Compañeros del Consejo Nacional de Innovación:
«El 2022 tiene que ser un año mejor, que estremezca a nuestra economía». Ya lo está haciendo con la economía personal. La batalla por la soberanía alimentaria es uno de sus sólidos pilares y requiere de nuestra resistencia creadora. No podemos cruzarnos de brazos esperando a que el asesor de la FAO nos autorice a comernos la parte de adentro de la papa, o que, cual tío SAN, nos imponga el uso de una cartilla popular de cultura del comer.
Cuba cuenta con once millones de hectáreas de tierras disponibles para la agricultura y similar número de habitantes, pero estamos lejos de la solución ideal a la que nos ha llamado la dirección nacional de los Comités de Defensa de la Revolución: que cada quien asuma su pedacito, es decir, la hectárea que le corresponde, «en interminable faena de surquerías y araduras».
Es inexplicable que apenas aprovechemos la mitad de las tierras cultivables, que bajo riego solo mantengamos el 7,2 por ciento de ellas, y que el país se haya visto en la necesidad de importar hierba desde Australia, teniéndola tan cerca, en nuestros propios cultivos de viandas y hortalizas.
Nacen menos reses y disminuye el rebaño de hembras, y a pesar de que ya no es delito que el campesino liquide un animal, se han hecho sostenidos el sacrificio ilegal de ganado y la emigración ilegal de las vacas en busca de mejores pastos.
La institución que dirijo: el Centro Experimental del Buey Útil, conocido cariñosamente por CEBÚ, se ha consagrado en los últimos años a la creación de razas más fortalecidas contra la diarrea viral bovina, la rinotraqueitis infecciosa, las visitas gubernamentales y otras plagas que poquito a poco han acabado con los rebaños.
A este foro traemos la última inventiva de nuestros especialistas: un microprocesador que, de colocarse en la yunta de bueyes, hace innecesario el acompañamiento campesino, con el consiguiente ahorro de mano de obra. Las órdenes les serán dadas a cada pareja de animales desde un centro de mando municipal mediante estímulos sonoros o a puro corrientazo, según la docilidad de las bestias, creando una interfaz de cooperación entre ambas.
En aras del tema que nos reúne, «Estructuras dinamizadoras de la ciencia, la tecnología y la innovación: análisis sobre su fomento y desarrollo en Cuba», nos hemos fijado como propósito completar la instalación de los microprocesadores para el próximo 15 de mayo, día en que, según tradiciones de antaño, el guajiro cubano rendía culto al buey, dejaba descansar a la pareja de animales y estos quedaban a la sombra en el potrero, sin arado y sin yugo. Dicha tradición se ha perdido con la misma profusión con que se esfuman los bueyes.
Los treinta millones de dólares invertidos en la compra de las piezas necesarias para el ensamblaje de los microprocesadores podrían recuperarse de lo que significará, en materia de eficiencia y aprovechamiento de la tierra, que cada yunta de bueyes are lo que deba ser arado, y que cada dueño inculque a sus reses el espíritu revolucionario y la cultura del detalle a que constantemente se nos llama.
Si lo logramos, podríamos financiar este novedoso método de conducción de bueyes con parte de los más de dos mil millones que hoy se emplean para la compra de alimentos y que podrían hacer más productivas nuestras tierras sin depender del regreso del combustible, tan solo con la tradición centenaria del uso de esas bestias, comprendiendo su heterogeneidad.
Los ingenieros del CEBÚ trabajan ya en un software que, cuando esté incorporado a los microprocesadores, sustituirá en un ciento por ciento el trabajo de doma de un toro castrado, que hoy requiere de seis meses por parte de los campesinos.
Con ello nos libraremos de la Empresa Nacional de Acopio y de los formalismos y retruécanos que existen hoy para que los alimentos vayan desde el surco hasta el plato, ya que los campesinos, sin necesidad de recurrir a las diez etapas tan bien descritas en ese clásico de la tradición budista escrito por el maestro Zen Kakuan Shien y titulado «La doma del buey», podrán dedicarse a vocear y vender en carretillas el fruto de su trabajo.
Otro perfil investigativo que se vislumbra con esperanzadores resultados es el uso de las yuntas de bueyes ―microprocesador mediante― en el transporte urbano de la capital. Los resultados no son todo lo halagüeños que quisiéramos, porque aún los pasajeros que se trasladan en la carreta piloto que hace dos meses cubre el trayecto Parque de la Normal – La Rampa llegan como promedio diez minutos después a su destino que si lo hacen en la 37. Es de esperar que, con algunas adecuaciones al algoritmo, los bueyes rindan el recorrido en un menor tiempo, aumentando su velocidad actual de dos kilómetros por hora.
En algunas naciones se utilizan vacas lecheras como animales de trabajo. Es de augurar que en el futuro puedan ser asumidas por la Empresa de Transporte Urbano, en aras de un rendimiento mayor, las becerras que muy pronto se incorporarán al ordeño directo en las bodegas como parte del perfeccionamiento del proceso de distribución de la leche que se implementa desde el 2007.
El futuro de hombres de ciencia ya está aquí, lo ha dicho el Juventud Rebelde, y por eso los trabajadores del CEBÚ ponemos miras a nuestra próxima investigación. Con la premisa expresada por nuestro presidente de que «Donde el Partido está activo, las cosas funcionan bien», nos daremos a la tarea de averiguar dónde coño se ha metido entonces la inteligencia, el honor y la conciencia de nuestra época.
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