejo de la retirada de Afganistán, mientras que Trump y sus partidarios procuran capitalizar los beneficios de semejante desastre.

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Presidente de Croacia, Zoran Milanovic (Foto: EPA-EFE)

3. La actual situación económica tiende a empeorar y con ello se refuerza el segundo escenario. Brevemente: a. El pánico al que bien alude Zelensky, agrava el deterioro económico de Ucrania desde hace dos años y mantiene alejada a la inversión extranjera; b. Las operaciones económicas —comercio e inversiones— de la UE en Rusia (en especial de Alemania y Francia) comprenden operaciones enormes; c. Un porciento muy elevado de la seguridad energética de Europa Occidental —máxime ahora que comienzan a desmantelarse las plantas de energía atómica en Alemania—depende de los suministros de gas y petróleo de Rusia.

¿Arriesgar todo esto por las maniobras de Washington de forzar la entrada de Ucrania en la OTAN? No parece que le beneficie a los principales actores económicos de Europa Occidental y los rumbos que deban impulsar o no en contra de Rusia.

4. El gobierno de Zelensky —asumiendo el eventual apoyo de EE.UU, indirecto o directo— decide avanzar militarmente sobre los separatistas de Lugansk y Donetzk —los que contarían seguro con apoyo, directo o indirecto, de Rusia—, a fin de recuperar dichos territorios.

Se origina un conflicto local limitado, cuyo desgaste obligaría a las partes a regresar a los esquemas de negociación definidos en los Acuerdos de Minsk como punto de partida con vistas a un arreglo más abarcador y viable. Escenario que cuenta con muchas probabilidades, pero que cede terreno a la esfera político-diplomática que propugnan Francia y Alemania, ahora con la incorporación de la ONU como marco negociador auxiliar.

5. Un incremento en escala hacia un conflicto local generalizado que involucre directamente las fuerzas militares convencionales de Kiev y Moscú, y que eventualmente incluya también fuerzas convencionales limitadas de la OTAN (países miembros fronterizos con Ucrania), configurándose un conflicto con muchas similitudes al de la desintegración de Yugoslavia en los 90 del siglo pasado y en algunos aspectos a aquellos que se desarrollaron en las repúblicas del Cáucaso en la misma década. Escenario probable en caso de fracasar los procesos de negociación y mediación.

6. Viraje interno en Ucrania. Los servicios de Inteligencia británicos han denunciado que Moscú alienta una suerte de giro político interno en Kiev. Parecen descubrir el agua tibia. No puede omitirse que en Ucrania la oposición a Zelensky, en número y fuerza, es todavía apreciable (no solo de partidarios pro-rusos), incrementada por el rechazo creciente a un conflicto militar y al deterioro económico en ascenso.

¿Cómo se refleja esto en el seno de las fuerzas armadas ucranianas? Alrededor de ello hay un sinfín de especulaciones y rumores, pues los militares ucranianos saben perfectamente que sucumben en caso del escenario (5). Todo esto puede repercutir muy negativamente para Zelensky, y la combinación de tales elementos bien pudiera dar lugar a choques políticos de envergadura, que precipiten la caída de Zelensky y produzcan un vuelco político que rechace la opción de sumarse a la OTAN y avancen hacia nuevos desenlaces pactados.

No creo que tengamos que esperar mucho para conocer cuáles de los escenarios anteriores prevalezca o se combine. Imposible olvidar que EE.UU. está en un año de elecciones de medio término, donde se define el control del congreso, y Biden se ubica en una situación política en extremo precaria que lo obliga a tratar de salir lo mejor parado posible de este conflicto.

9 febrero 2022 27 comentarios 2.004 vistas
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Kazakstán

Kazakstán: un episodio crítico para Rusia

por Domingo Amuchastegui 2 febrero 2022
escrito por Domingo Amuchastegui

El estallido social y político que estremeció la estabilidad de Kazakstán repercute seriamente en esa región centro-asiática, así como sobre sus nexos históricos con Rusia, máxime cuando no se trata de un caso aislado, sino de una profunda dinámica de cambios regionales donde gravitan por igual factores internos e injerencias externas.

Algunos antecedentes indispensables

La configuración del espacio geoestratégico de Rusia comenzó a formarse con más fuerza después de la derrota del Imperio Mongol —los tiempos de la famosa Horda Dorada— que ocupó ese espacio entre 1206 y 1368 y llegó hasta los confines de Polonia y Hungría. La recuperación del territorio por los príncipes rusos y su posterior unificación, llevó a un lento pero indetenible proceso de expansión, con énfasis hacia el este. 

Así se ocuparon todos los kanatos —compuestos por poblaciones mayormente de origen turco en Asia Central y la Siberia hasta orillas del Océano Pacífico. De esa forma se conformó el Imperio Zarista, hasta su derrota por la Revolución de Octubre, que asumió la totalidad de semejante espacio geoestratégico, sobre cuya base se alzó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

El poder soviético —particularmente bajo la larga y destructiva égida de José Stalin— estableció estas repúblicas en función del rígido esquema que incluía una subordinación autoritaria y la persistente campaña de supresión o reducción al mínimo de la poderosa influencia islámica en los territorios centroasiáticos. Además, se impuso una intensa rusificación de las culturas locales y la formación de élites dominantes —muchas de ellas de base clánico-familiar— dependientes de Moscú en términos absolutos.

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Nur Sultán Nazarbaev (Foto: Aleksandar Levajkovic / Agencia Anadolu)

Tras el fallecimiento de Stalin tal esquema de poder no sufrió alteraciones de importancia. Y en el caso de Kazakstán mucho menos, debido a su enorme espacio territorial (era la mayor de las repúblicas centro-asiáticas); su considerable riqueza en minerales y petróleo, así como por el polígono de Baikonur, esencial en los experimentos del armamento nuclear y los proyectos aeroespaciales. Al producirse el colapso de la URSS, las élites antes mencionadas mantuvieron en su casi totalidad, el control respectivo y los nexos de dependencia respecto a Moscú.

La élite dirigente de Kazakstán fue un ejemplo de lo anterior. Estuvo encabezada por Nur Sultán Nazarbaev desde décadas atrás hasta el 2019 en que renunció y, mediante dedazo, nombró presidente a Kassim Jomart Tokayev. Reservó para sí la presidencia del Consejo de Seguridad, asistido por Kassim Masimov, así como la designación de los principales miembros del Consejo de Ministros; una suerte de esquema perfecto de conservación efectiva del poder.

El clan Nazarbaev expandió sus niveles de control familiar sobre muchas empresas y procedió a otro tanto con los principales sectores de la anterior área estatal. En consecuencia, ese grupo logró tanto el monopolio de la política como de la economía, según constatan no pocos especialistas.

Mucho más que los precios de la gasolina

Se ha dicho y repetido que el gran estallido social que conmovió al país —con 164 fallecidos y 6000 arrestados— fue resultado de un aumento del doble del precio de la gasolina de base LPG, una suerte de gas licuado. Pero no pocos especialistas de diversas tendencias insisten en que las causas reales siguen sin estar completamente identificadas, como tampoco las fuerzas responsables por el estallido social y político.

Todos coinciden en destacar que las tropas rusas y de otras repúblicas, miembros de la  Organización de la Conferencia de Seguridad Colectiva (OCSC), presentes allí no se vincularon a las acciones represivas del gobierno kazajo de Tokayev, sino a la salvaguardia y protección de centros e instituciones de primera importancia por breves días, ejecutando su retirada con posterioridad.

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Kassim Jomart Tokayev (Foto: AP)

Puede concluirse, apenas sin dudas, que aumentar al doble el precio del combustible fue el incidente sobre el cual los partidarios de Nazarbaev buscaron crear un conflicto de mayores proporciones para desalojar del gobierno a Tokayev y sus partidarios más cercanos. De otra manera no se explican las medidas extremas adoptadas por este último destituyendo al propio Nazarbaev, a todo el consejo de ministros y encausando, entre otros, a Kassim Masimov, su mano derecha por muchos años.

Una observación atinada es que el presidente Tokayev parece ser el principal beneficiario de los acontecimientos. No por casualidad la consigna principal de los participantes del estallido no estaba referida a la gasolina, sino a Nazarbaev y su gente. Así lo reflejaba la frase callejera ¡Shal Ket! (El viejo debe irse). Esto muestra claramente que, tras los precios elevados del hidrocarburo, existía un conflicto interno con intereses políticos y económicos en pugna. En esencia, presenciamos un evidente pugilato por el poder efectivo en el que Putin respaldó a la facción encabezada por Tokayev.

Semejante enfoque dista del criterio expresado por Vladimir Putin de que se está en presencia de un caso de «terrorismo internacional». Es lógico que así lo haga, porque su espacio geoestratégico se está viendo amenazando tanto por conflictos internos como por injerencias externas.

Ello se hizo más visible con el caso de Ucrania en 2013 —y antes en las repúblicas del Cáucaso— y el desalojo del gobierno pro-ruso de Víctor Yanukovski, que desembocara en un serio conflicto armado en la región del Donbáss. Allí, Luhansk y Donetsk, regiones pro-rusas y colindantes con Rusia, combatieron contra el nuevo gobierno de Ucrania y lograron su autodeterminación, reconocida en los Acuerdos de Minsk (2013-2014), en tanto Rusia recuperaba —sin necesidad de un solo disparo— la estratégica región de Crimea, arbitrariamente cedida por Jruschov —ucraniano de origen— a Ucrania en 1957.

Hoy este conflicto se ha reactualizado e intensificado y coloca a toda la región en una situación en extremo explosiva. No nos extrañe entonces que Putin insista en el factor «terrorismo internacional» al caracterizar la crisis en Kazakstán. Luego del episodio ucraniano del 2013-2014, otros incidentes de similares perfiles y magnitudes se produjeron en Armenia, Bielorrusia, Kirguistán y Tayikistán. Y esto supone para la Rusia de Putin, una desestabilización de elevada gravedad  e inadmisible para lo que han considerado su espacio geoestratégico durante más de tres siglos.

La agenda de conflictos en esa parte del mundo continúa in crescendo. Su manejo político-diplomático dirá mucho de los rumbos actuales y del ascenso de las tensiones que, hasta ahora, parecen prevalecer.

2 febrero 2022 26 comentarios 1.865 vistas
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Obama (1)

De Obama a Biden… ¡y lo que viene!

por Domingo Amuchastegui 17 diciembre 2021
escrito por Domingo Amuchastegui

Nadie se llame a engaño. La culminación tardía de las negociaciones conducentes al restablecimiento de relaciones entre Cuba y los EE.UU. en la etapa final de Obama representó una excepción pasajera que tomará muchos años en reactualizarse o repetirse.

Al calor de los indicios y señales de una diplomacia secreta y de las tendencias que derivaban de semejante proceso de normalización, hubo no pocos avances de importancia para Cuba. Los miembros del Club de París —grupo de países acreedores del grueso de la deuda externa insular, que venía arrastrándose desde los años ochenta del siglo pasado— acordaban suprimir más del 85% de dicha deuda (11 mil millones de dólares), equivalente a 8 mil 500 millones.

Por otro lado, un creciente número de grandes corporaciones de EE.UU. exploraban las posibilidades del mercado cubano; casi un millón de norteamericanos visitaban la Isla junto a más de 600 mil cubano-americanos. Diversos estudios estimaban que, de continuar este proceso de normalización y restablecerse el turismo, no menos de 3.5 millones de turistas norteamericanos elegirían el destino Cuba.

Se suscribían veintidós acuerdos de cooperación de cara al futuro en diferentes campos entre La Habana y Washington. Tenía lugar lo nunca visto desde 1959: un presidente norteamericano (Barack Obama) visitaba Cuba y se expresaba libremente. En el horizonte no pocos avizoraban la hipótesis de llegar, finalmente, a la supresión del bloqueo (embargo) más prolongado y dañino en la historia impuesto a un pequeño país. El emergente sector privado en Cuba veíase beneficiado de mil maneras diferentes (mayores clientelas a los paladares, a las casas particulares al estilo de B&B, a medios de transporte privados, guías y otros sectores).

Para las elecciones que se avecinaban en país norteño en el 2016, los dos candidatos —Hillary Clinton por los demócratas y Donald J. Trump por los republicanos—, se pronunciaban favorablemente respecto a la continuación de dicha normalización. Ayudantes de Trump visitaban Cuba en dos ocasiones con vistas a explorar las potencialidades de negocios. Nada parecía sugerir una paralización del rumbo constructivo iniciado; mucho menos una catástrofe de las proporciones y complejidad que tendría que enfrentarse a muy corto plazo.

Entonces llegó Trump, que no solo se disoció de sus propias palabras y de la ruta positiva iniciada por su predecesor, sino que puso en práctica un sinfín de acciones agresivas en todos los órdenes y que configuró una arquitectura de guerra económica —muchísimo más allá de los componentes del viejo bloqueo— integrada por unas 242 medidas que echaban por tierra los pasos iniciales de Obama. Como parte de esas acciones, decidió aplicar el Capítulo III de la Ley Helms-Burton —que ampara las reclamaciones sobre propiedades expropiadas y nacionalizadas en Cuba— lo que trascendía al ámbito de la extraterritorialidad con amenazas y sanciones a países relacionados con la Isla en términos de negocios e inversiones.

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Trump puso en práctica un sinfín de acciones agresivas en todos los órdenes y que configuró una arquitectura de guerra económica. (Foto: Lynne Sladky / AP)

Tal ángulo fue claramente rechazado por la Unión Europea (UE), pero, de cualquier manera, enfrió, inhibió y desanima todavía los proyectos de negocios, comercio e inversiones de sus países miembros hacia Cuba. Parecido expediente intentaron Trump y sus sucesivos asesores de seguridad nacional y política exterior aplicar a Venezuela y su alianza con la Isla, asumiendo que la caída de una conllevaría la de la otra.

Era lo nunca visto. Nadie trate de disminuir o restarle importancia al peso de ese factor en la agudización de la crisis existente. No se trata del viejo estereotipo de echarle la culpa al imperialismo por todos nuestros males; se trata de deslindar claramente la enorme responsabilidad de EE.UU. respecto a los errores e insuficiencias internos. Baste un ejemplo: decía un tiempo atrás un conocido estadista latinoamericano que cualquier gobierno enfrentado a semejantes agresiones no duraría ni seis meses…

Parecía un golpe de suerte la derrota electoral de Trump y la victoria de Biden en el 2020. No pocos se entusiasmaron con semejante triunfo. Era el vice-presidente de Obama; en su equipo de política exterior y seguridad nacional se contaban figuras que —con Obama— habían participado de los inicios del proceso de normalización. La idea de un regreso al rumbo interrumpido por Trump prevalecía entre muchos y no les faltaba base para el entusiasmo; debería prevalecer una tal consistencia. El desarrollo de los acontecimientos vendría a probar lo errado de tales cálculos.

Biden y su equipo no solo no retomaron el rumbo iniciado por Obama, sino que han mantenido intacta la guerra económica y la arquitectura más completa de agresiones que ha pesado sobre Cuba, añadiéndole algunas de su cosecha y desechando las muy modestas promesas que en ese terreno había hecho durante su campaña electoral.

A lo anterior se añade que en todas las encuestas realizadas entre norteamericanos, las dos terceras partes se pronuncian por una normalización de relaciones, pero la mayoría de sus representantes y senadores siguen ignorando esta realidad. El número de congresistas norteamericanos que favorecen una normalización sigue siendo una minoría muy por debajo del 50%. Incluso, entre los trumpistas los ha habido que se manifiestan a favor del comercio y los negocios con Cuba. ¿Cómo se explica esa incongruencia?

A escala de Washington ha predominado y predomina todavía la noción de la incompatibilidad del caso cubano respecto al sistema interamericano que ellos hegemonizan y manipulan. Se continúa culpando a la Isla de todas y cada una de las manifestaciones de protestas, conatos de violencia política y victorias electorales calificadas de izquierda que vienen en ascenso por América Latina.

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La derecha chilena y continental culpó al gobierno cubano por las protestas que sacudieron ese país. (Foto: El Comercio)

Con las etapas Trump y Biden se refuerza la percepción de que el gobierno cubano tiene que llegar a su fin y que —a diferencia de otros momentos— está en su fase terminal. Los sucesos del 11 de julio han reforzado en medida absoluta esa noción.

De ahí que tanto republicanos como demócratas concluyan que (a) deben continuar semejante rumbo agresivo y (b) Washington no debe hacer cosa alguna para mejorar las relaciones, pues ello supondría un alivio a los problemas y tensiones dentro de Cuba, lo que le permitiría sortear más eficazmente su crisis interna. No menos importante es la manera en que ambos visualizan la importancia de la maquinaria electoral cubano-americana en la Florida, con sus veintinueve votos electorales, y cómo ello influirá en las próximas contiendas electorales. Este es el pensamiento rector hoy en Washington, sin distingos partidistas.

Y si miramos hacia delante, hacia hipotéticas variaciones favorables futuras, un escenario tal no existe hoy ni se verá en largo tiempo. Todo lo contrario. Los desastres y desventajas que caracterizan a la administración Biden, tanto en política interna como exterior, parecen confirmar los pronósticos que auguran a los republicanos (y dentro de estos al núcleo duro del trumpismo) recuperar la mayoría en el Congreso —seguro en la Cámara de Representantes; casi seguro en el Senado—, en las elecciones parciales o de medio término que tendrán lugar en el 2022, así como en las presidenciales del 2024.

Nada bueno nos deparan las próximas elecciones del 2022 y 2024. No pueden ni deben albergarse esperanzas en esa dirección.

17 diciembre 2021 52 comentarios 2.370 vistas
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