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Aries M Cañellas Cabrera

Aries M Cañellas Cabrera

Licenciado en Filosofía e Historia. Profesor e investigador, Cienfueguero

Cristales

De oportunismos, cristales rotos y guerra cultural

por Aries M Cañellas Cabrera 2 junio 2022
escrito por Aries M Cañellas Cabrera

Yo soy un «blanquito», no del Vedado sino del popular Atarés, que con sus amigos «negritos» estaba en el parque de H y 21 «el día que se rompieron los cristales» —los viejos trovómanos entenderán la alusión— cuando cantaba Varela.

O en el Karl Marx, cuando la policía cercó el teatro dos cuadras a la redonda y casi ningún seguidor real consiguió entrar. Yo llevaba el pelo largo, como ahora, no era de la UJC y accedí gracias a una amiga, fanática a Varela, militante comunista e hija de dirigente, la cual también quería hacer revolución aunque no la fueran a escuchar.

Puedo escribir porque estuve desde entonces en cada concierto, y luego del «filtrado» disco Colgando del Cielo dejé de seguirlo, pues en lo personal sus letras dejaron de sorprenderme, mas esa es solo mi opinión. Escribo esta crónica, no para unirme a un debate que es en realidad un pretexto, sino porque el mismo encierra corrientes mucho más preocupantes.

No existe una cultura cubana de «los que aman y fundan» y otra «de los que odian y dividen». No es el arte un sistema categorial con parámetros, donde la calidad de una obra la dicten aspectos de otro tipo, ajenos por lo general a ella.

Carlos Varela fue y es —según pude comprobar por pura casualidad una semana antes del debatido concierto—, un artista de masas. Lo era en los noventa y lo ha seguido siendo. Cada generación lo ha descubierto y asumido desde su realidad. El sábado anterior a la presentación, estando media ciudad sin luz, un grupo pequeño de amigos nos reunimos en un paseo fluvial de Matanzas a escuchar música en una bocina: Kamankola, Frank Delgado, Moneda Dura, Varela… y ahí paró la lista, nos vimos forzados a poner canción tras canción a pedido de muchos jóvenes que iban llegando, los cuales, además, pedían les copiaran los temas.

La parcelación nociva de la cultura ya ha empezado, se percibe desde ambas aceras políticas, pero ¡ojo! mi mente mal educada enlaza gusi con tutsi, blanquito, odiador, y el resultado es tremendamente preocupante y parecido al discurso de Otaola.

La guerra cultural se está haciendo también desde adentro, creando «enemigos» que permitan, al combatirlos, alcanzar determinado estatus para algunas personas. Ya pasó en el Quinquenio Gris, cuando «escritores revolucionarios» publicaban un libro tras otro gracias a méritos no literarios, mientras los padres  de Óscar y José Cemí (1) eran silenciados.

En la creación de bandos rivales estriba el éxito verdadero de la temida penetración cultural. El problema no es el concierto de Carlos Varela, que el gobierno —muy positivamente— aprobó, aun a sabiendas de lo que podría ocurrir. El quid del asunto es que nos preguntemos por qué los que atacan desmedidamente no asistieron de manera espontánea, a título personal, sin que mediara una «tarea», y entonaran sus cantos de defensa si algo sucedía.

Porque no había que ser adivino para saber que los ánimos se caldearían, como ha ocurrido desde siempre. Como pasaba en el Karl Marx en los noventa, cuando gritábamos ¡Policía no! o ¡Política no! al final de Cuchillas en la acera y de La política no cabe en la azucarera y, al salir, nos íbamos mi amiga —que aún piensa como entonces— y yo, tranquilamente, sin discutir.

¿Éramos más tolerantes? No creo que esa sea la esencia, pienso más bien que entonces, sin celulares ni redes sociales, el oportunismo exprés no existía. Los alarmados por los gritos de ¡Libertad! ¿Serán los mismos a los que mi hija pide permiso cada 13 de marzo a las 3:15 para poner Radio Reloj, porque nuevamente lo han olvidado?

¿No es más preocupante que haya quienes se sientan atacados por el reclamo? ¿Están asumiendo entonces que era ese el sentir de todos los que ahí estaban y que ser libre es algo peligroso? ¿Entonces ellos consideran que en Cuba no hay libertad? Nadie se pone a la defensiva sin motivo.

Conozco buenos trovadores que apoyan al gobierno, amigos que, me consta, son gente franca, a los que nunca he escuchado usar términos denigrantes ni peyorativos contra los que no piensan como ellos. Conozco también buenos trovadores que no apoyan al gobierno, a los que tampoco he oído jamás usar términos denigrantes ni peyorativos contra los que no piensan igual.

El artista o intelectual que está de veras imbuido en su obra, en el afán de creación, en la búsqueda de nuevas maneras de expresar, no tiene tiempo de cazar defunciones, ni de peinar las redes localizando enemigos.

El oportunismo, en una de sus definiciones, es visto: «como la capacidad de capitalizar los errores de los demás: aprovechar las oportunidades creadas por los errores, debilidades o distracciones de los oponentes en beneficio propio» (2). Las dos últimas palabras de la cita son en estos momentos el centro del problema en Cuba.

No es oportunista aquel que defiende al gobierno, sino aquel que amparado en una supuesta defensa llega a planos estelares y comienza a recibir beneficios, aupado en el combate a terceros y no en su capacidad. Los que usan la patria de pedestal son los verdaderos enemigos. No un cantante al que hay que reconocer que siempre ha dicho lo mismo. La historia de este país, desde 1959 hasta la fecha, está repleta de «combatientes revolucionarios» que dañaron y dañan el proceso. Muchos, hoy, ya no residen en Cuba. Otros, solo buscan cristales que romper.  

2 junio 2022 23 comentarios 2k vistas
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24 de febrero

24 de febrero de 1895, la fecha que cambió el sino de una isla y dos imperios

por Aries M Cañellas Cabrera 24 febrero 2022
escrito por Aries M Cañellas Cabrera

Por Aries M. Cañellas Cabrera y Ernesto Cañellas Hernández

El 24 de febrero de 1895 marca la fecha que agrietó, definitivamente, el nexo político que ejercía España sobre Cuba. Tras cuatrocientos años de dominación, La Siempre Fiel ponía nuevamente las armas de por medio para solventar la tensa situación económica, política y social en que estaba envuelta.

En la percepción tradicional de la historia prima un enfoque unilateral, que asume la guerra como una sorpresa para el gobierno colonial. Sin embargo, el alzamiento de los Sartorius en Holguín —casi coincidente con el viaje de los infantes españoles en 1893—, el fracaso del Plan de la Fernandina y la penetración de la inteligencia española en las filas revolucionarias; mantenían alerta y en tensión a la Capitanía de la Isla. Incluso, el general Polavieja, desde su retiro, lanzó en julio de 1894 la advertencia de que en Cuba no se había dejado de conspirar nunca.

El caso de Cuba ¿política interna española o política internacional?

Las reivindicaciones de los cubanos eran extensibles a la situación de muchos españoles en la Península: bajos sueldos, una infraestructura atrasada, problemas sanitarios y sociales que asfixiaban a las clases bajas de la sociedad. Además de las contradicciones en el seno de la clase política, que enquistaban decisiones primordiales para la modernización del país, diferencias que se verían agravadas al finalizar la contienda bélica.

Sobre el fenómeno cubano se ejercían otros puntos de presión. El más evidente era la penetración norteamericana, primero económica y luego con pretensiones políticas.

Desde un ala del senado español se identificó esta postura norteamericana como un «conflicto internacional». Para contener los cantos de sirena norteños, los liberales propusieron medidas dinámicas cercanas a la autonomía, y sumar a la negociación a potencias europeas —Francia, Reino Unido y Países Bajos—, con intereses en el área del Caribe. No obstante el canovismo, sustentado por los integristas de la Gran Antilla, frenó cualquier flexibilidad del monopolio político-económico insular: «Cuba es española, no se negocia y punto».

24 de febrero (2)

La progresiva apertura a lo anglosajón —en general—, y a lo norteamericano —en particular—, dentro de la actualidad cubana, fue percibida como un peligro por algunos sectores, más conservadores y cercanos al poder colonial. Mientras, otros consideraban al gigante del norte como símbolo del progreso y la modernidad americana.

Solo algunas figuras públicas, marcadamente independentistas, se mostraban opuestas a la preponderancia que iba conquistando lo anglosajón en la Isla. Reconocían que la identidad cubana, por su conformación, tenía una base española, pero deseaba desprenderse del tutelaje al que la Metrópoli la sometía y le era imperativo obrar como nación independiente.

Estas preocupaciones están presentes en el ideario martiano, que reconoce el peligro latente dentro de la sociedad cubana —y de otras naciones del continente—, que se bamboleaba hacia extremos apasionados sin identificar un proyecto soberano de nación, difícilmente realizable sin el apoyo de una potencia exterior (1) como resultará al final de la guerra.

José Martí, la Guerra Necesaria y el desastre del 98

Si estas preocupaciones políticas, y sus repercusiones externas al límite geográfico cubano, persistían en el bando mambí antes del 24 de febrero de 1895, ¿era posible que el poder español desconociera la conspiración cubana y las intenciones norteamericanas?

No, la realidad demuestra que el sistema de espionaje y contrainteligencia español era eficiente, no así la burocracia oficial. El control que se ejerció sobre las acciones de los caudillos cubanos en Costa Rica, Jamaica, Santo Domingo y Nueva York, quedaba registrado con sorprendente profusión de detalles en los informes enviados a Madrid.

Entonces, ¿por qué el liberal Sagasta no actuó antes de la inminente sublevación?, ¿se permitió esta para realizar el mayor despliegue militar que cruzó el Atlántico, cuyos fines iban más allá de la propia Cuba? ¿Un hipotético nuevo conflicto bélico podría salvar a un imperio en decadencia, que había vivido en menos de un siglo varios de ellos?

La supuesta desidia de Sagasta supuso el cese de su mando frente al Consejo de Ministros —reemplazado por Cánovas, más cercano a la política de mano dura y con el respaldo del mando militar. Sin embargo, la situación política española y su débil condición de «imperio allende los mares» estaba echada, la falta de un proyecto de nación sólido en la Península era la causa real.

24 de febrero (3)No se deben desconocer en el tema cubano los puntos de control e influencia que ejercían las élites económicas del País Vasco y, sobre todo, la burguesía catalana. El complejo entramado político insular se extendía, además, por el convulso hilo que unió a los Capitanes Generales con las élites del gobierno central desde los tiempos de Tacón —sustentado con botellas, prebendas, y todo tipo de negocios turbios que enriquecieron a un sector privilegiado.

Por desgracia para los intereses coloniales, el caso cubano no se detenía ahí, pues el tinglado de patriotismo plañidero, que reivindicaba la unidad nacional desde el interés de su bolsillo, estaba matizado por la base monárquica criolla, que había sido clave en la restauración de la monarquía borbónica. Entre los intereses concretos de los políticos y militares de un lado y otro del Atlántico, estaba involucrada la no menos poderosa compañía de Antonio López (posteriormente Compañía Transatlántica S.A), que movía todo lo relacionado con la guerra, incluyendo soldados, oficiales, pertrechos y familiares. 

Con tantas manos, tantos jefes y tantas pretensiones políticas que defender; la respuesta a las reivindicaciones cubanas solo podría ser de carácter militar: la guerra beneficiaba a todos los elementos enumerados.

En Cuba se defendió, más que la permanencia del estatus de isla-española, el propio modelo colonial, con su monarquía, sus círculos de poder y el sui generis sistema de alternancia canovista. Para ello, el gobierno central no se detuvo a pensar en la conveniencia de enviar cerca de 220 mil hombres hacia la Isla entre los años 1895-1898, una cifra que desde 1868 arroja un total que supera el medio millón de soldados. A finales del año 1900 la población española apenas superaba los dieciocho millones de habitantes. El porcentaje de recursos humanos usados para mantener una Cuba española muestra la verdadera importancia de la isla para el sistema político peninsular.

Los costes económicos que suponía mantener la guerra de desgaste planteada por los mambises, las protestas que levantó el servicio militar obligatorio y el sistema de quintas, junto con la entrada norteamericana en el conflicto, hicieron insostenibles la guerra de Ultramar (Cuba y Filipinas) y el propio sistema de gobierno.

La nación española sufrió por Cuba. Fueron tres años de penurias para la clase pobre peninsular, que además de perder a muchos de sus jóvenes (con edades entre veintiuno y treinta y cinco años), debió sostener en gran medida las necesidades básicas de la colonia, totalmente incapaz de hacerse cargo con los fondos de Hacienda de los cuantiosos gastos que supuso el conflicto.

Historiadores más optimistas matizan sobre el desastre del 98, cuando plantean que «se perdió Cuba, pero se ganó España». La realidad demuestra que los conflictos que generó la guerra cubana siguen latentes, en el eterno enfrentamiento que sostienen los piquetes anárquicos y los movimientos independentistas vasco y catalán, con los legisladores del resto del reino.

24 de febrero (4)

La guerra de Cuba, ¿causa o excepción?

El fin del siglo XIX español quedó sellado aquel 24 de febrero de 1895, aunque no fue consumado técnicamente hasta el 3 de julio de 1898 y finalmente suscrito el 10 de diciembre de ese año con la firma del Tratado de París. Se dejaba al otrora orgulloso «imperio monárquico» con una deuda de más de 40 mil millones de pesetas y más de 100 mil muertos a sus espaldas. Y lo peor, con el sentimiento de fracaso y agotamiento del sistema.

La guerra de Cuba sigue siendo uno de los episodios de mayor conflicto en la historiografía española. Su pérdida es ampliamente analizada en la prensa peninsular, antes, durante y después de 1898. Si existía cierto optimismo hasta enero de ese año, con la entrada en vigor de la autonomía —más amplia de la que había exigido desde la década anterior por el partido reformista cubano—, los corresponsales en el terreno marcaban el ambiente abiertamente separatista que emanara tras las políticas de Weyler, eficientes en el campo militar pero terribles para la sociedad y la política.

La prensa española sentenció: «hemos lanzado a la guerra a los pacíficos» y quedó impreso el espíritu derrotista que la propia infanta Eulalia de Borbón, única integrante de la familia real que pisó tierra cubana en visita oficial, reseñó en sus memorias años después: «La revolución latía en la entraña cubana, aunque he de reconocer que en mis siete días de estancia (mayo de 1893), cruzando entre los que poco después se lanzan al campo, solo escuché palabras de respeto, de simpatía y de homenaje. Pero vi que en Cuba, nuestra causa estaba perdida definitivamente».(2)  

De la decadencia absoluta con que se percibió el fin del siglo XIX español emergieron los valores que sirvieron para modernizar a una sociedad aletargada en el sueño de la grandeza venida a menos.

El desastre consumado, a diferencia de las independencias americanas de la primera mitad del XIX, quedó enraizado en el espíritu español. La guerra de Cuba sirvió para acuñar el fin de un sistema y, cómo no, el nacimiento de una de las frases más irónicas del lenguaje castellano para designar males mayores: «más se perdió en Cuba y vinieron cantando».

***

(1) Carta a Gerardo Castellanos (4 de agosto de 1892) y Carta al director del The New York Herald (2 de mayo de 1895).

(2) Memorias de la Infanta Doña Eulalia de Borbón, p. 187.

 

24 febrero 2022 1 comentario 3k vistas
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Julio Sanguily (1)

Julio Sanguily, el olvido como juicio de memoria

por Aries M Cañellas Cabrera 24 enero 2022
escrito por Aries M Cañellas Cabrera

Por Aries M. Cañellas Cabrera y Ernesto Cañellas Hernández

La Revolución de 1868 es uno de los procesos más complejos de la historia nacional. En su condición de fragua de una Nación, coexisten en ella, con similar fuerza, diversas posiciones políticas que, en su accionar y desgaste, irán moldeando figuras, surgidas de un tiempo convulso, que llevarán en sí las características del grupo social en el que se forman.

Ninguno de nuestros próceres independentistas será plano, todos tendrán matices. De algunos la historia, por motivos de conveniencia, recordará tan solo determinadas aristas, segando así la comprensión del pasado, que deberá ser tarea de las futuras generaciones, obligadas a reconstruir las bases de su Nación.

Si partimos del hecho de que presente y pasado se retroalimentan, entonces, comprender el pasado nos permitirá entender mejor el presente histórico, por lo que tratar de explicar fenómenos cardinales como la traición, o las deslealtades ocultas, es asunto primordial.

Una de las figuras más complejas de las que obtuvieron protagonismo tras el estallido revolucionario de 1868 es Julio Sanguily Garrite. Durante décadas la historia lo recordó —justamente— como el valiente joven habanero que con veintitrés años se fue a la manigua y en apenas tres pasó de soldado raso a general. Terminó lisiado, con una mano prácticamente inutilizada y luciendo una de las hojas de servicio más impresionantes del campo mambí. Su sola visión generaba, instantáneamente, romanticismo independentista en los jóvenes habaneros.

Su trayectoria de avezado militar en la Guerra Grande contrasta con lo ocurrido el 24 de febrero de 1895. El día en que reiniciaba la lucha por la definitiva independencia, Julio Sanguily fue apresado en su casa habanera cuando se suponía debía encabezar un alzamiento en el Parque Central.

Julio Sanguily (3)

Luego, estudios más acuciosos en ambos lados del Atlántico fueron descubriendo pruebas irrefutables que le situaban como agente pagado por España desde al menos 1889. Posteriormente se confirmó que actuó también como agente norteamericano. El historiador Rolando Rodríguez llega a considerarlo «el más grande traidor cubano de todos los tiempos».[1]

Todos estos datos son veraces, aun así, el análisis de su figura continúa siendo incompleto, pues deja sin respuestas preguntas más profundas: ¿Por qué Martí apoyó la designación, por parte de Gómez, de Julio Sanguily como jefe del alzamiento en el Occidente de la Isla a pesar de que existían suspicacias fundadas sobre él?

¿Por qué las autoridades españolas intentaron, por todos los medios legales, mantenerlo preso de por vida luego de su arresto, si en teoría era colaborador puntual probablemente desde 1883, y activo informante desde 1889?

¿Ignoraba Gómez el hombre en que se había convertido Sanguily, uno de los pocos cubanos que envió dinero al Generalísimo cuando sus hijos morían de hambre en Jamaica tras el Zanjón?

¿Si fue un traidor de tal magnitud, por qué vino a la guerra en 1897 y, en lugar de ser apresado por sus compatriotas, se le reconoció el grado de Mayor General?

Con el decursar del tiempo han aumentado las diferencias psicológicas entre las generaciones. Actualmente estamos lejos de la manera de entender el mundo propia de los cubanos que se lanzaron a la manigua el 10 de octubre. El dilema de Julio Sanguily refleja las contradicciones subjetivas de un grupo que trataba de sostener la pureza de sus ideales independentistas ante amenazas de diversa índole.

Como teorizó Marc Bloch, en ese ambiente social un hecho semejante sería excluido por «fuerza mayor», pues «la fidelidad a una creencia evidentemente no es sino uno de los aspectos de la vida general del grupo en el que ese rasgo se manifiesta».[2]

Debemos centrarnos entonces en el cambio de filosofía del hombre, en la traición a sí mismo como símbolo de la decadencia física y moral del Mayor General Sanguily.

Julio Sanguily, un hombre hecho a sí mismo

Julio Sanguily fue el segundo de cuatro hermanos que quedaron huérfanos de niños. Cuando se alzó en armas, sin prevenir a su hermano Manuel para evitar que le siguiese, este último —cuya «primera pasión será pasión varonil, esencialmente masculina, el amor idolátrico a su hermano Julio», como escribió Manuel de la Cruz—,[3] demostró que no estaba dispuesto a perder el único vínculo de sangre que le quedaba, aun cuando significase dejar su prometedor futuro como letrado e intelectual, de modo que se unió a la manigua. En el futuro, y a pesar de la honradez y prestigio de Manuel, esa relación filial le llevará a mirar para otro lado ante las deslealtades y vicios del Mayor General Julio Sanguily.

Julio Sanguily (3)

La destacada carrera militar de Julio durante la Guerra de los Diez Años ha sido tratada; no obstante, dentro de ella es crucial entender dos asuntos. Primero, los vínculos entre él y Máximo Gómez, que sin llegar a ser relaciones de clientelismo fueron cruciales para apuntalarlo, en el futuro, ante las dudas y desconfianzas que respecto a él tendrían José Martí, Vicente García, Tomás Estrada Palma o Serafín Sánchez. 

Y en segundo lugar, que la aureola de héroe con la que Sanguily termina este conflicto será fundamental, pues lo tornará figura indiscutible a la que la juventud habanera tratará de emular; ello, unido a la férrea defensa de Gómez, propiciará que el Apóstol, pese a no confiar en él, le otorgue el mando del alzamiento en la capital cuando ya era evidente que no jugaba limpio. Sencillamente no se podía prescindir de su renombre como figura pública. El aura del guerrero encubría las deslealtades.

Existen numerosos ejemplos que ilustran la confianza y respeto depositados por el Generalísimo en Julio Sanguily. En su Diario están detallados con precisión, pero basta la carta en que comunica al secretario de Guerra la renuncia de Sanguily y su estado mayor, ante la oposición de los villareños, encabezados por Carlos Roloff y Serafín Sánchez: «en todo caso que hubiese algún motivo de queja por alguna orden de la Jefatura de Ia División, la responsabilidad es solo de este Cuartel General que la aprobó y autorizó».[4]

Esas palabras, de puño y letra de Gómez, servirán de escudo ante denuncias futuras sobre los negocios turbios de Sanguily relacionados con los españoles.

El Generalísimo terminaría arrepintiéndose de ellas y asegurando que si Julio se incorporaba a la gesta independentista, debía ser juzgado antes por un Consejo de Guerra. ¿Qué había ocurrido en los más de veinte años que median entre ambas opiniones?

Héroes en los extremos

Concluida la guerra los Sanguily regresan a establecerse a La Habana. Aunque diferentes —opuestos en su actitud personal y moral— los hermanos van a ser interpretados como un todo por buena parte de sus contemporáneos. Especialmente Julio se beneficiará de la autoridad ética que irá ganando Manuel cómo abogado, polemista e independentista. Como resultado, en la concurrida Acera del Louvre, donde ardían las ansias y bullían los deseos de la juventud de la época, prevalecerá la historia mambisa de Julio arropada en la aureola de respeto impoluta que proyecta Manuel.

Julio Sanguily (5)

Manuel Sanguily

No tenemos una fecha exacta del origen de la infidelidad de Julio Sanguily a la causa revolucionaria —que a la larga terminará en traición y costará la vida a hermanos de lucha—, pero es posible afirmar que acaeció mucho antes de 1889, fecha del primer pagaré que se conserva dirigido por las autoridades españolas al cubano.

Sabemos que ya en 1883, gracias a la mediación de Julio, el célebre bandolero Carlos Agüero pudo abandonar legalmente el país. Cuatro años después, en 1887, la reina regente de España, por intermedio de los generales Martínez Campos y Castillo, recibe a Sanguily en Madrid, quien jura no volver a incurrir en «filibusterías» y jura lealtad a la Corona.

¿Es posible que el vínculo que se solidifica durante el gobierno del Capitán General Salamanca —al velorio del cual Sanguily enviara una corona fúnebre—, se inicie mucho antes de lo que consta en los registros que se conservan?

¿Cuál es la importancia real de Julio Sanguily en estos momentos? ¿Por qué la reina lo recibe si no es, ciertamente, la figura más influyente del separatismo en Cuba?

La generación del 68 no fue nada homogénea. Incapaces de encontrar en la guerra la unidad imprescindible, no todos asumieron de igual manera el fracaso de los ideales que significó el Pacto del Zanjón. Algunos, como Julio, arruinados física y económicamente en la flor de la vida, comenzaron a preocuparse por sí mismos en espera del regreso de algo que era cada vez más una utopía. Ello, unido a las secuelas sociales de una guerra terrible, acució su innata tendencia de supervivencia y vida al límite. La ruptura entre el general y un hombre vencido por sus demonios fue el resultado.

El caso de Julio Sanguily se agrava por ser una persona atrapada por sus vicios, esclavo de ellos, adicto a todo tipo de apuestas —en especial las barajas—, a las mujeres y con un tren de vida muy por encima de sus posibilidades. Tales rasgos se evidenciaban desde antes de finalizada la Guerra Grande, pero en la paz se verán desbocados y llegarían a consumir el legado del jefe mambí.

Su exilio neoyorkino, al cual arribó en encomienda diplomática a finales de 1876, había acrecentado esos vicios. Algunas fuentes sitúan en ese momento el primer acercamiento de la inteligencia americana al general, pero no parece demostrable.

Cronología de una decadencia

Antes de concluida la guerra, durante la permanencia de Sanguily en Nueva York, Tomás Estrada Palma, entonces ex-presidente de la República en Armas, debió solicitarle más dedicación para ayudar a los que aún combatían en Cuba. Allí le encuentra la firma del Zanjón, se hace ciudadano americano en agosto de 1878 y retorna a Cuba a finales de ese mes.

Durante la Tregua Fecunda sobrevive entre La Habana y Matanzas, con la etiqueta de comerciante e intercalando viajes al ingenio Azopardo, en la localidad de Unión de Reyes. El general es un símbolo donde quiera que va, recibe halagos en el campo y la ciudad, pues su imagen basta para definir la guerra: la mano y un pie inservibles, el alma rota y el deseo de conseguir dinero a toda costa para mantener los elevados gastos que asume tras su matrimonio.

Los hermanos Sanguily encarnan el independentismo en La Habana (separatismo o filibusterismo para los españoles), Manuel es el verbo rutilante y Julio, los despojos románticos de la guerra, que hace a los jóvenes quitarse el sombrero a su paso.

Julio Sanguily (6)

Manuel va hacia el reconocimiento y la luz, Julio se va quedando a la sombra, en un retroceso físico y espiritual que aboca a la degradación definitiva. En este viaje del héroe al antihéroe consigue un imposible, poner de acuerdo a José Martí y al Capitán General Camilo Polavieja. Cada uno, por su cuenta, lo caracteriza de manera exacta: «Julio Sanguily es un hombre necesitado de dinero».[5]

Para conseguirlo, valiéndose de sí mismo, o del traje de general mambí que aún era su cuerpo, comienza a colaborar con la inteligencia española para capturar a los bandidos, erigidos en ese período símbolos de resistencia y rebeldía contra el gobierno colonial.

No obstante, jugador consumado, guarda un as bajo la manga de la mano buena: mientras cobra de España, colabora con Manuel García y otros bandidos de menor renombre. El dinero le entra en ese juego de bandos, donde acostumbra a ganar tiempo con promesas y poses. Pero en ese arte de prestidigitador agonizante, consolidado como un mitómano peligroso, necesita la llegada de sucesos definitivos, sabe que no es eterno el arte de doblar apuestas.

¿La gran traición?

Como antes lo estuvo para el Plan Gómez-Maceo, Sanguily se declara disponible ante el Partido Revolucionario Cubano y José Martí. El Apóstol duda, quiere conocer al hombre; lo hace y las dudas no se despejan pues algunos rumores parecen ciertos, aunque se presente como el Mayor General Julio Sanguily, no es ya el revolucionario que una vez fue.

Sin embargo, apremiado de tiempo, Martí se fía en los criterios de Máximo Gómez, Antonio Maceo y el propio Estrada Palma, que conocen de la influencia de Julio, su hermano Manuel y su círculo —José María Aguirre, Pedro Betancourt, entre otros— en La Habana y Occidente. Decide apostar por el veterano mambí, pero, aunque confiere el nombramiento a Julio, es Juan Gualberto Gómez el motor real detrás de la insurrección.

Llegado el día del alzamiento, desoyendo los acuerdos asumidos el 17 de febrero de 1895, Julio Sanguily permanece en su casa. Allí fue apresado, horas después. Lo mismo ocurre con José María Aguirre cuando estaba cerca de la estación de Palatino.

El alzamiento en Occidente agoniza, las calamidades se suceden: el fallido grito de Ibarra, el asesinato del bandido Manuel García —algunos datos apuntan a que ya había sido nombrado coronel o capitán por el propio Sanguily—, la captura de Francisco Carrillo y la sombra de la delación ciñéndose sobre los conspiradores.

El jefe nombrado era Julio Sanguily, quien tenía empeñados su revólver y machete en la tienda La Equitativa. Esto se lo había informado a Antonio López Coloma en carta del 9 de febrero: ¿un as en la manga para un hipotético juicio si fallaba el alzamiento?, ¿una estratagema para acogerse al acuerdo Collantes-Cushing —el cual impedía que ciudadanos norteamericanos fuesen juzgados por tribunales militares españoles—, como hicieron luego Aguirre y Carrillo?

Sea como fuere, en el juicio los españoles señalaron que se había encontrado un caballo con una silla preparada para el general Sanguily, que dada su discapacidad necesitaba ciertas modificaciones, entonces: ¿vendió el alzamiento Julio Sanguily?, y si lo hizo: ¿por qué los españoles se ensañaron con él, condenándolo a cadena perpetua?

Julio Sanguily (2)

Este artículo pretendía resolver la pregunta: ¿quién fue Julio Sanguily?; sin embargo, acaso su vida, difusa y caótica como la de pocas figuras cubanas, explique el dramático enigma de la Revolución del 68.

En ese ciclo constante, que solo se extingue con la muerte, los honores conseguidos deben ser honrados, sino la traición es doble, demoledora. No es un caso aislado, por demás, este de héroes autofágicos; en Cuba casi son plaga. En su caso, la ascendencia y popularidad de que gozó en vida, sirvieron para aplacar los rumores que como pesadas tormentas se ciñeron sobre su figura.

El dilema de los héroes que se devoran a sí mismos mientras mantienen una imagen perfecta no comenzó con Julio Sanguily, pero nadie como él encarna las características del intocable que forja en la guerra relaciones de subordinación o clientelismo, que blindarán deslealtades futuras.

Esa condición de intocable se sustenta en muchos hechos y conexiones, pero ninguno como el solemne respeto profesado por su hermano Manuel, que lo sostuvo en su panteón de héroe de guerra hasta su muerte.

El caso Sanguily nos adentra, de repente, en un fenómeno que alcanzará, luego de 1902, matices de alarmante tradición: el de los héroes que se abocarán al lucro y los beneficios personales, amparados en los lazos irrompibles que crearon en un momento crucial de la defensa patria, para usarlos luego como escudo, perdiéndose, de paso, a sí mismos y a su causa.

***

[1] Rolando Rodríguez García: Cuba: las máscaras y las sombras: la primera ocupación, Editorial Ciencias Sociales, 2007.

[2] Apología para la historia o el oficio de historiador, Fondo de Cultura Económica, México, segunda edición en español, 2001.

[3] Tres caracteres; bocetos biográficos cubanos, ISAIAS-Manuel de la Cruz Fernández, Key West, 1889.

[4] Diario de Campaña del Mayor General Máximo Gómez, Edición de la Comisión del Archivo de Máximo Gómez, enero de 1940.

[5] En Obras Completas de José Martí, tomo III y VI, y en Relación documentada de mi política en Cuba; lo que vi, lo que hice, lo que anuncié, por el Teniente General Marqués de Polavieja, Madrid, 1898.

24 enero 2022 8 comentarios 4k vistas
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Guiteras

Tony Guiteras: ¿un rojo contra rojos?

por Aries M Cañellas Cabrera 8 mayo 2021
escrito por Aries M Cañellas Cabrera

Antonio Guiteras Holmes —que hoy cumple ochenta y seis años de su muerte en combate—, se erige como una de las figuras más importantes del complejo proceso que fue la Revolución del Treinta. En el mismo confluyeron varias opciones ideológicas y políticas en un diapasón que no logró, o buscó, la unidad de acción entre las distintas fuerzas actuantes.

Dentro de dicha pluralidad, Guiteras será portador de una línea de acción que lo situó rápidamente en contraposición con el Partido Comunista de Cuba (PC) y, a la vez, le impidió formar parte de ninguna de las organizaciones políticas ya establecidas.

El PC, surgido en 1925, tenía durante esa etapa una estructura ambigua, en la cual la figura pública era Rubén Martínez Villena, que no será nombrado jamás secretario general; mientras, los nombres descollantes dentro de la organización en aquel momento eran Jorge Vivó, Joaquín Ordoqui y Blas Roca.

La organización se subordinaba a la línea de la Internacional Comunista y se hallaba bajo la tutela del Partido Comunista de los Estados Unidos y del Buró del Caribe. Ambos tutelajes le imprimieron una línea de acción que ha sido sumamente cuestionada, por cuanto la limitó en determinados modos de actuación y en la toma de ciertas decisiones.

Cuando de nombres se trata

Tony Guiteras, por su parte, era portador de una ideología socialista, había utilizado la opción armada como medio de obtener el poder, a la vez que no ponía reparos a la posibilidad de colaboración con diversas tendencias. Al ser llamado a formar parte del gobierno de Grau, como secretario de Gobernación, accedió pues, como diría después en su artículo «Septembrismo»: «(…) el Poder, imposibilitado de hacer la Revolución, no significaba nada para nosotros. Su único objetivo en nuestras manos era la de instrumento para hacer la revolución (…)».

Es evidente que no deseaba el poder en sí mismo, sino como vía para lograr el conjunto de transformaciones que consideraba necesarias para Cuba. Consecuente con esta idea, toda su labor en el Gobierno de los Cien Días estuvo encaminada a ello.

Las acciones y medidas emprendidas durante su cargo estuvieron encauzadas a conseguir una verdadera revolución dentro de la sociedad cubana. Cuando se analizan, junto al artículo «Septembrismo» y al Programa de Joven Cuba, se pueden constatar inmediatamente determinadas coincidencias con el ideario revolucionario y marxista.

Guiteras estaba consciente de que lo primero que se debía alcanzar era la verdadera independencia del país pues: «(…) la estructura económica cubana es un aparato que no sirve a necesidades colectivas de dentro, sino a rendimientos calculados por y para los de afuera». (Programa de Joven Cuba). Eso era lo que la imposibilitaba, a su juicio, para ser considerada una nación y consecuentemente desarrollar una verdadera revolución.

Una antigua conversación

Antonio Guiteras y el socialismo

Para él, toda intención de cambio debía partir del freno de la injerencia norteamericana y de la creación de un Estado que respondiera a las necesidades de las masas populares y se estructurara conforme a los postulados del socialismo. Según su criterio, la orientación del gobierno debía ser hacia el socialismo de Estado, y así lo fundamenta en su Manifiesto no publicado, de diciembre de 1933.

Su concepción de una revolución socialista consideraba tanto los factores objetivos como los subjetivos, que en el caso de Cuba pasaban por la ya mencionada posición anti-injerencista y antimperialista que permitiera desarrollar las fuerzas productivas y la estructura económica; así como una conciencia colectiva correspondiente al nuevo estatus, todo lo cual debía obtenerse a través de sucesivas etapas preparatorias.

El socialismo de Estado debía crearse con el objetivo de llegar a tener en sus manos toda la riqueza expropiada a los personeros del machadato, para evitar que se reprodujera la dependencia económica propia de la economía burguesa. Esto permitiría la independencia económica de Cuba, sobre la cual se debía erigir la independencia política.

Las ideas socialistas se confirman en su concepción del Estado y las características y funciones que consideraba debía cumplir el Gobierno. Al igual que Marx, Guiteras razonaba que era preciso un Estado centralizado para lograr la revolución proletaria. También creía necesaria una vanguardia política que violentara la reproducción esperable de la vida social, sin descartar la existencia de una organización de amplia base, como fue Joven Cuba.

Guiteras 2

Portada de la biografía de Antonio Guiteras, escrita por su hermana Calixta

Debido a su criterio de que era impostergable atender las insuficiencias inmediatas de la realidad cubana, es que consideró oportuno evitar las huelgas, con el fin de conseguir una normalización que desarmara los argumentos del gobierno estadounidense para no reconocer al formado en la Isla el 10 de septiembre y evitar así una posible intervención militar. Es también la razón por la cual se opuso a la creación en Cuba de «soviets», que no entendía acordes a nuestras condiciones.

En su lugar, propuso la fundación de granjas colectivas y cooperativas agrícolas, a partir de la distribución de tierras a familias que las requirieran. Junto con ellas se debían entregar los productos y equipos necesarios para producir, así como un subsidio que les permitiera subsistir en espera de las cosechas.

Las producciones agrícolas no se limitarían al cultivo de la caña de azúcar, sino incluirían renglones que facilitaran la eliminación del monocultivo, a la vez que potenciaran la producción de alimentos de forma tal que abarataran sus precios.

Encaminados a ello, sus decretos durante el Gobierno de los Cien Días —así como los diferentes acápites de reformas contenidos en el Programa de Joven Cuba— estaban enfocados en la independencia política y económica de Cuba y la igualdad entre sus ciudadanos.

No obstante la evidente posición socialista sostenida por Tony Guiteras, sus acciones no fueron aprobadas por el PC; antes bien, serían criticadas y en ocasiones tergiversadas. Las diferencias entre ambas perspectivas se debían más a la confrontación de tácticas y estrategias que de ideales.

El PC atendía más a las orientaciones recibidas del Buró del Caribe que a la realidad cubana. En los primeros días del gobierno Grau-Guiteras, el Partido, a través de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC), propuso un frente de unidad, pero tal iniciativa fue rechazada por Grau, reacio a los comunistas. El resultado fue que el PC tildara de plano injustamente al nuevo gobierno como defensor de intereses pronorteamericanos, «burgués-terrateniente» —o «burgués-latifundista»—y demagógico.

Calixta Guiteras, una mujer guapa

Esto se debió a que el PC no fue capaz de distinguir entre las tres vertientes que se encontraban presentes en el gobierno y lo combatió en bloque, como si fuera homogéneo, sin distinguir la postura de izquierda de Guiteras quien jamás pronunció o tomó medida alguna de carácter anticomunista.

En reiteradas ocasiones intentó atraer a los miembros del PC a integrarse a su programa, como cuando los conminó a formar parte de la Infantería de Marina o de la Fuerza Armada Revolucionaria y de la Guardia Rural que planeaba crear con el objetivo de contar con un cuerpo armado que se enfrentara al ejército batistiano. En todos los casos su propuesta fue rechazada por los comunistas.

Aun habiendo resistido esta sorda oposición, Guiteras nunca reprochó de manera pública a los comunistas el no poder contar con un apoyo que era tan necesario para la consecución de sus objetivos, tanto durante el Gobierno de los Cien Días como posteriormente.

Su actitud derivaba de un pensamiento estratégico, pues estaba convencido de que la base social que agrupaba el Partido debía ser una aliada natural con la cual concertar alianzas futuras. Dicha certidumbre fue evidente después de constatar cómo el gobierno fue perdiendo base social a medida que arreciaban las contradicciones con la CNOC y el PC.

Siguiendo la doctrina martiana de que «hay cosas que para lograrse han de andar ocultas», Guiteras no vaciló un instante en hacer concesiones tácticas para mantener a flote las posibilidades revolucionarias en un medio hostil y complejo.

Tal postura táctico-estratégica fue resultado de una adecuación cabal de la teoría a la praxis cubana. Y esto nos hace pensar más en Guiteras como un revolucionario que logró una recepción armónica de ciertas ideas marxistas y martianas, próximas al pensamiento de Mella; en tanto el Partido Comunista era portador de un marxismo dogmático, de orientación soviética, que había recibido a través de su relación con la Internacional Comunista.

8 mayo 2021 6 comentarios 4k vistas
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Calixta

Calixta Guiteras, una mujer guapa

por Aries M Cañellas Cabrera 3 abril 2021
escrito por Aries M Cañellas Cabrera

El 3 de abril de 1935, un comando de Joven Cuba secuestró al millonario Eutimio Falla Bonet. La acción pretendía obtener un rescate de 300 000 pesos que se destinarían a la compra de armas en México con el fin de desatar una gran insurrección en las montañas orientales de la Isla. 

La idea no era nueva, pero su ejecución se había aplazado hasta esa fecha pues el líder de la organización tenía previsto, primero, el asalto a la cárcel donde el gobierno mantenía presa, sin pruebas reales, a su hermana Calixta, una de las figuras femeninas más importantes del movimiento revolucionario, desde el 30 de septiembre de 1930.

Fue esta una mujer singular que, como tantas de su género, aparece difuminada entre acciones y méritos masculinos. Lo poco que se divulga de ella es casi siempre asociado a su hermano Antonio. Sin embargo, además de ser una persona valiente, con implicación directa en acciones armadas durante los años de la Revolución del Treinta; desarrolló una importante labor profesional como antropóloga, con gran repercusión en México y Latinoamérica.

Cali, como la llamaban, muda de historia e importancia con solo cruzar el Golfo de México. De este lado es, apenas, la hermana de Antonio Guiteras, o acaso una de las mujeres del Directorio Estudiantil Universitario (DEU) del 30. En el país azteca, por el contrario, es un referente, casi una descubridora. Su obra antropológica es todavía cita obligada en tesis e investigaciones. Abarcar a esta mujer multifacética, en toda su integridad, es una investigación que aún en Cuba está por desarrollarse.

Si no se la estudia en su individualidad, se puede distorsionar la historia de organizaciones como el DEU de 1930, con el cual Tony Guiteras no tuvo nada que ver y sí Calixta.

Una revolucionaria en los años treinta en Cuba

Calixta nació el 10 de febrero de 1905. Fue la primogénita. Ella y Tony eran inseparables y se influirían largamente en el transcurso de sus vidas. El poco tratamiento que ha tenido su figura hace difícil rastrear sus pasos antes del ingreso a la Universidad de La Habana en 1930, lo que sabemos de ella en esos años es visto a través de las biografías del hermano.

Calixta Guiteras

Calixta niña (extrema izquierda) al lado de Tony. Entre los padres, Margarita, la otra hermana.

Fue, no obstante, una de las figuras más importantes del DEU del 30 −recordemos que hubo un DEU del 27, contra la prórroga de poderes de Machado, al cual había pertenecido Tony Guiteras−, al que accedió como delegada por la Facultad de Filosofía y Letras. Igualmente será fundadora de la rama femenina de esa organización.

A mediados de 1931 es creada la Célula de Acción y Sabotaje, a la que se suma Calixta, junto a Pío Álvarez, Willy Barrientos, Ramiro Valdés Daussá, y otros. Con ellos participó en el acopio de armas, dinamita y balas; así como en la agitación pública, en la firma de manifiestos que exigían la aparición de compañeros desaparecidos, etc.

En los últimos meses de ese año, el grupo comienza a preparar un atentado a Machado en el cual participa Calixta. El mismo se frustró, pero ya estaba señalada ante los órganos represivos. Menos de un mes después, en enero del 32, un grupo de acción atenta contra Miguel Calvo, jefe de los expertos del tirano. Mueren cuatro policías, pero Calvo salva la vida. La cacería será implacable.

El 27 de enero Calixta será apresada bajo la acusación de participar en el atentado. Irónicamente, esa fue una de las pocas acciones grandes de los últimos meses en la que no estuvo. Condenada a ocho años de prisión, va a parar a la cárcel de mujeres de Gerona. Una foto la muestra sonriente a la entrada del presidio, como si fuera un reconocimiento y no una condena.

Calixta

Calixta sonriente (extremo derecho) a la entrada del presidio.

Gestiones y apremios provocaron su libertad el 12 de septiembre de ese año, bajo pena de deportación. La dictadura no la quiere en Cuba y se marcha a Europa acompañada de su esposo. Derrocado el dictador, Calixta regresa a respaldar, con su autoridad ante el DEU, la gestión de su hermano desde el gobierno de los Cien Días. Ella puede ser la pieza que falta para comprender la rápida aceptación del nombramiento de Guiteras como secretario de Gobernación.

Es cierto que Tony tenía un historial en el Directorio Estudiantil Universitario del 27, al que muchos de los miembros del DEU del 30 le reconocían liderazgo, y que su desempeño armado en Oriente es asunto conocido; pero no era ni había sido nunca un hombre de ellos. Sin embargo, su propuesta es una de las que más rápidamente se aprueba. ¿No habrá tenido un peso decisivo, en última instancia, el hecho de ser hermano de Calixta, la que había sido una de sus figuras más importantes?  

La muerte del hermano fue un duro golpe para Calixta, quien −aconsejada por miembros de Joven Cuba− parte nuevamente al exilio, esta vez hacia México, de donde no volverá hasta después del 59.

México, la antropología, y la mujer de ciencia

En tierras aztecas, la ascendencia intelectual de los Guiteras se impondrá. Allí matricula Antropología, y a ella dedicará su vida. Su impronta en esta disciplina en México tiene dos vertientes: una arista docente, desarrollada como titular de la Cátedra de Etnografía en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, y otra como investigadora.

Como docente, es considerada la principal influencia de la generación de antropólogos mexicanos que pasaron por dicho centro a partir de fines de los cuarenta. De ella destacan su habilidad para exponer, de manera profunda y simple, un entramado cultural que en su versión contemporánea casi nunca había sido abordado.

Su monografía titulada Sayula: un pueblo de Veracruz, fruto de tres años de investigación en esa comunidad, es, según los especialistas, más que un importante documento etnográfico, un testimonio histórico. Se considera que con ella se logró preservar los aspectos socioculturales de una población enfrentada a los embates de la modernidad.

Calixta en México

Calixta en México como parte del «Proyecto Chiapas» (Foto: University of Chicago. Department of Anthropology. Chiapas Project. Records)

El estudio que durante años llevó a cabo en la etnia Tzotzil, sobre sus sistemas de parentesco, creencias y costumbres −recogidos por separado en numerosas monografías y, como conjunto, en su obra cumbre Los peligros del alma: visión del mundo de un Tzotzil−, fue estimado por la Universidad de Chicago, como un modelo de observación participante en etnografía, que debía ser utilizado en la enseñanza de la antropología en las universidades del mundo.

Esa investigación constituyó el primer éxito −en tierras mexicanas− en el estudio de una etnia que, hasta el momento, había permanecido cerrada a extraños. Además de iniciar un debate, aún no concluido, sobre la necesidad de repensar el concepto de persona en Mesoamérica.

Dicho resultado fue, en gran medida, hijo del valor personal de Calixta, pues su primer acercamiento fue rechazado, e incluso se le amenazó con la muerte en la hoguera si volvía. Pero lo hizo, y a su regreso optó por ganarse la confianza de un miembro con autoridad en el grupo que le abrió, de a poco, las puertas de la aceptación. Seguía siendo una mujer valiente.

Cuba, el regreso   

En 1961 vuelve a su país. Dedicará los años restantes a la docencia, desde el Instituto de Etnología y Folclore o la Escuela de Etnología, de la cual fue designada directora general. Asesorará allí a jóvenes investigadores, como por ejemplo Miguel Barnet, quien ha declarado que fue ella la primera persona a quien le entregó el manuscrito de Biografía de un cimarrón, que muchos consideran influenciado por el trabajo de Calixta titulado Vida y carácter de Manuel Arias Sojom.

Desde 1964 es designada miembro de la Unión Internacional de Antropología y Etnología, labor que lleva a la par que las docentes, la asesoría de investigaciones en Cuba y México, la publicación de artículos y la difusión aquí de los textos clásicos de antropólogos como Robert Redfield.

Calixta Guiteras

Calixta Guiteras en 1977 (Foto: Carlos Pereira)

Es posible que entre los antropólogos y etnógrafos del país Calixta sea un referente, pero fuera de ese ámbito es prácticamente desconocida. Su nombre apenas aparece en la bibliografía sobre la Revolución del Treinta.

En los museos dedicados a Antonio Guiteras en Cuba casi no existe, si acaso se le menciona como su hermana. Incluso −según me fue confirmado por investigadores que estuvieron en el lugar− el museo de la familia Guiteras Holmes en Pinar del Río no contaba, hasta hace dos años, con una sala dedicada a Calixta, a pesar de tener espacio disponible y a que, según explican los museólogos, fue gracias a la asesoría inicial y a la entrega de objetos y documentos familiares por parte de ella, que se pudo inaugurar la institución.

La trigueña de rostro desenfadado, que fumaba aromáticos cigarros suaves en largas boquillas de plata, que provocó quebraderos de cabeza a policías de dos países, y que descubrió junto a su esposo la tumba del Templo de las inscripciones en la ciudad Maya de Palenque, murió el lunes 19 de septiembre de 1988, a los ochenta y tres años. Avanzada edad, sobre todo cuando se ha llevado una vida tan peligrosa.

3 abril 2021 11 comentarios 3k vistas
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La memoria histórica del Directorio Revolucionario 13 de Marzo

por Aries M Cañellas Cabrera 13 marzo 2021
escrito por Aries M Cañellas Cabrera

La memoria histórica de una nación es la espina dorsal que sostiene la identidad nacional, la que permite a futuras generaciones compartir sentimientos, posturas éticas, ideológicas, religiosas o estéticas. Ella constituye el proceso sociocultural más importante para preservar la huella de una cultura y, como tal, debe ser rescatada, restaurada, resguardada, conservada, estudiada y difundida en un constante ciclo de desarrollo multidisciplinar que asegure la imparcialidad y objetividad de lo tratado.

Si partimos del precepto de que un país es más que la suma de sus sucesos, es en el análisis objetivo de lo unitario y lo antagónico que se enaltece la nación. Entonces, sobran acá los intereses sectarios.

La manipulación de la memoria histórica responde a intereses parciales, dogmáticos o personales que rara vez alcanzan, a largo plazo, su objetivo. La intención es dejar, a los ojos de actores futuros, la imagen de una sociedad que pudo haber sido más que eso. Ejemplos de lo anterior abundan en la historia: los egipcios borraron a la faraona Hatshepsut de los monumentos del Imperio Nuevo, quisieron invisibilizar su figura. Vano intento, milenios después se sabría de ella.

Forma parte de la labor del historiador, amén de todos los aspectos que conformen su análisis subjetivo de la realidad, tratar los hechos en su integralidad. La historia total dignifica la labor y enriquece el enfoque, aunque tal cometido pueda parecer una quimera en un mundo profundamente matizado por intereses de todo tipo.

El discurso histórico alrededor de la historia de la Revolución está desbalanceado, fragmentado; inclinado manifiestamente hacia una visión ventiseísta, que deja un notable espacio de interrogantes y vacíos. Una parte importante de esa zona invisible la ocupa el Directorio Revolucionario 13 de marzo.

El Directorio Revolucionario y la historia de la Revolución

Hace un año, en un artículo-respuesta a la controversia desatada alrededor de la emisión del programa Mesa Redonda del 13 de marzo de 2020, Rosario Alfonso Parodi, al referirse a este tema, hacía una conclusión clave: «Si ese discurso es de desmemoria, si es chato, maniqueo, denostador de lo que algunos creen no tributa a la alabanza y gloria de unos pocos, ese día, esa convergencia va a ser desigual; ese día podrían lograr que la Revolución viva una crisis de identidad, desde donde hacerla escorar».

La desigualdad en el discurso se manifiesta en dos aspectos fundamentales que lastran la memoria histórica del Directorio Revolucionario: primero, la escasa presencia de la organización en los estudios de la historia de la Revolución en todos los niveles de la pirámide formativa de la enseñanza; segundo, la sustitución de los espacios y la tergiversación o disminución de la épica revolucionaria del Directorio.

Presencia de la organización en los estudios de la historia de la Revolución

El primer aspecto es el más abarcador, pues el estudio de la historia de la Revolución en el sistema educativo empieza desde la asignación de nombres a las escuelas y centros. Relacionado con ello, se manifiesta un aparataje de influencia visual y cognitiva que incluye fotos del mártir —o del hecho— en los murales y las aulas, conocimiento de su biografía desde el preescolar, trabajos investigativos, convocatoria a concursos, etc.

Para analizar este aspecto sería necesario contar con los nombres de todos los centros de estudio del país. Tal listado no fue posible hallarlo, pero sí uno aproximado —disponible en ECURED: «Instituciones Educativas de Cuba»— del cual se tuvieron en cuenta 660 instituciones. La selección para el análisis incluyó a las provincias que tuvieran la mayoría de sus instituciones docentes presentes en la lista, pues en ciertos casos aparecían provincias con muy pocas escuelas declaradas.

El resultado es revelador: del total de 660 escuelas y centros, 117 nombres (17%), pertenecen a la categoría que denominamos «del siglo XIX»; 178 (26%), a la categoría «M-26-7» y solamente 27 (4%), a la categoría « Directorio Revolucionario». El resto de las denominaciones fueron incluidas en una categoría mayoritaria que llamamos «otros» en la cual se cuentan: internacionalistas, otras organizaciones revolucionarias, figuras o hechos internacionales y personalidades del mundo de la cultura.

Jimenito, otra vez ninguneado

Tales datos pueden aportar varios análisis que no son objeto de este trabajo, pero lo que sí queda claro es que, en lo relativo a nombrar las escuelas y centros educativos, el resguardo, estudio y difusión de la historia del Directorio es seis veces menor que el de la organización que fue su homóloga en el tiempo.

Un segundo aspecto de este primer punto son los programas de la asignatura Historia de Cuba en los distintos niveles de enseñanza. En el libro de texto de noveno grado no llega a cuatro páginas el contenido que menciona, como otras acciones y sucesos, los temas relacionados con el Directorio. Sucede algo similar con el libro de texto de duodécimo grado. Es prácticamente el mismo enfoque e igual cantidad de contenido.

En el caso de la enseñanza universitaria, lo típico es que en un programa de 64 horas ninguna clase se dedique por entero a tratar la historia del Directorio, lo cual es comprensible debido a la necesidad de condensar, en tan poco tiempo, tanto contenido. El mayor problema estriba en que, de una unidad que como mínimo tiene diez horas —que abarcan solamente la etapa comprendida entre el 52 y el 59— nunca se destinan más de dos en total al Directorio.

El alumno vuelve a recibir —con un enfoque más integral que en enseñanzas precedentes— la información relativa a los héroes indiscutibles del Moncada, las etapas de la lucha en la Sierra, el fracaso de la huelga del 9 de abril, el llamado de Fidel a la huelga general, etc. Pero nada se les dice del paro de los Cincos Minutos, ni de las declaraciones de «Ciudad Muerta», no se les habla del triunfo del paro azucarero de diciembre del 55, gracias al respaldo del ya existente Directorio, y, en la mayoría de los casos, los estudiantes siguen creyendo que este se fundó el 24 de febrero de 1956.

En la distribución de contenidos, están justamente incluidos Abel, Renato, el temple de Melba y Haydee, el derroche de coraje de Camilo y Che en su marcha a Las Villas. En cambio, nada de Machadito —ni su posterior calvario— volviendo a entrar a Palacio para rescatar a un miope Juan Pedro; se omiten también la importancia de la colaboración de la columna del Directorio para la toma —junto al Che—, de la zona central, así como la enorme muestra de unidad de esta columna al poner toda su base logística del centro del país en función de socorrer a unos desfallecidos invasores; tampoco existen, en los programas, las mujeres del Directorio.

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Imagen tomada por el fotógrafo Liborio Noval el 13 de marzo de 1957.

Es usual incluir muchas veces un seminario sobre el Moncada y La Historia me Absolverá, en tanto, el asalto a Palacio no pasa de una mención que, la más de las veces, atribuye falsamente un carácter suicida al hecho. Si conocemos esas lagunas en la manera de abordar la historia del Directorio, podremos comprender la naturalidad con la que, hace un año, transmitiendo desde el antiguo Palacio Presidencial, una periodista manifestó, en un programa de televisión, que esos muchachos habían ido a un suicidio.

El desconocimiento, soslayo y ninguneo de la historia del Directorio está tan enraizado, es tan profundo el daño a la memoria histórica de la organización, que pensamientos como ese son, según mi experiencia de más de veinte años de docencia, la imagen típica con que los estudiantes abandonan las aulas.

Tal ignorancia podría haber sido atenuada con la difusión, a través de editoriales cubanas, de libros relativos al tema; sin embargo, la presencia en los catálogos de dichas instituciones de publicaciones afines al Directorio es ínfima. Una simple ojeada a las librerías del país permite apreciar que no abundan, como regla general, materiales de este tipo.

Sin que sea exhaustivo, entre lo que existe cito algunas memorias, como las de Julio García Oliveras, Enrique Rodríguez Loeches y, más recientemente, las de René Anillo. Vale destacar también la excelente novela Empecinadamente vivos, de Rodolfo Alpízar Castillo, publicada por Letras Cubanas en el 2011 y a libre descarga en internet, que es una historia novelada sobre los hechos de Humbolt 7. Del historiador Newton Briones es Víctima o culpable. La delación de Humbolt 7, interesante libro bajo el sello de Ruth Editorial y a la venta en Amazon.  

No es este un asunto menor. Gran parte del conocimiento histórico se forma a través de lecturas, de modo que las personas asumirán como herencia histórica lo que conocen, y desecharán, o no incorporarán, aquello que ignoran. El paso de los años hace el resto, hasta terminar por desaparecer de la memoria de la nación a hechos y figuras. ¿Acaso ha escuchado la media de los cubanos y cubanas hablar de Mujeres Oposicionistas Unidas?

¿Qué pasará cuando no estemos?

El punto anterior está matizado —aunque no explicado— por un hecho objetivo: el difícil acceso a los archivos del Directorio Revolucionario 13 de Marzo. El fondo que existe en el Archivo Nacional —la última vez que este articulista acudió a revisarlo fue en el año 2013—, es la minúscula parte de uno mayor que se encuentra ubicado en la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, a la cual el acceso es mucho más restringido.

Sustitución de los espacios, tergiversación y disminución de la épica revolucionaria del Directorio

Una etapa muy importante de la memoria histórica es la conservación y restauración de los espacios, con el fin de mantener los referentes que posibilitan codificar la historia en el imaginario social y perpetuar los legados. El Directorio ha sido absorbido, diluido, como parte de un proceso de continuidad y aparentes reconocimientos.

¿Qué significa para la memoria del Directorio que sea Palacio el Museo de la Revolución? Podría parecer un reconocimiento, un homenaje, el usar como símbolo del proceso el lugar donde cayeron tantos asaltantes de esa organización. Pero no lo es, es una sustitución, una homogeneización de la individualidad en el todo. El Directorio apenas está en ese lugar. Cuando uno lo visita, si no cuenta con una guía, puede salir sin haber visto siquiera los orificios de bala. Lo que queda, al recordar, es el conjunto escultórico del Che y Camilo, las camisas y otros objetos de los moncadistas.

La sustitución de espacios no tiene, sin embargo, su peor ejemplo en el Museo de la Revolución. El caso más significativo es la desaparición del parque Zayas para la erección del Memorial del Granma. Literalmente, en ese lugar donde tantos mártires del Directorio cayeron, los símbolos del M-26-7 reemplazaron el espacio físico y la memoria histórica de los hechos. El camión de mudanzas parece ilustrar, como una ironía, la transmutación.

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Parque Zayas, actual Memorial del Granma, y del Palacio Presidencial.

Siempre existirán explicaciones alternativas que intenten justificar lo anterior. Podrá apelarse a argumentos que no negarán lo analizado. Como también será posible achacar a la incapacidad de un funcionario sin nombre los sucesos que me fueron referidos por Natalia Bolívar —y publicados por Julio César Guanche en entrevista realizada a esta heroína—, referentes a la colocación, en la antigua Quinta Estación de Policía de Playa, de una tarja que afirmaba que ese lugar había sido asaltado en noviembre de 1958 por comandos del M-26-7, cuando se sabe que fue una acción del Directorio.

La homogeneización y sustitución de los espacios afecta la memoria histórica del Directorio, pues tergiversa y disminuye la épica de la organización, perturbando además la imagen unitaria que siempre proyectó. ¿Acaso conoce la media de los cubanos que las armas que quedaron del asalto a Palacio fueron enviadas a Frank País por la dirección del Directorio para ser subidas a la Sierra? Sé, por mi experiencia docente, que cuando se relatan los refuerzos de armamentos y hombres con los que Frank refuerza y socorre a la guerrilla, no se menciona este aporte.

¿Y la alocución de José Antonio? En los últimos años me he ocupado de preguntarle a mi hija y a mi hermano menor, que viven en provincias diferentes, si les ponen la grabación con sus palabras ante los micrófonos de Radio Reloj. Llevo años recibiendo un «no» por respuesta.

En la memoria popular el Directorio corre el riesgo de desaparecer, de su memoria histórica ya se han eliminado ciertas tradiciones. Indague en las calles qué ocurrió el 30 de julio y por qué es el Día de los Mártires. Pregunte igualmente qué sucedió el 20 de abril. Comprobará —como me ha ocurrido en aulas de tres provincias—, que la mayoría puede identificar y relacionar la primera fecha con acciones del M-26-7, mientras casi ninguno acierta que la segunda es la masacre de Humboldt 7.

El rescate, restauración, resguardo, conservación, estudio y difusión de la historia del Directorio es una necesidad. La historia de la Revolución es incompleta sin ella. La homogenización lacera el discurso histórico y abre una brecha injusta en la comprensión del proceso, lo cual afecta no solo al legado del Directorio, sino a la propia memoria de la nación.

Para contactar con el autor: ariesmcc@gmail.com

13 marzo 2021 36 comentarios 6k vistas
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¿Qué pasará cuando no estemos?

por Aries M Cañellas Cabrera 14 mayo 2020
escrito por Aries M Cañellas Cabrera

Se van en silencio, con ese sino que ha marcado a los héroes que un día de septiembre crearon el Directorio Revolucionario 13 de Marzo (DR13). Los más afortunados recibirán una nota pequeñísima, perdida entre noticias de éxitos y metas cumplidas, otros, ya invisibles como mi abuelo, no recibirán nada.

Generaciones de cubanos no han escuchado jamás sus nombres. Para algunos, incluso, puede que sean no más que un puñado de suicidas. En todas las ciudades de Cuba viven y se olvidan los sobrevivientes, “empecinadamente vivos”, que hace sesenta y un años dieron un paso atrás —en aras de una unidad que nunca los incluyó— para evitar que esta vez, como le había pasado a sus padres en el 33, los muertos cayeran en vano.

Cuba les debe.

Les debe haber evitado la guerra civil, parte del triunfo del 59, las ciudades intranquilas que no dejaban dormir a los batistianos, les debe incluso las armas que Frank País —ese segundo héroe byroniano de la República— subió a la Sierra. Les debe el socorro y restablecimiento de los invasores que desfallecidos arribaron al Escambray. Sin el auxilio de las redes del DR13 en ciudades como Cienfuegos, a esos hombres les hubiera sido difícil tomarlas.

La célula dirigente del DR13 en esa ciudad sureña, dirigida entonces por Miguel Cañellas —mi abuelo, el hombre del que aprendí a sangrar por la herida por la que que aún sangran los miembros de la organización— recibió la orden directa del Comandante Fauré Chomón de ponerlo todo en función del socorro a los invasores. Nada sería más importante que surtir las montañas con toda la logística necesaria para ello, según la ordenanza que todos los sobrevivientes manifiestan recordar.

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Comandantes Faure Chomón y Ángel Quevedo. Parque Martí. Cienfuegos, 19 de febrero de 1959.

El silencio nos envuelve. Somos culpables: los que nunca llegamos a colgar una bandera del DR13 un 1ro de enero, los maestros que no hablamos más de ellos, los docentes universitarios que dejamos que siguieran siendo anónimos… Se ha empezado a cerrar el círculo de la historia que no fue porque no está. Dentro de veinte años, cuando un 20 de abril mi hija lleve a mis nietos a la calle Humboldt a poner flores en una acera, como ha hecho con su padre, ¿sabrán ellos por qué? Hoy nadie se acuerda de Pío Álvarez, Ivo Fernández, o Calixta Guiteras. El círculo de la historia los dejó fuera.

Como me dijo en una entrevista Natalia Bolívar, miembro del DR13: “¿Qué pasará cuando no estemos?”. Yo debo, y pago como puedo, pero si nos quedamos impasibles también somos culpables.

Aún hay tiempo, la historia del Directorio Revolucionario todavía puede hacerse estando algunos de sus miembros vivos. Algo se ha logrado, aunque con poca divulgación. A pesar de que la mayoría ya no quiere hablar, sí están dispuestos a hacerlo si es para salvar, no su papel, sino el de sus muertos. Lo pude constatar en Cienfuegos, cuando les pregunté si permitirían que en unos años nadie supiera quienes fueron el Comandante Ángel Quevedo, Juan Olaiz, o incluso Fructuoso Rodríguez. Y respondieron.

14 mayo 2020 38 comentarios 1k vistas
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