La Joven Cuba
opinión política cubana
  • Inicio
  • Quiénes Somos
    • Equipo
    • Historia
    • Nosotros
    • Consejo Asesor
  • Grupo de Estudios
    • Libros
    • Dossiers
  • Contacto
Autor

Alexander Hall Lujardo

Alexander Hall Lujardo

Estudiante de Historia y activista afrodescendiente de ideas socialistas.

Asere (1)

Asere me llamo yo

por Alexander Hall Lujardo 4 noviembre 2021
escrito por Alexander Hall Lujardo

La historia de Cuba está marcada por una riqueza cultural en la que confluyen numerosos actores étnicos que, con el paso de los siglos, han otorgado una impronta singular a la evolución del pensamiento y el lenguaje. Este complejo proceso de interrelaciones fue calificado por Fernando Ortiz como transculturación amparado en estudios antropológicos, históricos, sociológicos y etnográficos que el sabio pensador antillano desarrolló en un trascendente itinerario de maduración científica.

La similitud con que muchos de estos acontecimientos se desarrollaron en América Latina —impulsados por la colonización europea y debido al arribo del negro(a) en condición de esclavizado(a), sin obviar la contribución del indígena en la composición étnico-racial de la región—, validan la utilización del término acuñado por Ortiz para el análisis y descripción de los sucesos acaecidos en el denominado Nuevo Mundo.

La religiosidad atraviesa de forma transversal este complejo entramado de relaciones sociales desde la etapa colonial, al devenir en genuina afirmación de resistencia implementada por los subalternos, ante las diversas fórmulas de opresión que hallaron en el cristianismo un arma certera  con el objetivo de lograr su adaptación a paradigmas «civilizatorios» foráneos. Con tales fines se utilizaron la violencia e imposición ideológica, como dobles anatemas de una misma estructura de poder, que anhelaba perpetuar dicho carácter situacional en una parte de la población desarraigada de toda condición humana.

En tan complicado contexto, disímiles prácticas desarrolladas por los sojuzgados se negaron a desaparecer ante el inminente proceso de aculturación implementado por los representantes de la Colonia. A tenor con ello, surgieron numerosas alternativas de resistencia que han logrado trascender hasta nuestros días, siendo el fenómeno abakuá una de sus más llamativas expresiones. No obstante poseer esta manifestación indiscutible origen africano, solo se hallan localizaciones de su existencia en Cuba, lo que la distingue de cualquier otro país con pasado esclavista en América.

Sus antecedentes conocidos se remontan al año 1836 en que surge esta asociación mítico-religiosa poseedora de elevado carácter mutualista, fraternal, y promotora de valores éticos entre sus iniciados. Mas cultivar semejantes virtudes, no le imposibilitó ser víctima de cuantiosas estigmatizaciones, asechanzas de diversa índole y persecuciones políticas, que la situaron de modo permanente al margen de la legalidad al estar integrada en su mayoría por sujetos que ocupaban la jerarquía más baja en la división socioclasista del trabajo, en una sociedad donde las actividades productivas se encontraban diferenciadas por el color de piel.

Asere (2)

Don Fernando Ortiz

Durante los períodos coloniales y republicanos, el fenómeno abakuá fue objeto de constante criminalización por parte de sectores académicos.[1] La literatura le reservó un espacio periférico negándole visibilidad en el campo de las letras.[2] De igual forma, constituyó política de las instituciones educacionales la promoción de esta práctica cual paradigma contrario al «orden civilizatorio», en tanto se exaltaba en los diarios y revistas la figura blanca como auténtica expresión de belleza.

Esta idea fue sustentada en los discursos de numerosos intelectuales y figuras del campo político con la intención de visibilizarlo como expresión de «atraso cultural», debido al predominio de una corriente ilustrada (eminentemente eurocéntrica) que pretendía su desaparición del panorama social cubano, acorde a los preceptos fundacionales de un «estado moderno», coherente con las ideas de «progreso» que rigen los principios de la civilización occidental.

Con la publicación en 1958 de La sociedad secreta abakuá narrada por viejos adeptos, de Lydia Cabrera, inicia un ciclo de estudios en los que se comienza a revertir los estigmas impuestos en la sociedad. Al mismo tiempo, se potenciaron nuevos trabajos que restituyeron del papel del negro(a) en la historia nacional, sumado a propuestas de análisis marxistas que pretendían una descolonización de las tradiciones presentes en Cuba con la intención de quebrar concepciones elitistas que habían marcado las pautas de su interpretación por el pensamiento liberal, como demuestra Walterio Carbonell en su Crítica: cómo surgió la cultura nacional (1961).

Entre las figuras que han realizado aportes desde las ciencias sociales para revertir  el imaginario denigrante que en torno a la manifestación se impuso desde los siglos coloniales, resaltan las contribuciones de José Luciano Franco, Alberto Pedro Díaz, Teodoro Díaz Fabelo, Enrique Sosa Rodríguez, Argeliers León Pérez, Pedro Deschamps Chapeaux, Sergio Valdés Bernal, María del Carmen Muzzio, Jesús Guanche Pérez, entre otros cuya importancia trasciende las fronteras disciplinarias para adquirir relevancia cultural.

La perdurabilidad de la sociedad abakuá denota su carácter robustecido al posibilitar la reivindicación de sus valores por las nuevas generaciones, a pesar de las transformaciones naturales que le impiden permanecer invariable ante el paso de los años. La transmisión de numerosas frases y términos al habla popular evidencia la profundidad de su inserción en el componente sociocultural del país. De todas sus terminologías, la palabra Asere sin dudas constituye la más enunciada en diversas esferas.

Su empleo carece de distingos clasistas, sexuales, raciales o de otra índole, para formar parte indisoluble del lenguaje cotidiano. No obstante a los notables esfuerzos por vulgarizar su empleo promovidos por una narrativa discursiva empática con círculos aristocráticos que pretenden deslegitimar aquellas expresiones provenientes del habla cotidiana, como parte de una concepción aspirante a «purificar el idioma», en tanto persigue toda expresión social relacionada con las tradiciones africanas.

Asere (3)

Lydia Cabrera

Según el criterio del célebre investigador y etnógrafo Serafín «Tato» Quiñones, la palabra Asere constituye «un símbolo de amistad, compañerismo y camaradería».[3] Mientras, en el glosario de Ramón Torres-Zayas presente en uno de sus títulos, el término hace referencia al saludo afectivo entre dos miembros de una misma asociación grupal,[4] cuyo significado se extiende hacia zonas amplias de la expresión popular, al establecer una identidad que refleja la riqueza transcultural del castellano.

Este término demuestra su persistencia a pesar de los inquisitivos ataques provenientes de los círculos letrados auto-revestidos de autoridad en los terrenos del saber. Su constante uso reafirma la compleja diversidad en las relaciones socioculturales de la Isla, cuya más apropiada actitud exige de comprensión en lugar de pretender satanizar sus expresiones, en concordancia con intereses grupales específicos poseedores de un modelo nacional plenamente distanciado de aquel que emana de las capas más profundas de la sociedad.

***

[1] Sobre la criminalización desde la academia, véanse las obras de José Trujillo y Monagas Los criminales de Cuba (1882), Fernando Ortiz Los negros brujos (1906), Rafael Roche y Monteagudo La policía y sus misterios (1908) e Israel Castellanos La brujería y el ñañiguismo en Cuba desde el punto de vista médico-legal (1916), entre otras.

[2] Entre las obras literarias que visibilizan al ñañiguismo como elemento criminal y denigrante, destacan los títulos Sofía (1891) y La familia Unzuazu (1896), de Martín Morúa Delgado.

[3] Serafín Tato Quiñones: Asere Núncue Itiá Ecobio Enyene Abacuá, Editorial José Martí, La Habana, 2014, p. 278.

[4] Ramón Torres-Zayas: Abakuá (De)codificación de un símbolo, Aurelia Ediciones, Valencia, 2019.

4 noviembre 2021 2 comentarios 1.957 vistas
3 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
FEU

La FEU necesita su propia Revolución

por Alexander Hall Lujardo 6 octubre 2021
escrito por Alexander Hall Lujardo

La Federación Estudiantil Universitaria (FEU) se fundó en Cuba el 20 de diciembre de 1922. Surgió como resultado de contradicciones internas que marcaron la crisis del sistema republicano y por la influencia de la Reforma Universitaria impulsada en Córdoba, Argentina, ante el intento de subordinar la educación a cánones impuestos por elites locales, que reproducían patrones de dominación. Como consecuencia, ascendieron nuevas corrientes de pensamiento crítico y se fortaleció la capacidad del estudiantado en su resistencia contra los mecanismos de opresión política.

La imposición de un liberalismo a ultranza en un país sumido en la precariedad, después de más de treinta años de conflicto, dio paso a una sociedad con expresiones neo-coloniales en su estructura, iniciada en 1902 con el mandato presidencial de Tomás Estrada Palma. Su elección constituyó el triunfo de los grupos más conservadores de la lucha armada, al servicio de intereses apartados de los principios emancipatorios que movilizaron a las fuerzas revolucionarias. Se consagraban así los anhelos de la burguesía al sostener sus privilegios bajo el manto de una nueva potencia.

La antigua ecuación de sometimiento colonial derivó en un sistema que permitía a esa clase mejores condiciones para la reproducción de sus riquezas, dejando intacto el status quo, de forma tal que permanecieran sepultadas las aspiraciones de los sectores más radicales que tomaron parte en la contienda. La intervención norteamericana de 1898 sentó las bases para la consolidación de ese paradigma.

La firma de tratados político-económicos asimétricos marcó la tónica de las relaciones Cuba-Estados Unidos, al ser acuerdos en los que se reconocía su derecho a intervenir en los asuntos internos. Semejantes convenios potenciaron también el poder del capital bancario e industrial norteamericano en detrimento de los productores locales, agudizaron la dependencia y las condiciones estructurales de subdesarrollo.

Como consecuencia, figuras provenientes de la vanguardia estudiantil abrazaron corrientes radicales de acción. Tales fueron los casos de Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y Pablo de la Torriente Brau, entre otros actores que protagonizaron la Revolución de los años 30, dirigida contra las restricciones a la libertad, la inequidad social, la penetración imperialista y la corrupción política.

FEU

Julio Antonio Mella

Este proceso logró expulsar del país al presidente Gerardo Machado, uno de los generales independentistas vinculado a la elite villareña, cuyo gobierno degeneró en expresión dictatorial contra toda manifestación opositora, con la anuencia corporativa de los partidos políticos.

La etapa significó el declive de la democracia liberal, sustentada en un modelo azucarero altamente dependiente, y recalcó el carácter anti-nacional de la burguesía republicana. Sin embargo, como parte de las frustraciones generadas luego del fracaso del proceso revolucionario, la federación estuvo marcada por el ascenso en sus filas de fenómenos como el bonchismo, presente hasta avanzada la década del cincuenta.

La FEU mantuvo su liderazgo como organización autónoma en la lucha contra la dictadura que impuso Fulgencio Batista en marzo 1952. La Carta de México, signada en 1956 entre Fidel Castro y José Antonio Echeverría, solidificó el compromiso para el enfrentamiento de un sistema que había agotado sus posibilidades de desarrollo, al mostrar una abrupta ausencia democrática y sostenida precarización, en contraste con las obras de infraestructura que constituían jugosos mecanismos de extracción económica para la clase gobernante, mientras aumentaban las desigualdades y expresiones de pobreza en la sociedad.

Ante esa realidad, emergieron actores favorables a una re-distribución de las riquezas, promotores de una profundización democrática que barriera con la dependencia y la corrupción. No obstante, los grupos que sustentaban la hegemonía se mostraban reacios ante estos sectores, lo que motivó la rebeldía de la clase trabajadora, el movimiento campesino y el sector estudiantil. La estrategia de lucha armada, apoyada por la mayoría de la población, se planteó entonces como única alternativa de enfrentamiento.

El triunfo revolucionario condujo a una pronta radicalización hacia la alternativa socialista, motivada por la hostilidad del imperialismo y la solidaridad soviética. El atrevimiento del naciente estado, de impulsar cambios estructurales que afectaban los intereses del capital estadounidense, provocó el antagonismo.

Sin embargo, los fundamentos que marcaron la construcción de este sistema, en un contexto internacional atravesado por la Guerra Fría, conllevaron a la implementación de un «socialismo de estado» cada vez más dependiente de la potencia euroasiática, sumado a la incapacidad del liderazgo nacional en promover una sociedad capaz de auto-sustentarse en los ámbitos económico y productivo.

FEU

De izquierda a derecha: José Antonio Echeverría, Fidel Castro y René Anillo, durante la visita de José Antonio en la que firmaron la Carta de México.

Este modelo se caracterizó por la implementación de políticas que resultaron en la fetichización de la propiedad social en estatal, la institucionalización de un marxismo vulgar en su corriente soviética, la militarización de sectores estratégicos de la producción, la implementación de políticas que afectaron la integridad de reconocidas figuras del ámbito cultural y la instrumentalización de asociaciones, entre otras prácticas.

En este contexto la FEU, como el resto de las organizaciones populares, quedó desarticulada en su capacidad de movilización autónoma y comenzó a desempeñar funciones institucionales cual estructura integrante del estado.[1]

La universidad para revolucionarios y los dilemas de la igualdad

El reconocimiento gratuito al disfrute de la educación superior constituyó uno de los derechos garantizados por el gobierno revolucionario. Se generaron oportunidades que permitieron ampliar el ingreso, construir instituciones de este tipo en todas las provincias, regular su acceso como un derecho universal y mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora, mediante la implementación de un modelo asistencialista que durante décadas elevó los indicadores que dificultaban la superación.

Este conjunto de políticas puestas en función de la ciudadanía, masificó la entrada a las universidades debido a la renuncia de la lógica meritocrática. No obstante, la búsqueda constante de justicia social exige la superación de una mentalidad que encuentra mayores potenciales en personas que desarrollan su vida en contextos económicos favorables, elemento que conduce a la reproducción del saber/poder en las clases que tradicionalmente han ostentado privilegios.

Desde el triunfo revolucionario, el acceso a la educación superior ha estado regulado por principios que el estado entiende deben acompañar la formación académica, en muchos casos marcada por códigos excluyentes. Como consecuencia, han resultado las limitaciones en el ingreso de personas homosexuales, al considerar que su condición sexual lesionaba los principios de la «moral socialista». De la misma forma que han sido expulsados estudiantes por razones ideológicas.

En tal sentido, la condición de «revolucionario» indica una posición de privilegio ausente del mandato constitucional, lo que evidencia la práctica de un principio discriminatorio que requiere ser eliminado, pues el conocimiento no debe ser monopolio de ninguna clase política.

Asimismo, se ha procedido a la exclusión de profesores con posturas críticas. Un texto recién compilado por José Raúl Gallego Ramos ofrece información confirmatoria al respecto. Incluso han sido inaceptables las críticas enunciadas desde emplazamientos marxistas, alejados de los dogmatismos que caracterizan su implementación en la academia. En tal sentido resaltan los casos de los juristas René Fidel González, Julio César Guanche y Julio Antonio Fernández Estrada.

FEU (4)

Julio Antonio Fernández Estrada

El tríptico de la utopía posible: Autonomía-Pluralidad-Democratización

La transición al socialismo en Cuba se ha caracterizado por la voluntad predominante del Partido/Estado en la conducción de los destinos de la nación, itinerario en que fue despojándose de toda heterodoxia. Recuérdese el cierre de la revista Pensamiento Crítico en 1971 y del Departamento de Filosofía de la Universidad de la Habana, que constituyeron espacios de gran prestigio internacional por la producción de un marxismo alejado de los moldes impuestos por la Academia de Ciencias de la URSS.

En ese transcurso, las ideas quedaron subsumidas a los criterios de autoridad que sobre su conceptualización ha ejercido el liderazgo político. Por ende, la crítica a esa instrumentación, se concibe per se como un acto «contrarrevolucionario», a pesar de las numerosas variaciones cualitativas que ha padecido el modelo.

Como resultado, los sindicatos, asociaciones gremiales y organizaciones estudiantiles —que desempeñaron un rol fundamental en la lucha por los derechos de los oprimidos—, quedaron subordinados a la autoridad estatal. En su configuración se difuminaron los intereses populares ante la ausencia de lo que debió ser una «socialización plena de los medios de producción».

La persistencia de la dominación bajo un socialismo saturado de contradicciones —estancamiento económico, unanimismo partidista, autoridad incuestionable del líder, entre otras características—, demuestra la necesidad de re-pensar la funcionalidad de las organizaciones sindicales y asociaciones civiles, de manera que sea posible su participación en el fortalecimiento de la democracia, así como la solidificación de los principios ecológicos y humanistas que persiguen su esencia de justicia global.

Que Cuba permanezca como actor estratégico en el sistema/mundo actual, exige la configuración de un socialismo que transite hacia fases de mayor democratización. Requiere el aumento en los niveles de participación popular, una socialización real y efectiva de los medios de producción, el impulso de las cooperativas como actores económicos de superior relevancia, la participación directa de los trabajadores en los procesos de planificación, así como el enfrentamiento integral a todas las formas de corrupción que genera el hermetismo empresarial.

En este empeño, las organizaciones políticas de la juventud ocupan un lugar esencial, a pesar de que su rol se ha visto reducido al respaldo incondicional hacia las instancias del gobierno.

Con la intención de quebrar la mentalidad enquistada en el imaginario estudiantil, propongo la gestión de nuevas formas de sociabilidad encaminadas a dinamizar su funcionamiento e impulsar hacia cauces más productivos la participación universitaria, de manera que su protagonismo esté a la altura del presente, lo que requiere el desmantelamiento de costumbres fosilizadas en su estructura.

Para lograrlo resultaría necesario:

– La conformación de medios de comunicación autónomos —espacios radiotelevisivos, revistas digitales, entre otros— que reflejen críticamente las realidades del ámbito universitario. Se necesita que tales espacios estén diseñados, concebidos y dirigidos por los propios estudiantes, aunque tengan la asesoría de especialistas, profesores y/o colaboradores de diversos ámbitos.

FEU (5)FEU (5)

– La creación de mayores estímulos —materiales, profesionales, recreativos, entre otros— para el ejercicio de la investigación científica desde etapas tempranas de la formación, de modo que este reconocimiento constituya la mayor motivación en su paso por la enseñanza superior y sus trabajos se publiquen en medios que socialicen tales aportes.

– La eliminación de todas las formas de discriminación ideológico-política para determinar su permanencia en el ámbito universitario y evaluar los niveles de integralidad de los estudiantes, pues su mayor contribución está en el campo del conocimiento.

– La creación de asambleas periódicas en que los presidentes FEU y UJC de las facultades rindan cuenta de sus actividades, al tiempo que se vean en la obligación de atender las problemáticas de su representación social y responder ante las insuficiencias en el desempeño de sus cargos.

– La eliminación de todas las formas de privilegio otorgadas a los miembros de los Secretariados Nacionales de la FEU y UJC en el desempeño de sus funciones, puesto que ello provoca un comportamiento burocrático que los distancia del colectivo que representan y genera diferencias socioclasistas.

– Insertar en los planes de enseñanza las corrientes contemporáneas del marxismo, fundamentalmente en su vertiente latinoamericana descolonial, de forma que sea posible impartir una teoría científica más ajustada al presente, apartada de narrativas dogmáticas que limitan el ejercicio del pensamiento crítico y la agudeza intelectual.

– Fomentar la concepción de Universidad Popular ideada por Julio Antonio Mella, otorgando, mediante la aplicación de políticas públicas, mayores facilidades para el acceso de grupos poblacionales en desventaja.

– Profundizar la inclusión de todos los sectores que forman parte de la sociedad ante un creciente blanqueamiento,[2] elitismo y expresiones de desigualdad, como resultado de un sistema meritocrático en los exámenes que regulan el acceso a la enseñanza superior.

Recientes investigaciones sociológicas dan cuenta de una sub-representación de personas negras, miembros de la comunidad LGBTIQ+, entre otros grupos marginalizados,[3] también ausentes de visibilidad en los máximos cargos de las organizaciones estudiantiles.

– Insertar la participación de estudiantes y profesores en la elección de los rectores y dirección de los claustros universitarios.

– Promover nuevos espacios de acción popular y movilización autónoma, de manera que permitan quebrantar los resortes que subordinan las actividades de la FEU hacia mecanismos de la institucionalidad que laceran el vigor y la iniciativa estudiantil.

La implementación de estas propuestas, entre otras iniciativas que surjan del espacio universitario, generaría mejores condiciones para el ejercicio de la crítica de los futuros profesionales, al tiempo que fortalecería el funcionamiento democrático de sus organizaciones representativas.

De consumarse, esto abriría marcos autonómicos más adecuados para la expresión de su colectividad, de modo que sea posible establecer una funcionalidad más acorde con las dinámicas e intereses de la juventud, en su relación simbiótica con las instituciones del estado y las necesidades inminentes de la nación.

***

[1] En la historia de la FEU después de 1959, varios de sus principales dirigentes fueron destituidos por actos de corrupción en el desempeño de posteriores responsabilidades gubernamentales, entre ellos: Carlos Lage Dávila, Roberto Robaina González, Felipe Pérez Roque, Otto Rivero Torres y Carlos Valenciaga Díaz.

[2] Serafín (Tato) Quiñones: «Sobre el blanqueamiento en las universidades cubanas», en Afrodescendencias, Aurelia Ediciones, España, 2019, pp. 140-144.

[3] Yulexis Almeida Junco: «Educación superior, género y color de la piel: Una breve reflexión sobre la implementación de políticas de amplio acceso en el contexto cubano, en Cuban Studies, no. 48, University of Pittsburgh Press, 2019, pp. 109-128.

6 octubre 2021 19 comentarios 2.224 vistas
5 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

Ayúdanos a ser sostenibles

Somos una organización sin fines de lucro que se sostiene con donaciones de entidades e individuos, no gobiernos. Apoya nuestra independencia editorial.

11 años en línea

11 años en línea

¿Quiénes Somos?

La Joven Cuba es un equipo de investigación y análisis político que trabaja por un país justo, democrático y sostenible. Con una plataforma digital y un equipo especializado en el análisis de la realidad cubana, aspiramos a ser punto de enlace entre la sociedad civil y los decisores, mediante la investigación y la generación de conocimiento sobre la aplicación de políticas públicas.

@2021 - Todos los derechos reservados. Contenido exclusivo de La Joven Cuba


Regreso al inicio
La Joven Cuba
  • Inicio
  • Quiénes Somos
    • Equipo
    • Historia
    • Nosotros
    • Consejo Asesor
  • Grupo de Estudios
    • Libros
    • Dossiers
  • Contacto
 

Cargando comentarios...