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Carlos Alberto González Carvajal

Carlos Alberto González Carvajal

Médico Especialista en Terapia Intensiva. Escritor

contextualizar

Para contextualizar la crisis

por Carlos Alberto González Carvajal 7 diciembre 2020
escrito por Carlos Alberto González Carvajal

El tema de San Isidro parece estarse enfriando poco a poco y por ello puede ser el momento para un análisis desde una perspectiva más amplia, menos emocional.

Lo primero que salta a la vista es la magnitud de la respuesta y la difusión que se le ha dado a este asunto. Creo que es lógico. Visto desde una perspectiva regional, lo vivido en los últimos días es la expresión cubana de la crisis de gobernabilidad que azota la región, agravada por la tensa situación económica y por la pandemia de Covid-19. Sin embargo, si comparamos lo sucedido en Cuba con lo que ha pasado en los últimos dos años en países como Ecuador, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Chile, Perú, Guatemala y hasta en los Estados Unidos, lo nuestro resulta ridículamente pequeño.

Simultáneamente, dentro del ritmo interno de la nación, estamos en los albores de un nuevo ciclo histórico –al menos, ese es mi criterio–. Este parece ser un momento de transición en el que se están fundando las bases para el modelo que va a regir en las próximas décadas. Cada vez que algo como eso ha sucedido en los últimos 150 años, ha estado acompañado de inestabilidad social. De hecho, el actual período de cambios es hasta ahora el más tranquilo de nuestra historia.

¿Qué papel tienen en este proceso los intelectuales y artistas? Como parte integrante de la sociedad, ese gremio ha jugado un rol en la historia de la nación. Por problemas de espacio no abundo sobre el tema. Baste decir que a lo largo del proceso revolucionario, casi como en ningún otro, la intelectualidad ha estado dividida entre los que apoyaban y los que se oponían, en complejos reacomodos que tuvo momentos de mucha tensión. El más relevante de ellos fue a inicios de la década del 70, a raíz del llamado Caso Padilla y el Congreso de Educación y Cultura que generó el Quinquenio Gris. En la génesis de la actual crisis está el Decreto 349, que es visto con desconfianza precisamente porque se siente como una vuelta a las políticas de aquellos años.

Volviendo a una visión más general los sucesos de San Isidro y, especialmente, al plantón frente al Ministerio de Cultura el pasado 27 de noviembre, podrían considerarse históricos para el caso cubano. Quizás lo más cercano, guardando las obvias distancias, fue el llamado Maleconazo del 5 de agosto de 1994, hace más de veinticinco años.

A ambos sucesos los une el hecho de ser movimientos espontáneos –me refiero a la concentración del grupo de intelectuales y las manifestaciones de diferente tamaño que se dieron en la capital y en algunas provincias–; ambos tuvieron su origen en eventos ocurridos en zonas pobres de la Habana –la falsa noticia lanzada por Radio Martí de que un barco recogería a los interesados en irse del país en 1994 y la «huelga de hambre» de los miembros del MSI–; ambos ocurrieron en momentos de crisis económica, mientras se arreciaba el bloqueo y el gobiernos tomaban medidas que resultaban impopulares –es curioso como el tema de las tiendas en MLC, antes fueron TRD, aparecen en ambos escenarios–; finalmente, parece que ambos tendrán similar resultado.

En cuanto al Estado, ya lo dije: está en pleno proceso de transformación de sus estructuras institucionales y económicas; con una nueva Constitución y una apretada agenda legislativa llamada a ser implementada y, lo más importante, en medio de un proceso de cambio generacional sin precedente en los últimos sesenta años.

De cualquier modo, considero que ha logrado salir airoso de esta crisis, al tiempo que estableció un precedente importante en la relación entre los individuos y las instituciones, legitimando el diálogo entre cubanos dentro de ciertos marcos, lógicamente, como vía para resolver diferencias. Esto hubiera sido impensable en otro momento.

Incluso en los últimos procesos de consulta, ocurridos a raíz de los Lineamientos del Partido y para el proyecto de Constitución, la vía fue vertical, «de arriba hacia abajo». Esta vez ocurre en sentido inverso y eso es particularmente beneficioso para la nación y para el propio Estado, más allá de campañas internacionales –o nacionales– de descrédito que fracasan por estar enajenadas de la realidad cubana.

7 diciembre 2020 31 comentarios 1,6K vistas
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conectada

La nación conectada

por Carlos Alberto González Carvajal 24 octubre 2020
escrito por Carlos Alberto González Carvajal

El mundo hoy no puede ser comprendido sin Internet, sin gente conectada. Citando al filósofo chileno Martin Hopenhayn: “Quien no está conectado estará excluido de manera cada vez más intensa y diversa. La brecha (digital) agudiza los contrastes entre regiones, países y grupos.

Países menos digitalizados se van recluyendo en el patio trasero de la globalización en términos de intercambio comercial, valor agregado a la producción, presencia cultural, protagonismo político, crecimiento económico y, por todo lo anterior, de bienestar social”.

De ahí que unos de los mayores aciertos del presidente Miguel Díaz-Canel y su equipo, sea haber abierto las puertas a estos servicios para millones de cubanos. Estas medidas han tenido un impacto tan decisivo porque la nación estaba lista para recibir sus beneficios. De ahí que en unos pocos años todas las universidades, instancias de gobiernos, servidores públicos, etc., tengan su espacio en las redes sociales.

La apuesta ha sido alta. En primer lugar porque choca contra viejos paradigmas; en segundo porque no es barato: hay que comprar la técnica, instalarla, mantenerla funcional. Sin embargo, en todas partes esto es rentable –de hecho una de las ganadoras con la pandemia son las multinacionales de la información, el entretenimiento y los proveedores de servicios de internet.

También hay riesgos -no podemos ser ingenuos- y, desde la perspectiva de los decisores, las guerras de cuarta generación son un tema preocupante. Pero ha podido más la correcta lectura del momento y la comprensión de que negar el acceso a estas tecnologías traería  más inconvenientes que beneficios.

Desde el punto de vista la población el resultado es espectacular: Cuba cerró el año 2019 con 7.1 millones de ciudadanos con acceso a la red por diversas vías, lo que representa un 63% de los 11.3 millones que componemos su población, según la agencia EFE de noticias.  Los clientes de datos móviles en la isla llegaron a 3.4 millones para la misma fecha y más de 650 mil disponían del servicio con velocidad 4G.

Otro informe, esta vez del periódico Granma, sitúa la cifra de usuarios de redes móviles en 4 millones para agosto del presente año, 600 mil más que el año precedente.

Por otro lado, un estudio de 2019 del instituto de investigación norteamericano Freedom House sobre la libertad en las redes situaba a Cuba en el lugar 62 entre 65 países, solo por delante de Siria, Irán y China en la categoría de “No libre”. Freedom on the Net, el estudio referido, se elabora a partir de la información proporcionada por una red de colaboradores (académicos, comunicadores, activistas) en los países estudiados.

Analiza la libertad en Internet a partir de tres indicadores: obstáculos al acceso, limitaciones a los contenidos y violaciones de los derechos de los usuarios. El estudio del presente año se publicará en noviembre y aunque se reconocen mejorías en el acceso, no se espera que la situación general cambie.

Independientemente de las limitaciones, la tendencia es continuar aumentando el acceso y la utilización de las redes. Prueba de eso es el uso que se le ha dado a estos recursos: desde o gracias al internet cada vez más se investiga, se accede y se genera información; también se compra y se vende todo lo imaginable; es una fuente de oportunidades para emprendedores, que en mi criterio serán los héroes públicos en las próximas décadas; el Estado ensaya y aplica “nuevas formas” de relación laboral como el teletrabajo, así como el comercio virtual, que da sus primeros y azarosos pasos, porque está montado sobre una estructura que nunca funcionó correctamente.

El otro impacto hay que verlo hacia lo humano. Mientras la calle se mantiene con la calma habitual, las redes bullen, parece que explotan en controversias, discusiones, insultos: “la batalla de ideas” -aunque no siempre primen las ideas- se ha trasladado al campo virtual. Muestra de ello es que los dos candidatos con posibilidades de sentarse en la Oficina Oval a partir de enero, el presidente Trump y el ex-vicepresidente y candidato demócrata Joe Biden, se reunieron este fin de semana con el influencer cubano-americano Alexander Otaola y la bloguera Yoanis Sánchez, respectivamente, en un intento de ganarse el disputado voto cubano en la Florida.

Otra historia que causó interés fue la relativa al joven dibujante y creador de dibujos animados Víctor Alfonso Cedeño, quien, por medio de las redes, logró acceder a una visa humanitaria del gobierno de los Estados Unidos para atenderse de una condición terminal en nuestro país. Para eso necesitaba una serie de datos técnicos que le fueron negados en el hospital donde se atendía y luego en el Ministerio de Salud Pública. Pero gracias a las redes, su caso llegó a oídos del ministro que rectificó la situación.

Finalmente, llamó también la atención que el MINREX dejara sin efecto el anunciado cobro de prórrogas a los cubanos residentes en el exterior que no hubieran visitado la isla por más de 24 meses. La medida suscitó de inmediato inconformidades y comentarios en las redes que al parecer fueron la causa de la enmienda. Ahora, un grupo de emigrados ha lanzado un pliego con diez demandas, exigiendo lo que llaman “la restitución de la ciudadanía plena”, lo que de aprobarse implicaría un cambio en la norma vigente en la Isla.

Vista esa apretada síntesis, parece obvio que el internet ha significado un cambio mayor en la forma en que los cubanos vemos y vivimos el país, y como nos relacionamos entre nosotros y con los representantes del Estado, sin importar donde nos encontremos. Ningunas de estas noticias, y muchas otras que quedan en el tintero, formarían parte de la agenda si miles de cubanos no usarán las redes solo para mostrar las notas de sus hijos, felicitarse en cumpleaños o intercambiar sobre los temas más diversos.

Las redes muestran una realidad otra, válida, compleja, polarizada e infinitamente más libre. Además son una vía de empoderamiento ciudadano. Contrario a lo que pueda suponerse, esto en lugar de debilitar a la institucionalidad establecida, la legitima y lo que es más importante fortalece a la nación que se encuentra y se reencuentra a sí misma, discute, se sitúa  -muchas veces se atrinchera- en su opción ideológica.

Desde la buena fe, hay quien hace llamados a la cordura y al respeto. Lo entiendo y lo suscribo, pero me parece inútil. Serán necesarios muchos años para que todas esas fracturas a la columna vertebral de la nación se consoliden, mucha buena voluntad y gestos efectivos de ambas partes. Entre tanto, por lo menos se han desterrado las unanimidades y ese es un primer paso.

24 octubre 2020 11 comentarios 1,K vistas
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