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Ariel Montenegro

Ariel Montenegro

Periodista, responsable del Comité de Selección en el Festival Internacional de Cine de Gibara

indiscipline

On social indiscipline

por Ariel Montenegro 24 noviembre 2019
escrito por Ariel Montenegro

Fellow journalists whom I personally esteem have spoken lately in the state-run media about events of which one only ever heard rumors, and missed the official version, checked sources and deep investigation of the causes: elements of thorough journalism which are very much needed now that ETECSA makes mobile data accessible to all, and any thoughtless person can publish whatever he or she wants.

Thanks to our good journalism, I have found the culprits.

The sad spectacle at Cuatro Caminos is the fault of the undisciplined people. Dirty streets are the fault of the loutish people. Poor public transportation is the fault of the neglectful people. Shortages are the fault of the hoarding people. High prices are the fault of the speculating people. The very low productivity of work is the fault of the lazy people. Uncivilized, clumsy, ungrateful. As Brecht would say: ‘Would it not in that case be simpler/for the government/To dissolve the people/And elect another?’

Fortunately, the media inform us. Fortunately, the administrators of the media dictate the agendas according to the needs of the people. Fortunately, all those truths come from people with the talent and the decency I don’t have. For want of them, I’ve had to resign myself to missing the journalism I studied, but obviously failed to learn.

(Translated from the original)

24 noviembre 2019 0 comentario 631 vistas
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indisciplinado

El pueblo indisciplinado

por Ariel Montenegro 19 noviembre 2019
escrito por Ariel Montenegro

Colegas periodistas a los que quiero en lo personal han hablado últimamente en medios estatales de hechos sobre los que antes solo se escuchaban rumores y uno se perdía la versión oficial, las fuentes contrastadas y la investigación profunda sobre las causas: elementos del periodismo concienzudo que tanta falta hacen ahora que ETECSA hace accesibles los datos móviles a todos y cualquier inconsciente publica lo que se le venga en gana.

Gracias a nuestro buen periodismo, he encontrado a los culpables.

El triste espectáculo de Cuatro Caminos es culpa de pueblo indisciplinado. Las calles sucias son culpa del pueblo vandálico. El mal transporte público es culpa del pueblo descuidado. El desabastecimiento es culpa del pueblo acaparador. Los altos precios son culpa del pueblo especulador. La bajísima productividad del trabajo es culpa del pueblo vago. Golfos, torpes, malagradecidos. Diría Brecht “¿No sería más simple/ En ese caso para el gobierno/ disolver el pueblo/ Y elegir otro?”

Por suerte los medios nos informan, por suerte los directivos de los medios dictan las agendas acorde a las necesidades de la gente, por suerte todas esas verdades vienen de gente que tienen el talento y la decencia que no tengo yo que, por carecer de ellos, me he tenido que resignar a extrañar el periodismo que estudié, pero que evidentemente no aprendí.

 

19 noviembre 2019 28 comentarios 342 vistas
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Nosotros

por Ariel Montenegro 15 noviembre 2019
escrito por Ariel Montenegro

Nosotros los socialistas, los bárbaros, los incivilizados, nunca le lanzamos una piedra (ni siquiera una trompetilla) a los representantes oficiales de gobiernos que nos desprecian y atacan. Nosotros, los terroristas, nunca escupimos tras los pasos de un turista. Nosotros, lo macabros, nunca asaltamos a los africanos, a los indígenas ni a los blancos que vienen de todo el mundo a hacerse profesionales con los recursos que no usamos para formar a los nuestros.

Nosotros, los delincuentes, nunca invadimos una sede diplomática. Nosotros, que somos una cárcel, mandamos constantemente a nuestros presos a dar salud y educación a gente que no las quieren, que no las pidieron, que no las necesitan. Nosotros, los que odiamos, los xenófobos, los racistas, tenemos fama, por alguna rara razón, de tratar mejor al que nos aborrece o ningunea que a nosotros mismos. Nosotros, que perseguimos a la religión, nos hemos quedado sin mejilla otra para poner. Nosotros, los flojos, llevamos años aguantando palos.

Nosotros, los agentes del Apocalípsis, no nos cansamos de decir te quiero.

15 noviembre 2019 24 comentarios 958 vistas
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propuestas

10 propuestas para un tornado

por Ariel Montenegro 30 enero 2019
escrito por Ariel Montenegro

Mis propuestas son:

  1. La UJC y el PCC convoquen a toda su militancia a sumarse a las tareas de recuperación.
  2. Que se use cada una de las escuelas, espacios vacíos, almacenes, hoteles, iglesias y cualquier otro edificio público para albergar gente que está durmiendo en la calle.
  3. Que se deduzca de los impuestos de los cuentapropistas cualquier gasto demostrable en ayuda a los damnificados.
  4. Que el Consejo de Ministros cree un puesto de mando 24 hrs en el área afectada.
  5. Que la comida y otros bienes de consumo y uso destinados a los damnificados sean totalmente gratuitos.
  6. Que se destine el 1% del presupuesto de la construcción de hoteles en La Habana para la reconstrucción, empezando por la viviendas.
  7. Que 1 de cada 5 de las casas que se construyen en la capital para otorgar a oficiales y funcionarios civiles de las FAR y el MININT, se entreguen a los damnificados (del tornado y a otros que llevan años esperando por cuestiones similares).
  8. Que se cree una cuenta central a la cual personas naturales y jurídicas cubanas y extranjeras puedan donar desde 1 peso para la recuperación, y que el monto de esta y el uso que se le da sean de dominio público.
  9. Que el Canal Caribe se dedique 24 hrs a reportar sobre el tema.
  10. Que se hagan públicas cada una de las acciones, reuniones y acuerdos que están teniendo lugar desde la dirección del país para enfrentar el desastre.

Seguro se me ocurren más cosas luego.

30 enero 2019 19 comentarios 870 vistas
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homofobo

Homófobo o revolucionario pero imposible los dos

por Ariel Montenegro 12 noviembre 2018
escrito por Ariel Montenegro

No lo puedo decir más claro. En el siglo XXI cubano si usted es homófobo, ni es progresista, ni es revolucionario, ni es de izquierda. Para que se me entienda: no hay ninguna justificación ética, moral, religiosa o científica que pueda resistir un segundo de debate sobre el derecho de todas las personas a casarse con quien le dé su más intrínseca y vulgar gana.

La unión civil de dos seres humanos es un derecho y la homofobia es un crimen de lesa humanidad. El homófobo, incluso ese que a todas luces es buen ciudadano o buena persona, no es distinto al racista, al machista o al xenófobo. El homófobo lacera la condición humana por el único motivo de que se siente superior, de que cree los otros no deben tener los mismos derechos que él.

Si usted se opone al matrimonio igualitario, bien podría haber sido de los que en distintos momentos de la historia se negó a que los esclavos fueran libres, a que las mujeres votaran o a la jornada laboral de ocho horas y las vacaciones pagadas.

En el caso de Cuba, es incluso peor. He visto gente en la discusión del nuevo proyecto de Constitución abogar porque se elimine la capacidad del matrimonio igualitario… y no cualquier gente: hablo de gente que esgrime como logros de la Revolución igual salario para hombres, mujeres, blancos y negros por igual trabajo, la salud y la educación gratuitas y universales; pero que se escandalizan con la posibilidad de que un hombre se case con otro.

He escuchado a algunos decir que no votarán por la nueva Constitución de la República de Cuba si no se cambia el artículo 68. Y yo lo siento, pero si usted está dispuesto a comprometer un proyecto de país que se está pensando para hacer de esta una nación mejor por el solo hecho de que su pequeña y ridícula hombría se siente amenazada, le informo que tiene más de homófobo que de revolucionario y patriota.

Tengo un contrargumento para cualquiera de las justificaciones contra el matrimonio igualitario: las sociales, las políticas, las económicas, las religiosas; pero no voy a dar ninguno. Es un derecho y punto, y los derechos son para todos por igual, porque sí.

Es más, si por mí fuera, deberían establecer el matrimonio y dejar a las personas vivir en comunas felices con igualdad de responsabilidades en el hogar y la familia. A lo mejor así se acaban la infidelidad, las dobles vidas y los crímenes pasionales producto de repentinos ataques de tarros. Nada sería más subversivo y revolucionario que atacar desde el núcleo a la institución burguesa, conservadora y dogmáticamente religiosa que es el matrimonio monógamo y heterosexual.

¿Se me nota indignado? Es que lo estoy.

En las últimas décadas la gente en este país se ha manifestado en público como protesta en rarísimas ocasiones. Es desconcertante para mí que en un contexto donde hay tantas cuestiones económicas y sociales sobre las que expresarse constantemente, aquellos que callan todo el tiempo, alcen su voz para privar de un derecho a otros.

No hay manifestaciones por lo mala que están las guaguas, ni contra los desmanes de Etecsa, ni contra los precios del agromercado. No. Algunos dejan sus problemas cotidianos en manos de Dios, pero en nombre de Dios agreden, sin que esta los afecte para nada, a la solución del problema cotidiano del otro.

Pero nada hay que temer, todo es culpa del dogma y los dogmas tienen fecha de caducidad. Esos que hoy le dejan de hablar a sus hijos por maricones, son los que les tiraron huevos a los balseros y luego los abrazaron cuando volvieron porque se morían de la nostalgia, son los que despotricaron contra el trabajo por cuenta propia y cuando se jubilaron se metieron a taxistas con los carros que les dio el Estado porque se morían de hambre.

Nada hay que temer, la Historia lo pone todo en su sitio y, cueste lo que cueste, el artículo 68 va porque la vocación de este país es que los derechos que se garantizan, se garantizan para todos y porque la Iglesia está separada del Estado.

El 68 va.

Patria o Muerte.

Amén.

Tomado de: Western Congrí

12 noviembre 2018 37 comentarios 638 vistas
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futura

La contradicción del pescado sin pescadores

por Ariel Montenegro 1 noviembre 2018
escrito por Ariel Montenegro

Reza en viejo proverbio que, si le regalas un pez a alguien, comerá un día, pero si le enseñas a pescar, comerá siempre. Viejo el refrán, sin embargo, el Estado Cubano parece que no lo interioriza a casi dos décadas del siglo XXI.

Cuba es, para bien, una isla rara, una singularidad histórica. Es, de lejos, el país con la mayor proporción de gastos sociales del mundo. Más del 50 por ciento del presupuesto nacional se usa en salud pública, asistencia social y educación.

Si a eso se le suma lo que cuestan la radio, la televisión, la prensa, el deporte y la cultura, la cifra es superior al 70 por ciento.

Todo lo anterior quiere decir que el Estado se gasta más de lo que tiene en garantizar los estándares cubanos de salud, educación, cultura y tranquilidad ciudadana. Y aunque estos no son los mejores del planeta, son de envidia para la mayoría de los países en vías de desarrollo, incluso, para muchos de los desarrollados.

El Estado Cubano, con el pequeño río, con sus botes que hacen aguas por todas partes, se da el hermoso lujo de gastar la pesca y no enseñar a la gente a pescar.

El resultado después de décadas: gente saludable e instruida que se siente capaz de pescar y se queja constantemente de los pocos peces que le tocan.

Los profesionales se indignan día tras día cuando su salario de risa no alcanza ni para pagar la comida. El Estado expone una retahíla de cifras muy bien argumentadas que explica que no hay de dónde sacar más. ¿Quién es el malo? Nadie. ¿Quién tiene la razón? Bueno, la razón es algo muy subjetivo.

La única vía posible de respirar sin robarle nada a nadie es el trabajo privado: El mesero de un restaurante particular puede hacer en una noche lo mismo que el médico que le salva la vida a su hijo en un mes.

Sabiendo esto, el dueño del restaurante pone unos horarios durísimos, se caga en los derechos de los trabajadores y se da el lujo de escoger entre la gente más joven, de mejor apariencia y con la mejor educación del país. Consecuencia: los meseros, cajeros, bármanes y guías de turismo más preparados del mundo son los cubanos.

El Estado entonces, para evitar que los profesionales migren en masa al sector de los servicios hace murumacas para subir el salario, o les compra laptops a los médicos, o sabrá Dios cuántas cosas más. Como la mayoría del sector profesional trabaja para el Estado, a nivel nacional, es un esfuerzo de millones de dólares, pero en el plano personal es poco, poquísimo. La gente se sigue yendo a servir mesas o, sencillamente, se sigue yendo.

Sin hablar de privatización en Cuba (el neoliberalismo ya fracasó en medio mundo), hay mucho que se puede hacer. La empresa estatal socialista puede ser eficiente, generar ingresos y pagarle bien a la gente, porque ni al trabajador ni al administrativo promedio les importa quién es el dueño de su buró, sino qué comen sus hijos.

El verdadero problema es que, si el presidente de una corporación estatal que genera cien millones de dólares al año cobra 40 dólares al mes, no se preocupará por tener la iniciativa para generar doscientos millones. En el mejor de los casos, será un tipo honesto, que no se roba nada y, cuando se jubile, no habrá nadie con talento para sustituirlo porque a la generación más joven no le interesa trabajar 14 horas al día y ser responsable ante los dirigentes del país por esa cantidad de dinero cuando puede ganar 30 veces lo mismo haciendo matemáticas de bodega llevando las cuentas de una paladar.

Cuba tiene que dejar desarrollarse a sus profesionales. Cuando se invierten millones de dólares en equipamiento para una empresa, hay que buscar la vía de permitir a los especialistas tener iniciativas más allá de los diseños, los planes y los objetivos rígidos que en más de una ocasión reducen al mínimo las capacidades de la gente y de las herramientas. Se debe dar autonomía a las personas con talento para producir y luego, remunerar ese talento proporcionalmente, crecientemente, justamente.

Hay cosas que son incuestionables. Hay sectores que no se pueden mirar a priori con la lupa de la eficiencia. Hay logros en los que se gasta mucho y en los que, si se gasta más, mejor.

Pero para que la salud no solo sea gratuita, sino que los medicamentos no falten, los hospitales estén en condiciones y los médicos tengan las comodidades materiales que se merecen (por aquello de que salvan vidas); para que no solo todos los niños vayan a la escuela, sino que no falten los maestros, y las aulas no se caigan a pedazos; para que la cultura siga siendo para todos, pero que los cines tengan la mejor tecnología posible, y los mejores graduados de las escuelas de música prefieran tocar en la sinfónica y no en una orquesta de timba feroz; hay que dejar que todo aquel que pueda generar dinero para el país lo haga y luego recompensarlo en consecuencia.

De lo contrario, estamos condenados a convertirnos en un país de taxistas, meseros y guías de turismo. Un país donde los mejores economistas son tenedores de libros y no están en el Ministerio de Economía tratando de enderezar la pirámide, donde los mejores ingenieros reparan celulares y no están aumentando la capacidad de internet del país, y un larguísimo etcétera de ejemplos que alcanza para varias cuartillas.

Si el Estado Cubano quiere seguir regalando peces al que no puede pescar, entonces, debe dejar pescar a los más hábiles pescadores sin la preocupación de que en sus casas falta el pescado.

Tomado de: Western Congri

1 noviembre 2018 49 comentarios 481 vistas
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Miguel Díaz-Canel, y yo también

por Ariel Montenegro 27 abril 2018
escrito por Ariel Montenegro

La suerte es que no bajó de la Sierra y la moral histórica no será el muro en el que se estrellen todas las críticas contra él. La suerte es que quienes lo alaban dicen que sabe escuchar y que rara vez pierde los papeles en una discusión; y quienes lo critican solo dicen que es gris y demasiado parecido a todo lo demás. La suerte es que, dentro de ese parecido, se diferencia lo suficiente, al menos para este momento.

La suerte es que tiene la edad de mis padres, que estudió en las mismas escuelas, fue a los mismos trabajos voluntarios y misiones internacionalistas. En la década del noventa pasó las mismas penurias y prefirió trabajar por lo que creía, como mis padres, en lugar de irse al turismo, irse a una firma o, simplemente, irse. Por eso, como a mis padres, lo entiendo a pesar de las diferencias.

La suerte es que sus hijos, cuando niños, probablemente, comieron el mismo pan con aceite que yo, jugaron con los mismos juguetes rusos y guardaron las mismas envolturas de los caramelos que no se comieron nunca. Hoy van a los mismos teatros y a los mismos bares. Por eso creo que me entendería, como a sus hijos, a pesar de las diferencias.

Y aunque no tiré fuegos artificiales, porque las reacciones festivas no son lo mío, creo que Miguel Díaz-Canel es una bocanada de aire para los que queremos que el socialismo en Cuba se arregle y lo veíamos venirse abajo porque, salvo un par de honrosas excepciones, estaba siendo administrado por gente que lo envejecía demasiado como para seguir caminando sin que se le partieran espontáneamente los huesos de las piernas.

Mi generación, los que nunca vimos ese “antes” de bonanza que cuentan hubo antes de 1990, tenemos la rara oportunidad de comenzar a juzgar desde cero a la principal figura del país, mientras que él, tiene el privilegio de recibir un cheque en blanco de un país donde crece el desinterés cada día como una preocupante postura política.

Se equivocará, digo yo, pero es un derecho que tiene. A lo que no tiene derecho es a la inacción, a la inercia y a la desidia.

Yo le tengo confianza, porque me lo vengo encontrando desde que era ministro de Educación Superior, y en los espacios en los que coincidí con él como estudiante, y luego en sus incontables reuniones con los periodistas, era de los pocos que no daba piñazos en la mesa, que no le ponía el cartel de gusano a un interlocutor por no estar de acuerdo, que reconocía haber enriquecido su visión de determinado asunto en lugar de imponer la que traía, aunque le hubieran demostrado lo contrario.

Si ese Díaz-Canel que preguntaba, que dialogaba, que tomaba notas en su Smartphone de lo que decía un estudiante, logra llevar eso mismo al espacio público nacional, tendrá buena parte de la arrancada resuelta.

Cuenta con un enorme capital simbólico que le otorgó Raúl Castro cuando anunció que sería el primer secretario del Partido en 2021. Los conservadores se lo pensarán dos veces antes de frenarlo con sinsentidos porque ya saben dónde estará dentro de tres años.

Tiene el reto de convertirse en una figura pública activa, en lugar de aparecer mucho, pero hablar poco. Tendrá que dar discursos, entrevistas, conferencias de prensa. Tendrá que explicarse y hacer que los demás se expliquen.

Por su edad y su historia, le será más difícil que lo obedezcan ciegamente, pero también será más difícil engañarlo.

Cuenta con la ventaja de que la gente no se morderá la lengua para hablar delante de él. Tendrá que ganarse el respeto, pero tiene todo el espacio y la mayoría del poder para hacerlo.

Yo, que no soy la criatura más optimista ni entusiasta del planeta, creo que puede hacerlo bien. Creo que tiene la capacidad de llamar a mis contemporáneos a cosas más medulares que solamente cerrar filas.

Su virtud más útil en este momento, es que se parece al siglo XXI, que lo entiende bien y sabe comunicarse con quienes lo entienden mejor.

Un amigo periodista me dijo el 20 de abril que por primera vez sentía que la dirección de Cuba podía pedirle algo que fuera exactamente para lo que él está preparado, no disciplina, sino lo mejor que puede producir y crear. Mi amigo dice que si Díaz-Canel lo llama, él va.

Y yo también.

Tomado de: Western Congrí

27 abril 2018 81 comentarios 695 vistas
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La unanimidad y la paz de los sepulcros

por Ariel Montenegro 14 febrero 2017
escrito por Ariel Montenegro

En nombre de valores universales me piden prudencia a cada rato. Pero aprendí hace años que todo es cuestionable: la democracia, los derechos humanos, la evolución, el big bang o la existencia de Dios.

Ha pasado, pero es raro que el paladín de alguna causa te pida que te bajes de su tren, todo lo contrario. Te dice que te acepta, que te respeta, que lo importante es estar todos unidos.

Y eso está bien, cuando un católico, un judío y musulmán se proponen construir una casa. Pero cuando se trata de diseñar una nación, nivelar el futuro, es ingenuo (sino maquiavélico), llamar a la unidad ciega, al olvido de aquello que nos define como individuos en nombre del colectivo.

La unidad, la democracia, o la paz, por sí solas, son palabras vacías. Son, solamente, terrenos llanos sobre los que construye y lo importante es lo que se construye.

Se escuchan todo el tiempo frases como “basta ya de hablar de cubanos de allá y cubanos de aquí, todos nacimos en la misma Cuba”. Yo lo siento, pero para mí, sí existen cubanos de allá y de aquí, aunque eso no esté definido por la geografía ni por la emigración: hay en Miami muchos cubanos de aquí y en La Habana muchos cubanos de allá (no me salten al cuello todavía, es solo un recurso literario).

Ya sabemos que la Patria no es una sola cosa. Existe quien invadió por Playa Girón y se siente un patriota, existe quien todavía piensa que la URSS era un buen camino a seguir y se cree un patriota, existe quien cree que la Patria son los Van Van, Celia Cruz y las bailarinas de Tropicana (este debería ser el momento de saltarme al cuello).

Yo entiendo que no se debe llamar al divisionismo, que debe haber un lugar para todos, decoro para todos, respeto para todos. Sin embargo, creo también que uno ha de dejar siempre claro qué sociedad quiere y con quién decide caminar qué caminos y con quién, sencillamente, no camina.

Porque mañana, en nombre de la unidad, se podría ver a Ileana Ross entrando a poner flores a Martí de la mano de un pionero o se podría abrir la UMAP de nuevo; en nombre de la democracia y la libertad, podrían surgir los hospitales y las escuelas privados (a fin de cuentas, la lógica de algunos es que, si usted tiene el dinero, debería ser libre de pagar por salud y educación exclusivas). Mañana, alguien podría, en nombre de la paz, llamar a que se tolere la discriminación, la exclusión y la barbarie.

Negar nuestras diferencias es negar la lucha de clases. Quien llama a la unidad sin estar dispuesto a trabajar por ella y a hacer concesiones al otro, quien esgrime la democracia solo cuando favorece sus intereses de clase, quien aborrece el conflicto porque le conviene el status quo es o un extremista o un pillo (y a estas alturas nadie sabe qué es peor).

Los extremistas están en las puntas de la soga, arengando porque florecen en la tensión y los pillos corren de un lado a otro haciendo cosquillas a ver quién suelta primero el cabo. A ninguno les conviene que la cuerda se reviente, ninguno pregunta a los que tiran si quieren acercarse un poco.

Yo lo siento, pero si tú crees que la salud y la educación se deben cobrar, no podemos estar unidos sobre políticas sociales; si crees que la prensa en Cuba está bien y que al pueblo se le deben ocultar cosas por su propio bien y el del país, no podemos estar unidos sobre políticas de comunicación, por ejemplo.

Si eres un anexionista, un burgués, homófobo, un racista, un clasista, un xenófobo o un sexista; en esos aspectos no podemos estar unidos. Te mereces toda la dignidad, tienes todo el derecho de ejercer tu criterio, pero yo tengo el mismo que tú, y el deber conmigo mismo de hacerlo todo el tiempo y decir que creo que te equivocas.

Y si estás de acuerdo conmigo en unas cosas y otras no, deberías esperar que no pare de hablar sobre lo que nos separa porque lo que nos une ya es camino transitado. No creas que callaré para alegrarte con la unidad que te conviene.

La unidad nunca será completa, la democracia solo sirve para encontrar el mejor aproximado posible y la paz solo vale la pena cuando se basa en un consenso construido por la mayoría y meditado por todos.

De nada sirven la unanimidad, el populismo y la paz de los sepulcros.

14 febrero 2017 57 comentarios 377 vistas
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