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Alina Bárbara López Hernández

Alina Bárbara López Hernández

Profesora, ensayista e historiadora. Doctora en Ciencias Filosóficas

El modelo y las cosquillas

por Alina Bárbara López Hernández 20 agosto 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

A mi amiga, la periodista retirada Katia Valdés —propietaria de una de las mejores bibliotecas personales que conozco—, le debo haber visto el documental El martillo y las cosquillas, dedicado al análisis del chiste político en el socialismo.

A través de un recorrido que inicia en la Revolución de Octubre y se extiende por la conformación y derrumbe del campo socialista, el documental, del 2006 y dirigido por el canadiense Ben Lewis, demuestra la vitalidad que tuvo esta manifestación de la crítica a través del humor.

El chiste político tiene modalidades gráficas, literarias y orales. Puede ser llevado al teatro, la televisión, el cine y, en estos tiempos, también a las redes sociales. La prensa, por su parte, lo ha cobijado desde su surgimiento.

En Ciudad de México se encuentra el Museo de la Caricatura, localizado en el Centro Histórico. Los visitantes pueden conocer y disfrutar de la exposición permanente La caricatura en la historia, historia de la caricatura, que abarca la política en ese país desde 1826 hasta la actualidad.

Si nos ubicamos en la Cuba republicana, podremos citar a cultivadores de la esta manifestación artística tan relevantes como Abela, René de la Nuez o Mario Kuchilán Sol. Sobre este último, que laboraba en Prensa Libre y Bohemia, nos cuenta Ciro Bianchi en Letra con música de fondo, un conjunto de crónicas que edité el pasado año: “Desde el mismo día del golpe de Estado, al que se opuso con fuerza, Kuchilán fustigaba en la prensa a su protagonista. Batista, por su parte, lo tenía en la mira desde que lo dibujara vestido de rumbera, con el siguiente texto a pie de imagen: Amalia Batista, Amalia Mayombe, qué tiene esa negra que mata a los hombres”.

La respuesta del general a la broma no se hizo esperar. Fidel Castro denunció en La historia me absolverá: “El secuestro del periodista Mario Kuchilán, arrancado en plena noche de su hogar y torturado salvajemente hasta dejarlo casi desconocido”.

El loquito de René de la Nuez es descrito en otra crónica del mismo autor:

Es uno de los personajes más populares de la caricatura cubana. De ojos estrábicos y nariz de cucurucho, tocado invariablemente con un gorro de papel periódico, aunque no hablaba, transmitía con claridad luciferina lo que la dictadura de Fulgencio Batista pretendía ocultar mediante la represión y la censura. El Loquito hacía alusiones que el pueblo sabía interpretar.

Es evidente que el período del batistato, tan dado a la represión, hizo florecer este tipo de manifestación crítica. Bien decía nuestro Martí que el humorismo era el equivalente a un látigo con cascabeles en la punta.

En la actualidad, el presidente norteamericano Donald Trump ha sido blanco constante de chistes en la televisión, la prensa y las redes sociales. Los memes que se le han dedicado son joyas de ingenio crítico.

Los ejemplos anteriores, apenas un botón de muestra, indican que los chistes políticos no son ni por asomo exclusivos del sistema socialista. Aunque sí es cierto que en él lograron una gran expansión en número, temas y creatividad: tanto el chiste de autor, más elaborado intelectualmente; como el anónimo, que se transmitió de unas personas a otras de manera oral.

El documental comienza afirmando, de manera absoluta, que si en algo era muy superior el socialismo al capitalismo era en sus chistes políticos. Los había de diversas temáticas: chistes que se quejaban de las privaciones de la vida, el burocratismo, el voluntarismo, el culto a los dirigentes, la prensa, los ambiciosos planes y proyectos que la mayoría de las veces no eran cumplidos e, incluso, del sistema. Vean uno de ellos:

¿Puede construirse el socialismo en el desierto?

Sí, es posible, pero no aconsejable. Luego de un tiempo habrá escasez de arena.

Considero que esta era una forma de ridiculizar las limitaciones impuestas a la libertad de expresión, ya que los chistes contenían realidades que las autoridades no divulgaban públicamente; además de que denunciaban las carencias de la vida cotidiana y la falta de una crítica abierta por parte de los gobiernos y de la prensa partidista.

Funcionaban entonces como una especie de válvula para aliviar la presión social. Así lo reconoce, en entrevista para el documental, Wojciech Jaruzelski, presidente polaco en la década del ochenta: “Los chistes liberaban las tensiones entre el gobierno y el pueblo”. A eso se debió sin dudas su decisión de nombrar como vocero de comunicación del gobierno a un escritor satírico.

Uno de los entrevistados afirma: “Es la Ley de Fausto, mientras más duro el momento, más duros los chistes”. Otro, un rumano, explica que elaboró un manuscrito que contiene 950 chistes políticos de humor negro aparecidos en la década comprendida entre 1979 y 1989. Estructuró el material en doce categorías, para constatar que, de cada tres chistes, uno se refería a la calidad de la vida. El análisis estadístico le permitió concluir que, desde 1985 en adelante, los chistes que se enfocaban en la oposición al sistema aumentaron en un doscientos porciento.

Fueron entrevistados humoristas rusos, polacos, de Alemania Democrática, rumanos, checos y húngaros. Todos coinciden en que eran directamente proporcionales las etapas de agudización de las crisis económicas y la cosecha de chistes políticos.

Esta regularidad permite entender la explosión sin precedentes de chistes sobre el proyecto de criar avestruces en Cuba, que fue anunciado hace muy poco en medio de una terrible carencia de alimentos. Algunos lo entendieron como una falta de respeto a la figura política que lo expuso; sin embargo, era una crítica más profunda al sistema de economía socialista en la Isla; reacción potenciada dada la posibilidad de visibilizar y transmitir los chistes en tiempo record a través de las redes sociales e Internet, algo inédito en el campo socialista, que desapareciera antes del surgimiento de este medio de comunicación.

A partir de que Nikita Khrushchev denunciara los excesos del estalinismo en el XX Congreso del Partido Comunista de la URSS, se flexibilizó la posibilidad de hacer chistes críticos pues, primero, se dejó de encarcelar a las personas por hacerlos; segundo, en todo el bloque socialista se multiplicaron semanarios humorísticos que eran muy demandados.

Esas publicaciones se burlaban del imperialismo y también de problemas menores del socialismo: los vendedores de las tiendas, la burocracia menor, la lentitud en los trámites; entre otros asuntos que, al no dirigir las saetas hacia las causas de los problemas, sino a sus efectos externos, eran bien recepcionados por los decisores de los departamentos ideológicos de los Partidos Comunistas, que eran quienes monitoreaban tales cuestiones. En Cuba, el semanario Dedeté cumplió esa función por muchos años, pero el período especial restringió sus tiradas, que son casi intangibles hoy.

El socialismo se derrumbó a fines de los ochenta. En su caída arrastró a todos los países de Europa Oriental que habían asumido un modelo lleno de errores e insuficiencias. El tipo de chiste político era tan parecido en todos ellos pues similares eran sus desviaciones. Si hiciéramos un estudio en Cuba podríamos ver que algunos de estos chistes llegaron a nosotros.

El caricaturista Nuez explica al cronista Ciro Bianchi las razones por las que El loquito perdió su razón de ser: “La Revolución estaba en el poder y el personaje no tenía que decir en clave lo que podía gritar a voz en cuello, no debía burlar ya ninguna censura. Sus sueños se habían hecho realidad, y dejó de salir”. Se dedicó entonces a la causa del pueblo vietnamita y a la lucha de Chile contra el fascismo pinochetista.

Si bien la prensa en Cuba se ha mantenido distante de la caricatura y el chiste político, este ha reaparecido en la televisión, los teatros y en el ámbito digital, sobre todo en este último. Sigue siendo una válvula de alivio a la presión social que nuestro gobierno no debe ignorar y mucho menos, intentar prohibir. Mientras existan las carencias, los planes insensatos, el voluntarismo, las prohibiciones y la censura; con el humor político ocurrirá lo mismo que con la Ley del Valor: si lo sacan por la puerta entrará por la ventana.

20 agosto 2019 11 comentarios 824 vistas
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black hole

From black holes to History and vice versa

por Alina Bárbara López Hernández 11 agosto 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

As the writings of Carlos Luque Zayas-Bazán limit their theoretical depth and descend into insults, they grow increasingly inappropriate for an internet site like Rebelión, which invites to reflection, and also has the healthy habit of divulging the points of view of all contenders. That’s not the left preferred in our ideological environment.

His tirades fit better in more intimate digital settings, such as his Facebook page, from where it was replicated by the blog PostCuba, also a quasi-private site once you look at the number of visits it reports, evidently by his friends. Birds of a Phraseology feather flock together at PostCuba.

Luque reacts this time to mi article ‘The Golden Republic’, published, as usual, in LJC. The novelty is that now he does so with an assistant: Ernesto Estévez Rams. From the first debate we held, it was unquestionable that he needed help, but it made sense to expect a more effective collaborator.

Professor Estévez Rams has a PhD and he specializes in the field of Physics. He must be very trustworthy in his specialty, but this obviously does not extrapolate to the field of History. The same would happen to me if I tried to plunge into the depths of the Theory of Relativity, or stand in front of an auditorium to explain the subject of black holes.

You can argue about history without being a historian. Stating the opposite would mean entering the reactionary halls of Platonism with VIP status. However, in order to participate in a serious debate, you need historical culture. Again, Luque fails at choosing his company.

I will now respond to the main objections of the physicist-cum-historian.

His first question: Is Bourgeois Republic the best name for the pre-revolutionary Republic? We owe the contribution to Fernando Martínez Heredia, in his essay ‘El problemático nacionalismo de la primera república’ (‘The problematic nationalism of the first republic’) –published in Temas, no. 24-25, January-June, 2001, pp. 34-44. I use it because I consider it quite fitting. For a long time, the three major stages in which Cuban history can be divided were called: Colony, Republic and the Revolution in power. But, as Fernando would well argue, the socialist stage also adopted a republican character, and the term revolution in power gave an element of temporary status to the State forged after ’59, and especially after the Constitution of 1976. His proposal attempted to legitimate the republican character of socialism by qualifying them as Bourgeois Republic (1902-1952) and Socialist Republic, in accordance with the type of property, the social classes and the constitutions they adopted.

The Bourgeois Republic itself has been divided into two stages: the First Republic (1902-1933) and the Second Republic (from the latter date until 1959).

Estévez denies that historiography after the Revolution ill-treated the Republic. Yes it has, dear professor, by omission and by unseasonable manipulation of facts and figures of that period.

The first of them becomes evident in the relative ignorance of our republican past. If Luque and company believe I am being dramatic, then read the assessment written by doctor Eduardo Torres-Cuevas –President of the Cuban Academy of History–, in the editorial of the journal Debates Americanos no. 12, January-December, 2002, entirely devoted to celebrating the centenary of the proclamation of the Republic: ‘A strange fear seems to surround and condition any approach to republican issues. The majority of historical sources which contain the most revealing material about the time are yet to be consulted. What’s more, when going over the most widely known studies about the period, one can confirm that the stage between 1940 and 1959 is almost completely unknown.’

It’s true a lot of water has flowed under the bridge since 2002, and it must be acknowledged that in the last fifteen years important studies about the Republic have proliferated, which I shall not mention here for want of space. However, they have not run the course which would take them from cold research into classrooms. The official history, the one being learned in schools, continues to focus on the negatives of the time.

The point about manipulation is visible –and I again quote Torres-Cuevas and his editorial– ‘…in the purely ideological approach that many use in order to try and explain phenomena they ignore in their essence. Adjectives, assertions lacking proper demonstration, abductive approaches which transfer to the past the mentality of the present, and judgments on human action determined by what would have been desired and not by an understanding of the circumstances and mentalities of the time…’.

The History enthusiast attempts to illustrate me about certain things I by no means have denied, such as the collective frustration brought about by the American occupation, the historical humiliation of the Platt Amendment and how, even after it was repealed in 1934, our economy remained dependent on that of the neighboring country.

My point was that, together with those realities, we should also unveil positive aspects of the republican past, which also existed, and that we shouldn’t standardize judgments that lack nuances and become unfair as they treat alike personalities who had great differences. As Eduardo Torres-Cuevas well said: ‘What set apart Gerardo Machado and Batista from Alfredo Zayas and Ramón Grau San Martín was that the former violated the Constitutions, they got their way by force and they both destroyed the Republics which begot them. An equal sign cannot be drawn between them.’

The trope that the revolution of the 1930s ‘flew away in the wind’ is an obstacle in trying to assimilate the undeniable contrasts between the First and the Second bourgeois Republics. According to a great scholar of the Republic, doctor Berta Álvarez Martens, as a result of that revolution, Cuban politics was re-launched and the Cuban nation was conceived and projected as a reality. The institutionalization and the guidelines generated in the 1930s allowed great sectors of the middle and working classes to exert social prominence and create organizations that would grow very strong within the reshaping of the State.

Even when control of the economy wasn’t in Cuban hands and it was very much tied to American dictates, this stage saw the passing of legislation on social, labor and economic issues like never before. The Cuban State, from 1940 onwards, had a liberal and democratic nature, with a social order aimed at public service.

It’s a reality that marked differences and contrasts prevailed in the way of life of the various social classes. And it’s also true that the democracy in the Constitution of 1940 is advocated not only in terms of individual rights, but also in terms of social and economic rights. This lead to the most advanced labor legislation in Latin America; to an organization of a Cuban school of democracy, egalitarian and progressive; and to a State which acted as advisor and regulator in the country’s economy.

In his piece, the doctor of Physical Sciences makes two glaring mistakes by stating that the Constitution of 1940 ‘was begotten against the wishes of the bourgeois by the most revolutionary forces, in a chaotic context where there was a pressing necessity to keep our own backyard quiet while fighting the Nazis in alliance with the USSR.’

The first mistake is chronological: the Constituent Assembly began its sessions on February 9 and concluded them on June 8, 1940. It would still take a year and fourteen days for Germany to attack the USSR, thus bringing it into the Second World War, an event that happened on June 22, 1941. If we become fastidious, we would even have to recognize that the alliance of Stalin’s government in 1940 was precisely with Hitler, with whom, in September 1939, it had signed a Non-Aggression Treaty with an accompanying secret clause concerning the division of part of Europe between the two powers. If you take the trouble to consult the Parliamentary Report of the Constituent Assembly of 1940, you’ll be able to verify the condemnation by the members of the Assembly of the Soviet intervention in Finland; of course, with the nay vote of the six communist representatives.

The second blunder is an ideological one: saying that the Constitution of 1940 was made ‘against the wishes of the bourgeois’. Apparently, Estévez does not accept that the Cuban bourgeoisie had sectors which, though reformist, as the Communist Party was too after its legalization, did have a progressive nature.

I refer him to my essay ‘Crónica de un fracaso anunciado: los intelectuales de la república y el socialismo soviético’ (‘Chronicle of an announced failure: the intellectuals of the Republic and Soviet socialism’), published in Temas, no. 55 of 2008, pp. 163-174, and also –if they haven’t taken it down– in the website of the National Assembly of People’s Power (ANPP), which now brings discredit to itself by hosting the uninformed PostCuba article. In it I say:

It’s no coincidence that in the two revolutionary moments of the bourgeois Republic, the intellectuals who represented various sectors of the bourgeoisie were the most active defenders of the revolutionary option and, in the long run, the proponents of armed struggle, the more radical way –Guiteras in the 1930s, Fidel in the 1950s. In the case of the struggle against Batista, this was done in open defiance of the stance of Cuban communists, who, with a dogmatic and foreign view, denied the insurrectionary possibility.

In the essay ‘Los siete pecados capitales del mal historiador’ (‘The seven deadly sins of a poor historian’), Mexican theorist Carlos Aguirre Rojas speaks about the mistaken notion of history conceived as a gigantic broom. His critique is very pertinent in light of the following proposition by Estévez: ‘There’s no unfair image to rescue here, nor any nostalgia to celebrate. The Republic was neocolonial and it remained neocolonial until the Revolution swept away the shadows and rescued the lights.’ According to Aguirre:

The fourth sin of poor history, repeated in the various traditional handbooks, is its limited idea of progress, which is directly connected (…) with the notion of time as physical time, unique, homogeneous and linear (…).

It’s an idea of human progress in history wherein it is stated that, inevitably, everything today is better than in any past time, and everything tomorrow will necessarily be better than anything today. Therefore, humanity can do nothing else than to move forward and forward non-stop since, going by this construction, the only thing it has done so far is precisely ‘progressing’, always advancing from lowly conditions to increasingly higher levels, in a sort of imaginary ‘ladder’ where it would be forbidden to look back, to leave the charted course, or to trace back, even a single step, on the path already covered. And things do not change too much if this idea is proposed by the contemporary apologists of capitalism, who want to defend at all costs the supposed ‘simple superiority’ of that system over any time in the ‘past’, or if it is put forth by vulgar Marxists –not by truly critical Marxists– who have tried to teach us that history moves forward and has to move forward, inevitably, from primitive communism to slavery, from slavery to feudalism, and from it to capitalism, so it can later end, with no possible choice, in the long-awaited socialism and, perhaps later, in the superior communism. An extremely simplistic view of progress and of history, rejected by Marx himself (…).[1]

The closing words of Estévez’s piece have completely baffled me. I thought my sight was failing me and I cleaned my glasses, but to no avail, they were still there, stubborn and imprudent: ‘O, the Republic! when I was young my father told me so much about that Republic, while he showed me his medal for the clandestine struggle that he earned for contributing to bringing it down!’

What I’ve learned from our history is that a lot of people fought, in clandestinity  and in the mountains, in order to defend the Republic and restore the constitutionality interrupted by the coup d’état of March 10, 1952. If Estévez’s father contributed to ‘bringing it down’ he must have been an ally of general Batista.

Since I assume he would not be proud of such a thing, my hypothesis is that his text is poorly written, and this calls for some criticism of the ANPP website administrator, because asking PostCuba to make corrections is asking the impossible.

With much respect I then suggest you amend the mistake, since others may think ill of that and say that a website that should be a stronghold in the defense of Cuban institutionalization is sheltering and abetting a follower of Batista.

I expect Luque and Estévez will be around for upcoming debates, and I trust that, for a change, they’ll be better prepared.

Contact the author at: alinabarbara65@gmail.com

[1]Carlos Antonio Aguirre: Antimanual del mal historiador, o cómo hacer una buena historia crítica (Anti-Handbook for the Poor Historian, or How to Write Good Critical History). Havana, J. Marinello Center for Research and Development of Cuban Culture, 2004, pp. 30-46.

(Translated from the original)

11 agosto 2019 1 comentario 351 vistas
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De los agujeros negros a la Historia y viceversa

por Alina Bárbara López Hernández 8 agosto 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

En la medida en que los escritos de Carlos Luque Zayas-Bazán restringen su calado teórico y crecen en insultos, les resulta poco apropiado un sitio de Internet como Rebelión, que incita a reflexionar y, además, tiene la saludable costumbre de divulgar todos los puntos de vista de los contendientes. Esa no es la izquierda que se prefiere en nuestro medio ambiente ideológico.

Para sus diatribas resultan convenientes entornos digitales más íntimos, como su muro de Facebook, de donde lo replicó el blog PostCuba, también cuasi privado vistas las estadísticas de visitas que reporta, evidentemente de sus amigos. Santa Fraseología los cría y PostCuba los junta.

Luque reacciona esta vez a mi artículo La república dorada, publicado, como siempre, en LJC. La novedad es que ahora lo hace con un asistente: Ernesto Estévez Rams. Desde el primer debate que sostuvimos fue indiscutible que requería apoyo, pero era lógico esperar un colaborador más eficaz.

El profesor Estévez Rams posee grado científico de doctor y se especializa en el campo de la Física. Debe ser muy solvente en su especialidad, pero evidentemente ello no se extrapola al campo de la Historia. Igual me pasaría si intentara calar en las honduras de la Teoría de la Relatividad, o me parara frente a un auditorio dispuesta a explicar el tema de los agujeros negros.

Se puede polemizar sobre historia sin ser historiador. Afirmar lo contrario sería entrar, con categoría VIP, en los reaccionarios salones del platonismo. Sin embargo, para participar en un debate serio se necesita cultura histórica. De nuevo falla Luque al escoger compañía.

A continuación atenderé las principales objeciones del físico devenido historiador.

Su primera duda: ¿Es República Burguesa el mejor nombre para la República pre-revolucionaria? El aporte se lo debemos a Fernando Martínez Heredia, en su ensayo “El problemático nacionalismo de la primera república” –publicado en Temas, no. 24-25, enero-junio del 2001,pp. 34-44—, lo utilizo pues me parece muy adecuado. Durante mucho tiempo, las tres grandes etapas en que se puede dividir la historia de Cuba fueron denominadas: Colonia, República y Revolución en el poder. Pero, como bien fundamentara Fernando, la etapa socialista también adoptó carácter de república y el término revolución en el poder otorgaba visos de interinidad al Estado forjado tras el 59 y sobre todo después de la Constitución de 1976. Su propuesta pretendía legitimar el carácter republicano del socialismo al clasificarlas en República burguesa (1902-1952) y República Socialista, de acuerdo al tipo de propiedad, a las clases sociales y a las constituciones que asumieron cada una con sus notablísimas diferencias.

La propia república burguesa ha sido dividida en dos etapas: la Primera república (1902-1933) y la Segunda república (desde esa última fecha hasta 1959).

Niega Estévez que la historiografía después de la Revolución maltratase a la República. Sí lo ha hecho estimado profesor, por omisión y por manipulación extemporánea de hechos y figuras de aquel período.

La primera de ellas se evidencia en el relativo desconocimiento de nuestro pasado republicano. Si Luque y compañía creen que dramatizo, lean entonces la valoración que realizara el doctor Eduardo Torres-Cuevas –Presidente de la Academia de la Historia de Cuba—, en el editorial de la revista Debates Americanos no 12, enero-diciembre de 2002, dedicada íntegramente a conmemorar el centenario de la proclamación de la república: “Un extraño temor parece rodear y condicionar el acercamiento a las problemáticas republicanas. La mayor parte de las fuentes históricas que contienen lo más revelador de la época, aún están sin consultar. Aún más, al repasar los estudios más conocidos acerca del período puede constatarse que la etapa que cubre de 1940 a 1959 es casi totalmente desconocida”.

Es cierto que ha llovido mucho del 2002 a la fecha, y debe reconocerse que en los últimos tres lustros han proliferado importantes estudios sobre la república que no citaré por falta de espacio. Sin embargo, ellos no han transitado el camino que los conduzca de la ciencia a las aulas. La historia oficial, la que se aprende en las escuelas, sigue enjuiciando solo lo negativo de la época.

Lo referente a la manipulación se observa —y cito nuevamente a Torres-Cuevas y su editorial—: “(…) en el acercamiento netamente ideológico con que muchos intentan explicarse fenómenos que desconocen en sus esencias. Adjetivos, afirmaciones sin muchas demostraciones, visiones abductivas que trasladan a un pasado la mentalidad de un presente y juicios sobre la acción humana determinados por lo que se hubiese querido y no por la comprensión de las circunstancias y mentalidades de una época (…)”.

Intenta ilustrarme el aficionado a la Historia en ciertas cosas que ni por asomo he negado yo, como la frustración colectiva que significó la ocupación norteamericana, la humillación histórica de la enmienda Platt y cómo, aún después de ser derogada en 1934, se mantuvo la dependencia de nuestra economía a la del país vecino.

Mi punto era que, junto a aquellas realidades, develemos también aspectos positivos del pasado republicano, que también los hubo, y que no se estandaricen valoraciones que carecen de matiz y son injustas al unificar bajo el mismo rasero a figuras que tienen grandes diferencias. Como bien afirmara Eduardo Torres-Cuevas: “Lo que diferenció a Gerardo Machado y a Batista de Alfredo Zayas y Ramón Grau San Martín, es que los primeros violaron las constituciones, se impusieron por las fuerzas y ambos destruyeron las repúblicas de las que habían surgido. No puede trazarse un símbolo de igualdad entre ellos”.

El habitual modo de afirmar que la revolución del treinta “se fue a bolina” impide asimilar los indudables contrastes entre la primera y la segunda república burguesas. Dice una gran estudiosa de la república, la doctora Berta Álvarez Martens, que como resultado de aquella revolución, la política en Cuba fue refundada y la nación cubana se piensa y se proyecta como realidad. La institucionalidad y la normativa generada en los años treinta permitieron que amplios sectores de las clases medias y de los trabajadores ejercieran protagonismo social y crearan organizaciones que tendrían mucha fuerza dentro de la reconformación del Estado.

Aun cuando las claves de la economía no estaban en manos de los cubanos y era muy susceptible a las directivas norteamericanas, en esa etapa se legisló sobre cuestiones sociales, laborales y económicas como nunca antes se había hecho. El Estado cubano, a partir de 1940, se caracterizó por ser liberal y democrático, con un orden social de utilidad pública.

Es una realidad que se mantuvieron las marcadas diferencias y los contrastes en las formas de vida de las diversas clases sociales. Como también lo es el hecho de que la democracia en la Constitución del 40 se propugna no solo en términos de derechos individuales, sino también de derechos sociales y económicos. Esto dio lugar a la legislación laboral más avanzada de América Latina; a una organización de la escuela cubana democrática, igualitaria y progresista y a un Estado con rol de orientador, regulador y normador en la economía del país.

En su escrito, el doctor en Ciencias Físicas comete dos deslices garrafales al afirmar que la Constitución del 40 “fue parida a contrapelo de los burgueses por las fuerzas más revolucionarias, en un contexto revuelto donde pesaba la necesidad de que el patio estuviera tranquilo cuando se luchaba contra los nazis en alianza con la URSS”.

El primero es cronológico: la Asamblea Constituyente inició sus sesiones el 9 de febrero y las concluyó el 8 de junio de 1940. La URSS demoraría aún un año y catorce días en ser atacada por Alemania e involucrarse en la Segunda Guerra Mundial, lo que ocurrirá el 22 de junio del 41. Ya en pose preciosista, habría que reconocer que la alianza del gobierno de Stalin en el año 40 era precisamente con Hitler, con el cual, en septiembre del 39, había refrendado un Tratado de No Agresión con su correspondiente cláusula secreta, mediante la que se repartieron parte de Europa. Si se toma el trabajo de consultar el Diario de Sesiones de la Asamblea Constituyente del 40, constatará la condena de los asambleístas a la intervención soviética en Finlandia; por supuesto, como era de esperar, con el voto en contra de los seis representantes comunistas.

El segundo gazapo es ideológico: afirmar que la Constitución del 40 se hizo a “contrapelo de los burgueses”. Por lo visto, Estévez no acepta que la burguesía cubana tuviera sectores que, aunque reformistas, como lo fue también el Partido Comunista después de su legalización, tuvieron un carácter progresista.

Lo remito a mi ensayo “Crónica de un fracaso anunciado: los intelectuales de la república y el socialismo soviético”, publicado en Temas, no. 55 del 2008, pp. 163-174, y también, si no lo han retirado, en el sitio de la Asamblea Nacional del Poder Popular que ahora se demerita al hospedar el desinformado artículo de PostCuba. En el cual expreso:

No es casual que en los dos momentos revolucionarios de la República burguesa, hayan sido intelectuales que representaban a diversos sectores de la burguesía los más activos defensores de la opción revolucionaria y, a la larga, los artífices de la vía armada, la más radical –Guiteras en los años treinta, Fidel en los cincuenta– en desafío abierto, en el caso de la lucha contra Batista, a la postura de los comunistas cubanos que, con criterio dogmático y foráneo, negaban la posibilidad insurreccional.

En el ensayo “Los siete pecados capitales del mal historiador”, el teórico mexicano Carlos Aguirre Rojas se refiere a la noción equivocada de la historia concebida como una gigantesca escoba. Su crítica es muy pertinente a la siguiente tesis de Estévez: “Aquí no hay imagen injusta que rescatar, ni nostalgia que celebrar. La república, neocolonial era y neocolonial fue hasta que la Revolución barrió las sombras y rescató las luces”. Según Aguirre:

El cuarto pecado de la mala historia, repetido en los diversos manuales tradicionales, es su idea limitada del progreso, lo que está directamente conectado (…) con la noción del tiempo como tiempo físico, único, homogéneo y lineal (…).

Es una idea del progreso humano en la historia donde se afirma que, inevitablemente, todo hoy es mejor que cualquier mañana, y todo mañana será obligatoriamente mejor que cualquier hoy. Entonces, la humanidad no puede hacer otra cosa que avanzar y avanzar sin detenerse pues, según esta construcción, lo único que ha hecho hasta hoy es justamente “progresar”, avanzando siempre desde lo más bajo hasta niveles cada vez más altos, en una suerte de “escalera” imaginaria donde estaría prohibido volver la vista atrás, salirse del recorrido ya trazado, o desandar, aunque sólo sea un paso, el camino ya avanzado. Y no cambia demasiado la cosa si esta idea es afirmada por los apologistas actuales del capitalismo, que quieren defender a toda costa la supuesta “simple superioridad” de este sistema sobre cualquier época del “pasado”, o si es afirmada por los marxistas vulgares  —no por los marxistas realmente críticos— quienes han pretendido enseñarnos que la historia avanza y tiene que avanzar, fatalmente, del comunismo primitivo al esclavismo, del esclavismo hasta el feudalismo, y de este último hacia el capitalismo, para luego desembocar, sin opción posible, en el anhelado socialismo y, tal vez después, en el comunismo superior. Una visión extremadamente simplista del progreso y de la historia, rechazada por el propio Marx (…).[1]

Las palabras con que Estévez concluye su escrito me han desconcertado totalmente. Creí que la vista me traicionaba y limpié los espejuelos, pero nada, ahí continuaban, obstinadas e imprudentes: “¡Ah, la república! mi padre me hablaba de joven tanto de esa república, mientras me enseñaba la medalla de la clandestinidad que se ganó por contribuir a echarla abajo!”.

Lo que he aprendido de nuestra historia es que mucha gente luchó, en la clandestinidad y en la Sierra, por defender a la república y restaurar la constitucionalidad interrumpida por el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952. Si el padre de Estévez contribuyó “a echarla abajo” debió ser un aliado del general Batista.

Como supongo que no se enorgullecería de algo así, mi hipótesis es que está mal redactado su texto y ahí le cabe la crítica al administrador del sitio de la ANPP, porque pedirle correcciones a PostCuba sería exigirle peras al olmo.

Con mucho respeto le sugiero entonces que arregle la desacertada afirmación, pues otros pueden pensar y afirmar que en el sitio que debe ser bastión de la defensa de la institucionalidad cubana se rinde culto a un batistiano.

A Luque y Estévez los espero en próximos debates, confiando en que, para variar, se preparen mejor.

[1]Carlos Antonio Aguirre:Antimanual del mal historiador, o cómo hacer una buena historia crítica. La Habana, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana J. Marinello, 2004, pp. 30-46.

8 agosto 2019 28 comentarios 631 vistas
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republic

The Golden Republic

por Alina Bárbara López Hernández 4 agosto 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Pseudo-republic, limited republic or neocolonial period. That’s what it’s been called in the past. For some time now, historians are calling it, with somewhat less spitefulness, bourgeois republic.

To give birth to it, rivers of blood ran for decades in the fields and cities of the island. To defend it, two revolutions were organized: in the 1930s and in the 1950s.

Generations of Cubans stood in the way of tyranny so it couldn’t hinder it. Unlike what happened in other nations in the region, no despot who tried to violate it reached one decade in power.

She gave birth to our parents and grandparents, good men and women who knew what love for the Homeland meant. ‘Not foolish love for the land or the grass our feet tread’, but rather ‘insurmountable hatred for those who oppress it’ and ‘eternal resentment for those who attack it’.

In his poem ‘El sitio en que tan bien se está’ (‘The place where you feel so well’), Eliseo Diego outlines an intimate republic which transcends mere forms of state: Tendrá que ver cómo mi padre lo decía: la República. (…) lleno el pecho, como decir la suave, amplia, sagrada mujer que le dio hijos. // Como si fuese una materia (…) una parte cualquiera de su vida. (You’ll have to see as my father used to say: the Republic. (…) with a full chest, was like the soft, wide, sacred mother who bore him children. // As if she were substance (…), a part of his life like any other). Republic. A word which, as my friend Javier says —his son, like her, was born on may 20— the poet transmutes ‘into realization, into hope, into solid vital fruit of all Cubans, into a symbol of the present and the future’.

Historiographical discourse after 1959 degenerated the Republic into an archetypal stage, a well of iniquities and disparaging adjectives: puppet governments, appropriation of public funds, political and administrative corruption, gambling and prostitution… among other similar terms. That’s how it is described in the History textbooks at schools. That’s how schoolchildren learn about it from their tenderest youth. Against all common sense, the Stalinist period in the former USSR has received a more benevolent treatment than our wretched republic.

Can it be denied that it had some of that? No. But, along with the shadows and dark corners, the lights it undoubtedly had must also be acknowledged: the freedoms it guaranteed her citizens; giving birth, by force of popular pressure, to the most progressive constitution of her time: the one from 1940; the fact of having been the most tolerant country in the Western hemisphere with regards to ideology; and having educated her children with the most noble civic principles.

It wasn’t as golden and perfect as they’ve left the effigy of the Republic kept in the National Capitol, after the restoration works that concluded only a few days ago with an official ceremony. However, they were meant not so much to renovate a damaged statue, but to revamp an unfair historical image we have eroded the representation of our past with for more than half a century.

(Translated from the original)

4 agosto 2019 0 comentario 402 vistas
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La República dorada

por Alina Bárbara López Hernández 31 julio 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Pseudorrepública, república mediatizada o neocolonia. De estas formas ha sido denominada. Desde hace un tiempo algunos historiadores la designan, con menos ensañamiento, república burguesa.

Para que naciera corrieron, durante décadas, ríos de sangre en toda la Isla. Por defenderla se hicieron dos revoluciones: la del treinta y la de los cincuenta.

Generaciones de cubanas y cubanos no permitieron que la tiranía le pusiera frenos. A diferencia de lo ocurrido en otras naciones del área, ningún déspota que la violentó llegó a cumplir una década en el poder.

De sus entrañas vienen nuestros padres y abuelos, personas de bien que sabían lo que era el amor a la Patria. “No el amor ridículo a la tierra o a la hierba que pisan nuestras plantas”, sino “el odio invencible a quien la oprime” y “el rencor eterno a quien la ataca”.

En su poema “El sitio en que tan bien se está”, Eliseo Diego esboza una república íntima, que trasciende la mera forma estatal:

Tendrá que ver cómo mi padre lo decía: la República. …

lleno el pecho, como decir la suave, amplia, sagrada mujer que le dio hijos.

Como si fuese una materia, una parte cualquiera de su vida.

República. Palabra que, al decir de mi amigo Javier—cuyo hijo nació como ella, un 20 de mayo—, el poeta transmuta “en realización, en esperanza, en duro fruto vital de los cubanos, en un símbolo de presente y futuro”.

El discurso historiográfico posterior a 1959, hizo degenerar a la República en una etapa arquetípica, pozo de iniquidades y adjetivos denostadores: gobiernos títeres, robo de fondos públicos, corrupción política y administrativa, juegos y prostitución… entre otros términos análogos. De ese modo la describen los libros de texto de Historia en las escuelas; así la aprenden los escolares desde su más tierna edad. Contra todo sentido, más benévolo ha sido el tratamiento que se ha dado al período del estalinismo en la antigua URSS que a nuestra desdichada república.

¿Podrá negarse que tuviera un poco de todo aquello? No. Pero junto a las sombras y los rincones oscuros, habría que reconocerle también las luces que sin dudas poseyó. Las libertades que garantizó a sus ciudadanas y ciudadanos. Haber parido, a fuerza de presiones populares, la constitución más avanzada de su época: la del 40. El hecho de haber sido el país más tolerante del hemisferio occidental en el campo ideológico y de haber formado a sus hijos en los más elevados principios cívicos.

No fue tan dorada y perfecta como quedó la efigie de La República que se guarda en el Capitolio Nacional, después de la obra de restauración que hace apenas unos días concluyó con un acto oficial. Sin embargo, no era tanto una estatua dañada lo que apuraba renovar; sino una imagen histórica injusta con la que durante más de medio siglo hemos erosionado la representación de nuestro pasado.

31 julio 2019 26 comentarios 554 vistas
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Celebración imprudente

por Alina Bárbara López Hernández 24 julio 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

En 1949 Carlos Rafael Rodríguez, uno de los dirigentes del Partido Comunista de Cuba —desde 1944 Socialista Popular—, calificaba al ideal social de la Juventud Ortodoxa como “socialismo subjetivo”. Estas eran sus razones: “aunque el socialismo a que dicen aspirar es un socialismo verdadero, solo se dirigen a él subjetivamente (…) El socialismo parece considerarse como la conclusión de un proceso evolutivo, parlamentario, que ha de gravitar naturalmente, una vez que se conquiste la libertad nacional”.[1]

Sin embargo, cuatro años después, y ya bajo la dictadura batistiana, eran los comunistas los que parecían tomarse de manera muy subjetiva la posibilidad de reaccionar de manera radical ante la violación de la Constitución del 40. Al menos eso es lo que puede colegirse si se compara la actitud de algunos representantes de ambas organizaciones un día como hoy, pero sesenta y seis años atrás.

El 24 de julio de 1953, mientras un grupo de personas, mayoritariamente de la Juventud Ortodoxa, se dirigía a la granja Siboney, cercana a Santiago de Cuba, desde la que irían a asaltar el cuartel Moncada, y a varios de ellos apenas les quedaban cuarenta y ocho horas de sus cortas vidas; la plana mayor de la organización comunista almorzaba en un céntrico restaurante santiaguero para celebrar el cumpleaños 45 de Blas Roca Calderío, su secretario general.

La dirección del Partido de la entonces provincia de Oriente lo había organizado todo. Rita Vilar, hija de César —en aquellos momentos un alto dirigente del PSP—, en su testimonio a Newton Briones le dice: “Esto da una idea de lo desvinculado que estaba el Partido con el hecho de tanta relevancia que estaba por producirse. Si no nunca se les hubiera ocurrido reunir a la crema y nata del Partido en Santiago, donde Fidel estaba a punto de asaltar el Moncada”.[2]

Ese mismo día Noticias de Hoy, órgano oficial del PSP, anunciaba el onomástico con los habituales elogios y adjetivos desmesurados que habían copiado los comunistas nativos del tratamiento a Stalin en la URSS, aunque, desde luego, sin referirse al almuerzo en cuestión:

Hoy cumple un año más de vida Blas Roca, Secretario General del Partido Socialista Popular de Cuba, el máximo guía del proletariado y del pueblo cubano, el estratega de la lucha de nuestras masas por la paz, el progreso, la independencia nacional y el socialismo. El nuevo aniversario de su vida de trabajo y de lucha, de estudio y de combate, será celebrado por las masas del partido de los pobres, de los humildes, de los patriotas y de los justos, con una gran jornada en favor del fortalecimiento ideológico suyo, de la conquista de nuevos combatientes, soldados del partido de la Paz y de la Libertad, con tareas en favor del desarrollo de la prensa popular y revolucionaria, con nuevas victorias contra los enemigos de Cuba, de la humanidad y del progreso. El homenaje, así, será adecuado a la grandeza sencilla y sabia del gran dirigente (…) Hoy saluda con cariño y respeto al gran dirigente popular y obrero, (…) perspicaz y certero de las masas, levantando en su honor sus banderas de triunfo y ratificándole su decisión de combatir sin tregua a los enemigos de Cuba, de la clase obrera, del pueblo, de la paz, de la humanidad. ¡Loor al gran intérprete y orientador de los problemas y necesidades de las masas! ¡Larga vida desea Hoy al guía certero de la lucha por la Liberación Nacional y el Socialismo![3]

La celebración festiva del 24 de julio se producía en un contexto internacional poco halagüeño para los comunistas del área. Eran momentos en que la guerra de Estados Unidos contra Corea se interrumpe por la firma de un armisticio —refrendado al siguiente día del asalto al Moncada—, que exacerbaba la política anticomunista del macartismo en el país norteño; se vivía un período de agudización constante de tensiones con el recién nacido campo socialista europeo: la Guerra Fría; en Chile, donde los comunistas habían sido miembros de la Cámara y el Senado igual que los de Cuba, se había promulgado la Ley maldita de 1948, que proscribió su participación política.

Paradójicamente en Cuba, tras un año y cuatro meses del golpe de estado de Batista, ocurrido en marzo de 1952, los comunistas seguían siendo un Partido legal y publicaban su diario haciendo propaganda en favor del socialismo.

De hecho, la idea de que Batista diera un golpe de estado había sido barajada por los propios comunistas que, dada la política represiva del gobierno de Prío en su contra, veían en el cuartelazo una vía de escape. A quienes piensen que esta afirmación es falsa, les recomiendo la lectura del extenso artículo: “El madrugón del 10 de marzo tuvo un largo proceso de gestación”, publicado el 15 de marzo de 1952 en Noticias de Hoy y firmado por Blas Roca y Juan Marinello. Este fue el análisis que hiciera la Comisión Ejecutiva Nacional del PSP sobre el golpe de estado, en sesión extraordinaria celebrada dos días antes, como se explica allí. Ciertamente se muestran contrarios a la toma del poder de facto, pero las razones que esgrimen son francamente interesadas:

La dirección ortodoxa rechazó nuestra exhortación para que, sin pactos, formulara un programa popular e hiciera un llamamiento a Batista para que facilitara la derrota del gobierno. Esto, de haberse hecho, le hubiera quitado el pretexto a Batista que le sirvió para reagrupar los mandos militares a su alrededor, el pretexto de que los ortodoxos, de ganar, los perseguirían con más saña que Grau o Prío.[4]

La frase “que facilitara la derrota del gobierno” no puede ser más clara. Los comunistas en verdad pretendían una especie de golpe de estado de frente único, que no fue lo que ocurrió. Y, según evidencias, continuaron proponiendo un acercamiento a Batista, con el cual habían mantenido excelentes relaciones como parte de la Coalición Socialista Democrática, que fue el gobierno constitucional de este país entre 1940 y 1944.

El historiador Newton Briones me facilitó un dato interesante. Al parecer, la dirección del PSP utilizó como enviado a Raúl Lorenzo, que era ministro de comercio de Batista, para ser la persona que hablara con el general sobre un acercamiento mayor con el Partido. Batista dio la respuesta, dijo no, pero lo consultó con los norteamericanos y no lo aprobaron. Lorenzo se marchó de Cuba en 1959, pero después regresó y Newton tuvo la oportunidad de entrevistarlo, el 23 de septiembre de 1998 en La Habana.

¿Mentía Lorenzo? es posible, cualquier testimonio corre ese riesgo. No obstante, la contrastación de fuentes permite razonar que los comunistas cubanos no sentían una gran presión del dictador hasta 1953. La desdichada casualidad de estar en Santiago en el momento menos oportuno les jugó una mala pasada, a partir de esa fecha fueron ilegalizados y prohibida la publicación de su órgano oficial. Debe ser por eso que defendieron “a capa y espada”, como dice Newton, no estar inmiscuidos en los sucesos del Moncada. Pero esa es otra historia que será contada muy pronto.

[1] Carlos Rafael Rodríguez: “El pensamiento de la juventud ortodoxa,” Letra con filo, t. I, Editorial de Ciencias sociales, La Habana, 1983, p. 73.

[2] Newton Briones Montoto: Una hija reivindica a su padre, entrevista a Rita Vilar, Ruth Casa Editorial, Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, 2011, p. 64.

[3]S/A: “Cumpleaños de Blas Roca”, Noticias de Hoy, La Habana, viernes 24 de julio de 1953, pp. 1 y 8.

[4] En Noticias de Hoy, La Habana, sábado 15 de marzo de 1952, pp. 1 y 4

24 julio 2019 4 comentarios 723 vistas
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Confirmation

por Alina Bárbara López Hernández 13 julio 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

When President Miguel Díaz-Canel announced a rise in salaries for the state-budgeted sector, he was not only announcing a popular measure; he was also distancing himself from a constant in the political discourse on reform in Cuba, which had weighed it down by theorizing that a transformation in the economy could be possible without improving at the same time the living conditions of the people involved in the changes.

For years, in every official statement on economic updating, it was stressed that a rise in work productivity was necessary first in order to think about a hypothetical rise in salaries. It’s possible that economists may be right and that this decision will lead to bigger inflation and a rise in the budget deficit. However, I believe it’s a risk worth taking. It is preferable to make mistakes while trying to do something positive ─and fair─ than to err with one’s arms folded, as it is usually the case.

It doesn’t matter whether the President says at the end of every speech: ‘We are continuity’, if with his attitude he has begun to prove that ─thank God! ─ we also can, must, are obligated to being discontinuity. ‘Breaking inertia’ he calls the transformations in the last few days. In proper English one might also say ‘to stem the tide of stagnation’. Or at least we may begin to try, for there is much left yet to do, and not only in terms of the economy.

What’s extraordinary here is that the President has shown himself more active about satisfying a crucial request of the workers than the very Secretary General of the Workers’ Central Union of Cuba (CTC). In the article ‘Ventriloquists’, which I wrote about the 21st Congress of the CTC, held less than three months ago, I said:

On the question of salaries, there was no serious discussion about the urgent need to raise them or about the acknowledged general reform, and if there was, they decided not to televise the debate about such a usual claim. However, in the Round Table before May Day, Ulises Guilarte admitted that there was dissatisfaction for not having tackled the issue at the Congress, but he insisted that in order to distribute ‘the wealth which belongs to everyone, we first have to create it, and that is done with the hands and the sweat of the workers’.

Essentially, those who supposedly should have represented the interests of the workers, behaved until the end as loyal standard-bearers of the unpopular bureaucratic stance. This attitude by the Congress and its leaders now prevents them from claiming the above-mentioned raise in salaries as a union victory.

The Secretary General of the CTC spoke yesterday at the Economic Affairs Commission of the National Assembly of People’s Power, and he called the measure ‘brave’. He also stated that it ‘reflects the will of the Cuban State and Government’. We had already noticed that our union leaders hadn’t had much to do with the change.

The incompetence and ineffectiveness of the unions is so obvious, that my proposal is the same as Che Guevara’s on December 5th, 1964, during the last of his bi-monthly meetings at the Ministry of Industry:

Because of that, at the present time I would even say that unions could already cease to exist; in the time necessary to demonstrate the work of the Councils. They could cease to exist and transfer their functions to the Councils of Labor Justice, which would take on additional concrete tasks, and people would be elected. Actually, if we had a poll, everyone would agree with that. The only ones who wouldn’t agree –and that’s a logic and human thing, though a bad thing– would be the union bureaucracy which has been created (…)[1].

In the decision to raise the salaries, political will has carried more weight than the unfavorable current setting, in which there’s a visible continental turn to the political right, a rise in economic and financial pressures by the American government, and a breaking of important contracts for the exportation of services, among others. But it is unquestionable that, in the measure, there’s been an influence of the growing ability of the citizens to defend their common interests, as well as the visibility of opinions on digital sites –both official and alternative– and on social networks.

In this day and age, when pressure from below can help our Government to respond to the needs of citizens, it confirms that we can do without a wide and costly network of officials and bureaucrats related to the unions.

They signify a burden to the State and to all of us workers, who pay our contributions to the union every month with a percentage of our salaries, which will surely increase along with them. This, provided how little the union leaders did in order to attain it, would truly be an injustice.

[1]El Che en la Revolución cubana (Che Guevara in the Cuban Revolution), t. VI., Editorial José Martí, 2015.

(Translated from the original)

13 julio 2019 0 comentario 366 vistas
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Confirmación

por Alina Bárbara López Hernández 11 julio 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Cuando el Presidente Miguel Díaz-Canel informó un aumento de salarios para el sector presupuestado no solo estaba anunciando una medida popular; también se desmarcaba de una constante del discurso político sobre la reforma en Cuba, que la había lastrado al concebir que podía ser posible una transformación de la economía sin mejorar al mismo tiempo las condiciones de vida de las personas implicadas en los cambios.

Durante años, en cada pronunciamiento oficial sobre la actualización económica, se insistió en que primero era necesario lograr un aumento de la productividad del trabajo para que se pensara después en un hipotético aumento salarial. Es posible que los economistas tengan razón y que esta decisión conduzca a una mayor inflación e incremente el déficit presupuestario. Sin embargo, creo que vale la pena correr el riesgo. Es preferible equivocarse intentando hacer algo positivo, y justo, que errar cruzados de brazos como de costumbre.

No importa que el presidente diga al final de cada discurso: “Somos continuidad”, si con su actitud ha comenzado a demostrar que —¡gracias a Dios!—, también podemos, estamos obligados a ser discontinuidad. “Romper la inercia” denomina él a las trasformaciones de los últimos días. En buen español pudiera decirse también “quebrar el inmovilismo”. O al menos empezar a intentarlo, falta mucho aún y no solo en el ámbito de la economía.

Lo extraordinario del asunto es que el Presidente se ha mostrado más activo en favorecer una demanda crucial de los trabajadores que el propio Secretario General de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC). En el artículo “Ventrílocuos”, que escribí a propósito del XXI Congreso de la CTC, celebrado hace menos de tres meses, decía:

En lo relativo a los salarios no se habló seriamente de la necesidad apremiante de aumentarlos o de la declarada reforma general, y si se hizo no aprovecharon para televisar el debate alrededor de una cuestión tan reclamada. Sin embargo, en la Mesa Redonda previa al 1ro. de mayo, Ulises Guilarte admitió que existían inconformidades por no haber abordado ese tema en el Congreso, pero insistió en que para distribuir “la riqueza que es de todos primero hay que crearla y eso se hace con el sudor y las manos de los trabajadores”.

En esencia, quienes supuestamente debieran haber representado los intereses de los trabajadores, se comportaron hasta el final como fieles depositarios de la impopular postura burocrática. Esa actitud del Congreso y sus dirigentes les impide ahora reivindicar como una victoria sindical al susodicho aumento de salarios.

El Secretario General de la CTC intervino ayer en la Comisión de asuntos económicos de la ANPP y caracterizó a la medida “como valiente”. Afirmó también que la misma “refleja la voluntad del Estado cubano y del Gobierno”. Ya todos nos habíamos percatado de que nuestros líderes sindicales no habían tenido mucho que ver en el cambio.

Tanto se echa a ver la incapacidad de los sindicatos y su inoperancia, que mi propuesta es la misma del Che el 5 de diciembre de 1964, en la última de sus reuniones bimestrales en el Ministerio de Industrias:

Por eso, en el momento actual yo diría, incluso, que ya los sindicatos podían dejar de existir; en un tiempo que se probara la acción de los Consejos. Podrían dejar de existir y traspasar sus funciones a los Consejos de Justicia Laboral, que se le agregarían algunas tareas concretas y la gente sería elegida. Realmente, seguro que si nosotros hiciéramos una encuesta, todo el mundo estaría de acuerdo con eso. Los únicos que no estarían de acuerdo, una cosa efectiva, humana, pero mala, es la burocracia sindical que se ha creado (…)[1].

En la decisión del aumento salarial ha pesado más la voluntad política que el desfavorable escenario actual, en el que se aprecia una derechización continental, aumento de las presiones económicas y financieras por parte del gobierno norteamericano y ruptura de contratos importantes para la exportación de servicios, entre otros. Pero es indudable que en la medida ha influido la creciente capacidad de la ciudadanía para defender sus intereses comunes, la visibilidad de las opiniones en los sitios digitales —tanto en los oficiales como en los alternativos— y en las redes sociales.

Esta época, en la que las presiones desde abajo pueden ayudar a nuestro Gobierno a responder a las necesidades de ciudadanos y ciudadanas, confirma que podemos prescindir de una amplia y costosa red de funcionarios y burócratas relacionados con la esfera sindical.

Ellos personifican un lastre para el Estado y para todos los trabajadores, que cotizamos al sindicato cada mes con un porciento del salario que seguramente se incrementará ante el aumento del mismo; lo cual, dado lo poco que hicieron los dirigentes sindicales para conseguirlo, sería una verdadera injusticia.

[1] El Che en la Revolución cubana, t. VI., Editorial José Martí, 2015.

11 julio 2019 20 comentarios 951 vistas
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