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opinión política cubana
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Autor

Alina Bárbara López Hernández

Alina Bárbara López Hernández

Profesora, ensayista e historiadora. Doctora en Ciencias Filosóficas

Industria alimentaria: desvergüenzas y memes

por Alina Bárbara López Hernández 10 septiembre 2020
escrito por Alina Bárbara López Hernández

La ciencia no es emocional, es objetiva, me digo siempre. Hoy tengo que repetirlo cien veces antes de escribir este texto. Espero lograrlo. Es difícil, es un verdadero reto, porque vivimos en un país que desborda surrealismo.

El programa la Mesa Redonda de ayer tuvo entre sus invitados al ministro de la industria alimentaria, que ofreció una de las intervenciones más desacertadas que he visto en un funcionario de su rango. Lo preocupante es que dirige un ministerio que constituye el corazón de la seguridad nacional en Cuba; más importante incluso que el MININT.

La falta de profesionalismo, poca capacidad comunicativa, evidente dificultad para leer cifras de varios dígitos, el mal uso del lenguaje y la nula sensibilidad, se unieron ayer para mostrarnos la importancia que se le confiere a un asunto de tal jerarquía. La frase: “a pesar del bloqueo” era una muletilla que el ministro repetía incesantemente, no sé si para convencernos a nosotros o a él.

Tampoco parece tener asesores competentes, porque el Power Point que utilizó tenía el mismo error en una cifra astronómica de millones de toneladas de alimentos que, según el ministro, se le garantiza a los cubanos. La descripción de la industria de la croqueta, que pasa a ser la base de todo de ahora en lo adelante, dejó asombrados a los televidentes, que se enteraron de que las gallinas decrépitas eran una especie; la biología estará de plácemes.

Como somos un país surreal, ya fue decidido que esa intervención nunca ocurrió, por eso la retiraron del muro de Facebook de la Mesa Redonda, en YouTube la editaron para eliminar el fragmento con las erróneas cifras y la explicación de las susodichas croquetas, y en Cubadebate eliminaron la palabra decrépitas, que no ofendía a las pobres gallinas sino a millones de personas.

Nosotros actuamos en tiempos digitales y los que deciden lo hacen en tiempo analógico. No son las gallinas lo único decrépito aquí. Esas estrategias de ocultamiento y negación son risibles. Ya compartimos la información en las redes, tenemos capturas de pantalla, varias publicaciones y, por supuesto, los siempre esperados memes, la adaptación de la caricatura política a épocas de internet.

La alimentación es un enorme problema en Cuba desde hace bastante, pero hoy es una cuestión crítica. Garantizar a las familias el desayuno, almuerzo y comida diarios es un drama cotidiano que implica tensiones cada vez mayores y un desgaste físico y psíquico. No se trata solo del incremento sostenido de los precios, ya inalcanzables para sectores vulnerables como los ancianos y las personas jubiladas, sino de la inexistencia de los productos más necesarios para una alimentación básica: leche, huevos, harina, carne, pescado, grasa, viandas y frutas.

La influencia de la pandemia es innegable, pero no es la única causa del desabastecimiento. Desde finales del pasado año, cuando se declaró una situación coyuntural, empezó la lucha por llevar comida a la mesa, algo que nunca ha sido fácil en este país. La imposibilidad de realizar un pago de 83 millones al Club de París, indicaba que las cajas del Estado estaban en gravísimas dificultades y que se recortaba también la importación de alimentos, cosa reconocida por el propio presidente.

La demora injustificada para concretar el proceso de reformas anunciado desde hace más de una década nos ha conducido a un callejón sin salida. La lucha contra la especulación, los coleros y otras consecuencias, jamás será un enfrentamiento a las verdaderas causas de la ruina que es hoy la economía nacional.

Los que están “por encima de la sociedad y del Estado”, que no han sido capaces de dirigirse a la ciudadanía desde que comenzó la pandemia,  deberían tener presente que la situación de las cubanas y cubanos es casi humanitaria. Cambien de una vez lo que deba ser cambiado —y no me refiero únicamente al ministro de la industria alimentaria—, que la paciencia se agota ante una mesa vacía.

Les propongo un ejercicio conjunto que podría potenciar en los que dirigen el deseo de trasformaciones rápidas: hagamos unidos las colas, luchemos codo con codo por un paquete de pollo o una botella de aceite, marquemos de madrugada para esperar que saquen algo, sudemos juntos tras las mascarillas. No vemos ya a los coleros, pero tampoco los vemos a ustedes, o a sus esposas, madres, hijos…

Necesitamos alimentar a nuestras familias, ello no es un lujo. Recuerdo un tiempo en que el primer secretario del Partido decía que los frijoles eran más importantes que los cañones. Eso no ha cambiado, pueden estar seguros.

10 septiembre 2020 130 comentarios 154 vistas
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Medios y financiamiento en Cuba

por Alina Bárbara López Hernández 26 agosto 2020
escrito por Alina Bárbara López Hernández

La necesidad de una democratización de la política y la sociedad cubanas pasa necesariamente por un proceso similar de la esfera comunicacional. En su texto «Retos para una política pública de comunicación en Cuba», el doctor José Ramón Vidal Valdez, profesor titular de la Universidad de la Habana, considera como rasgos esenciales en el sistema comunicacional cubano a 1) la propaganda en defensa de la Revolución [gobierno] como función primera y esencial de los medios y 2) el secretismo como mecanismo de defensa ante situaciones realmente excepcionales.

Este autor demuestra que en Cuba fue penetrando hasta consolidarse el modelo de prensa soviético, en el cual se intensifica la intromisión del aparato auxiliar del Partido en la conducción cotidiana de la prensa. Como resultado, considera que: «Se produce una hipertrofia de la función propagandística, con tintes apologéticos de la obra de la Revolución, en detrimento de la función informativa, de la crítica oportuna y necesaria para cualquier proyecto político y del uso de los medios como plataformas de participación democrática de la ciudadanía en los asuntos públicos».

Por su parte, el investigador Alexei Padilla Herrera, en «Doutrinas, normas jurídicas e políticas que regem o exercício do direito à comunicação em Cuba», explica que la versión más reciente de la política de comunicación, aprobada en enero del 2018, reafirma el papel hegemónico del Partido y es guiada por el principio «dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada», enunciado por Fidel Castro en 1961. Argumenta en tal sentido, que dicho principio reproduce la noción de libertad de expresión defendida por el marxismo soviético, que refuerza el carácter instrumental atribuido a los medios y en la cual los líderes políticos tienen el poder de decidir discrecionalmente cuáles declaraciones o actos son o no subversivos o inconvenientes.

Tanto en la Constitución de 1976 (art. 53), como en la de 2019 (art. 55), «la prensa, la radio, la televisión, el cine y otros medios de difusión masiva son de propiedad estatal o social y no pueden ser objeto, en ningún caso, de propiedad privada»; sin embargo, a lo largo de la historia del socialismo, tanto del implosionado bloque socialista europeo como del cubano, ha quedado claro que no basta con declarar la propiedad estatal o social sobre los medios como garantía de que estos estén verdadera y totalmente al servicio del «interés de la sociedad».

La demostración más evidente de que el sistema comunicacional en general y el ejercicio profesional de los medios de comunicación no contribuyen con efectividad al interés social ni a la continuidad del proyecto revolucionario original, es la explosión de la sociedad civil cubana en medios digitales, reconocidos como alternativos a los oficiales. Ellos son la consecuencia visible de la llegada de internet a Cuba y el crecimiento del acceso a la red de redes, amén de su altísimo costo; pero también el resultado evidente de las deudas del proyecto cubano, acumuladas por décadas de inmovilismo y desconocimiento de las necesidades y exigencias de la ciudadanía.

El Partido/Gobierno no reconoce a estos nuevos actores mediáticos y los acusa en pleno de ser financiados desde el exterior en función de una agenda subversiva para derrotar al socialismo. Hay en este tema algunos aspectos a dilucidar:

¿Es coherente reprochar a medios que no son admitidos por la legislación cubana ni reconocidos por esta, que reciban financiamiento del exterior?

En mi criterio —más allá de la postura oficial, siempre prohibitiva—, se impone aquí una cuestión ética, que tiene que ver con el hecho de que algunos de esos medios se debilitan ante la propia opinión pública nacional porque reciben fondos de un gobierno que ejerce constantes e ilegales presiones extraterritoriales sobre Cuba y que fomenta vías para subvertir el sistema político, atribución que no le corresponde legítimamente.

Pero habría que sumar a esta ecuación otro elemento: que al no reconocer a esos medios en Cuba, se los aparta de poder recibir fondos por caminos internos más transparentes y autónomos, como donaciones, anunciantes del patio u otras vías tradicionales y legales para sostenerse.

¿El financiamiento en sí mismo es reprobable?

En la historia de la prensa republicana en Cuba, raros son los casos de medios que no acudieran a financiamiento desde su génesis. Según el investigador Pedro Cubas, solo la revista Social (1916-33 y 1935-38) funcionaba como una empresa con sólidos resultados y generación de ganancias. Dado el peculio personal de su creador, Conrado Massaguer,[i] este realizó inversiones para introducir el método de la fotolitografía —que convirtió a Cuba en el primer país de América Latina en disponer de esa tecnología—, unido a la utilización de buen papel, una visualidad poco común y el diseño interior y de cubiertas, donde primaba la tendencia art decó. Aun así, en sus páginas también se incluían anuncios.[ii]

La mayoría de los medios debió buscar fuentes de financiamiento para sostenerse. Cuando estas fallaron fue su fin, como ocurrió con la revista Cuba Contemporánea (1913-27).

Revista de Avance (1927-30), líder del vanguardismo en Cuba, puso en  práctica un novedoso sistema de atracción de fondos que le permitiera la mayor  independencia económica posible, apelando a varias vías: suscripción,  propaganda y patrocinios. A pesar de ello, a lo largo de sus páginas se observan comentarios que indican que tales fondos siempre resultaban insuficientes.[iii]

Ningún medio, sin embargo, fue tan ingenioso y tuvo tanto éxito en lograr fuentes de financiamiento como Noticias de Hoy, órgano oficial de los comunistas cubanos en su período legal (1938-1953). Junto al de Chile, serían los únicos de su ideología en llegar a un senado y una cámara burgueses en América, instancias en las que se mantuvo, a diferencia de su par suramericano, inclusive en el período de Guerra Fría que potenció el anticomunismo en la región.

Habiendo entrado tarde a los cauces legales de la política, se puso al día muy pronto. Tenía que lidiar con medios de ideología diversa y debía ser competitivo. Por ello no incurrió en la puritana costumbre implementada tras 1959, que consideró una blasfemia mezclar ideología y publicidad. El periódico comunista publicó, desde el primero hasta el último día de su existencia, anuncios de productos y servicios, especialmente de empresarios y profesionales cubanos, que fueron fieles y no les retiraron su apoyo a pesar de que el comunismo fue satanizado por la política macarthista luego de la Segunda Guerra Mundial.

Aquí podrán observar estos anuncios, uno corresponde al primer número de Noticias de Hoy  —fue una edición de propaganda del 30 de abril de 1938, en saludo al 1ro. de mayo, pues la salida oficial sería el 16 de mayo de 1938— y el otro es el último número, del domingo 26 de julio de 1953, día en que fueron clausurados.

Publicidad en el primer número de Noticias de Hoy, 30 de Abril 1938.
Publicidad en el último número de Noticias de Hoy, 26 de Julio 1953.

Véanse estas solicitudes: a los anunciantes para que utilizaran las páginas de Noticias de Hoy, y a los lectores para que consumieran los referidos productos y servicios.

Invitan los lectores a que se anuncien.
Los comunistas cubanos invitan a los anunciantes a su periódico.

 

También fue importante, aunque en menor medida, la suscripción popular. Con el fin de motivar a los lectores se celebraban concursos, en los que se entregaban premios costeados por los propios anunciantes.

Piden a lectores un aguinaldo de fin de año.
Publicidad de la lotería en el órgano de los comunistas cubanos.

No obstante, su más importante conquista fue conseguir unos modernos talleres propios. Con ese objetivo se concibió la campaña nacional «Pro talleres para Hoy», en la que demandaron la colaboración del pueblo, de intelectuales y artistas. La suma necesaria era 30 mil pesos, cantidad enorme en aquella época. En la primera plana se publicaba todas las semanas el estado de la colecta, que fue completada finalmente.

Recaudación para los talleres del periódico del movimiento comunista.
El periódico explica por municipios el estado de la colecta para su taller.

El nuevo taller se ubicó en Desagüe números 108 y 110, apartado no. 2422, dirección telegráfica: NOTI–HOY. Noticias de Hoy salió sistemáticamente con dos ediciones y una paginación de entre ocho y doce páginas; tuvieron un suplemento dominical y, en 1940, se agregó el Magazine de Hoy.

Estas fuentes de financiamiento eran legales en una sociedad en que la prensa no era controlada férreamente por un partido político. Se puede afirmar entonces —con una terminología al uso—, que Noticias de Hoy fue una publicación «próspera y sostenible». Y lo fue sin dejar de defender su ideología y de enfrentarse y criticar a sus contendientes.

¿Y el financiamiento de los sucesores?

En mi artículo «Lo novedoso» el pasado año, me referí a los pronunciamientos del presidente Miguel Díaz-Canel en el Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), donde mencionó la necesidad de financiación de los medios, para lo que recomendó alternativas generadoras de ingresos por vía de la publicidad y el patrocinio, sin que ello significara la retirada del presupuesto estatal.

Al respecto manifesté:

[…] La situación de la prensa cubana es incoherente en muchos aspectos. Nuestra Constitución norma la existencia del PCC como Partido único; sin embargo, dada la enorme cantidad de órganos oficiales de prensa que posee el mismo, tal parece que coexistiera en un escenario interno de extrema hostilidad ideológica, lo que es desmentido a su vez por las declaraciones de los dirigentes que patentizan su confianza en el apoyo del pueblo a la Revolución. Además del periódico Granma, existe un órgano oficial del Partido en cada provincia, para un total de quince, y prefiero ser cautelosa pues ignoro si en las provincias experimentales de Artemisa y Mayabeque también se establecieron.

A todas luces es innecesaria esa abundancia de órganos oficiales, pero lo peor es que cada uno de ellos lo financia el presupuesto del Estado, es decir todos y cada uno de nosotros. ¿Es justo que un país con una situación económica tan compleja como Cuba deba derrochar en proporción semejante, a pesar de que los requerimientos al ahorro son constantes en el discurso político? […]

Han transcurrido más de dos años y no se aprecian cambios en esa dirección. Todo lo contrario, en medio de la enorme crisis estructural de la economía cubana —que la pandemia ha agudizado pero que casi paralizó el país a finales del 2019—, los periódicos comenzaron a publicarse a colores, lo que los moderniza indudablemente pero a costa de mayores inversiones.

El aparato ideológico sigue preocupándose más por el financiamiento externo que tienen los medios alternativos, sin entender que debería justificar las fuentes internas que sustentan a la prensa oficial.

Cada día se promueve una separación mayor entre lo que refleja un periódico como Granma y las opiniones de la ciudadanía. Al respecto el periodista Ariel Montenegro publicó en su página de Facebook una respuesta contundente al autor del artículo «Revictimizada mil veces», divulgado en el referido órgano oficial del PCC, y rechazado de modo contundente por muchas personas:

[…] tu texto no es sobre el femenicidio en Cuba. Lo usas solo como el macabro set para uno de los temas preferidos por esa publicación: «La prensa pagada por el imperialismo». Pero de la enorme falta de carácter y amor propio que significa destinar líneas de un medio para desacreditar a otros, no voy a hablar ahora. Ese texto vendrá más adelante. Solo diré que lo que toda la prensa no estatal diga me preocupa menos que lo que diga la estatal, puesto que sus enormes edificios, sus computadoras, su papel, su internet, sus vehículos, su combustible y el salario de sus periodistas, los pagamos todos los cubanos con el dinero que no se usa para los baches de la calle, para arreglar los salideros de agua o para construir viviendas […]

En lugar de abrir sus anquilosadas páginas a la publicidad de los empresarios cubanos, como hizo su predecesor, el Granma las abre a Carlos Luque para que provoque roces innecesarios con las nuevas formas de gestión privadas.

Si la empresa privada en el capitalismo no opuso reparo en anunciarse en la prensa comunista, considero que la prensa actual, heredera de aquella, no debe oponerse a que los cuentapropistas utilicen sus espacios.

Esto debería instrumentarse tanto en el único órgano oficial, Granma, como en los periódicos de todas las provincias, que dejarían de identificarse como órganos oficiales del Partido. En todos los casos se podría mantener un apoyo del presupuesto estatal para los mensajes y campañas de bien público, pero la mayor parte de los egresos serían asumidos por las propias publicaciones.

Todos los medios precisan fuentes de financiamiento, los alternativos también. Es necesario sufragar los salarios de los periodistas, contratar editores y diseñadores, disponer de fondos para encargar textos a expertos en campos que merecen recibir una contribución adecuada a su nivel científico, y, por supuesto, costear los altísimos precios del acceso a internet.

Por tanto, no hay que satanizar a los medios que reciban donaciones o ingresos por publicidad. Lo ideal sería que los recibieran legalmente dentro de su país, que pudieran hacer campañas similares a las de Noticias de Hoy. Pero eso es obstaculizado en Cuba. Si el Partido los reconociera podría exigir de ellos una claridad en su financiamiento, para lo cual debería, antes, darles ejemplo.

[i] Pedro Cubas Hernández: Cuba 1922- 1930. Cuatro ensayos de indagación e interpretación de nuestra cultura, Centro de Información del Instituto de Investigación y Desarrollo de la Cultura Juan Marinello (Inédito)

[ii] Alina López Hernández: «La revista Social, la generación del veinticinco y la experiencia soviética», revista Matanzas, no. 3 de 2016.

[iii] Ana Suárez Díaz: Multimedia de Revista de Avance, Ediciones Cubarte.

26 agosto 2020 51 comentarios 171 vistas
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blogosphere

In Times of Blogosphere

por Alina Bárbara López Hernández 23 agosto 2020
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Foreword to the book En Tiempos de Blogosfera (In Times of Blogosphere)

La Joven Cuba and me

I met the editors of the blog La Joven Cuba —Osmany Sánchez, Roberto Peralo, and Harold Cárdenas— while I worked at the University of Matanzas. From the beginning, I appreciated their determination and a great deal of perseverance they have had to exercise to remain above prohibitions and distrust, attacks, and labels. With Harold, in particular, I’m joined by a deep friendship, of the kind that withstands time, distance, and all sorts of trials.

I remained, however, a rather occasional reader of the blog, and kindly turned down their initial requests for collaborations. I sincerely recognize I considered a bit presumptuous the conviction those guys had that the world of digital media was the way to propose a transformation of Cuban society and politics which wasn’t embodied by the national press. I disagreed with Harold many times and I warned him, almost lecturing him, that the media people consume on a massive scale are the ones which should lead the transformations, that not everyone can access the web and that the traditional newspaper or the TV newscasts would have to assume a more critical and active stance, which even the leaders of the government demanded.

Nearly a decade has passed. The LJC blog will celebrate its first ten years of existence in 2020. I also celebrated each of them and I’ve left my old attitude behind. Now I’m convinced that the number of Cubans who access the internet in a variety of ways is growing: at their workplaces, paying the high connection rates both in Wi-Fi areas or through mobile data, through the weekly packages, traveling to other countries, or with the helpful habit of forwarding the articles and news, they consider relevant to the accounts and networks of friends.

I have equally given up the hope of immediate change in our press media, which seems to live in almost complete isolation with respect to reality. I also confirmed that healthy habits such as controversy, the contrasting of ideas, and the debating of opinions, unknown in society and in most of the national media, are commonplace in the blogosphere.

I needed nothing else to say: ‘Yes, I’ll do it’ the next time my young friend asked me for a piece for his blog. I now proudly identify myself as a regular collaborator of LJC, which already exceeds five million online reads. Each week I carry out an exercise of civic catharsis and, without meaning to impose my views on anyone —it doesn’t work like that on the web, with its open forums—, I pay my conscience a share of responsibility.

Antonio Gramsci, an Italian Marxist who for years was made invisible in Cuba by the Soviet manuals, recommended: ‘[It is] better to work out consciously and critically one’s own conception of the world and thus, in connection with the labors of one’s own brain, choose one’s sphere of activity, take an active part in the creation of the history of the world, be one’s own guide, refusing to accept passively and supinely from outside the molding of one’s personality.’ That’s what I’ve tried to do since I discovered it’s the only way to destroy the prison we can unwittingly build for thought. My writings for LJC are a part of the process.

This book compiles a sample of the works I’ve published over nearly two years. They are a sort of hybrid between a brief essay and an opinion piece. I’m not a journalist but a historian. Therefore I’ve been unable —and unwilling— to avoid making history, more or less explicitly, a protagonist of my reflections. What I write originates from a knowledge of the past and of the aspirations and needs I have in the present, perhaps many of them shared with the readers.

ALH Matanzas, July 2019

Translated from the original

23 agosto 2020 0 comentario 84 vistas
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En Tiempos de Blogosfera

por Alina Bárbara López Hernández 19 agosto 2020
escrito por Alina Bárbara López Hernández

(Palabras de presentación a su libro En Tiempos de Blogosfera)

La Joven Cuba y yo

Conocí a los editores del blog La Joven Cuba —Osmany Sánchez, Roberto Peralo y Harold Cárdenas— mientras trabajaba en la Universidad de Matanzas. Desde el principio valoré su empeño y lo mucho que han debido perseverar para mantenerse a costa de prohibiciones y desconfianza, ataques y etiquetas. A Harold en particular me une una entrañable amistad, de las que resisten al tiempo, la distancia y todo tipo de pruebas.

Me mantuve, sin embargo, como una lectora no muy sistemática del blog y rechacé con amabilidad sus solicitudes iniciales de colaboración. Reconozco sinceramente que me parecía un poco presuntuoso el convencimiento de aquellos muchachos en que el mundo de los medios digitales era la vía para proponer una transformación de la sociedad y la política cubanas que la prensa nacional no personificaba. Discrepé con Harold muchas veces y le advertía, casi sermoneando, que los medios que la gente consume masivamente son los que debían encabezar las transformaciones, que todos no pueden navegar por internet y que el tradicional periódico o los noticiarios televisivos tendrían que asumir una postura más crítica y activa, exigida incluso por la dirección del gobierno.

Casi una década ha transcurrido. El blog LJC cumplirá sus primeros diez años en el 2020. Yo también cumplí cada uno de ellos y he dejado atrás mi actitud de antaño. En la actualidad estoy convencida de que por diversas vías se incrementa el número de cubanos que accede a internet: en sus lugares de trabajo, pagando las elevadas tarifas de conexión tanto en las zonas wifi como en los datos móviles, mediante los paquetes semanales, viajando a otros países, o con la solidaria costumbre de reenviar a través de cuentas y redes de amigos los artículos y noticias que consideran significativos.

Igualmente he renunciado a la esperanza de un cambio inmediato en nuestros medios de prensa, que parecen vivir en un aislamiento casi absoluto respecto a la realidad. Constaté también que saludables costumbres como la polémica, la contrastación de ideas y el debate de opiniones, desconocidos en la sociedad y en la mayoría de los medios nacionales, son normales en la blogosfera.

No necesitaba más para decir: sí, acepto; la próxima ocasión en que mi joven amigo me pidió un trabajo para su blog. Ahora me identifico con orgullo como una colaboradora habitual de LJC, que ya sobrepasa los cinco millones de visitantes. Cada semana hago un ejercicio de catarsis cívica y, sin pretender imponer mis criterios a nadie —eso no funciona así en la red de redes, con sus foros abiertos—, pago a mi conciencia una cuota de responsabilidad.

Antonio Gramsci, un marxista italiano que durante años fue invisibilizado en Cuba por la manualística soviética, recomendaba: «es mejor elaborar la propia concepción del mundo de manera consciente y crítica y, por lo mismo, en vinculación con semejante trabajo intelectual, escoger la propia esfera de actividad, participar activamente en la elaboración de la historia del mundo, ser el guía de sí mismo y no aceptar del exterior, pasiva y supinamente, la huella que se imprime sobre la propia personalidad». Eso he tratado de hacer desde que descubrí que es el único modo de destruir la cárcel en que podemos llegar a encerrar al pensamiento. Mis escritos para LJC son parte del proceso.

Este libro reúne una muestra de los trabajos que he publicado durante casi dos años. Son una especie de híbridos entre el ensayo breve y el artículo de opinión. No soy periodista sino historiadora. No he podido —ni querido—, evitar entonces que la historia sea, más o menos de forma explícita, una protagonista de mis reflexiones. Lo que escribo nace del conocimiento del pasado y de las aspiraciones y necesidades que tengo en el presente, quizás muchas de ellas compartidas con los lectores.

ALH Matanzas, julio del 2019

Aquí puede descargar el libro En Tiempos de Blogosfera

19 agosto 2020 18 comentarios 105 vistas
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unviability

Unviability

por Alina Bárbara López Hernández 2 agosto 2020
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Reforming the national economy has been a sort of Holy Grail for the country’s leadership. In spite of that, the term reform is not commonly used in the official discourse. According to the sociologist and political expert Juan Valdés Paz: ‘In the history of real socialism, the scarce reforms or reform policies have responded to economic crisis or to changes in the strategies of the “socialist transition”, as has happened in the Cuban experience.’

Without it being called a reform, the ‘Process of rectification of errors and negative trends’ was announced thirty-four years ago, with Fidel at the helm. Thirteen years ago, this time with Raúl in charge, the ‘Process of updating of the Cuban economy’ was declared. Having seen the fate of those endeavors, it’s about time we think that something’s being done wrong. The question to be clarified is: what has failed?

The economic measures announced by the president are far from being new.

Several generations of compatriots saw similar measures in the tough 1990s. In any case, the main change is in the environment, with another set of added complications. Beyond the cards for purchases in dollars —a sort of financial corralito, whose dangerous social impact is already being felt—, I remember that after the fall of European socialism, the changes here were applied more quickly. The slogan ‘Without haste, but without pause’ had not been declared yet, which has proven to be a do-nothing policy wearing make-up.

Economist Juan Triana Cordoví in his article: ‘Marches and countermarches: the comings and goings of economic policy. If we all agree, why what should happen isn’t happening?’ keenly analyzes the source of the contradictions between the professed wish to advance and the regressions:

‘With the existence of political and ideological cultures that resist “updating”, with even personal behaviors marked by previous learning, with prejudices, with legislations that are often obsolete, yet still in force, with gray areas that enable “personal interpretations” and that condition, obstruct and delay the best intentions a country may have and make it extraordinarily difficult to reach the desired coherence and with established personal interests that are hard to give up.’

Several countries of the former European socialist bloc attempted reform processes that were ultimately unable to avoid the collapse of the system. That must have left us some experience. I’ve long been haunted by this question: Can one reform the economy of a socialist country without also proposing political reforms? When the Cuban-Dutch journalist Sergio Acosta asked me to contribute a question for the conversation he would have with economist Janos Kornai [1], that’s the one I gave him.

Kornai answered: ‘You sure can, but it wouldn’t be successful […] If you ask about whether it could work, I can tell you that we had the same debate in Hungary at one time. It depends on what you mean when you say “functionality”.

Sergio Acosta: Viability?

Kornai: Exactly, viability. It can work, but it doesn’t work well […]’

My concern grew. The New Economic Policy (NEP), a process of reforms applied in the USSR between 1921 and 1927, had unquestionable successes in liberalizing domestic trade, accepting the creation of small private enterprises and the collaboration with foreign capital through joint forms of property, applying the system of company self-management to fight against bureaucratism and the authoritarian tendencies of the administration, and recognizing the personal interest in labor results. Despite its positive effects, the gradual strengthening of Stalin against the Party after Lenin’s death would have a decisive influence on the end of these reforms.

In 1928, during a meeting, the Secretary General of the Party said: ‘Let’s chuck the NEP the hell away’, something that, in fact, the CPSU had decided to do a few months earlier in its 15th Congress (December 1927), by passing the guidelines of the First Five-Year Plan. Thus began the so-called Stalinist economic model, which was strictly centralizing.

Six years of reforms collapsed under the will of one person.

It so happens that the NEP itself carried the seed of its own destruction. An interesting debate supplied me with other elements for judging it. It occurred between professor, historian, and researcher Samuel Farber, born in Cuba and residing from a very young age in the US, and John Marot, professor at the History department of Riverside University in California. [2]

Farber holds that the NEP should have been protected by a political opening that would have allowed the independent organization of workers and farmers to oppose Stalinism: ‘[…] the adoption of the NEP should have been accompanied by what I called a New Political Policy (NPP). Essentially, by the freedom of peaceful political organization for all those groups willing to respect the original form of Soviet democracy that came to power in October 1917.’

Lenin, in the same measure he had advocated for the economic concessions of the NEP, defended the restriction of political freedoms: total elimination of parties and opposition groups, control of workers’ and farmers’ unions within the limits established by the Party and a monopoly on the media.

As a consequence, the Party turned into an increasingly bureaucratized and anti-democratic organization, while the rest of society became an obedient collectivity, unable to organize and press for changes. The same happened in all the countries that applied the model of bureaucratized socialism. It would be like that until the implosion of socialism, which nobody defended because they hadn’t been called to do it.

As Kornai says, an exclusively economic process of reform ‘doesn’t work well’. I believe that one of the reasons for its unviability is the risk that, even as it develops successfully in appearance, it can be dismantled thanks to an authoritative government decision.

When the citizens aren’t actively involved as controllers of the direction, results, and pace of the economic transformations, these run the risk of being dismantled, as it happened in the USSR. But not just there, in Cuba, we also ‘chucked the hell away’ a reform process that started in the 1990s and that —though it didn’t have a proper name or an official baptism— was the government’s response to the scene after the crumbling of European socialism.

Especially in the second half of that decade, an improvement was felt thanks to the relative decentralization of the economy, a greater weight of the market, the permission granted for private initiative, and the diversification of trade partners. However, after the approach to Chávez’s Venezuela, certain flexibility policies in the economy were abandoned.

The approach to Venezuela made Cuba go back to its old centralizing ways.

The private initiative would be slowed down, though it didn’t disappear. Cuba quickly moved away from the relative pragmatism that shortly emerged in the last five years of the 20th century and which would generate incipient indexes of economic reactivation and confidence in finding our own way out.

One great unresolved conflict wherever bureaucratic socialism is enthroned is one of turning state property into truly social property. This aspiration has been a utopia due to the lack of democratization, the mistakes of citizen participation in economic decisions, and the fact that unions cease to be organizations that defend the interests of workers.

Cuba hasn’t been an exception. The bureaucracy among us has become a ‘class for itself’ and it hinders changes and reforms which, though accepted in the discourse, it slows down in practice to the detriment of the majority. The economic reforms devised twelve years ago have not proven their effectiveness, since most of what was wanted hasn’t even been implemented. And this signals an uncertain future for a process of changes that rested on the idea of an economy open to the influx of foreign capital. This capital, which was reluctant since before the pandemic, will now be even more so.

Alicia Bárcena, executive secretary of ECLAC, pointed out that the effects of the pandemic ‘will generate the greatest recession in the region since 1930 (the Great Depression) and since 1914, with the First World War’. The ECLAC also considers that the way out of the crisis will depend on the economic strength of each country, its set-up productive capacity, its access to financing from international bodies (IMF, World Bank) and the forcefulness of its economic response, in which fiscal policy will play a fundamental role.

For Cuba, a -8% decrease in GDP is announced, which is very drastic in terms of an already depressed small economy. There will be no other choice but to set in motion the reforms once and for all if we don’t want to subject Cubans to a period of hardship in the style of the one suffered in the 1990s, or much worse.

The Cuban Constitution of 2019 is much more flexible in economic matters and forms of property than its predecessor, but much more rigid politically. The Party is not only declared the leading force, as it already was, but it’s now also described as superior with respect to society and the State.

This arrogant attitude by the Party belonged to a political model that failed.

In February 1989, the Soviet magazine Sputnik devoted an issue to the stagnation that characterized the period under Leonid Brezhnev’s leadership. In it they asked these questions: ‘Should the Party leadership become a special body of power, sitting above the other bodies? If the Central Committee is a special body of power, how can it be controlled? Can its decisions be challenged for being unconstitutional? Who answers in case a decreed measure fails? If this superior body actually runs the country, shouldn’t the entire people be able to elect its members?’

In this political model the Party is selective, ‘a vanguard’, and not a popular party open to everyone. Then, if it declares itself a force superior to society, it also sets itself above the people. For that not to be the case, the people should be able to elect the Party leadership, and that doesn’t happen. If it sits above all, and it’s not ‘an electoral party’, it’s beyond popular control.

In the Constitution of 2019, the number of appointed positions grew, and the bureaucracy was shielded from the citizens by deeming any contents pertaining to the political system monolithic or immutable. That, together with a relative opening regarding the forms of property, and the possibility that some forms may turn into others, grants a dangerous status to political leaders, whether they belong to the so-called historical generation or not. Thus, they have strengthened a political class which conditions changes to the possibility of seeing their own privileges affected.

Faced with the disruption that the visibility of citizens’ opinions in digital media means for this model and for the political class established by it —something that weakens its monopoly of the media—, the response has been repressive (Decree 370), though unsuccessful. Now we can have an influence on political decisions and become a significant factor in the progress of reforms.

A process of reforms is not a goal without an expiry date.

Those who lead the reforms must show competence and effectiveness to carry out what has been agreed upon. Time limits must be established to reach the goals and, above all, it must be possible to remove those who do not show real commitment to the transformations from their positions. But none of that is possible in a political model like the one we have.

They have tried to convince us for a long time that giving up this political model means opening up the door to capitalism. It’s about time we become aware that what this model has actually achieved is closing the door to socialism by keeping the system from reforming itself and becoming truly participatory and prosperous.

Contact the author: alinabarbara65@gmail.com

[1] Relevant 93-year-old Hungarian economist. Emeritus professor at Corvinus University in Budapest and at Harvard University, where he taught for nearly fifteen years. He is the author of texts such as Economics of Shortage (1988) and The Socialist System: The Political Economy of Communism (1988). In the latter, he argues that the control economy of a communist party leads to the predominance of a bureaucratic administration of state-owned companies, with centralized planning and the fixing of prices to eliminate the effects of the market, which brings about the economics of shortage. He was the main expert consulted by China for its reforms in the 1980s.

Translated from the original

2 agosto 2020 1 comentario 122 vistas
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Inviabilidad

por Alina Bárbara López Hernández 30 julio 2020
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Reformar la economía nacional ha sido una especie de Santo Grial para la dirigencia del país. A pesar de ello, el término reforma no es comúnmente utilizado en el discurso oficial. Según explica el sociólogo y politólogo Juan Valdés Paz: «En la historia del socialismo real las escasas reformas o políticas de reformas, han respondido a crisis económicas o a cambios en las estrategias de “transición socialista”, tales como en la experiencia cubana».

Sin denominarlos como reformas, treinta y cuatro años atrás, con Fidel al frente, fue anunciado el «Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas». Hace trece años, esta vez con Raúl al mando, se declaró el «Proceso de actualización de la economía cubana». Ante el destino de tales propósitos, ya es hora de que pensemos que algo se está haciendo mal. La cuestión a dilucidar es: ¿qué ha fallado?

Las medidas económicas anunciadas por el presidente distan mucho de ser nuevas.

Varias generaciones de compatriotas pasamos por medidas similares en los duros años noventa. En todo caso, el cambio fundamental es del entorno, con otro tipo de complicaciones añadidas. Más allá de las tarjetas para comprar en dólares —una especie de corralito financiero que tendrá una peligrosa incidencia social, que ya la está teniendo—, recuerdo que tras la caída del socialismo europeo se fue aquí más expedito en los cambios. No se había declarado aún la consigna “Sin prisa pero sin pausas” que ha mostrado ser la maquillada tesis del inmovilismo.

El economista Juan Triana Cordoví en su artículo: “Marchas y contramarchas: el pa’trás y pa’lante de la política económica. Si todos estamos de acuerdo, ¿por qué no sucede lo que debe ocurrir?”, analiza con certera mirada la fuente de las contradicciones entre el declarado deseo de avanzar y los retrocesos:

«Con la existencia de culturas políticas e ideológicas resistentes a “actualizarse”, con comportamientos incluso personales marcados por aprendizajes anteriores, con prejuicios, con legislaciones muchas veces obsoletas, pero aún vigentes, con espacios grises que permiten “interpretaciones personales” y que condicionan, dificultan, retrasan los mejores propósitos que un país pueda tener y hacen extraordinariamente difícil alcanzar la coherencia deseada y con intereses personales creados difíciles de renunciar».

Varios países del antiguo campo socialista europeo intentaron procesos reformistas sin que pudieran evitar finalmente el colapso del sistema. Alguna experiencia debió dejarnos aquello. A mí me inquieta desde hace mucho esta interrogante: ¿Se puede reformar la economía de un país socialista sin proponer también reformas políticas? Cuando el periodista cubano-holandés Sergio Acosta me solicitó una pregunta para la conversación que tendría con el economista Janos Kornai[1] fue esa la que le entregué.

Kornai respondió: «Poder se puede, pero no tendrá éxito […] Si preguntas si puede funcionar, pues le cuento que en su momento también hubo ese debate en Hungría. Depende de qué usted define por la expresión “funcionalidad”.

Sergio Acosta: ¿Viabilidad?

Kornai: Exacto, viabilidad. Puede funcionar pero no funciona bien […]».

Mi duda se acrecentó más. La Nueva Política Económica (NEP) proceso de reformas puesto en práctica en la URSS entre 1921 y 1927, tuvo indudables éxitos al liberalizar el comercio interior, aceptar la creación de pequeñas empresas privadas y la colaboración con capitales extranjeros a través de formas mixtas de propiedad, aplicar el sistema de autogestión empresarial para luchar contra el burocratismo y las tendencias autoritarias de la administración y reconocer el interés personal en los resultados del trabajo. A pesar de sus efectos positivos, el paulatino fortalecimiento de Stalin frente al Partido tras la muerte de Lenin influiría decisivamente en el fin de estas reformas.

En 1928, durante una reunión, el secretario general del Partido dijo: “mandemos al diablo a la NEP”, cosa que, de hecho, había determinado el PCUS unos meses antes en su XV Congreso (diciembre de 1927), al aprobar las directrices del Primer Plan Quinquenal. Se iniciaba así el denominado modelo económico estalinista, férreamente centralizador.

Seis años de reformas se desplomaron ante la voluntad de una persona.

Ocurre que la propia NEP llevaba en sí la semilla de su destrucción. Un interesante debate me aportó otros elementos a la hora de enjuiciarla. Se produjo entre el profesor, historiador e investigador Samuel Farber, nacido en Cuba y residente desde muy joven en EE.UU. y John Marot, profesor del departamento de Historia de la Universidad Riverside de California.[2]

Farber sostiene que la NEP debió estar resguardada por una apertura política que permitiera la organización independiente de trabajadores y campesinos para oponer resistencia al estalinismo: « […] la adopción de la NEP debería haber sido acompañada de lo que llamé una Nueva Política Política (NPP). Esencialmente, de la libertad de organización política pacífica para todos aquellos grupos dispuestos a respetar la forma original de democracia soviética que llegó al poder en octubre de 1917».

Lenin, en la misma medida que había abogado por las concesiones económicas de la NEP, defendió la restricción de libertades políticas: eliminación total de partidos y grupos de oposición, control de los sindicatos obreros y del campesinado en los límites establecidos por el Partido y monopolio de los medios de comunicación.

En consecuencia, el Partido se tornó una organización cada vez más burocrátizada y antidemocrática, mientras que el resto de la sociedad derivó en una disciplinada colectividad, incapacitada para organizarse y presionar por cambios. Así fue en todos los países que aplicaron el modelo de socialismo burocratizado. Así sería hasta la implosión del socialismo, al que nadie defendió pues no habían sido convocados a su defensa.

Como dice Kornai, un proceso reformista exclusivamente económico «no funciona bien». Creo que una de las razones de su inviabilidad es el riesgo de que, aun marchando exitosamente en apariencia, puede ser desmontado por obra y gracia de una decisión de gobierno.

Cuando no se implica activamente a la ciudadanía como controladora de la dirección, resultados y velocidad de las transformaciones económicas, estas corren el riesgo de ser desmanteladas, como sucedió en la URSS. Pero no solo allí. En Cuba también «mandamos al diablo» un proceso de reformas que se inició en los noventa y que —si bien no tuvo nombre propio ni bautismo oficial— fue la respuesta del gobierno a la situación pos-derrumbe del socialismo europeo.

Sobre todo en la segunda mitad de esa década, se sintió una mejoría gracias a la relativa descentralización de la economía, un mayor peso del mercado, el permiso a la iniciativa privada y la diversificación de sus socios comerciales. Sin embargo, después del acercamiento a la Venezuela chavista se fueron abandonando aquí ciertas políticas de flexibilidad en la economía.

El acercamiento a Venezuela regresó a Cuba hacia sus fueros centralizadores.

La iniciativa privada sería frenada aunque no desapareció. Cuba se alejó con rapidez del relativo pragmatismo que emergió por poco tiempo en el último lustro del XX y que generara incipientes índices de reactivación económica y confianza en encontrar una salida propia.

Un gran conflicto irresuelto donde quiera que se entronizara el socialismo burocrático es el de convertir la propiedad estatal en verdadera propiedad social. Esta aspiración ha sido utópica por la falta de democratización, los fallos de la participación ciudadana en las decisiones económicas y el hecho de que los sindicatos dejan de ser organizaciones que defiendan los intereses de los trabajadores.

Cuba no ha sido una excepción. La burocracia se ha convertido entre nosotros en una «clase para sí» y obstaculiza cambios y reformas que, aunque acepta en el discurso, ralentiza en la práctica en perjuicio de la mayoría. Las reformas económicas concebidas doce años atrás no han demostrado su eficacia pues la mayor parte de lo deseado ni siquiera se ha implementado. Y esto avizora un futuro incierto para un proceso de cambios que se apoyaba en la concepción de una economía abierta a la entrada de capitales foráneos. Esos capitales, reacios desde antes de la pandemia, ahora lo serán mucho más.

Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL, señaló que los efectos de la pandemia «generarán la recesión más grande de la región desde 1930 (la Gran Depresión) y desde 1914, con la Primera Guerra Mundial». La CEPAL considera así mismo que la salida de la crisis dependerá de la fortaleza económica de cada país, su capacidad productiva instalada, el acceso al financiamiento de los organismos internacionales (FMI, Banco Mundial) y la contundencia de su respuesta económica, en la que la política fiscal tendrá un papel fundamental.

Para Cuba se anuncia un decrecimiento de – 8 % respecto al PIB, muy drástico en términos de una economía pequeña y ya deprimida. No quedará otra salida que echar a andar las reformas, de una vez y por todas, si no queremos someter a los cubanos a un proceso de privaciones al estilo del sufrido en los noventa, o mucho peor.

La Constitución cubana de 2019 es mucho más flexible en materia económica y de formas de propiedad que su antecesora, pero mucho más rígida en materia política. El Partido no solo es declarado como antes la fuerza dirigente, sino que se le adicionó el apelativo de superior respecto a la sociedad y al Estado.

Esta actitud arrogante del Partido fue propia de un modelo político que fracasó.

En febrero de 1989, la revista soviética Sputnik dedicó un número al inmovilismo que caracterizara al período de dirección de Leonid Brezhnev, allí se hacían estas preguntas: « ¿Debe la dirección del Partido convertirse en un órgano especial del poder, que estará por encima de los restantes órganos? ¿Si el Comité Central es un órgano especial de poder, cómo controlarlo? ¿Se puede protestar su resolución por inconstitucional? ¿Quién responde en caso de fracasar una medida decretada? Si este órgano superior de hecho dirige al país, ¿no debe entonces todo el pueblo elegirlo?».

En este modelo político el Partido es selectivo, «de vanguardia», y no un partido popular abierto a todos, entonces, si se declara como fuerza Superior a la sociedad también se erige por encima del pueblo. Para que no fuera así el pueblo debería poder elegir a los que encabezan al Partido, y ello no ocurre. Si está por encima de todos, y no es «un partido electoral», queda fuera del control popular.

En la Constitución del 2019 aumentaron los cargos por designación y se blindó a la burocracia ante la ciudadanía al considerar contenidos pétreos o inmutables cualquiera de los concernientes al sistema político. Ello, unido a la relativa apertura en cuanto a las formas de propiedad, y a la posibilidad de que unas formas se conviertan en otras, le otorga un peligroso estatus a los dirigentes políticos, sean o no de la denominada generación histórica. Así se fortalece una clase política que condiciona los cambios a la posibilidad de ver afectados sus privilegios.

Ante el disturbio que significa, para este modelo y para la clase política establecida por él, la visibilidad de opiniones ciudadanas a través de medios digitales —que debilita su control monopólico de los medios de comunicación— la respuesta ha sido represiva (Decreto 370) aunque infructuosa. Ahora podemos influir en las decisiones políticas y ser un factor significativo en la marcha de las reformas.

Un proceso de reformas no es una meta sin fecha de vencimiento.

Los que dirigen las reformas deben mostrar competencia y efectividad para realizar lo acordado. Deben establecerse plazos para vencer los objetivos y, sobre todo, debe ser posible demover de sus cargos a aquellos que no evidencien su compromiso real con las trasformaciones. Pero nada de eso es posible en un modelo político como el que tenemos.

Han tratado de convencernos durante mucho tiempo de que renunciar a ese modelo político es abrirle las puertas al capitalismo. Ya es hora de que tomemos conciencia de que ese modelo lo que ha logrado en realidad es cerrarle las puertas al socialismo al evitar que ese sistema se reforme y se torne verdaderamente participativo y próspero.

[1] Importante economista húngaro de 93 años de edad. Profesor emérito de la universidad Corvinus de Budapest y de la universidad de Harvard, donde enseñó por casi quince años. Es autor de textos como Economía de la escasez (1988) y El sistema socialista, la economía política del comunismo (1988). En este último argumenta que la economía de control de un partido comunista lleva al predominio de una administración burocrática de empresas estatales, con planificación centralizada y la fijación de precios para eliminar los efectos del mercado, lo que conduce a la economía de la escasez. Fue el principal experto consultado por China para sus reformas de la década del ochenta.

30 julio 2020 128 comentarios 122 vistas
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blind

In the land of the blind

por Alina Bárbara López Hernández 19 julio 2020
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Jovellanos is a municipality in the central part of Matanzas province. During the 19th century, it was an area of high sugar production and sizeable groups of enslaved people, which explains the majority black population, one of the largest in Cuba. I lived in it from the age of 4 until I was 28. Part of my family, old neighbors, and friends remain there.

The inclination for reading and history is an eternal debt I owe to people like María and Muñeca, the librarians, always understanding and supporting whenever I was late returning a book. Or with some of my teachers from the different schooling levels: Isis, Zobeida, Digna Jones, Gladis Bellman, Gladis Rueda, the unforgettable Gilda la China, who took me to my first literary contests; all of them women, black, cultured, who could equally teach you how to read, or write a play they would stage and direct with their students.

I affectionately remember the History teachers, Julio Páez and Rafael el Gordo, who helped to define my vocation with their excellent lessons. To those I would add names such as Olga Montenegro, Geography; Crespo, Maths; Carlos, Biology; the Marxism teacher, dubbed ‘the Marxist’ by the students and whose name I don’t remember; Carabeo, Physics, now deceased; Oribe, Phys-Ed; Argüelles, Susarte and many others.

That place, to which I owe so much, is the focus of a recent campaign against La Joven Cuba.

In a meeting a few weeks ago with the Party members of the Jovellanos pre-university school, an appeal was made to teachers not to access the articles published in that medium because, according to the official, they were ‘corrosive criticism’ and ‘pure ideological subversion’.

Around the same time, another Matanzas official met with the History teachers in the municipality and insisted on the dangers of reading a medium such as LJC involves. He also made reference to how disrespectful it is to use the name of an organization created by Guiteras ‘for very contrary purposes’.

These kinds of orientations signal a true change of era. When I was young, I remember that in political circles people were urged to read texts considered to be ideologically subversive, and there was even a space for their analysis in each monthly meeting of the UJC (the Young Communist League) or the FEU (the Federation of University Students).

The slogan back then was: ‘the Revolution doesn’t tell you to believe, it tells you to read’. A lot of water has flowed under the bridge since then. The officials in the current ideological machinery don’t risk that much. Mistaken in their appraisal of reality, with a deformed outlook due to their arrogance and with scarce arguments, they have understood that it’s hard to be a censor when you can no longer control the digital sphere. They then go for self-censorship. Not to read, not to know; that’s their advice. They would rather have people with their eyes closed in the face of change, perhaps reckoning that, as the old saying goes, ‘in the land of the blind, the one-eyed man is king’.

They should study human psychology better.

There’s nothing more attractive than what’s forbidden, especially when you suspect truths are being hidden from you. It now turns out that, thanks to those officials, some of my old neighbors discovered that there’s a medium called LJC… and they feel curious. As a result, I’ve had to explain some of my friends how to subscribe to LJC, which is also on several platforms, such as Facebook, WhatsApp or Telegram.

We should actually be thankful for the negative publicity that the guardians of the faith are giving us. It’s quite effective in making us known and it’s also free. Perhaps we owe the sustained increase in visits to our medium to the self-sacrificing and stubborn effort of the ideological machinery in the province of Matanzas —and possibly in others. In the following graph, we can appreciate the effects of censorship.

The positioning of LJC in the world ranking in the last month. Source: Alexa

When I began writing for LJC, I was worried we’d have more visibility in other countries rather than on our own. Today I’m pleased to verify that we are widely known in Cuba thanks to compatriots from several generations, professions, and political stances. What began as a curiosity for some has become a habit. The quality of debates in the forum has improved; they are focused on the texts published and not so much anymore on irrelevant discussions about soccer, personal jokes, or offenses, as it used to be the case.

It’s the reality we live in and the clumsy and contradictory way of explaining it by those who rule the country that creates doubts in people. Now personal opinions are defined and are often opposed to the official stance. Labeling something as ‘ideological subversion’ was a usual resource in the 1970s. Here’s an image promoting a seminar on the subject that took place in 1974.

Photo: Cuba Material

Any action or idea that the authorities deemed capable of creating confusion and managed to divert the attention of the masses from the interests considered to be revolutionary, was understood to be subversive. In that stage, it was very easy to end up being labeled a subversive. It took no more than having long hair, tight pants or listening to rock music, or even reading a certain type of literature.

Nowadays, the term is less common in popular use, but it’s still part of the internal parlance of the apparatus. It’s no longer about the hairdo, the clothes, or what you read; now they pay attention to what you say or write, especially if you do it on alternative journalistic media or on social networks. Bad news for the censors: the number of subversives in the island keeps growing; being one is practically a matter of national identity.

And about the officials who consider disrespectful the use of the name Joven Cuba, an organization created by Tony Guiteras to coordinate the revolutionary struggle in the 1930s, I’d like to recommend a deeper study of that man and his time. In the interview granted by Juan Marinello, shortly before his death, to journalist Luis Báez, he lists the valuable young people who came to prominence in the 1920s and the 1930s and does not mention the founder of LJC. When asked by the interviewer about that omission, he answers: ‘Guiteras was a great revolutionary. We respect him always, but I didn’t mention him now because I meant to list those who followed the guidance of the Communist Party, which wasn’t his case’. [1] It’s not our case either, so the name is very well chosen.

[1] Luis Báez: Conversaciones con Juan Marinello, Casa Editora abril, 2006.

19 julio 2020 0 comentario 73 vistas
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En tierra de ciegos

por Alina Bárbara López Hernández 14 julio 2020
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Jovellanos es un municipio ubicado al centro de la provincia de Matanzas. Fue durante el siglo XIX una zona de alta producción azucarera y grandes dotaciones esclavizadas que explican la prevalencia de población negra, una de las mayores de Cuba. Residí en él desde los cuatro hasta los 28 años. Conservo allí una parte de mi familia, antiguos vecinos y amigos.

El gusto por la lectura y por la historia es una deuda eterna que tengo con personas como María y Muñeca, las bibliotecarias, comprensivas siempre, cómplices ante mis demoras en devolver un libro. O con algunas de mis maestras de los diversos niveles escolares: Isis, Zobeida, Digna Jones, Gladis Bellman, Gladis Rueda, la inolvidable Gilda la China, que me llevó a mis primeros concursos literarios; todas mujeres negras, cultas, que lo mismo te enseñaban a leer que escribían una obra de teatro, la montaban con sus alumnos y la dirigían.

Recuerdo con afecto a los profes de Historia, Julio Páez y Rafael el gordo, que ayudaron con sus excelentes clases a definir mi vocación. A estos sumaría nombres como los de Olga Montenegro, de Geografía; Crespo el matemático; Carlos el de Biología; el profe de Marxismo, bautizado como «el marxista» por los alumnos y del cual no recuerdo el nombre; Carabeo el de Física, ya fallecido, Oribe el de Educación Física, Arguelles, Susarte y otros muchos.

Hacia ese lugar, al que tanto debo, se enfoca una reciente campaña contra La Joven Cuba.

En reunión de hace unas semanas con los militantes del núcleo del Partido del preuniversitario de Jovellanos, se hizo un llamado a los maestros para que no accedieran a los artículos publicados en ese medio pues, según el funcionario, eran «una crítica ácida» y «puro diversionismo ideológico».

En los mismos días, otro funcionario de Matanzas se reunió con los profesores de Historia del municipio e insistió en el peligro que supone leer un medio como LJC. Se refirió igualmente a lo irrespetuoso de tomar el nombre de una organización creada por Guiteras «para fines muy contrarios».

Ese tipo de orientaciones admite un verdadero cambio de época. Cuando era joven recuerdo que en los círculos políticos se instaba a leer los textos considerados portadores de diversionismo ideológico, incluso se dedicaba un espacio a su análisis en cada reunión mensual de la UJC o la FEU.

La consigna de aquellos años era: «La Revolución no te dice cree, te dice lee». Mucha agua ha pasado bajo los puentes. Los funcionarios del aparato ideológico actual no se arriesgan a tanto. Desacertados en su apreciación de la realidad, con una visión deformada por su prepotencia y con escasos argumentos, han comprendido que es difícil ser censores cuando ya no pueden controlar la esfera digital. Apuestan entonces porque las personas se autocensuren. No leer, no conocer, es su consejo. Los prefieren con ojos cerrados a los cambios, calculando tal vez, como dice el viejo refrán, que «en tierra de ciegos el tuerto es rey».

Deberían estudiar mejor la psicología humana.

No hay nada que atraiga más que lo prohibido, sobre todo cuando sospechas que te ocultan verdades. Ahora resulta que, gracias a esos funcionarios, algunos de mis coterráneos descubrieron que existe un medio llamado LJC… y sienten curiosidad. En consecuencia, he debido explicarles a varios de mis amigos cómo suscribirse a LJC, que además cuenta también con diversas plataformas en Facebook, WhatsApp o Telegram.

Es para agradecer la publicidad negativa que nos están ofreciendo los guardianes de la fe, muy efectiva para darnos a conocer y además gratuita. Quizás al abnegado y tozudo empeño del aparato ideológico en la provincia de Matanzas —y posiblemente en otras— se deba el modo sostenido en que estamos aumentando en visitas. En el gráfico siguiente puede apreciarse el resultado de la censura.

Posicionamiento de LJC en el ranking mundial el último mes. Fuente: Alexa

Cuando empecé a escribir en LJC me preocupaba que fuéramos más visibles desde otros países que desde el nuestro. Hoy me satisface constatar que somos ampliamente conocidos dentro de Cuba por compatriotas de diversas generaciones, profesiones y posiciones políticas. Lo que para algunos comenzó como curiosidad se ha convertido en costumbre. La calidad de los debates del foro ha crecido, estos se enfocan en los textos publicados y ya no tanto en discusiones intrascendentes sobre futbol, en bromas personales y ofensas, como ocurría en otros tiempos.

Es la realidad que vivimos y el modo torpe y contradictorio de explicarla por los que dirigen el país lo que crea dudas en las personas. Ahora las opiniones propias se definen y muchas veces se contraponen a las opiniones oficiales. Acusar de «diversionismo ideológico» fue un recurso usual en los setenta. Aquí tienen una imagen que promueve un seminario sobre el tema que tuvo lugar en el año 1974.

Foto: Cuba Material

Se entendía como diversionista cualquier acción o idea que las autoridades consideraran capaces de confundir y que lograra desviar la atención de la masa respecto a los intereses valorados como revolucionarios. En aquella etapa, ser etiquetado como diversionista era muy fácil. Bastaba con llevar el pelo largo, los pantalones ajustados o escuchar música rock, incluso leer determinada literatura.

En la actualidad el término es menos usual entre la gente pero sigue formando parte del argot interno del aparato. Ya no interesa el peinado, la ropa o lo que leas; ahora se presta atención a lo que digas o lo que escribas, especialmente si lo haces en medios periodísticos alternativos o en las redes sociales. Malas noticias para los censores: cada vez crece el número de diversionistas en la Isla; serlo es prácticamente una identidad nacional.

Y respecto a los funcionarios que consideran irrespetuoso el uso del nombre La Joven Cuba, organización creada por Tony Guiteras para organizar la lucha revolucionaria en los años treinta, quisiera recomendarles un estudio más profundo de esa figura y su época. En la entrevista que concedió Juan Marinello, poco antes de su muerte, al periodista Luis Báez, enumera a los jóvenes valiosos que surgieron en las décadas del veinte y treinta del pasado siglo y no menciona al fundador de LJC. A una pregunta del entrevistador sobre tal omisión, responde: «Guiteras fue un gran revolucionario. Nosotros lo respetamos siempre, pero no lo he citado ahora porque me he referido a los que cumplían las orientaciones del Partido Comunista, que no fue su caso». [1]Tampoco es el nuestro, así que el nombre está muy bien elegido.

[1] Luis Báez: Conversaciones con Juan Marinello, Casa Editora abril, 2006.

14 julio 2020 53 comentarios 64 vistas
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