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Alina Bárbara López Hernández

Alina Bárbara López Hernández

Profesora, ensayista e historiadora. Doctora en Ciencias Filosóficas

cabalgar

Diferentes modos de cabalgar

por Alina Bárbara López Hernández 17 octubre 2018
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Gracias a un forista de LJC descubro un blog denominado PostCuba en el cual me mencionan mucho últimamente. A sus creadores solo puedo decirles esto: necesitan con urgencia un editor.

Marco Velázquez Cristo es el autor de esos textos. De Diego Velázquez asume la prepotencia del colonizador, con una diferencia notable, su meta es más ambiciosa pues no intenta colonizar territorios, sino verdades. Las reminiscencias del segundo apellido distan mucho del amor, el respeto y la armonía a las que invitara el hijo de Dios, y recuerdan más a la agresividad de los cruzados y a la repetición constante de los libros sagrados.

Indagué sobre él, pero me explican algunos amigos que estos nombres son quizás seudónimos de personas cuya función es combatir cualquier idea que se aparte de la norma oficial. Pudieran ser denominados entonces Agentes Cubanos del Ciberespacio (en lo adelante ACCE) y entiendo su anonimato, si yo escribiera de esa forma también ocultaría mi identidad.

En la jerga de Internet, un trol,​ plural troles (del inglés troll), describe a una persona que publica mensajes provocadores, irrelevantes o fuera de tema en una comunidad en línea... (Wikipedia)

En la jerga de Internet, un trol (del inglés troll), describe a una persona que publica mensajes provocadores, irrelevantes o fuera de tema en una comunidad en línea (Wikipedia)

Los textos producidos por los ACCE son muy predecibles, casi modélicos, cuando los analizas se revela que todos comparten una estructura que, con pocas diferencias, presenta los siguientes segmentos: 1) Descalificación, 2) Descontextualización, 3) Apelación al principio de autoridad y 4) Falta de calidad escritural. Veamos los escritos de MVC como un estudio de caso.

  • Descalificación: Este no es un aporte del autor y sus orientadores, sino una estrategia muy manida a la que dediqué mi primer post en LJC. Como mismo existe un arte del buen decir también existe un arte del buen insultar; que alguna diferencia debe evidenciarse entre una polémica ideológica y una trifulca de bares y cantinas. Recomiendo a MVC que localice una de las disputas más subidas de tono en la historia de las ideas republicanas, no solo por el vocabulario utilizado sino por la calidad de los argumentos esgrimidos. Los implicados: Raúl Roa y Raúl Maestri. Aprenda de ellos estimado Velázquez, hasta para ofender hay que poseer cultura, y civismo. Manifieste, en estos tiempos de blogosfera, que la Revolución ha favorecido la instrucción y educación formal de los cubanos, y no exteriorice lo bien que le sienta a usted esta crítica de Raúl Castro: “Hemos percibido con dolor, a lo largo de los más de 20 años de período especial, el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad”. (A esto se le llama tomar una taza de su propio chocolate).
  • Descontextualización: MVC hace gala de un acto de escamoteo usual en la prensa cubana: referirse a las opiniones de otras personas empleando citas fuera de contexto para darles un sentido diferente al que pretendieron sus autores, citar incorrectamente para falsear, fragmentar un análisis a conveniencia, etc. Los ACCE deberían ubicarse mejor en que el mundo de internet no es el de nuestra prensa escrita. En el ciberespacio simplemente se establece un vínculo para que quienes visiten su blog accedan a la información completa. Es lo que hago yo con los escritos de MVC, aunque no sé si los lectores de LJC me lo perdonarán. De manera tal, los interesados lograrán construir sus propios criterios. Pero no creo que esa sea la pretensión de MVC, los ACCE nunca confían en la independencia del pensamiento, es un pecado en su mundo.
  • Apelación al principio de autoridad: En el medioevo, ante la disyuntiva entre la fe y la razón se enrumbaba el primero de esos caminos. Cualquier discusión terminaba cuando se apelaba a las santas escrituras o a los escritos de los padres de la iglesia. En el mundo de los ACCE son otros los textos, pero su carácter sagrado parece mantenerse. Vean sino la forma en que son tratados por MVC: “Para acabar de evacuar sus «dudas» doy la palabra a Fidel”,“cedo la palabra al Comandante en Jefe”, “Dejo que Fidel le explique algo a esta docta «intelectual»”, etc. Si algo debieran aprender de Fidel es la vasta cultura que poseía y que siempre se bastó para ofrecer sus opiniones. Además, en buena lid están plagiándolo, hagan su tarea compañeros ACCE, no cedan más la palabra y hablen ustedes, si es que tienen algo que decir que no sea proferir insultos y amenazas.
  • Falta de calidad escritural: En tal sentido los textos de MVC son un paradigma. Se nota su desprecio por todo lo relacionado con el ámbito intelectual y académico, pero… ¿rechazar conocimientos que los escolares deben dominar desde la enseñanza primaria, como las reglas de acentuación y las de puntuación?, ¿crear palabras que no existen? (el mejor ejemplo: erudicialmente por eruditamente), ya esto es exagerado. Hagamos un pacto, les propongo un Curso de gramática, ortografía y redacción para ACCE. Podremos entendernos mejor, sino ideológicamente al menos en la lengua de Cervantes.

Estos aguerridos gladiadores del ciberespacio semejan una banda de galgos tras los talones de aquellos que se atreven a disentir de lo considerado políticamente correcto, de los que plantean ideas porque tienen ideas que plantear. Pero como dijo el Quijote a su escudero, “si ladran Sancho es que cabalgamos”.

Su cabalgadura es más peligrosa. Un proverbio hindú asegura: “el que cabalga un tigre no puede descabalgar”, y se aplica a las personas que persisten en un error o una mentira de tal magnitud y por tanto tiempo que no es posible dejar de actuar sin que sufran las consecuencias de sus acciones. Entonces sigan montados en su tigre de mentiras y medias verdades, recitando sus libros sagrados, con su odio por la cultura y los intelectuales. Veremos quien llega más lejos con esos modos diferentes de cabalgar.

17 octubre 2018 62 comentarios 1,2K vistas
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mundos

Mundos paralelos

por Alina Bárbara López Hernández 4 octubre 2018
escrito por Alina Bárbara López Hernández

La televisión cubana, desde el 24 de octubre de 1950, fue pionera de las transmisiones en el área de Latinoamérica. Además de como vehículo de entretenimiento y promoción comercial, ella fue asumida desde su origen como un poderoso medio de difusión ideológica.

A mediados de la década del cincuenta surgió un programa que, bajo la denominación indistinta de mesas redondas o paneles, invitaba a personalidades de la intelectualidad cubana a exponer sus consideraciones sobre la realidad nacional. Juan Marinello, notable intelectual y a su vez presidente de los comunistas, criticaba que fueran exceptuados de tales presentaciones los intelectuales procedentes de su partido, ya que, según argumentaba, debían ser escuchados representantes de todas las “zonas de ideología” que existían en Cuba.

Tras tantos años, y en un contexto diferente, se mantiene esa exclusión. A pesar de que el proyecto constitucional que se discute afirma en su primer artículo que uno de los objetivos de la república es la libertad política, y de que el artículo 59 expresa que “El Estado reco­noce, respeta y garantiza la liber­tad de pensamiento, conciencia y expresión”; la televisión nacional da la espalda a esa libertad en momento tan crucial como el del debate ciudadano sobre el referido Proyecto.

Admitamos que ha sido amplia la cobertura televisiva a las discusiones relativas al documento en barrios, centros de trabajo o estudio. Es cierto igualmente que varios canales han establecido espacios de intercambio entre especialistas y la ciudadanía a través de correos electrónicos. ¿Qué reprochamos entonces a este medio con presencia protagónica en los hogares cubanos? Lo mismo que Marinello en su tiempo: la visión restringida y excluyente que mantiene, la cual le impide abrirse a todas las zonas de ideología y a todas las valiosas opiniones que sobre el tema se están generando en el país.

Sus invitados son casi siempre personas involucradas directamente en la autoría y/o revisión del proyecto, es decir, miembros de la comisión de los 33. Algunos de ellos muy bien preparados teóricamente, aunque su perspectiva es solo una entre las muchas posibles; otros, sin embargo, han dejado una impresión de desnudez teórica e indefensión científica que apena.

Este tempo televisivo, sesgado y unidireccional, contrasta con lo que ocurre en los medios digitales. En estos últimos se ha hecho realidad el llamado a un debate profundo, a una construcción colectiva, a un verdadero ejercicio de democracia ciudadana. Allí confluyen valiosos miembros de la intelligentsia nacional cuyos análisis se realizan desde perspectivas tan diversas como la jurídica, la económica, la histórica, la filosófica, la sociológica y la filológica, entre otras. No hay acuerdos previos, pero la seriedad de los enfoques y las aristas diversas que han asomado enriquecen de modo excepcional el documento que deberá convertirse en nuestra Ley de leyes.

Las Ciencias Sociales en Cuba han estado mucho tiempo de espalda unas a otras. Hijas de un siglo que, como el XIX, definió rígidos objetos de estudio y metodologías particulares, ellas se encerraron en compartimentos estancos y reclamaron para sí una parte de la realidad social. Ocurre, sin embargo, que la sociedad es una, y compleja, y mientras más se fraccione para su estudio menos será entendida. Ante fenómenos sociales, siempre multicausales, se requieren enfoques multidisciplinarios. Y es precisamente esta la mayor contribución de los análisis que pueden hallarse en los medios digitales, ellos son más completos, complejos y comprometidos con las necesidades de cambio que la discusión del anteproyecto abre ante la ciudadanía.

Según una de las muchas definiciones, intelectual es quien se dedica al estudio y la reflexión crítica sobre la realidad, y comunica sus ideas con la pretensión de influir en ella, alcanzando cierto estatus de autoridad ante la opinión pública. Interviene en el mundo de la política al defender propuestas o denunciar injusticias concretas, además de producir o extender ideologías y defender unos u otros valores. El intelectual, al abrirse a las interpretaciones alternativas de la realidad, amplía la perspectiva de los ciudadanos. Eso hacemos hoy los intelectuales cubanos, y en el proceso aprendemos unos de otros, polemizamos, intercambiamos. El resultado final es que la perspectiva que adquirimos de la realidad nacional se hace más clara.

La Joven Cuba, La Cosa, La Tiza, La Trinchera, Segunda Cita, Cuba Posible, OnCuba, Elestadocomotal, son algunos de los blogs y publicaciones que logro consultar, directa o indirectamente, y que me parece han dedicado con profundidad su espacio al tema que hoy ocupa a los cubanos. Mientras, la televisión decide qué es lo que quiere transmitir a los espectadores, ¿lo decide verdaderamente? Pero sean sus directivos o alguna fuerza dirigente superior los que determinen el acceso de los intelectuales cubanos a ese espacio, lo cierto es que ponen en tela de juicio su propio reclamo a ser una sociedad más democrática. Y, además, no evitan que la esfera mediática digital funcione como una alternativa real a las aspiraciones colectivas de la ciudadanía.

Hace poco escribí en otro post: “Es cierto que nunca fue tan retador y desafiante el panorama mediático, pero más cierto es que ese panorama no va a cambiar. Las reglas del juego son diferentes a las de décadas anteriores”. En tiempos de Marinello no existía internet.

En geometría se denominan rectas paralelas a aquellos pares de líneas que nunca se unen o cruzan. El que ambos universos en Cuba, el televisivo y el digital, se muevan sin acercarse, los convierte en mundos paralelos. El presidente de los consejos de Estado y de ministros de Cuba expresó hace pocos días en Nueva York que era necesario derrumbar muros y tender puentes. Es una excelente propuesta, pero ella es puesta en solfa ante la clausura de los medios oficiales en Cuba a su propia intelectualidad.

¿Cómo vamos a tender puentes al exterior si dentro de la isla vivimos separados por barreras? El mundo de la televisión y el de la blogosfera son un buen ejemplo, mayor que ese solo la muralla china.

4 octubre 2018 4 comentarios 916 vistas
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legado

El legado de Mandela

por Alina Bárbara López Hernández 25 septiembre 2018
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Si cuando Nelson Mandela fue liberado —tras veintisiete años de prisión, torturas e incomunicación familiar—, hubiera encabezado una cruzada radical para movilizar a la postergada población negra de Sudáfrica; en buena lid no se le podría criticar. Sin embargo, el encierro forzoso, que le arrebatara la juventud, la salud y hasta su matrimonio, como pronto se vio, le había proporcionado también una gran sabiduría. Inteligencia no, esa la tuvo desde pequeño y le permitió graduarse de abogado, pero en el mundo de la política la inteligencia no lo es todo.

Al ser elegido poco tiempo después como el primer presidente negro de Sudáfrica, este hombre, de mirada optimista, dulce y profunda, asombró al mundo al reivindicar los derechos humanos de todos y cada uno de los sudafricanos. Él, discriminado siempre por su color y su ideología, mostró la más decidida postura a favor de la inclusión. “Un país para todos” era su sueño, y parecía una utopía en aquellos momentos dada la actitud de algunos de sus colaboradores y de gran parte de la población, negra y blanca, que seguía percibiéndose en las antípodas condicionada por siglos de alejamiento y desconfianza.

Mandela logró algo que parecía imposible: fundar una patria donde existían territorios aislados por barreras físicas; constituir una ciudadanía donde antes vivieran ellos y nosotros; demostrarle a todos —parafraseando a nuestro Martí—, que sudafricano era más que blanco, más que negro, más que mestizo.

Todavía faltaba su más grande lección. Cuando estuvo seguro de que su proyecto era un hecho, Nelson Mandela —Madiba— se hizo a un lado y dejó que otros dirigieran. La ambición por el poder y la gloria, tan común en los líderes políticos y tan dañina para sus pueblos, no lo deslumbró. Retirado pasó los últimos años de su vida, pero cimentó el más bello ejemplo de respeto, pluralidad, tolerancia y paz. Por ello la Organización de Naciones Unidas ha convocado a una cumbre especial sobre la paz en ocasión del centenario del líder africano. A este homenaje se une todo el equipo de La Joven Cuba.

25 septiembre 2018 11 comentarios 768 vistas
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disonancia

Disonancia

por Alina Bárbara López Hernández 17 septiembre 2018
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Una buena orquesta debe lograr la armonía o correspondencia de todos los instrumentos musicales. De lo contrario, el resultado será la disonancia. El verbo disonar significa: “Sonar desagradablemente. Discrepar, carecer de conformidad y correspondencia algunas cosas”.

Nuestro proyecto constitucional se asemeja a una agrupación musical que en los primeros ensayos aún no encuentra su armonía. Para ayudar a la búsqueda del sonido ideal estamos convocados todos los ciudadanos de la Isla, y más, por vez primera también todos los cubanos dondequiera que residan.

Cada artículo de la constitución debe ser claro y preciso, pero ello no es suficiente. El articulado, visto en sistema, debe relacionarse de manera lógica, coherente y absoluta. De lo contrario existirán derechos reconocidos por un lado y no protegidos por otro. Me referiré a uno de los casos en que se manifiesta tal disonancia.

Veamos el artículo 1, que expresa:

“Cuba es un Estado socialista de derecho, democráti­co, independiente y soberano, or­ganizado con todos y para el bien de todos, como república unitaria e indivisible, fundada en el traba­jo, la dignidad y la ética de sus ciu­dadanos, que tiene como objetivos esenciales el disfrute de la libertad política, la equidad, la justicia e igualdad social, la solidaridad, el humanismo, el bienestar y la pros­peridad individual y colectiva”.

Observemos que se declara como uno de los objetivos esenciales de la república el disfrute de la libertad política.

Por su parte, el artículo 59 expresa que “El Estado reco­noce, respeta y garantiza la liber­tad de pensamiento, conciencia y expresión”.

Aquí hay una diferencia, pues no se menciona la libertad política, aunque pudiera aceptarse que las referidas libertades de pensamiento, conciencia y expresión, son ingredientes significativos de la libertad política.

Sin embargo, el artículo 40 nos dice: “Todas las personas son iguales ante la ley, están sujetas a iguales deberes, reciben la misma protección y trato de las autorida­des y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin nin­guna discriminación por razones de sexo, género, orientación sexual, identidad de género, origen étnico, color de la piel, creencia religiosa, discapacidad, origen nacional o cualquier otra distinción lesiva a la dignidad humana”.

Apreciemos que entre los derechos, libertades y oportunidades que reciben la protección de las autoridades y que no pueden ser objeto de discriminación se omiten las creencias políticas y ni siquiera se menciona la ideología política.

Esta incongruencia no puede ser justificada por ningún argumento. Todas las ideologías deben tener igual protección ante la ley, más si el propio artículo 1 reconoce su disfrute como uno de los objetivos de la República.

Dicha exclusión ha sido una práctica en Cuba, la manida frase de que alguien tiene problemas ideológicos, equivale a que es considerada una persona poco confiable, casi un enemigo. Pero el nuevo proyecto, y el debate que este ha generado, es momento propicio para dirimir una cuestión tan importante y de tanto peso en la credibilidad de los que nos dirigen y en la imagen interna y externa de nuestro sistema político.

Para mantener esa extrema intolerancia en el campo ideológico siempre se ha esgrimido la tesis de que el Estado cubano debe protegerse de personas o grupos que reciben financiamiento foráneo para subvertir el orden interno. Que un Estado se resguarde es correcto, y es una práctica de cualquier sistema político. Lo hace EE.UU. ahora mismo cuando un fiscal especial indaga si en la campaña presidencial de Donald Trump hubo interferencia rusa para favorecerlo. Lo hizo Perú cuando invalidó al presidente Pedro Pablo Kuzinski por haber recibido apoyo financiero de una corporación brasileña. Lo hizo Cuba cuando denunció en 1968 el caso de la microfracción pro soviética, y lo ha seguido haciendo.

No obstante, ese derecho indiscutible a protegerse de agentes organizados y financiados desde el exterior se ha pervertido entre nosotros hasta convertirse en una cómoda manera de evitar críticas desde cualquier postura ideológica —de izquierda o de derecha—, hasta el punto en que hoy se escucha hablar de “mercenarios sin pago”, un dislate total que estandariza las opiniones políticas al estilo Busch de “los que no están conmigo son mis enemigos”, que tanto criticamos en su momento.

Es en ese sentido en el que resulta altamente sintomático que no se explicite en el artículo 40 la condena por discriminación ideológica. Tenemos uno de los órganos de seguridad del Estado más famosos del mundo, no le será difícil demostrar —con pruebas constatables, claro está—, un financiamiento exterior de otro país a personas o grupos para subversión política interna, si fuera el caso.

De modo que afinemos nuestros instrumentos y armonicemos la orquesta, que tras casi sesenta años ya no estamos en fase de ensayo.

17 septiembre 2018 80 comentarios 834 vistas
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talon

El talón de Aquiles

por Alina Bárbara López Hernández 11 septiembre 2018
escrito por Alina Bárbara López Hernández

La diosa Tetis quiso hacer inmortal a su amado hijo Aquiles. Con cuidado tomó su pie por detrás del tobillo y lo introdujo en las aguas divinas. Pero allí, en el pequeño punto donde sus dedos agarraban el piececito, quedó una mínima zona de la piel que no se inundó de poder. De la mitología hemos conservado la referencia al talón de Aquiles para resaltar la parte más débil e inconsistente de una tesis, proceso o persona.

Nuestro Proyecto Constitucional tiene varios aspectos que deben ser revisados, atendidos y modificados. Muchas personas han ofrecido opiniones sobre esto y otras muchas lo harán aún en las redes y en el proceso de consulta popular. Sin embargo, existe un punto en el referido documento que se convierte en su principal debilidad. Es quizás de lo menos visible pues no se trata de una parte específica del articulado o la estructura y sí una cuestión conceptual que ronda el campo de lo filosófico y atraviesa el Proyecto en su totalidad: la actitud del Partido Comunista de Cuba ante un pretendido Estado Socialista de Derecho.

Ese último concepto (puede consultarlo en el Glosario final del documento) es definido como: “la concepción del Estado que refleja que su estructura y funcionamiento se rigen por el acatamiento a lo establecido en la Constitución de la República y en el resto de las disposiciones normativas que conforman el ordenamiento jurídico”. El preámbulo del Proyecto reafirma la novedad del concepto —que no existe en la Constitución vigente—, al explicar que el mismo fue incorporado “a fin de reforzar la institucionalidad y el imperio de la ley, dentro de ello la supremacía de la Constitución”.

En una primera lectura todo parece indicar que el acatamiento a la Constitución es una norma general y que su supremacía está garantizada. Nada más lejos de la verdad.  El propio documento entra en una contradicción fatal, su talón de Aquiles, cuando en el Capítulo 1, Artículo 5 expresa: “El Partido Comunis­ta de Cuba, único, martiano, fidelis­ta y marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, sustentado en su carácter democrático y la permanente vinculación con el pueblo, es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado (…)”.

No puede negarse que los creadores del Proyecto fueron consecuentes con su idea de la superioridad del Partido respecto a todo: Sociedad y Estado; tan es así que no existe un solo reglón de ningún artículo que manifieste que dicha institución está obligada a acatar la Constitución. Véanse si no los artículos 7, 8 y 9 que manifiestan el apremio de que todos los representantes del Estado: directivos, funcionarios y empleados se ajusten a lo que ella prescribe.  Insisto, siempre se habla del Estado, y en la referida definición de Estado de Derecho se dice que es la estructura y funcionamiento del Estado los que se rigen por el acatamiento a lo establecido en la Constitución de la República.

En el proyecto de Constitución no se especifica que además del Estado, el Partido también debe acatar lo establecido en la ley.

El imperio de la ley solo existirá en el caso de que todos los ciudadanos e instituciones tengan las mismas posibilidades de ser protegidos por las leyes y de ser castigados por ellas si no las cumplen. Al dejar entonces a una institución como el Partido fuera de esta posibilidad, creamos una especie de demiurgo político que escapa al imperio de la ley y se sitúa por encima de ella.

Es muy importante significar que la esfera de actuación del Partido no se puede reducir al campo de la ideología, pues esa organización —con ramificaciones a los niveles nacional, provincial y local—, también posee propiedades significativas (empresas propias, inmuebles, hoteles y casas de visita, puntos de abastecimiento de combustible, de producción de alimentos, etc.). Ostenta además una enorme cantidad de personas supeditadas directamente en calidad de funcionarios de alto, mediano y menor rango y su correspondiente personal de apoyo.

Al emplazarse por encima del Estado, el Partido, poseedor de todos esos bienes, no estaría obligado a recibir auditorías de la Contraloría General de la República, recién incorporada al texto constitucional aunque ya existente. Este ejemplo devela solo una de las enormes contradicciones en que la situación de superioridad del Partido coloca al Estado de Derecho Socialista.

Otro impacto negativo se manifestaría en la esfera axiológica. El aludido artículo 5 declara que el Partido trabaja, entre otras cosas por “desarrollar valo­res éticos, morales y cívicos” en los cubanos. ¿Qué valor cívico puede ser más importante que el respeto a la Constitución de la República? Empezar haciéndolo por casa sería una cuestión de principios, por ello, en lugar de ubicarse por encima de la Ley de leyes, y no permitir que ella le establezca pautas al Partido —como afirmara enfáticamente José Luis Toledo Santander, Presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales y Jurídicos de la Asamblea Nacional del Poder Popular —, el PCC debería ser el primero de todos en subordinarse a los preceptos constitucionales.

(Puede interesarle: Video de Luis Toledo Santander sobre la relación entre el Partido y la Constitución. Fuente: OnCuba)

Se informó en la sesión plenaria de la Asamblea Nacional que un grupo de trece personas que estudió por varios años y redactó la primera versión del Proyecto de Constitución viajó a China y Vietnam para revisar experiencias jurídicas socialistas. Por lo visto no tuvieron en cuenta la relación de subordinación de los Partidos Comunistas de esos países a sus respectivas Constituciones.

Todos los intentos por mejorar, por dotar de fortaleza y vitalidad, de nuevos aires, a esta Constitución podrán fracasar. Así le ocurrió a Tetis, que vio morir a su hijo cuando dejó una pequeña zona del cuerpo de este sin protección. Blindemos de verdad nuestra Ley de leyes, hagamos de la definición de Estado de Derecho Socialista una realidad y no una entelequia. Pero para ello nadie podrá quedar fuera de su ámbito, mucho menos el Partido.

11 septiembre 2018 47 comentarios 3,K vistas
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factores

El orden de los factores

por Alina Bárbara López Hernández 31 agosto 2018
escrito por Alina Bárbara López Hernández

La matemática tiene sus leyes. La política las suyas. En la primera, dos por tres arroja el mismo resultado que tres por dos. En la segunda no ocurre así. Por ejemplo, no se puede cambiar en la Constitución un artículo del lugar tres al diez sin que ello tenga implicaciones significativas.

El artículo 3 de la Constitución cubana, aprobada en 1976, afirma: “En la República de Cuba la soberanía reside en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado. Ese poder es ejercido directamente o por medio de las Asambleas del Poder Popular y demás órganos del Estado que de ellas se derivan, en la forma y según las normas fijadas por la Constitución y las leyes”.

A continuación se suceden los artículos referidos a los símbolos nacionales (4), el papel del PCC (5), el rol de la UJC (6), el reconocimiento a las organizaciones políticas y de masas (7), el carácter laico del Estado (8), las funciones del Estado (9), y el obligatorio acato a la legalidad socialista por parte de los órganos del Estado, sus dirigentes, funcionarios y empleados (10).

En el año 2002 el artículo 3 se modificó con el agregado de un párrafo, denominado más adelante cláusula de intangibilidad, que declaraba el carácter irrevocable del socialismo y el sistema político y social establecido en esa Constitución. Sin embargo, se mantuvo su lugar preponderante en el texto constitucional, solo precedido por los artículos que definen el tipo de Estado (1) y el nombre del país (2).

En el anteproyecto de Constitución que se somete a consulta popular la redacción de dicho artículo se conserva, aunque se agrega un término: “En la República de Cuba la soberanía reside intrans­feriblemente en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado (…)”. El término “intrans­feriblemente” fortifica la idea de que la soberanía popular no puede ser trasladada a ninguna persona u organización y que es el pueblo quien tiene la última palabra en la dirección de los asuntos públicos. No obstante, ese aparente fortalecimiento se pone en tela de juicio dada la ubicación actual del artículo, que fue descendido hacia el puesto número 10.

Fue muy interesante el intercambio de criterios entre una diputada —cuyo nombre no logré anotar durante la transmisión televisiva— y los dirigentes de la Comisión que elaboró el anteproyecto. Ella, con toda razón, manifestó su discrepancia con que la declaración de soberanía popular se pusiera por debajo de la del papel del PCC, la UJC, las organizaciones políticas y de masas, el Estado, etc.; ya que si todo el poder emana del pueblo —explicó— entonces las instituciones y organización que este se dé para gobernarse derivan de su carácter soberano y, en consecuencia, deben ir después en la estructura del articulado constitucional.

A pesar de que por simple lógica formal era un argumento irrebatible, Homero y Toledo se mostraron contrarios a él. El segundo, con la arrogancia que manifestó casi todo el tiempo al dirigirse a los diputados —“el engreimiento y el envalentonamiento que tanto daño le han hecho al Partido y a ellos mismos”, como había dicho Manuel Navarro Luna al enjuiciar la actitud de ciertos dirigentes comunistas del viejo partido—, fue tajante al declarar que la comisión había estudiado la cuestión y que no se debía cambiar la estructura. Al preguntarle Homero si mantenía su propuesta, la legisladora, contrariando la actitud habitual en la mayoría de sus colegas, insistió en su tesis, por lo que hubo que someterlo a votación por la Asamblea. Resultado: igual que Fuenteovejuna, todos a una contra el planteamiento. En consecuencia: las manos arriba, el pueblo abajo (en el orden del articulado quise decir).

Este tema no se circunscribe a una cuestión de formalidad, de buen tono democrático, o de educación cívica, al estilo de las damas primero. Aquí se dirime un asunto de justicia histórica. A diferencia de lo ocurrido en Rusia en 1917, donde el Partido organizó a la revolución; en Cuba, fue el pueblo, en sus disímiles clases y sectores, y dirigido por varias organizaciones con un centro unificado, quien derrotó a la tiranía de Batista e hizo triunfar a la Revolución. Cuando el proceso se radicalizó, una gran parte de ese pueblo aprobó por consenso el carácter socialista del mismo. Varios años después surgiría el actual Partido Comunista de Cuba. El Estado fue organizándose desde los mismos inicios con el apoyo popular, hasta 1976 donde se dota de una Constitución Socialista que, por muchos defectos que tiene, al menos en su estructura reconoce la precedencia de la soberanía popular ante cualquier organización o persona. No creo que debamos modificar ese lugar privilegiado. Recordemos que en política, a diferencia de en las matemáticas, el orden de los factores síaltera al producto.

31 agosto 2018 21 comentarios 930 vistas
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dialectica

¿La dialéctica o la piedra?

por Alina Bárbara López Hernández 21 agosto 2018
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Uno de los aportes del marxismo fue la dialéctica desde una perspectiva materialista. Esto le permitió no solo identificar como decisivas las trasformaciones que tienen lugar en la vida material de las sociedades, sino percibir el rol de las contradicciones e incluso la posibilidad de los retrocesos en el desarrollo como consustanciales al movimiento social.

Para el marxismo, el devenir no transcurre de manera teleológica, es decir como resultado de un camino previsto que sigue siempre una pauta trazada. Por el contrario, la dialéctica marxista fundamenta que en la base de tales procesos se manifiestan rupturas y continuidades.

La tesis de que una vez victoriosa la revolución socialista no puede retroceder, y que en consecuencia la sociedad marchará siempre hacia adelante, se establece como una visión mecanicista y antimarxista de la historia. El derrumbe del campo socialista hizo trizas muchas constituciones que, como la soviética, declaraban la irreversibilidad de su sistema. No es la letra en un tratado legal lo que permitirá el avance sostenido, sino la implicación de las personas que encuentren en ese sistema la encarnación de sus aspiraciones, y que puedan modificarlo con ese objetivo.

Cuba no incurrió en ese error hasta después de la caída del campo socialista, lo que constituye una paradoja pues la historia acababa de dar una lección que evidentemente no se tuvo en cuenta. Fue en el 2002 que, ante amenazas provenientes del gobierno norteamericano, se modificó la Constitución de la República de Cuba, vigente, con la adición de un párrafo al artículo 3 del capítulo I:

El socialismo y el sistema político y social revolucionario establecido en esta Constitución, probado por años de heroica resistencia frente a las agresiones de todo tipo y la guerra económica de los gobiernos de la potencia imperialista más poderosa que ha existido y habiendo demostrado su capacidad de transformar el país y crear una sociedad enteramente nueva y justa, es irrevocable, y Cuba no volverá jamás al capitalismo”.[1]

Por su parte, el artículo 137 del capítulo XV establecía que la constitución solo podía ser reformada (se entiende que total o parcialmente) por la Asamblea Nacional del Poder Popular en votación nominal, por una mayoría no inferior a las dos terceras partes del número total de sus integrantes, “excepto en lo que se refiere al sistema político, económico y social, cuyo carácter irrevocable lo establece el artículo 3 del Capítulo I”. Subrayo con intención esa palabra, pues constituye un agregado que altera la redacción del artículo 3, donde no se hacía referencia al sistema económico.

El principal dilema de esta cláusula no era que se convertía en una inconsecuencia teórica con el marxismo y entraba en contradicción con el preámbulo de la constitución que nos considera “guiados por el ideario de José Martí y las ideas político-sociales de Marx, Engels y Lenin”. Más grave que ello era el hecho de que al declarar irrevocable (cuyos sinónimos son: inevitable, inapelable, irremediable, necesario, fatal, indefectible, irreparable) no solo al socialismo, sino al sistema (método, régimen, técnica, procedimiento, gobierno, medio, vía, rumbo)  económico, político y social vigente en esa constitución, clausuraba el camino a transformaciones sustanciales, muchas de las cuales se reflejan en el articulado del anteproyecto constitucional que se somete en estos momentos a consulta popular.

Como consecuencia de tal desliz, muchas de las adiciones, modificaciones y eliminaciones presentes en el anteproyecto constitucional actual son inconstitucionales, pues revocan aspectos económicos, políticos y sociales del sistema. Y a ello no estaba autorizado nadie, ni la Asamblea Nacional ni los ciudadanos: artículo 137 dixit.

Son varios los ejemplos de que se modifica el sistema. Los más significativos, en lo económico: la aprobación de la propiedad privada; en lo político: el establecimiento de la Contraloría general de la República como parte de la estructura estatal que no existía antes, la compartimentación de funciones entre un jefe de Estado y un jefe de Gobierno, la eliminación de las Asambleas Provinciales del Poder Popular, la creación del cargo de gobernadores provinciales que son designados, la aprobación de intendentes para la dirección de los municipios que son designados; en lo social: la propuesta del matrimonio igualitario, el pago de la enseñanza postgraduada en algunas de sus manifestaciones.

Este tipo de cláusulas de intangibilidad, o contenidos pétreos (parece que de piedra caliza), siempre llegan a un punto en que se truecan en letra muerta, como muestra el anteproyecto en debate; pero al ser aprobadas se convierten en el modo de encubrir una verdad: lo que realmente se torna irrevocable con un artículo como ese es la burocracia dirigente. La manera en que la voluntad de un grupo superior trata de imponerle límites a la marcha de la historia podría convertir en real la siguiente aporía: si para el 2030 Cuba consiguiera ser una nación “soberana, independiente, socialista, democrática, próspera y sostenible” y se pudiera entonces aspirar a llegar al comunismo, no podría hacerse pues la cláusula de intangibilidad no lo permitiría.

Yo no creo que el anterior dilema pueda manifestarse, pero como sí apoyo todas las transformaciones que sean necesarias para reformarnos y lograr esos seis objetivos, no votaría nunca por una cláusula que funcionara como obstáculo al desarrollo. Bien que se considere al socialismo irrevocable, pero evidentemente necesitamos transformar constantemente al modelo o sistema económico, político y social, para detenernos en este. Prefiero la dialéctica a la piedra.

[1]Ley de Reforma Constitucional, dada en la Sala de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Palacio de las Convenciones, Ciudad de La Habana, a los 26 días del mes de junio del 2002, “Año de los Héroes Prisioneros del imperio”. (Publicada en la Gaceta oficial de la República de Cuba: 27-06-2002)

21 agosto 2018 14 comentarios 377 vistas
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