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Daniel Rodríguez Suárez

Daniel Rodríguez Suárez

Doctor en Historia Contemporánea, Profesor Asociado de Ciencia Política en la Universitat de Girona. Miembro del Consejo Asesor en La Joven Cuba

EFE

EFE y las autoridades cubanas

por Daniel Rodríguez Suárez 26 enero 2022
escrito por Daniel Rodríguez Suárez

Por Daniel Rodríguez Suárez y Luis Carlos Battista

El pasado 12 de enero la presidenta de la agencia EFE, Gabriela Cañas, en unas jornadas celebradas en Madrid por el Fórum Nueva Economía, lamentó la situación por la que atraviesa la agencia de noticias en Cuba. En la actualidad, la agencia, radicada hace casi cincuenta años en la Isla, cuenta solamente con una periodista y un camarógrafo para cubrir la información.

La agencia de noticias EFE, propiedad del Estado español, es la cuarta en importancia a nivel internacional. Suministra cerca del cincuenta por ciento de las noticias que sobre Cuba se distribuyen en Hispanoamérica y ha visto cómo sus efectivos in situ se han reducido a la mínima expresión.

Según señaló su presidenta, da la impresión de que el gobierno cubano pretende terminar con casi medio siglo de presencia en la Isla, pues EFE lleva varios meses esperando la acreditación de sus periodistas. Gabriela Cañas aseveró igualmente que existen contactos con la embajada española y con las autoridades cubanas para intentar solucionar lo que se ha convertido ya en un contencioso.

Mientras tanto, las acreditaciones continúan demorando y esta situación de espera permanente ha llevado a que la agencia comience a plantearse su permanencia en la Mayor de las Antillas.

Hasta noviembre de 2021, EFE contaba con siete periodistas en Cuba —cinco cubanos y dos españoles—, a lo que habría que sumar una serie de servicios externos que se proveen desde la Isla. Sin embargo, todo comenzó a torcerse el pasado mes de julio. Los días previos y posteriores al estallido social alumbraron un punto de inflexión en lo tocante a las relaciones entre la agencia de noticias y las autoridades.

Con posterioridad a esta fecha se nombró un nuevo delegado de EFE, Juan Palop, designado en sustitución de Lorena Cantó, que había sido la encargada en La Habana hasta el momento y quien fue enviada a un nuevo destino en la representación de la agencia en Pekín. No obstante, después de una dilatada espera no se le ha facilitado todavía la acreditación al nuevo delegado.

Poco después, en noviembre, le fueron retiradas las acreditaciones al resto de la delegación. Durante unas horas EFE se vio sin personal autorizado, y posteriormente solo ha tenido dos efectivos operativos. Hoy sigue a la espera de lo que dispongan las instituciones cubanas.

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Presidenta de la Agencia EFE, Gabriela Cañas. (Foto: EFE)

En tal sentido, su capacidad operativa se halla muy limitada debido a los compromisos que tiene adquiridos con diversos medios de comunicación. Es evidente que en el desencuentro sin precedentes influyeron los acontecimientos acaecidos en los últimos meses, lo cual puede sugerir el motivo de las autoridades cubanas.

 El 2021 ha sido un año duro para Cuba. A la escasez derivada de la crisis pandémica y la caída del turismo, se unieron la inflación y otros efectos devastadores para las clases populares nacidos de la denominada Tarea Ordenamiento, lanzada en enero de ese año. El contexto económico propició que la mayor parte de la población comenzará a tener serias dificultades en los abastos.

Esta situación se agudizó todavía más dado el establecimiento de comercios donde la venta se orquestó a través de tarjetas que operan en divisas extranjeras. De este modo, los ciudadanos se vieron obligados a adquirir productos de primera necesidad en las llamadas Tiendas en Moneda Libremente Convertible.

A lo anterior se añadió una nueva dificultad: el decreto gubernamental que establecía la no aceptación por parte de los bancos de dólares en efectivo. Los socios comerciales de Cuba, debido a la persecución financiera orquestada por los Estados Unidos, han terminado por agravar un poco más la situación en Cuba.

El bloqueo, que tiene derivaciones extraterritoriales y se arma de medidas coercitivas unilaterales que no solo afectan al régimen cubano sino también a terceros países, termina por convertir al pueblo cubano en el mayor damnificado, muy por encima de las autoridades y de los países con los que se establecen relaciones comerciales.

De este modo, la crisis económica, fruto de decisiones erróneas en Cuba, del contexto pandémico y del bloqueo norteamericano, configuraron un contexto altamente propicio para la protesta. El 2021 contempló también la salida definitiva de Raúl Castro en el mes de abril. Sus mensajes en el VIII Congreso del PCC supusieron un jarro de agua fría para los que veían en el ejemplo chino —implantación de una economía de mercado bajo la égida del partido único— la vereda por la que podría discurrir Cuba. Sin embargo, esto no se produjo.

La marcha de Raúl Castro trajo aparejado el adiós de otro histórico: Machado Ventura, pero también la salida del Comité Central de Marino Murillo, uno de los mayores defensores de las posibilidades del modelo chino. El otrora zar de las reformas quedó fuera del núcleo duro del organigrama político cubano. Así pues, el país cabalgó el año recién finalizado sobre una crisis económica que devino social y terminó siendo también política.

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Marino Murillo (Foto: Ariel Cecilio Lemus)

Ante semejante cuadro, las condiciones objetivas para el estallido social estaban dadas. Solo faltaba la espoleta del factor subjetivo. Esto se produjo en julio de 2021. Medio año aguantó la sociedad cubana en una situación sumamente espinosa para los sectores más vulnerables.

Las imágenes de las manifestaciones, no vistas desde el denominado maleconazo, fueron distribuidas por medio mundo y llevaban el membrete, entre otras, de la agencia española. EFE estuvo muy centrada en las derivaciones políticas del conflicto y no tanto en el contexto subyacente, económico y social, sobre el que el conflicto había medrado.

A partir de entonces, y hasta la prohibida manifestación de mediados de noviembre, la plataforma Archipiélago recibió la atención de la agencia española y por consiguiente la difusión de los intereses de dicha plataforma en los medios de comunicación de América Latina y España.

Que uno de los líderes de Archipiélago, probablemente el más mediático, Yunior García, terminara exiliado en España y fuera colmado de atenciones por los medios de comunicación tampoco ayudó a mejorar las relaciones de las autoridades cubanas con la agencia. No en vano, la figura de Yunior García comenzó a ser conocida y reconocida en España gracias al acento que EFE puso en él.

La agencia, como no podía ser de otro modo, cubrió el período de agitación que sacudió a Cuba e hizo un seguimiento pormenorizado sobre las derivas subsiguientes de las protestas de julio y acerca de las tensiones que subsistieron hasta final de año, incluida la actividad de los servicios de seguridad del gobierno para desbaratar la ofensiva de la disidencia y reprimir el impulso de los descontentos.

Fiscalizó y denunció también las presiones ejercidas por las autoridades sobre periodistas cubanos no adscritos a los medios gubernamentales. Tales denuncias se mantuvieron igualmente fuera de los canales de la agencia, a través de sus redes sociales.

De esta suerte, no es extraño que el conflicto entre las autoridades insulares y la agencia arrancaran tras el estallido de julio de 2021 y que sus relaciones fueran empeorando con el paso de los meses. La entonces delegada de la agencia fue acusada por las autoridades de extralimitarse en sus funciones, intervenir en los asuntos domésticos, falta de imparcialidad y ejercicio del activismo político.

Así se lo hicieron saber en las redes sociales el director general de Prensa, Comunicación e Imagen del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, Juan Antonio Fernández Palacios, y el director del Centro de Prensa Internacional, Alberto González Casals.

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La situación no mejoró en los meses subsiguientes, y la fallida y prohibida manifestación programada para el 15 de noviembre terminó por enfrentar de forma definitiva a la agencia con el gobierno cubano. Como hemos apuntado, las acreditaciones de prensa fueron retiradas en las vísperas del referido día con la clara intención de entorpecer la difusión de lo que pudiera suceder.

Horas después, dos de los periodistas recuperaron sus credenciales. Son los únicos con que cuenta la agencia actualmente. Desde entonces, el cruce de declaraciones ha sido una constante, sobre todo por parte de la agencia, que no cesa en el empeño de reclamar sus derechos perdidos.

Han intervenido a favor de la agencia —en defensa de su derecho a informar sobre lo que ocurre en el país caribeño— la Unión Europea, a través de la oficina del vicepresidente de la Comisión y alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores Josep Borrell; el gobierno de España y su embajada en La Habana, y otros organismos internacionales y nacionales.

A pesar de ello, la situación permanece varada y no se avizora un desenlace que satisfaga las demandas de EFE. Una agencia que, a pesar del agravio y la coacción a la que es sometida, ha estado centrada en ofrecer una panorámica de la actual crisis bastante enfocada en las demandas políticas por parte del pueblo cubano, en detrimento de otros flancos relevantes de la situación, y que ha hecho del contencioso particular de la agencia con las autoridades uno de los ejes sobre los que pivota la información de noticias que provienen de Cuba.

Por otro lado, como es habitual en las relaciones entre España y Cuba, el gobierno hispano y sus instituciones en la Isla se han visto en medio del fuego cruzado entre la oposición y las autoridades. Esta tendencia, que arranca desde el mismo triunfo de la revolución en 1959, continúa siendo uno de los principales problemas de la diplomacia española en Cuba.

La agencia de noticias, además de recibir presiones por parte de las autoridades cubanas, también tiene que hacer frente a las demandas de la oposición, que ha solicitado a EFE una mayor implicación informativa en los juicios desatados a raíz del estallido social del pasado verano. Sectores de la oposición cubana han lanzado una campaña exigiendo a EFE, y a otras agencias extranjeras acreditadas, que cubran los juicios contra los manifestantes del 11 de julio.

Debe recalcarse que tal cosa es difícil, pues el acceso a los juicios es restringido, provocando denuncias en las redes sociales por irregularidades y fallas en el estricto cumplimiento del principio de legalidad. Por ejemplo, existen reclamos por condenas supuestamente injustas en unos casos y excesivas en otros. Igualmente se alega que varios menores de edad no han sido tratados con el debido proceso, ante lo cual se ha pronunciado la oficina regional de la UNICEF.

UNICEF is concerned over the alleged cases of child detention reported in Cuba. We are calling on the Cuban authorities to provide additional verified information about children allegedly in this situation.

(1/2) pic.twitter.com/dIuJeiLVcw

— UNICEF Latin America (@uniceflac) November 19, 2021

Otra variable del análisis radica en la posición del Gobierno cubano, al que una crisis con España no debería interesarle. El PSOE y Unidas Podemos son sus únicos y posibles aliados en el Estado español. Cuentan también con simpatías evidentes dentro de otras formaciones, como ERC, CUP, EH Bildu o el BNG; sin embargo, a nivel de gobierno, más allá de los desencuentros puntuales y habituales, no hay mejores socios para las autoridades cubanas que los que lideran en este momento el Consejo de Ministros en la Península.

Así pues, una crisis diplomática con España a raíz del tratamiento a la agencia española no parece prudente. En los últimos años bajo el PSOE, se han producido dos visitas del más alto nivel a la Isla. La del propio presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, y la de Sus Majestades como cabeza del Estado. Ambas visitas ofrecieron sonados espaldarazos al gobierno de Díaz-Canel.

La situación política en España, de fuerte polarización entre gobierno y oposición, tendría en el contencioso con Cuba material suficiente para que la oposición acusara al gobierno de Pedro Sánchez de timorato y condescendiente frente a las autoridades de La Habana. Algo que sucedió a raíz del estallido social de julio pasado, cuando el triunvirato formado por PP, Vox y Ciudadanos imputó al gobierno falta de contundencia en la descalificación de las autoridades comunistas debido a la represión ejercida contra las protestas.

Este panorama, la situación política actual en España, y sus precedentes, deberían ser tenidos en cuenta por el MINREX a la hora de desencadenar una crisis bilateral.

Otro factor que hace desaconsejable la crisis bilateral es la ausencia de Fidel Castro. El desaparecido líder tenía especial sensibilidad para abordar los temas de España y salir airoso en la resolución de los frecuentes desencuentros entre Madrid y La Habana. Su capacidad para maniobrar a izquierda y derecha dentro del espectro político ibérico están fuera de duda.

Su ascendencia gallega le permitió tejer complicidades con Manuel Fraga Iribarne, líder histórico de la derecha española, en tanto su comprensión del panorama internacional le facilitó establecer una relación de confianza con Adolfo Suárez, político procedente de la dictadura franquista, factótum de la transición y garante del asentamiento de la monarquía.

Esta habilidad en el trato de los asuntos españoles le permitió igualmente hacer compatible su amistad con el socialista Felipe González, no exenta de altibajos, y su relación preferente con los secretarios generales del PCE, desde Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo hasta José Luis Centella.

La mística revolucionaria de la Cuba de los sesenta tampoco forma parte del imaginario político de las nuevas generaciones de dirigentes españoles, o al menos no en la misma medida. La opinión pública española se encuentra también distante de lo que supuso la revolución cubana, y su visión de la realidad insular atiende únicamente al análisis del momento. Estos factores han propiciado que en los últimos años se haya producido un cambio en su perspectiva respecto a la situación política en Cuba.

Lo demuestra la encuesta del canal La Sexta, en julio del 2021. En ella, el 89% de los encuestados afirmaba que Cuba es una dictadura, en tanto el 40% apoyaba el embargo/bloqueo ejercido por el gobierno de los Estados Unidos. Es este un elemento de considerable impacto para el gobierno de La Habana, teniendo en cuenta que, según cifras del 2020, España era su principal socio comercial europeo y el tercero después de China y Venezuela.

Respecto a la encuesta, es pertinente ofrecer dos elementos: La Sexta es mayoritariamente consumida por votantes de la izquierda, de acuerdo con el diario El Mundo, y la misma se realizó apenas dos semanas después de las mayores protestas vividas en Cuba desde 1959.

Estos cambios acaecidos en España y Cuba en los últimos años reconfiguran el tablero de sus relaciones bilaterales, menos dotadas que antaño para salvar sin quebrantos duraderos los frecuentes y sonados desencuentros. A excepción del período de José María Aznar, ambos países han sabido mantener al margen de la relación permanente las confrontaciones puntuales.

Sin embargo, en la España actual las relaciones económicas con Cuba tienen derivaciones políticas, y la separación de ambos aspectos se antoja cada vez más complicada. Esta noción, desde ya, está siendo explotada por la derecha española. Una serie de escándalos por parte del exministro de transportes Ábalos con las autoridades venezolanas pusieron a la defensiva al PSOE en varias ocasiones.

La política española hacia Cuba y Venezuela comienza a ser considerada un tema de política electoral a la Miami. Detrás de este fenómeno está el crecimiento de la emigración cubana y venezolana en Estados Unidos y España, pero también las redes de entendimiento y colaboración entre la derecha española, el Partido Republicano, y el ala más dura de la oposición cubana afincada en los Estados Unidos.

El campo de ensayo de esta nueva tendencia de la derecha española se encuentra en la comunidad de Madrid, donde el tándem Isabel Díaz Ayuso (PP)-Rocío Monasterio (VOX) ha hecho de la posición frente a Cuba y Venezuela un asunto de política electoral.

Condenamos la dictadura criminal de Cuba y exigimos al Gobierno de España que abandone la ambigüedad y se ponga del lado de la Libertad.

Esta noche la Real Casa de Correos se iluminará con los colores de la bandera de Cuba como homenaje a los luchadores por la Libertad. pic.twitter.com/kuBP89TrLW

— Isabel Díaz Ayuso (@IdiazAyuso) July 14, 2021

En este mismo sentido, hace apenas unos días Pablo Casado, líder de los populares, afirmó que de llegar a La Moncloa adoptaría un «bloqueo total de las relaciones, y sobre todo a nivel financiero» hacia Cuba, Nicaragua y Venezuela. Si bien del dicho al hecho hay un buen trecho, no se debe menospreciar el endurecimiento del discurso del PP respecto a los años de Mariano Rajoy y sus ministros de exteriores, José Manuel García-Margallo y Alfonso Dastis, en el contexto del acercamiento entre los expresidentes Barack Obama y Raúl Castro.

Las próximas elecciones generales en España están programadas para mayo del 2023. A pesar de ello, un año en política es demasiado tiempo y la crispación en la Península se encuentra en máxima tensión, con un virtual empate entre ambas alas ideológicas en las Cortes.

Hasta tal punto es así, que de acuerdo a una reciente encuesta, una coalición entre el Partido Popular y el ultraderechista VOX podría llegar a gobernar con mayoría absoluta de celebrarse las elecciones este mes. Si bien la promesa de Casado sería difícil de adoptar sin enajenar el apoyo de los fuertes operadores turísticos mallorquines con intereses en la Isla, es de prever que un gobierno popular enfriaría las relaciones transatlánticas.

De ocurrir, esto adicionaría un impacto considerable en la política europea hacia Cuba. Tradicionalmente, los miembros de la Unión han seguido el liderazgo español en ese tema. Prueba de ello fue la adopción de la «Posición Común Europea» propuesta por el gobierno de José María Aznar (PP) en 1996.

No es de extrañar entonces que una retirada de EFE de la Isla sería un tema para la agenda del próximo intercambio en el marco del Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación con la Unión Europea, donde los socios del Viejo Mundo exigirían explicaciones a los antillanos, creándose para estos una crisis auto infligida.

Asimismo, habría que sopesar otro factor. Si bien la permanencia del catalán Josep Borrell frente al servicio exterior europeo no depende de la aquiescencia del premier ibérico, una fricción entre un ejecutivo de derechas con la oficina de Borrell agrietaría el liderazgo de este a nivel europeo.

Las diferencias entre el alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y las formaciones de derechas del arco parlamentario español, en lo tocante a la política a seguir frente Venezuela, Nicaragua y Cuba; han sido una constante desde la llegada de Borrell al cargo, y todo parece indicar que podrían ir a más si el gobierno español terminara en manos del PP o de alguna coalición o apoyo que facilitara su arribo a la presidencia.

Los argumentos ofrecidos revelan que La Habana y Madrid deberían estar interesados en que el contencioso entre la agencia EFE y las autoridades cubanas no derive en una crisis bilateral de mayor calado, pues, como se ha examinado, esto podría traer consecuencias que actuarían en detrimento de los intereses de España en Cuba y de Cuba en la UE y España.

Comprendemos no obstante que la resolución del problema no es sencilla, pues son muchos los intereses que demandan pronta satisfacción: los de la agencia EFE, los de la oposición cubana y los de los gobiernos de Madrid y La Habana. Por último, ha de tenerse también en cuenta que la resolución, cualquiera que fuere, contará también con la fiscalización que pueda ejercer la derecha española, atenta a cubrir sus intereses posibles y futuros en política exterior y los más explícitos y consabidos de la política interna.

26 enero 2022 25 comentarios 2.136 vistas
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Derecha española

La derecha española y su contumacia en las relaciones con Cuba

por Daniel Rodríguez Suárez 10 agosto 2021
escrito por Daniel Rodríguez Suárez

En enero de 1960 Fidel Castro, frente a las cámaras de la televisión, acusó a las embajadas de España y los Estados Unidos de apoyar a los grupos de la contrarrevolución más violenta. La Cuba revolucionaria se encontraba en aquel momento a las puertas de los procesos de intervención en las grandes compañías norteamericanas y a escasas semanas de formalizar acuerdos comerciales y diplomáticos con la URSS.

Aquella acusación del líder cubano tuvo como colofón la bochornosa réplica del embajador de la España franquista, Juan Pablo de Lojendio e Irure, marqués de Vellisca: el diplomático irrumpió de imprevisto y con malos modos en los platós de la televisión cubana y exigió su derecho a réplica. El episodio, que cerca estuvo de terminar en golpiza, se cerró con la expulsión del embajador español y la llamada a consultas del embajador cubano en Madrid, quien a la sazón era el exprimer ministro, José Miró Cardona.

Este último no regresó a la capital española y Franco no repuso a su embajador en La Habana. La relación bilateral, aunque no se rompió, quedó dañada y reducida a la categoría de encargados de negocios. España, en un contexto de profunda transformación en Cuba, había optado por la vía ideológica en detrimento de la pragmática y tomó partido por los que impugnaban el poder establecido en la Isla con las armas en la mano. El régimen franquista había elegido bando y el fallo en la elección de aliados pronto se evidenció.  

Cuatro años después, en octubre de 1964, la misma contrarrevolución a la que la embajada de España, en connivencia con algunos sectores de la Iglesia católica y la diplomacia estadounidense, había encubierto frente a las autoridades cubanas atacaba un buque mercante español con destino a la Isla. La agresión al navío Sierra de Aránzazu, que cubría la línea regular con Cuba, se saldó con tres fallecidos –el capitán, el segundo oficial y el tercer maquinista–, varios heridos entre la tripulación, y cuantiosas pérdidas materiales tanto en el barco como en la mercancía.

Derecha española (1)

Juan Pablo de Lojendio, embajador de España, frente a Fidel Castro

Un año después, otro mercante español, el Satrústegui, cargado con similar destino que el anterior, sufría un nuevo atentado en aguas de Puerto Rico. Los socios tradicionales de la España franquista atacaban sin clemencia a sus antiguos aliados por su negativa a dejar de comerciar con Cuba y apuntalar el cerco sobre la Isla. Los aliados del franquismo, con nombres y apellidos bien conocidos en la embajada española de La Habana, cambiaban la dirección de sus armas y se convertían en enemigos en aras de la consecución de un fin que no atendía, ni atiende, a alianzas permanentes.

Este objetivo no es otro que ultimar al gobierno cubano instaurado en enero de 1959 haciendo uso de los métodos que sean necesarios y sin atender a compromisos pasados o futuros o a lealtades hacia compañeros de viaje circunstanciales.

El régimen franquista entendió entonces que la posición ideológica frente a Cuba no beneficiaba ni a sus intereses materiales ni al intercambio acostumbrado entre ambos pueblos. Aquella amarga experiencia, en la que se evidenció lo erróneo en la elección de aliados en la escena cubana, pareció rectificar el rumbo, y, a pesar de las presiones norteamericanas, el estado español siguió comerciando con Cuba y se abstuvo de continuar sustentando a aquellos grupos contrarrevolucionarios.  

***

Tras el fin de la dictadura franquista, los gobiernos de Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo y Felipe González tuvieron a bien, a pesar de los desencuentros, encontronazos puntuales y conflictos sonados, atender a las enseñanzas que había dejado su predecesor. La doctrina Estrada, o una versión atemperada de la misma, debía establecerse como hoja de ruta si se querían conservar las relaciones con Cuba en todos los órdenes.

Estos gobiernos conservadores y socialdemócratas, consideraron que para el bien de las relaciones de España con Cuba y el resto del continente, la injerencia, la ideologización y la puesta en cuestión de la soberanía no parecían la mejor estrategia. Se consideró, como había hecho el franquismo tras sus traumáticas experiencias, que los intereses de España en Cuba no tenían que ser los mismos que encarnaba la administración norteamericana y la disidencia más agresiva al régimen cubano.

Todo parecía indicar que el advenimiento de la democracia liberal a España cimentaría lo que ya se venía ensayando en las últimas décadas; sin embargo, años después, tras la salida de los socialistas del gobierno, la derecha española cayó en el error en el que habían incurrido sus padres ideológicos en los albores del triunfo de la Revolución.

Durante el período de la presidencia de José María Aznar, padrino de la posición común de la Unión Europea, se volvió a apostar por estar del lado de quienes impugnaban con mayor vehemencia el poder establecido en Cuba y, nuevamente, como le sucedió a Franco, los intereses de España sufrieron las consecuencias.

Derecha española (2)

José María Aznar y Fidel Castro (Foto: extraconfidencial.com)

Aznar, además, arrastró al resto del continente europeo a secundar la postura española, comprometió y puso en cuestión la soberanía cubana y debilitó la española en sus relaciones futuras con la Isla, pues supeditó su estrategia a la que emanara de la Unión Europea. Los sectores sobre los que se apoyó en los asuntos cubanos fueron los mismos que presionaron para que las Leyes Torricelli y Helms-Burton salieran adelante.

En aquel período, la tensión entre ambos países alcanzó cotas que no se recordaban y se exacerbaron las diferencias, lo que causó el correspondiente deterioro de las relaciones bilaterales en todos los órdenes. Una vez más la derecha española se equivocaba de aliados y ello traía aparejadas consecuencias: la colisión con las autoridades de La Habana, el pago al sector más duro de la insaciable e intransigente comunidad contrarrevolucionaria afincada en los Estados Unidos, nunca satisfecha del todo con la postura de España, y las dificultades de la colectividad española en la isla, especialmente la apegada al tejido empresarial.

Tras la salida de Aznar del gobierno español, el nuevo ejecutivo trató de corregir el rumbo. Después de aquellos años horrendos (1996-2004), se precisaba un giro de timón para aliviar el asfixiante contencioso con Cuba. En el presente siglo, la diplomacia española ha tenido que trabajar para reparar los desperfectos generados por la apuesta orquestada por el ejecutivo durante el período del Partido Popular de corte «aznarista».

Esta corrección del rumbo se dio, de manera manifiesta, durante el gobierno de Rodríguez Zapatero, y de forma emboscada, durante el de Mariano Rajoy. Ambos ejecutivos, con estilos divergentes fruto de la herencia histórica y de afinidades y fobias, trataron de recuperar la senda que más convenía y conviene a España tanto en lo espiritual como en lo material: la entente con Cuba, sin renunciar a la crítica, pero sin injerencias, paternalismos y condiciones políticas para el intercambio.

Se trató de establecer una agenda, con matices y diferencias entre populares y socialistas, que tuvo como premisas el acompañamiento, la no injerencia y la colaboración en las reformas cubanas puestas en marcha, y en las venideras, en el ámbito de lo político, lo social y lo económico. Ello no fue óbice para que los conflictos regaran un período de relativa calma y también, es necesario apuntarlo, de mayor proximidad entre los gobiernos socialistas de España y los dirigentes cubanos y de menor afinidad durante la administración de los populares. Sin embargo, a pesar de las diferencias, los ejecutivos encabezados por Zapatero y Rajoy hicieron de la diplomacia y la prudencia los ejes en las relaciones bilaterales.

***

La llegada de Pedro Sánchez a la presidencia parecía alumbrar el asiento definitivo de esta tendencia: recomponer las relaciones, llevarlas al máximo nivel y esquivar los conflictos apoyándose en los ámbitos de mutuo beneficio.  Su visita y la del jefe de Estado, el rey Felipe VI, a Cuba parecían presagiar el advenimiento de una España atenta a no cometer los errores del pasado como consecuencia de la sima ideológica que separa a ambos países desde 1959.

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Los reyes de España durante su visita a Cuba en un recorrido por La Habana con el Dr. Eusebio Leal (Foto: GTRES)

Sin embargo, desde la oposición, las derechas españolas, sus versiones y familias, cada vez peor avenidas, parecen empeñadas en perpetuar los errores de antaño y en devolver a la actualidad la versión del franquismo más hosco o del «aznarismo» más cerril en lo tocante al tema.

Vox, el partido de la extrema derecha, hijo putativo del Partido Popular (PP) o de su versión más ultra, parece marcar el paso a sus compañeros. En el PP, el alma gallega, que tan sabiamente había conducido los temas cubanos dentro de la derecha española, se ve arrinconada y Pablo Casado parece volver a sus orígenes y al despliegue de las maneras que le llevaron a encabezar el partido: la confrontación ideológica y el enfrentamiento con las formaciones situadas a su izquierda en el arco parlamentario español.

En los últimos días, como consecuencia de la crisis en Cuba, Casado ha presionado al ejecutivo para que condene al régimen de La Habana y denuncie de forma explícita su carácter dictatorial. Vox y el PP, junto a la otra formación de la derecha, Ciudadanos, se han lanzado a las calles, con especial significación en Madrid, para condenar al régimen cubano, simplificar la explicación del reciente, complejo y multicausal estallido social y forzar al gobierno español para que emita una condena sobre la gestión de la crisis por parte de las autoridades cubanas.

Del día 12 del mes en curso hasta la masiva manifestación del domingo 20 de julio en Madrid, la derecha española se ha aplicado para aparecer retratada al frente de las protestas contra el gobierno cubano, tratando de capitalizar las manifestaciones en provecho propio como plataforma para su enfrentamiento con el gobierno español y la difusión del relato manido y absurdo de que España está bajo la tutela de los comunistas.

En los planteamientos de los herederos legítimos del franquismo ya no figura la rancia hidalguía de este ni su negativa a plegarse a las presiones norteamericanas para secundar el bloqueo; ni rastro queda de los resabios del 98 ni del tan cacareado orgullo patrio frente al dictado de Washington. Santiago Abascal, Rocío Monasterio, Iván Espinosa de los Monteros y sus adláteres en Vox; Pablo Casado y los suyos en el Partido Popular, y Ciudadanos, especialmente activo a través de su vicealcaldesa en el ayuntamiento de Madrid, Begoña Villacís, recrean en España los discursos del sector más intransigente de la derecha cubano-norteamericana.

Las tres formaciones se han implicado de lleno en las reivindicaciones de la comunidad cubana que reside en España y han obviado las implicaciones exteriores del contencioso cubano y la complejidad de las causas que han desatado las protestas en el interior de la isla.

***

De todos modos, a nadie sorprende la politización del conflicto social cubano por parte de la derecha española y tampoco el carácter militante que están desplegando en las protestas. Llueve sobre mojado, pues las imágenes de los últimos días nos remiten a un guion de actuación que presenta unas líneas muy claras y que tienen su centro en Madrid y en Bruselas.

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Pablo Casado en una de las marchas en solidaridad con los sucesos del 11-J (Foto: El Español)

La política de la oposición española con respecto a Cuba está en manos de los que promovieron y consiguieron aprobar hace un mes una resolución en el Parlamento Europeo que trata de torpedear el actual marco de relaciones entre la Unión Europea y Cuba, el llamado Acuerdo de Diálogo político y cooperación.

Dicha resolución, aprobada y capitaneada por el Partido Popular, Vox y Ciudadanos; supone una enmienda a la totalidad de la política europea con respecto a Cuba, va en contra de los intereses y valores que el bloque ha tratado de promover en la Isla y nos retrotrae al viejo marco de la guerra fría y al anticomunismo trasnochado que encerró a España y a Europa en el callejón sin salida de la Posición Común instaurada tras la llegada de José María Aznar al gobierno.

La derecha española arrastra así los errores de pasado, y los repite, al plegarse a las intransigencias de la pasada administración norteamericana y al inmovilismo de la actual. Tanto la resolución del Parlamento Europeo como el posicionamiento de la derecha española abanderan una reivindicación de los derechos humanos que no contempla la inclusión de los derechos económicos, sociales y culturales y que se centra exclusivamente en los políticos.

En su punto de mira se coloca la gestión del servicio europeo de acción exterior, del ministerio de Exteriores y del ejecutivo de España, y se descontextualiza y minimiza el marco de liberación económica y social en el que está inmersa Cuba. Marco que está presidido por limitaciones, lentitud en las reformas y problemas que trae aparejada la Tarea de Ordenamiento en materia de salarios, precios y calidad de la producción y que contribuyen, en gran medida, al esclarecimiento de las razones que están detrás del estallido social.

De igual modo, en la explicación orquestada se hace caso omiso a las presiones exteriores y al bloqueo. Reducen el conflicto cubano a la promoción de un proceso de transición a una democracia multipartidista liberal que no está en la agenda de las autoridades cubanas y que justifica la posición de Cuba en defensa de su soberanía. El posicionamiento desplegado por Vox, el PP y Ciudadanos es partidista, ideológico y en nada ayuda a las posiciones legítimas de muchos de los cubanos que se lanzaron a las calles el pasado 11 de julio.

Derecha española (5)

Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia

La derecha española, en su nueva versión tripartita, quiere regresar a lo peor de su pasado, aquel en que optó por los aliados menos convenientes para defender los intereses y valores de Europa y de España. Su actitud y sus alianzas con los sectores más radicales de Estados Unidos y Europa contribuyen a reforzar la posición numantina de las autoridades cubanas, replegadas a una posición defensiva renuente a abrir el diálogo en aspectos políticos, económicos y sociales que demandan franca mejora.

Nada queda ya en el Partido Popular de lo que representaron Manuel Fraga y Mariano Rajoy, en sus versiones militante y pasiva, o de lo que encarna Núñez Feijóo, en su modalidad contemporizadora, en las relaciones con Cuba. El alma gallega que pilotó con astucia las contradicciones que generaban las relaciones entre el PP y la Cuba de los últimos decenios está en retirada.

El PP que representa Casado y sus compañeros de viaje, el intransigente Vox y el complaciente Ciudadanos, agitan las calles en España contra el gobierno cubano, presionan en la Unión Europea para terminar con el marco de colaboración y acosan al gobierno de coalición español, formado por el Partido Socialista y Unidas Podemos, para enturbiar las relaciones y romper con el actual marco de entendimiento.

La derecha, contumaz en sus errores, trata de llevar a España y a Europa, como hizo la dictadura franquista en los inicios de la Revolución y después durante la democracia el Partido Popular de José María Aznar, al enfrentamiento y la colisión con las autoridades cubanas, algo que, ineludiblemente, deriva en la erosión de los valores e intereses europeos y españoles en la Isla.

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La Joven Cuba es un equipo de investigación y análisis político que trabaja por un país justo, democrático y sostenible. Con una plataforma digital y un equipo especializado en el análisis de la realidad cubana, aspiramos a ser punto de enlace entre la sociedad civil y los decisores, mediante la investigación y la generación de conocimiento sobre la aplicación de políticas públicas.

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