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Autor

Alfredo Herrera Sánchez

Alfredo Herrera Sánchez

Periodista, Matancero

despedida

Despedida

por Alfredo Herrera Sánchez 15 mayo 2021
escrito por Alfredo Herrera Sánchez

Esta fue mi despedida de Cuba. Mis padres estaban fuertes desde la mañana. Evitaban zozobrar en la angustia de la despedida. Solo el viejo, con el lagrimeo que heredé, había desentonado. La vieja hacía llamadas por teléfono para hablar de cualquier cosa. Eso le permitía lidiar con el desconsuelo que pronto la embargaría.

En el entronque de Fontanar nos cruzamos con un P12. La gente corría como siempre para abordarlo y yo partía como nunca para olvidarlo. El viaje de la casa al aeropuerto fue rápido. Mi novia Nayare siempre lo dijo: «En este cuartico estamos lejos de La Habana, pero cerca de la salida». Ella, que llegó primero a la terminal 3, me advirtió que la policía había echado a sus padres. La despedida tendría olor a protocolo de pandemia.

Ninguno de los míos hizo escándalo, o se opuso a las medidas restrictivas, o dijo algo grande como los personajes de las novelas. Ambos me siguieron con la mirada hasta que la muchedumbre de viajeros se lo impidió. No sabían cuando volverían a verme y yo aún no calculo la falta que me harán. Lo dieron todo por mí en un país difícil. Yo hago esto en gran medida para devolverles el esfuerzo.

La gente me miraba muy raro. Desde que me bajé del taxi rompí a llorar. El viejo tomaba las maletas y yo lo tomaba a él. Le pasaba el brazo por encima del carapacho -mi padre es un guajiro grande-, mientras sus manos toscas acariciaban mi torso. Mima le decía que estuviera fuerte porque le podía subir la presión y los medicamentos escasean. Él trataba de disimular las lágrimas, pero su cara roja exponía el dolor.

El Mig que no regresó

En mis compañeros de vuelo parecía que la alegría era más grande que la tristeza por salir de Cuba. ¿Sería yo el único que volaba sin pasaje de regreso? ¿Nadie más dejaba su vida atrás para iniciar otra? Lo cierto es que ninguno me hizo la media y solo yo parecía un niño cuando se pierde. No gritaba «¡mamáááááá!», pero la miraba con muchas ganas de hacerlo.

Una vez dentro de la terminal, Nayare espetó con alarma:

–¡No hay euros!

En el aeropuerto solo venden 300 USD, o su equivalente en otras divisas para aquellos viajeros que lo soliciten. Los casi cuatrocientos pasajeros del vuelo E9826 de Evelop llegarían a Madrid solo con un puñado de dólares en el bolsillo porque las casas de cambio no pudieron garantizar la cantidad necesaria de euros. No obstante, la cola era tan larga como las que se hacen en todo el país para comprar alimentos.

En el checking una muchacha tomó nuestros pasaportes y salió a comprobar algo que desconocíamos. Consultó al operador de su lado y ambos miraron inquisitivamente nuestros documentos. El proceso con nosotros demoró más que con el resto de los pasajeros. Después de veinte minutos de espera no dudaba que en cualquier momento se me acercara alguien para decirme: «Usted no puede salir del país en estos momentos».

De pronto parte de mis miedos se materializaron en un mulato fornido con solapen verde del área de inmigración: «¿Para qué van a España? ¿Qué van a estudiar? ¿Por qué tienen esa beca? ¿Dónde trabajan aquí? ¿De qué se graduaron? ¿Dónde están sus títulos?» –sus preguntas ríspidas le quitaron la luz a un túnel ya de por sí muy oscuro y casi insoportable para nosotros-.

La muchacha nos había explicado que por «orden de arriba» desde hacía unos días todos los pasaportes de viajeros primerizos debían chequearse. El funcionario preguntó de todo. Finalmente terminé abriendo las maletas para enseñarle mi título de Licenciado en Periodismo y Nayare le mostró los documentos probatorios de la beca.

–Ok, ¿ven que Cuba no es tan mala? –dijo irónicamente, como si él fuera Cuba, después de quedar satisfecho con el interrogatorio.

Cuando se fue, la muchacha nos explicó que nunca le había sucedido algo así. A nosotros obviamente tampoco, pero aquel interrogador preguntón de solapen verde parecía un repartidor de infartos con experiencia. Pobre de aquellos que no lo convenzan o que no le convengan.

El avión para mí era como un cohete de la NASA: filas de asientos con una pantalla cada uno, aeromozas españolas con buen trato, olor a nuevo y a limpio que solo sentimos los cubanos cuando estamos cerca del equipaje de un familiar recién llegado del extranjero.

El Airbus 350 ascendió rápido y me relajé. Como de Cuba no se sale hasta que se sale, guardé cierto recelo mientras estuve en tierra. No paraba de recordar la historia que tanto nos repetía un profesor en la universidad: lo bajaron del avión porque el ministro de las FAR no había autorizado su salida. Imaginaba a un funcionario gritando mi nombre en el pasillo porque el periódico Granma no podía navegar sin el concurso de mis modestos esfuerzos.

¿Quién leerá el periódico ahora?

El viaje resultó agradable. No hubo turbulencias, vi una película, comí tres raciones de comida gracias a las complacientes azafatas y sobrevolar el Atlántico fue como La Habana y como Carpentier: real y maravilloso. ¿Qué habrá sentido el premio Cervantes en sus múltiples viajes a través del inmenso mar? ¿Acaso pensó lo mismo que yo sobre caer al lado del Titanic para crear una nueva efeméride en las escuelas cubanas?

A mi lado iba una pareja con un niño de unos dos años. Como todos los infantes a bordo, recibió una dieta especial. Los más de 20 años de edad que me separaban del pequeño se borraron cuando la aeromoza le trajo un puré de pollo con una compota «Osito».

Terminábamos de sobrevolar las Bahamas cuando vi al niño prendido a la cajita de pulpa de fruta que todos los cubanos conocemos. No sé si hambre o nostalgia impulsaron mi requisa. Recordé como mi madre meses atrás pagó a un bodeguero por unas compotas para mí -que aún soy «su niño»-. Ahora otro pequeño cubano resoplaba el sorbete dentro de la «Osito» a la altura de las nubes sin que sus padres contrabandearan nada.

Después de ingerir las pequeñas dosis que me correspondían, le pregunté a una azafata de mi pasillo si no había nada más. Ella le gritó muy alto a su compañero:

–¿Te sobró algo de comida?

–Sí, cómo no- respondió el sujeto.

–Es que este joven quiere más -y me señaló con el brazo.

En ese momento el tercer cubículo del avión sintonizó mi asiento como una antena de la NASA cuando recibe alguna señal extraterrestre. Cinco minutos después, pasta rara para Alfredo –coditos rellenos con algo verde–. No había terminado el bocadillo de postre cuando la amable española de hermosos 40 años preguntó:

–¿Te llenaste ya?

Sonreí y ella dijo con los ojos muy abiertos:

–¿Quieres más?

Levanté los hombros y agaché la cabeza. Segunda pasta rara para Alfredo. Al amanecer me vengué de la compota Osito: el desayuno de Evelop era con jugos La Estancia cubanos. Sabía que los volvería a tomar. Quizás mis coterráneos deban coger un avión para lograrlo, espero que no.

15 mayo 2021 62 comentarios 3,6K vistas
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periodico

¿Quién leerá el periódico ahora?

por Alfredo Herrera Sánchez 12 febrero 2021
escrito por Alfredo Herrera Sánchez

No sabemos quién leerá el periódico ahora. El pasado 10 de diciembre el número de contagiados por la pandemia no fue lo que mantuvo en vilo a los cubanos. En la noche, el presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, anunció que solo tres semanas después, a partir del 1ro de enero de 2021, comenzaría a implementarse lo que habían decidido llamar Tarea Ordenamiento, una nueva estrategia para tratar de encaminar la economía del país.

Pocos días más tarde, el 14 de diciembre, el Grupo Empresarial Correos de Cuba publicó el listado de los nuevos precios de sus servicios. Inmediatamente los comentarios estallaron. Las suscripciones a los medios de prensa, así como el valor de estos, habían subido dramáticamente.

Para los diarios con veintiséis tiradas o más al mes, la suscripción sería de dieciséis pesos, a lo que habría que sumar al precio del periódico que aumentó cinco veces su valor –de veinte centavos a un peso–. Las publicaciones de hasta veintidós tiradas mensuales, tendrían un precio de suscripción de $13.55; las emitidas cuatro o cinco veces al mes, de $3.10; y los medios quincenales o mensuales, una suscripción de $1.25.

Hace algunos días, motivado por las quejas de la población y las solicitudes de baja, el Grupo Empresarial Correos de Cuba publicó un reajuste en sus costos de distribución de la prensa. La suscripción a los diarios bajó de dieciséis a diez pesos, La medida atenúa el problema, pero el precio del periódico continúa cinco veces superior a su valor precedente.

Una rápida operación matemática muestra que para recibir el periódico Granma deben pagarse 36 pesos mensuales. Si también se espera tener el Juventud Rebelde, entonces serían otros 36 pesos mensuales. Como por cualquier otra suscripción de menor frecuencia que el lector reciba deberá pagar 1 peso por cada una, el acceso a Juventud Rebelde sumaría otros 23 pesos. En total 59 pesos, sin pensar siquiera en recibir una revista. Estas nuevas realidades plantean preguntas: ¿Quiénes consumen la prensa escrita? ¿Es eficiente el servicio de Correos de Cuba como para aumentar sus tarifas? ¿El contenido de la prensa estará a la altura de los nuevos precios? ¿Las personas dejarán de leer los periódicos a raíz de estas tarifas?

Correos de Cuba, ¿al servicio de todos?

Correos de Cuba tiene dispuestas 841 oficinas en todo el territorio nacional, un promedio de cinco por municipios. Sin embargo, generalmente el servicio es de baja calidad. En algunos lugares de la capital, los diarios pueden llegar al final del día o incluso, con uno o dos días de retraso. Mientras, en el interior de la Isla, en ocasiones el cartero aparece solamente una vez a la semana con los ejemplares acumulados. El periódico entonces pasa a desempeñar funciones de envoltorio, papel higiénico, y un sinfín de etcéteras.

El propio Granma reconoció en el trabajo publicado el 3 de enero de 2020, Diario Granma en 2019: Más de 8 mil noticias y 40 millones de lecturas, que los ejemplares «llegaron a destiempo a no pocos hogares debido a los horarios de cierre de cada edición y el déficit de transportes de Correos de Cuba».

Este escenario hace que las nuevas tarifas de la empresa despierten preocupaciones. Por ejemplo, la periodista avileña Yeilys Rodríguez Sánchez, comentó en su perfil de Facebook: «Muy lamentable la situación con la prensa impresa, conozco a mucha gente que ha tenido que renunciar a ella por el aumento excesivo de los precios. Jubilados que han tenido que quedarse con uno solo porque el impuesto es alto».

Por su parte, el estudiante de periodismo camagüeyano José Luis Tan Estrada, ante un post en la misma red social que expresaba preocupación por la extinción del impreso, comentó: «Lo que se extingue es el dinero… de contra que siempre te lo entregan (el periódico) al otro día o a los tres días, te suben el precio…pues la cuenta no da». 

Para el profesor del Departamento de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Matanzas, Raúl Martínez Rodríguez, no ha sido difícil deshacerse de varias suscripciones porque «al final el contenido de todos los diarios es casi el mismo, y la televisión y la radio son gratis».

En los estanquillos, el panorama es desolador, pues generalmente están desabastecidos y tienen horarios poco estables. Hace algunos días me acerqué a uno que tenía cinco publicaciones. Le pregunté a la señora:

-¿Tiene Juventud Rebelde?

-¡No! Tengo lo que ves en la pared– respondió ríspida.

Pedí un Somos Jóvenes y resulta que el que estaba disponible era de abril de 2020. ¿Puede un servicio como este subir sus precios sin mejorar la calidad? 

Darío Alejandro Escobar, editor web en la revista El Caimán Barbudo y exdirector de Somos Jóvenes, entiende que el problema va más allá del dinero. «Me parece bien que se aumenten los precios de las revistas y los periódicos. La idea es que la mayoría de los medios de comunicación se conviertan en empresas o cooperativas mediáticas y que se hagan rentables. El tema de la suscripción debe revisarse. Tiene que funcionar bien. Y no debería ser una sola empresa la que se haga cargo de la distribución. Los monopolios no son buenos, ni en el capitalismo ni en el socialismo y Correos de Cuba ha demostrado en muchísimas ocasiones su ineficiencia».

El gestor en Comunicación Institucional y Marketing de la Fiscalía Provincial de Santiago de Cuba, Leoannis Carbonell, en un debate en Facebook dijo: «Creo que eso (la subida de precios) obligaría a un mejor trabajo por parte de los periodistas, que permita serles más atractivos a la gente…y también creo que exageran un poco los precios. Es otra cosa más que revisar como la electricidad, el helado, el transporte…según lo veo hay que reordenar el ordenamiento».

La prensa impresa en Cuba: el cuento de la buena pipa

El debate sobre el buen periodismo en Cuba tiene ya sus años, se renueva una y otra vez y parece que jamás va a solucionarse. No acontece solo en espacios del gremio, sino en los lugares más insospechados. Es común desde hace mucho escuchar en cualquier esquina eso de que solo hay comida en el periódico o en el noticiero. En las redes sociales, por ejemplo, el hashtag #NTVMiente también ha ganado popularidad en los últimos tiempos.

Aunque existen ejemplos de un ejercicio profesional admirable, en muchos de los medios hay poco que destacar. Incluso, algunos intelectuales defienden la idea de que no hablamos de periodismo, sino de propaganda.

Por ejemplo, Enrique Ojito Linares, Premio Nacional de Periodismo 2020, planteó en un pleno de la UPEC en el 2013, la necesidad de «desmarcarnos de la condición de divulgadores, de repetidores acríticos de informaciones de ministerios. No ser amanuenses ni voceros administrativos».

Para el Premio Nacional de Ciencias Sociales, Aurelio Alonso,  la prensa cubana se caracteriza por «(…) la desinformación, la retención temerosa de lo que es noticia; el sometimiento vertical de los diarios (y otras publicaciones periódicas) a un criterio externo, oficial –el de una instancia del Partido (Comunista de Cuba), aunque igual daño haría que lo fuera de un ministerio u otra institución política–; la falta de confrontación, el rechazo al disenso en la selección de lo publicado, la censura (…) y la autocensura (…);  el  desencanto  profesional  que  me  imagino  deben  sufrir  gran  parte  de  los periodistas».

Por otra parte, la vicepresidenta primera de la UPEC, Rosa Mirian Elizalde, publicaba en el 2013 un listado de variables fundamentales que resumían el estado de la prensa cubana: «1. Deficiente conectividad y tecnología informática. 2. Graves limitaciones materiales y presupuestarias. 3. Pérdida de la cultura profesional. 4. Bajos salarios. 5. Incoherencia en la aplicación de la política informativa. 6. Baja representación de la agenda ciudadana. 7. Ocultamiento de la información (secretismo)».

Para llegar a esas conclusiones, Elizalde hizo un extenso estudio entre septiembre y diciembre de 2012 por todo el país a raíz de encuentros y debates entre los miembros del gremio periodístico. Han pasado ocho años de la publicación de esos resultados y la situación de los medios sigue casi igual o peor.

A principios de 2018, se aprobó una nueva política de comunicación. Entre sus objetivos figura lograr un cambio en el modelo de prensa en Cuba. Tres años después, ese mecanismo continúa sin instrumentarse.

En este contexto, el ascenso del mundo digital ha puesto las noticias a la altura de un clic y la prensa impresa pierde adeptos por día en todo el mundo. En Cuba ya existe un amplio catálogo de medios independientes que no se rigen por la política informativa dictada por el PCC, y que, en mayor o menor medida, con periodismo de más o menos calidad, ganan seguidores.

¿Qué hacer entonces?

En su tesis de grado del 2018, el periodista Darío Alejandro Alemán Cañizares recoge una entrevista al doctor en economía política Esteban Morales Domínguez, que expone la necesidad impostergable del cambio:

«La prensa debe respetar al pueblo y no engañarlo. Sobre todo, a este pueblo que no recibe solo lo que le dan nuestros medios. Hubo un tiempo en que nosotros solo podíamos leer el Granma, pero ahora tenemos computadoras, correos electrónicos, Internet, una prensa alternativa que anda por ahí y lo publica todo –para dañarnos, por supuesto–. Todo esto quiere decir que nuestra prensa tiene que acabar de mejorar, para acompañarnos realmente en esta lucha, que es una lucha ideológica».

Sobre los retos de la prensa impresa cubana, el editor web de la revista El Caimán Barbudo considera que la cuestión pasa por mejorar contenido y diseño. «Salvando las excepciones que validan la regla, el diseño de nuestros medios impresos es malo, aburrido. Y los contenidos en general, también. En demasiados casos todavía son más propaganda política, publicidad indirecta, que periodismo de calidad», asegura.

Otra mirada aporta el periodista José Alemán Mesa, del diario avileño Invasor, quien considera que el ejercicio periodístico debe acoplarse a los cambios sociales por los que atraviesa el país. Para él, eso no se traduce solamente en «ponerle colores a los diarios de papel, sino a la dinámica de los cubanos, que pagarían sin chistar por verse en el periódico como si fuera verse en un espejo. Existe una multiplicidad de intereses a conjugar y de necesidades a satisfacer».

Según el reportero avileño, «toca primero eliminar un mal mayor: la predisposición de los públicos hacia lo que ofrecemos. Toca colocar al ser humano en el centro, sin actores y sectores selectos, y reflejar lo nuevo que ese ser genera en su acción diaria, así como aquello que traba su bienestar, su desempeño. El formato impreso es para contadores de historias, para la interpretación, profundización y develar lo oculto u ocultado».  

Consecuencias de un ordenamiento desordenado

En el país existen solo dos diarios de circulación nacional: Granma y Juventud Rebelde. Pese a todos los problemas expuestos, la falta de opciones hace que el público continúe leyéndolos y los más asiduos a estos tabloides son los ancianos.

Según un estudio de 2008 realizado por la empresa ComScore, en el mercado de la prensa norteamericana, «los lectores de periódicos en papel pertenecen a los mayores tramos de edad: los lectores que tienen 65 o más años, tienen una probabilidad tres veces superior a la media, es decir son tres veces más propensos que la media de ser “grandes lectores de periódicos”».

Una encuesta realizada por Juventud Rebelde en 2015 a más de 3 mil personas de once provincias del país, muestra que los principales lectores del diario tienen entre 46 y 65 años de edad (34.1%), seguidos por el grupo etario de 65 años y más (25.9%). Los adultos mayores son ávidos consumidores de un medio de prensa que se autodefine como «diario de la juventud cubana».

Para conservar esa audiencia, Cuba no puede obviar su realidad. Con más de un 20% de la población por encima de los sesenta años, no pocas personas pueden dejar consultar su principal medio de información. La periodista Yeilys Rodríguez Sánchez lo tiene claro: «Pensemos en nuestros abuelos, padres, que no tiene internet y para ellos es un hábito leer el periódico».

Ya se han abandonado muchas suscripciones en respuesta a las nuevas tarifas impuestas. Recientemente CubaPeriodistas se hacía eco de que al menos el 15% de los usuarios en Cienfuegos renunciaba a los periódicos. Aparentemente asistimos a la acentuación de la crisis del consumo de la prensa impresa cubana.

Subir los precios puede ser un mecanismo para ponerse a tono con la nueva estrategia que rige nuestra economía, pero pagar más por un servicio generalmente de mala calidad no es justo ni razonable. Entiéndase y atiéndase la fuerza de este catalizador en la ruptura público-prensa, y podrá detenerse un fenómeno que no traerá beneficios.

 

***

Súmese a la iniciativa del Consejo Editorial de La Joven Cuba y firme la Carta Abierta al presidente de Estados Unidos solicitando el fin de las sanciones contra Cuba.

Carta Abierta al presidente Joseph R. Biden, Jr.

12 febrero 2021 28 comentarios 3,6K vistas
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El Mig que no regresó

por Alfredo Herrera Sánchez 9 enero 2021
escrito por Alfredo Herrera Sánchez

Esta es la historia del Mig que no regresó. Caía la tarde del 16 de marzo de 1994 en la Comunidad Militar del Aeropuerto de Holguín. José Eduardo Borrego hablaba con su vecina sobre el hijo que iba a tener y de cómo había conocido a su esposa Idelsy, «la China», que estaba de reposo absoluto en el cuarto por amenaza de aborto. En el aire, la pasión del piloto Borrego era volar a más de mil kilómetros por hora y en tierra asumió la misión de formar una familia con la mujer que amaba desde hacía diez años.

Habló con la vecina hasta del nombre que quería para el niño. Más tarde, hizo lo que nunca: conversó con su esposa sobre el trabajo. Le indicó en el horizonte hacia dónde volaría al día siguiente y «la China» pensó en el polígono de Puerto Padre. La embarazada nunca imaginó que para ella aquel sitio dejaría de estar al noroeste de Holguín y la acompañaría siempre tras robarse el norte de su vida.

A 26 años de aquella tarde, «la China» lo define como «un oficial muy comprometido con su carrera, con sus cargos, cuando los tuvo; y sobre todo, comprometido con la Revolución y los principios socialistas. Era muy exigente hasta con él mismo, llevaba a sus subordinaos de la mano y corriendo».

–«Fiera, tengo que llevarte a toque de diana para que me tengas todo al cien, porque si no, es a mí a quien le parten la siquiatrilla», decía como una especie de excusa cuando se pasaba de exigente, cuenta la esposa.

Era difícil para aquel piloto de combate mantener todo al cien. Trabajar en las nubes y vivir en la Cuba del Período Especial resultaba una combinación peligrosa. Seis meses antes lo habían sancionado porque un compañero desertó y supuestamente él sabía de los planes del traidor. Fue duro para Borrego alejarse del cielo y hacer papeles en una oficina, pero eran tiempos de resistir y vencer, los peores tiempos de Cuba.

En la mañana del 17 de marzo, preparó el desayuno de su mujer y lo colocó en la mesita junto a la cama para que no tuviera que levantarse. A la seis era aún de noche dentro y fuera de la casa. El apagón hizo que Borrego se afeitara en el balcón con los destellos del alba. «La China» nunca olvidará la última vez que lo vio:

«Tenía la respiración agitada por el apuro de llegar temprano a su día de vuelo. Como siempre, antes de irse fue hasta la cama para despedirse. Me besó la frente y se agachó y también me besó el vientre. Me dijo: “Cuídate y no hagas locuras”. Yo tenía 13 semanas de embarazo en ese momento».

«Jamás nadie de la jefatura nos reunió para decirnos que pasó»

Ella lo había visto partir siempre temprano. Él fue de los pilotos cubanos que combatieron en Cuito Cuanavale y en el segundo año de misión le permitieron llevar a su esposa. Desde ese entonces, «la China» lo recibía cuan tierna y preocupada podía ser una mujer en esa situación. Aguardaba en el aeropuerto de Lubango y cada vuelo era un reto a su paciencia.

De regreso en Cuba, no le otorgaron la medalla correspondiente debido a que no alcanzaron los metales para todos los héroes que refundaron África del Sur. Borrego no le permitió a la China reclamar «porque lo que él había hecho era más importante que un pedazo de lata».

La prisa de José Eduardo Borrego Pajón aquel 17 de marzo de 1994, estaba condicionada por la presencia del General de Ejército Raúl Castro en la zona del ejercicio. ¿Habrá visto el entonces Ministro de las FAR qué pasó con el Mig-23 UB biplaza que se llevó al fondo del mar los sueños de dos familias? Como dijera el padre de Sinesio Landa –el otro piloto fallecido en el accidente–, esa mañana nacieron dos Camilos más de la Revolución. Con la diferencia de que estos eran hombres desconocidos y, por ende, casi no reconocidos.

La búsqueda de los restos duró cuatro días y no se encontró nada. Una oscura nota del periódico Granma dejó más dudas que respuestas en «la China» y los padres de Borrego. «Jamás nadie de la jefatura nos reunió para decirnos que pasó y sus compañeros tampoco saben nada. Y así llevamos 26 años, siempre pensando o inventándonos historias en nuestras mentes de lo que pudo haber pasado.

Los padres de Borrego han vivido con el dolor de que nadie de las FAR los visitó para hablar del accidente o simplemente para homenajear a su hijo. Eso es duro: sentir que tu hijo desaparece en cumplimiento de una misión y jamás fue recordado en la historia. ¿Si es considerado un mártir, no es para que un CDR o una Asociación de Combatientes lleve su nombre? Si no, es para que sea recordado como lo que fue: un joven valiente que defendía los cielos de su patria».

Borrego tenía treinta años recién cumplidos, ostentaba el grado de Mayor y era piloto de primera categoría de la Fuerza Aérea Cubana. Contra todo pronóstico, «la China» tuvo al niño y le dio el nombre de su padre, José Eduardo. Los militares en aquella época recibían una «jaba» y en medio de las carencias del Período Especial, «la China» fue privada de la asignación de alimentos que obtenía su esposo. Sola emprendió la batalla de criar al pequeño.

Pepito Borrego pasó el servicio militar en el antiguo Regimiento Aéreo de Holguín, la misma unidad de su padre. Ninguno de los excompañeros del piloto dio una misma versión del accidente. Hoy el joven se pregunta cómo una Revolución hecha y defendida por hombres como su padre, puede olvidarlos tan fácilmente.

9 enero 2021 45 comentarios 3,5K vistas
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La reescritura de la historia

por Consejo Editorial 5 agosto 2020
escrito por Consejo Editorial

La historia ha sido objeto de reiteradas mutilaciones y tergiversaciones desde los sumerios hasta Donald Trump. Este fenómeno ha provocado desbarajustes a escala global en la memoria histórica de la humanidad. Se han perdido culturas enteras de pueblos indígenas al borrar todo vestigio de su existencia o se han intentado enmascarar procesos degradantes como el Holocausto Europeo de la Segunda Guerra Mundial.

Aquí, en la tierra de Martí, no nos quedamos atrás. Los españoles arrasaron con los aborígenes al punto de que hoy no sabemos cómo bailaban el areíto o cuáles eran sus dioses. No me imagino a Cuba sin el casino o la religión yoruba dentro de 500 años.

Después del triunfo de la revolución, el 1ero de enero de 1959, comenzó un proceso de transformación radical dentro de la sociedad que terminó por instaurar un sistema socialista donde el Estado decide desde qué cultivos debe sembrar un campesino hasta qué películas debe proyectar un cine.

En su lucha antagónica con el imperialismo norteamericano (y todo lo que el capitalismo representa) comenzó un proceso de deslegitimación del pasado prerrevolucionario cubano al punto de satanizar todo cuanto había ocurrido antes de 1959. Basta con leer los libros de historia del Ministerio de Educación y luego contrastarlos con otros menos famosos y menos “convenientes” para quedar boquiabiertos. Desde grandes personalidades de la cultura hasta las formas más ínfimas de relaciones de mercado fueron puestos en tela de juicio público y sentenciados al olvido por un país que se rehízo a sí mismo.

Sesenta años más tarde los resultados de ese proceso han sido que las generaciones de cubanos nacidos después de la revolución ven el período republicano sólo como una etapa de corrupción política, gangsterismo y desigualdad social. Pudieran ser esas características imprescindibles en un retrato de ese período, pero definitivamente no eran las únicas.

En su cruzada con el pasado capitalista de Cuba los círculos de poder revolucionarios “olvidaron” exponer en sus libros de historia los éxitos económicos de la burguesía. Dicha clase puso en el mapa de las primicias a la Mayor de las Antillas y la insertó en la globalización comercial con una Habana cosmopolita a la vanguardia entre las capitales de Latinoamérica. ¿Recuerdan haber estudiado algo de esto para las pruebas de historia?

“…cuando se está contento de su pasado, se habla de él; cuando no se habla de él, es porque su recuerdo pesa y avergüenza”. (“Isla de Mujeres”, t.19, p. 30. -Obras Completas de José Martí)

Ocultar un pasado incómodo por inconveniencias políticas puede llevarnos a olvidar o contaminar nuestra identidad y eso sería irreversiblemente catastrófico para cualquier país. La Cuba republicana era mucho más que un hato de políticos corruptos. Encontrar esos matices en una realidad marginada para exponer su valor, es por mucho una misión imperante.

“Lo pasado es la raíz de lo presente. Ha de saberse lo que fue, porque lo que fue está en lo que es”. (“Cartas de Martí, La Opinión Pública, Montevideo, 1889, t.12, p. 302 -Obras Completas de José Martí-)

No seremos menos cubanos por interactuar con la obra de Los Aldeanos o de Levi Marrero, pero quizá seamos menos dóciles y miremos la realidad cubana desde puntos de vista amenazantes para el sistema.

Abrir los ojos pasa por abrir la mente. Aflojar los tornillos de esta última lleva mucha llave y lubricante después de sesenta años de “con la revolución todo, contra la revolución nada”, pero vale la pena el esfuerzo cuando descubrimos que este país no nació en enero del 59.

Iván, el cubano protagonista de El hombre que amaba los perros, huyó durante años de su realidad y al final terminó matándolo. ¿Quieres ser un Iván?

5 agosto 2020 33 comentarios 791 vistas
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red avispa

Red Avispa decepciona

por Consejo Editorial 29 julio 2020
escrito por Consejo Editorial

La red avispa, película dirigida por el francés Olivier Assayas fue estrenada en Cuba en el pasado Festival Internacional de Cine Latinoamericano de La Habana. Basado en el libro del escritor y periodista brasileño Fernando Morais, el filme prometía la historia de los cinco cubanos acusados de espionaje que cumplieron largas condenas en Estados Unidos. Al tiempo que recreaba algunas particularidades de una parte del exilio asentado en La Florida.

Oliver Assayas, posee una extensa trayectoria multi premiada en las plataformas cinematográficas. Había dirigido con loables resultados Doubles vies, Las horas del verano, Finales de agosto y principios de septiembre e Irma Vip. Al director sumamos un elenco de lujo: la española Penélope Cruz, el mexicano Gael García Bernal, el venezolano Edgar Ramírez, el Brasileño Wagner Moura y la cubana Ana de Armas. Parecía un éxito seguro.

Para los cubanos sería una historia familiar, pedazo de nuestras luchas, de tribunas, de carteles de repudio al imperio; reflejado todo en la gran pantalla. Una película, además, casi de género histórico, aun cuando su director la bautizara como un thriller de espionaje.

Lamentablemente, todo quedó en la expectativa.

Tanto el guión como la dirección de arte resultaron en una puesta en escena decadente. Recrear la ciudad de Miami en los años 90 quizás era un reto bastante grande para los realizadores. Bien es sabido, los costos de construir fachadas y ambientes de épocas pasadas es difícil, pero no pudieron hacerlo peor. Un sinnúmero de gazapos hacen que el más inocente de los espectadores pierda la atención a la historia, ya de por sí floja en el guion.

La Avenida de Boyeros pudo haber sido filmada como una de Miami y resultar realista, pero aparecían nítidamente en una escena (conversación entre los personajes René y Juan Pablo) un ómnibus urbano P2, un rutero amarillo y un transmetro marca Yutong. Ninguno de esos modelos de autobuses se fabricaba en los años 90.

Las casas de La Habana que sirvieron de locación también pudieron ser perfectamente creíbles si en la cocina de Ana Margarita (interpretada por Ana de Armas) no aparecieran los artefactos de la Revolución Energética en Cuba. En el año 2006, cada cubano obtuvo por proyecto gubernamental una olla multipropósito y una arrocera. Pues, en la supuesta cocina de Ana Margarita, década del 90, Estados Unidos, hay olla reina y arrocera.

Otro de los errores más visibles ocurre cuando el terrorista Raúl Cruz León va a colocar la bomba en el Hotel Tritón. Sale el cintillo de la película, para esclarecer el nombre del lugar: “Hotel Tritón”, y en la puerta del edificio se lee claramente el cartel real filmado: “Hotel Riviera”, incluso llegan a coexistir ambas informaciones, “Hotel Tritón”, “Hotel Riviera”.

Cuando han trascurrido una hora y ocho minutos del largometraje, interviene la figura del narrador. Según el diario catalán Periódico Español en su versión digital este “funciona como entradas de la Wikipedia leídas en alto”. El resto de la información había sido mostrada a través de cintillos y la nueva voz irrumpe con desentono.

A pesar de ser Red Avispa, una película de espionaje lo menos que nos recrea el guion es espionaje. Muy poco se mostró del funcionamiento del trabajo de los infiltrados en Estados Unidos, y aunque el locutor hace una referencia, la información termina siendo escaza y poco aclaratoria al respecto.

El filme no va de los agentes cubanos.

Es la historia de amor de René González y su esposa Olga Salanueva. Mientras, en montaje paralelo conocemos al agente Juan Pablo Roque y su pareja Ana Margarita. Esta última subtrama queda confusa en cuanto al papel de Roque en el exilio y su regreso a Cuba.

En tanto, Antonio Guerrero, Fernando González y Ramón Labañino ni siquiera tienen diálogos en La Red Avispa. Hay demasiados personajes, algunos desaparecen a mitad de la trama, como el ya mencionado caso de Roque. Resulta engorroso ver tantas historias sueltas e inconexas.

La revista New Magazine ha apuntado que “se ha querido construir un conjunto muy grande y complejo que no se ha tratado bien, porque no se ha profundizado en ninguno de los asuntos tratados y porque algunos ni siquiera se han cerrado. No en el sentido “final abierto”, más bien en el sentido “se le habrá olvidado al director que esto está abierto?”

A pesar del nivel de sus protagonistas, solo vimos una cinta donde españoles, mexicanos, venezolanos, brasileños interpretan personajes cubanos, cada uno con un acento distinto y alejado de cómo se habla en la isla. Por su parte Ana de Armas, cubana, habla casi todo el tiempo en inglés.

No es el caso de Penélope Cruz, quien demostró crecerse y sobresalir para ser uno de los pocos aciertos de la cinta. En varias entrevistas la actriz dijo haber estudiado muy duro para lograr el acento cubano. Y aunque su propósito quedó a medias, Penélope consiguió emocionar con su personaje, creíble y bastante cercano a la Olga que conocemos.

El sitio los Interrogantes considera que “estamos ante un intento fallido de lo que podría haber resultado en una película fascinante. Lamentablemente su director se pierde en alargar escenas que no añaden información a la historia, reunir gran variedad de géneros en un mismo metraje y, entremezclar situaciones y momentos que terminan por parecer inconexos”.

El mayor acierto de la Red Avispa, es la justeza histórica.

Y es también su mayor punto de discordia para uno y otro bando político. Los sucesos con las avionetas de Hermanos al Rescate, el ataque terrorista a playa Tarará, y las bombas colocadas en los hoteles dejan claro las actuaciones tanto del gobierno de la Isla como de algunos de los grupos políticos de la diáspora cubana de Miami.

Las avionetas de Hermanos al Rescate sí violaban el espacio aéreo de la isla, y los cinco sí eran agentes del gobierno cubano haciendo trabajo de inteligencia en Estados Unidos. En ambos sentidos la película es objetiva.

Otro acierto pudiera considerarse la representación cinematográfica de varias figuras célebres en el diferendo Cuba-Estados Unidos: Jorge Mas Canosa, José Basulto, Posada Carriles, Raúl Cruz León, y hasta Gabriel García Márquez como mediador del conflicto. No fue el caso de las imágenes de archivo utilizadas con declaraciones de los presidentes Bill Clinton y Fidel Castro, ambas le dieron a Red avispa un tono de documental medio caricaturesco.

Por lo pronto me niego a creer que Red Avispa formará parte de la memoria histórica de este suceso en Cuba. Pensar cómo hubiera sido el filme hecho por un realizador cubano queda en el terreno de la especulación. Pero sigue siendo necesario que nuestro cine salde esta deuda enorme con patriotas y hechos cruciales en la historia de la nación.

29 julio 2020 15 comentarios 910 vistas
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agrícola

El estanco agrícola cubano

por Consejo Editorial 23 julio 2020
escrito por Consejo Editorial

En 1716 el rey español Felipe V ordenó instaurar en la Capitanía General de Cuba un monopolio tabacalero que por la vía agrícola tributara a las arcas de la metrópoli. Con esta política se ilegalizó la venta libre de la hoja aromática y comenzó a gestarse un proceso conocido en la historia cubana como Estanco del Tabaco.

Era un negocio redondo para la corona. Mediante la Real Factoría de Tabacos de La Habana “España se convirtió en el único comprador de las cosechas, fijaba los precios y determinaba el volumen de las producciones. Además, estimulaba el cultivo de las variedades que más se demandaban en Europa, podía preparar un escalafón de preferencia y fijaba las cuotas de importación. Se excluía a cualquier comprador libre y se prohibía vender el tabaco que no había sido comprado, tenía que ser quemado. Por ello se erigió como un férreo monopolio estatal.” (Casares, Hernández y Marín, 2017 p.4)

La aplicación de esa política provocó las sublevaciones de los vegueros de 1717, 1720 y 1723, pero también llevó a la caída drástica de las producciones de tabaco y abrió el camino a una variante de comercio ilegal que mitigaba la opresión de los campesinos: el contrabando.

300 años después el cultivo de varios productos agrícolas es muy controlado por el Estado.

Tabacuba, como organización superior de dirección empresarial, planifica, compra (al precio que ella misma impone) y procesa la producción tabacalera en la isla. Esta especie de factoría del siglo XXI acapara el 90 por ciento de la cosecha de cada productor privado y el diez por ciento restante pueden quedárselo para consumo personal, pero no pueden venderlo a nadie más.

Este emporio comercial reportó casi 270 millones de dólares en 2019, sin embargo, muy poco de ese dinero queda en manos de los productores. Los pagos que realiza el gobierno por un tabaco de excelente calidad y que se vende en el mundo entero como un producto de lujo son bajos. Para colmo el dinero llega muy tarde o no llega (las deudas y cadenas de impago son reconocidas por el Ministerio de la Agricultura de Cuba como una de sus mayores deficiencias).

En ese contexto, el mercado negro se abre paso como una alternativa para los turistas que no pueden pagar los puros o para los cubanos necesitados del buen humo. Las cajas y etiquetas parecen tan reales que han engañado a miles de fanáticos del habano. Trescientos años han sustituido al tabaco rapé que salía en barcos ilegales a la sombra de España, por valijas que burlan aduanas llenas de puros.

Como si no fuera lo suficientemente terrible ver como se repite una historia tan macabra con el tabaco cubano, el estanco afecta a otros renglones agrícolas “priorizados” por el gobierno.

En el caso del Café el Estado tiene otra factoría medieval en acción. Cubacafé regula y procesa a tal punto la producción del grano, que hace pocos días el Noticiero Nacional de Televisión publicó un reporte sobre la instrucción penal y decomiso de todos los medios empleados por un campesino para la venta “ilícita” del café que producía.

En el año 1961 la producción de café en Cuba superó las 60 mil toneladas y en el 2019 rondó las 9 mil. Casi 60 años de monopolización han hecho implosión en un sistema productivo que lejos de promover y socializar el café tan demandado por el cubano, lo ha encarecido. Redes clandestinas (que muchas veces parten de “factorías” estatales) han creado mercados paralelos que ofertan el café ausente en las tiendas en divisa.

¿Qué conclusiones podemos sacar de este panorama?

En primer lugar, que los guajiros cubanos no ven (o al menos no demuestran ver) en este contexto económico una política perversa y degolladora de las fuerzas productivas (como si lo vieron los vegueros criollos sublevados del siglo XVIII). El campesinado cubano se mueve en las aguas del único mar que ha surcado, pues la mayoría nació con la revolución y no ven en ella a quién, al menos en materia económica, los asfixia inexorablemente.

Por otro parte, la política estatal del café y el tabaco no es nada nuevo en Cuba o inherente a estos renglones; es algo que está presente en toda la economía cubana. Como un fantasma endemoniado que desestimula y atenta contra la producción de cualquier cosa, la centralización de la economía es, cuando menos, ineficiente e inoperante.

En aras de eliminar actores económicos que le hicieran competencia y pudieran atentar contra el poder supremo del Estado, la Revolución Cubana eliminó a los pequeños propietarios en la década del 60 del siglo XX. La extinción masiva de aquellos trajo vacíos productivos y de servicios en la mayor de las Antillas que fueron tapiados con los mangos bajitos de la URSS. Luego vino el Período Especial en los 90 y la crisis condicionó una apertura ligera a la propiedad privada. En la década del 2000 dimos marcha atrás a la iniciativa gracias al apoyo del comandante Chávez y a partir del 2010 un deshielo empezó a mostrar los bríos de cambio que trajo Raúl como presidente.

Es decir, el nivel de centralización económica en Cuba ha fluctuado de acuerdo a las crisis económicas y a los cambios de poder internos (estos últimos casi imperceptibles de manera general, pero ligeramente influyentes en este tema). En la actualidad se combinan ambos factores: en la isla el único producto que abunda es nada y Díaz-Canel no porta el apellido Castro.

Aunque el café y el tabaco son dos joyitas exportables de la menguada cartera de productos cubanos que circulan por el mundo (y el Estado las controla y “atiende” con esmero), existe una demanda interna que quizás decidan aprovechar e inicien una apertura hacia el mercado con las nuevas medidas anunciadas. La crisis nos abre la muralla, debemos ahora pasar por ella.

Referencias: El estanco del Tabaco: su influencia en las luchas sociales en Cuba (1717-1723) Claudia Casares Alomá, Maricary Hernández Reyes, Wilian Marín Hernández (2017)

23 julio 2020 17 comentarios 1,K vistas
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Los demonios de Oscar

por Consejo Editorial 16 julio 2020
escrito por Consejo Editorial

María lo llama desde la verja. Una vecina en Cuba con noticias tiene mucho de alarma frenética: debes “apagarla” para que deje de gritar. Allá va Oscar con su pierna lenta y ulcerada a recibir “la última”.

–Oye corre que llegó el pollo a la carnicería y las papas a la placita.

Oscar le dio las gracias y disfrutó aquella información como nunca lo había hecho en sus 73 años. Después de tanto cocimiento y dieta de Televisión Cubana su cuerpo pide la comida que no tiene.

Venda en ristre sobre la pierna latosa, sale a buscar las proletarias provisiones que el estado cubano pone en sus manos una vez al mes. En la carnicería seres humanos subyacen a una voz que dice:

–Aquí tiene una libra y tres cuartos. ¡El próximo!

De regreso pasa por su nueva farmacia y retira unos cuantos arbustos del jardín de la vecina. Hace meses escasean los medicamentos para la hipertensión, la gota y la diabetes que padece. Las hierbas que aprendió a usar con su abuela en los batistianos años cincuenta hoy complementan el menguado botiquín del viejo Oscar.

Ya en la cocina, no pudo evitar recordar sus años de servicio militar y posterior misión internacionalista en Angola. No fueron pocas las comidas de pollo con papa en los tiempos guerreros de Oscar. Ahora la carencia de aceite lo obligaba a imitar aquellas recetas saladas que nada bueno le inspiran.

Al rato se sienta frente al televisor y empieza a almorzar con los ojos y con la boca. Ha desarrollado una extraña habilidad para degustar todos los víveres que ponen en el noticiero del mediodía. Una parte del cerebro de Oscar se pregunta dónde venden los alimentos que solo ve por el televisor y la otra los coloca en su plato para alimentar un sueño por el que luchó toda la vida.

Las telarañas que cubren el título de ingeniero mecánico enmarcado en la pared amenazan con llegar al viejo Oscar. Un aura de desilusión recorre su espíritu, choca contra la cordura de revolucionario intachable y apunta al alma de un hombre curtido por treinta y tres años de trabajo en un central azucarero.

Mientras se asea, lucha contra esos demonios pesimistas que lo asedian por ahorrar tanto el jabón y la pasta dental. Hace poco le faltó esta última y por dos semanas hacía gárgaras después de cada comida. A sus dientes postizos esto no le vino nada bien.

Duerme la siesta y piensa en su única hija. El techo del cuarto se convierte en una especie de mapa mental en el que ubica a Tamara sobre la Florida para abrazarla con la añoranza. Decide dormirse rápido para no recordar que pudiera estar con ella. Durante el Período Especial su mujer y su hija llegaron en balsa a Miami y él no se atrevió a dejar su puesto de trabajo cuando más lo necesitaba el país.

Unos años después Oscar fue reubicado en una granja agrícola al desmantelarse el central donde trabajaba. Aquel proceso conocido como la tarea Álvaro Reynoso y las reiteradas negativas de visa en la Embajada Americana, lo han convertido en un viejo amargado y solo.

En la tarde se baña y come doble otra vez. Su pierna enferma recibe el último fomento del día y la alegría lo invade cuando recuerda que mañana cobra su retiro de 310 pesos cubanos. Será otro día en la vida de Oscar, pero mañana María no lo llamará.

16 julio 2020 20 comentarios 873 vistas
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