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Alina Bárbara López Hernández

Alina Bárbara López Hernández

Profesora, ensayista e historiadora. Doctora en Ciencias Filosóficas

Año

A un año del 8vo. Congreso del Partido Comunista de Cuba

por Alina Bárbara López Hernández 20 abril 2022
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Ayer se cumplió un año de la clausura del 8vo Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC). En los doce meses transcurridos hemos aprendido una lección: existe, conserva un nombre, funcionarios, sedes y estatutos; sin embargo, perdió la función que distingue a un partido político: actuar políticamente.

No le sirvió de nada al Buró Político debatir, pocos meses antes del congreso, el informe «Estudio del clima sociopolítico de la sociedad cubana». Tampoco pudo prever que en el país existían las condiciones para un estallido social, que ocurrió apenas ochenta y cuatro días después de la clausura del congreso, y, luego de ello, ha demostrado una notable incapacidad para interpretar las verdaderas causas del conflicto y actuar en consecuencia.

Todavía esperamos conocer lo discutido en la reunión urgente del Buró Político celebrada el 12 de julio, cuando aún se producían acciones de protesta en el barrio de La Güinera, pero todo indica que los dirigentes de la organización quedaron totalmente descolocados ante el inédito escenario.

Jamás se ha ofrecido una declaración oficial de la dirección partidista en la que se analicen los hechos bajo un prisma político y se brinden cifras exactas de ciudades y pueblos implicados así como de participantes en las protestas. Ha sido el aparato judicial y policiaco el que ha asumido un rol que debió ser, sobre todo, político.

Ante la profunda crisis económica, política y social que existe en el país, agravada por el inmovilismo del modelo de socialismo burocrático, la situación de la pandemia y las medidas hostiles del gobierno norteamericano; hubiera sido lógico un profundo debate y replanteo de estrategias y tácticas. Ello no fue lo que ocurrió.

En su discurso como primer secretario ante el Congreso, el también presidente Miguel Díaz Canel prometió: «Continuaremos trabajando en la implementación de la Constitución y en la búsqueda de equidad y justicia social y el ejercicio pleno de los derechos humanos para alcanzar un socialismo próspero, democrático y sostenible. El éxito de esos propósitos depende de la capacidad para dialogar con nuestra población, entusiasmar y reconstruir valores (…)». Todas han sido promesas incumplidas.

El Partido parece no saber cómo actuar, qué hacer, hacia dónde ir; solo tiene algo muy claro: se aferra con todas sus fuerzas al poder. La Seguridad del Estado es su escudo, pero esa no es una actitud política. Olvídense del artículo cinco de la Constitución. Ni orienta ni dirige; si acaso resiste.

Año

La Seguridad del Estado es el escudo del Partido, pero esa no es una actitud política.

De espaldas a la política

Un Partido que vuelva la espalda a la actividad política se está auto-eliminando. La política engloba aquellas actividades orientadas ideológicamente para explicar la toma de decisiones encaminadas al logro de objetivos. La ideología es un elemento fundamental en la vida de los partidos. Es la que lo define claramente y guía su accionar.

Sus componentes son: doctrinas (creencias que considera aceptables como base de su actividad), teorías (interpretaciones de la realidad social, económica y política), plataforma (los problemas más importantes que tiene una sociedad), programas (acciones a corto y mediano plazo para resolver los problemas y conflictos) y consignas (lemas o eslóganes que lo representan).

Entre estos componentes debe existir coherencia. Por ejemplo, un partido político de tendencia liberal nunca propondrá la abolición de la propiedad privada, ya que eso sería contrario a sus creencias. De igual modo, un partido que se defina comunista no debiera implementar medidas que favorezcan la desigualdad social (como los Mercados en MLC).

Si analizamos la actividad del partido en los últimos tiempos, especialmente a partir de su 8vo. Congreso, veremos que de todos estos componentes el único claramente apreciable son las consignas (hasta los Lineamientos, discutidos durante años, fueron prácticamente desaparecidos). Pero las consignas por sí solas, enajenadas de la realidad, son objeto de burla y escarnio público, restan credibilidad a la organización y provocan la pérdida de confianza de los ciudadanos. Es así que al Partido solo le van quedando «municiones semióticas» donde antes hubo argumentos y convicciones políticas.     

Aun los partidos únicos deben tener presentes ciertas reglas generales que no es posible ignorar sin consecuencias. Precisan trazar estrategias para crear una base social que los sostenga y legitime su permanencia en el poder. Un partido único se puede mantener si existen estas condiciones: 1) control casi absoluto de la información y de la opinión pública y 2) ciertos niveles de consenso y prosperidad social, incluso en condiciones de austeridad. Puede fallar una de ellas, pero no ambas. Ninguna está presente en Cuba hoy.

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Un partido único se puede mantener si existen ciertos niveles de consenso y prosperidad social.

El PCC, sin embargo, no se percata de la gravedad que implica este escenario. La interrogante sería: ¿no desea cambiar o no puede hacerlo? De algún modo me referí a esa paradoja en el artículo «Cuba: el partido único ante la crisis», de hace varios meses:

No tener que negociar el poder, dar por sentado que no le será disputado, despliega a nivel político una perniciosa actitud que supone inaceptable cualquier indicio de presión social y, cuando ella ocurre, la reacción consiguiente muestra una ineptitud absoluta bajo un disfraz de temeridad.    

Esa perspectiva autoritaria se fortalece asimismo con el enfoque teleológico, mecanicista y antimarxista de la historia que asume que la revolución socialista, una vez victoriosa, no puede retroceder. Este optimismo a ultranza clausura la posibilidad del éxito a cualquier proceso de perfeccionamiento o reformas.

La falta de sensibilidad y empatía ante la pobreza y la desigualdad, el desprecio con que se ha tratado a las personas más humildes, la ferocidad del estado policial que se impuso al estado político, son muestra de su inconsistencia e ilegitimidad.     

El Partido sabe muy bien que desde hace tiempo no aspira al comunismo, ni siquiera al socialismo (Que lo diga GAESA). Nosotros también lo sabemos, aunque el aparato propagandístico continúe anclado en antiguas declaraciones de fe. De hecho, intentaron ser honestos cuando se discutía el proyecto de Constitución aprobado en 2019.

Recordemos que la comisión redactora había eliminado de los artículos del proyecto de Constitución la aspiración de llegar al comunismo, lo cual era en sí mismo un cambio trascendental en los principios de la organización que, no obstante, se mantenía en el aludido proyecto como «la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado» (Art. 5). En la versión final se decidió mantener la redacción de la Constitución de 1976. Explicaron que fueron tenidas en cuenta algunas observaciones realizadas en la consulta popular; está muy claro no obstante que solo fue en la letra, jamás en el espíritu de la ley.

Lo cierto es que en condiciones de una ciudadanía activa y cada vez más decidida a participar, con posibilidades reales de interpelar al poder y determinada a hacerlo; el único modo en que el Partido podría mantener su autoritarismo sería garantizando una mejoría evidente y en corto plazo de las condiciones de existencia de las personas, que le devuelva, al menos, una parte de la base social que ha perdido (Modelo asiático). Pero no es posible conseguir esto sin realizar cambios de naturaleza política.

El Partido se niega a dialogar, eso es evidente. ¿Qué nos ofrece entonces para que soportemos estoicamente sus imposiciones y arbitrariedades? ¿La Zona de desarrollo del Mariel? ¿Recuperar la industria azucarera que fue destruida hace décadas por decisión suya? ¿Un programa de soberanía alimentaria asesorado por un sacerdote brasileño que sugiere alimentos y hábitos inaceptables? Seamos serios.

La situación es revolucionaria, el Partido no

Estamos en presencia de una situación revolucionaria de manual: los de arriba (nunca mejor dicho) no pueden seguir administrando y gobernando como hasta ahora; y los de abajo estoy segura de que no quieren seguir soportando esos métodos de dirección (y el Partido lo sabe, por eso la Seguridad del Estado y los espacios televisivos propagandísticos han sustituido a las tesis y resoluciones, los círculos de estudio y los debates).

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Hace varios años, en el texto «Pulgas o Dragones», argumenté:

En Cuba se manifiesta un estancamiento de las fuerzas productivas, reprimidas por relaciones de producción que se deciden a nivel político, por ello, sin cambios en esa esfera no avanzaremos. El marxismo considera como una ley la correspondencia entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas, pues cuando no se manifiesta tal correspondencia, se abre un camino que puede determinar la transición de un régimen social a otro.

En la economía cubana nada es verdaderamente lo que parece. Las relaciones de propiedad, núcleo de las relaciones de producción, se manifiestan como una mistificación de la realidad: la propiedad socialista no es verdaderamente social, ya que ha sido suplantada por una propiedad estatalizada que escapa al control de los trabajadores; y la propiedad privada —reconocida en esta constitución— no es suficientemente privada, dados los excesivos obstáculos con que la rodean las determinaciones políticas. La propiedad cooperativa no despliega sus alas a pesar de todas las declaraciones y lineamientos que en el mundo son.

Presenciamos hoy el agotamiento definitivo del modelo político de socialismo burocrático. Nuestros gobernantes no logran hacer progresar la nación con los viejos métodos, pero no son capaces de aceptar formas más participativas, con un peso mayor de la ciudadanía en la toma de decisiones.  El estallido social del 11 de julio pudo ser un parteaguas en la historia del proceso, pero el Partido decidió atrincherarse y desafiar al propio marxismo al que jura adscribirse.

Entiéndase de una vez que sin base económica que lo sustente, no puede mantenerse ningún modelo social. No es viable en Cuba un modelo extensivo de desarrollo como el que existió durante la alianza con la URSS primero y con Venezuela después, porque la Isla no posee recursos propios y combustible en abundancia; y porque la fuerza laboral calificada y barata emigra constantemente o puede moverse a sectores donde no existan intermediarios estatales entre sus salarios y los empleadores.

El modelo intensivo de desarrollo es menos probable, porque requeriría fuentes de financiamiento para lograr una industrialización, y ello está limitado por varias razones: Cuba no se inserta en los mecanismos financieros internacionales, está afectada por el bloqueo norteamericano, es un país moroso en el pago de las deudas que contrae, desdeñó hasta hace muy poco a sus migrantes como posibles inversores (prefirió constitucionalizar a la inversión extranjera), y, para colmo de males, los sectores medios con capacidad de emprender e invertir están quemando las naves y marchándose del país en un éxodo alarmante, una verdadera sangría que complicará mucho más la situación demográfica. 

Quizás los dirigentes partidistas piensan que pueden vivir parásitos de las remesas, con un mercado cautivo, como hicieron por mucho tiempo. Malas noticias, están emigrando familias enteras, incluyendo a los ancianos, y los que se van ahora están indignados y mucho más politizados que los que lo hicieron en las décadas del ochenta y noventa. No creo que las remesas crezcan de ahora en lo adelante.

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Están emigrando familias enteras, incluyendo a los ancianos.

Pero tan preocupante como el éxodo constante, que apunta a record en poco tiempo, debería ser para el Partido el constatar quiénes se están quedando en Cuba. Esas son las personas que no disponen de los recursos necesarios para una travesía costosa. Esos son los pobres —que el Partido ha bautizado como vulnerables—, los que no tienen nada que perder, excepto las cadenas (Marx dixit). Esos son los presos políticos y sus familias indignadas por los atropellos. Con ellos van a tener que vérselas. Y es cierto que no están armados, pero el hambre y la desesperación son consejeros audaces.

Hace tres años mueren en Cuba más personas que las que nacen. Un año después del congreso partidista la situación es desesperada. Compatriotas de todas las edades arriesgan sus vidas para irse de la Isla. Lo hacen a través de selvas y ríos, de escenarios de guerra o resistiendo el frío invierno eslavo. Se cansaron de esperar.  

El Partido puede autoproclamarse, como hizo en el 8vo Congreso, «el alma de la Revolución», pero no lo es. Vistos los resultados a largo plazo de su gestión como «fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado», se ha comportado más bien como un arma, una muy destructiva.  

20 abril 2022 50 comentarios 4k vistas
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Guerra - Reciclando conflictos

Ética vs guerra: reciclando conflictos

por Alina Bárbara López Hernández 15 marzo 2022
escrito por Alina Bárbara López Hernández

«Quien olvida su historia está obligado a repetirla». Esa reflexión del filósofo español George de Santayana está inscrita en la entrada del bloque 4 del campo de concentración de Auschwitz. Sin embargo, el escritor inglés Aldous Huxley, con una perspectiva pesimista y escéptica del mundo aseveraba: «Quizás la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia». Tenía razón.

La actitud del gobierno cubano, y de un sector que se considera parte de la izquierda, ante la invasión rusa a Ucrania ha sido francamente ambigua al no situarse con meridiana claridad en el único lugar éticamente posible: al lado del país agredido.

Claro que hay que exigir el cese de la estimulación norteamericana al diferendo entre los dos países, que se impone abogar por el no alineamiento, no solo de Ucrania sino del resto de Europa. Es necesario entender a la OTAN cual un remanente de la Guerra Fría que perdió sentido al desaparecer el campo socialista y ha sido utilizada por los gobiernos norteamericanos como compañera de aventuras militaristas. También hay que convenir en que la arquitectura de las relaciones internacionales post-campo socialista está favoreciendo el estallido de un conflicto bélico de proporciones globalizadas.

Pero ante todo, primero que todo, hay que denunciar la actitud del gobierno ruso como hiciera el filósofo norteamericano Noam Chomsky: «La invasión rusa de Ucrania es un grave crimen de guerra comparable a la invasión estadounidense a Irak y a la invasión de Polonia por parte de Hitler-Stalin en septiembre de 1939, por poner solo dos ejemplos relevantes. Es razonable buscar explicaciones, pero no hay ninguna justificación ni atenuante».

Guerra - Reciclando conflictos

El pasado vuelve a nosotros. No es la primera ocasión en que los cubanos deben responder estos dilemas: ¿puede hacerse política al margen de principios éticos?, ¿el fin justifica los medios?, ¿podrá lograrse un humanismo futuro sin defender el humanismo presente?, ¿en dependencia del país agresor se modifica el carácter de una guerra?

Esto ya ocurrió. Reciclamos viejos conflictos históricos.  

«Me pediréis perdón u os moriréis por mi sonrisa»: el nuevo rumbo de la política exterior estalinista

En 1938 el Partido Comunista de Cuba (PCC) fue legalizado luego de trece años de proscripción. Sería el partido de su tipo más exitoso de este lado del Atlántico y el único de un país capitalista en participar en el parlamento. Solo el de Chile logró algo similar pero por muy poco tiempo, pues al comenzar la Guerra Fría fue nuevamente prohibido.

Entre 1938 y 1953 —fecha en que Batista los ilegaliza otra vez al considerarlos erróneamente cómplices del asalto al Cuartel Moncada—, los comunistas cubanos dispusieron de un sistema de medios que incluía prensa plana, programas radiales y cinematografía, además de editoriales y librerías propias. Su órgano oficial era Noticias de Hoy, con periodicidad diaria y dos ediciones.

Las noticias del conflicto bélico que comenzó el 1ro de septiembre de 1939 pueden seguirse en sus páginas por investigadores e interesados en la historia. En esa fecha Alemania invadió Polonia. Dieciséis días más tarde la URSS haría lo mismo. Era el resultado de la firma del tratado soviético-alemán del 23 de agosto de 1939, conocido como Molotov-Ribentrop. Tropas soviéticas ocuparon casi la mitad de Polonia entrando por las fronteras orientales.

Guerra - Reciclando conflictos

Molotov y Ribbentrop

La existencia de una cláusula secreta en el referido tratado establecía que ante el estallido del conflicto, ambos países se atribuirían «esferas de influencia». Fue este un secreto bien guardado hasta que en 1945, durante la toma de Berlín, soldados británicos que revisaban papeles sobrevivientes a la quema por la parte alemana, encontraron documentos alusivos al tratado.

La Unión Soviética negó de plano las acusaciones y se mantuvo en esa posición durante medio siglo, asegurando que se pretendía desprestigiar su papel en la guerra. No fue hasta 1989, cuando se produjo una protesta masiva en los países cisbálticos, que fueron desclasificados los documentos y reconocida la existencia del vergonzoso acuerdo secreto.  

¿Cuál fue la reacción de los comunistas cubanos?

Noticias de Hoy asumió como un hecho natural que las tropas soviéticas hubieran invadido la nación vecina. Diariamente se mostraba en mapas el avance de los frentes alemán y soviético y se ofrecían partes de guerra detallados. Las noticias eran tomadas de la agencia de noticias TASS.

Reciclando conflictos

El martes 19 de septiembre, en el hilo noticioso «Resumen de la guerra» se informaba: «Las tropas soviéticas han ocupado, sin resistencia, Vilma al Norte según se reporta y Tarnopol y Smatyn en el Sur avanzando hacia Coloja. (…) En el frente Este de Varsovia, en Brest, se encontraron los Ejércitos Rojo y Nazi».

Las noticias siempre presentaban la intervención soviética como aceptada por el país agredido. Un titular a gran puntaje afirmaba: ACLAMADO EL EJÉRCITO ROJO A SU PASO POR LAS CALLES POLACAS.

Reciclando conflictosBajo el titular El fin de Polonia. Una fecha histórica, se certificaba: «Polonia está virtualmente liquidada. La Unión Soviética ha movido varias divisiones a lo largo de la frontera polaco soviética, a fin de ocupar los territorios habitados por ucranianos y rusos blancos, y darles protección».

Reciclando conflictos

La crítica y periodista Emma Pérez (1901-1988) —esposa del novelista Carlos Montenegro, dueña de una pluma mediocre y una prosa ditirámbica—, en su columna «Mi verdad y la vuestra» correspondiente al 19 de septiembre de 1939, publicó el artículo «Pueblos liberados», un verdadero canto al expansionismo soviético:

«Si la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas ha mandado a sus soldados rojos a libertar a los pueblos de la Rusia Blanca y de la Ukrania polaca, es con una impetuosa alegría como todos los que luchamos por el triunfo del socialismo en el mundo, recibimos y gritamos después de la buena noticia.

Si a estas horas estos territorios del mundo no estuvieran bajo los pasos firmes de los más hermosos soldados de la tierra, se hallarían irremisiblemente condenados a ser ocupados por las tropas del fascismo alemán (…)

¿Le hubiera perdonado alguien a la URSS que, pudiendo defender a millones de hombres explotados por el capitalismo más bárbaro, los dejara hundidos en su vida de miseria y dolor? Claro que no. Claro que todas las regiones campesinas que ha ocupado el ejército rojo tienen que estar cruzadas de alegría por la llegada de sus salvadores. Claro que la única que ha perdido, tal vez con una sonrisa cuadrada, pero con una sorda ira interior, ha sido Alemania. Lo que la URSS ha hecho ha sido esto: llenarnos de alegría el corazón libertando a millones de labriegos y trabajadores de la bota nazista y afirmar su posición de justicia, basada en la grandeza de su ejército rojo, en la sabiduría de su diplomacia y en la comprensión humanísima de sus ciudadanos soviéticos (…)». (p. 2).

Reciclando conflictos

En el texto también se esclarecía el nuevo rumbo adoptado por las relaciones internacionales soviéticas. Stalin rompía sin embozo con los principios fundadores de la Revolución Socialista de Octubre: el respeto a la autodeterminación y la soberanía de las naciones. Los comunistas cubanos se hacían eco de esa actitud amenazante y guerrerista:

La URSS dejó de ser la cenicienta con quien no querían tratos ni contratos las «democracias europeas» para convertirse en una fuerza incontrastablemente hermosa. Ya ella se reía de los desaires y del odio de aquellos desde hacía tiempo: «Ya algún día me pediréis perdón u os moriréis por mi sonrisa». Esa hora ha llegado. Está sonando. Resuena con campanadas de oro en los oídos de los pueblos que hoy ocupan los soldados soviéticos con paso fraternal. Horrorizados por lo que ha venido ocurriendo en la vieja Europa, no encontrábamos la ocasión de alegrarnos con noticias de allá desde hacía mucho tiempo. Hoy nos reímos. La sangre corre y la risa no es pura (perfecta) pero arranca del mismo corazón, emocionado por la suerte de los pueblos sobre los que la URSS ha extendido sus soldados del pueblo». (Ibídem)

Esta obra maestra de cinismo solo podía ser hija del oportunismo más pedestre. No es de extrañar que, muchos años más tarde, tras el golpe de estado del 10 de marzo de 1952, la adoradora del estalinismo pusiera su pluma al servicio de la dictadura de Batista, colaborara hasta el final con él y emigrara de Cuba en 1959.

Era tan evidente el abrupto cambio de la política exterior soviética luego del pacto firmado con Alemania, que otros medios habían comenzado ya a contrastar las figuras de Lenin y Stalin en tal sentido. El 3 de diciembre de 1939 —en un texto firmado bajo el seudónimo Esmeril, usado por Aníbal Escalante, director de Noticias de Hoy—, se deploraba que el periódico El País hubiera publicado:

 «(…) un dibujo antisoviético en el que se pretende enfrentar a Lenin con la actual política exterior de los dirigentes leninistas de la URSS (…) babean su bilis reaccionaria contra el baluarte de la revolución proletaria y contra ese gigante de la humanidad que es Stalin.

No importa. Toda esa propaganda es repudiada por el pueblo y por los trabajadores, que saben muy bien que la política exterior de la URSS, inspirada por sus grandes líderes, es una política justa de defensa de los intereses de los pueblos, de defensa de la paz y de los supremos intereses de la revolución del socialismo. Es la defensa del Marxismo-leninismo”. (p. 2).

Mientras la cancillería soviética continuaba usando una terminología propia de la política exterior pacifista, su práctica expansionista la separaba radicalmente de aquella. Según Molotov —cuyos discursos e intervenciones eran citados cada día en Noticias de Hoy—: «Gracias a nuestra política de paz, invariablemente seguida, hemos podido reforzar la importancia internacional de la Unión Soviética». Fue incluso capaz de negar que la «postura de neutralidad» de la URSS hubiera sido violada por la entrada del Ejército Rojo en Polonia, pues: «Nuestras tropas entraron en el estado polaco solo después que el estado polaco se derrumbó y realmente dejó de existir».

Reciclando conflictosSe intentaba cimentar la idea de que la invasión soviética, a diferencia de la alemana, era positiva para Polonia. Así lo indica esta imagen de la estación ferroviaria de Cracovia destruida por los alemanes y, en contraste, un titular que divulgaba una perspectiva muy diferente sobre los soviéticos. Después se sabría que en la masacre de Katyn, entre abril y mayo de 1940, casi 22 000 polacos —oficiales del ejército, policías, intelectuales y otros civiles—  fueron ejecutados por órdenes de la policía secreta de Stalin.

Reciclando conflictosAdemás de Polonia, los soviéticos invadieron las repúblicas cisbálticas (Letonia, Estonia y Lituania); la Besarabia, que incluía una parte de Moldavia quitada a Rumanía, y la vecina Finlandia.

El ataque a Finlandia tuvo lugar el 30 de noviembre de 1939. Como consecuencia, la URSS fue expulsada de la Sociedad de Naciones el 14 de diciembre, acusada de iniciar una guerra de agresión.

Reciclando conflictosLas exigencias soviéticas a la nación nórdica incluían la cesión de territorios fronterizos alegando razones de seguridad para la protección de la ciudad de Leningrado. Otra de las condiciones era similar a la que los norteamericanos impusieran a Cuba en 1901. Desde Noticias de Hoy, bajo el titular «Las proposiciones a Finlandia»,  Molotov explicaba: «Hemos propuesto un acuerdo para que Finlandia nos alquile, para emplear un término definido de tiempo, una pequeña sección en su territorio, cerca de la entrada del golfo de Finlandia podríamos establecer una base naval».

Reciclando conflictos
Reciclando conflictos

El gobierno títere creado por la URSS en Finlandia fue presentado como «Gobierno Popular Finlandés». El sábado 2 de diciembre de 1939, Noticias… replicaba una declaración de ese gobierno dada a conocer a través de la agencia de noticias TASS: «(…) las masas del pueblo de Finlandia han recibido con tremendo entusiasmo al valiente e invencible Ejército Rojo, bien convencidas de que este no marcha como conquistador, sino como amigo y liberador de nuestro pueblo». (p. 6).

Las hostilidades durarían poco más de tres meses, hasta el 30 de marzo de 1940 en que se firma el Tratado de Moscú, por medio del cual Finlandia fue obligada a ceder el once por ciento de su territorio al país agresor. A pesar de su victoria, los soviéticos tuvieron enormes pérdidas en muertos y heridos, incluso mayores que las de la parte derrotada.

Precisamente durante la agresión a Finlandia empezó a sesionar en Cuba la Asamblea Constituyente encargada de redactar la Constitución del 40. Allí se produjo un álgido debate sobre el tema que vale la pena conocer.

Un mensaje controversial

Luego de casi un lustro —contado desde la huelga de marzo de 1935 que cerrara el ciclo revolucionario de los años treinta—, se concretó una de las demandas populares de los cubanos: una Asamblea Nacional Constituyente. El 15 de noviembre de 1939 fueron elegidos sus setenta y seis delegados, que representaban a nueve partidos políticos. Seis de ellos eran comunistas.

La Constituyente sesionó públicamente durante casi seis meses. El 8 de marzo de 1940, en la sesión decimocuarta, el delegado Eduardo Chibás, por el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), propuso a la Asamblea una moción para enviar un mensaje de solidaridad a Finlandia. Estaba redactada en los siguientes términos:

«POR CUANTO existe un natural sentimiento de solidaridad entre las naciones organizadas sobre la base de un principio liberal y democrático;

POR CUANTO este sentimiento es particularmente intenso cuando se trata de pequeñas nacionalidades que por su dimensión geográfica reducida y por su juventud histórica necesitan confiar para la preservación de su independencia y soberanía en el respeto internacional;

POR CUANTO la liberación de nuestra patria tuvo el carácter de un proceso de resistencia y victoriosa emancipación frente a una proyección imperialista, por lo cual nuestra República no puede menos que sentir profunda simpatía por los pueblos que resultan víctimas de análogos intentos de subyugación;

POR CUANTO existen lazos especiales de solidaridad entre la República de Cuba y la República de Finlandia;

POR CUANTO es notorio que la República de Finlandia está siendo objeto de una agresión imperialista improvocada y gratuita por parte de un estado que no obstante sus pretensiones en contrario ha atropellado los más elementales derechos internacionales y los más sagrados principios democráticos desatando sobre su vecina República de Finlandia una invasión sangrienta que ha alterado violentamente la paz de esa nación progresista, pacífica y ejemplar:

POR TANTO:

Los Delegados que suscriben, en nombre de un elevado principio de solidaridad democrática internacional, completamente ajeno a todo cálculo político interno y circunstancia, proponen a la Convención Constituyente la siguiente:

MOCIÓN:

Que por esta Asamblea se envíe al gobierno de Finlandia un mensaje expresivo de la profunda simpatía con que el pueblo de Cuba contempla la heroica resistencia del pueblo finlandés en defensa de su dignidad e independencia y los votos que el pueblo de Cuba hace por el triunfo de esa causa nobilísima.

En el Capitolio Nacional, a los 14 días del mes de febrero de 1940.

(Fdo). Eduardo R. Chibás, Carlos Prío Socarrás, Dr. E.L Ochoa y Dr. S. Acosta».

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Eduardo Chibás

Esta declaración era coherente con la actitud de la sociedad cubana con motivo de la guerra que ocasionó la derrota de la República española a manos del franquismo en 1939. El triunfo y el fracaso de la República fueron vividos como propios en la Isla, donde se crearon numerosas organizaciones de apoyo e incluso más de un millar de cubanos lucharon como milicianos junto a los republicanos, y algunos murieron allí, como Pablo de la Torriente Brau.

No obstante, la oposición de los delegados comunistas a la moción fue absoluta. En los encendidos debates, que pueden ser consultados al detalle en el Diario de sesiones de la Asamblea, emergían antiguas rencillas políticas que databan de la lucha antimachadista y la Revolución del Treinta. Los auténticos no olvidaban que los comunistas habían desconocido al Gobierno de los Cien Días en 1933 y ahora les reprochaban su alianza con Batista, al que jamás dejaron de considerar el asesino de Antonio Guiteras.

Ante la argumentación de Blas Roca, secretario general de Unión Revolucionaria Comunista y delegado a la Asamblea, de que la URSS, lejos de invadir a Finlandia estaba ayudando a su pueblo oprimido por un gobierno reaccionario, Chibás respondió:

«Las huestes rusas que se mandan a Finlandia alegan lo mismo que las Camisas Negras que iban a la República Española y a Abisinia: que van a defender a un pueblo oprimido contra su gobierno opresor (…) Y esta defensa generosa, altruista, humanitaria, de salvación para el pueblo oprimido, la realizan lanzando sobre esos países los tanques, la artillería gruesa y abusando de sus mujeres y sembrando la ruina y la muerte por doquier.

¡Qué cinismo, que sarcasmo más inaudito el de este dictador Stalin que para cometer sus tropelías usa no solo las propias razones de Hitler, sino también las propias tesis fascistas justificativas de sus agresiones a las pequeñas nacionalidades (…)».

El nuevo rumbo del estalinismo, desde los procesos de Moscú y la represión al interior del Partido Bolchevique, fue debatido profundamente en la sesión de la Asamblea. Tras siete horas de acalorados intercambios, la moción fue sometida a voto ante los 43 delegados que permanecían en el recinto y aprobada por 37 a favor y seis en contra.

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Blas Roca (Foto: Juventud Rebelde)

Daños colaterales

El mayor servicio que hiciera Stalin al fascismo no fue compartir parte de sus aventuras expansionistas, sino haber contribuido a que el movimiento revolucionario internacional fuera incapaz de discernir con rapidez la verdadera naturaleza de este modelo ideo-político nuevo y profundamente agresivo.

Al equiparar el fascismo alemán con los gobiernos de las «democracias decadentes occidentales», y presentar su agresividad apenas como un conflicto imperialista, la URSS favoreció que este tomara fuerza en los dos primeros años de la guerra previos al ataque a su territorio, el 22 de junio de 1941.

Los comunistas cubanos obedecieron esta estrategia y se opusieron a la aprobación del servicio militar obligatorio y a la entrada de Cuba a la guerra. El carácter justo de la lucha de los pueblos agredidos contra el fascismo fue desacreditado por esa doctrina, que solicitaba neutralidad a los gobiernos del mundo para que no se involucraran en el conflicto.

Finalmente, la entrada de la URSS en la Segunda Guerra Mundial y el heroísmo de sus hombres y mujeres, y de su ejército, decisivos en la derrota del fascismo, contribuyeron a atenuar el daño y a un cambio de actitud de los comunistas cubanos. Sin embargo, la influencia estalinista estaba a punto de expandirse con renovada fuerza por el establecimiento del campo socialista a fines de los años cuarenta.  

«El fanatismo consiste en redoblar el esfuerzo cuando has olvidado el fin»

Rememoro esta frase de Santayana mientras leo el artículo «La Izquierda ante la agresión a Ucrania, mantener el timón con firmeza», en el que Raúl Zibechi argumenta con razón que «Una política sin ética, guiada por cálculos, nos lleva siempre a un callejón sin salida: luchar para reproducir las mismas opresiones que se combatían».

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— Ukraine / Україна (@Ukraine) February 24, 2022

Desde que en los años treinta el movimiento comunista internacional admitiera la perniciosa influencia del estalinismo, justificándola en aras de objetivos futuros, encaminados a construir un sistema superior al capitalismo, se apartó del carácter revolucionario y liberador que debería ser el Norte de las ideas de izquierda. No puede construirse un mundo mejor, ni un «hombre nuevo», usando métodos violentos y represivos. No es posible declarar un humanismo para el futuro sino somos capaces de actuar con humanismo en cada momento del presente.

Y esa influencia es notable en tantos análisis que se enfocan en la cuestión política y el diferendo EE.UU-OTAN-Rusia, que no es para ignorarse, pero no hablan del pueblo ucraniano agredido, de la soberanía de una nación violentada, del carácter justo de su resistencia ante el agresor. Porque no hay agresores buenos, como se afirmaba en Noticias de Hoy.

El viejo fantasma del expansionismo ruso nos coloca nuevamente ante un dilema. En el año 2005, el presidente ruso Vladimir Putin trató de justificar la actuación de Stalin al firmar el acuerdo soviético alemán, cuando aseguró que se debió a la necesidad de proteger la nación. En diciembre del 2019, defendió el pacto en una reunión con los líderes de la Comunidad de Estados Independientes en San Petersburgo, aunque reconoció que incluía protocolos secretos.

En vísperas de la invasión a Ucrania, en un discurso televisado afirmó: «La Ucrania moderna fue creada enteramente por Rusia, más precisamente por los bolcheviques (…) Este proceso comenzó inmediatamente después de la revolución de 1917, y, además, Lenin y sus socios lo hicieron de la manera más desordenada en relación con Rusia: dividiendo, arrancando de Rusia pedazos de su propio territorio histórico».

Igual que Stalin en otra época, Putin ataca hoy directamente el legado bolchevique y sus principios de política exterior. Lo curioso es que no se trata de un político posicionado a la izquierda, sino de un conservador profundamente ultranacionalista que ha financiado a los partidos políticos más derechistas del mundo. Aun así, gobiernos como el de Cuba se han posicionado a su lado al argüir que posee intereses en Ucrania que deberían ser tenidos en cuenta.

Salvando las diferencias, si en algo se asemeja Putin a Hitler, además de en sus exigencias territoriales, es en su estrategia «cínicamente genial», como la denominara Stefan Zweig en El mundo de ayer, al decir que «le prometió todo a todos».

Ya lo dije: reciclamos conflictos históricos. Ojalá no traigan una nueva guerra mundial. Podría ser la última.

15 marzo 2022 60 comentarios 5k vistas
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Crisis (1)

Cuba, razones de una crisis

por Alina Bárbara López Hernández 6 enero 2022
escrito por Alina Bárbara López Hernández

La pandemia de Covid-19 colocó al mundo ante una situación terrible. La crisis es global y sus consecuencias serán perdurables. Muchos argumentan, con razón, que las lecciones de esta época imprimirán cambios de toda índole a nivel mundial en las relaciones humanas, culturales, laborales y políticas.

Cuba no es una excepción. Soportar los embates de la pandemia ha tenido un costo altísimo para las personas, las familias y el Estado. Sin embargo, en nuestro caso, la epidemia encontró a la Isla en uno de sus peores momentos, tanto a nivel económico, como social y político.

En este texto examinaré los dos primeros ámbitos, en un próximo enfocaré la cuestión política. Me apoyaré para ello, sobre todo, en publicaciones del equipo de articulistas de LJC, que hemos acompañado desde nuestros análisis, con  objetividad, responsabilidad y civismo, a la sociedad cubana.

-I-

Mucho antes de que el virus apareciera, la situación en Cuba era en extremo complicada. El desgaste del modelo de socialismo burocrático es de vieja data, y —dado el más elemental sentido de discernimiento—, requería cambiarse desde que ocurrió el derrumbe del campo socialista. Tenemos treinta años de retraso. De hecho, las reformas anunciadas por Raúl Castro en julio de 2007, casi quince años atrás, ya estaban rezagadas. Por si fuera poco, su demora en aplicarse en unos casos, y su no implementación en la mayoría, generarían resultados fatales. Nuestra burocracia dirigente nunca imaginó que un murciélago pudiera ser su más implacable catalizador.

Crisis (3)

Raúl Castro en el acto por el 26 de julio en Camagüey, en el 2007.

Un artículo que escribí el último día del 2018 me permite recordar que no necesitábamos de la pandemia para ir cuesta abajo:

«Otro año concluye y con él las esperanzas de que la situación económica de los cubanos mejore. A mediados del 2017 el anterior presidente del Consejo de Estado y de Ministros explicó que la economía decrecería en el segundo semestre de ese año y aún para el primero del 2018, pero que después de esa fecha se apreciaría una recuperación en los suministros y una tendencia hacia la mejoría.

Nuestro gobierno, una vez más, ha sido incapaz de un vaticinio correcto en el corto plazo. Los pronósticos del 2018 fueron particularmente erróneos y pendulares. Si el verano comenzó con una campaña totalmente enajenada del contexto insular, donde se le pedía a la familia cubana que disfrutara Cuba con alegría; el año casi finaliza y sabemos que la economía apenas creció un 1%, y en las reuniones del presidente Díaz-Canel con el Consejo de Ministros se ha insistido en que van a disminuir todavía más las importaciones.

Diciembre, que debería ser un mes alegre, se torna sombrío. La escasez de harina ha reducido la producción de pan y existen largas colas en las panaderías; el precio de la carne de cerdo asciende por días en un mes de tradicional aumento de la demanda, y ya es exorbitante; el importe de los vegetales es tal, que parecen cosechados en invernaderos del ártico para ser vendidos en el trópico; el detergente y el aceite son acaparados, pues vox populi dice que los proveedores vietnamitas de detergente no garantizan el producto hasta que no se les pague lo adeudado, ¿será cierto?».

El 2019 no sería mucho mejor. Nuestros medios lo anunciaban, apenas comenzado, como un año «de grandes desafíos». Casi en los meses finales se produjo una semiparalización del país, denominada eufemísticamente «situación coyuntural» por el presidente Miguel Díaz-Canel. Todos sabíamos que era una crisis estructural y sistémica. 

Cuba no es ya una nación eminentemente agrícola, como fuimos durante casi toda nuestra historia, en la actualidad no logramos producir alimentos para el sustento de una población que, lejos de crecer, disminuye de manera constante; mucho menos para exportar. Aunque no éramos un país industrializado, al menos tuvimos una industria base como la azucarera, que generaba cadenas productivas, alimento para las personas y el ganado y energía renovable.

Como bien ha fundamentado el economista Juan Triana, investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana, la pérdida de esa industria afectó el desarrollo de diversos sectores asociados que se nutrían de ella:

«(…) además de azúcar, la industria de la caña puede producir energía, alcohol, CO2, levaduras —Torula forrajera y Saccharomyces, que nos permitiría sustituir la importación de alimento para pienso— tableros y composites de bagazo —ahora que necesitamos tanta madera para la construcción— sorbitol, bioestimulantes, productos químicos industriales, furfural y alcohol furfurílico, biofertilizantes, azospirillum, azotobacter y rizobium, compost, residuales líquidos, herbicidas, medicamentos de uso humano y animal, y alimento humano».

Crisis (4)

La decisión de desmontar la industria del azúcar fue uno de los mayores desastres económicos de la historia nacional. Ruinas del Central Josefita. (Foto: José Manuel González Rubines)

La decisión de desmontar la industria del azúcar, anunciada hace dos décadas —en abril de 2002—, bajo la fórmula: «reestructuración azucarera», fue uno de los mayores desastres económicos de la historia nacional. Nos convertimos, de un país exportador, en importador de azúcar.

La industria nacional, como explica el economista cubano Mauricio de Miranda, profesor titular de la Universidad Javeriana de Cali, en «El “modelo” económico cubano y la persistencia del subdesarrollo», está colapsada: «Muestra de ello es que muchas empresas industriales estatales se encuentran paralizadas por obsolescencia tecnológica y/o escasez de materias primas, mientras las exiguas divisas en manos del Estado impiden las inversiones necesarias para relanzar el sector industrial».

Nuestros paisajes, llenos de cañaverales, devinieron terrenos desatendidos donde no se distinguían los sembrados ni el ganado. En un artículo aparecido en el periódico Granma en diciembre de 2002, el periodista Juan Varela Pérez informaba sobre una intervención de Ulises Rosales del Toro, entonces ministro de la Industria Azucarera, en el Parlamento:

«Varios diputados preguntaron sobre las perspectivas del MINAZ en el uso de las tierras liberadas de caña y la producción de alimentos. Para cumplir esta misión, puntualizó Rosales del Toro, se trabaja desde mayo último, junto a otros organismos e instituciones, en varios subprogramas y esperamos, dijo, emplear óptimamente los recursos disponibles en beneficio de la alimentación del pueblo».

Otra meta incumplida. La burocracia cifraría sus esperanzas en el desarrollo del turismo y en la exportación de servicios profesionales, dos rubros fluctuantes ante influencias geopolíticas y altibajos globales.

La pérdida de la preferencia electoral por algunos gobiernos de izquierda en Latinoamérica, la crisis en Venezuela y la consiguiente disminución del suministro de petróleo a Cuba, el arreciamiento de la hostilidad de los gobiernos norteamericanos y el aumento del bloqueo, junto a la pandemia de Covid-19; han demostrado que una economía eminentemente de servicios es un error garrafal para un país como el nuestro, tan dependiente de alianzas ideológicas.

En los últimos años, la estructura de inversiones en Cuba se tornó asimétrica. El turismo devoró sumas millonarias materializadas en más hoteles, ya no solo en playas sino en ciudades, cada vez más lujosos y confortables, destinados a un sector de turistas de alto nivel adquisitivo. Mientras tanto, se invertía menos en sectores claves como agricultura, salud, educación y ciencia. Se disminuían los gastos sociales y la industria de medicamentos era incapaz de sustentar las necesidades crecientes de sectores poblacionales envejecidos y estresados, en un país donde los hipertensos y los diabéticos proliferan.

Crisis (2)

(Gráfico: Pedro Monreal)

En su exhaustivo reportaje sobre la crisis de medicamentos en Cuba, el periodista José Manuel Pérez Rubines nos dice: «El Portafolio de Inversiones de BioCubaFarma 2018, último publicado, (…) propone una inversión en la Zona Especial de Desarrollo del Mariel para erigir una planta con capacidad productora de 5 mil millones de unidades». No obstante, aclara que tales datos «tienen una antigüedad de tres años, por lo que habría que constatar si el proyecto de construcción de la planta productora de medicamentos se concretó».

Todo parece indicar que no se hicieron las inversiones comprometidas, pues, según cifras ofrecidas por el periodista: «en febrero de 2020, un mes antes de que se detectara el primer caso de Covid-19 en la Isla, el reporte arrojaba un faltante de 78 fármacos; en marzo, 86; en abril, 98; en mayo, 94; en junio, 85; en julio, 88; en agosto, 84; en septiembre, 93; y 80 en octubre, fecha de su última publicación».

Si bien Raúl Castro ocupó la presidencia interina del Consejo de Estado y de Ministros desde 2006 —cuando enfermara su hermano Fidel—, y lanzó su proyecto de reformas en el 2007, durante el primer acto por el 26 de julio en que fungiera como tal; no fue hasta su nombramiento/elección oficial como presidente del Consejo de Estado, en febrero de 2008, que empezó a enfatizar en la necesidad de recortar gastos y «gratuidades indebidas».

Tal proceso fue paulatino pero expedito. Si en casi todo el resto del paquete de reformas hubo pausas, aquí sí se actuó con prisas. Entre 2016 y 2020, la inversión en Salud y Asistencia social disminuiría en dos tercios: de 232,6 a 84,5 millones de pesos.

En consecuencia, aumentaron en esos años la pobreza y la desigualdad. Parámetros exitosos hasta los ochenta, como la «tasa de mortalidad», con tendencia a la disminución —aunque con un repunte durante la crisis de los noventa—, comenzaron a crecer nuevamente. En el análisis de la variación de ese parámetro en Cuba, Mario Valdés Navia explica que «entre 2007 y 2008 se produjo un salto de 4 496 fallecidos, al incrementarse de 81,927 a 86,423. Otro pico ocurrió desde 2016 al 2017, cuando la cifra de decesos escaló de 99,388 a 106,949, es decir, 7561 fallecimientos más».

A partir de entonces ha continuado en ascenso. En 2020 resultaron 112,441 muertes. Esto significó 32,779 más defunciones que en el peor año del Período Especial —1996—, cuando fallecieron 79,662 cubanos y cubanas.

Crisis (5)

Desde hace tres años mueren en Cuba más personas que las que nacen.

El investigador relaciona este aumento de la TM con dos aspectos: «por un lado, la falta de mantenimiento de los hospitales, reducción de servicios municipales en muchas provincias, y escasez de medicinas, insumos y equipamiento; por otra, el crecimiento de la desigualdad y pobreza en los sectores más vulnerables de la sociedad cubana».

Uno de los servicios hospitalarios afectados fue el de obstetricia. En marzo del 2019, a raíz de la celebración del X Congreso de la FMC, apunté que no se evidenció en las sesiones una preocupación real por las condiciones de las mujeres cubanas al no mencionarse siquiera:

«La desaparición de los programas de atención obstétrica en los municipios donde existían, al menos es lo que ha ocurrido en la provincia de Matanzas, y su concentración en el hospital de la cabecera provincial. Esto ha generado un gran hacinamiento, a pesar del traslado del centro para otro más amplio, y las familias que viven lejos de la ciudad deben desembolsar de la ya precaria economía doméstica para sufragar gastos de transporte».

Evidentemente en todas las provincias aconteció algo parecido, y aunque el aumento de la mortalidad infantil y maternas, dadas a conocer hace pocos días, se relacionó con muertes por Covid-19, habría que profundizar más. Las cifras muestran una mortalidad infantil de 7,6 por cada mil niños nacidos vivos. Esto indica un crecimiento de 55,1% en comparación con el año 2020 (4,9 por cada mil) y de 91,77% con el 2018 (3,9 por cada mil).

La mortalidad materna fue aún superior: 175 defunciones por cada 100 000 nacidos vivos, que significa un incremento del 341%. La pandemia influyó indudablemente, eso se conoce, pero ¿cuánto lo hizo el inicio inesperado de un parto complejo lejos de servicios especializados?, ¿cuánto se deben los niños de bajo peso al nacer o prematuridad, a la desnutrición en algunos casos y a la falta de tratamientos prenatales y vitaminas para las embarazadas?       

En el análisis de Mario Valdés, también se expone que el recorte en la inversión de salud ocurrió precisamente en etapas en que los ingresos por exportación de servicios médico-farmacéuticos fueron la principal fuente de divisas del país, por encima del turismo (2006-2018). Es lógico entonces que arribe a esta conclusión: «Todo indica que una parte sustancial de estos ingresos, lejos de consagrarse a modernizar el sector sanitario, fueron destinados a la inversión en el turismo, rama que apenas cubre sus ingresos por el alto índice de valor importado que tiene por peso de producción». 

Un sector vulnerable en todos estos años fueron los asistenciados. Así lo expresa el profundo reportaje «El ordenamiento de la resistencia», de la estudiante de periodismo Karla R. Albert. En él se cita a Carmelo Mesa-Lago, economista cubano y catedrático por la Universidad de Pittsburg, que apunta que el valor de las pensiones entre 1989 y 2018, respecto a los precios, había descendido a la mitad ajustado a la inflación. ¿Cuánto representará ese valor actualmente?

En Cuba es difícil acceder a datos estadísticos sobre la pobreza, pues no existen cifras oficiales. Pero la socióloga cubana Mayra Espina, especialista en el tema, afirma que en La Habana el índice de pobreza ascendió del 6 al 20% entre 1988 y el 2002. Podemos imaginar la situación actual.

Ante esto se debió ampliar la asistencia social para proteger a la población vulnerable, sin embargo, como sostiene Karla en su trabajo, «ocurrió lo contrario»: «Entre 2006 y 2018, el gasto del presupuesto asignado a la asistencia social se contrajo de 2.2% a 0.3%, mientras que el número de beneficiarios como proporción de la población decreció de 5,3% a 1,6%».

Ello se explica mayormente, según Mesa-Lago, «por el lineamiento aprobado en el VI Congreso del PCC en 2011 que terminó la asistencia social a los asistidos con una familia capaz de ayudarles».

La ley de presupuesto para 2011 evidenció el deterioro marcado de los indicadores asistenciales entre 2009 y 2010. El número de beneficiarios se redujo en un 61% en comparación con el 2005, y como porcentaje de la población total, pasó del 5,3% al 2,1%. En el propio 2010 se recortaron 237 millones de CUP por «depuración de beneficiarios».

Los jubilados constituyen otro sector vulnerable, que fue creciendo sostenidamente ante el envejecimiento poblacional. Actualmente existen alrededor de 1,7 millones de personas en esa condición. El economista Mauricio de Miranda dedicó su artículo «Los jubilados de la Revolución» a las medidas tomadas respecto a este sector. Demuestra ahí el desfase considerable del sistema pensional cubano frente al incremento sostenido del costo de la vida y concluye que las pensiones actuales son «insuficientes e injustas» y condenan a la pobreza.

¿Cómo entender estos inmensos recortes? Entre 2009 y 2017, la normalización de la deuda externa del país —declarada como «impagable» por Fidel durante años— tuvo un elevado costo, ya que su servicio alcanzó alrededor de 23,000 millones, lo que, como concluye Valdés, «limitó objetivamente la posibilidad de elevar el monto de las inversiones y el consumo con recursos públicos».

A ello se suma que a finales de 2015 Cuba renegoció su deuda con el Club de París, congelada desde hacía más de tres décadas. Se logró la condonación de 8.500 millones y el compromiso del gobierno de desembolsar 2.600 millones en dieciocho años para acceder a créditos.

Encaminados a cumplir estas obligaciones, desde el propio 2009 comenzó una política de ajustes que contrajo al sector estatal y redujo drásticamente su presupuesto de gastos e importaciones. A la par, disminuyó la oferta de bienes de consumo en el mercado interno, en particular los alimentos, al no realizarse en la secuencia lógica las reformas concebidas y prometidas, que debían estimular a los productores nacionales a sustituir importaciones.

Al unísono, se decidieron medidas que afectaron la alimentación pública. Una de las peores fue el cierre de los comedores obreros, iniciada en 2009 y generalizada al siguiente año. Solo en sectores específicos se sustituyó por el pago de un estipendio monetario.

Tres millones y medio de personas fueron afectadas por el cierre de 24 mil comedores obreros. La mayor parte de los cubanos debió llevar sus alimentos al trabajo… si podían hacerlo. Un factor agravante fue que también en 2009 se echó por tierra una conquista obrera que había establecido la edad de jubilación laboral en 60 años para los hombres y 55 para las mujeres. Desde entonces fueron aumentados cinco años en cada categoría de género. Es decir, personas más envejecidas dejaron de contar con la seguridad de su almuerzo. 

Raúl Castro había dicho en agosto de 2009, ante los diputados al Parlamento: «Hay subsidios para prestaciones sociales que son poco eficaces o, peor aún, hacen que algunos no sientan la necesidad de trabajar». Imagino que lo aplaudieron.

Apenas dos meses después, el 9 de octubre de 2009, el periodista Lázaro Barredo publicó en Granma el artículo «Él es paternalista, tú eres paternalista, yo soy paternalista…». Allí se quejaba de que «la Revolución fue desde sus inicios un torrente de justicia, que no siempre ha sido correspondido», y adjudicaba a la sociedad cubana una serie de «vicios o costumbres» que impedían «que nuestro proyecto socialista salga adelante», uno de ellos era: «El síndrome del pichón: andamos con la boca abierta porque buena parte de los mecanismos que hemos diseñado están concebidos para que nos lo den todo (…)».

Iniciaba la tendencia, hoy en su clímax, de culpar al pueblo por los resultados de las políticas erróneas, las pésimas decisiones y la ineptitud de la burocracia dirigente.

Muchos de nuestros políticos, y también algunas personas de buena fe, recuerdan con nostalgia el trienio del deshielo con Obama, entre 2014 y 2016, y aseguran que si al menos se quitaran las más de 243 medidas tomadas por Trump y mantenidas por Biden, la economía cubana enrumbaría un sendero exitoso. Pero las estadísticas hablan de una década perdida para la economía cubana que se extiende desde 2010 a 2020 y de un deterioro del pacto social del Estado con la ciudadanía que viene de antes. Trump asumió el poder en 2017, sería injusto atribuirle toda la responsabilidad.

-II-

Puestos entonces entre la espada y la pared, y ya en medio de la pandemia, nuestra burocracia decidió agilizar las cosas. Se habían perdido catorce años. O en realidad veintinueve. En diciembre de 2020 fue anunciada la «Tarea Ordenamiento», a comenzar en enero de 2021.

En su fugaz alocución televisiva del 11 de diciembre, sentado al lado de un silencioso primer secretario del Partido que muy pronto entregaría el mando —dudoso honor ante lo que se avecinaba— el presidente resaltó que «este proceso se propone ofrecer a los cubanos mayor igualdad de oportunidades, a partir de promover el interés y la motivación por el trabajo».

Creo innecesario enjuiciar esa declaración a la altura de los resultados que el Ordenamiento ha ocasionado. Solo citaría lo dicho al respecto por el investigador Mario Valdés: «Es penoso constatar cuánto tiempo se perdió entre los años 2011 y 2018 para reposicionar al peso cubano como divisa nacional y en qué momento tan difícil se decidió ejecutar la “Tarea Ordenamiento”».

Si la extensión de la pobreza y la desigualdad eran innegables desde antes de Trump y la pandemia; la determinación de abrir, en medio de esta crisis, comercios donde únicamente pueden adquirir productos —muchos de ellos de fabricación nacional— los poseedores de dólares y divisas, en ausencia además de otros aseguramientos en moneda nacional, ha creado un abismo de penurias, injusticia y corrupción en la sociedad cubana.

Ya el Informe Central al VIII Congreso del PCC, celebrado en abril de 2021, develó con toda crudeza que los objetivos fundacionales de la Revolución socialista molestaban a los intereses reales de la burocracia. En el artículo «La despedida de Raúl Castro» cuestioné su discurso, que mostró irritación, inflexibilidad y sobre todo, una falta tremenda de empatía.

Según Raúl en el informe: «La economía cubana en los últimos cinco años ha mostrado capacidad de resistencia frente a los obstáculos que representa el recrudecido bloqueo»; cuando debió reconocer que son las cubanas y cubanos los que hemos mostrado una heroica capacidad de resistencia, no solo contra el bloqueo, sino contra los errores, la lentitud y el dogmatismo de los que determinan la política económica en Cuba.

Convocó también a «borrar de nuestras mentes prejuicios del pasado asociados a la inversión extranjera y asegurar una correcta preparación y diseño de nuevos negocios con la capacitación del capital extranjero». Tales prejuicios fueron impuestos por la misma clase burocrática que hoy nos pide un cambio de mentalidad. Seguramente piensa que debemos borrar otras cosas, como el rechazo —del que nos enorgullecíamos—, al crecimiento de la desigualdad social.

La crítica del anciano político a la «cierta confusión» de algunos cuadros que alertaron de la «supuesta desigualdad» creada por la comercialización dolarizada en Cuba, desconoció un problema de primera magnitud que ha generado lo que Mario Valdés denominó, con amarga ironía, «un malestar general».

El modelo cubano actual, como argumenta De Miranda en su artículo «El “modelo” económico cubano y la persistencia del subdesarrollo», solo conduce a la persistencia del subdesarrollo y al mantenimiento de la pobreza generalizada. Nada diferente a eso hemos tenido en las últimas tres décadas.

-III-

El principal eslogan del presidente Miguel Díaz-Canel desde su llegada al gobierno ha sido presentarse como «continuidad». Pero claramente no se trata de continuidad respecto a los objetivos sociales fundacionales de la Revolución, sino de una prolongación del proceso de ajustes que se apartó de esos objetivos. En el momento en que fue designado como presidente del país, le dediqué un artículo, «El verdadero cambio», en el cual lo exhortaba:

«(…) rechacemos tanto las gratuidades indebidas, que no sabemos a ciencia cierta cuáles son, y aboguemos por el control y la participación de los trabajadores en las decisiones y en la gestión de los planes de producción. Abandonemos los privilegios con que vive la casta burocrática, empresarial y política, para que sintiéndose más cerca del pueblo, y en condiciones similares, se apresure en lograr resultados. En fin, más prisa y menos pausas. Ese es el verdadero cambio que necesitamos».

En el año que acaba de concluir se cumplieron treinta y cinco del anuncio del Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, veintisiete de la dualidad monetaria (en su primera temporada), veintiséis de la creación del holding Gaesa, catorce del estreno del Proceso de actualización de la economía cubana, diez de la puesta en marcha del experimento interminable de Artemisa y Mayabeque y ocho de que se aprobara el decreto de creación de la zona de desarrollo del Mariel.

Ahora será el año I de la indicación de Raúl Castro para la salvación de la industria azucarera. Nos movemos sí, pero en un enorme círculo de consignas, proyectos y planes incumplidos, en el cual se desgastan generaciones, se frustran proyectos vitales y se separan familias. Desde hace tres años mueren en Cuba más personas que las que nacen. El círculo ha devenido órbita de extinción y para ese mal no se crean vacunas, como para la Covid-19.

Como explica Mauricio de Miranda: «El caso cubano ejemplifica la persistencia de un modelo económico con pésimos resultados en términos de prosperidad y bienestar, al punto de mantener la vida de la mayor parte de la población en constante lucha por la subsistencia cotidiana».

Crisis (6)

Igual a lo acontecido en otras experiencias del «socialismo real», en las que un partido único y antidemocrático usurpó el poder popular, la burocracia en Cuba paulatinamente se ha convertido en una clase, con modo de vida muy diferente al de la mayor parte de la ciudadanía, lo que es evidente entre sus retoños más nuevos. Con razón Mario Valdés la denominó «la burocracia conquistadora».

Es una clase que no desea perder ningún privilegio político que le impida el derecho a administrar la propiedad que legalmente se reconoce como social, pero que no logra transitar felizmente caminos de reforma, todos se van cerrando al final sin conseguir los objetivos propuestos.

La existencia de una clase de burócratas debe ser considerada también teniendo en cuenta su actitud ante la agudización de la crisis económica. ¿Cuál es su propuesta concreta para sumarse a la austeridad y al ahorro que tanto le piden al pueblo?

Es muy cierto lo que afirma en su texto «Ellos y nosotros, sus hijos y los nuestros…» la doctora e investigadora cubana Ivette García: «Una clase que no rinde cuentas, que no declara su patrimonio personal, que tiene un enemigo externo al que puede culpar de todo, que controla los medios, mantiene oculta su vida privada y no precisa del voto popular; no siente compromiso más que con ella misma. Puede construir un capitalismo de la peor especie y vestirse con desfachatez de socialista para la escena pública».

En Cuba existe un enorme aparato de dirección, partidista y estatal, que lejos de disminuir tiende a incrementarse. Un país empobrecido como el nuestro, cuya economía prácticamente no crece desde hace casi una década, no puede mantener tal derroche de recursos materiales y humanos al sostener dos formas de dirección, una que orienta y otra que gobierna.

No necesitamos que la doctora Mariela Castro, directora del CENESEX, nos pida más sacrificio; ni que el presidente Díaz-Canel ofrezca construir un monumento al pueblo. Precisamos que los que dirigen este país se hagan responsables de sus errores, que rindan verdadera cuenta de las finanzas públicas, que informen con transparencia de las decisiones relativas, por ejemplo, al pago de la deuda externa; y sobre todo, exigimos que sea la ciudadanía la que decida si pueden permanecer en sus cargos mediante elecciones generales y secretas para todos los altos cargos públicos.

La intención explícita de los cambios en Cuba, es que «las transformaciones que prevén los Lineamientos y el Modelo son económico-sociales, no políticas».[1] Eso precisamente ha hecho inviable a las reformas. Necesitamos transformaciones políticas, y con urgencia.

En su artículo «La realidad cubana actual y las lecciones de la historia», Mauricio de Miranda analiza cómo el derrumbe del socialismo en Europa Oriental demostró que «(…) cuando el liderazgo no está a la altura de las circunstancias; no evalúa objetivamente la realidad económica, política y social; no interpreta adecuadamente el sentir de la sociedad o de una parte de ella, se producen fracturas que conducen a protestas sociales. La represión de las mismas solo genera un agravamiento de los conflictos y estimula acciones violentas».

Una revolución, y los sacrificios que ella impone, se aceptan para cambiar y mejorar la vida de las personas. Los plazos para lograrlo no pueden ser eternos. Lo ocurrido el 11 de julio no fue, como afirma el gobierno, un golpe blando de mercenarios pagados desde el exterior, fue la reacción tardía de una parte del pueblo que no puede sufrir más los rigores de la pobreza y los ajustes de un semi-neoliberalismo con maquillaje socialista.

Fue el alarido de una ciudadanía que necesita cambios y seguridad en el futuro y que no confía en la clase burocrática que nos dirige hace demasiado tiempo. Los gritos de Libertad significan, primero que todo, libertad para elegir y sustituir a los corruptos, los ineficientes y los ineptos.

***

[1] Martha Prieto (Profesora titular de Derecho Constitucional de la Universidad de La Habana),  en la sección Controversia ¿Qué pasa con las leyes? Legislación, política y reordenamiento, en Temas, nros 89-90, enero-junio de 2017.

6 enero 2022 78 comentarios 7k vistas
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Kohan (1)

Néstor Kohan y las gafas oscuras de cierta izquierda

por Alina Bárbara López Hernández 25 noviembre 2021
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Un empresario chileno residente en Cuba, Rodrigo González Hidalgo —que divide el tiempo entre su restaurante privado y el activismo político a favor del gobierno y es conocido en redes sociales como Rodrigo Huaimachi— conversa con Néstor Kohan, filósofo argentino, sobre la obra de este último y sus muchas consideraciones relativas a la realidad insular.

El espacio en que tertulian es La Manigua, un canal en Telegram proverbial por su extremismo, vulgaridad e incluso misoginia en el tratamiento a cualquier persona que disienta de las políticas oficiales. Esta larguísima conversación, revisada y enriquecida por Kohan según se aclara, fue publicada luego en tres partes por los sitios La pupila insomne y Cubadebate (I y II).

Podría creerse que el intercambio con un académico que cuenta con varios libros publicados y amplio currículo, mejoraría los estándares habituales de La Manigua; sin embargo, no solo no ocurrió eso, sino que, por el contrario, el invitado se sintió allí como pez en el agua.

Kohan y la razón calumniosa

La Filosofía es una ciencia y, como tal, debe fundarse en evidencias. Para discurrir sobre cualquier aspecto de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento, sus tres enormes ámbitos, los filósofos deben partir de constataciones. Kohan se niega a ello y acude entonces a una perniciosa costumbre que Gastón Baquero denominó hace tiempo: «La injuria como razonamiento».

Usar la calumnia para desacreditar a colegas que profesan otros puntos de vista, es un hábito que ha sentado cátedra entre algunos intelectuales a los que el tema Cuba les funciona como escudo para defender dogmas desafiados por la historia. En agosto pasado, Atilio Borón, otro gurú de la izquierda, utilizó su cuenta en Twiter para acusar de contrarrevolucionarios a tres intelectuales cubanos invitados por la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires al panel «A un mes de las protestas del 11 de julio». Ni siquiera tuvo en consideración que era su propia universidad, donde también labora Kohan, la que organizaba el debate.

Panel s/Cuba en Sociales/UBA: 3 expositores muy contrarios a la Revolución, ninguno a favor. No me parece. Para colmo utilizaron imagen de una manifestante castrista; se dieron cuenta y ahora la cambiaron. No quiero juzgar intenciones pero son 2 graves errores. Cuba no los merece pic.twitter.com/MV1r0HOHBd

— Atilio Boron (@atilioboron) August 10, 2021

Como bien afirma el profesor e investigador cubano Alexei Padilla, al referirse a este tipo de estrategias en su artículo «Fallas de la cultura política: ataques personales en lugar de argumentos»:

No es necesario haber leído los principales libros y artículos del filósofo alemán Jurgen Habermas, o hacer un curso de teoría y democracia deliberativas, para entender que el ataque personal develará la pobreza y/o ausencia de argumentos de quien utilice esa táctica. Los argumentos válidos se han de responder con contra-argumentos. O sea, con propuestas racionales basadas, preferiblemente, en información real y no en convicciones religiosas o ideológicas.

En la referida entrevista, además de hablar de sí mismo, sus libros e influencias formativas, Kohan se dedica a diagnosticar lo que entiende como la disidencia cubana. Y ahí hace de la calumnia un arte. En su diatriba sobre lo que bautiza «izquierda gelatinosa» o «izquierda muy suavecita», «con demasiadas comillas», —y motivado por la insistencia del entrevistador—, dedicó un espacio a enjuiciar a La Joven Cuba, portal de análisis que coordino desde hace un año y en el que escribo con sistematicidad desde hace cuatro.

Al respecto expresa: «No lo he leído mucho y te confieso que no me interesa detenerme allí. Porque lo poquito que leí era de bajísima calidad. No me interesa perder el tiempo leyendo pasquines de ese tipo».

No nos lee, pero inexplicablemente, y sin evidencias, nos cataloga como «Pasquín de ignorantes», y es así que pregunta, retóricamente indignado: «¿Vale la pena perder el tiempo con semejantes chapucerías?», para responder de inmediato: «Cada persona decidirá. Yo no pierdo el tiempo leyendo charlatanes y ventrílocuos del imperialismo».

No importa que LJC esté integrado por un equipo de prestigiosos intelectuales con doctorados y maestrías en ciencias históricas, filosóficas, pedagógicas, económicas, en relaciones internacionales y periodismo; junto a un enorme grupo de colaboradores respetados y con sólidos currículos. Tampoco interesa a Kohan que los análisis que allí se hacen, con los que puede discreparse por supuesto pues no son infalibles, ni lo pretenden, se distinguen por ser fundamentados y respetuosos.

Mucho menos reconoce que somos un medio de izquierda que sostiene una postura socialista y antimperialista. Llegados al punto de la razón calumniosa, ya no se trata de leer para objetar, analizar argumentos para desmontarlos; nada de eso, con ofender y acusar es suficiente, y en ello, nadie lo dude, Kohan es un maestro.

No todos comparten, por suerte, criterios tan absolutos. LJC ha crecido sólida y sostenidamente en visitas, y en lo que va de 2021 tenemos más que en los dos años anteriores juntos. De esos lectores, una enorme cantidad vive dentro de Cuba. Sentimos defraudar a Kohan con estas noticias.

Kohan (2)

Néstor Kohan (Foto: Álvaro Valero)

La manera en que se refirió a mí en la conversación es toda una paradoja. Porque que un argentino diga de un texto que posee «un nivel de arrogancia» y «un grado de petulancia» que le «generó vergüenza ajena», es tremendamente irónico y me hizo sonreír recordando la vieja expresión: «un conejo diciéndole orejón a un burro». Y perdonen tantos amigos que allí tengo (mi querida María por sobre todos), pues sé que con la idiosincrasia gaucha hay tanto arquetipo como con los cubanos, de los que se afirma que somos todos excelentes bailadores, cuando desgraciadamente muchos, como es mi caso, no sabemos mover un pie.

Pasaré también por encima de otros agravios, algunos muy serios, e indudablemente no descenderé al nivel de Kohan, no hay que exagerar. Me interesa más cuestionar su actitud científica y ética.

Kohan es impreciso cuando se refiere a una tesis que he manejado en varios textos y fundamentado a lo largo de muchos años de estudio: el histórico carácter antimarxista del Partido Comunista, en cuanto a que da la espalda al método dialéctico materialista y maneja un discurso ideológico que, al convertirse en ideología de Estado, ha instrumentado como mecanismo de dominación sobre toda la sociedad; ello ni siquiera es exclusivo del comunismo cubano.

He investigado durante más de treinta y cinco años la historia del Partido Comunista, especialmente desde su legalización en 1938; defendí un doctorado sobre el pensamiento político de Juan Marinello, intelectual que presidió esa organización entre 1939 y 1959; tengo tres libros y gran cantidad de ensayos y artículos publicados en los que sustento de diversas maneras esta tesis, y soy miembro correspondiente de la Academia de Historia de Cuba. A pesar de eso, Kohan solo asevera que ha leído una «declaración en el Facebook de la directora o la subdirectora» de LJC donde:

Adoptó un fragmento que tenía no más de tres o cuatro renglones del año setenta y pico, creo que era de 1975 o 1976. Entonces tomó un documento aislado (absolutamente descontextualizado, violentando las reglas elementales de la hermenéutica) del partido cubano y extractó tres o cuatro renglones.

Y a partir de allí dedujo (¡vaya a saber uno con qué reglas lógicas!) como conclusión general que este partido… no único, diría yo, sino partido unificado, que se ha nutrido de corrientes muy diferentes (que siguen existiendo y conviviendo hasta el día de hoy con matices distintos…quien conozca Cuba y haya participado de un debate político en Cuba, sabe perfectamente que esas corrientes siguen vivas, están unidas y articuladas, por suerte el imperialismo no logró fragmentarlas, ¡por suerte! como sí logró en otros países y por eso cayeron derrotados, pero evidentemente siguen vivas esas tradiciones que conviven, ¿verdad?); entonces esta editora de La Joven Cuba afirma que el partido cubano “jamás ha sido marxista”. ¡Jamás! Cuando leí eso… no sabía si reír o llorar. ¡Pero qué nivel de ignorancia! ¡Qué grado de petulancia! Quiero creer que escribe eso por ignorante, arrogante y soberbia, no porque recibe dinero del imperialismo. ¡Quiero creer eso! Y si en realidad escribe eso para quedar bien con sus “mecenas” y “patrocinadores”, incluyendo a su jefe de redacción que opera desde Estados Unidos…. lo dejo provisoriamente a un costado. Me quedo exclusivamente con el contenido de lo que afirma, para poder analizarlo.

No sé si agradecer a Kohan el beneficio de la duda, al menos quiere creer que escribo por ignorancia y no porque reciba «dinero del imperialismo». Otros intelectuales no han tenido esa suerte. Hace poco, en un mensaje de correo electrónico dirigido a una larga lista de personas, se refirió al respetado historiador y jurista cubano Julio César Guanche como un «farsante rentado». Realmente preocupa esa manía difamatoria, parece síntoma de inestabilidad mental, con todo respeto.

Kohan (3)

Julio César Guanche (Foto: OnCubaNews)

Pero volvamos a lo esencial. Mientras yo cito textualmente a Kohan y pongo acá los enlaces a la entrevista para que pueda ser leída, él no se preocupó por hacer lo mismo en mi caso, como es usual entre académicos e intelectuales. Admite que apenas leyó algo que escribí en Facebook, sin precisar siquiera qué texto está enjuiciando, y se permite afirmaciones infundadas, sin una revisión crítica de mis publicaciones o de mis ideas. «Si no te gusta el mensaje mata al mensajero», parece su máxima favorita.

Además de sus falencias éticas, es evidente también una escasa solvencia en el terreno de la historia de Cuba, pues afirma sin ruborizarse que las tres corrientes que conformaron al PCC en 1965, «siguen existiendo y conviviendo hasta el día de hoy con matices distintos» dentro de esa organización política. Únicamente pido a Kohan que demuestre esta enunciación, de lograrlo merecería, mínimo, el Premio Nacional de Historia.

La intención del argentino de presentar al Partido Comunista como una organización que se caracteriza por su democracia interna y es representativa de las corrientes de pensamiento de izquierda en la Isla, es desafiada constantemente por la realidad y va de la mano con su marcado ataque a cualquier postura crítica sobre el Partido y Estado cubanos, venga de cualquier punto del espectro ideológico.

¿Es esto sui géneris en Kohan o es propio del enfoque de una parte de la izquierda que, cuando se trata de Cuba, gusta confundir gobierno con Revolución y poder de la clase burocrática con poder popular?

Las gafas negras

En 1985, siendo una veinteañera estudiante de Marxismo e Historia, vi la película argentina La historia oficial. Tras el fin de la dictadura, una profesora sospecha que su pequeña hija adoptiva fue arrancada a una madre desaparecida durante esa sangrienta época. El guión, la fotografía, las actuaciones, son inolvidables. El filme, incluso, obtuvo el premio Oscar de ese año a la mejor cinta extranjera.

La extensa escena inicial muestra a la profesora que transita en su auto, lo parquea y camina entre la multitud para llegar a su trabajo. Unas ancianas vestidas de blanco desfilan con carteles, otras personas miran desde aceras y autos. Ella, encarnada por la excelente actriz Norma Aleandro, grande en el papel, se coloca unas gafas oscuras, simbólicas, y continúa su camino ajena a una realidad que en poco tiempo cambiará su vida.

Kohan (4)

Así, con unas enormes gafas negras, me represento a ese sector de la izquierda al que pertenece Néstor Kohan y que se denomina amigo de Cuba, cuando en realidad prefiere no mirar lo que de verdad está ocurriendo. Acepta por buena la narrativa del gobierno y el aparato ideológico porque contribuye a su leyenda y los mantiene en una zona de confort ideológico.

Es la izquierda que no entendió el mensaje cuando implosionó el socialismo en Europa Oriental y todavía sueña con que este modelo burocratizado, mal llamado socialista, es funcional porque ha sobrevivido tres décadas más en una pequeña islita. Como dijo una psicóloga cubana a la que admiro por su valor y coherencia: «para que ellos se sientan bien, nosotros tenemos que sacrificarnos».

Afirmar que todo el disenso que existe en Cuba, desde el pensamiento crítico sobre el gobierno hasta la manifestación del 11-J, se deben a una agenda financiada desde el extranjero, y que es resultado exclusivo de «una operación comunicacional», es, primero, negar de plano el conflictivo sustrato económico y sociopolítico existente en el país, y segundo, acusar con etiquetas difamatorias a un pueblo sufrido y estoico como el nuestro. En Cuba, la falta de libertad al que piensa diferente respecto al gobierno, no tiene que ver con la ideología, sino con el poder y con la falta de democracia para ejercerlo.

Pocos pueblos han resistido los rigores de años de sacrificios y carencias sin reaccionar. Eso es lo raro, eso es lo que debiera estudiar la izquierda. Y no generalizo, me refiero al sector que prefiere expresar fidelidad al gobierno cubano en lugar de ser fieles, ideológicamente, a las necesidades de las capas más humildes, y científicamente, al rigor que ofrece el método de la dialéctica materialista para analizar procesos sociales.

Esa es la izquierda que denuncia una terapia de choque en sus países y no es capaz de identificarla en la denominada «Tarea Ordenamiento», reforma de precios y salarios aplicada acá, que hizo crecer los segundos en una proporción mucho menor que los primeros, adsorbiendo en poco tiempo el salario real y deprimiéndolo nuevamente en medio de la crisis y carestía actuales; que no se atreve a mencionar la polarización y las desigualdades sociales aparejadas a la semi dolarización del comercio y los servicios en Cuba, donde único se hallan determinados productos básicos para la vida cotidiana.  

Son los supuestos amigos que, ante denuncias de atropellos y violencia ejercidos por parte del estado cubano a su ciudadanía: amenazas, retenciones arbitrarias, despidos de empleos por motivos ideológicos, violación de derechos constitucionales, numerosos presos políticos, condenas desmedidas, y otras evidencias; nos piden compararnos con sus desaparecidos y sus asesinados por las dictaduras militares, o, en el mejor de los casos, arguyen no contar con pruebas y aceptan entonces la versión oficial. 

Es el sector de una izquierda dogmática que escoge entre condenar al imperialismo de los Estados Unidos y su injerencismo hacia Cuba o criticar al gobierno cubano por no ser el Estado Socialista de Derecho que estipula su Constitución; sin entender que es posible y necesario hacer ambas cosas; que eso es lo justo, lo ético y lo coherente.

No es la primera vez que Kohan actúa como una especie de as en la manga al que nuestro aparato ideológico oficial acude, presentándolo como voz autorizada de la izquierda, para dirimir controversias ideológicas internas. Ya lo hizo antes, cuando denunció como una conspiración de Soros y su Open Society al fenecido proyecto Articulación Plebeya, que mucho antes del 11-J pretendió ser un espacio facilitador de debates en la sociedad cubana.

Considero que su tendencia a la calumnia y a la descalificación gratuitas, su desprecio por las normas éticas y su ignorancia de la realidad cubana, lo convierten, efectivamente, en fiel representante de cierto sector de la izquierda, acrítico y complaciente, que se coloca gafas oscuras y sigue su camino porque prefiere no mirar lo que en verdad está ocurriendo en Cuba.

25 noviembre 2021 75 comentarios 4k vistas
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Inmovilismo (1)

En Cuba, el inmovilismo ya no es una opción

por Alina Bárbara López Hernández 18 noviembre 2021
escrito por Alina Bárbara López Hernández

El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, asegura que este no es el peor momento de un Gobierno cubano después de 1959. La intervención en playa Girón y el período especial, afirma, fueron momentos más complicados. Se equivoca. Nunca antes convergieron estos cinco factores: crisis económica estructural, inexistencia de un socio geopolítico firme, agotamiento simbólico del modelo, pérdida del monopolio de la información y de la prensa por parte del partido único, y presión de al menos dos generaciones que nacieron y han vivido en medio de crecientes penurias.

La implosión del socialismo en Europa del Este no aportó suficientes lecciones. Tres décadas y cinco congresos del PCC más tarde, una parte de la ciudadanía se organiza, exige cambios inmediatos y no hay mucho que ofrecerle. ¿Reformar el modelo económico? Lo prometió Raúl Castro hace 15 años y hasta hoy no se pueden mencionar muchos éxitos. ¿Justicia social? El paquete de medidas implementado en enero pasado, denominado Tarea Ordenamiento, provocó el incremento sin precedentes de la pobreza, desigualdad y polarización social. ¿Un nuevo pacto social?

La Constitución de 2019, que proclama a Cuba «Estado Socialista de Derecho», ha resultado letra muerta. ¿Liderazgo? El carisma y la habilidad política de Fidel Castro no se heredan, y la legitimidad del modelo social dependerá ahora de su capacidad para satisfacer las necesidades de la población.

Que el estallido social del 11 de julio ocurriera tres meses después del 8º Congreso del PCC, indica la incapacidad para identificar y dar respuesta al deterioro de la situación, agravada por la pandemia y por medidas hostiles del Gobierno de Estados Unidos.

Luego de casi 63 años, el modelo político de partido único —representante en realidad de los intereses de una clase burocrática perpetuada—, no puede esconder un disenso que incluye un amplio espectro de tendencias ideológicas, entre las cuales también está la izquierda crítica, como prueba una reciente Declaración de colectivos socialistas respaldada por numerosas agrupaciones de la izquierda internacional. En ella se demandan sindicatos autónomos no subordinados al Estado y el establecimiento de derechos como la libertad de manifestación, de huelga, autonomía universitaria e implementación de una ley de asociaciones.

El modelo de socialismo burocrático no admite la participación real y espontánea de la ciudadanía en la actividad política, de ahí que la reacción del Gobierno ante el aumento del disenso ha sido multiplicar la violencia y la criminalización e ignorar numerosas solicitudes a un diálogo nacional pacífico. Justificado en que la Constitución dictamina como irreversible al socialismo, se declaró ilícita la convocatoria a una manifestación para la que habían pedido autorización grupos de ciudadanos en varias provincias, y que además es un derecho establecido en la Carta Magna.

Inmovilismo (2)

Yunior García asoma el puño por la ventana de su departamento en La Habana, el 14 de noviembre de 2021.(Foto: RR.SS y Reuters / Adalberto Roque | AFP)

Con el fin de desalentar la participación, se diseñó una lamentable campaña de desprestigio contra el dramaturgo Yunior García Aguilera —uno de los gestores de la iniciativa—, joven y reconocido intelectual al que acusan de seguir un plan de la CIA y otras instancias contrarias al Gobierno con el objetivo de subvertir el orden político. Una de las principales acusaciones que le imputan es su presencia en un curso en España al que asistió el expresidente Felipe González, con el cual aparece retratado junto a otras personas. Según medios oficiales cubanos, González es un promotor del neoliberalismo, y el periódico Granma recalca que en 1983 «creó los Grupos antiterroristas de Liberación, responsables de secuestros, torturas y asesinatos en ese país».

Paradójicamente, en esos mismos días la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba, recordaba con orgullo la entrega del título de doctor honoris causa al político español Manuel Fraga Iribarne, un hecho que provocó el rechazo de numerosas personas y una declaración de jóvenes universitarios que recordaron su pasado franquista y solicitaron la supresión del reconocimiento.

Son indignantes las penas de prisión a manifestantes del 11-J, en algunos casos de más de 20 años, con evidente intención ejemplarizante; los interrogatorios constantes a opositores, activistas y ciudadanos; amenazas a familiares y amigos de quienes han mostrado intención de participar; despidos de universidades y otros centros; elevadas multas por publicar en redes sociales; cortes de internet; incluso, se ha llegado al punto de que cualquier mensaje de texto con la palabra manifestación es bloqueado automáticamente.

Yunior García, que decidió marchar en solitario el día antes de la fecha convocada, fue sitiado en su casa. Agentes de Seguridad del Estado se sientan a las puertas de aquellos que piensan manifestarse. Algunos han sido apresados. Por las calles circulan patrullas policiales deteniendo personas. Muchos agentes de civil, demasiados, se acercan a los que visten de blanco para indagar por sus motivos.

En un céntrico parque habanero, a la misma hora, el presidente Díaz-Canel disfruta de un acto político-cultural organizado por jóvenes simpatizantes que se distinguen por sus pañuelos rojos. Es un pulso de colores.

Es muy probable que la violencia del Estado desestimule la participación en la marcha de ayer. Aún es domingo y no lo sé. Si así fuera, el Gobierno presumirá de mayor consenso del que en verdad posee. Su gran error ha sido personalizar la oposición en una figura, grupo, o hecho particulares, y negarse a una lectura verdaderamente política del contexto real que hoy existe, donde el descontento popular es muy grande y los cinco factores mencionados crean un potencial conflictivo que indica claramente que el inmovilismo ya no será una opción aceptable para la ciudadanía cubana.

***

Este artículo fue publicado originalmente en el diario español El País.

18 noviembre 2021 59 comentarios 3k vistas
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Escila (1)

Entre Escila y Caribdis, el accidentado viaje de la ciudadanía cubana

por Alina Bárbara López Hernández 15 noviembre 2021
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Cuenta el poema de Homero que uno de los muchos obstáculos que debieron sortear Odiseo y sus compañeros para retornar a Ítaca, fue atravesar el estrecho paso marítimo de Mesina, que separa Calabria de Sicilia. Allí vivían dos monstruos marinos: Escila y Caribdis. Los lados del canal estaban al alcance de una flecha, de modo que los barcos que intentasen evitar a uno debían acercarse peligrosamente al otro. De esta historia surge la expresión: «Estar entre Escila y Caribdis»; es decir, entre la espada y la pared. 

Muy lejos del Mediterráneo en espacio y tiempo, se vive un trance similar. Desgraciadamente no se trata de una leyenda, sino de una historia de tensiones geopolíticas que se ubica en el estrecho de la Florida, donde dos fuerzas reclaman para sí la voz de un pueblo.

La fuerza interna, personificada por una burocracia corrupta que controla, férrea y totalitariamente, el poder político; se niega a dar cuenta de sus errores y llama Revolución a lo que en verdad es ya un gobierno de espaldas a la realidad social. La fuerza externa, representada por los Estados Unidos, poderoso país vecino al que nunca ha molestado dictadura alguna si sus intereses económicos y estratégicos están a salvo.

El gobierno de Cuba estableció siempre una relación directamente proporcional entre disidencia e injerencismo. Según el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla en reciente conferencia de prensa: «No hay acciones autóctonas de desestabilización en Cuba, de oposición a nuestro gobierno».

Y es real que durante mucho tiempo gran parte del disenso en Cuba se subordinó a los Estados Unidos. Primero, porque por lo general rechazaban de plano el socialismo en momentos en que el gobierno disfrutaba un significativo consenso social, y eso los acercaba ideológicamente a las agendas de subversión y cambio de régimen.

Segundo, porque el control de la información y la prensa por parte del gobierno cubano impedía otro modo de visibilizar insatisfacción o críticas ciudadanas que no fuera a través de medios de difusión con centro en el Norte. Ello influyó entonces en la falta de base social que tuvo ese disenso al interior de la Isla, pues si bien muchas personas estaban descontentas ante decisiones gubernamentales, no se avenían a que tuvieran que ser ventiladas con el apoyo logístico de un país hostil al nuestro.

Porque lo que nadie puede negar es que la relación geopolítica de EE.UU. hacia Cuba ha sido imperialista desde antes de 1959; que jamás rompieron relaciones durante las dictaduras de Machado y Batista, a pesar de la violación flagrante de los derechos de cubanas y cubanos; y que su hostilidad fue potenciada por el triunfo de una revolución profundamente antimperialista que nacionalizó propiedades en manos de compañías norteñas.

También es irrefutable que el bloqueo a Cuba, sobre todo por su carácter extraterritorial, perjudica nuestras relaciones comerciales y financieras. Además de que como estrategia geopolítica ha demostrado ser ineficaz; desde el punto de vista humano afecta al pueblo y no directamente a la clase burocrática que dirige el país, a lo que se suma que ha servido como justificación a errores en políticas y decisiones internas.

Escila (2)

El bloqueo a Cuba, sobre todo por su carácter extraterritorial, perjudica nuestras relaciones comerciales y financieras.

La dirigencia cubana, apoyada en este escenario, exacerbó la tesis de la plaza sitiada y fundó el dogma oficial que certifica que quienes critican al gobierno devienen automáticamente partidarios del injerencismo norteamericano. La voz de la ciudadanía fue silenciada. Para mantener la soberanía de la patria entregamos la soberanía popular. La obediencia y la unanimidad se convirtieron en norma. Parafraseando al director de fotografía Raúl Prado: dejamos de ser ciudadanos para ser habitantes.

El acceso de cubanas y cubanos a Internet cambió las reglas del juego, al permitir a importantes sectores disponer de información, debatir abiertamente, objetar políticas y decisiones gubernamentales y establecer una constante discusión virtual sobre el presente y futuro de Cuba.

El gobierno cubano ha perdido el monopolio en la creación de mensajes hegemónicos y los medios no desempeñan ya el rol de mediadores, puesto que nuevos agentes políticos pueden comunicarse directamente con los ciudadanos. Ello resulta una realidad, pero lo es, tanto para la relación de la ciudadanía con el gobierno; como para su trato con un tipo de oposición vinculada a intereses norteamericanos. Actualmente el antimperialismo y la lucha por una transformación que democratice a la sociedad cubana no necesitan estar, como dos fuerzas rivales, a ambos lados del cuadrilátero político.

Es cierto que la oposición tradicional y los representantes de un extremismo anticomunista e injerencista tratan de acercarse a esta nueva hornada de disenso, mucho más diversa en sus posturas políticas y, por ello, mucho más representativa de la sociedad civil cubana. Nótese algo en la famosa llamada de Ramón Saúl Sánchez a Yunior García Aguilera: es el viejo opositor quien llama al joven para presentarse y ofrecer su colaboración, cuando lo habitual hasta hace poco era escuchar a los disidentes de acá llamando a Radio Martí, y antes a otras emisoras; por otro lado, y aunque la tergiversación mediática no lo resalte, Yunior rechazó el ofrecimiento.

Aun así, la reacción del gobierno cubano es convertir automáticamente a sus críticos en plattistas o injerencistas, pues su necesidad de un enemigo único es parte del discurso excluyente, discriminatorio y arbitrario que lo caracteriza. Y para ello se ha mostrado capaz de extremos degradantes en su afán por criminalizar a las personas que disienten: vigilancia constante, amenazas, detenciones arbitrarias, arrestos domiciliarios ilegales, calumnias sin fundamento, cortes de Internet y todo tipo de comunicaciones, actos de repudio y largas condenas de prisión, como se ha visto en el caso de los manifestantes del 11-J, etc.   

A pesar de ello el disenso crece, alimentado por condicionamientos muy anteriores a la pandemia y al gobierno de Donald Trump. Por una parte, ha madurado el factor subjetivo para una transformación, emerge una actitud cívica que había sido aplastada por condicionamientos políticos, educativos y mediáticos, sobre todo entre los jóvenes; por la otra, la democratización de la información y las comunicaciones, aun con sus altísimos precios, también ha independizado al disenso del área de influencia inmediata de los Estados Unidos. Solo se subordinan a esa vieja práctica quienes por razones ideológicas, muchas veces oportunistas, así lo deciden.

Negar la diversidad de ideas de un país es negar el país mismo.
Sigo haciendo el mismo llamado: "Que el Amor sea la prédica" 🕊️💛

— Jota (@jotabarrioz) November 14, 2021

Claro que Estados Unidos aprovechará cualquier disidencia interna para presionar más al gobierno de Cuba. Pero, ¿que se nos pide a cambio? ¿Mantener un silencio cómplice? ¿Permitir que se continúe dirigiendo el país al margen de la ciudadanía? ¿Admitir que sean violentadas las leyes y la propia Constitución? Eso no es posible.

No obstante, la vieja estrategia silenciadora de no darle armas al imperialismo continua siendo parte de los análisis. Un anciano profesor se quejaba en su muro de Facebook de que: «Por culpa de Yunior y sus colegas, USA encontrará un nuevo pretexto para seguir castigando al pueblo cubano e impedir alcanzar la prosperidad (…)». El profesor se hace eco, quizás sin intención, de la antigua tesis del antinjerencismo propia de las primeras décadas de la República: «Contra la injerencia extraña la virtud doméstica».

Con ella se evitó por mucho tiempo la transformación y democratización de la sociedad cubana, hasta que la generación juvenil del 25 tomó conciencia de sí y decidió romper con el monopolio político del mambisado y con la ascendencia mágica que los revolucionarios del 95 ejercían sobre la política. Aquellos viejos líderes independentistas habían llevado el país a una encrucijada. Los jóvenes, con su participación inconforme, contribuirían al nacimiento de una nueva Constitución, mucho más avanzada.

La encrucijada actual

El modelo de socialismo burocratizado que existe en Cuba no necesitó en otras latitudes de un enemigo histórico cercano para implosionar. Si ha demorado tanto en afrontar aquí una crisis de esta magnitud —económica, política, social y simbólica—, ha sido precisamente por ese enemigo, que contribuyó, con su política prepotente, a mantener un sentido de cohesión por la defensa de la soberanía. Pero ello fue posible mientras el gobierno logró mantener un relativo consenso a través de un pacto social inexistente hoy.

El momento de reformarse fue demorado excesiva, innecesaria e imprudentemente; y los tiempos históricos, aunque a veces se crean infinitos, no lo son. Desde las tres décadas que nos separan del derrumbe socialista en Europa Oriental, se ha dado una enorme vuelta, y a pesar de que Ricardo Ronquillo, presidente de la UPEC, comparó la marcha de la Revolución con la de un ómnibus del que algunos se bajan, debe convenir que en ese recorrido no todos los pasajeros iban sentados cómodamente, en sección VIP y con climatización; muchos viajaban de pie en el pasillo e incluso, algunos colgaban de las puertas sin puntos de apoyo.

Escila (3)

(…) en ese recorrido no todos los pasajeros iban sentados cómodamente, en sección VIP y con climatización. (Foto: Connectas)

En el artículo «El gran círculo», escrito durante el proceso de consulta popular previo a la aprobación de la Constitución de 2019, temiendo este desenlace, alerté:

(…) cuando me represento la imagen de un círculo tengo muy claro que nunca se llega igual al punto de partida. A nivel de la sociedad cubana han ocurrido sustanciales modificaciones en estas tres décadas. Primero, porque todas las personas no han sufrido del mismo modo los años duros y la pobreza, tampoco son las mismas generaciones, ni la confianza, ni la paciencia o capacidad de resistencia, ni el nivel de compromiso político, ni existe ya el monopolio de la información y de las campañas ciudadanas, y sería una imagen terrible para este planeta interconectado percibir el sufrimiento y las privaciones que desgraciadamente conocimos en los noventa. Si la posibilidad susurrada por muchos de un nuevo período especial se hiciera realidad, nunca volvería a repetirse exactamente ni con análogas reacciones internas.

Muchos militantes de izquierda en el mundo pueden pensar que al criticar al gobierno de Cuba le hacen el juego al gobierno norteamericano pues se cuestiona a un país socialista. No es así. El modelo burocrático también aquí ha debilitado el socialismo al negarse a reformarlo y cerrarse a la participación ciudadana. No somos tan excepcionales como se afirma. Los pilares de un sistema socialista son dos: la propiedad socializada de los medios de producción fundamentales y el poder popular. En Cuba ninguno de ellos es verificable en la práctica.

Los medios de producción están controlados por un grupo de poder que ha conducido a la pérdida del sentido de propiedad, en un modelo en el que la burocracia se convierte, de hecho, en la administradora de los medios de producción que deberían ser sociales.

Una parte sustancial del patrimonio económico nacional está sustraído al control popular y se encuentra bajo la égida del Grupo de Administración Empresarial SA (GAESA), empresa adscrita al Ministerio de las FAR. La falta de democracia política consustancial al modelo es consecuencia directa de la falta de democracia en la gestión y administración de la economía.

Respecto al poder popular, parafraseando al presidente Miguel Díaz Canel, es un «concepto patrimonial», en lugar de una práctica política constatable de la que no existen pruebas. No podemos nominar ni elegir a nuestros dirigentes, ni siquiera al nivel de una empresa, una universidad, un centro de investigación… El delegado del poder popular no es mayoritariamente quien nos representa en una Asamblea Nacional blindada al pueblo, donde no es posible asistir libremente a las sesiones ni observar su transmisión íntegra en vivo; y en la que se vota siempre por unanimidad.

En Cuba, la falta de libertad al que piensa diferente respecto al gobierno y se atreve a decirlo, no tiene que ver con la ideología, sino con el poder y con la falta de democracia para ejercerlo. Recordemos que desde el inicio del proceso han sido silenciados muchos militantes comunistas y socialistas.

En los setenta, cuando Yunior García no había nacido para ser el enemigo público número uno, la revista Pensamiento Crítico y el grupo del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana fueron clausurados. En los noventa fueron diasporizados y dispersos los investigadores del prestigioso Centro de Estudios de América.

A lo largo de los últimos años, alumnos y profesores, algunos de ideas socialistas, han sido expulsados de las universidades por razones ideológicas. Ahí están René Fidel González García y Julio Fernández Estrada, profesores y juristas de izquierda. Recordemos también el viacrucis de Leonardo Romero Negrín, joven estudiante universitario golpeado, detenido y multado por su cartel de «Socialismo sí, represión no». Solo son contados ejemplos, hay más.

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Leonardo Romero Negrín, joven estudiante universitario golpeado, detenido y multado por su cartel de «Socialismo sí, represión no».

Llegados al punto en que se encuentra Cuba hoy, los caminos para un cambio social pueden ser dos: pacífico o violento. El primero significaría aprovechar los espacios legales —muchos de ellos que habría que crear primero—, para presionar por cambios económicos, políticos y jurídicos dentro de un diálogo nacional en que no haya discriminación por motivo de credos políticos.

El gobierno, evidentemente, ha elegido el camino de la violencia y la represión. Lo ocurrido este domingo lo demuestra. No sé qué pasará mañana. Democrático no era, pero por mucho tiempo lo creímos revolucionario, en la medida en que gobernó con altos niveles de consenso, garantizando una relativa distribución social y beneficios. Sin embargo, disímiles hechos de los últimos tiempos simbolizan, entre otros que pudieran relacionarse, el incremento de una deriva reaccionaria:

– La molestia con que el anterior primer secretario del Partido Comunista criticara durante su discurso de despedida en el 8vo. Congreso del PCC la alerta de dirigentes intermedios respecto a que los mercados en MLC generarían, lo que Raúl Castro señaló como una «supuesta desigualdad».

– Los gritos enardecidos de una multitud que el 11 de julio, en Palma Soriano emplazaron a un desconcertado comandante, ya anciano, —el único de los históricos que se atrevió a salir ese día—, mientras repetían a coro: «dieron golpes, dieron golpes, dieron golpes», entre otras cosas.

– El silencio de la ANPP ante los hechos del 11-J y, luego, tras el informe del diputado Marino Murillo sobre el fracaso de la tarea de eufemístico nombre; que no solo no fue cuestionado sino que recibió un gran aplauso, mismo con que fue despedido de su cargo como jefe de la Comisión de los Lineamientos, también fenecida.

– El mutismo de la Central de Trabajadores de Cuba ante el hecho constatable de que actualmente la inflación se ha engullido la enorme parte de los nuevos salarios, nominales pero no reales.

– La oda a la alegría como nueva campaña ideológica —con la patética consigna: «no nos van a aguar la fiesta»—, resulta, en un país lleno de personas desesperadas, sin medios de vida, sin confianza en el presente y mucho menos en el futuro; francamente insultante.

Dicha campaña es la demostración más elocuente de que se ha perdido por completo el sentido de la realidad. Aunque no el olfato comercial, según indican los anuncios para la venta de pulóveres y pegatinas con las novedosas consignas.

Escila (5)

El socialismo no es un decretazo constitucional, es un proyecto que requiere de participación colectiva. Muchas personas en Cuba son socialistas o profesan ideas de izquierda, otras no; sin embargo, todas necesitan ser respetadas en tanto actores sociales, y no manejadas a capricho por un grupo, más que de políticos, de tecnócratas que controlan los destinos de la nación. Lo ocurrido este domingo es indignante y demuestra más debilidad y miedo que fortaleza.  

Oponerse a las apetencias imperialistas de Estados Unidos hacia nuestra Patria es un imperativo ético, patriótico y de derecho; que no debiera debilitarse ante los hechos del 11-J, ni de lo que pueda ocurrir el 14 y el 15 de noviembre, o cualquier otro día. Pero confrontar como ciudadanía, con firmeza y por vías pacíficas, la actitud del gobierno —pues la violencia como respuesta a las arbitrariedades conduciría a una guerra civil que debe evitarse—, es un acto revolucionario en las actuales condiciones.

Odiseo necesita llegar a Ítaca de una vez.

15 noviembre 2021 87 comentarios 4k vistas
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Socialismo (1)

Cuba: destino, socialismo y disensos

por Alina Bárbara López Hernández 19 octubre 2021
escrito por Alina Bárbara López Hernández

La negativa del gobierno cubano a la solicitud de autorización para una manifestación pacífica a celebrarse el 15 de noviembre, y los argumentos jurídicos que se ofrecieron para justificar dicha prohibición, generan las siguientes reflexiones.

El destino, ¿fatalidad o determinación?

Si un texto legal no pudiera modificarse, aún estaría vigente el Código de Hammurabi, compendio de leyes y decisiones judiciales del imperio babilónico que se creía dictado por los dioses y, por ello, inmutable. Si las sociedades no pudieran transformarse, las comunas esclavizadas del Egipto Antiguo —con su estado absolutista, teocrático y centralizado— existirían todavía.

Como afirmaba el filósofo alemán Ludwig Feuerbach en La esencia del cristianismo: aun cuando el hombre lo ignorase, él mismo es el motor de la historia. Marx, por su parte, fundamentó que entre el hombre y la historia hay una acción recíproca y una reacción dialéctica.

El devenir de la humanidad ha mostrado que ningún tipo de sociedad es inalterable. El derrumbe del campo socialista dejó muy claro que ningún sistema social es definitivo. Son los hombres y mujeres, como sujetos activos, los que pueden decidir sobre sus condiciones de existencia y, mediante la práctica política, transformarlas.

Declarar irreversible un sistema social es un enfoque mecanicista y antimarxista de la historia. Es también pesimista y pretende transformar al sujeto social en un ente pasivo, obediente a una voluntad superior, dirigido hacia un destino inexorable —especie de fatalidad histórica—, del cual no puede escapar. 

No será el artículo de un tratado legal, sino la implicación de las personas que logren encontrar en el sistema socialista la encarnación de sus aspiraciones, lo asuman como opción consciente y participen activa y directamente en su construcción, lo verdaderamente decisivo. Recordemos que la constitución soviética también declaraba la irreversibilidad de ese sistema.

Socialismo (2)

Un hombre ataviado con uniforme prerrevolucionario quema una bandera de la URSS en una protesta en Moscú tras el intendo de golpe de estado de agosto de 1991.

 Paradójicamente en Cuba, once años después del derrumbe del socialismo europeo fue que se modificó la Constitución de 1976, al adicionar este párrafo al artículo 3 del capítulo I:[1]

El socialismo y el sistema político y social revolucionario establecido en esta Constitución, probado por años de heroica resistencia frente a las agresiones de todo tipo y la guerra económica de los gobiernos de la potencia imperialista más poderosa que ha existido y habiendo demostrado su capacidad de transformar el país y crear una sociedad enteramente nueva y justa, es irrevocable, y Cuba no volverá jamás al capitalismo.

Para aprobar dicha modificación constitucional, como expliqué en el artículo «Crónica de un meteorito», no se siguieron los pasos de un referéndum: informado y secreto. Se hizo en forma de convocatoria política, con firmas públicas en libros abiertos. Tampoco fueron avaladas por notario alguno, como se exige actualmente.

Esa declaración, que daba la espalda a la ciencia y la experiencia, fue considerada desde entonces contenido pétreo, es decir, jamás modificable. Así lo estipuló el artículo 137 del capítulo XV. Por tal razón, en la consulta popular para la Constitución del 2019 tampoco se admitieron planteamientos de la ciudadanía encaminados a variaciones del sistema político y electoral.

El principal dilema de esta cláusula —denominada de intangibilidad—, no es que se convierta en una inconsecuencia teórica con el marxismo y contradiga el preámbulo de la Constitución, que nos considera «guiados por el ideario de José Martí y las ideas político-sociales de Marx, Engels y Lenin». Más grave es que, al declarar irrevocable (inevitable, inapelable, irremediable, necesario, fatal, indefectible, irreparable) no solo al socialismo, sino al sistema (método, régimen, técnica, procedimiento, gobierno, medio, vía, rumbo) económico, político y social vigente en esa constitución, cierra el camino a transformaciones sustanciales o reformas.

Este tipo de cláusula intenta eternizar en el poder a la burocracia dirigente y subordinar la voluntad popular al mandato de un grupo privilegiado. Cuando un grupo de poder —afianzado como nueva clase—, despoja al marxismo de su método científico, lo reduce a su dimensión ideologizante y lo convierte en ideología de Estado, este deja de ser una corriente liberadora y revolucionaria para instrumentarse en mecanismo de dominación. A ese punto hemos llegado en Cuba. Es una postura contrarrevolucionaria y debe ser denunciada.

Casi veinte años han trascurrido desde que el socialismo insular mutara en un requerimiento legal de perspectiva autoritaria y enfoque teleológico. Muchos de nuestros hijos y nietos no habían nacido en el 2002 o no tenían edad para firmar aquella determinación. Ahora se les obliga a acatarla por la fuerza de la coerción. 

En el grupo de Facebook «Utopía Revolucionaria», Daniela Rojo, joven participante en el estallido social del 11-J, indagaba con toda lógica: «¿Si en Cuba no hay socialismo, que es lo irrevocable?» —«Buena pregunta», le respondí.

Socialismo (3)

«¿Si en Cuba no hay socialismo, que es lo irrevocable?»

Socialismo, ¿concepto o realidad?

Hasta hoy, en los países en que ha triunfado una revolución que se ha proclamado socialista, a lo más que se ha llegado es a la estatalización de los medios de producción. No somos una excepción.

La burocracia dirigente aprovechó la nueva Constitución para deslizar astutamente un término que no contenía su predecesora. En el artículo 22, al estipular las formas de propiedad, explica en el inciso a) que la socialista de todo el pueblo es aquella «en la que el Estado actúa en representación y beneficio de aquel como propietario».

En consecuencia, no bastándole ser administradora de hecho, ahora nuestra burocracia lo es también de derecho. Pero un administrador tiene que rendir cuenta a los dueños y esta es una deuda pendiente. En las asambleas de trabajadores, cuando excepcionalmente se celebran, se anuncian disposiciones verticales.

Además, como argumenté en el artículo «Economía militar en Cuba», una parte sustancial del patrimonio económico nacional está sustraído al control popular y se encuentra bajo la égida del Grupo de Administración Empresarial SA (GAESA), empresa adscrita al Ministerio de las FAR y no subordinada a la Contraloría General de la República.

La noción de «propiedad de los trabajadores sobre los medios de producción» se difuminó ante una realidad en la que es imposible designar a los que administran directamente tales medios. La falta de democracia política consustancial al modelo es secuela directa de la falta de democracia en la gestión y administración de la economía.

Las Asambleas de trabajadores de los primeros años fueron cediendo a decisiones impuestas, hasta desaparecer o convertirse en actos formales. En el proceso, los sindicatos, con una larga y prestigiosa historia anterior a 1959, se convertirían en la Boca de Sauron de las administraciones. A ello me referí en el texto «Ventrílocuos».

En los debates del proyecto de Constitución se resaltó la necesidad de implementar el control obrero, lo que además fue incluido en el artículo 20: «Los trabajadores participan en los procesos de planificación, regulación, gestión y control de la economía. La ley regula la participación de los colectivos laborales en la administración y gestión de las entidades empresariales estatales y unidades presupuestadas».

Socialismo (4)

Los sindicatos, con una larga y prestigiosa historia anterior a 1959, se convertirían en la Boca de Sauron de las administraciones. En la foto, Ulises Guilarte de Nacimiento, secretario General de la Central de Trabajadores de Cuba. (Foto: Ariel Cecilio Lemus/Cubadebate)

No obstante, ni en el congreso posterior de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), ocurrido en abril de 2019, ni en la reunión celebrada el 8 de enero del pasado año, se debatió, o se hizo siquiera referencia, al modo en que el referido artículo será concretado en leyes claras y precisas, que permitan a trabajadoras y trabajadores tener un protagonismo real en los planes de la economía, y no uno que solo viva en el discurso y en los conceptos. Así lo reafirmé en el artículo «Puesta en escena».

Sin un efectivo control ciudadano en la vida política, en el modo de nominar y elegir a quienes gobiernan, no podremos sustituir a los incompetentes, atajar a los corruptos y controlar los medios de producción fundamentales, que en teoría son de todos pero en la práctica son gestionados y administrados por una capa burocrática.

El socialismo burocrático de Partido único ha creado una especie de deidad que escapa al imperio de la ley al situarse por encima de ella, acentúa el extremismo político y se separa de la ciudadanía. Hasta ahora todos los modelos con estas características, lejos de conducir a una sociedad socialista, han disimulado un capitalismo de Estado con rasgos de corrupción y elitismo.

¿Y es eso lo que se anuncia como irreversible? ¿Ese es el futuro eterno que se nos ofrece? Es perfectamente lógico entonces que existan entre la ciudadanía sentimientos de inconformidad y rechazo y actitudes discrepantes. Sin embargo, ¿puede hablarse de una disidencia en Cuba?

Los disensos

Como en el modelo de socialismo burocrático de partido único no se admite la participación real y espontánea de la ciudadanía en la actividad política, todo disenso ha sido reducido a una categoría: el enemigo. Por lo general se acompaña de apelativos muy variados: pagados (por el imperialismo, Soros, o la CIA); mercenarios del imperio, u otros.

Comprendo que para la dirigencia política sea más pragmático luchar en un frente que en varios. Pero en Cuba es más realista hablar de disensos, en plural. En mi percepción, que no pretendo imponer, existen tres tipos reconocibles. Sin intentar una clasificación pormenorizada, solo identificaré tendencias generales: 

1. Socialistas democráticos (un amplio espectro ideológico que abarca desde marxistas críticos, anarquistas, católicos y cristianos de izquierda, socialdemócratas, ecologistas, feministas, afrodescendientes…). Son proclives a un socialismo inclusivo y participativo, con respeto a la pluralidad y ajeno al modelo burocrático vigente.

2. Pro-capitalistas democráticos (con diferentes matices desde el liberalismo al neoliberalismo e incluyen también algunos de los sectores y minorías mencionados). Se distinguen por su pluralismo político y no rechazan la convivencia con posturas de izquierda.

3. Pro-capitalistas radicales y extremistas (son el otro lado del espejo del Partido único). No admiten la legitimidad de las posturas de izquierda y proclaman la censura del Partido Comunista en un país futuro, favorecerían una supervisión de los Estados Unidos en Cuba.

Socialismo = Represión.

El socialismo es represión de libertades económicas, políticas, educativas, religiosas, de conciencia… Todo en nombre del bien social y común-ISTA#SocialismSucks #BigGovSucks #LibreMercado #Paleolibertario @CubaDerecha pic.twitter.com/GNTo2vHrot

— Pastor Adrian Pose (@PstorAdrianPose) May 2, 2021

Cuando se debatía el proyecto de Constitución publiqué el texto «Disonancia», en el que manifestaba mi preocupación porque si bien el artículo 1 del proyecto reconocía:

Cuba es un Estado socialista de derecho, democrático, independiente y soberano, organizado con todos y para el bien de todos, como república unitaria e indivisible, fundada en el trabajo, la dignidad y la ética de sus ciudadanos, que tiene como objetivos esenciales el disfrute de la libertad política, la equidad, la justicia e igualdad social, la solidaridad, el humanismo, el bienestar y la prosperidad individual y colectiva;

se apreciaba una notoria incoherencia en el hecho de que en el artículo 40, entre los derechos, libertades y oportunidades que recibían la protección de las autoridades y que no podían ser objeto de discriminación, se habían omitido las creencias políticas.

Advertí al respecto: «Esta incongruencia no puede ser justificada por ningún argumento. Todas las ideologías deben tener igual protección ante la ley, más si el propio artículo 1 reconoce su disfrute como uno de los objetivos de la República».

El modo en que nuestra burocracia resolvió la susodicha incoherencia puede pasar al libro de Records Guinnes del cinismo. Simplemente omitieron una palabrita, una simple palabrita del artículo 1. Donde antes decía «libertad política», quedó escrito en el documento definitivo de la Constitución: «para el disfrute de la libertad, la equidad, la igualdad, la solidaridad, el bienestar y la prosperidad individual y colectiva».

Saber qué entiende la burocracia por libertad a secas es más de lo que puedo discernir. Lo cierto es que el cambio de redacción le dio ínfulas para ejercer la discriminación sin ningún tipo de límites.

Cuando se niega el derecho a manifestación que la Constitución proclama —y que es interpretado de un modo en que el Estado Socialista de Derecho deviene quimera—, se le está negando a todas estas tendencias. Vale reflexionar entonces en la fuerza real de un modelo que teme a sus críticos, que cree posible que una manifestación lo derroque, que anuncia su confianza en el pueblo y asegura estar apoyado por la mayoría; pero no se atreve a probarlo en la práctica política.

La respuesta de las autoridades del Gobierno entregada este martes a la notificación para la realización de la Marcha Cívica por el Cambio el día 15 de noviembre informó a los integrantes de Archipiélago que “no se reconoce legitimidad en las razones que esgrimen para la marcha” pic.twitter.com/rfNNxoNS8k

— Archipiélago (@ArchipielagoCu) October 12, 2021

Haber gobernado tanto tiempo desconociendo el sentir real de la ciudadanía, sin dar espacio a la crítica profunda y a la participación popular, aislados de las bases sociales, justificando sus errores y desaciertos con el bloqueo de los Estados Unidos, sin ver retada su permanencia en puestos de dirección; ha debilitado al poder. Esta negativa a manifestación es evidencia de debilidad, no de fuerza.

Yo creo en el socialismo, pero no como un destino impuesto por la fuerza de la ley, tampoco como un futuro de prosperidad siempre inaccesible que exija fidelidad y constantes sacrificios a sus seguidores; sacrificios que no son compartidos por la clase burocrática.

El socialismo debe ser una opción consciente y ratificada por el pueblo, no solo por un artículo constitucional. Debe ser efectivamente un sistema de justicia social, que genere equidad pero que no esté reñido con la prosperidad y la empresa privada, que tenga en cuenta a los débiles y vulnerables, que erradique la pobreza extrema y favorezca un presente de transformaciones para que nuestros hijos deseen permanecer en este país.

Si la protesta pacífica hubiera sido una práctica política desde el inicio del proceso, es muy probable que no se hubieran acumulado los enormes problemas que tenemos hoy. Pero este modelo no lo permite, por eso es necesario transformarlo y para ello se requiere normalizar el disenso. En caso de que la Constitución sea una barrera impermeable, habría que proponerse cambiarla.

***

[1] Ley de Reforma Constitucional, dada en la Sala de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Palacio de las Convenciones, Ciudad de La Habana, a los 26 días del mes de junio del 2002, «Año de los Héroes Prisioneros del Imperio». (Publicada en la Gaceta oficial de la República de Cuba: 27-06-2002).

19 octubre 2021 101 comentarios 5k vistas
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Derecho (1)

Ingenuos y confundidos: el derecho a manifestación pacífica en Cuba

por Alina Bárbara López Hernández 30 septiembre 2021
escrito por Alina Bárbara López Hernández

De acuerdo a Miguel Díaz-Canel, secretario general del PCC y presidente de la república de Cuba —opinión que encuentra resonancia en medios oficiales—, las personas que han comprendido que la participación en la vida política de la nación es, no solo un deber, sino un derecho, son ingenuos o están confundidos.

Pueden parecer denominaciones poéticas si se las compara con los términos vulgares e incriminatorios que usan otros sitios dizque revolucionarios; pero no debemos engañarnos, su intención es sembrar dudas y desmovilizar a la ciudadanía ante una crisis nacional en la que se juega, no ya el futuro sino el presente de la Patria. Sin embargo, ¿quiénes son los verdaderos ingenuos y confundidos en este sentido?

De la gratitud a la crítica, la manifestación pacífica en Cuba

La memoria histórica nos convence muy pronto de que este no es un pueblo de ingenuos ni confundidos. En 1899, Matanzas, como toda Cuba, estaba regida por un gobierno interventor norteamericano. Aunque el mayor general Pedro Betancourt fue designado gobernador civil de la provincia, también existía un gobernador militar, que era siempre un oficial estadounidense y quien verdaderamente tomaba las decisiones principales. En nuestro caso fue el coronel H. Noyes.

Las reacciones iniciales de una buena parte de los citadinos a la ocupación se reflejan en la prensa de la época. El diario Aurora del Yumurí trasluce una postura de agradecimiento, casi un canto de gratitud, que reconoce el apoyo del Norte a la causa independentista y que se aprecia en el artículo «Los Americanos», de 1899 y sin autor declarado:

¿Quiénes pusieron fin a una desastrosa guerra que hubiera terminado con la total ruina de la Isla y con el exterminio de todos sus habitantes?

Los americanos

¿Quiénes han enviado a Cuba millones de toneladas de víveres para restaurar las fuerzas de todos y tantos cubanos que se estaban muriendo de hambre?

Los americanos

Pues si a ellos debemos tan inmensos favores, despreciemoz (sic.) el laborantismo de los que quieren entronizar la discordia entre los Americanos, que han sido nuestros salvadores, y nosotros, que, por haber sido por ellos salvados y redimidos, no debemos abrigar otros sentimientos por los mismos que el de la gratitud.

El artículo, no obstante, concluía con una advertencia: «Si ellos, olvidándose del providencial papel que el Dios de los pueblos desgraciados les señalara, se portasen mal, que no lo creo, si ello sucediese… ¡peor para ellos!».

La exigencia de la Enmienda Platt indicó muy pronto que «los Americanos» se portaban mal —Cuba era, apenas, su primera aventura imperialista fuera del continente. La reacción de los matanceros pasó en poco tiempo de la gratitud a la condena. Un diario local, El Republicano Federal, convocaba «¡A protestar!» en titular correspondiente al 7 de marzo de 1901.

Al siguiente día, El Heraldo Español publicaba el artículo «La manifestación», que reportaba la ocurrida el referido 7 de marzo. La misma se había dirigido al Ayuntamiento para comisionar a las autoridades a entregar una protesta en la residencia del gobernador militar estadounidense, ubicada en la barriada de Versalles. El alcalde y los concejales se sumaron a la marcha, que atravesó las principales arterias viales.  

El periódico comentaba: «Esperábamos mucho del patriótico pueblo de Matanzas, que siempre acude lleno de enorme entusiasmo a demostrar su amor a la patria y su vehemente deseo por la independencia; pero en esta ocasión, las demostraciones de patriotismo han superado con exceso a todo lo que esperábamos».

El funcionario militar no recibió a la comisión que, en representación de los matanceros, consideraba como una afrenta a la soberanía nacional la exigencia de la Enmienda Platt por parte del Congreso de EE.UU.

Nótese que solo cuatro meses antes de junio de 1901, fecha en que se aprobaría finalmente la primera Constitución republicana, ya la sabiduría popular y la participación política se imponían ante la ingenuidad y la confusión.

El ejemplo de Matanzas no fue una excepción, ni siquiera la primera muestra de inconformidad cívica en el período. El pueblo de Cuba ha presionado por sus derechos a lo largo de la historia, a veces con demora pero siempre con determinación. La manifestación pacífica ha sido una de sus sendas.

Las Constituciones de 1901 y 1940 reconocieron a la manifestación en tanto derecho ciudadano. Ellas se utilizaron con el fin de presionar a los gobernantes por decisiones económicas y políticas impopulares y ante violaciones a la legislación constitucional. Fueron importante estrategia en la oposición a los gobiernos dictatoriales de Machado y Batista.

Para prohibirlas debían suspenderse las garantías constitucionales, algo muy ejercitado desde 1952 por la dictadura batistiana. Las hubo estudiantiles, obreras, femeninas, gremiales… Hoy justamente se cumple el 91 aniversario de una de las más importantes manifestaciones estudiantiles antimachadistas, acaecida en 1930.

Reprimida violentamente por la tiranía, en ella murió el líder estudiantil Rafael Trejo y fue herido el periodista y revolucionario Pablo de la Torriente Brau. Precisamente aquella represión radicalizaría al movimiento estudiantil, que creó el Directorio Estudiantil Universitario (DEU) del 30.  

La presión social es lo que ha hecho evolucionar a los sistemas políticos desde la antigüedad. Si no fuera así, Cuba posiblemente fuera todavía una colonia de España o un protectorado de los Estados Unidos.

En gran parte de la época republicana, sobre todo en las primeras décadas, se recurrió a las manifestaciones a pesar de la inmovilizadora consigna: «Contra la injerencia extraña, la virtud doméstica»; añeja tesis que se enuncia en la actualidad menos eufemísticamente: «en plaza sitiada, toda disidencia es traición».  

Estándares internacionales

Según instancias de la ONU, «la manifestación pacífica es uno de los derechos que más pone en evidencia el grado de respeto y responsabilidad de un Estado con los derechos humanos y la fortaleza de sus instituciones democráticas para evitar y prevenir el uso abusivo o violento del poder público en contra de los ciudadanos». (El Derecho a la Manifestación Pacífica CivilisDDHH, 2014)

Se define como un ejercicio de acción cívica para expresar, de forma pública, inconformidad o insatisfacción con problemáticas no resueltas de diversa índole. Puede estar motivada por la indignación, la disidencia o la resistencia ante políticas públicas o conductas de los poderes públicos que afectan de manera significativa el ejercicio de derechos ciudadanos.

Casi siempre la manifestación pacífica es un punto de llegada y no un punto de partida. Aparece después que se agotan otras vías de solución, durante un tiempo prolongado que excede los límites de espera, porque los problemas se agravaron o porque hay daños inminentes a las personas.

Pueden tornarse violentas cuando se cierran los caminos de diálogo y la resolución de conflictos por vías institucionales; o también cuando su ejercicio provoca medidas de represión o criminalización que atentan contra la vida, integridad o libertad de las personas.

Como derecho protegido, las garantías a la manifestación pacífica deben cumplir con diversos estándares, citaré algunos:

Los Estados deben abstenerse de:

a) presumir de antemano su carácter desfavorable, incluso si hubiere antecedentes,  o descalificarlas como actos de «desorden público» o «desestabilización»;

b) ilegalizarlas mediante la delimitación de zonas de reserva que justifiquen su criminalización y la respuesta violenta de los cuerpos de seguridad;

c) ordenar toques de queda, medidas de bloqueo de las rutas o impedir el acceso a las sedes de las instituciones públicas;

d) utilizar «infiltrados» con el objeto de  provocar desorden y justificar el empleo de la violencia;

e) la cercanía de grupos contrarios a los manifestantes y protegidos por los cuerpos de seguridad;

f) la colocación de mensajes y música en los lugares de concentración, contrarios al de los manifestantes.

– No se justifica invocar la seguridad nacional o el orden público con el fin de prohibir, impedir o restringir manifestaciones localizadas o relativamente aisladas; ni impedir el ejercicio de manifestaciones por la prevención de posibles enfrentamientos entre grupos o su frecuencia en un lugar específico.

– Los manifestantes pueden expresarse con libertad, independientemente del contenido de sus discursos y de su mayor o menor aceptación social y estatal. Es una obligación del Estado la neutralidad ante los contenidos y garantizar que no existan personas, grupos, ideas u opiniones excluidos a priori.

– Los Estados deben asegurar el acceso a Internet en todo momento, también en los períodos de malestar político.

– Aun cuando se protege la libertad de expresión en el decursar de una manifestación pacífica, ello no incluye:

a) la propaganda de la guerra y la apología del odio nacional, racial o religioso que inciten a la violencia o cualquier otra acción ilegal similar contra cualquier persona o grupo de personas, por ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión, idioma u origen nacional;

b) la incitación directa y pública al genocidio;

c) la pornografía infantil.

En Cuba, la manifestación pacífica es un derecho establecido por las Constituciones de 1976 y 2019. Sin embargo, durante la vigencia de la primera no se gestó un movimiento como el que existe en estos momentos en pro de reivindicar dichas prácticas cívicas. ¿Qué ha cambiado?

La real ingenuidad

Hace más de dos años reflexionaba en un artículo: «(…) no es lo mismo ser libre que sentirse libre. Ser libre depende más de un contexto jurídico que garantice determinadas prerrogativas ciudadanas, pero sentirse libre requiere de una actitud cívica en que no se tema practicar esos derechos». A ese punto se ha llegado en Cuba.

La clase política que rige la nación, acostumbrada al apoliticismo, apatía y unanimidad que logró sedimentar durante décadas —a través de una enseñanza conductista y doctrinal, medios oficiales acríticos y complacientes con el gobierno y mecanismos de control sobre la ciudadanía— no se percató de la enorme trampa que se tendía a sí misma al clamar un Estado Socialista de Derecho y explicar que el mismo fue incorporado «a fin de reforzar la institucionalidad y el imperio de la ley, dentro de ello la supremacía de la Cons­titución».

Adaptada a crear y desechar conceptos sin ser cuestionada, no se ubicó en un contexto cambiante en el que se presentaban, a la vez:

– El extraordinario desgaste del modelo de socialismo burocrático, que no logró reformarse en el período más que extenso de tres décadas, contadas a partir del derrumbe del socialismo europeo.

– Un relevo generacional: por un lado, una vieja generación de dirigentes que, o fallecen o no están en condiciones de asumir un estilo de dirección basado en liderazgos de constante interrelación con la ciudadanía; y, por el otro, generaciones jóvenes, sin relación inmediata a la épica del proceso en su fase de hegemonía y que han crecido en un período de escasez extrema y decadencia simbólica.

– La entrada de internet y las redes sociales que han permitido: instruirse sobre el ejercicio de derechos a nivel internacional, establecer estados de opinión y debates a contrapelo de los medios oficiales, visibilizar problemáticas de interés común, denunciar violencia e incumplimiento de la legislación.

Como bien afirmó el jurista cubano Michel Fernández en su texto «El derecho de manifestación en Cuba», que data de julio del pasado año:

A pesar de que el derecho de manifestación tiene reconocimiento jurídico en Cuba, este se ha realizado casi exclusivamente en los casos en que las manifestaciones son de interés del Estado y este ofrece todos los recursos para su concreción. Las excepciones a esta regla han sido la ejecución de determinadas actividades religiosas, tales como procesiones, y la marcha contra el maltrato animal del 7 de abril de 2019, autorizada por el Gobierno municipal de Plaza de la Revolución.

El especialista enfatizó en el hecho de que aunque la manifestación pacífica es un derecho constitucional, no existe en Cuba ninguna ley que lo desarrolle y regule:

Han transcurrido 44 años sin una ley que mencione cómo es el procedimiento para hacer una manifestación y que esta no sea ilícita, que disponga las autoridades facultadas para tomar la decisión, regule los límites en el ejercicio de este derecho y el resto de los aspectos necesarios. Ese ha sido un periodo bastante prolongado, que finalmente se interrumpirá si, como está previsto, en septiembre de este año se aprueba el decreto ley sobre derechos de manifestación y reunión.

Más de un año dista de ese análisis. Entre dilaciones del cronograma constitucional y ausencia de sesiones, la Asamblea Nacional no ha cumplido con el mandato decimotercero de la Ley de leyes, que la obligaba a habilitar los derechos constitucionales en el plazo de dieciocho meses después de su entrada en vigor, ocurrida en abril de 2019.

En el ínterin ocurrieron los hechos del 11 de julio. La mayor parte de los manifestantes pacíficos, presos aún o sujetos a proceso, lo están bajo el cargo de «desorden público». Pero realmente, más que una manifestación, aquello fue un estallido social.

Hace pocos días, grupos de ciudadanas y ciudadanos han presentado cartas a las gobernaciones e intendencias de varias ciudades cubanas, en ellas se solicita autorización para una manifestación pacífica, a efectuarse el 20 de noviembre. Quizás nuestra burocracia partidista y gubernamental pensó que ese momento no llegaría jamás. Con lo cual demostraron gran ingenuidad y confusión.

En un próximo artículo analizaré las reacciones de diversos sectores a esta convocatoria.

30 septiembre 2021 53 comentarios 4k vistas
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