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Autor

Alina Bárbara López Hernández

Alina Bárbara López Hernández

Profesora, ensayista e historiadora. Doctora en Ciencias Filosóficas

Animales políticos vs Platón

por Alina Bárbara López Hernández 5 junio 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

El filósofo griego Aristóteles definió la política como “el arte de gobernar a la polis”. En su libro homónimo, propuso el concepto de zoon politikón para referirse al hombre. Su significado literal sería el de “animal político” o “animal cívico” y se enfocaba en la capacidad que le permitía a este, a diferencia de los animales, relacionarse políticamente, o lo que es igual, crear una memoria colectiva y un conjunto de leyes que diferenciaran lo permitido de lo prohibido, fundar sociedades y organizar y participar en la vida de las polis o ciudades.

Aristóteles consideraba al Estado como una comunidad de iguales, una especie de ser natural que no surgía como fruto de un pacto o acuerdo, sino que tenía sus raíces en la naturaleza de las cosas. Es cierto que en su teoría los ciudadanos eran únicamente los varones libres. Ni las mujeres, ni los esclavos, ni los extranjeros estaban incluidos en su comunidad de iguales.

Aun así, esta tesis era más inclusiva que la de su maestro Platón, que a su vez había sido discípulo de Sócrates, del cual recepcionó la concepción del intelectualismo moral. La misma afirmaba que la experiencia moral se basaba en el conocimiento del bien. Solo si se conocían qué es el bien y la justicia se podían realizar el bien y la justicia.

Sócrates hacía las siguientes consideraciones a sus conciudadanos: cuando uno de vosotros está enfermo no propone una votación entre los miembros de la familia para establecer qué remedio es adecuado, sino que llama al médico y se somete a su juicio y recomendaciones; cuando un ejército quiere derrotar al enemigo no se realiza una consulta popular para establecer el modo de atacar, es el estratega quien decide el modo de dirigir a los soldados y plantear las batallas; cuando queremos levantar un edificio no hacemos una votación para decidir el modo de construirlo, dejamos que sea el arquitecto quien imponga su criterio. Entonces llegaba al quid de la cuestión: ¿Por qué cuando se trata de lo más importante de todo, que es el bien de la ciudad y todas las leyes que son adecuadas para la convivencia entre los ciudadanos, dejamos que todo el mundo opine y nos sometemos a la mayoría y no llamamos a aquél que sabe? Para el intelectualismo moral, los asuntos morales y políticos tienen que ser cosa de expertos. Esta propuesta socrática dio lugar a interpretaciones políticas antidemocráticas y elitistas, como se aprecia en la filosofía política de su discípulo Platón (427-347 a.n.e).

La República, una de las obras más conocidas de Platón se trata de un diálogo entre Sócrates y otros personajes de su época; en ella detalla la ciudad-estado ideal. Su tema central es la reflexión sobre qué es la justicia y cómo se expresa en el hombre. Según el filósofo, la sociedad debe estar dividida jerárquicamente en tres clases: en la parte inferior, la clase de los trabajadores manuales; la posición intermedia la ocupa la clase de los guerreros; y en la cúspide, la clase de los dirigentes. Estos últimos estarían formados en la filosofía para lograr “la visión intelectual del Bien absoluto”.

Platón justificaba la división en clases rígidamente separadas con el argumento de que era imposible que un mismo hombre pudiera desempeñar dos oficios a la vez, con lo que se oponía al concepto mismo de ciudadano en el que se basaba la polis griega clásica, y cuestionaba los fundamentos de la democracia: Así lo fundamentó: “Por ello es característico de nuestro Estado que el zapatero sea sólo zapatero y no a la vez timonel, el labrador sea labrador y no sea a la vez juez, y el guerrero, guerrero, y no comerciante a la vez que guerrero”. De esa división derivaba la justicia, que según Platón consistía “en que cada uno haga lo que le corresponde hacer”.

Este filósofo ha tenido una influencia enorme a lo largo de la historia del pensamiento; sin embargo, ella no ha sido considerada siempre como positiva, particularmente en el terreno de la política. Karl Popper lo valoró incluso como precursor ideológico de los totalitarismos.

Es una paradoja entonces que el periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista y auto-declarado ideológicamente como marxista, haya publicado en su portada de la edición del pasado 29 de mayo, una poesía de Miguel Barnet, presidente de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, titulada “La política”, que parece una versión lírica de La República de Platón, particularmente estos fragmentos:

La política se vuelve caricatura

en manos de los malos políticos

es decir, de los que nada saben de política

ni de verdades como puños cerrados.

La política no tiene que ver con fracasos

sentimentales

ni con duras frustraciones personales.

Dejen la política tranquila en su tierra de

humildad

porque como dijo el más sabio de los cubanos

ella como la Patria es ara y no pedestal.

La política no es como el beisbol que se puede

debatir en los parques públicos y en las redes sociales.

Casi todo el mundo en el mundo sabe tanto

de política como de medicina

Aunque en verdad la política es un bálsamo

como los ungüentos de las abuelas cuando

se saben aplicar

No abusen de ella

No la maldigan por gusto

Déjenla tranquila que cumpla con su cometido

en su cuartel general

No la metan en Facebook ni dejen

que se contamine con las nuevas tecnologías

Ella es enemiga de la promiscuidad

Los creyentes que se ocupen de sus creencias

y de sus misterios religiosos que son muchos

y hasta ahora nadie los ha podido descifrar

Como el big bang la política nació

con un estallido de cólera

y con una vocación irrefrenable de justicia

La política no puede ser un entretenimiento

para los burócratas aburridos

ni para los políticos de pacotilla

El carpintero es el que sabe cortar la madera

El panadero es el que sabe amasar el pan

Zapatero a su zapato

La política es de los revolucionarios verdaderos.

Habría que hacer muchas observaciones al poeta. Pero algunas son impostergables. En primer lugar, uno de los muchos méritos de José Martí fue rescatar la política de los cuarteles generales en que la intentaron recluir algunos de los jefes revolucionarios que habían participado en la Guerra de los Diez Años. Al separarse del Plan Gómez-Maceo y decirle al primero de ellos: “¡Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento!, nuestro Martí establecía otro estilo de organizar la guerra, a tono con la generación que había sido testigo del fracaso que costó una década de vidas y esfuerzos.

Era un estilo que lo acercaba a las grandes mayorías, que se basaba en la oratoria, en los mítines y discursos efectuados en plazas, calles, tabaquerías y liceos; que incluía por igual entre las bases sociales para gestar una nueva contienda a trabajadores, hacendados y burgueses, artistas e intelectuales, que  ampliaba las bases sociales para apoyar el esfuerzo bélico.

En segundo lugar, cuando la política es confinada a cuarteles generales y se torna función de unos pocos elegidos: “los revolucionarios verdaderos”, es cuando las teorías se convierten en dogmas, los principios se truecan en credos, las consignas revolucionarias se vuelven salmos y los héroes degeneran en autócratas.

En tercer lugar, si en Cuba no se hubiera practicado la política abiertamente en las plazas públicas, no existirían la Primera ni la Segunda Declaraciones de La Habana, ni se hubiera declarado el carácter socialista de la Revolución Cubana.

En aquellos años iniciales de efervescencia, nuestra burocracia política, que apenas era una niña recién nacida, no osaba cuestionar el modo colectivo y multitudinario de aprobar determinaciones gubernamentales en desfiles y actos políticos; pero ahora, en una etapa como la actual en que ya los consensos no son evidentes, nuestros “revolucionarios verdaderos” y sus cantores prefieren encerrarse en lugares asépticos, lejos de impurezas y promiscuidad. La ciudadanía en cambio, ha encontrado en las ágoras digitales la posibilidad de que puedan debatirse los asuntos de la polis, de los animales políticos que somos todos.

5 junio 2019 24 comentarios 276 vistas
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osadia

Osadía selectiva

por Alina Bárbara López Hernández 28 mayo 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Nuestra televisión se torna francamente temeraria y muestra osadía. Libertad, dirán unos; libertinaje, será la opinión de otros. Nunca se logra complacer a todos. Lo cierto es que la conocida máxima de que todos los caminos conducen a Roma, en nuestros medios se manifiesta de esta forma: todos los caminos conducen al sexo. Sea abordando el respeto y los derechos asociados a la diversidad sexual, o difundiendo la existencia de tendencias aún menos comunes en las prácticas sexuales, estos asuntos son de los más recurrentes en los últimos tiempos.

Pero que nadie se equivoque, constantemente se aprende algo nuevo acerca del tema. Así me ocurrió al ver el programa Pasaje a lo desconocido del pasado viernes, dedicado al tema: Swingers en Cuba. Lo primero fue descubrir que existe algo denominado movimiento o fenómeno swinger. Según lo escuchado y lo que leí después, lo resumo, un poco en broma, más o menos así: onda retro a los hábitos sexuales de la horda, claro que con mayor refinamiento y sin que sean rechazadas costumbres cronológicamente posteriores, como el matrimonio y el tabú del incesto. Qué alivio esto último.

Los swingers son personas que tienen una postura totalmente libre en relación a las prácticas sexuales. Las parejas no se traicionan pues participan —o permiten—, de común y absoluto acuerdo, en el establecimiento de relaciones sexuales con otras personas, ya sea en grupos, individuales, juntos o separados, conocidos o desconocidos…en fin. Que nadie piense en el casi tradicional intercambio de parejas, esto es más transgresor.

Y tenemos club de swingers en Cuba. Y para mí sorpresa estaba invitado a hablar de él su presidente. Muy correcto y protocolar. No aclaró como fue elegido, si directa o indirectamente, sin embargo, explicó el sentido de la organización, las formas de acceder a ella; el incremento constante de la membresía; el uso de las nuevas tecnologías para concertar citas; la situación en otras provincias… Pronosticó también que seguirán creciendo como parte de una tendencia mundial.

Por supuesto que hubo una valoración desde la ciencia, de ello se ocupó la talentosa, amena y excelente comunicadora Patricia Arés, doctora en ciencias psicológicas. Esto dejó aclarado sobre la materia: que es una práctica contracultural de las relaciones sexuales y que no disuelve el matrimonio pues se basa en el consenso de los cónyuges, lo que mantiene a salvo la fidelidad. A cambiar entonces el anticuado refrán, que entre los swingers seguramente es: “Ojos que sí ven, corazón que no siente”.

De que las opiniones son conflictivas dan certeza las reacciones a un comentario sobre las parejas swingers, colgado por el periodista Fernando Ravsberg en su muro de Facebook. A un lado de la cancha algunos expresan: “lo mío es mío… y de nadie más”; otros lo catalogan de “animalidad primitiva”; “difícil de asimilar para muchos”; “triste canto posmoderno a la ausencia del compromiso”; “vamos en retroceso, la sociedad está podrida”…

Al otro lado, unos pocos acusan a los que así piensan de “gente reprimida y convencional” con “moralina rancia y retrógrada” y fundamentan que “las actividades sexuales de cada quien, siempre que sean consentidas, son tan respetables como inclasificables, ya se realicen en pareja, en solitario o en grupo…”.

En lo personal no comparto ni de lejos la filosofía swinger, aunque creo que en el ámbito de las relaciones sexuales deben respetarse las elecciones privadas. Más me preocupa el hecho de que somos surrealistas.

Si la Biblia asevera que será más fácil para un camello entrar por el hueco de una aguja que para un rico entrar al reino de los cielos; yo les digo que en Cuba es más fácil que un club de swingers, o no descarto que hasta de adorador@s del dios Príapos —divinidad fálica entre los antiguos griegos—, se presente en la televisión cubana antes que pueda hacerlo un grupo de anarquistas o simpatizantes del trotskismo, o de defensores de un socialismo antiburocrático; y no menciono otras tendencias so riesgo de que me denominen, cuando menos, centrista.

Reinaldo Taladrid, el conductor del programa, valoró con mucha razón que los swingers, a pesar de que muchos no compartan sus puntos de vista, tienen derecho a explicitarlos. Valioso precedente ese; es una lástima que solamente aplique para hablar de costumbres sexuales y no políticas.

Si continuamos por ese camino, pronto habrá que “cambiar todo lo que debe ser cambiado” en los libros de filosofía, y sustituir ciertas frases, que son casi subversivas, por otras más apropiadas a esta época. Por ejemplo, el aristotélico apotegma: “El hombre es un animal político”, podría mutar en: “El hombre es un animal sexual”; en lugar del descartiano: “Pienso, luego existo”, aquí se diría: “Sexo, luego existo”. Y qué decir de la exhortación de Carlos Marx, que pudiera quedar modificada del siguiente modo: “Proletarios de todos los países, uníos… en la cama”.

28 mayo 2019 41 comentarios 681 vistas
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lecturas

Segundas lecturas de una decisión

por Alina Bárbara López Hernández 22 mayo 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

No puedo hablar con propiedad de los sucesos ocurridos durante la marcha alternativa convocada el 11 de mayo en La Habana, pues no estuve allí. Sin embargo, he leído con atención varios artículos que presentan puntos de vista muy objetivos y profundos, como los de Alberto Roque Guerra, Rubén Padrón Garriga, Miguel Alejandro Hayes y un autor que firma como Boris, entre otros. Nada que intente aportar a la narrativa sobre el tema superará a lo que he leído, de ahí que solo pretenda vislumbrar ciertas cuestiones que van más allá de la prohibición, la celebración y la represión de la marcha.

La cuestión política

He planteado en varias oportunidades que no es viable lograr una actualización del modelo económico y social en Cuba sin que se produzca al mismo tiempo una actualización del modelo político. Ello pasa por el sensible asunto de la asesoría que deben recibir, para la toma de decisiones, las personas que detentan altos cargos.

Ha sido una práctica de las últimas décadas que los dirigentes nombren como sus asesores a figuras de su misma generación o que provienen del mismo círculo burocrático, ya en declive por su edad o porque han concluido sus mandatos. En estas determinaciones han primado más la confiabilidad partidista y las relaciones personales que la competencia y la habilidad como estrategas políticos que debieran tener esos consejeros.

Es ineludible variar esas rutinas y lograr que en los lugares donde se adopten medidas como la de prohibir la marcha —y todos sabemos que no fue en el Cenesex—, existan asesores capaces de desafiar, con opiniones informadas y agudas, las antiguas costumbres del puñetazo en el buró y la espontaneidad arrogante, que no medita más allá de un argumento de autoridad inmediata. Se requiere, en las altas esferas gubernamentales y partidistas, de buenos analistas que sopesen las consecuencias de las determinaciones que se pretenda adoptar.

Aquí nos sobran los analistas políticos internacionales. Capaces de hablar por horas de la situación en… Chipre, pero carecemos de analistas nacionales que cumplan esa función tan importante. Cuba atraviesa actualmente una etapa de gran complejidad, y no es solo económica como parece creer nuestro gobierno. Están confluyendo al mismo tiempo, por una parte, la limitada capacidad de los que dirigen para impulsar con éxito reformas inmediatas desde arriba al socialismo y, por la otra, una capacidad social sin precedentes para luchar por ellas desde abajo.

El monopolio de la información y el control de las opiniones por parte del partido y el gobierno hacen agua por todas partes. Las personas se convierten en factores activos y pueden apoyar causas y agendas de transformación social, aun dentro del sistema socialista. Por si fuera poco, la convocatoria a los debates para la aprobación de la nueva Constitución abrió un capítulo que solo alguien muy ingenuo podrá considerar concluido.

Un buen analista debía haber convencido a los decisores de lo inconveniente de prohibir esa marcha: 1) porque el Cenesex que había capitalizado con éxito tales convocatorias, podría debilitarse; 2) porque era lógico que una parte de la comunidad LGBTI, acostumbrada a desafiar y a lidiar a contrapelo de las opiniones, dada la larga lucha por sus derechos a nivel mundial, no aceptaría pasivamente la decisión; 3) porque aunque se corriera el riesgo de que se escuchara alguna consigna contra el gobierno ello era menos probable si el Cenesex organizaba la marcha como siempre había ocurrido, y aun así era un riesgo menor si se comparaba con la posibilidad de una represión.

La cuestión simbólica

En el imaginario social cubano del período revolucionario, la unanimidad ha sido erigida como valor intrínseco del patriotismo, mientras, la unidad y la disciplina —llámese obediencia—, son actitudes políticamente correctas a las que convocan constantemente los dirigentes.

Hasta ahora, los actos de desobediencia civil ocurridos en Cuba correspondían a agendas las más de las veces sufragadas desde el exterior, lo cual restaba credibilidad a sus demandas por razonable que hubiera sido alguna de ellas. Sin embargo, un acto de desobediencia civil como el ocurrido el 11/5, tan apoyado por figuras significativas del arte y la cultura y por personas que asistieron sin ser parte de la comunidad LGBTI pues simpatizaban con su causa, y a los cuales no es posible presentar como “agentes extranjeros”; potencia la desobediencia civil ante la opinión pública, como un valor que también puede ser positivo.

La cuestión legal

Se acaba de aprobar en Cuba una constitución en la que se introduce por primera vez el concepto Estado Socialista de Derecho y que en su artículo 56 reconoce: “Los derechos de reunión, manifestación y asociación, con fines lícitos y pacíficos, se reconocen por el Estado siempre que se ejerzan con respeto al orden público y el acatamiento a las preceptivas establecidas en la ley”.

La convocatoria alternativa tenía un fin lícito, por el que se lleva marchando una década; era pacífica, nadie ha podido demostrar que llevaran armas o que provocaran algún acto de agresión a los agentes del orden. ¿Qué le faltaba?, ¿cuáles son las preceptivas establecidas por la ley? Ahora que el MININT tiene su sitio digital podrían publicar en él la “metodología para manifestarse”, al decir de un amigo. Ello ahorraría tensiones innecesarias e imágenes tan deplorables como las que todos observamos ese día.

La cuestión de la credibilidad

“Mi querido enemigo” es el título de un libro que leí en la infancia y que vuelve a mi memoria cada vez que percibo el modo en que se denigra, por parte de los que gobiernan, cualquier inconformidad social. “Agentes de EE.UU.”, “mercenarios”, “show orquestado desde…”, son estas algunas de las etiquetas que más se utilizan. En muchas ocasiones tienen razón, es irrefutable que existen organizaciones financiadas desde el exterior. Pero la generalización liviana y sin fundamentos de esa terminología ya funciona como el cuento de “viene el lobo”.

En el caso de la marcha, la directora del Cenesex planteó que era un show orquestado “desde Miami y Matanzas”. Y eso sí es algo novedoso, no por lo de Miami, que es usual, sino por lo de Matanzas. Es el nombre de una provincia y de una ciudad. ¿En cuál de ellas?, ¿quiénes?, ¿la comunidad LGBTI matancera?, ¿qué pruebas tienen de que sea un grupo financiado desde el exterior?, ¿quiénes están detenidos?, ¿cuánto dinero recibieron? En Matanzas nadie sabe nada del tema y muchos preguntan lo mismo que yo.

Es muy cómoda la posición de mostrar lo ocurrido como un trasplante exótico de opiniones foráneas. Ello intenta aliviar las responsabilidades propias y justificar los errores de una decisión que puede seguir teniendo muchas lecturas.

Ojalá muy pronto, en el calificador de cargos de las instancias del Gobierno y el Partido aparezca este: analista político de información nacional.

22 mayo 2019 34 comentarios 484 vistas
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magineras

Magineras: tiempo de contar su historia

por Alina Bárbara López Hernández 14 mayo 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Hace varias semanas y a propósito del post Un congreso gris, me escribieron Sonnia Moro y Mirta Rodríguez Calderón a nombre de las magineras. Yo había citado a Margaret Randall, que en su libro Cambiar el mundo. Mis años en Cuba se refería a Magín, una organización feminista surgida a inicios de los noventa del pasado siglo y que fue obligada a desactivarse dada la intolerancia de la FMC y las autoridades políticas. Estaban felices de ser recordadas y amablemente me invitaban a visitarlas. Acepté de inmediato.

El 27 de abril pasado, con mi amiga Janet como guía, toqué a la puerta del apartamento de Mirta Rodríguez. Un pequeño grupo me esperaba, apenas una representación de las magineras. Con una excepción, eran mujeres comprendidas entre los 65 y los 82 años de edad. Las presentaciones y la cálida acogida nos familiarizaron al instante: además de Mirta y Sonnia, conocí a Irene Esther Ruiz, Norma Guillard, Consuelo Elba y Zaida Capote, la más joven que no era parte del grupo original pero entró después. Se esperaba a la poeta Georgina Herrera, pero no pudo llegar, por teléfono conversamos y le dije lo orgullosa que me sentía de ser jovellanense como ella.

La conversación y los recuerdos fluyeron con naturalidad. Yo les entregué unos ejemplares del texto de Margaret y ellas me obsequiaron Magín. Tiempo de contar esta historia, libro de testimonios coordinado por Daisy Rubiera y Sonnia Moro, aparecido en el 2015 sin sello de edición, pues ninguna de las editoriales a las que acudieron accedió a publicarlo.

Lo primero que saltaba a la vista era el cariño que las unía. Pronto conocí más de sus historias personales: Mirta, Sonia y Consuelo fueron luchadoras clandestinas contra la dictadura batistiana; Consuelo incluso, apenas con 15 años de edad subió a combatir a la Sierra Maestra. En sus diversos campos de acción eran comunicadoras: Mirta, periodista; Consuelo, directora de televisión y documentalista; Irene Esther, especialista en televisión y documentalista; Norma, psicóloga y publicista; Sonnia, historiadora e investigadora; Zaida, ensayista e investigadora literaria.

Magín surgió en un momento muy difícil de la historia de Cuba. Dejemos que su libro testimonial lo evoque:

Se vivían entonces los peores años de la crisis económica de los noventa, que en esa sola frase no alcanza a explicar la real dimensión del suceso  en la vida de las cubanas: muchas abandonaban el empleo y regresaban al hogar; algunas postergaban para nunca el deseo de tener un hijo; no pocas sacaban fuerza y creatividad de donde no había para, casi en acto de magia e inventiva, sostener la higiene, la salud y la vida de su núcleo familiar; unas emigraban, otras se quedaban, algunas se prostituían y la gran mayoría resistía el golpe de la crisis para sí y para los suyos.

Cuba casi toda se movía en bicicleta, fabricaba sus jabones, innovaba en fórmulas culinarias, hacía malabares entre alumbrones de luz eléctrica y vivía con lo mínimo.

Las mujeres tienden a experimentar las consecuencias de las crisis con mayor rapidez y a beneficiarse más lentamente de la recuperación. Nuestro país no fue una excepción en tal sentido; así lo fundamenta un interesante artículo de Ailynn Torres Santana aparecido en OnCuba. Sin embargo, la Federación de Mujeres Cubanas, organización femenina —que no feminista—, en su discurso de entonces, como en el de hoy, priorizaba la defensa de las conquistas revolucionarias a través de la unidad férrea de los cubanos. Esa unión monolítica invisibilizaba las necesidades y aspiraciones específicas de las féminas.

A fines de la década del sesenta el mundo se había hecho eco de la revolución cultural, y el mayo francés del 68 encabezó un movimiento internacional contra todo tipo de autoritarismos y jerarquías: familiares, sociales, artísticas y educativas. Esa etapa impulsó la causa del feminismo militante, que ganó adeptas y adeptos en muchas regiones.

En Cuba ello coincidió con un período de radicalización extrema del socialismo —la Ofensiva Revolucionaria—, y con el paulatino alineamiento al modelo soviético. A nivel ideo-político el discurso se empobreció y se tornó dogmático. No era un buen momento para el feminismo. En realidad no lo era para ninguna concepción que intentara particularizar en algún componente del cuerpo social.

En consecuencia, a pesar de los muchos beneficios que el proceso revolucionario dispensara a las mujeres cubanas —planes de becas para estudiar, fomento de empleos, apoyo para la crianza de los hijos, igualdad salarial, etc.—, las nuestras se fueron quedando rezagadas en conceptos y discursos, y no disponían de las herramientas teóricas de género.

Sería en los noventa, en medio de la crisis, el momento en que algunas profesionales, que por la naturaleza de su labor se relacionaban con los medios, se percataron de esas carencias. Quedó clara para ellas la necesidad de asumir una ideología de género; de desterrar lenguajes y símbolos sexistas; de tratar de otra manera sensibles problemáticas emergentes en aquellos años, como la prostitución y la pobreza. También les alarmaba el uso de la imagen femenina en los productos dirigidos al turismo y el tratamiento de la mujer negra en los medios.

Así se fueron acercando hasta conformar un grupo que, mediante un Comité Gestor de quince mujeres y otras asociadas que se incrementaron a lo largo de sus tres años de existencia en aproximadamente trescientas, funcionaron como una red de amigas, aunque llegaron a tener también miembros varones. Ellas encontrarían paulatinamente su liderazgo, no por elección sino por consenso, en Mirta Rodríguez, profesional de gran experiencia como comunicadora. Ese fue el origen de Magín, palabra que integraba las ideas de imagen e imaginación, y que en castellano antiguo significaba inteligencia, creatividad.

Sus propósitos eran variados: fortalecer la autoestima femenina a partir de potenciar una ideología de género; construir alianzas; informar, educar y concientizar mediante productos comunicativos con enfoque de género.

Para lograrlo contaron con el apoyo y la asesoría de la oficina de la UNICEF en Cuba, y de la Oficina Regional del Caribe (OXFAM UKI), además de que intercambiaron con destacadas representantes del feminismo internacional provenientes de EE.UU., Canadá, América Latina y otras regiones. Fueron visitadas por la activista afroamericana Angela Davis, por la escritora Alice Walker y la periodista Karen Wald, entre otras figuras.

Su funcionamiento fue la antítesis del centralismo y el formalismo propios de algunas organizaciones en Cuba. Se respetaba y buscaba la opinión ajena, se potenciaban la libertad de expresión y la camaradería,  se aplicaban modernas técnicas de trabajo grupal y se aprobaban decisiones en forma colectiva, como fueron, por ejemplo, el nombre y el logotipo de la organización. En su corta existencia celebraron más de cincuenta talleres de crecimiento individual, adoptaron un Programa de Desarrollo y publicaron dos cuadernillos, que serían separatas de una soñada revista que nunca vio la luz.

Uno de los objetivos del programa fue inscribir a Magín en el Registro de Asociaciones. Sintiéndose parte del proceso revolucionario se acercaron a la FMC buscando apoyo para encaminar dicha aspiración, sin embargo, su secretaria general nunca quiso recibirlas. La condición que se les puso era irrecusable: primero se disolvían como grupo y luego podrían hablar.

Me contaron de sus gestiones para intentar ser reconocidas. Si no provenían de organizaciones establecidas no podrían hacerlo. La UNEAC y la UPEC aceptaban solamente a las mujeres que componían su membresía, pero eso dejaría fuera a gran parte de las integrantes y ellas no querían renunciar a una sola de las magineras.

Finalmente, en septiembre de 1996, algunas integrantes del Comité Gestor de Magín fueron convocadas al Comité Central del PCC. Allí estaban sentados también los secretarios generales de sus respectivos núcleos del Partido y, delante de ellos, las carpetas con sus expedientes.

Se les indicó que debían desactivarse inmediatamente, pues la organización feminista podía ser utilizada para intentar penetrar a la revolución a través del Carril 2 de la Ley Torricelli. Las trataban como ingenuas e inexpertas a pesar de su sólida formación profesional e historial político. Todas las convocadas aceptaron la decisión pero no estuvieron de acuerdo, nunca lo han estado.

Las integrantes de Magín me cuentan su historia
Las integrantes de Magín me cuentan su historia
Las integrantes de Magín me cuentan su historia

Se hizo un gran silencio en ese momento de la historia. Mirta, que fue menos locuaz que el resto durante la tertulia, y que miraba con una expresión de afecto y tristeza a sus amigas, me preguntó: ¿crees tú que fue un error haber aceptado la desactivación? Mi primer impulso fue responder afirmativamente, pero comprendí que no podía ser categórica, hay que ponerse siempre en los pies del otro, y fui sincera al decirle que posiblemente también hubiera cedido a las presiones en aquel momento.

Ahora es fácil emprender una campaña, las personas se han acercado más en el mundo de Internet y de las redes sociales, y pueden recabarse apoyos y simpatía para una causa como esa; sin embargo, ellas estaban solas. La propia Mirta vio cómo se le cancelaban proyectos y se le cerraban puertas y no tuvo otra alternativa que trabajar durante varios años en República Dominicana como docente. Apenas desde hace pocos años se ha desenterrado parte de esta historia para la opinión pública.

En el intercambio expuse mi criterio de que antes de que pueda triunfar en Cuba una agenda que represente los intereses de cualquier sector: mujeres, comunidad LGBTI, organizaciones de personas negras, etc., deberemos encauzar un activismo que garantice la posibilidad de que tales asociaciones tengan un marco jurídico que les permita existir de acuerdo a la ley. Será el modo de garantizar que no se repita un final como el de Magín.

Ahora, cuando la recién aprobada Constitución del 2019 entra en vigor, hay que lograr que los especialistas jurídicos que estudian la legislación complementaria que deberá ser aprobada, tengan muy en cuenta los artículos  14 (El Estado reconoce y estimula a las organizaciones de masas y sociales, que agrupan en su seno a distintos sectores de la población, representan sus intereses específicos y los incorporan a las tareas de la edificación, consolidación y defensa de la sociedad socialista.

La ley establece los principios generales en que estas organizaciones se fundamentan y reconoce el desempeño de las demás formas asociativas); y 56 (Los derechos de reunión, manifestación y asociación, con fines lícitos y pacíficos, se reconocen por el Estado siempre que se ejerzan con respeto al orden público y el acatamiento a las preceptivas establecidas en la ley).

La aprobación definitiva de esa legislación dará nueva vida a Magín, estoy segura. La mayor parte de las testimoniantes del libro y de las mujeres maravillosas con las que compartí ese día siguen sintiéndose magineras. Ellas fueron precursoras del feminismo militante en la etapa socialista de nuestra historia. Su ejemplo deberá ser tenido en cuenta por las más jóvenes. Al menos para mí fue un honor que me aceptaran como parte del grupo. Quiero concluir entonces parafraseando su lema: “Nunca dejen de sentirse estrellas”.

14 mayo 2019 13 comentarios 637 vistas
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Jugada crítica

por Alina Bárbara López Hernández 8 mayo 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Desesperación. Esa es la palabra que mejor puede describir la actitud de las personas. Caminan por las calles buscando, buscando… Casi nada de lo necesario se encuentra. Arroz, pollo, huevos, leche, aceite. La pista para descubrir dónde sacaron alguno de ellos es sencilla: una cola que puede medir dos cuadras de largo. Lo peor es ver a los ancianos tratando de competir con los más jóvenes.

E intentar no estresarse demasiado. Hace dos meses redujeron a la mitad las dosis de antihipertensivos y de otros medicamentos indicados por prescripción facultativa. El semanario matancero Girón intenta educar a la gente para que consuma medicina verde como alternativa.

En una tienda matancera, que el choteo denominó desde su inauguración “el museo de la carne” por los prohibitivos precios de sus productos, los anaqueles están llenos de quesos de calidad, jamón serrano y otros embutidos selectos. En la sección de cárnicos del mercado La Góndola, un paquete solitario de salchichas vienesas se explica por los casi quince CUC que cuesta.

Ni con dinero se halla lo preciso. Nuestro gobierno no pagó en tiempo a los proveedores. Pero sigue controlando férreamente el comercio exterior. La deuda es enorme. Es posible que aún estemos pagando el despilfarro que significó la Batalla de Ideas y la tentativa frustrada de que los estudiantes en Cuba aprendieran a través de un televisor y un video ubicados en cada aula de cada escuela a lo largo y ancho de la Isla. El gobierno norteamericano, con sus medidas de presión, contribuye al desastre y las calamidades.

La situación no será como en los noventa, promete el discurso. El mismo discurso que se ha equivocado tantas veces. El que treinta años después propone las mismas estrategias que nunca logró concretar. Resistamos, dicen los mismos que no han tenido que atravesar estas vicisitudes. Ese discurso gastado deberá tener muy en cuenta que si el deterioro de la situación y el pánico aumenta sin ser revertido en un plazo razonable, no puede descartarse la posibilidad de que ocurra un estallido social en algún momento.

Me aterra que eso pueda acontecer porque no estamos en las mismas condiciones del año 94. En aquella etapa el gobierno dispuso de tres cartas que ahora no puede jugar: 1) el liderazgo de Fidel Castro, ya sin el carisma de los inicios pero todavía efectivo; 2) una medida que influyó rápidamente sobre la economía al permitir la libre circulación del dólar y 3) la disminución de la presión social dada la tolerancia de las autoridades ante la salida masiva de cientos de miles de personas en lo que se denominó “crisis de los balseros”.

Veamos la situación actual.

  • El nuevo liderazgo no puede reivindicar una raíz histórica que lo legitime per se. Mientras, los remanentes de la generación autodenominada histórica no se mostraron efectivos en los últimos quince años en lograr rápidas transformaciones en la economía. A lo que se suma que inmovilizaron la esfera política con una cláusula que los perpetúa como grupo, e incluso, algunos de ellos perjudican los esfuerzos del gobierno con intervenciones que en las últimas semanas han dañado la imagen de confianza que el presidente se esfuerza en proyectar.
  • La circulación del dólar se sustituyó luego por el CUC, y lo que debió ser coyuntural se convirtió en una dualidad monetaria y cambiaria que llega hasta hoy y condiciona la mayor parte de las dificultades actuales de la economía cubana, incluyendo los bajos salarios.
  • En lo referente a la cuestión migratoria, es muy cierto que el gobierno de Donald Trump ha desconocido los acuerdos firmados con Cuba por sus predecesores, y entorpece como en los viejos tiempos este sensible asunto. Pero los referidos acuerdos hacen hincapié en que EE.UU. consideraría una amenaza a su seguridad nacional la llegada masiva de cubanos a sus costas. Esto no debe ser tomado a la ligera vistas las características personales del mandatario norteño y los asesores de que se ha rodeado.

Sin esas cartas de triunfo nuestros dirigentes deberán ser extremadamente cuidadosos en las decisiones que adopten en las próximas semanas y meses. Es impostergable restaurar la confianza de la gente. Porque si lo peor ocurriera y un estallido social los obliga a responder por la fuerza, la imagen del gobierno sufrirá un deterioro irreversible, dentro y fuera del país. Ojalá se impongan el buen juicio y la prudencia.

8 mayo 2019 97 comentarios 262 vistas
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ventrilocuos

Ventrílocuos

por Alina Bárbara López Hernández 3 mayo 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

No esperaba mucho del XXI Congreso de la CTC. Mi expectativa de escuchar ventrílocuos se confirmó desde hace un año, al efectuarse en Ediciones Matanzas la reunión de sindicalizados para analizar la convocatoria al evento que presentara la dirección nacional de la organización con el fin de ser discutida por todas las secciones sindicales del país.

En cuanto se mencionó la palabra salario, las dos funcionarias de la CTC que estaban presentes explicaron que en el seminario de preparación que se les diera para la discusión del documento, les orientaron que debían transmitirle a los trabajadores que el congreso no podía comprometerse a discutir dos temas: el aumento de salarios y la edad de jubilación. Según argumentaron, la economía “no estaba en condiciones” de atender esas problemáticas con inmediatez.

Nuestras protestas estuvieron a la altura de nuestro descontento. Los salarios en las editoriales cubanas son de miseria. En el taller de producción solo se perciben 280 pesos mensuales —poco más de 11 cuc—, la tercera parte del salario medio en Cuba, ya de por sí bajo debido a su real capacidad adquisitiva. Los editores ganamos ligeramente más, pero también muy por debajo del salario medio.

Y a pesar de lo exiguas, estas pagas son recortadas constantemente dada la elevación sostenida de los precios, tanto del sector estatal como privado. ¿Cómo era posible entonces que desde antes del cónclave ya se establecieran condiciones que desconocían las necesidades perentorias de las trabajadoras y trabajadores cubanos?

Por otra parte, me parecía extremadamente manipulador y demagógico el intento de silenciar la discusión sobre esos temas cruciales desde las propias bases sindicales, y más cuando el secretario general de la CTC Ulises Guilarte había planteado públicamente en el espacio televisivo Mesa Redonda del lunes 29 de enero de 2018, con motivo del inicio de las discusiones de la convocatoria al congreso: Durante todo este año se estarán identificando, en los debates al interior de los colectivos laborales, las preocupaciones y demandas que los propios trabajadores quieran que se traten en el congreso de los trabajadores. 

La mayor preocupación de los trabajadores es, sin dudas, el salario y su insuficiente capacidad de compra, hay que ponerlo como tema sobre la mesa por su impacto en la apatía, la falta de promoción en los cuadros de dirección, además de que se han perdido más de 300 mil obreros de alta calificación en el país que se mueven en la búsqueda de una mejor retribución salarial (…)

(…) El Congreso asegurará la canalización de las demandas de los trabajadores, armonizado con la movilización de ese papel de defensa de la eficiencia y de asegurar el impulso a nuestros programas estratégicos de desarrollo. Será un sindicato con una práctica y una acción sindical diferente a la de hoy, con un liderazgo superior, con mayor capacidad de convocatoria, y un ejercicio de movilización superior. En el socialismo debe haber diálogo, debate, pero que prevalezca la fuerza del argumento y el convencimiento.

Mis intervenciones en aquella reunión propiciaron que en la sección sindical de Ediciones Matanzas me propusieran como delegada al congreso. Hube de llenar una planilla con tal motivo, pero lo hice para respetar la decisión colectiva pues estaba convencida de que cada letra escrita era una pérdida de tiempo y tinta. Como en efecto ocurrió.

A los congresos en Cuba asisten mayoritariamente las personas confiables, que no perturben con demasiadas críticas la puesta en escena prevista. Unas semanas después de concluidas las reuniones, la revista Bohemia publicó declaraciones de Ulises Guilarte, donde anunciaba que se debatiría en el congreso una reforma general de los sistemas salariales. Esto no era lo mismo —pensé— pero algo era.

No esperaba mucho del XXI Congreso de la CTC, ya lo dije. Pero no esperaba tan poco. Sobre todo no esperaba un acto de suplantación similar al que realiza un ventrílocuo en una función de circo. La burocracia puso a hablar con su discurso a una representación obrera que, cual boca de Sauron, repitió consignas y asumió compromisos que no está en sus manos cumplir: priorizar las exportaciones, autoabastecernos en los municipios, disminuir importaciones, controlar los plazos de las inversiones, lograr encadenamientos productivos…

Ni siquiera a nivel de los centros de trabajo es posible para un trabajador el control de los planes de producción; mucho menos sensato es admitir —como lo acaba de hacer la dirigencia obrera en el congreso—, que pueden arrogarse una mirada macro, que se erige incluso por encima de los ministerios y depende, por estratégica, de los más altos niveles políticos de dirección. “Eso no se le ocurre ni al que asó la manteca”, diría mi abuela.

Los delegados al congreso parecían alumnos aplicados. Recibieron conferencias impartidas por varios ministros y funcionarios. No debatieron el tema de la edad de jubilación, reclamo masivo de cubanas y cubanos, pero escucharon imperturbables a la ministra de trabajo y seguridad social decir que “no sería descabellado” aumentarla nuevamente —“aunque no en un corto plazo—, pues el país necesita fuerza laboral en consonancia con las tendencias demográficas”.

Profundos cambios demográficos están ocurriendo en Cuba

Profundos cambios demográficos están ocurriendo en Cuba

En otro contexto una declaración como esa hubiera conllevado, como mínimo, a que la dirigencia sindical acordara un paro laboral indefinido. Desgraciadamente esas actitudes son apropiadas para los obreros que enfrentan al capitalismo salvaje, no para nosotros que tenemos garantizados todos los derechos. 

En lo relativo a los salarios no se habló seriamente de la necesidad apremiante de aumentarlos o de la declarada reforma general, y si se hizo no aprovecharon para televisar el debate alrededor de una cuestión tan reclamada. Sin embargo, en la Mesa Redonda previa al 1ro. de mayo, Ulises Guilarte admitió que existían inconformidades por no haber abordado ese tema en el congreso, pero insistió en que para distribuir “la riqueza que es de todos primero hay que crearla y eso se hace con el sudor y las manos de los trabajadores”.

Y con la inteligencia y la competencia de los que dirigen la economía, agregaría yo.  Empezando por quienes deben decidir de una vez por todas la unificación monetaria y cambiaria, paso sin el cual jamás se podrá llegar a tener salarios realistas en Cuba.

En los debates del proyecto de Constitución se enfatizó en la necesidad de implementar el control obrero, lo que además fue incluido en el artículo 20: “Los trabajadores participan en los procesos de planificación, regulación, gestión y control de la economía. La ley regula la participación de los colectivos laborales en la administración y gestión de las entidades empresariales estatales y unidades presupuestadas”.

Sin embargo, no se apreció que el congreso obrero discutiera el modo en que ese artículo sea convertido en leyes claras y precisas, que permitan a trabajadoras y trabajadores rescatar la propiedad de los medios de producción fundamentales que ha sido usurpada por la burocracia desde hace décadas.

No fue planteada tampoco la protección a los trabajadores nativos, a pesar de que en varias obras de la construcción se han admitido últimamente a trabajadores hindúes, que perciben salarios altísimos comparados con los cubanos.

“Si no los afiliamos nosotros, los afilian otros”. Esa frase fue dicha por un delegado al congreso. Se refería a los trabajadores por cuenta propia, que crecen en proporción frente a los empleados estatales. Esa parece la mayor preocupación de la dirigencia sindical: tener afiliados formales, cifras, estadísticas, cotizaciones mensuales para costear los gastos…

En su acto magistral de suplantación, la burocracia no solo puso a los representantes obreros a hablar empleando sus discursos y conceptos; también se apropió, claro que idealmente, de las condiciones de existencia de los trabajadores. Lo hizo cada vez que un alto dirigente se refirió al sacrificio y las dificultades que nos esperan en los próximos meses. Por favor, que no todos somos tan ingenuos como los delegados sindicales que estaban allí.

Desde hace mucho es evidente que los sindicatos en Cuba no cumplen con la función de representar los intereses de los trabajadores ante el Estado o los empleadores. Al contrario, representan los intereses del Estado ante los trabajadores. Por eso su secretario general, que desde 2014 se mantiene en el cargo, es miembro del Buró Político, diputado a la ANPP por Artemisa y ha pasado por diferentes cargos en la nomenclatura política nacional.

Por eso también las consignas clamadas por los medios y los periodistas que cubrían el desfile por el Día Internacional de los Trabajadores, eran lemas apropiados a cualquier manifestación política: vivas al socialismo, a Fidel, Raúl y Díaz-Canel; declaraciones de “yo soy Fidel”; condenas al imperialismo, a Trump y a la injerencia extranjera; apoyo al pueblo de Chávez y Maduro… Todo menos pedir aumento de salarios, mejoría en las condiciones del nivel de vida, disminución de la edad de jubilación, participación activa en la toma de decisiones, en fin… las demandas esenciales que tienen las trabajadoras y los trabajadores cubanos.

Pero no podía esperarse más después de un congreso como el que tuvimos. Y de los sindicatos que tenemos. Quizás sea hora de pensar en otro tipo de asociaciones sindicales para defender nuestros derechos.

3 mayo 2019 67 comentarios 1.657 vistas
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Desafíos

por Alina Bárbara López Hernández 23 abril 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Para estar convencida de que los gobernantes norteamericanos consideran a Cuba como cosa propia no necesito referirme a las medidas anunciadas por Donald Trump. Ni siquiera debo centrarme en los últimos sesenta años de tensiones. Repasar la historia de esta Isla desde el siglo XIX hasta hoy es suficiente para constatarlo.

Enorme error el del presidente Trump. Olvidar que los cubanos tienen como valor supremo —por encima de diferencias ideológicas y rumbos políticos— a la familia, ya le costó a los republicanos perder las elecciones en la Florida tras un endurecimiento similar de GW. Bush. Las amenazas del gobierno norteamericano, cuando incursionan en área tan sensible, han sido siempre contraproducentes.

Igual que pasa en Cuba, donde las generaciones jóvenes tienen menos compromisos con la política, entre la emigración de compatriotas residentes en aquel país no funciona el arcaico discurso clasista de los antiguos batistianos. La mayor parte de los que se van de aquí han dejado atrás personas queridas que forman parte de sus vidas y, aun cuando sus opiniones políticas disten mucho de identificarse con el sistema político insular, si el costo para destruirlo es matar de hambre a los suyos nunca lo admitirán.

Estas medidas muestran tanto cinismo y doble rasero que nadie debería apoyarlas.

Veamos: al gobierno venezolano se le presiona pues los EE.UU. declara su decisión de entregar ayuda humanitaria para los habitantes de ese país que sufren por la carencia de alimentos y medicinas; en el caso de Cuba se presiona para que esas carencias sean todavía mayores.

Ahora más que nunca será la fidelidad familiar de la emigración lo que pueda salvar a los cubanos. Una fidelidad que nuestro gobierno no ha sabido encauzar con inteligencia al seguir considerando como extranjeros a sus emigrantes, a los que exige condiciones leoninas en el pago de gestiones, pasaportes y documentos y al no tener en cuenta las solicitudes de flexibilidad que se han hecho constantemente al respecto.

El capricho de la burocracia política de seguir apostándolo todo al contexto exterior, sin transformaciones políticas internas y sin darle participación a los cubanos en las inversiones, apoyadas por remesas que no solo puedan generarse desde Estados Unidos pues hay otros focos de migración cubana, provoca que ante cualquier endurecimiento del bloqueo seamos frágiles.

Las medidas anunciadas para el 2 de mayo encuentran una situación económica ya precaria, pero también unas redes sociales listas a divulgar cualquier noticia que evidencie que no todos en Cuba estamos expuestos por igual a la pobreza, la falta de víveres y de medicinas.

Nuestro gobierno tendrá que hilar fino pues el discurso del sacrificio ya les queda pequeño.

Cuando las tensiones con el Norte se agudizan, el reclamo usual de nuestra dirigencia ha sido el de cerrar filas incondicionalmente. Esta es otra época, hay que generar cambios políticos; no porque Trump amenace ni mucho menos, sino porque los cubanos los necesitan y los solicitaron. Eso quedó claro en el proceso de consulta popular y serviría para contrarrestar con mayor comprometimiento este nuevo período, que de especial solo tiene el nombre.

La gastada convocatoria a defender conquistas desgastadas necesita rejuvenecer con nuevas conquistas. Ese será el mayor desafío y la mejor respuesta a las apetencias imperialistas.

23 abril 2019 53 comentarios 210 vistas
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La maldita culpa

por Alina Bárbara López Hernández 18 abril 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Contiene la paradójica dualidad de ser valorado como el protagonista de la historia, el “verdadero jefe de las revoluciones” y, al mismo tiempo, el culpable de los errores que llevan a la decadencia de las mismas. El pueblo es un concepto impreciso pues define a un conjunto de clases, sectores y grupos sociales. Aquel por quien todos hablan. El que toma el poder en nombre de las revoluciones burguesas y de las socialistas, y que luego, aunque por motivos diferentes, ve limitada su participación en la toma real de decisiones.

En épocas de crisis existe la tendencia a juzgarlo por insuficiencias y faltas de las que rara vez es responsable. En medio de la inestabilidad política republicana de 1917, Enrique José Varona, político y filósofo cubano, concebía a la “masa social” como inerte, y recomendaba “gravitar sobre ella con todas las fuerzas posibles para ir poco a poco venciendo su poderosa resistencia”. Sin embargo, no era optimista: “No hay que forjarse ilusiones. El pueblo, en toda su generalidad, es, ha sido y será siempre reaccionario”.[1]

Algunos intelectuales de la generación del veinticinco manejaron ese criterio. Juan Marinello, en carta a José Antonio Ramos de 1925, confiesa: “Yo soy un decepcionado a priori; es decir, que nada me extraña de mi pueblo porque siempre espero lo peor”.[2]

Esa perspectiva variará tras la revolución del treinta, el mismo Marinello es un ejemplo de cambio. La participación popular en la lucha contra la dictadura de Machado primero y de Batista después, contribuyó a eliminar, o al menos mitigar, la opinión peyorativa sobre el pueblo de algunos políticos e intelectuales. El socialismo reivindicó un enfoque trascendental y heroico del pueblo al declararse una revolución nacida de sus entrañas.

La comunión pareció absoluta hasta que la profunda crisis de los noventa hizo brotar el viejo expediente de culpabilidad.

En octubre de 2009, el periodista Lázaro Barredo publicó el artículo “Él es paternalista, tú eres paternalista, yo soy paternalista…”,[3] que suscitó merecidas réplicas. Allí se quejaba de que “La Revolución fue desde sus inicios un torrente de justicia, que no siempre ha sido correspondido”, y adjudicaba a la sociedad cubana una serie de “vicios o costumbres” que impedían “que nuestro proyecto socialista salga adelante”, uno de ellos era:

El síndrome del pichón: andamos con la boca abierta porque buena parte de los mecanismos que hemos diseñado están concebidos para que nos lo den todo. Usted no va a la bodega a comprar, va a que le den lo que le toca; usted no repara su casa o su apartamento en el edificio, porque además de que no tiene cómo adquirir los materiales, las cosas están concebidas para que le den las facilidades de esa reparación y así es en la mayoría de los asuntos de nuestra vida cotidiana.

En el 2012, poco antes de morir, el cineasta Alfredo Guevara, por muchos años director del ICAIC, sostuvo un par de entrevistas con Abel Sierra Madero y Nora Gámez Torres. En ellas manifestó:

[…] soy portador de una visión casi mística de mi país y de mi pueblo, pueblo en el que no creo, no creo que mi pueblo valga la pena. Creo en sus potencialidades pero no en su calidad. A nosotros siempre nos han querido meter en el molde de la Unión Soviética. Conversando con un intelectual francés sobre las particularidades de Cuba en una ocasión, yo lo quería convencer de que éramos muy diferentes y ese día lo convencí, porque le dije: «Sal a la calle. ¿Tú crees que con esos culos y con esas licras alguien puede entender Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana? ¿Tú crees que es posible eso?» Acto seguido se rió y me entendió. Hay que tomar en cuenta el trópico, dios mío. En el trópico no se pueden aplicar ni siquiera las fórmulas más puras de Carlos Marx.

En julio de 2013, el anterior Presidente del Consejo de Estado y de Ministros, dedicó casi la mitad de su intervención ante el parlamento a mostrar que “se ha abusado de la nobleza de la Revolución, de no acudir al uso de la fuerza de la ley, por justificado que fuera” y, en consecuencia, se lamentaba de que: “Hemos percibido con dolor, a lo largo de los más de 20 años de período especial, el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás”.[4]

En honor a la verdad, tales enjuiciamientos se moderaron durante un largo período en las declaraciones de los líderes políticos; aun cuando en sus constantes apelaciones y consignas se transmite la impresión de que es el pueblo quien no logra realizar las acciones cuasi épicas que parece demandar de él la dirigencia.

Las demandas gubernamentales son: cambiar de mentalidad, rescatar valores, ahorrar, ser eficiente y productivo, combatir ilegalidades.

La etapa de consulta popular para aprobar la nueva Constitución pareció ser de luna de miel en las declaraciones de nuestros dirigentes acerca del pueblo: todos éramos Cuba. Pero… en cuanto la crisis evidenció, como ha hecho en los últimos días, que viene con fuerzas renovadas, aparecen los punteros dirigidos no ya hacia el pueblo, sino a la población, que es la manera peyorativa que tiene la burocracia de referirse al pueblo, como explicara con mucha razón Mario Valdés en un post publicado en este mismo blog.

Precisamente acabo de ver en la televisión una reunión donde se dirimían asuntos relacionados con el Ministerio de Energía y Minas, en la cual Ramiro Valdés dedicó varios minutos a valorar el tema de la pérdida de valores entre la población como un factor de gran importancia en las ilegalidades.

Fue duro escuchar que “mientras haya quien compre un bistec robado habrá desvío de recursos” y “que es la demanda de la gente la que crea las ilegalidades”. Parece que no quieren ver qué hay detrás de las ilegalidades ni entender por qué personas que siempre fueron honestas tienen que comprar un bistec robado como único modo de alimentar a sus hijos, o a sus padres.

Si las nuevas dificultades de los próximos meses van a ser encaradas así, culpando al pueblo y no haciendo enjuiciamientos profundos y autocríticos, eso puede acarrear consecuencias costosas en la credibilidad del gobierno. No intento establecer una antítesis entre pueblo y dirigencia, pero considero que en las condiciones de la Cuba actual, es en manos de esta y no de aquel -que solo es consultado-, donde existen las posibilidades de transformación que requerimos para que “la culpa, la maldita culpa”, ya no sea de nadie.

[1]Revista de los Estudiantes de Derecho, febrero de 1917, p. 1.

[2]Ana Suárez Díaz: “Cada tiempo trae una faena…” (Selección de correspondencia de Juan Marinello Vidaurreta 1923-1940), Editorial José Martí, La Habana, 2004,p. 57.

[3]Granma, viernes 9 de octubre de 2009.

[4]Intervención de Raúl Castro en la Primera Sesión Ordinaria de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 7 de julio de 2013. (Versiones Taquigráficas-Consejo de Estado).

18 abril 2019 31 comentarios 643 vistas
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